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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.40 Bogotá jan./jun. 2010

 

HERIDAS EN LA MEMORIA: LA GUERRA CIVIL SALVADOREÑA EN EL RECUERDO DE NIÑEZ DE UN PANDILLERO*

Mario Zúñiga Núñez
Antropólogo por la Universidad de Costa Rica (ucr) y Maestro en Ciencias Sociales por flacso, Guatemala, El Salvador y Costa Rica. Candidato a doctor en el programa de Estudios de la Sociedad y la Cultura de la ucr. Investigador del Departamento Ecuménico de Investigaciones (dei), del Instituto de Investigaciones Sociales (iis) y Profesor del la Escuela de Antropologa (ucr), Costa Rica. Trabaja temas relacionados con violencia, economía, subjetividad y juventud. Como producto de investigaciones publicó: Cartografía de otros mundos posibles: el rock y reggae costarricense según sus metáforas (Costa Rica: euna, 2006); "Las dos familias: la sustitución de las relaciones primarias en tres relatos de vida de miembros de pandillas salvadoreñas", Revista Digital de la maestría en Ciencias Penales de la Universidad de Costa Rica 1 (2009): 307-356, disponible en http://www.revistacienciaspenales.ucr.ac.cr/images/articulos/1_2009/simposio/jovenes_y_violencia/Mario%20Zuniga%20Nunez.pdf, y "Las "maras" salvadoreñas como problema de investigación para las Ciencias Sociales", Anuario de Estudios Centroamericanos (2010), en prensa. zn.mario@gmail.com.


RESUMEN

En este artículo pretendo analizar la memoria de niñez de un pandillero que llamaré Héctor, quien vivió este período de su vida entre mediados de los años setenta y los años ochenta en medio de la guerra civil que afectó a su país, El Salvador. Héctor fue guerrillero, soldado, emigrante y, finalmente, en la llegada de su adolescencia, pandillero; su historia condensa gran cantidad de procesos históricos. El objetivo de este trabajo es analizar esta simultaneidad de procesos como una totalidad presente en el relato de la vida de esta persona. Para ello expongo el testimonio de Héctor, enmarcado en el contexto de guerra civil, y posteriormente se aplican algunos conceptos (como memoria, violencia e institucionalización) para entender el relato en el entramando de relaciones sociales de El Salvador.

PALABRAS CLAVES
Memoria, pandillas, niñez, guerra civil, El Salvador.


WOUNDED MEMORY: EL SALVADOR'S CIVIL WAR IN THE CHILDHOOD MEMORY OF A GANG MEMBER

ABSTRACT

This article analyzes the childhood memory of a gang member who grew up, from the mid-1970s through the 1980s, in the middle of El Salvador's civil war. Hector, the pseudonym I gave him, was a guerillero, soldier, emigrant, and also, when he became a teenager, a gang member. His story reflects a large number of historical processes. The aim of this article is to analyze this simultaneity of processes as a totality present in the life story of this person. To do so, I present Hector's testimony, framed in the context of the civil war. Then I use various concepts (like memory, violence, and institutionalization) to understand the story within the network of social relations in El Salvador.

KEY WORDS
Memory, gangs, childhood, civil war, El Salvador.

Artículo recibido: 21 de julio de 2009; aprobado: 15 de diciembre de 2009; modificado: 14 de enero de 2010.


Introducción

Conocí a Héctor1 en enero de 2008 por medio de un amigo que me lo presentó en una colonia empobrecida de la periferia de San Salvador. Héctor es un hombre de habla pausada, pequeño, de piel curtida y de unos cuarenta años. Yo tenía interés en que me contara su vida, tal como la recordaba. En ese primer encuentro le expuse mi investigación y mi interés de que participara en el proyecto. Héctor accedió de buena gana y, en medio de esa tarde calurosa, comenzó a contarme su historia. Traté de hacer preguntas mínimas, de manera que el testimonio fluyera con la menor cantidad de intervenciones. Hablamos esa tarde tal vez unas cuatro horas y quedamos con el compromiso de volver a juntarnos días después. Así lo hicimos en el mismo sitio. El testimonio de Héctor forma parte de otros nueve relatos de vida con los que estoy concretando un trabajo de investigación sobre el tema de institucionalización de pandilleros y pandilleras en El Salvador. He seleccionado este testimonio para el presente artículo porque realiza un asombroso —y doloroso— recorrido por las principales problemáticas sociales que se yuxtaponen en la historia reciente de El Salvador. Héctor fue guerrillero y soldado durante la guerra civil2 (1980-1992), de donde escapó a mitad de los años ochenta, y se convirtió en un emigrante exiliado en los Estados Unidos, país en el que se unió a la Mara Salvatrucha (también llamada ms o ms-13).

El relato de vida de Héctor pone de manifiesto una buena cantidad de heridas presentes en su memoria, producidas por los patrones de relación social predominantes en El Salvador. Los recuerdos y omisiones que hacen parte del proceso de la memoria nos introducen en la problemática que se vive en este país centroamericano. Así, el recuerdo de Héctor da cuenta de un proceso social de interacciones complejas entre las problemáticas de la guerra civil, las pandillas y la migración. La literatura de ciencias sociales tiende a dividir en estancos estos procesos, fragmentando los acontecimientos históricos y presentando los acontecimientos de la guerra civil separados del problema de las pandillas, y mediante otra separación se trata el problema de la migración. Contrario a esta tendencia, desde el testimonio de Héctor los acontecimientos y procesos sociales están concatenados en un proceso vital total. En la vida de este pandillero existe de manera indisoluble la vida de un guerrillero, un soldado, un emigrante y un exiliado. Lo que nos brinda una visión de totalidad de la problemática social.

Quisiera hacer una precisión metodológica antes de comenzar. El testimonio de Héctor fue recolectado en una estrategia de investigación cualitativa, donde predominó la técnica de relato de vida3 Mediante ésta, se ha procurado un relato de la vida desde el punto de vista del sujeto (sus presentaciones, omisiones, giros lingüísticos, etc.). Una vez obtenido el relato, se ha intentado interpretar de la mano con la literatura existente sobre estos fenómenos, de manera que se puedan obtener análisis que articulen las estructuras micro y macro, accediendo mediante el recuerdo a al reflexión de los procesos sociales en la sociedad salvadoreña4 De tal suerte que el centro de atención de la técnica de relatos de vida es la memoria, en el sentido de que se atiende el pasado del sujeto desde el punto de vista de su recuerdo y no como "lo que realmente ha ocurrido"5

Mi interés en este artículo se centra en reflexionar una pequeña parte del testimonio de Héctor, que va desde sus primeros recuerdos hasta su integración a la Mara Salvatrucha en su adolescencia. Esta época de su vida, que tuvo lugar entre mediados de los años setenta y la década de los ochenta, coincide con la polarización de fuerzas y el inicio del conflicto en El Salvador. Su testimonio es el de un "niño de la guerra" como lo denominara Ignacio Martín-Baró6 Para dar esta discusión dividiré el artículo en varias secciones. En la primera haré un recuento sumario de los principales hechos históricos que afectaron a El Salvador en el periodo de guerra civil, que servirá como marco para leer el testimonio. En la segunda parte me extenderé sobre el testimonio de niñez de Héctor en el contexto antes descrito. En la tercera parte echaré mano de algunos conceptos para hacer una reflexión sobre la interacción entre memoria e institucionalización, a la luz del testimonio. El artículo cerrará con algunas conclusiones.


1. U
n recuento de la guerra civil y sus efectos en la niñez salvadoreña

La guerra civil dio inicio en 1980. Se puede entender como la concreción armada del enfrentamiento heredado de 1932 en torno a la mala repartición de la tierra, penalización de la esfera pública plural y explotación intensiva de la mano de obra. En sus inicios se dio una dura lucha por el poder entre una facción civil (representada mayormente por el Partido de la Democracia Cristiana), que abogaba por la desmilitarización del ejercicio del gobierno7 junto con una serie de reformas sociales incluida la reforma agraria, y una facción militar, que era partidaria de la imposición del orden por la fuerza (encabezada por el anticomunista Roberto D'Abuisson, líder de distintos escuadrones de la muerte y fundador del partido Alianza Republicana Nacionalista)8 El país se encontraba regido por una junta militar que gobernaba después de la destitución, un año antes, del general Romero. Por otro lado, los sectores populares se organizaban fuera del marco oficial de mediaciones en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, una aglutinación de organizaciones progresistas que se conformaron en un ejército guerrillero tendiente a transformar la estructura de mediaciones mediante la toma del poder9

Los primeros tres años de guerra10 son especialmente traumáticos dada la inmensa cantidad de asesinatos inscritos en el conflicto y la recurrencia a la masacre como estrategia de lucha utilizada por el ejército salvadoreño. El primer gran enfrentamiento entre el FMLN y Fuerzas Armadas (FFAA)11 se conoce como la Ofensiva Final, lanzada por la guerrilla en enero de 1981, en la cual, la recién constituida fuerza insurgente intentó aprovechar el descontento y el rechazo por las formas coercitivas del estado salvadoreño para derrocar al régimen antes de que Ronald Reagan asumiera su cargo como presidente de los Estados Unidos12 El decidido apoyo externo y diferentes errores militares hicieron que ésta no se concretara y, posterior a ello, recrudeció la ola de represión contra comunidades campesinas y organizaciones populares. En este marco la Comisión de la Verdad documenta las tristemente célebres masacres del río Sumpul (mayo 1980), del río Lempa (octubre de 1981) y El Mozote (diciembre de 1981)13, además de otros hechos que conmocionaron al mundo entero como el asesinato de monseñor Romero (marzo de 1980), que puso en evidencia la pasividad con que el Poder Judicial actuaría durante toda esta década ante las campañas de asesinatos que los escuadrones de la muerte organizarían contra líderes populares (dirigentes de cooperativas, sindicalistas, estudiantes, etc.). Las manifestaciones de fuerza de la guerrilla hicieron tambalear a la oficialidad, que no cayó por la ayuda exterior. El cambio de administración en Estados Unidos fue clave para esto. Pasando del gobierno de Carter al de Ronald Reagan, la derecha salvadoreña, aún desorganizada, recibió un apoyo sostenido a nivel económico y estratégico durante todo el tiempo que duró el conflicto. El apoyo de Reagan fue decisivo frente a la legitimidad que adquiría la causa del FMLN en el extranjero, visible, por ejemplo en la declaración de los gobiernos de Francia y México, que reconocían a la guerrilla como una fuerza beligerante legítima14

La violencia tomó dimensiones nacionales (fue más allá del occidente del país controlado por el FMLN) y se expresó con impunidad, combinando mecanismos de estado de excepción con la operación de escuadrones de la muerte en todo el territorio. Por si fuera poco, cuando las comunidades campesinas se veían en la obligación de desplazarse hacia Honduras para escapar del conflicto, eran atacadas por las fuerzas del ejército. Fue una constante en todo este período que el ejército la emprendiera en contra de comunidades campesinas totalmente o parcialmente desarmadas, argumentando que eran colaboradoras de las fuerzas guerrilleras15 La continuación de la estrategia de intimidación de comunidades provocó inmensas legiones de desplazados internos y refugiados que huían hacia países vecinos o hacia Estados Unidos16

En 1984 se realizaron elecciones generales, en las que ganó el candidato José Napoleón Duarte (Democracia Cristiana [dc]) frente a Roberto D'Abuisson (Alianza Republicana Nacionalista [arena]).

Los sucesos en torno a esta campaña política muestran el nivel de la disputa. Por un lado, dc y arena se enfrentaban con programas opuestos en términos de beligerancia contra la guerrilla y reforma social; por otro, el fimln saboteaba las elecciones tras el fracaso de los acuerdos de paz de 1983. La elección de Duarte destaca entre otras cosas por ser la primera en que un candidato civil llegaba a la presidencia aproximadamente en medio siglo17

En agosto de 1987 los cinco presidentes centroamericanos firmaron el acuerdo de Esquipulas II, "[...] en donde se contempla la creación de comisiones de reconciliación nacional en cada país18, una 'Comisión Internacional de Verificación' y 'leyes de amnistía'"19 Este acuerdo, por un lado, parecía abrir un canal para el diálogo, pero por otro, permitió la declaración de la Ley de Amnistía para Alcanzar la Reconciliación Nacional, denunciada por las organizaciones populares y de Derechos Humanos por dejar en la impunidad absoluta a quienes hubiesen cometido toda clase de atentados contra los ddhh20 Un segundo problema de las negociaciones que siguieron a Esquipulas II derivó de la comparación entre "La Contra" nicaragüense (financiada y entrenada por Estados Unidos) y el fimln, elemento que se convirtió en una victoria política para la derecha a nivel internacional y, a la larga, influenció en el recrudecimiento del conflicto.

Para las elecciones de 1989 se presentaron como candidatos Alfredo Cristiani (por arena), quien poco tiempo antes había substituido a D'Abuisson en la dirección del partido; Fidel Chávez Mena por la dc; y Guillermo Manuel Ungo por el Frente Democrático Revolucionario —fdr21—. La elección la ganaría Cristiani por amplio margen de veinte mil votos, frente al contendiente de la dc. Ungo, representando a la izquierda, obtendría apenas un 5% de los votos22 En noviembre de ese mismo año, tras no ser atendida la propuesta del fimln de retrasar las elecciones (de marzo a noviembre) como condición para un cese al fuego, el fimln lazó otra ofensiva final de dimensiones nacionales, que llevó a decretar el estado de excepción23 La acción bélica extendió el teatro de la guerra a la capital y potenció el aumento de las detenciones arbitrarias, las torturas, los asesinatos y las desapariciones. Entre ambos bandos se propinaron dos mil bajas. Pero además, las poblaciones civiles se vieron severamente afectadas, dado que la guerrilla se "[...] escudó en sectores densamente poblados" que el Ejército no tardó en bombardear24 En medio de esta ofensiva, el 16 de noviembre de 1989 fueron asesinados seis sacerdotes jesuitas junto con una trabajadora doméstica y su hija de quince años25 Los asesinatos ocurrieron en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, y evidentemente se inscribían en una acción contra las posiciones críticas a la derecha que emitían estos sacerdotes. Producto de este mes de fuertes combates "[...] las partes reconocieron la imposibilidad de una victoria militar decisiva y se retomó con mayor ahínco el proceso de negociación que llevó a la firma de los acuerdos de paz"26

Entre 1990 y 1991, se realizaron una serie de reuniones de negociación en Caracas, México y Costa Rica con miras a establecer los Acuerdos para la Paz. Se posibilitó, entre otros, la Misión de Verificación y la creación de la Comisión de la Verdad. En agosto de 1991, tras una petición soviético-estadounidense, el propio Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, asumió el papel de mediador entre Gobierno y el fimln. Todo este proceso permitió la creación de una institucionalidad que contemplaba la posibilidad de ejecutar los nacientes acuerdos (reflejados en organismos como la Comisión para la Consolidación de la Paz, Copaz). Finalmente, luego de un largo proceso de negociación, los Acuerdos de Paz se firmaron en Chapultepec, México, en febrero de 199227 A partir de este momento y como parte de lo negociado, el fimln pasó a ser un partido político y disputó el escenario electoral como segunda fuerza política, por debajo de arena en las siguientes tres elecciones.

Ahora bien ¿cómo afectó este proceso a las niñas y los niños que vivían en ese momento en El Salvador? ¿Qué efectos tuvo en sus vidas y en sus formas de socialización? ¿Qué dilemas planteó para sus vidas? Varios estudios, durante y después de la guerra civil, han profundizado en los efectos, sobre todo para las y los niños28 El despliegue de actos de violencia, así como el recrudecimiento de la misma a nivel simbólico y estructural, tuvieron consecuencias psicosociales en la vida de las personas. Joaquín Samayoa29 insistió en que la guerra tenía un efecto en la promoción de patrones aberrantes de pensamiento y conducta social tales como: la desatención selectiva de ciertas poblaciones por parte del estado y el aferramiento a prejuicios fundados en la dinámica del conflicto armado; la absolutización de las ideas y acciones según la rigidez ideológica que imponían los bandos en contienda; el escepticismo evasivo que aplicaban algunas personas como fuga a esta realidad; la posición defensiva paranoide que desarrollaban las poblaciones civiles golpeadas una y otra vez por el conflicto; y los sentimientos de odio y venganza, que inhibían las relaciones sociales fundadas en la confianza. Ignacio Martín-Baró, coincidiendo con el diagnóstico de Samayoa, formuló el concepto de "trauma psicosocial" para referirse a las heridas que la guerra en El Salvador estaba abriendo a nivel subjetivo. El autor insiste en que el concepto de trauma psicosocial puede dar cuenta de las heridas creadas en un momento histórico específico, donde las relaciones sociales han cristalizado de una forma determinada. Así mismo, esta herida tiene una manifestación individual, pero se crea esencialmente a nivel social intersubjetivo30

En el relato de Héctor tenemos evidencia suficiente de los traumas psicosociales que ha acarreado esta guerra y podremos ver con claridad la vida de un niño atrapada entre las opciones teorizadas por Martín-Baró31: pelear o huir (acción-huida), identificarse con uno de los bandos o alienarse (identidad-alienación); polarizarse o desgarrar su trama de relaciones sociales (polarización-desgarramiento). Sólo para dar una idea de la dimensión disruptiva de este conflicto en la subjetividad, un estudio de posguerra realizado con jóvenes que en su infancia participaron en el conflicto armado planteaba que, para esta población, "[...] los efectos sociales de la militancia se expresaban en la disrupción afectiva generalizada (angustia y nerviosismo) asociada con alteraciones del sueño (pesadillas e insomnio), estados depresivos, cansancio físico, orientación temporal hacia el pasado (pensamientos recurrentes y reminiscencias de la guerra) e irritabilidad (facilidad para enojarse)"32

Ahora que hemos hecho un recuento sumario del proceso, podemos preguntarnos ¿cómo se observa este devenir desde la memoria de un sujeto? El relato de vida de Héctor permite acceder a esta trama compleja de relaciones sociales desde sus propias palabras.


2. E
l relato de héctor

El relato de Héctor puede dividirse en tres partes que transcurren de forma cronológica. Hay un primer momento de narración idílica en el que se hacen patentes los recuerdos de la primera infancia. Posteriormente se encuentra la narración de eventos de ruptura, venidos sobre todo de la situación de guerra. Y en un tercer momento, se narra una erosión de la relación familiar y su sustitución por una nueva institucionalidad: la pandilla ms-13.

2.1. Momento idílico

Al ser interpelado respecto los primeros recuerdos de su infancia, Héctor recurrió al relato idílico de niñez, caracterizado por la contención y la asistencia de las figuras adultas (no sólo los padres y las madres, sino también vecinos u otros familiares).

Héctor narró al inicio de la entrevista una serie de traslados de residencia que vivió con su familia porque su hermano, que era luchador de "lucha libre", se metía en problemas constantemente, lo que obligaba una y otra vez la peregrinación entre diferentes puntos de San Salvador. Sin embargo, en un momento determinado el padre decidó que la familia se mudaría al campo, a partir de lo cual la niñez es narrada como un idilio en la relación con la naturaleza:

    "[...] si era una niñez bonita [...] después que nos movimos de allí a aquí mismo en San Salvador, compramos un terreno allá en [lugar al que se trasladaron] como mi jefe33no quería que nosotros estuviéramos aquí en la capital, que creciéramos así, él quería que creciéramos como él, con terrenos con animales y árboles de fruta y una vida más sana pues [...] entonces nos fuimos para allá [...] ¡Uy! allá teníamos una vida color de rosa, había una cascada de agua donde yo me iba a bañar, con agua bien celestita, bien cristalina [.], teníamos animales, teníamos varios tipos de flores alrededor de la casa, una casa grande, árbol de frutas, de todo[...]. [.] era primera vez en mi vida que teníamos de todo, que yo miraba de todo y para mi era chivo34 Si más [...] las flores se miraban bien chulas35 puya36 muy bonito, vida bien de que uno iba a la escuela, pasaba una vereda, por unos aguacates, la escuela en una pradera, bien bonito"37

El traslado al campo es el detonante de un relato idealizado donde predomina la descripción de elementos de la naturaleza como el agua, los animales, las flores, la casa grande. Las flores que son evocadas dos veces y traen al relato el elemento de la belleza, la vida bella donde se tiene de todo con holgura. En el relato el padre es el proveedor de todo esto, mediante la decisión de mudarse, y así traslada su infancia a la de sus hijos. Es de resaltar que el padre de Héctor aparece de forma difusa y únicamente en la etapa de la niñez. No se narra como parte del ambiente de la casa, al contrario de la madre, que aparecerá ligada a los elementos de belleza y al ambiente bucólico del campo: "[...] sí, en la casa, ella [la madre] nos cuidaba, también costureaba, entonces teníamos una vida bien bonita, teníamos una chiva, dos cabritos que daban leche me acuerdo, como sesenta gallinas, treinta patos, perros, gatos"38 En los años posteriores será la madre un pilar fundamental de su sobrevivencia a momentos difíciles como su paso por la cárcel en Estados Unidos, mientras el padre desaparece por completo del relato. Durante este tiempo, varios de sus familiares se habían sumado a las filas de la guerrilla, pero él permanecía ajeno al conflicto.

2.2. Eventos de ruptura

Las circunstancias idílicas son ubicadas por Héctor en un momento previo a ciertas rupturas trágicas en su vida. Los eventos de ruptura arrasan por completo con las figuras paternas y, en general, con las figuras primarias (el círculo de crianza de Héctor), que no vuelven a aparecer hasta su llegada a Los Ángeles varios años después:

    "[...] mira yo ingresé a la guerrilla a los diez años, cuando [...] a huevo pues me hicieron guerrillero [.], a esa edad porque llegaron [los del ejército] y barrieron todo [...]. Porque hicieron un desmadre, en ese tiempo sólo estaba yo, mi hermano y mi hermana en la casa, mis papás andaban por el mercado o estaban trabajando. Puta [.] venían matando todos los de allí [la comunidad donde vivía] loco, pero dando corte parejo39, todas las casas corte parejo. El dicho era muerto el perro se acabó la rabia40, y corrimos nosotros porque de ahí teníamos una casa como a casi medio kilómetro quizás [...] entonces corrimos. De allí llegaron a donde otros vecinos de nosotros; agarraron al señor, a la señora, los hijos pa' bajo41, ya la señora como de unos setenta y cinco, ochenta años, morritos42 como de unos quince años pa' bajo también, todo muerto el perro se acabó la rabia decía el dicho, allí venían barriendo.
    [...] nosotros nos logramos ir, a mi hermano lo agarraron allá por donde mi cuñado, por la casa de él. Lo mataron a él y a mi cuñado"43

Luego de esta escena apocalíptica, donde Héctor presenció el asesinato masivo de las personas de su comunidad y de sus propios familiares a manos del ejército, el vínculo primario existente es arrancado de forma abrupta. El paisaje que queda después de esto es el de un desierto:

"[...] yo, nosotros, toda la gente del valle nos internamos en el monte, todos tuvimos que correr pa'l monte, a los quince días que salimos. ¡Uy! la casa de nosotros toda balaceada, la puerta toda abierta balaceada, la ropa de nosotros llena de sangre, no había ningún animal, todo estaba desierto, ni el perro ni el gato, desierto, desierto. Y la matanza que había por todos lados, entonces nosotros tuvimos que salir así como andábamos"44

El contraste es evidente entre la tierra abundante, los ríos, las montañas y los animales que motivaron la evocación idílica de la niñez y el desierto que nombra la muerte, tanto de la naturaleza que rodeaba el paisaje, como de las relaciones primarias que le daban sentido -vida— a éste. En el desierto el agua se ha secado, no pueden crecer las flores ni pueden vivir los animales. Según parece, desierto es una palabra que describe simultáneamente una realidad externa e interna del sujeto. En el relato, este episodio es la antesala de la entrada a la guerrilla. Como vemos, Héctor dice que se hizo guerrillero "a huevo", es decir, no fue una opción racional (que difícilmente podría haber tomado un niño en sus condiciones), sino su única opción luego de presenciar esta masacre.

Después de un periodo de integrar las filas de la guerrilla, Héctor narra que fue seleccionado junto con otros compañeros para infiltrar al ejército. Según dice, el FMLN los escogió porque difícilmente le traicionarían, dada la cantidad de mal que les había hecho el ejército: "[...] como vieron lo que a mí me habían hecho, la historia de mi familia, vieron toda mi historia ellos confiaban en nosotros"45 Se puede decir entonces que la organización que había acogido a Héctor luego de la desaparición de su familia veía su desgracia como una oportunidad de tomar ventaja del enemigo. La contención que el niño pudiera o no tener en este contexto quedaba en segundo plano respecto de la disputa de ejércitos contrarios, lo que determinó, en efecto, que Héctor se infiltrara en el ejército. En el relato, cuando infiltra las FFAA narra sus primeros asesinatos mediados por una lógica de venganza, cimentada en la ruptura de su vínculo primario y enmarcada en el juego de violencias entre las dos fuerzas militares. Recuerda una serie de acciones de sabotaje que tenían que ver con el puesto que consiguió de radio operador, una vez que le tomaron confianza en las FFAA. Todos estos sabotajes estaban disfrazados de descuidos y entre ellos se cuela la primera referencia explícita a un asesinato cara a cara, fue ésta:

    "Y así un chingo46 de desmadres, al final les hacíamos accidentes adentro [de las FFAA], puros accidentes, en veces en los embarques de helicópteros, que salíamos a las cuatro de la mañana en veces, se hacía que se disparaba que trababa el M60 cuando uno en grupo salía corriendo al helicóptero, allí en veces se hacía como que se disparaba el M60; dos, tres quedaban tirados y ya nos íbamos.
    [...] había un camarada [...] que estaba arriba de un palo de mango, que aspiraba el hijueputa el quería ser grande, y estaba viendo en un palo de mango a su mamá cuando su mamá iba ya para su casa, que lo había ido a visitar cuando vino le dije: 'sentémonos aquí hombre' y aquel que estaba allá arriba viendo a su mamá en la calle, y nos sentamos debajo del palo y con el M16. El M16 tu le pegas así [golpea el suelo simulando la culata con el codo] y se dispara en ráfaga el solo. 'Hey sentémonos aquí hombre', y cuando hice así [repite el ademán] cuando bajo así y así catorce cuetazos47 le pegue a este loco, aquí, cayó como pajarito el hijueputa. Yo lo guache48 [...] que se me quedó viendo así con la vista así como diciendo puta ya no puedo hacer nada [...] Y el intestino afuera, todo el intestino bien rosadito"49

Resalta, además de la caricaturización del acontecimiento (o banalización del asesinato), que el relato haga énfasis en que el compañero asesinado estaba despidiéndose de su madre (elemento que contrasta fuertemente con la ausencia de figuras primarias en la vida de Héctor). Además de las aspiraciones del compañero que asesinó, según Héctor, era alguien que "quería ser grande", lo que podría significar, fortalecer la estructura militar.

Eventualmente Héctor fue descubierto como infiltrado junto con otros y fue condenado a muerte. Allí llega a la narración un segundo evento de ruptura, cuando fue torturado duramente antes de ser mandado a fusilar:

    "[...] ya llevábamos un mes así [siendo torturados], yo ya echaba pus así, bien feo en la manita, nos estaban dando con electricidad tipo gusanos nos despertaban. Nosotros en la noche men nos dábamos duro, [...] porque nosotros los esperábamos a cada rato que llegaban a vergasearnos50 con fusiles en la cabeza en la noche, y a ponernos la electricidad, en la lengua, en los huevos, puta decía yo [a mis compañeros de celda] 'sabe qué, men, si vamos a morir, vámonos a morir peleando'. Simón51, pues va, démonos verga pues, acostumbrémonos [.].
    [.] entre nosotros mismos [nos golpeábamos], ya estábamos locos, es que nosotros estábamos esperando nada más que nos mataran, simplemente nosotros queríamos morir, o sea, peleando, queríamos estar preparados para eso, y nos poníamos uno a otro en la noche y al que no, le dábamos verga entre todos y lo levantábamos a patadas"52

El evento de tortura se prolongó, según el testimonio, durante un mes, lo que quiere decir que fue un largo proceso de sufrimiento para una persona que rondaría en ese momento los 15 ó 16 años. Resalta —por doloroso— el dato de que la tortura se volvió parte de la vida cotidiana de los presos a tal punto que en un momento comenzaron a infringírsela ellos mismos. Era un momento de absoluta desesperanza, no se veía salida posible. Ante eso hace aparición una especie de ética del guerrero: "Si vamos a morir, lo vamos a hacer peleando". Ésta degenera en una prolongación y apropiación de los métodos de tortura por los mismos torturados. Esta segunda ruptura culmina con un escape repentino y sorpresivo, cuando un oficial superior se compadeció de los torturados y dejó abierta la puerta de la celda. Héctor narra que luego de escapar cruzó la frontera con Guatemala y pidió asilo en la embajada de los Estados Unidos, hacia donde partió tiempo después.

2.3. Vinculación a la pandilla

La narración posterior a las rupturas o heridas tiene dos momentos. Uno que describe la ruptura con la relación primaria, lo cual desemboca en un momento crisis del sujeto. Simultáneamente se describe un segundo momento en el que Héctor fue atraído hacia otra relación de pares. Curiosamente esa atracción es narrada como una seducción en la cual el estilo —utilizado en términos de la escuela de Birmingham53— juega un papel fundamental, haciéndose presente como indumentaria, que seduce a los sujetos en medio de su crisis.

Hemos podido leer que la ruptura de Héctor arrasó del todo con sus figuras de relación primaria, en algunos casos por asesinatos cometidos por el ejército de El Salvador (como su hermano y su cuñado), en otros casos por separaciones que se reflejan en ausencias en el relato (como el padre o la madre que aparecen mucho después). Su llegada a Los Ángeles significó un reencuentro con una única figura de las que habían desaparecido cinco años atrás: su hermana; pero además dio la posibilidad de establecer nuevas relaciones. Héctor evoca esto con una serie de diálogos donde intervienen personajes de este momento de su vida:

    "[...] ya entré en asilo político en Estados Unidos, llegando allá me dijo mi hermana a los tres días:
    —mirá que ahí está un parque a la vuelta para que no te aburras, aquí a la vuelta [de la casa].
    Cuando llegué [al parque] veo un vergo54 de gente así pelo largo, sus pantalones Levi's, sus Vanz, sus camisas de Heavy Metal ¿me entiendes? Pelo largo y yo llegué pelón55 pues va, porque iba pelón de acá.
    [.] toda mi familia estaba aquí [en El Salvador], sólo [.] mi hermana es la única que estaba allá [en Estados Unidos]. Después llegué yo, entonces llegué allá a ver los peludos y me dijeron:
    -¿Qué onda vos pelón?, qué onda ¿de dónde venís?
    -de El Salvador, dije.
    -¡Ah! Sos salvadoreño.
    -Simón.
    -¿Has estado allá? -Simón.
    -¿Qué has sido allá? -He sido combatiente. -De la guerrilla también.
    -Ah pues mira, aquel es guerrillero también, aquel es guerrillero, aquel es soldado, aquel es soldado, aquel es policía [...]. Mira, nosotros men aquí somos la Mara Salvatrucha, y aquí estamos protegiendo contra todos los pelones de aquí, nosotros cuidándonos a nosotros, por el flujo de migrantes, [...] y les volamos verga a esos majes [los mexicanos] y a los chinos también, porque se andan pasando de listos con la gente, andan golpeando a la gente.
    -A pues no hay cuete, yo le entro también, matemos pues.
    -¿Matas?
    -Simón pues.
    -Vamos a ver que lo vamos probando, hoy en la noche vamos con los chinos, a ver qué onda"56

Lo primero que habría que resaltar es que estos "peludos" tienen un estilo definido en el interior de la industria cultural: música Heavy Metal, pantalones Levi's y tenis Vanz. Eso es lo primero que Héctor recuerda de la Mara Salvatrucha. A partir de acá el estilo servirá en la entrevista para ubicar muchas de las figuras que rondan su socialización y para hacer diferenciaciones fundamentales, como la que existe entre "peludos" y "pelones". Según Héctor, la Mara Salvatrucha se identificaba inicialmente por su cabello largo y la mafia mejicana imponía más bien la utilización del cabello corto entre los suyos. Por eso, Héctor recuerda con alguna hilaridad haber estado "pelón" cuando conoció a los miembros de su pandilla, dado que esto significaría, de allí en más, un signo que identificaba al que podríamos llamar nuevo enemigo.

El otro elemento a rescatar es la disolución de las diferencias que implica el primer encuentro con la ms. Hemos leído en el relato que antes de su llegada a Estados Unidos la vida de Héctor estuvo cruzada fuertemente por la guerra civil salvadoreña; su vida se movía necesariamente en un paradigma binario (entre insurgencia y contrainsurgencia). El conocimiento de la ms implica la disolución de este paradigma, fundiendo todas las fuerzas en una, diferencias tan importantes en el pasado (como la que hay entre "guerrillero" y "soldado") se disuelven en pro de un objetivo común: "La protección de las comunidades salvadoreñas" de los "los pelones" y "los chinos".

En general la invención de las pandillas pasa por una retórica de defensa de un colectivo determinado, aunque las actividades de defensa impliquen la puesta en peligro de este colectivo57 Lo interesante de este caso es que esta inversión implica la disolución de anteriores roles que jugaron los sujetos, y por lo tanto anuncian una reorganización del relacionamiento social. La transición entre órdenes de Héctor es narrada con un banquete de por medio:

    "Esa tarde hicimos carne asada a la parrilla, arroz, ensalada, jugamos fútbol. Ya después en la noche qué onda, ya vamos a ir para allá arriba, ya nos movíamos de de ese parque a la otra esquina donde se vendía droga porque se vendía en ese tiempo puro ácido, ya en la noche, tipo diez ya íbamos por la otra esquina por donde hay una tienda grande y allí se vendía la droga también, vamos con los chinos, vamos por balas, alistamos los cuetes,
    —Mire, mire, allí está el chino, pégale al chino pues, me dijeron. —Simón. ¡Pum!, hecho.
    —No, a este hijueputa [Héctor] no le tiembla, decían"58

Una fiesta sirve como bisagra entre dos órdenes sociales. Por una parte, disuelve el orden social anterior, distendiendo las relaciones que antes fueron determinantes. Por otra, prepara el terreno para una nueva sociabilidad. Acá hay un sujeto a caballo entre dos estructuras de regulación. Lo que no hay que perder de vista es que los dos órdenes se mueven de acuerdo al mismo mandato: la eliminación del otro. Lo que en apariencia se transforma es el orden social, pero en realidad lo que cambia es el rostro del otro.

3. Memoria, institucionalización y violencia: elementos conceptuales para analizar las memorias de niñez de héctor

El recuerdo de la niñez de Héctor es un ejercicio de memoria, que parte de su realidad actual y su presente. Es un relato entre muchos que recuerdan este tiempo histórico. El terreno de la memoria, como bien lo afirman diversos autores, es una arena de lucha, en la cual los diferentes grupos sociales se disputan la hegemonía de la representación59 Por ello la memoria se disputa en un campo de poder donde existe una representación oficial de los acontecimientos de la guerra civil que ha sido hegemonizada por arena, en su gobierno ininterrumpido entre 1989 y 2009. Una y otra vez arena utiliza esta memoria oficial como un instrumento político, por ejemplo, en la propaganda electoral que amenazaba a la población con que la llegada del FMLN al poder sería el retorno al escenario de guerra. Pero otras memorias también están presentes en el escenario político salvadoreño, por ejemplo la memoria del FMLN, que reivindica su beligerancia de izquierda y sus actuaciones en medio de la guerra civil60 Fuera del escenario de la política electoral, existe también la memoria de los académicos que han hechos esfuerzos por reentender este momento histórico61; o la de los y las integrantes de movimientos sociales y comunidades eclesiales de base que reivindican su posición en este conflicto62

Pero ninguna de estas memorias coincide con el punto de vista de Héctor. Podríamos dar dos hipótesis complementarias para entender esta diferenciación. La primera, porque éstas son memorias de quienes enfrentaron el conflicto como adultos/as jóvenes o adultos, no como niños. La perspectiva es totalmente diferente, dado que la vivencia generacional marca decididamente el punto de vista de cualquier conflicto63 La memoria, en este caso, es privilegio de quien la sistematiza y la escribe (en libros, cartas, discursos, etc.) y son quienes fueron adultos, y además letrados, los que tienen este privilegio en El Salvador. De tal suerte que la memoria oficial tiene un signo de edad (la adultez) y uno de clase (haber sido alfabetizado), despojando de legitimidad a memorias, como la de Héctor, que carecen de estos elementos. En segundo lugar, porque la memoria de Héctor, a diferencia de las anteriores, no intenta conscientemente una disputa en el escenario político. No es una memoria de la esperanza o mesiánica64, sino una memoria de la violencia desnuda, que se inscribe en la cultura de las pandillas de Los Ángeles, caracterizadas por una ausencia de visión de futuro. Las pandillas transnacionales como la Mara Salvatrucha no son organizaciones mesiánicas, en la medida en que no miran en el futuro la esperanza de redención del presente; en cambio, dirimen su imaginario en el escenario inmediato que implica la lucha por la eliminación del otro (sea este policía o miembro de una pandilla contraria)65 Por ello, cuando Héctor vuelve la mirada a su niñez, no lo hace con la perspectiva de un futuro que transformar, sino con la angustia de un pasado lleno de heridas.

El recuerdo de la Guerra Civil en la vida de este integrante de la Mara Salvatrucha da cuenta de una serie de heridas corporales y psíquicas, por medio de las cuales tuvo que enfrentar la masacre de su pueblo, su incorporación a la guerrilla y el ejército, y finalmente su exilio hacia Los Ángeles. En la memoria de Héctor se encuentra de forma patente esta dificultosa forma de socialización, que se cristaliza en las heridas que le fueron infringidas: la desaparición de sus familiares y del entorno donde crecía (que se convirtió eventualmente en un desierto), la ausencia de familia como unidad de institucionalización primaria y la necesidad de incorporación a al guerrilla y posteriormente al ejército para salvar la vida66 Todo esto hace que la niñez de Héctor esté cruzada tanto por el drama de la acción-huída, pues tuvo que enfrentar en su infancia la angustia de la muerte que le acechaba; como el dilema de la polarización-desgarramiento mediante los cuales se vio en la necesidad de integrarse en las dos fuerzas beligerantes y vivir el difícil dilema de ser un infiltrado de las FFAA. Héctor había sido víctima y victimario en el teatro de la guerra civil desde antes de llegar a su adolescencia. Para ese momento conocía las heridas del la ausencia, conocía la sensación de matar y experimentó la tortura en su cuerpo. Había sufrido gran cantidad de heridas psíquicas y físicas.

Estas heridas ocupan un lugar fundamental en la memoria de Héctor, dado que son ellas las que generan rupturas o transformaciones en su personalidad. Cada una de las transformaciones en el devenir de su relato depende de una ruptura en el orden anterior. Estas rupturas son provocadas por fenómenos exteriores a él, o dicho de otra forma, que él no controla. En los primeros años de la niñez las rupturas le son impuestas por instituciones secundarias como las FFAA o el FMLN. La primera ruptura del relato tiene que ver con una masacre del pueblo donde vivía, que convirtió en ruinas lo que fue imaginado como idílico. En una segunda ruptura es torturado por las FFAA. Este proceso degenera en la aplicación de la propia tortura entre compañeros. La violencia opresiva fue internalizada a tal punto que Héctor y sus compañeros de celda la tomaron por su propia cuenta. Este proceso de rupturas le lleva finalmente al exilio de su país, le expulsa decididamente del sistema de relaciones sociales bajo amenaza de asesinato.

Al mismo tiempo las rupturas que son narradas como heridas ponen en evidencia la sustitución institucional que se da abruptamente en la vida de Héctor. Las teorías sobre los procesos de institucionalización dan cuenta de que, en tanto seres humanos, tendemos hacia la creación de acuerdos intersubjetivos que objetivan las conductas sociales, institucionalizándolas de manera que éstas contengan nuestro accionar67 La memoria de infancia de Héctor muestra el fracaso de esta contención de diferentes instituciones sociales (familia, sistema educativo, mercado de trabajo, etc.)68 Por ello las rupturas narradas son marcadores de dos elementos: por un lado señalan el fracaso de contención de un sistema de relaciones sociales y por otro la adscripción a un sistema venidero.

Pero ¿cómo entender este complejo proceso de institucionalización? Agreguemos para ello cuatro categorías. Cuando hablamos de instituciones, podemos pensar en oficiales (dependencias del estado y el mercado) y alternativas69 (guerrilla, pandillas), que expresan la relación de sujeto respecto de la hegemonía dominante en una sociedad. Así mismo, las instituciones pueden entenderse como primarias (referente a la contención familiar) y secundarias (referente a estructuras que van más allá de la familia como la escuela, el trabajo, el ejército)70, que designan una socialización diferencial del orden intersubjetivo. Las cuatro categorías pueden mezclase en todas sus posibilidades: oficial primaria, oficial secundaria, alternativa primaria y alternativa secundaria.

La memoria de Héctor da cuenta de una ruptura con la institucionalización primaria representada en su familia nuclear, que es arrasada por una institucionalidad secundaria de tipo oficial, representada en las FFAA. Es allí donde se narra la primera herida. Posteriormente Héctor engrosa las filas del FMLN, adscribiéndose a una institucionalización secundaria alternativa, asumiendo el rol de guerrillero e involucrándose de lleno ("a huevo" diría él) en el conflicto armado. Ese vínculo le lleva a ser uno de los peones de guerra, y la guerrilla ve que su ruptura anterior puede ser lo suficientemente dolorosa como para que se infiltre en el ejército sin traicionar a las fuerzas insurgentes. El sufrimiento es convertido en medio para lograr un fin en el juego político-militar. Habiéndose infiltrado en el ejército, Héctor da cuenta de sus primeros actos de sabotaje y primeros asesinatos. Al aparecer esta institucionalización le permite desarrollar una importante deshumanización71 de su comportamiento, dado la amplia aceptación del asesinato como forma de mediación institucional. La narración desenfadada del asesinato y la descripción detallada de cómo mató al soldado que se despedía de su madre da cuenta de una institucionalización oficial altamente deshumanizante. Eventualmente le descubrirán como infiltrado y será torturado a tal punto que deseará su propia muerte. Por un golpe de suerte salva su vida y vive una experiencia de exilio y emigración hacia los Estados Unidos. Allá se encuentra nuevamente con su núcleo primario representado en su hermana, pero además se presenta la oportunidad de iniciar un nuevo proceso de institucionalización: el de la Mara Salvatrucha. Para ingresar a la ms Héctor reconoce inicialmente que las diferencias institucionales construidas en el pasado deben ser eliminadas y de esto toma cuenta en ese parque de Los Ángeles, donde se encuentran mezclados los antiguos enemigos (guerrilleros, soldados y policías); todos ellos se han sacudido sus identidades anteriores y han accedido a una nueva: "Nosotros somos la Mara Salvatrucha". Esta nueva identidad tiene a su vez nuevos enemigos marcados por la diferenciación étnica y no ideológica: chinos y negros. Así, Héctor se institucionaliza en su adolescencia en una organización que tiene características primarias (hermandad) como secundarias (manutención mediante comercio de drogas). En todo caso se presenta como una institucionalización alternativa a las que había conocido y al régimen de instituciones impuesto en el país que lo acogía. En la memoria de Héctor hay una sucesión de instituciones recordadas mediante heridas, que son revividas periódicamente.

Una nota final acerca del tema de la violencia. Es evidente que todo lo que se ha mencionado hasta acá sobre rupturas y heridas hacen referencia al tema de la violencia. Está muy presente en el relato en forma de masacres, torturas y cálculos institucionales. Pero ¿qué podríamos decir sobre el carácter específico de esta violencia en los tránsitos institucionales? La violencia en el relato de Héctor tiene muchos rostros, es acto de violencia72 (los asesinatos descritos y las torturas), es también violencia simbólica73 (evidente en el marco categorial que justifican y promueve los actos) y además es violencia estructural74 (un orden institucional opresivo que condena los grupos empobrecidos a una existencia cruzada por las masacres). ¿Tienen todas estas violencias una dinámica general? Al parecer sí. Desde mi modo de ver, todas estas violencias se organizan desde lo que Rene Girard denomina crisis sacrificial75, por medio de la cual las comunidades humanas pierden la capacidad de orientación unitaria y estructuradora y se sumen en una crisis de diferencias. La dinámica de la violencia en el relato de Héctor parece seguir esta lógica, en el cual la ausencia de un orden común en la comunidad, los distintos ordenes asumen una posición beligerante (FFAA, FMLN, escuadrones de la muerte, etc.), y la totalidad de relaciones sociales es arrastrada hacia esa espiral de violencia. El caso de Héctor es revelador, dado que por su condición de niño es arrastrado por esta espiral sin que mediaran decisiones conscientes al respecto. Ahora bien, en la memoria de Héctor la crisis sacrificial —o bien, la presencia de comunidades en eterno conflicto—, es vivida como guerrillero y como soldado, pero además es revivida como miembro de la Mara Salvatrucha. Luego de su emigración forzada a Los Ángeles, Héctor tiene la oportunidad de alejarse del la crisis sacrificial que se vive en su país. Sin embargo, el dato revelador es que la comunidad salvadoreña en Los Ángeles resucita la crisis sacrificial en otro formato, disolviendo las diferencias anteriores e integrándose a un colectivo que nuevamente inicia una batalla por un orden imposible de hegemonizar. El aprendizaje de la crisis sacrificial en la vida de Héctor tiene raíces tan profundas que presumo que ésta es la única forma de institucionalización que reconoce: una institucionalización siempre inconclusa, una guerra permanente.


C
onclusiones

El testimonio de Héctor pone en evidencia la concatenación de procesos históricos de El Salvador contemporáneo. A través de sus recuerdos se da cuenta de una forma de institucionalización que se construye a través de heridas y rupturas, que se superponen unas a otras y que conforma una subjetividad gestada en medio de una crisis sacrificial permanente.

El devenir histórico del pasado reciente de El Salvador, doloroso a simple vista, adquiere tintes dramáticos cuando se mira desde los recuerdos de Héctor. Este tipo de testimonio es diferente del construido para reivindicar una posición política en medio del conflicto, o para justificar acciones de guerra. El de Héctor es un testimonio de la violencia desnuda que es recordada en la vida de una persona como un proceso de violencia interminable.

En estas circunstancias, la migración no se recuerda como un "volver a empezar", sino como un proceso en el cual se configuran las rupturas para iniciar una nueva institucionalización inconclusa. La guerra vivida y aprendida en la niñez, es revivida como conflicto entre pandillas en Los Ángeles. El mundo conocido es entonces la guerra, la crisis sacrificial, la violencia interminable. Y ello revela además otro dato fundamental: cuando se habla de institucionalización, las formas de relacionamiento social aprendidas durante el periodo de la guerra civil son las estructuras fundamentales de la personalidad que permiten a Héctor recrear el conflicto de las pandillas. El conflicto de las pandillas tiene como antecedente la guerra civil, que tiene a su vez el antecedente del conflicto por tenencia de tierra, explotación de la mano de obra y penalización de la esfera pública, rastreable incluso hasta 1932. En otras palabras: la condición de posibilidad de la socialización de las pandillas es una forma de relaciona-miento social en el que las heridas provocadas por las rupturas emanadas desde fuera del sujeto son fundamentales, tanto a nivel primario como secundario, penetrando hasta su subjetividad y su recuerdo.

El testimonio de Héctor es una forma de mirar el pasado no como "verdaderamente ha sido", sino como esa "llama que flamea en el instante de peligro"76 Peligro marcado por el miedo, la ansiedad, la angustia, ante la posibilidad de pérdida de la vida personal y de sus vínculos familiares. No es una memoria evidente en el escenario del recuerdo salvadoreño. En cambio, se manifiesta como lo negado en las relaciones sociales: en asesinatos, robos, peleas callejeras. La cultura de las pandillas revive una y otra vez la premisa de Héctor en la celda cuando era torturado: "[...] sabe qué, men, si vamos a morir, vámonos a morir peleando". Ante una vida que se recuerda como institucionalización inconclusa, como violencia desnuda, la escenificación de la agresión representa lo negado de manera grotesca.


Comentarios

* Este artículo es resultado de la investigación "Cultura, sujeto e institucionalización: el caso de 'las maras' en El Salvador contemporáneo", desarrollada como proyecto de tesis doctoral y como investigación en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (dei) y en el Instituto de Investigaciones Sociales (iis) de Costa Rica. El financiamiento del trabajo de campo y la sistematización se han realizado con ayuda de dos pasantías, una otorgada por el dei en 2006 y otra que me diera el iis en forma de "Estancia de Investigación" para académicos, desarrollada en el año 2008.

1 Héctor es el nombre ficticio de mi informante. Así como el nombre, algunos de sus datos personales han sido omitidos o cambiados para proteger su integridad e identidad.

2 El enfrentamiento armado salvadoreño recibe muchos nombres: "la guerra", a secas, como se utiliza en su acepción popular, o bien los términos que remiten a partes del espectro político como "el conflicto armado", utilizado por la derecha para eliminar la categoría guerra; por su parte los sectores de izquierda utilizan el significante "guerra revolucionaria" o "guerra popular" para reivindicar el carácter ideológico de la disputa. Este artículo nombrará el conflicto como "guerra civil", término que rescata la palabra "guerra" para dar justa dimensión al conflicto vivido —en el cual perdieron la vida más de setenta mil personas—, pero además utiliza el significante "civil", que remarca el carácter fratricida del enfrenta-miento, así como su dimensión de rebeldía ciudadana. Agradezco al historiador Knut Walter su ayuda en la clarificación de los términos.

3 Atendemos la división que realiza Rojas citando a Dezin entre biografías, historias de vida y relatos de vida, y consideramos las primeras como ejercicios institucionalizados que se realizan con personajes de la vida pública a manera de ejemplificación. Las segundas, como un esfuerzo de recolección de una vida que implica además el complemento de documentos sobre esa vida (artículos de periódico, fotografías, etc.). En cambio los relatos de vida, se dedican a: "[...] examinar una vida o parte significativa de esta, tal como es contada por los individuo. [es decir]. una invención concebida como construcción o reconstrucción de las vivencias individuales". Martha Luz Rojas Wiesner, "Lo biográfico en sociología. Entre la diversidad de contenidos y la necesidad de especificar conceptos", en Observar, Escuchar y Comprender sobre la tradición cualitativa en la investigación social, coord. María Luisa Tarrés (Ciudad de México: flacsü- México/Colegio de México, 2001), 182.

4 Carmen Ascanio S., "Biografía etnográfica", en Etnografía: Metodología cualitativa en la investigación socio-cultural, ed. Ángel Aguirre Baztan (Barcelona: Boixareu Universitaria, 1995), 212-213; Ramón Reséndiz García, "Biografía: Proceso y nudos teórico-metodológicos", en Observar, Escuchar y Comprender, 158 y ss; Martha Luz Rojas Wiesner, "Lo biográfico en sociología", en Observar, Escuchar y Comprender, 182; Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad (Buenos Aires: Amorrurtu Editores, 1972), 87.

5 Atiendo la reflexión sobre memoria que planteara Benjamin en su tesis número vi: "Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como 'verdaderamente ha sido'. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro". Walter Benjamin, La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre historia (Santiago: lüm/arsis, 2002), 51.

6 Ignacio Martín-Baró, "Guerra y trauma psicosocial en el niño salvadoreño", en Psicología social de la guerra, ed. Martín-Baró Ignacio (San Salvador: uca Editores, 2000), 235 y ss.

7 Entre 1932 y 1984 la administración del poder gubernamental y la conducción del estado salvadoreño fue realizada por cúpulas militares. Rafael Menjivar Ochoa, Tiempos de locura. El Salvador 1979-1981 (San Salvador: flacsü El Salvador/Índole editores, 2008), 103-121.

8 James Dunkerley, "El Salvador desde 1930", en Historia de América Latina (América Central desde 1930), ed. Leslie Bethell (Cambridge: Cambridge University Press/ Barcelona: Editorial Crítica, 2001), 100-101; Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza: La guerra de 12 años en El Salvador (San José: dei, 1993), 200 y ss.

9 Las organizaciones militares que componían el FMLN se gestaron en la década de los setenta y se denominaban: Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (fpl), Ejército Revolucionario del Pueblo (eep), las Fuerzas Armadas de Resistencia Nacional (faen), el Partido Revolucionario de los Trabajadores (petc) y las Fuerzas Armadas de Liberación (fal). Y sus frentes de lucha civil eran: Bloque Popular Revolucionario (bpe) para las fpl, Ligas Populares, 28 de febrero (lp-28) para el eep y Frente de Acción Popular Unificada (fapu) para las faen.

10 Voy a realizar una descripción somera de los principales acontecimientos de la guerra civil. Para ello utilizaré la división temporal de cuatro periodos que establece la Comisión de la Verdad para comprender el conflicto armado: 1980-1983, 1983-1987, 1987-1989, 1989-1991. Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 47 y ss.

11 "Fuerzas armadas" y "ejército" se utilizarán como sinónimos.

12 Rafael Menjivar Ochoa, Tiempos de locura, 22 y ss.

13 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 48 y ss.

14 Carlos Figueroa Ibarra, "Centroamérica: Entre la crisis y la esperanza (1978-1990)", en Historia General de Centroamérica, vol. 6 "Historia Inmediata", ed. Edelberto Torres-Rivas (San José: flacsü, 1993), 45.

15 Phillip Bourgois, "Más allá de la pornografía de la violencia. Lecciones desde El Salvador", en Jóvenes sin tregua. Culturas y políticas de la violencia, eds. Francisco Ferrándiz y Carles Feixa (Barcelona: Anthrophos), 11-34. Esta forma de operación revive el uso de la fuerza en la masacre de 1932. Roque Dalton, Miguel Mármol: Los sucesos de 1932 en El Salvador (San Salvador: uca Editores, 2007); Jeffrey Gould y Aldo LauriaSantiago, 1932. Rebelión en la oscuridad (San Salvador: Museo de la Palabra y la Imagen, 2008).

16 Se calculan en medio millón de personas.Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 57-58.

17 Rafael Menjivar Ochoa, Tiempos de locura, 223-229.

18 Es importante recordar que, paralelamente a este conflicto armado, se desarrollaba otro en Guatemala, que habría comenzado en 1960, y uno de "baja intensidad" que los Estados Unidos financiaban en contra del gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (fsln) en Nicaragua desde inicios de la década de los ochenta. Carlos Figueroa Ibarra, "Centroamérica: Entre la crisis y la esperanza".

19 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 66.

20 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 66-67.

21 Este último había podido entrar legalmente al país luego de la firma de Esquipulas II. Carlos Figueroa Ibarra, "Centroamérica: Entre la crisis y la esperanza", 47.

22 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 70; Carlos Figueroa Ibarra, "Centroamérica: Entre la crisis y la esperanza", 47.

23 Edelberto Torres-Rivas, "La sociedad: La dinámica poblacional, efectos sociales de la crisis, aspectos culturales y étnicos", en Historia General de Centroamérica, vol. 6 "Historia Inmediata", ed. Edelberto Torres-Rivas (San José: flacso, 1993), 225.

24 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 69.

25 Los asesinados/as fueron: Ignacio Ellacuría, Rector de la uca; Segundo Montes, Ignacio Martín- Baró, Amado López, Juan Ramón Moreno, Joaquín Lopez, Elba Ramos y Celina Ramos.

26 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 69.

27 Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza, 73-74; Edelberto Torres-Rivas, "La sociedad: La dinámica poblacional", 225-226.

28 Destacan entre otros: Joaquín Sama-yoa, "Guerra y deshumanización: una perspectiva psicosocial", en Psicología social de la guerra, ed. Ignacio Martín-Baró (San Salvador: uca Editores, 2000), 41-66; Ignacio Martín-Baró, "Guerra y trauma psicosocial", 234251; Ignacio Martín-Baró, "Violencia política y guerra como causas del trauma psicosocial en El Salvador", en Psicología social de la guerra, ed. Ignacio Martín-Baró (San Salvador: uca Editores, 2000), 66-83; Ignacio Martín-Baró. "Guerra y salud mental", en Psicología social de la guerra, 24-21; Nelson Portillo, "Juventud y trauma psicosocial en El Salvador", en Psicología social en la posguerra: teoría y aplicaciones en El Salvador, eds. Nelson Portillo, Mauricio Gaborit y José Miguel Cruz (San Salvador: uca Editores, 2006), 249-290.

29 Joaquín Samayoa, "Guerra y deshumanización", 51 y ss.

30 Ignacio Martín-Baró, "Violencia política y guerra", 78.

31 Ignacio Martín-Baró, "Guerra y trauma psicosocial", 245.

32 Nelson Portillo, "Juventud y trauma psicosocial", 278-279.

33 Jefe: forma de referirse al padre.

34 Chivo: del lenguaje popular salvadoreño para caracterizar algo (evento, situación, cosa) como emocionante.

35 Chula/o: tiene varias acepciones, en esta parte del relato está utilizada para designar algo que es bonito: "las flores son chulas". Pero en otras formulaciones que encontraremos en otras partes del relato como chulón o chulona se utiliza para designar la desnudez: "quedó chulón".

36 Puya: no es utilizada acá en su acepción de lanza o asta, más bien hace referencia a una variante de pucha o puchica, que a su vez es una forma de suavizar una expresión considerada vulgar: ¡puta!

37 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.        [ Links ]

38 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

39 Corte parejo: es una expresión muy común en el lenguaje popular salvadoreño, en este caso está utilizada para expresar que se mataba por igual a todas las personas que el ejército encontraba, no se diferenciaba por sexo o edad.

40 La formulación del refrán popular muerto el perro se acabó la rabia tiene mucho sentido el contexto de la guerra civil en El Salvador. En los primeros años de la lucha contrainsurgente (inicios de los ochenta) las fuerzas represivas determinaron que, tanto en Guatemala como en El Salvador, antes de atacar a la guerrilla misma era prioritario atacar a las poblaciones civiles que servían de apoyo logístico, emocional y estructural al movimiento guerrillero. Matar al perro hace alusión a esta política de exterminio de civiles que eran acusados de ser causantes directos de la rabia, es decir, el movimiento insurgente. Las masacres de civiles realizadas bajo esta política contrainsurgente fueron documentadas por los recuentos de las violaciones a los Derechos Humanos en ambos países, así como en los testimonios sobre la guerra y en los trabajos académicos realizados sobre este proceso. Al respecto se puede consultar sobre el tema de ddhh: Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica, Guatemala Nunca más (Ciudad de Guatemala: Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, 1998), y Comisión de la Verdad, De la locura a la esperanza. Sobre lo testimonial: José Ignacio Lopez Vigil, Las mil y una historias de Radio Venceremos (San Salvador: uca Editores, 1993). Respecto de los trabajos académicos Phillip Bourgois, "Más allá de la pornografía", 11-34; Sergio Tishler Visquerra, Tiempo, memoria y sujeto (Ciudad de Guatemala: FyG editores, 2005).

41 Pa bajo: refiere directamente a que fueron asesinados o "se los bajaron".

42 Morritos: forma de designar a los niños pequeños en el leguaje popular salvadoreño. Es una formulación que evoca ternura y cariño.

43 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

44 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

45 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

46 Un chingo: hace referencia a gran cantidad de alguna cosa.

47 Cuetazos: sinónimo de disparos.

48 Güaché: es un anglicismo del lenguaje popular centroamericano que transforma el verbo watch que en inglés significa 'ver' en el verbo 'güachar'.

49 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

50 Vergasear o dar verga: se utiliza en el lenguaje popular salvadoreño para designar la acción de golpear a una persona o cosa.

51 Simón: se utiliza como una forma estilizada de decir sí. Es común en el lenguaje popular, sobre todo en el juvenil.

52 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

53 Stuart Hall et al., "Subcultures, cultures and class: a theoretical overview", en Resistance through rituals. Youth subcultures in post-war Britain, eds. Stuart Hall y Tony Jefferson (Nueva York: Routledge, 2000).

54 Vergo: en lenguaje popular salvadoreño alude a una gran cantidad de algo (gente, carros, sillas, etc.).

55 Pelón: con el cabello rapado.

56 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

57 Amplía cantidad literatura sobre el fenómeno da cuenta de esta forma de organización: Alonso Salazar, No nacimos pa'semilla. La Cultura de las bandas juveniles de Medellín (Bogotá: Planeta, 2002); eric, idesü-üca, idies-ürl, iuDop-ucA, vol. i, Maras y Pandillas en Centroamérica (Managua: uca Publicaciones, 2001); Mauro Cerbíno, Pandillas juveniles. Cultura y conflicto de la calle (Quito: Abya Yala/El Conejo, 2004); Marcela Smutt y Lissette Miranda, "El Salvador: socialización y violencia juvenil", en América Central en los noventa: Problemas de juventud, ed. Carlos Guillermo Ramos (San Salvador: flacso- Programa El Salvador, 1998), 151-188; Jose Manuel Valenzuela Arce, "La mara es mi familia", en Las maras: identidades juveniles al límite, ed. Jose Manuel Valenzuela Arce, Alfredo Nateras Domínguez y Rossana Reguillo Cruz (México: uAivi/Colegio de la Frontera Norte, 2007), 33-61.

58 Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

59 Benjamin hace hincapié en esta problemática cuando finaliza su tesis VI: "Solo tiene el don de encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador que esté traspasado por [la idea de que] tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer". Walter Benjamin, La dialéctica, 51 (subrayado del original). Tishler en consonancia con Benjamin habla de la diferenciación entre La Memoria y los ejercicios de reivindicación de las memorias populares y diversas. Sergio Tishler Visquerra, Tiempo, memoria y sujeto, 104-107. Virno hace referencia a la lucha existente entre el "recuerdo del presente" y el "falso reconocimiento". Paolo Virno, Recuerdo del presente. Ensayo sobre el tiempo histórico (Buenos Aires: Paidós, 2003), 37-41. Todorov refiere a la lucha política que implica la recuperación de la memoria y los usos que se le da a ésta. Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria (Barcelona: Paidós, 2000), 11 y ss.

60 José Ignacio Lopez Vigil, Las mil y una historias.

61 Rafael Menjivar Ochoa, Tiempos de locura.

62 María López Vigil, Piezas para un retrato (San Salvador: uca Editores, 1993).

63 Hinkelammert apoya la tesis de la vivencia generacional diferenciada: "Cada generación hace su presente. Viendo desde su presente, tiene su propio futuro y su propio pasado. Como cada presente tiene su propia historia, también tiene su propio pasado. Al cambiar con el presente el futuro, cambia igualmente el pasado. No solamente cada generación escribe su propia historia, tiene también su propio pasado. Precisamente por eso tiene su propio futuro". Franz Hinkelammert, "La reconstitución del pensamiento crítico." (2008) http://www.pensamientocritico.info (consultada 23 de abril de 2008), 18.

64 La segunda tesis de Benjamin abunda en esta visión mesiánica: "[...] en la representación de la felicidad oscila inalienablemente la redención. Con la representación del pasado que la historia hace asunto suyo ocurre de igual modo. El pasado lleva consigo un secreto índice, por el cual es remitido a la redención [.]. Entonces nos ha sido dada, tal como cada generación que nos precedió, una débil fuerza mesiánica, sobre la cual el pasado reclama derecho. No es fácil atender a esta reclamación. El materialista histórico lo sabe". Walter Benjamin, La dialéctica, 48 (el subrayado es mío). Véase también: Sergio Tishler Visquerra, Tiempo, memoria y sujeto, 104-107.

65 Al respecto ver John M. Hagedorn, A World of Gangs: Armed Young Men and Gangsta Culture (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2008), 3-10; Rossana Reguillo Cruz, "La mara: contingencia y afiliación con exceso (re-pensando los límites)", en Las maras: identidades juveniles al límite, ed. Jose Manuel Valenzuela Arce, Alfredo Nateras Domínguez y Rossana Reguillo Cruz (México: uam/ Colegio de la Frontera Norte, 2007).

66 Ignacio Martín-Baró, "Guerra y trauma psicosocial del niño", 244.

67 La tesis de la contención está apoyada tanto por Peter Berger y Thomas Luckmann, "La construcción social", 87-90; como por el trabajo de Ignacio Martín-Baró, Sistema, grupo y poder. Psicología Social desde Centroamérica (II) (San Salvador: uca Editores, 2004), 238 y ss.

68 Lo visto en la historia de Héctor es también corroborado por otros estudios sobre pandillas. Mauricio Gaborit, "Los círculos de la violencia: sociedad excluyente y pandillas", RevistaECA 685-586 (Nov-Dic: LX 2005): 1145-1154; Dennis Rodgers y José Luis Rocha, Bróderes descobijados y vagos alucinados. Una década con las pandillas nicaragüenses 1997-2007 (Managua: Revista Envío, 2008); Alonso Salazar, No nacimos pa'semilla, 44; María Santacruz Giralt, y Alberto Concha-Eastman, Barrio adentro: La solidaridad violenta de las pandillas (San Salvador: uca Editores/ops/ Homies Unidos, 2001); Wim Savenije, "Las pandillas transnacionales Mara Salvatrucha y Barrio 18st.: Una tensa combinación de exclusión social, delincuencia y respuestas represivas", en Intra caribbean Migration and the Conflict nexos, eds. T. Lesser, et al. (Ottawa: University of the West Indies/oiM, 2006), 205-228.

69 La categoría de alternativo está utilizada en su acepción de "opción diferente" a una cultura de la dominación. Se basa en al distinción que realiza Williams entre cultura de la dominación y hegemonía alternativa. Raymond Williams, Marxismo y Literatura (Barcelona: Península, 1997). Lo que acá se entiende por alternativo, va desde una organización como el FMLN, que se planteó en los años de la guerra civil como una alternativa al esquema de relaciones sociales de corte progresista mesiánico, hasta las pandillas que se alejan de la oficialidad rompiendo la ley pero sin mostrar rasgos mesiánicos (dicho sea de paso: sin tener proyecto histórico). Es decir, la palabra alternativo en esta acepción no es sinónimo de mesianismo o progresismo.

70 Las nociones de institucionalización dividida en primaria y secundaria son trabajadas por Peter Berger y Thomas Luckmann, "La construcción social", 177 y ss. Así mismo Martín-Baró da cuenta de un análisis a profundidad del concepto de grupo primario. Ignacio Martín- Baró, Sistema, grupo y poder, 262 y ss.

71 Ignacio Martín- Baró, "Guerra y trauma psicosocial del niño", 244.

72 Concepción Fernández Villanueva, Jóvenes Violentos. Causas psicosociológicas de la violencia en grupo (Barcelona: Icaria, 1998), 38.

73 Bourdieu, Pierre, La dominación masculina (Barcelona: Anagrama, 2005), 49 y ss.

74 Ignacio, Martín-Baró, Acción e Ideología. Psicología Social desde Centroamérica (San Salvador: UCA Editores, 2004) , 406.

75 "La crisis sacrificai, esto es, la pérdida del sacrificio, es pérdida de diferencia entre violencia impura y violencia purificadora [...] Se trata de un único e idéntico proceso de invasión de la reciprocidad violenta. La crisis sacrificial debe ser definida como crisis de las diferencias, es decir del orden cultural en su conjunto. En efecto, este orden cultural no es otra cosa que un sistema organizado de diferencias; son las distancias diferenciales las que proporcionan a los individuos su 'identidad', y les permite situarse a unos en relación con otros". René Girard, La violencia y lo sagrado (Barcelona: Anagrama, 2005) , 56. (subrayado del original).

76 Walter Benjamín, La dialéctica en suspenso, 51.


Referencias

Fuentes primarias

Entrevista a Héctor, San Salvador, 2 de febrero de 2008.

Fuentes secundarias

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