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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.23 Bogotá jan./jun. 2002

 

DESPUÉS DEL 11 DE SEPTIEMBRE: ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE DISCURSOS Y ACONTECIMIENTOS

Luis E. Bosemberg

Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Especialista en la historia contemporánea de Medio Oriente.

El 11 de septiembre del año 2001 radicales fundamentalistas islámicos asestaron un duro golpe a la superpotencia norteamericana y ésta, semanas después, invadió Afganistán. Prácticamente el mundo entero presenció las imágenes de las torres gemelas y su destrucción, de tal manera que pueblos y Estados tuvieron algún tipo de reacción y opinión. Muchos fueron los temas que comenzaron a ser discutidos en la


opinión pública, en la academia, en las calles y en las reuniones. Un macroacontecimiento apareció en las pantallas y el mundo, atónito, buscaba explicaciones.

Norteamérica, la invencible y confiada de la guerra del Golfo (1991), aparecía vulnerable ante un grupo pequeño de escurridizos radicales que habían logrado destruir un símbolo de su cultura — y, nada menos, que en su propio territorio. Herida en su médula y en su orgullo, la respuesta del cowboy en el poder no se hizo esperar. Su reacción fue anunciar a la humanidad, en una retórica simplista y cuasi religiosa (parecida a la de su oponente islámico), que el mal había atacado al bien y, como en las grandes producciones de Hollywood, la única opción consistía en su destrucción y en un final feliz en donde el bien triunfaría sobre el mal.

Al mismo tiempo, Norteamérica entraba en una fase nacionalista. Sin grandes críticas -criticar era prácticamente imposible en los Estados Unidos-, las grandes masas, blandiendo bandera,s se acogieron a la más simple de las explicaciones. Los medios norteamericanos no escondieron su posición. El discurso era simple: como estaba claro quién era el culpable al que había que castigar, las naciones civilizadas emprendían una lucha en una nueva era y contra un nuevo adversario: el terrorismo. Varios líderes famosos se apresuraron a anunciar que no se trataba de una guerra contra el Islam, sino contra el terrorismo islámico.

Pues bien, los norteamericanos parecían haber olvidado una sencilla premisa: que a un momento de crisis, y de una crisis mayor como la acontecida, correspondía una gran reflexión. Y que la lucha contra el mal expresada en términos políticos o semi-religiosos, y que ha sido utilizada en numerosas ocasiones en la historia, no debe confundirnos y, ni mucho menos, satisfacernos. Una crisis de vastas dimensiones abarca variados temas. Si la crisis es profunda, la explicación también debe serlo. Las respuestas facilistas se deben entender como un instrumento de legitimación de un poder y como único medio para lograr un apoyo masivo y fortalecer la identidad nacional. Después de todo, los análisis profundos y, por consiguiente, largos son de poco interés. Los políticos y los medios lo saben.

Este ensayo plantea unas reflexiones a manera de abrebocas, unas ideas críticas sobre ciertos temas que se plantearon o debatieron a partir de la crisis de septiembre.

Inicialmente, queremos hacer unos comentarios sobre los medios. En el mundo actual, los medios forman opinión —para bien o para mal de los gobiernos- y en épocas de crisis y guerras su papel es aún más claro. Al frente militar y diplomático se le agrega el de la propaganda. Se trata de una guerra ideológica. Los medios se convierten en un frente de la batalla que muchos no perciben como tal.

El mundo, dicen, se globaliza, pero los medios se provincializan. Observando noticieros de televisión en países tan diversos como Alemania, Colombia o Estados Unidos, salta a la vista la poca presencia de las noticias internacionales. La parte correspondiente al reporte internacional en las famosas cadenas de televisión estadounidenses es del ocho por ciento. Y aunque en Alemania o Francia es un poco mejor, de todas maneras no se va más allá de los personajes y de los hechos. Uno se pregunta, ¿quiénes manejan los medios? ¿Una meritocracia o una "mediocrecracia"? 1. Cuando se muestra tan sólo lo que está de moda y lo que se vende, se deja de lado una serie inmensa de temas, de tal manera que nuestra realidad, más allá de lo cotidiano, se reduce a lo corto. Por ejemplo, de pronto el Islam y los árabes aparecen en los medios, por un momentito. Nos enteramos del Islam en momentos como estos, en medio de una guerra, a causa de un conflicto. Mejor dicho, ¿qué aprendemos? ¿que el Islam está íntimamente ligado al derramamiento de sangre? Me pregunto, ¿cuantas veces se han transmitido programas sobre cine, arte, historia islámica?

