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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.44 Bogotá May/Aug. 2011

 

CÓDIGO POSTAL 9409 Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS. ENTRE LA CORRESPONDENCIA DE LOS SOLDADOS-HIJOS Y LA CARTA A UN SOLDADO DESCONOCIDO*

Valentina Orellana Guarello
Licenciada en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile, Chile). Actualmente cursa el Magister en Historia, gracias a la beca del cünicyt (Santiago de chile, Chile). Entre sus áreas de interés se encuentran la Historia Global a partir de la escritura privada, la historia del anticomunismo en América Latina y la didáctica de la Historia. Entre otros artículos publicados destaca "El cronista literario en la historia: La visión 'decadentista' de Hernán Díaz Arrieta (Alone)", Seminario Simon Collier 2007 (Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008), 78-103. vlorella@uc.cl


RESUMEN

En el presente artículo se estudian las cartas que durante la Guerra de las Malvinas se intercambiaron los jóvenes conscriptos con sus padres, y las que personas anónimas escribieron "a un soldado argentino". Este evento separador provocó un extraordinario impulso epistolar para, desde una dimensión más íntima, registrar y recomponer las relaciones suspendidas por la distancia, y para restablecer espacios de consenso y horizontalidad a nivel nacional. Describiremos cómo los actores mínimos y sus relatos privados fueron conformando una historia microscópica que tiene sus disensos y acuerdos con aquella más general escrita con mayúsculas.

PALABRAS CLAVE
Malvinas, cartas, juventud, Nación.


POSTAL CODE 9409 AND THE FALKLANDS WAR. FROM CORRESPONDENCE TO SOLDIER-SONS AND A LETTER TO AN UNKNOWN SOLDIER

ABSTRACT

This article examines the letters exchanged between young conscripts and their parents during the Falklands War and those that people anonymously wrote "to an Argentine soldier." The wartime separation generated an extraordinary amount of letter-writing in order to, on a personal level, record and recompose the relationships suspended by distance, and, at the national level, to reestablish spaces of consensus and horizontality. In this way, we describe how individual actors and their private accounts were giving shape to a microscopic history that has its dissentions and accords with the history generally written in capital letters.

KEYWORDS
Falkland Islands, letters, youth, Nation.

Artículo recibido: 3 de mayo de 2010; aprobado: 6 de septiembre de 2010; modificado: 23 de septiembre de 2010.


La Guerra del Atlántico Sur o Guerra de las Malvinas que enfrentó a Gran Bretaña y Argentina entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, se mantiene en la memoria pública trasandina1. Por ello, la resonancia emotiva de dicha coyuntura es el punto central desde el cual se debe comprender tanto la virulencia del patriotismo propalado por aquel entonces, como la gravitación con que ésta ha permanecido en diversos sectores de la sociedad. En este sentido fue clave la reelaboración colectiva de los testimonios y registros que se llevaron los soldados desde el frente de batalla. Cartas, diarios de vida, memorias e imágenes han sido algunos de los soportes culturales fundamentales en la construcción de diversas representaciones de la causa nacional, al mismo tiempo que han coadyuvado a que se identifique el proceso desde un sello generacional representado por "los chicos de la guerra"2. En este conjunto -por su significado en la experiencia de los soldados y por su riqueza documental- resalta, la relación entre epistolaridad y guerra. De ahí que el foco de nuestro interés sean los vínculos, ideas y emociones presentes en la correspondencia que durante la guerra intercambiaron los "colimbas" con sus familias nucleares, por una parte, y las cartas que tenían por destinatario "a un soldado argentino", por otra3.

A causa de la naturaleza misma de las fuentes, el presente artículo no pretende dar un punto final al debate historiográfico sobre la Guerra de las Malvinas; por el contrario, buscamos darle al bosquejo del conflicto los relieves de sus actores históricos. Esta dimensión analítica nos parece pertinente, pues si bien las ciencias sociales han realizado avances en el estudio de la Guerra del Atlántico Sur, a grandes rasgos, ésta se sigue tratando a partir de dos visiones hegemónicas en las que se exaltan los intereses del poder y la búsqueda de legitimidad en cada uno de los bandos en pugna. Así, por una parte, se ha entendido la guerra como el resultado de los intentos de la dictadura militar por encontrar nuevas bases de legitimidad y consenso ante la crítica situación por la que atravesaba el régimen, tanto en el contexto mundial (aislamiento) como nacional (pérdida del control social). Y, por otra parte, ha sido extendida la figura de la usurpación de las islas, motivada por el desgaste de Gran Bretaña como potencia colonialista e imperialista en el contexto de la Guerra Fría4.

Ante este panorama, el presente artículo busca aportar desde la subjetividad de actores comunes, cuyas historias mínimas e íntimas fueron plasmadas en tinta y papel. Para sostener tal propósito hemos debido sortear ciertas dificultades que vienen dadas, por una parte, por el carácter privado de la fuente, y por otra, a causa de nuestra lejanía de los centros que han sistematizado en parte su estudio. Es interesante que, en su mayoría, las cartas siguen manteniéndose en los cajones familiares, guardadas como tesoros de una historia íntima que, si bien opera dentro de una más amplia, se mantiene distante de aquella historia oficial cargada de mayúsculas. Lo anterior permite mirar el proceso desde lo microscópico de la experiencia de sus actores sociales, aunque no excluye, claro, que ésta participe y se utilice como registro para ciertas narraciones públicas. Es ilustrativo en cuanto a este fenómeno que las instituciones que más han rescatado su valor documental han sido aquellas ligadas a las demandas de los ex combatientes y a la lucha por los derechos humanos atropellados durante la dictadura de la época5.

Como consecuencia, memoria, registro privado y discurso público se encuentran tensionados en las cartas de Malvinas. En éstas quedaron congelados los imaginarios, las experiencias y percepciones que inundaron a los soldados y sus familias, en particular, y a la sociedad argentina, en general. Y es que las cartas tienen la capacidad de fijar con cierta inmediatez elementos de la microhistoria que la memoria tiende a confundir, seleccionar, omitir u olvidar6. Dicha posibilidad le viene dada por su propia naturaleza, en cuanto experimenta menores mediaciones entre lo vivido y lo narrado que otras -como los testimonios orales, por ejemplo-, dando paso a un registro inmediato y simple, aunque no por ello menos complejo, como lo indican su capacidad de difundir sentido y su carácter performativo.

