SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número23JEWISH CONVERTS IN THE HIGH COURT OF JUSTICE OF THE NEW KINGDOM OF GRANADATHREE APPROACHES TO CROSSBREEDING IN COLONIAL LATIN AMERICA índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.23 Bogotá jan./jun. 2002

 

LA GLOBALIZACIÓN: ¿UN CONCEPTO ELUSIVO?

Hugo Fazio Vengoa

Profesor Titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.


RESUMEN

El objetivo principal del artículo consiste en intentar dar una explicación general de la globalización. En la primera parte se muestran las dificultades que enfrentan los intentos de explicar la globalización de modo integral. Posteriormente, el autor analiza varios componentes que se referencian en el contenido del concepto de globalización, tales como proceso, capitalismo, mercado, tiempo, espacio, Estado y direccionalidad. Por último, se define la globalización como redes de interpenetración temporalizadas y se muestra cómo ello no constituye un fatalismo sino que puede convertirse en una oportunidad para propiciar el desarrollo en las naciones del sur.

PALABRAS CLAVES

globalización, desarrollo, relaciones internacionales, historia, proceso, tiempo, espacio, Estado.


GLOBALIZATION: AN ELUSIVE CONCEPT?

ABSTRACT

The main objective of this article is to try to explain the concept of globalization. In the first part, some of the difficulties encountered in trying to explain the globalization phenomenon in an integral way are described. The author then analyzes various concepts that are referenced in the content of the globalization concept as a whole, such as: process, capitalism, market, time, space, state, directionality. Lastly, he defines globalization as a temporalized interpenetrating network and shows how this does not constitute a fatality but rather something that can be turned into an opportunity to propitiate the development of the nations of the South.

KEY WORDS

globalization, development, intenational relations, history, process, time, space, state.


A la pregunta ¿qué es la globalización? lo más habitual es encontrar rápidas respuestas que apuntan, las más de las veces, en direcciones muy diversas. Esta prontitud obedece a que, como desde inicios de la década de los años noventa, la globalización se ha convertido en un término de uso diario e incluso cotidiano, la mayor parte de las personas tiene una idea y cree saber en qué consiste. No es extraño, por lo tanto, que frente a este interrogante, no se vacile en aventurar una respuesta de inmediato: "representa una nueva era en la historia de la humanidad", "constituye la constatación de que hemos ingresado a un mundo posmoderno", "son las implicaciones que tienen acontecimientos producidos a gran distancia", "es el mundo virtual del internet, de la televisión satelital y del teléfono celular, es decir, significa la instantaneidad de la comunicación y de la información", "son las zapatillas Nike o Adidas, los jeans Diesel o Levys, las camisetas Benetton, los anteojos Police y las hamburguesas McDonalds", "es el nuevo ropaje con el que se disfraza el imperialismo histórico" o representa "la norteamericanización del mundo".

No puedo negar que me fascinan estas respuestas rápidas, porque aunque considere que las más de las veces sean parte de una reacción un tanto emotiva frente al problema, quizás más verosímil que propiamente verdadera y tiendan a una excesiva simplificación de las cosas, lo que en ningún caso significa que no comporten una porción sustancial de autenticidad y de realidad, tienen la virtud de producir seguridad en quienes las enuncian. Esta actitud de confianza frente a un concepto tan elusivo reviste, a mi modo de ver, una gran importancia porque la globalización nos está planteando a diario una serie de desafíos que requieren de inmediatas respuestas y estas afirmaciones no pueden producirse si no nos hemos formado una mínima idea previa del fenómeno en cuestión. Poco importa, por lo tanto, si estas definiciones son correctas o distan mucho o poco de la realidad. Lo sustancial, es que sirven de faro que orienta las acciones y permiten concebir determinados puntos de referencia que sitúan al individuo de cara al mundo globalizado.

En lo que a mí atañe, debo confesar que cuando me han formulado ese interrogante, nunca sé que responder y las más de las veces, cuando no he optado por recurrir deliberadamente a una frase cliché que me saca por la tangente y que supongo calza bien con lo que esperan los interlocutores de mi saber, la respuesta por lo general nunca ha sido inmediata. Como me estoy confesando debo reconocer además, que mi reserva no está motivada por el ánimo de cautivar la atención de mí o la de mis interlocutores o para producir la sensación de que mi respuesta será más meditada y, en consecuencia, probablemente más inteligente y aguda, tal como se espera de un académico. Mi prudencia no tiene nada de deliberado, ni constituye una pose. Es simplemente la confirmación de las dificultades que experimento al momento de tener que pronunciar mi respuesta. La pausa será, consiguientemente, el lapso mínimo de tiempo que requiero -que nunca es suficiente- para poner en orden algunas ideas.

Para mayor frustración mía, mis dificultades, sin embargo, no paran ahí. El problema que en este plano observo es que, luego de largos años de cavilar sobre este tema, de observarlo desde diferentes ángulos, de publicar varios trabajos que directa o veladamente versan sobre este tópico, el silencio cada vez se hace más prolongado. Cada vez me cuesta más encontrar una expresión adecuada y satisfactoria. El convencimiento al que he llegado es que la prolongación del silencio es más bien una reacción natural que pone en evidencia la complejidad que para mí representa esta cuestión. En el fondo, para mí el problema es que ninguna breve explicación recubre la amplia gama de contenidos reales, discursivos, imaginarios y simbólicos que el concepto de la globalización comporta. Todas las explicaciones antedichas, a las cuales les podríamos sumar otras tantas, hasta componer un listado casi infinito, son portadoras de importantes dosis de verdad, pero el problema no lo resolvemos mediante una simple sumatoria o amalgama de todas estas manifestaciones del problema. Cualquier cuestión de la realidad social y sobre todo un fenómeno tan abstracto, emotivo, y al mismo tiempo, tan real y contingente como la globalización es mucho más que una mera colección de partes, así como también cada uno de estos componentes tiene un alcance diferenciado al que la definición de la globalización puede englobar.

Por lo tanto, uno de los grandes problemas que enfrentamos es cómo integrar esta polifonía de términos, en la que cada uno encierra significados muy concretos. La cuestión consiste, en el fondo, en integrarlos en un marco interpretativo determinado. A final de cuentas, el problema radica en cómo convertir a la globalización en una categoría social, es decir, en una noción que comporte los elementos básicos inherentes a todo concepto de la teoría social, lo que significa que porte un significado preciso, que sea posible su utilización en investigaciones empíricas y que sea lo suficientemente abstracto como para poder ser generalizado en las distintas experiencias históricas 1.. Si no resolvemos este dilema, no podremos eludir la cacofonía de significados o, en el mejor de los casos, tendremos que seguir apegados a metáforas, como "aldea global", "ciudad global", "primera revolución mundial", "fin de la historia", etc., para tratar de evocar una sensación porque no logramos arrojar luces sobre su persistentemente incierto significado.

El otro problema, igualmente trascendental, consiste en cómo acometer una lectura de la globalización aterrizada en experiencias concretas, porque uno de los obstáculos que se presentan al momento de abordar este tema es que la globalización encierra significados diferentes para los distintos países y regiones del planeta, de lo cual se desprende que los modos de apropiación son diferenciados. No es lo mismo imaginar, razonar y opinar de la globalización cuando uno vive en Washington, París, Tokio, Moscú, Praga, El Cairo, Luanda, Nueva Delhi, Bogotá o Santiago de Chile. Demás está decir, que esto no obedece a que enfrentemos una contrariedad de tipo geográfico o a que las diferencias entre el Norte, el Este y el Sur sean todavía profundas, lo cual, por cierto, sigue siendo una gran verdad. Circuitos globalizados existen en todas estas ciudades y, es más, en muchas de ellas más de alguno puede llegar a compartir estilos de vida que puede hacerlo sentir como si estuvieran en casa. Pero, el problema radica en que, en la actualidad, cada cultura, por no decir cada individuo, tiende a establecer una forma específica de apropiación de la globalización, de lo cual se desprende también la variedad significados que el fenómeno porta.