Uno se podría preguntar, si las grandes masas mundiales estuviesen mejor informadas, ¿no caerían en simplismos a los que se nos ha acostumbrado? ¿No es hora de dedicarle mas análisis a la situación internacional? O mejor, ¿de tratar de entender otros mundos, ya que, supuestamente, nos globalizamos?

Valdría la pena preguntarse —o hacer un estudio- para ver si los medios contribuyeron a que el gran público entendiera lo que estaba sucediendo o, ¿contribuyeron a azuzar ánimos antiislámicos o antiárabes? Además, ¿a quién se entrevistaba? ¿A comentaristas que hablan acerca del tema de moda? ¿Y que mañana hablarán sobre el siguiente tema de moda?

Pero no todo viene desde arriba: los medios reflejan una manera de pensar de masas: nacionalismo, desconocimiento, simplismo. De aquí a aceptar una lucha del bien contra el mal, hay tan sólo un paso. Habría que agregar, sin embargo, y para matizar el tema, que esto no implica que todas las personas repiten lo que allí aprenden. Esto significaría darle a los medios un poder de manipulación que no poseen. Pero sí creemos en unas grandes tendencias.

El caso norteamericano es, tal vez, el más ejemplar. La mentalidad colectiva ya estaba preparada para un discurso semejante. Sorprende la facilidad con que este pueblo respaldó la retórica simplista de su presidente de turno. El golpe sufrido en su propio territorio debió de haber contribuido pero, además y paradójicamente, en los medios norteamericanos existe una larga tradición en referencias negativas y racistas sobre el mundo árabe. Dicen cosas que sobre otros pueblos no dirían -y mucho menos sobre los judíos. En la prensa de derecha, The New Republk o Commentary se publica con facilidad sobre lo depravados que son los árabes o la inhabilidad del Islam para distinguir la verdad de la falsedad 2. Muchos son los que viven en una torre de marfil, muchos los periodistas ignorantes que no van más allá de odiosos clichés. La prensa gringa se interesa por Israel, por el terrorismo árabe y su fanatismo. Sin embargo, tengamos en cuenta que también existe una franja crítica minoritaria, como un Jesse Jackson, grupos de feministas, u otros.

Ignorar el mundo no es un mal gringo, en realidad es un mal planetario. Pero como se trata de la superpotencia de turno, ¿no conlleva algún riesgo? El discurso no existe en el vacío. Está relacionado con el poder y la dominación en cada sociedad, así como con sus opositores, está relacionado con distribución y circulación, con diversas instituciones, con procedimientos metodológicos de cada disciplina, las tradiciones en la retórica, etc. Simplificando, se podría argumentar que el conocimiento está relacionado con aquel que logró que ese conocimiento se conociera.

Hay una serie de términos, por ejemplo, que los políticos de una bando inventan para señalar a su enemigo. Si éste es en verdad su origen entonces su naturaleza tiende a ser ideologizada y tiene el objetivo de justificar alguna acción —cumple una función. Si se clasifica a alguien de "demonio" se legitima su persecución. Se legitiman acciones consideradas amorales con el pretexto de que el otro es el culpable, puede servir de aglutinante o como factor de unificación. Pensamos en términos tales como terrorismo, lavado de cerebro, represalias, etc. Por ejemplo, en los Estados Unidos hay un nuevo adversario y la nación americana está unida: de la cruzada contra el comunismo se pasó a la cruzada contra el terrorismo.

