SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número38ENTENDIENDO LOS OBJETOS Y LAS MERCANCÍAS EN PERSPECTIVA HISTÓRICA: PRESENTACIÓN DEL DOSSIER "OBJETOS Y MERCANCÍAS EN LA HISTORIA"UNA MERCANCÍA IRRESISTIBLE: EL CINE NORTEAMERICANO Y SU IMPACTO EN CHILE, 1910-1930 índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Historia Crítica

versión impresa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.38 Bogotá mayo/ago. 2009

 

"JENEROS DE GUSTO Y SOBRETODOS INGLESES": * EL IMPACTO CULTURAL DEL CONSUMO DE BIENES INGLESES POR LA CLASE ALTA BOGOTANA DEL SIGLO XIX **

Ana María Otero-Cleves
Abogada de la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, con especialización en Periodismo de la misma universidad. Maestría en Historia Moderna de la Universidad de York, Inglaterra y candidata a Doctorado en Historia Moderna de la Universidad de Oxford, Inglaterra. Actualmente sus intereses investigativos se centran en el impacto social y cultural del consumo de bienes europeos en Colombia en el siglo XIX. ana.oterocleves@history.ox.ac.uk

* El Neogranadino, Bogotá, 30 de diciembre de 1848.

** El artículo es resultado de la Investigación del trabajo de maestría titulado "'Hats of the latest fashion, ties of great taste': Consuming English Goods in Nineteenth-Century Bogotá, Colombia" sometido en septiembre de 2005 para obtener el título de Maestría en Historia Moderna en la Universidad de York, Inglaterra. La autora agradece a Historia Crítica por la aceptación de esta colaboración, así como a los evaluadores anónimos por la generosidad y por la pertinencia de sus comentarios.


RESUMEN

Este artículo estudia el impacto cultural del consumo de bienes ingleses por parte de la clase alta bogotana en el siglo XIX. Propone que el consumo de mercancías inglesas, después de la Independencia, fue uno de los principales mecanismos utilizados por la gente acomodada, no sólo para asegurar su posición social, sino para construir una nación moderna de acuerdo con los parámetros fjados por el mundo europeo. En consecuencia, el artículo explora el papel que el consumo de bienes ingleses jugó en la construcción del Estado moderno y de la identidad de la clase alta bogotana a lo largo del siglo XIX.

PALABRAS CLAVE
Consumo, consumo cultural, cultura material, comercio, importaciones, Bogotá, siglo XIX.


"GOODS OF GREAT TASTE AND ENGLISH OVERCOATS": STUDYING THE CULTURAL IMPACT OF THE CONSUMPTION OF ENGLISH COMMODITIES BY THE UPPER CLASS IN NINETEENTH-CENTURY BOGOTÁ

ABSTRACT

This article examines the cultural impact of the consumption of English goods by Bogotá's upper class during the nineteenth century. It suggests that the consumption of English commodities after the country's independence was one of the main mechanisms employed by the upper classes to ensure their social position as well as to build a modern nation according to European standards. Hence, the article explores the role that consumption of foreign goods played in processes of nation-building and social differentiation throughout the nineteenth century.

KEYWORDS
Consumption, Cross-Cultural Consumption, Commerce, Imports, Bogotá, Nineteenth Century.

Artículo lo recibido 15 de enero de 2009; Aprobado 20 de Abril de 2009; modificado : 7 de mayo de 2009.


INTRODUCCION

Después de renunciar a su cargo como Ministro de Relaciones Exteriores, Vicente Borrero fue a atender su negocio en uno de los almacenes de la capital. En una tienda oscura de "veinticinco pies de hondo por veinte"1. Borrero vendía paño importado a los habitantes de Bogotá2. Al igual que otros acomodados bogotanos pasaba parte de sus días entre mercancías importadas y apiladas en desorden en las tiendas de la Calle Real3. Bogotá, además de ser uno de los centros más importantes de distribución de bienes extranjeros en el siglo XIX, era el eje político y uno de los núcleos educativos más importantes del país. Aunque pobre frente a los estándares europeos, la ciudad tenía varios atractivos para las élites educadas de las provincias, no sólo por constituirse en el centro de controversia política, sino porque la ciudad comenzaba a albergar una incipiente cultura urbana y a cultivar un particular estilo de vida. Es por ello que la capital se constituyó en el escenario propicio para la formación de una clase alta -compuesta tanto por bogotanos como por gente de provincia- que buscaría establecer nuevos parámetros de consumo de acuerdo con los estándares fijados por el mundo europeo.

La adopción de nuevos parámetros de consumo no fue, sin embargo, accidental. El consumo de bienes europeos fue uno de los caminos claves elegidos por la clase alta bogotana para consolidarse como una clase dominante, capaz no sólo de asegurar su posición social, sino de construir una nación "moderna" de conformidad con los modelos propuestos por Europa.

La incorporación de la cultura material europea fue, por lo tanto, fundamental para concretar el acercamiento de la clase alta al mundo europeo; sinónimo, este último, de progreso y civilización.

El presente estudio explora el papel que el consumo de bienes europeos -en particular mercancías inglesas- ocupó en la consolidación del Estado moderno y la identidad de la clase en el siglo XIX4. Así mismo, busca examinar los significados alternativos que la clase alta bogotana dio a los bienes extranjeros una vez decidió incorporarlos a su propia cultura material, como parte de un proceso más amplio de lo que los académicos han denominado "consumo de cultura a cultura" (cross-cultural consumption)5 . Teniendo en cuenta lo anterior y con el objeto de reconsiderar las perspectivas analíticas sobre el consumo entre culturas, el presente artículo centrará su atención en el valor cultural de las mercancías extranjeras para la clase alta bogotana en el siglo XIX. Para ello, analizará los factores internos que impulsaron la demanda de bienes europeos durante este periodo, con el ánimo de complementar los estudios realizados por los historiadores económicos del siglo XIX. El estudio igualmente busca subrayar la importancia de la cultura material como un escenario idóneo para crear categorías culturales capaces de favorecer la consolidación de identidades, tanto de nacionales como de clase6.

El artículo se ha dividido en cuatro secciones. La primera, contiene una breve reseña de la evolución de las importaciones en Colombia a lo largo del siglo XIX y explora cómo Inglaterra favoreció la adopción de nuevos patrones de consumo por parte de los colombianos. La segunda sección explora el tipo de mercancías que estaban siendo importadas a la capital y cuáles de éstas les era atribuida la categoría de "bienes ingleses". La tercera estudia cómo el consumo de mercancías inglesas fue utilizado por la clase alta, por un lado, para romper con su pasado colonial, y por otro, para formar una nación moderna. La cuarta y última sección examina cómo el consumo de objetos extranjeros fue empleado por los miembros de la clase alta bogotana para distanciarse de los demás estratos sociales, como una reacción a la movilidad social generada por la Independencia. Finalmente, la conclusión busca poner a prueba los modelos de "consumo de cultura a cultura" propuestos recientemente por académicos. Se espera con ello cuestionar los marcos teóricos que han sido empleados para evaluar el consumo de bienes europeos en América Latina después del período independentista.


1. Bienes, importaciones e independencia

En 1824 James Henderson, cónsul general de Gran Bretaña en Colombia, escribió al Board of Trade un informe completo sobre las nuevas normas comerciales que podrían ser de interés para el comercio de exportación inglés. Henderson enumeraba en detalle los artículos que estaban siendo importados a Colombia, entre ellos, relojes de oro y plata, paraguas y espejos, telas de lana y algodón, sombreros de seda, piedras preciosas y perfumes, loza y cristal de Europa, pañuelos y prendas de vestir7. Las regulaciones comerciales citadas por el cónsul no sólo demostraban que existía una clara demanda de productos europeos en el país, sino que ponían de manifiesto el interés del gobierno colombiano en promover el comercio directo con Europa.

Para mitad de la década de 1820 el comercio ya había sido monopolizado casi en su totalidad por Inglaterra. Según el comerciante francés Gaspard-Théodore Mollien, "el poder de Inglaterra en América no tiene rival; [...] sus mercancías son compradas casi exclusivamente, sus agentes comerciales, oficiales y corredores, se encuentran en todas partes"8. Estudios recientes apoyan la afirmación de Mollien. Según éstos, las importaciones a Colombia desde 1821 hasta 1827 fueron casi exclusivamente de mercancías inglesas, importaciones que durante este período alcanzaron un valor total de £2'212,708, representadas principalmente en armas, loza, vestidos, medias, algodón, lana, seda y telas9. Además, de 1822 a 1823 el valor de las importaciones inglesas fue casi triplicado, y para 1825 las importaciones procedentes de Gran Bretaña llegaron a un total de más de seis veces el nivel alcanzado en 182210.

