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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.39 suppl.1 Bogotá Nov. 2009

 

ASTRAPOTERIOS Y DIENTES DE SABLE: RELACIONES DE PODER EN EL ESTUDIO PALEONTOLÓGICO DE LOS MAMÍFEROS SURAMERICANOS*

Camilo Quintero Toro
Historiador de la Universidad de los Andes, Bogotá. M.A. y Ph.D. en Historia de la Ciencia, Universidad de Wisconsin, Madison, Estados Unidos. Profesor Asistente en el Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro del Grupo de Investigación Historia y Sociología de la Ciencia (Categoría B en Colciencias). Sus intereses investigativos giran alrededor del estudio de las relaciones científicas y ambientales entre Estados Unidos y América Latina. Entre sus publicaciones recientes se encuentra: "La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia" en Revista de Estudios Sociales, 31 (2008): 48-59 y "¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo XX", Historia Crítica 31 (2006): 151-171. cquinter@uniandes.edu.co.


RESUMEN

A finales del siglo XIX Florentino Ameghino, un reconocido naturalista en la historia argentina, desató una controversia científica internacional al declarar que la Patagonia era el centro de origen de todos los mamíferos. El artículo estudia la historia de las teorías de Ameghino y el afán de diversos paleontólogos estadounidenses por oponerse a dichas teorías. Esta historia permite entender mejor el papel que jugó la ciencia en la poderosa expansión de los Estados Unidos sobre América Latina en el paso del siglo XIX al XX, así como la influencia del contexto económico y político de Argentina en el desarrollo de las ideas y la carrera científica de Ameghino.

PALABRAS CLAVE
Historia de la ciencia, Estados Unidos, Argentina, imperialismo, paleontología.


ASTRAPOTHERIUM AND SABER-TOOTHED CATS: POWER RELATIONS IN THE PALEONTOLOGICAL STUDY OF SOUTH AMERICAN MAMMALS

ABSTRACT

At the end of the nineteenth century, Florentino Ameghino, a well-known naturalist in Argentinean history, started an international scientific controversy by declaring that Patagonia was the center of origin of all mammals. This article studies the history of Ameghino's theories and the urgency with which various U.S. paleontologists opposed them. This story allows us to better understand the role that science played in the powerful expansion of the United States in Latin America over the nineteenth and twentieth centuries. It also illuminates the influence that Argentina's economic and political context had on the development of Ameghino's ideas and his scientific career.

KEY WORDS
History of science, United States, Argentina, Imperialism, Paleontology.


En años recientes algunos artículos y libros han empezado a enriquecer nuestro entendimiento acerca del rol que jugó la ciencia en la expansión y consolidación del poderío estadounidense a finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX1 Sin embargo, falta mucho camino por recorrer aún. Este artículo busca complementar este esfuerzo haciendo un estudio sobre los debates que tuvieron estadounidenses y argentinos alrededor del estudio paleontológico de los mamíferos suramericanos a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En particular, el artículo se centra en la controversia que generó Florentino Ameghino, una de las figuras científicas más reconocidas en la historia de Argentina, al proponer la Patagonia como cuna de los mamíferos, así como los esfuerzos que llevaron a cabo los norteamericanos para refutar tal teoría.

Tres aspectos centrales guiarán la discusión de este estudio de caso. En primer lugar, a pesar de lo fructíferos que han sido los estudios sobre ciencia e imperialismo en las últimas tres décadas, se ha prestado muy poca atención al rol imperial de la ciencia estadounidense. En general, cuando investigadores y estudiosos hacen referencia al estudio de la ciencia en un contexto imperial, tienen en mente los imperios europeos y sus colonias en América Latina, Asia o África. Se ha omitido el caso de los Estados Unidos como un caso importante dentro de estas relaciones coloniales de la ciencia. Sin embargo, diversos académicos han sostenido de manera convincente que los Estados Unidos deberían tener una presencia mucho más concreta en los estudios sobre poscolonialsmo2 Aunque no pretendo argumentar que el imperialismo estadounidense tuvo características similares al imperialismo formal europeo (aunque no debemos olvidar que los Estados Unidos tuvieron a las Filipinas, Cuba y Puerto Rico como colonias formales), es útil entender a los Estados Unidos como un imperio informal, en especial cuando de relaciones científicas se trata.

En segundo lugar, los historiadores que buscan entender mejor las relaciones entre ciencia e imperio deben comprender mejor la ciencia dentro de una economía política que tenga en cuenta el flujo de bienes y mano de obra. A lo largo del siglo XIX, los países latinoamericanos se integraron a la economía mundial dentro de un sistema en el que la producción y exportación de materias primas fue su motor principal de desarrollo económico. Las naciones industrializadas procesaban entonces estas materias primas y las convertían en productos manufacturados que los países latinoamericanos compraban e importaban. De esta manera, la mano de obra en América Latina por lo general se orientó hacia la extracción de recursos naturales, mientras que la mano de obra en países como Estados Unidos se concentró fuertemente en el desarrollo de productos industriales y manufacturados3.

Sin embargo, y en último lugar, hay que tener cuidado con la manera en que nos aproximamos al estudio de ciencia dentro de esta perspectiva de imperialismo y macroeconomía. En años recientes algunos historiadores han elaborado la idea de que aunque es importante reconocer una presencia hegemónica de los Estados Unidos en nuestra comprensión de Latinoamérica, también es clave entender que los latinoamericanos no han sido simples marionetas de los intereses estadounidenses. Más que ver los encuentros entre Estados Unidos y el mundo como una historia de la relación entre conquistadores y subordinados o explotadores y víctimas, nuevos estudios han argumentado que es importante entender los diversos niveles que han caracterizado las relaciones internacionales norteamericanas. En el caso latinoamericano, el imperialismo norteamericano fue en buena parte un imperialismo invitado que le convino a muchos sectores de la sociedad. Tanto latinoamericanos como norteamericanos sacaron provecho de esta relación y son estos matices los que le dan complejidad a la relación entre ambas regiones4.

Estas tres perspectivas son útiles para entender la interacción científica entre Estados Unidos y Argentina a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Como trataré de argumentar en este escrito, los científicos estadounidenses, sobre todo dentro de las ciencias biológicas, veían importancia en el trabajo de sus colegas argentinos siempre y cuando éste estuviera limitado a la extracción de especímenes o datos científicos básicos.

El rol de producir un producto terminado, es decir, una teoría científica, era a ojos de los norteamericanos un trabajo reservado para los naturalistas de los países industrializados del Norte. En un mundo caracterizado por un fuerte imperialismo, la balanza de poder claramente debería inclinarse del lado estadounidense. Los argentinos, por otro lado, usaron la extracción de materias primas científicas como un medio para obtener prestigio dentro de sus comunidades locales, así como para obtener un reconocimiento inicial dentro de la comunidad científica internacional.


