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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.45 Bogotá Sept./Dec. 2011

 

CREANDO UNA BIBLIOTECA DURANTE LA REGENERACIÓN: LA INICIATIVA DEL INSTITUTO LITERARIO DE CALI EN 1892

Juan David Murillo Sandoval

Becario de la Fundación Carolina del Mà ster Historia del mundo hispánico: Las independencias en el mundo iberoamericano en la Universitat Jaume I (Castellò de la Plana, España). Historiador de la Universidad del Valle (Cali, Colombia) y miembro del grupo de investigación Nación-Cultura-Memoria de la misma universidad en las líneas de Historia del Libro y de la Cultura (Categoría D en Colciencias). Participación en eventos: "Regeneración e Hispanoamericanismo en la consolidación del mercado literario en Cali", en Memorias xv Congreso Colombiano de Historia. Bogotá, Asociación Colombiana de Historiadores, 2010 (Memorias en CD); "Celebraciones y Libros. El centenario de la Independencia en las ediciones conmemorativas de Bogotá y Cali, 1910", en Encuentro de Jóvenes Investigadores Investigando-Ando. Bogotá, Fundación Erigaie, 2010. juan.david.murillo.s@gmail.com


RESUMEN

Este artículo analiza la recepción dada a la iniciativa del Instituto Literario de conformar una biblioteca pública en Cali durante la Regeneración. Para ello se revisan breves comunicaciones públicas, así como algunas donaciones bibliográficas que resultan muy útiles para entender el clima cultural en este período, y examinar las dinámicas del consumo literario urbano. La actividad del público femenino y de otros grupos sociales respecto a la iniciativa será igualmente estudiada. Finalmente, se concluye con una mirada al papel desempeñado por el mercado internacional del libro y el impulso de éste a determinadas tendencias, títulos y autores.

PALABRAS CLAVE
Biblioteca, libros, sociedades, consumo literario, Cali, Regeneración.


CREATING A LIBRARY DURING THE REGENERATION: THE INICIATIVE OF THE INSTITUTO LITERARIO DE CALI, 1892

ABSTRACT

This article analyzes the reception of the Instituto Literario's iniciative to create a public library in Cali during the Regeneration. To do so, it examines brief public statements as well as various book donations, which are useful to understand the cultural climate of the period and the dynamics of urban literary consumption. It also explores how women and other social groups responded to the initiative. The article concludes by looking at the role of the interational book market in promoting certain tendencies, titles, and authors.

KEY WORDS
Library, books, cultural society, literary consuption, Cali, Regeneration.

Artículo recibido: 29 de septiembre de 2010; aprobado: 1 de marzo de 2011; modificado: 14 de marzo de 2011.


INTRODUCCIÓN

Una vez alcanzada una amplia pluralidad y libertad de acción durante el radicalismo liberal de la segunda mitad del siglo xix, las formas de asociación se vieron seriamente limitadas en su naturaleza una vez iniciado el régimen de la Regeneración. Particularmente entre 1884 y 1898 —y muy especialmente a partir de 1886 con la promulgación de la nueva carta constitucional— la conformación de asociaciones o de clubes privados o públicos empezó a ser vigilada y reglamentada1. Al igual que el ejercicio periodístico, toda aquella manifestación que fuera concebida como ajena a la moral, al orden legal o la tranquilidad pública sería objeto de sanción o prohibición. Esta aguda intervención en los espacios públicos por parte del Estado limitó en buena medida las prácticas asociativas políticas, permitiendo no obstante el lucimiento de otras alternativas de socialización que, amparadas en una razón de ser apolíticas, pudieron plantearse y consolidar diversas iniciativas2.

El Instituto Literario de Cali sería una de estas asociaciones. Creado en 1888 por jóvenes egresados y estudiantes del Colegio de Santa Librada, fue una de las pocas formas de asociación surgidas en la ciudad durante el período de la Regeneración, caracterizado más por la extensión de las sociabilidades católicas o caritativas3 y la constitución de compañías y sociedades de naturaleza comercial, políticamente neutrales o favorables a los intereses gubernativos. El principal objetivo del Instituto Literario fue el "estudio de Literatura"4, aspecto que de facto no rivalizó con el ideal intelectual regenerador, donde los campos literario y filológico serían siempre consagrados, más cuando privilegiaran ciertas tendencias5. De  esta manera, y de acuerdo a sus objetivos, el Instituto Literario se propuso conformar la primera biblioteca pública de la ciudad, propósito que no creyó realizable sin el acompañamiento de la sociedad letrada caleña. La buena acogida dada a la iniciativa permitió que la donación de libros y dinero por parte de particulares se convirtiera en la mejor manera de alcanzar el logro propuesto por esta asociación.

La disímil sociedad caleña se vio entonces articulada en un proyecto de alcance urbano, sólo posibilitado por la conversión de un interés particular, liderado por una sociedad literaria, en un interés de carácter público. Lo anterior posibilitó que los elementos culturales de la Regeneración hicieran presencia en la apuesta por crear la primera biblioteca pública de Cali6. La defensa de la religión y la promoción de la lengua española ocuparon una instancia importante en las opiniones y envíos de libros destinados al Instituto. No obstante, otros elementos incidirían en la consumación del proyecto, desde las políticas comerciales de los más importantes libreros franceses, de un modo indirecto, hasta el particular accionar benefactor del público femenino local, ya entendido como parte importante de la comunidad lectora.

El principal objetivo de este artículo consiste por tanto en analizar aquellas circunstancias que mediaron en la conformación de la primera biblioteca pública de Cali, teniendo como eje principal las acciones del Instituto Literario, asociación que supo articularse a los intereses de la élite intelectual en el poder, siempre preocupada por controlar la propagación de ideas y la difusión de libros y lecturas en los centros urbanos. Para ello, nos detendremos en primer lugar y de manera breve en los gustos y lineamientos literarios afines al proyecto regenerador. Las reacciones de la sociedad caleña ante la iniciativa del Instituto también serán analizadas, estableciendo qué y cuántos libros donaban, por qué era importante hacerlo y cuáles eran los géneros más remitidos, entre otros aspectos ilustrativos del consumo literario local. Por último, una mirada al primer conjunto de libros donados permite observar algunas peculiaridades del mercado de impresos en Colombia. Autores, géneros y editoriales dan cuenta de una difusión y promoción intensiva de literatura hispanista, moralista y católica, dinámica paradójicamente impulsada desde París, ciudad que si bien era ajena al marco cultural regenerador, muy concentrado en Madrid, sería el principal foco de expansión de la cultura española de la época7.


1. LA ATMÓSFERA LITERARIA DURANTE LA REGENERACIÓN

Es necesario recordar que, a diferencia de países como Perú, Chile o Argentina, donde se incentivaron tendencias artísticas de índole nacionalista, indigenista o de vanguardia en general, que chocaron con los modelos  culturales hispánicos e incluso con algunos modelos franceses o ingleses, al promover la búsqueda de la autenticidad americana, de aquello distintivo y único de los nuevos estados, en Colombia, bajo la Regeneración y a contracorriente de estas tendencias, se privilegió la cultura española como un elemento primordial del ideal nacional8. La búsqueda de lo propio no se instituyó así en una contraposición general a la cultura europea o estadounidense, muy al contrario, lo propio fue encontrado en la cultura española, particularmente en aquella producción intelectual moralista, religiosa y artísticamente no modernizante9.