Los significados diferenciados son el producto de que la globalización no obstante ser un fenómeno o, mejor dicho, un proceso mundial, planetario, que involucra en distintos grados a todos los habitantes del planeta tierra, porta una densidad, un espesor, un ritmo y alcanza una cobertura espacial que se expresa de modo diferente en los distintos confines del globo. Esto significa que las diferentes regiones se adaptan de manera diferenciada a estas tendencias y que este fenómeno no se expresa en todas las latitudes de la misma forma, ni con idéntica intensidad.

En lo que a esto respecta, en el universo académico nos topamos con un problema adicional, que de ninguna manera podemos soslayar. La mayor parte de los trabajos sobre la globalización han sido producidos en inglés y, por lo tanto, como es natural y apenas evidente, reproducen una visión que se desprende de las experiencias directas de estos países o de sus intenciones en lo que respecta a la globalización vivida y/o anhelada. Expresan en el fondo, la globalización tal como se manifiesta en el "estrecho" mundo anglosajón (sólo el 6,9% de la población del planeta tiene el inglés como lengua materna). Ello vuelve más complicado el asunto porque cualquier persona que intente sumergirse en el tema, por regla general, puede terminar apropiándose de los componentes de esas lecturas, puede finalmente creer que esas manifestaciones del fenómeno tal como se expresan o visualizan a partir de esas realidades son universales y aplicables a todas las experiencias históricas y seguramente terminará reproduciendo una lectura "anglosajona" sobre el mundo.

Eso no sería un problema, si la persona en cuestión es eso, en efecto, lo que desea. Pero sí constituye un grave inconveniente cuando desde este "estrecho" mundo se promueve un tipo de globalización que es presentada como la única alternativa para todos los habitantes del planeta. Este es precisamente, uno de los errores en que generalmente han incurrido organizaciones como el Fondo Monetario Internacional que, como leen el mundo desde Washington, consideran que la solución a todos los problemas consiste en reproducir por doquier los elementos que le han deparado éxito al modelo norteamericano y ponen el énfasis en aquellas recomendaciones que pretenden acomodar a todos los países del mundo al tipo de capitalismo predominante en los Estados Unidos. De aquí han nacido exabruptos tales como proponer recetas idénticas a experiencias históricas tan diferentes como las que existen entre los países de la extinta Unión Soviética y del Africa subsahariana, para sólo citar un par de casos, que han constituido rotundos fracasos. Otro ejemplo lo podemos encontrar en las lecturas que corrientemente se realizan sobre el impacto social de la globalización. En los países anglosajones este proceso ha dado lugar, entre otros, a una intensificación de la precarización y de la flexibilización del trabajo, fenómenos que, en últimas, no son imputables a la globalización 2., esta simplemente los ha acentuado, pero inconsistente sería pretender que el mismo fenómeno se expresa en nuestras sociedades, cuando este tipo de manifestaciones hunden sus raíces en lo más profundo de nuestra historia.

De otra parte, pero siempre con esta misma preocupación en mente, podemos observar que, no obstante el hecho de que la globalización sea un proceso de alcance planetario, no sólo se descifra de modo diferenciado, sino que también el fenómeno es asumido por parte de los individuos y las comunidades de modo muy particular en las distintas regiones. Este asunto constituye, a nuestro modo de ver, un problema de primer orden cuando queremos hacer inteligible un fenómeno como el que nos proponemos, incluso porque suministra importantes elementos en el discernimiento de la esencia misma de la globalización, por cuanto el fenómeno, en su dimensión mundial, sólo existe en potencia hasta cuando se convierte en un asunto tangible, concreto, terrenal, es decir, cuando un país, una comunidad, o un individuo deciden o se ven impelidos a asumirla, a interactuar con ella, a participar de sus redes. Pertinente sería preguntarse si tiene algún sentido hablar de globalización en Corea del Norte, en lo más recóndito de la selva amazónica o en buena parte del continente africano.

LA GLOBALIZACIÓN COMO PROCESO

Volvamos pues a nuestra embarazosa, confusa, pero por cierto muy estimulante pregunta que nos formulábamos al comenzar este trabajo ¿qué es la globalización? Dada la complejidad que hemos señalado que la respuesta comporta, antes de pasar a un intento de precisión conceptual de la misma, debemos detallar algunos conceptos que se referencian en su contenido. El primer elemento que debemos tener en consideración cuando hablamos de globalización es que en sus manifestaciones más básicas comporta todos los rasgos de un proceso, o sea, la de ser un fenómeno concebido como activo y organizado espacialmente en el largo tiempo. Aproximarnos a la globalización en términos de proceso significa inmediatamente que dejamos de concebirla como un fenómeno peculiar propio sólo de las sociedades presentes y nos lleva por la senda del reconocimiento de que manifestaciones del fenómeno, con mayor o menor intensidad, también pudieron haber tenido lugar en otras épocas. La noción de proceso no sólo nos sugiere una temporalidad generalmente larga del fenómeno, también nos lleva a pensar que en ocasiones sus manifestaciones se vuelven más intensas y en otras pareciera que se asiste a una especie de retroceso de las tendencias globalizantes.

La globalización hunde sus raíces en lo más profundo de la historia y a primera vista se puede sostener que lleva por lo menos cinco siglos de duración. Al respecto, Geminiano Montanari escribió: "Las comunicaciones de los pueblos entre sí están tan difundidas por todo el globo terrestre que uno podría casi decir que el mundo entero es una sola aldea, donde tiene lugar una feria permanente de todas las mercancías y en la que cualquier hombre con dinero, sin salir de su lugar, puede aprovisionarse y disfrutar de todo lo que produce la tierra, los animales y el trabajo humano" 3.. Si no fuera por el lenguaje empleado por Montanari, que es propio de otra época, fácilmente podríamos suscribir estas palabras como una explicación de la globalización, tal como se manifiesta en la actualidad. Pero lo que más me interesa resaltar de esta cita son dos cosas: de una parte, que a finales del siglo XVII (el trabajo de Montanari fue publicado en 1680) también había personas que se deslumbraban con las interpenetraciones, facilidades y oportunidades que estaba dando origen la época moderna. Por lo tanto, las manifestaciones del fenómeno no se remiten con exclusividad a nuestro presente inmediato y, por consiguiente, son generalmente desmedidas y descontextualizadas muchas de las aseveraciones que en torno a este tópico se pronuncian en la actualidad, cuando se nos intenta convencer que asistimos a una época de cambios revolucionarios ¿No revistió el mismo impacto el tránsito de la paloma mensajera al telégrafo como lo es hoy el paso del teléfono fijo a uno celular? De otra parte, Montanari alude a varias manifestaciones que asume el fenómeno: las comunicaciones, la cultura, la economía son ámbitos en los cuales se expresa la globalización. De aquí se desprende que si bien usualmente empleamos el término en singular, y que generalmente asociamos la globalización con sus expresiones económicas, sus manifestaciones en realidad son plurales. Por eso, quizás sea tanto o más correcto hablar de globalizaciones (económica, social, política, cultural, simbólica, etc.) en lugar de globalización. Cada uno de estos ambientes en que se despliegan las tendencias globalizantes puede tener su propio ritmo, espacialidad, densidad y temporalidad. De aquí se desprenden otras dos particularidades sobre las que quiero llamar la atención: la primera es que no podemos concebir cada una de estas globalizaciones como si fueran universos separados. Todas ellas se encuentran en constante interacción y se retroalimentan mutuamente. Por eso, no es equivocado utilizar el concepto en singular, pero siempre y cuando no perdamos de vista que este fenómeno singular, pero global se expresa en los distintos ámbitos.