Varios factores pueden ser identificados como responsables del auge de las mercancías inglesas durante la década de los veinte en Colombia. La Independencia significó una apertura definitiva hacia el comercio exterior; un proceso que estuvo acompañado de las políticas de laissez-faire adoptadas después de la década de 1820. No obstante, el papel activo desempeñado por Gran Bretaña también favoreció la demanda de bienes importados, ya que el aumento en el volumen de las importaciones entre 1822 y 1826 fue pagado en gran parte por los préstamos británicos de 1822 y 182411. Además, Inglaterra no perdió tiempo para comprometer a la nueva República, firmando el 18 de abril de 1825 un tratado de libre comercio con Colombia como parte de su política de incentivar el libre comercio.

No obstante, el auge de las importaciones en la década de 1820 no duró mucho. Para 1830 Nueva Granada entró en una depresión económica, debido entre otros factores a la caída del mercado de bonos británico en 1826. Colombia demostró con ello su posición como una de las naciones más pobres de América Latina, ubicándose junto a países como Bolivia y Honduras12. Ello en gran parte producto de la precaria infraestructura de exportación de la Nueva Granada. Fue entonces cuando el país se vio obligado a buscar nuevas alternativas para obtener mayores recursos, optando por la consolidación de una economía de exportación como la opción más eficaz para obtener el capital necesario para satisfacer, entre otras cosas, la demanda de importaciones.

Los historiadores del siglo XIX han argumentado que la economía de exportación en América Latina fue estimulada por factores externos, como la demanda de materias primas y productos alimenticios para el consumo de los centros urbanos europeos, y la disminución de los costos de los fletes oceánicos y, por factores internos, como la reducción de la turbulencia política y la eliminación de los obstáculos comerciales propuesta por los gobiernos republi-canos13. Sin embargo, la tendencia a explicar el flujo de mercancías extranjeras en Latinoamérica, como una respuesta directa a las economías de exportación de los países emergentes, parece dejar de lado la existencia de las motivaciones internas (ya fueran culturales o sociales) que provocaron la demanda de este tipo de mercancías14. De hecho, varios factores contribuyen a sostener que la economía de exportación se consolidó en Colombia junto con una creciente demanda de bienes extranjeros.

La demanda de estos bienes en el país en la primera década después de la Independencia fue impulsada por la adopción de nuevas prácticas de consumo. A pesar de la sobretasa del cinco por ciento sobre las mercancías procedentes de las colonias británicas, la mayor parte de los bienes ingleses eran importados por vía de Jamaica. ésta se había constituido, desde principios del siglo XVIII, en un significativo centro de contrabando que logró familiarizar a los colombianos con nuevas prácticas de consumo, en especial durante el exilio de varios de ellos en Kingston durante la reconquista española15. En este sentido, el capitán de la marina británica, Charles Stuart Cochrane, observó que la clase alta bogotana tenía

"[...] ciertamente un deseo por adoptar las costumbres y maneras inglesas, y dar una decidida preferencia a todo lo inglés. [...] Esto se debe: primero, que por un largo período de tiempo Inglaterra fue el país que los suplió, a través de Jamaica (por medio del comercio de contrabando) con todos los conforts y lujos de la vida y consecuentemente, les impuso un gusto por todo lo inglés"16.

No obstante, la demanda de mercancías extranjeras no sólo fue el resultado del comercio de contrabando con las colonias británicas. Su aumento también puede explicarse por el contacto con los ingleses -a través de la Legión Británica y de empresarios y diplomáticos que llegaron al país en la década de 1830- y los viajes a Europa de algunos miembros de la clase alta, que regresaban a la capital decididos a establecer nuevos patrones de consumo.

Para mitad de siglo la reducción radical de los derechos de importación y el establecimiento de la tarifa a las importaciones por peso bruto y no por valor continuaron favoreciendo la importación de productos extranjeros y pusieron de manifestó la tendencia de la política arancelaria a favorecer las importaciones de lujo. Prueba de ello es el aumento de la importación de objetos extranjeros durante el período de sostenida prosperidad económica (1845-1882) de 3 millones de pesos por año en la década de 1830, a 11 millones de pesos en 188017. La posibilidad de que una cantidad considerable de esos productos provinieran de Inglaterra se ve reforzada por los datos oficiales de las exportaciones de este país a América Latina. Por ejemplo, según los Libros de Exportaciones de Mercancías Británicas (Ledgers of Exports of British Merchandise) de 1849, £377 libras en paraguas y sombrillas se exportaron a la Nueva Granada, así como 34 relojes de oro y plata, 242,382 piezas de loza y porcelana, 432 sombreros y 1,888 lb. de materiales de seda y cintas, entre otros artículos18.

Ya para la década de 1860, debido a la mejora del transporte interoceánico, casi todos los importadores negociaban directamente con Inglaterra. ésta era responsable, desde mediados de siglo hasta la década de 1880, del 50 por ciento o más de las importaciones a Colombia, mientras que Francia aportaba cerca de 25 por ciento de mercancías extranjeras, en su mayoría artículos de lujo. La cantidad de las importaciones procedentes de los Estados Unidos -que de 1820 a 1840 fueron principalmente re-exportaciones- aumentó considerablemente en la década de 1850, pero disminuyó en el decenio siguiente como consecuencia de la Guerra Civil norteamericana. Finalmente, en las últimas décadas de siglo XIX, la participación de Inglaterra se redujo a 34 por ciento, debido principalmente a la mejora del comercio de importación con los Estados Unidos y Alemania19.


2. Consumiendo "bienes ingleses"

La posición de Inglaterra como el principal proveedor de importaciones a Colombia permite preguntarse qué tipo de productos fueron importados al país. Evidentemente, lo que más se importada de Inglaterra eran textiles de algodón y lana, que correspondían al 90 por ciento de las importaciones de este producto al país. Según los Libros de Exportaciones de Mercancías Británicas de 1873, un total de 1'575,560 libras de algodón fueron importadas a Colombia, lo que representó más de 101'887,760 metros de tela. Sin embargo, otro tipo de artículos también eran importados. Por ejemplo, durante el mismo período el país compró 3,923 libras de libros impresos -una inversión superior a México (£819) y Chile (£2,837) durante el mismo año- £9,370 en relojes, £11,998 en loza y porcelana y £1,173 en instrumentos musicales. Mientras México compró sólo seis decenas de sombreros en el período mencionado y Chile 1,522, Colombia adquirió un total de 3,07920.

Gran parte de estos productos eran, sin duda, enviados a la capital. Bogotá, a pesar de su localización y del costo y las dificultades para transportar mercancías de la costa hasta la ciudad, tuvo como función central en el siglo XIX la distribución de mercancías extranjeras en toda la zona entre Bucaramanga y Neiva. Una de las principales causas de este fenómeno fue la debilidad del comercio interregional, que reducía la posibilidad de desarrollar una fuerte estructura comercial a nivel nacional y, por lo tanto, incentivaba la dependencia de productos extranjeros. Además, el alto costo de transporte por tierra entre las provincias no justificaba el comercio con otras ciudades, a menos de que se tratara de productos que no se podían producir localmente. Esta circunstancia fue aprovechada por los comerciantes, quienes comenzaron a importar mercancías para distribuirlas a las provincias con peores vías de acceso al río Magdalena que Bogotá -como Tunja y Socorro-, así como a ciudades y pueblos que a pesar de estar más cerca del río, no contaban con recursos suficiente para participar en el comercio internacional21.

El flujo de un gran número de gente acomodada de provincia a la capital también explica la promoción del comercio de importación en Bogotá. Empresarios y políticos de las provincias, junto con ricos comerciantes y terratenientes de la capital a pesar de sus diferencias ideológicas constituían en el siglo XIX la clase alta de la ciudad. Este reducido grupo comenzó a compartir los mismos patrones de consumo y a apreciar, de igual forma, el contacto con Europa. De hecho, la gran mayoría de los provincianos que migraron a la capital comenzaron a considerarse como bogotanos, así como sus hijos, quienes por su influencia se criaron en ésta. Tal fue el caso de José María Samper, nacido en Honda y criado en la ciudad de Bogotá, quien declaró enfáticamente que él no era ni un chapetón ni un calentano, sino más bien un cachac en otras palabras, un bogotano22.

Este grupo de hombres se convirtió en el principal consumidor de lo que, bajo los estándares del siglo XIX, se denominarían "bienes ingleses".

Finalmente, no sobra anotar que la reducida producción local de ciertos bienes de consumo fue un factor que, igualmente, impulsó el consumo de bienes extranjeros en la Bogotá del siglo XIX. Aunque se observaron intentos por establecer fabricas nacionales para suplir la demanda de ciertos bienes, como por ejemplo porcelana y vidrio, esta producción no restó relevancia a la demanda de bienes extranjeros.

Antes de entrar a analizar el significado que los bogotanos asignaron a los objetos extranjeros, es necesario estudiar qué se consideraba como un "bien inglés" en esa época. Es claro que los bienes ingleses, propiamente dichos, fueron consumidos a lo largo del siglo XIX tanto por los miembros de la clase alta bogotana como por los campesinos del interior. No obstante, mientras que los primeros compraban costosos juegos de mesa, ropa lujosa, e incluso cerveza y vidrio inglés, los habitantes de las zonas rurales, compraban algodón barato y manufacturas de lana inglesas23. Por lo tanto, el origen de los bienes parece haber sido reconocido explícitamente cuando éste era "registrado" como un bien de lujo para el consumo de la clase alta, e ignorado intencionalmente cuando estaba destinado al consumo de las clases bajas24. En otras palabras, mientras una camisa barata de algodón ingles era simplemente una camisa, una levita importada era claramente una levita inglesa. Esta diferenciación se debía al hecho de que la clasificación del objeto como "inglés" cumplía específicos objetivos culturales de la clase alta.

