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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.40 Bogotá jan./jun. 2010

 

LA IRRUPCIÓN DEL TESTIMONIO EN AMÉRICA LATINA: INTERSECCIONES ENTRE HISTORIA Y MEMORIA. PRESENTACIÓN DEL DOSSIER "MEMORIA, HISTORIA Y TESTIMONIO EN AMÉRICA LATINA"

Guillermo Bustos
Licenciado en Ciencias Históricas, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Quito, Ecuador. Magíster en Historia, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (flacso), Quito, Ecuador, y candidato a Ph. D. en el Departamento de Historia de la Universidad de Michigan, Ann Arbor, Estados Unidos (Tesis próxima a defensa: "The Crafting of 'Historia Patria' in an Andean Nation. Historical scholarship, public commemorations and nationalism in Ecuador during the First Half of Twentieth Century". Profesor en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Miembro del Comité Científico de la revista Historia Crítica, del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: "La conmemoración del primer centenario de la independencia ecuatoriana: los sentidos divergentes de la memoria nacional", aparecerá en Historia Mexicana 237 (julio a septiembre de 2010) y como editor, La Revolución de Quito 1809-1812 (Quito: El Comercio - Corporación Editora Nacional - Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, 2009). gbustos09@uasb.edu.ec.


I

Aunque los términos 'historia' y 'memoria' se empleen en el vocabulario corriente como intercambiables, cada uno designa formas diferentes de articular el pasado y la temporalidad. La aparente sinonimia de ambos vocablos proviene del auge que la memoria conquistó en el mundo contemporáneo. La memoria se ha convertido en "una preocupación central de la cultura y de la política"1 Aquella visión tradicional que definía la función del historiador como el guardián del recuerdo de los acontecimientos públicos, una suerte de custodio en alerta constante frente a la sospecha que le suscitaba lo que hoy denominamos memoria, ha sido ampliamente desbordada2 La curva del escalamiento de la memoria amenaza con convertirse en la pesadilla del historiador de antiguo y nuevo cuño. Se trata de un vasto fenómeno cultural, en una de cuyas variantes más difundidas yace "una memoria a la vez mercancía y a la vez sacralizada, fragmentada y formateada, estallada y exhaustiva", que ha quedado fuera del control del especialista y "circula on-line [o por otros canales en el espacio mediático], como la historia verdadera de la época"3

La paulatina consolidación de la memoria en el espacio público, en detrimento del análisis histórico, forma parte de lo que el historiador François Hartog identifica como "la preeminencia de la categoría del presente". Este autor, un estudioso de los "regímenes de historicidad" (una propuesta que da cuenta de la manera cómo se articulan las categorías de pasado, presente y futuro), advierte que durante los tres o cuatro últimos decenios asistimos a una mutación de la temporalidad, en virtud de la cual el predominio de la categoría de futuro está siendo reemplazada por la que corresponde al presente. La desconfianza en el porvenir (suscitada, por ejemplo, por la amenaza del calentamiento global) y la penetración que la comunicación masiva en tiempo real ha ganado en la vida cotidiana, entre otros factores, nos han conducido a "vivir en la inmediatez del presente". Asistimos a un ensimismamiento "presentista", en el que el tiempo presente se convierte en su horizonte dominante4

La "ascensión progresiva del testigo" a la escena pública internacional, caracterizado como "portador de memoria" o "sobreviviente", empezó con los procesos judiciales que se instauraron para perseguir los crímenes contra la humanidad perpetrados por el nazismo y el fascismo5 En América latina, el salto del testimonio al dominio público se produjo inicialmente bajo el signo de la denuncia de la maquinaria de brutalidad que envolvió la práctica del terrorismo de Estado, un subproducto de la Guerra Fría que tenía como telón de fondo las arraigadas inequidades sociales de la región. La entronización de este tipo de regímenes en Uruguay (1973-85) o Argentina (1976-83), y el desarrollo de la Guerra Civil en El Salvador (1980-92), sólo para mencionar los casos que funcionan como marco de referencia para los artículos incluidos en el presente dossier, y que pueden ser extendidos a otras experiencias similares en el área, dejaron a las víctimas "sin más certezas que su experiencia reciente [y] sin otro recurso a la mano que su memoria"6 De manera concomitante, la centralidad del testigo y el testimonio en las ciencias sociales y humanidades contemporáneas proviene de la mutación epistemológica que hizo posible el "retorno del sujeto".

