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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.43 Bogotá jan./abr. 2011

 

EN MEMORIA DE DAVID BUSHNELL. TRAZOS DE UN HISTORIADOR DE COLOMBIA Y AMÉRICA LATINA (FILADELFIA [PENSILVANIA], 1923 -GAINESVILLE [FLORIDA], 2010)


David Bushnell, reconocido historiador latinoamericanista, publicó entre 1950 y el año de su muerte una centena de reseñas críticas, unos cincuenta artículos y ensayos históricos y varios libros sobre América Latina y Argentina, pero especialmente sobre Colombia. De 1986 a 1991 fue el editor jefe del Hispanic American Historial Review (hahr). Cinco de sus libros son fundamentales en la historiografía nacional. Aunque su gran obra de síntesis, Colombia. Una nación de a pesar de símisma (1993 en inglés, 1996 en español), evidencia el dominio del autor de los temas sociales, económicos y geográficos, y la selección de fotografías que lo acompaña, tomadas por él mismo a lo largo de su vida, pone de presente su fineza frente a las idiosincrasias del país, Bushnell sobresale como historiador de la política colombiana de los siglos xix y xx, evidente en sus penetrantes Ensayos de historia política de Colombia (2006). Fue el gran experto de la política grancolombiana. En este campo sobresalen la erudición y el rigor metodológico que le permitieron ordenar y discernir con una solvencia no superada los temas administrativos, legislativos, judiciales, fiscales y educativos; los complejos asuntos indígenas y de la esclavitud; o los desarrollos e impactos inesperados de las facciones y personalismos de la Colombia bolivariana (1819-1831). De todo esto dan testimonio su obra primordial, El Régimen de Santander en la Gran Colombia (1819-1927) y Simón Bolívar, proyecto de América, su penúltimo libro, publicado en el 2002 en Argentina y los Estados Unidos, y en el 2007 en Colombia.

La Segunda Guerra Mundial afectó de algún modo la carrera académica de David Bushnell. Terminados sus estudios en Harvard (1943) debió servir en la División Latinoamericana de la Oficina de Estudios Estratégicos y en el Departamento de Estado. Cumplido el servicio, pudo reintegrarse a sus investigaciones y comenzó su proyecto de doctorado en Harvard. Bajo la dirección del reputado experto del Imperio español en América, C. H. Haring, Bushnell escogió el tema de la formación institucional republicana en la relativamente desconocida y marginal Colombia.

Llegó al país en 1948 y fue testigo del 9 de abril. Se aplicó a investigar en el Archivo del Congreso, en el Archivo Nacional y en la Biblioteca Nacional. Sus preguntas centrales giraban alrededor de cómo pudo construirse un orden liberal; cómo, sobre las ruinas del orden monárquico, colonial e hispánico, consiguieron fraguarse instituciones liberales y prácticas republicanas. Encontró las respuestas en lo que llamó el "Régimen de Santander", núcleo de su tesis doctoral en Harvard que debió empezar a escribir en 1949, a su regreso a los Estados Unidos, y terminó en 1951.

De su primera estadía hasta unos pocos meses antes de su muerte, Bushnell no dejó de pasar temporadas en Colombia, en las que solía ser conferencista y profesor. A principios de la década de 1970 pasó un año sabático acompañando el experimento pionero del Magíster en Historia de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Tunja, que dirigía el historiador Javier Ocampo López, autor de un par de libros sustanciales sobre el período independentista: Las ideas de un día: el pueblo mexicano ante la consumación de su independencia (México, 1969) y El proceso ideológico de la emancipación: las ideas de génesis, independencia, futuro e integración en los orígenes de Colombia (Tunja, 1974). En la capital boyacense Bushnell, a la par del trabajo docente, continuó sus investigaciones de historia electoral del siglo xix.

Como Fred J. Rippy, José León Helguera o Malcolm Deas, Bushnell se preocupó porque los fondos de las bibliotecas de las instituciones universitarias en las que sirvió tuviesen buen acopio de materiales colombianos. Los frutos de ese interés discreto y persistente quedan en las bibliotecas de las Universidades de Chicago, Duke y Oxford; Vanderbilt en Nashville, y Florida en Gainesville. Sus colecciones para estudiar la historia de Colombia son mejores que las de la mayoría de bibliotecas universitarias de nuestro país. En abril del 2010 firmó, con un grupo de connotados colombianistas e historiadores colombianos residentes fuera de Colombia, una carta dirigida al presidente de la República, que manifestaba una justificada preocupación por el manejo del Archivo General de la Nación. David Bushnell recibió los más altos honores del Estado colombiano y el agradecido reconocimiento de historiadores y estudiantes de las más diversas condiciones, creencias e inclinaciones políticas.

Publicado en inglés en 1954, El Régimen de Santander apareció, creo, un poco a destiempo en esa Colombia donde imperaba un régimen militar producto de uno de los poquísimos golpes de Estado, y el país oficial era cerradamente "bolivariano" y, por tanto, "antisantanderista". Aunque el libro superaba la polarización entre Bolívar y Santander, no pareció apto para la cabal comprensión de la pequeña élite de historiadores profesionales, la mayoría miembros de la Academia Colombiana de Historia, poco preocupados por una síntesis político-institucional de los albores de la República. La primera edición en español de El Régimen de Santander, pulcramente traducida y editada por Jorge Orlando Melo en 1965, fue tardía en cierto modo. A este respecto deben mencionarse dos situaciones. La primera, que aparte del precursor marxista Luis Eduardo Nieto Arteta, las semillas de una "nueva historia", habían sido plantadas por Luis Ospina Vásquez en su Industria y protección en Colombia (1955) y, de una manera más eficaz, por Jaime Jaramillo Uribe en sus seminarios de la Universidad Nacional. Aunque la obra de Ospina estudiaba la formación de las políticas económicas (1810-1930) a partir de un conocimiento detallado del tardío período colonial, Jaramillo acotó el campo: antes de estudiar la nación (y por ende la Independencia y la formación y consolidación de instituciones republicanas), la disciplina histórica debía enfocar "economía y sociedad" a partir del sistema colonial español. Esto, a pesar de que el mismo Jaramillo hubiera publicado en 1961 un libro seminal de historia de las ideas en el siglo xix. La segunda, que por fuera de esos ámbitos universitarios era patente la influencia de Indalecio Liévano Aguirre, autor de obras revisionistas muy leídas: sendas biografías de Núñez y de Bolívar, y una reinterpretación general centrada en la colonia y la Independencia: Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra Historia.

Pese a la sensibilidad política de dos de sus miembros más esclarecidos, Germán Colmenares (recordemos Partidos políticos y clases sociales de 1968) y Jorge Orlando Melo, miembro del Comité Editorial de Estrategia: revista de crítica contemporánea (1962-64) y traductor de Jean Paul Sartre, el paradigma de la nueva generación de historiadores profesionales de los años sesenta y setenta fue el de las "estructuras", incluidos los "modos de producción", y la longue durée, todos estos términos escritos con sus correspondientes mayúsculas fetichistas. De este modo, el tipo de historia política (histoire événementielle) que proponía Bushnell pareció habitar un limbo.

A su regreso a Estados Unidos, en 1949, Bushnell fue profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Delaware. En 1956 abrió, empero, una especie de paréntesis a lo que puede considerarse la típica carrera de un profesor universitario en Estados Unidos. En Washington, D. C. y en Albuquerque trabajó, hasta 1963, en la Oficina del Historiador de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. La curiosidad intelectual y la creatividad, que siempre lo caracterizaron, quedó vertida en Space Biology: The Human Factors in Space Flight. (New York, 1961), de la que fue coautor con James S. Hanrahan. En 1963 regresó como profesor de historia latinoamericana, esta vez a la Universidad de Florida en Gainesville, de la que fue profesor emérito y en la que se jubiló en 1991.

Marcó su retiro publicando en 1994 la irremplazable síntesis de historia colombiana, ya mencionada que, paradójicamente, lo trajo de vuelta a una historiografía colombiana generacional y profesionalmente muy renovada. La historia política había ganado un poco de terreno. Algunos trabajos de J. León Helguera, Malcolm Deas, o Chistopher Abel, que debieron recibir influencias de Bushnell, habían tenido buena recepción. Así que la influencia de su obra no fue abrupta. Aparte de periódicos ensayos y entrevistas, había publicado en inglés Eduardo Santosy la política del buen vecino (1967), que apareció en español en 1984. Es imposible no ver en los análisis de este libro la experiencia adquirida en el manejo de la hemerografía colombiana. Había dedicado su primer artículo en hahr (vol. 30, n.o 4, noviembre de 1950) a la prensa durante la Gran Colombia y su trabajo como historiador de la Fuerza Aérea le había familiarizado con los intríngulis de la aviación y, de paso, para los interesados en la historia de la ciencia, con la influencia norteamericana en el desarrollo de instituciones científicas latinoamericanas como se aprecia en "The United States Air Force and Latin American Research", Journal oflnter-American Studies, vol. 7, n.o 2, 1965. Y, precisamente, en el libro de Santos y la "política del buen vecino", son ejemplares las secciones dedicadas, por una parte al desmantelamiento de la empresa de aviación alemana Scadta y el reemplazo por Panam, y, por otra, la veda publicitaria que impusieron la empresas norteamericanas (cigarrillos Camel o Vicks VapoRub) al diario El Siglo, que obligaron a su director, Laureano Gómez, a transigir en sus posturas pro nazis y a ponerse al lado de la solidaridad panamericana.

No cabe duda de que en la Colombia que estrenaba la Constitución de 1991 y cuyos índices del pib decían que había pasado la "década perdida de América Latina", Una nación a pesar de sí misma llegó para confirmar la pertinencia y necesidad de una visión positiva y optimista del país, "pese a todos los males que la aquejan". Esta visión de Bushnell se apoyaba en hechos fundamentales. Vio, por ejemplo, que a lo largo de los siglos xix y xx el papel de los dos partidos políticos había sido integrar el país; que, a fin de cuentas, La Violencia había sido una manifestación, sino del todo normal de la política, menos dañina que otras formas, como la dictadura. Había escrito en un ensayo que todas las guerras civiles de la Colombia del siglo xix, sumadas, eran quizá equiparables a la guerra civil de Estados Unidos. El civilismo colombiano era positivamente excepcional en una América Latina plagada de dictadores militares o de populismos y demagogos.

Puede uno, sin embargo, contradecir y sostener razonablemente que los partidos históricos fueron una fuente de división de los colombianos, y que la violencia (sin fechas) como parte integral de la República oligárquica resulta problemática, aparte de los enormes costos sociales; que, a diferencia de sus vecinos latinoamericanos, Colombia no perdió la década de 1980 y aceleró su "modernización mañosa", gracias al narcotráfico que resultó tan destructivo en los planos político, económico y de los valores y las sociabilidades. Valga añadir, empero, que Bushnell fue un historiador cauteloso. Si bien subrayó los éxitos de la Colombia electoral del siglo xix y el hecho de que se salvara de los populismos y autoritarismos latinoamericanos del siglo xx, evadió las asperezas y posiciones fuertes. Al respecto, baste leer su reseña crítica del libro de Osorio Lizarazo sobre Gaitán (HAHR, vol. 33, n.o 3, agosto de 1953).

Es muy difícil precisar la influencia de Bushnell en la historiografía colombiana de hoy día. En gran medida esto se debe a su carácter enclaustrado, disciplinar y, geográficamente, poco dispuesto a crear ambientes de crítica interna y de diálogo, si hemos de creer el diagnóstico que hace Alexander Betancourt Mendieta en Historia y nación: tentativas de la escritura de la historia en Colombia (Medellín, 2007). Aún así, me atrevería a señalar que la influencia de la obra de Bushnell, aunque amplia y evidente, es difusa. Entronca, quizás, en el renacimiento mundial del liberalismo convencional (filosófico, económico y político), así éste, como fue el caso de Uribe Vélez, viniera respaldado en la mano dura a la colombiana. Puede, por ejemplo, advertirse su influencia en el campo de los estudios electorales, de los que fue pionero en trabajos de Eduardo Posada Carbó.

Quienes tuvimos la fortuna de su trato, reconocemos al hombre de talante afable, irónico, tolerante y ponderado. A un liberal y un caballero en el sentido más honroso de esos términos; a un historiador ecuánime que sabía preguntar, escuchar, trasmitir y escribir, y que no dejó de admirar al país y a sus habitantes, su historia y sus paisajes, desde que pisó tierras colombianas.

MARCO PALACIOS
Profesor-investigador del Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, México Profesor asociado Facultad de Administración, Universidad de los Andes, Colombia.

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