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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.39 suppl.1 Bogotá Nov. 2009

 

Herrera Ángel, Marta.
Popayán: La unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII.
Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2009, 256 pp.

Carlo Emilio Piazzini
Antropólogo con Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de Los Andes en Bogotá, Colombia. Subdirector científico del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Icanh. Miembro del grupo de investigación Estudios del Territorio de la Universidad de Antioquia (Categoría A en Colciencias) ce.piazzini397@uniandes.edu.co.


Aunque no imprescindible, la lectura de este nuevo trabajo de Marta Herrera merece ser emprendida con algún conocimiento de varios de sus textos anteriores, en donde en formato de libro o de artículo académico, la autora ha venido desarrollando una línea de investigación sobre los procesos históricos de configuración de los territorios que conformaron la Nueva Granada durante el periodo colonial. Por lo menos desde 1994, cuando publicó su artículo Espacio y poder. Pueblos de Indios en la Provincia de Santafé (siglo XVIII), ya estaba en marcha una tarea de largo plazo que ha requerido articular elaboraciones teórico-metodológicas provenientes de ámbitos disciplinares diversos, particularmente de la geografía, la historia, la arqueología, la antropología y la ciencia política, confluyendo en lo que podría denominarse una perspectiva espacial de análisis e interpretación de las dinámicas del poder en el periodo colonial. Bajo esta perspectiva, en numerosos textos ha abordado los ordenamientos territoriales de carácter oficial, marginal o ilegal que tuvieron lugar en las provincias de Santafé y Cartagena, lo cual ha quedado expuesto ampliamente en su libro Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las llanuras del Caribe y en los Andes centrales neogranadinos, siglo XVIII, publicado por primera vez en 2002.

En años posteriores Herrera ha vuelto su mirada hacia el suroccidente, concretamente a la Provincia de Popayán, con lo cual ha comenzado a edificar un cuerpo de datos e interpretaciones que prepara lo que sin duda será el tercer término de un ejercicio de comparación sobre tres de los más extensos e importantes territorios político-administrativos de la Nueva Granada. Y es precisamente el estudio del proceso histórico de configuración territorial de la provincia de Popayán lo que se propone el libro que aquí reseñamos.

El cuerpo del texto se desarrolla en tres capítulos que, antecedidos y precedidos de la introducción y las conclusiones, se dedican a analizar la configuración territorial, la dinámica demográfica y la tipología de los asentamientos de la Provincia. Si bien el título marca de entrada el periodo cronológico de mayor énfasis (siglo XVIII) en la investigación, es claro que temporalidades posteriores y anteriores resultan implicadas en su desarrollo.

Así, en la introducción se hace visible de manera expresa el vínculo de la autora con los tiempos contemporáneos, cosa innegable en cualquier investigación, pero que en este caso no pretende ocultarse. Antes bien, interroga críticamente el planteamiento actual, ya manido, de que Colombia es un país de regiones, no porque dude de la pluralidad que en términos geohistóricos y culturales conforma el país, sino porque dicho planteamiento aparece a menudo como una visión naturalizada de las fronteras infraestatales e internacionales como límites dados y fijos que separan los territorios político-administrativos. Y se pregunta la autora precisamente por los procesos territoriales de larga duración que de forma dinámica y llena de tensiones han dado forma al país de hoy. Para responderlo, elude el camino frecuente de analizar la formación de las entidades regionales y opta más bien por acercarse a los modelos de poblamiento que dieron lugar al establecimiento de múltiples jurisdicciones territoriales por parte de las autoridades españolas, proceso lleno de tensiones y superposiciones espaciales, que tuvo que contar necesariamente con las prácticas de la población local, configuradas desde épocas más antiguas.

Y es aquí en donde interviene un análisis importante de temporalidades que antecedieron el siglo XVIII, tanto en lo referido a épocas precolombinas como al periodo colonial temprano. En efecto, el primer capítulo se dedica a elaborar una crítica a aquellas explicaciones que han visto la conformación de la Provincia de Popayán como el resultado fundamental de voluntades individuales que protagonizaron el repartimiento de poderes entre personajes destacados de la conquista. La autora propone en su lugar que la conformación de la Provincia de Popayán debe ser entendida en el contexto de tendencias territoriales de largo plazo histórico que venían funcionando desde épocas precolombinas, y que incidieron fuertemente en el juego de tensiones desatado durante los siglos XVI y XVIII, entre las Audiencias de Quito y Santafé, entre el Sur y el Norte, actuando entonces la provincia de Popayán a manera de bisagra. Basada en datos arqueológicos y documentación escrita del siglo XVI, Herrera considera que en lo que hoy es el suroccidente colombiano se había establecido, ya durante el primer milenio de la era cristiana, una tradición cultural o visión compartida del mundo por parte de culturas con identidades diferentes. Posteriormente, en vísperas de la invasión española, la avanzada militar incaica hasta el norte del Ecuador habría tenido repercusiones sobre las sociedades indígenas herederas de esta tradición, generando una cierta dinámica de integración con el Sur, visible por ejemplo, en redes de intercambio económico que incluso se fortalecieron y aún se encontraban funcionando en el siglo XVII.