Citando a un destacado miembro de la ultraderecha israelita, Benjamin Netanyahu, gran "experto" en terrorismo, "la gran causa del terrorismo es el terrorista" o "la causa no está en las humillaciones y agravios, si no en la desenfrenada disposición a la violencia". Si se trata de un individuo predeterminado a la violencia, entonces, le dejamos el terreno a los siquiatras y nuestra explicación no tiene sentido.

Existen dos posibilidades: continuar usando el término "terrorismo" teniendo en cuenta ciertas reflexiones o no usarlo más y remplazado por el de "violencia". Si continuamos con su uso, deberíamos darle una definición más neutral u objetiva, es decir, abandonando su implícito partidista, o por lo menos matizando el problema. Así pues, se trata de pequeños grupos no estatales que utilizan la fuerza produciendo una situación ambigua: ni guerra, ni paz; la fuerza tiene el fin de cambiar un orden político evitando el choque frontal y sus víctimas son generalmente civiles. Pero también puede tratarse de acciones encubiertas selectivas, dirigidas por un Estado contra sus enemigos. Las potencias no han vacilado en utilizar el terrorismo como un medio de acción. Durante la guerra fría no era inmoral apoyarlo. Ejércitos locales lo apoyan para que le hagan el trabajo sucio, como en Colombia. Diversos grupos de terrorismo desde abajo lo mezclan con el nacionalismo, como Jamas, la Eta, o el Ira. Para los palestinos, la destrucción de sus casas, los toques de queda, los castigos colectivos y las deportaciones son terrorismo de Estado. De ahí que exista un derecho legítimo a la resistencia contra los ocupantes ilegales y contra el terror contra civiles.

En resumidas cuentas, hay varios tipos —hay un terrorismo desde arriba y uno desde abajo- y variados pueden ser sus actores. Pero también un Estado puede apoyar al terrorismo desde abajo. Por lo consiguiente, agreguemos para nuestra reflexión que el Islam no es sinónimo de terrorismo.

Si el término deja de usarse, podría remplazarse por el vocablo neutral "violencia". Si de eso se trata nos atreveríamos a repetir con el célebre general prusiano, von Clausewitz, que la guerra es la continuación de la política. Y recordando a Jefferson, unos de los célebres fundadores de los Estados Unidos, que la muerte de civiles hace parte de la guerra.

En fin, terroristas o violentos, la imagen de estos personajes en el Medio Oriente se ha convertido en parte de la cotidianidad de millones de personas que ven televisión o leen prensa. Y son numerosas aquellas personas para las cuales esos personajes son la realidad de la región. Aparte de que la región tiene una multiplicidad de historias, escenarios y personajes, valdría la pena señalar que a través del conocimiento de esa violencia, de sus orígenes y desarrollo podemos darle una solución, pues se trata de un producto social. La historia no conoce pueblos que durante toda su vida hayan sido violentos. Aunque parezca extraño, la violencia, o las guerras, se hacen para lograr la paz. Hugo Grotius lo expresó en 1625, Fax finís bellí, la paz es el fin de la guerra. La historia está llena de personajes o naciones en donde los violentos de hoy se convierten en los defensores de la paz del mañana — y viceversa. Pensemos tan sólo en Begin y Arafat.

Uno podría tomar una posición, que llamaríamos utópica, y que consiste en el rechazo frontal a la violencia, criticando cualquier medio de ese tipo, y enunciando máximas como amaos los unos a los otros o haced el amor y no la guerra. La otra posición, a la que llamaríamos práctica o Realpolitik, consistiría en mirar el mundo como escenario de intereses, de intrigas y cálculos en donde cualquier medio es posible, admitido. Admitido en el mundo de la Rea/politik, mas no en el del discurso.

Medios y políticos se desbordaron en grandes palabras: había comenzado una nueva era. ¿De veras comenzaba una? En primer lugar, basta decir que las eras no comienzan en un solo día, más bien tardan siglos en cristalizarse (por ejemplo, la Europa moderna se formó entre los siglos XIV y XIX). Más bien, lo que presenciamos es una combinación de continuidades y rupturas. Tomemos algunas de las "novedades" que se presentan en el discurso: el terrorismo y la lucha en su contra, el enemigo ideológico y la "victimización" y reacción defensiva de los norteamericanos. La lucha contra el terrorismo es de vieja data. Ya el terrorismo de grandes dimensiones había atacado a los Estados Unidos mostrando que la seguridad de la superpotencia era vulnerable. La cumbre de Sharm el Sheik en la década de los 90 intentó unir esfuerzos internacionales en la misma dirección.

