Introducción
El Virus del Papilloma Humano (VPH) infecta queratinocitos de tejidos epiteliales. Estos virus han coevolucionado junto a su hospedero natural siendo estrictamente específicos en cada una de las especies que infectan, de ellos se han aislados más de 120 genotipos[1]. VPHs que infectan el tracto genital han sido clasificados por la Agencia Internacional para la Investigación y el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) en dos grupos, bajo riesgo (VPH-BR) y alto riesgo (VPH-AR). Los VPH-AR son 16, 18, 31, 33, 35, 39, 45, 51, 52, 56, 58, 59, 68, y 73. Los VPH-AR están relacionados con cánceres anogenitales, entre ellos el cáncer de cuello uterino (CCU) y una gran proporcion de cánceres de orofaringe[2].
Se estimó que para el año 2008 CCU fue el tercer cáncer más común en la población femenina en todo el mundo con 530.000 casos nuevos, después de cáncer de mama y de pulmón, y la cuarta causa más común de muerte femenina por cáncer (275.000 muertes) [3]. El 86% de los casos incidentes (453.531) y el 88% de las muertes ocurren en regiones menos desarolladas[4]. Es así como la mitad de los casos de CCU diagnosticados ocurren en mujeres menores de 50 años de edad y son VPH-16 y 18 los responsables del 80% de los casos a nivel mundial[5].
CCU es multifactorial, sin embargo, para que este ocurra se requiere una infección permanente por VPH-AR[6]. Se han documentado factores que pueden modular la infección viral, por ejemplo, el inicio temprano de las relaciones sexuales[6], múltiples compañeros sexuales[7], enfermedades de trasmisión sexual[8] y uso de anticonceptivos[9,10], entre otros.
De estos múltiples factores de riesgo descritos en la literatura, algunos de ellos se han asociado a la prevalencia de infección por VPH consistentemente en diferentes poblaciones. Sin embargo, otros factores han mostrado evidencia controversial. Por eso el objetivo de este estudio es determinar factores asociados a la prevalencia de infección por VPH-AR en mujeres de 35 a 65 años con riesgo moderado o alto de CCU de la zona Norte de Bucaramanga.
Materiales y métodos
Se realizó un estudio analítico de corte transversal donde se incluyeron mujeres entre 35-65 años residentes de la zona norte de Bucaramanga que habían tenido o tenían vida sexual; mujeres en estado de embarazo e histerectomizadas fueron excluidas.
Entre septiembre de 2016 y febrero de 2018 se recolectó la muestra por conveniencia a través de tres estrategias: 1) Jornadas de trabajo de campo programadas con cada líder comunitario de los sectores de la zona I y II del norte de Bucaramanga; 2) Salidas de campo casa a casa, acompañados de líderes que ayudaban a identificar mujeres potencialmente elegibles según los criterios ya establecidos; 3) Se acudió a los seis centros de salud de la zona norte donde se invitó a participar a todas las mujeres que asistían por motivos diversos, y si cumplían los criterios de inclusión, previa voluntariedad, fueron incluidas.
Seguidamente se aplicó una encuesta corta estandarizada creada por Sisteman Cancer Center que las clasificó como de riesgo moderado y alto para desarrollar CCU. Ésta constaba de los siguientes factores de riesgo: fumar más de 25 cigarrillos al día (+1 punto), tener relaciones antes de los 16 años (+2 puntos), haber tenido 3 o más parejas sexuales masculinas (+3 puntos), haber tenido uno o más hijos (+1 punto) o 3 o más hijos (+2 puntos) y haber tenido una enfermedad de transmisión sexual como VPH, gonorrea, verrugas o SIDA (+2 puntos). También considera dos factores protectores, como el uso frecuente de preservativo al momento de tener relaciones sexuales (-2 puntos) y la realización de la citología en los últimos 3 años (-2 puntos).
Luego de aplicar a las mujeres la encuesta corta si alcanzaban un puntaje igual o mayor a tres se continuaba con una encuesta complementaria que buscó identificar los factores asociados a la prevalencia de infección como tabaquismo, antecedentes ginecológicos, consumo de alcohol, actividad física, consumo de frutas y verduras, entre otros. Posterior a esto, se brindaron instrucciones verbales y visuales para que las mismas mujeres se tomaran la muestra con un dispositivo de autotoma de muestra cervico-uterina (cepillo), que se almacenó en seco y a temperatura ambiente para su transporte al Laboratorio Central de Investigación en la UIS donde se realizó la prueba molecular para genotipificación de VPH. Los cepillos de autotoma han mostrado una alta especificidad (95,9%), sensibilidad (92,6%) y concordancia (91,2 96,8) respecto a la muestra tomada por personal de salud[11-14].
