SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número33“Todos los hombres son intelectuales” índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Historia Crítica

versión impresa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.33 Bogotá ene./jun. 2007

 

AYALA DIAGO, César Augusto, El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970, Medellín, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, La Carreta Editores, 2006, 319 pp.

Jairo Estrada Álvarez1

1Profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia. jhestradaa@unal.edu.co


El populismo atrapado, la memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970 tiene como propósito principal examinar el proceso electoral que culminó con la derrota el 19 de abril de 1970 del máximo líder de la Alianza Nacional Popular, Gustavo Rojas Pinilla, a manos del candidato del Frente Nacional, Misael Pastrana Borrero. Más allá del episodio sobre el fraude en ese evento electoral, de su mayor o menor demostración documentada, que también es abordado por Ayala, lo que al autor le interesa es “describir, analizar y poner a pensar al lector” en el proceso electoral que a su juicio condensaría “toda la historia del siglo XX” (p. 14). Las elecciones de 1970 estarían plagadas de muchos significados. Sobre todo, por el hecho de que por primera vez, de manera incontrovertible, se ponía en cuestión -mediante el proyecto populista de ANAPO- la ancestral dominación bipartidista, cuya expresión era la fórmula política del Frente Nacional.

Ayala recorrerá en el Populismo atrapado un camino de doble vía. Por una parte, dará cuenta del complejo y diverso proceso de producción del discurso y de las narrativas anapistas (considerados los actores y las regiones) hasta erigirse en un discurso populista polifónico con opción real de poder. Por la otra, mostrará igualmente las estrategias de preservación del poder por parte de la coalición bipartidista, desde la construcción del enemigo anapista en cabeza del dictador Rojas, acompañada por una política de disposición y socialización del miedo a través de los medios masivos de comunicación y del uso instrumentalizado y sesgado de la memoria histórica, hasta el expediente autoritario de recorte de las libertades civiles y políticas, con una nueva declaratoria del estado de sitio, el “régimen de excepción” permanente del Frente Nacional.

Desde el punto de vista historiográfico la obra no permite una fácil clasificación. Aunque a primera vista se trata de un libro de historia política, la “más completa y detallada sobre la vida política del país en los años sesenta que se ha escrito”, según Herbert Braun, historiador estadounidense que prologa el texto (p. 11), Populismo atrapado también podría ser considerada una obra multifacética con evidentes elementos de historia de la cultura política colombiana, de la producción del discurso anapista, de historia del pensamiento social y político (de la ANAPO) y aun de historia de la protesta social urbana.

Ese carácter multifacético de la obra es sin duda una de sus más destacadas virtudes. Desde esa perspectiva, el libro contribuye a un entendimiento amplio y profundo de ese período de la historia de nuestro país, arroja nuevas luces para mejorar las caracterizaciones sobre el régimen político de democracia restringida del Frente Nacional y resaltar los rasgos civilistas de nuestra cultura política (a través de las luchas de la ANAPO). De igual manera, Populismo atrapado aporta a la comprensión del proceso histórico de la oposición política en Colombia, muestra a la ANAPO como un caso ejemplar, una especie de ‘frente nacional de los excluidos’, que logró una amplia movilización social, a pesar de sus evidentes conflictos internos y de su discurso difuso cargado de promesas sociales, y de una no muy clara tercería entre capitalismo y socialismo.

