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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.24 Bogotá jul./dez. 2002

 

SCHORSKE CARL E. PENSAR CON LA HISTORIA, MADRID, TAURUS, 2001, 393 PP

Decsi Arévalo Hernández
Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.


A lo largo de los doce ensayos que comprende el texto Pensar con la historia, el historiador y profesor de Princeton, nos da una amplia muestra del oficio del historiador. En ellos se recurre a distintos instrumentos que permiten situar a los sujetos en los distintos tiempos históricos comprendidos en su presente. La compilación que aquí se reseña corresponde a artículos de diferentes épocas, revisados con motivo de la nueva edición. El tema de la modernidad, al que Schorske le ha dedicado buena parte de su trabajo, es el escenario para la reflexión en torno a las metamorfosis de Clío. Así, el libro se ocupa del paso de la historia como una forma privilegiada de construcción de significado a su abandono a favor de una modernidad ahistórica a fines del siglo XIX, este tránsito incluye diversas aproximaciones al pasado y variadas formas de su aprehensión. El autor entonces estudia la manera como los intelectuales decimonónicos vuelven su mirada al pasado y cómo utilizan ese conocimiento de la historia para elaborar propuestas de futuro; es esta la razón del título de libro, pensar con la historia se define como "la utilización de material del pasado, así como el empleo de las configuraciones en las que lo organizamos y comprendemos para orientarnos en el presente en que vivimos" (p. 17).

El primer ensayo, en el que el autor presenta su autobiografía intelectual, es un interesante punto de arranque para mostrar con su propio ejemplo el pensar con la historia. En los párrafos que lo componen se sintetiza la evolución de la concepción de la historia en el siglo XX a través de la forma en que el autor va recibiendo sus influjos. Es una interesante muestra de cómo hacer una biografía intelectual, que resulta especialmente estimulante al reflexionar sobre la historia del pensamiento en cualquier disciplina; nos recuerda el autor que esa historia no es sólo un desarrollo lógico de teoremas, sino la combinación de múltiples elementos en los que se conjugan las influencias intelectuales, las rupturas teóricas del momento, los avatares de la vida personal y los cambios que la sociedad enfrenta en su momento.

En la perspectiva de ver las mutaciones en la apreciación de la historia, el autor divide su trabajo en dos partes, la primera dedicada a observar "la supremacía de clío: culturas historicistas en la Europa del siglo XIX" y la segunda a "Clío eclipsada: hacia la modernidad de Viena".

La ciudad (en especial Viena) constituye un punto central en la reflexión, en torno a ella se desenvuelven las tesis de la modernidad y sus transformaciones son objeto de ardientes discusiones entre la intelectualidad que apoya o rechaza el movimiento modernizador. Como lo señala Schorske, "uno crea su propia imagen de ella [se refiere a la ciudad, pero igual podríamos decir del mundo o de cualquier fenómeno] a través del filtro perceptivo que tiene su origen en la cultura heredada, transformada por la experiencia personal" (p. 75). Y es a partir de esta premisa que aborda el estudio de la manera como los intelectuales europeos se relacionan con la historia en el paso a la modernidad, es decir, se trata de poner en evidencia la herencia y la observación y apropiación del presente.

Varias conclusiones se derivan de sus escritos. La defensa de una posición frente al fenómeno moderno, en opinión de Schorske, es el mecanismo a través de cual se apela a la historia. Las miradas sobre la ciudad están alimentadas por un tipo de percepción de la historia y por una forma de recurso a la historia; es así como la prefiguración del pasado alimenta el estímulo al retorno, a su superación o a la ruptura con él. Otro argumento interesante en los contactos con la historia tiene que ver con los resultados en la propia disciplina, esta aproximación se desarrolla en "la historia como vocación en la Basilea de Burckhardt", a quien Schorske le atribuye el propósito de conservar elementos de la Basilea premoderna al menos en las formas educativas y en su concepción de la cultura y, por ello, Burckhardt crea una forma de historia en la que la sensación de un espacio histórico sustituye a la del tiempo histórico, que lo lleva a un tipo de síntesis entre el medievalismo y el modernismo. El ensayo "la búsqueda del Grial: Wagner y Morris", muestra distintos resultados de una misma exploración. A juicio de Schorske, estos dos artistas fueron en busca del futuro en las reliquias del pasado, pero cada uno hizo el camino inverso al otro. El artículo es también una muestra de cómo leer históricamente los objetos artísticos.

En la segunda parte, en la que se refiere a Clío eclipsada, explora el camino por el cual se abandonará la historia como un referente privilegiado. En este segundo conjunto se abordan varios tópicos de tensión. Sostiene el autor que cuando en 1860 la burguesía inició la transformación de la sociedad se hizo evidente la presencia de dos culturas: el barroco y la ilustración; la interacción entre estas dos corrientes, que son analizadas a través de las manifestaciones de la cultura: universidad, arte y arquitectura, así como los cambios socio-políticos, dieron fuerza a las nuevas generaciones encargadas de la transformación cultural, en las que primó el interés por los componentes psicológicos y estéticos, más que los políticos y éticos. En el ensayo sobre "tensión generacional y cambio cultural", el autor hace una aproximación a pensar con la historia en términos de la integración del hombre en el flujo de la historia; sus preguntas tienen que ver con el momento, si es que lo hubo, en que los jóvenes de fines de siglo se identificaban como grupo y ubicaban el lugar histórico en que se desenvolvía.

Este tema lo lleva a estudiar lo que podrían considerarse los elementos que determinan la "conciencia de ser", en este sentido nuevamente se explora la manera como estos jóvenes pensaban con la historia, para encontrar distintas tendencias, unos que retomarían elementos del pasado para crear una nueva comunidad, otros que deseaban independizarse "de la mano muerta del peso del pasado", unos más sustentaban la atemporalidad y también estaban los que pretendían utilizar las culturas del pasado como reservas de modelos humanos y como símbolos.

Finalmente, el epílogo está dedicado al examen de "la historia y el estudio de la cultura". En él se aportan argumentos a las ya clásicas discusiones del quehacer histórico, como son el papel de la historia en la cultura, la relación con otras disciplinas y los cambios en la concepción de la historia, entre otros.