Se evaluó la variable dependiente infección por VPH-AR definida como presencia de ADN viral de VPH-AR por la técnica VPH direct flow Chip kit, con el equipo semiautomático hybriSpot 12TM (HS12). Esta prueba tuvo alta comparabilidad con las pruebas Linear Array y CLART con un porcentaje de acuerdo de 91,5% y un índice de Kappa de 0,798 y 0,818, respectivamente; y detectó más infecciones totales y múltiples que las pruebas mencionadas[15]. Adicionalmente, mostró un acuerdo del 100% en un estudio realizado por el Centro de referencia de VPH de la OMS[16].
Como variables independientes se incluyeron los potenciales factores descritos previamente, entre estos, el estado civil medido como pareja estable (mujeres casadas y en unión libre) y pareja no definida (solteras, separadas, viudas y divorciadas). La ocupación se consideró dicotómica como mujeres cuya actividad actual se realiza primordialmente en la vivienda (amas de casa, desempleadas y pensionadas) y las que se dedican a alguna actividad laboral fuera de casa (empleadas e independientes). Dentro de los síntomas vaginales presentes en el momento de la encuesta se incluyeron flujo, flujo de mal olor, rasquiña, sangrado, entre otros.
El sedentarismo se generó a partir de la variable actividad física total utilizando la fórmula de minutos en la semana invertidos en actividades moderadas, más dos veces los minutos por semana invertidos en actividades vigorosas. De esta manera sedentarismo se definió cuando la mujer realizó menos de 150 min. de actividad física total por semana según la recomendación de la OMS[17]. Además, se midieron la talla y el peso, el IMC calculado se categorizó según la clasificación de la OMS en sobrepeso con un IMC ≥25 pero <30, obesidad con IMC ≥30, y normal para aquellas mujeres con IMC >18,5 pero <25. En este grupo se ubicó una mujer con un IMC menor de 18,5, es decir de bajo peso.
Para el análisis de las variables cualitativas se emplearon frecuencias absolutas y frecuencias relativas, para las variables cuantitativas se utilizó la mediana y rango intercuartil porque las variables no presentaron distribución normal. Posteriormente, se calcularon las razones de prevalencias (RP) con el intervalo de confianza del 95% (IC95%) y el valor p. Las variables que tuvieron un valor p<0,20 fueron evaluadas en un modelo de regresión múltiple log-binomial para obtener las razones de prevalencias ajustadas (RPa). El análisis se realizó con el Software Stata 12.
Resultados
Se realizaron 810 encuestas de tamización a mujeres que cumplieron con los criterios de inclusión y que no presentaron criterios de exclusión. De estas, 435 mujeres tuvieron un puntaje moderado o alto para CCU, por lo cual se les realizó detección de VPH-AR a través de autotoma de muestra del cuello uterino. De estas mujeres, 16 presentaron infección por VPH-BR, ocho mujeres presentaron genotipos indeterminados, una muestra no pudo ser procesada por presencia de abundante sangre y negación por parte de la mujer para repetir la muestra, 22 presentaron infección por VPH-AR y en 388 no se detectó ADN viral (Figura 1.). Los genotipos de VPH-AR detectados fueron VPH-39, 31, 52, 58, 59, 73, 56, 68, 16 y 45.
La prevalencia encontrada de infección por VPH-AR en las 435 mujeres incluidas en este estudio fue de 5,1% (IC 95% 3,2-7,6). Para evaluar los factores asociados a la infección por VPH se tomaron las mujeres infectadas por al menos un genotipo de VPH-AR y aquellas sin infección (VPH negativas), para una muestra de 410 mujeres.
En las características sociodemográficas, entre las mujeres no infectadas y las infectadas con VPH-AR no se presentaron diferencias estadísticamente significativas para la edad, el estado reproductivo, el estado civil, la ocupación, el nivel de escolaridad, el estrato de la vivienda o el número de personas que cohabitan (Tabla 1). Al evaluar la prevalencia de VPH-AR por decenios se observó que fue mayor en el grupo de 55 o más años, sin embargo, esto no fue estadísticamente significativo (p=0,18) (Figura 2).