La segunda consiste en que si bien cada una de estas globalizaciones se encuentra en interrelación permanente con las otras, también debe reconocérsele una existencia que le es propia. Por lo general, la densidad de cada una de ellas no es equivalente, los ritmos las más de las veces son diferenciados e incluso pueden diferir en lo que atañe al grosor y el alcance de las redes que construyen. De otra parte, debe reconocerse que casi nunca se encuentran completamente sincronizadas. En ocasiones, una de ellas puede encontrarse en una fase de robustecimiento y expansión, mientras otra puede asistir a una etapa de reflujo. Sólo en determinadas circunstancias, como por ejemplo, como ocurrió con la caída del muro de Berlín se asistió a una sincronización de estas distintas globalizaciones en un único movimiento envolvente 4., lo que llevó a que muchos interpretaran esto como el inicio de una nueva era.

De tal suerte, si con posterioridad a la caída del muro hemos tenido la propensión a hablar de la globalización, ya que fue a partir de ese momento cuando se populariza el uso del concepto, esto se debe a que asistimos en la actualidad a una situación en la cual el fenómeno ha alcanzado mayor intensidad. Compartimos enteramente la afirmación de un estudiante de Fernando Mires, quien, con gran claridad, expresaba lo siguiente: "La globalización ha existido siempre en la era moderna, sólo que hoy existe más que antes" 5.. Si la globalización constituye un proceso y que hoy por hoy ha alcanzado mayor intensidad estamos, por lo tanto, refiriéndonos a un fenómeno eminentemente histórico de lo cual se desprende que su inteligibilidad sólo puede realizarse a través de una lectura que intente captar en el tiempo sus manifestaciones más profundas.

LA GLOBALIZACIÓN, EL CAPITALISMO Y EL MERCADO

Si la entendemos como proceso, entonces cabría formularse otras preguntas ¿a partir de cuando puede comenzar a hablarse de globalización? y ¿qué ha hecho posible el surgimiento y el desarrollo de las tendencias globalizadoras? Ambos interrogantes pueden responderse a partir de una misma proposición. A nuestro modo de ver, sus orígenes se sitúan en los albores de la época moderna, período durante el cual apareció un componente histórico estructural –el capitalismo, primero en su forma mercantil, después industrialista y, hoy por hoy, bajo una modalidad transnacional-que le dio sistematicidad a este tipo de tendencias.

El fenómeno, sin embargo, para hacerlo plenamente inteligible debemos periodizarlo, puesto que la globalización entendida como proceso sólo se afinca en la realidad cuando surge lo propiamente global. Un escenario tal, sólo se presentó a partir de la segunda mitad del siglo XIX y estuvo motivado por las crisis que tuvieron lugar prácticamente al unísono en los diferentes confines del planeta, las cuales encontraron una salida a su angustiosa situación mediante una acentuación de la interpenetración con el mundo exterior 6.. Es decir, la globalización, como la que existió en el período comprendido entre la época de los descubrimientos y la primera revolución industrial, fue un movimiento en potencia, pero el surgimiento de lo global data de la época de la segunda revolución industrial y se extiende hasta nuestro presente más inmediato.

Valga hacer ya la aclaración de que si bien, como lo acabamos de aseverar, existen evidentes vínculos que entrelazan a la globalización con el capitalismo, estas dos categorías no pueden asimilarse o entenderse como sinónimos, como conceptos equiparables. La función que ha desempeñado el capitalismo no ha sido otro que el de servir de soporte cohesionador a la globalización, otorgándole una dosis, variable según las épocas, de sistematicidad a las tendencias globalizadoras. El capitalismo constituye en el fondo, el sistema que ha posibilitado el desenvolvimiento permanente de la globalización. Pero no son equiparables porque mientras el primero constituye un complejo sistema social, el segundo representa la manera como los variados agentes entran en un proceso de interacción entre sí. Antes de que surgiera el capitalismo, la interacción de las distintas comunidades era laxa, episódica y carecía de un sustrato que le confiriera regularidad. Es decir, sólo cuando surgió el capitalismo se puede empezar a hablar de globalización. No obstante, en ese entonces, esta todavía era una globalización en ciernes, una globalización avant la lettre, pero que contenía en semilla el potencial de los desarrollos futuros.

Pero así como difieren en cuanto a su naturaleza, capitalismo y globalización tampoco pueden identificarse entre sí en sus manifestaciones históricas por cuanto la experiencia ha demostrado que una de las expresiones más evidentes de la globalización política se produjo durante la guerra fría, con la oposición intersistémica, el eje Este-Oeste como vector estructurante de la vida internacional, que consolidó una dimensión global de la política, la cual ha sobrevivido a la desaparición de la guerra fría. No es casualidad, por lo tanto, que en el mundo de la década de los años noventa esté desapareciendo la línea divisoria que antes era muy marcada entre los conflictos internos y los internacionales, tal como lo testimonia la dramática y prolongada crisis yugoslava 7.. De igual manera, la coyuntura globalizadora, que es la nuestra, se inició con las revueltas del 68 y afectó por igual a los países del Norte, del Este y del Sur.

Esta sistematicidad a la cual estamos aludiendo ("...hoy existe más que antes") constituye otro elemento importante a tener en cuenta para entender la naturaleza del fenómeno. Esta sistematicidad nos ayuda a entender cómo se produce la intensificación de la globalización por cuanto en el tiempo se crea un acumulado que cataliza la disposición de las expansiones ulteriores. Por eso, cada etapa por la que atraviesa el proceso comporta sus singularidades, tiene sus propias dinámicas y difiere, a veces incluso, en su esencia de las anteriores. Esta sistematicidad también sugiere que la globalización no es un proceso cíclico con un retorno a un punto de partida original. Antes del surgimiento del capitalismo, existieron algunos atisbos globalizantes, como por ejemplo durante el imperio romano, pero como en ese entonces se carecía de un sustrato que le confiriera regularidad a estas situaciones, al desaparecer ese factor aglutinante, el poder imperial, se volvió a una situación análoga a la inicial.

Esta sistematicidad en las interpenetraciones se convierte en un elemento muy importante ya que la globalización existe porque subsisten ámbitos que la anulan y contrarrestan. Sin la nación, por ejemplo, con una espacialidad y temporalidad que le son consustanciales, no podría existir la globalización. Si estuviésemos frente a una real economía mundo no habría globalización, porque la espacialidad económica mundial sería una y homogénea. Mientras no exista una economía-mundo, los nuevos circuitos de globalización económica tendrán que coexistir con los espacios nacionales, regionales y locales. De la misma manera se presenta esta relación dialéctica en ocasiones, y en otras simbiótica en el plano social, cultural y político. En sí, la globalización existe porque subsisten múltiples espacialidades y temporalidades, algunas de ellos construidas por las mismas tendencias globalizadoras, que acentúan las diferencias, las oposiciones y las inclusiones. Ello se convierte en un nuevo elemento diferenciador de los espacios nacionales y subnacionales de acuerdo con el grosor que cada uno de ellos tenga de circuitos globalizados.