El testimonio lleva la impronta de un tipo de relato estructurado en primera persona, que daba cuenta de una experiencia apremiante, vivida en carne propia o en proximidad. La enunciación del testimonio ha brindado voz pública a quien carece de ella, sea por razones de exclusión política o debido a la marginación del ámbito alfabetizado. Mujeres, indígenas, guerrilleros, marginados y otros que han sufrido alguna clase de proscripción pudieron expresarse por medio de este mecanismo. René Jara caracterizó este tipo de intervención como "narración de urgencia", y los primeros que se acercaron a indagar la naturaleza de la "literatura testimonial" en Latinoamérica fueron los críticos literarios y culturales7

Dejando de lado las especificidades que caracterizan, por una parte, a la "literatura testimonial" y, por otra, a la historia oral y los relatos de vida (género literario y metodologías de investigación, respectivamente), se puede agrupar estos ámbitos en torno a un denominador común: la pertenencia a la categoría de "actos de la memoria"8

El testimonio (o acto de memoria) permitió que el testigo retorne a la historiografía (en cuanto historia de la memoria), y que ésta reabra y traslade a un nivel más profundo los anteriores debates de la historia oral, respecto a qué tipo de credibilidad se le puede otorgar a la voz del testigo en el discurso histórico. Uno de los rasgos distintivos del testimonio es precisamente su dimensión verista. El testimonio funda su razón de ser en que "desprende de la huella vivida un vestigio de ese rastro, y ese vestigio es la declaración de que aquello existió". Al señalar que el testimonio representa la ausencia de aquello que existió, el testigo afirma, según Paúl Ricoeur, tres cosas: "Yo estuve allí", "créeme" y "si no me crees, pregúntale a otro"9

Al escudriñar la pretensión de fidelidad respecto al pasado que alega el testimonio, debemos salir necesariamente del territorio de la memoria e internarnos en la crítica histórica. Entre el derecho a recordar y la afirmación del valor de verdad de un recuerdo no hay una equivalencia automática10 ¿Qué acontece en el cruce de los caminos entre historia y memoria? Al examinar los contenidos de la memoria en relación con su locus de enunciación, se da inicio a un proceso de hostilización del recuerdo. Este ejercicio analítico de comprensión de las condiciones de posibilidad en las que se elaboró el recuerdo implica un distanciamiento de la memoria, así como un acercamiento al proceso de producción del que proviene, dentro del cual la consideración del papel que juegan las mediaciones en la construcción del recuerdo resultan centrales. Las operaciones de cotejo entre lo que dice y calla el testimonio, y la forma en que estructura su relato, por un lado, y cómo se sitúa ante otras memorias y huellas del pasado, por otro lado, son algunos pasos de un protocolo más amplio, según el cual la historia realiza un ejercicio de expansión de la memoria.

La actividad intelectual de trabajar sobre la memoria, según Ricoeur, cumple la función política y hermenéutica de abrir en el pasado otros futuros.

Aunque la frase "historización de la memoria" sugiera en primera instancia que en esta operación la historia desempeña un papel activo frente a la memoria, en verdad, la interpelación que el testimonio regularmente dirige al presente de una sociedad (y por lo tanto a su pasado) es de crucial importancia. En este intercambio, Hartog propone mantener la distinción entre veracidad y fiabilidad, verdad y prueba11 Sin embargo, la credibilidad de la memoria en cuanto fuente oral no depende, como señala Portelli, de la falta de correspondencia con lo que probablemente ocurrió, pues "las discrepancias y los errores son hechos en sí mismos, signos reveladores que remiten al tiempo del deseo y del dolor y a la difícil búsqueda de sentido"12 Como se sabe, ni la memoria es la fiel reproducción de la realidad pasada ni el olvido constituye una falla o error.


