SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número37GAME OF ILLUSIONS: BRAZIL, MEXICO AND LATIN AMERICAN "FASCISMS" IN RELATION TO ITALIAN FASCISMA BOUNTIFUL LAND: PROGRESS AND NATURAL RESOURCES ALONG THE SAN JORGE RIVER DURING THE TWENTIETH CENTURY índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.37 Bogotá jan./jun. 2009

 

EL CUARTELAZO DE PASTO*

Adolfo León Atehortúa Cruz
Licenciado en Historia por la Universidad del Valle, Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y Doctor en Sociología de la École Des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) en París, Francia. Profesor Titular del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional, Bogotá, Colombia. Sus intereses investigativos son la historia política de Colombia, de las Fuerzas Armadas, del conficto político armado, la educación y la pedagogía. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: Las banderas del presidente Uribe. Medellín: La Carreta Editores, 2007; Militares. Otra visión, otros estudios. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2005; "Colombia en la guerra de Corea". Revista Folios 27 (2008): 63-76; "El conficto colombo-peruano. Apuntes acerca de su desarrollo e importancia histórica". Historia y Espacio 29 (junio-dic. 2007): 51-77; y, con otros autores, "Los archivos nacionales de Estados Unidos". Análisis Político 59 (enero-abril 2007): 57-74. adolfoatehortua@cable.net.co


RESUMEN

El antagonismo político entre los partidos Liberal y Conservador, en Colombia, tuvo su máxima e histórica expresión durante el segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo. Las Fuerzas Armadas no fueron ajenas a dicha confrontación. Por el contrario, se acudió a ellas para construir solidaridades o descontentos, respaldos u oposiciones. El cuartelazo de Pasto, así como los brotes o conatos de conspiración, son una muestra de la situación. El presente artículo se propone describir y analizar en detalle los episodios que rodearon tanto el período como el acontecimiento en cuestión, su desenlace e interpretaciones históricas. Se deja en claro que cierto radicalismo subversivo de una fracción conservadora, así como el descontento y resentimiento de algunos militares, fueron demasiado evidentes como para desligarlos de la intención conspirativa.

PALABRAS CLAVE
Alfonso López Pumarejo, Partido Liberal, Partido Conservador, Cuartelazo de Pasto, ejército.


THE PASTO PUTSCH

ABSTRACT

The political antagonism between the Liberal and Conservative parties reached their historical nadir during the second administration of Alfonso López Pumarejo. The Armed Forces were not absent from this confrontation. They were approached to build solidarities or unrest, support or opposition. The Pasto Putsch, just as conspiracy outbreaks or attempts, are evidence of this situation. This article describes and carefully analyzes the episodes surrounding both the period and event in question, how it unfolded, and its historic interpretations. It clearly shows that the subversive radicalism of a Conservative faction, as well as the dissatisfaction and resentment felt by some members of the military, were too evident to detach them from the conspiracy effort.

KEYWORDS
Alfonso López Pumarejo, Liberal Party, Conservative Party, Pasto Putsch, Army.

Artículo recibido: 20 de febrero de 2008; Aprobado: 10 de octubre de 2008; Modificado: 13 de noviembre de 2008.


Introducción

En 1942, Alfonso López Pumarejo ocupó por segunda vez la presidencia de la República de Colombia. No era el mismo hombre de ocho años atrás. En su discurso inaugural anunció que no defendería su primera administración (1934-1938) ni pretendería continuarla. López era consciente de que en su segundo gobierno el acuerdo político entre las élites económicas de ambos partidos se había cristalizado. Los radicalismos de la izquierda liberal, así como las decisiones políticas arrancadas al Estado sobre la base de las movilizaciones populares, no estaban al orden del día. La economía se hallaba golpeada por la Segunda Guerra Mundial y, en lo político, las oposiciones de Laureano Gómez en el partido Conservador y la de Carlos Arango Vélez en el Partido Liberal eran cada vez más enconadas.

¿Cuáles fueron, en esta dirección, los hechos que antecedieron de inmediato al "Cuartelazo de Pasto"? ¿En qué consistió este episodio? ¿Quiénes fueron sus instigadores? ¿Cuáles fueron sus resultados y cuáles han sido las interpretaciones históricas sobre su desenlace? A continuación, se efectúa un balance que fja su mirada sobre los protagonistas, señalando como hipótesis la participación fundamental en la responsabilidad, dirección y acción del hecho, al radicalismo subversivo de una fracción conservadora que supo utilizar para sus intereses el descontento y resentimiento de algunos militares, sin olvidar, de otro lado y como causa probable, la despolitización del Ejército que López Pumarejo se proponía.
 

1. Antecedentes

1.1 la oposición de laureano gómez

Apenas consumada la elección de López, Laureano Gómez anunció al embajador estadounidense, Spruille Braden, una oposición radical y hasta la "guerra civil" contra el próximo gobierno1. En un acalorado discurso ante el Senado dejó entrever incluso que el presidente electo podría ser asesinado si se atrevía a posesionarse.

En tertulias privadas sugería que la guerra podría recibir el respaldo de Franco y de otras potencias extranjeras si Estados Unidos no la apoyaba.

La enemistad entre los dos caudillos no era nueva. Existía desde el primer gobierno de López, y Gómez la había expresado desde entonces a través de El Siglo. Según López, Laureano Gómez se abrogaba el privilegio de atentar contra la vida de los colombianos, de difamar a los presidentes liberales y de preconizar la guerra civil sin temor a sanción alguna2. De nuevo, tras la segunda elección de López, aparecieron en El Siglo los lemas de "acción intrépida", "atentado personal" y "república invivible".

El embajador estadounidense creía en la amenaza de Gómez. No sólo porque lo sabía ligado al franquismo y a los nazis, sino además, porque deseoso de la presidencia, "no tenía otra forma de alcanzarla diferente a la violencia"3. El rechazo a esta política de confrontación, expresado por importantes sectores del conservatismo encabezados por el General Pedro Justo Berrío, Luis Ospina Vásquez, Mariano Ospina Pérez y Gonzalo Restrepo, en la Convención Nacional del Partido realizada en 1940, no fue suficiente para calmar a Gómez. Alberto Lleras, en nombre del liberalismo, reaccionó así ante las palabras de Laureano:

"Es el régimen de la amenaza [...] Guerra civil si el candidato elegido no es satisfactorio para el conservatismo. Guerra civil si no se deroga la Constitución de 1936. Guerra civil si no se acaban las garantías a los trabajadores de Colombia. Guerra civil si no se deja, al fin, que el Partido Conservador gobierne la república a su antojo [...] La guerra civil no la van a ganar los conservadores sin hacerla. No entregamos nada a una amenaza. No por jactancia, ni por ferocidad, ni por terquedad, sino porque una república se hace invivible cuando los extorsionadores se convierten en amos"4.

1.2 El descontento militar

En este ambiente, los rumores, sospechas y acciones golpistas empezaron a surgir y a multiplicarse. Recién llegado a Colombia para sustituir a Braden, el embajador Arthur Lane constató que López no era muy popular entre los militares. Según su agregado militar, las razones eran varias: primero, sus planes de reorganización del Ejército, que incluían la prolongación del servicio militar obligatorio para realizar trabajos agropecuarios. Segundo, el propósito de disminuir el pie de fuerza para fnanciar el crecimiento de la Policía nacionalizada y liberal. Y tercero, los recuerdos de su primer gobierno y las antipatías que su ministro y primo, Alberto López, había sembrado en la oficialidad conservadora5.

Acusado de alentar una conspiración entre los uniformados, fue detenido -en marzo de 1943- el General Eduardo Bonitto Vega, militar de cuyas actividades y odios contra López se hablaba mucho entre las Fuerzas Armadas. En su caso, se trataba más de una reacción antilopista que de un movimiento hacia el poder. Bonitto reaccionó ante un discurso de López, pronunciado el 28 de febrero en la Escuela Superior de Guerra, en el cual indicó que los oficiales debían "preocuparse por los asuntos públicos y tener en ellos la participación que corresponde a su preparación y a la importancia de la institución armada"6. El general asumió el llamado del presidente como una invitación a participar en política partidista contra la expresa prohibición legal, y decidió que a partir de ese momento desconocería la autoridad de López. Al terminar el acto, en compañía de varios generales solicitó su baja ante el Ministro de Guerra7. Posteriormente, fue denunciado por un subalterno de expresar en público su proyecto de "amarrar al jefe del Estado, crear en Colombia un estado militar liberal y declararle la guerra al eje"8.