Respecto a factores ginecológicos no se encontraron diferencias significativas entre los grupos en la edad de inicio de las relaciones sexuales y número de compañeros sexuales. Aunque la frecuencia de enfermedades de trasmisión sexual durante su vida fue mayor en las mujeres con VPH-AR (36,3% vs 25,7%), esto tampoco fue estadísticamente significativo. Por otra parte, el acceso a la citología en los últimos tres años fue de 75,3% para el grupo en general (Tabla 1). Al considerar los métodos anticonceptivos, la proporción de mujeres, que han utilizado estas estrategias en algún momento de la vida fue de 88,4%, entre estos se reportaron con frecuencia los anticonceptivos orales (ACO) (46,2%) y los anticonceptivos inyectables (ACI) (27,6%). Sin embargo, en la actualidad la ligadura de trompas fue el más utilizado (60,4%) y aunque fue menos frecuente en el grupo con VPH-AR, no fue estadísticamente significativo. Por otra parte, se observó que el uso actual de ACI, de ACO y de dispositivo intrauterino (DIU) fue más frecuente en las mujeres infectadas, pero no fueron significativas estás diferencias. Los métodos menos utilizados en la actualidad fueron el condón (1,7%) y el implante (0,7%).
La presencia actual de síntomas vaginales fue más prevalente en las mujeres sin infección por VPH (Tabla 1). El síntoma más frecuente fue la rasquiña vaginal, con mayor prevalencia en las mujeres sin infección por VPH (p=0,05); siguen en frecuencia el flujo vaginal (24,4%), flujo con mal olor (12,2%) y el sangrado vaginal (6,1%). Otros síntomas como dolor pélvico e inflamación fueron reportados menos frecuentemente.
En cuanto a los hábitos, la mayoría de las mujeres reportaron nunca haber fumado (Tabla 1). Aunque la cantidad de cigarrillos fumados por día en las exfumadoras fue mayor en mujeres infectadas (mediana 21 cigarrillos día vs 6,9) y fumaron durante más años (12,7 años vs 9,2), estas diferencias no fueron significativas. Solo el 9,5% de las mujeres fuman actualmente con un consumo de 7,2 cigarrillos por día (RIQ 2-7), sin diferencias entre los dos grupos. Además, el tabaquismo dentro de la vivienda por parte de familiares fue reportado por el 40,9% de las mujeres con VPH-AR y por el 30,7% en las negativas. Al considerar el consumo de alcohol, el 68,8% de las mujeres manifestaron que nunca lo consumen y tomando como referencia la recomendación de la OMS, que define como consumo de riesgo a la ingesta de más de 40 gramos diarios de alcohol, se observó que ninguna tuvo este factor.
Hábitos saludables como el consumo de frutas y verduras también fueron evaluados a partir de la frecuencia y cantidades de consumo total de las mismas en la dieta. Teniendo en cuenta la recomendación de la OMS, que para una dieta saludable se precisa consumir cinco porciones al día, se observó un consumo deficiente en ambos grupos, con una mediana menor en las mujeres positivas para VPH-AR, aunque esto no fue significativo (Tabla 1).
Considerando que la actividad física moderada adecuada es definida por la OMS como la realización de al menos 150 minutos semanales de este tipo de actividades. Se encontró que el 50% de las mujeres con VPH-AR no realizan actividades físicas moderadas, en contraste con el 29,5% de las sin infección. Equivalente a ésta, la práctica de actividades vigorosa adecuada es considerada según la OMS como la realización de al menos 75 minutos semanales; se observó que ninguna de las infectadas por VPH-AR cumplía esta recomendación, similar al patrón observado en las mujeres negativas (93,4%). Además, con estas variables se estimó la frecuencia de sedentarismo, observándose que la prevalencia fue significativamente mayor en las mujeres infectadas con VPH-AR; esto mismo se evidenció para la prevalencia de sobrepeso/obesidad (Tabla 1).
Posteriormente, con el modelo múltiple se determinó que el sedentarismo (p=0,021) y el sobrepreso/ obesidad (p=0,049) se asociaron independiente a mayor prevalencia de infección por VPH-AR. Adicionalmente, aunque el uso de anticonceptivos inyectados (p=0,062) presentó una tendencia de asociación con mayor prevalencia de infección por VPH, y el número de porciones de fruta/verdura (p=0,151) y la rasquiña vaginal (p=0,056) tuvieron una tendencia de asociación con menor prevalencia de infección, esto no fue estadísticamente significativo (Tabla 2).
Discusion
Se encuestaron en total 810 mujeres, quienes se clasificaron como de bajo riesgo (46,3%) y riesgo moderado/alto (53,7%) según la escala basada en el Siteman Cancer Center para CCU. Aunque la población en la que se realizó la detección molecular del VPH fue la compuesta por las mujeres con riesgo moderado/ alto para CCU, se encontró una prevalencia baja de infección por VPH-AR (5,1% IC95% 3,2-7,6). Lo anterior contrasta con la prevalencia de 9% de VPH-AR reportada en Colombia en una cohorte de mujeres de 18 a 45 años de edad con citología normal; sin embargo, esta frecuencia es similar a la encontrada específicamente en las mujeres de 35 o más años de esta cohorte (infección VPH-AR única 4,3% y múltiple 1,9%)[18].