La obra de Ayala consta de un prólogo del historiador estadounidense y colombianista Herbert Braun, ocho capítulos, una sección de conclusiones, otra de bibliografía y contiene, además, una parte de anexos documentales. El populismo atrapado no cuenta de manera explícita con un marco teórico ni con un cuerpo categorial de análisis previamente definido. Su capítulo introductorio cumple en parte esa función, aunque anticipa más bien aspectos del análisis, propios del objeto de estudio abordado por el autor a lo largo de la obra. Independientemente de esta consideración, la preocupación central del Ayala se ubica, desde el punto de vista teórico, en la pregunta por la memoria y su función social en la historia, a partir del examen efectuado a las elecciones del 19 de abril de 1970. Aunque también podría decirse que el interés de Ayala se refiere a las condiciones históricas de la producción y al análisis del discurso populista de la ANAPO, entendidos como producto de un pasado y un presente históricos (éste, el del proceso electoral estudiado por el autor). Si se asume que allí radican las preocupaciones teóricas, los principales referentes de Ayala se encuentran, por una parte, en Mijail Bajtin, Maurice Halbwachs y Paul Ricoeur, en lo relacionado con la problemática sobre la memoria histórica, sin que haya en todo caso una presentación sistemática de sus tesis y de su utilidad para la investigación (la referencia a estos autores transcurre en dos párrafos (p. 15). Por la otra, se trata de Roland Barthes con su noción de mito, y de Teun van Dijk en relación con su entendimiento de las “ideologías como creencias básicas de los grupos socialmente compartidas” (pp. 32- 33). También en este caso, los seguimientos teóricos son muy breves.

El hecho de que Ayala no explicite un marco teórico no debe llevar al equívoco de que el libro carece de propuesta teórica. En el estilo de Ayala la narración histórica es cargada de manera reiterada con consideraciones teóricas, que van apareciendo en la medida en que se desarrolla la trama. Lo que se extraña es la presentación sistemática de la propuesta teórica. Este aspecto es particularmente notorio respecto de la categoría analítica de “populismo”. El autor queda en deuda con el lector en relación con su entendimiento teórico sobre el “populismo”, fenómeno éste que además de tener muchas definiciones también se caracteriza por la indefinición; con la excepción, tal vez, del texto reciente de Ernesto Laclau, La razón populista1, en el que se aborda una construcción teórica de la categoría. Nuevamente, no significa ello que Ayala no posea una teoría sobre el populismo. De hecho su producción historiográfica se ha ocupado en gran medida de ese fenómeno. Lo que sucede en El populismo atrapado es que se da por sentada una definición de populismo que no se explicita; tampoco se muestran las especificidades del populismo anapista respecto de otras experiencias en América Latina (salvo esporádicas formulaciones). Sí señala Ayala que en el caso de la ANAPO se transitaría “de un populismo político-ideológico […] a uno más ideológico que político” (p. 20).

Según Ayala, con las elecciones de 1970 se estaría frente al proceso electoral más importante del siglo XX. Tal aserto se sustenta no sólo en el hecho de que además de las elecciones presidenciales se realizaban elecciones para todas las corporaciones públicas, sino que además se presentaba la probabilidad de un quiebre en las formas de dominación del Frente Nacional, del desmonte del régimen político de democracia restringida (y de “estado de excepción” permanente), dada la irrupción histórica de una opción real de poder: la ANAPO.

Aunque Ayala no acoge la categoría analítica de clases sociales, sus consideraciones -a lo largo de la obra- sobre el uso de la memoria denotan que en el proceso electoral objeto de estudio, se pusieron en escena, cuando menos, dos lecturas históricas de la memoria. Una, aquélla de las clases subalternas que pretendía construir una línea de continuidad entre los años veinte, las movilizaciones populares de los treintas, el gaitanismo de los cuarentas, la “otra cara” de la dictadura en la década de 1950 y el movimiento de la ANAPO en los años de 1960. La otra, aquélla de las clases dominantes que cuestionaba los tiempos de la dictadura de Rojas, como experiencia a no repetir y, desde ahí, construía una particular (cínica) lectura de la democracia colombiana. De Ayala se aprende igualmente, de manera rigurosa y documentada, cómo se usa (o manipula) la memoria histórica con fines políticos.

En el proceso de producción del discurso y en la construcción del proyecto anapista, sectores intelectuales provenientes de diversas vertientes y de diferentes entendimientos de la política ocuparon un lugar central. Ayala no duda de su contribución a la cualificación teórica del proyecto anapista, a la “sintonía” que se produjo con los discursos tercermundistas, antiimperialistas y nacionalistas entonces en boga, especialmente en los países de la llamada periferia capitalista (aunque siempre en distancia frente al discurso de la izquierda radical, comunista, en sus diversas vertientes). También se trata de su contribución a la movilización popular, a la escenificación de la política en la calle. De su “ida al pueblo”. No obstante lo anterior, el papel de estos sectores intelectuales no deja de sorprender. Al tiempo que se tenía un discurso mucho más cualificado que el del General, también eran claras las relaciones de subordinación frente a éste. Esa pérdida de independencia se expresó claramente en la actitud vacilante -y en la aceptación de la posición de Rojas Pinilla- frente a los resultados electorales del 19 de abril, lo cual se constituyó en otro factor de desmovilización de la protesta popular. En ese sentido, les cabe -a estos sectores- una gran responsabilidad en la derrota del movimiento anapista.

El movimiento anapista logró consolidarse como un proyecto multiclasista de unidad popular desde abajo, nacido más de las circunstancias históricas que de una estrategia política deliberada (p. 159). Se trata de un movimiento que se fue haciendo en el camino, y cuyo discurso se fue produciendo en ese mismo sentido. De ahí su carácter polifónico. Sobre las voces de la ANAPO pesaban más las preocupaciones por un enemigo común, el régimen del Frente Nacional, que las diferencias de sus discursos diversos, contradictorios entre sí, si se consideraran desde un sentido estrictamente teórico y aún programático. Ello explica por qué la ANAPO sería el espacio de encuentro de liberales, conservadores, emerrelistas2, lauroalzatistas3, hombres y mujeres sin partido, jóvenes, intelectuales, etc., que hicieron su frente nacional a su manera, no como el proyecto excluyente de las elites dominantes. La figura del General cumplía la función de buen componedor, de “anciano sabio” (sin serlo), del justo medio, que llamaba de manera reiterada a la moderación.

El carácter populista del movimiento resulta no sólo de su propuesta programática, en todo caso no antisistémica; también de sus prácticas, de sus formas de organización, de la manera como en el camino va “construyendo el pueblo”, guiado por un líder que -sin representar la vehemencia, la pasión y cierto histrionismo propio de los líderes populistas- lograba concitar un masivo respaldo para la movilización popular. El carisma de Rojas sería muy particular; como lo hace recordar Ayala, el General lograba, incluso, arrodillar a sus seguidores en las plazas públicas para jurarle fidelidad. El populismo de la ANAPO será, en todo caso, un populismo urbano, que recoge la memoria de la escenificación de la política en la calle y los productos de la conflictividad del desarrollo capitalista de las décadas precedentes.

La experiencia populista de la ANAPO contraría algunas tesis sobre la naturaleza violenta de los colombianos, sobre su inclinación a la solución de los conflictos por las vías de la fuerza. Ayala hace hincapié en el carácter esencialmente civilista del anapismo y demuestra, más bien, que han sido las elites dominantes las que han recurrido al uso de la violencia y al recurso autoritario para garantizar la preservación de su poder. En ese sentido, el texto de Ayala es muy útil para un entendimiento de nuestro presente. La activación de dispositivos de producción de discursos para contrarrestar las fuerzas opositoras, la orquestación de verdaderas campañas a través de los medios de comunicación, antes como ahora, siguen cumpliendo las mismas funciones de legitimación y de dominación.

Tratándose de una obra de gran valor politológico, sociológico y antropológico social, el libro no deja de ser esencialmente histórico. Ayala no ahorra esfuerzos en demostrar el oficio y el arte del historiador. El populismo atrapado es un texto hecho con base en una cuidadosa y exhaustiva revisión de fuentes primarias y secundarias, que le dan consistencia y rigor. En particular, debe destacarse el esfuerzo de Ayala por reconstruir y sistematizar el discurso populista de la ANAPO, así como los eventos en torno al proceso electoral de 1970 a partir del examen a las fuentes producidas por la misma organización política, pero también por los militantes anapistas; igualmente, merced al seguimiento a los Anales del Congreso, a la “gran prensa” de las principales ciudades y a algunas publicaciones regionales de las fuerzas opositoras, especialmente del departamento de Santander (El Trópico de San Vicente de Chucurí y El Momento de San Gil), y a muchas otras publicaciones periódicas que aparecen referenciadas en la sección bibliográfica. A ello se le adiciona la revisión de los archivos personales del dirigente anapista Hernán Vergara, así como las entrevistas con dirigentes de la ANAPO, entre ellas la realizada a Ignacio Vives Echeverría4. Esto se vuelve a mencionar en el siguiente párrafo. El trabajo de Ayala en este sentido merece el mayor reconocimiento; la contribución a la reconstrucción de la memoria histórica, en especial aquélla de los movimientos políticos distintos al bipartidismo, es inobjetable. El uso exquisito de las fuentes le permitió a Ayala elaborar una trama y desarrollar una narración, que sin perder su carácter de historia y sin menoscabar la “objetividad admirable” que sorprende a Braun (p. 11), hace de El populismo atrapado una obra de amena lectura, que por momentos pareciera trasladar al lector al terreno de la novela histórica.

No obstante lo anterior, debo señalar un aspecto que a mi juicio merecería una mejor atención en el uso de las fuentes. Me refiero a que hubiera sido deseable un mayor diálogo de Ayala con la historiografía que se ha producido sobre el período objeto de estudio. Si bien es cierto que ésta aparece referenciada en la sección bibliográfica, en el texto mismo -salvo algunas excepciones- no se deja traslucir el uso que hace de ella, bien sea para distanciarse o para acogerla como parte de su argumentación. El asunto se torna importante si se considera que buena parte de la historiografía no logra desprenderse de los tintes partidistas, especialmente liberales, o frentenacionalistas.

Un reclamo se le puede hacer a la obra de Ayala: la desatención de un análisis del contexto económico bajo el cual se desenvuelven los acontecimientos. Esa perspectiva hubiera enriquecido, sin duda, la investigación. En el período objeto de estudio produjeron definiciones importantes respecto de la estrategia de acumulación capitalista (debido a las expresiones de crisis que registraba el proyecto de industrialización dirigida por el Estado). Se habían aprobado decisiones de trascendencia en materia de política económica, fiscal y monetaria; se había impuesto una reforma constitucional con grandes implicaciones económicas y se había emprendido un proceso de reforma (y modernización) del Estado. Así mismo, eran notorios los impactos sociales de la política económica. ¿Cómo pudo haber incidido esa situación en la construcción del proyecto anapista? Ello no es evidente para el lector (salvo la mención a la posición de la ANAPO en el Congreso frente a la Reforma Constitucional de 1968). Si bien es conveniente advertir sobre límites del determinismo económico, también lo es sobre la desatención de la influencia de la economía en la política. ¿Cómo opera la lógica de la economía para explicar las elecciones del 19 de abril de 1970? ¿Qué intereses económicos están en juego? ¿Cuáles son los ingredientes económicos del debate político? Esas son preguntas que quedan por resolver en la obra de Ayala.


1 LACLAU, Ernesto, La razón populista, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.

2 Se trata de sectores de la militancia del Movimiento Revolucionario Liberal desencantados con la incorporación de Alfonso López Michelsen en el sistema del Frente Nacional.

3 Se trata de sectores de seguidores de Laureano Gómez y de Gilberto Alzate Avendaño.

4 Esta última, así como la inédita carta de Hernán Vergara a Gustavo Rojas Pinilla (publicadas en los anexos) se constituyen, dada la forma como Ayala construye la narrativa histórica, en piezas importantes para comprender la posición desmovilizadora de Rojas Pinilla frente al movimiento popular durante los días inmediatamente posteriores a la elección del 19 de abril. Ayala le concede a Vergara el haber inclinado la balanza a favor de una aceptación de la derrota por parte de Rojas Pinilla, mediante la apelación a las profundas convicciones religiosas de éste (pp. 220-222). Vives deja en entredicho la posición del candidato presidencial anapista y sugiere una entrega del movimiento en la sede de la Nunciatura (pp. 311-312).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons