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 issue39  suppl.1Popayán: La unidad de lo diverso. Territorio, población y poblamiento en la provincia de Popayán, siglo XVIII. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2009, 256 pp.Los Herederos del Pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela, 2 Vols. Bogotá: Universidad de los Andes - Facultad de Ciencias Sociales - Departamento de Antropología - CESO, 2009, Tomo I: 394 pp.; Tomo II: 336 pp author indexsubject indexarticles search
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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.39 suppl.1 Bogotá Nov. 2009

 

Borja, Jaime Humberto y Pablo Rodríguez Jiménez, comps.
Historia de la vida privada en Colombia. 2 Vols. Bogotá: Taurus, 2009 [pp. ?].

María Cristina Pérez Pérez
Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Miembro de los grupos de investigación Prácticas culturales, imaginarios y representaciones (Categoría A en Col-ciencias) e Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura (Categoría B en Colciencias). mc.perez158@uniandes.edu.co.


El estudio de la vida privada de la sociedad colombiana, sus constantes transformaciones, el proceso de construcción del sujeto y las distintas percepciones de lo íntimo, fueron algunos de los temas que Jaime Humberto Borja y Pablo Rodríguez Jiménez reunieron en la obra titulada Historia de la vida privada en Colombia, compilación que responde a un interés investigativo que ya se había iniciado en otros países latinoamericanos (Uruguay, Chile, Argentina y Brasil), que tuvo como principales precursores a los historiadores franceses Philippe Ariès y George Duby con su Historia de la vida privada en Occidente1 La obra que nos ocupa está conformada por 23 ensayos, organizados en dos volúmenes, elaborados por antropólogos, historiadores, literatos y politólogos del país, quienes reflexionan sobre la vida privada desde diversas metodologías: la antropología histórica, la historia social, la historia de las mentalidades, la microhistoria y la historia cultural (p. 15). La gran mayoría hacen visibles las dificultades que presenta indagar sobre este tipo de temáticas olvidadas en la historiografía colombiana y ausentes en las reflexiones de las distintas Ciencias Sociales.

El primer volumen, Las fronteras difusas del siglo XVI a 1880, analiza la concepción de lo íntimo durante la Colonia y gran parte del siglo XIX, en donde las fronteras entre el dominio público y el privado no están delimitadas, como se señala en algunos ensayos. Luis Miguel Córdoba muestra que la relación entre los conquistadores españoles y la población indígena permitió la creación de espacios marcadamente mestizos, en los cuales la privacidad estaba ausente, "pues las casas de mineros y encomenderos estaban servidas por un gran número de población indígena y esclava" (p. 47). Carl Henrik Langebaek, asimismo, al investigar la vida cotidiana y social en el pasado prehispánico a través de la ideología, la religión y la orfebrería, muestra cómo los espacios íntimos individuales (chozas y templos) y ciertos artefactos de poder (joyas y figuras votivas) tenían realmente existencia cuando permanecían en el contexto público de los grupos muiscas. Diana Luz Ceballos Gómez ahonda en esta temática y resalta la interacción entre el ámbito público y el privado en el sistema penal de la Inquisición en Cartagena, en el que la posición social, cultural, económica y étnica influía en la acusación y en el desenlace del caso.

Igualmente destaca el rumor, el chisme y el cotilleo como herramientas de policía, ejercida por los miembros de la sociedad colonial de manera colectiva e individual.

A su vez esta primera parte se articula a partir de textos que reflexionan sobre los sentimientos amorosos, la adecuación de los espacios íntimos y el manejo del cuerpo. Así, Pablo Rodríguez Jiménez estudia las experiencias afectivas vividas por hombres y mujeres dentro de sus relaciones matrimoniales y fuera de éstas. Con este propósito da a conocer no sólo las uniones establecidas a través del ideal sacramental de la iglesia, sino también de aquellas consideradas ilegales y que involucran a personas de distinta condición sexual y étnica. En este sentido, las fiestas y reuniones clandestinas fueron los escenarios propicios para el desarrollo de este tipo de relaciones, en especial las establecidas entre grupos de esclavos que poseían pautas cotidianas específicas y una libre disposición del territorio, según lo plantea en su texto Rafael Antonio Díaz Díaz. En estos espacios de diversión y regocijo de la población esclava, en continua interacción con blancos, mestizos e indígenas, se creaban ambientes cotidianos en los que prevalecían aspectos privados y públicos de sociabilidad (p. 228). No obstante, Adriana María Alzate señala la privatización que sufren algunos de estos lugares, gestos, comportamientos y actos que habían permanecido en la esfera de lo público hasta finales del siglo XVIII. Esto debido al interés de las élites locales por mantener el orden, las buenas costumbres y la salud pública, a través de un proceso de ordenamiento y de educación del cuerpo.