De esta manera, mientras el proyecto regenerador buscaba inspiración en las producciones literarias españolas, los movimientos de vanguardia pretendieron rescatar lo indígena, desechar la masiva herencia hispana o simplemente aprovechar los frutos del lenguaje y la cultura francesa. Era claro para la nueva sangre de la literatura latinoamericana que España no brindaba las mejores posibilidades de evolución. Autores del período como el peruano Manuel González Prada afirmaban que no existían ejemplos literarios útiles provenientes de España que convinieran al Nuevo Mundo, "el enfermo que deseara transfundir en sus venas otra sangre, elegiría la de un amigo fuerte y juvenil, no la de un abuelo decrépito y extenuado"10. No obstante, desde 1870, con el arribo a Colombia del diplomático José M. Gutiérrez de Alba, y el posterior restablecimiento de las relaciones exteriores con España en 1881, el país asistiría a una rápida transfusión de esta sangre extenuada, que pasó a irrigar el campo cultural de sus principales ciudades.

Según Frédéric Martínez, luego del triunfo diplomático logrado por Carlos Holguín, los viajeros de ambas partes se multiplicarían. Autores como Santiago Pérez Triana y José M. Quijano W. entraron a compartir escenario en Madrid con Juan Valera y Núñez de Arce, mientras que Miguel A. Caro inició una rica relación epistolar con Menéndez y Pelayo, prácticas todas éstas que en opinión de González Prada equivalían a retrogradar11. Tengamos en cuenta que para este escritor peruano la tarea de los intelectuales en América Latina debía consistir en la propagación de la crítica y la ilustración, siempre en franca ofensiva contra el oscurantismo y todo lo que le representaba: militares, clerecía, etc., en una clara alusión al país ibérico y sus instituciones12.

Evidentemente, los intelectuales de la Regeneración no compartirían ninguna opinión similar a la de González Prada. En Colombia tanto la lengua española como la religión católica se convirtieron en elementos de unificación nacional que debían ser impulsados y defendidos. La nueva filiación ideológica y cultural con España permitió un nuevo auge del arte y la literatura peninsular, que si bien se difundía con cierta regularidad en diferentes ciudades del país, tendría a partir de la consolidación de la Regeneración un mayor impulso. Las revistas y periódicos nacionales, así como las asociaciones católicas o caritativas, sirvieron como medios idóneos para dar cuenta de ella, generándose un patrón recurrente de defensa y difusión de la cultura española a lo largo del país.

Las celebraciones con motivo de los cuatrocientos años del descubrimiento en 1892, o del primer centenario de la Independencia en 1910, dieron cuenta de esta filiación cultural, la exaltación de lo hispano con la triada raza, lengua y religión, apareció como raíz de la cultura colombiana en ambas conmemoraciones13. No obstante, desde antes de la Regeneración, sociedades católicas y culturales ya privilegiaban ciertos gustos literarios hispanistas, contrapuestos a los ideales promulgados por el radicalismo de mediados de siglo xix, que tendría en países como Francia y Alemania un referente de cultura moderna y secular. Miguel A. Caro, por ejemplo, profuso intelectual de la Regeneración, percibía en el género novelesco y en las tendencias románticas y modernistas un conjunto de ideas y concepciones equívocas —por liberales y laicas— y, por consiguiente, peligrosas para el mantenimiento de la paz y la concordia popular, pues promulgaban un ideal de autonomía ajeno al estímulo religioso14.

Aspectos como la libertad de imprenta y de opinión defendidos bajo el radicalismo también fueron objeto de la crítica conservadora, que temió la circulación de escritos revolucionarios o inmorales. La condena y censura de ciertas obras y autores fue particularmente patente en los espacios de socialización católica, donde la incidencia del Index en los consumos literarios, tanto de la élite conservadora como de la población católica en permanente contacto con los púlpitos, sería determinante.

No obstante, y como plantea Gilberto Loaiza, la censura no supuso la única alternativa de rechazo a las nuevas tendencias literarias provenientes de Europa. Muy al contrario, las élites conservadoras supieron jugar en el contexto de amplias libertades auspiciado por los gobiernos radicales, perfeccionando sus formas de seducir y conquistar la opinión pública, aspecto en el que la difusión bibliográfica sería central15. En este sentido, los aportes de Loaiza han sido muy importantes para determinar los gustos bibliográficos de la sociedad conservadora decimonónica, así como  para identificar los contrastes entre las llamadas bibliotecas ideales liberales y católicas, que además de atestiguar la lucha entre idearios políticos y culturales por afectar los imaginarios sociales y construir determinados modelos de comunidades o ciudadanos, ilustran ejemplarmente los consumos literarios y los autores predilectos en uno y otro bando16. Las librerías se convierten de este modo en espacios de control y difusión ideológica. Alineados a una u otra causa, o mezclando ambas según el interés comercial, los espacios del libro suponen un lugar clave para entender la difusión y recepción de ideas y tendencias durante el largo siglo xix.

Ahora bien, consolidado el régimen regenerador, las librerías conservadoras y sus bibliotecas católicas ampliarían su alcance e importancia en la esfera pública. Libros de autores como Balmes, Flammarion, Fernán Caballero, Chateaubriand, el presbítero Gaume, Santa Teresa de Jesús o el Cardenal Wiseman, entre otros exponentes de temas religiosos o morales, compondrían la biblioteca ideal de los intelectuales regeneradores, sólo complementada por textos relativos a las ciencias filológicas, preocupación constante de personalidades como Caro, Cuervo, Suárez, Núñez y Holguín, quienes tuvieron en la producción y difusión de textos gramáticos un capital cultural sobresaliente, así como un punto más de concordia con el ideal hispanoamericano17.

La iniciativa del Instituto Literario de Cali por conformar una biblioteca de carácter público debía, pues, canalizarse en este ambiente, que además de coartar las ya referidas libertades de asociación, estimulaba la difusión de unos muy determinados gustos literarios. En el siguiente apartado se analizará cómo el Instituto inició y lideró la campaña en favor de la biblioteca, destacando las reacciones de los diferentes públicos a este cometido.


2. LA PROPUESTA DEL INSTITUTO LITERARIO, ENTRE ADMIRACIÓN Y RESERVAS

Como bien sostiene Hilda Sabato, una mayor capacidad de intervención en la vida pública fue uno de los rasgos característicos del asociacionismo en América Latina durante la segunda mitad del siglo xix18. El caso del Instituto Literario, si bien periférico y de difícil seguimiento, de ningún modo puede sustraerse, según creemos, de esa afirmación. Concentrado en el cumplimiento de sus estatutos, esta asociación literaria fundada en reglas más o menos democráticas y que apelaría al recurso de la prensa como mecanismo de actuación en los espacios públicos, puede considerarse sin duda como una corporación incidente en la vida pública caleña, constituyéndose como un puente para la modernización de los espacios urbanos y la difusión de la literatura en la ciudad19.

En su primer número de marzo de 1892, El Instituto, órgano de la Biblioteca del Instituto Literario, como fue titulado su bisemanario, da cuenta  de la gestión hasta el momento realizada en procura de la creación de una biblioteca, por lo cual publica una circular fechada en enero del mismo año y que había sido remitida previamente a distintas personalidades regionales y nacionales con el fin de socializar la idea de conformar un espacio bibliográfico en la ciudad, logro que en aparente juicio de los miembros del Instituto sólo podría alcanzarse con el apoyo de toda la comunidad lectora. El Instituto manifestaba, mediante su circular número 115 que:

    "[...] se propone llevar a cabo la formación de una biblioteca compuesta de obras de Historia, Literatura y Ciencias, la cual podría tener más tarde el carácter de pública. Conociendo la Corporación el decidido interés que anima a usted a favor del progreso intelectual de la juventud, se permite suplicar a usted coopere para este fin con la obra u obras que a su bien tenga, en los ramos arriba mencionados. En atención a la importancia que encierra esta idea, el Instituto confía en que usted no desatenderá la excitación que le hace y espera, por tanto, el honor de su respuesta [...]"20.