Si el capitalismo ha sido el factor estructurante que le ha conferido regularidad al despliegue de las tendencias globalizantes, el mercado ha desempeñado igualmente una importante función en tanto que se ha convertido en el factor que le ha impreso una dinámica propia a este fenómeno y en reiteradas ocasiones le ha atribuido una determinada direccionalidad. Es en el mercado donde tiene lugar el desencadenamiento de muchas de las tendencias globalizadoras. Como ya en su entonces precisaba Max Weber, "la comunidad de mercado, en cuanto tal, es la relación práctica de vida más impersonal en la que los hombres pueden entrar ... Cuando el mercado se abandona a su propia legalidad, no repara más que en la cosa, no en la persona, no reconoce ninguna obligación de fraternidad ni de piedad, ninguna de las relaciones humanas originarias portadas por las comunidades de carácter personal. Todas ellas son obstáculos para el libre desarrollo de la mera comunidad de mercado y los intereses específicos del mercado..." 8.. Como señala Brünner, "es esa cualidad destructivo-creadora del mercado la que permite al capitalismo subvertir todas las relaciones sociales sin que le estorben trabas sagradas o estamentales"; y extender la cultura moderna hasta los confines del mundo en la época de la globalización. El propio mercado se ha convertido así, en la principal agencia del capitalismo, y no ya los determinados actores que luchan por su establecimiento, control y expansión" 9.. La extensión de la cobertura de acción del mercado, el cual antes de los descubrimientos se encontraba inserto en las relaciones sociales y además no lograba trascender los obstáculos que le imponía el territorio, así como las transformaciones que el mismo ha experimentado en el transcurso de estos últimos cinco siglos (comercio internacional, mercado nacional e internacional, economía de mercado y sociedad de mercado, a lo que en la década de los noventa del siglo XX se le suman los intentos de cimentar una "democracia de mercado") han ido construyendo e intensificando ámbitos en los cuales se produce una intensificación mayor entre las distintas comunidades, individuos y pueblos, confiriéndole una gran movilidad a las tendencias globalizantes.

Al igual que ocurre con el capitalismo, el mercado, en sus diferentes modalidades, no debemos concebirlo como un factor potenciador de la sola globalización económica. El mercado se ha convertido en una forma de expresividad que recubre todas las dimensiones sociales: agudiza la interdependencia económica, ocasiona transformaciones sociales cuando, por ejemplo, desenclava a los individuos de sus anteriores hábitats para ubicarlos en una nueva dimensión espacio temporal y acelera la interdependencia política (v. gr., cuando la desestitucionaliza) y cultural (industrias culturales). En este último ámbito, por ejemplo, los intercambios mercantiles de los siglos XV y XVI se constituyeron en un sostén de la globalización de la cultura en la medida en que los comerciantes entraron en relación mutua, aún cuando hablaran en lenguas que no se entendían y pertenecieran a universos culturales diferentes. La significación del mercado se ha exacerbado en nuestro presente más inmediato por la importancia que ha revestido la revolución en las comunicaciones que intensifican la circulación.

Pero, la globalización trasciende el mercado en la medida en que desvirtúa su esencial natural, recurre a procedimientos distintos al derivarlos de su naturaleza, reproduce imaginarios, nuevas formas de pertenencia y de identificación. Como señala Manuel Castells, "los movimientos en los mercados financieros se producen por una mezcla de reglas de mercado, estrategias empresariales y políticas, psicología de las masas, expectativas racionales, conducta irracional, maniobra especuladora y turbulencias informáticas de todo tipo" 10.. Por último, la globalización se distancia del mercado en la medida en que al construir circuitos de interdependencia, crea las oportunidades para que los colectivos sin tener que ajustarse a los parámetros del mercado, puedan asumir las tendencias globalizantes. Es decir, una cosa es que el mercado potencie el despliegue de las tendencias globalizadoras y otra muy diferente es que sólo a través de la desregularización y liberalización del mercado, o la creación de una economía o una sociedad de mercado, se pueda asumir y participar de la globalización. Si esta identificación ha tendido a prevalecer en los últimos años no ha sido como consecuencia de la intensificación de la globalización, sino del peso que ha ejercido un discurso (el neoliberalismo) en la orientación y en la conducción de las tendencias globalizantes.

De esta interacción en la cual tanto el capitalismo como el mercado le confieren importante grados de sistematicidad al despliegue de las tendencias globalizadoras, se desprende otra característica de este fenómeno: la visibilidad de la globalización económica. De todas las manifestaciones que asume la globalización, esta es sin duda la más sistemática, duradera y es la que ha posibilitado la creación de circuitos de interpenetración más persistentes, densos e intensos. Ello es, sin duda, una de las razones que explica la importancia que la literatura especializada le ha asignado a esta dimensión de la globalización. Igualmente, como la interpenetración se produce inicialmente entre el mercado y la economía y sólo posteriormente adquiere visibilidad, la interdependencia entre este y los restantes ámbitos sociales, surge la idea de que lo económico comanda las otras dinámicas globalizantes. Pero, en realidad, lo que ocurre es que sólo tardíamente el mercado permea estos otros ámbitos, los mercantiliza y los desarraiga de sus anteriores marcos sociales y/o institucionales.

GLOBALIZACIÓN, EL ESPACIO Y EL TIEMPO

De esta conjunción entre capitalismo y mercado, por una parte, y el entendimiento de la globalización como proceso se deriva otro elemento consustancial a esta, el cual observamos en la estrecha relación que mantiene con las nociones de espacio y tiempo. La globalización, a su manera, representa una socialización del espacio y del tiempo. Anthony Giddens, al respecto, hace algunos años escribía: "la globalización puede definirse como la intensificación de relaciones sociales planetarias, que aproximan a tal punto los lugares distantes que los acontecimientos locales sufren la influencia de hechos ocurridos a miles de kilómetros y viceversa" 11.. Si bien, no suscribimos plenamente esta interpretación del sociólogo inglés, por cuanto la globalización no vacía el espacio, sino que lo reconstruye de nuevas y múltiples maneras, su definición es sugestiva por cuanto nos induce a la comprensión de que la globalización se expresa en la constitución de nuevas espacialidades, entendidas como grandes redes de interacción entrelazadas que van desde lo propiamente global hasta los contextos locales y personales (cotidianos de experiencia social). En este sentido, podemos distinguir la existencia de diferentes espacialidades que, esquemáticamente, las podemos resumir en: locales y regionales, es decir, los espacios subnacionales de interacción, nacionales que han sido modeladas por los Estados naciones, internacionales, que son los circuitos de relación entre los espacios nacionales, transnacionales, que se caracterizan porque atraviesan las fronteras nacionales sin ser afectadas por estas, macrorregionales, una de cuyas formas más acabadas se observa en el proceso de integración europeo y globales, que, como lo señala Michael Mann, puede asumir una modalidad universalista (global) o particularista (segmentada) 12.. Lo particular del momento actual es el hecho de que estas dos últimas expresiones espaciales globalizantes han adquirido un mayor grosor y un mayor alcance.

Estas espacialidades, derivadas de una lectura territorial del espacio, no agotan, sin embargo, todas las manifestaciones del mismo. El espacio al convertirse en una dimensión social, en buena medida motivado por la dinámica que ha adoptado el mercado en el transcurso de estos cinco siglos, se ha fragmentado también en otro conjunto de espacialidades, muchas de las cuales no son territoriales (v. gr. los espacios comunicaciones, las redes de transporte, los espacios virtuales), siendo también cada una de ellas portadora de un espesor y un alcance específico. Pero todas ellas tienen en común el hecho de trascender las fronteras reales o imaginarias y se han convertido en ambientes en los cuales se despliegan las tendencias globalizantes. Estos, además de los anteriores, son los circuitos a través de los cuales opera la globalización.

En cuanto a la noción de tiempo, con la globalización se producen importantes alteraciones en el manejo de la temporalidad. En ocasiones, surge el imaginario de un tiempo mundial, que sincroniza la idea de pertenencia de los individuos a un mundo compartido, pero de modo más importante aún, también se expresa en otro plano que consiste en que el tiempo cósmico se convierte en una dimensión social, se pluraliza en distintas temporalidades, lo que altera la relación de los individuos con sus hábitats tradicionales, los sumerge en las nuevas espacialidades globalizantes, con lo que se trastocan las anteriores relaciones sociales. En otras palabras, las nuevas espacialidades de la globalización son circuitos que se realizan a través de un manejo del tiempo, de lo cual se desprende que la dimensión espacio temporal tenga que analizarse al unísono, como dos procesos que se retroalimentan y sólo existen con su necesario complemento. Tanto estas nuevas espacialidades se realizan a través de un manejo específico del tiempo, así como estas temporalidades tienen sentido en el interior de los circuitos espaciales que se han consolidado con los procesos de globalización. Al respecto conviene recordar que esta dinámica espacio temporal, tal como lo enseñaba el famoso historiador francés Fernand Braudel, no alude a la totalidad espacio temporal de los individuos. "Este tiempo excepcional domina, de acuerdo con los lugares y las épocas, algunos espacios y algunas realidades. Pero otras realidades y espacios le escapan y le son ajenos" 13.. Es decir, la espacialización de la globalización no es uniforme, no recubre todo el globo y lo mismo acontece con respecto al tiempo, dado que no sincroniza progresivamente a todos los habitantes del planeta en un tiempo único mundial.

