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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.50 Bogotá maio/ago. 2013

 

Purcell, Fernando. ¡De película! Hollywood y su impacto en Chile 1910-1950. Santiago: Taurus, 2012, 153 pp.

Hugo Fazio Vengoa*

* Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Doctor en Ciencias Políticas de la Université Catholique de Louvain (Bélgica) y director del grupo de investigación Historia del Tiempo Presente (Categoría A1 Colciencias). hfazio@uniandes.edu.co

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit50.2013.12


Hace un par de años, el historiador Karl Schlõgel inició su libro En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización y geopolítica expresando que la historia no se desenvuelve sólo en el tiempo, sino también en el espacio1. Se ha iniciado esta reseña con esta recordación al considerar que en torno a este postulado se ha desarrollado una de las mayores innovaciones de la disciplina histórica en las dos últimas décadas. En efecto, un breve repaso de las recientes tendencias historiográficas demuestra de modo fehaciente que el espacio y las distintas formas de espacialización se han convertido en temas que ocupan un lugar central entre los profesionales de la disciplina. Este "giro" en dirección de lo espacial, claro está, no representa un monopolio en manos de los historiadores. En buena medida ha sido el producto de un desplazamiento de las miradas que han registrado las Ciencias Sociales, en donde la contraposición entre lo global y lo local ha comenzado a sustituir al binomio sociedad/cultura, en cuanto eje central del análisis social.

En lo que respecta a la disciplina histórica, la dialéctica entre lo local y lo global se ha convertido en la perspectiva que fundamenta todos aquellos desarrollos historiográficos que se conocen bajo las expresiones "historia global", "historia mundial", "historia conectada", "historia cruzada", "historia transnacional", "entangled history", "shared history", entre otras. Todas ellas tienen en común el hecho de destronar el marco nacional como lugar distinguido del análisis histórico. Este conjunto de perspectivas es bien conocido por Fernando Purcell, como quedó demostrado con la publicación en 2009 del libro Ampliando miradas: Chile y su historia en un tiempo global, en el que el autor, en colaboración con el historiador Alfredo Riquelme, se interesa por brindar una visión del desarrollo histórico de Chile tratando de buscar nuevas formas de articulación entre lo nacional y lo internacional dentro de un análisis global2.

En su más reciente publicación, ¡De película!, Purcell ofrece un interesante ejemplo de trabajo investigativo dentro de este nuevo enfoque disciplinar sobre las maneras en que la cultura chilena quedó marcada por la industria cinematográfica de Hollywood; sobre los complejos y variados mecanismos del poder soft desplegados por los gobiernos de Estados Unidos en América Latina, particularmente en Chile; sobre los intersticios de conexión que impactaron la identidad nacional; y, por último, sobre el tipo de modernidad que se promovía a través del cine y de su apropiación por parte de vastos sectores de la sociedad austral. Por tanto, y con base en un corpus documental que cubre un amplio espectro de fuentes -documentos oficiales chilenos y norteamericanos, periódicos, carteles, fotografías, publicaciones de humor y de la farándula y una extensa literatura secundaria-, Purcell divide analíticamente el argumento central en una serie de problemas, que en su conjunto muestran las diferentes facetas del mismo y el impacto que un tema en apariencia frívolo como el cine ha tenido en la cultura, la política y el desarrollo del tejido social de una sociedad como la chilena durante buena parte del siglo pasado.

En efecto, tal como demuestra Purcell, el cine fue uno de los principales medios que articularon un nuevo proyecto de modernidad en el país austral. Esto era posible porque la asistencia a este tipo de espectáculos se convirtió en la primera mitad del siglo XX en una actividad recurrente entre las clases medias y altas. En todas las ciudades se fue creando un sistema de salas de cine, adecuadas para la proyección de las películas que periódicamente llegaban al país. Con el desarrollo de este primer consumo de masas, el ideal de lo moderno se nutrió de nuevos elementos tanto en el ámbito arquitectónico y el diseño urbano como en el consumo, los estilos de vida y la promoción del éxito individual, que fueron creando referentes nuevos de modernidad similares a aquellos que promovía el cine hollywoodense. A pesar del empeño de algunos sectores conservadores, entre los cuales se encontraba la Iglesia, por ejercer una censura sobre estos hábitos y costumbres ajenos al denominado "ser nacional", la asistencia al cine en ningún momento se ralentizó, lo que demostraba el arraigo que esta actividad había logrado generar en el país.

Ahora bien, el aspecto más llamativo de este libro es que el autor no se limita a presentar una radiografía de la presencia y la difusión del cine norteamericano y sus impactos en la cotidianidad urbana -tema de por sí interesante-, sino que se interesa por buscar los factores que sirven para explicar cómo se llegó a dicha situación y qué elementos se encontraron detrás de esa rápida y masiva difusión. Es con este tipo de preocupaciones que se recaba en el importante papel de la política y de la diplomacia norteamericana, al comprender que si bien el cine alcanzaba una dimensión comercial, no menos importante fue su función propagandística. Así, pues, el autor muestra que el cine fue empleado como arma diplomática por parte de los gobiernos estadounidenses, con el propósito de servir de instrumento de información, educación, propaganda y concientización ideológica en el continente. Si bien ésta fue una tendencia presente durante las primeras décadas que cubre el libro, como se evidencia en los seguimientos que la embajada y los cónsules de la potencia del norte realizaban periódicamente, así, también, en el importante lugar asignado a las diversas visitas "oficiales" de las estrellas hollywoodenses esta disposición fue mucho más enérgica durante la Segunda Guerra Mundial y en los años inmediatamente posteriores.

De esta politización y de este uso propagandístico ni siquiera escapó el célebre Walt Disney, quien desarrolló un abierto proselitismo político con el fin de fortalecer la solidaridad hemisférica. Sobre el particular, Purcell afirma sin ambages: "La presencia de Disney era parte de una diplomacia cultural que estaba en directa relación con las políticas diplomáticas desarrolladas por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial" (p. 129). De ahí que la parte final del libro cierra con un interesante análisis de la presencia de Disney en Chile, mostrando la sofisticación del papel del cine en los nuevos imaginarios que se fueron forjando. Si en las primeras décadas del siglo había predominado la actividad comercial, y a través de ella se afirmó el posicionamiento de Estados Unidos en los referentes identitarios y culturales modernos de importantes sectores de la sociedad chilena, en esta segunda etapa se pasó a una fase más propositiva mediante la conformación de una concepción de lo "latinoamericano" en los estudios hollywoodenses.

Fue así como se crearon personajes animados latinoamericanos: el mexicano "Pancho Pistolas", el brasileño "José Carioca" y el avión "Pedrito", que representa a los chilenos. Éstos eran unos personajes completamente asépticos, con el fin de no despertar ningún tipo de susceptibilidades, y además tenían sólo una lejana identificación con el país que pretendían representar. En el caso particular del avioncito, no había nada alusivo a los "huasos", las "corridas" o los "mapuches". En efecto, el avioncito era un referente identitario sin raíces y, en ese sentido, era imaginado como "genuinamente" moderno y muy afín a la nueva representación que se quería forjar.

Fernando Purcell concluye con un pasaje anecdótico -pero para nada baladí- que muestra el divorcio de esa imagen que estaba siendo promovida desde el exterior con el sentir de millares de chilenos. René Ríos, más conocido como Pepo, el creador de Condorito, emblema idiosincrático del chileno, recuerda que el nacimiento del "chileno ahuasado se produjo en reacción al defraudado personaje Pedrito, Tú cóndor, a quien hice bajar de la cordillera, te calcé con ojotas, te puse sombrero de huaso, te hice hablar y vivir en el mundo de los humanos. Tú serías uno más de nosotros, Condorito" (p. 141). De esta manera, el libro constituye un interesante ejercicio investigativo que se ubica en la intermediación de numerosos pliegues analíticos, ninguno de los cuales puede ser comprendido al margen de los otros. Las anteriores fronteras entre lo comercial y lo cultural, lo social y lo artístico, lo colectivo y lo individual, lo nacional y lo internacional, quedan difuminadas dentro de un enfoque holístico que desarrolla una exposición a través de la conjunción entre lo local y lo global.


Comentarios

1 Karl Schlõgel, En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización y geopolítica (Madrid: Siruela, 2007).

2 Fernando Purcell y Alfredo Riquelme, eds., Ampliando miradas: Chile y su historia en un tiempo global (Santiago: Ril Editores, 2009).