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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.28 Bogotá July/Dic. 2004

 

ARIAS, Ricardo, El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad (1850-2000), Bogotá, UNIANDES/ICANH, 2003, 382p.

Renán Silva*

* Sociólogo e historiador, profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle.


El libro de Ricardo Arias sobre el episcopado colombiano –a su manera una contribución tanto a una historia de la Iglesia católica en Colombia, como a la historia política del país- resulta un libro útil y necesario, sobre todo si se tiene en cuenta la escasa investigación histórica sobre el tema en el país y la importancia de la religión e Iglesia católicas a lo largo de la historia de nuestra sociedad, un hecho que este libro examina al margen de toda actitud polémica, por fuera de cualquier intención de defender o atacar a una institución cuya labor siempre ha sido objeto de discusiones apasionadas, casi siempre hechas desde puntos de vista militantes. Posiblemente en esto resida uno de los grandes méritos de la obra, o su más grande mérito. Conquistar en terrenos como éste las formas mínimas de objetividad que hacen del análisis histórico algo más que comentarios partidistas apasionados, puede ser una señal más de cierto profesionalismo investigativo que se extraña en buena parte de los pocos trabajos existentes sobre la Iglesia católica en Colombia, incluso cuando éstos tienen un origen académico; como puede ser también un signo revelador de ese reciente y acelerado proceso de secularización que a partir de los años 1960 ha vivido la sociedad colombiana, según los análisis que propone el libro de Arias sobre todo en su III y IV partes.

Se trata de un libro lleno de méritos, inscrito en una perspectiva estrictamente académica, que busca sencillamente describir y explicar el papel y la función de lo que Arias piensa –y hay motivos para estar de acuerdo- que constituye la "corriente principal" del catolicismo colombiano, por lo menos cuando las cosas se observan sobre todo a partir de la política y orientaciones de los obispos. Se trata de un estudio realmente detallado y bien documentado de lo que Ricardo Arias, siguiendo a Émile Poulat –una verdadera escuela en este terreno- llama "catolicismo integral e intransigente", es decir una visión totalizante de la sociedad y del hombre "en la que la esfera de lo religioso, lejos de estar separada o aislada, determina todas las actividades…" de éste y de aquella, siendo su gran enemigo "el mundo laico o secular, aquel que precisamente el liberalismo quiere poner en marcha". El objetivo principal resulta ser pues el de "hacer un seguimiento del enfrentamiento entre estas dos cosmovisiones, desde sus inicios, a mediados del siglo XX, hasta la actualidad"; además de probar en el análisis del caso colombiano el "modelo francés" del catolicismo integral propuesto por Poulat, objetivo este que parece más bien permanecer aplazado, o ser completamente implícito, ya que ni el libro está inscrito en una perspectiva comparativa –una mínima actitud comparativa siempre será deseable en los trabajos de historia- ni las conclusiones del trabajo vuelven sobre el mencionado objetivo. En cualquier caso, una primera lectura del libro deja la impresión de que el texto supera los defectos conocidos de los trabajos en este campo y que en adelante será una referencia importante con la que habrá que contar, sobre todo en lo que tiene que tiene que ver con el relato que aporta los hechos, las fechas, las actuaciones, las declaraciones-, aunque, desde luego, la interpretación general que el libro propone siempre será objeto de discusión.

Sin tener mayores conocimientos sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia (ni en ninguna parte), pero reconociendo que se trata de un campo significativo de estudios y una puerta de entrada especialmente reveladora para el análisis de la sociedad colombiana, me voy a atrever a presentar algunas observaciones críticas sobre este documentado libro, dejando de lado, por razones de espacio, todos los méritos particulares que tiene el libro, todos ellos inscritos y dependiendo de lo que ya mencioné como su mérito mayor: una actitud nueva para encarar el problema de la historia de la Iglesia. Desde luego que ninguna de estas observaciones pone en tela de juicio la importancia del libro de Ricardo Arias, por lo demás presentado en una cuidada edición, con muy pocas erratas, con excelente portada y contraportada y en general escrito de manera clara y sobria (tal vez el corrector de pruebas hubiera podido "censurar" la fastidiosa expresión "en el interior de" que se repite a todo lo largo del libro).

Como lo señala Ricardo Arias en la propia "Introducción" de su libro, no se trata de una historia general de la Iglesia católica, sino de un análisis del papel jugado por el episcopado colombiano", lo que, "en últimas", piensa Arias, no deja de ser un recurso válido, dada la magnitud del tema ("la Iglesia en Colombia") y el número escaso de trabajos en los que un investigador pudiera apoyarse. Por lo demás, un estudio del episcopado resulta esencial para conocer las "políticas de la Iglesia", pues son los obispos los que "en últimas" -¡esa siempre será una mala expresión!- toman las decisiones, definen las posiciones oficiales y fijan las orientaciones. Y el objeto se recorta aun más, pues dentro del episcopado, el análisis recae principalmente sobre "el modelo intransigente e integral, predominante a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana".

Dos observaciones al respecto. La primera: no estoy muy convencido que el autor haya respetado siempre las consecuencias que impone su reducción del objeto (un estudio del episcopado colombiano en un periodo determinado) y me parece que en muchas páginas el autor rompe con la lógica de las atribuciones posibles, y de los obispos nos deslizamos al "clero", a la "institución eclesiástica", al catolicismo colombiano, etc. Desde luego que en ocasiones esas atribuciones parecen plausibles, pero creo que en demasiados casos no. Cada lector juzgará. Pero por ejemplo, en la frase que cité en el párrafo anterior, por lo menos la tentación de exceder las reglas es clara, pues allí Arias afirma, primero, que hay un "modelo" –lo que el libro no demuestra, a no ser que modelo sea una "tendencia", una "actitud", una "política", una "mentalidad", una "cosmovisión", etc.-; y, segundo, que ese modelo ha sido "predominante, a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana", frase con la que Arias va mucho más allá del propio periodo de tiempo que está inscrito en el título de su libro (aunque puede ser que el autor considere posible la existencia de una ruptura radical entre la Iglesia y el obispado católicos de la sociedad colonial y la institución y burocracia que estudió para un periodo determinado de la historia del país, una idea muy difícil de sostener, y que tal vez explicaría por qué en el libro no hay una sola mención de la Iglesia en la sociedad colonial).

Ese problema de la definición misma del objeto de estudio, del universo de estudio –y por este camino de la definición de las fuentes adecuadas para el trabajo- me parece que se vuelve más agudo a medida que transcurre el relato que el autor nos ofrece, pues, al contrario de lo que uno pensaría, sobre la base de la definición del objeto y de las principales fuentes utilizadas, el estudio se desplaza del episcopado a consideraciones muy amplias, sobre esa "otra cosmovisión" –aceptemos que lo sea- que se enfrenta a lo largo de su texto con el "integrismo" católico. Como Arias lo señala, se trata del estudio de la "naturaleza de ese conflicto" –objetivos, estrategias, evoluciones del proceso-, y del análisis de cada uno de los bandos. Si es así, el texto construye, y creemos que lo hace bien, uno de los polos de la oposición, pero no parece claro que lo mismo ocurra con el otro polo, al que Arias llama "laicidad" (dejemos por ahora la palabra en paz), y que a veces parece coincidir con los gobiernos liberales, a veces con el partido liberal, a veces con fuerzas parlamentarias, a veces con grupos de intelectuales, etc., y a veces, para decirlo de manera precisa, con una sustancia metafísica, cuyos soportes materiales, redes sociales, formas de expresión, programas doctrinarios, maneras de sociabilidad no resultan claras, apenas reflexionadas a partir de unas fuentes que no resultan suficientes –aunque sí lo son para el catolicismo integrista- o analizadas a partir de la propia imagen que de su "contrario" produce el episcopado y sus representantes más conservadores (el "polo integrista"). En mi opinión ésta será una ambigüedad que rondará todo el trabajo, incluidas sus páginas finales y sus conclusiones, pues el texto, por las preguntas que introduce e intenta a veces contestar –situadas lejos de su objeto inicial-, va profundizando una ambigüedad que se me ocurre presente desde el comienzo, y que de haber sido superada le hubiera evitado al libro un cierto número de páginas y le hubiera permitido profundizaciones mayores en lo que constituye su objeto central, que no es ni el proceso de secularización, ni el de modernización, ni el liberalismo en Colombia, ni la Violencia, ni los recientes procesos de paz, etc.

Es por eso que una de las hipótesis más sugerentes que el libro plantea se ve afectada cuando se trata de colocarla en relación con el régimen de su propia prueba. Según Arias, en la visión convencional del problema, "los proyectos laicos se han visto obstaculizados [en el país] principalmente por la férrea oposición de los defensores del orden cristiano", dejando de lado el hecho de que "los promotores de la laicidad nunca han dado muestras efectivas de sus convicciones laicas, ni como hombres políticos ni como ciudadanos". Creo que se trata de una idea correcta, pero su demostración no aparece a lo largo del trabajo, con mucho se ofrecen algunos pocos ejemplos más bien impresionistas e inorgánicos, pues la "configuración laica" –que según se nos advirtió es una verdadera "cosmovisión"- nunca aparece determinada con claridad en el trabajo, por lo que lo máximo que se nos dirá, y esto de manera reiterada, es que la explicación de la debilidad de los proyectos laicos tiene que ver con la "falta de convicción que exhibieron los liberales cuando quisieron desarrollar un Estado laico" (p. 118), un aserto que en el contexto citado se aplica a la República Liberal, pero que luego se generaliza como explicación. Ahora bien, la explicación de un fenómeno de tanta entidad por la "falta de convicción" de los actores políticos que encarnan una posición resulta difícil de aceptar, y si es así –y puede serlo- se trata de un hecho que más bien habría que explicar (antes que convertirlo en la explicación).

Desde luego que todo objeto de investigación se construye como objeto de relaciones. No hay una historia del "integrismo" que pueda dejar de referirse al avance de los fenómenos de secularización que se le oponen y redefinen el cuadro de sus opciones. Pero las relaciones deben ser soportadas sobre un eje particular preciso y amarradas a un grupo de fuentes que hagan posible el estudio de las dimensiones seleccionadas. El título y subtítulo del libro ("El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad…") hubiera sido en verdad respetado, si la oposición propuesta estuviera considerada en el marco e interior mismos del episcopado, para lo cual las fuentes seleccionadas ofrecían una excelente oportunidad. Así por ejemplo, al comenzar la última parte de su trabajo Arias declara que "El interrogante central en torno al cual gira esta última parte busca determinar si existe un contexto favorable para el desarrollo de la laicidad" (p. 298), pregunta que el libro hubiera podido profundizar, si el interrogante se limitara a la Iglesia y aun mucho mejor, al episcopado, pero que, como es apenas natural, queda sin respuesta cuando se superan los límites que el objeto y las fuentes determinan.

El objeto pues se abre al avanzar cada uno de los capítulos, mientras se van introduciendo de manera repetida preguntas que no se pueden contestar o sobre las cuales se improvisan las respuestas, sobre todo en los casos (tan frecuentes) en que los historiadores no sabemos mucho del tema y acudimos a generalidades sociológicas del tipo "El crecimiento de la población urbana debilita la influencia de la Iglesia…" (p. 193), una frase que, como se sabe, por su carácter general y aproximado, más o menos permite salir del paso sobre temas de la historia reciente del país que no conocemos bien. Desde luego que razonablemente se puede pensar, por lo que sabemos de otras sociedades, que los procesos de secularización y de modernización han resultado ser en ocasiones fuente de descomposición de muchas de las formas de autoridad tradicional, y por esa vía de redefinición de las relaciones entre lo sacro y lo profano, lo que cambia el marco general de las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. Pero el conocimiento histórico concreto no se puede suplir, ante la falta de estudios –sobre todo regionales- por generalidades sociológicas aproximadas: ni el control natal, ni el aumento del número de divorcios, ni la reducción del número de hijos, ni el avance de la escuela pública, etc., son de por sí elementos destinados a modificar la relación de una sociedad con sus instituciones eclesiásticas.

La segunda observación que quisiera presentar tiene que ver con las definiciones sobre qué es el episcopado, ya que se trata de un estudio histórico que tiene, y esto desde su título, precisamente al episcopado como referencia central. Produce extrañeza, tratándose sobre todo de una erudita tesis doctoral francesa, que el libro no incluya una sola línea explicativa respecto de qué es lo que se llama el "episcopado" (a no ser, lo que no creo, que la definición sea puramente nominal: "Conjunto de obispos de una nación o del orbe católico", dice el DRAE). El problema es importante y su consideración no puede ser suplida por algunos esbozos biográficos aislados o por algunos elementos del perfil ideológico de dos o tres jerarcas de la Iglesia católica. El episcopado es un cuerpo, en el sentido preciso que ese término tiene en sociología. Habría que haber informado al lector, aunque fuera de manera mínima, cómo se construye y cómo funciona de manera práctica la jerarquía de la Iglesia católica, como se lucha para llegar a ella, cuáles son los sistemas de exclusión y las barreras sociales existentes para el acceso a las posiciones de mando, y cómo se articula su funcionamiento con el centro romano, ya que se trata, como lo sabemos, de una institución internacional. Pero aun más: habría que haber hecho siquiera un poco de historia cuantitativa para organizar el cuadro de la evolución interna del episcopado, para colocarlo en relación con otras dimensiones del poder en la sociedad colombiana. Hay suficientes materiales, producto del trabajo de los historiadores oficiales de la Iglesia católica, que podrían haber constituido la base de ese cuadro: orígenes sociales (familiares y regionales), niveles educativos y principales instituciones de formación, redes sociales de pertenencia y vinculaciones con la política y con los políticos, pero no menos con el poder económico (por lo demás, el propio episcopado constituye un agente económico por excelencia, posiblemente más poderoso hoy que en el siglo XIX).

Esos elementos ausentes, lo que nos parece una carencia en el trabajo de Ricardo Arias, tiene efectos sociológicos importantes sobre su trabajo, pues no hay la menor posibilidad de localizar al episcopado ni en sus relaciones concretas con lo que en algunas ocasiones el autor llama "el bajo clero", ni con las fuerzas dominantes de la sociedad, más allá de lo ya conocido sobre sus relaciones con el partido conservador, aspecto que de todas maneras no llega a ser realmente explorado. De esta manera sobre el texto amenaza la sombra de la vieja historia de las ideas, ya que la Iglesia católica representaría ante todo un proyecto que cobra su fuerza a partir de las creencias y de las convicciones, tal como ellas aparecen concretadas en los documentos que el historiador seleccionó y cita ampliamente en su trabajo. Pero la Iglesia católica es un cuerpo, un conjunto de intereses particulares, un proyecto con bases sociales y formas institucionales reales que se transfiguran en formas idealizadas –no por ello menos efectivas, ni simples "superestructuras"-, y que cuenta con un gran centro coordinador de políticas y decisiones –el episcopado-. Como en el caso de cualquier otro "actor social", y se trata de uno de los más poderosos en la sociedad colombiana, el análisis histórico no puede dejar de vincularlo con los proyectos de orden en la sociedad, con una valoración de las tradiciones y cultura de esa sociedad, con el "Estado internacional" que fija buena parte de sus orientaciones, pero no menos con un conjunto de intereses materiales que habría que tratar de fijar con precisión –con cuidado y sin esquematismos-, pues es difícil pensar que todo se juegue en el nivel de la doctrina o en la defensa de la tradición. Por lo demás, su sistema de relaciones con los intelectuales católicos debería haber sido explorado aunque fuera de manera mínima, pues hay episodios claves del "integrismo católico" que sin ese recurso no se pueden comprender (pienso por ejemplo en la disputa de finales de los años sesenta y primeros años del setenta en torno al control de la natalidad, en donde el grupo de católicos laicos encabezado por el psiquiatra Hernán Vergara (el autor de El complejo de layo) actuó como el principal representante público de la posición de la Iglesia, pues a curas y a obispos se les objetaba su ignorancia práctica en materias de familia y de hijos (lo que no es estrictamente cierto).

Dos observaciones más para concluir. La primera: el libro de Ricardo Arias es un libro cuidadoso en el análisis y un libro que se esfuerza por introducir a cada momento matices. Es un libro medido en sus afirmaciones y busca dar cuenta de la dinámica compleja de fenómenos sobre los cuales no es posible declarar simplemente "sí o no". El propósito de matizar es permanente y casi siempre bien logrado. Pero a veces la urgencia por rescatar la conclusión compleja que no mate el carácter de múltiples ángulos de los procesos, lleva al autor a una cierta indefinición, que puede ser tan molesta como la conclusión apresurada. Aunque esto se expresa en varias partes del libro, señalo sólo un ejemplo: "Y si bien es cierto que las jerarquías católicas colombianas han sido reacias a replantear muchas de sus posiciones, no es menos cierto que también se han transformado sustancialmente" (pp.168-169). Es difícil entender: si "han sido reacias a cambiar muchas de sus posiciones", cómo es posible que se hayan "transformado sustancialmente".

La segunda: el libro se abre con una frase que no sólo valoriza su objeto, sino que expresa además un consenso razonable de sociólogos e historiadores: "La Iglesia católica colombiana ha ocupado un lugar de primer plano en la historia del país" (p. 17). Pero la afirmación sigue siendo demasiado general. Un mérito más del libro de Arias es el de llamar la atención sobre el programa de investigaciones básicas que habría que desarrollar para sustentar por lo menos una afirmación como la citada. Esto no niega lo razonable de la formulación. En todos los periodos de la historia nacional observadores de la más distinta índole han mencionado y a veces muy bien documentado esa observación. Los historiadores de la política y los de la violencia lo han señalado y en ocasiones lo han probado. Pero hay que ir mucho más allá, pues muchos de los trabajos sobre la historia de la Iglesia católica hacen suyo en silencio un supuesto que tendría primero que demostrarse: que la Iglesia católica "copó" la sociedad, que el trabajo de la Iglesia sobre las estructuras sociales y culturales es una realización cumplida. Ese es el supuesto que está casi siempre detrás de los análisis que achacan a la reciente secularización y modernización del país el declive de la Iglesia desde comienzos de los años sesenta. Me parece que se puede sostener, sin contradicción alguna, que efectivamente tal proceso de toma de distancia frente a las orientaciones de la Iglesia católica se ha venido presentando entre nosotros (de hecho las prácticas masivas de control natal lo demuestran: la Iglesia perdió esa batalla. La necesidad, la pobreza y un poco de propaganda hecha con el apoyo del Estado y particulares, tuvieron más fuerza que las orientaciones y rabietas de los obispos). Pero se puede preguntar también: ¿la Iglesia había "copado" la sociedad? ¿Los colombianos, por ejemplo, en todas las regiones y en todas las clases sociales se bautizaban y se casaban? Posiblemente sí en Santa Rosa de Osos, pero con menos seguridad se puede afirmar para el caso, por ejemplo, de Buenaventura y sus alrededores. Creo que en regiones como Antioquia y Boyacá el trabajo de la Iglesia católica ha sido largo, paciente y exitoso. Pero no ha ido tan bien en el Atlántico o en los Llanos Orientales. Por pobreza, por el tipo de poblamiento disperso de las sociedades campesinas, por la propaganda liberal del siglo XIX, o por las razones que sea, un grupo amplísimo de colombianos vivió ayer y vive hoy por fuera de la vida sacramental, de las prácticas piadosas y en general del modelo que recomienda oficialmente la Iglesia católica. La situación no es reciente. Todos los visitadores ilustrados insistieron en la segunda mitad del siglo XVIII en esas inmensas "bolsas de población" a las que llamaban "otra parte", recordando que, como lo afirmaban los párrocos, allá las gentes vivían por fuera del "son de campana". Los testimonios al respecto en el siglo XIX son numerosos. El proyecto civilizador de la Iglesia no ha tenido menos frenos que el de la extensión de las estructuras estatales sobre la sociedad colombiana, y se puede afirmar que en cierta manera la llamada "debilidad del Estado" –un concepto problemático- tiene como uno de sus componentes la fuga de las estructuras familiares de la tutela de la Iglesia católica, que me parece un hecho que se puede documentar en el pasado y en el presente. Por lo menos debería admitirse como posibilidad esta hipótesis, pues al asumir de manera refleja la hipótesis de la dominación completa de la religión y la Iglesia católicas sobre la sociedad –un punto presente en todos los que denuncian su exagerado poder social, no solo político, o en quienes suponen que la secularización resultó un ataque contra los "valores católicos tradicionales"-, le otorgan completo crédito a una de las representaciones que del país y de su historia la Iglesia católica y los grupos más tradicionales han impuesto: la de elemento básico de la identidad cultural de los colombianos (evitando además plantear la pregunta básica: ¿de qué maneras y con qué profundidad han sido católicos los colombianos?).

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