La publicación de este escrito supuso la conversión de un interés particular, ideado y gestionado por una sociedad literaria, en un interés de carácter público, que recaía inicialmente en el divergente y no poco conflictivo conjunto letrado-masculino de la ciudad, dividido por pasiones partidistas y salpicado por la recurrente influencia de la Iglesia y sus representantes. Una mirada a las respuestas dadas a la circular, aparecidas también en El Instituto, permite percibir las diferentes perspectivas que la conformación de una posible biblioteca tenía para la sociedad caleña del período. Si bien todas las respuestas valoran la iniciativa de la asociación y encuentran en ella una necesidad urbana que debe ser suplida, los matices ideológicos propios de cada donante se hacen evidentes. Tan sólo en el primer número, el presbítero Severo González le solicitó al presidente del Instituto Literario que, como católico, excluyera las obras que fueran contrarias a la religión o a la moral21. En tono muy similar, el escritor Belisario Palacios (1842-1915) contestó:

    "[...] ojalá que el Instituto, obrando con la perseverancia de que está dando pruebas, pueda realizar pronto la muy noble idea de fundar una biblioteca; y ojalá también que en los estantes de ésta no se le dé cabida a ninguno de los libros que la Iglesia Católica, depositaría de la verdad, tiene prohibidos [...]"22.

El padre Rafael García, luego de felicitar la labor de la directiva del Instituto, precisa que, si bien le complace la empresa que han  acometido, siente que no tenga "[...] un lado religioso, para combatir por este medio los abusos de la prensa, que con tantas obras inmorales corrompe las buenas costumbres, y relaja la verdadera civilización"23.

Como vemos, la influencia de esta intelectualidad católica en la aventura por formar una biblioteca se haría sentir, especialmente a la hora de tratar de imponer ciertos criterios de selección bibliográfica, más aún cuando la misma propuesta del Instituto se vio limitada a la conformación de un conjunto de obras de historia, literatura y ciencias, como afirmaba su primera circular24. Ahora bien, la exclusión del tema religioso en la propuesta del Instituto no puede tomarse de ningún modo como una actitud ingenua por parte de esta asociación, pues por un lado la ausencia explícita de esta temática no iba a evitar la recepción de literatura religiosa, capaz de articularse en alguno de los géneros esgrimidos; y por otro, la aparente exclusión del género religioso podría alentar la participación de personalidades usualmente contrarias a la influencia que la Iglesia poseía en la sociedad, y que podían ver en la iniciativa un proyecto estrictamente modernizante. Rafael Zúñiga, por ejemplo, alegremente exaltado por la circular, respondió:

    "Cuando veo que jóvenes como Usdes. [sic] se interesan por el mejoramiento de las letras, me convenzo de que las generaciones modernas van siempre adelante en su actividad y progreso, y que sí es cierto que la ciencia se eleva a la luz universal como el genio humano hasta el cielo. Jóvenes del Instituto ¡adelante! Que es preciso que las tinieblas sigan cayendo en el abismo de la luz ¡adelante! Que es necesario que las ruinas del antiguo mundo acaben de exhalar su último suspiro ¡adelante! Que hay que borrar los días sombríos de la Edad Media"25.

La particular condición literaria de la asociación le permitió jugar con las distintas pasiones del período, en lo que a sensibilidades religiosas se trataba, logrando ocupar un lugar neutral en tan latente conflicto. Ahora bien, la exclusión del temario religioso en la creación de la biblioteca no debe tomarse como un irrefutable síntoma de liberalismo, más cuando los primeros libros que recibe la sociedad provienen de miembros de la clerecía local y de aguerridos políticos conservadores, como los mencionados Severo González y Belisario Palacios.

De hecho, lo que sí parece innegable es que la ambigü edad ideológica del Instituto Literario fue ideal para la buena recepción del proyecto entre personalidades de ambos partidos. Las respuestas impresas en El Instituto  dan cuenta de lo anterior, pues coinciden en señalar que la condición apolítica de la asociación y de la iniciativa sólo podría traducirse en un síntoma de progreso para la ciudad y la región. Belisario Zamorano, por ejemplo, destacado miembro del partido liberal, y quien donó al Instituto las obras completas de Moliè re, se refiere así al propósito del grupo:

    "En primer lugar felicito a ustedes muy sinceramente por el amable propósito de establecer y mantener una asociación literaria en este ciudad, la cual puede ser, en lo sucesivo, una verdadera representación viva de los elementos sociales de Cali, sin distinción de colores políticos [...] ciertamente, la juventud cuyo corazón no está envenenado, cuyas almas están puras de innobles pasiones [...] es la llamada a formar en nuestra ciudad natal una asociación que sea, por ser literaria, un lugar de recreo mental y de dulce solaz social, en medio de nuestras constantes mortificaciones en la constante lucha por la vida, lucha quizás más dura en el Cauca que en ninguna otra parte"26.

Una apreciación muy parecida fue dada por León Solarte, empresario conservador, quien argumentó que la creación de una biblioteca en Cali es 'una necesidad que se palpa'. Solarte, quien entregó un tomo con los 113 números del periódico El Mensajero, manifestó:

    "En todo país civilizado hay Bibliotecas, en las poblaciones notables, y entusiasma observar y ver en ellas por centenares a los viajeros y personas amantes de las ciencias, rebuscando y leyendo las producciones del ingenio humano para nutrir su espíritu. Dótese a Cali con una Biblioteca y se hará un inmenso bien: si el 'Instituto Literario' lo ejecuta será su más grande recomendación para merecer el encomio de nuestros conciudadanos"27.

Una conclusión evidente extrada de estas misivas publicadas en El Instituto es que la idea de conformar una biblioteca fue entendida como una iniciativa modernizante, que podía ser útil a los intereses y necesidades de las mismas élites locales. De este modo, la cuestión partidista no entorpeció, al menos en su período formativo, el proyecto intelectual trazado por el Instituto, lo que favoreció el éxito inicial de la propuesta, logrando una abundante recolección de libros en pocos meses.

Ahora bien, si fue la circular numero 115 el primer contacto entre la asociación literaria y el público letrado, las secciones de El Instituto serían las nuevas formas de estimular el apoyo de la sociedad para la consolidación del proyecto. Las mismas editoriales del bisemanario se encargaron de plantear la necesidad de una biblioteca para la ciudad. En su segundo número, El Instituto publicó el texto "Importancia y Necesidad de las Bibliotecas", donde además de acentuar el papel de estos espacios en distintas civilizaciones y en modernas ciudades, se  realizaba una fuerte crítica a la carencia de establecimientos similares en Colombia, así como a la dificultad de los miembros del Instituto —y de cualquier otro individuo— de poder consultar o adquirir libros buenos a bajo costo. Para los redactores del texto, Cali ya se encontraba madura para albergar una biblioteca, contaba con una excelente posición geográfica, con buena población y un agitado comercio28.

Estos llamados directos e indirectos a pensar la necesidad y utilidad de una biblioteca para la ciudad se complementaron con las respuestas del público a la circular, respuestas que ocuparon un espacio habitual durante el ciclo de vida de El Instituto y que dieron cuenta de la recepción que la iniciativa supuso y, por supuesto, de las distintas formas en que la sociedad letrada contribuía a la formación de la biblioteca, bien a través de suscripciones, entrega de dinero o la donación de libros. Ahora bien, no es extraño pensar que además de hacer reiterativo el llamado a participar en el proyecto, la exposición pública de las notas o cartas de respuesta al Instituto Literario fuese una manera de rendir homenaje a quienes apoyaban, jugando con los imaginarios de honorabilidad, distinción y patriotismo que permea-ban a las élites letradas de la ciudad. En otras palabras, la acción de hacer públicas la mayor parte de las donaciones podía incentivar la participación de más personas, al convertir la práctica en una acción filantrópica que destacaba al donante por encima de otros miembros de la sociedad29. La transmisión de bienes bibliográficos se relaciona de este modo con las formas de mantenimiento y reconocimiento de un estatus, aspecto particularmente relevante en aquellos grupos sociales que detentan el poder30.