No debemos, sin embargo, analizar esta relación entre globalización y tiempo como si este último se encontrara fijo en su desenvolvimiento. La globalización se expresa como una comprensión del tiempo (y también del espacio), el tiempo mundial, pero también implica un distanciamiento. Esto se puede visualizar en dos planos: de una parte, implica la propagación de las relaciones sociales en el tiempo, es decir la sistematicidad a la cual aludíamos anteriormente, que han permitido que la globalización se desarrolle como un proceso, pero, de otra parte, significa que en ocasiones algunos países o regiones se desacoplen del tiempo mundial. Es decir, así como se construye un tiempo imaginario de la mundialización de los circuitos transnacionales, el cual se caracteriza por la velocidad con que se desarrollan las interpenetraciones en los espacios globalizados, también existe un tiempo mundial en el proceso de marginamiento de vastas zonas de los circuitos globalizados, el cual asume una celeridad idénticamente rápida a la velocidad de la trasnacionalización. Es en estas situaciones dramáticas cuando ambos mundos, ambos espacios separados por tiempos diferenciados, convergen y se acoplan. Como señala E. Alvater: "La superación de las fronteras en el transcurso de la globalización no es de ninguna manera equivalente a un mundo sin límites. Se agolpan nuevas limitaciones, por ejemplo, aquellas que resultan de la exigencia extrema a que se somete a los emplazamientos para producir competitividad sistémica, o límites que se deben a la tensión social y política que se origina cuando las sociedades son obligadas a obedecer un régimen temporal y espacial globales" 14.

Esta afirmación que realizamos con respecto a las diferentes formas de asumir la globalización por parte de países y regiones también se expresa a nivel de los individuos y en los ambientes más cotidianos. En este plano, la globalización tiene un efecto doble: de una parte, unifica en la medida en que crea referentes que aproximan a todos los individuos del planeta (sentido de pertenencia a un mismo mundo, tiempo mundial), pero, de la otra, agudiza las diferencias porque exacerba las desigualdades. Ambas tendencias son las dos caras de una misma moneda. Al igual que la compresión y el distanciamiento espacio temporal de la globalización, uniformidad y diferencia se expresan simultáneamente porque se encuentran motivados por los mismos factores: unidad y desigualdad en términos temporales y espaciales. Socialmente el tiempo mundial o la globalización en su dimensión temporal se desglosa en un tiempo homogenizador mundial propio de aquellos individuos que se desenvuelven en una arena propiamente global (tiempo vertiginoso que se mueve al ritmo del mercado) y en otros diferenciados, más lentos y por lo general territorializados, inherentes a los sectores que se encuentran al margen de la globalización. Desde una perspectiva social, el espacio global también tiende a fragmentarse en espacialidades encogidas propios de los sectores globalizados y en otros apegados a una dimensión geográfica. Para unos y otros, la dimensión espacio temporal no se expresa de la misma manera: los globalizados se ubican más en una dimensión temporal que "achica" los espacios, mientras los segundos se encuentran más atados al espacio con sólo laxos vínculos de pertenencia a un tiempo mundial. En el caso de los segundos, su pertenencia a las espacialidades y temporalidades globalizadas se produce básicamente a través de los medios de comunicación y particularmente de la televisión, que permite una integración simbólica a los patrones de comportamiento y estilos de vida considerados "modernos" a estratos que enfrentan barreras difíciles de superar para integrarse social y materialmente (por movilidad social y acceso al consumo) a ellos. Es decir, como con acierto precisa Zygmund Bauman, "los usos del tiempo y el espacio son tan diferenciados como diferenciadores. La globalización divide en la misma medida que une: las causas de la división son las mismas que promueven la uniformidad del globo" 15.

Otro elemento que queremos rescatar de esta lectura de la globalización como proceso y sobre todo, de su adecuación a dimensiones espacio temporales específicas, consiste en que la globalización no es un proceso pasivo, que simplemente pueda catalogársele como una evidencia de transformaciones que se producen a nivel del funcionamiento del capitalismo y del mercado o en un contexto que pueda catalogarse como externo. Es decir, no son simples circuitos en los cuales se realizan determinadas actividades humanas. Al constituirse y densificarse estas especialidades temporalizadas, la globalización asume una función transformadora porque induce a una perenne alteración de las relaciones espacio temporales, modifica las formas de interpenetración entre individuos, pueblos y comunidades y crea contextos diferenciadores. Estableciendo una analogía con la visión schumpeteriana del capitalismo 16., la globalización al derivar su lógica de funcionamiento de él, desarrolla un proceso de destrucción creadora que ininterrumpidamente revoluciona las estructuras, creando nuevos elementos.

Esta cualidad transformadora es lo que nos permite diferenciarla de otras nociones análogas como la internacionalización, la transnacionalización y la interdependencia. Se asemeja a ella en tanto alude a una mayor intensificación en los niveles de interacción e intercambios entre actores próximos o a veces distantes, pero se diferencia en la medida en que alude a la creación de una cualidad nueva porque transforma los fundamentos que hacen posible el desarrollo de los sistemas modernos sean económicos, sociales, políticos o culturales. Con las interrelaciones que se derivan del surgimiento de una espacialidad global se agudiza la transformación de los contextos locales y personales (cotidianos) de experiencia social. Es precisamente esta nueva forma de imbricación del espacio a partir de lo cual se reconstruyen múltiples espacialidades de la globalización, lo que da un importante indicio sobre el carácter transformador de este proceso.

Esta dinámica resulta ser un elemento central en cuanto crea las condiciones para una mayor propensión hacia la homogeneización, en la medida en que acerca a los distintos colectivos en torno a ciertos patrones comunes o los obliga a responder a desafíos análogos pero, al mismo tiempo, permite que los colectivos asuman posiciones diferenciadas con respecto a la globalización. Esta última característica del proceso podemos observarla mediante una somera comparación de las diferencias registradas por China y Rusia frente a la manera de asumir la globalización. El modelo chino en el fondo ha consistido en la introducción de la economía de mercado en las llamadas zonas especiales, principalmente costeras, las cuales no sólo cumplen un rol experimental y que pueden ser suprimidas en caso de no alcanzarse los objetivos anhelados (lo que permite también medir y controlar el impacto de las reformas), sino, más importante aún, fueron pensadas como zonas de acumulación del Estado y del socialismo en el resto del país. En este plano, el experimento chino representa una gran novedad en la manera de asumir la globalización. Mientras las autoridades rusas, en los inicios de la década de los años noventa, se lanzaron a una delirante competencia que consistía en quien realizaba el tránsito más veloz a la economía de mercado (Boris Yelsin, lanzó su famoso y absurdo programa de reconversión de toda la economía rusa en tan sólo 500 días), es decir, la carrera era temporal y se suponía que la prontitud garantizaría una más rápida y mejor adecuación al inicial tiempo mundial, lo que demuestra que los líderes rusos, al igual que ha ocurrido con muchos dirigentes latinoamericanos, se han dejado arrastrar por el acelerado tiempo del mercado. Los chinos, que históricamente han manejado otra relación con el tiempo, entendido como un movimiento de larga duración, preservaron su propio ritmo, se han tomado el tiempo necesario para evaluar el impacto de las reformas y sólo cuando han tomado consciencia de los beneficios que estas reformas pueden deparar, las convirtieron en políticas de Estado. Este ejemplo demuestra claramente que el carácter transformador de la globalización no conduce inevitablemente a una homogeneización, sino que esta dimensión espacio temporal puede ser controlada, orientada y diferenciada.