Irónicamente, mientras que el término "inglés" lo restringían a los bienes considerados como bienes de lujo, era bastante flexible en otro nivel. En efecto, lo que realmente le importaba a la sociedad bogotana era que el objeto pareciera "inglés", independientemente de si era o no auténticamente extranjero. Un buen ejemplo de la flexibilización de la categoría de "lo inglés" era el hecho de que la ropa confeccionada en Bogotá, con materiales extranjeros, seguía considerándose inglesa. Es así como la venta de "'paños anchos de buena calidad"25, anunciada en los periódicos de la época, o de "un elegante surtido de [...] paño para hacer sacos o sobretodos, [...] casacas i levitas"26, permitió a la gente acomodada y de medianos recursos solicitar a sus sastres que los vistiesen a la moda inglesa. Su vestido sería entonces inglés, a pesar de haber sido confeccionado en la capital.

En pocas palabras, mientras por un lado la categoría de "bien inglés" se restringía a los artículos de lujo, por otro, la connotación de "inglés" se ampliaba en cuanto al tipo de bienes que podían ameritar esta categorización. Concluir que esta flexibilización fue el fruto de las circunstancias económicas que Colombia experimentó durante el siglo XIX, y de las pocas alternativas que tenía la clase alta para acceder a esos bienes, es reducir el asunto significativamente. La categoría de "lo inglés" se consolidó en el terreno cultural, y para entenderlo es necesario estudiar lo que estos objetos significaron para la clase alta bogotana en el siglo XIX, un grupo social que estaba participando en la consolidación de una nación moderna y en la construcción de su propia identidad social.

3. Consumo y nación

Una vez alcanzada la Independencia, los colombianos asumieron la tarea de construir una nación "moderna"27. Para la clase alta esto significaba formar parte de la cultura occidental, adoptar sus ideologías, imitar sus modales y acoger sus instituciones políticas. El consumo de bienes europeos y la adopción de la cultura material inglesa formaron, por lo tanto, una parte importante de este esfuerzo por reafirmar su lugar como occidentales. Es por ello que el consumo de objetos ingleses se convirtió en un espacio en el que cuestiones de identidad nacional y "modernidad" serían impugnadas y reafirmadas a lo largo del siglo XIX.

La Independencia significó, al menos para la clase alta, una ruptura con su pasado colonial. Con esta ruptura vino el convencimiento de que las pobres condiciones económicas y culturales del país habían sido el resultado del control español, y que una estrecha relación con los países del noroeste europeo garantizaría la superación de dicho atraso. La adopción de modas europeas en el vestir, el cambio de los espacios domésticos, el consumo de alimentos extranjeros y la modificación del comportamiento en las reuniones sociales se convirtieron, por lo tanto, en mecanismos no sólo para acercarse al mundo occidental, sino para romper con la herencia española. Sin embargo, en lo que respecta a las condiciones materiales de los bogotanos, este acercamiento no fue inmediato, sino más bien lento y gradual.

En los primeros años después de la Independencia, los bienes ingleses se vieron obligados a compartir el mismo espacio con la cultura material católica del período colonial. Mientras que hombres elegantes de clase alta llevaban abrigos ingleses importados de Jamaica, mujeres con collares de perlas vestían las tradicionales mantillas españolas. En la década de 1820, retratos de la Dolorosa continuaban colgados en las salas de las casas, cerca de los recientemente adquiridos muebles ingleses o relojes europeos de mesa. Los cambios eran lentos y difíciles, no sólo porque Bogotá aún conservaba una considerable fracción católica y tradicional, sino porque las limitaciones de transporte -en tiempo y dinero- restringían el acceso de los bogotanos a los productos extranjeros.

Sin embargo, lo que más dificultaba la transformación de la cultura material bogotana era que las ideas de la clase alta sobre el comercio, el progreso y la modernidad cambiaban con mayor rapidez que las prácticas para comerciar y comprar bienes. Por lo tanto, aunque la clase alta quisiera superar sus vestigios coloniales, que dicho pasado había construido durante siglos, la transformación del mundo material fue lenta e incluso paradójica. Aunque gradual, el cambio comenzó a vislumbrarse en la segunda década del siglo XIX.

Viajeros y diplomáticos que llegaron a la capital en los primeros años después de la Independencia, señalaron que a pesar de la moderación de los bogotanos, los bienes ingleses comenzaban a verse en las casas de las personas más acomodadas. Mientras que el diplomático francés, August Le Moyne, afirmaba que vajillas inglesas podrían encontrarse en la mesas de las casas de la capital28, Gaspard-Théodore Mollien indicaba que las antiguas alfombras de paja de los indígenas ya no eran utilizadas por la gente distinguida, puesto que había sido remplazadas portapetes de manufactura europea29.

No fue sólo en las casas en donde los bienes ingleses empezaron a aparecer. El consumo de alimentos importados también comenzó a modificar las costumbres locales. John Steuart mencionaba, por ejemplo, que aunque los bogotanos conservaban una particular forma de cocinar, "en la casa de gente distinguida y opulenta, los platos generalmente eran una mezcla de comida francesa e inglesa"30. John Hamilton, por su parte, anotaba que el refrigerio servido en una reunión de importantes políticos de la República a principios de la década de 1820 incluía cerveza inglesa, ron de Jamaica y vino español. Igualmente, declaró que "la cerveza [que] venía de Inglaterra era considerada como un gran lujo" del cual "el Ministro de Finanzas era tan aficionado como cualquier John Bull podría serlo"31.

Así como sucedía con otro tipo de bienes extranjeros, lo que atraía a las clases altas bogotanas a la cerveza inglesa no era particularmente su sabor sino que la práctica de beberla era extranjera y por asociación, moderna32. En consecuencia, tener un reloj de cuerda en el bolsillo o usar un sombrero de copa -en un ambiente aún bastante colonial- se convirtieron en una evidente demostración de contacto con el mundo moderno, y simultáneamente, una confrontación a los valores heredados del sistema español.

Sin embargo, lo más significativo de las descripciones dadas por los europeos que visitaron la capital en las dos primeras décadas del siglo XIX fue no sólo el contraste entre la incipiente aparición de mercancías extranjeras dentro de una sociedad bastante tradicional, sino el esfuerzo de la gente acomodada por superar dicha condición. Por ejemplo, cuando Hamilton ofreció un baile formal en honor del vicepresidente se sorprendió porque el "baile terminó siendo lucrativo para los sastres, quienes estuvieron ocupados por el resto del tiempo en confeccionar breeches (pantalones)"33. De acuerdo con el coronel británico, era tan importante para los bogotanos vestir de acuerdo con la última moda inglesa, que "un caballero de edad se disculpó por no asistir al baile, arguyendo que los sastres tenían tanto trabajo que no le fue posible que le hicieran sus breeches"34.

Este afán por acomodarse a la moda europea era parte de un proyecto más amplio que buscaba cambiar las condiciones en las que el país se encontraba antes de la era independentista. El carácter de las guerras de independencia tuvo como consecuencia que la élite criolla optara por buscar referentes extranjeros para la construcción de nación35; referentes que no se limitaron a las políticas económicas y a las instituciones políticas, sino a la adopción de una cultura material coherente con el modelo republicano36. Por consiguiente, aunque el consumo de objetos europeos hubiera tenido lugar antes de la Independencia, los significados de las mercancías inglesas cambiaron significativamente una vez ésta fue obtenida. Antes, éstos eran considerados como bienes lujosos y atesorados, por su capacidad de denotar la riqueza. Ahora, eran los principales símbolos de ruptura e independencia.

El hecho de que la clase alta diera prioridad a las ideas de "modernidad" sobre las de lujo, al consumir bienes ingleses después de la Independencia se puede observar, si se estudia con detenimiento el tipo de mercancías apreciadas antes de la revolución independentista. En 1795 el testamento de Paula de Angulo, una bogotana de la clase alta, mencionaba la posesión de "seis espejos de última moda"37; mientras que el testamento de Josefa María Bustillo, un año después, inventariaba entre los objetos de mayor valor, un par de espejos ingleses para vestir38. El testamento de Margarita de León, por su parte, relacionaba dos escritorios, uno hecho en Inglaterra con trabajo en bronce y el otro al estilo inglés39. Dichos bienes sirvieron el propósito de reforzar la posición social, pero no tenían aún la capacidad de designar "modernidad". Esto no quiere decir que este tipo de objetos haya dejado de ser un medio para adoptar el estilo de vida europeo después de la Independencia, sino más bien que una vez que ésta fue alcanzada, la cantidad de bienes ingleses aumentó significativamente e incluyó otro tipo de mercancías, bienes ahora consumidos por más razones que sus lujosos atributos. Entre ellos se destacan la importación de imprentas, libros prácticos y de gramática, paños, abrigos, instrumentos musicales, plumas de plata y ropa para niños, entre otros artículos.

Para mediados de siglo ya eran evidentes los parámetros de consumo y las nuevas modas que habían adoptado los bogotanos. Isaac Holton, un botánico que visitó la cuidad en esta época, describía a los cachacos como jóvenes de casaca que podían ser asimilados a lo que en inglés se conocía como bucks o dandies40. El cachaco al que Holton se refería era el prototipo del joven capitalino con en un cierto status social, orgulloso de sus habilidades intelectuales y de su elegancia41. Incluso los anuncios de prensa aprovechaban las prácticas de este grupo de consumidores. Tal fue el caso del anuncio de El Pasatiempo en 1852, que consignaba: "Cachacos elegantes: ¿Queréis ostentar en las tertulias i bailes una lucida corbata de última moda?"42.

La mayoría de estos jóvenes eran abogados liberales, nacidos en la década de 1820, que consideran su deber eliminar todo vestigio colonial y adoptar las políticas de libre comercio y el individualismo liberal, promovidas en gran medida por Inglaterra. Gran Bretaña se constituía entonces como símbolo de comercio, progreso y empresa; una asociación que fue extendida igualmente a sus productos43. Como consecuencia de ello, los avances del país comenzaron a medirse en virtud de la cantidad de objetos importados y consumidos en la capital. En 1849 José María Cordovéz Moure juzgó, por ejemplo, el grado de progreso de la capital a partir de la aparición de objetos extranjeros en las casas de la gente acomodada, tales como muebles modernos, piezas de cristal y pianos ingleses44. La prensa adoptaría un criterio bastante similar. En 1853 El Pasatiempo establecía:

"Por todas partes, en todos los barrios, están siendo refaccionadas o se edifican casas, se enlosan calles, se hacen elegantes almacenes. Las personas que se ausentan por uno o dos años de la capital, se sorprenden a su regreso al ver las mejoras que esta recibe. Por donde quiera penetra el buen gust las casas de las gentes acomodadas, en lo general, se cubren de gruesas alfombras, de espejos gigantescos, de complicadas arañas y resplandecientes lámparas, de muelles y resortes, de costosas cortinas, de ricas vajillas; las ruedas se aumentan y en diez leguas a la redonda hoy se viaja en carruajes de alquiler cómodamente. Cada año se importan diez o doce pianos excelentes que vienen a aumentar los trescientos que hay en Bogotá. Las imprentas se mejoran. Los extranjeros útiles, artesanos, ingenieros y modistas se multiplican"45.

En consecuencia, el consumo de bienes ingleses para esta generación produjo un sentimiento de incorporación al mundo europeo y con éste, una confianza en el porvenir del país que iría de la mano con el optimismo generado por la expansión de economía de exportación a mitad de siglo. A través de este consumo la clase alta buscaba no sólo identificarse con Europa, sino ser reconocida por ésta como una clase alta culturalmente europea. Sin embargo, para la década de 1870 el contacto más directo con Europa, gracias a las mejoras en los sistemas de transporte tanto nacionales como interoceánicos, les había hecho entender que su deseada proximidad con el antiguo continente estaba lejos de convertirse en una realidad, y que éste los reconocía no como sus pares, sino como sujetos culturalmente inferiores. Esta frustración se vio reforzada por los desfavorables resultados de las reformas económicas liberales y la caída de las exportaciones de tabaco (1878-1882), que dejaron al país en un crítico estado financiero.


4. Consumo y diferenciación

El consumo de bienes ingleses no se limitó a las dinámicas de construcción nacional. Debido a las ambigüedades sociales que jugaron un papel significativo a lo largo del siglo XIX, la clase alta bogotana buscó a través del consumo de bienes extranjeros afirmar su identidad más "pura" y "civilizada", y con ello diferenciarse de las demás clases sociales de las que, debido al alto grado de mestizaje, podían confundirse con gran facilidad. Esta preocupación fue manifestada por Don Alfonso Ricaurte un año antes de grito de independencia. En palabras de Ricaurte: "[T]odos en mi círculo creemos que debe reglamentarse el uso de la ropa, pues resulta inconveniente que ciertas gentes de procedencia no clara, se den el lujo de vestirse como lo hacen las gentes de bien y se den ínfulas de magistrados [...]"46.

Su afirmación resumía la preocupación de los capitalinos acomodados por la movilidad tanto racial como social que generaría el nuevo sistema republicano, una vez las restricciones legales y culturales impuestas por el orden colonial desaparecieran. A pesar de su preocupación, dichos cambios no ocurrieron tan rápido como Ricaurte y sus coetáneos lo esperaban. Para 1882, el observador Alfred Hettner aún percibía algunos de los vestigios coloniales en la capital. En Bogotá, afirmaba el observador extranjero, "la raza blanca [se encuentra] en la alta sociedad y la sangre india en las esferas bajas, quedando formada la clase media por una mezcla, más o menos por partes iguales, entre las dos"47. Mientras Hettner se preocupaba por reseñar las capas sociales y sus respectivas correspondencias raciales, también percibía los mecanismos utilizados por los miembros de la clase alta para reafirmar su posición social. Hettner observó, por ejemplo, que

"la ruana, lo mismo que el sombrero alto de paja, accesorios tan indispensables tanto para viajar como para uso en la vida campestre, son prendas mal vistas para uso urbano por la alta sociedad. Así que apenas algunos caballeros ya de edad siguen vistiendo el antiguo manto español, habiendo adoptado la mayoría el estilo europeo de vestir"48.

De esta forma el consumo de bienes extranjeros se convirtió en un mecanismo para desafiar, reafirmar y transformar cuestiones de raza, identidad y status social. A pesar de la Independencia, el reconocimiento social en Bogotá del siglo XIX estaba aún basado en los parámetros del orden colonial. Sin embargo, otros valores comenzaban a ser altamente apreciados49. Aunque las consideraciones sobre la pureza de sangre, las conexiones familiares, la ocupación y la educación continuaban siendo atributos importantes para la adquisición de cierto status en la capital, la acumulación de riqueza y la participación de los miembros de las clases altas en el comercio también comenzaron a ser altamente valorados por la sociedad.

José María Samper constituye un claro ejemplo de este sistema mixto de status social. Aún así, se declarara patriota y republicano. Samper no desconocía su origen español. "Por mí se decir que me ha causado siempre gran satisfacción intima la idea de ser "bien nacido", según las antiguas tradiciones, mucho más me ha enorgullecido la ejecutoria que me dejaron, con su patriotismo republicano, mis padres y mis tíos"50. Además de su descendencia española, Samper también ganó prestigio social en la sociedad bogotana estudiando derecho, una ocupación que en la época colonial había sido restringida únicamente a quienes fueran capaces de probar su pureza de sangre51. Sin embargo, reconocía que esta profesión liberal no era suficiente para lograr su sustento, y por lo tanto dedicó gran parte de su vida al comercio sin considerar esta opción como deshonrosa52. Todo lo contrari su participación en las actividades de importación de bienes extranjeros -desde libros hasta vajillas y maquinaria pesada- fue concebida por él como una participación "heroica" en el desarrollo del país y en el comercio de exportación.

Ahora bien, este sistema de status social, que mezclaba características de la sociedad colonial y de la republicana, se vio completado por la adopción de un particular estilo de vida que dependía altamente del consumo de bienes extranjeros. La clase alta aprovechó estos objetos, y sobre todo la relación entre éstos y los conceptos de "buen gusto" y "lujo" para demarcar sus fronteras sociales. El objetivo de dicha demarcación era unir a quienes compartían las mismas condiciones materiales de existencia y distanciarse de aquellos que no estaban en capacidad de satisfacer su mismo estándar de vida53. Aún más significativo fue que la esfera cultural en la que la construcción de este nuevo y legítimo estilo de vida estaba siendo construido era específicamente la esfera de la moda, la comida y los bienes de consumo doméstico. Objetos dentro de los que evidentemente se encontraban los bienes ingleses de lujo que estaban siendo importados por la clase alta bogotana, entre éstos, pianos "de fabrica inglesa"54, vajillas, sobretodos y sombrillas inglesas. La familia Samper, por ejemplo, anunciaba en la década de 1850 la venta de:

"Loza de pedernal fina. Samper i Ca. Tienen en Honda i esperan, un surtido completo de loza inglesa fina de pernal blanca, azul, morada i rosada. Se vende por mayor i por menor a buenos precios i al contado. Consiste el surtido en soperas, fuentes, ensaladeras, bandejas, azucareras, mantequilleras, salseras, rabaneras, saleros, tazas i jarras para baño, tazitas con platitos para té, id. id. para café, pocillos, jarritas, casinillas i tazas bolas"55.

En síntesis, la clase alta de la capital había asegurado su posición desarrollando un capital tanto económico como social, representado en el control de los cargos públicos, la escogencia de profesiones como el derecho y el acceso a la educación superior. Pero debido a cambios producidos por la Independencia, también tuvo la oportunidad de fijar parámetros en el ámbito de la cultura material y en las prácticas de la vida cotidiana, capaces de complementar el nuevo sistema de status social republicano.

