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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.32 Bogotá July/Dec. 2006

 

Medio siglo de geografía histórica en Norteamérica

Half a Century of Historical Geography in North America

Shawn Van Ausdal1

1Magister y candidato al doctorado en Geografía de la Universidad de California en Berkeley (Estados Unidos).


Resumen

Este artículo trata sobre el desarrollo de la geografía histórica en Norteamérica durante el último medio siglo. Está dividido en tres periodos que dan cuenta de la vitalidad de este campo de estudio, así como de su persistente marginalidad. En las décadas de 1950 y 1960 los geógrafos humanos estudiaban regiones, tema que le daba a la disciplina gran cohesión. La geografía histórica se distinguía por centrarse en el pasado. En la década de 1970 la disciplina pasó a buscar patrones y leyes espaciales. Algunos geógrafos históricos siguieron la corriente, mientras que otros se convirtieron en un bastión de la tradición. En las últimas dos décadas, los geógrafos humanos han vuelto su atención hacia procesos sociales; los geógrafos históricos han seguido esta tendencia, aunque con cierto rezago. Por otra parte, la geografía en general ha mostrado mucho más interés en la historia. Pero irónicamente, los trabajos geográficos con énfasis en la historia se han fragmentado más que nunca. Por esta razón, a pesar de la vitalidad actual de este campo, muchos geógrafos históricos siguen sintiéndose marginales dentro de la disciplina.

Palabras claves: Geografía histórica, historia de la geografía, Escuela de Berkeley.


Abstract

This article recounts the development of historical geography in the North America over the last halfcentury by dividing it into three periods that account for both the richness of the field and its persistent marginality. In the 1950s and 60s, human and historical geographers studied places, giving discipline a strong cohesion. The distinctiveness of historical geography lay with its attention to the past. In the 19 0s, the discipline turned towards spatial patterns and laws. While some historical geographers changed with the current, other remained a bastion of tradition. In the last couple decades, human geographers have turned to social processes, and historical geographers have followed them, albeit more slowly. At the same time, geography has generally become much more attuned to history. Ironically, geographic works with a historical focus have become more fragmented than ever. For this reason, despite its current vitality, many historical geographers continue to feel marginal to the discipline.

Keywords: Historical geography, history of geography, Berkeley School.


"Cada día somos menos [y] el interés de otros por la geografía histórica se está desvaneciendo", se lamentó hace poco Artimus Keiffer, coeditor de Past and Place, el boletín del Grupo de Geografía Histórica de la Asociación de Geógrafos de los Estados Unidos (AAG)1. De manera similar, Robert Wilson advirtió que "la geografía histórica está desapareciendo"2. Esta sensación no es nueva; desde hace mucho tiempo los geógrafos históricos han reconocido su posición marginal dentro de la geografía. Sin embargo, desde que Carl Sauer presentó su influyente defensa de la geografía histórica en 1941, este campo ha crecido de manera significativa3. En los últimos 50 años los geógrafos que trabajan con un enfoque histórico han producido una rica y variada gama de trabajos.

¿Cómo reconciliar, entonces, la vitalidad que veo en la geografía histórica con las preocupaciones de Keiffer y Wilson? La respuesta está en la forma en que este campo del conocimiento se ha desarrollado desde la década de 1950 y su cambiante relación con la geografía humana. Hasta comienzos de la década de 1980 la geografía histórica tuvo una unidad clara, pero se hallaba en los márgenes de la disciplina, porque la geografía estaba en buena medida definida en oposición a la historia. En las últimas dos décadas esta oposición ha perdido vigencia, puesto que los geógrafos ahora trabajan en mayor consonancia con la historia. Además, aquellos dedicados a la geografía histórica suelen incorporar los debates y teorías que caracterizan a la geografía humana. Una consecuencia irónica de esta convergencia ha sido la fragmentación de los trabajos geográficos con perspectiva histórica. Esta pérdida de unidad explica la ansiedad de Keiffer y Wilson, pero también refleja el dinamismo de este campo, que a veces pasa desapercibido. Este artículo da cuenta del desarrollo de la geografía histórica en Norteamérica en el último medio siglo y explica tanto su riqueza como su persistente marginalidad.

El desarrollo de la geografía histórica desde 1950 puede dividirse en tres periodos, cuyos límites son resultado más de la conveniencia que de una cronología precisa. El primer periodo, que he denominado la escuela clásica, cubre las décadas de 1950 y 1960. Durante este tiempo los geógrafos humanos estaban, en general, de acuerdo en que su trabajo consistía en estudiar la especificidad de las regiones. Para ello describían los aspectos materiales que caracterizan a los asentamientos humanos particulares y que indicaban cómo los seres humanos han transformado los ambientes que han habitado. Los geógrafos históricos conformaban un subgrupo que se preocupaba por el pasado, mientras que la mayoría de sus colegas pensaba que la geografía debía concentrarse en el estudio de lugares y no del tiempo. Por este motivo, los geógrafos históricos se hallaban en los márgenes de la disciplina, pero dentro de los límites de lo que era considerado el terreno de la geografía. El carácter restringido de este terreno aseguraba la unidad temática y metodológica tanto de la disciplina como del campo de la geografía histórica.

A principios de los años sesenta la llamada revolución cuantitativa comenzó a transformar a la geografía humana, cambio que se consolidó hacia el final de la década. Frustrados con el tradicional énfasis en la descripción y la reticencia a hacer generalizaciones, muchos geógrafos humanos buscaron modernizar la disciplina promoviendo un giro hacia la cuantificación y la búsqueda de leyes espaciales de carácter universal. Este cambio radical resultaba incompatible con el interés por realizar cuidadosas reconstrucciones de paisajes pasados de los geógrafos históricos, quienes respondieron ante este nuevo escenario de diferentes maneras. Muchos siguieron por los caminos que les eran familiares, otros atacaron las nuevas tendencias, pero la mayoría comenzó a reconocer las limitaciones de la escuela clásica. Algunos incluso buscaron establecer patrones espaciales y generalizaciones. Así, las décadas comprendidas entre 1960 y 1980 fueron un periodo tanto de continuidad como de cambio.

Desde los años ochenta hasta hoy, el último periodo, la geografía histórica ha seguido la evolución de la disciplina, centrándose en procesos sociales desde una gran variedad de perspectivas. En la década de 1980, los geógrafos humanos se desilusionaron de la búsqueda de leyes espaciales abstractas, y cambiaron su enfoque hacia el análisis de dinámicas sociales centradas en lugares concretos. Con la ayuda de los geógrafos históricos, han dado mayor importancia a la historia. Pero este redescubrimiento de la pertinencia de estudiar lugares y de incorporar la historia no ha llevado a un retorno a antiguas tradiciones. Muy por el contrario, los geógrafos humanos han incorporado teorías y temas de otras ciencias sociales, a las que han enriquecido con aportes asociados con los ejes conceptuales de la disciplina, como son las nociones de lugar, espacio y naturaleza. Como resultado de este proceso, la geografía y, con ella, la geografía histórica han estallado en innumerables direcciones, perdiendo su antigua unidad pero ganando variedad y vitalidad. De manera irónica, entre más geógrafos han asumido un interés serio por el pasado, la geografía histórica ha perdido parte de su razón de ser. Dado el desarrollo de nuevos temas y teorías, la creciente importancia de compromisos políticos, y la mayor integración con otras subdisciplinas, el campo ha comenzado a desmembrarse dejando atrás la cohesión que por años le brindaron intereses y metodologías comunes. De todas formas, muchos de quienes se identifican como geógrafos históricos, y otros que no, pero que realizan trabajos históricos, siguen produciendo algunos de los resultados más interesantes de la disciplina.

1. La escuela clásica (década de 1950 hasta mediados de la década de 1960)

En 1954 Andrew Clark escribió la primera revisión general de la geografía histórica en los Estados Unidos4. Ese mismo año, Carl Sauer ayudó a organizar la conferencia "Mans Role in Changing the Face of the Earth", que puede considerarse como el clímax de una larga carrera dedicada a la promoción de una geografía con un fuerte énfasis histórico y ambiental5. Estos dos personajes formaban el corazón de la geografía histórica en los Estados Unidos y Canadá en las décadas de 1950 y 1960. Aunque sus visiones variaban en algunos aspectos, Sauer y Clark aceptaban el acuerdo general que había entre los geógrafos acerca de lo que constituía su principal tarea: la caracterización de regiones.

Este acuerdo, más su inclusión de una perspectiva histórica ausente en la mayoría de los demás trabajos geográficos, dan cuenta de la relativa unidad de la geografía histórica en ese periodo, así como de su aislamiento relativo.

Carl Sauer fue una figura prominente mucho antes de 1950. Su extenso trabajo y sus escasos, pero difundidos, planteamientos metodológicos ayudaron a posicionarlo como uno de los geógrafos más importantes e innovadores de su tiempo6. Mucha de su influencia se derivó de su destacado papel en el Departamento de Geografía de la Universidad de California en Berkeley, donde trabajó desde 1923 hasta su jubilación en 1957. A través de sus publicaciones, estudiantes (dirigió 37 tesis doctorales) y la dirección del Departamento, Sauer formó la llamada Escuela de Berkeley, que dejó una profunda huella en el desarrollo de la geografía en los Estados Unidos7.

En 1941 Sauer aprovechó su presentación en la plenaria de la reunión anual de geógrafos estadounidenses para defender su perspectiva histórica de la geografía. En las décadas de 1920 y 1930 la geografía en los Estados Unidos continuaba marcada por el peso del determinismo geográfico y tenía una posición marginal dentro de la academia. The Nature of Geography, el esfuerzo de Richard Hartshorne por definir claramente a la disciplina, ejemplifica el deseo de exorcisar este pasado y asegurarle a esta disciplina un lugar destacado8. Este libro, que se convirtió en guía para la geografía en los Estados Unidos, generó una fuerte reacción por parte de Sauer debido a que definía a esta disciplina en oposición a la historia. Para Hartshorne, ambas eran tradiciones de síntesis, pero mientras la historia examinaba cambios en el tiempo, la geografía se centraba en cambios en el espacio. Los geógrafos humanos que seguían este precepto estudiaban regiones, pero tendían a dejar de lado su desarrollo histórico, es decir, no explicaban los procesos de formación de paisajes. Sauer consideraba que tales empresas eran esfuerzos por clasificar más que por comprender. Es más, para Sauer, Hartshorne evadió el problema del determinismo ambiental al promover que los geógrafos abandonaran su antigua preocupación por las relaciones entre los seres humanos y el medio ambiente. Sin embargo, Sauer y Hartshorne concordaban en que la geografía era una tradición de síntesis que incorporaba los intereses y aportes de otras disciplinas para describir lugares, es decir, que su principal tarea era el estudio de la diferenciación entre áreas o de las personalidades regionales. Pero el deseo de Hartshorne de restringir el ámbito de la geografía para asegurar su identidad, socavaba precisamente los aspectos en los cuales, según Sauer, la disciplina podía hacer sus mayores contribuciones: el estudio de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, y el desarrollo histórico de los paisajes.

