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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.24 Bogotá jul./dez. 2002

 

LA VISIÓN DE LOS OTROS. COLOMBIA VISTA POR OBSERVADORES EXTRANJEROS EN EL SIGLO XIX

Jaime Jaramillo Uribe
Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de Los Andes.


RESUMEN

En este artículo se presenta y se compara la visión que, en el siglo XIX, tuvieron de Colombia, de su composición demográfica, su economía, su organización social y política, un conjunto de viajeros europeos y norteamericanos. Asimismo, se comparan y se comentan sus diversas visiones de la realidad colombiana de la época.
 

PALABRAS CLAVES
Colombia en el siglo xix, organización social, vida política, desarrollo cultural, estado de su economía.


THE VISION OF OTHERS. COLOMBIA AS SEEN BY FOREIGN OBSERVERS IN THE 19TH CENTURY

ABSTRACT

In this article a number of 19th century European and American travelers' vision of Colombia, its demographic composition, its economy, and its social and political organization are presented and compared. Their diverse views of the Colombian reality of their time are also compared and commented on.

KEY WORDS
Colombia in the 19th century, social organization, political life, cultural development, state of the economy.


Es conveniente conocer algo de las costumbres de los diferentes pueblos, para juzgar de las nuestras con criterio sano y para no pensar que todo lo que se opone a nuestros usos sea ridículo y contra razón, como suelen hacerlo los que no han visto nada.
Descartes
Discurso del Método

El viaje y los relatos de los viajeros como fuentes de conocimiento histórico y social tienen una antigua tradición en las ciencias sociales de Occidente, pero fue el descubrimiento de América el hecho que dio al relato de viajes el carácter de una fuente y un método que transformaron la visión de la historia al colocar al europeo ante nuevos hechos, nuevas sociedades y nuevas culturas. La tendencia a explorar nuevas tierras y a conocer nuevas culturas se intensificó al progresar los medios de comunicación, sobre todo con la aparición de la navegación a vapor, y al producirse la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX, que condujo a los europeos a la búsqueda de nuevos mercados y nuevas formas de inversión.

Para el caso de Hispanoamérica, cuyos territorios habían permanecido cerrados al contacto con pueblos distintos a la metrópoli, la independencia significó la apertura de activas relaciones comerciales y políticas entre Europa y América. Es verdad que al finalizar el siglo XVIII pudieron visitar el continente viajeros como Alejandro de Humboldt, quien, con su Ensayo Político sobre el Reino de Nueva España y con su Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Mundo, creó el modelo del viajero científico, pero no es menos cierto que la autorización que le otorgó el gobierno español para viajar por la América española fue una afortunada, pero aislada excepción. Hasta las vísperas de la independencia, la América Hispana seguía siendo un orbe cerrado para los europeos que no fueran súbditos de la corona española.

Ahora bien, si el relato de viajes es tomado como una fuente de conocimiento histórico, debe ser sometido, como todas las fuentes, a la crítica. No debe olvidarse que como todo testimonio, el del viajero puede ser afectado por los valores de su propia cultura, por las ideas dominantes en su época y aun por su profesión y sus intereses personales. Si se trata de europeos o de norteamericanos, como es el caso de muchos viajeros que visitaron a Colombia en el siglo XlX, al analizar sus puntos de vista debemos tener en cuenta que eran portadores de la cultura europea y norteamericana a través de las ideas dominantes entonces en los medios académicos y científicos, especialmente en el campo de la historiografía y de las ciencias sociales. Tal era el caso, para mencionar alguno, de la explicación de los fenómenos históricos por la influencia del clima u otros factores geográficos, o por las características psicológicas y culturales que se atribuían a las diferentes razas. Una explicación de los hechos y realidades históricas por factores económicos y sociales, como la propuesta por Marx, estaba apenas en desarrollo y sólo tendría amplia difusión a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

De los viajeros considerados en este ensayo en la primera época (1820-1850), dos eran ingleses, uno francés y uno sueco. En la segunda (1850-1885), uno era norteamericano, uno suizo y uno alemán. De los miembros del primer grupo, los dos ingleses eran ex-oficiales de marina, lo mismo que el sueco Gosselman. Del francés Mollien se sabe que era de familia noble, pero se desconoce su formación profesional. De los correspondientes a la segunda mitad del siglo XlX, el norteamericano Holton, el suizo Hoenisberg y el alemán Hettner eran académicos y científicos. Lo más probable es que todos, quizás con excepción de Mollien, fueran de religión protestantes. Un indicio de este aspecto de su cultura es la actitud que algunos de ellos asumen al apreciar las costumbres religiosas y el arte colonial que encuentran en el país. Las ceremonias de semana santa o del corpus christi les parecen un poco paganas y aun grotescas, y los altares e iglesias barrocas excesivamente recargados de elementos decorativos de mal gusto. Alfred Hettner encuentra que la iglesia catedral de Bogotá es "Todo un ejemplo del estilo español jesuítico feo de la mayoría de las iglesias construidas en la américa española"1. Era una opinión consecuente con la sobria estética y la liturgia simplificada que las iglesias reformadas puritanas habían establecido en la Europa nórdica.

Otras observaciones se imponen. Al recorrer sus textos notamos numerosas coincidencias y temas comunes con muy semejante tratamiento. Todos, o casi todos, entran al país por los puertos de Cartagena y Santa Marta, y de sus observaciones en estas dos ciudades obtienen sus primeras impresiones sobre la realidad social, económica y política del país. Luego, se dirigen a la capital, Bogotá, navegando por el río Magdalena en unas primitivas embarcaciones denominadas "champanes", impulsadas con largas varas de madera, por bogas de temperamento primitivo a través de un río cuyo curso y profundidad cambian, frecuentemente infestado por caimanes y mosquitos, en cuyas orillas habita una población de colonos en condiciones de vida primitivas. A uno de ellos, el francés Mollien, le parece estar en Africa. Tras treinta o cuarenta días de navegación, llegan a la ciudad de Honda, que los primeros encuentran pobre y semidestruida por el terremoto de 1805, para de ahí emprender el ascenso de la cordillera oriental de los Andes y alcanzar, al cabo de un penoso viaje de varios días, la ciudad de Guaduas, donde encuentran la cordial acogida del Coronel Joaquín Acosta, hombre culto y hospitalario, y luego, tras cuatro días de viaje, llegan a la Sabana de Bogotá, que ofrece un paisaje semejante al europeo, al decir del más minucioso observador de la geografía nacional, el francés Gaspar Theodor de Mollien.


