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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.31 Bogotá Jan./June 2006

 

HELG, Aline, Liberty and Equality in Caribbean Colombia 1770-1835, Chapel Hill - Londres, The University of North Carolina Press, 2004, 384 pp.

Ulrike Bock

Profesora del Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana (IHILA), Universidad de Colonia, Alemania.


Colombia es uno de los grandes desconocidos entre los países con un número significativo de habitantes de ascendencia africana. Mientras que Cuba, junto con Brasil y los Estados Unidos, se ha ganado un buen lugar en la investigación de la población de color, la auto-representación de Colombia como primariamente mestiza tiñe también su imagen desde el exterior: pocos saben que Colombia es el tercer país en cuanto a población afroamericana se refiere.

En su nuevo libro, Aline Helg aborda el fenómeno de esa invisibilidad desde una perspectiva comparativa de las investigaciones relativas a las sociedades americanas post-esclavitud y examina la costa caribeña colombiana como una región principalmente caracterizada por una población de color libre y no precisamente por la esclavitud en masa, también conocida como “segunda esclavitud”1. Con ese enfoque en la región caribeña del actual Estado de Colombia, Helg se sitúa en la tradición de una historiografía que desde principios de los años 90 se ha puesto como objetivo redescubrir la costa Atlántica colombiana como parte del Caribe, en contraposición a una historiografía tradicionalmente andina. Lo peculiar de su aproximación se basa en la puesta en relieve del término ‘raza’ como categoría organizativa. Si para Alfonso Múnera fue un objetivo hacer visible la participación decisiva de la población de color en los movimientos independentistas2, Aline Helg recalca la falta de solidaridad de los pardos con los esclavos negros y busca los motivos y las razones que impidieron una resistencia colectiva en la costa Atlántica colombiana. Al mismo tiempo Helg intenta romper con un enfoque en las ciudades en particular (especialmente, en Cartagena de Indias) a través de un estudio de la región costera en general, y de esa manera, dilucidar por qué la costa caribeña colombiana no logró construir una identidad regional.

Las respuestas que Helg ofrece a las preguntas formuladas en la introducción se mueven esencialmente entre los puntos opción de fuga, soluciones individuales y posibilidades de ascenso social por parte de la población de color así como la falta de cohesión en las élites blancas. Sin embargo, en la organización del libro, que ofrece en tres capítulos una mirada estructural y panorámica sobre la costa Caribe hasta principios del XIX, estos aspectos temáticos se encuentran un poco dispersos. Así mismo, aun cuando la separación metodológica en tres zonas -frontera, zonas rurales y ciudad- no deja de ser atractiva, en la práctica presenta algunas intersecciones temáticas e inconsistencias en el orden de los subcapítulos.

Helg presenta la costa caribeña como una región débilmente dominada por la Iglesia y el Estado colonial, caracterizada por una baja densidad poblacional y una infraestructura deficiente, así como por comunidades indígenas no controladas militarmente y la existencia de palenques y rochelas. Teniendo en cuenta lo anterior, la fuga -y no la resistencia organizada- fue una alternativa corriente para escapar de las ideas de orden de las autoridades coloniales, respectivamente del ser esclavo. El intento de reintegrar la región en el Virreinato de Nueva Granada a través de cuatro campañas militares y de reorganización que se llevaron a cabo entre 1740 y 1780, tampoco pudo cambiar su carácter de espacio fronterizo.

Paralelamente Aline Helg resalta el papel central de las milicias introducidas en el marco de las reformas borbónicas con el fin de defender la costa Atlántica a partir de 1773. Sin embargo, ya las relaciones demográficas impedían organizar las milicias siguiendo criterios de raza y, con la excepción de la ciudad de Cartagena, se crearon“milicias de todos los colores”, lo cual contrarrestó la polarización y la formación de una identidad basada en la categoría ‘raza’. El funcionamiento de los mecanismos de identificación con el orden social se hizo visible en 1799, con el único intento conocido de una revuelta de esclavos en Cartagena que fue delatada por un miliciano de color.

Las mujeres negras libres, por el contrario, percibían la migración como una forma de mejorar su situación individual. Por esa razón, en las ciudades se constata un excedente de mujeres en contraposición a la región rural predominantemente masculina. La necesidad de subsistir las agrupaba en redes de patronaje y parentesco ritual que -de la misma manera que las milicias- reproducía el orden jerárquico, pero que paralelamente las incluía socialmente. Dada su mayor presencia en las zonas urbanas, las mujeres esclavas tenían más oportunidades de comprar su libertad o proceder jurídicamente contra sus dueños. Así demuestra Helg que el Código Negro, promulgado en 1789, seguía vigente en Nueva Granada como norma social y como fundamento para el proceder jurídico contra el abuso de esclavos y esclavas aún cincos años después de su anulación.

La debilidad de la élite blanca se debe, según la opinión de Helg, entre otros factores tanto a su reducido número (alrededor de un 10% de la población total) con una distribución geográfica dispersa, así como también a la dependencia militar de la región de las ya nombradas milicias. Además, las élites contrajeron un pacto necesario con las clases más bajas de color a través del uso activo de las redes de clientelismo y de esa manera contribuyeron a que se difuminaran las líneas divisorias basadas en la raza. Helg presenta a su vez las desavenencias dentro de las élites, cuyas identidades estaban fuertemente ligadas a sus ciudades de origen y a sus intereses en conflicto.

Los capítulos referentes a la Primera Independencia (de 1810 a 1816) y la joven República (de 1821 a 1831) se ordenan de manera más cronológica y según los criterios de la historia de los acontecimientos. Al presentar el período de la Primera Independencia Helg trata detalladamente los eventos en las más importantes ciudades como Cartagena, Mompox, Santa Marta, Riohacha y Valledupar, y pone de manifiesto las diferentes constelaciones que impidieron un proyecto regional conjunto. Pero mientras otros estudios3 hacen hincapié en la participación activa de mulatos y negros, así como también la consecución de derechos civiles sin distinción racial en la Constitución de 1812, Helg enfatiza “the inability of the lower classes of color to challenge the white elite” (p. 161). Aun cuando presenta el movimiento en Cartagena y Mompox como uno que trasciende clases y razas, Helg resalta de manera continua el desaprovechamiento de una oportunidad histórica para modificar las jerarquías coloniales de una manera duradera y basada en una solidaridad de ‘razas’. De esta manera, Helg le concede muy poco agency a los negros y mulatos libres que participaron en los movimientos independentistas. Ella presenta a estos grupos como esencialmente manipulados por las élites blancas y deplora la falta de cuestionamiento de la esclavitud por parte de la población de color libre. Queda por establecer si un enfoque tan parcial puede ser un planteamiento de estudios innovador.

En los últimos capítulos Helg investiga las condiciones posteriores a la adquisición de la igualdad formal de los negros y mulatos libres como ciudadanos con derecho al voto en la Constitución de 1821. Helg señala la importancia del “Furchtikone” (icono del miedo) en Haiti4 dentro de las élites blancas y con base en dos casos interpreta la operacionalización de esos miedos y temores como estrategia de las elites locales para mantener a los pardos alejados de las posiciones de poder político. Así, el pardo General Padilla también fracasó debido al temor casi maníaco que Bolívar sentía ante una pardocracia. En contraposición con los ejemplos recién mencionados, Helg constata que aún en 1824 en el discurso de Padilla se aprecia una conciencia colectiva basada en las razas, pero que ya en 1828 Padilla se movía fundamentalmente dentro de las líneas políticas de apoyo a Bolívar o a Santander. Para finalizar Helg señala como las diferentes posiciones de las ciudades, que al poco tiempo se polarizarían entre el centralismo y el federalismo, intensificaban la fragmentación interna e impedían consecuentemente la construcción de una identidad regional conjunta.

En suma, en esta obra una gran cantidad de nuevos planteamientos y perspectivas de investigación que aquí no pueden ser considerados en su totalidad (élites, clases bajas, sociedades de frontera, sociedades esclavistas y resistencia, perspectivas de género, investigación de fiestas) son tomados en cuenta. Esto conduce a resultados muy interesantes; sin embargo, la apreciación profunda y extensa de los aspectos señalados disminuye el placer de la lectura, en la medida en que, al incorporar tantas perspectivas de investigación, el texto adquiere un carácter un tanto ecléctico. Dejando de lado estas anotaciones críticas, Helg ofrece una visión general bien fundada destinada a ser una obra de obligatoria consulta de la historia de la costa caribeña colombiana.


Notas al Pie

1 TOMICH, Dale, “The ‘Second Slavery’: Bonded Labor and the Transformations of the Nineteenth-century World Economy”, en RAMÍREZ, Francisco O. (ed.), Rethinking the Nineteenth Century: Contradictions and Movement, Nueva York, Greenwood Press, 1988, pp. 103-117.

2 MÚNERA, Alfonso, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1810), Bogotá, Banco de la República-El Ancora Editores, 1998.

3 LASSO, Marixa, Race and Republicanism in the Age of Revolution, Cartagena, 1795-1831, Ph.D. Dissertation, University of Florida 2002. Véase también LASSO, Marixa, “Haiti as an Image of Popular Republicanism in Caribbean Colombia. Cartagena Province (1811-1828)”, en GEGGUS, David (ed.), The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World, Columbia, University of South Carolina Press, 2001 y MÚNERA, Alfonso, op. cit.

4 ZEUSKE, Michael, Sklavereien, Emanzipationen und atlantische Weltgeschichte. Essays über Mikrogeschichten, Sklaven, Globalisierungen und Rassismus, Leipzig, Leipziger Universitätsverlag, 2002.

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