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 número26ROLDÁN MARY, A SANGRE Y FUEGO. LA VIOLENCIA EN ANTIOQUIA, 1946 - 1953, BOGOTÁ, INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA, BANCO DE LA REPUBLICA, 2003, 435 PP.MARTÍNEZ FEDERIC, EL NACIONALISMO COSMOPOLITA. LA REFERENCIA EUROPEA EN LA CONSTRUCCIÓN NACIONAL EN COLOMBIA, 1845 - 1900, BOGOTÁ, BANCO DE LA REPUBLICA, INSTITUTO FRANCÉS DE ESTUDIOS ANDINOS, 2001, 580 PP. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.26 Bogotá jul./dez. 2003

 

URREGO MIGUEL ÁNGEL, INTELECTUALES, ESTADO Y NACIÓN EN COLOMBIA. DE LA GUERRA DE LOS MIL DIAS A LA CONSTITUCIÓN DE 1991, BOGOTÁ SIGLO DEL HOMBRE EDITORES, UNIVERSIDAD CENTRAL, DEPARTAMENTO DE INVESTIGACIONES, 2002, 244 PP.

Fabio Zambrano
Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y de la Universidad Nacional.


Si hasta la Revolución de Independencia, Hispanoamérica presentaba cierta simultaneidad en la organización de sus estructuras sociales, económicas y políticas, así como en sus manifestaciones culturales, en razón dominación española, desde 1810 las divergencias empezaron a dejarse sentir. En buena medida las eco exportadoras determinaron las velocidades con que cada uno de estos países fueron insertándose en los procesos modernizadores y organizando sus sociedades bajo las nuevas estructuras provenientes de la modernidad más rápido que otros, con mayores o menores intensidades, la naciente América Latina fue acomodándose a Occidente, ya fuese por medio de la copia o adopción, más o menos exitosa, de las instituciones, la cultura, la estética, en fin, en un ajuste que no dejó de ser traumático por lo violento como fue la búsqueda del consenso el grado de ingreso de la modernidad.

Nuestro caso no fue la excepción. Debido a la débil inserción en la división internacional del trabajo, en razón de los ciclos exportadores del siglo XIX que de crisis en crisis nos llevaban de conflicto en conflicto, las ventajas de nuestra vinculación a la globalización capitalista quedaban en duda. Esta debilidad de las economías exportadoras se convirtió en una de las razones para que las propuestas de profundización de las reformas liberales, n revolución liberal, que fue presentada como causante de estas crisis, fracasaran y fueran sustituidas por una hegemonía conservadora, que se dio a la tarea de contener la modernidad.

No fue posible encontrar una paradoja mayor. Frente a una clara propuesta de acelerar la modernidad, el encontró con una débil modernización, contradicción que llevó al triunfo conservador y a la instauración Regeneración, sistema que desató una verdadera cruzada contra las propuestas modernizadores que los lideres radicales intentaron llevar a cabo en la segunda mitad del siglo XIX. Con ello se dio inicio a otra paradoja precisamente cuando la economía exportadora cafetera empezó a producir una fuerte y profunda modernización generalizada en el país, el sistema político se encargó de apostarle al regreso a los principios tradicional sirvieran de barricada a la modernidad. Es así como iniciamos nuestro tránsito al siglo XX, con una modernización sin modernidad.

Estos ritmos históricos son estudiados por Miguel Ángel Urrego en el libro que estamos reseñando. Para autor escoge la relación que se construye entre los intelectuales, el Estado y la Nación en el transcurso de XX, para lo cual sigue la propuesta teórica que formula Antonio Gramsci en cuanto a la función de los llamados intelectuales orgánicos, encargados de la reproducción del sistema. Para cumplir con la función de le legitimador, con el encargo de mantener y perfeccionar el orden social. Por supuesto que el autor tiene presente que existe una especificidad histórica del intelectual y, en razón de ello, nos presente esta investigación organizada según una periodización histórica claramente definida, mostrándonos cómo cada etapa histórica presenta un intelectual específico.

El comienzo del siglo XX es ilustrado como un momento en que la intelectualidad estuvo girando alrededor necesidades, contradicciones y posibilidades de los dos partidos políticos, y en especial a las demandas específicas que hacía el proyecto tradicionalista emanado de la república conservadora. Para el autor, la estructuración campo de poder, expresada en períodos históricos sucesivos, fue creando un tipo de intelectual específico.

La Regeneración produjo un intelectual representado por el gramático, el poeta y el abogado, cató conservador, cuya vigencia va a durar buena parte del siglo XX. Con ello se traza un camino que va a a través siglo, como es el de la relación, con contadas excepciones, entre intelectualidad y partidos político intelectuales orgánicos conservadores van a representar los valores que la hegemonía conservadora b imponer, como era el hispanismo y los valores tradicionales. Para el autor, esta ausencia de preocupaciones teóricas sobre nuestros orígenes es síntoma de la fragilidad del intelectual de este período, pues fue reducido a fun específicas dentro de las necesidades partidistas, lo cual, nos muestra al intelectual sin autonomía frente a necesidades hegemónicas partidistas. La escogencia del cachaco bogotano, y de Bogotá como la Suramericana como el paradigma de la civilización, se convirtió en un fracasado intento por construir u integrador fundador de la nación colombiana que pretendía construir el partido conservador. Como lo destaca Urrego, el supuesto de que el clima frío aseguraba al Altiplano la condición de civilizado, frente a una caliente bárbara, frontera del esfuerzo civilizatorio del centro. Esta dicotomía es destacada por los intelectual se esfuerzan en demostrar las virtudes bogotanas en el dominio del lenguaje, la cultura, y las virtudes morales. Este esfuerzo significó la imposibilidad de construir nuevos mitos fundacionales que integraran la nación que se formando al ritmo de la economía cafetera que estaba produciendo una profunda modernización del país paradoja, que señalamos más arriba, es la que nos explica el camino que seguimos al ingresar el siglo XX nos muestra la negación a la construcción de una Nación incluyente, donde se aceptara los valores modernidad como una ganancia resultante de nuestra integración efectiva a la economía mundial.

El período que sigue, la República Liberal, no es presentada precisamente como una etapa de solución limitaciones anteriores. El autor nos muestra que la temprana violencia, expresión de la radicalización enfrentamientos entre liberales y conservadores, va a explicar la marginalidad que los intelectuales colombianos presentaron en este período, según la comparación que Urrego realiza entre el papel cumplido por éstos, frente a sus pares latinoamericanos. Para el autor, esta es una de las claves que permite explicar el que los intelectuales colombianos no ejercieran la labor de proponer una reconfiguración simbólica de la nación, que era lo de esp esta república liberal, sino que sus esfuerzos se enfocaron a apoyar la movilización popular en torno a las re que se propugnaban.

Por supuesto que esta limitante no lleva al autor a descuidar las transformaciones que se estaban presentando. Una creciente urbanización, la ampliación del sistema de educación, el crecimiento de sectores medios, se convirtieron en condiciones para comprender porqué algunos intelectuales lograran establecer sus propios medios de comunicación, reflejado en la explosión de publicaciones culturales en diferentes ciudades.

Pero es la Violencia la que va a marcar la pauta de las nuevas dinámicas de la producción simbólica. Ahora, es la pintura la forma estética preferente que asume la representación de las nuevas realidades. Sin embargo, como señala Urrego, el trabajo de los intelectuales no produjo la generación de una producción simbólica que significara una interpretación alternativa, debido a que no hubo un cambio en el orden político. Además, se produjo el fortalecimiento de la visión más conservadora de la vida nacional.

Hay que esperar los años sesenta para que se considere ese momento como en el cual se crea un campo intelectual. En este texto se señala que es desde 1962 cuando los intelectuales rompen la tutela que el bipartidismo impuesto y se adquiere una autonomía plena, luego de una etapa de transición. Se destacan varios cambios i y externos para comprender la transformación sustancial del mundo de los intelectuales. Es el momento surge el científico social que ahora puede expresarse por medio de publicaciones autónomas, donde no d aparecer expresiones de rechazo al orden establecido y la manifestación de proyectos utópicos. Se subraya q momento en que aparece una nueva razón de ser del intelectual. Este auge sólo dura hasta 1982, cuando d gobierno conservador se recompuso la atadura entre la política y la cultura y surge una nueva instrumental de los intelectuales. La paz surge como la nueva temática que permite este proceso, que el autor denomina la cooptación de los intelectuales disidentes, lo cual permitió regresar a los vínculos que habían existido e Estado, la política y los intelectuales. Para el autor, la Constitución de 1991 se convirtió en el nuevo m unifica e integra a los intelectuales funcionales a los intereses del Estado.

En conclusión, nos encontramos frente a una interpretación novedosa sobre nuestro transcurrir en el siglo X sus páginas desfilan las dificultades de la construcción de un Estado moderno, de la casi imposibilidad de conformación de un imaginario nacional independiente de los partidos políticos, de la fragmentación de lo n en porciones repartidas entre las provincias y una capital que no puede proyectar lo que considera como proyecto civilizatorio, y las dificultades de la construcción de una especificidad del campo del intelectual.

Una característica que consideramos importante destacar de este trabajo es el referente comparativo que constantemente se utiliza. En efecto, la experiencia académica de Miguel Ángel Urrego en países como México y Puerto Rico quedan consignadas en las constantes referencias a los procesos de los intelectuales de estos comparaciones que permiten otorgarle a este trabajo una profundidad de campo que no es común en n reflexiones historiográficas. Además de la amplia bibliografía teórica consultada, el autor realizó una investigación en revistas y libros que recogen la producción de los intelectuales que son analizados en este trabajo.

No deja de ser pesimista el cuadro que resulta de la lectura de este libro. De una parte, tenemos unos partidos p que construyen sus representaciones simbólicas que atraviesan la formación de la Nación como recipiente d unificadores. De otra, una historia de los intelectuales que no logran construir su propio campo, independiente intereses del Estado, condición que ha impedido la formulación de utopías. El autor nos ofrece otra mirada s construcción de nuestra vía de formación de la Nación moderna, o más bien, de la imposibilidad de la constru cabalidad de la modernidad en nuestro país, ilustrada con las dificultades de la independencia de los intelectuales.

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