La organización política

Todos los viajeros que llegaron al país una vez afirmada la independencia, la consideran justificada debido a la política exclusivista seguida por la monarquía española. Para referirse al régimen colonial se apoyan en documentos producidos por los criollos que lideraron el movimiento. Insisten en la exclusión de los nacionales de los altos cargos políticos y administrativos, en la prohibición de comerciar con países diferentes a España, en el atraso de las instituciones educativas y en el mantenimiento de una economía basada casi exclusivamente en la minería del oro. El único que se refiere a la situación de las colonias con algún matiz es Mollien, que incursiona sobre algunos aspectos de la sociedad colonial, como el referente a las instituciones que regularon la vida del indígena y aventura opiniones audaces para la época, cuando afirma que no fueron colonias lo que España creó en América, sino una nueva civilización y que la Iglesia Católica desempeñó un factor de equilibrio y cohesión en una sociedad cargada de factores conflictivos2.

Examinando las instituciones con que el régimen republicano dotó al país, particularmente la primera constitución nacional promulgada en 182l en la ciudad de Cúcuta, consideran que son poco adecuadas, aun para naciones de mayor desarrollo social, en lo cual coincidían con el Libertador3. Encuentran que hubiera sido más realista una monarquía, pero aceptan las dificultades que esta solución habría tenido. Mollien duda que la unión de Nueva Granada, Venezuela y Ecuador sea consistente y durable dadas sus diferentes composiciones sociales y sus economías diversas4. Todos hicieron la necesaria visita al Libertador y al General Santander, cuyas personalidades elogiaron por sus cualidades intelectuales y humanas. Una vez más, en este caso la excepción fue Mollien, quien expresó dudas sobre la amplitud y consistencia de su cultura5.

En lo que se refiere a las instituciones y a la vida política, los viajeros que llegaron al país después de 1850 son más prolijos y poseen una formación profesional que les permite dar una visión más amplia y detallada de los distintos aspectos de la vida nacional. Por otra parte, las circunstancias sociales, políticas y económicas eran otras. El país había crecido demográficamente y la economía, muy afectada por la guerra de independencia, se había reconstruido, al menos parcialmente.

El naturalista y teólogo norteamericano Isaac Holton llegó a la Nueva Granada cuando el gobierno presidido por el general José Hilario López había emprendido reformas políticas y económicas de corte liberal, y cuando se ponía en vigencia una nueva constitución de carácter también liberal. Holton encuentra que será muy difícil gobernar al país con las reformas de la nueva constitución, porque deja al presidente en una posición muy débil frente al congreso en el caso de haber discrepancias entre los dos poderes. Si el presidente no está de acuerdo con el contenido general o parcial de una ley aprobada por el congreso y la devuelve con objeciones, y si el congreso insiste, no le queda más remedio que aprobarla6. También cree inconveniente que se hayan eliminado los estancos de tabaco y aguardiente, así como algunos impuestos que pesaban sobre el comercio y la agricultura, porque se dejaba al Estado sin rentas para adelantar programas de mejoramiento social7. Refiriéndose a las corrientes políticas existentes en el país, observa que no hay verdadero conservatismo y que todos se emulan en ser más liberales que los otros8.

Treinta años mas tarde, dos viajeros europeos, el geólogo y geógrafo alemán Alfred Hettner, y el joven profesor suizo de filosofía e historia, Ernest Röthislberger, quien vino al país para enseñar esas materias en la Universidad Nacional, darían una imagen más detallada de la vida política y de las instituciones del Estado9. Hettner encuentra a los dirigentes políticos colombianos retóricos, de rígido doctrinarismo y baja moral administrativa. Sostiene que para la mayoría de los funcionarios del Estado, inclusive los más altos, servir y explotar el tesoro público significan lo mismo10. Ambos consideran que el sistema electoral está organizado para burlar la opinión de los opositores al gobierno, hasta el punto de que a éstos la única alternativa que les queda para asegurar sus derechos es la guerra civil11. Y en efecto, a partir de la fecha en que hacía sus observaciones, el país tuvo tres guerras civiles antes de finalizar el siglo. Ninguno se detiene a examinar individualmente la personalidad de los líderes políticos de la época, con excepción de unas cuantas alusiones que hace Hettner sobre el entonces vicepresidente de la república, Otálora, a quien consideró indelicado con los recursos del tesoro público, y al político santandereano Solón Wilches, al que califica de "rufián".

Dos instituciones ejercen una influencia decisiva en la vida nacional: el ejército y la iglesia. Según Röthlisberger, de Bogotá, y por extensión de Colombia, podría decirse que es un convento en armas, pues junto a la iglesia mandan las fuerzas armadas12. O, más bien, sus jefes. Los soldados reclutados en cualquier parte y raramente por leyes, en su mayoría campesinos, indios y mestizos, constituyen el núcleo en torno al cual pueden agruparse, durante las revoluciones, las tropas urgentemente alistadas. Los oficiales, al igual que en España, están en proporción enorme respecto a las tropas. De generales hay también multitud, pese a que en cada revolución y en cada cambio de gobierno muchos quedan "amortizados"13. Alfred Hettner hace una descripción semejante sobre la composición del ejército y la forma del reclutamiento de soldados, que siempre se hace "entre la pobre gente que no usa zapatos"14.

Si hay fallas en los altos círculos de la política, en los sectores subalternos la situación es más grave. Los alcaldes y jueces carecen de toda noción de las leyes y viven bajo la batuta de los terratenientes, de manera que unas cuantas personas llamadas "gamonales" llegan a ejercer una especie de tiranía sobre toda la población15. En cuanto a la obra de la iglesia y el clero, encuentro –dice Hettner- unos pocos sacerdotes que cumplen con su misión, pero en general me parece que los párrocos colombianos no son capaces, ni moral ni intelectualmente de hacer frente a su alta misión16.