Lo anterior cobra mayor importancia si entendemos las prácticas del don como parte importante del imaginario republicano decimonónico, en el que elementos como la caridad o la beneficencia eran primordiales para la construcción de lazos de pertenencia y solidaridad, contemplándose como características del buen ciudadano, e incluso de las prácticas asociativas. No obstante, de manera especial en la segunda mitad del siglo xx, y casi hegemónicamente en la Regeneración, las prácticas del don fueron detentadas por agrupaciones de raíz católica, debido a que la limitación de las formas de asociación liberales dificultó el progreso de cualquier iniciativa impulsada desde este punto.

En este orden de ideas, la recepción dada a la iniciativa del Instituto supuso una de las pocas prácticas del don lideradas por una asociación laica en Cali. Es igualmente resaltable que, en este caso, el don no correspondiese al concepto de caridad o beneficencia, usualmente vinculado a un paternalismo frente a la población pobre o mendicante31. Al contrario,  la entrega de libros y otros impresos implicaba, más que un don que aliviara carencias sociales en sectores humildes, una acción solidaria y cívica desde y para la propia comunidad letrada.

La admiración y las reservas por la propuesta del Instituto Literario de Cali logran dar cuenta del clima social que rodeó al proyecto. La intervención de la clerecía y la intelectualidad conservadora fue notoria. Su interés por forjar una biblioteca católica, y la crítica hacia la aparente reducción del proyecto a tres áreas del conocimiento son aspectos dicientes del constante temor a que afloraran expresiones literarias contrarias a las verdades protegidas. El franciscano León Sardi brinda un ejemplo más de la mezcla de admiración y reserva frente al propósito de laj oven asociación caleña:

    "La feliz organización del Instituto Literario en esta ciudad, donde se palpaba la falta de una asociación como esta vuestra, encargada de llevar por medios científicos, el convencimiento a todos de que 'No de sólo pan vive el hombre, sino de todas las palabras que salen de la boca de Dios', merece el aplauso y el apoyo de cuantos deseamos lo natural y sobrenatural para que el monstruo del materialismo no se anide en el corazón de los pueblos. Con esta íntima persuasión cordialmente os felicito por esta vuestra gran gloria"32.

El miedo a los monstruos asociados al liberalismo —materialismo, romanticismo, comunismo, ocultismo— ocupó un lugar importante en las reservas respecto a la fundación de una posible biblioteca. La ambición por modernizar la ciudad, por dotarla de nuevos espacios públicos que sirvieran para el enriquecimiento intelectual de la población tuvo que atravesar los filtros impuestos por la élite dominante, que además de ya incidir en la promoción de una muy concreta oferta bibliográfica, persuadía y advertía sobre los usos y las condiciones ideales que cualquier centro de la cultura escrita debía poseer33.


3. POLÍTICOS, LIBREROS Y PÚBLICO FEMENINO

No obstante las reservas encontradas, es posible afirmar que la recepción a la propuesta del Instituto Literario fue en general satisfactoria. El envío de libros, revistas, periódicos y dinero no se hicieron esperar, así como la ampliación del número de suscriptores al bisemanario, que fue otra alternativa de colaboración34. De igual manera, y como se comentó al inicio, la primera circular emanada del Instituto, la número 115, no se concentró únicamente en Cali. Esta misiva también fue dirigida a personalidades de trascendencia nacional, involucrando en la causa de la biblioteca caleña a personalidades un poco ajenas al panorama social de la ciudad.

Los nombres de Modesto Garcés, José M. Quijano Wallis, Manuel Uribe ángel y del mismísimo presidente Rafael Núñez figurarían entre los donantes . Garcés, quien regresaba de un largo exilio en Venezuela envió al Instituto una docena de obras desde Bogotá. Quijano Wallis, por entonces residente en Popayán, remitió las Notas de Viaje de Camacho Roldán. Uribe ángel despachó desde Medellín su trabajo Geografía General y Compendio Histórico del Estado de Antioquia en Colombia, publicado en París en 1885. Por su parte, el presidente Núñez, quien para 1892 había delegado sus funciones administrativas a Caro, hizo entrega de obras en dos oportunidades: primero desde Panamá y posteriormente desde Cartagena35. Dos de las obras enviadas por Núñez desde la ciudad amurallada aún reposan en el fondo patrimonial de la Biblioteca del Centenario y logran dar cuenta de los gustos del entonces presidente. Pese a que ambos están en lengua francesa, aspecto un poco inesperado dada su predilección literaria hispánica, los libros reflejan claramente el ideal moralista y religioso que permeaba el imaginario regenerador. Los títulos Varietés Morales et Littéraires, de Paul Albert, historiador de la literatura, y L'omement des noces spirituelles, de Jan Van Ruysbroeck, teólogo que posteriormente sería beatificado, evocan claramente aquel tipo de literatura privilegiada por la intelectualidad conservadora36.

Sin embargo, Núñez no se limitaría al simple envío de textos, pues aún en su condición de presidente ausente tuvo cierta influencia en la concesión de la franquicia postal para los libros enviados al Instituto, licencia que los asociados habían solicitado al Gobierno con el fin de facilitar el envío de donativos a escala nacional37. La concesión de la franquicia facilitó el envío de libros desde muchos centros urbanos. Lejanos unos como Medellín, Zipaquirá, Panamá, Santa Rita, Tadó o Bogotá, o cercanos como Santander, Buenaventura y Palmira. La contribución de importantes libreros bogotanos también sería facilitada con esta excepción postal. Representantes del gremio como Lázaro M. Pérez, Jorge Roa y Salvador Camacho R., dueños de las librerías de "Torres Caicedo", "Roa" y "Colombiana" respectivamente, remitieron diferentes títulos. Jorge Roa se comprometió incluso a enviar cien volúmenes de forma gradual, incluyendo la colección completa de su Biblioteca Popular, compuesta por un amplio conjunto de libros de autores nacionales y extranjeros38. La casa de Lázaro M. Pérez se comprometió por su parte con el envío de todas las obras editadas o por editar que tuvieran en  su haber39, mientras que el establecimiento de Camacho Roldán y Tamayo envió obras de Campoamor, Smiles, Carrasquilla y un tomo del compilado de Julio Añez, titulado Parnaso Colombiano, editado por ellos en 1886.

La publicidad dada al proyecto por parte del Instituto generó grandes resultados. La intervención gubernamental y el apoyo de sendas casas libreras de la época hicieron que el proyecto tomara importancia en una cierta escala nacional, que incluso se vio expandida cuando Francisco Gamboa, gran motivador de la asociación y quien desde 1885 residía en El Salvador, envió obras y prensa desde este pas centroamericano40.

Con una recepción tan favorable en distintas esferas, los miembros del Instituto se sintieron alentados a ir un poco más lejos en sus intenciones por lograr una mayor recolección de libros e impresos, por lo que iniciaron una nueva estrategia de seducción, esta vez concentrada en el público femenino. Resueltos a ganarse el apoyo de las muj eres lectoras, la asociación publicó la circular número 163, donde además de solicitar el apoyo femenino para la causa de la biblioteca, se advierte que cualquier donación será divulgada a través del bisemanario, como se hacía con las respuestas enviadas por los donantes masculinos. Los aportes femeninos estarían a la par de los masculinos en cuanto a exposición pública se refiere. La invitación a las damas de la ciudad suponía un llamado al homenaje y a la distinción, casi que irresistible en sociedades donde la honorabilidad y el estatus siempre estaban dispuestos a ser demostrados.

Resulta por tanto interesante observar cómo muchas damas de la ciudad firmaban los envíos de libros con su nombre y el de sus hijas, como es el caso de las señora Simona Trujillo, quien junto a sus hijas envió obras de Soledad Acosta, Julio Verne, Edmundo de Amicis y Antonio de Trueba; o el de Clementina Caicedo y sus hijas Mariana y Paulina, quienes envían el Manual de Derecho Parlamentario de Jefferson y el Derecho de Gentes de Manuel M. Madiedo41. Los anteriores casos denotan cómo la honorabilidad que traa consigo el ejercicio de la donación no estuvo limitada a una única personalidad, como era el caso de las donaciones masculinas. Al contrario, en las donaciones realizadas por mujeres se percibe una transmisión de esa honorabilidad al conjunto familiar, en el que inclusive ambos géneros se articulan, como en el caso de las mujeres casadas, que firmaron sus entregas usando tanto los apellidos propios como los de su respectivo esposo.

Ahora bien, apartándonos un poco de las cuestiones de honorabilidad y estatus que ciertamente jugaron en las prácticas del don, resulta preciso analizar la intervención de las mujeres en la iniciativa adelantada por el Instituto, centrándonos en las características de los libros remitidos, aspectos que bien pueden dar cuenta de la composición de las bibliotecas femeninas a finales del siglo xx en Cali. Un total de sesenta y dos cartas enviadas por las damas locales se publicaron en las páginas  de El Instituto entre 1892 y 1893, dando cuenta de una donación de al menos 195 obras, sin contar respuestas que, si bien se publican, no mencionan el número de libros despachados. Del total de obras que pudieron verificarse fueron cedidas al Instituto en 1892, el aporte femenino supuso el 41% de un total de 477 libros.

En cuanto a los géneros literarios, los textos religiosos son los de mayor donación por parte del público femenino, seguidos por libros de ciencias, novelas, historia y poesía. Una comparación con las entregas masculinas también se hace pertinente en este caso, pues ilustra las coincidencias y divergencias entre los consumos literarios de ambos sexos.

Si bien esta estadística sólo debe apreciarse como parcial debido a la dificultad de establecer un recuento preciso sobre todos los libros donados y sus características literarias, logra ser un buen indicador de la composición de las bibliotecas particulares, así como de las preferencias y consumos bibliográficos. Así, los géneros de mayor presencia no sólo evidencian los gustos masculinos o femeninos, también reflejan el ideal de biblioteca planteado por la disímil sociedad letrada del período. Las damas y caballeros de la ciudad donaban aquello que creían podía contribuir al enriquecimiento intelectual de la sociedad, a su progreso y florecimiento. La fuerte presencia de la novela —género tan poco recomendado por Miguel A. Caro42— como de la religión en las donaciones atestigua la articulación de muchos ideales de biblioteca que, gracias a la ambigua posición apolítica del Instituto Literario, lograron coexistir en un mismo espacio.

La particular igualdad en el número de textos religiosos, científicos y novelas para el caso de las contribuciones femeninas, atestigua igualmente el buen grado de educación y cultura alcanzado hasta el momento por la élite femenina caleña, que sin salirse de su tradicionalismo mostraba una seria preocupación por el progreso de la ciudad y la expansión de los nuevos conocimientos43. Una mirada rápida a parte de su correspondencia publicada en El Instituto da cuenta de esta particularidad. Domitila Sinisterra, por ejemplo, felicita la labor de la asociación literaria y se refiere a su donación de la siguiente manera:

    "El noble pensamiento de ustedes es el fiel trasunto de lo levantado de sus sentimientos; y aumenta el juicio que tienen formado acerca de la importancia de la mujer y de su indispensable presencia en todas las circunstancias de la vida, en todas las manifestaciones de la actividad humana, como que ella es parte integrante y uno de los motores más poderosos en las vías del progreso [...]. Conocido lo expuesto y el deber que cada uno tiene de contribuir a todo aquello que indique adelanto y beneficio común, cábeme el gusto de remitir a ustedes dos volúmenes: 'Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano' por Rufino Cuervo y la 'Ciencia del lenguaje' por Max Mü ller y de manifestarles que tomo una suscripción en el simpático periódico de ustedes"44.

Otra donante, Jorgina de Payán, quien remitió al Instituto las obras Clemencia y Cuadros de Costumbres de Fernán Caballero, pseudónimo de la escritora católica Cecilia Bóhl de Faber, nos entrega otra idea del notable lugar ocupado por la mujer en la promoción de la cultura y del progreso: "[...] tengo positiva satisfacción de aplaudir el paso que han dado Udes. [sic] solicitando para su útil y simpática empresa de fundar una  Biblioteca, la cooperación de las señoras. La mujer es indudablemente la parte de la humanidad más interesada en el fomento de la cultura y civilización cristianas, pues sabido es que a ellas le debe el haber salido del envilecimiento y abyección en que la tuvo el paganismo y en haber venido a ocupar el digno lugar que hoy ocupa en la sociedad"45.

Dos conclusiones se pueden extraer de la participación femenina en la iniciativa de formar una biblioteca pública en Cali. En primer lugar, los deberes moralizantes y educadores de la mujer, altamente preconizados tanto por la dirigencia conservadora como liberal, se hacen manifiestos en sus comunicaciones, que dan cuenta de una preocupación por el fomento de la cultura y la formación intelectual, y del orgullo que produce contribuir con la causa46. Por otro lado, la movilización del público femenino a favor de la creación de la biblioteca puede verse como un buen indicador de su consolidación como comunidad lectora47, condición que, como ha señalado Gilberto Loaiza, fue alcanzada paulatinamente durante el siglo xix, al calor del ideal radical secularizador y su correspondiente oposición católica-conservadora.

De esta manera, el llamado realizado por la novata sociedad literaria caleña a las damas locales no suponía un grito al vacío, o una apuesta riesgosa. Muy al contrario, la solicitud correspondía a una visión ya normalizada de la mujer como benefactora, lectora y consumidora —en términos comerciales— de libros y lecturas48.


4. AUTORES HISPANOS, EDICIONES FRANCESAS

Como se ha mostrado, la empresa iniciada por el Instituto Literario de Cali logró una notable recepción en diferentes públicos. Comerciantes, empresarios, libreros, personalidades políticas y mujeres contribuyeron con textos, dinero o suscripciones al bisemanario de la asociación. Esto posibilitó la composición de un importante conjunto de textos que para 1910 se constituirían en el primer fondo bibliográfico de la Biblioteca del Centenario. Ahora bien, una nueva mirada a este primer conjunto de textos, ahora a través de un filtro concentrado en sus orígenes materiales, permite entregar elementos de juicio alternativos para analizar los procesos de conformación de las bibliotecas particulares y públicas en Colombia.

Aspectos como las ediciones o la proveniencia de los autores marcan en buena medida el lugar ocupado por Colombia en el mercado internacional de bienes impresos, un puesto periférico, más receptor que difusor,  y en buena medida dependiente de las producciones, editoriales y tendencias intelectuales procedentes de Europa. El impulso otorgado a movimientos como el hispanoamericanismo, por ejemplo, de particular aceptación por los intelectuales de la Regeneración, se manifestó en la mayor promoción de los autores y las obras hispanas. La creación desde 1887 de una red de sociedades filiales de la Unión Iberoamericana de Madrid en muchas ciudades colombianas da cuenta de su influjo en la circulación de ideas y bienes simbólicos. Miembros destacados de la intelectualidad colombiana como Lázaro M. Pérez, José M. Samper, José M. Quijano W. y Rafael Núñez formaron parte de los cuadros de esta asociación en Bogotá, que también tuvo sedes en Bucaramanga, Pasto, Manizales, Medellín, Cúcuta, Barranquilla, Cartagena y Palmira49.

La ya mencionada participación de Rafael Núñez en la iniciativa puede también analizarse en virtud de la influencia hispanoamericana del período, pues para el mismo año en que se inició la campaña en Cali (1892) Núñez fue nombrado Presidente de Honor del Congreso Literario Hispano Americano, que se realizaría en Madrid50. La articulación entre los proyectos hispanoamericano y regenerador fue manifiesta, y es fácil creer que durante el periodo de la Regeneración la difusión del ideal hispanista gozara de simpatías en los diferentes centros urbanos; la multiplicación de centros de la Unión Iberoamericana madrileña demuestra un poco esta intención51.

