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Historia Crítica

versión impresa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.28 Bogotá jul./dic. 2004

 

REGIO GIGANTUM

Gustavo Vasco**

** Estudiante de antropología de la Universidad de los Andes.

Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004.


RESUMEN

El trabajo analiza la evolución de un imaginario. Al auscultar al "gigante" como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del "gigante" se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los "salvajes" del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular?

PALABRAS CLAVES:
Imaginarios, Patogenos, viajeros, antípodas, construcción del otro, descubrimientos


REGIO GIGANTUM

ABSTRACT

This article analyzes the evolution of a field of imagination. In exploring the image of the "giant" as the powerful figure in the imaginative scenarios of the West, we find an interesting continuity in the genealogy of the Patagonians (inhabitants of Tierra del Fuego who are identified as "giants" by various travelers following the Conquest), and one that moves from the Ancient World of the Middle East to the Middle Ages in Europe, and from there to the Conquest in America. More concretely, along our line of questioning — the conjuncture of the first voyage around the world of Pigafetta — the image of the "giant" is crystallized as a resource: the giants of Pigafetta are a tool for appropriating the unknown. Thus, in the historie movement that translates the imaginative spheres of the West to the New World, we can decipher an identification game that seeks a specific goal: the reduction of the Other to the Self. Thus it occurs that, in the chain of images linking Europe to America, those gigantic beings of the Ancient World give way to the "Savages" of the New World horizon: the Patagonians, reminding the West of the former, prefigure the latter.

Key words: Imaginary spheres, Patagonians, travelers, antípodes, construction of the Other, discoveries.


Llegó a ser cuestión de orgullo para Humberto Peñaloza presentarle a Don Jerónimo ejemplares más y más fantásticos, creaciones insólitas con narices y mandíbulas retorcidas y la floración caótica de dientes amarillentos repletándoles la boca, gigantes acromegálicos, albinas transparentes como ánimas, muchachas con extremidades de pingüino y orejas de alas de murciélago, personajes cuyos defectos sobrepasaban la fealdad para hacerlos ascender a la categoría noble de lo monstruoso.

José Donoso, El obsceno pájaro de la noche.


Introducción

El propósito de nuestro trabajo es analizar la evolución de un imaginario. Al auscultar al "gigante" como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del "gigante" se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los "salvajes" del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular?


2. Los gigantes Patagones

En el año de 1519, Magallanes se embarca en una travesía sin precedentes: el primer viaje alrededor del mundo. Su expedición, impulsada por la búsqueda de un pasaje en los mares del Sur (conectando los dos océanos), tenía en gran medida propósitos económicos y políticos: "el intento de utilizar una nueva ruta distinta de la tradicional que por Oriente utilizaban y monopolizaban los portugueses, se explica por la rivalidad náutica entre los reinos peninsulares"1. Embarcado en una de las naves, Antonio Pigafetta, patricio vicentino y caballero de Rodas, nos deja un registro detallado de lo acontecido. Hecho importante para nosotros, no a mucho tiempo de iniciado el viaje, encontramos en la relación el pasaje siguiente:

Arrancando de allí, alcanzamos hasta los 49 grados del Antártico. Echándose encima el frío, los barcos descubrieron un buen puerto para invernar. Permanecimos en él dos meses, sin ver persona alguna. Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Mandó el capitán general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de paz y lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se halló en su presencia, y la nuestra, se maravilló mucho, y hacía gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajábamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura2–Fig. 1-