Sin embargo, el supuesto disgusto por el discurso ocultaba un hecho diferente y una preocupación mayor generada por el anuncio presidencial de disminuir el pie de fuerza. En su calidad de secretario del ministerio, el General Bonitto reportó la ausencia del General Delfín Torres Durán de su puesto de mando en la III Brigada "sin el aviso de rigor"9. Este reconocido oficial, de ascendencia conservadora, pidió su baja pero demostró que se encontraba en Popayán pasando revista a una guarnición de su jurisdicción y que para ello había solicitado la autorización correspondiente. El ministro lo citó a su despacho y luego de ello pidió un tribunal militar para investigar lo sucedido. El tribunal decidió, entonces, indagar al General Bonitto10.

Con respecto al pie de fuerza, las causales eran explicadas de manera diferente según los intereses de la política. Mientras el gobierno atribuía el origen de la decisión a necesarios recortes presupuestales para mantener el sueldo de los oficiales y mejorar la ración de los soldados, la oposición laureanista denunciaba el hecho como una acción más con el propósito de debilitar al Ejército, a la cual seguirían las "purgas"11. Para López, el número de efectivos se incrementó en un momento del pasado gobierno, en el que se creyó próxima una intervención en defensa del Canal de Panamá12. Alejada esa perspectiva con el destino cambiante de la guerra, no había razón para mantener tal número de hombres en armas y, por supuesto, tal número de oficiales en su mando. En tanto los derroteros militares de la Guerra Mundial demostraban una mayor utilización de la fuerza aérea y la marina, era preferible invertir en ellas con el alto costo que significaba, en lugar de limitarse a la infantería.

Por otra parte, el gobierno de Santos había aumentado el sueldo de los oficiales en forma ilegal según el criterio del Consejo de Estado, y el nuevo gobierno se hallaba en una disyuntiva: mantener el sueldo, decretándolo de manera legal y disminuyendo el número de generales conforme lo exigía un número menor de soldados, o dejar el ingreso en los montos anteriores a las decisiones de Santos13. Al optar por la primera, era necesario el llamado a calificar servicios, incluso para permitir el ascenso de quienes tenían derecho a ello14.

Al "ajustar la organización militar a la realidad nacional"15, López no sólo perseguía su despolitización y modernización, sino que por esa vía creía necesario dedicarla en tiempo de paz a la enseñanza de oficios agrícolas e industriales. No se trataba de "convertir a los oficiales en técnicos" ni de "distraerlos de su entrenamiento militar"16. El interés consistía en aprovechar el tiempo libre del soldado y prepararlo productivamente para su regreso a la sociedad. Ese era el sentido de su invitación a conocer la economía del país y a vincularse a los problemas públicos que presentaba a los altos oficiales17.

Gómez aprovechó la situación y se propuso acrecentar el descontento entre las flas. "Las faenas del azadón y de la agricultura vuelven al Ejército", "[...] vuelven los abusos incalificables de algunos oficiales con cierta simpatía partidista"18.

Cuando el Ministro de Guerra, Alejandro Galvis, propuso a finales de 1942 la posibilidad de ascenso por "acciones distinguidas de valor" o "por capacidad y don superiores para la concepción técnica y táctica", la oposición identificó en ello el regreso de los ascensos que "desconocen el tiempo de servicio"19 y califican, por el contrario, la "afnidad con el jefe del Estado"20. Cuando el ministro Galvis propuso "un cambio radical en el Ejército"21 para asegurar el mecanismo de relación y mando entre el ministerio y los militares, la oposición alertó sobre la conversión del Ejército Nacional en liberal22. El Siglo insistía en las preferencias gubernamentales por la Policía y argumentó que el armamento del Ejército "sería trasladado a la Policía Nacional"23. Así mismo, celebraba las críticas de los oficiales retirados frente al proyecto de ley sobre organización militar y la suspensión provisional, por parte del Consejo de Estado, de varias disposiciones sin las cuales perdía toda eficacia el decreto orgánico de servicio militar obligatorio24.

El Tiempo, cuyo editorial debe suponerse escrito por Eduardo o Enrique Santos, apoyó al gobierno de López en las decisiones, con el cuidado de no enemistarse con el Ejército. Advirtió que en su concepto el peligro de perturbación subsistía por la extensión de la conflagración mundial del Pacífico, y que era imperioso un sacrificio para evitar los imprevistos del conflicto. Respaldó la educación productiva del soldado para especializarse en trabajos determinados sin menoscabo de la disciplina militar, y conceptuó que el "caso Bonitto" parecía más un "accidente de nervios" con una "indiscreta amenaza", que un movimiento subversivo25. Días después, sin embargo, justificó la posición del gobierno con respecto al Ejército de tierra, en la necesidad de atender los gastos de la Marina y la Fuerza Aérea26.

Para El Siglo, las políticas del gobierno sólo perseguían la debilidad del Ejército. Además de reducir sus efectivos, aspiraba a convertirlos en "batallones de labriegos", con menoscabo de la educación militar que al Ejército compete27. Así mismo, la "injusta detención" del General Bonitto se debía a un altercado entre éste y el nuevo ministro Ramón Santodomingo, que el gobierno convertía en "comedia" con el objeto de "buscar el desprestigio del Ejército ante la opinión pública", a favor de una Policía progresivamente militarizada28. Tan injusta situación, según El Siglo provocó una conspiración militar contra el presidente López, cuyo resultado fue la detención de varios oficiales, el acuartelamiento de las tropas y el llamado al Ministerio de los comandantes de la Fuerza Aérea y de la Armada29. El Ministro, por su parte, desmintió los hechos y señaló que el gobierno tenía plena confanza en la lealtad de las Fuerzas Militares30.

La detención preventiva del General Bonitto fue decretada por la Auditoria de Guerra, aunque se le concedió libertad bajo palabra de honor. El consejo de Santos, coincidente con la opinión del embajador estadounidense, apuntó a disminuir la atención sobre el caso para arrebatarle a Gómez una bandera de campaña contra el gobierno31. López lo siguió al pié de la letra y, aunque el juez militar ad-hoc, nada menos que Carlos Cortés Vargas, condenó a Bonitto por faltas graves contra la conducta, se le retiró del Ejército sin eliminarle el derecho a la pensión.

El pie de fuerza se redujo de 8.000 a 7.100 hombres y el gobierno emitió una circular a todo el Ejército con el fn de enfrentar los "sentimientos de inquietud y malestar" que "absurdas consejas de la oposición", según El Tiempo, creaban en las flas32. En tal "orden del día", el Ministro, "por recomendación especial del presidente", aclaraba que no era su intención "desvirtuar la organización del Ejército Nacional o reducir su infuencia con el propósito de poner en manos de la Policía Nacional ninguna de sus funciones o elementos"33. Igualmente, anunciaba que "el material de guerra necesario para la adecuada dotación del Ejército había sido solicitado a los Estados Unidos"34, pero que conforme a la conveniencia pública, no consideraba prudente divulgar los pedidos de armamento ni las fechas en que dicho material llegaría al país. La reducción del pie de fuerza se debía a deficiencias en las apropiaciones presupuestales, y que con ese motivo los mismos generales habían dejado en libertad al gobierno para que llamara a calificar servicios a quien estimara pertinente35.

Finalmente, el gobierno aclaraba que la educación agrícola o en artes manuales propuesta para los soldados se efectuaría en tiempo prolongado del servicio militar, que no desviaba la orientación constitucional de las fuerzas armadas y que sólo perseguía mejorar las condiciones de los reclutas para su regreso al hogar. Así mismo, que la nacionalización de las policías departamentales y municipales buscaba la unidad de mando y la igualdad en la competencia técnica de los cuerpos encargados de la protección y vigilancia36.

1.3 el caso "mamatoco"

En julio de 1943, frente a nuevos rumores golpistas, el presidente López dio la orden de arrestar a un grupo de oficiales sospechosos. Los conservadores contestaron que aunque el golpe no se justificaba, sin embargo, eran explicables las reacciones contra un gobierno "de facto" como el de López. Los oficiales en retiro, encabezados por el General Agustín Mercado y otros más de reconocida ascendencia liberal, rechazaron los planes subversivos37. Los conservadores pasaron a la ofensiva, utilizando los debates del Congreso. Mientras el político conservador Silvio Villegas declaraba que "el acta de nacimiento del liberalismo fue la conspiración septembrina"38, su colega Lucio Pabón Núñez afrmaba que en Colombia, en esa coyuntura, estaba plenamente justificada la resistencia armada39.

El FBI consideró que la posibilidad de derrocar al Presidente era "inminente"40. Sus informes referían la preparación de un golpe de estado al "estilo argentino", bajo la organización del Partido Conservador y el apoyo de los alemanes. El régimen por implantar sería similar al de Franco en España y el compromiso de altos oficiales era innegable41. La señal para iniciar la revuelta sería emitida a través de La Voz de Colombia, e involucraba a prestigiosos miembros de la élite, a distinguidos sacerdotes y al boxeador Francisco Pérez, "Mamatoco", un suboficial retirado que había sido entrenador deportivo de la Policía. Pérez era conocido como conspirador desde el gobierno de Eduardo Santos y publicaba un pequeño periódico distribuido entre las Fuerzas Militares, La voz del pueblo, cuyo contenido agitaba la desesperante situación de pobreza y atacaba al gobierno42. El propio J. Edgar Hoover dio razón del peligro al Departamento de Estado. El intento contaba con la participación del Partido Nazi en Barranquilla y el grupo denominado "Legión Colombia"43.

