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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  n.45 Bogotá set./dez. 2011

 

ILUSIONES Y CEGUERAS: MIRADAS SOBRE EUROPA ENTRE 1922 Y 1939 DESDE EL ROYAL INSTITUTE OF INTERNATIONAL AFFAIRS*

Claudio Llanos Reyes

Profesor de Historia Contemporánea en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Valparaíso, Chile). Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona (Barcelona, España). Entre sus últimas publicaciones se encuentran: "Pueblos y Paisajes en la Royal Society de Londres. Las ciencias humanas y el imperialismo británico (1860-1918)", Historia 30 (2011): 306-331; "Cómo pudo suceder? En torno a la toma de poder nazi en Alemania", Revista de Historia 18 (2010): 69-78; "Imperialismo inglés y ciencia: La Sociedad Geográfica Real de Londres 1830-1870", Boletín Americanista 60 (2010): 209-225; "Apuntes en torno a las representaciones de la modernidad capitalista durante el siglo xix (Los casos de Chile y Bolivia)", Utopía y praxis Latinoamericana 14: 45 (2009): 97-116; "Imperialismo, colonialismo y descripciones geográficas. Chile y Bolivia en la mirada imperial británica. 1831-1892", en Del altiplano al desierto. Construcción de espacios y gestación de un conflicto, ed. Eduardo Cavieres (Valparmso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2007), 187-208. claudio.llanos@ucv.cl


RESUMEN

El presente artículo es una aproximación a las ideas que, desde el mundo académico europeo, se dieron sobre la situación de Europa en el período de entreguerras, es decir, las representaciones, sus esperanzas y pesimismos. Se busca conocer en mayor profundidad las perspectivas con que se observaba y caracterizaba Europa desde algunos sectores intelectuales. Además, se cuestionan las líneas interpretativas que plantean el fenómeno de una guerra civil europea entre 1914 y 1945. Adicionalmente se muestra la diversidad de ideas existente dentro de un sector del mundo intelectual y académico europeo presente en la revista del Royal Institute of International Affairs y su nivel de conciencia sobre los problemas que enfrentaba el viejo continente.

PALABRAS CLAVE
Europa, entreguerras, académicos, representaciones.


ILLUSIONS AND BLINDNESS: VIEWS OF EUROPE BETWEEN 1922 AND 1939 FROM THE ROYAL INSTITUTE OF INTERNATIONAL AFFAIRS

ABSTRACT

This article explores how the European academic world viewed the situation in Europe between the wars, that is, its representations, hopes, and despair. Its aim is to better understand the perspectives from which various intellectual sectors observed and characterized Europe. It also questions the interpretations that propose the existence of a European civil war between 1914 and 1945. Additionally, the article shows the diversity of ideas that existed within just one sector of the European intellectual and academic world (those present in the journal of the Royal Institute of International Affairs) and their level of awareness regarding the problems facing the continent.

KEY WORDS
Europe, interwar period, academics, representations.

Artículo recibido: 27 de septiembre de 2010; aprobado: 19 de acostó de 2011; modificado: 29 de acostó de 2011.


Out of me now my mind can pour.
I can think of my Armadas sailing on the high waves.
I am relieved of hard contacts and collisions.
I sail alone under white cliffs Oh, but I sink, I fall...
Virginia Woolf, The Waves (1931)

El fragmento de Las Olas de Virginia Woolf nos introduce en el problema de las esperanzas y miedos del período de entreguen-as o la "postguerra" —como sus contemporáneos la llamaron—, pues se busca conocer las diferentes miradas que se dieron en torno al logro de la paz, el equilibrio mundial y los temores a un nuevo conflicto entre 1918 y 1939. Así, la inminencia de la Segunda Guerra fue tanto más dramática en cuanto reveló la fragilidad de las ilusiones de estabilidad. La debilidad de las certezas.

El supuesto central de este trabajo apunta a que después de la Primera Guerra Mundial, sectores del mundo académico e intelectual europeo plantearon posiciones optimistas en torno al logro de la estabilidad y la paz en Europa1. Tales optimismos no estuvieron libres de desconfianzas e intereses y de la relativa incapacidad para entender la dinámica que llevaría a Europa a una nueva conflagración. Además, se busca aportar una crítica a la idea de una guerra permanente entre 1914 y 1945 y de una contienda civil ininterrumpida planteada por algunas corrientes interpretativas2. Hablar de guerra de treinta años o guerra civil europea puede llevarnos a desconocer que, después de la Gran Guerra, muchos  hombres y mujeres tuvieron esperanzas de paz, de establecer un sistema internacional, de una revolución que acabaría con el 'régimen capitalista', de recuperación económica y social3, etc. Al mismo tiempo, la idea de una guerra ininterrumpida suaviza las responsabilidades de quienes fueron incapaces de ver los peligros del fascismo y del nazismo4.

Intentar aproximarnos a las dualidades o miradas paradójicas que los contemporáneos tuvieron sobre su presente es profundizar nuestro conocimiento en torno a lo vivido por ellos, lo que les fue relevante, sus preocupaciones, etc. éste es un tema complejo, pues la dualidad y las miradas diversas están presentes en la historia, y tal como señaló Walter Benjamín, "no existe ningún documento de la cultura que no sea a la vez de la barbarie"5.

Para estudiar la atmósfera que se respiraba en aquella Europa, este trabajo se limita a aquellos sectores intelectuales europeos que expusieron y debatieron en el Royal Institute of International Affairs6 y sus publicaciones entre 1922 (año del inicio de éstas) y 19397. Es evidente que aquellas representan a un sector reducido de la población, pero eso no niega que entre quienes en ellas publicaron se encontraran figuras más o menos influyentes de la vida intelectual europea en general y británica en particular. En este sentido, encontramos trabajos de británicos como Arnold Toynbee, Edward Carr, el banquero alemán Georg Solmssen8, el independentista indio Gandhi, el sociólogo austríaco Karl Polanyi, Harold Laski, etc. La lista de nombres es amplia y en ella encontramos puntos de vista diversos para la situación Europea, no sólo restringidos a la posición británica.