1.La Patagonia y El trabajo de los hermanos Ameghino

George Gaylord Simpson, uno de los paleontólogos estadounidenses más reconocidos de la primera mitad del siglo XX, le dio el crédito a Charles Darwin de reconocer en la Patagonia un lugar que podría resolver misterios paleontológicos ancestrales. En 1833, mientras llevaba a cabo su famoso viaje en el Beagle, Darwin recolectó varios especímenes en esta región que el anatomista inglés Richard Owen posteriormente identificó como animales extintos que no tenían ningún parecido con otros animales en la Tierra. Para Simpson fue ese el momento en que la Patagonia cobró importancia en el estudio de la vida animal5 Sin embargo, la Patagonia no se convirtió en un lugar reconocido internacionalmente para la investigación paleontológica hasta finales del siglo XIX. Mucha de su fama como un lugar clave para el trabajo de campo en paleontología -fama que perdura hasta el día de hoy- se deriva del trabajo de Florentino Ameghino. En 1890 Ameghino desató una controversia internacional al afirmar que la Patagonia era el hogar de los mamíferos más antiguos y el centro de la evolución y la distribución de los vertebrados. El trabajo de Ameghino desafió las interpretaciones que habían existido hasta ese momento en las cuales se afirmaba que Europa y Norteamérica eran los centros originarios de la distribución de los grupos de vertebrados más importantes6 El reto propuesto por Ameghino llevó a que la fauna suramericana se convirtiera en una parte fundamental para comprender mejor la bioestratigrafía y la biogeografía del momento.

Florentino Ameghino nació en 18547 Todavía no es claro si nació en Italia antes de que sus padres migraran a Argentina o si nació en Argentina. Atendió la escuela primaria entre 1862 y 1867 y después de eso no tuvo ningún tipo de educación formal. Un autodidacta de la paleontología, la geología y la antropología, Ameghino comenzó a recolectar fósiles alrededor de 1869. En 1878 con sus propios recursos decidió presentar su colección en la exposición internacional que se realizó en París en ese año. Allí logró vender su colección, lo que le dio los recursos necesarios para quedarse en Europa por poco más de tres años, viajando y conociendo museos y universidades en Francia, Bélgica e Italia. Allí también conoció paleontólogos de renombre mundial como Paul Gervais, Albert Gaudry, William Henry Fowler y Edward Drinker Cope. De regreso en Argentina, Ameghino llevó a cabo su trabajo más importante entre 1883 y 1906 cuando, con la valiosa ayuda de su hermano Carlos, clasificó y analizó cientos de fósiles de la Patagonia, en particular fósiles de mamíferos, de especies desconocidas hasta ese momento. Aunque Ameghino desarrolló otros proyectos geológicos y antropológicos entre 1906 y 1911, fue su trabajo inicial el que provocó una fuerte reacción en la comunidad paleontológica internacional, en especial en los estadounidenses.

Florentino Ameghino no habría podido llevar a cabo su trabajo sin la ayuda de su hermano menor, Carlos. Carlos Ameghino nació en Argentina en 1865. Aunque no recibió educación formal de ningún tipo, desarrolló grandes habilidades para hacer trabajo de campo en paleontología. En enero de 1887 comenzó lo que serían 16 años de trabajo prácticamente ininterrumpido en la Patagonia. Una división en el trabajo, pues, se presentó entre los dos hermanos Ameghino a lo largo de sus carreras. Carlos recolectó la mayor parte de los fósiles y dirigió el trabajo de campo, mientras que Florentino permaneció en La Plata y en Buenos Aires consiguiendo el dinero para poder continuar con las expediciones en la Patagonia, así como analizando todos los fósiles que su hermano le enviaba8.

Las contribuciones más importantes de los Ameghino a la disciplina de la paleontología fueron de dos tipos. Tanto Carlos como Florentino pensaron que las camas de los fósiles de mamíferos en la Patagonia eran mucho más viejas de lo que se creía en Europa y los Estados Unidos. Más importante, sin embargo, Florentino se obsesionó con la idea de que Argentina era el centro de origen de todos los grupos de mamíferos incluido el hombre9 Esta visión chocó con las ideas antropológicas y paleontológicas predominantes en Europa y Estados Unidos, que afirmaban que era en las regiones del Norte donde se debía ubicar el origen de los mamíferos.

Los hermanos Ameghino no eran los únicos paleontólogos o geólogos argentinos de ese momento. De hecho, eran parte de una comunidad que incluía asociaciones e instituciones académicas como la Universidad de Córdoba, el Museo Antropológico y Paleontológico de Córdoba, el Museo de La Plata y el Museo Nacional en Buenos Aires, entre otros10 La búsqueda de fósiles por parte de los argentinos comenzó en las décadas de 1840 y 185011 y la paleontología fue una disciplina muy activa en las últimas décadas del siglo XIX. Junto con los Ameghino, otras figuras como Hermann Burmeister, Francisco Javier Muniz y Francisco Moreno realizaron trabajo de campo y descubrieron y describieron especies desconocidas en la ciencia12 Argentina, sin embargo, no era el único país latinoamericano que desarrollaba trabajos investigativos en el campo de la paleontología. Naturalistas brasileros, en particular bajo la dirección de Hermann von Ihering, adelantaban investigaciones sobre orígenes humanos y animales. Como lo han demostrado Maria Margaret Lopes e Irina Podgrony, los museos de historia natural en Sao Paulo y La Plata se convirtieron no sólo en lugares propios para la investigación, sino también en monumentos de gloria nacional. Los museos brasileros y argentinos crearon una integración entre estos dos países, y lejos de imitar discursos científicos del momento, usaron la ciencia como una empresa para promover nuevas identidades nacionales13.

Es importante resaltar que las ideas de los Ameghino surgieron en un contexto particular en la historia de Argentina. En las últimas décadas del siglo XIX, especialmente después de 1870, Argentina presenció cambios importantes. En primer lugar, el país vivió un boom económico. Como muchos otros países en América Latina al final del siglo XIX, Argentina se integró a la economía mundial con un sistema en el que la producción y exportación de materias primas a naciones industrializadas impulsó su desarrollo económico. En 1880, gracias en parte a la fertilidad de las Pampas, Argentina entró en un periodo de crecimiento económico sostenido y se convirtió en un importante proveedor de carne y granos para el mundo industrial del Atlántico Norte. Varias de estas naciones industrializadas comenzaron también a invertir en Argentina. Inglaterra en primer lugar, y más adelante los Estados Unidos, destinaron grandes cantidades de dinero en crear una infraestructura adecuada para ayudar a consolidar esta economía exportadora. En segundo lugar, Argentina presenció importantes cambios en su estructura social. La falta de mano de obra en el país precipitó una ola de inmigrantes de distintos países europeos entre 1870 y 1914. La población del país se expandió rápidamente de 1.800.000 habitantes en 1870 a aproximadamente 7.800.00 en 1914. El efecto demográfico de la inmigración en Argentina fue el más drástico de todos los países del hemisferio occidental. Como lo afirmó el historiador Thomas Skidmore, "[e]l resultado le dio a Argentina una cualidad claramente europea, con una tensión resultante entre los argentinos sobre su verdadera identidad nacional"14.