Sauer consideraba que la geografía humana debía estudiar de manera comparativa distintas áreas culturales, lo que implicaba centrarse en culturas, no en individuos o en instituciones. Sauer entendía la cultura como las prácticas aprendidas y convertidas en convención de un grupo que ocupaba un área determinada. Su noción de cultura era orgánica, puesto que se refería a las actividades de un grupo como un todo y no a sus divisiones internas; material, dado su énfasis en los aspectos que dejaban huellas visibles; y espacial, en razón de su asociación con una región particular. Sauer veía al mundo dividido en regiones ocupadas por diferentes culturas, cada una de las cuales modificaba su ambiente natural de una manera propia. Esta visión estaba influenciada por la cercanía entre Sauer y antropólogos de Berkeley, como Alfred Kroeber, quienes reaccionaron en contra de las ideas de la evolución cultural de finales del siglo XIX, mediante el estudio de grupos culturales distribuidos en el espacio.

Lo que más le interesaba a Sauer era la manera en que las culturas transformaban paisajes naturales en paisajes culturales. Para interpretar paisajes, Sauer pensaba que primero era necesario entender los procesos geomorfológicos, climáticos y ecológicos que les habían dado forma. Sólo después se podía explicar cómo las culturas los alteraban. Así, Sauer ponía más énfasis en las relaciones humanas con la naturaleza que la mayoría de los geógrafos de su tiempo. Su propuesta permitía eliminar el persistente problema del determinismo ambiental al hacer de las culturas el agente activo en la transformación de los paisajes, en lugar de insistir en cómo el ambiente influenciaba a la cultura.

Sauer también planteó que el estudio de cómo las culturas moldean los paisajes sólo podía hacerse de la mano de la historia. El examen de cualquier paisaje cultural tenía que preguntarse por el origen de sus habitantes, de su uso de ciertas plantas y animales, y de otras prácticas materiales. Sauer se refirió a este enfoque, que buscaba entender los orígenes y difusión de los aspectos materiales que moldeaban el paisaje, como la aproximación genética. Debido a que consideraba que esa visión histórica era indispensable, para él, la geografía humana, la regional y la histórica eran una y la misma. Casi nunca hablaba de geografía histórica por considerarlo una redundancia.

Una mirada al trabajo de James Parsons, uno de los estudiantes de Sauer, que además mantuvo el legado de su maestro durante su propia larga carrera en el Departamento de Geografía en Berkeley, constituye una buena manera de ilustrar la propuesta de paisajes culturales de la Escuela de Berkeley. Su tesis doctoral sobre la región cafetera colombiana, publicada como Antioqueño Colonization in Western Colombia en 1949, es un clásico de la historiografía colombiana9. Parsons buscó mostrar cómo los antioqueños, un "grupo cultural sobrio, vigoroso y vital", colonizaron y transformaron parte del occidente colombiano10. El libro comienza con una descripción del medio natural y después se refiere a las poblaciones indígenas prehispánicas, pero el grueso del trabajo se centra en el proceso de colonización. Aunque incluye varias etapas de desarrollo regional, más que seguir un orden cronológico, el libro está organizado alrededor de temas: tiene capítulos dedicados a la minería, la agricultura, las políticas de tierras, el transporte y algunos otros aspectos. Su principal objetivo es entender el proceso mediante el cual la cultura antioqueña conformó su particular paisaje. Parsons consideraba que una de las características que hacía único a este grupo cultural y explicaba su éxito económico era su "tradición democrática del trabajo"11. Esta sociedad de (supuestos) pequeños propietarios constituía un caso poco común en América Latina. Sin embargo, el libro más que dedicarse a desarrollar esta tesis, se centra en el paisaje que creado por esta particular cultura. Parsons concluye diciendo que a pesar de la industrialización y urbanización, "la particularidad cultural que le ha otorgado a esta tierra su personalidad distintiva sigue siendo esencialmente la misma"12. La escritura clara y concisa, y los atractivos mapas, le dan al libro una cierta elegancia. Como su mentor, Parsons era buen archivista, disfrutaba el trabajo de campo, y tenía la aptitud para tratar una gran variedad de temas. En este sentido, su trabajo ejemplifica no sólo a la escuela de Berkeley, sino también a buena parte de la escuela clásica en general.

Andrew Clark fue la otra gran figura de la geografía histórica del periodo. En la década de 1940 estudió con Sauer, pero luego desarrolló su propia propuesta. Con motivo de los 50 años de la asociación de geógrafos de los Estados Unidos, se pensó producir un libro que diera cuenta del estado de la disciplina, y Sauer era el candidato obvio para escribir el capítulo sobre geografía histórica. Pero él no estaba interesado y sugirió que le preguntaran a Clark, quien terminó haciendo la tarea y se convirtió en el vocero de la geografía histórica13. Clark mantuvo esta posición en las décadas de 1950 y 1960 a través de sus investigaciones y de otros escritos metodológicos, y como la fuerza detrás de la creación del Journal of Historical Geography. Además, como profesor de la Universidad de Wisconsin en Madison, donde dirigió 19 tesis doctorales, Clark formó una parte importante de una nueva generación de geógrafos históricos.

Aunque Clark reemplazó a Sauer como autor en 1954, la persona a quien realmente sustituyó fue Ralph Brown. A través de sus libros Mirror for Americans y Historical Geography of the United States, este geógrafo de la Universidad de Minnesota ofreció una propuesta de la geografía histórica alternativa a la de Sauer14. Para Brown, la tarea del geógrafo histórico era la reconstrucción de geografías pasadas, es decir, la descripción de una región en un momento particular del pasado. Brown escribió en Mirror for Americans como si fuera un viajero imaginario que recorría la costa este en 1810. Su intención era recrear el paisaje y capturar la forma en que la gente de la época interpretaba sus alrededores. Esta visión de la geografía histórica era más convencional que la de Sauer: entendía la geografía como el estudio de la variedad regional a través del espacio, sólo que, a diferencia de la mayoría de los geógrafos humanos, examinaba esa variedad en el pasado y no en el presente. Su enfoque de corte transversal (viajar a través del espacio en un momento particular, en vez de explorar el cambio de un paisaje en el tiempo) era similar al desarrollado en Inglaterra bajo el liderazgo de H.

C. Darby15. La muerte de Brown en un accidente automovilístico en 1948, a la edad de 50 años, limitó su influencia y creó un vacío que Clark llenó.

La visión de la geografía de Clark estaba a medio camino entre la de Brown y la de Sauer. Su primer libro, The Invasion of New Zealand by People, Plants and Animals, tiene la huella de sus años en Berkeley16. Esta obra se centra en la colonización europea en esta isla y en la significativa transformación del paisaje generada por la introducción de ganado, enfermedades y cultivos, entre otros. En sus siguientes dos libros Clark desarrolló su propio enfoque, al que llamó el estudio del cambio geográfico. A este autor le llamaba la atención la reconstrucción de geografías pasadas propuesta por Brown, pero le parecía muy estática, incluso ahistórica. Por eso propuso el estudio de cortes transversales de un determinado lugar en diferentes momentos para observar sus cambios en el tiempo. En su segundo libro, Three Centuries and the Island, estudió los patrones de asentamiento en la isla Príncipe Eduardo de Canadá, desde mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XIX17. Clark cubre estos 300 años por medio de descripciones detalladas de la isla en cinco periodos sucesivos. Realizó 155 mapas que le permitieron organizar su información, hacer comparaciones intertemporales y entre diferentes partes de la isla, y ubicar patrones de cambio geográfico. En Acadia: The Geography of Early Nova Scotia to 1760, su tercer libro, Clark abandonó su anterior énfasis en los mapas e hizo un recuento más narrativo de las diferencias entre sus tres cortes transversales18.

La concepción que Clark tenía de la geografía histórica difería de la de Sauer. Clark estaba interesado en reconstruir geografías pasadas y en explorar cómo cambian en el tiempo, mientras que Sauer pretendía que los geógrafos examinaran el origen y desarrollo de paisajes particulares. El trabajo de Clark se parecía más a las narrativas históricas, con su énfasis en la cronología, que a los trabajos organizados por temas de la Escuela de Berkeley. Sauer y sus estudiantes se preocupaban más por la transformación humana del mundo natural que Clark, quien estaba más interesado en la organización social y económica. Desde una perspectiva actual, sin embargo, Sauer y Clark se parecen más de lo que se diferencian. Su énfasis en los patrones de asentamiento, el uso de recursos y las manifestaciones visibles de las actividades económicas en el paisaje, evidencian la fuerte unidad temática de la geografía histórica en las décadas de 1950 y 1960. Además, ambos trazaron la difusión de gentes y prácticas culturales, e inculcaron en sus estudiantes una pasión por el trabajo de campo, la investigación de archivo y los mapas.

2. Continuidad y cambio (finales de la década de 1960 y década de 1970)

En 1972 Clark escribió un nuevo texto sobre el desarrollo de la geografía histórica en el cual dio cuenta del progreso logrado en las dos décadas precedentes19. Debido en gran medida a sus propios esfuerzos y a los de sus estudiantes, había una producción sólida que daba identidad al campo de la geografía histórica. Pero Clark también notó cómo este campo estaba madurando en el contexto de un esfuerzo por transformar la geografía humana en una ciencia del espacio, lo que empujó a los geógrafos históricos aún más hacia los márgenes de la disciplina. Esta nueva tendencia generó reacciones opuestas entre los geógrafos históricos. Muchos resistieron la redefinición de la disciplina y continuaron realizando el tipo de trabajo que sabían hacer. Sin embargo, un número cada vez mayor de ellos comenzó a aceptar las limitaciones de la escuela clásica y a llevar a este campo de su preocupación por las particularidades de los lugares hacia la elaboración de modelos ideales, la búsqueda de generalizaciones y la identificación de patrones espaciales.