El elemento español sobresale también a la hora de observar los autores de mayor presencia en las donaciones hechas al Instituto, donde de manera muy ajustada, las autorías españolas superan la presencia de las francesas. De un total de 225 obras a las que se les pudo identificar el autor, un 31% corresponde a escritores ibéricos, un 30% a franceses y un 22% a colombianos. Ahora bien, los datos relativos a la casa editorial aportan un indicador diferente, y es que de un total de 90 textos que lograron ser detallados editorialmente, el 41% correspondía a impresores parisinos, contra un 27% proveniente de casas españolas. En otras palabras, las donaciones hechas al Instituto contaron con una mayor presencia de autores hispanos en una mayor cantidad de libros franceses. Esto último nos acerca a una dinámica casi inexplorada en nuestro pms: el impacto de las casas editoriales parisinas en la difusión de libros en castellano y su consecuente incidencia en el mercado de bienes impresos en Colombia y el resto de América Latina.

Poderosas editoriales francesas como Garnier, Ollendorff, Hachette o Bouret determinaron en buena medida qué autores y títulos debían ser ofertados en los mercados americanos. La casa Garnier Hermanos, por ejemplo, reclutó intelectuales españoles como Elías Zerolo y Miguel de Toro y Gómez para traducir obras del francés y para coordinar iniciativas editoriales52. La capacidad de producción de textos en castellano le  permitió a esta editorial construir una amplia biblioteca de textos literarios españoles y americanos, que para 1917 contaba ya con más de mil volúmenes53. Su papel en los proyectos de alfabetización iniciados en las repúblicas americanas también fue notable, pues su producción de manuales, diccionarios y literatura pedagógica le permitió irrumpir en diversos mercados que, como en el caso colombiano, aún contaban con una incipiente industria editorial. Garnier se destacaría de igual manera por su producción de misales, devocionarios y catecismos católicos, conjuntos literarios de grata aceptación en los sectores conservadores del continente.

La amplia incidencia de Garnier en el comercio de impresos castellanos y en la misma expansión literaria y cultural española ha sido estudiada por Jean-François Botrel y Pura Fernández, quienes han coincidido en subrayar que pese a la notable y variada producción de títulos castellanos propuesta por esta editorial, las letras contemporáneas no gozarían de mucha proyección54. Según Fernández, en cuanto a gustos literarios, los Garnier fueron más moderados que vanguardistas, apostando siempre por autores y títulos populares, de fácil recepción. Autores como de Kock, du Terrail y Balzac serían usuales entre los traducidos al castellano, mientras que entre los autores españoles destacarían Quevedo, Zorrilla, Campoamor y Pérez Escrich55. Una revisión a las ediciones Garnier entregadas al Instituto Literario en 1892 sustenta un poco esta afirmación, pues son obras del cardenal Wiseman, Estébanez, Jovellanos, Quevedo, de Espronceda y Fernández de Moratín las que sobresalen, al igual que traducciones de Grandville, Manzoni y Vignola, todos autores clásicos o populares. Por Colombia hace presencia una edición Garnier de la obra Manuela de Eugenio Díaz.

Claramente, el ideal de conformar una biblioteca pública en Cali no estuvo por fuera de las dinámicas del mercado internacional de bienes impresos56. El proyecto hispanoamericano contaría en un primer término con los servicios de los impresores franceses, que en aras de ampliar sus dividendos y fortalecer sus lazos comerciales con América Latina, abonarían el terreno para que ya entrado el siglo xx, nuevos propósitos editoriales, esta vez madrileños y catalanes, iniciaran un proceso de expansión por todo el continente57.


CONCLUSIONES

Si bien la idea promovida por el Instituto Literario de Cali tendría eco y aceptación en distintos escenarios de la esfera pública local y nacional, el proyecto no se consolidaría sino hasta 1910, al calor de los eventos  conmemorativos del primer centenario de la Independencia. La inestabilidad política del país y las dificultades propias de la asociación le impidieron continuar fortaleciendo la iniciativa y, por consiguiente, seguir dando cuenta de su desarrollo58. No obstante, y en correspondencia con lo aquí planteado, podemos plantear algunas conclusiones acerca de la intención del Instituto por transformar la vida cultural de Cali a finales del siglo xix, durante el período de la Regeneración.

En primer lugar, es posible afirmar que el Instituto pudo intervenir de manera exitosa en los espacios públicos, debido a que su propuesta conducía a suplir una necesidad cultural y urbana, de gran prioridad para una ciudad que aspiraba a modernizarse. La creación de una biblioteca pública se entendió como un propósito civilizador, y aspectos como la honorabilidad o el estatus social y urbano podían desempeñar un papel. Es claro igualmente que la iniciativa por crear una biblioteca debía ser pública, no sólo para poder contar con los aportes de la disímil sociedad letrada, sino también para evitar ser tachada como un emprendimiento secreto que diera pie a la censura estatal o eclesiástica. Lo público de la iniciativa dio paso a una participación abierta y clara, permitiéndole a la élite en el poder incidir en el proyecto. De esta manera, los gustos culturales de las autoridades públicas (políticos, escritores, clerecía) determinaron en buena medida aquellos géneros, títulos y autores que debían ser colocados para ser consultados en la proyectada biblioteca59.

Por otro lado, aspectos ligados al mercado internacional de bienes impresos también incidieron en la formación del que sería el primer fondo de la Biblioteca del Centenario. Este elemento no debe mermar su importancia debido a que las "naturalizadas" leyes de oferta y demanda sin duda mediaron en la difusión de textos, primero a través de librerías y luego a través de lugares más públicos como las bibliotecas. En nuestra opinión, el estudio de la conformación de librerías y bibliotecas no debe separarse del comercio internacional de impresos, más cuando los ejes de éste reposan en otros países o continentes cuyos campos cultural y literario son bien distintos.

Finalmente, si bien el alcance del logro trazado por el Instituto Literario de Cali no logró consolidarse con la rapidez que la asociación deseó, su consumación en 1910 marcaría un punto muy importante en la historia cultural de Cali durante el siglo xx, pues en el contexto de la conmemoración centenaria, de otras importantes inauguraciones paralelas y de las consecuentes perspectivas positivistas en torno al futuro, la primera biblioteca pública de Cali logró convertirse en un espacio urbano, público y colectivo, reflejo de las intenciones civilizadoras de una sociedad afanosa por sentirse moderna.


Comentarios

* Este artículo amplía los resultados de investigación realizada como monografía de grado realizada para obtener el título de Historiador, titulada: "Prensa Literaria, Libros y Librerías, la oferta literaria y el papel intelectual en el primer centenario de la Independencia. Cali 1905-1915" (Universidad del Valle, 2009). No contó con financiación para su elaboración.

1. Véanse por ejemplo los artículos 44 al 47 de la Constitución Política de 1886. Constitución de la República de Colombia (Bogotá: Imprenta de Echavarría Hermanos, 1886), 11-12.

2. Resulta apropiado remitir aquí al ya clásico trabajo de François-Xavier Guerra y Annick Lempé-riè re, Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigü edades y problemas. Siglos xvin-xix (Ciudad de México: Centro Francés de estudios Mexicanos y Centroamericanos/Fondo de Cultura Económica, 1998).

3. De manera especial, Sociedades como la de San Vicente de Paul o las Asociaciones del Sagrado Corazón tendrían un notable impulso durante el régimen conservador. Oscar Blanco Mejía, "Fe y Nación. La Regeneración y el proyecto de una nación católica 1885-1920" (Tesis de Maestría en Historia, Universidad Industrial de Santander, 2009), 221-341.

4. "Nuestro Propósito", El Instituto, Santiago de Cali, 10 de marzo, 1892, 1.

5. Malcolm Deas, "Miguel Antonio Caro y amigos: Gramática y poder en Colombia", en Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literaturas colombianas, ed. Malcolm Deas (Bogotá: Taurus, 2006), 27-52.

6. Sobre los elementos culturales de la Regeneración, Miguel ángel Urrego, Intelectuales, Estado y Nación en Colombia, de la guerra de los mil días a 1991 (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2002), 43-56.

7. En este tópico tomará especial importancia un corto ensayo de Pura Fernández, "La editorial Garnier de París y la difusión del patrimonio bibliográfico en castellano en el siglo xix", en Tes philies tade dora: miscelánea léxica en memoria de Conchita Serrano (España: csic, Instituto de Filología, 1999), 603-612.

8. Un ensayo interesante sobre la cercanía entre la Regeneración y el Hispanoamericanismo puede encontrarse en Aimer Granados García, "Hispanismos, nación y proyectos culturales, Colombia y México: 1886-1921. Un estudio de historia comparada", Memoria y Sociedad k: 19 (2005): 5-18.

9. Ver por ejemplo el trabajo de Ivonne Pini, En busca de lo propio. Inicios de la Modernidad en el Arte de Cuba, México, Uruguay y Colombia, 1920-1930 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2000); y una investigación de alcance continental a propósito de los movimientos intelectuales de vanguardia y la búsqueda de la originalidad en América Latina de Jorge Schwartz, Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticosy críticos (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2002).

10. Manuel González Prada, Páginas Libres (Lima: Editorial P.T.C.M., 1946), 39. La primera edición de Páginas Libres corresponde al año de 1894 y estuvo a cargo de la imprenta de Paul Dupont.

11. Según el mismo Martínez, hasta la década de 1870 la presencia del referente español en las mentalidades políticas y culturales de las élites colombianas era casi nula; sólo algunos escritores permanecían al tanto de los sucesos peninsulares y eran también muy pocos quienes visitaban Madrid o que inclusive mantenían una relación directa con representantes españoles. Frédéric Martínez, El Nacionalismo Cosmopolita, la referencia europea en la construcción nacional de Colombia, 1845-1900 (Lima/Bogotá: Banco de la República, Instituto Francés de Estudios Andinos, 2007), 454-462.

12. Rafael Gutiérrez Girardot, El Intelectual y la Historia (Venezuela: Fondo Editorial La Nave, 2001), 32.

13. Juan David Muríllo Sandoval, "Regeneración e Hispanoamericanismo", 3-5.

14. Para un acercamiento adecuado al pensamiento y obra de Miguel A. Caro, ver los trabajos de: David Jiménez, "Miguel Antonio Caro: Bellas Letras y Literatura Moderna" y Sergio Echeverri M., "Libertad de Imprenta según Miguel Antonio Caro", en Miguel Antonio Caroy la cultura de su época, ed. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002), 237-260 y 223-236.

15. Gilberto Loaiza Cano, "La Expansión del mundo del libro", en Independencia, Independencias y espacios culturales, diálogos de historia y literatura, eds. Carmen Acosta, César Ayala y Henry Cruz (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009), 25-64.

16. Gilberto Loaiza, "La Expansión del mundo", 41-64.

17. Gilberto Loaiza, "La Expansión del mundo", 41-45.

18. Hilda Sabato, "Prensa, asociaciones, esfera pública (1850-1900)", en Historia de los intelectuales en América Latina, vol i. La ciudad letrada, de la conquista al modernismo, ed. Jorge Myers (Buenos Aires: Katz, 2008), 391-392.

19. Sobre las formas de sociabilidad y su vinculación con los campos culturales o literarios para el caso francés, véase la obra recientemente traducida al castellano de Maurice Agulhon, El círculo burgués. La sociabilidad en Francia, 1810-1848 (Buenos Aires: Siglo xxi, 2009). No sobra decir que la mayor parte de los estudios sobre sociabilidades están conceptualmente en deuda con los diferentes aportes realizados por Agulhon a la disciplina.

20. "Nuestro Propósito", El Instituto, Santiago de Cali, 10 de marzo, 1892, 1.

21. "Respuestas", El Instituto, Santiago de Cali, 10 de marzo, 1892, 2.

22. "Respuestas", El Instituto, 10 de marzo, 1892, 2. Para observar aquella literatura considerada subversiva para la Iglesia y el Estado español, pueden consultarse los diversos índices de libros prohibidos y mandados a expurgar —o simplemente index— existentes desde el período colonial. De manera general véase: Consejo de la Santa General Inquisición, Indice ultimo de los libros prohibidos y mandados expurgar: para todos los reynos y señoríos del catolico rey de las Espa-ñas, el señor Don Carlos IV (Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha, 1790).

23. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, Santiago de Cali, 1 de noviembre, 1892, 61.

24. Un ejemplo mucho más fuerte de control y censura alrededor de la difusión de impresos en el mismo período es el de agustino Ezequiel Moreno, quien arremetió públicamente contra las imprentas de Pasto que comerciaban o imprimían libros liberales. Las intolerantes posturas de Moreno respecto de todo aquello que pareciera liberal reflejan en cierta medida el clima cultural que acompañó al período de la Regeneración. Malcolm Deas, "San Ezequiel Moreno: "El Liberalismo es pecado" El santo del V Centenario no aprendió que la esencia de la política es la concesión", Credencial Historia 46 (1993): 8-12.

25. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, 1 de noviembre, 1892, 61.

26. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, Santiago de Cali, 5 de septiembre, 1892, 47-48.

27. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, Santiago de Cali, 15 de abril, 1892, 10-11.

28. "Importancia y necesidad de las Bibliotecas", El Instituto, Santiago de Cali, 1 de abril, 1892, 5.

29. La cuestión del prestigio social que envolvía la acción de donar obras para una biblioteca es también observada por Miguel de Asúa en su estudio sobre la conformación de la biblioteca de Buenos Aires en 1810. Miguel de Asúa, La ciencia de Mayo. La cultura científica en el Río de la Plata, 1800-1820 (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010).

30. Beatriz Castro, Prácticas Filantrópicas en Colombia 1870-1960 (Cali: ciDSE, Universidad del Valle, 2007), 32-37. Para una visión más profunda del papel del 'don' en el funcionamiento de las sociedades, de aquello que se dona y aquello que se guarda, Maurice Godelier, El Enigma del Don (Barcelona: Paidós, 1998).

31. Las prácticas caritativas en Cali estuvieron centradas en la reunión de fondos para hospitales, asilos u orfanatos, siempre lideradas por sociedades de origen católico como la de San Vicente de Paul. Beatriz Castro, "Caridad y beneficencia en Cali, 1848-1898", Boletín Cultural y Bibliográfico xxvii: 22 (1990): 67-80.

32. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, Santiago de Cali, 19 de agosto, 1892, 43.

33. La deuda teórica con Roger Chartier se hace palpable en este punto y las líneas venideras. Roger Chartier, El Orden de los Libros, lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos xivy xvin (Barcelona: Editorial Gedisa, 1994) y El Presente del Pasado, Escritura de la Historia, Historia de lo Escrito (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 2005).

34. A finales del mes de abril el Instituto Literario ya había recibido alrededor de trescientos ejemplares. "Perspectiva Halagü eña", El Instituto, Santiago de Cali, 15 de mayo, 1892, 17.

35. Según una misiva, Rafael Núñez envió nueve obras desde Panamá por medio de su cuñado E. Román. "Respuestas a la circular No. 115", El Instituto, Santiago de Cali, 25 de febrero, 1893, 101.

36. Las referencias completas de las dos obras entregadas por Núñez son: Paul Albert, Varietés Morales et Literaires (París: Librairie Hachette, 1879) y Jan Van Ruysbroeck, Lornement des noces spirituelles (Bruselas: A. Lefévre Ed., 1841).

37. La intervención de Núñez en esta resolución es mencionada por Samuel Benítez durante el discurso de instalación de la Biblioteca en 1911. Según Benítez, la circular del Instituto Literario fue recibida por el presidente Núñez, quien "no sólo hizo al Instituto una importante remesa de libros, sino que concedió franquicia para que cursaran libres de porte, por los correos nacionales, los libros destinados a la biblioteca". "Discurso del Señor Samuel Benítez", El Correo del Valle, Santiago de Cali, 12 de enero, 1911, 49184919. La resolución por la cual se concedió franquicia postal al Instituto Literario fue la número 68 del 27 de agosto de 1892, y fue firmada por el entonces Ministro de Gobierno A. B. Cuervo. "Noble ejemplo", El Instituto, Santiago de Cali, 15 de octubre, 1892, 49.

38. Esta noticia causó gran admiración en los asociados del Instituto, quienes a través de su bisemanario informaron sobre la enorme donación. "Cien Volúmenes!", El Instituto, Santiago de Cali, 1 de junio, 1892, 22. Un breve escrito donde se destaca la trayectoria de Jorge Roa y su Biblioteca Popular en Bogotá puede encontrarse en Juan Gustavo Cobo Borda, "Historia de la Industria Editorial Colombiana", en Historia de las Empresas Editoriales de América Latina siglo xx, ed. Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá: CERLALC, 2000), 161-163.

39. La trayectoria de Lázaro M. Pérez (1824-1892) en el comercio de impresos a nivel continental parece haber sido bastante amplia. Además de sus constantes viajes a Europa para realizar conexiones comerciales, tuvo destacado intercambio bibliográfico y epistolar con libreros como el chileno Roberto Miranda. Pablo Figueroa, La Librería en Chile, estudio histórico y bibliográfico del canje de obras nacionales establecido y propagado en América y Europa por el editor y librero Roberto Miranda 1884-1894 (París: Librería de Garnier Hermanos, 1896).

40. Un acercamiento a la producción intelectual de Francisco Gamboa puede verse en el trabajo realizado a partir de su correspondencia con Rufino Cuervo. Gü nther Schü tz, "Rufino Cuervo y Francisco Gamboa", Thesaurus Liii: 2 (1998): 345-355.

41El Instituto, Santiago de Cali, 17 de junio, 1892, 25. Las entregas de libros por parte de las damas locales fueron publicadas en este bisemanario a partir del 17 de junio de 1892.

42. David Jiménez, "Miguel Antonio Caro: Bellas Letras", 246-260.

43. Las diversas formas de asocia-cionismo lideradas por mujeres durante la segunda mitad del siglo xix también dieron cuenta de su preocupación por la educación moral y la alfabetización social —ante todo en sectores desfavorecidos— en un ambiente tradicio-nalmente católico. Para el caso del antiguo Gran Cauca, Alonso Valencia Llano, Mujeres Caucanas y Sociedad Republicana (Cali: Anzuelo ético Ediciones, 2001), 178-188. Un análisis de mayor alcance temporal lo hace Beatriz Castro, Caridad y beneficencia. El tratamiento de la pobreza en Colombia, 1870-1930 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2007).

44. "Respuestas a la circular No. 163", El Instituto, Santiago de Cali, 10 de febrero, 1893, 94.

45. "Contestaciones", El Instituto, Santiago de Cali, 17 de junio, 1892, 26.

46. Según Ricardo del Molino, el papel de la mujer en los espacios domésticos y en el campo educativo, como transmisora de cultura, tiene su raíz en los códigos patriarcales romanos, que acuñaron estas cualidades a las matronas de la Antigü edad romana. Ricardo del Molino, "Matronas encubiertas. Permanencia del estereotipo femenino de la Antigü edad Romana en dos modelos políticos contemporáneos: La revolución francesa y el fascismo italiano", en Terceras Jornadas sobre imagen, cultura y tecnología, coords. María P. Amador, Jesús Robledano y María del Rosario Ruíz (Madrid: Editorial Archiviana/Universidad Carlos III, 2005), 277-290.

47. Gilberto Loaiza Cano, "Sociabilidad y definición de la nación en Colombia, 1845-1886" (Tesis Doctoral, Universidad París III, iheal, 2006), 391-397.

48. Una mirada más profunda y específica a los cambios sociales de la mujer y su participación en asociaciones y círculos de beneficencia puede verse en Frank Pro-chaska, Women and philanthropy in nineteen-century England (Oxford: University Press US, 1980).

49La Unión Ibero-americana en México: 12 de octubre de 1887 (México: Tipografía de la "Revista Latinoamericana", 1887), 248-252.

50. Esta noticia fue publicada a modo de epístola firmada por Gaspar Núñez de Arce, "Honrosa Distinción", El Ferrocarril, Santiago de Cali, 17 de febrero, 1893, 2039.

51. Juan David Murillo Sandoval, "Regeneración e Hispanoamericanismo", 2-5.

52. Una de estas iniciativas, el Diccionario Enciclopédico de la Lengua Castellana, publicado en 1895, contaría incluso con la participación del gramático colombiano Emiliano Isaza. Javier Medina López, "Elías Zerolo (1848-1900) y la labor de la Real Academia Española", Revista de Filología Española (rfe) ixxxvn: 2 (2007): 351-355.

53. Pura Fernández, "La editorial Garníer", 608.

54. Jean-François Botrel, Libros, prensa y lectura en la España del s. xa (Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruípérez, 1933); y Pura Fernández, "El monopolio del mercado internacional de impresos en castellano en el siglo xix: Francia, España y "la ruta" de Hispanoamérica", Bulletin Hispanique C: 1 (1998): 165-190.

55. Pura Fernández, "La editorial Garníer", 605-612.

56. A las casas Garníer Hermanos y Viuda de Ch. Bouret también se solicitaron libros en 1910, según el documento de fundación de la biblioteca. "Biblioteca del Cente-narío. Escritura de Fundación", Bibliotecas y libros. órgano de la Biblioteca del Centenario, Santiago de Cali, 1 de abril, 1937, 15.

57. Sobre los viajes de los hermanos Salvat al continente americano véase: Phillip Castellano, "La distribución de libros en Latinoamérica en vísperas de la Primera Guerra Mundial", en Prensa, impresos, lectura en el mundo hispánico contemporáneo, ed. Jean-Michel Desvois (Bourdeux: Pilar/ Presses Université Michel de Montague de Bordeaux, 2005), 97-108.

58. Algunos de los problemas percibidos en la asociación fueron la renuncia de miembros y la aparente falta de nuevos asociados que se interesaran por los estudios literarios o la promoción de la cultura. "La Nueva Redacción", El Instituto, Santiago de Cali, 25 de febrero, 1892, 97.

59. Para un análisis del poder constituido y su importancia en el control de la 'grafoesfera', por tomar el sugerente concepto de Régis Debray, véase: Armando Petrucci, Alfabetismo, escritura y sociedad (Barcelona: Gedisa Editorial, 1999), 57-69. Sobre el concepto de grafoesfera, su origen y dominios, Régis Debray, Introducción a la mediología (Barcelona: Paidós, 2001), 65-76.


Referencias

Fuentes primarias

Archivos:
Biblioteca del Centenario, Cali-Colombia, Fondo Patrimonial.         [ Links ]

Banco de la República, Cali-Colombia, Fondo Hemeroteca.        [ Links ]

Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá-Colombia, Fondo Hemeroteca.        [ Links ]

publicaciones periódicas:

El Ferrocarril. Periódico industrial, literario y noticioso, 1893.        [ Links ]

El Correo del Valle. Periódico literario, industrial y noticioso, 1911.        [ Links ]

Bibliotecas y libros. órgano de la Biblioteca del Centenario, 1937.        [ Links ]

El Instituto, órgano de la Biblioteca del Instituto Literario, 1892-1893.        [ Links ]

Libros:

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Fuentes secundarias

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