La sociedad

La sociedad que estos viajeros encontraban en la Nueva Granada, y en general en las antiguas colonias españolas, era muy diferente a la que dejaban en Europa. Lo primero que el lector de sus textos observa es que sus autores, al describir la sociedad y las condiciones de vida de sus habitantes, usan sólo dos términos: clase alta y pueblo bajo, sea urbano o rural. No encuentran algo como lo que en una sociedad moderna se denomina "clases medias".

La clase dirigente, compuesta por el grupo blanco, que algunos calculan en el 15% de la población, representa también el grupo dominante y está compuesta por terratenientes, mineros y comerciantes, aunque ya en el siglo XlX compartía estas actividades con el grupo mestizo. El llamado "pueblo bajo", sea del campo o de la ciudad, suele identificarse con los antiguos indígenas, haciendo abstracción de que ya para ese entonces podrían estar mezclados con otros grupos. También lo integran el negro y las distintas mezclas y tipos que se habían formado en la sociedad colonial, como el mestizo, el mulato y el zambo17.

El segundo rasgo común a su visión de la sociedad granadina es su variedad regional, no sólo en el aspecto geográfico, sino en los rasgos psicológicos del pueblo llano y de su clase dirigente, que es observada y descrita a través de los casos de Bogotá, Popayán, Cartagena, Medellín y Cali. Todos anotan que dos regiones se apartan del modelo general: Antioquia y Santander18. Al describir la sociedad bogotana, encuentran que el pueblo bajo presenta un extremado estado de miseria. Caminando por las calles de Bogotá, dice el coronel Hamilton, se siente uno impresionado a toda hora al presenciar multitud de mendigos mostrando sus llagas, especialmente sus piernas enfermas a causa de una enfermedad llamada "elefantiasis", descripción confirmada por Gosselman, Mollien y Cochrane19.

Treinta años más tarde, el norteamericano Isaac Holton encuentra una situación semejante. Un día, dice en su relato, visité a mi lavadora. "Vivía en un cuarto bajo de una casa de dos pisos. Hacia afuera tenía una mampara a manera de puerta, adentro un cuarto oscuro donde se hace todo. Parecía una prisión. Para tener luz era necesario mantener abierta la puerta. Como muebles 2 ó 3 platos y unos cueros como cama. El agua debe traerse del río". Y agrega: "el número de familias que viven en esta forma quizás excede el número de las que viven más o menos bien"20.

En su apreciación de la clase alta, representada por las elites de Bogotá, Popayán y Cartagena, se encuentran numerosas coincidencias, pero también matices. El caballero bogotano es descrito como culto, vestido a la manera inglesa, de refinada cortesía, aunque no siempre se puede creer en la sinceridad de sus manifestaciones, especialmente cuando se trata de negocios, observa Gosselman, quien agrega que este personaje tiene una afición rayana en el absurdo por los juegos de suerte y azar21. Los representantes de este sector son en general muy anglófilos, anota Cochrane, y agrega: de los tipos americanos conocidos, el más parecido a los ingleses es el granadino de la clase alta. Y cuando el coronel Hamilton visita en Popayán la residencia de don Joaquín Mosquera, observa que en el comedor el orden de la mesa sigue el orden inglés y que la vajilla es inglesa22.

Sobre la clase alta de Popayán, todos coinciden en que posee grandes fortunas en tierras, minas y esclavos. En general, son más distinguidos que los de Santa Fe, dice Mollien. Se les reprocha, agrega, su indolencia, cosa natural en una gente que tiene esclavos23. De la clase alta de Cartagena y Mompós, Gosselman y Mollien dejan una imagen poco positiva. Prefieren la hamaca a exponerse a los rayos del sol. Es muy raro encontrar gente en las calles a las horas del medio día. Tanto éstas como las plazas están vacías, observa Gosselman, refiriéndose a Cartagena24. Y en una pormenorizada semblanza de un caballero de Mompós, narra su actividad cotidiana: Se levanta, toma el desayuno, ensilla su caballo, da una vuelta por la ciudad, vuelve a su hamaca, toma su almuerzo, duerme la siesta y en la tarde repite un itinerario semejante25.

Cincuenta años más tarde, en 1882, el geólogo alemán Alfred Hettner encuentra en Bogotá una sociedad un poco más compleja. Anota que entre la clase alta y la baja se ha formado una clase que denomina "media", compuesta de artesanos, empleados y dueños de pequeños comercios que ha abandonado la ruana y el sombrero de paja usado por la clase baja para adoptar la indumentaria europea26. De la clase alta no deja una imagen positiva. La considera frívola y de muy laxa moral, sobre todo cuando desempeña funciones públicas. Suele ufanarse de su ascendencia española, dice, pero sólo en raras excepciones alcanza a hacer resaltar el tipo español27. No desdeña las actividades mercantiles y no es extraño que un miembro del gabinete ministerial, al abandonar su cargo, vuelva a despachar en su almacén. La clase baja continua sumida en la pobreza y presenta altos niveles de alcoholismo y pequeña delincuencia28.

La intensa actividad religiosa de la población y el influjo de la iglesia en la vida social y política es uno de los aspectos más destacados y minuciosamente observados. Bogotá es una ciudad de iglesias y conventos, observa el coronel Hamilton. Al igual que en las ciudades españolas, todo el día se oye el repicar de las campanas29. Con 29.049 habitantes, tiene tantas iglesias como París con un millón, dirá Isaac Holton más tarde, en 185030. El pueblo se persigna al pasar por las iglesias y conventos, y todos se arrodillan al pasar el santísimo sacramento, inclusive los miembros de la clase alta, con la diferencia de que éstos ponen en el suelo su pañuelo. Los actos de agresivo fanatismo no faltaban. Gosselman cuenta que a propósito del fuerte sismo que tuvo la ciudad en 1824, el pueblo de Bogotá atacó las casas del cónsul y de los residentes ingleses por creer que era la presencia de protestantes la causa del terremoto, y que por eso tuvieron que pedir protección a las autoridades y salir de sus residencias armados31. El juicio del alemán Hettner, cincuenta años mas tarde, es diferente. Los colombianos, observa, son muy católicos pero aun tomando por hereje a todo protestante, distan mucho de ser fanáticos32.