López decidió el traslado de los coroneles que fueron señalados como presuntos participantes en el golpe y decidió realizar notables esfuerzos para atraer a los militares y desdibujar la imagen de que hubiera acciones oficiales orientadas a menospreciar al Ejército o a contraponerlo con la Policía. Para López no se podían "confundir los atributos del Ejército con la misión social de la policía [...]. A nadie puede ocurrírsele, pero mucho menos al gobierno [...] pensar siquiera en conceder motivo de preeminencia a una de ellas, con menoscabo del prestigio o del mejoramiento de la otra"44.

Sin embargo, la situación cobró nuevas dimensiones cuando, el 20 de julio de 1943, apareció el cadáver apuñalado de "Mamatoco". El Siglo preguntaba todos los días, a ocho columnas, "¿Por qué mataron a Mamatoco?". Finalmente terminaron implicados agentes de la Policía y un oficial que decidió encubrir el crimen luego de conocerlo45.

López relevó la cúpula de la Policía y nombró como director al General del Ejército Carlos Vanegas, propuso sin éxito la participación conservadora en sus ministerios, reorganizó su gabinete con seguidores de Eduardo Santos e intentó renovar su confanza en el Ejército. Citó a toda la oficialidad a un agasajo en el Palacio Presidencial, solicitó un préstamo por 50 millones de pesos destinado a la compra de armas para el Ejército, produjo ascensos, aprobó cursos de especialización en Estados Unidos, renovó los convenios de cooperación subrayando la defensa de los mares, reorganizó el Consejo Superior de la Defensa Nacional, y nombró un nuevo ministro de guerra: Alberto Arango, en reemplazo de Ramón Santodomingo; luego solicitó la apertura de un debate público sobre el Ejército: "En esa controversia habrán de explicarse defnitivamente varias cuestiones que el país debe saber con exactitud. La primera, será defnir si es cierto o se aparta deliberadamente de la verdad la especie de que el gobierno desatiende o mal atiende al Ejército, y por qué se presupone que el Ejército pudiera estar en desacuerdo con el gobierno actual"46.

Para justificar varias medidas destinadas a mejorar los servicios de policía, tales como la organización de la Escuela General Santander y la Escuela de Detectives, el incremento de la nómina de agentes, la creación de la Policía Rural y el contrato de una Misión Chilena para su entrenamiento, el Presidente enfatizó que nadie podía ver en esas acciones "una torcida o torpe intención de disminuir el prestigio a las fuerzas de Ejército para dar realce a la Policía"47.

1.4 Crisis y Conspiraciones

Sin embargo, los brotes de oposición violenta y las conspiraciones continuaron. El establecimiento de relaciones con la Unión Soviética y el continuo trasegar de los "ca-maradas" colombianos por esa legación diplomática, compuesta por más de setenta funcionarios, se convirtió en nuevo motivo de disgusto para las derechas conservadoras, respaldadas en esta opinión por las derechas liberales, sobre todo en la provincia. En octubre de 1943 se sindicó a Gilberto Alzate Avendaño como jefe de un movimiento subversivo en el departamento de Caldas, en donde fue declarado el estado de sitio tras el asalto a la cárcel y varios muertos en choques "provocados por los agitadores"48.

En noviembre de 1943, cuando López declaró la guerra al Eje, a raíz del hundimiento de las goletas Resolute, Reamar y Ruby, la persecución contra los acusados de nazismo enfureció a Laureano Gómez. La Armada colombiana hundió a un submarino alemán cerca de Cartagena, y los ciudadanos alemanes fueron concentrados en el hotel Sabaneta de Fusagasuga durante el resto de la guerra. Gómez acusó a López de "entregado a los cercena-dores de Panamá"49 y movió la oposición por la falta de barcos para movilizar el café colombiano a los mercados. López solicitó entonces su primera licencia para ausentarse del país y atender la enfermedad de su esposa en Estados Unidos. Darío Echandía asumió el gobierno como Primer Designado el 19 de noviembre de 1943.

A principios de 1944, grupos de oficiales y ex-oficiales, generalmente comprometidos con políticos conservadores, aparecieron nuevamente relacionados con acciones conspiradoras50. La "Legión Colombia", la "Organización Nacional", la "Acción Nacional Militar Católica", nombres adoptados por los grupos conspiradores, continuaban sus preparativos para un posible golpe de estado. Tal como lo anunció el FBI, la fecha sólo había sido aplazada para ganar fuerza y colaboradores51.

El intento de golpe fue desatado por la prisión de Laureano Gómez, acusado por Alberto Lleras Camargo de calumnia en el "caso Mamatoco"52. Sin embargo, la agitación no logró más que el intento de liberar a Gómez a la fuerza. La respuesta de la Policía fue contundente y el movimiento resultó desvertebrado. La situación obligó a un nuevo aplazamiento, ordenado por Lucio Pabón Núñez, para el regreso del presidente López desde Estados Unidos. López cambió de avión y su propio hijo Fernando se convirtió en su piloto53.

Los conservadores, como atrás se dijo, no estaban unidos en torno a Gómez ni tampoco presentaban todos una oposición recalcitrante a López. Alzate Avendaño, Silvio Villegas y Lucio Pabón, no eran observados con confianza por cierta élite conservadora asustada con su extremismo populista. El propio Ministro de Guerra, Gonzalo Restrepo Jaramillo, conservador firmante con el General Berrío de la declaración que repudió en 1939 la política de violencia de Laureano Gómez, aclaró que todo se debía a una "insidiosa campaña banderiza de El Siglo, encaminada a crear la sensación en el exterior de que Colombia se debate en el caos y la anarquía". "El suelo colombiano, aseguró, es impropio a los golpes de cuartel"54.

No podía negarse, sin embargo, que en ocho meses López había cambiado por completo su gabinete en cinco ocasiones y que la debilidad de su gobierno era extrema. Los escándalos se habían multiplicado contra el Presidente y su familia. En 1942, Alfonso López Michelsen fue acusado de comprar a bajo precio la Trilladora Tolima al alemán H. J. von Mellenthin, cuando los bienes de los alemanes estaban incautados por razones de la Guerra. En septiembre de 1943, Silvio Villegas lo acusó de enriquecerse con la compra de acciones de la compañía holandesa Händel, mayor accionista de Bavaria, las cuales se habían congelado a raíz de la ocupación nazi en Holanda. Otro motivo de denuncia fue la casa de veraneo "Las Monjas", de propiedad de la familia López, y en donde el Ministro de Guerra invirtió fondos para construir allí alojamientos a los oficiales de la guardia presidencial. Sin duda, los escándalos de su familia desprestigiaban al Presidente.

López empezó a ofrecer su renuncia para "dar solución a la grave crisis política" y "como contribución a la paz pública"55, pero en marzo de 1944 la Dirección Liberal le solicitó su reintegro al poder. López solicitó una segunda prórroga de su licencia, y presentó oficialmente su renuncia bajo el argumento de que su presencia en el gobierno no era necesaria. Rechazada por el Senado, reasumió la presidencia el 16 de mayo de 1944.

La situación, sin embargo, continuó tensa. Una huelga de transportadores en Manizales obligó a la declaración parcial del estado de sitio. Cartagena protagonizó un paro cívico para protestar por el traslado de algunos grumetes. En Purificación, una revuelta local depuso a las autoridades propiciando la intervención de la fuerza pública. Pero lo más grave, en Ibagué las tropas alentaron una protesta ciudadana por la demora en la construcción de los cuarteles56.

Para entonces, acosados por las circunstancias, López y Echandía tomaron una decisión inesperada. Ante la renuncia consecutiva de sus ministros de guerra civiles, se decidió nombrar a un militar en la cartera: el General Domingo Espinel, quien fue posesionado y reconocido por las tropas el 8 de marzo de 194457. La designación, según testimonio de sus compañeros de armas, causó "una indecible sensación de alivio" frente a "todo ese fárrago" de alarmas58. Pero, de hecho, rompió una larga tradición política que sostenía el predominio de ministros civiles en la cartera de guerra. Si antes, en 1930, con la prohibición del voto a los militares activos, se pretendió sustraer a las Fuerzas Armadas de las luchas partidistas, ahora, en 1944, con el nombramiento de un militar activo como ministro de guerra, los altos mandos militares se vieron comprometidos en forma explícita y directa en los asuntos políticos relacionados con el ejercicio del poder. Poco tiempo después de su posesión, el General Espinel tuvo que rechazar en público las noticias de El Siglo sobre contradicciones entre el alto mando militar y el Presidente. Luego, tuvo que desmentir la información, según la cual habría designado un civil del Ministerio de Gobierno para "vigilar a los oficiales"59.

Espinel entró con propuestas reformadoras: crear una milicia nacional a través de las reservas; "mejorar las condiciones de vida de oficiales y suboficiales, así como la atención al personal de tropa", crear "una prima de matrimonio acorde con el número de hijos" y ofrecer atención médica a toda la familia de los militares. En el plano castrense, el nuevo ministro se comprometía a elevar la "potencia combativa de las fuerzas militares", "colocar al ejército en concordancia con la actual situación de beligerancia que vive el país" y desarrollar la aviación y la marina para la defensa de las costas en cooperación con las misiones estadounidenses60. Sin duda, la presencia del General Espinel y sus perspectivas en el Ministerio de Guerra desalentaba las intenciones golpistas de muchos militares. López destinó también "varios millones de pesos para la defensa nacional", dirigidos al vestuario y equipo del personal, construcción y conservación de cuarteles en todo el país, sostenimiento de hospitales y la cancelación de todos los pagos atrasados61.


2. El cuartelazo de pasto

2.1 Los hechos

Con el propósito de pasar revista a maniobras militares en el sur del país, López viajó a la ciudad de Pasto el 8 de julio de 1944. En la noche del 9, en el Hotel Niza, el Presidente escuchó en voz de los reclutas alicorados "mueras" y "abajos" al gobierno. Al día siguiente, a las 5:30 de la mañana, fue despertado por el Teniente Coronel Luis Agudelo, implicado con las conspiraciones desde 1943 y por esa razón trasladado a Pasto, para comunicarle su detención. Poco después, Agudelo le presentó una hoja de papel sellado en donde López leería su "renuncia voluntaria" y el encargo del mando al Coronel Diógenes Gil. El Presidente se negó a frmarla alegando su calidad de prisionero y negando su intención de renuncia. López fue llevado a la hacienda de los hermanos Bucheli, en Consacá, e incomunicado. Allí escuchó el argumento de los soldados para participar en el golpe: sus superiores lo acusaban de haber vendido reclutas a Estados Unidos a cinco y diez pesos por cabeza62.

Enterada del cuartelazo, la cúpula del gobierno se puso al frente de la situación. Darío Echandía se posesionó de la presidencia y decretó el estado de sitio, suspendió la publicación de El Siglo e impuso la censura de prensa, implantó el toque de queda y la ley seca. De inmediato se aseguró la adhesión del General Espinel y de todos los comandantes en las Fuerzas Armadas. El mismo 10 de julio, Echandía fue reconocido por las tropas de la capital. Alberto Lleras tomó los micrófonos de las emisoras nacionales, informó al país y pidió su presencia en las calles. Esta acción creó entre los comprometidos la sensación de rotundo fracaso63 y logró una reacción considerable: las plazas de las principales ciudades se abarrotaron con ciudadanos que pedían la libertad de López y rechazaban el golpe. Los dirigentes lopistas y el Partido Comunista se movieron sin descanso.

Entre tanto, en Pasto, el movimiento se desmembraba. Dirigidos por el Coronel Diógenes Gil, los más altos oficiales tuvieron una razón sencilla para negarle su respaldo: se trataba de un oficial de segundo nivel que había desconocido la autoridad de sus superiores. Su hoja de vida poseía, además, una anotación indecorosa; fue llamado a consejo verbal de guerra por cobardía en la conocida "sorpresa de Calderón", un ataque de tropas peruanas a una base colombiana en 1933: "la limpieza de uñas" que pudo costarle un contingente y una base al Ejército de Colombia. El Coronel Alberto Moya y los capitanes Jaime Polanía y Jorge Forero, huyeron de Pasto hacia Popayán. El Capitán Rafael Navas Pardo llegó hasta el cautiverio de López y lo sacó con destino al aeropuerto. En el camino se encontraron con el Coronel Gil quien, consciente de su derrota, le pidió que lo nombrara ministro de guerra para levantar el golpe y que promoviera una absolución para todos los comprometidos en la acción. López le respondió con ironía: "¿Luego usted no me desconoce como presidente?"64 y le advirtió que su única alternativa era rendirse. Gil se declaró, entonces, prisionero del Presidente. Instantes después, cuando López intentaba comunicarse con Pasto, Navas Pardo le informó que la tentativa de golpe era un fracaso.

El movimiento tuvo, sin embargo, una violenta expresión en Bucaramanga: el Capitán Gregorio Quintero asesinó al Comandante de la Brigada, Coronel Julio Guarín, por negarse a participar en el golpe. A pesar de ello, la intervención del entonces gobernador, Alejandro Galvis, situado en el cuartel de la Policía, impidió el avance del movimiento y logró controlar el orden.

Dos días después, asegurado el control del orden público, Echandía decretó la suspensión de Laureano Gómez como miembro de la Comisión Asesora de Relaciones Internacionales. La medida era necesaria para ordenar su captura y había sido solicitada tiempo atrás por el juez instructor de la denuncia impuesta por Alberto Lleras en el "caso Bonitto". Según la decisión, "protegido por una inmunidad que no consagran las instituciones", Laureano incitaba "como periodista, a la ejecución de actos subversivos y revolucionarios"65.

2.2 Las interpretaciones

Las interpretaciones acerca del suceso han sido diversas. Para el presidente López la iniciativa fue liderada por el Partido Conservador66. Otros creen que el golpe de Pasto se debió al celo del Ejército por el favoritismo de López para con la Policía67 o por el ostracismo social a que se sometía a las Fuerzas Armadas, hiriendo su sensibilidad castrense68. También hay quienes señalan que más que un intento de golpe de estado, se trató de una protesta desbordada contra la intolerable situación interna de las Fuerzas Armadas69.

En realidad, no puede afirmarse que el Ejército se encontrara en la peor de las situaciones económicas, o relegado al olvido. La reducción del pie de fuerza no se tradujo en abandono. Por el contrario, de múltiples maneras el Ejército continuó recibiendo respaldo del Estado; el gobierno de López intentó congraciarse a través del presupuesto y nombró a su más alto oficial como ministro. Lo subjetivo, la infuencia de la publicidad conservadora, la adscripción partidista de la mayoría de los oficiales, las simpatías hacia el Eje, los recuerdos de la primera administración de López y los celos frente a la Policía primaron sobre la situación objetiva que pudiera o no padecer la Institución.

Sin embargo, no fue un asunto de los altos mandos. En el peor momento de sus relaciones con el gobierno, cuando se anunciaron las políticas de educación y prolongación del servicio militar y cuando, por efecto de la reducción de la tropa se concluyó el retiro de varios generales, éstos prefirieron dejar en libertad al Presidente para llamarlos a calificar servicios antes que encabezar un movimiento golpista. En la mayoría de los casos, fueron los suboficiales y algunos mandos medios, entre tenientes y tenientes coroneles, más propensos a la decisiva influencia conservadora, quienes participaron en las intentonas conspiradoras. La única excepción conocida fue la del General Bonitto. Y fue una posición extraña y paradójica, porque su ascendencia liberal era reconocida. No obstante, su posición fue respondida en forma drástica por sus propios colegas generales. En el golpe de Pasto, el Ministro de Guerra encargado, General Miguel Neira, se puso de inmediato a disposición de Echandía, y el ministro titular, Domingo Espinel, quien se encontraba enfermo en Cartagena, viajó a Bogotá para alentar el apoyo al gobierno. El propio Comandante de la Fuerza Aérea, Coronel Arturo Lema, trasladó desde Medellín al Ministro de Gobierno, Alberto Lleras, y al de Hacienda, Gonzalo Restrepo. El Comandante de la Armada, Teniente Coronel Hernando Mora, y el Comandante de la Brigada de Institutos Militares, Coronel Germán Ocampo, expresaron su lealtad al Presidente y reunieron a todos sus oficiales para exigir su apoyo al gobierno legítimo. El Coronel Silva Plazas, Comandante de las tropas en Túquerres e Ipiales, se movilizó hacia Pasto para enfrentar el golpe.

Así, parece claro que el intento no fue más allá de ser una expresión incoherente y desarticulada del descontento existente en algunos círculos militares, promovido con persistencia por la política conservadora y los conspiradores de diversas tendencias, aún antes del ascenso de López a la presidencia. Así lo expresó el General Espinel cuando, al presentar un sosegado análisis ante sus subalternos, atribuyó mayor responsabilidad a "gentes descontentas por no poder satisfacer sus apetitos y aspiraciones"70:

"En este momento pienso más en los agitadores públicos que envenenaban el ambiente, que en los militares que se reunían en conciliábulos para acordar las modalidades y detalles de un golpe sugerido, estimulado y recalcado diariamente en forma asaz insidiosa para dejar a salvo ante las leyes la responsabilidad de los promotores"71.

¿Quiénes eran para el General Espinel esos "agitadores públicos"? Sin duda, se refería a Laureano Gómez y los articulistas de El Siglo. Aquéllos que "acusaban a López de perseguir a los oficiales", aquellos que insistían en una "imaginaria persecución del Ministro de Gobierno contra el Ministro de Guerra", aquellos que usaron día tras día la "calumnia y la insidia incalificables"72:

"Cualquier frase que el presidente pronunciara en público en relación con nuestras instituciones militares era torcidamente interpretada y lanzada por las calles como un insulto al ejército. Si el presidente aconsejaba que los conscriptos aprendieran en el cuartel algún oficio que les fuese útil para su vida posterior, entonces se gritaba que se quería convertir a los oficiales en maestros de zapatería o de carpintería, o que se les iba a cambiar la espada por un palustre"73.

En síntesis, cada una de las acusaciones aparecidas en El Siglo fue rechazada por el General Espinel y señaladas como responsables por los actos de Pasto. Más aún, estableció cierta línea de continuidad entre esos hechos y las acciones de 1943.

"Las relaciones entre los hechos del 10 de julio con la insubordinación de un secretario de guerra (se refiere a Bonitto)... están ya claramente establecidas [...]. Es muy oportuno rememorar con cuanta sevicia se procuró el descrédito y desprestigio ante el país y ante sus propios compañeros de un oficial que tuvo el valor de informar al gobierno de las propuestas deshonestas que se le hicieron para tomar parte en una conjura. Su nombre fue entregado al desprecio público, insultado y vejado públicamente al amparo de una inmunidad legal. El procedimiento no podía ser más inteligente ni más maliciosamente concebido: sellar con amenaza de deshonra los labios de los militares que no aceptaran la propuesta para asegurar el secreto de la fechoría. El resultado de los anteriores conatos de conspiración, hoy ratificados como reales y verdaderos, tampoco estimulaban a procurar el aborto de uno nuevo"74.

Los militares alzados "fueron víctimas no sólo de su falta de imaginación sino especialmente de hábiles agitadores que los hallaron instrumentos propicios para sacar las brasas por mano ajena, preparando cuidadosamente su coartada"75. Sin embargo, no descartó el ministro Espinel la existencia de influencias internacionales al afirmar:

"No sé si lo que venía ocurriendo en el país era extensión de la atmósfera infectada que respira el mundo. Como en Colombia somos tan aficionados a la imitación y nos llegaban noticias de que en otras latitudes había ejércitos que tenían su nación propia, probablemente pensaron algunos ambiciosos que el nuestro podía también tener la suya"..."Qué situación tan imprevista y lamentable la de Colombia, si comprometida en la guerra internacional y ligada a sus aliados por solemne palabra, hubiese aparecido que de la noche a la mañana da media vuelta y deserta del campo de las democracia y se pasa al campo del enemigo y de un enemigo en derrota"76.

Según lo ha establecido en forma generalizada la historiografía77, López tuvo conocimiento anticipado del golpe y jugó sus cartas. El ministro Espinel admitió que "algunos rumores habían llegado a oídos del presente"78. Eduardo Zuleta asegura que el Presidente supo con antelación del golpe, pero quería definir su situación política y medir hasta qué punto la oposición tenía o no acogida entre los militares y la población79. Sin embargo, la afirmación irrefutable aparece en los archivos estadounidenses. Según el embajador Arthur Lane, López conocía los planes del atentado y sabía de la participación en ellos de Laureano Gómez. El propio Embajador se enteró del complot a través de un oficial que pidió alistarse en el Ejército de Estados Unidos para no comprometerse con el movimiento. Lane trasladó las informaciones a Echandía y se enteró igualmente de que algunos jóvenes conservadores, por efectos del licor, aseguraron en el Jockey Club que el Presidente sería detenido en Pasto. En opinión de Lane, López marchó hacia la trampa "demostrando su valor y su psicología"80 para aumentar su prestigio y estabilizar su gobierno. Poco después lo reconoció confidencialmente al Embajador y afirmó que por esa razón había omitido el viaje de la cúpula militar y policial a Pasto, conforme estaba programado. El compromiso de oficiales, agregó, era mucho mayor que el presentado fnalmente81.

Hoy por hoy, nuestro análisis nos permite concluir que, tanto el radicalismo subversivo de una fracción conservadora, como el descontento y resentimiento de algunos militares, fueron demasiado evidentes como para desligarlos de la intención con-spirativa. Precisamente por ello, el golpe tuvo más simpatizantes que actores y allí radicó, en parte, su debilidad. La agudización de las pugnas interpartidistas fue otro fenómeno presente. Incluso periódicos liberales como, por ejemplo, El Relator estaban empeñados en mostrar el más craso desorden de la administración pública, al magnificar hechos y conductas particulares en las que poca responsabilidad tenía el gobierno central. En sólo diez días, todos sus titulares descalificaban el régimen: "Afaire en Obras"; "Irregularidades descubiertas en la Sección de Bienes y Comercio"; "Desfalco en Rentas"; "Desfalco en los Ferrocarriles"; "Falsificación de Diplomas"; "Desfalco en Cartagena"; "Desfalco en la Policía"; "Peculado en Caja de Crédito Agrario"; "Desfalco en Administración de Hacienda"; "Falsificación de Estampillas"82. El mismo Director del Matutino, Fernando González, identificó al gobierno de López como "el régimen del peculado" y advirtió que "si no robaba él", lo hacían "quienes le rodeaban"83.

Debe advertirse, igualmente, que no todo el conservatismo estuvo unificado frente al golpe. Mientras una fracción civilista encabezada por Esteban Jaramillo y Mariano Ospina Pérez rechazaba el atentado, la fracción más poderosa y sectaria -la laureanista- tardó mucho en señalar que no estaba ligada con el movimiento, sin que llegase tampoco a condenarlo: corrieron a buscar asilo en las embajadas. En lo que sí tuvo consenso el Partido Conservador fue en tomar como propia la causa de los militares condenados por la participación en los hechos84. Finalmente, debe subrayarse que tampoco en el Ejército el compromiso con el golpe fue total. Tuvo, como se dijo, más simpatizantes que actores. Darío Echandía lo redujo a "un acto de locura individual que no compromete la reputación de sus más altos, dignos y prestigiosos jefes y oficiales"85. Así mismo, el Ministro de Guerra minimizó la importancia del movimiento endilgándolo a "un pequeño grupo de infeles a nuestras reglas de lealtad" que "quiso manchar nuestra tradición de fdelidad a las instituciones" y solicitó a todos los oficiales el envío de mensajes manifestando "su adhesión y decisión de cumplir con el deber"86. La respuesta de los comandantes fue absoluta y disciplinada. La Embajada estadounidense y los compromisos de ella con el gobierno de López, así como el desenlace de la Guerra, jugaron un papel adverso a las conspiraciones.

2.3 los implicados

Para el Coronel Gil no fueron pocos los implicados. En carta dirigida al presidente López el 19 de julio de 1944 señaló que "no fue un hecho aislado ni desconectado en el tiempo ni el espacio; no fue tarea de unos pocos, sino de muchos, de los cuales una mínima parte está a la vista"87. Por esa razón solicitaba juzgar únicamente "a las cabezas directivas", "cinco o seis", y ordenar castigos disciplinarios para los restantes, a efecto de no perjudicar al Ejército88. Una sanción general para un número tan grande de oficiales y suboficiales comprometidos no sería, en criterio del Coronel, una acertada decisión política, pues iría en "menoscabo del futuro de orden y progreso de las Fuerzas Armadas"89.

Más tarde, cuando las investigaciones lo señalaron como responsable máximo del movimiento, Diógenes Gil dirigió a El Tiempo una carta en la cual señaló la participación de altos oficiales exonerados en el proceso. Según Gil, el jefe del movimiento era el General Rafael Pizarro, entonces director de los servicios del Ejército. El complot se acordó en una reunión sostenida en el Club Hípico de Cali el día 19 de junio de 1944, y en ella participaron el Coronel Eurípides Márquez, Comandante de la 8ª Brigada, el Teniente Coronel Quintín Gustavo Gómez, Jefe de Estado Mayor de la 3ª Brigada, el Mayor Jacinto E. Márquez, Segundo Comandante de la guarnición militar de Cali y el propio Diógenes Gil. Al menos enterado de la reunión estuvo el General Miguel J. Neira, Secretario del Ministerio de Guerra, quien escuchó la propuesta de Pizarro a Gil, pero se comprometió ante el Coronel Márquez a "no perjudicar a los oficiales"90.

Eurípides Márquez "elaboró el plan de acción, el plan de gobierno y la proclama correspondiente"91. Recién enterado de la captura del Presidente, arengó a sus tropas a favor del movimiento y marchó a Cali dispuesto a controlar la ciudad, conforme estaba planeado. Sin embargo, al llegar se entrega y ofrece su colaboración para debelar el golpe. Para entonces el General Pizarro había defeccionado y el golpe quedó abandonado a la suerte del Coronel Gil. Delatado, Márquez ofreció dinero a Gil para borrar la reunión del Club y librar de responsabilidad al General Pizarro y a su hermano Jacinto. Según Gil, todos saldrían "libres y complacidos a cobrar sus desvelos por resguardar el puesto y el prestigio del general Espinel, según sus propias palabras"92.

En la investigación, los implicados negaron la referencia que Gil hizo a la reunión del Club Hípico y disculparon con ello al General Pizarro, quien terminó absuelto93. Por consiguiente, la sindicación efectuada en contra del General Neira tampoco prosperó. Menos aún, si se toma en cuenta su decidida acción a favor del gobierno el día de los hechos.

Sobre la autoría intelectual, el Ministro de Guerra señaló que el movimiento golpista se debía, más que a un movimiento fraguado desde el interior de las Fuerzas Armadas, a las incitaciones externas de provocadores civiles: "En este momento pienso más en los agitadores políticos que envenenaban el ambiente, que en los militares que se reunían en conciliábulos para acordar las modalidades y detalles de un golpe sugerido, estimulado y recalcado diariamente en forma más insidiosa, para dejar a salvo ante las leyes la responsabilidad de los promotores"94.

Un año después, el mismo Ministro entregó a la prensa un escrito del Mayor Hernando Rojas Martínez, jefe de la Casa Militar del Palacio Presidencial, en el cual se daba cuenta de los intentos realizados por Laureano Gómez para comprometerlo en un golpe de cuartel. En una reunión social, el director del conservatismo le habló en concreto de la "corrupción reinante", del Ejército como "única organización de prestigio y fuerza capaz de terminar con el estado de cosas existente" y sobre el programa de gobierno que podía liderar el Ejército95.

Con ocasión del proyecto de indulto y reconocimiento de pensiones tramitado durante el gobierno de Ospina Pérez, los oficiales de bajo rango implicados en el golpe censuraron la posición adversa del Ejecutivo:

"Estamos dispuestos a descubrir los verdaderos antecedentes de la jornada histórica y a señalar a todos los instigadores que de todas las tendencias tiraron la primera piedra y después escondieron la mano temblorosa por su incapacidad para asumir una responsabilidad. No se nos puede exigir lealtad cuando se trafica con tanta deslealtad"96.

Diógenes Gil diría a El Tiempo que el golpe "no se había dado contra López" sino para defender al Ejército, porque éste "andaba rengueando peligrosamente y porque era necesaria la emancipación espiritual y moral de las armas colombianas"97. Su afrmación fue similar a aquélla que el desconocido oficial delator expresó ante la Embajada estadounidense: el descontento de un sector del Ejército se debía a las condiciones generales del país y al hecho de que el gobierno no hacía mucho por mejorarlas. La crítica no era contra López, sino contra el sistema político responsable de las condiciones y sus consecuencias sociales98. El rechazo de los golpistas, por consiguiente, se dirigía contra las aberraciones de la política; contra un gobierno enredado en su inestabilidad y contra una oposición ocupada en instigar a los militares sin preocuparse por resolver, uno y otra, los verdaderos problemas del país.

Mucho después, el Coronel Gil señalaría que "a los políticos azules y rojos, no les cabe en el hecho mismo más que la oculta responsabilidad de haber preparado con sus vicios inveterados de egoísmo, ambición y petulancia, un ambiente retenido de protesta y desesperación explosiva que después de muchos años logró desbordar nuestras virtudes de subordinación abnegada"99.

Según Silvia Galvis y Alberto Donadio, la inteligencia de la Embajada estadounidense preparó su propia versión de los hechos. El golpe fallido no tuvo que ver con la situación interna. Los ejecutores estaban "inspirados en el nazismo y el peronismo con generoso respaldo del partido conservador", y Diógenes Gil sería un supuesto miembro de "América Alerta", una organización secreta orientada por Perón y su intento representó la culminación de un período de dos años de lucha por el poder por parte de influyentes conservadores y elementos simpatizantes del Eje100.
 

3. El final

El 26 de junio de 1945, López describió al Congreso la grave situación de orden público y la "desatención de las directivas liberales a la solución de los problemas nacionales"101. El conservatismo le exigía presentar las pruebas sobre su participación en el golpe de Pasto y lo acusaba de que todo era una trama para mantener al país en estado de sitio y recortar la democracia. Un tribunal judicial revocó la orden de captura contra Gómez y ordenó su reintegro a la Comisión Asesora de Relaciones Internacionales. Eduardo Santos, por su parte, renunció a la Dirección Liberal y anunció públicamente sus desacuerdos con López. Aunque la participación del ex presidente Santos en el Golpe no se encuentra históricamente probada, es indudable su enorme discordanza con los proyectos reformadores que López impulsó.

Personalmente, el Embajador de Estados Unidos encontraba a López "deprimido y nervioso". Creía que "el país se estaba desintegrando" y "se le salía de las manos". Tenía la certeza que "muchos poderosos e industriales estaban detrás de las conspiraciones" y temía la traición de sus más allegados102. El Embajador consideraba que Laureano podía estar "comprometido a distancia" con los movimientos subversivos y que no desperdiciaría la oportunidad de asumir el poder si alguno de ellos triunfaba. De todos modos, su táctica era una: "hacer insostenible la posición del gobierno"103.

El Presidente ofreció su renuncia como una "contribución para provocar el acuerdo político que ha buscado inútilmente mi gobierno"104, y la reiteró el 19 de julio con idéntico propósito, anexando la renuncia de los designados105. Esta vez el Congreso la aceptó y eligió a Alberto Lleras Camargo para ocupar el cargo.

Aunque la masa popular respaldó al Presidente mientras estuvo detenido en Pasto y salió a la calle reclamando su libertad y presencia en el gobierno, aunque se movilizó también para rechazar el atentado fraguado desde la Catedral y el motín del Panóptico, la "alianza" entre López y los trabajadores empezó a quebrarse con el deterioro de los salarios a partir de 1945106. La legislación social de López logró, entre otros aspectos, la generalización del régimen prestacional de los trabajadores, los primeros debates sobre el seguro social obligatorio y la regularización de los confictos laborales. Sin embargo, las banderas sociales se trasladaron paulatinamente a Gaitán con sus consignas sobre la separación entre el "país nacional" y el "país político", sobre la "restauración moral de la república" y "a la carga contra la oligarquía".

Sin bases políticas claras, asfxiado por los continuos escándalos y denuncias de corrupción en que se involucraba a su familia107, con el redoblado encono conservador y con un Ejército en trance de repolitización, López llegó a la conclusión de que su presencia en el poder era el principal obstáculo para la reconciliación de los partidos. Laureano había triunfado.


Comentarios

* Este artículo es resultado de la investigación "Modernización y profesionalización del Ejército en Colombia, 1907-1958", financiada por el Centro de Investigaciones CIUP de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.

1 Braden a la Secretaría de Estado, diciembre 9 de 1940. Archivo Nacional de Estados Unidos (NA), Washington/ Maryland, USA, 821.00/1304, RG 59.

2 Biblioteca Luis Ángel Arango (BLAA), Sala de manuscritos. Alfonso López a Alberto Lleras, New York, diciembre 4 de 1940 (Carpeta 5; Correspondencia enviada y recibida de Alberto Lleras, noviembre 8, 1940 - febrero 2, 1945, mss. 821-045- 821-045/6).

3 Braden a la Secretaría de Estado, diciembre 9 de 1940. NA. 821.00/1304, RG 59.

4 Citado por José A. Galvis, "El cuartelazo de Pasto", Credencial Historia 193 (enero 2006): 5.

5 Varias comunicaciones procedentes de la Embajada así lo afirmaban al Departamento de Estado: Telegrama No. 548 del 27 de marzo, Aerograma No. A-265 del 30 de marzo y Memorando del 3 de mayo, todos de 1943. NA. RG 59. Es preciso advertir, sin embargo, que las animadversiones y tensiones entre el liberalismo y el Ejército datan de la hegemonía conservadora y de las posiciones encontradas frente a la politización de la Escuela Militar de Cadetes, de la posición liberal frente al servicio militar obligatorio o del conficto colombo-peruano. Consúltese al respecto, Adolfo León Atehortúa y Humberto Vélez, Estado y Fuerzas Armadas en Colombia (Bogotá: Tercer Mundo, Pontifica Universidad Javeriana Cali, 1994).

6 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

7 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

8 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

9 El Tiempo, Bogotá, marzo 23, 1943.

10 El retiro del General Torres Durán se aceptó, sin embargo, el 30 de mayo de 1943.

11 El Siglo, Bogotá, octubre 3, 1942.

12 El Tiempo, Bogotá, enero 7, 1943.

13 El Tiempo, Bogotá enero 7, 1943.

14 El Siglo, Bogotá, octubre 3, 1942.

15 El Siglo, Bogotá, octubre 3, 1942.

16 El Siglo, Bogotá, octubre 3, 1942.

17 El Tiempo, Bogotá enero 7, 1943.

18 El Siglo, Bogotá, octubre 3, 1942.

19 El Tiempo, Bogotá, enero 7, 1943.

20 El Tiempo, Bogotá, enero 7, 1943.

21 El Tiempo, Bogotá, enero 7, 1943.

22 El Tiempo, Bogotá, enero 7, 1943.

23 El Espectador, Bogotá, marzo 29, 1943.

24 El Siglo, Bogotá, febrero 27, 1943. Se trataba de aquéllas que exigían la defnición de la situación militar para acceder a cualquier empleo. Según el Consejo de Estado, el derecho al trabajo prevalecía sobre la obligación de prestar el servicio militar.

25 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

26 El Tiempo, Bogotá abril 20, 1943.

27 El Siglo, Bogotá, marzo 28, 1943.

28 El Siglo, Bogotá, marzo 28, 1943.

29 El Siglo, Bogotá, marzo 28, 1943.

30 El Tiempo, Bogotá, marzo 29, 1943.

31 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

32 El Tiempo Bogotá, abril 3, 1943.

33 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

34 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

35 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

36 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1943.

37 El Tiempo, Bogotá, julio 28, 1943.

38 El Tiempo, Bogotá, julio 30, 1943.

39 El Tiempo, Bogotá, julio 29, 1943.

40 Hoover al Departamento de Estado, julio 22 y agosto 19 de 1943. NA. 821.00/1510/1520, RG 59.

41 Hoover al Departamento de Estado, julio 22 y agosto 19 de 1943. NA. 821.00/1510/1520, RG 59.

42 Hoover al Departamento de Estado, julio 22 y agosto 19 de 1943. NA. 821.00/1510/1520, RG 59.

43 Hoover al Departamento de Estado, julio 22 y agosto 19 de 1943. NA. 821.00/1510/1520, RG 59.

44 Alfonso López Pumarejo, "Mensaje al Congreso Nacional en la instalación de sus sesiones ordinarias de 1943", en López Pumarejo. Obras Selectas Segunda Parte, comp. Jorge Mario Eastman (Bogotá: Cámara de Representantes, Editorial Retina, 1980), 278.

45 La justicia colombiana no pudo establecer autorías intelectuales en el caso y no pudo tampoco, por falta de pruebas, adelantar investigaciones contra cómplices de "Mamatoco" en el presunto golpe. Los autores materiales fueron condenados pero se fugaron de prisión. Según las investigaciones del FBI (Hoover al Departamento de Estado, julio 22 y agosto 19 de 1943. NA. 821.00/1510/1520, RG 59), los policías implicados actuaron por decisión propia para granjearse el aprecio de sus superiores. Tras infltrar una de sus reuniones, decidieron citarlo a un parque y asesinarlo. "Mamatoco" era un personaje oscuro y sin importancia en la política nacional para suponer una imprudente acción de Estado en su contra.

46 Alfonso López Pumarejo, "Mensaje al Congreso Nacional", en López Pumarejo. Obras Selectas, 282.

47 Alfonso López Pumarejo, "Mensaje al Congreso Nacional", en López Pumarejo. Obras Selectas, 285.

48 El Tiempo, Bogotá, octubre 8, 1943.

49 El Siglo, Bogotá, noviembre 12, 1943.

50 El Tiempo, Bogotá, abril 2, 4 y 10, 1944.

51 Un relato en detalle de estos intentos de golpe aparece en Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia nazi, 1939-1945: espionaje alemán, la cacería del FBI, Santos, López y los pactos secretos (Bogotá: Planeta, 1986), 285 y ss.

52 Laureano Gómez había acusado a Lleras de trasladar la investigación por el homicidio de "Mamatoco" a un juez afecto a la Presidencia para intervenir sobre el expediente y desviar las pruebas.

53 Ver Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia nazi, 285 y ss. Según Vernon Lee Fluharty, la detención de Gómez fue el último detonante para la violencia que vendría después: "Los desordenes producidos por las manifestaciones se extendieron a otros lugares del país y los choques entre liberales y conservadores alcanzaron las proporciones de una anarquía incipiente". Vernon Lee Fluharty, La danza de los millones. Régimen militar y revolución social en Colombia (1930-1956) (Bogotá: El Áncora Editores, 1981), 92.

54 El Siglo, Bogotá, febrero 26, 1944.

55 El Tiempo, Bogotá, marzo 16, 1944.

56 El Tiempo, Bogotá, mayo 16,1944.

57 El Tiempo, Bogotá, mayo 16, 1944.

58 Discurso pronunciado por el General Miguel Neira en el homenaje al General Domingo Espinel, nuevo Ministro de Guerra, en Memorias del Estado Mayor del Ejército de Colombia 3 (Bogotá: Ministerio de Guerra, marzo 1944).

59 El Tiempo, Bogotá, junio 4 y 6, 1944.

60 El Tiempo, Bogotá, abril 3, 1944.

61 El Tiempo, Bogotá, abril 27, 1944.

62 El Tiempo, Bogotá, julio 11 y 12, 1944.

63 Carlos Lleras Restrepo, "Crónica de mi propia vida", Nueva Frontera No. 557 (noviembre 4 a 10 de 1985): 2. Según el párroco de Yacancuer, municipio de Nariño, las noticias de la Radio Nacional y especialmente el reconocimiento de Echandía por las tropas, desmoralizaron por completo a los insurrectos. El Tiempo, Bogotá, julio 18, 1944.

64 El Tiempo, Bogotá, julio 12, 1944.

65 El Tiempo, Bogotá, julio 12, 1944.

66 Alfonso López Pumarejo, "Los sucesos de Pasto relatados por el presidente Alfonso López", en López Pumarejo. Obras Selectas 567-579.

67 Véase, Vernon Lee Fluharty, La danza de los millones. Así lo señala también el Capitán liberal Ismael Hurtado en Arturo Alape, "Antecedentes y Consecuencias del 9 de Abril", "Militares y Policías", Bogotá: Centro Jorge Eliécer Gaitán, copia a máquina, borradores de El Bogotazo.

68 Álvaro Valencia Tovar, Testimonio de una época (Bogotá: Planeta, 1992), 71 y Gonzalo Bermúdez, El poder militar en Colombia. De la Colonia al Frente Nacional (Bogotá: Editorial América Latina, 1982), 53-55. Para Silvia Galvis y Alberto Donadío, si bien en el momento del golpe la ideología nazi infuenciaba algunos grupos del Ejército, era difícil, sin embargo, aislar la insatisfacción interna para atribuir el golpe a un grupo inspirado "en el nazismo y el peronismo con generosos respaldos del partido conservador". Véase: Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia Nazi, 320. Algo intentó sanar López con el nombramiento de Domingo Espinel como Ministro de Guerra, congratulado por la oficialidad del Ejército en diversos banquetes y cuando en abril de 1944 dictó un decreto destinando $150.000 para construcciones en la Base Naval de Cartagena; $500.000 para vestuario; $850.000 para prima móvil; y varios millones más para construcciones de bases aéreas y cuarteles. El Relator, Cali, Marzo 17 y Abril 26, 1944.

69 Antonio García, Problemas de la Nación colombiana (Bogotá: Nuevo Mundo, 1952), 98-99.

70 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

71 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

72 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

73 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

74 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

75 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

76 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

77 Ver por ejemplo, Medóflo Medina, Historia del Partido Comunista (Bogotá: CEIS, 1980); Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994 (Bogotá: Norma, 1995); Daniel Pécaut, Orden y Violencia. 1930-1954 (Bogotá: Siglo XXI Editores, 1987); Gustavo Rodríguez, "Segunda Administración de López Pumarejo. Primer Gobierno de Lleras Camargo", en Nueva Historia de Colombia I, Historia Política 1886-1946 (Bogotá: Planeta, 1989), 373-396; Renán Vega, Crisis y caída de la República liberal (Ibagué: Mohan, 1988); David Fernando Varela, Documentos de la Embajada (Bogotá: Planeta, 1998); y Eduardo Zuleta, El presidente López (Medellín: Albón, 1968).

78 El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

79 Eduardo Zuleta, El presidente López, 86.

80 Lane a la Secretaría de Estado, julio 13 y 19 de 1944. NA. 82100/7-1344 y 821.00/7-1444. RG 59.

81 Lane a la Secretaría de Estado, julio 13 y 19 de 1944. NA. 82100/7-1344 y 821.00/7-1444. RG 59.

82 Véase El Relator, Cali, enero 20 a 30, 1944.

83 El Relator, Cali, enero 27, 1944. Editorial propiedad de la familia Zadwaski, en Cali, El Relator se convirtió en uno de los diarios regionales de oposición más importantes. Su antagonismo con el Presidente era personal y político, razón por la cual engrosó las flas del liberalismo antilopista.

84 Aún en abril de 1948, cuando se discutía la participación de los liberales en un nuevo gobierno de Unión Nacional, los conservadores condicionaron un posible entendimiento a la rehabilitación de los militares comprometidos. Carlos Lleras Restrepo, "Crónica de mi propia vida", Nueva Frontera 556 (Octubre 2-8 de 1986): 2.

85 "Mensaje del General Domingo Espinel a las Brigadas y Bases Aéreas, Marítimas y Fluviales", Palanquero, julio 10 de 1944. El Tiempo, Bogotá, agosto 7, 1944.

86 "Mensaje del General Domingo Espinel a las Brigadas y Bases Aéreas, Marítimas y Fluviales", Palanquero, julio 10 de 1944. El Tiempo, Bogotá, agosto 7 de 1944. Sobre los militares oficialmente implicados y sus condenas consúltese: Consejos de Guerra Verbales (Volumen 1 Sentencias) (Bogotá: Ministerio de Guerra, Imprenta del Estado Mayor General, 1944).

87 Diógenes Gil Mojica, "Carta al presidente Alfonso López", en El 10 de julio. Armas más útiles y costeables (Bogotá: Andes, 1971), 210 y 211.

88 Diógenes Gil Mojica, "Carta al presidente Alfonso López", 210 y 211.

89 Diógenes Gil Mojica, "Carta al presidente Alfonso López", 210 y 211.

90 El expediente puede consultarse en el Archivo General del Ministerio de Defensa (AGMD), Bogotá, Colombia. Hoja de Vida del Coronel Diógenes Gil. El AGMD, no está clasificado, debe buscarse alfabética y manualmente la hoja de vida del Coronel Gil.

91 AGMD, Hoja de Vida del Coronel Diógenes Gil.

92 El Tiempo, Bogotá, noviembre 30, 1944.

93 AGMD, Hoja de Vida del Coronel Diógenes Gil.

94 Carlos Lleras Restrepo, "Crónica de mi propia vida", Nueva Frontera 564 (diciembre 23-29 1985): 3.

95 El Tiempo, Bogotá, julio 17, 1945.

96 El Tiempo, Bogotá, septiembre 25, 1946.

97 Citado por Gustavo Humberto Rodríguez, "Segunda Administración de López Pumarejo. Primer Gobierno de Lleras Camargo", en Nueva Historia de Colombia, Vol. I Historia Política 1886-1946 (Bogotá, Planeta, 1989), 382.

98 Lane a Keith, julio 19 de 1944. NA. 821.00/7-1444, RG 59.

99 Diógenes Gil Mojica, El 10 de julio, 223.

100 Silvia Galvis y Alberto Donadío, Colombia Nazi, 320.

101 El Tiempo, Bogotá, junio 27, 1945.

102 Willey al Secretario de Estado, junio 8 de 1945. NA. 821.00/6-845. RG 59.

103 Willey al Departamento de Estado, julio 7 de 1945. NA. 821.00/7-745. RG 59.

104 El Tiempo, Bogotá, julio 20, 1945.

105 El Tiempo, Bogotá, julio 20, 1945.

106 Véase Salomón Kalmanovitz, Economía y nación (Bogotá: CINEP, UN, Siglo XXI, 1985), 379.

107 "Gentes corrompidas que han llevado el virus de la descomposición a la nación ... :oligarquía que deshonra y que delinque" denominó Gaitán al gobierno de López en una manifestación pública. El Relator, Cali, abril 4, 1944.


Bibliografía

Fuentes Primarias
Archivos

Alape, Arturo. "Antecedentes y consecuencias del 9 de Abril", "Militares y Policías". Bogotá, Centro Jorge Eliécer Gaitán, copia a máquina, borradores de El Bogotazo.        [ Links ]

Archivo Nacional de Estados Unidos, Washington.        [ Links ]

Correspondencia enviada y recibida de Alberto Lleras, noviembre 8, 1940 - febrero 2, 1945, mss. 821-045- 821-045/6), Sala de Manuscritos, Biblioteca Luis Ángel Arango.        [ Links ]

Fuentes Primarias Impresas

Consejos de Guerra Verbales. Bogotá: Ministerio de Guerra, Imprenta del Estado Mayor General, 1944.        [ Links ]

García, Antonio. Problemas de la Nación Colombiana. Bogotá: Nuevo Mundo, 1952.        [ Links ]

López Pumarejo, Alfonso. "Mensaje al Congreso Nacional en la instalación de sus sesiones ordinarias de 1943". En López Pumarejo. Obras Selectas Segunda Parte, compilado por Jorge Mario Eastman. Bogotá: Cámara de Representantes, Editorial Retina, 1980, 278.        [ Links ]

López Pumarejo, Alfonso. "Los sucesos de Pasto relatados por el presidente Alfonso López". En López Pumarejo. Obras Selectas Segunda Parte, compilado por Jorge Mario Eastman Bogotá: Cámara de Representantes, Editorial Retina, 1980, 567-579.        [ Links ]

Memorias del Estado Mayor del Ejército de Colombia 3, marzo de 1944.        [ Links ]

Publicaciones Periódicas

El Espectador, Bogotá, marzo 29, 1943.         [ Links ]
El Tiempo, Bogotá, 1943 - 1946.         [ Links ]
El Relator, Cali, 1944.         [ Links ]
El Siglo, Bogotá, 1942 - 1943.        [ Links ]

Fuentes Secundarias

Atehortúa, Adolfo León y Humberto, Vélez. Estado y Fuerzas Armadas en Colombia (1886-1953). Bogotá: Tercer Mundo, Pontifica Universidad Javeriana Cali, 1994.        [ Links ]

Bermúdez, Gonzalo. El poder militar en Colombia. De la Colonia al Frente Nacional. Bogotá: Editorial América Latina, 1982.        [ Links ]

Galvis, José A. "El cuartelazo de Pasto". Credencial Historia 193 (enero 2006): 3-13.        [ Links ]

Galvis, Silvia y Alberto, Donadío. Colombia nazi, 1939-1945: espionaje alemán, la cacería del FBI, Santos López y los pactos secretos. Bogotá: Planeta, 1986.        [ Links ]

Gil Mojica, Diógenes. El 10 de julio, armas útiles y más costeables. Bogotá: Andes, 1971.        [ Links ]

Kalmanovitz, Salomón. Economía y nación. Bogotá: CINEP, UN, Siglo XXI Editores, 1985.        [ Links ]

Lee Fluharty, Vernon. La danza de los millones. Régimen militar y revolución social en Colombia (1930-1956). Bogotá: El Áncora editores, 1981.        [ Links ]

Lleras Restrepo, Carlos. "Crónica de mi propia vida CCXIX". Nueva Frontera 556 (octubre 28-noviembre 1985): 8-10 y 33.        [ Links ]

Lleras Restrepo, Carlos. "Crónica de mi propia vida CCXX". Nueva Frontera 557 (noviembre 4-10 1985): 20-23.        [ Links ]

Lleras Restrepo, Carlos. "Crónica de mi propia vida CCXXVI". Nueva Frontera 564 (diciembre 23-29 1985): 23-25.        [ Links ]

Medina, Medóflo. Historia del Partido Comunista. Bogotá: CEIS, 1980.        [ Links ]

Palacios, Marco. Entre la legitimidad y la violencia. Colombia, 1875-1994. Bogotá: Norma, 1995.        [ Links ]

Pécaut, Daniel. Orden y violencia. 1930-1954. Bogotá: Siglo XXI Editores, 1987.        [ Links ]

Rodríguez, Gustavo Humberto. "Segunda administración de López Pumarejo. Primer gobierno de Lleras Camargo". En Nueva Historia de Colombia Vol. I Historia Política 1886-1946. Bogotá: Planeta, 1989.        [ Links ]

Valencia T., Álvaro. Testimonio de una época. Bogotá: Planeta, 1992.        [ Links ]

Varela, David Fernando. Documentos de la Embajada. Bogotá: Planeta, 1998.        [ Links ]

Vega, Renán. Crisis y caída de la República liberal. Ibagué: Mohan, 1988.        [ Links ]

Zuleta, Eduardo. El presidente López. Medellín: Albón, 1968.        [ Links ]

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons