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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.32 Bogotá July/Dec. 2006

 

Cementerios en el altiplano cundiboyacense

Cemeteries in the highlands of Cundinamarca and Boyacá

Juan Camilo González1- Alfonso Martínez2 - Juan Pablo Mutis3- Carlos Gómez4

1Estudiante de Antropología de la Universidad de los Andes.
2Estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes.
3Estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes.
4Estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad de los Andes.


Resumen

Este texto recoge y reordena las anotaciones de los diarios de campo de las visitas realizadas a varios cementerios de poblaciones de Cundinamarca y Boyacá en marzo y abril de 2006. Con este ejercicio se buscó apreciar la forma como se manifiestan en el espacio físico del cementerio las prácticas sociales relacionadas con la muerte y avanzar así en el estudio de la relación entre memoria y espacio. En el texto se describen las observaciones hechas en cada cementerio, se incluyen fotografías que ilustran las descripciones, así como gráficos y mapas que se elaboraron para apreciar su ordenamiento espacial. Al final se presenta un breve análisis de la información recopilada con el fin de establecer la relación entre el espacio del cementerio y su contexto social, comparando entre sí las observaciones realizadas en cada población.

Palabras claves: Cementerios, memoria, espacio.


Abstract

This article is a reflection on fieldwork notes made during trips to various cemeteries in towns of Cundinamarca and Boyacá during March and April, 2006. This exercise was an effort to observe how the physical space of the cemetery reflects social practices related to death, thus furthering the study of the relationship between memory and space. The article recounts the observations made in each cemetery, and includes photographs to accompany the descriptions as well as drawings and maps to illustrate the spatial organization of the cemeteries. In the end, comparing the observations made in each town, it offers a brief analysis of the information gathered in order establish the relationship between the space of the cemetery and its social context.

Keywords: Cemeteries, memory, space.


Introducción

El tratamiento de los muertos en varias sociedades se comprende más claramente cuando se estudia en el contexto de los ritos de paso. En el momento en que la vida de una persona termina, se inicia un proceso en el que debe ser separada del mundo en el que vivía para incorporarse al mundo de los muertos. Así, es posible identificar en los rituales relacionados con la muerte tres etapas de transición: primero, la separación del mundo de los vivos, en la que por lo general el cerramiento de la tumba es el evento principal; segundo, un período liminal en el que el difunto se encuentra entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos; y tercero, la integración definitiva de quien ha muerto al mundo del más allá1. El análisis de estas etapas indica la importancia de estudiar la muerte más allá de sus características biológicas y, en este sentido, es posible entender los rituales que acompañan la muerte de un ser humano como una serie de acciones que tienen por objeto "marcar la solidaridad del individuo con su estirpe y su comunidad"2.

Durante la última década ha crecido el interés por el tema de la muerte en interior de la disciplina geográfica en todo el mundo. Investigadores interesados en el estudio de los "Paisajes de la muerte"3 se han preguntado por temas de género, clase y raza, así como también por la forma en que los conflictos entre lo secular y lo sagrado se manifiestan en el espacio de los cementerios4. De esta manera, la organización espacial del cementerio ha sido analizada como un escenario de debate político, como es el caso de la división entre cementerios de negros y blancos en la ciudad de Port Elizabeth en Sur África5 o la destrucción de cementerios ortodoxos y la instauración de "funerales rojos" después de la Revolución Bolchevique en Moscú y San Petersburgo6.

Asimismo, el cementerio también ha sido estudiado como un espacio en el que se hace posible la afirmación de la identidad nacional o étnica, como se puede ver en la creación del "Casco multicultural" en el cementerio de Kviberg en Göteborg7 ; o la importancia que tienen los ritos funerarios islámicos dentro de la memoria colectiva de los musulmanes que viven en el este de Londres8.

En el caso colombiano se ha estudiado principalmente el Cementerio Central de Bogotá. Autores como Oscar Iván Calvo han pensado en la manera en que la organización espacial del cementerio se relaciona con la memoria y el discurso oficial, y cómo este espacio ha sido reinterpretado por sectores populares a través de manifestaciones religiosas por fuera de los cánones oficiales9. Por su parte, Losonczy10 y Peláez11 han investigado el fenómeno de la santificación de los muertos en el Cementerio Central, analizándolo como un espacio liminal, entendido como una "categoría intermedia de espacio entre el mundo socializado, el margen no habitado y el más allá"12.

En la actualidad nos encontramos frente a una transformación de las prácticas relacionadas con la muerte en la que esta tiende a ser escondida e invisibilizada. El surgimiento del consumismo, aliado con los medios masivos de comunicación, ha llevado a una carrera por disimular la enfermedad, la vejez y la muerte, para privilegiar lo joven, lo bello y lo reemplazable13. En este contexto, el estudio de la muerte y, específicamente, de los lugares destinados a los muertos, resulta de gran valor debido a que los cementerios reflejan la manera en que la sociedad que los construye se piensa a sí misma y reproduce sus tensiones y divisiones sociales a lo largo del tiempo, algo que se puede ver claramente en su ordenamiento espacial.

Nuestra observación se concentró en las prácticas relacionadas con los muertos, que se desarrollan en los cementerios de distintos municipios a partir de un estudio de la "puesta en escena" del cementerio. Nos interesaba saber cómo se produce socialmente el espacio de este y cómo este proceso se hace aparente en la estructura física del lugar. Asimismo, la investigación se desarrolló a partir de una perspectiva comparativa que nos permitió plantear algunas ideas generales sobre las prácticas relacionadas con los muertos, que se desarrollan en las zonas que fueron visitadas. El texto comienza con una descripción detallada de cada uno de los cementerios, para luego dedicar la última sección a establecer una comparación entre ellos.

1. Visita al cementerio de Bojacá

El cementerio de Bojacá se encuentra ubicado al nororiente de la población, aproximadamente a unos quinientos metros de distancia de la plaza central del pueblo. En la actualidad lo rodean diversas construcciones. Al norte se observaron varias viviendas, al occidente una carretera y frente a ella un cultivo de arveja. En el costado sur se encuentra una escuela municipal con una cancha multideportiva, y al oriente se ven algunas casas campesinas y fincas con otros cultivos. La distribución de estas construcciones, sin embargo, es muy diferente a la distribución que se encuentra en el núcleo de la población. Mientras en este se puede observar la distribución en manzanas con calles perpendiculares proveniente del período colonial, en los alrededores del cementerio los caminos son curvos y no existe la distribución en cuadrícula. Esto indica que inicialmente el cementerio se construyó en un lugar alejado del asentamiento y que probablemente terminó siendo absorbido por este en épocas más recientes.

El grupo de investigación visitó el cementerio el sábado 4 de marzo en horas de la mañana. Al llegar al lugar, buscamos conversar con el sepulturero para que nos diera permiso de observarlo y nos proporcionara alguna información sobre su labor. Sin embargo, nuestra presencia le incomodó y simplemente nos respondió que no teníamos por qué "ir a pendejiar" allí. Decidimos, entonces, conversar con un hombre y una mujer de edad avanzada, los que nos indicaron cuáles eran las tumbas y mausoleos14 más notables del lugar e intentaron interceder por nosotros ante el sepulturero para que nos permitiera ver el interior de la capilla. Este se rehusó nuevamente.

Observando el ordenamiento espacial en el interior del cementerio, se apreció que tiene una estructura similar al ordenamiento del pueblo. De manera análoga a la plaza central, en el cementerio se observa una capilla en el centro (ver Foto 1) y varios caminos que se extienden por todo el lugar formando cuadrículas (ver Plano 1). Asimismo, al atravesar la entrada hay un camino que llega en línea recta hasta la puerta de la capilla, ubicada en el centro del cuadro formado por los muros exteriores.

Según el testimonio de algunas de las personas que se encontraban en el lugar, la capilla del cementerio no es la original, ya que le hicieron arreglos durante el siglo XIX. Esto podría estar relacionado con la inscripción tallada en la fachada de la iglesia, en la que se lee: "Este cementerio fue ensanchado siendo cura párroco el M[uy] R[everendo] P[adre] F[ray] Casimiro Abondano La primera en 1875 y la segunda en 1887 los vecinos de Bojacá tributan este homenaje de gratitud al P[adre] F[ray]".

Fue posible observar una coincidencia entre la fecha de la segunda ampliación del cementerio con la fecha de 188 que se encuentra tallada en piedra, sobre la entrada y en el muro exterior (ver Foto 2). Salta a la vista que el muro en el que se ubica su entrada está construido en ladrillo, mientras que las demás paredes que lo rodean, están construidas en tapia pisada. Esto implicaría que los muros no fueron construidos en su totalidad al mismo tiempo y posiblemente permitiría establecer el año de 1887 como fecha en la que se llevaron a cabo importantes transformaciones.

Las tumbas, por su parte, están hechas predominantemente de tres materiales: piedra, madera y mármol. Las tumbas de piedra son en general anteriores a la década de los cincuenta y las de madera y mármol son las más recientes. Sin embargo, la fecha más antigua que se encontró estaba en una tumba grupal con losas de mármol, ubicada junto a la puerta principal de la capilla. Esta tumba data de finales del siglo XIX y en ella están enterrados los cuerpos de tres personas: Francisco Garnica (1886), el R[everendo] P[adre] F[ray] Gervasio García (1872) y Matilde Garnica (1899). Es factible que las lozas de mármol sean de una fecha mucho más reciente a la de los entierros debido a su buen estado de conservación y su aspecto similar al de tumbas recientes del mismo material. Asimismo, es posible que hayan sido colocadas allí debido a que las personas enterradas en ese lugar son un hombre del clero y sus familiares.

De igual forma, se encuentra otro sepulcro dedicado exclusivamente al clero al sur de la capilla. Este es un montículo de forma circular en el que se ha colocado un jardín sobre una base de piedra, en la que se encuentran lápidas que indican los nombres de las personas enterradas allí. En la parte más alta han sido colocadas tres estatuas que representan la crucifixión de Jesús. Es el único entierro de este tipo y uno de los más imponentes (ver Foto 3). Algo que muy probablemente está relacionado con el gran prestigio social que ostenta el clero en esta población; principalmente, debido a la importancia del santuario de la Virgen de la Salud como centro de peregrinación regional.

Por esta misma razón, al observar las demás lápidas del cementerio, se pudo apreciar que una gran cantidad de ellas llevan la imagen de la Virgen de la Salud, casi siempre acompañada de dos ángeles que vuelan a lado y lado de su cabeza, mientras ella sostiene a un hombre enfermo en su regazo. También resulta interesante destacar el hecho de que en la gran mayoría de las lápidas se encuentra tallado, no sólo el nombre del difunto, sino lo que suponemos son los nombres de sus familiares más cercanos.

También se observan varios sepulcros de familias, como por ejemplo el de la familia Cubillos, quienes construyeron un mausoleo, con paredes en mármol y un elaborado vitral de la Virgen en su interior, en el que se mantienen juntos los muertos de su linaje (ver Foto 4). Debe destacarse que, de todas las casas que se encuentran en la plaza del pueblo, la de esta familia es la única que no ha sido convertida en un local comercial u oficina estatal. Salta a la vista el hecho de que las familias más ricas invierten en la construcción de mausoleos con decoraciones elaboradas y materiales finos, que las distinguen de los demás entierros del lugar. Sin embargo, a diferencia del clero, lo que es más importante en estos mausoleos es exaltar la memoria del nombre de la familia como grupo, por encima del recuerdo de los individuos particulares que se encuentran sepultados allí.

Por otra parte, hay tumbas de otros habitantes del pueblo que llaman más la atención, en ciertos aspectos, que las tumbas de las familias adineradas de la zona. Entre estas, se observan las tumbas de piedra con forma de "papayuela" (llamadas así por la mujer con quién hablamos en el lugar), caracterizadas por una piedra grande a lo largo de la cual se han tallado acanaladuras que la circundan. Esta se encuentra a su vez ubicada sobre una columna de piedra en la que se han tallado los nombres y fechas de defunción de las personas enterradas en ese sitio. En visitas anteriores al cementerio, algunas de las personas presentes en el lugar afirmaron que estas piedras se encontraban allí para evitar que los muertos salieran de sus tumbas15. Sin embargo, los habitantes del pueblo que se hallaban en el cementerio durante nuestra visita proporcionaron otra versión: decían que estas tumbas pertenecían a trabajadores de una cantera cercana al sitio y que habían muerto en su labor, por lo que se habían construido sepulcros especiales en su homenaje (ver Foto 5).

Por último, se identificó una agrupación de tumbas de niños en la pared occidental del cementerio. La mayoría son tumbas pequeñas en las que se puede observar una lápida con el nombre y las fechas de nacimiento y defunción de quien está enterrado allí. Frente a la lápida se puede ver un espacio en el que se colocan objetos personales como juguetes y flores, todo esto protegido tras dos puertas de vidrio que se abren hacia lado y lado de la tumba.

2. Visita al cementerio de Zipaquirá

El grupo de investigación llegó a la plaza central de Zipaquirá el 1º de abril en las horas de la mañana. Comenzamos por interrogar a algunas de las personas que se encontraban trabajando en la plaza para ubicar el cementerio. Nos dirigimos en primer lugar a una mujer mayor que trabaja vendiendo obleas en el costado de la plaza en que se encuentra la catedral del pueblo. Ella nos informó de la existencia de dos cementerios: el "cementerio cementerio" ubicado en la parte alta y más antigua del pueblo y el "parque". La señora se refirió al primero como un cementerio más "pobrecito" y antiguo, mientras que el otro era más "organizado". Siguiendo sus indicaciones nos dirigimos al cementerio antiguo, que se encuentra ubicado al norte de la plaza central, a una distancia cercana a un kilómetro.

Al llegar al sitio nos dirigimos a la entrada principal, junto a la que se observan varios puestos de vendedoras de flores: la tienda "Don Lucho", en la que se encontraban consumiendo cerveza algunos habitantes del lugar y la parroquia de "Nuestra Señora del Carmen" en el lado opuesto de la calle. Asimismo, hay una taberna llamada "Rumbiadero" que se encuentra subiendo unos metros por una de las calles vecinas; el sonido del reggaeton que sale de este sitio llega hasta las partes más altas del cementerio.

Al atravesar el umbral de la entrada, se entra en un cuarto de unos tres metros de alto. Su costado izquierdo se encuentra cubierto por lápidas que llegan hasta el techo, mientras que en la pared opuesta se puede observar un gran letrero con algunas indicaciones sobre el uso del cementerio. En la pared del fondo se encuentran algunas imágenes religiosas entre las que identificamos a la Virgen del Carmen y al Divino Niño. No es claro si existe alguna distinción entre los cadáveres que son depositados en este sitio con los del resto del cementerio; sin embargo, debido a que se encuentran en una ubicación tan prominente, se podría pensar que pertenecen a personas con un gran prestigio social o poderío económico (ver Foto 6 y Figura 1).

El letrero que se encuentra en la pared opuesta a las lápidas informa sobre algunas de las disposiciones oficiales, en torno al uso del cementerio, tales como el hecho de que se encuentra bajo la administración de la parroquia local y que las tumbas se alquilan a la población por un período de siete años, tiempo después del cual el contrato con la parroquia debe ser renovado o el cuerpo, exhumado.

Este cementerio está ubicado en una zona montañosa, lo que hace que su topografía dificulte la construcción en general. Es posible que por tal motivo la mayoría de los edificios como columbarios, mausoleos y la capilla se encuentren en los terrenos semiplanos de la loma; ya sea en las partes más altas del cementerio o en planicies que han sido adecuadas cuando las pendientes lo permiten, siguiendo un proceso similar a la construcción de algunas carreteras. La mayoría de estas construcciones se encuentran distribuidas a lo largo de un camino semiplano, que serpentea entre las partes de la loma con menor pendiente. Creemos que esta distribución está en parte estructurada por la mayor facilidad de construcción que ofrecen los lugares planos.

En la figura 2 se puede ver una representación de una loma similar a la que se observa en el cementerio. El camino principal se encuentra en las zonas de semiplanicie y está rodeado en ambos lados por mausoleos y columbarios16. La mayoría de estos pertenecen a los habitantes de estratos más altos del municipio, lo que se puede inferir por la primacía de su ubicación y el refinamiento de su construcción. Por su parte, los habitantes de escasos recursos realizan entierros en el suelo agrupados en las pendientes de la loma. De esta forma, la figura 2 indica la agrupación general de tipos de construcción con relación a la inclinación el terreno.

Así, al entrar al cementerio el visitante se encuentra con este gran camino de cemento, que avanza hacia su parte más alta (ver Foto 7). Durante el recorrido se encuentra rodeado de grandes columbarios que se elevan a ambos lados y, entre estos, se encuentran varios mausoleos muy elaborados y lujosos, algunos de ellos llegan a tener su propio altar con iluminación eléctrica (ver Plano 2). El camino se eleva y los mausoleos y columbarios dan paso a tumbas más pequeñas y a algunos entierros grupales de dos o tres personas. Desde su parte más alta se pueden ver al fondo largas hileras de tumbas rodeadas de pasto verde, pero también comienza a hacerse visible la basura en todo el lugar. Durante la visita observamos pedazos de poliestireno y coronas de flores viejas, algunas botellas vacías y otras que sólo contenían flores en descomposición. La basura encuentra la manera de llegar a todas partes y quién se aventura a observar la parte posterior de los majestuosos mausoleos de la entrada encontrará que estos almacenan grandes cantidades de desechos de todo tipo. Casi pareciera que las personas están renuentes a sacar del cementerio las cosas que están en él y los fragmentos de lápidas y flores mustias se acumulan en cada esquina.

Al llegar a la parte más alta de la colina sobre la que se asienta el cementerio, el camino se acaba y se encuentra una pequeña capilla. En esta se puede observar una imagen pequeña de la crucifixión y algunas sillas de madera. Asimismo, se almacenan allí lo que parecen ser algunos materiales de construcción, por lo que se podría suponer que no se usa muy frecuentemente. Justo frente a esta capilla hay una estatua de Jesús crucificado. Esta tiene unos dos metros de alto y se asienta sobre un montículo de piedras. En su base se encuentra un nicho en el que se puede observar la cera de velas consumidas que se han dejado encendidas allí. Al inspeccionar la imagen más de cerca es posible observar que el montículo de piedras se encuentra cubierto de placas de mármol, en las que se le agradece al "Santo Cristo" por los milagros que ha realizado y se indica la fecha y el apellido de la familia que realiza el ofrecimiento (ver Foto 8). Algunas placas son más elaboradas que otras, y en algunos casos se utilizó un marcador para escribir sobre la imagen y pedirle al Cristo ayuda para conseguir trabajo u otros favores.

En cuanto a los entierros que se encuentran alejados del camino, se aprecia una zona dedicada exclusivamente a los niños. Esta se encuentra unos 10 metros más al fondo del lugar en donde se levanta el Santo Cristo y está formada por cerca de ocho tumbas agrupadas en dos hileras. Algunas de estas se encuentran decoradas con cintas de color azul y en sus lápidas ha sido tallada la imagen de la Virgen del Carmen, una de las más comunes en este lugar. Por su parte, las demás tumbas tienen lápidas o cruces que se encuentran en su mayoría hechas de loza y se extienden a lo largo del costado oriental (ver Foto 9). Una gran cantidad de estas tienen pequeños nichos construidos sobre la parte superior de las lápidas, en donde se ubican figuras de la Virgen del Carmen o en algunos casos, una foto del difunto.

Cabe destacar la abundancia de flores en este cementerio; tanto en los mausoleos, como en la gran mayoría de tumbas, se encuentran flores frescas y colocadas en recipientes de piedra (que por lo general estaban construidos con la lápida), botellas de vidrio o plástico, o simplemente sobre las lápidas. Asimismo, hay una gran cantidad de tumbas cuya superficie se encuentra totalmente cubierta por flores. En algunas de estas se han sembrado plantas de distintos colores con los que se forman diseños como cruces o figuras geométricas. Este cuidado sugiere la existencia de una relación muy cercana con los muertos en el cementerio de Zipaquirá pues, según lo observado durante la visita, el mantenimiento de estas tumbas y la renovación de flores son realizados por los familiares o allegados del difunto.

A la salida del cementerio conversamos con María Rodríguez, una de las vendedoras de flores que trabaja en su entrada. Ella nos comentó sobre un conflicto existente entre los habitantes del pueblo y la parroquia, motivado por la subida del precio de la renovación del contrato de usufructo de los lotes del cementerio de 60 mil a 200 mil pesos. Según la señora Rodríguez, esto causaba que la gente se fuera del cementerio, algo que seguramente perjudicaría su negocio y único medio de subsistencia. Además, se preguntaba por la situación de las personas de bajos recursos, que se encontraban sin un lugar en donde enterrar sus muertos, ahora excluidos del campo santo.

3. Visita al cementerio de Tausa

La visita al cementerio de Tausa fue realizada por Juan Camilo González y Verónica Plata17 el 1º de abril en horas de la tarde. Este cementerio se encuentra ubicado en una colina al occidente de Tausa Nuevo, y se llega a él por una carretera destapada que pasa por su costado oriental. Al pasar junto al cementerio se desprende de la carretera un camino empinado que llega hasta su entrada; esta se encuentra custodiada por una gran reja de metal negro que tiene unos dos metros de alto, a cuyos costados se extiende lo que desde afuera parece ser un alto muro de cemento. Gruesos troncos de árboles muertos se elevan a lado y lado de este camino y entre ellos crecen diversas plantas, dándole algo de imponente y misterioso al recorrido hacia la entrada. A la izquierda, un cultivo de papa, cuyas hojas de color verde estaban agrupadas en hileras que se alargaban hasta el borde de la colina, mientras que al lado derecho, pedazos de madera y pequeñas plantas que crecían entre ellos.

Al atravesar la puerta se aprecia una colina en la que se pueden ver varios entierros hechos en el suelo. La zona que circunda la entrada tiene piso de cemento, que se encuentra cubierto por trozos de piedra, basuras y fragmentos de lápidas. Al caminar un poco por esta área, se observa que lo que desde afuera parecía ser un muro de cemento, es en realidad la parte posterior de una serie de columbarios ubicados a lo largo del costado oriental del cementerio. También fue posible observar que el cementerio no tiene ningún muro o reja que lo delimite (ver Plano 3).

Caminando entre las tumbas nos encontramos rodeados de cruces de madera muy viejas; algunas cubiertas de moho y en estado de descomposición avanzada y otras pintadas de blanco y con restos de lo que alguna vez fue el nombre de la persona que se encuentra allí enterrada. Entre ellas también había lápidas de piedra y algunos sarcófagos cubiertos con baldosas blancas o de color azul claro, en donde se podían leer las fechas de nacimiento y muerte, junto a las que está escrito el nombre del difunto. En esta zona también había tumbas de niños. Estas formaban una hilera y estaban hechas de piedra y pintadas de blanco, eran más pequeñas que las de los adultos, pero no tenían un espacio designado específicamente; por esta razón, sólo se pudo determinar que pertenecían a niños observando las fechas de defunción.

Mientras ascendíamos a la parte más alta encontramos varias lápidas rotas y muchas otras que se habían deslizado desde lo que parecía ser su posición original. En este cementerio no hay caminos que determinen el recorrido del visitante y cada cual puede ir saltando entre las tumbas como le plazca, para pasar de un lugar a otro. Durante la visita, las tumbas que se encontraban en la parte más alta llamaron nuestra atención. En un nicho, construido para albergar cuatro tumbas, las lápidas de dos de ellas habían sido cubiertas con espejos (ver Foto 10). En una de estas se encontraban rastros de pintura de lo que seguramente fue el nombre y la fecha de defunción de quien está enterrado allí, mientras que en la otra había una imagen de Jesús pintada en colores opacos que estaban desapareciendo. Estas tumbas dominan la parte superior del cementerio y desde ellas se puede ver toda la extensión de Tausa Nuevo. Quien las observe de forma desprevenida, esperando encontrar una inscripción con el nombre de un desconocido, se encontrará de repente con una imagen de sí mismo; casi como si los muertos estuvieran observando a los vivos desde su refugio en la montaña.

Al bajar por el costado sur se observa una pequeña capilla de color blanco. En su interior se pueden ver materiales de construcción apilados por todas partes, una carreta, herramientas como palas y picos y algunas prendas de ropa esparcidas entre ellas. A algunos metros frente a la capilla se encuentra un montículo en el que al parecer se apilan desechos de distintas clases. Sin embargo, al observarlo de cerca, distinguimos pedazos de coronas de flores en descomposición, así como también ropa y algunos trozos de un ataúd de madera que se encontraban en buen estado de conservación. Al otro lado de este montículo tropezamos con un cráneo humano, un húmero parcialmente calcinado y algunos fragmentos de hueso más pequeños. Estos se encontraban sobre una acumulación de telas, madera y otros residuos quemados, entre los que había sobrevivido un zapato pequeño y un cinturón (ver Foto 11 y Foto 12).

Es posible que estos despojos fueran quemados y depositados aquí, en vez de en un entierro habitual, ya que los restos de madera y ropa que se encontraron asociados a los huesos se encontraban en buen estado de conservación, lo que permite suponer que los despojos eran recientes y no fueron sacados de una tumba más antigua y  colocados allí. En una visita posterior al cementerio18, un habitante de la población informó que es habitual disponer de los cuerpos de esta manera cuando no existe ningún familiar que reclame los restos depositados en las tumbas, pasado el período de siete años durante el que estás son alquiladas a los usuarios del cementerio.

4. Visita al cementerio de Villa de Leiva

La visita al cementerio de Villa de Leiva se realizó el dos de abril en las horas de la mañana. Este está ubicado al occidente de la población, en las afueras del pueblo, unas cuadras después de donde acaban las calles empedradas (ver Plano 4). Rodeado de un alto muro pintado de blanco, tiene forma cuadrada. La entrada está marcada por un arco sobre el que han sido talladas las palabras "Aquí comienza la eternidad, Amén" (ver Foto 13); al atravesarla el visitante se encuentra con tres caminos: a la izquierda y a la derecha se pueden observar senderos que han sido cubiertos con piedras sueltas; estos siguen el contorno de los muros exteriores, los cuales a su vez están cubiertos por columbarios que rodean el costado de la entrada y los dos adyacentes. Hacia el frente se puede observar un camino de cemento que llega hasta la entrada de la capilla; desde esta hasta el muro que se encuentra detrás de ella se puede observar una franja cubierta de pasto que no se ha cortado desde hace bastante tiempo.

Estos caminos dividen al cementerio en cuatro zonas principales: el corredor central, en donde se ubican mausoleos y columbarios con diseños elaborados y en donde se dispone de los cuerpos de personas que han fallecido en años relativamente recientes; dos zonas cubiertas de pasto en donde se realizan entierros en el suelo, que se ubican a lado y lado de este corredor; y una zona en la que no se realiza ningún entierro, que comienza desde el lugar en que se encuentra la capilla y llega hasta el muro del costado norte (ver Plano 5).

Al parecer la zona del corredor central es de construcción más reciente que el resto de las edificaciones. Esto se puede inferir al observar que a lo largo del camino de cemento se ven varias lápidas que quedaron integradas al camino, sin que los cadáveres fueran exhumados para su construcción. Asimismo, como se pudo observar en los cementerios visitados, casi todos los entierros en el suelo tienen fechas más antiguas que las que se encuentran en las lápidas de los columbarios, y las lápidas que se encuentran en este camino no son la excepción.

Por otra parte, la construcción de los caminos está estrechamente relacionada con la disposición de los mausoleos y columbarios de todo el cementerio. Las zonas verdes en las que se encuentran los entierros en el suelo están por fuera del recorrido de los caminos y, en general, las lápidas de los columbarios se encuentran dispuestas a manera de exhibición, de forma que parecieran ocupar un lugar más prominente que las demás tumbas. Por último, los espacios de estas estructuras están numerados y han sido adjudicados a familias que los han comprado para depositar allí a sus muertos. Así, a lo largo del recorrido por los caminos se observan varios avisos que indican que esa zona es propiedad privada de una u otra familia.

En cuanto a los diseños de las lápidas, había dos imágenes que eran reproducidas en la mayoría de ellas: la del Divino Niño y la de la Virgen del Carmen. Estas por lo general eran de color blanco y estaban talladas en la lápida, casi siempre acompañadas del nombre del difunto y las fechas de su nacimiento y muerte. Algunas otras tenían diseños personalizados, como por ejemplo el rostro del difunto tallado en mármol y pintado utilizando dos tintas (negra y blanca) o fósiles con forma de caracol colocados en la parte superior. La tumba de "Benjamín Enrique A. Ojeda", por ejemplo, mostraba un escudo familiar pintado en color, en el que se distinguía el diseño de una torre y siete estrellas junto a la inscripción: "Aquí reposan los restos del maestro heraldista" (ver Foto 14).

Los entierros realizados en el suelo, por su parte, están casi todos marcados por una cruz de madera o de metal en las que se inscribe el nombre del difunto y su fecha de defunción. Otros, sin embargo, han sido señalados con un árbol, en el que se coloca una placa con el nombre y la fecha de defunción de la persona que se encuentra enterrada allí. De forma similar, una figura de piedra que representa el tronco de un árbol sin ramas también ha sido colocada encima de varias tumbas y mausoleos del cementerio. En esta misma zona se observan otros diseños particulares; se destacan principalmente dos columnas de piedra de cerca de dos metros de alto, que señalan el lugar en donde fueron enterrados la "Señora Rosa de Jiménez (1899)", "Rosita de Rodríguez (1910)" y "Joaquín Jiménez (1987)"; son de color ocre, tienen decoraciones talladas en su base y la que marca el lugar de entierro de Joaquín Jiménez tiene una cruz de piedra colocada en la parte superior.

Cabe resaltar que el uso de flores no es muy popular en este cementerio, pues mientras se pueden observar plantadas sobre las tumbas que se han construido en el suelo, pocas de las lápidas de los columbarios las tienen. Sin embargo, algunas tumbas, como la de "Juvenal Espitia", ubicada al lado derecho del camino central, tienen arreglos elaborados con flores sintéticas, hechas de tela y plástico. Asimismo, algunos de los mausoleos más lujosos tienen en su interior grandes jarrones que albergan flores de todo tipo acompañadas de portarretratos con imágenes del difunto.

Por último, la capilla del cementerio es una construcción de ladrillo de unos 4 metros de alto (ver Foto 15), en cuyo interior se pueden observar dos hileras de sillas de color verde, que miran hacia un altar pequeño de piedra. Detrás de este, sobre una repisa en la pared, se encuentra una imagen del Divino Niño en el lugar en donde usualmente se encuentra una reproducción de la crucifixión. La zona en donde se encuentra esta capilla parece estar en desuso. Hay algunos desechos de construcción acumulados en la parte posterior de esta, además de uno que otro montículo de basura entre el pasto que crece sin control. Hacia el costado izquierdo se puede observar un depósito de desechos, en el que se encuentran rastros de coronas de flores que han sido quemadas.

5. Visita al cementerio de Ráquira

La visita al cementerio de Ráquira se realizó el 2 de mayo en las horas de la tarde. El cementerio se encuentra sobre una colina que está junto a la carretera por la que se entra a la población. A su alrededor se pueden observar casas particulares y algunas tiendas, una fábrica de ladrillos y otra de ollas de cerámica. Estas edificaciones están separadas del cementerio por un muro de ladrillo en el que se aprecian dos entradas: la principal, con un arco y una reja de metal de color blanco, y la puerta "trasera" a la que se accede subiendo por un sendero que avanza entre las casas hasta llegar a una pequeña puerta de metal. La parte más alta no tiene muro, pero está demarcada por el río Ráquira, que lo circunda y baja entre las casas hasta el pueblo (ver Plano 6).

Entramos por la puerta trasera (ver Foto 16) y lo primero que notamos fue un olor penetrante que no se puede describir más que como "olor a muerto". Era una especie de hedor a humedad, mezclado con la pestilencia que produce la basura en descomposición, que invadía todo el sitio. Varias gallinas caminaban entre las tumbas y se revolcaban entre ellas, contribuyendo con el aroma de sus excretas a este "paisaje nasal" que se movía entre los recodos del cementerio. Sin embargo, pasados unos minutos la nariz se acostumbra y la fetidez se hace invisible, lo que permite concentrarse de nuevo en las tumbas y mausoleos.

Este cementerio tiene aspecto desértico, cubierto de tierra rojiza y amarillenta, con pequeños oasis de pasto seco creciendo entre algunas tumbas, así como también uno que otro cactus. Sin embargo, hay unos cuantos árboles viejos que proyectan su sombra sobre las tumbas que se agrupan junto a sus raíces, y a la orilla del río crecen abundantes matorrales que dificultan ver el curso del agua, que sólo es perceptible por su sonido. En general, no se usan demasiadas flores, aunque sus tallos secos se encuentran entre algunas tumbas. En cambio, son bastante comunes las flores sintéticas, algunas de las cuales forman arreglos elaborados, en cuyos pétalos se han colocado gotas de goma transparente que pretenden simular gotas de rocío.

En el costado en que se ubica la puerta trasera se encuentra una fila de columbarios de unos dos metros de alto. Casi todos están pintados de colores azul o verde claros, y en muchos de ellos no se ha colocado una lápida, sino que simplemente se ha cerrado el nicho en donde se deposita el cuerpo con una pared de cemento sobre la que algún familiar escribió una frase a mano. Es bastante común la inscripción "Testimonio de amor y entrega" acompañada del nombre del difunto. Junto a estos columbarios se encuentra un depósito de basuras, formado casi en su totalidad por pedazos de plástico, botes de pintura, botellas vacías y una gran cantidad de trozos de cerámica.

Al otro extremo de dicho depósito, justo en frente de la puerta trasera, se hallan ubicadas las tumbas de los niños; son cerca de siete colocadas una muy cerca de la otra. Todas son entierros en el suelo, en cuyas lápidas está tallada la figura de un ángel con aspecto infantil. Predomina el color rosado en las letras de las inscripciones y son abundantes las cintas y los arreglos de flores sintéticas. Desde aquí se puede observar un sendero que sube hacia la parte más alta; sin embargo, no existe nada parecido a un camino, excepto por una pequeña sección de cemento que se extiende alrededor de la entrada principal.

Al subir por este sendero salta a la vista que la gran mayoría de entierros que se encuentran en la parte baja de la colina están marcados por cruces de madera y piedra; algunas se encuentran en avanzado estado de descomposición y se puede observar una que está hecha solamente con dos tubos de plástico. En la parte más alta, por el contrario, predominan los mausoleos y una que otra galería de tumbas (ver Foto 17). También existen varios monumentos de piedra con formas más elaboradas, entre los que se puede identificar el diseño de un árbol sin ramas idéntico al observado en Villa de Leiva. Resulta muy interesante la tumba de "Nicacia C. de Reyes", fallecida en 1906; está construida con ladrillos rojos, que dan forma a una chimenea de cerca de un metro y medio de alto. En lo que sería el fogón de la chimenea se había depositado un mantel tejido de color blanco, este estaba enrollado formando una pelota y parecía llevar allí bastante tiempo, al haber acumulado una gran cantidad polvo y tierra.

Al subir a las partes más altas del cementerio se comienza a observar una gran cantidad de recipientes de cerámica colocados sobre la mayoría de tumbas. Casi todos los recipientes están vacíos, pero en algunos se pueden encontrar flores secas o acumulaciones de tierra. La figura 3 muestra los diseños que se pudieron identificar durante la visita:

Los diseños como el del modelo número 1 y el número 4 son pintados con color negro sobre el color rojizo de la cerámica. Los de los modelos 2 y 5, por su parte, se hicieron realizando incisiones sobre la arcilla antes de la cocción. El modelo número 2 es el de uso más común.

En este mismo sitio comienzan a aparecer algunas vasijas más elaboradas que, sin embargo, están basadas en estos mismos diseños básicos. Un ejemplo es la tumba de Bárbara Nova, fallecida en 1997, en donde se observan dos recipientes con la forma del modelo 2, pero que fueron pintados con colores azul y verde para crear diseños de flores intrincados. En ambos recipientes se lee "Recuerdos Bárbara Nova Oct. 5/97". En esta zona también aparecen varios mausoleos. Se destaca uno que imita una casa de campo, pintado de blanco y cubierto con tejas de ladrillo, tiene atrio de baldosa roja y columnas de madera que sostienen un techo de tejas, del que cuelgan dos lámparas de barro de color rojizo.

Por último, resulta interesante el efecto de la cercanía de las casas del pueblo con el cementerio. Durante el recorrido se podían escuchar las voces de los vecinos discutiendo en su hogar, así como también algunas tonadas de reggaeton que volaban a todo volumen a través del lugar. La fuente de estos sonidos es, sin embargo, invisible; desde el interior, el muro y los matorrales impiden observar las construcciones vecinas.

6. Análisis comparativo

Ante todo es necesario aclarar que un cementerio no es un universo autocontenido que funcione de manera separada del contexto social en que se encuentra. Las actividades económicas y complejidades sociales propias de cada pueblo se encuentran manifestadas en parte en este espacio. Así, más que ser un lugar exclusivamente dedicado a los muertos, el cementerio es también un reflejo del mundo de los vivos.

De esta manera, se puede observar que el uso de la cerámica es fundamental en el cementerio de Ráquira, un pueblo en donde la producción relacionada con este material es parte muy importante de la economía. De la misma forma, es muy clara la marcada importancia del clero en el cementerio de Bojacá, manifestada no sólo en la majestuosidad de sus tumbas con respecto a las demás, sino también en el control que mantiene el párroco sobre el cementerio. Esto, a su vez, se relaciona con el rol del pueblo como centro de peregrinación, en donde la figura de la Virgen de la Salud y los lazos sociales formados en torno a su significado hacen parte fundamental de la vida de los habitantes de la población. Por su parte, el uso de fósiles para decorar algunas tumbas en el cementerio de Villa de Leiva insinúa una construcción de la identidad individual con relación al contexto geográfico local; en este caso, se toma un objeto que existe como resultado de procesos que no están relacionados con el ser humano y se reinterpreta en términos de pertenencia a un territorio particular.

En cuanto a las relaciones espaciales existentes en los cementerios, resulta importante resaltar la disposición de los caminos que guían el recorrido de los visitantes. Se puede percibir una intención de resaltar los mausoleos y tumbas más elaborados en cementerios como el de Zipaquirá o Villa de Leiva, ubicándolos junto al camino principal. De manera similar, también resulta interesante que tanto en Bojacá como en Zipaquirá y en Villa de Leiva, este camino marque un recorrido que comienza en la entrada principal del cementerio y termina en la capilla. Es posible que esta disposición tenga la función utilitaria de guiar al cortejo fúnebre hasta los lugares específicos donde se llevan a cabo sus ritos. Sin embargo, el camino principal viene a funcionar como una manifestación del discurso oficial en el cementerio. Así, el trazado del camino define los puntos que, por asociación con su función práctica, son considerados más importantes y dignos de recordar; por lo que en su forma física se puede leer la intención de darle mayor importancia a los grupos sociales más privilegiados de cada pueblo.

La ausencia de estos caminos en los cementerios de Tausa y Ráquira indica la existencia de un ordenamiento que se estructura de manera diferente al de las demás poblaciones visitadas. En el cementerio de Ráquira se puede identificar una clasificación de las tumbas definida por el nivel en que se encuentran: las tumbas de la parte más baja del cementerio las que están hechas con materiales menos costosos y las tumbas más elaboradas, las de las partes más altas. El cementerio de Tausa, por su parte, se divide en dos grandes secciones: la de la entrada, demarcada por el piso de cemento y los entierros en columbarios con fechas recientes, y la de la colina, definida por los entierros en el suelo con cruces descompuestas y fechas más antiguas. Aquí encontramos una división que presumiblemente se encuentra estructurada con relación al nivel socio-económico, para el caso de Ráquira, y una división definida por los cambios a lo largo del tiempo en las prácticas de entierro, en el caso de Tausa.

Por otro lado, resulta claro que todos los cementerios visitados se hallan divididos en zonas que cumplen funciones distintas o que se diferencian por los tipos de entierros realizados en ellas. De esta manera, durante las diferentes visitas fue posible identificar zonas destinadas al entierro de niños, zonas destinadas a la construcción de columbarios y zonas dedicadas a sectores específicos de la población, como en el caso de las tumbas del clero en el cementerio de Bojacá. Asimismo, también fue posible observar zonas de los cementerios que eran utilizadas con fines distintos a los que se pretendía que cumplieran cuando fueron diseñadas, como por ejemplo la zona de depósito de desechos que también funciona como fosa común en Tausa y las capillas usadas como almacenes en Tausa y en Zipaquirá. Aquí es importante resaltar que estas disposiciones no obedecen estrictamente a intenciones y categorías culturales, sino que estas también se encuentran relacionadas con las condiciones físicas del terreno. La construcción del cementerio de Zipaquirá es un claro ejemplo de esto, con estructuras que son distintas en las zonas de baja pendiente, semi-planicie o alta pendiente.

Dentro de esta organización espacial general, es posible identificar evidencias de divisiones sociales, y de distintas concepciones y actitudes hacia la muerte relacionadas con estas. Los diferentes tipos de tumbas identificados en los cementerios proporcionan algunas pistas sobre estas relaciones. En primer lugar, en todos los cementerios observados encontramos entierros en el suelo, marcados por una cruz de madera u otros materiales. Eugenia Villa, en su trabajo sobre los cementerios del altiplano cundiboyacense, que incluyó visitas al cementerio de Zipaquirá y Villa de Leiva, identifica estos entierros como parte de la religiosidad campesina tradicional:

"La muerte para estas poblaciones del agro es algo más que un fin corporal: Significa el regreso a la tierra, o la reintegración al mundo del cosmos de donde vinieron y del cual se sienten parte esencial. Aún hoy en día en estas poblaciones se conserva la práctica de enterrar los cuerpos de sus muertos en el suelo, cubiertos por un montículo de tierra del que sobresale una cruz de madera como símbolo de la religión cristiana"19.

Estos entierros estaban ubicados en una zona separada en los cementerios visitados; casi siempre en un área de menor preeminencia en comparación con aquella en la que se ubicaban los mausoleos y columbarios. Su estado general de descuido, en los cementerios observados, se puede relacionar con el fenómeno del abandono de los entierros en el suelo para privilegiar otros métodos de disposición de los cadáveres, que se han desarrollado en el país durante las últimas décadas del siglo XX20.

Los mausoleos, por su parte, también se encontraron presentes en todos los cementerios visitados. En las inscripciones observadas en ellos se le da mayor notoriedad al apellido de la familia que lo construye, que a los nombres de los individuos que han sido enterrados en su interior. Así, casi siempre los mausoleos llevaban una inscripción del apellido de la familia en su parte superior, en donde los visitantes del cementerio lo pueden observar fácilmente. Para identificar los nombres de las personas que se encuentran enterradas allí, por el contrario, es necesario asomarse a través de los ventanales y leer las inscripciones de cada difunto.

Los columbarios, en cambio, tienden a ser más anónimos, con modelos de lápidas similares que se extienden a lo largo de todas las galerías en las que se ubican. El cementerio de Villa de Leiva es la excepción, pues en él abundan las lápidas personalizadas con la imagen del difunto u otros diseños particulares. En los cementerios de Tausa, Ráquira y Zipaquirá se identifica esta tendencia con la homogeneidad, pero con algunas variaciones locales, como los colores pastel en Ráquira y los arreglos florales en Zipaquirá.

Por otra parte, se encontraron distintos monumentos en todos los cementerios visitados. Existen variaciones muy particulares en cada uno y la única figura que se repitió fue la del árbol sin ramas en el cementerio de Villa de Leiva y en el de Ráquira. Algunos cumplen funciones mágico-religiosas, como el Santo Cristo de Zipaquirá, al que se le ofrecen oraciones, velas y placas conmemorativas para que interceda en la realidad cotidiana de las personas y les facilite encontrar trabajo y solucionar problemas. Otros monumentos tendrían una intención más relacionada con el individuo que ha sido enterrado junto a ellos y reflejarían una actitud de negación de la muerte. Así, la figura de un árbol se podría interpretar como una representación de la continuidad de la vida del finado, al convertir a la muerte de este en una "semilla" a partir de la cual la vida puede proseguir en la forma de un árbol simbólico.

En cuanto a las prácticas que se desarrollan habitualmente en el cementerio resulta importante destacar el uso de flores en las tumbas. A pesar de sus variaciones locales, esta práctica es común a todos los cementerios visitados, particularmente difundida en el de Zipaquirá. En el caso de este cementerio las flores son colocadas directamente sobre al tumba y renovadas de manera periódica. Lo supone un contacto constante con los artefactos creados para mantener la memoria de la persona que ha muerto (a saber, la tumba) y la continuidad de los lazos familiares o de amistad que se tienen con esta más allá de la muerte.

Aunque difícilmente podríamos dar una explicación comprensiva de este fenómeno a partir de nuestras visitas, el trabajo de Jack Goody y Cesare Poppi realizado en cementerios italianos y anglosajones podría proporcionar algunas pistas para interpretarlo. Durante su investigación, estos autores encontraron que en los cementerios católicos italianos realizar una visita a la semana para dejar flores frescas en las tumbas de los seres queridos es una obligación moral. En esta relación con los muertos se reafirman los lazos familiares y el sentimiento de pertenencia a una línea de descendencia, de manera que hay una constante comunicación con los difuntos: "La comunicación con los muertos es a veces pensada en términos de un convivium en el que las flores frescas actúan como la comida metafórica"21. En los demás cementerios visitados el uso de flores también es común, pero estas no son renovadas de manera tan constante como en Zipaquirá. En cambio, es más frecuente encontrar flores sintéticas en el cementerio de Ráquira y el de Villa de Leiva, lo que podría ser entendido como una convención decorativa.

Por otra parte, la existencia de prácticas mágico-religiosas en Zipaquirá, como las ofrendas al Santo Cristo, hacen pensar en el cementerio como un espacio de comunicación con el mundo sobrenatural. Nos encontramos aquí frente a un régimen de intercambio en el que las velas, flores y placas de agradecimiento son canjeadas por la intervención de la deidad o del santo en la vida cotidiana de los visitantes del cementerio. Sobre esta base el cementerio se puede pensar como un espacio liminal; un punto en el que la frontera entre el mundo de los muertos y el de los vivos es borrosa, permitiendo la conexión entre los dos gracias a la manifestación de lo sagrado en un lugar específico22.

Es de resaltar que los cementerios de Tausa, Ráquira y Villa de Leiva permanecieron vacíos al momento de nuestra observación. La frecuencia de las visitas al cementerio de los habitantes de cada pueblo requiere de un seguimiento más detallado que el realizado; sin embargo, otros estudios han podido establecer que en fechas específicas, como el día de la madre o algunas festividades religiosas, aumenta el número de visitantes a los cementerios23. De cualquier forma, en principio parecería que en el cementerio de Zipaquirá las visitas son más constantes, así como la actitud de la gente hacia quienes visitábamos el sitio fue muy abierta y cordial, hasta el punto de que una de las vendedoras de flores nos preguntó entre bromas si estábamos allí para filmar una novela. En Bojacá, en cambio, nos encontramos con el rechazo del sepulturero y una actitud un poco más solemne por parte de las demás personas que se encontraban allí, lo que nos hizo hablar en voz baja mientras estábamos dentro de los muros del cementerio.

Asimismo, cabe mencionar que alrededor de los cementerios visitados se realiza una gran cantidad de actividades que hacen parte su "paisaje"24. Tanto en Ráquira como en Zipaquirá encontramos viviendas adyacentes al sitio del camposanto, desde el cual era posible oír la música que se escuchaba en estas. En Zipaquirá también había tiendas en los alrededores del cementerio, en las que los habitantes del pueblo consumían cerveza y realizaban labores cotidianas, así como el "Rumbiadero" en el que la fiesta había comenzado desde temprano. En el caso de Bojacá, Tausa y Villa de Leiva, el cementerio se encuentra relativamente aislado de cada población, pero aún así se podían observar viviendas, colegios y cultivos en sus alrededores.

Con todo, una de las impresiones más importantes que se derivan de nuestras observaciones es que el espacio de los muertos no se encuentra separado del mundo de los vivos. Su organización espacial está sujeta al contexto cultural en que se encuentra el cementerio, y este se convierte, así, en un escenario en el que se reflejan las diferencias sociales particulares a cada pueblo. Las personas viven con los muertos en una relación que varía entre la simple cercanía de sus sitios de residencia o trabajo con el cementerio y las visitas constantes a sus tumbas.

Lo anterior permite pensar en el cementerio como un espacio liminal, que se puede entender en dos sentidos. En primer lugar, como un punto de encuentro entre el mundo de los vivos y de los muertos, en el que se manifiesta una continuidad entre los dos. Esta puede llegar a manifestarse en la existencia de una circulación de favores en la que la deidad es influenciada por las ofrendas de los vivos, para que interceda en los problemas cotidianos de estos últimos. En segundo lugar, como un espacio de negación de la muerte, en el que la pérdida permanente de un ser querido es afrontada con la construcción de un objeto (la tumba), que representa lo que esa persona significaba en vida para sus allegados y funciona como un nuevo referente físico de su existencia.

Por último, hay que recordar que el cementerio también tiene la capacidad de producir memoria colectiva y, por lo tanto su organización espacial se encuentra atravesada por distintas relaciones de poder. Así, es posible observar como se privilegia el recuerdo de los grupos sociales que ostentan mayor prestigio social o poder económico, por lo general ubicando sus tumbas en zonas privilegiadas del cementerio como el camino central. Este proceso se puede entender como una puesta en escena del espacio del cementerio, que sirve de trasfondo a las prácticas que se desarrollan en él. Debemos recordar, sin embargo, que estas prácticas se caracterizan por el conflicto, como muestra el hecho de que los habitantes menos privilegiados de cada población hayan encontrado la manera de apropiarse del espacio del cementerio sin necesidad de imitar a los sectores más ricos.


1 VAN GENNEP, Arnold, The rites of passage, Chicago, The University of Chicago Press, 1992, pp. 146-165.

2 ARIÈS, Philippe, El hombre ante la muerte, Bogotá, Taurus, 1977, p. 500.

3 Traducción del inglés "Deathscapes". KONG, Lily, "Cemeteries and Columbaria, Memorials and Mausoleums: Narrative and Interpretation in the Study of Deathscapes in Geography", en Australian Geographical Studies, Vol. 37, No. 1, Oxford, Blackwell, marzo de 1999, p. 1.

4 Ibid., pp. 1-8.

5 CHRISTOPHER, A. J., "Segregation and cemeteries in Port Elizabeth, South Africa", en The Geographical Journal, Vol. 161, No. 1, Oxford, Blackwell, marzo de 1995, pp. 38-47.

6 MERRIDALE, Catherine, "Revolution among the dead: cemeteries in twentieth-century Russia", en Mortality, Vol. 8, No. 2, Oxford, Routledge, mayo de 2003, pp. 176-188.

7 REIMERS, Eva, "Death and identity: graves and funerals as cultural communication", en Mortality, Vol. 4, No. 2, Oxford, Routledge, julio de 1999, pp. 147-166.

8 GARDNER, Katy, "Death, burial and bereavement among Bengali Muslims in Tower Hamlets, East London", en Journal of Ethnic and Migration Studies, Vol. 24, No. 3, Londres, Routledge, julio de 1998, pp. 507-521.

9 CALVO, Óscar Iván, El cementerio central. Bogotá, la vida urbana y la muerte, Bogotá, TM editores, 1998.

10 LOSONCZY, Anne-Marie, "Santificación popular de los muertos en cementerios urbanos colombianos", en Revista Colombiana de Antropología, Vol. 37, Bogotá, ICANH, enero-diciembre de 2001, pp. 6-23.

11 PELÁEZ, Gloria Inés, "Un encuentro con las ánimas, santos y héroes impugnadores de normas", en Revista Colombiana de Antropología, Vol. 37, Bogotá, ICANH, enero-diciembre de 2001, pp. 24-41.

12 LOSONCZY, Anne-Marie, op. cit., p. 9.

13 VILLA, Eugenia, Muerte, cultos y cementerios, Bogotá, Disloque, 1993, p. 21.

14 Los mausoleos son un tipo de estructura funeraria caracterizada por agrupar, en un edificio separado de las demás construcciones del cementerio, los entierros de miembros de un mismo grupo social definido por sus lazos de parentesco o afinidad. CURL, James Stevens, Death and Architecture, Revised Edition, Londres, J.H. Haynes and Co. Ltd., 2002, pp. 168-169.

15 Marta Herrera, comunicación personal, 4 de marzo de 2006.

16 Los columbarios son estructuras funerarias conformadas por galerías de tumbas, en las que se dispone de los restos quemados del cadáver. Algunas veces estos pueden estar contenidos en un recipiente diseñado para esta función. CURL, James Stevens, op. cit., p. 148.

17 Verónica Plata es estudiante de Pregrado en Biología de la Universidad de los Andes.

18 Observación de campo realizada el 14 de octubre de 2006 por Juan Camilo González y Lukas Jaramillo.

19 VILLA, Eugenia, op. cit., pp. 5- 6.

20 VILLA, Eugenia, "Creencias y prácticas del morir, cambios en los ritos fúnebres de la vida contemporánea", en Credencial Historia, No. 155, Bogotá, Credencial y Publicaciones Periódicas Ltda., noviembre de 2002, pp. 10-12.

21 Traducción del inglés: "Communication with the dead is sometimes thought of in terms of a convivium in which fresh flowers act as the metaphorical food". GOODY, Jack y POPPI, Cesare, "Flowers and bones: Approaches to the dead in Anglo-american and Italian cemeteries", en Comparative studies in society and history, Vol. 36, No. 1, Cambridge, Cambridge University Press, enero de 1994, p. 151.

22 ELIADE, Mircea, The sacred and the profane, the nature of religion, Nueva York, Harcourt Inc., 1959, p. 36.

23 VILLA, Eugenia, "Creencias...", op. cit.

24 Entendiendo el paisaje como una forma particular de ver que tiene su propia historia y sus propias técnicas de expresión. Ver COSGROVE, Denis, Social formation and symbolic landscape, Madison, University of Wisconsin Press, 1984, p. 1.


Bibliografía

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