La salud de la población en general, sobre todo del pueblo bajo, es deplorable, y las instituciones de asistencia prácticamente inexistentes. Dos flagelos hacen estragos en toda la población: las niguas y el coto. Hasta los perros tienen coto, observa Mollien33. Treinta años más tarde, Holton, hace las mismas observaciones sobre el coto y las niguas, y agrega la presencia endémica de las enfermedades digestivas, la lepra, la sífilis, la tuberculosis, y la completa ausencia de servicios hospitalarios34.

Finalmente, un hecho observado por todos es la seguridad con que puede viajarse en el país. Con excepción de Gosselman, a quien, según su relato, robaron un reloj en Santa Marta y su billetera en la Gaira35, ninguno relata pérdidas, robos o actos de violencia durante sus viajes. El mismo Gosselman anota, al final de su relato, que en el país se pueden hacer envíos de mercancías, inclusive de oro, en viajes que pueden durar varias semanas sin que haya ninguna pérdida. Y el geólogo Hettner dice que para viajar a través de todo el país nunca tuvo necesidad de escolta ni de hacer uso de un revólver36.


Economía

Los primeros observadores y viajeros que llegaron a Colombia una vez producida la independencia estaban interesados en proyectos de inversión y en el establecimiento de relaciones comerciales entre el país y algunas naciones europeas, como Inglaterra y Francia, y secundariamente con Suecia y Alemania. Sabían, por la información histórica de la que disponían, que Colombia, como Perú y México, era un país rico en minas de oro y plata. Adicionalmente, lo consideraban un buen mercado para colocar manufacturas europeas y adquirir materias primas agrícolas y mineras que tenían demanda en Europa, como tabaco, cacao, azúcar, cueros, etc. Estaban también interesados en conocer las condiciones y capacidades de los colombianos como hombres de negocios, y las políticas que en materia económica y comercial tenían los gobiernos de los nuevos estados.

Entre los viajeros que llegaron al país en este primer grupo, el que dejó un panorama más completo del estado y posibilidades de la nación en el campo económico fue el francés G.T de Mollien37. No sólo visitó la mayor parte del territorio nacional, sino que estudió minuciosamente los documentos oficiales que contenían información sobre las finanzas públicas, el comercio, la minería y las riquezas agrícolas reales y potenciales. Dejó además la única y más minuciosa descripción de la industria artesanal textil de la ciudad del Socorro y de otras poblaciones de la región de Santander, de su tecnología, sus calidades y precios, así como de las condiciones sociales de los trabajadores. Anota, de paso, que sus productos están siendo sustituidos por los tejidos ingleses que resultan más baratos y son preferidos por las clases sociales altas38.

Sobre la situación económica que encuentra en Bogotá observa que los capitales son muy modestos. No hay en la ciudad cuatro personas que tengan un capital de cien mil pesos. Lo dominante son los capitales de diez mil. Observa ciertas paradojas de la agricultura, como el hecho de que son mejor cultivados los géneros venidos del extranjero que los de origen nativo, como el cacao. El café se consume poco y se vende en las boticas. Considera prematuras las opiniones de los colombianos sobre las riquezas del país, pues éstos piensan que una vez eliminadas las trabas impuestas por España vendrá la prosperidad39.

El coronel Hamilton, embajador de su majestad británica, al parecer más interesado en la naturaleza que en la economía, dejó sin embargo algunas observaciones sobre la agricultura y la minería. Anota que la Sabana de Bogotá está bien cultivada de trigo, cebada y alfalfa, pero que los arados e implementos de trabajo son de burda construcción40. Cochrane, más interesado en minas que en otros aspectos de la economía, constata las muchas esperanzas y los capitales que se invierten en desecar la laguna de Guatavita para extraer el tesoro que, según la leyenda, depositaron en ella los indígenas antes de la conquista. Se refiere también a las minas de esmeraldas, que son tan ricas que hasta en el buche de las gallinas se encuentran las preciadas gemas41. En su visita al Valle del Cauca, tanto el oficial de marina Cochrane como el coronel Hamilton elogian no sólo la belleza del paisaje, sino también su fertilidad y potenciales riquezas42.

De los viajeros que visitaron el país después de 1850, el norteamericano Isaac Holton, interesado esencialmente en problemas educativos y religiosos, a no ser por la gran miseria que encuentra en el pueblo bajo de Bogotá, se refiere en forma muy sumaria a la situación económica. Hace alusión a la inexistencia de industrias y al fracaso que tuvieron los esfuerzos que en este campo se hicieron después de la Independencia. Ni los tejidos de algodón, ni el papel, ni el vidrio prosperaron, según su opinión, por falta de operarios debidamente preparados para manejarlos. Sólo perduró la fábrica de loza, dirigida, cuando él la visitó, por Nicolás Leiva, y de la cual dijo que su organización y eficiencia honrarían a la industria norteamericana43.

El geólogo alemán Alfred Hettner llega al país cuando éste entraba en un período de depresión económica. Las exportaciones de tabaco y quina que habían impulsado las exportaciones entre 1850 y 1880 comenzaban a declinar y de los proyectos industriales que se pusieron en marcha en esos días, sólo el de la cerveza prosperaba. Hettner piensa que la crisis del tabaco y de la quina se debió a errores en la técnica de producción. El tabaco, según él, iba perdiendo el mercado europeo por su deficiente calidad debida al agotamiento de los suelos por carencia de abonos y de rotación de cultivos. En el caso de la quina, fue su explotación irracional el factor que condujo a la crisis. No se siguió un procedimiento técnico en su manejo. Se arrancaba la corteza hasta de las raíces de los árboles y nadie, excepto un alemán, hizo nada por seleccionar las especies más productivas y por cultivarlas técnicamente. El resultado fue que las quinas colombianas perdieron el mercado europeo y no resistieron la competencia de las producidas por los holandeses en sus colonias asiáticas44.