Las características sociodemográficas del grupo de mujeres infectadas con VPH-AR fueron similares a las del grupo en las que no se detectó ADN viral. De igual forma, no se encontraron diferencias entre ambos grupos de mujeres en otras variables ginecológicas como el número de embarazos, de nacidos vivos, entre otras. En cuanto a la prevalencia de vida del uso de métodos anticonceptivos, los ACI, ACO y DIU fueron las estrategias de prevención del embarazo más utilizados, y para el momento de la entrevista la ligadura de trompas fue el más frecuente. El uso del implante y del preservativo fueron métodos poco utilizados en la población objeto. Este bajo uso de preservativos remarca las deficiencias en la utilización de los métodos seguros de barreras para evitar la propagación de las infecciones de transmisión sexual.
Respecto a factores comportamentales, hábitos y dieta se observó poca frecuencia de consumo actual de alcohol y de cigarrillo, sin embargo un porcentaje importante de las mujeres infectadas reportaron ser exfumadoras y fumadoras pasivas. Adicionalmente, hábitos saludables como son el consumo de frutas y verduras fueron deficientes en relación con las recomendaciones internacionacionales de dieta saludable, ya que las porciones de frutas y verduras diarias fueron inferiores a las cinco porciones establecidas. Además, se encontró una prevalencia de sobrepeso/obesidad de 72% y una prevalencia de sedentarimo de 28%.
Múltiples factores asociados a infección por VPH-AR se han descrito en la literatura, algunos controversiales porque varían de acuerdo con las regiones geográficas y a las características de las poblaciones. Por ejemplo, algunos estudios muestran que las infecciones cervicales se producen poco después de la primera relación sexual y el riesgo de tener VPH aumenta con cada nueva pareja sexual durante toda la vida. Al respecto, un estudio de corte transversal observó que mujeres estadounidenses de origen mexicano entre 17 a 47 años que iniciaron su vida sexual antes de los 16 años tuvieron mayor riesgo de adquirir infección por VPH-AR (ORa 1,58 IC95% 1,09-2,30) en comparación con aquellas que iniciaron la actividad sexual después de los 20 años[19]. En contra posición pero similar a lo encontrado en el presente estudio, en una cohorte de 1.373 colombianas entre 13 y 85 años, mujeres menores de 16 años que habían iniciado la vida sexual no tuvieron mayor riesgo de infección por VPH-AR (ORa 0,7 IC95% 0,52-1,06) comparadas con las mujeres con inicio de actividad sexual después de los 19 años[20].
Además de la edad temprana de inicio de la actividad sexual, se ha estudiado la asociación entre el número de compañeros sexuales y la infección por VPH-AR. Al respecto, en la presente investigación no se encontró esta asociación, similar a lo reportado en un estudio realizado en una zona rural de Colombia. En éste, el número de compañeros sexuales ocasionales mayor a dos durante la vida no estuvo asociado con la seropositividad para los genotipos VPH-AR 16, 18, 31 o 58 (ORa 1,08 IC95% 0,72-1,63) cuando se comparó con aquellas mujeres que reportaron una sola pareja sexual oscasional durante su vida[21].
Otro factor evaluado son las infecciones de transmisión sexual, en nuestro país recientemente se determinó que en mujeres con citología normal la prevalencia de infección por Chlamydia trachomatis fue mayor en aquellas con infección por varios genotipos de VPH (OR; 2,8 IC95% 1,2-6,0), comparadas con aquellas que solo presentaban infección por un genotipo de VPH[22]. En el presente estudio no se evaluó la infección concomitante, pero, aunque la frecuencia del antecedente de ETS fue mayor en las mujeres con VPH-AR, esto no fue estadísticamente significativo. Esto podría deberse al desconocimiento que tienen las mujeres sobre las infecciones de transmisión sexual lo que impide reconocer la presencia de las mismas.
El uso de anticonceptivos hormonales también es un factor controversial de infección por VPH. Por ejemplo, en Brasil un estudio no encontró asociación con el consumo de ACO (OR 1,49; IC95% 0,48-4,57)[6]. Por el contrario, en la cohorte de mujeres colombianas este factor se asoció con infección por VPH (OR 1,38; IC95% 1,07-1,77) [20]. En el presente estudio se observó que el uso actual de ACI fue más prevalente en las mujeres con infección por VPH-AR, sin embargo, presentó una asociación marginal probablemente por falta de poder (RPa 2,81; IC95% 0,95-8,34). Además, esta discrepancia en los resultados puede deberse a diferencias en las poblaciones como la edad, el comportamiento sexual, tabúes al momento de hablar sobre sexualidad, así como los métodos y técnicas empleadas en cada uno de los estudios[20].