En este marco, los criterios con que el historiador Antonio Gibelli ha analizado a la escritura como práctica de masas en los procesos migratorios y bélicos de los siglos xix y xx, se aplican de sobremanera a la Guerra del Atlántico Sur. Señala el autor: "[...] las formas, las ocasiones y los sujetos de la escritura son muy variados, y responden a una gama bastante amplia de funciones"7. En el caso de los soldados de Malvinas, las cartas operaron como herramientas estabilizadoras en diversos sentidos, muchas veces convergentes: reclamar existencia, fijar la identidad, registrar la memoria para la posteridad, reactualizar los lazos que desde lejos seguían su curso anterior, solicitar favores y encomiendas, y plasmar sus pareceres sobre la guerra8. Por consiguiente, como indica Gibelli, la escritura no tiene como único motor el "asegurar la comunicación a distancia", sino que además, en su origen importante son "necesidades más profundas e íntimas, de naturaleza psicológica y cultural, y entre ellas, aunque en forma embrionaria, un auténtico impulso autobiográfico y memorialístico"9.

A pesar de la precariedad del formato en el que quedó congelada la experiencia de los diversos remitentes y destinatarios, durante la Guerra del Atlántico Sur el intercambio epistolar adquirió proporciones extraordinarias. Las cartas de Malvinas tuvieron una gran difusión, constituyendo un nuevo soporte a las informaciones que circulaban en la televisión, los periódicos o la radio. No bastaba con ver el frente, había que leer el relato de sus soldados, aunque no fueran cercanos. Y es que recibir una carta de Malvinas se transformaba en un difusor de pertenencia. De ahí se desprende que tener un pariente, un conocido o un amigo en Malvinas era vivir también la guerra. En caso contrario, había que apelar a alguna otra filiación compartida (la vecindad y la nacionalidad, entre otras). Por ello, el intercambio epistolar se volvió una práctica fundamental durante los setenta y cuatro días que duró la guerra, hasta el punto que incluso "la señora del perro salchicha de Lanús Elsa"10 se sintió interpelada a escribirle a Marcelo, un combatiente de Malvinas.

Durante la Guerra del Atlántico Sur, el bolsón del correo se rebalsaba por las cartas de amor, amistad y familiaridad y por las que personas comunes -interpeladas por las cúpulas militares, los medios de masivos comunicación y las escuelas- enviaron a los jóvenes combatientes individualizados como "soldado argentino", "soldado de la patria" o "hermano argentino". Y es que las cartas no sólo fueron una herramienta para resarcir los vínculos afectivos suspendidos, sino que también constituyeron mecanismos que estrechaban los lazos de una comunidad que se imaginaba como nacional11. En esta línea, fue recurrente escribir desde el parentesco, fuera éste real o imaginado, puesto que se mandaba a los "hijos" de la patria a combatir, mientras sus "hermanos" aguardaban en el continente.

Para entonces la técnica de la escritura estaba ampliamente extendida en Argentina, mientras que la comunicación telefónica seguía constituyendo un privilegio de ciertas regiones: "En la guerra de Malvinas hubo una única manera de mantener contacto con el continente: a través de las cartas"12, recuerda Marcelo Lapajufker. Así, la correspondencia se transformó en una experiencia cotidiana del soldado, ello expresado en que desde el 2 de abril de 1982, cuando los argentinos retomaron el servicio postal en las islas, hasta el inicio de los bombardeos el primero de mayo del mismo año, se recibían diariamente cinco mil cartas simples, dos mil certificados y cuatrocientas encomiendas13. Pese a que posteriormente la regularidad de las cartas se vio afectada, la correspondencia siguió llegando y saliendo de las islas, sorteando los embates del bloqueo y las prioridades de transporte.

En vista de la envergadura que alcanzó el intercambio epistolar, llama la atención la franqueza y libertad con que las diversas cartas estudiadas se comunicaban. En este aspecto fue decisivo que la censura y el veto sobre la correspondencia no alcanzaran a constituir prácticas sistemáticas en el transcurso del conflicto, como sí ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, por ejemplo. Lo anterior permitió que las cartas malvineras fueran documentos con menores mediaciones que sus homólogas en contextos similares, considerando que los mecanismos de disuasión desde los altos mandos militares resultaron ineficaces, y la filtración y el control sobre la correspondencia fueron inusuales. De hecho, los mismos soldados despachaban en el correo sus cartas, sin presentar su contenido a un superior. En contraposición, las cartas que enviaban las personas "a un soldado argentino" en Malvinas, sí estuvieron sujetas a mayores restricciones, toda vez que formaban parte de una campaña bélica más oficial y pública, aunque no por ello la censura perdió su carácter artesanal.

A continuación mostraremos algunas de las relaciones emotivas e ideológicas presentes en las cartas analizadas, a partir de las contrastan por las características de su origen. Así, en una primera instancia indagaremos en la faceta más íntima y sensible del intercambio epistolar de Malvinas, ocupado por las cartas que enviaban los soldados a sus padres, mostrándonos algunos rasgos decisivos de cómo fue percibida y registrada la guerra por los "colimbas". Asimismo, nos concentrarnos en aquellas que fueron escritas desde el otro frente de la guerra, es decir, aquellas que enviaron los padres a sus hijos mientras éstos defendían Malvinas. En una segunda instancia, presentaremos algunos aspectos de las cartas que argentinos enviaron "a un soldado argentino", éstas pese a responder a una campaña oficial, contienen aspectos interesantes, toda vez que las fronteras de lo público y lo privado fueron sumamente porosas.


1. CARTAS ENTRE PADRES E HIJOS. LA CORRESPONDENCIA ENTRE DOS "FRENTES" DE GUERRA

La historia de la Guerra de las Malvinas se construye a partir de varios relatos minúsculos. Y es que mientras miles de argentinos eran bombardeados por informaciones confusas y el anhelo de triunfar, para cientos de familias la guerra tenía un rostro concreto y el peligro de las verdaderas bombas se batía en las islas. La guerra fue vivida de un modo diferente por los padres, familiares y amigos de los soldados, y también por éstos. Los soldados en su mayoría eran jóvenes que tenían entre dieciocho y veinte años de edad, y por lo tanto pertenecientes a las clases de 1962 y 196314. En consecuencia, como bien indica Federico G. Lorenz, la mayoría de ellos había cursado la secundaria a partir de 1976, es decir, el mismo año del golpe militar. Su adolescencia se vio atravesada por la incorporación de la guerra y la violencia política al vocabulario cotidiano15. Sin embargo, ello no implicó para ellos una preparación suficiente para la guerra, puesto que en el mejor de los casos quienes contaban con veinte años al momento de ser convocados habían terminado el servicio militar; en cambio, quienes tenían diecinueve años recién habían ingresado al servicio militar -entre enero y febrero de 1982-, y en menos de tres meses debieron aprender a utilizar fusiles y sobrellevar el frente de batalla.