Un cambio en las ideas políticas también acompañó este cambio económico y social. El liberalismo, en particular, se convirtió en la corriente de pensamiento más importante entre la clase que dirigía el país en términos políticos, sociales y culturales. Ideas de figuras como Charles Darwin y Herbert Spencer empezaron a influenciar a la clase dirigente. Para ellos, si la aristocracia dirigía el país, esto era un resultado claro de selección natural. Más aún, era precisamente la influencia europea y no la de la raza latina la que llevaría a Argentina a la estabilidad y el desarrollo. Esto llevó a que al mismo tiempo que se desarrolló una clara admiración por la cultura de ciertos países europeos, se consolidó también un patriotismo y un nacionalismo argentino15.

Las élites promovieron una imagen internacional de Argentina como un caso único entre los distintos países latinoamericanos. Buenos Aires se convirtió en el París de Suramérica y en los ojos de europeos y norteamericanos Argentina se convirtió en el país más desarrollado de la región. Para Rubén Darío, una de las figuras literarias más prominentes en América Latina en ese entonces, Argentina era el modelo que otros países de la región deberían emular16 Entre 1889 y 1900, cuando Argentina participó en las exposiciones universales en París, el país se presentó como un caso atípico en la región. La aristocracia no quería que Argentina fuera relegada a una posición "pre-nacional" y no querían que equipararan su experiencia con la de otros países latinoamericanos17 Fue precisamente en la exposición de París en 1889 cuando Ameghino presentó por primera vez su Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República de Argentina, probablemente su obra más influyente. Financiada en parte por el gobierno argentino y la Academia Nacional de Ciencias, ganó una medalla de oro en este evento18.

Las ideas de Ameghino, por lo tanto, surgieron en un contexto en donde el crecimiento del sector exportador argentino estaba en uno de sus puntos más altos, una fuerte influencia europea estaba teniendo lugar en el país, un fuerte patriotismo estaba presente y la búsqueda por obtener un reconocimiento por fuera del contexto latinoamericano era una meta importante.

Pero, ¿cómo Florentino Ameghino pasó de ser un amateur autodidacta a ser una figura científica en Argentina? En primer lugar, la experiencia de Ameghino en Europa entre 1878 y 1881 le permitió tener contacto con reconocidos naturalistas europeos y estadounidenses. Esto cambió la manera en que la comunidad científica argentina percibió el trabajo de Ameghino una vez regresó de Europa. Entre otras, Ameghino costeó sus viajes con la plata que obtuvo de vender fósiles y su colección de fósiles ganó una medalla de bronce en la exposición de París de 1878. Así mismo, Ameghino pudo publicar su trabajo en revistas como la Revue d'Anthropologie a finales de la década de 1870, y cuando volvió a Buenos Aires mantuvo correspondencia con algunos de los famosos paleontólogos que conoció, un aspecto que en ese momento se consideraba como un logro importante19 Su primer reconocimiento dentro de la comunidad argentina vino de Adolfo Doering, quien en enero de 1882 le mandó una carta felicitándolo por sus publicaciones en la formación de las Pampas20 En 1882 Ameghino exhibió parte de sus colecciones en la Exposición Continental Sudamericana en Buenos Aires. La comunidad científica local recibió sus colecciones de manera positiva, otorgándole el Gran Premio de la exposición. En junio de 1882 el Instituto Geográfico Argentino nombró a Ameghino como miembro ofcial21 Desde ese momento en adelante, Ameghino comenzó a intercambiar correspondencia y fósiles con miembros de la comunidad científica local. Finalmente en 1884 Oscar Doering, el presidente de la Academia Nacional de Ciencias, le ofreció a Ameghino una plaza como profesor en la Universidad de Córdoba22.

La manera como Ameghino obtuvo reconocimiento dentro de la comunidad de naturalistas en Argentina muestra cómo algunos científicos utilizaron lo que podemos llamar los lazos informales del imperialismo de finales del siglo XIX para seguir sus propios intereses. La recolección de fósiles, la materia prima de la paleontología, y su venta en Europa le trajeron dos cambios importantes a Ameghino en su carrera. Primero, le permitieron viajar por Europa, conocer paleontólogos importantes del momento y trabajar en colecciones de fósiles europeas. Segundo, de regreso en Argentina, esta experiencia en Europa y el trabajo que había llevado a cabo en estos años le permitió ganar reconocimiento dentro de la comunidad local, la cual lo aceptó finalmente como miembro.

Durante las últimas dos décadas del siglo XIX y la primera década del siglo XX, Ameghino tuvo varios trabajos en diversas instituciones argentinas, incluyendo director del Museo Nacional de Buenos Aires, así como profesor en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de La Plata. Ameghino publicó sus trabajos en revistas como el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, la Revue Scientifque y el American Naturalist. Para 1911, el año de su muerte, ya tenía un gran reconocimiento a nivel nacional23.

El hecho de que fue Florentino y no Carlos Ameghino el que se convirtió en una figura nacional revela mucho sobre la manera en que los científicos latinoamericanos en general son reconocidos dentro de sus comunidades, así como sobre la jerarquía del trabajo científico. No es una coincidencia que Florentino vivía en Buenos Aires publicando su trabajo, mientras que Carlos llevaba a cabo el trabajo de campo en el desierto. El reconocimiento dentro de una comunidad académica por lo general se obtiene no sólo con investigación, sino también con publicaciones. A los académicos que publican se les da crédito por su intento de ir más allá de la simple extracción de datos para producir nuevas teorías. Así mismo, en países latinoamericanos como Argentina, por lo menos a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, los científicos más reconocidos eran aquellos que publicaban en revistas internacionales y que de una u otra manera habían ganado reconocimiento internacional, al mismo tiempo que habían encontrado una posición valiosa dentro de sus propias comunidades24 Más aún, el hecho de que Florentino fuera quien dio nombre a los fósiles y publicó los resultados en revistas francesas y estadounidenses fue en parte lo que a la larga lo convirtió en un héroe científico nacional, mientras que Carlos permaneció y aún permanece, de alguna manera, invisible.


2. Suramérica En la paleontología estadounidense

Las teorías de Ameghino contrastaban de manera clara con las teorías de los paleontólogos en los Estados Unidos. En el paso del siglo XIX al XX la bioestratigrafía y la biogeografía dominaron la investigación estadounidense en la paleontología de mamíferos. Así mismo, la investigación en lo referente a bioestratigrafía se apoyaba en investigaciones geológicas. Desde mediados del siglo XIX la paleontología se convirtió en una importante aliada de la paleontología para determinar la edad de la tierra, y el estudio de los fósiles fue de gran ayuda para determinar la edad de ciertos estratos geológicos. La bioestratigrafía partía de la idea que los fósiles en estratos más altos eran más recientes que aquellos en estratos inferiores, y la búsqueda de una equivalencia temporal en las unidades estratigráficas en diferentes lugares del mundo era una de las herramientas más útiles que tanto geólogos como paleontólogos podían desarrollar en sus respectivos campos25.

Dentro de la bioestratigrafía se desarrolló una pequeña controversia que se convirtió en un aspecto clave para la recepción de las ideas de los Ameghino en Estados Unidos. Para los paleontólogos la línea divisoria entre los periodos Cretáceo y Terciario ganó una importancia particular, pues ayudó a definir la demarcación entre dos de las más importantes eras geológicas: el Mesozoico (la era de los reptiles) y el Cenozoico (la era de los mamíferos). Diversos naturalistas estadounidenses como W. B. Scott y J. B. Hatcher creían que la fauna septentrional era más vieja, es decir, sus fósiles se encontraban en estratos inferiores a los de las faunas del resto del mundo, incluida la suramericana. De esta manera, argumentaban ellos, era posible concluir que la fauna suramericana era descendiente de la fauna del Norte26 Una de las controversias que los Ameghinos desataron comenzó cuando argumentaron que la formación de Santa Cruz en la Patagonia tenía una unidad que hacía parte del Cretáceo. Florentino, apoyado en el trabajo de campo de Carlos, argumentó que camas como la del Notostylops y la del Pyrotherium se encontraban en el período Cretáceo y eran mucho más viejas que el resto de las camas de mamíferos conocidas en ese momento en Europa y los Estados Unidos27.

Edward Drinker Cope (1840-1897), un paleontólogo estadounidense que ganó reconocimiento en los Estados Unidos como uno de los fundadores de la escuela neo-lamarckiana de pensamiento evolutivo, hizo mucho por difundir en un principio las ideas de Florentino Ameghino. Cope conoció a Ameghino en París en 1878 y se interesó por su trabajo en la década de 1880, un par de años antes de que Carlos comenzara sus expediciones a la Patagonia. En una reseña breve publicada en la revista American Naturalist en agosto de 1885, Cope analizó un trabajo que Ameghino había publicado en el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, en el cual el naturalista estudiaba los mamíferos del Oligoceno cerca de Buenos Aires. Cope comenzó su reseña escribiendo: "Esta memoria, por M. Ameghino, es de mucha importancia para la historia de los mamíferos, y especialmente para la historia de la fauna pampeana y reciente del mundo neo-tropical [...] y con ello [Ameghino] ha puesto a nuestra disposición un registro de gran interés para los estudiosos de los mamíferos y su evolución"28 Los comentarios positivos de Cope sobre el trabajo de Ameghino no pararon ahí. En 1891 reseñó lo que probablemente es el trabajo más importante de Ameghino sobre los fósiles de mamíferos: su Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República de Argentina. Para Cope, éste era un trabajo monumental que le mostraba al mundo la extraordinaria riqueza de la Patagonia en términos paleontológicos. Cope terminó su reseña escribiendo: "Felicitamos a M. Ameghino por la culminación de este gran trabajo. También felicitamos al país que lo produjo. Son trabajos de este carácter los que le dan a una nación prestigio intelectual en el mundo. Por lo tanto Argentina será conocida para la ciencia como un país que ha añadido una de las más largas e importantes contribuciones a su templo de vida"29.

Sin embargo, la visión positiva que tenía la academia estadounidense sobre Ameghino pronto empezó a cambiar. Para 1892 la revista Science argumentó que era importante atenuar el entusiasmo por el trabajo de Ameghino con un poco de vacilación, en particular sus ideas sobre la Patagonia como la cuna de los primeros primates, así como del precursor inmediato del hombre30 Otro artículo en 1895 también cuestionó las ideas de Ameghino sobre su clasificación de los mamíferos31, y en 1896 un artículo escrito por el mismo Cope cuestionaba el trabajo de Ameghino argumentando que "M. Ameghino probablemente ha fijado una edad demasiado grande a sus camas tempranas"32 Para 1896 diversos paleontólogos estadounidenses comenzaron a ver las teorías de Ameghino como inaceptables, en particular porque no estaban de acuerdo con las teorías predominantes en la paleontología de mamíferos en Europa y Estados Unidos.

De esta manera, hacer un estudio cuidadoso de las camas descubiertas por Carlos y descritas por Florentino se convirtió en una prioridad para varios paleontólogos en Estados Unidos. Es así como entre 1896 y 1899 la Universidad de Princeton organizó dos expediciones a la Patagonia bajo la dirección de J. B. Hatcher, acompañado por W. B. Scott, con el fin de investigar las afirmaciones de los Ameghino. A. E. Ortmann también estudió los resultados de las expediciones en Princeton. Para 1900, Hatcher y sus colegas habían presentado ya una refutación completa de las teorías de Ameghino sobre la edad de los mamíferos fósiles de la Patagonia. En un artículo publicado en la revista Science, Hatcher, después de explicar algunas de sus ideas sobre las camas en disputa, argumentó que las camas del Pyrotherium no eran tan viejas como Ameghino pensaba, y por el contrario eran más jóvenes que varias de las camas de mamíferos fósiles en Norteamérica33 Ameghino trató de responder a los argumentos de Hatcher publicando varios artículos entre 1900 y 1903. Sin embargo, un artículo publicado por R. F. Scharf en 1909 en la revista American Naturalist da luces sobre el resultado general de la disputa dentro de la academia estadounidense. Como el mismo Scharf lo explicó: "El profesor Ameghino aun sostiene que los ahora famosos estratos de Santa Cruz [...] son de la era del Eoceno. La mayor parte de los geólogos, por otra parte, sostienen la opinión que los depósitos santacruzanos pertenecen al periodo del Mioceno"34.

No obstante, el aspecto más interesante de la posición que Hatcher y sus colegas sostuvieron sobre el trabajo de los Ameghino está expresado claramente en el primer volumen de los Reports of the Princeton Expeditions to Patagonia, el reporte oficial de las expediciones. En la introducción Hatcher escribió:

    "Los descubrimientos de los Ameghino fueron de tal importancia que despertaron el interés de paleontólogos y geólogos en todas partes [...] aunque al mismo tiempo se reconoció la necesidad de hacer un estudio cuidadoso de los depósitos del Terciario y del Cretáceo de la Patagonia junto con los fósiles allí contenidos, siguiendo los métodos más cuidadosos y meticulosos que se han desarrollado en el hemisferio norte por medio siglo por un gran número de observadores educados y calificados, pertenecientes a dos generaciones. Se creía que, cuando la luz de todo lo que se ha descubierto en lo referente a la secuencia geológica y el desarrollo de la vida animal tal y como se ha elaborado en el hemisferio norte, se hubiera lanzado con toda su fuerza sobre aquellos del sur, se demostraría que muchas de las observaciones y teorías aparentemente conflictivas expuestas por los Ameghino eran inválidas, y se encontraría que los hechos principales armonizaban con aquellas ya establecidas en el norte"35.

Tres aspectos son de vital importancia en esta cita. Primero, es claro que la expedición partió con el propósito de demostrar que las ideas de los Ameghino eran incorrectas. Segundo, Hatcher y sus colegas asumieron que los métodos usados por paleontólogos estadounidenses eran superiores en contraposición a aquellos usados por naturalistas en Suramérica. Para Hatcher era claro que el hemisferio norte tiene una evidente supremacía, por lo menos en términos científicos, sobre el hemisferio sur. Tercero, la idea de lanzar ideas producidas en el Norte con toda la fuerza sobre el Sur es explícita y tiene implicaciones imperiales, un aspecto que reflejaba la política de los Estados Unidos sobre América Latina en el paso del siglo XIX al XX.

Las últimas décadas del siglo XIX presenciaron un crecimiento económico sin precedentes en la historia estadounidense. Desde el final de la Guerra Civil en 1865 una combinación entre industrias, corporaciones e innovación tecnológica llevó a los Estados Unidos a convertirse en uno de los más grandes productores de manufacturas a nivel mundial. La creación de grandes imperios corporativos como la General Electric, la Standard Oil Company o la U.S. Steel, entre muchos otros, no sólo crearon grandes magnates como lo fueron Thomas Alva Edison, John D. Rockefeller o Andrew Carnegie, sino que también cambiaron la estructura económica de los estadounidenses. Para finales del siglo XIX cerca del 70% de la población de los Estados Unidos dependía directa o indirectamente de alguna corporación. En poco tiempo, sin embargo, estas corporaciones empezaron a producir muchas más manufacturas de las que se podían consumir en el mercado interno norteamericano. La necesidad de buscar nuevos mercados llevó a que tanto los dirigentes políticos como las elites del mundo corporativo empezaran a buscar nuevos mercados, en especial en América Latina y el Pacífico. Un crecimiento comercial hacia el Caribe, los países de Centro y Suramérica, así como islas y países con puertos sobre el Pacífico se convirtió en la mejor alternativa para vender el excedente de productos manufacturados en Estados Unidos36.

Así mismo, Estados Unidos empezó a ver a Latinoamérica como una excelente fuente de materias primas. En ese entonces los gobiernos latinoamericanos habían enfocado sus economías en la producción y exportación de bienes naturales y por lo general tenían que importar bienes manufacturados e industriales. Estados Unidos vio en esta coyuntura la oportunidad ideal para convertirse en el socio comercial más importante de la región, reemplazando a los europeos, sobre todo a los ingleses y franceses, quienes habían tenido esa posición desde comienzos del siglo XIX. La Guerra Hispano-Estadounidense de 1898, en la cual Estados Unidos asumió un control colonial sobre Puerto Rico, Cuba y las Filipinas, las últimas colonias del agonizante imperio español, no sólo debe entenderse en este contexto, sino que también demostró claramente que Estados Unidos tenía intereses expansionistas de tipo económico y político sobre regiones latinoamericanas y asiáticas37.

En los años que siguieron a la guerra entre España y Estados Unidos, los estadounidenses ampliaron de manera drástica su influencia sobre América Latina. En 1904 el presidente Theodore Roosevelt declaró de manera abierta una política imperialista sobre la región al pronunciar el corolario a la doctrina Monroe. Para Roosevelt, Estados Unidos tenía el derecho de vigilar a los latinoamericanos y se reservaba el derecho de intervenir en cualquier país latinoamericano si lo consideraba conveniente. El legado del "Destino Manifestó", la misión civilizadora que la divina providencia supuestamente le había encomendado al pueblo estadounidense para liberar al continente americano y que tuvo gran resonancia a comienzos del siglo XIX, seguía vigente a comienzos del siglo XX. Así mismo, la intervención de Estados Unidos en la independencia de Panamá de Colombia en 1903, la creación de la Zona del Canal de Panamá como territorio de los Estados Unidos y la construcción de un canal interoceánico que conectara de manera rápida las costas este y oeste estadounidenses con Latinoamérica y Asia serían otro paso importante para consolidar una posición dominante por parte de los norteamericanos, tanto en Centro como en Suramérica38.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos tenía una supremacía innegable en la región. A través de iniciativas tanto privadas como estatales mediante las cuales los norteamericanos invirtieron grandes cantidades de dinero en varios países, los constantes préstamos de los bancos estadounidenses a los gobiernos latinoamericanos y la presencia de diversas corporaciones como la United Fruit Company y la Tropical Oil Company, entre otras, se consolidó una hegemonía norteamericana en la región. La presencia no fue sólo económica o política y un lado cultural acompañó esta expansión. Desde las películas de Hollywood hasta las expediciones científicas que llevaron a cabo los museos de historia natural como el American Museum en Nueva York, el Smithsonian Institution en Washington o el Field Museum de Chicago, fueron herramientas con las que los estadounidenses lograron una intervención en la vida cotidiana y el mundo natural de los latinoamericanos39 Las expediciones de J. B. Hatcher, entre otras expediciones que llevarían a cabo los estadounidenses en territorio argentino al final del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, hicieron parte de esta expansión cultural norteamericana.

Las relaciones de poder entre paleontólogos estadounidenses y los Ameghino también se reflejaron en las teorías sobre biogeografía del momento. A comienzos del siglo XX existían dos grandes teorías sobre la migración y distribución de animales en la Tierra. Una minoría seguía la teoría de Alfred Wegener sobre deriva continental, la cual argumentaba que los continentes no sólo se movían, sino que con el paso del tiempo éstos se conectarían y permitirían una migración de sus respectivas faunas. La mayor parte de los paleontólogos, por el contrario, sostenía que los continentes estaban estáticos y nunca se habían movido. Dentro de esta corriente algunos creían que los istmos actuales, como Centroamérica o el estrecho de Bering, eran los únicos que habían permitido una migración de faunas en la historia. Otros creían que en el pasado existieron puentes que conectaron continentes que hoy en día están separados. En particular, muchos creían que Antártica había sido un puente que había conectado Suramérica, África y Australia40.

Los Ameghino vieron en la teoría de la Antártica la solución perfecta a su teoría sobre el origen de los mamíferos en la Patagonia. Entre los paleontólogos estadounidenses, sobre todo entre W.D. Matthew y G.G. Simpson, los paleontólogos más reconocidos en el Museo Americano de Historia Natural, esta teoría no tenía fundamento. Matthew argumentaba que las controversias de la correlación de las formaciones tenían que ser estudiadas junto con problemas de distribución geográfica y migración. Igualmente sostenía que los continentes eran permanentes y aseguraba que aquellos que apoyaban la teoría de los puentes como el de la Antártica o el movimiento de los continentes estaban interpretando mal los datos que proveían los fósiles41.