LA GLOBALIZACIÓN, EL ESTADO Y LA DIRECCIONALIDAD

Cuando proponemos una lectura de la globalización en términos de proceso no estamos aludiendo a que esta esté dando origen a una estructura nueva en la que se desenvuelven los colectivos humanos, sino que como todo proceso comporta la plasticidad propia de toda dinámica dialéctica y simbiótica entre factores estructurales y la actividad que emprenden determinados actores. Esto se observa en el hecho de que todo movimiento de intensificación o de reflujo de la globalización siempre se ha correlacionado con un despliegue de grandes actividades por parte de los Estados. Esta situación se puede visualizar claramente en dos planos. El primero es que en la creación de estas espacialidades en que transcurre la globalización, el Estado ha desempeñado un papel muy grande, creando las condiciones para su expansión. En la época de los descubrimientos, la alianza entre los mercaderes (genoveses) y el poder político (ibérico) fue un claro testimonio de ello. En otras ocasiones, por ejemplo en la Gran Bretaña del siglo XIX, el Estado victoriano creó las condiciones para la completa liberalización del mercado y su conversión en una economía de mercado. Estados Unidos, por su parte, ha desempeñado un papel de primer orden en el desarrollo de la globalización económica, al asignarle una direccionalidad dada, que consiste en construir una economía global que subsume las economías nacionales. Por último, conviene recordar cómo en América Latina la manera como hemos asumido la actual ola globalizadora ha sido una acción desplegada básicamente por los Estados que buscaban poner a tono los espacios nacionales con las dinámicas transnacionales.

El segundo ángulo desde el cual se visualiza este problema consiste en que las fases de intensificación de las tendencias globalizadoras siempre han contado con la existencia de un Estado hegemónico, que acelera y orienta la creación de estas espacialidades a nivel planetario y que las encamina hacia unos propósitos determinados. Así ocurrió con España en la época de los Grandes Descubrimientos, con las Provincias Unidas y Gran Bretaña durante la época de constitución de las naciones (o sea, el período de la globalización territorializada) y con este último durante la fase de internacionalización de la economía mundial durante el siglo XIX y con los Estados Unidos durante gran parte del siglo XX, período durante el cual se ha consolidado una dimensión de lo propiamente global.

De esta visión plástica de constitución y desarrollo de la globalización, proceso en el cual una alta significación le corresponde a determinados actores, se puede visualizar también el papel que le ha correspondido a ciertas ideologías en la direccionalidad que se le pretende dar a las tendencias globalizantes. A lo largo de la historia se observa que el mercantilismo, el liberalismo y al actual neoliberalismo no sólo han sido conjuntos de ideas que han permitido entender la lógica del fenómeno en momentos históricos específicos que justifican determinadas prácticas de acción, en tanto que expresan la globalización deseada por los actores que en esos momentos ocupan posiciones hegemónicas, sino que fueron además doctrinas que contribuyeron a modelar las tendencias globalizadoras en curso. Los circuitos globalizados son ambientes en los cuales se realizan determinadas actividades humanas y, por eso es que las ideologías que ocupen, en un determinado momento, posiciones hegemónicas pueden imprimirle una determinada orientación a la globalización. Pero ello no debe dar lugar a determinados supuestos que intentan establecer una equivalencia entre ambas. En la medida en que la globalización constituye un ámbito de realización de las actividades humanas, las ideas que prevalezcan en una determinada época se materializan en el significado y en sentido que se le asigne a la globalización. De la misma manera, el cuerpo teórico que gravita en torno a la propuesta de la Tercera Vía constituye una reafirmación de esta tesis por cuanto ha intentado convertirse en un nuevo referente que encamine los circuitos globalizantes en una dirección dada. "En lugar de aceptar simplemente la globalización como algo dado, la tercera vía sugiere políticas que responden a ella de manera sofisticada" 17.

De esta interrelación que establecemos entre las ideologías y la globalización, los ambientes espacios temporales en que se desenvuelven estas tendencias y las actividades de los agentes, podemos extraer otro elemento que caracteriza a este fenómeno. La globalización existe en tanto que proceso porque nos encontramos distante y probablemente nunca alcancemos un nivel de plena realización de la economía mundo global, de la sociedad mundo global, de la cultura mundo global y de la política mundo global. Que existan ámbitos mundiales o propiamente globales no significa que se esté avanzando hacia una única espacialidad mundial que subsume los distintos espacios en los cuales tienen lugar las distintas actividades humanas. Ni siquiera la reciente aparición de una espacialidad de lo virtual podemos catalogarla como la superación y/o negación de los espacios tradicionales. Simplemente significa que a los espacios culturales tradicionalmente existentes se le agrega una nueva dimensión espacio temporal (instantánea) que comporta por su propia naturaleza una vocación eminentemente transnacional. Si existiera una sola moneda a nivel mundial o se alcanzara una integración financiera entre varias divisas, con idénticas tasas de interés, iguales tasas de cambio, los productos tendrían precios similares, sólo afectados por el transporte. En ese escenario no podríamos hablar de la existencia de una globalización financiera ni comercial. La globalización financiera existe precisamente por las diferencias que en estos planos subsisten entre los países. Es decir, la razón de ser de la globalización radica precisamente en la coexistencia de diferentes circuitos globalizados que ponen en comunicación las heterogéneas dimensiones globales, con las macro regionales, las naciones, las micro regionales y las locales. Ahora bien, como la globalización es un proceso que interpenetra estos diferentes circuitos, lo global sólo existe en la medida en que es hibridizado, aculturizado o indigenizado en los niveles regional, nacional, micro regional y local. La manera como esto ocurre es más tributario del espesor o delgadez económica, social, política y/o cultural de cada forma de organización social que de una influencia foránea. De ahí que la globalización sea al mismo tiempo algo interno y externo a toda comunidad.

Por esta razón, no compartimos una de las tesis centrales del sugestivo analista brasileño Renato Ortiz 18., quien propone una diferencia entre la globalización, fenómeno que sería propio de la economía y de la tecnología, ya que existiría sólo un tipo de economía mundial, y la mundialización de la cultura donde no se manifestaría esta unicidad, dado que en este plano lo foráneo es hibridizado. Esta hibridación no es una cualidad exclusiva de lo cultural, sino de todas las manifestaciones globalizantes. Al respecto, podemos citar un caso que ejemplifica la idea que estamos desarrollando. Se asevera usualmente que la técnica o, mejor dicho, la moderna tecnología, sería uno de los principales fundamentos de la globalización económica y explicaría porque en todo el mundo se propende hacia un arquetipo de sociedad análogo. Pues bien resulta que Japón y los Estados Unidos, ambas son las principales potencias industriales mundiales, con grandes desarrollos en los sectores industriales de punta, es decir, disponen de medios tecnológicos similares. Sin embargo, ni la sociedad estadounidense se está niponizando, ni Japón se está norteamericanizando. Siguen y seguirán siendo sociedades que manejan criterios muy diferentes a la hora de establecer los supuestos para el desarrollo y para asumir la globalización.

De todo esto se desprenden los dos últimos elementos que quiero rescatar y que nos conducen no sólo a hacer más inteligible la esencia de la globalización, sino que nos sugieren formas a través de las cuales se puede asumir de manera creativa este fenómeno. El primero es que si globalización es una indeterminada realidad mundial, ello es tributario a que subsisten múltiples espacialidades y temporalidades, algunas de ellas construidas por las mismas tendencias globalizadoras, por lo tanto, engañoso es imaginar que la globalización se traduce en una homogenización de todas las colectividades humanas en torno a unos elementos que se estarían manifestando en la dimensión de lo propiamente global. Nada dista más de la realidad que pensar que el mundo avanza inexorablemente hacia una economía que se mundializa en torno a un arquetipo, independientemente de cual sea este, que está conformándose una sociedad mundial, (en esta línea de exageraciones algunos incluso llegan a sostener que estamos asistiendo a la aparición de una sociedad civil mundial), que los Mc Donalds o la Coca Cola o los productos Nike están modelando un consumo cultural mundial, o que casos como el de Pinochet o más recientemente el del ex presidente yugoslavo Milosevic estarían demostrando que nos encontramos ad portas de una política y una justicia mundiales.

Esto resulta falaz porque parte de una premisa equivocada, a saber: se presupone que lo global constituye, hoy por hoy, lo dinámico, lo moderno, lo nuevo, lo que en última instancia se debe asumir si se quiere ser parte integrante de la modernidad, mientras las formas más tradicionales (nación, comunidad, etc.) representarían lo tradicional, lo que se encuentra condenado a desaparecer, lo que prontamente quedará defenestrado de nuestra realidad. En realidad, así como la globalización constituye un proceso dinámico, las otras espacialidades en las que se despliegan las actividades humanas, también se encuentran en un proceso de maduración, cambio, evolución y adaptación. De aquí se puede concluir que la globalización no constituye un opuesto a estos otros niveles de experiencia social, sino que resulta ser un acelerador en el proceso dinámico de construcción de los mismos, por cuanto les plantea nuevos escenarios, nuevos desafíos y por la creciente interdependencia los conduce a buscar las formas adecuadas de adaptación en estas nuevas redes de interdependencia. Así como la comunidad no desapareció con la nación, esta no sucumbirá ante la globalización. Todas coexistirán en un contexto de mayor interdependencia. Lo único que seguramente se puede resaltar como novedoso es que seguramente se traducirá en una acentuación de las diferencias, las oposiciones y las inclusiones. Ello se convertirá en un nuevo elemento diferenciador de los espacios nacionales y subnacionales, de acuerdo con el grosor que cada uno de ellos tenga de circuitos globalizados.

El otro elemento que se deriva de esto es que así como la globalización no homogeniza ni constituye una espacialidad única mundial, intensifica dos tendencias: de una parte, refuerza la competición de los factores políticos (estabilidad), institucionales (Estado de derecho), sociales (calidad de la mano de obra y de los sistemas educativos), administrativos (estabilidad, flexibilidad), económicos y culturales de cada sociedad. Esto se convierte en un asunto a la postre político, ya que de ahí se desprende la necesidad de buscar las mejores formas de compatibilizar las particularidades propias de cada sociedad con los desafíos y las oportunidades que se derivan del mundo globalizado. Es decir, la globalización no asume un formato homogéneo sino multidimensional porque, a la postre, esta siempre es el modo de convergencia entre distintas espacialidades en que se realizan las actividades humanas. En este sentido, globalizarse consiste en definir con claridad los modos en que se resuelven determinados problemas y se asume el desafío de participar en las redes globales. Como acertadamente señala José Miguel Insulza: "Si alguien cree que, sin atacar los asuntos de fondo de su sociedad, se puede conformar una entidad válida en el sistema internacional, se equivoca profundamente. Quienes no toman en consideración a sus minorías étnicas, no garantizan los derechos de todos los ciudadanos, o quienes crean condiciones de desigualdad brutal entre unos y otros, no pueden aspirar a participar en un proceso de globalización que pretende reflejar valores universales, sin que necesariamente el mundo termine metido de lleno en su sociedad nacional" 19.

De la otra, así como pone en competencia a los sistemas nacionales, la globalización abre las compuertas para que los actores subnacionales realicen sus intereses. Esto explica la desestitucionalización de la vida política, que ocurre, en parte, cuando el Estado deja de ser el referente obligado en la satisfacción de esas necesidades y se crean instancias (espacialidad) diferentes a las tradicionales en las que los individuos o las colectividades pueden o anhelan realizarse. De aquí se desprende la doble tensión que suscita la globalización en todos nosotros: constituye un nuevo terreno de experiencia que debe convertirse en un nuevo horizonte para desarrollar nuestras expectativas.

¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN?

Antes de proceder a intentar definir la globalización conviene realizar una última precisión. En algunos textos se utiliza el término mundialización en lugar de globalización. A nuestro modo de ver, el segundo es más pertinente que el primero porque como lo recuerda Armand Mattelart, en inglés el término global es sinónimo de holístico. A diferencia de la palabra mundialización, tal como existe en diversas lenguas latinas, que hacen referencia a una dimensión geográfica del proceso y a una determinada forma de territorialización, en inglés remite explícitamente a una filosofía globalizadora, es decir a la idea de una unidad totalizante o unidad sistémica 20.. El término globalización resulta a la postre más pertinente puesto que se desmarca del territorio y da mejor cuenta de la existencia de espacialidades no territorializadas.

Hechas estas precisiones entonces, intentemos ahora sí responder la pregunta que nos formulábamos al iniciar este trabajo ¿Qué es la globalización? La globalización o, mejor dicho, las globalizaciones representan un proceso que ha dado lugar a la constitución de espacialidades temporalizadas, entendidas como redes de interpenetración que pueden ser económicas, sociales, políticas y/o culturales, que trascienden las fronteras reales o imaginarias, por cuanto ya no se encuentran apegadas a una territorialidad dada (como sí ocurrió en la época formativa de la nación) y dan lugar a la aparición de circuitos de comunicación, intercambio e interdependencia entre distintos colectivos humanos, los cuales quedan situados en dimensiones temporales compartidas inherentes a estas espacialidades. Conviene en este punto hacer una precisión: estas redes de interpenetración en muchas ocasiones, por no decir casi siempre, combinan elementos de lo económico, lo cultural, lo político y lo social. A falta de nuevos conceptos seguimos apegados a una división de estos circuitos de modo tradicional, pero debemos tener en cuenta que la globalización rompe esos marcos, porque se desenvuelve en planos transnacionales y "transdisciplinarios". A nivel de lo global, cada vez es más complejo mantener esas parcelaciones. ¿Dónde se ubica la frontera entre lo económico y lo cultural cuando asistimos a una gran proliferación de industrias culturales y del ocio? ¿Cómo analizar la globalización financiera sin tener en cuenta el desarrollo de los modernos medios de comunicación? ¿Cómo podemos seguir apegados a una clara demarcación de lo político y lo económico, cuando la globalización económica ha sido una empresa realizada básicamente por los mismos Estados?, etc.

En la medida en que estas espacialidades son circuitos en los cuales se producen intercambios e interdependencias de bienes y de experiencias de los colectivos humanos no apuntan a una homogenización sino que, por el contrario, reafirman las diferencias. De esto se puede derivar la conclusión de que la globalización, no obstante el hecho de reproducir un sistema piramidal análogo al del sistema mundial, con redes más densas de interpenetración en los vértices e interacciones más laxas a medida que se desciende en la pirámide, no se le puede catalogar como una forma sutil de imperialismo ni como una influencia foránea, porque al ser redes de interpenetración nada ni nadie se encuentra en capacidad de controlarlas.

Otra cosa es que en determinadas circunstancias algunos Estados poderosos hayan tratado de imprimirle su sello y encaminarlos en una dirección deseada. Si esta situación ocurrió en efecto en la década de los años noventa fue sin duda por la gran capacidad que han desplegado los Estados Unidos para reconstruir su hegemonía, para lo cual se sirvió además del hecho de haber sido la potencia triunfadora de la guerra fría. Pero, también, en esto intervino la generalizada y por cierto equivocada identificación que se produjo entre el fin de la guerra fría, el crecimiento de los intercambios económicos y culturales en todo el planeta y la adaptación al nuevo entorno mundializado a través de la introducción de la economía de mercado. A finales de los años noventa, esta lectura de la globalización, por numerosas circunstancias entre las que se destaca la crisis financiera asiática (primera crisis propiamente globalizada) y el agravamiento de las tensiones en la manera como las grandes potencias que han comenzado a asumir de modo distinto la globalización, ya se había agotado. Incluso, hoy por hoy, muchos de los anteriores baluartes de la lectura neoliberal de la globalización, por ejemplo, el Banco Mundial, han comenzado a tomar distancia de esa visión y propone enfoques más novedosos que testimonian la búsqueda de derroteros diferentes.

Más bien, la globalización, debemos entenderla como intersticios en los cuales cada colectivo al entrar en intensa interacción con los otros, reafirma o, por lo menos puede reafirmar si así lo desea y persevera, su singularidad y, en ese sentido, se convierten en procedimientos para la adaptación y la entronización diferenciada en los circuitos globales. Es, en este sentido, que decimos que la globalización no borra sino que exacerba las diferencias e incluso permite la supervivencia de formas identitarias que parecía que la nación las había borrado (los acontecimientos en Yugoslavia, la antigua Unión Soviética y el problema quebequés son buenos testimonios de ellos).

Por último, se puede sostener que así como no existe poder capaz de controlar los circuitos globalizados, son diferenciados los procedimientos que se pueden emplear para adaptarse y actuar dentro de estas espacialidades. Ahora bien, algo de lo cual deben aprender sobre todo los dirigentes de los países latinoamericanos es que adaptarse con el fin de arraigarse en estos circuitos no significa "importar" lo inherente a lo globalizado, porque eso de por sí simplemente no existe, es vacío, sino que consiste en recurrir a todas las "ventajas comparativas que se tengan" (y cuando de estas se adolece es menester construirlas) de naturaleza económica, social, cultural, política, institucional, e incluso simbólica. Como acertadamente señala John Grey, "el surgimiento de una verdadera economía global no supone la extensión de los valores e instituciones occidentales al resto de la humanidad sino que representa el fin de la era de la supremacía global occidental. Las economías modernas originales de Europa Occidental y América del norte no son modelos válidos para los nuevos tipos de capitalismo creados por los mercados globales... Las economías más exitosas de próximo siglo no serán las que hayan tratado de injertar los libres mercados estadounidenses en las raíces de sus culturas nativas sino las economías cuyos procesos de modernización sean autóctonos" 21.. Una idea similar desarrolla Aldo Ferrer cuando escribe: "Nunca han sido más importantes que en la actualidad las especificidades nacionales y la calidad de las respuestas de cada país a los desafíos y oportunidades de la globalización. La experiencia histórica y la contemporánea son concluyentes: sólo tiene éxito los países capaces de poner en ejecución una concepción propia y endógena del desarrollo y, sobre esta base, integrarse al sistema mundial" 22.

En síntesis, siguiendo a Fernand Braudel, quien en un pasaje de uno de sus célebres libros, comparó, en su significación profunda, las revueltas del 68 con las revoluciones culturales del Renacimiento y de la Reforma europeas, pues sacudieron el edificio social, rompieron "los hábitos y las resignaciones y el tejido social y familiar quedó lo suficientemente desgarrado como para que se crearan nuevos géneros de vida en todos los niveles de la sociedad" 23, nosotros podríamos proseguir esta analogía y aplicarla al análisis de la intensa globalización, tal cual la vivimos en la actualidad. La globalización puede considerarse como una forma de Renacimiento porque así como esta convirtió a la historia en un todo conexo (totalidad), estableciendo una secuencia entre la Antigüedad, la Edad Media y la Epoca Moderna (temporalidad), elevó a todo el planeta a una totalidad comprensiva (espacialidad) y abrió las compuertas para que la simbología cosmogónica tradicional pudiera ocupar un sitial en el panteón de los dioses (reconocimiento de las diferencias), con la globalización, como ha escrito Octavio Ianni "el globo ha dejado de ser una figura astronómica para adquirir plenamente una significación histórica" 24., ha inducido a un crecimiento de la comunicación y la interdependencia (tiempo y espacialidades globales) y ha abierto múltiples intersticios para que las formas "tradicionales" de existencia puedan sobrevivir, adaptarse y potenciarse en los nuevos tiempos. Al igual que el Renacimiento, la intensificación de la globalización, tal como se presenta en nuestro presente, es una creadora de oportunidades. Nuestra es la tarea de ver como la asumimos.


Comentarios

1 THERBORN, Göran, "From the universal to the global" en International Sociology vol. 15 No. 2, junio de 2000, p. 154.

2 Véase, LUTTWAK, Eduard, El turbocapitalismo, Barcelona, Crítica, 2000.

3 Citado en MARX, Carlos, Crítica de la Economía Política.

4 Véase, FAZIO Vengoa, Hugo, "La caída del muro: el acontecimiento de final de siglo" en FAZIO, Hugo y RAMÍREZ TOBON, William, 10 años después del muro. Visiones desde Europa y América, Bogotá, IEPRI, Universidad de los Andes y FESCOL, 2000.

5 MIRES, Fernando, Teoría política del nuevo capitalismo o el discurso de la globalización, Caracas, Nueva Sociedad, 2000, p. 11.

6 Véase, GEYER, Michael y BRIGHT, Charles, "World History in a Global Age" en The American Historical Review, vol. 100 N. 4, octubre de 1995.

7 Véase, HOBSBAWM, Erick, Entrevista sobre el siglo XXI, Barcelona, Crítica, 2000.

8 WEBER Max, Economía y sociedad, México, tomo 1, Fondo de Cultura Económica, 1964, p. 494.

9 BRUNNER José Joaquín, Globalización cultural y posmodernidad, México, FCE, 1999, p.73.

10 CASTELLS Manuel, "Tecnología de la información y capitalismo global" en GIDDENS Anthony y HUTTON Will, Editores, En el límite. La vida en el capitalismo global, Barcelona, Tusquets, 2001, p. 88.

11 GIDDENS Anthony, Les consequénces de la modernité, París, L’Harmattan, 1994, p. 70.

12 MANN, Michael, "¿Ha terminado la globalización con el imparable ascenso del Estado nacional?" en Zona Abierta, 92/93, Madrid, 2000, p. 197.

13 BRAUDEL, Fernand, Civilisation matérielle, économie et capitalisme XV-XVIII siècle, París, Armand Colin, 1979, tomo 3, p. 8.

14 ALVATER, Elman, "El lugar y el tiempo de lo político bajo las condiciones de la globalización económica" en Zona Abierta N. 92/93, Madrid, 2000, p. 32.

15 BAUMAN, Zygmund, La globalización. Consecuencias humanas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica Argentina, 1999, p. 8.

16 SCHUMPETER, Joseph, Capitalismo, socialismo y democracia, Madrid, Aguilar, 199, pp. 120-121.

17 GIDDENS Anthony, La Tercera Vía y sus críticos, Madrid, Taurus, 2001, p. 39.

18 Véase, La mundialización de la cultura, Buenos Aires, Siglo XXI, 1996.

19 INSULZA, José Miguel, "El dilema de una política exterior soberana en un mundo globalizado?" en MUÑOZ, Heraldo, Compilador, Globalización XXI. América Latina y los desafíos del nuevo milenio, Santiago, Aguilar, 2000, p. 156.

20 MATTELART Armand, La mondialisation de la communication, París, PUF, 1997, p. 82.

21 GRAY, John, Falso amanecer. Los engaños del capitalismo global, Barcelona, Paidós, 2000, p. 14 y 36.

22 FERRER, Aldo, De Cristóbal Colón a Internet: América Latina y la globalización, Buenos Aires, FCE, 1999, p. 23.

23 BRAUDEL, Fernand, Civilisation matérielle, économie et capitalisme, op. cit., tomo 3, p. 790.

24 IANNI, Octavio, Teorías de la globalización, México, Siglo XXI, 1996, p. 11.