Las iniciativas industriales tomadas al amparo de las medidas proteccionistas del presidente Núñez tampoco tuvieron éxito por falta de adecuada planeación. La producción de hierro en Samacá fracasó por desconocimiento del potencial del mineral y por la sustracción dolosa de materiales. Una fábrica de zapatos, planeada para respondiera a la demanda nacional, fracasó por la escogencia inadecuada del modelo indicado para el consumidor colombiano y por las conflictivas relaciones con los técnicos alemanes contratados para dirigirla45.

Según su opinión, la agricultura y la ganadería también manifiestan evidentes deficiencias. Aunque se han importado nuevas razas de ganado y nuevos forrajes, Colombia no está en capacidad de producir buena carne. Tampoco han tenido adecuado desarrollo los esfuerzos hechos en materia de instrucción técnica. Se crearon escuelas de agronomía, pero su funcionamiento es precario46. Las relaciones entre trabajadores y propietarios le recuerdan las de la Prusia oriental feudal. El tipo de propiedad dominante es el gran latifundio, con excepción de unas pocas regiones como el valle de Tenza en Boyacá, donde el pequeño y mediano propietario predominan. En las grandes haciendas de Cundinamarca y Boyacá, tanto peones como arrendatarios y aparceros están en situación de servidumbre. Dependen en sumo grado de los propietarios, "forzados como están a adquirir todos sus menesteres, hasta la chicha, en la tienda de propiedad del hacendado, siendo de interés del patrón el que las cuentas permanezcan siempre en saldo rojo. A falta de contrato de arrendamiento, como es la regla, el arrendatario se arriesga a ser expulsado en un par de días en caso de desavenencia con el dueño, perdiendo por lo general todo el fruto de su esfuerzo"47.

Las demandas judiciales raramente resultan conducentes, ya que el juez suele ser dependiente del terrateniente o por lo menos susceptible a sus promesas o a su plata. Cuanto suena el tema de la igualdad en la boca de los políticos –agrega Hettner-menos se nota su efecto en la realidad48. La vivienda de las haciendas, con relativa excepción de las de la Sabana de Bogotá, es primitiva. La destinada a los propietarios, que suelen visitar sus predios una o dos veces al año, consta de un par de habitaciones sin mayor confort. La de los arrendatarios y peones suelen ser miserables49. El único sector de la economía que mantiene cierto vigor es la minería, gracias a los esfuerzos de los antioqueños y los ingleses. En resumen, concluye Hettner, Colombia es hoy un pueblo pobre, hecho que queda en evidencia cuando se da un vistazo a su tenor de vida50.

¿Le parece muy atrasado el país, caballero? Esta es la discreta pregunta, dice Hettner, a la que el viajero europeo se ve enfrentado con la discreta esperanza de conseguir una respuesta negativa. Pero lejos de mí sucumbir a la debilidad colombiana de contrariar la verdad por meras razones de cortesía. En consecuencia, mi constante respuesta era: "pues sí señor, lo siento mucho, pero así es, ofreciendo casualmente mis excusas por medio de unas palabras explicativas alusivas a la configuración adversa del terreno colombiano y otras, siempre y cuando la inoportunidad de mi interlocutor no hubiera afectado mi usual buen humor"51.

Ante esta certidumbre, Hettner se pregunta cuál será el elemento retardante. ¿Lo encontraremos en la naturaleza física del país? ¿O en su desarrollo histórico? ¿0 tal vez en el carácter nacional? Los colombianos de la clase superior, observa, acostumbran echar toda la responsabilidad a la política colonial de la madre patria y lo cierto es que así se explica el atraso que existía en las colonias en la época de la emancipación, pero no es menos dudoso que aun después de que la independencia removió aquellas trabas, el progreso de Colombia ha sido muy lento, ya que los colombianos gastan sus fuerzas y sus medios en querellas infructuosas y en revoluciones, tal como lo hicieron las naciones recientemente fundadas, lo que no puede ser compatible con el trabajo serio, concentrado en la formación de riqueza y en el progreso intelectual52. Colombia, agrega, suele señalarse como un país especialmente privilegiado por sus riquezas, calificación escuchada más dentro que fuera de sus fronteras, opinión que se basa no sólo en sus yacimientos de oro y plata, sino también en la variedad de productos que el carácter montañoso de su territorio le permite producir. Pero, como lo ha observado Von Thilman, el hecho de tener la posibilidad de cultivar una amplia variedad de frutos no representa una ventaja si no hay unas facilidades para el intercambio, y en el caso de Colombia no existen53. Por esta circunstancia, agrega, el ferrocarril, el medio de transporte más ligado al progreso de los países, apenas se ha iniciado con pequeños tramos para comunicar a Bogotá y Medellín con el río Magdalena.

Como el país se halla despoblado, los colombianos esperan que una fuerte inmigración de europeos, que ha dado a Chile y Argentina un ritmo de progreso que contrasta con el atraso colombiano, pueda modificar la situación. Pero mientras esos territorios sigan abiertos para los inmigrantes, opina Hettner, Colombia no podrá beneficiarse de este factor del desarrollo económico y cultural, y dentro del país las fuerzas morales requeridas para acelerarlo no se vislumbran54. Sin embargo, concluye, todo intento de anticipar el futuro de un país tiene apenas un valor relativo, ya que sucesos fuera de todo alcance de la capacidad humana de prever pueden alterar tanto las condiciones como la celeridad del desarrollo social y cultural, ya se trate de revoluciones, inventos de gran alcance o influencias de origen religioso y moral55.


La cultura

Los primeros viajeros dejaron una relación muy sumaria de este aspecto de la vida social. Destacan los esfuerzos del primer gobierno republicano para organizar un sistema educativo, creando escuelas de primeras letras basadas en el método lancasteriano importado de Inglaterra, organizando colegios de segunda enseñanza en las provincias y una universidad Central, para la cual trajeron una misión de consejeros franceses. Hicieron alusiones a la arquitectura y al arte religiosos de Bogotá. Visitaron la iglesia catedral y la cercana capilla de El Sagrario, situadas en la plaza principal, y elogiaron la riqueza de sus altares y las obras del pintor colonial Gregorio Vásquez56.

