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Historia Crítica

versión impresa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.35 Bogotá ene./jun. 2008

 

Hering Torres, Max Sebastián. Rassismus in der Vormoderne. Die "Reinheit des Blutes" im Spanien der Frühen Neuzeit. Frankfurt - New York: Campus, 2006, 292 pp..

Zandra Pedraza Gómez*

* Profesora Asociada del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). zpedraza@uniandes.edu.co


Este libro, cuyo título traduce El racismo en la premodernidad. La ‘limpieza de sangre’ en la España de la temprana Edad Moderna, es una versión algo reducida de la disertación doctoral de Max Sebastián Hering Torres titulada Limpieza de sangre. Normen -“Wirklichkeiten” - Ideengut. Rassismus in der Vormoderne? (Limpieza de sangre. Normas - “Realidades” - Ideario. ¿Racismo al inicio de la Edad Moderna?). En esta versión se omite parte de las referencias y documentos en español y latín de los siglos XVI, XVII y XVIII, consultadas en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y en la Biblioteca Nacional de esa ciudad. El autor remite a los especialistas interesados en conocer otras fuentes al manuscrito original.

El estudio de Hering es una detallada y documentada exposición del origen y la expansión del principio de la limpieza de sangre en los albores de la Edad Moderna española. El trabajo dialoga con las investigaciones de los especialistas en este tema y permite, incluso al lego, comprender el alcance de los debates historiográficos comprometidos. El libro es del mayor interés para los especialistas en el tema de la limpieza de sangre en España, pero también para quienes, en América Latina, se ocupan de los orígenes y la expansión de este principio como articulador del orden social colonial y republicano.

El periodo contemplado en este libro abarca desde 1391 -cuando se iniciaron en España la persecución y los motines contra los judíos- hasta 1674, fecha en la que Francisco Torrejoncillo publicó su Centinela contra judíos. Casi doscientos años después de la conversión de los judíos, el desprecio del que eran objeto se justificó en este libro mediante la patología humoral: los factores “biológicos” permitieron diferenciar a los cristianos viejos de los nuevos, por considerarse que la impureza judía provenía de la sangre misma. Así explicó Torrejoncillo los rituales de muerte infantil de los que se acusaba a los judíos en el siglo XVII: sólo ingiriendo sangre de cristianos viejos podrían estos cristianos nuevos limpiar su mácula.

La inquietud que dio origen a esta investigación es la contradicción que el autor halla en el hecho de que en nombre de la doctrina cristiana, la cual postula un origen mono-genético para la humanidad, se determinaran un origen impuro y otro puro para los cristianos después de comenzar la conversión de moros y judíos en la Península ibérica. La naciente nación española enfrentó la disyuntiva de abrazar el cristianismo como fundamento de la identidad nacional y principio de homogenización social con el fín de crear un linaje espiritual nacional, o mantener las prerrogativas de los linajes de sangre vigentes a lo largo de la Edad Media a fin de garantizar la continuidad de las elites en el gobierno. La solución se encontró en la dogmática de la limpieza de sangre que combinó ambas fórmulas.

El dogma afirma que son manchados o infectos quienes porten la mácula de judíos, musulmanes o de creyentes de cualquier fe distinta de la cristiana. La particularidad del principio consiste en que esta mancha se transmite de una generación a otra, aunque los antepasados se hayan convertido con anterioridad al cristianismo. De esta manera, permite distinguir a los cristianos limpios de los impuros. Las investigaciones genealógicas se convirtieron entonces en la vía para determinar si un candidato a obtener la investidura de un cargo público, a ingresar a una universidad, a las órdenes de caballeros o a las religiosas, presentaba algún antepasado manchado, es decir, no cristiano.

El autor propone que el concepto de limpieza de sangre consiguió activar tres emociones como mecanismos de segregación: el miedo, la desconfianza y la envidia. Éstos se articularon para señalar diferencias tan “notables” entre moriscos y judeoconversos, que sirvieron para segregar a estos cristianos nuevos de los “verdaderos” cristianos. La historia de la limpieza de sangre es la historia de las minorías convertidas al cristianismo. El estudio se concentra en el caso de los judeoconversos, puesto que los grupos convertidos del judaísmo al cristianismo, a diferencia de los moriscos -los que se concentraron en las morerías y conservaron a menudo la religión musulmana y la lengua-, se integraron a la sociedad cristiana de forma que no podían diferenciarse por el vestido, la lengua o la fisonomía. Esto les permitió escalar hasta ámbitos sociales privilegiados y, por ello mismo, encarnaron desde el punto de visto de los viejos cristianos una seria amenaza al orden social.

El libro de Hering está dividido en ocho capítulos, y uno final donde el autor reflexiona acerca del alcance actual de su trabajo, en particular, en relación con formas del racismo del aparato nacional-socialista. El análisis se inicia con la situación jurídica de los judíos en la Edad Media y la radicalización de las peticiones antijudías atendidas en el territorio ibérico a los largo del siglo XIV, especialmente en las cortes de Zamora, Valladolid y Madrid, al igual que en el Concilio de Salamanca y en la Corte de Burgos en 1377, con el propósito de contener el ascenso de las elites financieras judías. Las persecuciones ocurridas en 1391 y el edicto de expulsión emitido en su contra en 1492 obligaron a los sefardíes a convertirse al cristianismo.

La masiva conversión ocurrida a lo largo del siglo XV estimuló la representación de dos castas: la de los viejos y la de los nuevos cristianos. Sin embargo, el “camino a la conversión” a través de bautismo como vía para la integración, lejos de resolver la situación de los incrédulos, agudizó el conflicto en la medida en que se abandonó el “problema judío” para enfrentar el del “cristiano nuevo” y, por tanto, “manchado”. A la emisión de la Sentencia-Estatuto de Toledo en 1449 la sucedieron otras normas que consiguieron formular una definición jurídica, que condenaba a los judeoconversos por conspirar contra los cristianos viejos. La limpieza de sangre se convirtió en una categoría jurídica para justificar la segregación de los cristianos nuevos. Las normas de limpieza se adoptaron en los Colegios Mayores, las órdenes militares y religiosas, en los concejos municipales y en la Inquisición para controlar el ingreso de cristianos nuevos a estas corporaciones y su influencia en la sociedad española.

El análisis de los motivos del ideario de la limpieza es un asunto central de esta investigación: el autor indaga en los antecedentes teológicos judeo-cristianos de la noción de limpieza y pecado como ideal dogmático, y analiza cómo se entretejieron con interpretaciones médicas en un imaginario pseudocientífico. Los teólogos instrumentalizaron de esta manera los principios antropológicos de la medicina humoral y la comprensión galénica del cuerpo para diagnosticar la anomalía espiritual y corporal de los cristianos nuevos. La representación de la impureza del alma, la sangre, el semen, la leche y de la menstruación masculina pasó a ser un hecho religioso demostrado por la exégesis bíblica.

La limpieza de sangre es un argumento racista funcional porque engrana elementos religiosos y culturales con principios de la medicina humoral galénica. Este último aspecto le confiere carácter científico, en el sentido aristotélico, y, por tanto, -explica el autor- no se trata de una forma moderna de racismo o antisemitismo. La limpieza de sangre es la construcción de un argumento racional con ingredientes de la ciencia tradicional y la teología. Si bien se empleó como obstáculo para el ascenso social, la macula in sanguine no fue instrumentalizada -así lo sugiere Hering- por la Inquisición para el extermino físico de los acusados, razón por la cual no es comparable con las formas de racismo antisemita del Nacionalsocialismo, ni como antecedente suyo. En este punto el autor se ciñe al estado precario de la ciencia moderna de la época como aspecto definitivo para considerar premoderna la forma de racismo de la limpieza de sangre.

Hering ilustra el funcionamiento del sistema de exclusión mediante ejemplos de cómo sirvieron las investigaciones genealógicas para segregar a los judíos y cuestionar su posición social. Más tarde -cuando ya el seguimiento de sus orígenes era difícil de trazar- estas investigaciones también se emplearon para desprestigiar a cristianos viejos. Finalmente, se estudia la construcción del mito de un pasado étnico puro y distanciado de todo origen judío en las obras de Ambrosio de Morales y Fray Benito de Peñalosa1. Este esfuerzo historiográfico debía servir para unificar los principios la identidad de la nación española y legitimar el concepto de limpieza de sangre.

El último capítulo trata sobre el racismo. El diálogo con los autores cuestiona si puede hablarse de racismo solamente cuando la noción de raza se define en términos del carácter científico que le confieren las ciencias naturales a este concepto -es decir hacia el siglo XVIII- o si es su uso con fines de segregación étnica lo que resulta determinante. Hering concluye que el sistema de la limpieza de sangre puede designarse como “antijudaísmo racial”: es racista porque cumple una función de marginación similar a la moderna, y antijudía, porque su fundamentación teológicoaristotélica pertenece a una tradición anterior a la Edad Moderna.

Llama la atención la idea de que por no ser “científica”, esta forma de racismo se considere anterior a los tiempos modernos. Al emplear el criterio de ausencia de un pensamiento científico moderno, el autor ignora el contexto del surgimiento del Estado nacional español y la conformación del Imperio de ultramar y los usos políticos e ideológicos de este sistema. Seguramente el autor se interesará en el futuro por la práctica y las representaciones de este ideario en las colonias españolas, donde la limpieza de sangre junto con otros argumentos antropológicos se empleó tempranamente para juzgar las diferencias de los grupos indígenas, ordenar su catequización, disponer de su mano de obra y controlar el poder de la creciente población mestiza y criolla.

Con respecto a la concepción pseudocientífica de la limpieza de sangre, cabe destacar que ni más tarde ni en la actualidad, puede encontrarse un uso más “científico” del término. Si la argumentación ha logrado una eficacia retórica asimilable al carácter científico del conocimiento, ello no convierte el término raza en científico, al menos no para referirse a poblaciones humanas. A la luz de los conocimientos actuales se sabe de la imprecisión de esta definición tanto para referirse a los judeoconversos como a cualquier otro grupo humano en cualquier momento de la historia. El análisis social debe orientarse a comprender los mecanismos culturales ideológicos que reproducen el uso social del término “raza”, pese a toda aclaración científica acerca de su impertinencia.

Ojala el autor prepare pronto la traducción al español de este trabajo que, sin duda, estimularía la reflexión y la investigación acerca del uso del sistema de la limpieza de sangre en América y ampliaría el contexto de la discusión sobre el papel de los sistemas de segregación en el surgimiento de un sistema mundial capitalista y colonialista, donde el racismo ha sido un elemento de ordenamiento social de primera línea.


1 Ambrosio de Morales, Los otros dos libros undécimo y duodécimo de la Crónica General de España, Alcalá de Henares, 1577 y Fray Benito de Peñalosa, Libro de las cinco excelencias del español que despueblan a España para su mayor potencia y dilatación, Pamplona, 1629.

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