II

La memoria y el olvido son construcciones sociales que van de la mano. El recuerdo es un relato selectivo, elaborado a través de mediaciones socioculturales, y anclado en un contexto espacio-temporal específico, desde el cual se construye un significado de la experiencia individual y grupal. Aunque se traslapen entre sí, la memoria y la disciplina histórica elaboran representaciones del pasado de diferente tipo y pueden interpelarse mutuamente.

La memoria es una dimensión constitutiva de todo ordenamiento social. Por esta razón, los procesos de creación y desarrollo de identidades sociales dependen centralmente de la elaboración de algún tipo de memoria. Entre memoria e identidad hay una relación de mutua interdependencia.

La historia y memoria son arenas de disputa del poder y de contestación social. La memoria y la historia son relatos que están generalmente estructurados mediante una combinación de parámetros de clase, etnicidad, género y nación.


III

A partir de los criterios enunciados y de la enumeración de un amplio abanico de posibles temas se lanzó la convocatoria internacional del presente dossier sobre historia y memoria13 Como ocurre en estos casos, unos temas concitaron más atención que otros.

Los trabajos que finalmente componen este número monográfico de Historia Crítica se presentan ordenados en tres grupos que en conjunto nos remiten a una cartografía vasta de "actos de memoria" procedentes de Centroamérica, la región andina y el Cono Sur. Si bien la cuestión testimonial atraviesa la mayoría de trabajos aquí reunidos, su tratamiento, los acentos y las experiencias analizadas dibujan el amplio, complejo y rico espectro de las posibilidades de historizar la memoria en Latinoamérica. Como es usual en el discurso académico, de la lectura de cada uno de los estudios aquí reunidos surgirá también un abanico de desafíos e interrogaciones que esperamos alienten la investigación en este campo.

Primera parte: el edificio-monumento y los pasados de la nación

A la luz del debate historiográfico e interdisciplinario sobre el nacionalismo, la memoria y la identidad, la consideración de los regímenes de historicidad y la mutación de sensibilidades, la identidad nacional ha dejado de ser leída en términos de un ejercicio intelectual autocomplaciente que alimenta mecánicamente una suerte de certeza historiográfica. El relato fundador de la nación ha sido puesto bajo una mirada escrutadora y la identidad nacional pasó a ser considerada en términos de "un interrogante"14 Este tipo de aproximación puede permitir abrir la exploración de nuevos territorios como los que se proponen en esta primera parte.

El dossier se abre con la investigación de Catalina Muñoz sobre las controversias que desató la implementación del plan de modernización urbana que los liberales emprendieron en la ciudad de Bogotá, a lo largo de los años treinta y cuarenta del siglo anterior. Según la autora, este proyecto incluía la demolición de algunos edificios de origen colonial, ubicados en el centro de la ciudad, con el objetivo de ampliar las condiciones de movilidad urbana. En este contexto, la conservación arquitectónica o el derrocamiento de determinados segmentos de la ciudad adquirieron, a un doble nivel, un valor simbólico sin precedentes. Por un lado, la arquitectura se "volvió un lugar donde se depositaban diferentes formas de representar la nación". Por otro, aquellas edificaciones fueron investidas de unos valores que expresaban las identidades políticas que en aquel contexto se habían puesto en juego.

En "Redefiniendo la memoria nacional: debates en torno a la conservación arquitectónica en Bogotá, 1930-1946", Catalina Muñoz destaca la serie de justificaciones que se elaboraron respecto a si la arquitectura objeto de la disputa encarnaba o no los valores con que se designaba, en aquella coyuntura, a la nación colombiana. La autora analiza el repertorio de significados que diferentes actores sociales atribuyeron a las edificaciones, como parte de un ejercicio más amplio de adoptar una posición ante el espectro del debate político.

Segunda parte: los marcos sociales del testimonio

El testimonio nos inscribe en un registro en el que los hechos son intensamente recordados y conflictivamente narrados, según la aguda observación de Alessandro Portelli. En ese marco, los testimonios se elaboraron para contarnos relatos que ninguna historia corriente los incluiría por su acento marcadamente subjetivo, personal, afectivo, privado o porque simplemente aborda lo "negado" en una sociedad. El contenido especialmente de dos de los artículos que componen esta sección presenta desafíos complejos al análisis histórico del pasado reciente. Al respecto pregunta la voz poética de Juan Gelman: "La palabra que cruzó el horror ¿qué hace? ¿Pasa los campos del delirio sin protección? ¿Se amansa? ¿Se pudre? ¿No quiere tener alma? [...] La palabra que vuelve del horror, ¿lo nombra en el inferno de su inocencia?"15

¿Cómo se construye la memoria del terror de Estado en el espacio de la ficción? Anna Forné en "La materialidad de la memoria en Las Cartas que no llegaron de Mauricio Rosencof (Uruguay, 1930-2000)" ofrece un ejercicio de indagación acerca de la manera como se elabora la memoria en el territorio de la novela. Valiéndose de herramientas provenientes de la crítica literaria, los estudios culturales y la historia, se ocupa de la obra de un autor (Rosencof), cuya vida y producción literaria están atravesadas por el ancestro migratorio, la experiencia guerrillera, el padecimiento de la represión y el encarcelamiento, y el disenso ante la impunidad del período posdictatorial. Ante el silencio oficial respecto a las violaciones de derechos humanos perpetradas durante la dictadura militar en Uruguay entre 1973 y 1985, Forné sostiene que la producción de una prosa carcelaria, de la que Rosencof es uno de sus más destacados exponentes, asumió el papel acusador que el testimonio desempeñó en otras experiencias históricas en que campeó una violencia política estatal cruenta. Así, este tipo de literatura testimonial de ficción alcanzaría una función emancipadora en la medida en que funciona como el registro discursivo en el que las experiencias de la represión se tornaron audibles y pueden ser comunicables.

Acudiendo al concepto de "posmemoria", formulado por Mariann Hirsch, Anna Forné analiza la función que el marco de la familia juega en la economía del relato. Las fotografías de parientes exterminados (que "producen una diseminación compleja de significados") y la correspondencia familiar enviada desde un gueto polaco componen, en el relato de ficción, un conjunto de huellas materiales de la memoria. Por un lado, estas huellas permiten que el protagonista de la novela, desde un calabozo de la dictadura uruguaya, reconstruya su infancia en Montevideo; y por otro, que restablezca su genealogía familiar y recree el vínculo con el padre, como parte de la reformulación de una identidad personal que le sirva de instrumento de resistencia ante la adversidad.

En "Heridas en la memoria: la guerra civil salvadoreña en el recuerdo de la niñez de un pandillero", Mario Zúñiga nos entrega una impactante aproximación al "relato de vida" de un sobreviviente de un conflicto en el que perecieron más de setenta mil personas a lo largo de los años ochenta del siglo pasado. Mediante el relato de Héctor (nombre ficticio del narrador del testimonio), este estudio nos introduce en la demencial y dolorosa experiencia colectiva del pasado reciente de El Salvador. La singularidad del testimonio de Héctor proviene de la manera indisoluble como junta sobre un suelo de violencia extrema las experiencias de la guerrilla, el ejército, la migración, el exilio y la pandilla. Como se sabe, las memorias de la guerra civil salvadoreña portan una gama de significados disímiles. Empero, frente a las memorias de los distintos actores sociales y políticos del drama salvadoreño, incluido el discurso académico, el relato de vida de Héctor, según advierte el autor del estudio, se diferencia en dos aspectos cruciales: se trata de la memoria de la infancia del testimoniante, y esta rememoración no busca tomar ninguna posición en el campo político actual.

Zúñiga subraya que estamos ante "una memoria de la violencia desnuda, que se inscribe en [el presente de] la cultura de las pandillas de Los Ángeles, caracterizada por una ausencia de visión de futuro". Para este integrante de la Mara Salvatrucha (nombre de su pandilla), el recuerdo de la Guerra Civil (participando sucesivamente del lado de la población civil, la guerrilla y, luego, el ejército) y del exilio en Estados Unidos está articulado por un hilo de "heridas corporales y psíquicas" y "rupturas" psicoafectivas, culturales y axiológicas. La historización del testimonio de Héctor permite que Mario Zúñiga pueda explorar el lado oscuro de todas las memorias e historias de la Guerra Civil, puesto que los asesinatos, la violencia interminable y las peleas callejeras constituyen, como él mismo puntualiza, "lo negado en las relaciones sociales".

El cierre del campamento minero de Chuquicamata, ocurrido en el 2007, y la relocalización de su población en Calama, poblados pertenecientes a la II región de Antofagasta, al norte de Chile, forman el objeto de la reflexión que Daniela ibáñez Carvajal presenta bajo el título "Ser chuquicamatino: la construcción de la memoria de los desplazados de Chuquicamata en el norte de Chile, 2002-2007". Chuquicamata es uno de los yacimientos mineros de cobre a cielo abierto más grandes del mundo. El campamento minero contiguo apareció con el inicio de la explotación minera en 1915 y, al cabo de casi un siglo, fue clausurado definitivamente debido a la contaminación ambiental que le afectaba y a la necesidad de la empresa minera estatal Codelco de ocupar ese espacio. Daniela Ibáñez se ocupa en este artículo de reconocer algunos de los efectos socioculturales que la reubicación forzada produjo en los desplazados, mediante el empleo de la metodología de la historia oral. Su indagación se centra en la emergencia de un recuerdo colectivo de tipo nostálgico que idealiza la vida social en el campamento minero y que se constituyó en el soporte de la identidad social de los relocalizados. Adicionalmente, la autora pasa revista al proyecto de patrimonialización del centro cívico del campamento minero.

Tercera parte: abrirle al pasado otro futuro

La trascendencia y el vigor que alcanzó ele los derechos humanos en Argentina ha impedido que durante las últimas décadas el tema sea cerrado como ciertos sectores políticos, institucionales y mediáticos se propusieron. Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga señalan que la penetración de este movimiento en la sociedad ha dejado un impacto indeleble, pues luego de haber alcanzado en los años ochenta el rango de une masas, el tópico se ha enraizado de manera significativa en el ámbito de los valores públicos del pasado reciente16 ¿Qué función social se le atribuyó al testimonio en este contexto? Según Beatriz Sarlo, el testimonio desempeñó un papel político y cultural crucial: "Hizo posible la condena del terrorismo de Estado". Así, los "actos de memoria" alcanzaron un estatus ético y moral notable durante la transición democrática, al punto que "ninguna condena hubiera sido posible si esos actos de memoria manifestados en los relatos de testigos y víctimas, no hubieran existido"17 Héctor Schmucler ha señalado con agudeza que la figura del desaparecido encarna el atroz intento de instaurar el olvido del olvido, una suerte de proyecto de "olvido total"18

El testimonio ha seguido una trayectoria que lo desplazó de un entorno marcado por la urgencia de la denuncia y la sed de justicia, volcado a los procesos judiciales, hacia un escenario diferente en el que la distancia permitió una cavilación de nuevo tipo. A las voces de los familiares de las víctimas y de los sobrevivientes les sucedieron los testimonios de los militantes de los setenta, los exiliados y los descendientes de los desaparecidos19 La reflexión interdisciplinaria de la memoria sobre cómo actuó este "poder desaparecedor" también ha seguido un derrotero de renovación. En esa línea, Beatriz Sarlo aboga precisamente por emprender un cuestionario diferente al testimonio, en el marco de una dialéctica entre recordar y entender. Nos invita a reflexionar en torno a "¿qué garantiza la memoria y la primera persona [del testigo] como captación de un sentido de la experiencia?". Retomando la afirmación de Primo Levi respecto a que "el campo de concentración no ennoblece a sus víctimas", Sarlo agrega "que tampoco el horror padecido les permite conocerlo mejor". Por eso insiste en que bajo el imperativo del conocimiento, si la memoria identitaria es fundamental, también salir para volver a ella, con un tono reflexivo, resulta decisivo20

En ese marco interdisciplinario de estudio de la memoria, en el que el aporte de la escritura histórica se volvió paulatinamente reconocible, el último segmento de este dossier está dedicado a poner sobre la mesa de discusión las experiencias relativas, precisamente, de dos grupos que reclamaron un lugar y el derecho a hacer escuchar su voz en la escena pública del pasado reciente de Argentina. Se trata de sendos estudios sobre las mujeres militantes (de los setenta) detenidas y los descendientes de los desaparecidos.

Las experiencias por las que atravesaron los detenidos políticos en las cárceles de máxima seguridad durante la dictadura militar argentina se revelan, en este caso, a través de uno de sus prismas de género. "'Romper la vidriera, para que se vea la trastienda'. Sentidos, valores morales y prácticas de 'resistencia' entre las presas políticas de la cárcel de Villa Devoto durante la última dictadura militar argentina (1976-1983)" es el estudio que Santiago Garaño dedica al tópico de la violencia carcelaria. Por una parte, el autor investiga la cara represiva de este régimen reclusorio y, por otra, explora la respuesta que las presas elaboraron ante el poder carcelario. Analizando el testimonio de una de las confinadas en el recinto de Villa Devoto, el autor explora los tipos de reacciones que integraron el repertorio de la "resistencia", un conjunto de prácticas que las reclusas pusieron en acción dentro del espacio carcelario, siguiendo las líneas de mando que mantenían las organizaciones políticas a las que habían pertenecido. Esas acciones de resistencia funcionaron, según el autor, como el fundamento de la recreación de las identidades políticas de las recluidas. El contenido de la investigación se muestra tributario del enfoque etnográfico con que el autor concurrió a la realización de la historia oral y al cotejo de la información proveniente de la burocracia estatal, las ex presas y sus familiares, y las organizaciones de derechos humanos.

En "hijos de víctimas del terrorismo de Estado. Justicia, identidad y memoria en el movimiento de derechos humanos en Argentina, 1995-2008", Santiago Cueto analiza la trayectoria de esta agrupación que reúne a los descendientes de quienes fueron desaparecidos o aniquilados por la dictadura militar a partir del golpe de Estado de 1976. Se trata de un estudio que se propone dar cuenta de la singularidad de este colectivo social frente al telón de fondo dele los derechos humanos a nivel nacional. Como se sabe, la lucha que emprendieron las organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos les convirtió en la fuerza opositora más importante a la dictadura militar argentina. De ese conjunto de organizaciones, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así como la figura de Pérez Esquivel, de serpaj, son las más conocidas.

Santiago Cueto identifica que la base de la agenda de las organizaciones humanitarias, entre finales de los setenta e inicios de los ochenta, consolidó "un vínculo entre demanda de justicia y la despolitización de las víctimas". A partir del empleo de la "entrevista antropológica", así como de la observación participante, el autor reconstruye la trayectoria de HIJOS, desde su constitución en 1994, y da cuenta de las controversias internas que estructuraron la agenda de la organización, concentrándose especialmente en la rama regional de La Plata. El artículo se concentra en los debates sobre la membresía de la organización, la práctica del "escrache" como una interpelación al clima de impunidad que se desprendió de las leyes del Punto Final y Obediencia Debida, y la reevaluación de la memoria de sus padres, a quienes se deja de representar como "víctimas" y se pasa a caracterizar como "luchadores populares", en medio de una pendular tensión.


IV

¿De qué nos habla la memoria que resulta tan importante para individuos y sociedades? Quizá sea, como ya se ha dicho, que la memoria indefectiblemente nos remita a la identidad y que ambas se sustenten de manera recíproca, como alegaba Elie Wiesel. No obstante, quizá el sentido proteico del que se halla investida la memoria provenga de la dimensión subjetiva que conecta la fibra de humanidad de que disponemos con los territorios de los afectos, el deseo, el dolor y la búsqueda de sentido. Somos lo que recordamos, lo que sentimos y lo que interpretamos. La voz poética de Juan Gelman, aquella que indaga: "¿A la memoria le falta realidad?", "¿a la realidad le falta memoria? o ¿qué hacer con la memoria/con la realidad?", puede ayudarnos a cerrar este dossier, en el que la memoria/ la historia y la realidad no han cesado de interrogarse. "Yo no me voy a avergonzar de mis tristezas, mis nostalgias [nos dice Gelman]. Extraño la callecita donde mataron a mi perro, y yo lloré junto a su muerte, y estoy pegado al empedrado con sangre donde mi perro se murió, existo todavía a partir de eso, existo de eso, soy eso, a nadie pediré permiso para tener nostalgia de eso"21


Comentarios

1 Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización (México: Fondo de Cultura Económica: 2007), 13.