Los años sesenta fueron una época agitada para la geografía humana. Los promotores de la llamada revolución cuantitativa buscaron transformar una disciplina que describía regiones en una que formulaba leyes espaciales. Estos científicos consideraban que el papel de los geógrafos era descubrir los elementos comunes de la organización de las sociedades en el espacio. Influenciados por el optimismo en la ciencia de la posguerra, argumentaban que la tradición regionalista estaba agotada: le hacía falta tanto rigor metodológico como la obtención de conclusiones significativas. Expresaron su frustración con la tendencia de la geografía regional de "repasar en forma tediosa una secuencia de datos… sobre aspectos físicos, clima, vegetación, agricultura, industrias, población, entre otros, poniendo poca atención a las relaciones entre ellos"20. Proponían que los geógrafos adoptaran técnicas estadísticas para analizar su información en formas más novedosas y sistemáticas. Estas técnicas sirvieron para responder preguntas nuevas, pero el cambio más radical consistió en llevar a la geografía a convertirse en una ciencia social deductiva. Ansiosos por asegurarle a la geografía un lugar respetable dentro de la academia, afirmaban que la verdadera tarea de esta disciplina debía ser la formulación de leyes generales capaces de predecir patrones y comportamientos espaciales.

La gran conmoción que caracterizó al periodo generó un debate interno sobre la práctica y propósito de la geografía histórica. Muchos geógrafos de esta corriente prefirieron ignorar los nuevos retos. Atados a sus preocupaciones sobre las particularidades de los lugares y periodos, no intentaron adoptar el nuevo marco científico. En muchos casos el tipo de información que manejaban no servía para realizar análisis cuantitativos. Y los tipos de preguntas que los científicos espaciales hacían sobre la ubicación y jerarquía de los lugares en el espacio no les llamaba la atención, ni les proveía de herramientas útiles para descifrar geografías pasadas. Aunque los geógrafos históricos siempre habían sido poco convencionales dentro de la disciplina, con la transformación de la geografía humana se volvieron verdaderamente marginales. En la década de 1970 la geografía histórica tenía la reputación de ser el refugio de aquellos profesionales incapaces de mantenerse al tanto de los desarrollos teóricos que guiaban al resto de sus colegas.

Cole Harris, estudiante de Clark, personifica el antagonismo que muchos geógrafos históricos sentían hacia la nueva dirección que tomó la disciplina. La geografía, decía Harris, "no puede ser definida como el estudio de relaciones espaciales"21. Para él, hacer una teoría espacial pura era imposible, pues los nuevos geógrafos se limitaban a darle un giro espacial a las teorías de otras disciplinas. Harris temía que esta reformulación llevara a desmembrar la disciplina. Por ejemplo, consideraba que en el proceso de desarrollar las competencias necesarias para analizar las actividades económicas desde el punto de vista espacial, los geógrafos económicos terminaban por convertirse en economistas, una tendencia que se repetía en otros campos de la geografía. Harris defendía la tradicional visión integral de la geografía:

"La dificultad de concebir una teoría geográfica se reduce a lo siguiente. El desarrollo de la teoría es necesariamente un ejercicio de abstracción y simplificación en el cual las complejidades de las situaciones particulares se eliminan al punto en que las características comunes se vuelven aparentes. Pero si se considera que la geografía tiene un ámbito propio, este ciertamente no está constituido por fenómenos individuales o por categorías de fenómenos, que pueden ser estudiados de manera individual por otros campos del conocimiento, que no reparan en sus complejas interrelaciones. Si los geógrafos tienen un punto de vista propio, este punto de vista está dado por el hábito de ver de manera conjunta el complejo de factores que le dan carácter a los lugares, las regiones o los paisajes: en una palabra, por el poder de la síntesis"22.

La defensa de una visión más tradicional sirvió para darle unidad a la geografía histórica, en el contexto de los retos planteados por la transformación de la geografía humana. Muchos de los geógrafos históricos que ayudaron a apuntalar la identidad y propósito común de este campo durante estos años fueron estudiantes de Clark. Su manejo de fuentes primarias, elaboración de mapas y participación en debates historiográficos dieron continuidad metodológica a la geografía histórica. Ellos se hacían preguntas tales como: ¿De dónde migraron los colonos y qué tipo de prácticas culturales y materiales trajeron consigo? ¿Cómo percibían y se adaptaban a los nuevos ambientes? ¿Cómo hacían diferentes comunidades para mantener sus identidades étnicas ante presiones para asimilarse? Estas preguntas sobre patrones de asentamiento, el origen de las diferencias regionales y la difusión de características y grupos culturales, también ayudaron a darle cohesión a este campo. Además, este grupo tendió a estudiar el periodo colonial y el siglo XIX en los Estados Unidos y Canadá, en especial la parte este. Y se centró en temas rurales, aunque, a diferencia de la Escuela de Berkeley, no mostró mucho interés por la transformación humana del medio ambiente.

A pesar de las continuidades dentro de la geografía histórica, los años setenta también fueron un periodo de cambio. James Vance, por ejemplo, condenó la vieja tradición como irremediablemente empírica:

"En la historia temprana de este campo nuestra mirada se centró casi exclusivamente en el patrón físico que la naturaleza proveía para el uso humano y la transformación que el hombre le había hecho a ese paisaje […] Sin embargo, sin una noción de orden fue tan difícil entender el paisaje observado como lo es explicar el contorno del brazo de un hombre sobre la base de principios estéticos. Toda la observación de campo de una generación seria y sufrida sólo produjo un catálogo de la textura de la superficie y sus defectos"23.

Clark, la figura más prominente de la geografía histórica en el momento, fue el blanco de mucha de este tipo de críticas. William Koelsch, por ejemplo, dijo que el método de Clark era un "callejón sin salida"24. Su libro Acadia ejemplificaba el empirismo ingenuo al que se refería Vance: un ordenamiento de datos sin referencia a ninguna teoría que ayudara a ordenarlos. Koelsh también acusó a Clark de negarse a hacer generalizaciones: sin un propósito claro, más allá de un interés profundo en Nueva Escocia, el libro era un embrollo de detalles sobre temas variados. "Es muy molesto," escribió Koelsh, "que un estudio sobre patrones de asentamiento y actividad económica escrito por un geógrafo en 1968 sea tan inocente con relación a las principales corrientes de la teoría geográfica…"25. Aún peor, al menos desde la perspectiva de Clark, era la crítica de que él (y la geografía histórica en general) había sido incapaz de explicar procesos de cambio histórico. Paul Wheatley caracterizó el método de Clark como una serie de fotos que daban la impresión de cambio sin analizar sus dinámicas26. Hasta el solidario Donald Meinig aceptó que, en el fondo, Clark estaba más interesado en los lugares que en los procesos27.

Las críticas a la geografía histórica movieron este campo en nuevas direcciones, entre las que se destacan dos tendencias: por un lado, un grupo que se identificaba con la escuela clásica, pero que incorporó nuevos temas y trató de ser más interpretativo, y por otro, aquellos que quisieron romper con la tradición. El primer grupo provino en gran medida de la escuela de Clark. Aunque defendió la tradición sintética, Harris también aceptó que muchos trabajos en geografía histórica eran más compendios que síntesis28. En la década de 1970, los estudiantes de Clark comenzaron a explorar nuevos temas: ciudades industrias, minorías y, hasta cierto punto, clases sociales. Hacia el final de la década, Warkentin observó que un buen número de ellos mostraba un "interés por aspectos sociales que no solían hacer parte de las grandes síntesis geográficas"29.

Los miembros de este grupo expandieron el rango de temas que trataban, otorgaron mayor importancia a cuestiones sociales y trataron de ser más interpretativos. Sin embargo, su visión siguió estando fuertemente influenciada por la tradición. El segundo grupo estaba conformado por aquellos que querían lograr una transformación más sustancial de la geografía histórica. Mientras el primer grupo continuó centrado en la idea de lugar, el segundo estaba más interesado en patrones espaciales. Aunque estos geógrafos también eran críticos del afán de la geografía científica por establecer leyes universales, llevaron a la geografía histórica a explicar más que a describir, a pensar de manera más abstracta y a trabajar con diferentes escalas de análisis. James Vance, por ejemplo, realizó una crítica histórica de la teoría del lugar central, fundamental para la nueva geografía científica30. Pensaba que esta teoría ofrecía una buena explicación sobre la distribución y patrón de actividad económica en el sur de Alemania, donde Christaller la formuló en la década de 1930, pero consideraba que los geógrafos humanos se equivocaban al tratar de emplearla de manera más general. Vance argumentaba que la teoría del lugar central, lejos de ser universal, era un caso particular que se derivaba del pasado feudal del sur de Alemania. A pesar de su crítica del modo de pensar deductivo y ahistórico de los científicos del espacio, Vance fue claro en diferenciar su proyecto del de la escuela clásica:

"Este no es un llamado para hacer geografía histórica, que parece evitar cualquier crítica distinta a la de ser parroquial y que no tiene una organización diferente a la cronológica, es más bien un llamado al uso de la historia en la elucidación y comprensión de una formulación teórica [...] Esto es geografía económica histórica más que geografía histórica económica, con su énfasis en el pasado por el pasado"31.

Vance también se alejó de los geógrafos históricos tradicionales en la escala que manejó: en The North American Railroad su visión es continental, mientras que This Scene of Man cubre la historia entera de Occidente32. Aunque Vance quería que la geografía histórica fuera interpretativa y explicativa, su interés se mantuvo en la morfología y en los patrones espaciales, no en los procesos sociales: "El interés del geógrafo no es el funcionamiento de la economía sino su expresión física"33.

Donald Meinig también ejemplifica esta transición del estudio de lugares a la identificación de patrones propia de los años setenta. Desde la muerte de Clark, Meinig asumió el papel de figura central de la geografía histórica. Aunque mantuvo el énfasis de la vieja tradición en la personalidad de diferentes regiones, le dio su propio giro. En términos metodológicos Meinig es más interpretativo que la escuela clásica: provee muchos detalles empíricos, pero los escoge cuidadosamente para establecer patrones generales más que para reconstruir geografías pasadas. Muchos de sus estudios regionales son síntesis compactas logradas con el apoyo de fuentes secundarias, más que detalladas investigaciones de archivo. Meinig también se diferencia de la escuela tradicional en los temas que trata. Su interés por la huella cultural de las diversas gentes que poblaron los Estados Unidos presenta cierta continuidad, pero su énfasis en asuntos geopolíticos -desarrollo territorial, conflictos sobre límites y construcción de nación- es innovador. La principal manera en que Meinig diverge de la antigua tradición, sin embargo, es en su deseo de crear modelos ideales de estructuras y desarrollo geográficos y en su gran interés por los patrones espaciales. Sus modelos no tratan de establecer leyes universales; por el contrario, son una forma de ordenar un mundo complejo, representan un nivel de síntesis mayor dentro de una tradición clasificatoria. Este geógrafo fue crítico tanto de la geografía científica como de la visión insular de muchas de las geografías regionales. En su impresionante obra magna The Shaping of America, Meinig revisa el gran desarrollo geopolítico de los Estados Unidos y genera un amplio marco de interpretación (del tipo que Clark quería, pero que nunca se atrevió a proponer)34.