Los viajeros que visitaron el país en la segunda mitad del siglo XIX fueron más explícitos en sus observaciones. El que mostró mayor preocupación por el sistema educativo fue sin duda el norteamericano Isaac Holton. Visitó particularmente las escuelas de primeras letras, veinte en conjunto, según su relación, y los establecimientos femeninos. Encontró que los maestros tenían una formación rudimentaria y que la enseñanza no iba más allá de las primeras letras. "Enseñan a rezar, pero no a leer", observa con ironía a propósito de su visita a una escuela primaria en la ciudad de Ibagué57. De la arquitectura y el arte religioso que encuentra en las iglesias y conventos de Bogotá, tampoco es gran admirador. Las imágenes le parecen feas y las ceremonias grotescas. La única muestra de arte colonial que encomia es el convento de San Francisco58.

Treinta años después, en 1882, al describir la situación cultural del país, el alemán Alfred Hettner es todavía más crítico. Reconoce que se han hecho algunos progresos en la enseñanza primaria a través de las escuelas normales fundadas en 1870 y puestas bajo la dirección de una misión pedagógica alemana, pero agrega que la preparación de los maestros es deficiente y sus cargos inestables porque sus salarios no son pagados oportunamente. Considera que la clase alta adolece de superficialidad a la vez que de sentido práctico. El gran obstáculo para el desarrollo de las ciencias son las condiciones económicas y sociales precarias, pues nadie podría vivir en ellas, de manera que no pasa de ser una afición de personas aisladas. Cuervo, autor de un monumental diccionario de la lengua española, para sobrevivir tuvo que organizar una cervecería. Fabián González, interesado en la paleontología, es ingeniero y ferretero de profesión. Rafael Nieto París, con talento para hacer una carrera de física en Alemania, debe ganarse la vida como relojero. José Gerónimo Triana, botánico, Ezequiel Uricoechea, lingüista, y Cuervo, filólogo, para realizarse se han ido a Europa59. Hace, sin embargo, algunas excepciones: Miguel Antonio Caro ha hecho una buena traducción de Virgilio; Joaquín Acosta, José Manuel Restrepo, Groot, Plazas y Vergara y Vergara han escrito plausibles estudios históricos. Uricoechea y Zerda se han dedicado al estudio de las antigüedades indígenas. J.M. González ha reinstalado el observatorio nacional y Triana está dedicado a la flora60.

Las artes plásticas y la arquitectura no salen mejor libradas. Las pocas edificaciones de alguna significación de Bogotá han sido construidas por profesionales extranjeros. Lo mismo ocurre con los pocos monumentos públicos, pues no hay un escultor de nacionalidad colombiana, y en la pintura sólo Alberto Urdaneta se ha dedicado a ella profesionalmente61. Tan sólo la poesía tiene terreno productivo, ya que casi todo bogotano instruido es poeta. Contrastando con lo mediocre de la literatura dramática y novelesca, el caudal de poemas líricos y de los llamados cuadros de costumbres es considerable. El héroe de los colombianos amantes de las letras es Víctor Hugo. La literatura inglesa y alemana, poco les dicen. A Goethe y Schiller apenas se les conoce, teniéndoseles a menudo como personas vivientes, y en materia de ciencias, piensan que Julio Verne y Flanmarion están a la vanguardia de ellas62.

El suizo Ernest Röthlisberger, que vino al país por la misma época contratado como profesor de historia y filosofía de la Universidad Nacional, es más indulgente. La vida cultural de Bogotá, dice, es tanto más notable cuanto que la cultura de la época colonial fue muy limitada. Los criollos, observa, poseen una inteligencia natural y afición al estudio de las artes. No obstante, se ejercitan preferencialmente en los temas filosóficos y religiosos. Los temas que reclaman esfuerzo, paciencia y asiduidad, como las matemáticas, la ciencia experimental y la historia trabajada en sus fuentes, se ven demasiado olvidadas63. Sin embargo, agrega: aunque sólo unos pocos hombres selectos poseen un riguroso sentido científico y aunque aún no se haya introducido la llamada exactitud germánica, es indudable que en una pequeña minoría se advierte la preocupación por todas las novedades y creaciones de la cultura64. En contraste con Heffner, elogia particularmente la literatura poética en sus manifestaciones cultas y populares, y destaca la positiva atmósfera de estudio que se respira en la Universidad Nacional, la receptividad e inteligencia de los estudiantes, y el interés de la clase alta de Bogotá, en los actos ceremoniales de la Universidad. Menciona la existencia de una biblioteca pública de 13.000 volúmenes y el activo comercio librero que tiene la ciudad, incluso de libros importados de Europa65.

Sobre el gusto y la sensibilidad estética de la clase dirigente bogotana, hay diferentes opiniones. Hettner los encuentra no muy refinados. En sus residencias, observa, hay numerosos espejos y muebles, pero los cuadros que adornan las paredes son de mal gusto, simples litografías populares en Europa66. Röthlisberger da una visión más positiva y anota que en ninguna de sus residencias falta un piano y que durante su estadía en Bogotá disfrutó del trato culto y de la excelente atmósfera cultural existente en numerosas familias bogotanas67.


Glosa final

Al comienzo de este ensayo hacíamos la observación de que los viajeros europeos que visitaron el continente suramericano en el siglo XlX no estaban exentos del influjo de ciertas ideas que con pretensiones científicas circulaban en algunos medios intelectuales de Europa. Tal sucedía con el uso e interpretación del concepto "raza" aplicado a los grupos humanos.

Como puede observarlo el lector de sus textos, todos usan la terminología que habían empleado las autoridades españolas para clasificar a los diversos grupos que componían las sociedades hispanoamericanas: blancos, indios, mestizos, zambos y negros. Eso era quizás inevitable, puesto que las categorías sociales que se aplicaban en la Europa de su tiempo –aristocracia, burguesía, clase obrera-, no eran adaptables en el Nuevo Mundo. Aceptar la terminología colonial en sí misma no sería objetable, porque esas eran las denominaciones que operaban en la práctica de la vida social. Pero al referirse a sus características psicológicas y a sus formas de comportamiento, éstas se explicaban por el carácter racial de los actores y no como los efectos de las relaciones sociales que existían entre unos y otros, sobre todo a las relaciones que los grupos del llamado "pueblo bajo" tenía con el grupo de los blancos. Se pensaba, por ejemplo, que el elemento africano no tenía un determinado comportamiento por ser o haber sido esclavo, sino por ser negro. Por eso no percibían que un eventual cambio en las relaciones entre unos grupos y otros pudiera modificar sus actitudes y sus características psicológicas. Consciente o inconscientemente tomaban las razas como entidades fijas que tenían sus características culturales y morales en sí mismas.

