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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.40 Bogotá Jan./June 2010

 

KERSHAW, IAN.DECISIONES TRASCENDENTALES. DE DUNQUERQUE A PEARL HARBOR (1940-1941). EL AÑO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA.
BARCELONA: EDICIONES PENÍNSULA, 2008, 760 PP.

Adrián Viale
Estudiante de Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. marianoviale@hotmail.com.


Ian Kershaw es un historiador conocido a nivel mundial. Especialista en la historia del nazismo, ha escrito varios libros imprescindibles sobre el tema, como La Dictadura Nazi1, una biografía sobre Hitler en dos tomos2, y El mito de Hitler3, excelente investigación que lograjustificar con creces su fama. Esto explica que Decisiones Trascendentales haya sido traducido y editado en español apenas un año después de haber sido publicado en inglés.

Kershaw realiza en este libro un estudio sobre la interacción de las decisiones claves tomadas por los dirigentes de las principales potencias durante los meses transcurridos entre mayo de 1940 y diciembre de 1941. Las decisiones de las que Kershaw habla son diez, y a cada una le corresponde un capítulo. Evidentemente, este número es arbitrario y proviene de una simple predilección por los números redondos.

Miremos más de cerca. La primera decisión tuvo lugar en la primavera de 1940, cuando Gran Bretaña decidió seguir combatiendo contra Alemania; la segunda se presentó tiempo después, cuando Hitler optó por invadir la Unión Soviética; la tercera y la cuarta decisión ocurrieron cuando Japón aprovechó el momento para expandirse hacia el Sur, y cuando Mussolini invadió Grecia. Otras dos decisiones (la quinta y la séptima) se tomaron en Estados Unidos, cuando Roosevelt quiso "echar una mano" a la Gran Bretaña asediada, y cuando decide "librar una guerra no declarada". La sexta le correspondió a Stalin, y consistió en hacer caso omiso a las numerosas advertencias que le llegaron sobre la invasión alemana. La octava fue japonesa: atacar Pearl Harbor y entrar en guerra con Estados Unidos. Las dos últimas le tocaron a Hitler, y son probablemente las más importantes y las más controvertidas: declarar la guerra a Estados Unidos y exterminar a los judíos. Se notará que la elección de Kershaw puede ser justificada y hasta evidente en algunos casos (especialmente en el caso de las decisiones tomadas por Hitler), y puede parecer más arbitraria en otros: así, por ejemplo, tal vez no se entienda bien por qué la decisión de seguir combatiendo por parte de Gran Bretaña es más trascendental que la de Stalin, que no es tomada en cuenta.

El libro no se reduce sólo a estudiar las decisiones y cómo unas se relacionan con otras, sino que además intenta contextualizarlas, por un lado, contando la historia de la primera posguerra, y por otro lado, contando el modo de funcionamiento de los diversos sistemas políticos, para lograr así comprender tanto las causas profundas como el proceso particular de cada decisión. De otra manera, las decisiones serían incomprensibles: no puede entenderse a los alemanes o los japoneses sin comprender el orden de la primera posguerra, bajo el cual se sentían una nación desposeída, así como no pueden entenderse las limitaciones de Stalin al tomar sus decisiones, sin tener en cuenta las grandes purgas de 1937-1938. Más allá de eso, lo central es que cada capítulo trata acerca de una decisión; por lo tanto, cada capítulo trata acerca de las diferentes opciones que se les presentaban a los individuos que detentaban el poder político y tomaban las decisiones en cuestión. Como dice el mismo Kershaw, las cosas podrían haber sido de otra manera, y si un libro como éste podría haber sido un ejemplo de historia teleológica, la correcta utilización de la historia contrafactual permite a Kershaw escapar de esa trampa. Aunque en varios casos se limita a discutir con diversos autores que han presentado opciones que Kershaw advierte que no fueron factibles, lo importante es entender que ninguna de las decisiones fue vivida por sus protagonistas como inevitable. Repasemos: según Kershaw, si Gran Bretaña decidió seguir combatiendo, podría haber elegido negociar (algo probable, siempre según Kershaw, si la posición de Churchill no hubiera ganado en los debates internos del nuevo gobierno). Si Japón decidió expandirse hacia el Sur, podría haber elegido hacer concesiones sobre su política en China y subordinarse (a la larga) a los Estados Unidos. También podría haber elegido la expansión por el Norte, a expensas de la Unión Soviética. Mussolini podría no haber invadido Grecia, y lo que es más, podría no haber intervenido en la guerra: si lo hizo fue por voluntad propia, desatando una victoria alemana que sería (a la Historia le gustan las ironías) pírrica. Roosevelt podría no haber aprobado la Ley de préstamo y arriendo (aquello de echar una mano) o podría no haber comenzado una guerra no declarada, o incluso también podría haber entrado en la guerra antes, aunque por otra parte Kershaw declara que el aislacionismo, a pesar del fuerte lobby que lo representaba, era menos probable y poco factible. Stalin podría haber atendido a las múltiples advertencias sobre la inminente invasión alemana, y podría haber tomado medidas al respecto. Hitler, en lugar de invadir Rusia, podría haberse concentrado en destruir el poder marítimo inglés. Por supuesto, también podría haber tratado de evitar la guerra contra Estados Unidos, y podría no haber procedido con el exterminio genocida.

Pero si se tomaron las decisiones fue por algo. Para Japón, por ejemplo, decisiones distintas a las que se tomaron hubieran implicado una humillación nacional y una subordinación a los Estados Unidos, que la élite de este país no estaba dispuesta a aceptar. Una humillación parecida hubiera ocurrido con los sueños imperiales italianos en caso de no entrar en guerra. Estados Unidos parece haber tenido mayor libertad de acción, pero sólo en consideración al momento propicio para ingresar en la guerra, y no al hecho de luchar en ella. El caso más extraño, seguramente, es el alemán. Durante muchos años la visión canónica contaba que los errores más grandes de Hitler durante la guerra habían sido invadir la Unión Soviética, declarar la guerra a Estados Unidos y tratar de eliminar a los judíos. Mucha tinta corrió sobre cómo y cuánto podría haber cambiado la historia si Hitler no hubiera procedido de esta manera. Kershaw no piensa así. Desde hace varios años (desde el debate Goldhagen sobre el papel de la ideología como motor principal del genocidio nazi, al menos, pero también desde antes) los especialistas en nazismo comenzaron a tomar en serio la ideología del régimen. De esta manera, donde antes se veían decisiones equivocadas que Hitler podría haber evitado, ahora se ven resoluciones que corresponden lógicamente a la ideología nazi. Viéndolo desde esta perspectiva, Kershaw declara que las decisiones que tomó Hitler fueron perfectamente entendibles. De acuerdo a la perspectiva de la ideología nazi, la invasión a la Unión Soviética era inevitable, la declaración de guerra a Estados Unidos fue ineludible y (el caso extremo) el exterminio de los judíos debía llevarse a cabo, por ser la ingeniería racial un elemento inherente al régimen. Aunque (todo hay que decirlo) Kershaw opina que a veces primaban consideraciones de tipo estratégico, éstas sólo se imponían porque concordaban con la ideología que sustentaba el régimen.

No hay mayores desarrollos teóricos en este libro. Se destaca la importancia dada a las decisiones que individuos toman en momentos determinados, y a los efectos que las mismas tienen en la sociedad. Toda la narración está, de esta manera, enfocada en los individuos y en la política. Por supuesto, aunque la importancia de las decisiones individuales está presente desde el título mismo de la obra, Kershaw intenta mostrar la interacción entre determinantes externos e iniciativas individuales. Además, existen los matices, pues un individuo inserto en un sistema democrático tiene una capacidad de acción mucho menor que quien es parte de un gobierno autoritario. También dentro de los sistemas no democráticos hay diferencias: mientras que en Japón las decisiones del gobierno autoritario parecen tomarse dentro de la élite, y en Italia existe lo que Kershaw llama un cartel de poder, en Alemania o la Unión Soviética el arbitrio de un individuo es un componente estructural del sistema. Como todo clásico libro de historia política y de élites que toman decisiones, el pueblo brilla por su ausencia y sólo aparece en los capítulos sobre Estados Unidos bajo la forma de encuestas que expresaban la opinión pública.

No es el mejor libro de Ian Kershaw. Es, sin embargo, el libro de un gran historiador, bien escrito, riguroso y con abundante información. Si bien, al ser un trabajo de síntesis, es (como suele decirse) más deudor de la biblioteca que del archivo, no puede negarse que es una síntesis admirable de buena parte de los estudios monográficos sobre estos temas.


Comentarios

1 Ian Kershaw, La dictadura nazi. Problemas y perspectivas de interpretación. Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.

2 Ian Kershaw, Hitler. 1889-1936. Barcelona: Ediciones Península, 2007; Hitler. 1936-1945. Barcelona: Ediciones Península, 2007.

3 Ian Kershaw, El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich. Buenos Aires: Paidós, 2003.

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