Las ideas de Matthew estaban influenciadas fuertemente por el trabajo del famoso geólogo estadounidense T.C. Chamberlin. Chamberlin sostuvo que la historia de la Tierra tenía condiciones variables: algunas partes terrestres se sumergían bajo agua cuando el clima era calido y húmedo, mientras que algunas partes de la tierra se elevaban por encima del agua cuando el clima era frío y árido42 Matthew adoptó esta teoría y la usó para apoyar una visión de la biogeografía con continentes inmóviles en donde la migración de los animales ocurría solamente cuando había variaciones climáticas. Matthew también sostuvo la idea de que el foco principal de la evolución de los mamíferos y los vertebrados en general había ocurrido en los continentes del Norte. Sin embargo, añadió que fueron las especies menos aptas las que tuvieron que migrar al Sur, utilizando a Centroamérica y el estrecho de Bering como istmos43 Como el mismo Matthew lo explicó: "Ha sido reconocido desde hace tiempo que la distribución actual de los mamíferos se debe a la migración de gran masa terrestre del norte [...] En período cualquiera, las especies más avanzadas y progresistas de la raza son aquellas que habitan en esta zona; las más primitivas y atrasadas serán aquellas lejanas de este centro"44 Para Matthew claramente todos los seres vivos que habitaban el continente suramericano eran inferiores que aquellos que se encontraban en los Estados Unidos y Europa.

Para G.G. Simpson, las teorías de los Ameghino tampoco tenían ningún fundamento desde la perspectiva de la biogeografía45 Simpson creía que la Patagonia y Suramérica en general presentaban un caso especial en la evolución de los mamíferos. De acuerdo con sus ideas, durante la Era de los Mamíferos, es decir, durante los últimos sesenta millones de años cuando evolucionaron la mayor parte de los animales actuales, Norteamérica, Europa, Asia y África estuvieron unidas, por lo menos la mayor parte del tiempo. Suramérica, sin embargo, era un continente completamente apartado. Por lo tanto, por millones de años los animales suramericanos evolucionaron en un aislamiento geográfico. La fauna de América del Norte, explicaría Simpson, era completamente diferente a la de América del Sur, lo cual a comienzos del siglo XX se convirtió en un problema de mucho interés para paleontólogos que querían estudiar la evolución de los mamíferos. Mientras que los elefantes, los rinocerontes y los dientes de sable eran comunes en Norteamérica, las especies de mamíferos en Suramérica eran completamente diferentes y no dejaron descendientes ni parientes cercanos. Como Simpson lo explicó:

    "No eran como los animales extintos de otras partes del mundo. Para describirlos usted tendría que partir de cero, o compararlos con media docena de animales diferentes al mismo tiempo, y luego añadir unos toques originales, como las bestias fantásticas en las historias de niños. Un astrapoterio, por ejemplo, era como del tamaño de un rinoceronte pero no se parecía en nada a uno. Tenía cuatro patas y un cuerpo de apariencia extraña como si su inventor no hubiera podido pintar bien"46.

Cuando el Istmo de Panamá se formó, los animales que habían estado aislados previamente migraron a través de los continentes. Los mamíferos suramericanos murieron en su mayoría en esta invasión ecológica. Para Simpson, siguiendo también el legado de Chamberlin47, la fauna suramericana había estado aislada por tanto tiempo que nunca desarrollaron cualidades que les permitieran sobrevivir en un ambiente competitivo. Los animales de América del Norte ya habían competido con animales asiáticos, europeos y africanos y estaban listos para competir de nuevo. Después de un tiempo, los mamíferos del Sur no pudieron pelear de vuelta y se extinguieron. Simpson escribió:

    "Los grupos suramericanos que se estaban contrayendo, o que estaban destinados a contraerse pronto, en ese continente fueron incapaces de llegar o, en casos excepcionales, llegaron pero no pudieron sobrevivir en el continente septentrional. Incluso algunos animales que no se contrajeron en Suramérica fueron incapaces de mantenerse en Norteamérica después de llegar allí. Por lo general, el intercambio de faunas estuvo lejos de ser igual. A la larga las dos faunas no se mezclaron y más bien una invadió la otra. Los mamíferos norteamericanos fueron más potentes y más expansivos que los suramericanos, tanto en su habilidad para migrar como en su habilidad para sobrevivir"48.

De esta manera, Simpson, siguiendo las ideas de Matthew, también se apoyó en la idea de que los animales suramericanos eran inferiores a aquellos que se encontraban en Norteamérica. Más aún, la referencia a los mamíferos norteamericanos como animales más hábiles que en últimas lograron invadir Suramérica parecería reflejar las relaciones de poder políticas, económicas y culturales entre Estados Unidos y Latinoamérica que marcaron las últimas décadas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.


Conclusión

El contexto intelectual que giró alrededor del estudio de la paleontología en Suramérica en el cambio del siglo XIX al XX presenta un estudio de caso que permite explorar algunas de las características más importantes en las relaciones científicas entre Estados Unidos y América Latina, en particular Argentina. Varias ideas nos permiten concluir el texto. En las últimas tres décadas los Estados Unidos ha estado ausente, por lo general, de los estudios sobre ciencia e imperialismo. Las investigaciones sobre la relación entre el conocimiento científico y los imperios se han centrado en el caso europeo y sus colonias en Asia, África y Latinoamérica. Algunos trabajos han empezado ha rellenar este vacío, pero aún falta mucho por investigar en este tema. Después de todo, en las décadas posteriores a 1880 Gran Bretaña perdió su supremacía en América Latina y los Estados Unidos se convirtieron en la nueva potencia en la región. La influencia económica estadounidense creó vínculos de dependencia que tuvieron influencia sobre las políticas domésticas de los latinoamericanos. Este proyecto expansionista fue apoyado por expediciones y teorías científicas relacionadas con América Latina y llevadas a cabo por instituciones estadounidenses, tales como universidades y museos de historia natural. La expedición de Hatcher y las teorías de Matthew y Simpson sobre la biogeografía de mamíferos suramericanos deben entenderse en este contexto.

Sin embargo, no podemos estudiar esta historia exclusivamente desde una posición imperial por parte de los estadounidenses. Hacerlo omitiría una parte importante del caso. Tomando en cuenta estudios recientes en las relaciones culturales entre Estados Unidos y Latinoamérica, este artículo también sostuvo que debemos evitar discursos hegemónicos en América Latina. Los científicos locales también se beneficiaron de las relaciones de poder con estadounidenses para ganar reconocimiento dentro de sus comunidades, así como en la comunidad científica internacional. Mirar el flujo de materias primas y bienes manufacturados entre ambas regiones es un buen punto de partida para entender estas relaciones científicas. Los científicos latinoamericanos se beneficiaron de la extracción de datos primarios y de este modo ganaron reconocimiento a nivel local e internacional. Los científicos estadounidenses, por otra parte, percibieron sus teorías como productos manufacturados y asumieron que el rol de los latinoamericanos era el de ser simples recolectores.