Un ejemplo de este fenómeno lo encontramos en el caso del geógrafo Alfred Hettner, quien por lo demás analiza la situación del país con evidente simpatía. Al preguntarse, al final de su relato, cuáles serían las causas que retardan el progreso de Colombia, vacila entre atribuírselas a su compleja y difícil geografía, a otros factores históricos, o a la débil moral de su clase dirigente; y luego concluye: "Mucho más difícil de contestar sería la pregunta de si la traída de los negros ha resultado en beneficio o en contra de los intereses del país, tanto aquí como en otras naciones. Cierto es que sin su trabajo muchas riquezas habrían quedado sin extraer del subsuelo, pero tampoco cabe negar que aquí, hoy en día, parecen detener el progreso, a la vez que constituyen un grave peligro para el futuro del país"68.

Repasando el panorama de la Colombia del siglo XIX trazado por los observadores extranjeros reseñados en este ensayo, parece natural que el lector obtenga una visión un tanto pesimista y negativa de la realidad del país. Sin embargo, como lo indicábamos en nuestra introducción, sus testimonios, como todas las fuentes del conocimiento histórico, deben ser sometidas al análisis del historiador y a su critica. En el caso del más notable de ellos, el alemán Alfred Hettner, observamos que generaliza considerablemente la baja moral y la ineficiencia de la clase dirigente política colombiana de fines del siglo. Es verdad que en ella hubo personalidades mediocres e inescrupulosas, pero las hubo también honestas y eficaces en su función pública. Basta pensar, por ejemplo, en nombres como el de Salvador Camacho Roldan, que al mismo tiempo que ponía orden en las finanzas publicas, como ministro de hacienda, fundaba librerías y ejercía la cátedra universitaria. 0 en Miguel Samper, cuyas actividades como banquero, empresario, ministro de hacienda y analista de los problemas sociales y económicos de la época, le merecieron de sus contemporáneos el título de "el gran ciudadano". 0 en Santiago Pérez, quien después de haber realizado una de las reformas educativas más fecundas de la centuria, salía de la presidencia de la República pobre, a ejercer de nuevo la dirección de su colegio de segunda enseñanza. Todos ellos merecen el encomio de otro observador de la época, el suizo Ernest Röthlisberger. Bajo su presidencia –dice con respecto a los jefes de gobierno posteriores a 1870- se elevaron considerablemente el crédito financiero y moral de la República. Las exportaciones superaban en millones las importaciones. Los presidentes eran sencillos servidores del Estado y la administración se regía del modo más honorable69.

La visión de la clase alta bogotana parece también un poco simplificada por Hettner. Como suele ocurrir en este tipo de análisis, generalmente se omiten las excepciones o se destaca una forma de la conducta, pero no la conducta total de los actores. Es probable que los rasgos dominantes de la clase alta bogotana no fueran muy positivos, pero no sería objetivo ignorar algunos de sus esfuerzos en pro del desarrollo económico y cultural del país. Esa clase no sólo persiguió los beneficios de la burocracia e hizo guerras civiles. También colonizó nuevas tierras y fundó explotaciones agrícolas en la vertiente occidental de la cordillera oriental y en las márgenes del río Magdalena, e introdujo innovaciones en tecnología agrícola y pecuaria, que ciertamente no produjeron una revolución, pero abrieron un nueva perspectiva de desarrollo económico.

Nadie mejor que Alfred Hettner, sin duda el más analítico y sagaz de los observadores extranjeros que pasaron por Colombia en el siglo XlX, se da cuenta de las dificultades que tiene toda generalización que se haga sobre el carácter de una sociedad o de un pueblo, cuando al finalizar su obra hace la siguiente afirmación: "Al juzgar tanto a las personas como a los pueblos hemos de tener en cuenta muchas cosas, cuidándonos de censurar a los suramericanos desde el punto de vista de la cultura europea del siglo XIX, que tan fácilmente nos seduce hacia lo exagerado y presuntuoso"70.


Nota biográfica sobre los autores

1. Gaspar Theodor de Mollien. Francés. Perteneciente a una familia noble. Vino a Colombia probablemente en busca de negocios comerciales. No produjo buena impresión en los círculos oficiales de Santa Fe de Bogotá, quizás por sus opiniones sobre la educación de Bolívar, el Libertador, así como por sus críticas a las nuevas instituciones políticas que consideraba poco realistas. Fue, entre los viajeros extranjeros que visitaron a Colombia en los años inmediatamente posteriores a la independencia nacional, el mejor documentado sobre los problemas administrativos y económicos de la época.

2. Carl August Gosselman. De nacionalidad Sueca. Oficial de la marina real. A juzgar por sus frecuentes citas de autores latinos y por el hecho de poner su libro bajo el patrocinio intelectual del doctor Samuel Jonson, era hombre culto. Vino a la Nueva Granada enviado por el gobierno sueco para explorar las posibilidades de relaciones comerciales entre los dos países. Tenia entonces 25 años.

3. Coronel J.P. Hamilton. Representante diplomático de Inglaterra durante el gobierno de Canning, interesado en el estudio de las nuevas instituciones políticas, en la situación económica y social del país, pero sobre todo en la fauna, especialmente en loros, pájaros y micos. "Cultivado, generoso y tolerante", según Malcolm Deas, prologuista de su libro sobre Colombia utilizado en este ensayo.