Otro conjunto de estudios abordan tanto la organización de espacios sociales en las ciudades, como la exposición de objetos o artefactos de religiosidad y poder. Así, María del Pilar López Pérez estudia el ordenamiento interno de las casas -principales construcciones de las ciudades- donde se sucedían nacimientos y velorios, se realizaban fiestas familiares y sociales, se preparaban los alimentos, se atendía a los enfermos y se daba abrigo a parientes y amigos (p. 79). Por ello se dio la adecuación de áreas como las salas de recibo, las salas de alcoba, el oratorio doméstico, el oratorio de rincón y el balcón, entre otros. Igualmente, María Piedad Quevedo resalta la vida privada de los conventos neogranadinos que poseían necesariamente un carácter público, al estar vinculados a los distintos estamentos religiosos y sociales de la ciudad, en tanto que el convento se presenta como símbolo de identidad interior que aguarda el cuerpo femenino y que es controlado por medio de la guía del confesor. En este orden de ideas, Jaime Humberto Borja señala la manera en que la iglesia promovió elementos para la formación de nuevas prácticas individuales, ya sea con pinturas religiosas o con el género narrativo de las vidas ejemplares de santos. Estas herramientas profundizaban en el carácter íntimo de las prácticas espirituales, al establecer determinadas actitudes como modelos públicos.

Por otro lado, se destaca un conjunto de autores, los cuales exploran la intimidad de los denominados héroes de la patria y de las sociabilidades masonas, protestantes y espiritistas a lo largo del siglo XIX. Aída Martínez Carreño relata la vida privada de Antonio Nariño, destacando la estructura de su casa, su temperamento apasionado y entusiasta, su gusto por las Ciencias Naturales y sus conflictos sociales y políticos. Este tipo de investigaciones permiten adentrarse en la intimidad del hombre público, es decir, en la intimidad de aquellos que se dedicaron a la política, a la guerra, a la religión, a los negocios o a la ciencia, como también lo hace en su ensayo Víctor M. Uribe Urán. Este autor destaca tanto las relaciones familiares, sentimentales y sexuales, como el uso del vestido, los hábitos diarios y la salud de personajes públicos como Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Tomás Cipriano de Mosquera y Rafael Núñez. En cuanto a las diferentes prácticas asociativas del siglo XIX, Gilberto Loaiza Cano analiza la influencia de éstas en la vida privada de sus miembros y en la de aquellos grupos sociales que quisieron controlar (p. 324). Un ejemplo de esto es el papel desarrollado por la mujer en las sociabilidades católicas y su función en los programas que impulsaban la caridad con los menos favorecidos.

El segundo volumen, Los signos de la intimidad. El siglo XX, examina diferentes aspectos de la individualidad que comienza a construirse a finales del siglo XIX y los espacios en los cuales se desarrolla la vida privada durante el siglo XX. Camilo Monje, por ejemplo, estudia la importancia de los cafés y clubes para la sociedad bogotana, al ser no sólo espacios públicos de encuentro con los amigos, sino también lugares privados para la confidencia fraterna. Si bien cada uno cumplía una función distinta, ambos sitios permitieron al hombre un encuentro íntimo con sus colegas. Pero no sólo estos lugares fueron testigos de los cambios ocurridos al iniciar este siglo y de las nuevas formas de intimidad, sino que también las tiendas, los teatros, las plazas, los juegos mecánicos, los hoteles y la ópera cumplieron el mismo papel. Según lo plantea en su escrito Germán Mejía Pavony, la creación de estos lugares respondía al surgimiento de una ciudad burguesa capitalina, y por ende del nacimiento de un gusto burgués que transformó las estructuras materiales y las normas en la vida privada de la ciudad. Uno de estos elementos, trabajados por Óscar Guarín Martínez, fue el consumo de alcohol y de drogas que generaron una nueva mirada sobre la intimidad y el comportamiento del individuo en sociedad. Esto se evidencia en un hecho contradictorio: la fuerte condena pública de la embriaguez popular y la relativa tolerancia del consumo clandestino de licor y de otras sustancias entre la élite (p. 44).

La importancia que adquiere la escritura y la lectura en los espacios de intimidad, las formas de civilidad propuestas en los manuales de urbanidad e higiene y la nostalgia por los recuerdos de la infancia son otros de los temas que se debaten en este volumen. Precisamente Carmen Elisa Acosta Peñaloza resalta la función que cumple la prensa y la literatura en la construcción íntima de los sujetos, al penetrar en los hogares, en los cuartos de costura, en las alcobas y en las alamedas. En muchos de estos textos el escritor narra acontecimientos con los que el lector se siente identificado, como la mirada de la ciudad al campo, la crítica de los nuevos valores introducidos por las influencias extranjeras y las historias en las que se debate lo público y lo privado. Zandra Pedraza Gómez, a su vez, muestra el significado que adquiere el manejo del cuerpo para las élites locales, quienes gozaban de autoridad política, social e intelectual para orientar la educación del cuerpo. Este grupo basado en preceptos de urbanidad, pedagogía e higiene, expone en sus escritos sus percepciones sobre aspectos relacionados con la raza, el sexo y la edad. Otro texto que nos habla de las formas de escritura a finales del siglo XIX y principios del XX es el elaborado por Paula Andrea Ila acerca de los escritos autobiográficos que se refieren a la infancia en Colombia como los de Soledad Acosta, José María Samper, Baldomero Sanín, Eduardo Caballero Calderón y Matilde Espinosa. Tales escritos narran aspectos particulares de la niñez de sus autores y dan cuenta de los cambios políticos y sociales acaecidos en el país durante esta época.