Así, los criterios de los poderes españoles para establecer las jurisdicciones políticas, eclesiásticas y administrativas no se dieron en relación con unos espacios vacíos, sino que habrían tenido que contar con estas dinámicas territoriales de origen precolombino. Y esa sería justamente la razón por la cual la Provincia de Popayán, tan diversa geográfica y culturalmente, habría logrado consolidarse como una unidad a partir de la pluralidad.

Pero ¿cuál era la población que se encontraba participado de esas dinámicas territoriales? En el segundo capítulo del libro se aborda la demografía de la Provincia, con base en censos efectuados principalmente a finales del siglo XVIII. Afrontando dificultades referidas al corto periodo que cubren los censos disponibles, a la muy probable ocurrencia de subregistros en los mismos y a la expresión diferencial que éstos hacen de las jurisdicciones y tipologías socioraciales, la autora debe efectuar varias advertencias y dispendiosos análisis, antes de entrar a emplear los datos en sus inferencias.

Así mismo, realiza un ejercicio de comparación con cifras contemporáneas disponibles para el Virreinato en general, las Audiencias de Santafé y Quito, así como las provincias que las conformaban en particular. Con base en ello se llega a plantear en primer lugar que la población de la Provincia poseía una densidad demográfica relativamente baja en comparación con la gran extensión de su territorio. Por otra parte, se observa que la población indígena de la provincia, duramente golpeada por la invasión europea del siglo XVI, para el siglo XVIII registraba una participación porcentual similar a la de los otros grupos socioraciales de la provincia, como eran los negros, los libres y los blancos. En términos de distribución geográfica, un juicioso ejercicio de ubicación de los diferentes tipos de asentamientos en el mapa (ciudad, asiento, curato, pueblo, parroquia, viceparroquia, sitio, hacienda, real de minas, puerto, y salina, entre otros) le permite establecer la distribución de las densidades demográficas para las distintas jurisdicciones de la Provincia, e igualmente la distribución relativa de los grupos socioraciales en el territorio. Estos últimos aspectos constituyen la base para que la autora plantee hipótesis acerca de la coexistencia de diversos tipos de relaciones sociales de producción, y aun cuando es de esperar que la población blanca ejerciera el dominio en buena parte del territorio, parecía existir una cierta disgregación de la población y descentralización de las relaciones de poder.

El capítulo tercero retorna sobre algunas de estas hipótesis, resaltando la particularidad de los patrones de asentamiento en la provincia de Popayán, en contraste con lo que sucedía a finales del siglo XVIII en otras provincias del Virreinato. Se destaca la relación entre la relativa baja densidad de población y la gran cantidad de asentamientos de diverso tipo diseminados en el territorio, entre los cuales sobresalen los denominados asientos y pueblos de libres (categorías escasas o inexistentes en el resto del Virreinato), así como el hecho de que los asentamientos no tuvieran necesariamente que estar bajo la jurisdicción de ciudades, villas o parroquias. Con base en ello, Herrera propone que, a diferencia de las provincias de Santafé y Cartagena, no parece haber existido un interés tan decidido y sostenido por parte de las autoridades españolas por ordenar y controlar la población, dejando un margen amplio para que fueran las élites y dinámicas locales de poblamiento las que fueran configurando las jurisdicciones. En el caso de los pueblos de indios, predominantes como formas de asentamiento en el censo de 1770, se propone que constituían todavía en esa época los ejes estructurantes del poblamiento de la Provincia, aun cuando con base en el censo de 1797 se considera que éstos iban perdiendo su importancia por contraste con el incremento de haciendas, reales de minas y sitios. El análisis en detalle de información relativa a la conformación del asiento de Quilichao, entre los siglos XVII y XVIII, se ofrece como caso representativo de la forma en que, durante ese periodo, se fueron configurando nuevas formas de asentamiento en la Provincia, caracterizadas por la tensión entre los dueños de los reales de minas y haciendas, y una población de blancos pobres, mestizos, pardos y montañeses que, al tenor del comercio legal e ilegal que gravitaba en torno a estos establecimientos, fueron formando asentamientos nucleados. Pero curiosamente esta tensión, lejos de resolverse por las vías de hecho, siempre se hizo apelando a los parámetros de la justicia divina y real del sistema colonial.