El tipo de conflicto, la guerra asimétrica terrorista, es conocido: resulta de la imposibilidad de combatir de frente, se esquiva la fuerza directa aparentemente invulnerable para atacar las partes vulnerables. La guerra asimétrica señala una diferencia cualitativa entre las partes, en los medios empleados, el estilo y los valores. Enemigos móviles y transnacionales donde el campo de operaciones puede estar en cualquier parte del mundo ya habíamos tenido, por ejemplo, en la lucha contra los comunistas y sus guerrillas.

En cuanto al papel de víctima que se nos presentó, habría que señalar que numerosas son las causas por las cuales se produce un ataque. Un estudio a fondo del problema rebasa este ensayo, pero lo que se debería tener en cuenta es la historia de la Estados Unidos y su política exterior en el Medio oriente. La reacción gringa fue imperial-tradicional, es decir, una superpotencia ataca mucho más allá de sus fronteras. En términos geopolíticos coyunturales, se trata de militarizar la política internacional, de un paso más para rodear la China, eliminar definitivamente a Irak, disminuir la presencia rusa y asegurarse del control del petróleo en Asia central 3. y garantizar la existencia de Israel. Agreguemos que se trata de eliminar al aliado de otrora, que ahora no acata los dictados del imperio y por lo consiguiente debe ser eliminado por la fuerza. Eso mismo le sucedió a Saddam Hussein y a Noriega en Panamá.

Algunos comentaristas resaltaban que la novedad consistía en que el enemigo era ideológico. La guerra fría nos daría el ejemplo de la existencia de un tal enemigo. Pero la ideología no se puede desarrollar sin un sustento empírico, o sea, más allá de la ideología la pregunta es, ¿quién lo apoyó? ¿De qué medios se vale? La novedad consistió en la magnitud del macroacontecimiento y en el intento más amplio de unlversalizar la lucha. Además, el enemigo de los Estados Unidos utiliza los medios modernos de comunicación, transporte y de información como el Internet, y los más inesperados, como un pequeño barco o un avión comercial de pasajeros. Encuentra espacios allí donde el Estado es débil o no está presente, como la haría una empresa en plena era de la globalización 4.. Así que parte de la comprensión de la acción violenta fundamentalista tiene que ver con la globalización y el orden social mundial que margina a millones. Pero no todo es culpa de Occidente. Según El Alaoui, los musulmanes (la mayoría de los que profesan la religión en contraposición a los violentos), no han sabido defender y hacer prosperar la causa de un Islam justp y tolerante 5.

Aunque ya nos referimos al tema del fundamentalismo en alguna ocasión, recordemos que el fenómeno es muy variado, cambiante, diverso, inclusive enfrentado internamente, los hay violentos y no violentos, algunos han sido cooptados por el sistema y otros han sido violentamente reprimidos 6.

Para terminar estas elucubraciones tomemos otro tema que se ventiló en los medios: la relación entre religión y extremismo. De una manera facilista se acusa al Islam de extremismo. Pero muchas son las religiones que han utilizado el nombre de dios para cometer atrocidades. Se trata de una faceta tenebrosa de credos muy variados. En los textos sagrados del judaismo, del cristianismo y del Islam se encuentran exhortaciones a la tolerancia, pero también a la violencia. Los tres credos han estado convencidos de poseer la revelación, es decir, el mensaje de dios. De ahí que algunos en determinadas ocasiones se volviesen fanáticos para convertir a los "infieles" o para realizar en la tierra las acciones estipuladas por su respectivo dios. La gran pregunta es si la religión es la que hace al fanático, o viceversa, si éste utiliza su fe para lanzarse a un extremismo de ese tipo. Es decir, ¿está la explicación en el reino de la siquiatría o de la historia? Nosotros creemos en una explicación de tipo histórica.