Como consecuencia de esta actitud, la forma de vestir en el siglo XIX fue utilizada ya no como un creador de identidad -como había sucedido en la época colonial, en particular a mediados de siglo XVIII-, sino como un reflejo de las identidades de clase existentes56. ésta era no sólo la percepción de la clase alta, sino incluso de las clases populares quienes también veían entre los diferentes estilos de vida de ambos grupos sociales, signos de diferencias de clase. En 1853, por ejemplo, los artesanos de Bogotá se rebelaron contra la fracción liberal radical para protestar en contra de las modificaciones a las tarifas de importación y al incremento en el precio de alimentos. A pesar de sus diferentes posiciones ideológicas, las identidades de clase de estos dos polos del conflicto se hicieron evidentes más que todo por su forma de vestir. Por un lado, los artesanos comenzaron a ser identificados como "los de ruana", mientras que los jóvenes liberales, muchos de ellos miembros de la clase alta, fueron identificados como "los de casaca". éstos últimos eran los principales consumidores de ropa y telas inglesas.

Sin embargo, el interés de la clase alta por los bienes de lujo extranjeros fue complejo. Conservadores y liberales, cuyas principales diferencias recaían sobre la intervención de la Iglesia en los asuntos del Estado y en la protección de los valores tradicionales, compartían la visión de promover el progreso del país, y por lo tanto favorecían en su mayoría la importación de bienes y modas extranjeras. Con todo, algunos conservadores vieron que la clase alta estaba consumiendo en extremo. A mitad de siglo XIX El Mosaico criticaba fuertemente el encanto por los artículos de lujo y cuestionaba cómo el deseo por adquirir bienes extranjeros había surgido en una sociedad caracterizada por el poco desarrollo de sus industrias, la pobreza y la falta de capital. El semanario establecía:

"El lujo es excesivo y ruinoso en Bogotá porque él es el que alimenta el llamado comercio de esta capital, i el que esta llamado a improvisar fortunas inmensas en pocos días. La vanidad, el deseo necio de ostentar, la ridícula emulación son tan ciegos que sin reparar el camino por donde van, ni a donde han de parar, corren desatentados en pos de una fruslería, de un trapo miserable. I el comerciante, riendo de esta imbecilidad, se aprovecha de la locura i ceguedad de sus consumidores para chuparles hasta la última gota de sustancia"57.

Pero este rechazo al consumo de bienes de lujo, entre ellos los objetos ingleses, no fue lo suficientemente fuerte como para incentivar a los miembros familias más tradicionales y a los conservadores de la clase alta a establecer diferentes parámetros de consumo. Rechazarlos significaba, por una parte, distanciarse de los demás miembros de su clase social, quienes se definan a sí mismos por los parámetros de buen gusto y por el consumo de productos extranjeros, y por otra parte, distanciarse de un proceso más amplio que estaba teniendo lugar en la capital a la largo del siglo XIX; esto es, un proceso hacia la "civilidad". En este sentido, no era sólo la posesión de los bienes extranjeros lo que reafirmaba la posición social, sino el conocimiento sobre cómo debían utilizarse lo que garantizaba la capacidad de los objetos de servir como marcadores de status. Para ello, los miembros de la clase alta tuvieron que acceder a las normas de comportamiento que la sociedad europea había establecido para el "correcto" uso de determinados productos. Es así como se tradujeron diversos manuales de conducta, como fue el caso de la traducción de Florentino González del Manuel du savoirvivre de Alfred Meilheurat en 185858. Finalmente, a pesar del acceso de los otros grupos sociales al conocimiento de estas reglas de comportamiento, gracias al sinnúmero de manuales de urbanidad publicados en la época, la clase alta encontró otras formas para diferenciarse de las demás clases sociales, tales como la imitación de las prácticas cotidianas europeas. En 1859, por ejemplo, la prensa reprendía a las mujeres de clase alta por consumir té en vez del tradicional chocolate:

"Vosotras, siguiendo la corriente i el impulso de la moda habéis querido sustituir el excelente, sabroso, el nunca bien, como se debe, alabado chocolate por una decocción de lo que aquí se llama té i que en realidad no se sabe lo que es, por lo cual nosotros lo llamaremos X en vez de T. ¿En donde tenéis, bellas lectoras, el paladar, el gusto i aun el buen sentido para proscribir una costumbre nacional, que hoi es bien recibida i aceptada en las mejores sociedades del viejo mundo? ¿Os parece que toda Costumbre por ser extranjera es de buena lei, i que debemos adoptarla con este solo pasaporte?"59.

A pesar de la irritación del periódico, la práctica de consumir té había sido aceptada por las señoras de clase alta de la capital desde los primeros años del siglo XIX. Una costumbre confirmada tanto por extranjeros como por locales60. Consumir té se convirtió, por lo tanto, en un signo de refinamiento y, por contraste, en un claro rechazo a las costumbres locales. Adicionalmente, no era sólo el acto de tomar té lo que estaba generando esta distinción, sino la vajilla -posiblemente inglesa- que estaba siendo utilizada para beberlo.


CONCLUSIÓN.

Los objetos y las fronteras culturales

Cuando las mercancías cruzan fronteras culturales, el historiador se ve enfrentado a una serie de preguntas. ¿Tiene el mismo significado un sombrero de copa negro para un coronel británico, en la década de 1820, que para un vicepresidente de Colombia en la misma década? ¿Consumían el té las mujeres de la clase alta bogotana de la misma forma a como lo hacían las mujeres inglesas de similar clase social? ¿Tiene la misma importancia para sus dueños un piano, que ha sido llevado sobre los hombros de indios a través de montañas hasta Bogotá, que el mismo piano en Londres? Responder estas preguntas es, al mismo tiempo, preguntarse acerca de las repercusiones culturales del consumo. Así mismo, implica explorar la interdependencia entre los objetos y la cultura y las transformaciones que sus significados sufren una vez cruzan sus fronteras de origen61. Y es precisamente este tipo de cuestionamiento el que se requiere para completar el estudio del consumo de bienes ingleses en la Bogotá del siglo XIX.

Dos enfoques distintos, aunque no contradictorios, pueden utilizarse para desentrañar los efectos del "consumo de cultura a cultura" (cross-cultural consumption) que tuvo lugar en la capital colombiana. Por un lado, un análisis de las percepciones de los extranjeros sobre el consumo de bienes ingleses permite identificar la distancia que existe entre el consumo de un producto determinado en Inglaterra y su consumo en Bogotá. Por otra parte, y teniendo en cuenta que analizar únicamente la percepción extranjera puede implicar diversas limitaciones, es indispensable reconsiderar la relación entre cultura y consumo - soportándose en los aportes de la antropología en esta materia- para comprender cabalmente el tipo de transformaciones que los objetos experimentan una vez cruzan sus fronteras culturales. Tanto el enfoque descriptivo como el teórico serán necesarios para comprender las implicaciones culturales del desplazamiento de los objetos de una sociedad a otra.

La autenticidad, el buen gusto y el confort fueron los principales parámetros que utilizaron los europeos para describir el consumo de bienes ingleses en Bogotá. La artificialidad de la clase alta fue, por ejemplo, una de las principales observaciones formuladas por éstos con respecto a la utilización de la moda europea. En 1853, Isaac Holton escribió que era "tal el esfuerzo que hacían [los miembros de la clase alta] para eliminar cualquier vestigio nativo en su vestido, que no era difícil pensar que ellos habían sido también importados y empacados en aserrín"62. La falta de autenticidad de la élite se vio reforzada por el hecho de que el consumo de los bienes de lujo era llevado a cabo en una ciudad que, aún en las últimas décadas del siglo XIX, no tenía servicios públicos básicos ni un regular sistema de transporte, y cuyas tiendas y casas aún tenían "el rudo estilo del siglo diecisiete"63. Por lo tanto, más que el uso que los bogotanos daban a los objetos extranjeros, fue la distancia entre estos objetos y su entorno lo que sorprendió a los observadores europeos.

A pesar de la pobreza de Bogotá, es cierto que algunos de los testimonios extranjeros admiraban ciertas prácticas de consumo de la sociedad capitalina. De acuerdo con algunos de sus recuentos era posible encontrar en las tertulias mujeres bogotanas de "mucho gusto", al mismo tiempo que personas con gran "estilo y porte"64 en reuniones que parecían más una velada europea que una asamblea en Bogotá. Sin embargo, esto último no significaba que la clase alta se ajustara por completo a los estándares de buen gusto europeos. Cochrane, por ejemplo, se quejaba de las mujeres bogotanas que utilizaban medias de seda con vestidos negros y zapatos de colores, una combinación que de acuerdo al coronel británico "nosotros los europeos consideramos de mal gusto"65. Además de la probable falta de buen gusto, las prioridades en el consumo de la clase alta también fueron consideradas por los visitantes extranjeros como inusuales. Comprar costosos muebles europeos, pero vivir en casas poco lujosas; o esconderse bajo las mantillas negras en el interior de sus casas, pero adoptar su vestimenta europea cuando el espacio de sociabilidad así lo demandaba. Estos comportamientos fueron vistos por aquellos no sólo como curiosos, sino en ocasiones como poco admirables.