Aparición entonces de una curiosa raza de seres en la Patagonia que diferentes viajeros en diferentes episodios dotarán paulatinamente de nuevas características. Primero, los gigantes calzan sus pies con pieles de animales, razón por la cual el capitán Magallanes los nombró Patagones –haciendo un juego con la palabra española "pata". Segundo, tienen una voz resonante, similar a los sonidos que emite un toro. Tercero, pero no menos importante, los Patagones corren muy rápido y son ágiles en sus movimientos: "Los nuestros, aunque disponían de escopetas y ballestas, jamás los pudieron herir; pues ellos, cuando pelean, no se están quietos nunca, antes saltan de acá para allá [...]. Ciertamente, tales gigantes corren más que un caballo, y son celosísimos de sus esposas"3. Pues bien, detengámonos en la constatación de un primer relato y un primer encuentro, pero tengamos en cuenta que este contacto con hombres de talla extraordinaria será el origen de una tradición pictórica y literaria que cubrirá, desde Pigafetta, un periodo aproximado de trescientos años. En efecto, a través de las relaciones de viajeros españoles, ingleses, franceses y holandeses, la construcción de un "corpus patagónico" se hará tangible. Aún John Byron, en su viaje alrededor del mundo de 1764, aseguró haber visto a estos hombres de estatura gigantesca que, según él, parecían personificar los cuentos de monstruos de figura humana. La Patagonia, además, en algunos mapas del siglo XVI, será denominada como Regio Gigantum –Fig.2-. Pero frente a la potencia de este imaginario, desproporcionado sin duda con el origen unitario de la relación de Pigafetta, surge un interrogante: ¿qué raíces estructuran la creencia en una raza de gigantes pobladores de las lejanas tierras australes? Para responder, podemos comenzar por una guía elocuente, la de la concepción cartográfica del mundo que sugestionó los primeros viajes de exploración.


3. Viaje a las Antípodas

La historia de la concepción de las Antípodas se puede reducir a dos referentes: por un lado, puede denotar una zona del mundo donde todo ocurre al revés concepción cosmológica de un anti-mundo-, o por otro, puede referirse a una raza pliniana marcada en los pies –concepción ethno-antropológica de una raza de monstruos que habita las lejanías. La primera idea nos viene de la doctrina de las zonas, legado de la Antigüedad. Ésta promulga que la tierra se divide en cinco partes, una en el centro siendo una región tórrida infranqueable que separa al mundo habitado del desconocido –Fig. 3 y 4-. La segunda, que se proyecta en una tradición cartográfica medieval inspirada en las ideas de San Agustín, por un doble movimiento, convierte a las Antípodas en una raza monstruosa a la vez que en una región alejada del mundo donde habitan todos los monstruos. Lo importante de esta concepción, que se ha denominado como mapa T/O – Fig. 5-, radica en que posiciona a Jerusalén en el centro del mundo y sitúa lo inexplorado en la periferia lejana. Estas dos visiones geográficas son también antropológicas: "el término de Antípodas puede aplicarse a dos tipos de personajes: unos pueblan la parte opuesta del globo y caminan patas arriba, los otros, con los pies al revés, habitan los parajes lejanos (no necesariamente del lado opuesto)"4.

Giro importante, después del Descubrimiento y con el desarrollo de la cartografía americana y africana, estas dos concepciones del universo se estrellan frente a una doble evidencia: primero, se prueba que las tierras situadas más allá de la zona tórrida son alcanzables y, segundo, que están habitadas. Pero, cosa notable, lejos de destruir la tradición cosmo-antropológica medieval y antigua, los nuevos hallazgos hacen lo contrario: reconfiguran los imaginarios ancestrales en un nuevo modelo. Ocurre, además, que "en esta reconstitución de las Antípodas, la Patagonia ocupa una posición privilegiada. Desde Magallanes, esta lejana región de la pampa, inmensa y desolada, golpeó la imaginación de los viajeros"5. Entonces, tenemos que en la Tierra del Fuego convergen y se transfiguran dos tradiciones cartográficas y antropológicas centrales para la concepción europea del mundo. En cierta medida, la investidura de una fuerza imaginaria potente en la región de la Patagonia nos explica por qué Pigafetta y otros viajeros como Thevet y Francis Drake otorgaron ciertas particularidades físicas a los Patagones. En efecto, la velocidad sorprendente o la deformidad de los pies de nuestros gigantes, nos remiten directamente a los pueblos que en los mapas medievales habitaban las tierras australes. Los Sciapodes, los Monocoli o los Hippopodes, todas razas monstruosas marcadas en los pies, constituyen entonces bebederos para la imagen fantástica del gigante Patagón –Fig.6-. "Ni completamente el mismo ni completamente otro, el pueblo de los Patagones conserva de los Sciapodes los rasgos invariables que los designan como el pueblo de las Antípodas"6. Pero un interrogante persiste y es el que se refiere al tamaño de estos personajes: ¿por qué gigantes? Como veremos con dos ejemplos, la explicación reside en diferentes nodos del imaginario antiguo y medieval.