La importancia de las discusiones y materiales publicados por el Royal Institute of International Affairs radica en que el origen del Instituto se vincula directamente con las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, cuando en la Conferencia de Paz de  París (1919) los delegados británicos y estadounidenses se plantearon la creación de un Instituto Angloamericano de Relaciones Exteriores (independiente de los gobiernos), para estudiar los problemas internacionales y prevenir guerras futuras. El British Institute of International Affairs fue fundado en Londres en el mes de julio de 1920 y recibió su carta real en 1926 para convertirse en el Royal Institute of International Affairs9. De esta forma, las fuentes usadas son un excelente recurso para aproximarnos a parte de las miradas y propuestas que existieron dentro del mundo académico, político e intelectual en torno a la situación de Europa durante el período estudiado.


1. SE DESPEJA EL HUMO EN LAS TRINCHERAS

En lo que se refiere a la Europa de la Primera Guerra10, y como es de común conocimiento, el escenario posterior a ella se caracterizó por la reorganización del mapa europeo, por la desaparición de Estados y el surgimiento de otros, por la discusión sobre el destino de Alemania, llevada adelante principalmente en la reuniones de Versalles, y por el surgimiento y desarrollo en Rusia de una nueva forma de régimen, comandado por el partido que antes de la guerra era casi desconocido. Los resultados de la guerra fueron, por cierto, desastrosos en todos los aspectos de la vida humana: "[...] los franceses perdieron casi el 20 por ciento de sus hombres en edad militar [...] Gran Bretaña perdió a una generación, medio millón de hombres que aún no habían cumplido 30 años"11.

Durante los primeros años de la década de 1920 el destino de Alemania se vio marcado por las multas acordadas en Versalles. El tema de la relación con la Rusia Soviética resultó en cierta forma más complejo para los vencedores europeos, toda vez que habían fracasado los intentos inmediatos de destruir militarmente al nuevo régimen, pues frente a la hostilidad del gobierno francés (que apoyó abiertamente el ataque polaco contra Rusia) se encontraban los ánimos negociadores de los británicos que buscaban de este modo restringir el avance soviético.

El acuerdo inicial, que dio a los británicos (y soviéticos) ciertas tranquilidades, se alcanzó en marzo de 1921, con el tratado comercial Anglo-ruso, que supuso el reconocimiento de facto por parte de los ingleses del nuevo régimen instalado en Moscú, y el establecimiento de un vínculo económico entre el capitalismo y el régimen que pretendía derribarlo. Ajuicio de Parker, esto fue una muestra de que la revolución rusa no contaba con la revolución más allá de sus fronteras12. Por cierto, después de la derrota de la revolución en Alemania, Lenin veía las limitaciones de la revolución rusa, que a su juicio sólo se podría sostener con el triunfo de la revolución mundial.

En su dinámica interna la Unión Soviética fue vista inicialmente por muchos con optimismo, pero el número se fue reduciendo al ritmo de las purgas estalinistas —baste sólo la siguiente mención somera, pues el análisis de este aspecto supera con mucho los límites de este trabajo—: Lenin había perdido "su última batalla"13; Stalin alentaba las formas del viejo régimen zarista; los cultos y abusos de este; los miembros del partido eran sometidos a controles y el hastío de la vieja guardia se hacía evidente; los suicidios aumentaban entre los soldados y militantes (pero se ocultaban sus cifras reales); los campesinos se empobrecían y las ciudades se atestaban14.

Pero en medio de la humareda y las fosas de las trincheras aún abiertas, diversos sectores vieron luces de optimismo, contemplando la posibilidad de un futuro pacífico, de haber aprendido la dura lección dada por los millones de muertos, heridos, huérfanos, etc. Muchos pensaron que la Gran Guerra había dejado una gran enseñanza: la razón debía guiar a los hombres en la construcción de un orden internacional capaz de evitar nuevos conflictos. En este contexto Bertold Brecht publicó Leben des Galilei, una pieza literaria donde mostraba la necesidad de apelar a la razón y a la ciencia para lograr las respuestas a los dilemas y problemas humanos. No obstante, esta obra encierra en sí misma el drama del periodo, pues fue escrita en la víspera de la nueva debacle de la razón y la caída hacia la violencia15.

Al terminar la guerra y en los años posteriores los problemas en Europa eran muchos y variados. Aun así, entre negociaciones y amenazas algunos problemas eran, si no bien resueltos, sí contenidos (Alta Silesia, la situación de Polonia, la relación con Rusia, etc.). Entre todo esto, se dieron síntomas para que se declararan moderados optimismos, relacionados a que lo humano, a que el sufrimiento y el destino de millones había pasado a ser un tema relevante16.

Para entender esto debemos reconocer que una resultante de la guerra había sido una relativa conciencia en torno a las nefastas consecuencias que podía tener en Europa cualquier acto de fuerza múltiple o unilateral. Este aspecto también había estado presente en la Gran Guerra, pues ésta había sido ilimitada por su carácter imperialista17. La internacionalización que había movilizado capitales y luego tropas, ahora era vista como un factor capaz de manejar los conflictos. En este marco, a juicio de Arnold Toynbee, testigo y actor de esta época, la complejidad que resultaba del conflicto, las demandas, los temores, los traumas de la guerra que había golpeado a la mayoría de la población de Europa en todos los aspectos (economía, política, sociedad y cultura), tuvo entre sus resultados el de la "internacionalización de todos los temas humanos",  ya no era un tema meramente político, sino que la nueva realidad mundial era que la política internacional penetraba los diversos aspectos de la vida humana18.