4. Charles Stuart Cochrane. Antiguo oficial de la marina inglesa, hijo del almirante Sir Alexander Cochrane, quien sirvió a las marinas chilena, peruana y brasilera en la época de la independencia. Vino a la Nueva Granada en 1823, interesado en negocios mercantiles y mineros. Tras una permanencia de un año en Bogotá, visitó el Valle del Cauca y la región del Chocó. Dejó una detallada descripción de la sociedad bogotana y de su contorno geográfico, así como un pormenorizado esquema de la organización política de la nación.

5. Isaac Holton. Norteamericano. Químico, naturalista, teólogo. Pastor protestante. "Soltero, andariego de inagotable curiosidad. Antes de viajar a Nueva Granada leyó a Acosta, Boussingault, Humboldt, Bompland, Stuart, Duane", según lo relata su biógrafo y editor norteamericano C. Harvey Gardiner. Especialmente preocupado por los problemas educativos y religiosos. Su visión de Nueva Granada es un poco pesimista, pero muy positiva y optimista al terminar su texto.

6. Alfred Hettner. Geólogo y geógrafo de nacionalidad alemana. Vino al país en 1882 como acompañante del embajador, inglés. Previene al viajero europeo que visita a América que se abstenga de aplicar los criterios que usa en Europa para analizar y comprender los hechos americanos. Es muy franco y critico cuando se refiere a la mentalidad y costumbres políticas de la clase dirigente y discretamente optimista sobre las riquezas naturales del país y su futuro.

7. Ernest Röthlisberger. De nacionalidad suiza. Llegó al país cuando tenía 25 años, contratado como profesor de filosofía e historia de la Universidad Nacional. Viajó por algunas regiones del país. Se comprometió muy activamente con la vida social e intelectual colombianas y se vinculó a su sociedad contrayendo matrimonio con una hija de Manuel Ancízar, antiguo rector de la Universidad Nacional y uno de los más notables dirigentes intelectuales del país en la segunda mitad del siglo XlX.


Comentarios

1 HETTNER, Alfred, Viajes por los Andes Colombianos.1882-1884, Bogotá, Banco de la República, 1976, p. 69.

2 MOLLIEN GASPAR, Theodor de, Viajes por la República de Colombia, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Imprenta Nacional, 1944, p. 106.

3 Ibid., p. 160.

4 MOLLIEN GASPAR, Theodor de, op. cit., p. 161 ss.

5 Ibid., pp. 142-143.

6 HOLTON, Isaac, New Granada. Twenty Months in Colombia, London, South Illinois University Press, 1967, p. 112 ss.

7 Ibid., p. 112 ss.

8 Ibid., p. 150.

9 RÖTHLISBERGER, Ernest, El Dorado. Estampas de Viaje de la Colombia Sudamericana, Bogotá, Biblioteca Quinto Centenario, Presidencia de la República, 1993, p. 351 ss.

10 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 367 ss.

11 Ibid., p. 36 ss.

12 RÖTHLISBERGER, Ernest, op. cit., p. 148 ss.

13 Ibid., p. 148 ss.

14 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 371.

15 Ibid., p. 228.

16 Ibid., p. 230.

17 GOSSELMAN, Carl August, Viaje por Colombia. 1825-1826, Bogotá, Banco de la República, 1985, pp. 334 ss.

18 Ibid., pp. 1, 6.

19 HAMILTON (Coronel) J. P., Viajes por el Interior de la República de Colombia 1827, Bogotá, Biblioteca V Centenario, Presidencia de la República, 1992, pp. 1, 4.

20 HOLTON, Isaac, op. cit., pp. 78-79.

21 GOSSELMAN, Carl August, op. cit., pp. 343-344.

22 HAMILTON (Coronel), J. P., op. cit., pp. 232-233.

23 MOLLIEN GASPAR, Theodor de, op. cit., p. 264.

24 GOSSELMAN, Carl August, op. cit., p. 142.

25 Ibid., pp. 113-114.

26 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 72 ss.

27 Ibid., p. 72 ss.

28 Ibid.

29 HAMILTON (Coronel), J. P., op. cit., p. 97 ss.

30 HOLTON, Isaac, op. cit., p. 78 ss.

31 GOSSELMAN, Carl August, op. cit., p. 366.

32 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 221.

33 MOLLIEN GASPAR, Theodor de, op. cit., p. 91.

34 Ibid., p. 179 ss.

35 GOSSELMAN, Carl August, op. cit., p. 59, 60.

36 MOLLIEN GASPAR, Theodor de, op. cit., pp. 140/ 160.

37 Ibid., p. 376.

38 Ibid., p. 92.

39 Ibid., p. 377 ss.

40 HAMILTON (Coronel), J. P., op. cit., p. 159 ss. 

41 COCHRANE, Charles Stuart, Viajes por Colombia .1823-1924, Bogotá , ed. Biblioteca Quinto Centenario, Presidencia de la República, 1994, p. 214 ss.

42 HAMILTON (Coronel), J. P., op. cit., p. 280 ss.

43 HOLTON, Isaac, op. cit., p.. 118 ss.

44 HETTNER, Alfred, op. cit, p.. 179 ss.

45 Ibid., pp. 211, 212.

46 Ibid, p. 369.

47 Ibid., pp. 216, 217.

48 Ató, pp. 216, 217.

49 Ibid, p. 217.

50 Ibid, p. 379.

51 Ibid, p. 374.

52 Ibid, p. 184.

53 Ibid, p. 383.

54 Ibid, p. 382.

55 Ibid, p. 383.

56 HAMILTON (Coronel), J. P., op. cit., p. 120, y COCHRANE, Charles Stuart, op. cit., p. 161 ss.

57 HOLTON, Isaac, op. cit., p. 143.

58 Ibid., p. 84 ss.

59 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 118 ss.

60 Ibid., p. 124.

61 Ibid, p. 123.

62 Ibid, p. 124.

63 RÖTHLISBERGER, Ernest, op. cit., p. 164.

64 Ibid., p. 164 ss.

65 Ibid., p. 131.

66 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 84.

67 RÖTHLISBERGER, Ernest, op. cit, p. 131.

68 HETTNER, Alfred, op. cit, p. 384.

69 RÖTHLISBERGER, Ernest, op. cit., p. 363.

70 HETTNER, Alfred, op. cit., p. 385.