4. Múltiples gigantes

La representación del Nuevo Mundo como una tierra paradisíaca y la localización del Edén en este territorio es un hecho reconocido. Colón creyó ver en la desembocadura del Orinoco la fuente de los cuatro ríos del Paraíso, el Tigris, el Eufrates, El Ganges y el Nilo. Creyéndose cerca de las tierras del Gran Khan, esta idea tenía coherencia, pues en muchas representaciones cartográficas del mapa T/O el Paraíso Terrenal se encuentra en el extremo Oriente, en los confines del mundo.

Por su lado, Américo Vespuccio declaró al regresar de su segundo viaje que había estado en la región de las Antípodas en la cual se había sentido a menudo en el Paraíso. Otro ejemplo, pero referente a la exploración portuguesa del África, es el de Cadamosto, quien pensó ver las puertas del Edén en el Senegal. Vemos entonces, en la transformación progresiva que vivió el Océano Atlántico de lo desconocido a lo conocido, que la imagen edénica jugó un papel importante como herramienta de apropiación.

El espectro del no retorno, inherente a todo viaje de iniciación -que es lo que estos viajes hacia los imaginarios oceánicos eran (aún cuando se acompañaban de un viaje real)-, eventualmente apuntó en la dirección de una búsqueda del Paraíso. En efecto, las imágenes del Atlántico, en la constante transformación que sufrió la sensibilidad medieval en su relación con el océano, se convirtieron en una ruta de navegación imaginaria que fue reconstituida como pórtico hacia el Edén7.

Superposición entonces de una concepción del Edén como un lugar de origen alejado y de una imagen del Nuevo Mundo como lejanía que contiene el Paraíso. Para nosotros, este desplazamiento de imaginario -que se asemeja en su estructura a la translación operada sobre las Antípodas- es significativo. Y esto por un hecho simple: en la tradición antigua y judeocristiana encontramos en los mitos cosmogónicos la presencia e intervención de unos seres originales: los gigantes. Algunos ejemplos. En el mito de creación babilónico se habla de unos gigantes, los hijos de Apsu y Tiamat, que son las divinidades primordiales. Los antiguos griegos, por su lado, también asimilaban la existencia de gigantes a los orígenes del universo. Según la Teogonía de Hesíodo, "de la Unión de la Tierra y el Tártaro (morada subterránea situada en el fondo de los infiernos) salieron finalmente los Gigantes"8. Otras tradiciones pueblan sus mitos originales de gigantes (como la mitología nórdica), pero tal vez uno de los casos más elocuentes para nosotros se encuentra en el pilar mismo de la tradición judeocristiana. En la Biblia encontramos el pasaje siguiente:

Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios se dieron cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron. Entonces dijo Yahvé: "No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Que su vida no pase los ciento veinte años". En ese entonces había gigantes sobre la tierra y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos9.

Parece entonces existir una doble asociación que opera entre gigantes y lugar de origen, y entre Paraíso y Nuevo Mundo antipódico. La Patagonia se encierra así en un universo particular, lleno de connotaciones, y comenzamos de esta manera a comprender la operación de imaginarios que lleva a los gigantes de un continente a otro. Pero extendamos nuestra exposición un poco más y busquemos otra fuente para explicar el encuentro curioso de Pigafetta. Los gigantes populares en este sentido son miembros relevantes de la genealogía de los Patagones. Veamos. Al canon clásico del cuerpo se le puede oponer de manera simétrica el cuerpo grotesco. El primero es un cuerpo acabado, delimitado. El segundo es un cuerpo abierto, en transformación y movimiento.

La tradición carnavalesca en que se inscribe la obra de Rabelais se deleita con el universo de lo grotesco. Encontramos este universo caracterizado a través de figuras de cuerpos deformes, de miembros destrozados, de enanos y de gigantes. Hecho importante, las figuras monstruosas están ancladas profundamente en esta tradición popular que culmina en el siglo XVI con las historias de Gargantua y Pantagruel; y dentro de este canon grotesco, el gigante es una figura privilegiada. "El gigante es por definición la imagen grotesca del cuerpo"10. Encontramos así otro vehículo de la imagen del gigante, pero esta vez en el jardín de las especies grotescas del carnaval. Además:

Conviene señalar el rol de los gigantes en la fiesta popular. El Gigante era el personaje habitual del repertorio de la feria (lo es todavía hoy en compañía del enano). Pero era también una figura obligatoria de las procesiones de carnaval o de las fiestas de Hábeas, etc.; a finales de la Edad Media, numerosas ciudades contaban al lado de sus "bufones de la ciudad" con sus "gigantes de la ciudad", y también con una "familia de gigantes" empleados por la municipalidad y obligados a participar en todas las procesiones de las fiestas populares. El empleo de los gigantes en numerosas ciudades e incluso burgos al norte de Francia, y sobre todo Bélgica, subsiste hasta el siglo XIX. Como por ejemplo en Lille, Douai, Cassel11.

Para la Patagonia entonces, no hay sino que abrir un poco los ojos para encontrar toda una trayectoria de figuras destinadas a poblar sus parajes. Pero detengámonos ahora en una reflexión más profunda.


5. Los imaginarios

Hemos delineado a grandes rasgos algunos de los referentes que el descubridor tenía en mente en el momento de sus viajes de exploración –cartografía, antropología, cosmogonía y cultura popular. Así, conectando estas fuentes, podemos decir que los imaginarios son cuerpos que beben tanto de la realidad como de la ficción, de la observación como de la ideología, del descubrimiento como del arquetipo. Para robustecer esta afirmación y hacerla firme, un episodio elocuente es el de la muerte del capitán Cook. He aquí el relato:

Fue la bienvenida más generosa que se haya brindado nunca a ningún viaje europeo de descubrimiento en este océano. "Anclados en 17 brazas de arena negra", dice el diario de navegación de un guardiamarina, «en medio de una cantidad innumerable de canoas, ocupadas por personas que cantaban y se regocijaban todo el tiempo" (Riou. Diario de navegación: 17 de enero de 1779).¡Cantaban! Nunca en toda su vida había visto el capitán Cook tantos polinesios reunidos como había allí, en la bahía de Kealakekua. Además de las incontables canoas había polinesios subiéndose al Resolution y al Discovery, bordeando las playas y nadando en el agua "como cardúmenes de peces". Tal vez había 10.000 o el quíntuple de personas que normalmente vivían allí. Y no se veía una sola arma con ellos, observó Cook. En cambio, las canoas estaban cargadas de cerdos, batatas, frutos de árbol del pan, caña de azúcar: todo lo que producía la Isla. También las mujeres "parecían notablemente ansiosas por relacionarse con nuestra gente" (Ellis, 1782,1:86). Un sacerdote subió a bordo y envolvió al capitán Cook en el decorado de tela de tapa roja perteneciente a la imagen de un templo, luego hizo la ofrenda de un cerdo sacrificatorio. En tierra, el sacerdote condujo al Gran Navegante de la mano hasta el templo de Hikiau. Cuando oía el grito del heraldo "Oh Lono", a su paso la gente huía a sus casas y se prosternaba con la cara contra el suelo. Lono es el dios asociado con el crecimiento natural y la reproducción humana que regresa todos los años a las islas con las fecundantes lluvias del invierno; es además un antiguo rey que viene en busca de su novia sagrada. En enero de 1779, en el templo, se honró a Cook con los ritos de bienvenida habitualmente celebrados para Lono. Cuando el sacerdote de Koa’a y el teniente King sostuvieron sus manos extendidas y se hicieron los sacrificios correspondientes, Cook en realidad se convirtió en la imagen de Lono, un duplicado del icono en forma de cruz (construido con tablas de madera) que es el aspecto del dios. Era una ceremonia del Makahiki, el gran festival hawaiano del año nuevo. Sir James Frazer describió el Makahiki en La rama Dorada, parte 3, "El dios moribundo"12.

Primera etapa en la consolidación de una tragedia, la llegada del capitán Cook a Hawai es interpretada por los nativos de la isla como el advenimiento de Lono, dios de la fertilidad pero también "dios moribundo". Por sí mismo, este principio del episodio de la muerte de Cook nos abre las puertas a una reflexión interesante sobre la naturaleza de los imaginarios. Ni mito ni cuento, ni credo ni fantasía, la imagen se construye en la frontera entre ficción-realidad. Podríamos aventurar al respecto la siguiente definición: a través de la historia, los imaginarios se construyen en un juego de negociación entre imaginación y exploración, abstracción y experiencia, memoria e interpretación, perpetuándose en el equinoccio entre estructura y coyuntura. Expliquemos. A la llegada de Cook, los hawaianos tenían un acervo mitológico establecido, lo que la antropología llama "estructura simbólica". Viene entonces el hecho histórico, coyuntural, de la llegada de los navíos a la isla en una fecha determinada, privilegiada para la confusión –diríamos mejor interpretación o reducción- del navegante inglés con el dios Lono. Estamos en una situación harto similar a la de nuestro navegante Pigafetta que, figurándose en los límites del mundo, vio gigantes en la Patagonia. Estamos por otro lado, en términos generales, en la misma situación que llevó a Colón y otros marineros a creerse en las cercanías del paraíso al llegar al Nuevo Mundo. Para ser más precisos, queremos expresar una reflexión sobre la imagen similar a la que Sahlins hace sobre la historia en su trabajo sobre la muerte del capitán Cook. Para él, los sistemas simbólicos son esquemas que ordenan los diferentes niveles de la sociedad. Pero lejos de encasillar a estos complejos de representación en un análisis sincrónico y separado de los acontecimientos, Shalins propone una teoría de la historia que opera de manera circular:

La historia es ordenada por la cultura, de diferentes maneras en diferentes sociedades, de acuerdo con esquemas significativos de las cosas. Lo contrario también es cierto: los esquemas culturales son ordenados por la historia, puesto que en mayor o en menor grado los significados se revalorizan a medida que van realizándose en la práctica. La síntesis de estos contrarios se desarrolla en la actividad creativa de los sujetos históricos, los individuos en cuestión13.

En esta dialéctica -diálogo constante entre cultura y acción, estructura y acontecimiento, objeto y sujeto, significante y significado-, los actores se mueven dentro de un marco estructural, valiéndose de relaciones simbólicas establecidas, pero modifican estas relaciones a través de la interacción con el un mundo. Esto es lo que sucede con los imaginarios, estructuras que se elaboran y reelaboran a través de la contingencia de la historia. En este sentido, el concepto de "estructura de la coyuntura" es fundamental y se refiere a "una serie de relaciones históricas que reproducen a la vez las categorías culturales tradicionales y les dan nuevos valores a partir del contexto pragmático"14. Dicho de otra forma: por un lado, los acontecimientos no se producen si no adquieren significado en el marco de un orden simbólico preestablecido y, por otro, las acciones son únicas y modifican el orden simbólico en el proceso de su reproducción.

Podríamos leer la trayectoria que conduce las razas plinianas del lejano Oriente al Nuevo Mundo a través de este marco teórico. El Descubrimiento es para los europeos, guardadas las proporciones, como la llegada de Cook para los hawaianos. Más aún, nuestra investigación sobre la genealogía de los Patagones se ve fuertemente enriquecida al insertarla en esta corriente de pensamiento teórico. Notemos entonces que en el estudio de los imaginarios se hace necesario un trabajo de "alquimia" transdisciplinaria y principalmente de fundición de antropología e historia. Fijémonos en el desenlace de nuestro episodio:

La muerte de Cook a manos de los hawaianos sólo unas semanas después, podría describirse como una secuela ritual: la metáfora histórica de una realidad mítica. Los mitos no eran sólo hawaianos. Estaba también el folklore británico complementario, caracterizado por el biógrafo de Cook, J.C. Beaglehole, como "la búsqueda inglesa de un Rey". Un domingo temprano por la mañana, el 14 de febrero de 1770, el capitán Cook bajó a tierra con una partida de marineros para tomar al rey hawaiano Kalaniopu´u como rehén hasta que le devolviesen el bote del Discovery, robado la noche anterior en una audaz maniobra; de lo cual, sin embargo, el viejo y amistoso gobernante era inocente. En el momento decisivo, Cook y Kalaniopu´u, el Dios y el Rey, se enfrentarán como adversarios cósmicos. Permítaseme una lectura antropológica de los textos históricos. Pues en todas las confusas narraciones tolstoianas de la refriega –entre las cuales el prudente Beaglehole se niega a veces a elegir- la única certidumbre recurrente es una estructura dramática con las propiedades de una transformación ritual. En el trayecto hacia el interior de la isla para encontrar al rey y desde allí hacia el mar con su rehén real, Cook sufre una metamorfosis: de ser de veneración a objeto de hostilidad. Cuando bajó a tierra, la gente común se dispersó como de costumbre ante su presencia y se prosternó con la cara contra el suelo; pero al final, él mismo fue precipitado con la cara contra el agua por el arma de un jefe, un puñal de hierro comercial, siendo arrollado por una multitud triunfante, que parecía querer aumentar sus propios honores por la parte que pudiera reclamar de su muerte: "arrebatándose los puñales unos a los otros", dice el informe del señor Burney "en la ansiedad por participar en su matanza" (Diario:14 de febrero de1779). En la inversión ritual final, el cuerpo de Cook sería ofrecido en sacrificio por el rey hawaiano15.

Interesante condensación la que encontramos entre un tiempo mítico y un tiempo histórico ¿No es ésta finalmente la esencia de los imaginarios? En la transfiguración de Cook en un dios hawaiano y en el desenlace fatal del episodio encontramos de manera radical, concentrada, el alcance real de la fuerza de los imaginarios. Se trata en este caso de una "metáfora histórica de una realidad mítica", como explica Shalins. Para lo que nos interesa ahora, es decir la cadena imaginaria que enlaza en el Descubrimiento a monstruos y salvajes, o más concretamente, el giro de imágenes que identifica a gigantes y Patagones a través del viaje de Pigafetta, podríamos invertir la fórmula. Estaríamos entonces hablando de una "metáfora mítica de una realidad histórica", donde el mito pertenece a la tradición de los gigantes, la realidad histórica al primer viaje alrededor del mundo y el conjunto a la cristalización puntual de un imaginario. Teniendo ésto en cuenta, tratemos de concluir con una reflexión precisa sobre la "estructura de la coyuntura" que hace nacer al Patagón como gigante.


6. Nuevo Mundo

Una de las tesis que Jaime Humberto Borja desarrolla a lo largo de su ensayo Los Indios Medievales de Fray Pedro de Aguado, es la de que las crónicas de la Conquista se sitúan en la frontera entre la descripción moderna del Otro y la tradición medieval de relatos de viajes:

Los significados de las narraciones de la conquista, y específicamente la aguadiana, son más claros cuando se leen en relación con los primeros intentos de elaborar una hermenéutica del otro, contenida en los relatos de viajeros. El mundo se leía desde las normas del "acá-europeo" enfrentado al "allá-otro" americano, que tuvo su inicio en el allá-asiático. Los viajeros dejan ver el impacto que causó la aparición del fenómeno de la intersubjetividad, lo que conllevó un largo proceso de acercamiento para comprenderlo. Este conocimiento obligó a que se buscaran nuevas justificaciones a la realidad medieval, ante la sorpresiva aparición de una tierra que rompía principios doctrinales del cristianismo y que presionaba la aparición de nuevas representaciones de mundo. La lenta construcción del Otro inauguraba los primeros matices de la modernidad y fundía parámetros medievales con las interpretaciones de una conciencia emergente16.

En este contexto, el Nuevo Mundo se posiciona como una lejanía que contiene lo maravilloso. Lugar privilegiado para una habitación de los monstruos, después del Descubrimiento, América se realiza como el lugar de lo desconocido, de lo misterioso, de lo que no tiene forma. La tradición de los relatos de viajes del medioevo, desde este momento, se concatena con una nueva forma de relatar como son las Crónicas de Indias. En los dos casos, la utilización de un acervo cultural autóctono, de una red conceptual propia y de un juego de retórica particular caracteriza la descripción. No podemos decir que el relato del viaje alrededor del mundo de Pigafetta sea una crónica de Indias en cuanto se trata de un diario de navegación. Pero tiene, aparte de su estructura, muchas de las características del relato de viaje medieval. A modo de comparación, citemos un ejemplo de la Edad Media tomado del viaje del franciscano Plana Carpini en tierras mongolas:

A partir de ahí llegaron a un país cercano al mar donde se encontraron monstruos que por todos lados recordaban la forma de un humano, a excepción que sus pies eran como las patas de un buey y que tenían cabeza de hombre pero caras de perro. Ellos hablaban, parecía ser, dos palabras como hombre, pero la tercera ladraban como perros [...]. Viajando a través de varios lugares desiertos encontraron monstruos con forma humana que tenían solamente un brazo y una mano que les crecía del pecho y solamente un pie [...]. Ellos corrían con un solo pie a través de pequeños brincos impetuosos y cuando se cansaban de correr de tal manera lo hacía con su mano y con su pie, dándose la vuelta como en un círculo17.

¡Qué elocuente es para nosotros este pasaje! Los Patagones, como estos monstruos descritos por Carpini, están marcados en los pies, tienen voces impresionantes y se asemejan en muchas ocasiones a perros en esto que ladran y tienen hocicos. Pareciera entonces que llegamos de nuevo, con Duvernay y con Borja, a una conclusión que cierra el círculo del mito de los gigantes, en el caso preciso de los Patagones, con una evidencia deslumbrante: los relatos de viajeros hacia las tierras habitadas por monstruos "contribuyeron a forjar las primeras imágenes del Otro, que influyeron en los siguientes siglos de zozobra frente a la nueva realidad. Una tradición que justificó la existencia de habitantes en otras latitudes y que preparó a Europa para el encuentro con América"18. "El azar habiendo hecho que los Patagones residieran en una región fuertemente investida por los imaginarios de los siglos anteriores, estos se encontraron designados de antemano para el rol que les esperaba. Prestando su alta silueta al servicio de creencias que desde los Griegos y durante la Edad Media circularon sobre los pueblos Antípodas, los Patagones contribuyeron, en el espíritu de los navegantes, a desplazar las fronteras de la alteridad"19.

Conforme fueron pasando los años, una visión del Nuevo Mundo, más despejada del lastre de los imaginarios medievales y antiguos, tomó el timón; se substituyó entonces a la fuerza del mito de los gigantes de la Patagonia una versión más "naturalista" de aquellos lejanos parajes. En 1764, John Byron atestigua la existencia de los gigantes pero los despoja de sus principales características fantásticas: "Noté que tenían consigo un gran número de perros, de los que se servían, según pienso, para la caza de animales montaraces, que forman gran parte de su subsistencia. Sus caballos son muy chicos y estaban en bastante mal estado, pero eran muy veloces en la carrera"20. De repente, estos habitantes de las Antípodas ya no son veloces sino que tienen unos caballos muy rápidos y no tienen rasgos caninos sino que están acompañados de perros. En cuanto a su voz, ninguna referencia. Deconstrucción entonces que separa el hombre de sus rasgos animales y fantásticos.

Este proceso de desmitificación se apoya en un recorrido paralelo: la crecida de una corriente científica preocupada por hacer mediciones antropométricas precisas. "Popular interest in Patagonian giants waned as scientific reports began to appear"21. En este contexto, la tabla de Alcides de Obrigny es elocuente en cuanto al propósito de desmentir la creencia en una raza de gigantes –figura 5-. El trabajo de este investigador en su obra sobre "El Hombre Americano" de 1839 es representativo a la vez del inicio de una tradición etnográfica que busca clasificar al hombre y su cultura objetivamente y de la muerte definitiva del mito de los gigantes Patagones. Otro ejemplo interesante, en su "Suplément sur le voyage de Bougainville", Diderot hace referencia a los gigantes pero sólo para desmentir su veracidad. En efecto, el interés de este pensador en el siglo XVIII es otro muy diferente al de Pigafetta en el siglo XVI. Mientras que el primero utiliza los referentes del Nuevo Mundo para hacer una crítica de su sociedad –movimiento de alejamiento-, el segundo identifica su imaginario con las nuevas tierras -movimiento de acercamiento. Así, en el cambio estructural-coyuntural que acompaña estos movimientos de percepciones, nada más claro que la confirmación de nuestra idea: los imaginarios, como la historia, son instancias que se formulan y se reformulan en el juego de negociación entre cultura y acontecimiento.

Tenemos entonces una intuición que nos dice que los imaginarios, a través de la historia, se mueven en planos paralelos y diversos –como vimos antes en la demarcación entre cultura mitológica y tradición carnavalesca. Pero las líneas de comunicación entre una época y la otra, o entre una tradición y sus contrapartes, no son rectas, unilineales, sino drásticamente escarpadas, llenas de fracturas, de regresiones y de saltos. El golpe que recibe Pigafetta al llegar a la Patagonia y la subsiguiente tradición pictórica, literaria y científica que le sigue por unos trescientos años, no es sino uno de los tantos parajes del viaje multifacético –diríamos casi esquizofrénico- de la imagen de los gigantes. Basta con recordar al Frankestein de Mary Shelley para constatar que con los Patagones no muere el mito universal de las figuras gigantescas. Debemos por lo tanto añadir en este punto que la propagación de los imaginarios a través de los tiempos es de naturaleza compleja, no causal, no lineal, sino más bien semejante a la de la de los flujos que circulan en las interconexiones neuronales. Por esto, queda abierto el campo a la exploración de nuevos altos y nuevos caminos en la constelación de imaginarios donde transita la figura del gigante Patagón.


Comentarios

1 PIGAFETTA, Antonio, "Relación del primer viaje alrededor del mundo (noticias del mundo nuevo, con las figuras de los países que se descubrieron", en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 17.

2 Ibid., p. 26.

3 Ibid., p. 27.

4 MASON, Peter, "De l’articulation", en L’homme, París, XXX, 114, 1990, p. 34 (traducción mía).

5 BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, "Les géants Patagons ou l’espace retrouvé. Les débuts de la cartographie américaniste", en L’homme, París, XXVIII, 106-107, 1988, p. 160 (traducción mía).

6 Ibid., p. 166 (traducción mía).

7 FONSECA, Luis Adao, The discoveries and the formation of the Atlantic Ocean, Lisboa, Gráfica Maiadoeuro S.A., 1999, p. 24 (traducción mía).

8 BRASEY, Edouard, Gigantes y dragones, Barcelona, José J. De Olañeta Editor, 2001, p. 32.

9 Génesis 6, en La Biblia, Madrid, Editorial Verbo Divino, p. 14.

10 BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 306.

11 Ibid., p. 309.

12 SHALINS, Marshall, Islas de Historia: La muerte del capitán Cook, Metáfora, antropología e historia, Barcdelona, Gedisa, 1987, p. 106.

13 Ibid., p. 9.

14 Ibid., p. 121.

15 Ibid., p. 106.

16 BORJA, Jaime Humberto, Los Indios medievales de Fray Pedro de Aguado, Bogotá, Javegraf, 2002, p. 30

17 Ibid., p. 37.

18 Ibid., p. 39.

19 BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, p. 169 (traducción mía).

20 BYRON, John, "Viaje alrededor del mundo, Hecho en 1764 y 1765 en el barco de S.M, El Delfín", en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 300.

21 STURTERVANT, William C., "Patagonian Giants and Baroness Hyde de Neuville´s Iroquois Drawings", en Ethnohistory, vol 27, no 4, 1980, pp. 331.

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