2. SUEÑOS DE PAZ: CONDICIONES Y PROBLEMAS

Un factor interesante es que el optimismo, en mayor o menor medida, estaba condicionado. En términos generales las condiciones no sólo implicaban 'desarmar' Europa, sino también lograr deshacer las rígidas fronteras que separaban a las naciones. Estas metas asumieron diversas formas en las ideas de los intelectuales.

Es importante señalar que las voces y propuestas optimistas (a pesar de sus limitaciones) dan cuenta del marco de relativa mejora económica a mediados de la década de 1920 y de una recuperación temporal de la burguesía europea occidental y sus formas de entender las relaciones internacionales, en lo político y lo económico19. Por cierto, la burguesía europea podía estar relativamente satisfecha, pues como se ha visto, la "revolución mundial" que había estallado en Rusia se encontraba contenida (en el marco de las negociaciones con Moscú y los propios problemas de la Unión Soviética), y esto les ofrecía a los gobiernos de Francia, Gran Bretaña y Alemania márgenes de maniobra política y diplomática20. Las élites veían condiciones políticas y económicas positivas y no eran conscientes aún de su fragilidad.

El mundo salido de la guerra había experimentado un importante cambio, pues nuevas fuerzas sociales abogaban por la democracia y defendían sus intereses21. En 1927, a juicio del historiador y cientista político británico Alfred Zimmern, la tarea era el establecimiento y fortalecimiento de las relaciones entre Estados, y para que esto se lograra se debían construir las instituciones necesarias, que hasta el momento no existían22.

En la búsqueda de equilibrios que permitieran reducir las amenazas de conflicto se observan limitadas esperanzas en la configuración de acuerdos entre potencias europeas. La Liga de las Naciones, después de su tercera conferencia, era presentaba como una reunión del "hacer creer y de irrealidad" (make-believe and unreality)23. La incapacidad de imponer las decisiones y la ausencia de importantes países como Estados Unidos, la Unión Soviética y Alemania debilitaban su imagen. Aun así, esta institución plateaba innovaciones para la negociación y tratamiento de los temas que abría algunas luces de moderada esperanza. En cierta forma la liga era una gran declaración de principios y buenas intensiones, incapaz de imponerlas. Y entre sus miembros existía conciencia de tales limitaciones, no sólo en cuanto a políticas fronterizas o negociaciones económicas, sino  también a nivel de la implementación de mejoras sociales. Este último punto era importante porque se consideraba que mejorar las condiciones de vida de la población era una condición para lograr la paz:

    "Ustedes pueden desarmar el mundo, ustedes pueden reducir sus tropas o suprimir sus acorazados, pero a menos que introduzcan una mejor condición económica, mejores condiciones sociales y mejores condiciones de salud en el mundo, ustedes no serán capaces de mantener la paz, incluso si la obtienen"24.

Sin embargo, para finales de la década de 1920 los optimismos todavía se contemplaban con relativa claridad. Dentro de éstos es preciso tomar en consideración la imagen de Alemania, porque en el Tratado de Versalles este pas resultó como el gran y único responsable de la guerra. Pero a casi diez años del fin del conflicto, la sociedad alemana se presentaba transformada. Los progresos eran muchos: la República de Weimar y la democracia generaban confianzas; Berlín, la principal ciudad alemana, vibraba con creadores, artistas y expresiones culturales. Pero aún en sus calles se encontraban heridos de guerra pidiendo limosna25, mientras algunos, debilitados, masticaban rencores. Con todo, en 1927 la imagen de la situación de Alemania era distinta a la de la preguerra:

    "Allí ya no hay más conversaciones sobre una nueva guerra. La extrema derecha se empequeñece más y más y está dividida en tres secciones, cada una de las cuales tiene su propio santo patrón. Junto a la envidia de los príncipes y el retorno de las viejas familias líderes, existe una tercera garantía contra una contrarrevolución. El pueblo alemán está ahora trabajando: ya no tiene hambre. Con su maravillosa diligencia han logrado alcanzar una mejor posición, no todos juntos, pero ¿quién en Europa está teniendo un buen momento? Nadie en Alemania piensa en la venganza, pero todos quieren que se revise el Tratado de Versalles" 26.

Dos años después, en 1929, el director del Deutsche Hochschule fü r Politik, Arnold Wolfers, señalaba:

    "Este periodo de diez años comenzó con una gran esperanza. Es un hecho significativo que Alemania, después de haber perdido la Guerra, está reintegrada en la política europea con un espíritu de esperanza [...]. Este cambio social, el cambio de gobierno y el cambio de la clase dirigente a otra, parece más significante y promete un rápido restablecimiento de la posición de Alemania entre las otras naciones. [...]. Los Social - Demócratas y otros grupos democráticos, que llegaron al poder después de la revolución han logrado  dos cosas, que parece darles una buena imagen en la relaciones internacionales: ellos han dejado fuera un régimen autoritario, ellos han cambiado la Constitución de la forma más completa y han establecido la República Alemana"27.

El optimismo expresado por diversos sectores fue estrellándose contra crudas realidades que se prolongaban, tanto más profundas que las trincheras cavadas durante el conflicto. Las desconfianzas, miedos y negativas de los vencedores, en particular de Francia, para desbloquear relaciones con Alemania o Rusia Soviética, además del fracaso de Weimar en desmilitarizar la sociedad alemana, minaron las pequeñas posibilidades de evitar nuevas conflagraciones continentales. Al mismo tiempo, la ausencia de Estados Unidos de la Liga de las Naciones hizo progresivamente de esta institución una herramienta inútil. Todo esto ligado a la condición económica de sus países miembros, que después de pequeños logros volvió a derrumbarse a fines de los años veinte. Como apunta Hobsbawm, "la segunda guerra mundial tal vez podía haberse evitado, o al menos retrasado, si se hubiera restablecido la economía anterior a la guerra como un próspero sistema mundial de crecimiento y expansión"28.

Pero, antes de que los acontecimientos mostraran la caída que se sufriría, se pensaban posibilidades para lograr estabilidad mediante la reconstrucción de la economía mundial. En 1931 Ernest Minor Patterson, presidente de la Academia de Política y Ciencias Sociales de Filadelfia, en los Estados Unidos, señaló al público del Institute of International Affairs, las - a su juicio-condiciones para la "prosperidad económica y la paz":

    "Los primero en la prosperidad de cualquier país es su conexión con el resto. Los mercados son infinitamente expansivos. Nosotros en Estados Unidos no perderemos nada con el crecimiento económico en otro país. La continuación de la depresión en Gran Bretaña nos daña, y el renacer [de la economía británica] nos ayudará. Tales problemas como la rivalidad por el comercio en otras partes por el comercio en otras partes de la tierra, como en Argentina, son triviales [...]. Mejores condiciones en cada región resultaran en más altos estándares y una libertad de compra de bienes. Ilustrado en forma específica esto significa que los americanos deben recibir bien el más alto nivel de bienestar económico en Europa (aún si esto significa la formación de una Unión de Estados Europeos), en Rusia con el exitoso desarrollo del Plan Quinquenal y en todas las otras partes del mundo. Y lo que es verdad para Estados Unidos, lo es también para Europa, para Asia y áfrica"29.

Si lo que pensaban sectores del mundo académico sobre las posibilidades de paz y de una economía libre de conflictos monopólicos o imperialistas no eran más que ensoñaciones ilusas o posibilidades reales,  es un debate que no se resolverá en estas líneas. Pero más allá de lo anterior y de lo errado que muchos de ellos pudieron haber estado, no sólo proponían o planteaban las condiciones de paz, sino que también mostraban conciencia de los peligros que tenuemente se anunciaban.


3. PRIMERAS CARACTERIZACIONES SOBRE EL FASCISMO

Dentro de la cultura de la primera postguerra se observa en algunos grupos sociales el paulatino desarrollo de un sistemático culto ideológico a la violencia, la guerra y la discriminación30. éstas estaban presentes en Europa desde mucho antes, bajo otros marcos históricos que son justamente los que reafirman el cambio sucedido después de la guerra, pues la década de 1920 verá la popularización de estos preceptos, desarrollados muchas veces en grupos antes marginales o reducidos31. Esto está vinculado a variados factores: la permanencia de los intereses imperialistas, el "acostumbramiento" o desensibilización frente a la violencia, la polarización política y de intereses, el miedo a la revolución socialista y los personajes y sus contextos, entre otros32. Pero en cierta forma todos estos elementos resultan del análisis, de la reflexión y la crítica que no se había gestado aún en las mentes de muchos de los contemporáneos, o por lo menos en varias de las mentes académicas de Occidente.

La lectura de los discursos presentados en el Royal Institute of International Affairs, evidencia que el fascismo italiano liderado por Mussolini fue visto, en primera instancia, como un fenómeno histórico directamente ligado a la reacción contra un proceso de transformaciones de carácter socialista. Esto debió generar simpatías en sectores sociales y académicos de aquellos Estados que, como Inglaterra, veían con distancia, cautela y desconfianza al nuevo Estado soviético y su declarado —hasta ese momento— internacionalismo revolucionario.

En 1923, el secretario del Fascio en Londres, Camillo Pazzilli, establecía el camino que había seguido Mussolini, que consistió en mostrarse como la única alternativa de orden:

    "En agosto de 1922 tuvieron sus grandes maniobras con ocasión de la huelga general proclamada por los socialistas por razones políticas. Mussolini declaró en las columnas de su documento que el Gobierno debía resolver esto dentro de un cierto tiempo, o bien los fascistas lo harían. De hecho, el gobierno fue impotente y los fascistas tuvieron que hacer andar los ferrocarriles, mantener los  servicios públicos y proteger a sus compañeros trabajadores frente a los ataques de los huelguistas. Es evidente que el Fascismo se había convertido en un estado dentro del Estado. Mussolini ofreció cooperar en el Gobierno y se le ofreció un secretariado de bajo nivel, pero respondió que el Fascismo no entraría en el Gobierno por la puerta trasera. Planeó la marcha de Roma, que se llevó a cabo a finales de octubre de 1922, con el resultado de que el gabinete tuvo que dimitir y el rey pidió a Mussolini asumir la responsabilidad del Gobierno, y él aceptó" 33.

Casi un año más tarde, el control de Mussolini y el fascismo sobre Italia también fue visto con admiración por el profesor e historiador neozelandés William Parker Morrell, quien apuntaba los variados éxitos económicos y políticos de Mussolini que, desde su perspectiva, habían detenido un proceso de sovietización de Italia34. También las simpatías al proceso fascista pudieron estar vinculadas a los intereses británicos de mantener influencia en el continente, particularmente en el Mediterráneo. Esto se manifestó en el apoyo británico en 1923 al dominio Italiano en el Dodecaneso.

Se puede apuntar que la mirada positiva sobre el fascismo, aun cuando ya era público el antipacifismo y totalitarismo que profesaba Mussolini35, constituyó la expresión de los intereses de un sector representado dentro del campo de poder científico36. Pero, como ejemplo de la convivencia de miradas, se puede apuntar que hacia inicios de la década de 1930 y como resultado de la crisis de 1929, con su ola de desempleo, hambre, etc., la propuesta de la alternativa comunista (total o en parte) fue reconsiderada. Harold Laski era uno de los académicos británicos que desconfiaba del fascismo y veía con relativo optimismo el futuro, siempre y cuando se consideraran las ventajas y aspectos positivos del comunismo internacional como una de las fórmulas para la paz. Esto, eso sí, antes de que las purgas de Stalin marcaran un antes y un después en la relación de muchos intelectuales y organizaciones de occidente con la alternativa de la urss37.

Las simpatías de Laski por la urss y el proyecto allí llevado no eran extrañas o curiosas en la sociedad de la posguerra, y tampoco se limitaban a las organizaciones obreras, pues desde la segunda mitad de la década de 1920 sectores dentro del establishment británico veían en la Unión Soviética una importante región para la economía de la isla y el desarrollo económico internacional38. Sobre todo, si la nueva poten-  cia liderada por Stalin daba signos de mantenerse en sus fronteras, aceptando las reglas y límites de Europa occidental.


4. 1933-1939: EL NAZISMO, LA CONFIANZA Y EL DERRUMBE

Hasta inicios de la década de 1930, en general en Occidente, el totalitarismo fascista fue considerado en sus primeros momentos como una expresión particular de la política italiana y como un freno a las tendencias revolucionarias socialistas, es decir, un aliado, más o menos brutal y poco presentable, de quienes defendían el statu quo. Pero el surgimiento del nazismo como expresión alemana del totalitarismo, acompañado del mismo culto por la violencia y su añadido de superioridad racial, puso en movimiento nuevos y más oscuros planteamientos. Los sectores marxistas vieron desde el inicio una amenaza en ambos postulados, una "coacción directa a la revolución socialista y la carta desesperada de la burguesía para mantener el sistema"39.

Volviendo a nuestro tema central, 1933 fue el fin del experimento de la República de Weimar y la entrada en una sistemática institucionalización de la violencia, donde la militarización de la sociedad alemana jugó a favor de la violencia política y racial conducida por Hitler40. Una política de guerra y genocidio, que persiguió a los sectores de izquierda, a los judíos, a los extranjeros, a los opositores al régimen, etc. Esta violencia desde el Estado policial configuró la dictadura nazi que llevaría a la guerra41.

Tal como los sobrevivientes de la Segunda Guerra y las fuerzas antinazis y antifascistas señalarían después de 1945, dentro del establishment europeo (particularmente británico) se dio una incauta y oportunista mirada de optimismo en torno a la proyección del régimen de Hitler42. Se sabía de la violencia nazi antes de su llegada al poder y de su continuidad, pero se creía que ésta era propia de Alemania, que no saldría de sus fronteras. En 1931, el editor del Frankfurter Zeitung Wolf von Dewall apuntó que el movimiento nazi no era una amenaza para la paz, toda vez que el objetivo de Hitler y sus seguidores era destruir 'solamente' la democracia43.

Al mismo tiempo, tal vez observado su propio interés económico de negociar con todos, dentro de una parte de la élite británica, la situación de Alemania fue vista con un rechazo a la violencia, pero no a los negocios. Como ejemplo de este realismo y pragmatismo británico se puede señalar que en 1933 en el debate dado en torno al "Nuevo Régimen en Alemania", el argumento sonaba más o menos así:

    "Creo que es importante no repetir el error que se hizo en el caso de Italia. Rieron del fascismo y ahora, doce años después, estamos negociando  con Mussolini en íntimos términos. Tenemos que aceptar la situación creada en Alemania el 5 de marzo de 1933, ha llegado para quedarse. [...]. Es cierto que los comunistas no existen, los socialistas han sido arrastrados a la sumisión y el centro político es muy sombrío, [.]. Las actividades del nuevo régimen han sido hasta ahora principalmente destructivas. El sistema ha sido barrido, los comunistas han sido suprimidos, los socialistas han sido temporalmente inactivados, los judíos han sido aterrorizados, los extranjeros han amenazado y como resultado, se agitan países extranjeros. El registro constructivo hasta ahora es pequeño, pero en su política de regeneración el régimen actual ha respaldado y reafirmó la campaña de pureza que Herrvon Papen comenzó en el verano del año pasado" 44.

Vale la pena señalar que sólo algunos de los presentes en el debate manifestaron oposición a la mirada optimista45. No se debe olvidar que las ideas fascistas y nazis también contaron con seguidores dentro de los países que luego se enfrentarían militarmente a los regímenes de Mussolini y Hitler. Sin embargo, los optimismos se fueron derrumbando, y ya para 1936 el pesimismo estaba presente en una de las mentes más lucidas de la academia británica de esos años, Arnold Toynbee, quien observó las consecuencias de un imperialismo británico incapaz de entender cómo colaborar con la paz, debido a lo que él definió como la sicología del hombre de las cavernas, refiriéndose a las discusiones del Parlamento.

Según Toynbee, para que Gran Bretaña colaborara con la mantención de la paz y el establecimiento de controles internacionales, se debía modificar la política colonial (siguiendo una propuesta "pacifista" de Lansbury) y transferir las soberanías a los Estados nacionales con pretensiones de independencia, entre otros puntos. Quizá el planteamiento de Toynbee no habría reducido los apetitos que causaron la guerra, pero lo que sí estaba claro era en que Italia, Alemania y Japón tenían intereses imperialistas que debían ser controlados. En su opinión, bastaba con que Japón y otro país Europeo se aliaran en una ofensiva militar para impactar fuertemente los dominios Británicos y por ende la paz:

    "El Imperio británico podría ser roto cualquier día por un ataque concertado de Japón en liga con cualquier potencia europea continental [...].
    Una posible alternativa mucho más factible y muchísimo más respetable es la política de Sr. Lansbury de pacifismo ligada a una renuncia de nuestras actuales grandes posesiones coloniales [.].

Sin embargo, sin la política de renuncia del Sr. Lansbury, no podemos tener su política del pacifismo. Un imperio que insiste en aferrase a una cuarta parte de la superficie terrestre del  mundo —y poniendo paredes arancelarias y embargos de inmigración— no puede al mismo tiempo decidir no luchar. La decisión recae en otros, y sin duda decidirán tomar los riesgos que implica tener una oportunidad por capturar este gran botín" 46.

Y la iniciativa comenzó a ser tomada por Hitler con una progresiva política de anexiones, que en 1938 llegó a la anexión (Anshluss) de Austria. El Anshluss, expresado ya en 1931 y confirmado como objetivo por los nazis, significó el anuncio de lo que se acercaba. Y tal como en 1931, Moritz Bonn de la Handels-Hochsschule de Berlín había previsto, dentro de los gobiernos Europeos occidentales "nadie tuvo el valor moral para oponerse"47.

En 1939 las cosas ya estaban claras en algunos sectores. El mismo mes de la agresión e invasión a Polonia, el intelectual e historiador inglés Robert Ensor declaraba ante el auditorio sus críticas a quienes pensaban que el autor de Mein Kampf no era ninguna amenaza mundial:

    "El nuevo Imperio Alemán estará fuertemente posicionado, tan poblado, tan rico en todo recurso y tan autosuficiente, tan poderoso en toda forma, que ninguna otra nación podrá oponerse a él. Yo he oído a gente ilusa apuntar que al menos Gran Bretaña podrá salvar su imperio con su fuerza naval. Ellos olvidan [.]. Que un impenetrable bloqueo continental [.] no permitirá por mucho tiempo que la isla (Gran Bretaña) gobierne los mares o gobierne cualquier otra cosa. [.]. Mein Kampf es un libro loco, y al mismo tiempo, tengo que decirlo, extremadamente poderoso [.]. Bien, no me gusta Hitler y francamente pienso que es un peligro para el mundo" 48.

El peligro se hizo realidad al mes siguiente de publicada la intervención de Ensor: Alemania invadía Polonia, y el 3 de septiembre Gran Bretaña y Francia declaraban la guerra a Alemania. En los siguientes meses las luces de Europa se volverían a apagar49 y Churchill no tendría "nada más que ofrecer esfuerzo, lágrimas, sudor y sangre"50. Paradójicamente muchas de las esperanzas o ideas para impedir nuevas guerras, expresadas después de la Primera Guerra Mundial, sólo tomarían forma después de una nueva masacre.


CONCLUSIÓN

Como se ha visto, dentro de sectores académicos Europeos en general y británicos en particular, el período comprendido entre el fin de la Primera Guerra Mundial y la víspera de la Segunda estuvo caracterizado por un conjunto de ideas en torno a la posibilidad de lograr impedir nuevos conflictos. Estas ideas optimistas dependían de una serie de condiciones que parecían posibles durante la década de 1920.

Al iniciarse los años treinta las miradas optimistas se enfrentaron a nuevas condiciones como la crisis económica mundial y el ascenso del nazismo en Alemania. En un principio, el nuevo régimen gozó de algunas simpatías, particularmente ligadas a la oferta de 'orden' que se planteaba frente al temor de la revolución socialista de corte soviético y al 'pragmatismo' comercial.

Desde 1936 es claro el pesimismo en torno al futuro de Europa, y después del Anschluss de 1938 existían, dentro del mundo intelectual, diagnósticos oscuros y acertados sobre el retorno a la violencia y a la guerra (destacan entre aquellos la ideas de Toynbee). Aun así, por lo menos dentro del Reino Unido parece haber existido un sector que no fue capaz de reconocer o aceptar que las intensiones de Hitler iban más allá de sólo "destruir" la democracia Alemana o mejorar la situación económica dentro de su lebensraum.


Comentarios

* Este artículo es producto de una investigación desarrollada entre el segundo semestre de 2009 y el primer semestre del año 2010. Parte de él fue completado durante una estadía de investigación en la Universidad de Passau (Alemania) durante los meses de enero y febrero del 2010.

1. En este sentido se observa que muchos de los cambios experimentados en Europa central a partir de la posguerra (1945 en adelante) se insinuaron en las discusiones del mundo académico y político de la entreguerra.

2. Ver entre otros: Paul Preston, "La Guerra Civil Europea 19141945", en El siglo xx: historiografía e historia, eds. María Cruz Romero e Ismael Saz (Universidad de Valencia, 2002), 137-165; Ernst Nolte, La Guerra Civil Europea 19171945: Nacionalismo y Bolchevismo (México: Fondo de Cultura Económica, 1994) y José Luis Comellas, La guerra civil Europea (1914-1945). (Madrid: Rialp, 2010).

3. Se recomienda el trabajo de Bernard Wasserstein, Barbarism and Civilization. A history of Europe in our time (Oxford, New York: Oxford University Press, 2009), 127-164.

4. La discusión en torno a las responsabilidades de la Segunda Guerra Mundial se vincula con una reducción o radicalización en torno a la responsabilidad de Alemania. En este sentido encontramos los debates generados en la disputa de los historiadores (Historiherstreit), que reducía la responsabilidad de Alemania, y la tesis de Goldhagen, que planteaba que el Holocausto y los crímenes del nazismo eran parte de una continuidad antisemita presente en la historia de Alemania. El debate sobre esta interpretación se puede encontrar en el Forum de la German History Society: Jane Caplan et al., "The Historikerstreit Twenty Years On", German History (Forum) 24: 4 (2006): 587-607; Beatrice Heuser, "The Historiherstreit: Uniqueness and Comparability of the Holocaust", German History (Forum) 6: 1 (1988): 69-78; Margaret Anderson et al., "German History beyond National Socialism", German History (Forum) 29: 3 (2011): 470-484. Sobre el debate y tesis de Goldhagen: Daniel Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler (Madrid: Taurus, 1998); Dirk Moses, "Structure and Agency in the Holocaust: Daniel J. Goldhagen and his critics", History and Theory 37: 2 (1998): 194-219; Ian Kerns-haw, Der NS-Staat (Hamburg: Nikol Verlag, 2009), 376-391. Agradezco los comentarios y comunicaciones del profesor Richard Bessel de la Universidad de York (Inglaterra).

5. Walter Benjamin, "Sobre el concepto de historia", en La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, comp. Pablo Oyarzún (Santiago: lü m, 2009), 43.

6. Antes de denominarse Royal Institute of International Affairs, su nombre fue British Institute of International Affairs. En este trabajo usaremos la denominación actual. Esta institución es conocida además como Chatham Hause.

7. Para el período estudiado los nombres de las publicaciones del Royal Institute of International Affairs son: Journal ofthe British Institute ofInternational Affairs (jbua), 5 vols., 1922-1926; Journal of Royal Institute ofInternational Affairs (jkha), 4 vols., 19261930; International Affairs (ia) 8 vols., 1931-1939 El instituto fue fundado en 1920 y su existencia se extiende hasta hoy, por lo que sus publicaciones cubren casi por completo el periodo de entreguerras. No obstante, el análisis se centrará en la década de 1930, cuando se hacen más evidentes los cambios desde un optimismo moderado hacia la desesperanza y hacia la premonición del horror que se acercaba.

8. Georg Solmssen fue un destacado banquero alemán, director de la Asociación de Central de Bancos y Banqueros Alemanes. En 1934 y debido a su origen judío fue forzado a abandonar sus actividades directivas y en 1937 debió emigrar a Suiza.

9. Los delegados norteamericanos desarrollaron el Council on Foreign Relations en Nueva York como un instituto hermano.

10. En el plano mundial, al terminar la Primera Guerra, Europa occidental y Gran Bretaña habían perdido una parte importante de su poder económico en beneficio de otros países que se integraban al concierto del desarrollo industrial: Estados Unidos y Japón.

11. Eric Hobsbawm, Historia del Siglo xx (Buenos Aires: Crítica, 2006), 34.

12. Robert Parker, Historia de Europa 1918-1945 (México: Editorial Siglo xxi, 2007 [1978]), 64.

13. Orlando Fíges, La Revolución rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo (Barcelona: Edhasa, 2000), 686 y ss.

14. Moshe Lewín, El siglo soviético. ¿Quésucedió realmente en la Unión Soviética? (Barcelona: Crítica, 2005).

15. Bertold Brecht escribió Leben des Galilei entre 1938-1939 en Dinamarca. Ver: "Introducción a Bertold Brecht", en Leben des Galilei (Londres: Heinemann Educational Books Ltd, 1958), 1-12.

16. Importante en este sentido es considerar la importancia creciente de las comunicaciones (radio y tv) en el desarrollo a largo plazo de una sensibilidad común en torno a los derechos humanos y las limitaciones del poder del Estado en el siglo xx. Al respecto puede verse el trabajo de Lynn Hunt, Inventing Human Rights (New York: Norton, 2009) y el de Frank Biess et al., "History of Emotions", German History 28: 1 (2010): 67-80.

17. Eric Hobsbawm, Historia del siglo xx, 34.

18. Arnold Toynbee, "The Trend of International Affairs since the War" ia 10: 6 (1931): 803.

19. Entre 1925 y 1929 la producción industrial en las economías avanzadas de Europa (Austria, Gran Bretaña, Checoslovaquia, Francia, Alemania, Escandinavia y los Países Bajos) alcanzó el 23%. Bernard Wasserstein, Barbarism & Civilazation, 133.

20. Bernard Wasserstein, Barbarism & Civilazation, 135, 143.

21. En los gobiernos de Europa occidental esto implicaba un riesgo importante, dada la presencia de la Unión Soviética como referente para importantes sectores sociales, cuando no se producían aún los mayores horrores estalinistas.

22. Alfred Zimmern, "The prospects of democracy", jriia 7: 3 (1928): 153-191. Zimmern fue uno de los fundadores del Royal Institute of International Affairs.

23. Arthur Steel-Maitland, "The Third Assembly of the League of Nations", jbiia 1: 6 (1922): 181-189.

24. Rachel Crowdy (jefa de la sección de opio y problemas sociales de la Liga de las Naciones), "The humanitarian activities of the League of Nations", jrua 6: 3 (1927): 153. Las traducciones de las fuentes que se presentan en el artículo fueron realizadas por el autor.

25. Eric Weitz, La Alemania de Weimar. Presagio y Tragedia (Madrid: Turner Noema, 2009).

26. Emil Ludwing, "Bismarck and the Germany of To-Day", jrua, 6: 5 (1927): 298.

27. Arnold Wolfers, "Germany and Europe", jriia 9: 1 (1930): 23-24.

28. Eric Hobsbawm, Historia del siglo xx, 43.

29. Ernest Patterson, 'An Economic Approach to Peace", ia 10: 6 (1931): 765.

30. Incluso en el Reino Unido se conformaron organizaciones fascistas. Stephen Cullen, "The Case of the British Union of Fascist", Journal ofContemporary History 28: 2 (abril, 1993): 247-267 y Martin Durham, "Gender and the British Union of Fascist", Journal of Contemporary History 27: 3 (Julio 1992): 513-529.

31. Zeev Sternhell et al., El nacimiento de la ideología fascista (Madrid: Editorial Siglo xxi, 1994).

32. Para estas miradas: Ni cos Poulantzas, Fascismo y dictadura. La Internacional frente al fascismo (Madrid: Siglo XXI, 1976) y Eric Hobsbawm, Historia del siglo xx, 34-36. Lynn Hunt establece algunas relaciones entre experiencias-sentimientos y el problema de la violencia y los derechos humanos en Inventing Human Rights (New York: Norton, 2009). Para una interpretación sobre la violencia y su rol en la sociedad alemana en el contexto de la llegada de Hitler al poder: Richard Bessel, "The Nazi Capture of Power", Journal of Contemporary History 39: 2 (2004): 173 y ss. Sobre el temor a la revolución socialista como antecedente del fascismo: Alexander de Grand, Italian Fascism. Its Origins and Development (Lincoln: University of Nebraska Press, 1990), 13-19 y para el rol de los individuos, particularmente Hitler, ver: Ian Ker-shaw, "Hitler and the Uniqueness of Nazism", Journal ofContemporary History 39: 2 (2004): 239-254.

33. Camilo Pellizzi, "The Fascista Movement", jbiia 2: 3 (1923): 123.

34. William Parker Morrell, "The development and significance of the Fascista Movement", jbiia 3: 1 (1924): 1-19.

35. En 1921 Mussolini había señalado: "Se habla mucho de la actividad violenta de los fascistas. Nos reservamos el derecho de controlarla [...] entre tanto y mientras lo consideremos necesario, seguiremos golpeando con menor o mayor intensidad los cráneos de nuestros enemigos, es decir, hasta que la verdad haya penetrado en ellos [.] El programa de la política exterior del fascismo comprende una sola palabra: expansionismo". Joaquim Prats, Historia del Mundo Contemporáneo (Madrid: Editorial Anaya, 1996), 85.

36. Las disputas o diferencias dentro del campo de poder que representa la ciencia es un tema que obliga a una reflexión profunda, pero su análisis está más allá de los alcances de este trabajo. Al respecto puede consultarse Pierre Bourdieu, Intelectuales, políticay poder (Buenos Aires: Eudeba, 2006).

37. Harold Joseph Laski, "Communism as a World Force" jriia 10: 1 (1931): 27-28.

38. Un ejemplo de esto está presente en la exposición y posterior discusión de Bernard Pares, "Anglo-Russian Relations", jriia 8: 5 (1929): 481-502. Otra discusión interesante es la del político laborista Edward Frank, Wise, "Soviet Russian's Place in World Trade", jriia 9: 4 (1930): 498-518. Edward Frank Wise fue un destacado político laborista, que en 1933 planteó al Partido Laborista la urgencia de crear un Frente Antifascista con el Partido Comunista de Gran Bretaña, idea que fue rechazada. Ese mismo año Wise falleció.

39. Leon Trotsky, La lucha contra el fascismo. El proletariado y la revolución (Barcelona: Editorial Fontamara, 1980 [1930-1940]). Se omite aquí el análisis de la caracterización hecha sobre estos sectores, pues superaría en mucho los límites de este trabajo.

40. Richard Bessel, Alemania 1945. De la Guerra a la Paz (Barcelona: Ediciones B, 2009),14-16. Puede señalarse que uno y quizá el mayor fracaso de la República de Weimar fue su incapacidad de desmilitarizar la sociedad de posguerra.

41. Ian Kershaw, "Hitler and the Uniqueness", 239-254; Richard Evans, El III Reich en el poder (Barcelona: Península, 2005).

42. Tony Judt, Postguerra: una historia de Europa desde 1945 (Madrid: Taurus, 2006), 106.

43. Wolf Von Dewall, "The National Socialist Movement in Germany" ia 10: 1 (1931): 4-20.

44. John Wheeler-Bennett, "The New Regime in Germany" ia 12: 3 (Mayo, 1933): 321.

45. Como ejemplo de la relativa confianza en Hitler está además Hubert Renfro Knickerbocker, "The Danger of War in Europe" ia 13: 4 (1934): 463-489.

46. Arnold Toynbee, "Peaceful Change or War? The Next Stage in the International Crisis", ia 15: 1 (1936): 32.

47. Moritz Bonn, "The Austro-German Customs Union", ia 10: 4 (1931): 460.

48. Robert Charles Kirkwood Ensor, "Mein Kampf and Europe", ia 18:4 (1939): 487. Robert Ensor fue un importante intelectual británico autor, entre otros trabajos, del volumen xiv de la Oxford History of England, 1870-1914. Además de historiador, se dedicó al periodismo trabajando el The Manchester Guardian y el Daily News.

49. Se hace una paráfrasis a Edward Grey (ministro de asuntos exteriores de Gran Bretaña) que al iniciarse la Primera Guerra Mundial señaló "las lámparas se apagan en toda Europa". Citado en Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 20.

50. "Discurso de Churchill a la Cámara de los Comunes, 13 de mayo de 1940", The Churchill Society (Londres). http://www.churchill-society-london.org.uk/BdTlTrsS.html


Referencias

Fuentes primarias

Publicaciones periódicas:

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journal of Royal Institute of International Affairs (jriia), 4 volúmenes, 1926-1930.        [ Links ]

International Affairs 8 volúmenes, 1931-1939.        [ Links ]

Documentación primaria:

Churchill, Winston. "Discurso de Churchill a la Cámara de los Comunes, 13 de mayo de 1940". The Churchill Society (Londres) http://www.churchill-society-london.org.uk/BdTlTrsS.html        [ Links ]

Fuentes secundarias

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