Aunque son los suicidas islámicos los que a menudo mojan prensa, si le creemos a la Biblia, el primer extremista de ese tipo fue un judío: Samsón. También, según la Biblia, la conquista judía de su "tierra prometida" se hizo tal como dios le había ordenado: exterminando al enemigo. Una de las páginas legendarias del judaismo es la historia de Massada: en esta fortaleza prácticamente inexpugnable, 960 judíos optaron por el suicidio antes que caer en manos de sus enemigos, los romanos. En la actualidad, minorías de ultraortodoxos judíos hablan abiertamente de expulsar a todos los palestinos. Muchos de los colonos ven a Cisjordania como su "tierra prometida" y por lo tanto creen que no hay espacio para la población palestina. El nacionalismo moderno se mezcló con ideas religiosas de vieja data. Por todos es sabido que el asesino de Rabin en 1995 fue un israelita que, según él, actuó en nombre de dios.

En cuanto a los cristianos, en los albores de su fe, cuando eran brutalmente perseguidos por los romanos, algunos creían en el martirio: como un apoteósico final a su vida era bien visto y respetado el ser torturado y ejecutado. Una vez en el poder, bajo la consigna Deus lo vult, dios lo quiere, se llevaron a cabo las cruzadas. Sus víctimas no fueron solamente poblaciones islámicas sino también judías. La cantidad de muertos, contando miembros de las tres religiones, se calcula hoy en día en cinco millones. Muchos son los musulmanes que todavía recuerdan aquel genocidio. La Inquisición (siglos XIII al XVIII), condenó a muerte a un millón de personas. Sus víctimas no sólo fueron cristianas, sino también judías y musulmanas. La lista es larga: la conquista de las Américas en donde aquellos indígenas que no reconocían la "verdad" eran ejecutados — en la mejor tradición de la Inquisición; la persecución a las brujas...

Las conquistas iniciales del Islam se hicieron mediante conquistas militares. En los inicios del Islam, cruentas guerras dieron lugar a la gran división entre shiítas y sunitas. La violencia interislámica ha estado presente durante toda su historia. Guerreros de dios existían ya en el siglo XII cuando grupos de Hashishi atacaban sin misericordia a los cruzados o a los califas corruptos.

Muchos creían que la época de lo que podríamos llamar la intransigencia hacía parte de la historia lejana. Pero desde la década de 1970, en las tres religiones mencionadas surgieron grupos de extremistas y de intolerantes. Para ellos, las sociedades modernas deberían retornar a la religión original. Recristianizar, rejudaizar o reislamizar son procesos parecidos. Que en algunos de los creyentes musulmanes se encuentre un mayor fanatismo y violencia, se debe, tal vez, a que están pasando por una fase crítica por la que, por ejemplo, el cristianismo ya pasó. Nada hace suponer que dicha fase sea eterna.


Comentarios

1 HARPPRECT, Klaus, "Hysterische Medien in einer Schwaetzer-Gesellschaft", en Frankfuter Rundschau, No. 279, 30 de noviembre, 2001, p. 8.

2 SAID, Edward W, Power, Politics, and Culture: Interviews with Edward W. Said, Nueva York, Pantheon House, 2001, p. 320.

3 Se entiende por Asia central aquella región que comparten las cinco repúblicas exsoviéticas (Kazajastán, Tadyikistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Kirgisia), más el occidente chino. En nuestro texto nos referimos al territorio de estas cinco repúblicas.

4 BISHARA, Marwan, "L'ére des conflits asymétriques", en Le Monde Diplomatique, octubre 2001, pp. 20-21.

5 EL ALAOUI, Hicam ben Abdalkh, "Musulmans et citoyens du monde", en Le Monde Diplomatique, octubre 2001, pp. 22-23.

6 BOSEMBERG, Luis, "Historia, diversidad y sentido del fundamentalismo islámico: una introducción", en Historia Crítica, No. 20, julio-diciembre 2000, pp. 143-169.