En cuanto a los hábitos, el consumo de cigarrillo se ha relacionado con aumento en la prevalencia de infección por VPH-AR, esta asociación parece ser dependiente de la dosis y desaparece luego de suspender el consumo[23]. En nuestro estudio el tabaquismo actual fue similar entre los grupos y el tabaquismo previo, aunque fue reportado en mayor frecuencia en las mujeres infectadas por VPH-AR no fue significativo.
La dieta también ha sido considerada dentro de los factores asociados a la infección por VPH. En este estudio, aunque la mayoría de mujeres no cumplieron con la recomendación de consumo de cinco porciones diarias, se observó una tendencia de disminución de la prevalencia de infección por VPH-AR a medida que se incrementan las porciones de fruta y verduras consumidas durante el día (RPa 0,77; IC95% 0,54-1,11). Esto podría relacionarse al consumo de vitaminas, ya que un estudio de cohorte, que evaluó el papel de la vitamina A y los carotenoides en la persistencia de VPH, encontró que el alto consumo de verduras se asoció con una disminución de la persistencia de VPH (OR 0,46; IC95% 0,21- 0,97) [24].
En el presente estudio también se evaluó el IMC, encontrando una asociación entre la infección con VPH-AR y el sobrepeso/obesidad (PRa 4,20; IC95% 1,00-15,51). Este factor se había reportado previamente asociado a desarrolló de CCU, ya que las mujeres con IMC >25 kg/m2 tuvieron mayor posibilidad de desarrollar este cáncer (OR1,70; IC95% 1,10-2,63) comparadas con el grupo mujeres con IMC normal (18,5-23 kg/m2) [25].
Por último, este estudio encontró que las mujeres sedentarias tuvieron mayor prevalencia de infección por VPH-AR (RPa 2,51; IC95% 1,15-5,50) en relación a las que notificaron actividad física total de 150 minutos o más de actividad moderada o su equivalente en actividad vigorosa por semana, según la definición de la OMS. Al respecto, un estudio que midió la actividad física de tiempo libre en MET/horas/semana encontró que la actividad física alta (>75 MET/horas/semana) fue factor protector para la aparición de CCU (ORa 0,61; IC95% 0,38-0,89) en comparación con la actividad física baja (<38,5 MET/horas/semana), aunque no hubo asociación con actividad física media (38,5-71,9 MET/ horas/semana) (ORa 0,95; IC95% 0,61-1,48) [25].
Entre las limitaciones encontradas en este estudio, la principal es el tamaño de la muestra, ya que por la baja prevalencia encontrada sólo se detectaron 22 infecciones, lo que dificultó establecer asociaciones entre la infección por VPH-AR y los diferentes factores de riesgo evaluados, como la edad y el uso de anticonceptivos. Otra limitación fue la falta de detección de DNA de VPH en las mujeres con puntaje menor de tres en la escala de riesgo para CCU basada en Siteman Cancer Center. Esto posiblemente ocasionó la homogenización de las variables que hacen parte de la escala en las mujeres diagnosticadas, limitando la evaluación de estos potenciales factores. Sin embargo, cabe anotar que esta tamización estuvo condicionada a la optimización de los recursos económicos del proyecto, lo cual se apoya en el hecho de la baja prevalencia de infección por VPH-AR encontrada, pese a que se evaluaron sólo las mujeres con riesgo moderado/alto de CCU.
En conclusión, se logró establecer asociaciones no antes descritas en nuestro país, ya que se observó que el sobrepeso/obesidad y el sedentarismo fueron factores independientemente asociados a una mayor prevalencia de infección por VPH-AR. Esta investigación aporta nueva información para la creación de estrategias complementarias que incluyan estos dos factores modificables que no están relacionados con el comportamiento sexual y que dependen exclusivamente de la mujer. Estas nuevas estrategias podrían impactar en la prevención o eliminación temprana de la infección por VPH-AR en las mujeres de nuestra región.
Adicionalmente se determinaron otros factores que podrían estar asociados con menor prevalencia de infección por VPH-AR como la dieta con alto consumo de frutas y verduras, así como factores que podrían estar relacionados con mayor prevalencia de infección por VPH-AR como el uso de ACI. Sin embargo, se requieren estudios con mayor tamaño de muestra para comprobar estas potenciales asociaciones en nuestra población.