Convocados mediante patrulleros en sus casas o por los telegramas que llegaron a sus cuarteles en abril de 1982, para estos "colimbas" la experiencia de la guerra constituyó uno de los más dramáticos "eventos separadores" de sus vidas. Como describe Quinto Antonelli en I dimenticati della Grande Guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920) (2008), para el caso de los soldados trentinos durante la Gran Guerra, esta separación de la comunidad provocaba un colapso emotivo y, como consecuencia, la necesidad inmediata de la escritura epistolar. Por esta vía, la letra era llamada a reemplazar al coloquio, a través de un reporte familiar que reasegurara los lazos suspendidos16. Dicha experiencia adquiere expresividad en las palabras que F. F. escribió a sus padres algunas semanas después del inicio de la guerra: "Querido papá: nuevamente les vuelvo a escribir. Uds. Dirán que soy media hincha pelotas pero lo que pasa es que no puedo estar lejos de Uds."17.

En la búsqueda de superar dicha separación, la carta constituye un sistema de comunicación en la que el tiempo y el espacio son diferidos. Se trata de un intercambio entre ausentes, en el que la necesidad/seguridad de un destinatario genera ciertas autocensuras. Así, en la mayoría de las cartas estudiadas existe una estructura inevitable al momento de escribir, en la cual se satura al primer párrafo de palabras tranquilizadoras. De esta manera, la carta no sólo se convierte en una señal de existencia, sino también de "estar bien". Incluso en el intento por demostrarlo, los soldados acudían a reiteraciones e hipérboles como las que F. F. enviaba a su familia, mientras que junto a otros soldados -al igual que todo el mes de abril- cavaban las posiciones, recorrían el terreno y preparaban la defensa a la espera del ataque armado:

    "Hola familia! Buen día, cómo están? Yo muy bien, no es joda, muy muy bien. Hace más de dos días pero menos de 4 que estoy por escribirles, no crean que estoy en haragán, pero lo que pasa es que rompen las bolas con guardias, limpieza de armamentos y alguna alerta roja (ataque aéreo, correr a los pozos). Mi estado de ánimo supera los 10 puntos y por eso no puedo escribir cosas boludas. Es decir quiero que se imaginen como estoy"18.

Existe, entonces, una comunicación digerida, en la que la espontaneidad del mensaje se domestica a través de la escritura, para conferir tranquilidad y seguridad al destinatario. También se trata de traer "más acá" aquello que en términos concretos se encontraba tan distante. Esto explica la necesidad de utilizar reiteraciones y un lenguaje coloquial, casi cómplice -expresado en la frase "lo que pasa es que me rompen las bolas"-, que simulen la idea de "estar ahí". En consecuencia, la carta asume otros significados más allá de ser un simple canal tecnológico del mensaje: se transforma en el mensaje, en el acto, y de ahí su valor performativo19. Tanto fue así que cuando la madre de Marcelo Lapajufker recibió la primera "señal de vida" de su hijo, la primera carta, se la mostró inmediatamente a su padre y enseguida respondió señalando que recibir una carta, "para nosotros en este momento es mejor que comer"20.

No sólo en el frente de batalla se vivía este evento separador. También las familias de los soldados se vieron impulsadas a escribir lo que sentían como parte fundamental de sus vidas. Chiquitita, como le llamaban a la madre de Marcelo, en una carta enviada el 14 de mayo de 1982 expresa el impacto cotidiano que tiene esta nueva relación epistolar de su hijo con su familia:

    "Nunca me imaginé que tuviera que comunicarme con vos a través de hojas de papel y lápiz. Quizás algún día, pero sería mucho más adelante y más alegremente ya que soñabas con viajar; cuando yo sea grande me gustaría [...] No te imaginas cuanto te extrañamos y como cambió Norbi pobrecito no sabe lo que hacer con nosotros, aparte ya no tengo que incistirle que te escriba, ya lo hace por su propia cuenta segun le indican sus sentimientos hacia vos. y despues me lo comenta, sabes mamá le mandé telegrama o cartas a Mare"21.

A Marcelo sus parientes le pedían que no le contara a su madre todo lo que estaba viviendo. En esta línea, si bien la autocensura por resguardo del destinatario fue uno de los mecanismos que más disuadieron la práctica epistolar en Malvinas desde ambos frentes, mediante una lectura más aguda de las cartas se perciben las fisuras y contradicciones con las que "los chicos de la guerra" percibían el conflicto; una vez pasado el peligro y digerida la experiencia, se podía relatar. Tal es el caso de la carta enviada por un conscripto desde Puerto Isla Malvinas a su mamá en Córdoba, cuando los encuentros armados comenzaron a reventar:

    "A esta fecha ya habras recibido mis cartas anteriores y con respecto a la ultima la del 29/4/82 No la tomen tan en serio, es que estaba deprimido y aburrido por eso es tan melodramatica. Con respecto al diario que mande en mi primer carta desde aqui. Le faltan cosas que no puse por miedo a angustiarlos, pero ahora que todo paso, les voy a contar: Cuando entramos en la ciudad nos recibieron con disparos, a lo que nosotros respondimos con gran arenga, le Tiramos con un obús y iso pleno impacto en la casa destruyéndolo, se rindieron me ordenan, palpar de armas a prisioneros, cuando estaba haciendo eso intento sacar un puñal pero antes me había dado cuenta y le pegue con la culata del fusil en la cabeza dejándolo inconciente. Despues de eso hubo tiros por todos lados y picaban cerca. Pero en eso momentos no sentis nada, ni miedo, ni emoción, lo unico que sentis es mas amor a tu bandera"22.

El combate fue vivido por el conscripto como un momento dramático, que debía traducir desde los códigos en los que había sido formado durante años por el aparato estatal y educacional, y las memorias argentinas compartidas. De este modo, a la espontaneidad y las contradicciones de las primeras palabras, le sigue una fórmula inculcada -el amor a la patria-, para resolver la tensión que le generaba una experiencia desconocida: la guerra23. En este esfuerzo, resulta sugerente observar que el enfrenta-miento bélico es un ejemplo de cómo las "ficciones orientadoras" de un estado-nación "son necesarias para darle a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional"24. Se transforman así en constructos racionales que operan en un nivel emotivo, donde "toda narración ha de tener una 'resonancia' emotiva tanto como un 'contenido de verdad'"25. Sólo, entonces, es posible comprender la virulencia que alcanzó la lucha por la supuesta "recuperación" de la soberanía de Malvinas, Sandwich Sur y Georgias Sur, y la forma como sus combatientes "resolvieron" el dolor e incertidumbre en el frente de batalla.

La misma estructura tranquilizadora y el mecanismo de decodificación de la experiencia a partir de fórmulas patrióticas se encuentran presentes en las cartas de Víctor Hugo Bertoni a su familia. Singularmente expresivo es el siguiente extracto de una carta que envió el 14 de abril de 1982:

    "Quérida familia: Espero qué al recibir estas lineas se encuentren todos bien como lo estoy yo.
    Seguimos, aquí en nuestras queridas 'Islas Malvinas', no se sabe cuando nos vamos, pero estoy seguro de qué no nos iremos hasta qué, se aclare todo con los Ingleses, pero pase lo qué pase las islas seguiran siendo nuestras, y mas ahora, qué las defenderemos como buen soldado, qué somos.
    El 24 a las 14:15 hs hicimos algo, qué fue la primera vez qué soldados del Ejército Argentinos, lo hacen aquién las islas, yo algo qué no olvidare jamas, eso tan importante es la jura de la 'Bandera'"26.

En esta carta hay varios elementos interesantes para el análisis. En primer lugar, llama la atención el esfuerzo que realizó el autor para expresar su experiencia. Y aunque maneja la técnica de la escritura, incurre en una serie de errores gramaticales y ortográficos básicos. Aquí, a diferencia de los soldados anteriormente citados, la espontaneidad y la necesidad de expresión del emisor debieron necesariamente lidiar con la ausencia de una técnica depurada y para ello acudió a ciertos recursos estilísticos como las mayúsculas y el subrayado, marcando inflexiones en su relato. En este sentido, los conceptos destacados -"Islas Malvinas" y "Bandera"- coinciden con la simbología nacionalista propagada.

La noción de estar participando de un "hecho fundamental" de su vida27, ilustrativo de una experiencia común a los soldados investigados, es evidente en la expresión "fue la primera vez qué soldados del Ejército Argentinos, lo hacen aqui én las islas, yo algo qué no olvidare jamas, eso tan importante es la jura de la 'Bandera'"28. De aquí se deduce que el soldado se siente parte de una historia más amplia, entroncada con la trayectoria de la nación. La misma experiencia de sentirse parte de un momento histórico lo impulsa a escribir, no sólo para comunicarse con otros, sino también para no olvidar. Este tercer rasgo, la escritura como "auxilio práctico de la memoria", es fundamental en las cartas estudiadas29.

Por último, un elemento determinante para entender el valor de la escritura epistolar en el frente de guerra viene dado por la "fetichización" de las cartas. Víctor Hugo, al finalizar la carta, cuenta que se alegró porque le escribió su amigo Alberto y de esta manera podía constatar que lo recordaban, que no había desaparecido de su comunidad. En las cartas existe un deseo de acumulación y correspondencia para superar la incertidumbre de la guerra. Funcionan como una herramienta que permite que los vínculos no se corten y como un difusor de identidad y sentido.

En el caso de la Guerra del Atlántico Sur, la jerarquía militar puso en práctica una censura limitada dado su carácter artesanal y poco sistemático. De ahí que entre el territorio continental y el frente de guerra se intercambiaran cartas en extremo francas, donde más que el miedo a la represión o al castigo militar se encontraba la autocensura, por consideración al destinatario o para digerir la experiencia. Aunque entre las cartas estudiadas las que fueron censuradas constituyen un número menor, es diciente que incluso en dichas condiciones la crítica a la improvisación de las Fuerzas Armadas y las difíciles condiciones de vida, entre otros, fueran tópicos comunes en la escritura epistolar de Malvinas. Como lo indica la carta del soldado José Luis Hierro a su familia el 7 de junio de 1982:

    "Me imagino lo preocupados que ustedes estarán por las últimas noticias. Es cierto que los ingleses están muy cerca, pero a mi puesto de combate les juro no me ha venido ninguno a 'visitar' y espero no lo hagan.
    Hay que seguir rezando y pidiendo a la Virgen para que esto se arregle en 'paz' y se acabe ya. Cada vez tenemos más ganas de volver cada uno a su casa sea como sea, ganando o perdiendo, pero volver y pronto. Al final se nos quedó en el tintero el viaje, pobre papá, tanto juntar y organizar y yo le tiré abajo todo, aunque deslindo responsabilidades en el loco de nuestro presidente y su desvelo de grandeza. Acá todos, pero todos, lo agarraríamos del fundillo de los pantalones y lo pondríamos como nosotros 55 días en estos pozos. Y yo con él a todos esos patriotas de ciudad que por lo que ustedes dicen allá está minado. Acabé el discurso. Ja. Ja. Ja.
    Espero yo llegar de esto, antes que la carta, así no los preocupo más con esto, pero es hora que sepan lo que pensamos nosotros de Malvinas"30.

Las palabras de José Luis muestran agudamente cómo pese a la propaganda oficial propalada por décadas en Argentina y durante meses en los cuadros militares, la individualidad no se disolvía e incluso se podía lanzar desde las cartas los propios pareceres sobre la guerra. Los ánimos de deserción, las críticas a Galtieri y a los "patriotas de ciudad", se entremezclan con la nostalgia del hogar, el remordimiento del viaje familiar suspendido, con las ironías y "Ja. Ja. Ja". Otras tensiones también se pueden observar desde lo que se omite. Así, José Luis eludía mencionar el sustantivo "guerra", esquivándolo con el uso reiterativo de "esto". Recurso, este último, muy presente en la escritura epistolar revisada.

La pluma crítica de José Luis se debe entender por el momento de su escritura, el más álgido del conflicto -que se inauguró durante los últimos días de mayo-, cuando los ataques nocturnos de los británicos, su concentración del fuego y superioridad tecnológica y numérica resultaban evidentes para los soldados. La crítica y el tono escéptico fueron en aumento a medida que más se acercaba la rendición argentina. Las cartas, entonces, se comenzaron a teñir de la desazón, las dudas y las frustraciones que acompañaran a los soldados en su retorno a casa. Estas experiencias afectivas alcanzaron gran profundidad en los cerca de diez mil soldados argentinos que fueron tomados prisioneros por las fuerzas británicas. Éste fue el caso de Néstor, quien escribió a sus padres el 14 de junio de 1982:

    "PD: Lamento muchísimo no poder poner Su Hijo Néstor que regresa victorioso pero ya saben más o menos cómo se definió la situación. Es doloroso y triste decirlo pero en un momento determinado del combate pensé en ustedes y supuse que estarían más contentos teniendo un hijo vivo que un héroe muerto. No piensen que fuí cobarde, no podría hacer nada contra tantos invasores que se venían desesperadamente al asalto, sólo Dios sabe por qué no caí en el combate al igual que cayeron casi todos los soldados argentinos que estuvieron en la Trágica 'Mountain London' la noche de la gran matanza. Sólo El sabe por qué; agradezcan en todo momento"31.

Las palabras de Néstor ilustran de manera conmovedora cómo a la imagen optimista con la que durante las primeras semanas de la guerra se revistió a los soldados y con la que estos mismos se representaron, le siguió otra atravesada por el signo del sacrificio, la inocencia y la falta de albedrío que perdurará hasta nuestros días. Además, hasta qué punto con la derrota se revierte el pasaje a la adultez, cuyo ritual habría sido por semanas la experiencia militar en Malvinas.

Con relación a este último aspecto es importante señalar que la guerra fue entendida como una verdadera prueba a la masculinidad de sus combatientes. En las cartas estudiadas, una forma muy común como los padres motivaron a sus hijos fue explicitando que habían dejado el hogar y las comodidades familiares, cambiándolas por la defensa de la patria. Así lo expresó la madre de Marcelo en una misiva enviada el 28 de abril de 1982: "Las Cartas que Recibimos no es de 1 chico de 19 años sino de 1 Hombre que Sabe Bien Donde Tiene Los Pies Puestos en la Tierra"32. Se volvía entonces común asociar lo masculino a ciertas convenciones como la protección, las armas, el arrojo o el no llorar. Éstos, igualmente, se alternaban con una gran preocupación sobre si pasaban frío, hambre o miedo. Sin embargo, con el fin de la guerra, los aspectos viriles y adultos fueron reemplazados por un "infantilización" de los "colimbas".


2. CARTAS "A UN SOLDADO ARGENTINO". LA TENSIÓN ENTRE EL DISCURSO PÚBLICO, LA ESCRITURA PRIVADA Y EL DESTINATARIO DESCONOCIDO

Entre abril y junio de 1982 la figura de los "colimbas" alcanzó singular publicidad, monopolizando las portadas de la prensa y las informaciones de los medios de comunicación. Alzados como baluarte de la patria joven, de la regeneración y del triunfo por la convicción, los soldados argentinos se oponían a la caricatura de una Gran Bretaña vieja y en decadencia, simbolizada por la Primer Ministro Margaret Thatcher. Al mismo tiempo, al ser connotados a partir de símbolos y "virtudes" militares, operaban como un espejo invertido de aquellos "jóvenes descarriados" que participaban de la "subversión" y el "terrorismo"33.

En este contexto, escuelas y medios de comunicación promovieron una práctica difundida durante la época de la Gran Guerra: la de las madrinas de guerra que escribían "a un soldado argentino"34. Asimismo, niños, adolescentes, religiosos y particulares interpelados enviaban cartas a soldados desconocidos para acompañarlos. Esta campaña epistolar de carácter simbólico estuvo acompañada de otras más "fácticas" para que la comunidad enviara elementos materiales que sostuvieran la guerra. La alta convocatoria que éstas tuvieron ilustra la profundidad con la que el discurso belicista estrechaba a una comunidad que se imaginaba como nacional a tal punto que quienes asumían el frente más allá de las islas -ya sea a través del envío de bufandas, chocolates o de cartas- compartían junto a los soldados una experiencia única y emotiva, y por lo tanto transversal y cohesiva.

Si bien la campaña de escribir a un soldado desconocido tenía como principal destinatario a aquellos jóvenes que no recibían cartas de sus familias, la inmensa cantidad que llegó hizo que otros más afortunados las recibieran también. En esta última situación se encontraba Guillermo, quien no estuvo en el frente de guerra, sino en Río Grande, Provincia de Tierra del Fuego. Hasta ahí le llegaron una gran cantidad de cartas, en su totalidad escritas por mujeres, como la de Lucía, Ana y Mariana, esta última escrita el 24 de abril de 1982:

    "Querido soldado que defiendes mi Patria: te escribimos porque sentimos la necesidad de hacerlo, somos tres chicas argentinas que vivimos junto a vos y con todo el País, los momentos actuales. Queremos ayudarte para que te sientas bien moralmente, y puedas defender, concientemente de que toda la Argentina está con vos, nuestra querida Patria, a la que tanto amamos.
    Tenemos la misma edad que vos y podemos comprender lo que estás sintiendo, pero es tu deber como argentino defender lo que es nuestro y que nos pertenece35".

Como se aprecia, este tipo de carta contiene una alta carga nacionalista y, a diferencia de las que se intercambiaban los soldados con sus familias, el punto de arranque no es la afectividad sino el patriotismo. De ahí que más adelante se utilicen conceptos rimbombantes como 'Argentina, mi país, un gran país fabuloso'. Todo ello formaba parte de un conjuro en el que el desconocimiento y la distancia eran sorteados por una identidad y fórmula compartida: la argentinidad. Esta horizontalidad era reforzada por otro elemento común: la pertenencia a una misma generación. En esta línea, el discurso que identificaba a la juventud con la guerra y los símbolos militares y chovinistas que lo acompañaban habían sido completamente interiorizados por las emisoras. Prueba de ello es que al borde superior de la primera hoja las autoras pintaron los colores de la bandera argentina.

Entre los aspectos interesantes que proporciona esta carta debemos indicar, además, el trueque que se produce entre las emisoras y el azaroso destinatario. En esta línea, Lucía, Ana y Mariana proponen: "'Proteger es querer'. Vos nos proteges y nosotras te queremos". Hay una sublimación del poder afectivo, al punto que lo equiparan al de las armas. Y es que estas "amigas" evaluaban su afecto como otro mecanismo de protección. De esta manera, sus rezos y llevar al soldado en la mente le conferirían a éste la alegría y el valor necesarios para defender la soberanía. Hay, de cierta forma, una construcción fantástica del soldado de Malvinas, que oscila entre el héroe y el mártir. En esta tensión se establece un vínculo afectivo que permite que lo lejano (la guerra entendida como combate), se vuelva próximo y, en consecuencia, Lucía, Ana y Mariana se transforman en sujetos activos de ésta. Se produce, así, una transacción entre el ritual afectivo y espiritual, por una parte, y la defensa a través de las armas, por otra, que refleja cierto continuismo con la correspondencia de este mismo género intercambiada durante la Guerra de las Malvinas.

A diferencia de las cartas "íntimas" enviadas por los soldados a sus familias, las cartas "a un soldado argentino" presentan un discurso más estandarizado, marcado por la argentinidad, el deber ser y la alusión a los símbolos patrios. Sin embargo, dicha estandarización de la estructura del mensaje no evita que se trasluzcan ciertos rasgos de sincera emotividad. En algunas cartas, de hecho, se puede leer la inseguridad y expectación que generaba escribirle a un soldado desconocido, toda vez que éste se encontraba rodeado de un aura heroica. La carta enviada por Patricia Caporale el 11 de mayo de 1985 da cuenta de este fenómeno:

    "Creo que llegado el momento no sé que ponerte. No quiero que esta carta sea como algunas que seguro recibiste anteriormente. Todos decian algo parecido a agradecerte porque luches por la patria porque ella te necesita y cosas similares.
    Yo te digo que tengas fuerzas para pensar que ellos (te digo "los ingleses") no pueden con nosotros; detrás de ti está la juventud Argentina apoyandote.
    Nosotros los queremos sin conocerlos y nos defendemos porque somos una misma generación. No sé cuántos años tendras calculo 18, 19 o 20 años mas o menos"36.

Junto con resaltar la existencia de elementos comunes a la carta anteriormente analizada -fervor patriótico, identificación generacional y ritual afectivo-, la carta nos presenta ciertas imágenes con las que se asociaba al soldado de Malvinas. Patricia imaginaba que quien recibiera su escrito tendría entre dieciocho y veinte años. Por lo tanto, como las remitentes anteriores, asumía el discurso público que identificaba al combatiente con la juventud. Además, introduce un elemento muy común en este tipo de cartas: la representación del soldado argentino como una figura mítica cuya acción en la batalla formaba parte de una gran gesta. Como ella, también Lucía y Ana en una carta de respuesta a la que les envió Guillermo, plasmaron por medio de un dibujo los imaginarios sobre el soldado argentino que circulaban: un joven sonriente, sano, amigable y dispuesto.

Asimismo, en el contenido de ésta es potente el deseo de correspondencia y reciprocidad por parte de Patricia. Desde el inicio advierte: "No quiero que esta carta sea como algunas que seguro recibiste anteriormente", acusando los estereotipos con los que otros como ella componen la carta. Pese a este esfuerzo, no puede evitar comunicarse fuera de ellos. Como manera de soslayarlo, incluye informaciones personales e interpelaciones al receptor, como las que al final escribe reiteradamente: "Tambien quisiera que no dejes esta carta con todas las que seguro te hayan mandado porque me gustaría poder saber que haces y como estas. Contestame si podes". Su deseo es el de no caer en olvido, que el destinatario "real" de su carta le confiera identidad y existencia. Esta misma necesidad de pertenencia o de visibilidad se manifiesta una carta que azarosamente recibió Marcelo Lapajufker bajo el título "Para un Soldado de la Aeronáutica Argentina":

    "Te mando estampillas para que me mandes una carta para que los compañeros de mi Instituto sepan que a mi tambien me mandan cartas Perdon por la molestia y Gracias"37.


3. CÓDIGO POSTAL 9409 Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS. ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES

A lo largo de este artículo hemos utilizado los colores y ritmos de aquella historia escrita por la gente común que vivió y plasmó con tinta y papel sus percepciones, experiencias y emociones durante la Guerra del Atlántico Sur. Mediante el estudio de la escritura epistolar, hemos observado la capacidad que tuvo la carta malvinera para difundir sentido e identidad ahí donde las bases se encontraban "desestabilizadas". Y con esto nos referimos al deseo de los soldados por recomponer las relaciones suspendidas por la distancia y a la necesidad de una sociedad fracturada por encontrar espacios de consenso y horizontalidad. Sin duda, 1982 constituyó el momento más dramático y visible de un largo proceso de entroncamiento del papel de la nación, el patrioterismo y la memoria, por lo que la experiencia de los soldados en el frente y todo el imaginario que la acompañó no pudo escapar de sus lenguajes y representaciones.

En consecuencia, a través de las cartas hemos podido aterrizar las formas como la experiencia íntima dialoga, enfrenta y traslapa con los discursos y memorias que circulan en una sociedad. En este proceso, sin embargo, tan fascinante como el grado en que la esfera pública afecta las percepciones íntimas, ha sido la manera como los actores mínimos y sus relatos privados van conformando una historia microscópica que tiene sus disensos y acuerdos con aquella tan narrada desde las mayúsculas.

Nuestro análisis se concentró en dos tipos de cartas: por un lado, las que intercambiaron los "colimbas" con sus padres; y por otro, las que personas "anónimas" escribieron "a un soldado argentino". Ubicadas en las antípodas del material epistolar privado de la guerra, nos han permitido contrastar ciertos elementos decisivos en la práctica de la escritura de masas. En esta línea, hemos postulado que ambos tipos de cartas nacieron de distintos impulsos. Así, mientras las primeras arrancaban del deseo de superar la "separación" traumática de la guerra y resarcir los lazos suspendidos, las segundas lo hacían instigadas por el fervor patriótico, aunque no por ello artificial. Este fenómeno se comprende a la luz de la relación que existía entre el remitente y el destinatario, toda vez que en el caso de las cartas que los soldados enviaban a sus familias había una tensión y preocupación por el destinatario, al que se conocía y extrañaba; en cambio, las cartas "a un soldado argentino" tenían un destinatario azaroso, al que se definió a partir de los imaginarios públicos. Lo anterior no excluye, claro, que en ambos casos existieran deseos de no ser olvidado y de superar la comunicación diferida.

No sólo las motivaciones para escribir eran diferentes, sino que también varió la versatilidad del mensaje. En las cartas "a un soldado argentino" encontramos una escritura más estandarizada, que recurre a ciertos clichés sociales y públicos, haciéndose parte de toda una retórica nacionalista y belicista. Si bien las cartas de los soldados a sus padres también se insertaron en estos rasgos, llama la atención la diversidad de sus lenguajes y códigos. En esta línea, la familiaridad y la empatia resultaban vitales para el nivel de franqueza con que se expresaba la interioridad de los remitentes.

A pesar de dicha versatilidad en las cartas de los "chicos de la guerra" podemos encontrar ciertas funciones comunes: confirmar la supervivencia, reafirmar el "estar bien", reforzar la memoria y desafiar la distancia, recreando un coloquio que aproximara aquello que se encontraba distante. Y es que frente a un "evento desestabilizador" como la guerra, el soldado se vio empujado a escribir, pues la carta tiene la capacidad de fijar lo inmediato en un material precario. De este modo, la conjunción de temporalidades operaba en el documento al que el soldado le pedía difundir identidad, sentido y compañía. A tal nivel, el intercambio epistolar constituyó un rasgo cotidiano de la vida de los "colimbas" que uno de nuestros protagonistas comentaba a su familia: "[...] aqui nos dan papel y sobre para escribir a la familia, no los pueden dar para escribir todos los dias si no se la pasarian escribiendo todo el dia"38.

La atención sobre las cartas no sólo se daba desde el acto de escribir. También los soldados esperaban ser recordados y reintegrados a su comunidad desde la correspondencia. Así, se generó un cierto ánimo de acumulación entre los "chicos de la guerra", al considerarse que a mayor cantidad de cartas, más queridos eran. Por lo mismo, la correspondencia enviada "a un soldado argentino" se presentó tanto en códigos patrióticos como afectivos, toda vez que no bastaba con compartir la argentinidad o la generación: era necesario tener resortes emotivos comunes. Este elemento permitió que desde el frente o la ciudad, tanto remitentes como destinatarios se sintieran actores de un hecho fundamental que incluía a sus propias biografías dentro de una historia más amplia, pues finalmente desde estos soplos íntimos la historia adquiría sus matices y pulsos cardíacos.


Comentarios

* El presente artículo se realizó como resultado del curso "Le pratiche sociali di scrittura e la storia contemporanea. Esperienze di ricerca e di studio", del profesor Antonio Gibelli, dictado en el Magíster en Historia de la Pontifica Universidad Católica de Chile (Santiago de Chile, Chile) durante el primer semestre de 2009. Agradezco al historiador Gibelli por enseñarnos esta renovada manera de historizar a los sujetos comunes, y a los historiadores chilenos Fernando Purcell y Alfredo Riquelme por sus comentarios al trabajo que aquí se publica.

1. A lo largo del artículo trataremos indistintamente la forma como las ciencias sociales argentinas han llamado a este conflicto: Guerra del Atlántico Sur o Guerra de las Malvinas.

2. Expresión de ello fue la alta difusión que alcanzaron las obras de Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra. Los padres de las Malvinas (Buenos Aires: Ramos Americana Editora, 1982); y de Daniel Kon, Los chicos de la guerra (Buenos Aires: Editorial Galerna, 1983). Ambos recopilaron testimonios de los jóvenes que protagonizaron el conflicto, convirtiéndose en éxitos de venta durante la posguerra.

3. Se conocía popularmente como "colimbas" (corre-limpia-barre) a los jóvenes varones mayores de dieciocho años que prestaban el servicio militar en alguna de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, pero sobre todo en el Ejército. Luego este concepto se hará extensivo a los soldados de Malvinas.

4. Frente a ello, nuevas investigaciones han complejizado estos relatos, incorporando elementos metodológicos que ayudan al análisis de las mixturas íntimas, locales y globales que participaron en la Guerra de las Malvinas. Dentro de ellas, especialmente importantes para los alcances de nuestro estudio, han sido los aportes de Vicente Palermo y su obra Sal en las heridas: las Malvinas en la cultura argentina contemporánea (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007); Federico G. Lorenz a través de dos trabajos, el primero y más copioso, Las guerras por Malvinas (Buenos Aires: Edhasa, 2006) y, el segundo, de gran relevancia para nuestro estudio ha sido el artículo "'Es hora que sepan'. La correspondencia de la guerra de Malvinas: otra mirada sobre la experiencia bélica de 1982", Revista Páginas 1 (mayo-agosto 2008); y, por último, el estudio de Rosana Guber, De chicos a Veteranos. Nación y Memorias de la Guerra de Malvinas (Buenos Aires: Ediciones Al Margen, 2009).

5. En cuanto a los embates que representaba nuestra la lejanía de centros en los que se preserva la documentación de nuestro objeto de estudio, han sido superados a través de cartas disponibles en libros e internet. En relación a las fuentes bibliográficas, esenciales fueron: Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra. Los padres de las Malvinas, Buenos Aires: Ramos Americana Editora, 1982; Germán Marcelo Ferrero, ed., Cartas de Malvinas (Córdoba: Editorial Brujas, 2004); y Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas sin abrir (Buenos Aires: publicación por el autor, 2007). En relación a las fuentes que obtuvimos de internet, de singular importancia ha sido el sitio del Centro de Documentación Epistolar (www.cartas.org.ar) en el que se encuentra digitalizada la totalidad de la correspondencia sostenida por Guillermo entre mayo de 1981 y diciembre de 1982, período en el cual este joven de diecinueve años prestó el servicio militar obligatorio y participó de la Guerra del Atlántico Sur. Estas dos últimas obras y las fuentes adquiridas por internet, han resultado decisivas para nuestro análisis la posibilidad de acceder a su materialidad, pues desde el trazo, la disposición del espacio, los tachados, los dibujos y recursos caligráficos, la experiencia vivida y percibida se registra en toda su tensión documental.

6. Mateo Niro, "Las pruebas de vida: cartas que quedaron de la guerra de Malvinas", Dossier Malvinas, en http://www.no-retornable.comar/v2/dossier/niro.html Consultado el 20 de marzo de 2010.

7. Antonio Gibelli, "Emigrantes y soldados. La escritura como práctica de masas en los siglos xix y xx", en ed. Antonio Castillo Gómez, La conquista del alfabeto. Escrituray clases populares (Trea: Gijón, 2002), 193.

8. En cuanto a la escritura epistolar como herramienta para solicitar favores y encomiendas bastará con señalar para los objetivos de este artículo, que es un rasgo sumamente presente en las cartas estudiadas, sobre todo, a raíz de ciertas condiciones del frente - como el frío y el hambre-, que no previeron ni supieron manejar las Fuerzas Armadas. Así, los soldados pedían desde bufandas, calcetines y chalecos a chocolates y whisky, entre otros. En este último aspecto, creemos que dichas solicitudes materiales están en parte relacionadas con las necesidades afectivas de los soldados.

9. Antonio Gibelli, "Emigrantes y soldados", 199.

10. Elsa Lanús, "Carta del 27 de abril de 1982", en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas sin abrir, 117.

11. Esta campaña epistolar no sólo se promovió dentro de lo que se entendía como la 'nación argentina', sino que también trascendió a niveles globales mediante la campaña oficial "Cartas al Mundo". Ésta incitaba a los argentinos a escribir cartas estándar en castellano u otros idiomas que corroboraran que el apoyo a la Guerra de las Malvinas era total en Argentina. También se insistía en que las cartas fueran acompañadas de fotos de sus remitentes o sus familias, de manera que el conflicto bélico adquiriera rostros concretos que despertaran cotidianeidad y empatía a nivel internacional.

12. Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 11.

13. Esto según lo indicado por Federico Lorenz, "'Es hora que sepan'. La correspondencia de la guerra de Malvinas: otra mirada sobre la experiencia bélica de 1982", Revista Páginas 1 (mayo-agosto 2008): 114.

14. Esta afirmación no se aplica a la Fuerza Aérea, que presentó fundamentalmente personal de cuadros. Tal situación explica, en parte, la desastrosa actuación de Argentina durante la guerra. De hecho, entre las filas del Ejército se encontraban jóvenes en algunos casos con menos de dos meses de instrucción. Si a ello sumamos la superioridad tecnológica y la formación profesional de los cuadros británicos, se puede entender la asimétrica relación de sus combatientes.

15. Federico Lorenz, Las guerras por Malvinas (Buenos Aires: Edhasa, 2006), 34.

16. Quinto Antonelli, I dimenticati della Grande Guerra. La memoria dei combattenti trentini (1914-1920) (Trento: Il Margine, 2008), 12.

17. F.F., carta del jueves 22 de abril de 1982, en Dalmiro M. Bustos, El otro frente, 157.

18. F.F., carta del jueves 22 de abril de 1982. Las cursivas son de la autora.

19. Mateo Niro, "Las pruebas de vida".

20. Chiquitita, Avellaneda, carta del 23 de abril de 1982, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 15.

21. Mamá, Avellaneda, carta del 14 de mayo de 1982, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 145.

22. Carta del 13 de mayo de 1982, en http://membres.lycos.fr/erdo-sain05/Fotos/malvinas6.jpg. Consultado el 22 de marzo del 2010. Las cursivas son de la autora.

23. Si bien los "colimba" crecieron en un ambiente de violencia y represión, la guerra constituía una experiencia desconocida. No podía ser de otro modo. El enfrenta-miento con Gran Bretaña fue la única guerra convencional que tuvo Argentina durante el siglo xx.

24. Nicola Shumway, La invención de Argentina (Buenos Aires: Emecé, 1995), 14-15.

25. Anthony Smith, Nacionalismo, Teoría, Ideología, Historia (Madrid: Editorial Alianza, 2000), 102.

26. Germán Marcelo Ferrerò, ed., Cartas de Malvinas (Córdoba: Editorial Brujas, 2004), 18-19. El subrayado es del original.

27. Fabio Gaffarena, "il fronte delle parole. Scriture della grande guerra", en P. Conti, G. Franchini, A. Gibelli eds. Storie di gente comune nelV Archivio Ligure della Scrittura Popolare (Genova: Università degli Studi di Genova -Di.S.M.E.C, 2002), 92.

28. Fabio Gaffarena, "Il fronte delle parole", 18.

29. Antonio Gibelli, "Emigrantes y soldados", 193.

30. Estas palabras las escribió José Luis Hierro una semana antes de morir. La noticia del deceso se la dio la Cruz Roja Internacional a su padre en Ginebra nueve meses después. Como José Luis, 649 argentinos murieron en la guerra. José Luis Hierro, carta del 7 de junio de 1982, en http://abc.gov.ar/docentes/efemerides/2deabril/descargas/guerra/carta_hierro.pdf.

31. Néstor, carta del 14 de junio de 1982, en Dalmiro M. Bustos, El otro frente de la guerra, 158-159.

32. Norby y Chiquitita, carta del 28 de abril de 1982, en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 20.

33. Federico Lorenz, Las guerras por, 34.

34. Federico G. Lorenz, "'Es hora que'", 114.

35. Lucía Carlavan, Ana María Carla-van y Mariana Sabater, carta del 24 de abril de 1982, en http://www.cartas.org.ar/images/cartasde-verdad/willicasivaalasmalvinas/ver-wil-luc-25-04-82-2-gr.jpg. Consultado el 12 de marzo de 2010.

36. Patricia Caporale, carta del 11 de mayo de 1982, en http://www.cartas.org.ar/images/cartasdever-dad/willicasivaalasmalvinas/ver-wil-pat-11-05-82-1-gr.jpg. Consultado el 12 de marzo de 2010.

37. "Para un Soldado de la Aeronáutica Argentina", en Marcelo Lapajufker, Hay dos cartas, 50.

38. Germán Marcelo Ferrero, ed., Cartas de Malvinas, 19.


Referencias

Fuentes primarias

Centro de Documentación Epistolar, http://www.cartas.org.ar.        [ Links ]

Fuentes secundarias

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