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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.47 Bogotá may./agos. 2012

 

Schmitt, Jean-Claude. La raison des gestes dans l'Occident médiéval. París. Gallimard,2008,432 pp.

Renán Silva

Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Doctor en Historia por la Universidad de París i, Panthéon-sorbonne (París, Francia). Miembro del grupo de investigación Sociedad, Historia y Cultura (Categoría A en Colciencias). rj.silva33@uniandes.edu.co


Publicado por primera vez en 1990, reuniendo una reflexión que venía de algunos años atrás, La raison des gestes dans l'Occident médiéval es un libro ejemplar, considerado en cualquiera de sus catorce capítulos o en su conjunto, no sólo por la riqueza de sus análisis, sino por su propio enfoque, por el método puesto en marcha y por la forma cumplida que tiene como ejercicio de "interdisciplinariedad", un ideal repetido en exceso a finales del siglo xx, pero que terminó siendo, en esa nueva aparición, más una oferta fallida que una práctica realizada, cuando no fue la ocasión de equívocas tentativas de análisis que finalmente produjeron lo que alguno de sus propagandistas había llamado la "aspiración a la confusión de géneros".

Antes de entrar en materia puede señalarse brevemente quién es, como historiador, el autor, ya que en castellano no existen más que unos pocos artículos disponibles, pero no se ha traducido ninguna de sus obras mayores -a diferencia de lo que ha ocurrido en alemán, italiano e inglés-, aunque sí dos de sus más importantes compilaciones. Una realizada junto a su maestro Jacques Le Goff -el Diccionario razonado del Occidente medieval- y una Historia de los jóvenes en dos volúmenes, el primero dedicado a la Antigüedad y el segundo a la época moderna y contemporánea, obra que realizó en compañía de Giovanni Levy 1.

Jean-Claude Schmitt -profesor en la Escuela de Altos Estudios Sociales en París- es hoy en día uno de los principales estudiosos de la civilización medieval. Alumno reconocido de Jacques Le Goff, con quien trabajó muchos años y a quien debe muchos de sus grandes temas de interrogación, es autor de libros considerados de primer orden para la comprensión de la Edad Media, en particular en lo que se refiere a la herejía, la superstición, los cultos de santos, el vagabundaje, y de manera mucho más reciente y global, la cultura visual, el cuerpo, las formas tempranas de la autobiografía y la historiografía actual de la sociedad medieval.

Siguiendo desde el inicio de sus trabajos de investigación la orientación acogida por Le Goff acerca de la importancia que para el medievalista, en búsqueda de "otra Edad Media", tenía la etnología, recibida bajo el rótulo de "antropología histórica", Schmitt se dirigió desde muy temprano a procesos y dimensiones del acontecer social que iban más allá del análisis económico, del estudio elemental de las técnicas de trabajo, o de los aspectos más visibles de la cultura clerical, y el papel de la religión y la Iglesia en esa sociedad (cuyos límites extremos Schmitt señala como yendo del siglo iii hasta el siglo xiii, cuando los procesos de secularización, el avance de las culturas laicas urbanas y los procesos de centralización del emergente Estado moderno son visibles, lo mismo que la pérdida de peso relativo de la Iglesia y el papado en el conjunto de la sociedad).

Antropología histórica en el caso de Schmitt (y de algunos otros) quiere decir olvido de toda concepción de la acción social que separa de manera radical hechos e interpretaciones y que imagina la "cultura" como una esfera separada del acontecer social. Antropología histórica quiere decir entonces fina atención prestada a las dimensiones simbólicas y rituales de la sociedad, pero no consideradas éstas como una especie de "superestructura" que se agregaría a los procesos materiales, que serían anteriores y determinantes en cuanto a causalidad, sino como dos elementos constitutivos de la acción humana, que deben ser estudiados al mismo tiempo en relación con su propia autonomía -es decir, como prácticas específicas que pueden mostrar su propia eficacia simbólica, como dice Schmitt recogiendo la conocida expresión de Lévi-Strauss- y sus formas de conexión y de condicionamiento con el conjunto de los procesos sociales, lo que deja fuera de lugar toda tentativa de estudios de la imagen, del símbolo, del ritual y del lenguaje como si fueran realidades separadas del funcionamiento social.

Esa idea de antropología social es la que recorre todos sus trabajos y la que ahora, después de más de cuatro décadas de actividad, se expresa en trabajos de síntesis de un gran refinamiento y de un conocimiento muy afirmado, muy alejado ya de la monografía puntual y que comienza a dar las muestras de una "sociología general" de las formas sociales básicas de la civilización que los historiadores designan como "medieval", sin que el análisis se separe de dimensiones espaciales y temporales bien definidas y del universo empírico-documental que hace posible tales análisis de síntesis.

En el caso particular de La raison des gestes dans lOccident médiéval, desde las primeras páginas JeanClaude Schmitt, vuelve a repetir que en el origen del proyecto se encuentran los análisis memorables, y olvidados por más de medio siglo, que Marc Bloch había realizado a principios del siglo xx en Los reyes taumaturgos, cuando se interrogó sobre los poderes simbólicos del soberano y su eficacia curativa, estudiando el ritual del "toque real" -se creía que la puesta de las manos del soberano sobre los vasallos era una cura efectiva de las escrófulas-, una creencia que, según mostró Bloch, recorre un largo período de la historia política europea y pone de presente que el análisis de un sistema político es imposible de separar de una antropología de la creencia y de la fe 2.

Retomando el problema por su cuenta y sin aceptar de forma irrestricta las ideas de Bloch sobre los hechos que determinaban la fuerza incomparable del gesto en la sociedad medieval (según Bloch, el hecho obedece al peso de la palabra, al extendido analfabetismo y al monopolio que de la escritura ejercían los clérigos), Schmitt define el gesto de manera inicialmente simple como una forma de movimiento del cuerpo, y se dedica en los diversos capítulos del libro a mostrar su presencia omnipresente, como la de la imagen, en esa sociedad, en cada una de sus esferas, trátese de los acontecimientos extraordinarios presentes en la vida social o en los actos repetidos de la vida cotidiana; trátese de las esferas domésticas o de las actividades de poder y dominio que hoy designaríamos -con una palabra equívoca- como "públicas".

El proyecto de Schmitt no es sin embargo la construcción de una morfología de gestos del cuerpo, ni la realización de un inventario de cierta clase de gestualidad, o la construcción de dicotomías que separen gestos de clérigos de gestos de laicos, o gestos de gentes de nacientes medios urbanos de gestos de gentes campesinas. El impulso general del libro viene dado en otro registro: por una parte, se trata de una perspectiva de historia social que no separa al gesto del ritual, y al ritual, de sus contextos de realización, lo que permite superar los tradicionales inventarios de gestos, que desembocan siempre en diccionarios más bien inútiles -como uno que en el caso colombiano produjo hace unos años el Instituto Caro y Cuervo y que nunca ha podido ser utilizado con provecho en la investigación-.

Por otra parte, se trata de preguntarse, de manera general (aunque no esencialista), qué significa en esa sociedad hacer un gesto: cuándo, cómo y por qué se hacen gestos, es decir, movimientos del cuerpo, altamente significativos, que quieren expresar una conducta, mostrar una actitud, ofrecer un reconocimiento, dar prueba de una creencia, es decir, la razón del gesto, que es exactamente a lo que se refiere el título del libro.

Schmitt, sin embargo, agrega una pregunta más, pregunta que, a la postre, puede ser la más significativa de su trabajo en términos de una sociología general. El autor se pregunta si hubo en esa sociedad una teoría del gesto, no sólo una percepción de él, sino una verdadera reflexión sobre el gesto, y muestra cómo a partir de esa doble interrogación es posible acercarse a las actitudes sociales y morales sobre el cuerpo, a la concepción misma de las relaciones sociales, a los modelos culturales más extendidos (pero también a su cuestionamiento); en una palabra, a la lógica de funcionamiento de ese tipo de sociedad. Desde este punto de vista hay que decir que la originalidad del trabajo de Schmitt no se encuentra principalmente en el tema (el gesto, el cuerpo, el ritual), sino ante todo en el tratamiento, en la inscripción del gesto en el interior mismo de las relaciones sociales y la dinámica social.

En relación con la afirmación anterior, hay que poner de presente que el trabajo de Schmitt no es "antropologizante", en el sentido de que aspire a constituir en esencias las formas sociales que analiza, o a descubrir una especie de "universalidad humana" detrás del gesto. Para Schmitt toda sociedad es productora de ese tipo de "movimientos culturales" (no reflejos) del cuerpo, que designamos como gestos. Pero esos gestos se encuentran definidos en el marco de su especificidad social, analizados en términos de significado, por la relación con su contexto, y adscritos de manera precisa a concepciones generales de la sociedad y el mundo (de hecho, los gestos del cuerpo y las concepciones referidas a ello en la sociedad medieval no se pueden separar de la forma como en esa sociedad se concibe la dualidad alma/cuerpo, como se piensan las relaciones entre lo visible y lo invisible, lo exterior y lo interior).

No se trata pues de un discurso general sobre el cuerpo, sino de un análisis de gestos y rituales inscritos en una estructura social a la que le dan vida y color, estudiados en superficies sociales precisas (la Iglesia, el trabajo, el mundo de los laicos...), para desembocar en el último capítulo de la obra en la pregunta acerca de la eficacia simbólica del gesto en esa sociedad y el papel de tales gestos y rituales en las formas de transmisión de la cultura y del poder.

El texto se acompaña además de dos elementos que lo hacen aun más valioso. Por un lado, algunas pistas de método, sobre las que vale la pena detenerse y que se encuentran puestas en marcha en cada uno de sus capítulos; por otro lado, una reflexión sobre el "gesto hoy" (el gesto en nuestra sociedad).

En cuanto a lo primero, hay que decir que, contra lo que se podría pensar, la imagen no es el único lugar de existencia del gesto como fuente histórica. Como ya lo había indicado Le Goff en su análisis del ritual del vasallaje -ritual que puede seguirse, por ejemplo, en el género de la parodia, en el Quijote de la Mancha-, los rituales pueden ser leídos en muchos textos de la época, cuando la lectura se transforma en "lectura etnográfica" y el historiador deja de someterse a la dictadura del "contenido" del texto, y la mirada se vuelca sobre el "decorado", sobre el cuerpo, sobre las formas mismas de la acción social que se relata, es decir, cuando la mirada del historiador se apropia de la perspectiva del etnógrafo.

Pero contra todo empirismo de la descripción, Schmitt insiste, desde la propia Introducción del libro, en que todo relato de un gesto, de un ritual, de un conjunto de acciones, es, desde el principio, una interpretación, que no sólo no hay que ver como un obstáculo en el acceso a los pretendidos "hechos puros", que como se sabe no existen, sino que hay que ver como una forma privilegiada de acercarse a las "maneras de pensar" que se vinculan siempre con las "formas de hacer".

La superficie escrita no niega la importancia de la imagen -particularmente, en esa sociedad- como fuente para el estudio de los gestos y rituales -y en general, para el estudio del cuerpo y sus movimientos-, pero contra toda alegría ingenua sobre la imagen como fuente, Schmitt advierte sobre sus dificultades. La primera de ellas, desde luego, el hecho de que la imagen, por lo menos antes del cine -como repetía Walter Benjamín-, es estática, lo que quiere decir que las formas mismas del movimiento tal como se condensan en el gesto no se entregan de manera inmediata a la consideración del analista, sino que deben ser restituidas por un esfuerzo de análisis. A continuación, el problema de la conquista histórica de la perspectiva por diferentes sociedades. Como sabemos, la conquista de la perspectiva -un hecho relativamente reciente- alteró de manera fundamental la reproducción del cuerpo humano y de su entorno, lo que hace que ni en este caso, ni en el caso de los egipcios, ni en el de los "antiguos mexicanos", etc., nos encontremos frente a una superficie visible que reproduce las formas actuales bajo las que nosotros contemplamos las imágenes. La conjunción del texto y de la imagen parece pues una necesidad en el trabajo de los historiadores. Las imágenes no hablan por sí mismas, ni su lenguaje es unívoco, por más ilusiones que se hagan los defensores de la imagen como fuente, y la conjunción de la imagen y del texto -sus diferentes formas de articulación, según tipos de imágenes- es una de las claves de lectura de imágenes que son, por lo demás, no un documento, sino una representación, es decir, un jeroglífico que debe ser interpretado.

El libro de Schmitt se cierra con una reflexión sobre la eficacia simbólica del gesto, que puede ser vinculada con la reflexión que realiza en las páginas iniciales en torno a la actualidad de la investigación sobre gesto-ritual-cuerpo. El autor, que desde luego cita a Marcel Mauss en su texto precursor "Las técnicas del cuerpo", no deja de llamar la atención sobre la importancia del gesto y la manera a través de la cual investigadores como Erwing Goffman -y otros- han abordado su análisis, recordando además tres hechos de primera importancia para plantearse el problema.

El primero de ellos tiene que ver con la pregunta de si el gesto tiene tanta importancia en la sociedad de hoy como en la vieja sociedad medieval -una sociedad desde muchos puntos de vista tan cercana a la nuestra, y desde otros, tan lejana-. Esa seguirá siendo siempre una cuestión abierta. De todas maneras, la idea de la omnipresencia del gesto en el Medioevo y la afirmación de que, como lo pensaba Bloch, la existencia generalizada de la escritura -como en el caso del derecho, por ejemplo- restó importancia en la sociedad moderna a los gestos parecen ser ciertas, por lo menos en parte, aunque no sea trasparente nuestra conciencia de la manera como nuestros gestos están presentes en la sociedad.

El segundo hecho tiene que ver con la forma notable como muchos de los gestos de la sociedad medieval pasaron a la sociedad moderna, aunque muchos de sus viejos significados puedan haber variado -desde luego- en función del contexto. Schmitt cita, entre muchos ejemplos, la retirada del sombrero de la cabeza en las formas de saludo -un ejemplo que ya había sido ofrecido en sus análisis del habitas por Panofsky-. Desde luego que el significado se ha renovado, pero no hay duda de que por lo menos parte del viejo significado permanece. Al respecto, Schmitt escribe: "Para nosotros la Edad Media está bien próxima, tanto más cuanto ella 'inventó' ciertos gestos que nos siguen siendo hoy familiares: descubrirse la cabeza o retirar el guante de la mano para saludar, juntar las manos para orar, levantar la mano para prestar juramento.".

El tercer hecho tiene que ver de manera más precisa con lo que se puede llamar la "actualidad del gesto", o el gesto hoy. No hay ninguna duda de que nuestra sociedad es altamente gestual, a pesar de toda la batalla que contra el gesto y el contacto del cuerpo libró la urbanidad en el momento de la emergencia del mundo moderno, tal como lo mostró Norbert Elias en su análisis del proceso de civilización, aunque habría que agregar que, antes que la superación del gesto, se trataba más bien de la introducción de nuevos usos del cuerpo en el marco del funcionamiento moral de una sociedad de individuos. En cualquier caso, la sociedad de hoy sigue siendo extremadamente gestual, entre otras cosas porque el gesto ha terminado articulado a las formas actuales de distinción, ya que, como lo había señalado Elias, la sociedad moderna es una sociedad en que el rango pasa siempre por la forma, y no hay forma social que no se exprese en un gesto.

En cualquier caso, y en un medio como el nuestro, tan escaso en investigaciones sobre el tema -aunque tan rico en rudimentarias especulaciones alejadas de cualquier rigurosa reconstrucción empírica-, hay que decir que el libro de Schmitt, en buena hora reeditado, es una prueba excelente de las posibilidades de análisis de temas que entre nosotros permanecen más bien intocados o sometidos a la lógica de la especulación y al régimen del comentario profesoral, tan alejado casi siempre de la investigación histórica cuidadosa. Hay que quitarse el sombrero y hacer una reverencia frente a este libro sabio.


Comentarios

1 Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt, eds., Diccionario razonado del Occidente medieval (Madrid: Akal, 2003 [1999]), y Giovanni Ley y Jean-Claude Schmitt, dirs., Historia de losjóvenes, 2 vols. (Madrid: Taurus, 1996 [1994]).

2 Marc Bloch, Los reyes taumaturgos (México: FCE, 2006 [1924]).