En su conjunto, el tratamiento de la gran cantidad de información y diversidad de fuentes a los que apela la autora para tratar de comprender el proceso de configuración territorial de la provincia de Popayán, se caracteriza por un uso diferencial de las escalas temporales y espaciales. Si en el primer capítulo se emplea información que cubre varios siglos, en el segundo y tercero el ámbito temporal se enfoca primordialmente a las últimas décadas del siglo XVIII. En lo espacial, aun cuando se mantiene un ejercicio permanente de contrastación entre Popayán, Santafé y Quito, el tratamiento del caso de Quilichao se ofrece como único de ese nivel, bajo la expectativa de que sea representativo de la Provincia. Este uso diferencial de las escalas se debe en casos específicos a una cuestión de disponibilidad de datos (demografía), pero en otros obedece a la elección efectuada expresamente por la autora. Ello, en su conjunto, conlleva a que el esfuerzo de explicación de un proceso histórico de configuración territorial que no llevó menos de tres siglos, y relativo a un espacio geográfico de gran extensión, haya desembocado en el establecimiento de múltiples hipótesis que requieren ser sopesadas en su fortaleza mediante estudios futuros, más precisos y acotados en lo temático y espacio-temporal.

En la perspectiva de señalar esas líneas de indagación, vale la pena examinar en primer lugar su propuesta de dinámicas territoriales de larga duración conformadas desde épocas precolombinas, puesto que la información arqueológica empleada proviene de investigaciones que han enfatizado más en la unidad que en la diversidad cultural de las sociedades precolombinas, promoviendo el uso de categorías tales como "tradición" y "cultura arqueológica", que desde el punto de vista conceptual no se refieren a "redes de significados" (acepción de cultura empleada por Herrera con base en Geertz), sino al registro de ítems similares de la cultura material que serían evidencia de ideas compartidas. Así mismo, el análisis de las redes de intercambio precolombino y colonial, que habrían servido en buena parte de sustento a la reproducción de esas tendencias territoriales de largo plazo, es en realidad un ejercicio que por su complejidad espera ser desarrollado con mayor precisión, tanto desde la arqueología como desde la historia. En cuanto a las dinámicas demográficas y de poblamiento, los aportes efectuados por Herrera, productos de un ejercicio arduo de análisis estadístico y localización geográfica, requieren ser ampliados en su expresión cronológica, como base para que los análisis de tendencia sustenten mejor la explicación de procesos de mayor envergadura temporal, tarea que no será fácil y representa todo un reto, contando con la escasez de datos anteriores al siglo XVIII. Finalmente, el estudio de la forma en que se fueron conformando los asentamientos entre los siglos XVI y XVIII, proceso íntimamente ligado con las hipótesis de relativa autonomía y disgregación de las poblaciones de Popayán, requiere de casos que contrasten y complementen lo analizado por Herrera para Quilichao, por lo menos en lo que atañe a cada tipo de asentamiento identificado.

Es claro entonces que uno de los más importantes aportes del libro de Marta Herrera estriba en la apertura de líneas de investigación en torno de preguntas que, aun cuando requieren recrear rigurosamente el pasado para delinear respuestas sólidas, se hacen claramente desde el presente: ¿Cómo es que el Suroccidente, el Gran Cauca, para emplear denominaciones más recientes, pese a su gran diversidad, a su extensión, a su lugar de frontera entre el Norte y el Sur, ha logrado mantener una cohesión territorial relativamente estable durante unos cinco siglos? Y esta pregunta se encuentra inscrita en otra que se formula en iguales términos, pero que aumenta en complejidad: ¿Cómo es que ha sido posible ese "equilibrio inestable" que ha permitido la conformación y permanencia relativa de esta "obra de arte" que hoy llamamos Colombia?

Este libro es, en la perspectiva anotada al principio de este texto, un aporte más en la tarea que la autora ha emprendido hace ya varios años por hacer del tratamiento del espacio un camino fecundo en la tarea de comprender las dinámicas históricas y sociales, particularmente aquellas relativas al poder. Ello ha significado en el contexto académico colombiano una apertura necesaria que apenas hace poco comienza a ser tomada en serio en cuanto a sus implicaciones de orden epistemológico y político. El geógrafo John Agnew ha señalado que "[l]as ciencias sociales modernas sufren de una suerte de "agnosis" (o desorden de la percepción) según la cual las representaciones del espacio ponen límites a procesos no espaciales más que proveer una comprensión del espacio y la sociedad como inextricablemente entrelazados"1 Esta interdependencia entre espacio y sociedad implica que el tratamiento del primero en las ciencias sociales no es sólo cuestión de escenarios geográficos o escalas variables de extensión cartesiana en las que se encuadra el objeto de estudio, sino condición de posibilidad para la comprensión misma de los procesos y prácticas sociales. La resistencia para advertir una tal concepción entre el público académico y no académico se explicaría sólo porque, como ha puntualizado Herrera en la introducción de su libro, en la vida cotidiana el espacio se nos ofrece como algo dado e inmediato, como un ordenamiento natural de las cosas, pese a que, o precisamente porque se trata ni mas ni menos de una producción social que inculca estructuras de significado conforme a las cuales damos sentido al mundo.


Comentarios

1 John Agnew, "Representing space: space, scale and culture in social sciences", en Place/Culture/ Representation, eds. J. Duncan y D. Ley (New York: Routledge, 1994), 261.

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