Florentino Ameghino es el ejemplo perfecto de un científico que se favoreció de los vínculos que habían entablado los argentinos con Europa y Estados Unidos. Las colecciones de fósiles de Ameghino le permitieron conocer a reconocidos paleontólogos europeos y estadounidenses, así como viajar por Europa por varios años. De regreso a Argentina, esta experiencia le permitió ganar una posición privilegiada en la comunidad científica local y le dio un gran reconocimiento nacional antes y después de su muerte. Florentino, sin embargo, también trató de producir teorías científicas que no sólo generaron una controversia internacional, sino también una profunda desconfianza entre los paleontólogos estadounidenses. Mientras que figuras como Cope en un principio le dieron la bienvenida a Ameghino como recolector, para la década de 1890 y las primeras décadas del siglo XX sus teorías se vieron como inaceptables y se enviaron varias expediciones para demostrar que estaba equivocado. Más aún, las teorías paleontológicas estadounidenses se enfocaron cada vez más en demostrar que los seres vivos suramericanos eran inferiores a los norteamericanos. La habilidad de los norteamericanos, argumentarían estos paleontólogos, era por naturaleza superior a la de los habitantes de Suramérica.

Finalmente, espero que futuras investigaciones puedan entender mejor un aspecto que no hizo parte de este artículo. ¿Qué papel jugaron los nativos de la Patagonia en la construcción de los estudios paleontológicos de los mamíferos? Tanto Florentino y Carlos Ameghino, así como J.B. Hatcher y G.G Simpson usaron asistentes de campo en las expediciones que llevaron a cabo en el sur de Argentina. Sin embargo, y a pesar de su importancia, la labor de los asistentes de campo desapareció una vez los naturalistas volvieron al laboratorio o a los museos para analizar aquello que encontraron. Entender mejor la manera en que tanto argentinos como estadounidenses percibieron el trabajo de estos ayudantes sería de gran beneficio para seguir construyendo la historia de las relaciones científicas entre los Estados Unidos y América Latina.


Comentarios

* Este artículo hace parte del proyecto "Entre buen vecino e imperio: historia de las relaciones científicas entre Estados Unidos y América Latina", financiado actualmente por el Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales-CESO de la Universidad de los Andes.

1 Ver por ejemplo: Warwick Anderson, Colonial Pathologies: American Tropical Medicine and Race Hygiene in the Philippines (Durham: Duke University Press, 2006); Marcos Cueto, ed., Missionaries of Science: the Rockefeller Foundation and Latin America (Bloomington: Indiana University Press, 1994); Stuart George McCook, States of Nature: Science, Agriculture, and Environment in the Spanish Caribbean, 1760-1940 (Austin: University of Texas Press, 2002); Camilo Quintero, "¿En qué anda la historia de la ciencia y el imperialismo? Saberes locales, dinámicas coloniales y el papel de los Estados Unidos en la ciencia en el siglo XX" Historia Crítica 31 (2006): 151-171; Paul S. Sutter, "Nature's Agents or Agents of Empire? Entomological Workers and Environmental Change during the Construction of the Panama Canal", Isis 98, no. 4 (2007): 724-754.

2 Las colecciones y libros más representativos son: Amy Kaplan, The Anarchy of Empire in the Making of U.S. Culture (Cambridge: Harvard University Press, 2002); Amy Kaplan and Donald E. Pease, Cultures of United States Imperialism (Durham: Duke University Press, 1993); Mary A. Renda, Taking Haiti: Military Occupation and the Culture of U.S. Imperialism, 1915-1940 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001); Ann Laura Stoler, ed., Haunted by Empire: Geographies of Intimacy in North American History (Durham: Duke University Press, 2006).

3 Ver por ejemplo: V. Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin America Since Independence, 2nd ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 2003); David Bushnell and Neill Macaulay, The Emergence of Latin America in the Nineteenth Century, 2nd ed. (New York: Oxford University Press, 1994); Aldo Olano Alor, ed., América Latina: herencias y desafíos (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2003); Richard J. Salvucci, ed., Latin America and the World Economy: Dependency and Beyond (Lexington: D.C. Heath, 1996).

4 Algunas colecciones recientes de gran importancia son: Gilbert Joseph, Catherine LeGrand, and Ricardo Donato Salvatore, Close Encounters of Empire: Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations (Durham: Duke University Press, 1998); Ricardo Donato Salvatore, ed., Culturas imperiales: experiencia y representación en América, Asia y Africa (Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo, 2005).

5 George Gaylord Simpson, Attending Marvels: a Patagonian Journal. (Chicago: University of Chicago Press, 1982 [1934]), 61.

6 Ronald Rainger, An Agenda for Antiquity: Henry Fairfeld Osborn & Vertebrate Paleontology at the American Museum of Natural History, 1890-1935, History of American science and technology series (Tuscaloosa: University of Alabama Press, 1991), 93.

7 Hay varios trabajos que estudian la vida de Ameghino. Uno de los más completos en lo referente a la relación de Ameghino con la comunidad científica argentina de su tiempo es: Irina Podgorny, El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas: coleccionistas, estudiosos y museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico y arqueológico nacional, 1875-1913 (Buenos Aires: Eudeba, 2000). Ver también: Héctor Francisco Felice, La obra de un gigante: Florentino Ameghino (Luján: Talleres Print & Laser, 1992); Luis Alberto Tognetti, "El apoyo de la Academia Nacional de Ciencia a la publicación de la obra Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la Republica de Argentina", Saber y Tiempo 11 (2001): 33-49.

8 A diferencia de Florentino, no hay muchas referencias bibliográfcas de Carlos Ameghino. Probablemente el trabajo biográfco más importante es: George Gaylord Simpson, Discoverers of the Lost World: an Account of some of those Who Brought Back to Life South American Mammals Long Buried in the Abyss of Time (New Haven: Yale University Press, 1984), 59-74.

9 José Ingenieros, Las doctrinas de Ameghino (Buenos Aires: Ediciones L.J. Rosso, 1939).

10 Irina Podgorny, El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas: coleccionistas, estudiosos y museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico y arqueológico nacional, 1875-1913, 15.

11 Irina Podgorny, "Desde la tierra donde los monstruos aun no tienen nombre: el ordenamiento de la naturaleza a través de los museos y de la ciencia en la Confederación Argentina", Quipu 12, no. 2 (1999): 169.

12 Para una descripción detallada del trabajo de Moreno ver Horacio Camacho, "Francisco Moreno y su contribución al conocimiento geológico de la Patagonia", Saber y Tiempo 9 (2000): 5-32.

13 Maria Margaret Lopes and Irina Podgorny, "The Shaping of Latin American Museums of Natural History, 1850-1990", en Nature and Empire: Science and the Colonial Enterprise, ed. Roy M. MacLeod (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 108-18.

14 Thomas E. Skidmore and Peter H. Smith, Modern Latin America, 3rd ed. (New York: Oxford University Press, 1992), 72. El trabajo de Skidmore y Smith es un buen punto de partida para ubicar a Argentina de manera general en el contexto latinoamericano. Para entender las tendencias generales de Argentina en los siglos XIX y XX ver Leslie Bethell, ed., Argentina Since Independence (Cambridge: Cambridge University Press, 1993).

15 Ezequiel Gallo, "Society and Politics, 1880-1916", en Argentina Since Independence, ed. Leslie Bethell (Cambridge: Cambridge University Press, 1993), 79-111.

16 Ver Gabriela Nouzeilles and Graciela R. Montaldo, The Argentina Reader (Durham: Duke University Press, 2002), en especial el capítulo 4.

17 Alvaro Fernández Bravo, "Latinoamericanismo y representación: iconografías de la nacionalidad en las exposiciones universales (París 1889 y 1900)", en La ciencia en la Argentina entre siglos: textos, contextos e instituciones, ed. Marcelo Montserrat (Buenos Aires: Manantial, 2000), 171-85.

18 Luis Alberto Tognetti, "El apoyo de la Academia Nacional de Ciencia", 34.

19 Para poder estudiar una colección de la correspondencia de Ameghino con otros paleontólogos ver los volúmenes 20- 23 de: Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científca de Florentino Ameghino, 24 vols. (La Plata: Taller de Impresiones Ofciales, 1913).

20 Carta de Adolfo Doering a Florentino Ameghino, enero 6, 1882 citado en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 20, 225.

21 Carta de Estanislao Zeballos a Florentino Ameghino, junio 26, 1882, citado en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 20, 277-78.

22 Carta de Oscar Doering a Florentino Ameghino, junio 19, 1884, citado en Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 20, 296.

23 Para ver una colección de la respuesta del público general a la muerte de Ameghino ver Alfredo J. Torcelli, ed., Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino, v. 1, 171-372.

24 Para ver un estudio de caso particular sobre la formación de una comunidad científica en América Latina ver Diana Obregón Torres, Sociedades científicas en Colombia: la invención de una tradición 1859-1936 (Bogotá: Banco de la República, 1992).

25 Martin Rudwick ha estudiado el origen del uso de los fósiles en la estratigrafía. M. J. S. Rudwick, The Great Devonian Controversy: the Shaping of Scientifc Knowledge Among Gentlemanly Specialists (Chicago: University of Chicago Press, 1985).

26 J.B. Hatcher, "On the Geology of Southern Patagonia", American Journal of Science 4 (1897): 327-54; J.B. Hatcher, "The Titanotherium Beds", American Naturalist 27 (1893): 204-21; W.B. Scott, "The Mammalia of the Unita Formation", Transactions of the American Philosophical Society 16 (1890): 461-504; W.B. Scott, "The Mammalian Fauna of the Santa Cruz Beds of Patagonia", Science 12 (1900): 937-940.

27 Ver por ejemplo Florentino Ameghino, "Première Contribution à la Connaissance de la Faune Mammalogique des Couches a Pyrotherium", Boletín del Instituto Geográfico Argentino 15 (1895): 603-660.

28 E.D. Cope, "The Mammalia of the Oligocene of Buenos Ayres", American Naturalist 19 (1885): 789-790. La traducción es mía.

29 E.D. Cope, "Ameghino on the Extinct Mammalia of Argentina", American Naturalist 25 (1891): 725-727.

30 "Current notes on Anthropology", Science 19, no. 475 (1892): 146.

31 "Scientifc Notes and News", Science 2, no. 32 (1895): 158-159.

32 E.D. Cope, "Ameghino on the Evolution of Mammalian Teeth", American Naturalist 30, no. 359 (1896): 937-941.

33 J. B. Hatcher, "Die Conchylien der patagonischen Formation", Science 11, no. 268 (1900): 263-266.

34 R. F. Scharf, "On an Early Tertiary Land-Connection between North America and South America", American Naturalist 43, no. 513 (1909): 513-531.

35 J.B. Hatcher, Reports of the Princeton University Expeditions to Patagonia, 1896-1899 (Princeton: The University, 1903), v. 1, 3.

36 Ver por ejemplo: Walter LaFeber, The New Empire: an Interpretation of American Expansion, 1860-1898 (Ithaca: Cornell University Press, 1967); William Appleman Williams, The Tragedy of American Diplomacy, 2nd ed. (New York: Dell Pub. Co., 1972).

37 Dos estudios recientes sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina son: Mark T. Gilderhus, "US-Latin American Relations, 1898-1941: A Historiographical Review", en A Companion to American Foreign Relations, ed. Robert D. Schulzinger (Malden: Blackwell Publishing, 2003); Darlene Rivas, "United States-Latin American Relations, 1942-1960", en A Companion to American Foreign Relations, ed. Robert D. Schulzinger (Malden: Blackwell Publishing, 2003). Sobre la guerra Hispano-Estadounidense y las relaciones entre el Caribe y los Estados Unidos ver Louis A. Pérez, Cuba and the United States: Ties of Singular Intimacy (Athens: University of Georgia Press, 1990) y The War of 1898: the United States and Cuba in History and Historiography (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1998).

38 Algunas de las biografías más importantes de Theodore Roosevelt son: H. W. Brands, T. R.: the Last Romantic (New York: Basic Books, 1997); Edmund Morris, Theodore Rex (New York: Random House, 2001).

39 Camilo Quintero, "La ciencia norteamericana se vuelve global: el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York en Colombia", Revista de Estudios Sociales 31 (2008): 48-59.

40 Para ver una descripción de la historia del debate paleobiogeográfico ver H. Frankel, "The paleobiogeographical debate over the problem of disjunctively distributed life forms", Studies in the History and Philosophy of Science 12, no. 3 (1981): 211-59.

41 W.D. Matthew, "Climate and Evolution", Annals of the New York Academy of Sciences 24 (1915): 311.

42 T.C. Chamberlin, "A Group of Hypotheses Bearing on Climatic Changes", Journal of Geology 5 (1897): 653-683.

43 Matthew, "Climate and Evolution", 308.

44 Matthew, "Climate and Evolution", 178, 201.

45 Ver George Gaylord Simpson, "Mammals and Land Bridges", Journal of the Washington Academy of Sciences 30, no. 4 (1940): 137-63. Joseph Cain y Leo Laporte han explicado la visión de Simpson sobre la biogeografía y su influencia en las ideas evolutivas que Simpson desarrolló en las décadas de 1940 y 1950. Ver Joseph Cain, "Building a Temporal Biology: Simpson's Program for Paleontology", Earth Sciences History 11, no. 1 (1992): 30-36; Leo Laporte, "Wrong for the Right Reasons: Simpson and Continental Drift", en Geologists and Ideas: a History of North American Geology, ed. Ellen T. Drake and William M. Jordan (Boulder: Geological Society of America, 1985), 273-285.

46 Simpson, Attending Marvels: a Patagonian Journal, 65.

47 Es importante aclarar que el provincialismo de los mamíferos suramericanos y la idea de un conflicto violento entre mamíferos del Norte y del Sur ya había sido propuesta por Chamberlin. Ver Thomas C. Chamberlin, A College Text-book of Geology (New York: H. Holt and company, 1909), 842-843. Para un breve análisis de las teorías de Chamberlin en lo referente a las interacciones ambientales ver Gregg Mitman, The State of Nature: Ecology, Community, and American Social Thought, 1900-1950 (Chicago: University of Chicago Press, 1992), 15.

48 Simpson, "Mammals and Land Bridges", 161.

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