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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.29 Bogotá jan./jun. 2005

 

Descentramiento de fuentes escritas occidentales: hipótesis desde el género y los procesos educativos

Decentering written documents of the West: Hypothesis from the viewpoint of gender and education.

Suzy Bermúdez Q.*

Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de Los Andes.

Artículo recibido en enero de 2005; aprobado en marzo de 2005


Resumen

La escritura alfabética de origen judeocristiano, como cualquier otra herramienta de construcción y transmisión de conocimiento, forma parte de marcos socio-culturales y espaciotemporales específicos. En el caso de Occidente, por siglos, ha sido más utilizada en ámbitos masculinos hegemónicos. El artículo plantea que si bien los estudios feministas letrados, en disciplinas como la historia, han realizado invaluables aportes en la recuperación del ayer de las mujeres, es pertinente revisar las tecnologías a partir de las cuales se apoya su labor. Lo anterior, por cuanto tales tecnologías parecen estar tañidas por perspectivas androcéntricas y antropocéntricas. Argumenta igualmente que las fuentes no escritas no sólo son de importancia para las/os no letradas/os, sino para visibilizar, desde ópticas más femeninas y menos eurocéntricas, el cotidiano iletrado de los sectores hegemónicos.

Palabras claves: Género, androcentrismo, antropocentrismo, historiografía, vida cotidiana, socialización, fuentes escritas, fuentes no escritas.


Abstract

Alphabetic writing of Judeo-Christian origin, like any other tool for the construction and transmission of knowledge, has its origins in specific socio-cultural and temporal-space contexts. In the case of the West, for centuries it has been used mostly in hegemonic masculine spheres. In this sense, this article suggests that although feminist studies in disciplines like history, have made priceless contributions to recovering the history of women, it is also important to review the technologies on which their work has been based. These technologies seem to have been tainted by androcentric and anthropocentric perspectives. The article also argues that non-written sources are important not only for the illiterate, but also to make visible the daily life of literate hegemonic sectors from a more feminine and less Eurocentric viewpoint.

Key words: Gender, androcentrism, anthropocentrism, historiography, everyday life, socialization, written sources, non-written sources.


Presentación

Trabajar desde la perspectiva de género pone en evidencia la importancia de reflexionar sobre las fuentes no escritas. Esta aproximación se ha sumado a los trabajos que muestran que los saberes de las llamadas “minorías” o “grupos subalternos” siguen siendo híbridos1 en cuanto a la conjugación de ser ágrafos y manejar la letra traída por la cristiandad. Lo que poco se discute es que el cotidiano hegemónico tampoco depende únicamente de la escritura; en ese sentido, se abre más la puerta para conocer los logros y las limitaciones de la transmisión de saberes como el occidental2 . Considero, como otros lo han expuesto, que las fuentes alfabéticas escritas son parte de la tecnología de conocimientos específicos y localizados, con órdenes lógicos no siempre correspondientes con las variadas cosmovisiones que pueden existir en países que por constitución se autodenominan multiétnicos y pluriculturales, y que aducen igualdad de derechos para mujeres y hombres.

La mayoría de los cuestionamientos frente a la escritura como fuente de conocimiento en el país se han dado principalmente acerca de las agrupaciones étnicas y culturales3 en el sentido “neutro” en cuanto a la perspectiva de género4 . Por tal razón deseo abordar el tema desde esta última aproximación para dar continuidad a lo que he expuesto en dos publicaciones previas relativas a la memoria, en contraste con la historia: en la primera, planteo diferencias y afinidades entre la misma y la historia oficial, prestando particular atención a las fuentes escritas occidentales alfabéticas5 ; en la segunda, siguiendo en esta misma dirección, presento algunas hipótesis sobre fuentes organizadas de acuerdo con los sentidos que se privilegian en el proceso por parte del consultante6 . Este artículo puede ser así mismo abordado como una propuesta de reflexión sobre la relación memoria historia.

Lo que presento en las líneas que siguen a continuación es un cuestionamiento frente a la interpretación dicotómica de los géneros; la disociación entre autoría letrada y no letrada y sus implicaciones; y el reto existente al desear debilitar relaciones de poder a partir de la educación letrada -factor que incide en la convivencia-. Para esto me centro en el uso de una de las herramientas utilizadas en la construcción y transmisión de saberes, como es la escritura alfabética occidental, prestando especial atención a la historia oficial, por ser la disciplina en la que me desempeño.

Deseo realizar unas aclaraciones antes de pasar al siguiente apartado, en cuanto a que por haber estado mi formación intelectual inmersa en las fuentes antes señaladas, más que en las no escritas, parto de las primeras en el artículo, buscando continuar7 descentrando esta aproximación. El ejercicio, desde mi perspectiva, me permite aproximar de manera diferente a las fuentes no escritas, en cuanto a que mi propósito no es dar cuenta de estudios que sobre el tema se hayan llevado a cabo, porque son muchos y la gran mayoría desde metodologías occidentales letradas. Dos ejes atraviesan las páginas que siguen a continuación, como se enuncia en el título: el género y la socialización. Sin embargo lo que se presenta debe ser interpretado a manera de hipótesis.

El artículo se divide en tres partes, así: en la primera me pregunto por la relación entre historia letrada occidental y el género; en la segunda, reflexiono sobre la autoría letrada y el vínculo con el androcentrismo; en la tercera y última retomo algunos de los limitantes expuestos sobre las fuentes escritas en las publicaciones previas, para abordar las fuentes no escritas.

1. La historia occidental y el género

Si al comienzo de los ochentas escribía sobre la importancia de hacer visible en forma letrada el pasado de las mujeres del común, así como sobre la necesidad de develar relaciones de poder relativas al patriarcado, etnocentrismo, racismo, discriminación por edad y explotación social8 , hoy sigo pensando de la misma forma; parte de las inquietudes expuestas en ese entonces, en el presente las percibo en forma más clara, por los aportes realizados por las/os estudiosas/os del tema en el país y fuera9 . Por tal razón a continuación desarrollo tres temáticas relacionadas: la primera, ya se evidenciaba en la publicación mencionada, es decir la necesidad de especificar el/los concepto/s de varón y de mujer que se utiliza/n, pues no se puede simplificar el uso de los términos. Las otras dos son nuevas, y las he identificado como altamente significativas en estos años. Una se relaciona con el cuestionamiento a las aproximaciones dicotómicas entre los géneros y la otra con el antropocentrismo y su relación con el androcentrismo.

1.1 La diferencia

Joan Wallach Scott en la “Introduction” al libro Feminisms10 , sin negar los avances llevados a cabo en estas décadas por las/os estudiosas/os del tema, señala que algunos sectores del feminismo han escrito una historia que sigue teniendo tintes esencialistas de los géneros por tres razones: centran su aporte en cuestionar la invisibilidad de las mujeres en este campo del saber; resignifican las interpretaciones que sobre ellas recaían tañidas de patriarcalismo y etnocentrismo cuando las mostraban partícipes de la construcción del pasado; y cuestionan las relaciones de poder omitidas en las descripciones neutras.

De acuerdo con esta reconocida historiadora, en los avances de la disciplina se ha prestado menor atención a develar lo que se entiende por mujer/es u hombre/s cuando se utilizan los términos. Recuerda la autora que esta aproximación identifica unas características fijas, hecho que ha sido cuestionado, entre otros, por la antropología y por los trabajos deconstruccionistas; el debate gira en torno a reconocer cuales son los posibles puntos en común que existen en las variadas concepciones de “mujer/ es”. La misma discusión puede ser expuesta para los varones.

Más recientemente, según Scott, se encuentra el enfoque de la “diferencia” que busca aproximar la noción de mujer en su diversidad, más que la de los hombres11 .

Es decir, hasta dónde “la mujer” o “las mujeres” son una construcción del ayer, o bien “el ser mujer” pre-existe a la historia. Este debate está en el corazón de la discusión de la historia de las mujeres, así como en la historia del feminismo pues conlleva implicaciones frente a los puntos que han atraído principalmente la atención en esta sub-especialidad de la historia12 .

Entre los aportes del saber letrado que se especializa en la recuperación del ayer, así como de la antropología, se encuentra el cuestionar las tendencias esencialistas. Las ideas acerca de las mujeres y su feminidad como lo muestran publicaciones en el país para los variados períodos históricos, han cambiado en el tiempo mostrando que sin obviar lo biológico, mucho es cultural13 . Denise Reley14 , por su parte, recuerda que la categoría mujer y mujeres (u hombre y hombres) es construida con relación a otras que son igualmente cambiantes y que, por lo tanto, se trata de clasificaciones sincrónicamente y diacrónicamente erráticas. Escribe que no es tan fácil en el presente realizar una reflexión afín a la escrita por Foucault15 frente a los “homosexuales” como construcción europea decimonónica, pues la categoría mujer tiene un pasado más antiguo.

Riley recuerda que Foucault escribió sobre la importancia en la historia de no fortalecer identidades pre-construidas, sino por el contrario de debilitarlas a partir de trabajos históricos e historiográficos. Se pregunta si en la historia de las mujeres se ha tenido esto en cuenta; si esta sub-especialidad del ayer es más una propuesta política que histórica; igualmente, si ser mujer es una categoría fija alrededor de la cual cambian los contextos. Considero, frente a estos interrogantes, que vale la pena preguntarnos al respecto, pues si bien hemos avanzado en la contextualización de los ámbitos socio-económicos, políticos y culturales en los cuales ellas y ellos se han desenvuelto, menos hemos indagado en los significantes de ser mujeres y hombres en los mismos. Sin embargo, como lo plantean De Lauretis16 y Viveros17 , la dificultad con la propuesta del autor francés citado es que no tuvo presente, entre sus valiosos aportes, la subordinación que existía entre los géneros y éste ha sido el principal foco de atención en las investigaciones de los estudios de feministas y de género desde el siglo pasado.

Riley18 , frente a los varones, también se cuestiona hasta dónde se los puede homologar con lo que se ha entendido por “humanidad”, como se plantea en estudios feministas y, me atrevo a añadir, por “neutro”. La autora citada pone en duda que todos los hombres se identifiquen con esas interpretaciones de humanidad y neutras. Son numerosos los escritos sociológicos, antropológicos e históricos19 que sustentan la existencia de varones hegemónicos y otros que lo son menos. A los primeros se los asocia con ser patriarcales; adultos u “hombres hechos”20 ; “blancos” racialmente y/o culturalmente (en este último caso se trata de letrados); dueños de bienes y de capital financiero (propiedad privada); sedentarios en cuanto a su relación con el espacio (propiedad privada); “completos” y saludables física y psicológicamente; viviendo en los países centrales o teniendo fuertes vínculos con los centros de poder de estos países, gracias a la globalización y a procesos de transnacionalización21 . Existen entonces unos varones hegemónicos y otros subalternos, así como mujeres hegemónicas y otras menos valoradas, que son discriminadas. Esto nos interesa porque el concepto de género es relacional.

La existencia de estas diferencias mediadas por relaciones de poder han generado la insatisfacción de mujeres de origen afrodescendiente, indias y otras no hegemónicas de América y de otros continentes, señalando que no se identifican con las interpretaciones que las/os feministas/os “blancas/os” presentan sobre ellas como “negras”, “indias”, “indígenas”, etc.22 . Interpretar a las “otras” mujeres, a partir de investigaciones de los textos letrados, es una limitante que no se encuentra tan lejana de los estudios realizados por los varones hegemónicos sobre grupos colonizados, como lo señalan desde la segunda fase de estudios de género las/os especialistas que tienen en cuenta “la diferencia”23 .

Para abordar algunas de las implicaciones limitantes de la perspectiva androcéntrica (patriarcal y etnocéntrica24 ) manifiesta en hombres y mujeres, en el siguiente numeral deseo realizar antes algunas aclaraciones sobre lo que cada vez se precisa más como la perspectiva de género25 .

Se sabe desde los ochenta que se trata de una categoría relacional que ha servido para develar vínculos de dominación como el patriarcado. Así mismo que es producto de la historia y de la cultura, sin restarle importancia a lo biológico. Lo antes expuesto, conlleva a que esta categoría se constituya en representación y en autorepresentación, puesto que es producto de diversas tecnologías como la educación letrada, el cine, .., así como de prácticas de la vida cotidiana26 .

Al igual que la sexualidad, el género no es una propiedad de los cuerpos; es el conjunto de efectos producidos en los cuerpos, los comportamientos y las relaciones sociales mediante una compleja tecnología política, tal como lo planteaba Foucault27 . Sin embargo, es pertinente recordar que las personas no son pasivas en los procesos discontinuos de construcción de dichas identidades28 . Así mismo, es claro que el género no es el único locus de manifestación de relaciones de poder, pero en el caso de la tradición judeo-cristiana ha jugado un papel significativo.

Lo antes expuesto ha permitido a sectores del feminismo, de una parte, señalar en forma cada vez más notoria que el patriarcado está presente no sólo en hombres, sino en mujeres, y que el género no se puede abordar en singular, sino en plural. Con esto ha dado cuenta de las variadas manifestaciones de esta relación de poder, de esta ideología que se declara en forma sistémica entre los/as “victimarios/as” y sus “víctimas”. Esto es entendible si se acepta que varones y mujeres en su proceso de construcción de identidad adquieren cualidades tanto masculinas como femeninas (pues se relacionan con personas de ambos géneros) y que el patriarcado es la sobrevaloración de los masculinos en detrimento de los femeninos. No es la diferencia entre hombres y mujeres percibidos desde los contrastes biológicos lo que genera la opresión; es la opresión la que crea inequidades entre ellos y ellas29 .

1.2 La aproximación dicotómica de los géneros

El pensamiento letrado occidental tiene una fuerte herencia de interpretaciones dicotómicas y asimétricas, hecho que se refleja permanentemente en las categorizaciones que establece: o se es negro o blanco, o se es liberal o conservador, o se es hombre o mujer, o se es letrado o iletrado, etc. Además de la dupla en oposición, se tiende a valorar a uno de los pares más que al otro. Al respecto varias autoras han señalado que lo que se convierte en referente está asociado con el patriarcado, subvalorando al opuesto o a lo que se asocia con lo femenino30 . Para el tema de este artículo hay aspectos que sobresalen en la literatura consultada relativa a este aspecto: la heterosexualidad y la conflictuada relación entre varones y mujeres.

Según especialistas letradas en el tema31 , la aproximación heterosexual a las relaciones entre hombres y mujeres hace que se interpreten los cuerpos de los recién nacidos como portadores de identidades previas a cualquier construcción histórica y cultural que ocurra en su proceso de desarrollo. De esta forma ambos se convierten en nociones metafísicas, dejando de ser resultado de relaciones y del tiempo. Las ciencias sociales ejemplifican cómo el sexo no siempre se corresponde con el género, en la forma en que la tradición hegemónica letrada judeocristiana lo había propuesto, tal como ocurre en el caso de la transexualidad y de los transgéneros. En la literatura sobre las relaciones inequitativas entre varones y mujeres, se señala que el género y la sexualidad constituyen campos diferenciados en la práctica social, aún cuando están relacionados32 . Desde esta última perspectiva, los denominados “queer”33 cuestionan la aproximación de género por su lente heterosexual (en el que el referente sigue siendo el varón hegemónico), dicotómico y por ende perpetuador del patriarcado occidental. La pregunta es si en los desplazamientos transexuales o entre los transgéneros otras manifestaciones del patriarcado también se hacen presentes, teniendo en cuenta lo expuesto en este escrito, en el sentido de que hombres y mujeres poseen características masculinas y femeninas.

La oposición binaria hombre mujer puede estar incidiendo en el razonamiento dicotomizante de varones patriarcales y mujeres exentas de esta relación que se maneja en discursos. Este factor es bastante preocupante por cuanto, de una parte, a los varones se los sigue homologando con “lo” masculino y en forma esencialista con patriarcalismo, así como a las mujeres con lo opuesto. Recordemos, según lo señalado, que ambos géneros co-existen en las personas y claro está en lo social.

Es más, la prevaleciente presentación conflictivizada que se expone en estos casos, según autoras como Moore34 , se realiza desde la perspectiva de los conflictos existentes en las relaciones de parejas heterosexuales occidentales. Lo anterior se hace, con frecuencia, sin considerar los vínculos no problemáticos entre padrehija/ s, madre-hijo/s, hermanos-hermanas, y las que se construyen en otro tipo de relaciones de parentesco o de otro orden. En este sentido, lo que se desea plantear es que las relaciones entre los géneros no son sólo antagónicas; pueden ser de alianza por variados motivos y sobre esto se ha trabajado menos. Lo anterior no desea eclipsar la existencia del patriarcado y de otras relaciones de poder, sino que se busca enfatizar que los lazos cambian de matiz en el tiempo. Sheila Rowbotham hace unos años escribía: “Hay momentos en los que la solidaridad de clase o de raza es mucho más fuerte que el conflicto sexo-género y hay momentos en los que las relaciones dentro de las familias son fuente de mutua resistencia al poder de clase”35 y se podría añadir, o de raza.

1.3 El antropocentrismo

Si bien los trabajos de las primeras ecofeministas, como Sherry Ortner36 , señalaban una mayor cercanía entre las mujeres y la naturaleza, siendo ésta una de las causas de la sub-valoración de las mismas, tal afirmación, aún cuando ha sido cuestionada para otras culturas, en el caso de Occidente parece ser importante. La oposición, masculino-cultura-conocimiento letrado/femenino-naturaleza-conocimiento no letrado37 parece ser uno de los pares binarios y asimétricos que persisten en las representaciones e interpretaciones de sectores de la población, aún cuando por las acciones de las feministas, ambientalistas y de comunidades, como las indígenas, se ha ido debilitando.

Lo que sí ha sido expuesto es que, a medida que se desarrolla el capitalismo impreso38 , la relación con lo que ha sido denominado la “naturaleza”39 cambia. Esta variación se ha sentido particularmente entre quienes participan de las culturas urbanas, perceptualmente menos ligados/as a los ecosistemas y a sus variadas formas de producción y reproducción. El antropocentrismo, que según algunos hace parte de los mitos de creación judeo-cristianos, se acentúa en el proceso no siempre continuo del desarrollo industrial. Es más, se ha expandido a otras culturas que se han visto afectadas por el colonialismo de Occidente. La historiadora Carolyn Merchant40 estudió la relación entre la colonización europea y los cambios que se operan en el vínculo con el medio ambiente entre los/as nativos/as. Muestra que, por ejemplo, de una cosmovisión indígena en la que se sentían parte del entorno, se pasó a otra en la que el medio ambiente se lo percibe desligado del cuerpo autocontenido y existente para que sea dominado y explotado particularmente por los hombres hegemónicos, en este caso los colonizadores.

Se entiende por antropocentrismo “Una concepción humanamente-centrada de la realidad”41 , que se constituye en una entre muchas. En otras cosmovisiones la disyunción radical entre naturaleza y cultura, hombres y animales, se disuelve42 . Silvio Aristizabal43 señala que esta afinidad, presente en las cosmovisiones de muchas comunidades indígenas de países como Colombia, sirve de referente para las relaciones que se establecen entre ellos y la naturaleza. Este factor es importante para la convivencia y la preservación del medio ambiente. En el presente, la física occidental y la biología identifican aspectos de semejanza significativa entre las categorías señaladas; así mismo, los estudios ambientales muestran las cadenas de interdependencia entre las mismas. Por el contrario, en las nociones de hombre y de mujer, en las que en muchos casos nos apoyamos al realizar los trabajos históricos, no siempre se tienen en cuenta perspectivas como estas otras. Se trata de aproximaciones menos individuadas y más de carácter colectivo e inmerso en el medio. De allí la importancia de lo que se ha señalado, de precisar lo que se entiende por mujer/es, al igual que por hombre/s, relacionado con mencionado, las metáforas masculino y femenino.

Después de lo expuesto en los tres apartes de la sección previa, me pregunto sobre la autoría letrada occidental, en cuanto a que se la ha asociado principalmente con las fuentes escritas y con representaciones individuadas (o centradas en una sola persona), teniendo tal hecho vinculaciones con el androcentrismo y antropocentrismo antes expuesto.

2. La autoría en la historiografía

En el presente se acepta la relación que existe entre el saber y el poder, particularmente después de los aportes realizados por escritores como Foucault. Retomando los trabajos de Nietzsche, Carlos B. Gutiérrez señala que en lugar de la verdad absoluta y de hechos hay interpretaciones44 . Según el filósofo, Nietzsche tempranamente entrevió que el pensamiento europeo es la reiteración continua del idealismo platónico. “… por encima de la realidad fenoménica siempre cambiante privilegia lo inmutable y lo venera como fuente de todo lo que es. Muy superior a rosas en botón o en procesos a abrirse o de marchitarse, y siempre libre de espinas reales, para el platonismo la rosidad que con su aura de completud ominiabarcante anticipa a manera de paradigma el conocimiento perfecto”45 .

Recientemente, la historiadora Bonnie Smith46 se hizo una pregunta central sobre el significado de la autoría, es decir en el sentido de Gutiérrez, sobre quienes se dedican a “interpretar” las “rosidades”, más que a tener contacto con las rosas mismas. Smith se formula el interrogante apoyada en los escritos de Foucault sobre el tema, pero le da una aproximación nueva, apoyándose en la perspectiva de género. Lo primero que señala es que no es un cuestionamiento frecuente entre los/ as historiadores/as, dado que ha sido más abordada por los especialistas en literatura, pues a los primeros les ha interesado en particular la objetividad y los logros “científicos” en la disciplina47 . Desde el siglo XIX y hasta hace tan sólo unos pocos decenios, el orgullo de los historiadores había sido evitar las subjetividades relativas a la perspectiva de género, clase, origen étnico y tendencia política. En segundo lugar, señala que el sueño de la objetividad48 estaba (y entre algunos/as el sueño persiste) asociado con la construcción de historiadores “individuados”, no actuando en forma colectiva como a menudo ocurre. Estos dos aspectos (el cientifismo apoyado en ciertos métodos letrados y la individuación) son la base de lo que sustenta a los/as historiadores/as percibidos/as como profesionales exitosos, independientes de las pasiones y flaquezas mundanas. Esta actitud lleva a verlos como dueños/as del cientifismo y de la buena forma de actuar de acuerdo con los parámetros de lo que se fue convirtiendo en la disciplina. El bache está, según ella, en que en los análisis historiográficos, si bien se contextúa la producción de tres o cuatro autores (menos autoras) que se estudian en cada período, su vida “privada”49 , en cuanto a las relaciones de apoyo que permitieron sustentar esa obra, así como las intersubjetividades vinculadas a la producción, no se mencionan.

Para respaldar su señalamiento, presenta el caso de varios historiadores reconocidos, como Michelet, a quien no sólo su esposa, sino otros/”as” parientes/“as”, legos en la historia oficial, apoyaban en la búsqueda de fuentes, en la redacción y edición del escrito. De su presencia no se da cuenta en los análisis historiográficos, para mostrar la solidez de la obra. La autora mencionada aduce que este hecho no ha sido aislado en los trabajos de historiadores y de otro tipo de “autores”. Frente a la significativa omisión señalada, es importante resaltar no sólo la colaboración de mujeres y de subalternos ágrafos, sino del vínculo familiar en ocasiones existente entre los asistentes.

Además, el punto no radica tanto en lo limitado de la construcción “científica”, en el sentido occidental letrado, pues existen investigaciones al respecto, sino de la construcción no individuada de la misma y basada en fuentes no escritas omitidas, para que la obra fuera lo suficientemente erudita. La interpretación “pura” del pasado, es decir lo más aséptica del “presente” posible, se sustentaba con unas notas de pie de página, y si eran provenientes de archivos poco consultados, la labor según lo expuesto era más valiosa todavía.

Es conveniente recordar lo planteado por historiadores, como Michel de Certeau, en cuanto a que las fuentes que consultan los especialistas del ayer tocan más el territorio de los muertos, es decir de los ausentes. Este argumento refuerza lo antes planteado, relativo a las, hasta hace poco, obras impersonales y objetivas escritas por los historiadores. Este mayor interés por la consulta del ayer/muertos, como lo señalaba en un escrito previo50 , si bien valioso y solemne para la pervivencia de las culturas, parecería no estar desvinculado en la autoría de la heroicidad patriarcal bastante ego-centrada. Se sobrevalora en este caso a los muertos sobre los vivos. Se perpetúa el imaginario de los “descubrimientos”, no sólo de continentes51 , sino de fuentes -archivos nuevos-, lo que conlleva logros como los que ofrece Occidente en variados campos, pero también induce a retos significativos, particularmente en la convivencia. Se fortalecen representaciones sobre las colonizaciones en sus variadas formas, ya no sólo de almas, de otros territorios y poblaciones de vivos/as sino según lo expuesto, de los/as muertos/as.

Es más, si en el presente ese adecuado acercamiento del ayer se ve validado por los y las colegas de la disciplina en cuanto a los pasos metodológicos seguidos y a los marcos conceptuales y teóricos consultados y elaborados en el producto final, tocando lo anterior aspectos de la interpretación misma, los muertos no intervienen en la lectura de la obra o en el conversatorio. Si hay polémica, ésta ocurre entre los eruditos. “Los/as otros/as”, los/as ausentes, en trabajos históricos pueden ser igualmente los/as vivos/as, tanto los que acompañan la escritura de la obra –según lo planteado en páginas previas letrados y no-, como las/os historizadas/os.

El apoyo en las fuentes documentales escritas, en las bibliotecas, la presencia de los editores académicos, de los asistentes de investigación, los estudios universitarios y los títulos universitarios de los autores, las revistas profesionales y las asociaciones disciplinares, han tendido a debilitar cualquier duda sobre el proceso de construcción de la historia como disciplina seria, bajo metodologías rigurosas, sin dejar éstas de ser androcéntricas y antropocéntricas.

Es decir, la categoría de “autor”, tal como lo planteó Foucault, sirvió para organizar a la historia como una disciplina acerca de clasificaciones que giran en torno a la escritura alfabética y de otros procedimientos que con la existencia de un sólo autor se posibilitan. Se omite parcialmente, tanto lo que ocurre a nivel personal en el caso del autor, como los lazos sociales que posibilitan la obra52 . Estas omisiones llevan a invisibilizar el cotidiano y la co-construcción de quienes participan en la escritura, cuyo origen tampoco es siempre letrado. Se trata de una presentación egocéntrica, patriarcal, etnocéntrica y antropocéntrica de la autoría de las obras, circunstancia bastante afín al perfil de los hombres hegemónicos mencionado en páginas previas: individuados, “propiedad privada” en la presentación de la obra, letrados, desvinculados de lo social y del medio ambiente,… Esto se aleja de parte de lo que se interpreta como femenino: lo no letrado, lo social, la cercanía con las emociones, el cuerpo, la naturaleza,… Como se ha señalado, lo masculino y lo femenino no constituyen dos polos opuestos, sino que coexisten en hombres y mujeres, aún cuando se incentiva más lo femenino en ellas por los procesos de socialización.

En este sentido, algunos sectores del feminismo letrado han avanzado incluyendo ocasionalmente parte de las vivencias que desde su perspectiva han estado relacionadas con el tema que estudian en sus investigaciones y publicaciones. De esta forma han puesto su subjetividad sobre el tapete y propuesto nuevas metodologías53 . Lo que a mi parecer se puede fortalecer en los estudios de género en el campo de la historia letrada son dos aspectos: primero, si bien las citas buscan dar cuenta en cierta de forma de una co-construcción social “mayoritariamente letrada” al incluir las fuentes, ésta ocurre en forma virtual con un énfasis más individual que colectivo, por ser la lecto-escritura una práctica solitaria54 . Por consiguiente es pertinente esclarecer los vínculos sociales y con el medio ambiente que se establecen en el proceso. Segundo, si se tiene en mente que las obras citadas fueron elaboradas en gran parte por personas fallecidas, por ser el ámbito de esta disciplina primordialmente el ayer, en las fuentes no siempre se incluye la colaboración de los/as legos/as y eruditos/as (muertos y vivos), limitante que se podría subsanar.

En el curso de la IX Cátedra Anual de Historia Ernesto Restrepo Tirado que se centró en el tema de “Mujer, nación, identidad y ciudadanía: siglos XIX y XX”55 , en la Mesa “Balance Estudios de Género”, Diana Mafia hacía referencia a la necesidad de revisar las metodologías que se estaban utilizando en los variados campos disciplinares del saber occidental. Señaló que era necesario ver hasta dónde, por ser los/as académicos/as acríticos frente a los métodos utilizados, se podían estar reconfigurando por estos medios las relaciones de poder. A mi parecer esto parece estar pasando, por esta razón deseo fuera de lo ya expuesto al respecto, incluir otros aspectos a continuación.

La psicóloga social Angela María Estrada56 escribe que penetrar en la diferencia (tema tratado en la primera parte del escrito) es ahondar en la interdependencia de los sistemas de significado individuales y los socio-culturales. Asimismo señala que en los ámbitos educativos persiste la construcción de sujetos individuados, típicamente cartesianos, al margen de desarrollos pedagógicos contemporáneos potentes que sirven para superar subjetividades individualistas y que no son egocentradas. Muchas de estas estrategias educativas trascienden las herramientas letradas. Es más, para no salirme del tema, la pregunta que está en el fondo es: ¿hasta dónde se reconfiguran las relaciones de poder por la sobrevaloración de las metodologías letradas androcéntricas y antropocéntricas? Lo anterior sucede a pesar de que, como ocurre actualmente, se cuestionan las relaciones de poder desde lo escrito. A mi parecer lo que es interesante en este caso es que las metodologías ágrafas se asocian con el cotidiano no letrado de los hegemónicos (“público” y “privado”57 ), con lo femenino (más asociado en las perspectivas hegemónicas con lo privado y lo íntimo) y con los saberes de las minorías étnicas y de otras tradiciones culturales.

3. La escritura occidental

Conversando con el profesor Jaime Barrera58 sobre el tema de este artículo, identifiqué que para el caso de los chinos, los símbolos que utilizan difieren del sentido que se otorga a la letra alfabética occidental, dado que están compuestos por ideogramas y pictogramas. Igualmente que se trata más de símbolos estéticos, que con el tiempo se han constituido en “hablantes o sonoros”. Es decir, fueron construidos para ser leídos por especialistas y, por ende, para ser escuchados más que consultados por la audiencia; incluso hasta el siglo pasado se combinaban con puntuaciones. En el caso de los Sibundoyes59 , parece ser que los motivos tejidos por mujeres en parte del vestuario que cubre su cuerpo son más de tipo “silencioso” y sirven más para ser observados por la comunidad y en el proceso evocar recuerdos de su memoria, que para ser “leídos” al estilo individuado occidental actual. En el caso de Occidente “letrado”, según autores como Manguel60 , el sistema utilizado hasta el siglo pasado, principalmente por hombres, pasó de ser una práctica que era más de escucha por parte de la audiencia, a otra que, tanto por parte del/de la escritor/ a y del/la lector/a, tiende a ser más silenciosa. Por ende quien interpretaba el mote no siempre estaba callado, como frecuentemente sucede en la actualidad. El historiador Jaime Borja61 , a su vez, refiriéndose a la escritura medieval señala que no existe una sola experiencia escriturística, pues el interés del autor, así como la intención con que es escrito el texto y el horizonte de expectativas que animan su escritura, deben ser igualmente tenidos en cuenta para interpretarla. Es claro que en los tres casos mencionados las cosmovisiones de quienes participan en la práctica cambian.

La lecto-escritura es una acción particularmente visual. En una publicación previa62 señalaba que entre mayor especialización en los sentidos visual y auditivo imparte el sistema educativo letrado occidental en el aprendizaje de la escritura, más se fortalecían, en apariencia, los logros de tipo tecnológico y material. Estos, sin embargo, no siempre van en consonancia con los logros esperados en el campo de lo social. Si bien es cierto que en ocasiones se cuestionaba a la educación oficial por las relaciones de poder y las inequidades que éstas generan, no siempre se pasaba a la práctica. Además, la noción espacio temporal cambiaba por invisibilizarse el espacio habitado (“medio ambiente”, “ecosistema”, “entorno”) así como el cuerpo, facilitando relaciones establecidas desde organismos autocontenidos, androcéntricos, antropocéntricos, “ego”istas o “ego”centrados63 y “objetivos”. Es más, se entrena a personas en las que prima obtener información, apropiarse de ella, e interpretarla (“autoría”), en ocasiones por sobre la salud física y la tranquilidad propia. Además, dado el creciente y valorado relacionar virtual, se tiende a restar tiempo al social interactuado. Esto así mismo está asociado con la invisibilización o subvaloración del proceso de emocionar y sentir a partir de ámbitos sociales, no de los virtuales. Las percepciones de autonomía y objetividad que se infunden en muchos casos están desligadas de los lazos de interdependencia existentes, así como de los filtros de conocimiento personales, familiares, de clase, etnia, en fin, sociales. Por la requerida inmovilidad física de la práctica, se afianzan nociones sedentarias en cuanto a la relación espacial, y con ellas una aproximación espacio temporal influenciada por los medios virtuales, que para el caso de la historia oficial se muestra con una notoria influencia de concepciones como el desarrollo, el progreso o la modernidad lineales. De esta forma, por tratarse la escritura de una herramienta traída por los cristianos europeos, la construcción de teoría sigue estando notoriamente dependiente de los centros eurocéntricos del saber letrado.

Si se retoman los aspectos antes enunciados, se puede percibir una cercanía con lo que ha sido caracterizado como patriarcado: práctica que para el caso de Occidente se inicia en ámbitos de varones hegemónicos y por ende sobrevalorada. La actividad es más individuada que social, pues no enfatiza la co-construcción de saberes; objetiva o subjetiva, no inter-subjetiva como ocurre en la construcción del conocimiento; modalidad antropocéntrica, dado que la percepción está desligada del entorno que se habita (cuerpo, ecosistema). Se trata de una praxis asociada con la de propiedad privada, aprendizaje en el que prevalece la acumulación de conocimiento o de capital, sobre la preservación del bienestar social y en ocasiones el personal. Esta opción tiende a excluir y/o a discriminar los saberes diferentes y a dar prevalencia a tiempos–espacios no siempre correspondientes con el ecosistema habitado, incluyendo el cuerpo físico. En el presente, algunos sectores del feminismo aducen coincidencialmente que es pertinente aceptar no sólo la subjetividad, sino la inter-subjetividad; el ser senti-pensante, corporizado y “ambientalizado”64 , y esto, al parecer, no siempre puede ser logrado a partir de prácticas escritas.

El uso en Occidente de la escritura, es para algunos como una “commodity”65 que confina y delimita las culturas de “color”, afianzando el racismo, así como el patriarcalismo. El lenguaje no es sólo un medio, es también un signo, una herramienta, un instrumento, una técnica. La escritura, particularmente desde el fortalecimiento de la imprenta en el siglo XVIII, sirvió de instrumento para que después de René Descartes, la “razón” o lógica ilustrada, fuera privilegiada por los sectores letrados por encima de cualquier otra característica humana. La facilidad y velocidad con la que se reproducían los textos y con ellos las ideas eurocéntricas, facilitó el afianzamiento de cosmovisiones virtuales letradas. Esto se acentuó aún más en el siglo pasado con la propagación de medios masivos de comunicación66 . Dirlik Arnif, según Mauricio Nieto67 , señala que el verdadero poder de la historia europea no está en la exclusión de los otros, sino en su inclusión dentro de un orden y un único sistema de representación.

Recordemos que la razón escrita diferenciaba a los hombres de los animales (afianzando el antropocentrismo) y a los cristianos hegemónicos del resto de pueblos, así mismo ocurría con las mujeres. Si bien los ilustrados aceptaron la existencia de la razón entre ellas y desde fines del siglo XVIII estuvieron interesados en educarlas bajo la modalidad oficial (las letras), la forma en que esto ocurrió fue afín a como sucedió con otros grupos discriminados: diferente a la hegemónica. En el caso de las damas se enfatizó en el proceso formar a madres, esposas y amas de casa, con contrastes según su origen social y étnico68 . En los últimos decenios las feministas se han preguntado por la masculinización de las mujeres a partir de la educación letrada, particularmente cuando esta es neutra69 .

A partir de la “modernidad” la interpretación de los no hegemónicas/os70 , en gran medida, se ha continuado llevando a cabo consultando las fuentes escritas. Es difícil encontrar académicos/as que al referirse a regiones de países o a continentes predominantemente no letrados, privilegien lo no escrito al referirse a ellas/os en público, sabiendo que la lecto-escritura no es sino una de las opciones comunicativas entre las posibilidades existentes. Sin embargo, se sabe que algunos/as de origen africano fuera de su continente se apoyan en otros instrumentos para cuestionar el etnocentrismo existente en los textos escritos71 . Se conoce igualmente que indígenas colombianos no letrados, al realizar rituales fuera de sus comunidades de origen, se apoyan en las herramientas que sirven de soporte a las tecnologías a partir de las cuales transmiten y reconstruyen sus saberes.

¿Ocurre algo semejante entre las mujeres al abordar ámbitos no letrados, más asociados con lo femenino que con lo masculino? ¿Han utilizado las feministas letradas instrumentos alternos a las escritura para transmitir, por ejemplo, los conocimientos y prácticas existentes en la relación que se establece entre una madre y su bebé? ¿o a experiencias de la tradición culinaria u otros de los tantos ámbitos asociados con sus conocimientos de mayor tradición72 ? Aparentemente no. En esferas de educación oficial, se han abierto, desde la segunda mitad del siglo pasado para acá, espacios “de mujeres” letradas en los que por vías no escritas se comparten experiencias y se cuestionan relaciones de poder. Lo anterior no quiere decir que los intercambios comunicativos que ocurren estén exentos de alusiones a la lectoescritura (recordemos que se ha expuesto lo relativo a culturas híbridas y mestizas, entre otras). En ocasiones, en los cursos que se dictan en los centros educativos oficiales, al abordar temáticas relativas al género o al feminismo ocurren situaciones parecidas. En estos casos se trata de prácticas más conocidas como “experienciales”.

Es cierto que la escritura para los grupos mayoritariamente no letrados ha servido de herramienta e instrumento de interlocución con los hegemónicos/as y como medio para probar su capacidad de “razonar” inicialmente al estilo androcéntrico. Poco a poco sectores de estas “minorías” se han apropiado de la escritura para recuperar parte de su memoria invisibilizada o para interpretarla desde perspectivas no discriminadoras73 . El que esto ocurra en sus procesos de vida no lleva a justificar que en sociedades pluri-étnicas y multiculturales74 , como Colombia, se excluyan otras formas de transmisión de conocimiento, pues es desde ciertas “lupas” cognitivas que se están abordando los saberes mencionados. En el caso de las mujeres, la escritura cobra importancia cuando se la apropian, tal como lo expone Anita Cañizares75 , no sólo por haber sido excluidas por parte de los hegemónicos letrados por muchos siglos de este saber, sino porque, como los esclavos en Occidente, a veces ni tenían derecho a manifestarse verbalmente.

Es más, con todo y su conversión en letradas/os, siguen existiendo las relaciones de poder excluyentes en los ámbitos en los que se desempeñan. En parte esto se debe posiblemente a la persistente y cada vez más detallada insistencia en los textos escritos sobre su posición subordinada en ciertos aspectos. Este hecho se hace manifiesto en las relaciones de explotación y discriminación impuestos todavía en el presente sobre estos grupos76 . Claro que recordar estos hechos (como lo hace la historia occidental) no es completamente desfavorable, pues también ha servido para denunciar relaciones inhumanas y prevenir su persistencia (no se pueden negar muchos de los cambios ocurridos). Desde la óptica del recuerdo también es posible identificar las interrelaciones que existen entre los variados tipos de poder. En todo caso, debido a la reconversión de los vínculos excluyentes, se abren interrogantes sobre la relación entre educación letrada y persistencia de las relaciones inequitativas.

Buscando ejemplificar lo antes expuesto para el caso de las relaciones de género, presento la siguiente disquisición: las mujeres en esta sociedad somos quienes representamos lo femenino en cuanto a cuerpo humano y simbología asociada. Desde fines del siglo XIX y particularmente a partir de la segunda mitad del pasado hemos participado cada vez más de la educación letrada de variadas formas, abriendo nuevas posibilidades de identificación, así como de desarrollo. Sin embargo, estudios históricos han señalado que, por ejemplo, las primeras profesionales eran educadas más como médic”os” que como médic”as”; o para este caso, historiador”es” que historiador”as”, por falta de conciencia de género en su formación letrada77 . Las letras pueden ser usadas en forma femenina y masculina como se ha visto en el caso de múltiples escritoras y escritores. ¿Pero, será que, así se dicten cursos letrados con perspectiva de género, por quedarse más en lo virtual que en lo práctico, el androcentrismo y el antropocentrismo se reproducen?

Deseo avanzar mi reflexión en este sentido, relacionándola con lo antes expuesto relativo a los vínculos existentes entre androcentrismo, antropocentrismo y lectoescritura. Mencioné en los párrafos previos que lo femenino se asocia entre otros, con aspectos “maternos”, y que lo femenino si bien se lo desarrolla más en las mujeres, no está ausente en los varones. Se ha planteado así mismo que este tipo de conocimiento hasta hace muy poco, menos de un siglo, poca relación tenía con lo escrito alfabético, era ágrafo.

Además es pertinente recalcar el nexo estrecho que existe entre el afianzamiento de una vida digna, del bienestar individual y social y la preservación de los saberes ágrafos, así como con su adecuada la valoración. Es más, la reproducción de la especie depende, en buena medida, de esos saberes: sin una buena gestación, sin un buen parto, sin una buena crianza, sin afecto, sin salud preventiva, sin buenas pautas relacionales, sin el cuidado y preservación del hogar, sin una apropiada atención del medio ambiente, es difícil subsistir. Es más, este tipo de conocimientos son pertinentes no sólo para el hogar sino, como lo han expuesto las feministas, para cualquier ámbito, pues tienen que ver con formas de aproximarse a la vida, factor que incide en las prácticas de los conocimientos, letrados y no. Mucho de lo ético se construye en estos ámbitos.

Deseo avanzar un poco más en el caso de la reproducción física por cuanto es notoria la importancia del cuerpo y el medio ambiente, así como las pautas relacionales manifiestas. Es claro que el aprendizaje en las relaciones de pareja, en la gestación, en el parto, se realiza principalmente a partir de la práctica y que además la misma tiene semejanza con lo que ocurre entre animales como los mamíferos. Es en las relaciones sexuales, en el parto, en el amamantamiento, en la alimentación, que este vínculo entre los seres humanos78 , y entre los seres no humanos, se corrobora.

El lenguaje sexual no es letrado; el de la gestación y parto, así como el del amamantamiento y alimentación tampoco lo son. Son pautas comunicativas de orden táctil, auditivo y oral milenarias, además en las que el sentir y emocionar no se someten tan notoriamente a la razón ilustrada. Otros dirían que se trata de prácticas corpooralizadas y sentipensantes. ¿Será que la dualidad persistente entre ciertos sectores de población, “hombres y mujeres hegemónicos (as) - cultura letrada” / “mujeres y hombres no hegemónicas (os) - animales y resto de naturaleza” es la que se busca opacar?

Recordemos que, según lo expuesto, este contraste con la escritura se hace notorio desde ópticas letradas occidentales. Me pregunto igualmente si la dicotomía entre “con razón/letrado/a” y “sin razón/no letrado/a” sigue vigente en el imaginario de quienes hacemos parte de entidades educativas, subvalorando la importancia de ese otro tipo de fuentes. De esta forma se subvaloran saberes que no sólo existen entre los indios, los “negros” o sectores de campesinos79 , sino que son parte de nuestra cotidianidad, en la que hay notoria influencia ágrafa. Igualmente se invisibilizan en los ámbitos eruditos de disciplinas como la antropología o la historia.

Recientemente la antropóloga y demógrafa Lucy Wattemberg80 señalaba que su experiencia en los estudios y trabajos sobre la familia mostraba que las mujeres habían ganado espacios en los ámbitos públicos, en parte por sus logros en la educación letrada. Infortunadamente en los ámbitos privados, y en particular en el hogar, su papel no siempre era valorado y, por ende, la familia se regía por patrones altamente conservadores en cuanto al patriarcado y a la desatención del cotidiano íntimo81 . ¿Se deberá este limitante a la masculinización, entendida en los términos de este trabajo, ocurrida en parte por la socialización en entidades educativas en las que los saberes impartidos de tiempo atrás se sabe que no son neutros ni culturalmente ni en cuanto a las relaciones de género? ¿Será que así sea una educación letrada con perspectiva de género, por las metodologías y los instrumentos utilizados en el proceso, la sobrevaloración de lo masculino hegemónico persiste?

4. A manera de cierre temporal

Según lo expuesto en este artículo, encuentro que sin la escritura alfabética de por medio es posible identificar entre Europa y continentes como América o el África más afinidades en el tiempo que contrastes. En efecto, es sólo a partir de unos pocos siglos atrás que el instrumento discutido, de origen europeo, gana importancia en ese continente y por la colonización cristiana se difunde en los otros. Además, en este proceso se han utilizado formas discriminatorias sutiles para dividir desde perspectivas dicotómicas los saberes letrados y los que no lo son. Es más, las jerarquías que se han ido construyendo entre los mismos letrados en torno al conocimiento letrado y que son ampliamente conocidas, ameritan de una reflexión, pues no parece que se avance significativamente en la democratización de las relaciones. Me refiero, tan sólo a manera de ejemplo, a las distancias que poco a poco en los últimos decenios se buscan construir (fuera de las ya existentes) entre postdoctorados, doctorados, maestrías, etc. En estas jerarquizaciones el manejo de otros saberes no cuenta por la sobre especialización del conocimiento letrado, que según algunos/as termina siendo en ocasiones funcional a la etapa actual del capitalismo.

Si bien es cierto que fuentes como las orales, las iconográficas y otras ágrafas, de tiempo atrás han sido abordadas e interpretadas por científicos sociales, también lo es que las metodologías con las que lo han hecho han sido androcéntricas, factor que incide en la interpretación. La oralidad, el tejido, los íconos, la cocina, entre otros, posiblemente existen en todas las culturas, lo que no ocurre con la escritura.

Deseo proponer un juego imaginario para sintetizar lo expuesto en este artículo (con el riesgo de estereotipar, pero creo que vale la pena correrlo) y empezar a cerrar el escrito. Pensemos tan sólo que llegan a la tierra unos/as marcianos/as para quienes el deporte es el eje de construcción de conocimiento y en esta práctica capacitan y forman a los jóvenes en esa sociedad. “E”l “D”eporte (en mayúscula), que se ha constituido en el saber hegemónico entre ellos/as, es algo parecido al “tejo”82 , pero en el cotidiano practican así mismo juegos afines al golf, foot-ball, basket-ball, etc. Ocurre que en Marte estos últimos juegos son poco valorados en el momento en que llegan al continente Europeo en la tierra.

Llegan al “nuevo” territorio (para ellos/as) y en él no se conoce el tejo, pero hay deportes como el ciclismo, tennis, foot-ball y basket-ball, parecidos al marciano. Así mismo hay golf y ajedrez. Los/as oriundos/as de Marte, según lo expuesto, consideran que la forma más “civilizada”, “desarrollada”, “moderna”, “posmoderna” y “científica” de llevar a cabo “EL” “deporte” es practicando lo que ellos más valoran: el tejo. Porque son colonizadores/etnocéntricos y desean “civilizar” a Europa, ridiculizan, invisibilizan y menosprecian los deportes de ese territorio, en ocasiones afines a los propios, pero que son subvalorados. Buscan “tej-izarlos”, es decir interpretarlos a partir de los instrumentos y metodologías con los que se juega el tejo: la mecha para explotar la pólvora cuando con una buena puntería le da en el blanco; la piedra que se lanza para explotar la mecha con pólvora; la arena en la que está ubicada la mecha, y así sucesivamente. Juiciosamente se dedican a interpretar el ayer de su práctica deportiva preciada, así como de los deportes subvalorados antes citados, desde las temporalidades y espacialidades del tejo: antes de llegar a la cancha, al empezar a tomar la chicha, cuando se inicia el juego. Construyen una minuciosa periodización, así como unas metodologías tej-ísticas, que sirven para sistematizar e interpretar, desde la óptica que ofrecen las herramientas del tejo, a las otras prácticas.

Quienes hacían los deportes propios de Europa, con el tiempo, dejan de hacerlo por pensar que esos deportes realmente no lo eran o eran pre-deportes (pre-tejo). Otros, con todo y el proceso de colonización, logran preservar parte de sus conocimientos ancestrales y saberes locales.

En el proceso, igualmente, algunos marcianos que se han mestizado, así como europeos que han logrado manejar en forma seria la práctica deportiva marciana valorada, con el tiempo buscan recuperar, a partir del tejo, en la forma más fidedigna posible, los saberes de los pre-deportes de ese continente de la tierra. Se preguntan si serán realmente pre-deportes o simplemente otras formas de practicarlo. Así mismo son conscientes que han surgido ejercicios y juegos diferentes a los pre-existentes en Marte y Europa, fruto de la fusión. También identifican que en Marte no sólo existía un deporte, “El” deporte, sino que había otros poco visibilizados por los hegemónicos de su planeta y que no son tan dispares de los originarios de Europa, pero que el filtro del tejo ha hecho creer que las diferencias eran notorias entre lo “pre-tejo y lo tejo”.

El problema estaba, de una parte, en la interpretación internalizada sobre lo que se entendía por deporte, pues no existía uno sólo que se constituyera en el referente del saber deportivo. Cada uno tenía sus propias metodologías e instrumentos, dando resultados diferentes, con las consecuentes fortalezas y retos en cada caso83 . De otra parte, el problema también radicaba en la distorsión existente al querer dar cuenta del resto de los deportes (o para el caso saberes) a partir del tejo. Aceptan que lo que han realizado hasta el momento son solo avances interpretativos serios tej-ísticos de las otras prácticas, como el golf, foot-ball, basket-ball, etc.

Pienso, tal como lo expuse en las páginas previas, y esto no es nuevo ni para mi ni para otros/as, que como en el caso del juego antes expuesto, el androcentrismo no ocurre por las diferencias biológicas, pero sí por las interpretaciones que culturalmente existen sobre las mismas. La subordinación de los deportes diferentes al tejo no ocurre por la existencia de varios deportes, sino por las interpretaciones que existen sobre el deporte en singular, y estas están mediadas por metodologías e instrumentos específicos con las que se realiza esta práctica.

En el caso de las mujeres, la versión del tejo aplicaría en forma parecida a lo expuesto frente a la relación fuentes escritas y no escritas, ya abordada en las páginas previas. Como curiosidad en cuanto a las fuentes complejas e híbridas manejadas por sectores minoritarios de ellas en contextos escritos, menciono dos por seguirme desempeñando, como lo señalé, en el campo de la historia, si bien siendo cada vez más consciente, como también lo he expuesto, de sus logros y retos.

La primera tiene que ver con un crucigrama publicado en un trabajo previo84 que da cuenta de conocimientos audiovisuales letrados (solfeo, alfabeto), kinestésico visuales (flores, costura) y táctiles visuales y auditivos (animales, guitarra). Cada uno tiene sus propias herramientas con marcos perceptuales espacio-temporales diferentes. Invito a los/as lectores/as a reflexionar al respecto, en cuanto a las posibles diversas lecturas e interpretaciones a partir de este tipo de símbolos publicados que incluyen el alfabeto.

La segunda curiosidad se relaciona con una publicación reciente aparecida en el periódico El Tiempo85 , titulada “Lengua sólo para mujeres”, en la que escriben lo siguiente:

‘Cerca del manantial una no tiene sed, cerca de una hermana una no desespera’. La frase fue escrita en una lengua que muy pocas personas conocen. Con caracteres inéditos y muy pocos hablantes, el Nushu es todavía un verdadero misterio en la actualidad. Cuenta la leyenda que una concubina del emperador se sentía angustiada y sola. Por temor al castigo y por vergüenza a sus sentimientos decidió expresarse mediante una lengua secreta que solo sus ‘hermanas’ entendieran. Esto explica el origen del Nushu una lengua creada y hablada exclusivamente en el sur de la China. Transmitida por medio de abanicos pintados, telas bordadas y otros objetos de uso cotidiano, hoy se encuentra casi en extinción. La argentina Martha Sante, casi la única investigadora de habla hispana dedicada al tema, llegó a Buenos Aires y dijo a La Nación (periódico argentino): “algunas campesinas encuentran en esta lengua desestimada por la mayoría de la población, una salida laboral. Venden carteras, abanicos y distintos objetos con inscripciones que son preciadas por los visitantes”.

Realmente no sé si tal lengua exista, pero es posible que como ésta haya otras que den versiones complementarias y/o alternas de lo que hasta ahora se ha reconstruido tanto sobre el ayer de las mujeres como sobre las relaciones entre los géneros a partir de la escritura occidental.


Notas al pie

*La autora agradece las sugerencias y comentarios de los evaluadores del artículo.

1 El concepto de hibridez no es neutro; contiene en su seno relaciones de poder discriminatorias, por la mayor valoración de lo cultural occidental, lo que según autores como Bhabha reproducen relaciones inequitativas. BHABHA, Homi K., “Signs Taken for Wonders: Questions of Ambivalence and Authority Under the Tree Outside Delhi, may 1817” en GATES, Louis Henry Jr. (editor), “Race”, Writing and Difference, Chicago, The University of Chicago Press, 1986, pp. 163-185.

2 Todos los saberes cuentan con alcances y limitaciones.

3 Utilizo estos términos porque así se los menciona en la legislación y la discusión de los mismos no es el propósito de este escrito.

4 Las/os feministas/os letradas/os en el país, a mi parecer, si bien han realizado valiosos aportes en estos últimos veinte años al cuestionar la H-istoria “del género humano” y el manejo de un lenguaje “neutro” en las publicaciones que en apariencia daban cuenta de varones y de mujeres, no han vuelto a abordar el tema particularmente en lo que concierne a las fuentes y, asociadas a ellas, la metodología utilizada.

5 BERMUDEZ Q., Suzy, “Propuesta metodológica a partir de la memoria para fortalecer la convivencia”, en Historia Crítica, Bogotá, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, No. 22, 2001, pp. 7-27.

6 BERMUDEZ Q., Suzy, “Memoria, fuentes y convivencia ”, en BONNETT, Diana y MAYA, Adriana (editoras), Balance y desafíos de la historia de Colombia al inicio del Siglo XXI, Bogotá, Ediciones Uniandes, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, 2003, pp. 64-81. En este escrito que es una continuación del antes citado, sigo abordando la escritura y sus limitantes (así como aportes), planteando que los medios masivos audiovisuales tienden a separar a la persona del ecosistema, y además, por su origen, naturaleza y práctica excesiva, se han convertido en tecnologías que llevan a los/as letrados/ as a prácticas de saberes solitarios.

7 Esto por los dos escritos previos a los que he hecho referencia.

8 BERMUDEZ Q., Suzy, Hijas, esposas y amantes, Bogotá, Ediciones Uniandes, 1984.

9 Me refiero en el país a historiadoras/es como por ejemplo, María Himelda Ramírez, Güiomar Dueñas, Pablo Rodríguez, Patricia Londoño, Aída Martínez Carreño, Carolina Giraldo Botero, Magdala Velásquez, Ana María Bidegain, Adriana Maya. Así mismo profesionales de otras disciplinas han realizado importantes aportes en el campo como ocurre en el caso de Luz Gabriela Arango, Donny Meertens, Jimena Pachón, Betty Osorio, Norma Villarreal, María Ema Wills,…

10 WALLACH SCOTT, Joan, “Introduction”, en WALLACH SCOTT, Joan, Feminisms and History, Oxford, Oxford University Press, 1998, pp. 1-17.

11 Este campo ha sido menos explorado por las feministas, aunque en el país, en el último decenio, se ha visto enriquecido con publicaciones que aportan a la discusión. Estos aportes se han hecho fundamentalmente desde disciplinas diferentes a la historia. Ver por ejemplo: ROBLEDO, Angela Inés (compiladora), Etica masculinidades y feminidades, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2000; VIVEROS, Mara, et. al., Hombres e identidades de género, Bogotá, Investigaciones desde América Latina, Universidad Nacional de Colombia, 200; VIVEROS, Mara, Cuerpo, diferencias y desigualdades, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1999; ARANGO, Luz Gabriela, Mujeres, hombres y cambio social, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1998.

12 No se desarrolla este tema por no ser el propósito del artículo.

13 Es extensa la lista de publicaciones en Colombia desde los ochentas, sin embargo, con precisión tal tipo de análisis aparentemente no se ha realizado. Se ha profundizado en las contextualizaciones históricas de las “actoras” del ayer, más que sobre los actores; así mismo, se ha avanzado en el campo de estudios relacionales y sobre representaciones e interpretaciones existentes por parte de quienes vivieron en diferentes períodos.

14 RILEY, Denise, “Does sex have a history?”, en WALLACH SCOTT, Joan, op. cit., pp. 17-29.

15 FOUCAULT, Michel, “An Introduction”, en The History of Sexuality, Vol. I, New York, Vintage Books, 1980, passim. Y del mismo autor, “Las relaciones de poder penetran en los cuerpos”, en Microfísica del poder, España, La Piqueta, 1997.

16 DE LAURETIS, Teresa, “La tecnología del género”, en MILLÁN BENAVIDES, Carmen y ESTRADA, Ángela María (editoras), Pensar (en) género. Teoría y práctica para nuevas cartografías del cuerpo, Bogotá, Instituto PENSAR, Pontificia Universidad Javeriana, 2004, pp. 202-236.

17 VIVEROS, Mara, “El concepto de género y sus avatares: Interrogantes en torno a unas viejas y nuevas controversias”, en MILLÁN BENAVIDES, Carmen y ESTRADA, Ángela María, op. cit., pp. 170-194.

18 RILEY, Denise, op.cit.

19 Llevados a cabo por investigadoras, en particular del denominado “tercer mundo”, o por especialistas del “primero” interesadas en el “tercero”, algunos de las cuales se citan a lo largo de este texto.

20 MORENO SARDA, Amparo, El arquetipo viril protagonista de la historia. Ejercicios de lectura no androcéntrica, Barcelona, La Sal, Ediciones de le dones, 1986.

21 BERMUDEZ Q., Suzy y ZULUAGA, Alba Luz, “Aproximaciones al concepto de paz”, en En Otras Palabras, Bogotá, Grupo Mujer y Sociedad, Universidad Nacional, No. 4, 1997, pp. 7-25; y GRUPO MUJER y SOCIEDAD, Dossier sobre “Mujeres, globalización y derechos humanos”, en En Otras Palabras, op. cit., No. 13-14, 2004.

22 Consultar entre otros: Consejería Presidencial para la Política Social Las mujeres en la historia de Colombia, Tomos I, II y III, Bogotá, Cargraphics s.a., 1995; THORNTON HILL, Bonnie, “The Dialectics of Black Womanhood”, en WALLACH SCOTT, Joan, op. cit., pp. 32-51; RICHARDSON, Laurel y TAYLOR, Verta (Editors), Feminist Frontiers II. Rethinking Sex, Gender and Society, New York, McGraw Hill Inc, 1989.

23 En la primera, el énfasis estuvo puesto en los contrastes entre varones y mujeres; y en la tercera en estudiar las múltiples variaciones que intersectan las previas. VIVEROS, Mara, op. cit., p. 170; GATES, Henry Louis Jr., op. cit.

24 En publicaciones previas he retomado lo que plantean algunos antropólogos en cuanto a que el etnocentrismo hace parte de todas las culturas. En este sentido lo que preocupa es la hegemonía del saber letrado occidental frente a otros y su interés por dar cuenta casi en forma oficial de la diferencia y de los/as diferentes. En cuanto al patriarcalismo, las/os estudiosas/os del tema consideran que es una relación de poder, que si bien es frecuente en sociedades por ellas/os estudiadas, no existe en todas.

25 En las citas previas se ha hecho referencia a la reciente publicación realizada por el Instituto Pensar de la Pontificia Universidad Javeriana, cuya invitación al abordar el tema es “Pensar (en) género” (2004), lo que se constituye tanto en un logro como en un reto en cuanto a propuesta del lenguaje y por ende de representación e interpretación.

26 DE LAURETIS, Teresa, op. cit.

27 Ibid.

28 ESTRADA, Ángela María, op. cit.

29 VIVEROS, Mara, op. cit.; BERMUDEZ, Suzy, y ZULUAGA, Alba Luz, op. cit.

30 BERMUDEZ Q., Suzy, y ZULUAGA, Alba Luz, op. cit.; BARRETO GAMA, Juanita, “Develando obstáculos para la participación de las mujeres” en En Otras Palabras, op. cit., No. 4, 1998, pp. 74-83

31 VIVEROS, Mara, op. cit., p. 174; BADINTER, Elyzabeth, El X Y de la identidad masculina, Bogotá, Editorial Norma, 1994.

32 VIVEROS, Mara, op. cit.

33 Los queer ponen énfasis en la construcción de los cuerpos actuales, en los que existe una notoria incidencia de la ciencia occidental y de sus tecnologías.

34 MOORE, Henrietta, Antropología y feminismo, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, 1991.

35 ROWBOTHAM, Sheila, “Lo malo del patriarcado” en SAMUEL, Raphael (editor), Historia Popular y teoría socialista, Barcelona, Editorial Crítica, 1984, p. 251.

36 ORTNER, Sherry, “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?”, en HARRIS, Olivia y YOUNG, Kate (editores), Antropología y feminismo, Barcelona, Editorial Anagrama, 1979, pp. 32-45.

37 Esta dicotomía se manifiesta por ejemplo en las aproximaciones a la cultura que no tienen en cuenta el medio ambiente, son antropocéntricas.

38 ANDERSON, Benedict, Comunidades Imaginadas, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

39 SERJE, Margarita Rosa, “La Concepción naturalista de la naturaleza”, en Revista de Antropología y Arqueología, Bogotá, Vol. 12, No. 1-2, 2000, pp. 35-64.

40 MERCHANT, Carolyn, Ecological revolutions. Nature, gender and science in New England, London, The University of North Carolina Press, 1984.

41 Según ciertas culturas, como la Makuna por ejemplo, hombres y animales están íntimamente relacionados por analogía, esencia ancestral y espiritual. Los hombres y los animales son miembros de una sociedad cósmica, en la que su interacción está regulada por las mismas reglas y principios que organizan el vínculo entre lo que denominan “gente” y la sociedad humana. Para estos grupos, en últimas, todos los seres vivientes son “gente”, porque comparten en su interior los poderes primordiales de la creación y la vida. ÅRJEM, Kaj, “Ecosofía Makuna en la selva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano”, en CORREA, Francois (editor), La selva humanizada: ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano, Bogotá, ICAN-FEN-CEREC, Segunda Edición, 1993, pp. 124-125.

42 NANDA, Serena, Antropología Cultural. Adaptaciones Socio-Culturales, California, Grupo Editorial Iberoamérica, 1987.

43 ARISTIZABAL, Silvio, “Aportes indígenas para una ética contemporánea”, en BERMÚDEZ, Suzy (editora), Culturas para la Paz, Bogotá, Fundación Alejandro Ángel Escobar, Tercer Mundo Editores, 1995, pp. 122-142.

44 GUTIÉRREZ, Carlos B., “No hay hechos, sólo interpretaciones. La universalidad de la interpretación” en GUTIÉRREZ, Carlos B. (Editor), No hay hechos, sólo interpretaciones, Bogotá, Ediciones Uniandes, 2004, pp. 93-125.

45 Ibid., pp. 95-96.

46 SMITH G., Bonnie, “Historiography, Objectivity, and the Case of the Abusive Widow”, en WALLACH SCOTT, Joan, op. cit., pp. 232-265.

47 Es cierto que la historia de la ciencia ha realizado aportes significativos al cuestionar estas aproximaciones, pero dichos logros no son siempre tenidos en cuenta por el resto de los pares.

48 Hasta hace poco se aceptó públicamente la subjetividad existente en los escritos.

49 Se escribe entre comillas para recordar que la división privado público fue construida en los últimos siglos en Occidente y que lo denominado privado se asocia más con lo femenino, que con lo masculino, aún cuando en su seno se redimensionan así mismo las relaciones entre los géneros. Ver, por ejemplo, BERMÚDEZ Q, Suzy, “Pasos que fortalecieron la masculinización del espacio bogotano. El caso de los hogares en el siglo XIX”, en Historia Crítica, Bogotá, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, No. 19, 1999, pp. 108-127.

50 BERMÚDEZ, Suzy, “Memorias, fuentes...”, op. cit.

51 Aún cuando sobre este tema se ha escrito bastante por parte de historiadores, etnohistoriadores y antropólogos, consultar NIETO, Mauricio, “La comprensión del Nuevo Mundo. Geografía e historia natural en el siglo XVI”, en BONNETT, Diana, MAYA, Adriana, (editoras), op. cit., pp. 1-23.

52 Lo intersubjetivo fruto de lo relacional se lo asocia con lo femenino en Occidente, no sólo por la unión que existe a nivel físico y emocional entre la madre y el/la hijo/a a partir del embarazo, sino por la metáfora que se crea al respecto en el proceso de socialización.

53 Como ejemplo consultar la reciente publicación de McDOWELL, Linda, “Reflexiones sobre los dilemas de la investigación feminista”, en MILLAN BENAVIDES, Carmen y ESTRADA, Ángela María (editoras), op. cit., pp. 284-316.

54 Ver BERMÚDEZ, Suzy, “Memoria, fuentes…”, op. cit.

55 Llevada a cabo en Bogotá del 28 al 30 de octubre del 2004 en el auditorio Teresa Cuervo Borda del Museo Nacional de Colombia.

56 Ibid.

57 Se es consciente que lo público y lo privado son construcciones de los siglos XVIII y XIX.

58 Coordinador del Programa de Estudios Asiáticos de la Universidad de los Andes en Bogotá.

59 Conversaciones con Nora Muchavisoy, indígena Sibundoy, Colombia, mayo de 2004.

60 MANGUEL, Alberto, Una historia de la lectura, Bogotá, Grupo editorial Norma, 1999.

61 BORJA, Jaime, “La escritura medieval en los textos de escritura de las indias”, en BONNETT, Diana et. al., El Nuevo Mundo, Problemas y debates, Bogotá, Universidad de los Andes, 2004, pp. 61-69.

62 BERMÚDEZ, Suzy, “Memoria, fuentes...”, op. cit.

63 En parte por las prácticas solitarias como la lectura, cine, computadores, etc.

64 GRUPO MUJER Y SOCIEDAD, MAESTRÍA EN GÉNERO Y DESARROLLO, en En otras Palabras, Dossier sobre “Mujeres, Resistencias e Irreverencias”, op. cit., No. 11, 2002; y el número 9 de la misma revista sobre “Mujeres, cuerpos y prácticas de sí”, Julio-Diciembre de 2001.

65 Artículo de consumo.

66 GATES, Louis Jr., op. cit., pp. 2-8.

67 NIETO, Mauricio, op. cit., p. 14.

68 LAVRÍN, Asunción, Mujeres latinoamericanas, perspectivas históricas, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

69 BERMÚDEZ, Suzy, Hijas, esposas..., op. cit., capítulo III; y por ejemplo RICHARDSON, Laurel, y TAYLOR, Verta, Feminist Frontiers II, New York, Mc Graw Hill Inc., 1988.

70 Recordemos que la mayoría siguen siendo mujeres.

71 GATES, Louis Jr., op. cit., p. 9.

72 Me refiero fuera de lo mencionado al cuidado de la salud preventiva, entre otros, es decir a lo que denominan algunas lo “materno” en Occidente.

73 GATES, Louis Jr., op. cit., pp. 9-13; CAÑIZARES, Anita, “Revistas feministas en Colombia. De brujas a Vamos Mujer”, en MILLÁN BENAVIDES, Carmen y ESTRADA, Ángela María (editoras), op. cit., pp. 124-156.

74 Caracterizada así desde la Constitución de 1991.

75 CAÑIZARES, Anita, op. cit.

76 GATES, Louis Jr., op. cit.

77 BERMÚDEZ, Suzy, Hijas, esposas... op. cit.

78 El contraste se encuentra en la forma en que se interpreta y representa en cada cultura.

79 Como se señalaba al comienzo de este escrito.

80 En la reunión llevada a cabo en las instalaciones de la Universidad de los Andes, el 1 de diciembre de 2003 convocada por el Women Link Worlwide.

81 No mencionaba el antropocentrismo pero como lo he expuesto en las últimas publicaciones es un filtro significativo que nos separa del “ecosistema”. 4. A manera de cierre temporal

82 Para quienes no conozcan esta práctica se trata de una de origen indígena en el país, que ha subsistido hasta el presente. Habría podido escoger cualquier otra de origen diferente al europeo para cuestionar el eurocentrismo.

83 Por ejemplo, con el tejo, al tomar chicha o cerveza, las personas no siempre están tan lúcidas, sacan estómago, socializan entre los jugadores, sudan un poco pero no se mojan, no tienen ropa especial uniformada. En la natación tienen que sumergirse en agua. Por el ejercicio realizado fortalecen los músculos de brazos y piernas, así como el cuello, pecho, espalda, etc., pero poco socializan en el proceso de nadar; usan vestido especial y al final están mojados. En el ajedrez el movimiento es mínimo. A diferencia de los anteriores permanecen sentados por horas, en ocasiones fuman, no requieren de agua (mar, lagos o piscinas) o bien de canchas de tejo, sino de un terreno plano, al abrigo de la intemperie, si es que hubiera mal tiempo, una mesa y dos asientos, así como de un tablero (con las señales del juego) y fichas. En este caso se fortalece el raciocinio.

84 BERMÚDEZ, Suzy, “Tijeras, aguja y dedal. Elementos indispensables en la vida del bello sexo en el hogar en el siglo XIX”, en Historia Crítica, Bogotá, Departamento de Historia, Universidad de los Andes, No. 9, 1994, p. 27.

85 El Tiempo, Bogotá, martes 21 de diciembre de 2004, Sección general, pp. 1-20.

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