2 Peter Burke, "La historia como memoria colectiva", en Formas de historia cultural (Madrid: Alianza Editorial, 2000).

3 François Hartog, "El testigo y el historiador", Historia y Grafía 18 (2002): 59-60.

4 Ver François Hartog, "Órdenes del tiempo, regímenes de historicidad", Historia y Grafía 21 (2003): 83. El autor vincula la "monstruosa industria de muerte" del siglo XX con "esas oleadas de la memoria que alcanzaron y afectaron de manera profunda a nuestras sociedades contemporáneas."; "Ser en el tiempo: Entrevista al historiador francés François Hartog", realizada por Gabriel Entin y Adrien Delmas. Se la puede consultar en  http://www.escueladeletras.com/bagdad (Fecha de consulta: 6 de febrero de 2010).

5 Ver "El testigo y el historiador", 40-41. Allí también se anota que el vocablo "testigo" proviene del latín superstes ("el que se sostiene sobre la cosa misma o el que subsiste más allá").

6 Gabriel Salazar, La historia desde abajo y desde adentro (Santiago: LOM Ediciones, 2003), 8.

7 John Beverly, Against Literature (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1993), especialmente los capítulos 4 y 5. Dos de los títulos emblemáticos del género testimonial fueron: Si me permiten hablar. Testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia (1980); y Me llamo Rigoberta Menchú (1985).

8 La denominación de "actos" se desprende de la comprensión de las fuentes orales en su singularidad frente a las escritas. Ver al respecto Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada (México: Fondo de Cultura Económica, 2003); y Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005).

9 Paúl Ricoeur, "Definición de la memoria desde un punto de vista filosófico", en Varios, ¿Por qué recordar? (Barcelona: Granica, 2002), 26-27. Este argumento se desarrolla más ampliamente en Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido (Madrid: Editorial Trotta, 2003). Allí se establece que el testimonio forma parte del espacio de transición entre la memoria y la historia.

10 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado, 57.

11 François Hartog, "El testigo y el historiador", 61.

12 Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada, 27.

13  En la convocatoria se indicaba que: "Los tópicos de estudio que podrían integrar el dossier son, entre otros, el análisis de testimonios (orales, diarios de vida, autobiografías, confesiones, relatos de viajes); modos de transmisión y usos sociales y culturales del pasado (rituales, tradiciones, símbolos, narrativas de resistencia); imágenes y fotografías (como soportes de la memoria); maneras en que la literatura de ficción y el teatro articulan las representaciones de hechos y personajes históricos; conmemoraciones locales, regionales y nacionales (aniversarios de ciudades e instituciones, celebraciones de la independencia); imaginarios fundacionales de la nación; memoria escolar (tradiciones y rituales); memorias de la represión (asociadas a experiencias de violencia política y social); memoria histórica (construcciones y tradiciones historiográficas); museos y colecciones etnográficas (como articuladores de representaciones del pasado); monumentos y exposiciones nacionales e internacionales (representaciones de la memoria nacional)".

14 Jacques Revel, "La carga de la memoria: historia frente a memoria en Francia hoy", en Un momento historiográfco (Buenos Aires: Manantial, 2005).

15 Juan Gelman, "Regresos", en pesar todo. Antología. Selección, compilación y prólogo de Eduardo Millán (México: Fondo de Cultura Económica, 2008), 395.

16 Alejandra Oberti y Roberto Pitta-luga, "Temas para una agenda de debate en torno al pasado reciente", en Políticas de la memoria. Anuario de información e investigación del CeDInCI 5 (Buenos Aires, 2004/2005).

17 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado, 24.

18 Citado por Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga en "Temas para una agenda de debate". En este mismo estudio se reproduce la afirmación del dictador Jorge Videla, aparecida en el Clarín, edición de 14 de diciembre de 1979, respecto a que el desaparecido "es una incógnita... no tiene entidad; no está muerto ni vivo".

19 Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga, "Temas para una agenda de debate".

20 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado, ver su capítulo 2: "Crítica del testimonio: sujeto y experiencia". La cita proviene de las páginas 52 y 54.

21 Juan Gelman, "Bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota)", en pesar todo, 231.

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