Muchos aceptan que The Shaping of America es uno de los grandes logros de la geografía histórica en los Estados Unidos, pero otros manifiestan cierta frustración con este trabajo35. Aunque innovador y gratificante, el recuento que hace Meinig carece de gente. A pesar de su énfasis geopolítico, llama la atención que haya tan poca reflexión sobre las relaciones de poder. Meinig, además, olvida el medio ambiente aún más que la escuela de Clark. Aunque importante, su proyecto no se relaciona con los intereses de los geógrafos más jóvenes. Su temprana atención a cuestiones de poder y minorías anticiparon desarrollos futuros; pero bajo los estándares de hoy, la forma en que trata estos temas es demasiado simplista. Aunque representa un avance con respecto a Clark, terminó en una posición muy similar a la de su antecesor. Se enfocó en los patrones más que en los lugares, pero a costa de dejar de lado los procesos; estaba dispuesto a generalizar, pero no a comprometerse con el tipo de preguntas sociales que han cautivado a las últimas generaciones de geógrafos. Así, repitió la trayectoria de Clark de lograr una temprana innovación para luego quedarse atrás de los desarrollos de la disciplina36.

3. Nuevas direcciones (década de 1980 hasta hoy)

En los últimos 25 años la geografía humana cambió su eje: de buscar patrones y leyes espaciales pasó a explorar procesos sociales. También se ha vuelto más histórica. Los geógrafos históricos han hecho parte de esta transformación al empezar a preocuparse por los debates teóricos y temas que ahora guían al resto de la disciplina. Esta transición ha marcado la convergencia entre la geografía histórica y la humana. Harris pensó que este cambio presentaba una oportunidad para que la geografía histórica dejara su posición académica marginal, sin embargo, el resultado ha sido el opuesto 37. Al estudiar una vasta serie de dinámicas sociales, los geógrafos históricos se han movido en una multiplicidad de nuevas direcciones y han perdido mucha de su previa unidad. El campo de la geografía histórica se ha fracturado en nuevas líneas temáticas, conceptuales y políticas, perdiendo así su sentido de identidad y propósito común. Como resultado, varios geógrafos históricos temen que su subdisciplina desaparezca como campo diferenciado de la geografía38. Pero esta fragmentación no ha disminuido el número ni la calidad de los trabajos geográficos con perspectiva histórica. Al examinar los artículos publicados en el Journal of Historical Geography en los últimos 10 o 15 años, por ejemplo, la vitalidad de este campo resulta evidente, así como los puentes que ha construido con otras áreas de la geografía y con otras disciplinas. Los desarrollos recientes de la geografía histórica, por tanto, presentan una paradoja: al tiempo que el interés por este campo ha aumentado, su base institucional, y tal vez también disciplinar, se ha erosionado.

Hacia comienzos de la década de 1980 buena parte de los geógrafos humanos habían abandonado la teoría cuantitativa. Algunos geógrafos históricos tales como Cole Harris, Leonard Guelke y Derek Gregory jugaron un papel destacado en la formulación de críticas a las abstracciones con pretensiones de universalidad de los científicos espaciales y en el redescubrimiento de la historia y la centralidad del concepto de lugar. Insistieron en que la organización y el comportamiento espaciales no siguen su propia lógica geométrica, sino que dependen del contexto social e histórico en el que se hallan. De esta manera ayudaron a desacreditar la búsqueda de una teoría geográfica pura. Es más, argumentaron que los teóricos espaciales se equivocaban en su interpretación de la naturaleza del método científico. Los acusaban de cometer el error de eludir el análisis de la diferencia en su deseo de transformar la geografía del estudio de lo particular a lo general. Estas críticas no implicaban una defensa de la geografía histórica tradicional, que fue tan atacada por estos geógrafos como la revolución cuantitativa.

Las críticas a la geografía histórica eran, en parte, una continuación de aquellas desarrolladas por geógrafos históricos como Vance en la década de 1970; se diferenciaban en que el interés ya no estaba puesto en buscar patrones espaciales, sino en examinar procesos sociales. Los geógrafos humanistas, tales como Guelke, acusaron tanto a la escuela clásica como a sus críticos de olvidar la agencia humana39.

La visión orgánica de la cultura de los geógrafos históricos tradicionales y la búsqueda de leyes geométricas puras de los geógrafos espaciales, llevaron a ambos grupos a pasar por alto el papel crítico de las ideas y de la acción individual en forjar la historia (una tendencia continuada por los geógrafos históricos interesados en patrones, tales como Meinig). Guelke afirmó que las acciones humanas y, por tanto, el desarrollo histórico, "no pueden ser explicados adecuadamente a no ser que se entiendan las ideas que hay detrás"40. La tarea del geógrafo histórico, en consecuencia, era ponerse en el lugar de los actores históricos y entender sus pensamientos.

Otro grupo de geógrafos también buscó revivir la agencia humana, pero rechazaba el énfasis que los humanistas ponían en las ideas como fuerza motriz de la historia. Entre este grupo se destacaban aquellos estudiantes del inglés Darby, como David Harvey y Gregory (que trabajan en universidades norteamericanas), quienes en la década de 1970 recurrieron al marxismo, la teoría de la estructuración de Giddens y la teoría social crítica. Para ellos, el idealismo no lograba penetrar en las estructuras más profundas que afectan la manera en que la gente vive y que la hace tomar decisiones de las que no es plenamente consciente. Estos geógrafos insistían en la necesidad de una geografía (histórica) que investigara las estructuras sociales, es decir, querían una geografía socialmente más aguda y también más política. Sentían que ni la escuela tradicional ni la geografía científica trataban de manera adecuada el mundo social y sus complicados mecanismos. Atados a su visión holística de la cultura, los geógrafos históricos tradicionales no podían percibir sus conflictos internos41. Y los geógrafos científicos, que creyeron que habían superado el insostenible empirismo de la escuela tradicional, basaban sus propias teorías más en correlaciones medibles (entre años de escolaridad, ocupación, etnicidad, ubicación de la residencia, entre otros aspectos) que en una comprensión real del funcionamiento de las dinámicas sociales.

Estimulada por tales críticas, en la década de 1980 la geografía humana pasó de estudiar fenómenos espaciales a analizar procesos sociales. Los geógrafos históricos también siguieron este camino, pero a un ritmo más lento. Dos compendios sobre la geografía histórica en Estados Unidos y Canadá publicados a finales de los años ochenta muestran los grandes logros alcanzados en este campo desde mediados del siglo, pero también  dan cuenta de sus persistentes limitaciones42. Los estudiantes de Clark figuran de manera prominente entre los autores de estos textos, así como en la vanguardia de los cambios en este campo desde principios de la década de 1970. Ellos ayudaron a ampliar el espectro temático de la geografía histórica al poner más atención a asuntos urbanos e industriales y a las minorías, interesarse por el valor simbólico de los paisajes y no solamente por sus aspectos visibles, y prestar mucha más atención a las complejidades del mundo social.

Sin embargo, los trabajos de estos autores también dejaron claro el peso persistente de la tradición, como lo demuestra la ausencia de una dimensión política. William Wykoff, por ejemplo, se refiere a cuestiones de poder en términos de los paisajes de los ricos43. Terry Jordan también ejemplifica la dificultad que muchos geógrafos históricos tenían para pasar a estudiar procesos. En su presentación en la plenaria de la Asociación de Geógrafos de los Estados Unidos, Jordan criticó a la geografía histórica por seguir siendo "inherentemente descriptiva y no explicativa" y utilizó a la ecología cultural, y "su visión de la cultura como un sistema adaptativo", como ejemplo de un modelo capaz de generar explicaciones44. Jordan parecía ignorar las críticas hechas a la visión orgánica y funcional de la cultura de ecología cultural, que lleva a ignorar su contenido simbólico, la diferenciación y el conflicto, y por tanto, a serias limitaciones de interpretación. Aunque Jordan reconocía las limitaciones de la escuela tradicional, su destacado trabajo sobre el origen y la difusión de las prácticas ganaderas norteamericanas sigue un enfoque bastante tradicional45.

Por lo tanto, aunque la geografía histórica avanzaba en nuevas direcciones, muchos todavía la consideraban un bastión de estudios bastante empíricos sobre lugares y morfología. Sin embargo, varios autores han observado recientemente como "algo se está fraguando en la geografía histórica"46. Deryck Holdsworth anota que, retada a mantenerse al tanto de los desarrollos teóricos y temáticos del resto de la disciplina, el campo ha empezado a transformarse profundamente47. En los últimos 15 o 20 años, los geógrafos históricos han comenzado a dejar su reputación de estar en la retaguardia y a abordar preguntas sobre clase, poder, género e identidad, entre otros temas, usando las herramientas teóricas e ideas desarrolladas por la geografía humana y por otras disciplinas. Con base en trabajos recientes Jeanne Kay Guelke afirma que "la geografía histórica es una parte excitante y vibrante de la disciplina"48.

Una de las primeras áreas en las que los geógrafos históricos comenzaron a tratar dinámicas sociales fue en las discusiones sobre cambios económicos del capitalismo. Tal vez la transición era más fácil de hacer en esta área debido a que estos profesionales tenían experiencia en trabajar con temas económicos, aunque fuera en la búsqueda de patrones y huellas de actividades económicas en el paisaje. En la década de 1970 geógrafos económicos con una inclinación fuerte por la historia, tales como Vance y Allan Pred, trataron de hacer una geografía histórica más rigurosa y conceptual, y también buscaron incorporar una dimensión histórica a la geografía económica.

Carville Earle recorrió ese camino dentro de un marco conceptual neoclásico. En uno de sus trabajos argumentó en contra de algunos geógrafos económicos que sostenían que la esclavitud era menos costosa que el trabajo asalariado; según Earle, esto sólo fue cierto en cultivos intensivos en mano de obra, es decir, no era una regla general49.

Los cultivadores de trigo, cuyas demandas de trabajo eran limitadas, pero intensas en tiempos de cosecha, preferían contratar trabajadores temporales. Por el contrario, la producción de maíz en el valle del río Ohio en la mitad del siglo XIX, favoreció la expansión del trabajo esclavo, lo que para Earle fue una causa importante de la Guerra de Secesión. Este autor, además, subrayó la importancia de prestar atención a los requisitos ecológicos y de mano de obra de cada tipo de cultivo. Este geógrafo se consideraba un historiador geográfico más que un geógrafo histórico50. En otras palabras, pensaba que la relevancia de la geografía histórica radicaba en participar en debates historiográficos importantes por medio de aportes propios de la geografía, como aquellos aspectos relacionados con la ubicación espacial y la base ecológica de la producción de mercancías.

En la década de 1980 algunos geógrafos dieron un giro significativo hacia la economía política, conocido como geografía radical51. Mientras que muchos de quienes se consideraban a sí mismos geógrafos históricos se demoraron en acoger la influencia del marxismo, un grupo de geógrafos económicos con inclinaciones históricas presionaron con su ejemplo a los geógrafos históricos a pensar en los conflictos de clase, el papel del Estado y el desarrollo desigual en sus trabajos sobre el ambiente construido y las geografías del capitalismo52. Harvey, por ejemplo, examinó el desarrollo histórico de París en el siglo XIX como estudio de caso para ilustrar lo planteado en su libro anterior, The Limits to Capital, en el que integra el espacio a la teoría marxista de la acumulación de capital y las crisis del capitalismo53. Richard Walker se basó en la teoría dinámica de la ubicación industrial que creó junto con Michael Storper para explorar temas como el desarrollo agroindustrial de finales del siglo XIX y principios del XX en el medio oeste de los Estados Unidos, la forma en que la industria dio origen a los suburbios y el dinamismo histórico de la agricultura californiana54. Estos trabajos muestran cómo los límites entre la geografía humana y la geografía histórica se estaban volviendo cada día más difusos. Además, al incitar a que la geografía histórica se volviera teóricamente más sofisticada, ayudaron a allanar el camino para que siguiera los pasos de la geografía humana hacia el giro cultural, planteando así nuevas preguntas sobre el poder, la representación y la identidad.

Uno de los primeros pasos dados dentro de la geografía histórica hacia el desarrollo de nuevas aproximaciones culturales fue el replanteamiento de la noción clásica de paisaje. Geógrafos humanistas e históricos más tradicionales habían comenzado a explorar el significado de los paisajes para diferentes grupos de personas. Los nuevos trabajos cambiaron el énfasis hacia las dimensiones ideológicas de los paisajes. Denis Cosgrove fue pionero en este enfoque con su libro Social Formation and Symbolic Landscape55. Influenciado por el nuevo marxismo cultural, Cosgrove reconstruyó la evolución de la idea de paisaje en la pintura para mostrar cómo esta ayudó a aceptar las nuevas relaciones de propiedad sobre la tierra que caracterizaron el desarrollo del capitalismo. James Duncan continuó tales esfuerzos por desenmascarar la función ideológica de los paisajes y las formas en que la organización del espacio oculta relaciones de poder y de subordinación56. Utilizó la teoría cultural y literaria para leer el paisaje como un texto y deconstruir paisajes coloniales en Sri Lanka. Estos trabajos van mucho más allá del ámbito de la geografía histórica tradicional y señalan la creciente importancia de las tendencias posestructurales y posmodernistas; un cambio que consistió en pasar de privilegiar la economía a hacer énfasis en el análisis cultural, los discursos y la representación57.

En los últimos años algunos geógrafos históricos han empezado a explorar este nuevo terreno del poder, el conocimiento y el control social y espacial. Ello ha llevado a redefinir preguntas sobre viejos temas. Mientras que las geografías históricas anteriores solían examinar los variados patrones de asentamiento de grupos inmigrantes en el Nuevo Mundo, ahora hay un mayor interés sobre cómo estas sociedades desposeyeron y controlaron a las comunidades nativas, y cómo los poderes dominantes controlan a grupos subordinados. Y así como las técnicas de dominación social son un nuevo tema para la geografía histórica, también lo es su opuesto: los esfuerzos subalternos por resistir58. Este cambio ha generado nuevas metodologías, tal como lo ilustra la afirmación de Daniel Clayton de que él trata el archivo "no como un depósito de información histórica en bruto, sino como un campo de batalla discursivo"59. No sorprende que muchos de quienes han abordado esta nueva perspectiva lo hayan hecho de la mano de Foucault. Clayton ejemplifica el interés de la teoría poscolonial en mostrar cómo la producción de conocimiento está en la base del ejercicio del poder. Argumenta que las pocas referencias a los grupos nativos en los mapas y recuentos de los exploradores de la costa oeste del Canadá, ayudaron a crear un espacio imperial abstracto que permitió a la metrópoli ignorar las demandas territoriales de los nativos.

En palabras de Clayton, las tierras nativas "fueron apropiadas desde lejos, y... geografías de interacción [blanca-nativa] fueron reducidas y abstraídas al punto en el que el territorio se volvió no nativo…"60. Mathew Hannah también muestra este nuevo interés en la lógica disciplinar al analizar cómo la recolección de información para los censos y las estadísticas a finales del siglo XIX en los Estados Unidos construyó objetos, más que simplemente reflejarlos, convirtiéndose así en una técnica de control social y espacial61.

Sin embargo, no todos aquellos que exploran estas nuevas preguntas lo hacen desde una perspectiva foucaultiana. Aaron Bobrow-Strain se pregunta por nociones gramscianas de hegemonía en el Chiapas posrevolucionario6262. Anne Mosher examina los esfuerzos de una compañía productora de acero por promocionar la adquisición de vivienda propia entre sus trabajadores con el fin de evitar la sindicalización63. Anne Knowles utiliza la teoría neo-marxista del trabajo para investigar el concepto de disciplina espacial y los esfuerzos por limitar la movilidad geográfica de los trabajadores calificados del hierro en los Estados Unidos antes de la Guerra de Secesión64.

Otra área de trabajo nueva en la geografía histórica se centra en temas tales como la identidad y la construcción social de la raza y el género. Contrario a la geografía histórica más temprana, ahora hay una fuerte tendencia hacia la exploración de los procesos internos de formación de identidades. Knowles investiga cómo una comunidad galesa en Ohio (Estados Unidos) conserva su identidad étnica al embarcarse como grupo en una empresa capitalista, que le permite mantener su agricultura tradicional y su forma de vida religiosa6565. Se apoya en la noción de economía moral de E. P. Thompson para entender la posición contradictoria de una comunidad que, al realizar esfuerzos por contener a la sociedad capitalista en expansión, debe unirse a ella. En su estudio sobre una comunidad suiza en Wisconsin (Estados Unidos), Steven Hoelscher argumenta que la etnicidad "no es una memoria distante del pasado ni una serie de prácticas culturales inmutables y persistentes, sino más bien una invención cultural"66. Su interés primordial no es la expresión material de una comunidad en el paisaje, sino la dinámica interna de esa comunidad, que le permite persistir al reinventarse continuamente. El trabajo de Susan Craddock sobre la geografía histórica de la enfermedad ejemplifica la atención que se le está prestando a los asuntos raciales67. Esta autora estudió cómo los discursos médicos de principios del siglo XX sirvieron para estigmatizar a los chinos de San Francisco. Craddock explica que la construcción social de Chinatown como un lugar lleno de patógenos y la cuarentena que tal diagnóstico generó, se vieron fortalecidos por una xenofobia creciente relacionada con cuestiones de identidad nacional6868.

En 1991 Jeanne Kay y Mona Domosh lamentaron que los geógrafos históricos prestaran poca atención a las mujeres y a los asuntos de género69. Desde entonces varios geógrafos históricos han ayudado a llenar este vacío. Domosh, por ejemplo, examina las adscripciones de género de los espacios sociales urbanos; Katie Pickles analiza el papel de una importante institución canadiense de mujeres en la asimilación de inmigrantes con relación a la construcción de una identidad nacional; Kate Boyer discute la política sexual que rigió las oficinas en Canadá y la producción de nuevos significados sobre trabajo y género; Karen Morin y Lawrence Berg exploran las diferencias de género en los movimientos que se opusieron a la confiscación colonial de tierras a los Maorí en Nueva Zelanda; y Michael Lansing sugiere que una geografía feminista puede ayudar a producir nuevas historias sobre el oeste americano 70. Tal como lo afirman Karen Morin y Lawrence Berg, un número creciente de geógrafos históricos han producido"una serie de trabajos considerable que problematiza la construcción histórica de... las diferencias de género, raza, etnicidad, cultura y clase" 71.

Los geógrafos históricos también están retomando un tema descuidado por mucho tiempo: las relaciones entre las sociedades y el medio ambiente. Quienes continuaron dentro de la tradición de Berkeley (como William Denevan) y aquellos ecólogos culturales con una fuerte curiosidad histórica (como Karl Butzer, William Doolittle y B. L. Turner II) mantuvieron el interés en el tema. Sin embargo, en la década de 1970 y 1980 fueron los historiadores quienes llenaron este vacío, al crear el campo de la historia ambiental 72. En parte motivados por este ejemplo, muchos geógrafos han regresado al tema en los últimos años. El vasto estudio de Michael Williams sobre los bosques de los Estados Unidos desde la conquista constituye un gran ejemplo73. Otros geógrafos humanos también han demostrado un renovado interés en el ambiente a través de la ecología política y muchos de ellos con una sensibilidad histórica bien desarrollada 74. Vale la pena destacar el estudio de Rod Neumann sobre cómo los orígenes coloniales de las reservas naturales en Tanzania continúan limitando el acceso de los residentes locales a diferentes recursos naturales 75. A pesar de que quienes hacen ecología política toman a la historia en serio, estos profesionales suelen estar más interesados en las raíces de luchas ambientales actuales que en los procesos históricos mismos. Sin embargo, algunos han comenzado a usar las ideas e intereses de la ecología política para estudiar problemas del pasado 76.

Esta revisión sobre nuevas aproximaciones de la geografía histórica en las pasadas dos décadas intenta dar cierta coherencia a los cambios y a la fragmentación que se observa en este campo. Al ver estos desarrollos en el contexto del último medio siglo, lo que más sobresale es el compromiso con la teoría social o lo que llamé arriba el estudio de procesos sociales. La fragmentación y el giro hacia la teoría han generado ansiedad entre algunos geógrafos históricos. Parte de su frustración surge de su desacuerdo con algunos de los enfoques conceptuales más recientes y de su desinterés en algunos de los temas explorados. Así, mientras Mitchell dice que la geografía histórica contribuye a "nuestro conocimiento sobre la escala, la identidad social, la producción de paisajes, la memoria, la construcción social de la naturaleza (para mencionar sólo unos pocos casos)", Keiffer se queja de que "los patrones de asentamiento, la cultura material y el paisaje visible" -los viejos temas de la geografía histórica- "han sido descuidados"77 . De manera similar, Wilson dice que "la teoría es un elemento importante para muchos geógrafos históricos. Sin embargo, la dependencia en la teoría a costa del análisis empírico basado en fuentes históricas puede producir trabajos muy superficiales […]" 78. Pero esta ansiedad también surge de la pérdida de unidad de la geografía histórica y de su declive institucional. Los geógrafos históricos suelen tener nexos (teóricos, temáticos e institucionales) más estrechos con profesionales de otras áreas de la geografía y de otras disciplinas que con otros geógrafos históricos. Por lo tanto, la convergencia entre la geografía histórica y la geografía humana ha estado acompañada de la erosión de la razón de ser de la geografía histórica. Wilson lamenta que los departamentos de geografía ya no estén interesados en contratar geógrafos históricos 79. Pero esta situación no es completamente nueva. Guelke señala que incluso en la década de 1970 el mercado de trabajo para los geógrafos históricos era difícil y la mayoría necesitaba tener una segunda especialidad para encontrar puesto80. Y en 1973 Wilbur Zelinsky, otra figura destacada de la geografía histórica y cultural, afirmó que "no hay una base lógica que sustente la existencia de un campo de estudio que pueda designarse honestamente como geografía histórica"81.

En general, apoyo a Richard Powell cuando dice que: "En vez de destinar mucho tiempo a lamentarse, los geógrafos históricos deberían continuar celebrando la vitalidad producida por investigaciones con bases teóricas sobre temas históricogeográficos" 82. Sin embargo, como sucede con todo cambio, han habido pérdidas y también han aparecido nuevos problemas. Por una parte, el mayor compromiso con la teoría social no es, por sí mismo, una panacea. Mientras que la geografía histórica se ha beneficiado de este compromiso, una dependencia excesiva en la teoría puede traer sus propios problemas. Para explicar este punto voy a recurrir a Harris, quien defendió una geografía histórica más tradicional en la década de 1970 y ahora está en la vanguardia de quienes quieren renovarla. En Making Native Space, Harris utiliza a Foucault, Fanon y E. P. Thompson para explicar cómo el régimen colonial de Canadá despojó de sus tierras a los nativos de la Columbia Británica, y cómo mantuvo el subsecuente control sobre esta población a través de una serie de estructuras disciplinares asociadas al sistema de reservas indígenas83. Harris aprovecha para criticar a los teóricos poscoloniales que tratan de explicar el proyecto colonial por medio de análisis de textos elaborados en el centro imperial, pues, para él, estos no explican cómo se dio el proceso de apropiación de tierras ni cuáles fueron sus motivaciones. Según Harris, los discursos y las representaciones sirven para justificar las acciones del poder colonial, pero no permiten entender el proceso mismo, que se logró por medio de la fuerza física y no a través de discursos. Del mismo modo, este autor afirma que las acciones de los colonos estuvieron motivadas por las ganancias potenciales concretas y por sus deseos de independencia, lo que no se desprende del estudio de los discursos metropolitanos. Harris prosigue diciendo que aunque las técnicas disciplinares, como la vigilancia y la normalización, fueron importantes, sólo comenzaron a operar después de que se le habían usurpado las tierras a los nativos. Harris también contradice a quienes consideran que los mapas coloniales indican que los colonos consideraban los espacios representados como vacíos, pues ellos "llegaron atraídos por recursos que no aparecían en estos mapas y los empleados coloniales sabían que la población nativa habitaba muchos de [esos] espacios"84. El poder de los mapas radicaba en su papel para demarcar las áreas que serían apropiadas, mediante el uso de la fuerza, generando nuevos derechos territoriales. Harris levanta una voz de alerta contra la tendencia de tratar la cultura como el principal campo de acción del poder colonial y enfatiza la necesidad de poner más atención a la forma en que el poder operaba en terreno. A mi parecer, en su rechazo al materialismo excesivo de generaciones anteriores, algunas de las nuevas geografías históricas terminan demasiado absorbidas en sus propios mundos discursivos85.

Otro problema generado por los cambios recientes se relaciona con las críticas a trabajos anteriores, que en ocasiones terminan descartando lo positivo junto con lo negativo. Al estrechar su mirada para lograr una comprensión más profunda de las dinámicas sociales y espaciales, muchos de los nuevos geógrafos han perdido la perspectiva amplia que caracterizaba a sus predecesores. En consecuencia, es difícil hallar trabajos recientes que reconstruyan el sentido de lugar que tan bien trabajaban los geógrafos de la escuela tradicional, aunque hay algunas excepciones86. El libro Lie of the Land de Don Mitchell es un buen ejemplo de esta pérdida87 . Mitchell argumenta que es necesario dotar a los estudios del paisaje de una dosis de política mediante el examen de sus supuestos ocultos. Pero aunque el libro es una buena geografía histórica sobre el trabajo agrícola en California, olvida dar una idea de cómo era el paisaje agrícola. Es decir, este estudio es una crítica a los trabajos clásicos sobre paisajes que abandona el objeto mismo de dichos estudios. Como lo indica este ejemplo, si bien este tránsito ha permitido superar muchas de las limitaciones de la geografía clásica, parte de lo que constituye una imaginación geográfica se ha perdido.

Conclusiones

En el último medio siglo la geografía histórica ha pasado de estudiar lugares, a buscar patrones, para finalmente examinar procesos. En las décadas de 1950 y 1960, aunque este campo contrastaba con una disciplina que ignoraba la historia, la geografía histórica tenía una unidad porque se mantenía fiel a la idea aceptada de lo que constituía el objeto de estudio de la geografía. Sin embargo, desde la década de 1960 la geografía histórica comenzó a alejarse de una geografía humana que estaba cambiando radicalmente. En los últimos 25 años ha habido una reconvergencia entre una geografía histórica más teórica y una geografía humana más histórica. Pero la marginalidad de la geografía histórica no se ha eliminado. Su antigua unidad y propósito común se han erosionado como consecuencia de la abundancia de nuevos temas y aproximaciones teóricas. Tal como lo señaló Earle, "la geografía histórica carece de unidad"88. Y, como los geógrafos históricos han desarrollado vínculos más estrechos con otras subdisciplinas de la geografía humana, la base lógica para la existencia de la geografía histórica parece menos obvia. En últimas, lo que principalmente une a mucha de la geografía histórica en estos días es el hecho de que una gran mayoría de los geógrafos humanos estudien problemas actuales. Aunque algunos lamentan esta pérdida de identidad y oportunidad para salir de la trastienda, la actual situación no debería generar preocupación. En gran medida, la antigua unidad de la geografía histórica respondía a una idea muy restringida de su ámbito y propósito. Gracias a la incorporación de nuevas perspectivas, se ha perdido cohesión, pero se ha ganado diversidad y vitalidad.


1 KEIFFER, Artimus, "Notes From the Editors", en Past Place, Vol. 12, No. 1, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (Association of American Geographers, AAG), 2003, p. 3.

2 WILSON, Robert, "The Landscape of Historical Geography in the 21st Century", en Past Place, Vol. 14, No. 1, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (AAG), 2006, p. 6.

3 SAUER, Carl, "Foreword to Historical Geography", en LEIGHLY, John (ed.), Land and Life: A Selection From the Writings of Carl Ortwin Sauer, Berkeley, University of California Press, 1967, pp. 351-379.

4 CLARK, Andrew H., "Historical Geography", en JAMES, Preston E. y JONES, Clarence F. (eds.), American Geography: Inventory and Prospect, Syracuse, Association of American Geographers - Syracuse University Press, 1954, pp. 0-105.

5 Ver THOMAS, William L. (ed.), Mans Role in Changing the Face of the Earth, Chicago, University of Chicago Press, 1956.

6 SAUER, Carl, "The Morphology of Landscape", en LEIGHLY, John (ed.), Land and Life: A Selection From the Writings of Carl Ortwin Sauer, Berkeley, University of California Press, 1967, pp. 315-350 y SAUER, Carl, "Foreword to Historical...", op. cit.

7 Para mayor información sobre Sauer y la Escuela de Berkeley, ver KENZER, Martin S. (ed.), Carl O. Sauer, A Tribute, Corvallis, OR, Oregon State University Press, 1987; WILLIAMS, Michael, "The Apple of My Eye: Carl Sauer and Historical Geography", en Journal of Historical Geography, Vol. 9, No. 1, Londres, Elsevier, 1983, pp. 1-28; RUCINQUE, Héctor F., "Carl O. Sauer: Geógrafo y Maestro Par Excellence", en Trimestre Geográfico, Vol. 14, Bogotá, Asociación Colombiana de Geógrafos, 1990, pp. 3-19; y LEAL, Claudia, "Prólogo: Robert West, un geógrafo de la Escuela de Berkeley," en WEST, Robert C., Las Tierras Bajas del Pacífico Colombiano, Bogotá, ICANH, 2000, pp. 7-17.

8 HARTSHORNE, Richard, The Nature of Geography: a Critical Survey of Current Thought in the Light of the Past, Lancaster, The Association, 1939.

9 PARSONS, James J., Antioqueño Colonization in Western Colombia, Berkeley, University of California Press, 1968 [1949].

10 PARSONS, James, La Colonización Antioqueña en el Occidente de Colombia, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979, p. 229.

11 Ibid., p. 18.

12 Ibid., p. 229.

13 CLARK, Andrew H., "Historical Geography", en JAMES, Preston E. y JONES, Clarence F. (eds.), American Geography: Inventory and Prospect, Syracuse, Association of American Geographers - Syracuse University Press, 1954, pp. 0-105.

14 BROWN, Ralph H., Mirror for Americans; Likeness of the Eastern Seaboard, 1810, Nueva York, American Geographical Society, 1943; BROWN, Ralph H., Historical Geography of the United States, Nueva York, Harcourt, Brace, 1948.

15 Sobre Darby, ver WILLIAMS, Michael, CLOUT, Hugh, COPPOCK, Terry y PRINCE, Hugh, "Clifford Darby and the Methodology of Historical Geography", en DARBY, H. Clifford., WILLIAMS, Michael, CLOUT, Hugh, COPPOCK, Terry y PRINCE, Hugh (eds.), The Relations of History and Geography: Studies in England, France and the United States, Exeter, University of Exeter Press, 2002, pp. 1-25.

16 CLARK, Andrew H., The Invasion of New Zealand By People, Plants, and Animals: The South Island, New Brunswick, Rutgers University Press, 1949.

17 CLARK, Andrew H., Three Centuries and the Island: a Historical Geography of Settlement and Agriculture in Prince Edward Island, Canada, Toronto, University of Toronto Press, 1959.

18 CLARK, Andrew H., Acadia: the Geography of Early Nova Scotia to 1760, Madison, University of Wisconsin Press, 1968.

19 CLARK, Andrew H., "Historical Geography in North America", en BAKER, Alan R. H. (ed.), Progress in Historical Geography, Londres, Newton Abbot, 1972, pp. 129-143.

20 FREEMAN, Thomas W., A Hundred Years of Geography, Londres, Duckworth, 1961, p. 142.

21 HARRIS, R. Cole, "Theory and Synthesis in Historical Geography", en Canadian Geographer, Vol. 15, No. 3, Toronto, Canadian Association of Geographers, 19 1, p. 159.

22 Ibid., p. 162.

23 VANCE, James E., The Merchants World: the Geography of Wholesaling, Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1970, p. 7.

24 KOELSCH, William A., "Acadia: The Geography of Early Nova Scotia to 1760 (Review)", en Economic Geography, Vol. 46, No. 2, Worster, Clark University, 1970, p. 202.

25 Ibid., p. 202.

26 BAKER, Alan R. H., "Rethinking Historical Geography", en BAKER, Alan R. H., Progress in Historical Geography, Londres, Newton Abbot, 19 2, p. 15.

27 MEINIG, Donald W., "Prologue: Andrew Hill Clark, Historical Geographer", en GIBSON, James R. (ed.), European Settlement and Development in North America: Essays on geographical change in honour and memory of Andrew Hill Clark, Toronto, University of Toronto Press, 1978, pp. 3-26.

28 HARRIS, R. Cole, "Theory and Synthesis…", op. cit.

29 WARKENTIN, John, "Epilogue", en GIBSON, James R. (ed.), European Settlement and Development in North America: Essays on geographical change in honour and memory of Andrew Hill Clark, Toronto, University of Toronto Press, 19 8, p. 214.

30 La contribución de Christaller a la génesis de la teoría de los lugares centrales surgió de su esfuerzo por explicar la distribución regular de ciudades de tamaño similar que notó al examinar mapas del sur de Alemania. Concibió a los lugares centrales como centros administrativos y comerciales, y explicó su jerarquía o tamaño, así como su distribución en el espacio, en función de los bienes y servicios que ellos proveían y de las distancias que la gente estaba dispuesta a viajar para obtenerlos.

31 VANCE, James E., The Merchants World…, op. cit., p. 10.

32 VANCE, James E., The North American Railroad: Its Origin, Evolution, and Geography, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1995; VANCE, James E., This Scene of Man: The Role and Structure of the City in the Geography of Western Civilization, Nueva York, Harpers College Press, 1977.

33 Citado por GETIS, Arthur, "The Merchants World (Review)", en Economic Geography, Vol. 47, No. 3, Worster, Clark University, 1971, p. 461

. 34 MEINIG, Donald W., The Shaping of America: A Geographical Perspective on 500 Years of History, New Haven, Yale University Press, Vols. 1-4, 1986, 1993, 1998 y 2004. Aunque esta obra fue publicada después de los años setenta, Wynn explica que Meinig ya tenía su proyecto formulado en 1972, cuando escribió "American Wests: Preface to a Geographical Interpretation," en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 62, No. 2, Malden, Blackwell Publishers, 1972, pp. 159-184: WYNN, Graeme, "D. W. Meinig and the Shaping of America", en Journal of Historical Geography, Vol. 31, No. 4, Londres, Elsevier, 2005, pp. 616, 621.

35 BAKER, Alan R. H., "The Shaping of America: A Geographical Perspective on 500 Years of History. Volume 2, Continental America 1800-186 (Review)", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 85, No. 2, Malden, Blackwell Publishers, 1995, pp. 368-371; BAKER, Alan R. H., "Writing Geography, Making History: D. W. Meinigs Geographical Perspective on the History of America", en Journal of Historical Geography, Vol. 31, No. 4, Londres, Elsevier, 2005, pp. 634-646 y WYNN, Graeme, "D. W. Meinig...", op. cit.

36 La falta de espacio no permite hacer una reseña más completa de los geógrafos históricos significativos de este periodo, sin embargo, debo por lo menos mencionar a: KNIFFEN, Fred B., "Folk Housing: Key to Diffusion", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 55, No. 4 Malden, Blackwell Publishers, 1965, pp. 547-577; ZELINSKY, Wilbur, The Cultural Geography of the United States, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1973; LEWIS, Peirce F., New Orleans: The Making of an Urban Landscape, Cambridge, Ballinger Pub. Co., 19 6; DENEVAN, William M., The Native Population of the Americas in 1492, Madison, University of Wisconsin Press, 1976. Para América Latina, ver ROBINSON, David J. (ed.), Migration in Colonial Spanish America, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, y ROBINSON, David J. (ed.), Studies in Spanish American Population History, Boulder, Westview Press, 1981.

37 HARRIS, Cole, "Power, Modernity, and Historical Geography", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 81, No. 4, Malden, Blackwell Publishers, 1991, pp. 671-683.

38 KEIFFER, Artimus, "Notes...", op. cit. y WILSON, Robert, "The Landscape of...", op. cit.

39 GUELKE, Leonard, "On Rethinking Historical Geography", en Area, Vol. 7, No. 2, Londres, Institute of British Geographers, 1975, pp. 135-138. Los geógrafos humanistas se interesan en el sentido que los individuos dan a lugares particulares y en su relación con los mundos en que viven. Ver TUAN, Yi-fu, "Humanist Geography," en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 66, No. 2, Malden, Blackwell Publishers, 1976, pp. 266-276 y BUTTIMER, Anne y SEAMON, David. (eds.), The Human Experience of Space and Place, Londres, Croom Helm, 1980.

40 GUELKE, Leonard, op. cit., p. 136.

41 Ver DUNCAN, James S., "The Superorganic in American Cultural Geography", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 70, No. 2, Malden, Blackwell Publishers, 1980, pp. 181-198.

42 MITCHELL, Robert D. y GROVES, Paul A. (eds.), North America: The Historical Geography of a Changing Continent, Totowa, Rowman & Littlefield, 1987 y CONZEN, Michael P. (ed.), The Making of the American Landscape, Boston, Unwin Hyman, 1990. Como ejemplos de trabajos recientes de este estilo, ver: HORNSBY, Stephen, Nineteenth- Century Cape Breton: A Historical Geography, Montreal, McGill-Queens University Press, 1992; ENNALS, Peter y HOLDSWORTH, Deryck, Homeplace: The Making of the Canadian Dwelling Over Three Centuries, Toronto, University of Toronto Press, 1998; WYCKOFF, William, Creating Colorado: The Making of a Western American Landscape, 1860- 1940, New Haven, Yale University Press, 1999; BELL, Stephen, Campanha Gaúcha: A Brazilian Ranching System, 1850-1920, Stanford, Stanford University Press, 1998; y COLTEN, Craig E., An Unnatural Metropolis: Wresting New Orleans From Nature, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 2005.

43 WYCKOFF, William, "Landscapes of Private Power and Wealth", en CONZEN, Michael (ed.), The Making of the American Landscape, Boston, Unwin Hyman, 1990.

44 JORDAN, Terry G., "Presidential Address: Preadaptation and European Colonization in Rural North America", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 79, No. 4, Malden, Blackwell Publishers, 1989, p. 492.

45 JORDAN, Terry G., North American Cattle-Ranching Frontiers: Origins, Diffusion, and Differentiation, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1993.

46 MITCHELL, Don, "On Cole Harris", en Historical Geography, Vol. 30, Baton Rouge, Louisiana State University, 2002, p. 95.

47HOLDSWORTH, Deryck, "Historical Geography: The Ancients and the Moderns - Generational Vitality", en Progress in Human Geography, Vol. 26, No. 5, Londres, E. Arnold, 2002, pp. 671-678.

48 GUELKE, Jeanne Kay, "Notes From the President", en Past Place, Vol. 12, No. 2, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (AAG), 2004, p. 1.

49 EARLE, Carville, "A Staple Interpretation of Slavery and Free Labor", en Geographical Review, Vol. 68, No. 1, The American Geographical Society, Nueva York, 1978, pp. 51-65.

50 EARLE, Carville, Geographical Inquiry and American Historical Problems, Stanford, Stanford University Press, 1992. Ver también EARLE, Carville, The American Way: A Geographical History of Crisis and Recovery, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers, 2003.

51 Ver PEET, Richard, Modern Geographic Thought, Oxford, Blackwell Publishers, 1998.

52 HARVEY, David, The Urbanization of Capital: Studies in the History and Theory of Capitalist Urbanization, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1985; PRED, Allan R., Place, Practice, and Structure: Social and Spatial Transformation in Southern Sweden, 1750-1850, Totowa, Barnes & Noble, 1986; MITCHELL, Don, The Lie of the Land: Migrant Workers and the California Landscape, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996; HENDERSON, George L., California & the Fictions of Capital, Nueva York, Oxford University Press, 1999.

53 HARVEY, David, The Urbanization…, op. cit; HARVEY, David, The Limits to Capital, Oxford, Basil Blackwell, 1982. Para una ampliación y revisión de este trabajo sobre París, ver HARVEY, David, Paris, Capital of Modernity, Nueva York, Routledge, 2003.

54 STORPER, Michael y WALKER, Richard, The Capitalist Imperative, Oxford, Basil Blackwell, 1989; PAGE, Brian y WALKER, Richard, "From Settlement to Fordism: The Agro-Industrial Revolution in the American Midwest", en Economic Geography, Vol. 67, No. 4, Worster, Clark University, 1991, pp. 281-315; WALKER, Richard y LEWIS, Robert D., "Beyond the Crabgrass Frontier: Industry and the Spread of North American Cities, 1850-1950", en Journal of Historical Geography, Vol. 27, No. 1, Londres, Elsevier, 2001, pp. 3-19; WALKER, Richard, The Conquest of Bread: 150 Years of Agribusiness in California, Nueva York, New Press, 2004.

55 COSGROVE, Denis, Social Formation and Symbolic Landscape, Londres, Croom Helm, 1984.

56 DUNCAN, James S., The City as Text: The Politics of Landscape Interpretation in the Kandyan Kingdom, Cambridge, Cambridge University Press, 1990.

57Ver GREGORY, Derek, Geographical Imaginations, Cambridge, Blackwell, 1994.

58 DUNCAN, James S., "Embodying Colonialism? Domination and Resistance in Nineteenth-Century Ceylonese Coffee Plantations", en Journal of Historical Geography, Vol. 28, No. 3, Londres, Elsevier, 2002, pp. 317-338; SCOTT, Heidi V., "Contested Territories: Arenas of Geographical Knowledge in Early Colonial Peru", en Journal of Historical Geography, Vol. 29, No. 2, Londres, Elsevier, 2003, pp. 166-188; HARRIS, R. Cole, Making Native Space: Colonialism, Resistance, and Reserves in British Columbia, Vancouver, University of British Columbia Press, 2002.

59 CLAYTON, Daniel W., "Questions of Postcolonial Geography", en Antipode, Vol. 33, No. 4, Oxford, Basil Blackwell, 2001, p. 751.

60 CLAYTON, Daniel W., Islands of Truth: The Imperial Fashioning of Vancouver Island, Vancouver, University of British Columbia Press, 2000, p. 345.

61 HANNAH, Matthew G., Governmentality and the Mastery of Territory in Nineteenth-Century America, Cambridge, Cambridge University Press, 2000. Enfasis en el original.

62 BOBROW-STRAIN, Aaron, "Articulations of Rule: Landowners, Revolution, and Territory in Chiapas, Mexico, 1920-1962", en Journal of Historical Geography, Vol. 31, No. 4, Londres, Elsevier, 2005, pp. 744-762.

63 MOSHER, Anne E., Captials Utopia: Vandergift, Pennsylvania, 1855-1916, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2004.

64 KNOWLES, Anne K., "The White Hands Damn Them. Wont Stick: Labor Scarcity and Spatial Discipline in the Antebellum Iron Industry", en Journal of Historical Geography, Vol. 32, Londres, Elsevier, 2006, pp. 57-73.

65 KNOWLES, Anne K., Calvinists Incorporated: Welsh Immigrants on Ohios Industrial Frontier, Chicago, University of Chicago Press, 199 .

66 HOELSCHER, Steven D., Heritage on Stage: The Invention of Ethnic Place in Americas Little Switzerland, Madison, University of Wisconsin Press, 1998, p. 20.

67 CRADDOCK, Susan, City of Plagues: Disease, Poverty, and Deviance in San Francisco, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2000.

68 HoelscHer, steven D., "Making Place, Making race: Performances of Whiteness in the Jim crow south", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 93, No. 3, Malden, Blackwell Publishers, 2003, pp. 657-686.

69 KAY, Jeanne, "Landscapes of Women and Men: Rethinking the Regional Historical Geography of the United States and Canada", en Journal of Historical Geography, Vol. 17, Londres, Elsevier, 1991, pp. 435-452; DOMOSH, Mona, "Toward a Feminist Historiography of Geography", en Transactions of the Institute of British Geographers, Vol. 16, No. 1, Londres, G. Philip, 1991, pp. 95-104.

70DOMOSH, Mona, Invented Cities: The Creation of Landscape in Nineteenth-Century New York & Boston, New Haven, Yale University Press, 1996; PICKLES, Katie, Female Imperialism and National Identity: The Imperial Order Daughters of the Empire, Manchester, Manchester University Press, 2002; BOYER, Kate, "Neither Forget Nor Remember Your Sex: Sexual Politics in the Early Twentieth-Century Canadian Office", en Journal of Historical Geography, Vol. 29, No. 2, Londres, Elsevier, 2003, pp. 212-229; MORIN, Karen M. y BERG, Lawrence D., "Gendering Resistance: British Colonial Narratives of Wartime New Zealand", en Journal of Historical Geography, Vol. 27, No. 2, Londres, Elsevier, 2001, pp. 196-222; LANSING, Michael, "Different Methods, Different Places: Feminist Geography and New Directions in US Western History", en Journal of Historical Geography, Vol. 29, No. 2, Londres, Elsevier, 2003, pp. 230-247.

71MORIN, Karen M. y BERG, Lawrence D., "Emplacing Current Trends in Feminist Historical Geography", en Gender, Place and Culture, Vol. 6, No. 4, Abingdon, Carfax Pub. Co., 1999, p. 316.

72 WILLIAMS, Michael, "The Relations of Environmental History and Historical Geography", en Journal of Historical Geography, Vol. 20, No. 1, Londres, Elsevier, 1994, pp. 3-21.

73 WILLIAMS, Michael, Americans and Their Forests: A Historical Geography, Cambridge, Cambridge University Press, 1989. Otros ejemplos incluyen la condena del voraz apetito ambiental de la élite de San Francisco (BRECHIN, Gray A., Imperial San Francisco: Urban Power, Earthly Ruin, Berkeley, University of California Press, 1999); la investigación sobre cómo, entre otros factores, el temprano movimiento en favor del salmón evitó la construcción de represas en el río Fraser de Canadá (EVENDEN, Matthew D., Fish Versus Power: An Environmental History of the Fraser River, Cambridge, Cambridge University Press, 2004); la historia de las raíces del ambientalismo moderno en el sector forestal colonial británico (BARTON, Gregory A., Empire Forestry and the Origins of Environmentalism, Cambridge, Cambridge University Press, 2002); y el análisis histórico de la política de la ganadería y la conservación ambiental en el oeste americano (SAYRE, Nathan F., Ranching, Endangered Species, and Urbanization in the Southwest: Species of Capital, Tucson, University of Arizona Press, 2002). Para América Latina, ver las historias de los impactos de la ganadería en México colonial (SLUYTER, Andrew, Colonialism and Landscape: Postcolonial Theory and Applications, Lanham, Rowman & Littlefield Publishers, 2002 y AGUILAR-ROBLEDO, Miguel, "Ganadería, Tenencia de la Tierra e Impacto Ambiental en la Huasteca Potosina: Los Años de la Colonia", en HERNÁNDEZ, Lucina (ed.), Historia Ambiental de la Ganadería en México, Xalapa, México, Instituto de Ecología, 2001, pp. 9-24); la revisión de la destrucción del bosque atlántico de Brasil (BRANNSTROM, Christian, "Rethinking the Atlantic Forest of Brazil: New Evidence for Land Cover and Land Value in Western Sao Paulo, 1900-1930", en Journal of Historical Geography, Vol. 28, No. 3 Londres, Elsevier, 2002, pp. 420-439; también ver su compendio de historia ambiental latinoamericana, BRANNSTROM, Christian (ed.), Territories, Commodities and Knowledges: Latin American Environmental Histories in the Nineteenth and Twentieth Centuries, Londres, Institute for the Study of the Americas, 2004); y la historia ambiental del Amazonas (HECHT, Susana y COCKBURN, Alexander, The Fate of the Forest: Developers, Destroyers and Defenders of the Amazon, Londres, Verso, 1989). Para una crítica de la historia ambiental, ver DEMERITT, David, "Ecology, Objectivity and Critique in Writings on Nature and Human Societies", en Journal of Historical Geography, Vol. 20, No. 1, Londres, Elsevier, 1994, pp. 22-37.

74 Ver PEET, Richard y WATTS, Michael, Liberation Ecologies: Environment, Development, Social Movements, Londres, Routledge, 1996.

75 NEUMANN, Roderick P., Imposing Wilderness: Struggles Over Livelihood and Nature Preservation in Africa, Berkeley, University of California Press, 1998.

76 Ver OFFEN, Karl, "Historical Political Ecology: An Introduction", en Historical Geography, Vol. 32, Baton Rouge, Louisiana State University, 2004, pp. 19-42.

77MITCHELL, Don, "On Cole Harris", en Historical Geography, Vol. 30, Baton Rouge, Louisiana State University, 2002, p. 4; KEIFFER, Artimus, "Notes…", op. cit., p. 3.

78 WILSON, Robert, "The Landscape of...", op. cit., p. 6.

79 Ibid.

80 GUELKE, Jeanne Kay, "The Landscape of Historical Geography in the 21st Century", en Past Place, Vol. 14, No. 1, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (AAG), 2006, p. 5.

81 Citado por KEIFFER, Artimus, "Wanted: Historical Geography, Dead Or Alive?", en Past Place, Vol. 11, No. 1, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (AAG), 2002, p.2.

82 POWELL, Richard, "The Landscape of Historical Geography in the 21st Century", en Past Place, Vol. 14, No. 1, Stillwater, Historical Geography Specialty Group (AAG), 2006, p. 6.

83 HARRIS, R. Cole, Making Native Space: Colonialism, Resistance, and Reserves in British Columbia, Vancouver, University of British Columbia Press, 2002. Ver también HARRIS, Cole, "How Did Colonialism Dispossess? Comments From an Edge of Empire", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 94, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 2004, pp. 165-182.

84 HARRIS, R. Cole, "How Did Colonialism…", op. cit., p. 1 5.

85 Ver por ejemplo DUNCAN, James S., The City as Text…, op. cit. Para un debate centrado en este libro alrededor de la lectura del paisaje como texto, ver: PEET, Richard, "The City as Text: The Politics of Landscape Interpretation in the Kandyan Kingdom (Review)", en Annals of the Association of American Geographers, Vol. 83, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 1993, pp. 184-187; MITCHELL, Don, "Writing Worlds: Discourse, Text and Metaphor in the Representation of Landscape (Review)", en Professional Geographer, Vol. 45, No. 4, Malden, Blackwell Publishers, 1993, pp. 474-475; WALTON, Judy R., "How Real(ist) Can You Get?", en Professional Geographer, Vol. 47, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 1995, pp. 61-65; MITCHELL, Don, "Sticks and Stones: The Work of Landscape (A Reply to Judy Waltons "How Real(ist) Can You Get?")", en Professional Geographer, Vol. 48, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 1996, pp. 94-96; PEET, Richard, "Discursive Idealism in the "Landscape as-Text" School", en Professional Geographer, Vol. 48, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 1996, pp. 96-98; y WALTON, Judy R., "Bridging the Divide – A Reply to Mitchell and Peet", en Professional Geographer, Vol. 48, No. 1, Malden, Blackwell Publishers, 1996, pp. 98-100.

86 Ver JOHNS, Michael, The City of Mexico in the Age of Díaz, Austin, University of Texas Press, 1997 y JOHNS, Michael, Moment of Grace: The American City in the 1950s, Berkeley, University of California Press, 2003.

87 MITCHELL, Don, The Lie of the Land: Migrant Workers and the California Landscape, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996.

88 EARLE, Carville, "Historical Geography in Extremis? Splitting Personalities on the Postmodern Turn", en Journal of Historical Geography, Vol. 21, No. 4, Londres, Elsevier, 1995, p. 455.


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