En este mismo orden de ideas, se encuentran escritos que reflexionan sobre la intimidad de los sectores obreros y la vida privada en una organización guerrillera como el M-19. Mauricio Archila relata las formas de intimidad de los obreros y obreras que provenían, en su gran mayoría, del área rural, y que llevaban consigo un importante componente femenino y juvenil, poco calificado técnicamente y con altos índices de alfabetismo (p. 146). Con este objetivo, analiza los lugares de trabajo en los que se daban grandes muestras de paternalismo, los espacios de diversión como las plazas públicas y las ferias itinerantes, y la intensa lucha de los obreros por conseguir una vida digna para sus familias. Por su parte, Vera Grabe, desde su experiencia personal, comenta algunos elementos de la vida íntima de los jóvenes que decidieron ingresar al M-19, dejando a sus familias y estableciendo nuevos lazos de amistad con sus compañeros de lucha. Esta fue una generación que convirtió sus ideales de libertad y de justicia en una opción armada que contaba con la complicidad de algunos miembros de la sociedad colombiana, quienes apoyaban abiertamente su causa o simplemente la respetaban. La autora reflexiona principalmente sobre las preocupaciones personales de los miembros del grupo y las relaciones familiares y amorosas que se establecían en la clandestinidad.

Para terminar se encuentran ensayos que hacen referencia a la belleza, a los sentimientos y a la influencia de los medios de comunicación en la vida privada de los colombianos en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI. Ingrid Johanna Bolívar destaca uno de los eventos más significativos del país, que se realiza desde el año de 1934: el reinado de belleza. Esto con el propósito de describir algunos aspectos íntimos de los sectores sociales que se vinculan a éste y delimitar las redes que se construían entre la vida privada de las reinas y el dominio público. De igual forma, Mara Viveros Vigoya aborda las distintas dinámicas del sentimiento amoroso en la cultura colombiana, haciendo visibles sus cambios en la segunda mitad del siglo XX y mostrando sus distintas representaciones en la televisión, la publicidad (dirigida esencialmente a la mujer) y la literatura. Luisa Acosta también hace énfasis en la influencia cultural que ha tenido en la sociedad colombiana el consumo de narrativas televisivas, que han transformado visiblemente -desde su emisión el 13 de junio de 1954- las relaciones íntimas y familiares. Y más aún si se tiene en cuenta que la vida privada de los colombianos se ha ido ordenando de acuerdo a los tiempos y espacios de las emisiones, además de haber creado un escenario íntimo en el que se modela continuamente su gusto (p. 258).

En su conjunto, Historia de la vida privada en Colombia es una interesante propuesta que reúne diversos ensayos sobre la vida íntima y cotidiana de los colombianos a lo largo de su historia. Esto ha permitido visibilizar el cambio que ha sufrido el concepto de lo privado en cada época, la forma en que se ha desarrollo y el sentido que ha adquirido. Así, por ejemplo, se puede observar que la idea de lo privado en la Colonia estaba sujeta a la relación que adquiría con lo público, por lo que las fronteras entre ambos espacios no estaban claramente delimitadas. Por el contrario, para finales del siglo XIX y gran parte del siglo XX se concibe el mundo de lo privado-individual alejado cada vez más de la esfera de lo público, y comienzan a adquirir valor aspectos relacionados con lo íntimo y la consecuente privatización de algunos espacios de sociabilidad. Si bien la mayoría de los autores no tienen como línea principal de investigación lo privado o lo cotidiano, sus trabajos son un gran aporte en este sentido, pues además de proporcionar un catálogo de problemas sobre esta temática, también hacen visibles vacíos que pueden y deben ser llenados, tal como lo señalan Jaime Humberto Borja y Pablo Rodríguez Jiménez. Más aún cuando se analizan cada una de las propuestas realizadas y se descubre además de nuevos objetos de estudios como la niñez, las imágenes religiosas y los reinados, una gran variedad de fuentes que proporcionan nuevas miradas a la historia: la literatura, la publicidad, el cine, la televisión y los manuales de higiene, entre otros. Por lo tanto, estos dos volúmenes se convierten en una excelente guía para los investigadores que se interesen por el estudio de la vida privada en Colombia.


Comentarios

1 Philippe Ariès y Georges Duby orgs. Historia de la vida privada, 5 Vols. (Madrid: Taurus, 2001).

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