El grado de confort era también un área en la que los que extranjeros criticaban a los bogotanos. Steuart, por ejemplo, menciona que 'efectivamente la palabra comfort en su aceptación más general y su sentido más verdadero, no se encuentra del todo en su vocabulario [...] en definitiva, toda su forma de vida es de la más miserable descripción"66. La falta de preocupación de los colombianos por la comodidad en su esquema de vida terminó distanciándolos de los parámetros europeos de consumo, por cuanto las mejoras en los niveles de vida eran, bajo ojos ingleses, una medida de progreso y civilización67. En efecto, contrario a los valores europeos del siglo XIX, la clase alta colombiana consumía bienes extranjeros de lujo con el objetivo de exhibir, por cuanto la elegancia y la gentileza eran prioritarias en el consumo de este tipo de bienes. Este comportamiento terminó no sólo socavando la capacidad de la clase alta de consumir por "las razones correctas" de conformidad con los estándares europeos, sino reforzando su falta de buen gusto y refinamiento.

Puede concluirse, por lo tanto, que las principales críticas se centraron en la distancia entre el consumo de la clase alta y su entorno, y no en las formas radicalmente inadecuadas de utilizar y consumir los bienes importados. Lo que separaba a la élite de sus contemporáneos ingleses era la mezcla de su heredada cultura material española, con productos y prácticas inglesas, y el anacronismo en su consumo, pero no la falta de conocimientos acerca de cómo utilizar los objetos extranjeros. Efectivamente, la mayoría de los recuentos de extranjeros no hacen referencia a una infructuosa emulación de la clase alta de las costumbres inglesas a causa de sus distintos orígenes culturales.

En cierto modo esto nos lleva a cuestionarnos la relación que existe entre la cultura y los objetos y sobre todo, si los significados inscritos en ellos por una sociedad determinada se limitan a un específico milieu cultural. Siguiendo la máxima de Mary Douglas de que el consumo es la esfera en la que la cultura es combatida y moldeada, historiadores y antropólogos han reconocido que la cultura se construye a través del consumo. Bajo este esquema de análisis, los objetos son entendidos como marcadores de categorías culturales, y su agrupación como un mecanismo para exteriorizar significados sociales. Ello implica que al ser estos códigos creados por una cultura específica, sólo pueden ser leídos por aquellos que conocen el código y que son capaces de interiorizar dicha información. Sin embargo, esta aproximación deja abierta la pregunta de lo que ocurre con los objetos cuando la cultura que corroboran ya no es la cultura en la que originalmente circularon68.

Para explicar esta situación, los científicos sociales han recurrido a conceptos tales como la "traducción cultural" (cultural translation), la "hibridación" o la "creolización"69. éste último, que se utiliza principalmente en lingüística para explicar lo que ocurre cuando una lengua es creada gracias a la fusión de dos o más idiomas, ha sido empleado por los historiadores para comprender cómo los productos extranjeros son re-contextualizados (reemployed) por la cultura receptora. El paradigma de la creolización acepta que, una vez los bienes llegan a un ámbito cultural diferente, los significados que se les han otorgado se transforman de acuerdo con los valores de la cultura receptora. Esta aproximación da, en consecuencia, gran importancia a la creatividad de los nuevos consumidores en la elaboración de los significados de los bienes extranjeros de acuerdo con su entorno local y rechaza cualquier discusión sobre la "autenticidad" en la adopción de productos extranjeros por parte de la cultura receptora.

En el caso en estudio tal creatividad evidentemente sí existió. Como se ha discutido anteriormente, los bogotanos dieron significados específicos a los bienes ingleses como signos de la modernidad y la civilidad. Ello fue precisamente parte del proceso creativo de la clase alta para transformar el significado de las mercancías extranjeras, con el fin de que satisficieran sus necesidades culturales de identidad nacional y diferenciación social. Además, su creatividad se vio reforzada por el hecho de que en Bogotá el consumo de bienes extranjeros dependía de mediadores culturales entre Inglaterra y Colombia, esto es, los miembros de la clase alta quienes tenían contacto ya fuera directo o indirecto con Europa.

Sin embargo, a pesar de los beneficios que ofrecen estos modelos para la comprensión del "consumo de cultura a cultura", el estudio de la clase alta bogotana constituye un valioso caso para poner a prueba tales paradigmas, y al mismo tiempo para cuestionar la común -y no siempre correcta- hipótesis sobre el consumo de los objetos occidentales por parte de los países que no pertenecen al mundo europeo. Estos modelos se basan en la suposición de que "la creolización es una estrategia para la supervivencia de una cultura"70, debido a la imposición del sistema de valores europeo. Asumen, de igual manera, que el uso de creolización es una "estrategia efectiva para mantener la integridad cultural"71.

Ambas afirmaciones parecen encajar perfectamente en un modelo colonial en donde una cultura receptora se ve obligada a aceptar la cultura dominante. Con todo, el estudio del consumo de la clase alta bogotana parece impugnar dichas afirmaciones. Es evidente que la re-contextualización de los bienes ingleses por parte de la clase alta no fue el resultado de una relación de dominación/subordinación entre las dos culturas (esto es, entre la inglesa y la colombiana, al menos no oficialmente e incluso no informalmente, como sí ocurrió en el caso de Argentina72), ni el resultado de un esfuerzo por proteger la integridad cultural. Por el contrario, la apropiación de los bienes ingleses fue el producto de una búsqueda consciente de la clase alta por intensificar el contacto cultural con Europa y, en consecuencia, un mecanismo para transformar la identidad en lugar de protegerla. Son precisamente estas dos características las que explican por que las teorías comúnmente utilizadas para comprender el consumo de objetos occidentales pueden llegar a conclusiones apresuradas, y perder de vista relevantes fenómenos culturales.

Adicionalmente, el consumo de bienes europeos por parte de otras culturas es a menudo despreciado debido al aparente fracaso los nuevos consumidores en "consumir bien", a pesar de que tales "errores" en la forma y las prácticas del consumo son generalmente interpretados como una forma de introducir, desde sus propios puntos de vista, valores extranjeros en las prácticas locales. Sin embargo, cuando el papel de cultura receptora es más activo -como es el caso de la demanda de productos ingleses por parte de la élite bogotana- que pasivo -como la imposición de los productos europeos a esclavos africanos-, el "error" se reduce considerablemente, al menos en lo que a la utilización de los productos se refiere. De hecho, los testimonios de los extranjeros, a pesar de sus comentarios acerca de la falta de gusto y comodidad de la clase alta, rara vez mencionan el uso alternativo de los objetos europeos para otra finalidad que aquella para la que originalmente fueron creados. Por lo tanto, podría argumentarse que el papel activo de la cultura receptora, encaminado a favorecer el contacto con la cultura extranjera y la falta de resistencia en la adopción de los nuevos objetos, garantiza que el uso que se le da a los bienes no sea radicalmente alterado, a pesar de que sí se presente una re-formulación de sus significados para cumplir con las necesidades culturales de sus nuevos consumidores.

Ello nos invita a reconocer la necesidad de distinguir, al momento de dar aplicación a estos modelos, las condiciones sociales y culturales de los nuevos consumidores como un medio para establecer el grado de "proximidad" de éstos a la cultura extranjera y de resistencia hacia la misma. Al tener en cuenta el papel dinámico de la cultura receptora, el historiador está abriendo nuevos espacios de discusión sobre la construcción de identidades sociales a través del consumo de mercancías extranjeras. Así mismo, logra proponer en evidencia que no siempre la reformulación de los significados de los productos extranjeros busca defender la identidad cultural, sino más bien, crear una nueva.

En Colombia del siglo XIX las ideas de "modernidad" y "civilidad" estuvieron representadas en las mercancías extranjeras. Estos productos terminaron, sin embargo, sin cumplir plenamente los propósitos de la clase alta bogotana. El poseer bienes ingleses se convirtió en un medio eficaz para generar diferenciación social, pero dichos bienes fracasaron como mecanismos de reconocimiento de los miembros de la clase alta como "iguales" por parte del mundo europeo. Si para el vicepresidente colombiano llevar un sombrero de copa significaba ser "moderno" y "europeo", para el coronel británico esto definitivamente no era suficiente.


Comentarios

1. John Steuart, Bogotá in 1836-7. Being a narrative of an expedition to the capital of New-Grenada, and a residence there of eleven months (Nueva York, 1838), 143-144.

2. Augusto Le Moyne, Viajes y Estancias en América del Sur: Nueva Granada, Santiago de Cuba, Jamaica y el Istmo de Panamá (Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, 1945), 128 y Gaspard-Théodore Mollien, Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823 (Londres: 1824), 201.

3. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 144.

4. Benjamin Orlove y Arnold J. Bauer, "Giving Importance to Imports", en The Allure of the Foreign: Giving Importance to Imports (Ann Arbor: University of Michigan Press, c1997), 1- 29.

5. David Howes, "Introduction: Commodities and cultural borders", en Cross-cultural consumption: global markets, local realities (Londres y Nueva York: Routledge, 1996), 5.

6. Mary Douglas y Baron Isherwood, The world of goods: towards an anthropology of consumption: with a new introduction (Londres y Nueva York: Routledge, 1996), 37.

7. Archivos Nacionales de Gran Bretaña (The National Archives of the U.K., de aquí en adelante TNA): Public Record Ofce (De aquí en adelante PRO), BT 6/40, Colombia Consular Reports (1825-1827). James Henderson, Bogotá, Colombia, al Board of Trade, Londres, 9 de octubre, 1824. Manuscrito.

8. Gaspard-Théodore Mollien, Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823 (Londres: 1824), 216.

9. Aída Martínez Carreño, La prisión del vestid aspectos sociales del traje en América. (Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, c1995), 116.

10. Frank Saford y Marco Palacios, Colombia: fragmented land, divided society (Nueva York y Oxford: Oxford University Press, 2002), 163.

11. Leland H. Jenks, Migration of British Capital to 1875 (Nueva York: Knopf, 1963), 49.

12. Malcom Deas, "The Fiscal problems of Nineteenth Century Colombia", Journal of Latin American Studies 14 (1982), 289.

13. David Bushnell and Neill Maculay, The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century, 183-84.

14. Benjamin Orlove y Arnold J. Bauer, "Giving Importance to Imports".

15. Frank Saford y Marco Palacios, Colombia: fragmented land, divided society. Para un estudio juicioso de las condiciones de contrabando en Colombia durante el siglo XIX ver: Muriel Laurent, Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción. (Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, c2008).

16. Charles Stuart Cochrane, Journal of a Residence and Travels in Colombia, 108-109. ésta no fue sólo la impresión de Cochrane. Mollien afirmó que en la capital "algunas personas habían adoptado las costumbres y el comportamiento europeo; pero no fue sino hasta después de sus repetidos viajes a Jamaica, que renunciaron a sus hábitos nacionales." Ver Gaspard-Théodore Mollien, Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823, 201.

17. Aída Martínez Carreño, La prisión del vestid aspectos sociales del traje en América, 122.

18. TNA, PRO, CUST 8/70, Ledgers of Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1849.

19. José Antonio Ocampo, Colombia y la economía mundial, 1830-1910, 165-67.

20. TNA, PRO, CUST 8/70, Ledgers of Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1873.

21. Frank Saford, Commerce and Enterprise in Central Colombia, 1821-1870, 314-326.

22. José María Samper, Historias de un alma (Medellín: Bedout, 1971), 54.

23. Evidentemente una gran mayoría de los bienes ingleses importados a Colombia eran textiles de algodón y telas burdas para el consumo general, sobre todo teniendo en cuenta su bajo costo. No obstante, este tipo de bienes no ameritaron la categoría de "bienes ingleses", al menos para las clases altas.

24. Para comprender la importancia de los "registros" en lo que se refere a la clasifcación e intercambio de objetos desde un punto de vista teórico ver: Arjun Appadurai, "Introduction: commodities and the politics of value", en The Social Life of Things: Commodities in cultural perspective. Nueva York: Cambridge University Press, c1986. Igualmente, para una aplicación de dicha teoría y un análisis comparativo de las implicaciones de las categorías asignadas a los bienes en función de valores como identidad nacional, ver: Karl Gerth, China made: consumer culture and the creation of the nation, (Cambridge, Mass.; London: Harvard University Asia Center, 2003).

25. El Constitucional, Bogotá, 19 de agosto, 1824.

26. El Pasatiempo, Bogotá, 31 de enero, 1852.

27. Marco Palacios, Estado y clases sociales en Colombia (Bogotá: Presidencia de la República, 1986), 89.

28. Augusto Le Moyne, Viajes y Estancias en América del Sur: La Nueva Granada, Santiago de Cuba, Jamaica y el Istmo de Panamá, 202.

29. Gaspard-Théodore Mollien, Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823, 191.

30. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 151.

31. John Hamilton Potter, Travels through the interior provinces of Colombia, Vol I, 139.

32. Tulio Halperin-Donghi, The aftermath of revolution in Latin America (Nueva York; Londres: Harper and Row, 1973), 89.

33. John Hamilton Potter, Travels through the interior provinces of Colombia, Vol. I, 215.

34. John Hamilton Potter, Travels through the interior Vol. I, 215.

35. Frédéric Martínez, El nacionalismo cosmopolita: la referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900 (Bogotá: Banco de la República; Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001).

36. Arnold J. Bauer, Goods, Power and History: Latin American's Material Culture, 127.

37. Archivo General de la Nación (De aquí en adelante AGN), Sección Colonia (De aquí en adelante SC), FondoTestamentarias, Fondo Notaria Segunda, 1795 f. 70r- 74v.

38. AGN, SC, Fondo Testamentarias, Fondo Notaría Segunda, 1796 f. 319v - 322r.

39. AGN, SC, FondoTestamentarias de Cundinamarca, 1793 f. 893r- 910v.

40. Isaac Holton, New Granada: Twenty Months in the Andes (New York: Harper & Brothers, 1857), 73.

41. Anthony P. Maingot, "Social structure, social status, and civil-military conflict in Urban Colombia 1810-1858", en Nineteenth Century Cities: Essay in New Urban History, ed. Stephan Thermstrom and Richard Sennet (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1969), 305.

42. El Pasatiempo, Bogotá, 8 de enero de 1852.

43. David Bushnell and Neill Maculay, The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century, 188-189.

44. José María Cordovéz Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá (Madrid: Aguilar, 1957), 31.

45. El Pasatiempo, Bogotá, 24 agosto, 1853.

46. Citado por Antonio Montaña, Cultura del vestuario en Colombia: antecedentes y un siglo de moda, 1830-1930 (Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1993), 23.

47. Alfred Hettner, Viajes por los Andes colombianos: 1882-1884, 306.

48. Alfred Hettner, Viajes por los Andes colombianos: 1882-1884, 306.

49. Anthony Maingot, "Social structure, social status, and civil-military conflict in Urban Colombia 1810- 1858", 301.

50. José María Samper, Historia de un alma, 18.

51. Ver Víctor Manuel Uribe Uran, Honorable lives: lawyers, family, and politics in Colombia, 1780-1850 (Pittsburgh: University of Pittsburg press, c2000), 105-114; Jaramillo Uribe, "El proceso de la educación del virreinato a la época contemporánea", en Manual de Historia de Colombia (Bogotá: Procultura S.A., 1982), Tomo III, 247-339 y Renán Silva, "La vida cotidiana universitaria en el Reino de la Nueva Granada", en Historia de la vida cotidiana en Colombia, ed. Beatriz Castro Carvajal (Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1996).

52. José María Samper, Historias de un alma, 216.

53. Pierre Bourdieu, Distinction: a social critique of the judgement of taste. Translated by Richard Nice. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1984. Introducción.

54. El Constitucional, Bogotá, 24 de junio, 1824.

55. El Pasatiempo, Bogotá, 20 de julio, 1853.

56. Rebecca Earle, "'Two Pairs of Pink Satin Shoes!!': Clothing, Race and Identity in the Americas, 17th-19th Centuries", History Workshop Journal 52 (2001), 175-195.

57. El Mosaico, Bogotá, 30 de abril, 1859.

58. Debido a que los cambios en la cultura material, la clase alta vio la necesidad de aprender cómo eran utilizados ciertos bienes -la forma de vestir y de utilizar los enseres domésticos, la forma de disponer la mesa, el uso del sombrero- de acuerdo con los parámetros europeos. Consecuentemente, manuales de conducta extranjeros fueron traducidos para satisfacer esta necesidad. Esto impulsó la publicación de manuales de conducta dirigidos específicamente a este grupo social. Ver Patricia Londoño, "Cartillas y manuales de urbanidad y del buen ton catecismos cívicos y prácticos para un amable vivir", Revista Credencial 85 (Enero, 1997): 10-13.

59. El Mosaico, Bogotá, 30 de abril, 1859.

60. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 154 y José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá, 32.

61. David Howes, 'Introduction: Commodities and cultural borders', 2.

62. Isaac Holton, Nueva Granada: Doce meses en los Andes, citado por Aída Martínez Carreño; "Sastres y modistas: Notas alrededor de la historia del traje en Colombia", Boletín Cultural y Bibliográfico 28 (1991): 62.

63. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 143.

64. Rosa Carnegie-Williams, A year in the Andes, or a Lady's Adventures in Bogotá. Londres: London Literary Society, c1883, 107.

65. Cochrane, Journal of a Residence and Travels in Colombia, during the years 1823 and 1824. Vol. II, 89 y Rebecca Earle, "Two Pairs of Pink Satin Shoes!!", 175-195.

66. John Steuart, Bogotá in 1836-7, 152-153.

67. John E. Crowley, "The sensibility of comfort", The American Historical Review 104 (1999): 749-782.

68. David Howes ed., "Introduction: Commodities and cultural borders", 2.

69. Sobre la teoría de la creolización y la hibridación, ver: David Howes ed., "Introduction: Commodities and cultural borders"; Peter Burke, What is cultural History? (Cambridge: Polity Press, 2004), 116-121; Peter Jackson, "Commodity Cultures: The Trafc of Things", Transactions of the Institute of British Geographers, New Series 24 (1999): 95-108; Ulf Hannerz, "The word of creolisation", Africa 57 (1987): 546-559; e Ivor Miller "Creolizing for survival in the city", Cultural Critique 27 (1994): 153-188.

70. Ivor Miller, "Creolizing for survival in the city", 153-188

71. Ivor Miller, "Creolizing for survival in the city", 153-188.

72. A.G. Hopkins, "Informal Empire in Argentina: An Alternative View", Journal of Latin American Studies Vol. 26: No. 2 (May, 1994): 464-484.


BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias

Testamentos:

Archivo General de la Nación (AGN), Sección Colonia (SC): Testamentarias; Notarias; Testamentarias, Notaría 2da.; Testamentarias de Cundinamarca.        [ Links ]

Manuscritos y correspondencia:

National Archives of the U.K. (TNA): Public Record Office (PRO), BT6/40, Colombia Consular Reports (1825-1827). Henderson, James, Bogotá, Colombia, to the Board of Trade, Londres, October 9th, 1824.        [ Links ]

TNA, PRO CUST 8/70, Ledgers of Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1849; CUST 8/114, Ledgers of Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1873; CUST 8/114, Ledgers of Exports of British Merchandise Under Countries, Colombia 1894.        [ Links ]

Prensa:

El Constitucional, Bogotá, Colombia, 1824.         [ Links ]

El Pasatiempo, Bogotá, Colombia, 182 y 1853.         [ Links ]

El Mosaico, Bogotá, Colombia, 1859.         [ Links ]

El Neogranadino, Bogotá, Colombia, 1848.        [ Links ]

Autobiografías y memorias:

Carnegie-Williams, Rosa. A year in the Andes, or a Lady's Adventures in Bogotá. Londres: London Literary Society, c1883.        [ Links ]

Cochrane, Charles Stuart. Journal of a Residence and Travels in Colombia, during the years 1823 and 1824, Vol I y II. Impreso para H. Colburn, 1825.        [ Links ]

Cordovez Moure, José María. Reminiscencias de Santafé y Bogotá. Madrid: Aguilar, 1957.        [ Links ]

Hamilton Potter, John. Travels through the interior provinces of Colombia. Londres: J. Murray, Vol. I y II, 1827.         [ Links ]

Hettner, Alfred. Viajes por los Andes colombianos: 1882-1884. Traducido por Heinrich Henk. Bogotá: Banco de la República, 1976.         [ Links ]

Holton, Isaac. New Granada: Twenty Months in the Andes. New York: Harper & Brothers, 1857.        [ Links ]

Le Moyne, Augusto. Viajes y Estancias en América del Sur: La Nueva Granada, Santiago de Cuba, Jamaica y el Istmo de Panamá. Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana, 1945.         [ Links ]

Mollien, Gaspard-Théodore. Travels in the Republic of Colombia in the years 1822 and 1823. Londres: 1824.         [ Links ]

Samper, José María. Historia de un alma. Medellin: Bedout, 1971.        [ Links ]

Steuart, John. Bogota in 1836-7. Being a narrative of an expedition to the capital of New-Grenada, and a residence there of eleven months. Nueva York, 1838.        [ Links ]

Fuentes secundarias

Appadurai, Arjun. "Introduction: commodities and the politics of value" En The Social Life of Things: Commodities in cultural perspective. Nueva York: Cambridge University Press, c1986.        [ Links ]

Bauer, Arnold, J. Goods, Power and History: Latin American's Material Culture. Cambridge: Cambridge University Press, 2001.        [ Links ]

Bourdieu, Pierre. Distinction: a social critique of the judgement of taste. Traducido por Richard Nice. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1984.        [ Links ]

Brown, Vera Lee. "Contraband trade: A factor in the decline of Spain's Empire in America." The Hispanic American Historical Review 8: 2 (Mayo 1928): 178-189.        [ Links ]

Burke, Peter. What is cultural History? Cambridge: Polity Press, 2004.        [ Links ]

Bushnell, David y Neill Maculay. The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century. Nueva York y Oxford: Oxford University Press, 1994.         [ Links ]

Castro Carvajal, Beatriz, ed. Historia de la vida cotidiana en Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1996.        [ Links ]

Crowley, John E. "The sensibility of comfort." The American Historical Review 104:3 (Junio1999): 749-782.        [ Links ]

Deas, Malcolm. "The Fiscal problems of Nineteenth century Colombia." Journal of Latin American Studies 14:2 (Noviembre 1982): 287-328.        [ Links ]

Douglas, Mary y Baron Isherwood, The world of goods: towards an anthropology of consumption: with a new introduction. Londres y Nueva York: Routledge, 1996.        [ Links ]

Earle, Rebecca. ''Two Pairs of Pink Satin Shoes!!': Clothing, Race and Identity in the Americas, 17th-19th Centuries." History Workshop Journal 52 (2001): 175-95.        [ Links ]

Gerth, Karl. China made: consumer culture and the creation of the nation. Cambridge, Mass.; London: Harvard University Asia Center, 2003.        [ Links ]

Halperin-Donghi, Tulio. The aftermath of revolution in Latin America. Nueva York y Londres: Harper and Row, 1973.        [ Links ]

Hannerz, Ulf. "The word of creolisation," Africa 57 (1987): 546-59.        [ Links ]

Hopkins, A.G. "Informal Empire in Argentina: An Alternative View". Journal of Latin American Studies 26: 2 (May, 1994): 464-484.        [ Links ]

Howes, David, ed. Cross-cultural consumption: global markets, local realities. Londres y Nueva York: Routledge, 1996.        [ Links ]

Jackson, Peter. "Commodity Cultures: The Traffic of Things." Transactions of the Institute of British Geographers 24: 24 (1999): 95-108.        [ Links ]

Jaramillo Uribe, Jaime. "El proceso de la educación del virreinato a la época contemporánea". En Manual de Historia de Colombia. Bogotá: Procultura S.A. 1982.         [ Links ]

Jenks, Leland H. Migration of British Capital to 1875. Nueva York: Knopf, 1963.         [ Links ]

Laurent, Muriel. Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, c2008.         [ Links ]

Londoño, Patricia. "Cartillas y manuales de urbanidad y del buen tono catecismos cívicos y prácticos para un amable vivir'. Revista Credencial 85 (Enero 1997): 10-13.        [ Links ]

MacGreevey, William Paul. An economic history of Colombia 1845-1930. Cambridge: University Press, 1971.        [ Links ]

Maingot, Anthony. "Social structure, social status, and civil-military conflict in Urban Colombia 1810- 1858". In Nineteenth Century Cities: Essay in New Urban History, ed. Stephan Thermstrom and Richard Senté. New Haven, Conn: Yale University Press, 1969, 23-45.        [ Links ]

Martínez Carreño, Aída. La prisión del vestido aspectos sociales del traje en América. Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, c1995.         [ Links ]

Martínez Carreño, Aída. 'Sastres y modistas: Notas alrededor de la historia del traje en Colombia,' Boletín Cultural y Bibliográfico 28 (1991): 60-76.         [ Links ]

Martínez, Frédéric. El nacionalismo cosmopolita: la referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900. Bogotá: Banco de la República; Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001.         [ Links ]

Miller, Ivor. "Creolizing for survival in the city". Cultural Critique 27 (1994): 153-188.         [ Links ]

Montaña, Antonio. Cultura del vestuario en Colombia: antecedentes y un siglo de moda, 1830-1930. Bogotá: Fondo Cultural Cafetero, 1993.         [ Links ]

Ocampo, José Antonio. Colombia y la economía mundial, 1830-1910. Bogotá: Siglo XXI, 1984.        [ Links ]

Orlove, Benjamin y Arnold J. Bauer. The Allure of the Foreign: Giving Importance to Imports. Ann Arbor: University of Michigan Press, c1997.         [ Links ]

Palacios, Marco. Estado y clases sociales en Colombia. Bogotá: Procultura y Presidencia de la República, 1986.        [ Links ]

Safford, Frank y Marco Palacios. Colombia: fragmented land, divided society. Nueva York y Oxford: Oxford University Press, 2002.         [ Links ]

Safford, Frank. "Empresarios nacionales y extranjeros en Colombia durante el Siglo XIX". Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 4 (Mayo 1975): 87-111.        [ Links ]

Safford, Frank. "Commerce and Enterprise in Central Colombia, 1821-1870". Tesis PhD, Columbia University, 1965.         [ Links ]

Tirado Mejía, álvaro. Introducción a la historia económica de Colombia, 20d ed. Bogotá: El Ancora Editores, c1991.        [ Links ]

Uribe Uran, Victor. Honorable lives: lawyers, family, and politics in Colombia, 1780-1850. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, c2000.        [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons