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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.53 Bogotá MayAug. 2014

 

El imperio contraataca: las expediciones militares de Antonio Caballero y Góngora al Darién (1784-1790)*

Nelson Eduardo Rodríguez**

** Historiador y antropólogo de la Universidad de los Andes (Colombia). Es miembro del grupo de estudio e investigación Historia Colonial, coordinado por la profesora Diana Bonnett Vélez, de la misma universidad. Entre sus publicaciones recientes se encuentra: "Cartografía de la frontera bárbara: las representaciones del Darién a propósito del conflicto entre el Virreinato de Nueva Granada y los Cunas", Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 19: 1 (2014) [En prensa]. xnelsonrodriguezx@yahoo.com


RESUMEN:

Este artículo analiza las expediciones militares realizadas en el Darién entre 1784-1790 teniendo como principal propósito presentar el modelo de reducción llevado a cabo en esta provincia, su proceso de elaboración y posterior desarrollo. Así como exponer el trasfondo comercial que durante las expediciones pudo producir efectos sociales para la región, sus habitantes indígenas y el propio virreinato neogranadino. Todo esto para argumentar que la ofensiva virreinal al Darién yuxtapuso métodos persuasivos y violentos impulsados por ingleses, lo que movilizó importantes recursos, acciones diplomáticas, y el transporte de personas de diversos lugares del Atlántico. Pero también que, a pesar de su aparente magnitud, las expediciones no fueron eficaces por el poder de los indígenas de negociar y evadir a las autoridades coloniales, y por la escasa presencia de agentes de colonización local que aseguraran las nuevas fundaciones.

PALABRAS CLAVE:

Darién, mundo atlántico, Cunas, reformas militares, expedición militar.


The Empire Strikes Back: the Military Expeditions of Antonio Caballero y Gongora to the Darien (1784-1790)

ABSTRACT:

This article analyzes the military expeditions deployed in the Darien between 1784 and 1790, with the goal of presenting the reduction model designed and implemented in this province. The article also aims to expose the commercial underpinnings of the expeditions that may have had social effects upon the region, its indigenous inhabitants, and the Neogranadine Viceroyship. This is done to support the argument that the Viceroy's offensive in the Darien combined persuasive and violent methods driven by the English and that resulted in the mobilization of large amounts of resources, important diplomatic actions, and the transportation of people from various places on the Atlantic. The paper also supports the argument that, despite their apparent magnitude, the expeditions were not effective due to the power of the indigenous peoples in negotiating with colonial authorities and evading them, as well as to the weak presence of local colonization agents that could protect the new foundations.

KEYWORDS:

Darien, Atlantic world, Kunas, military reforms, military expeditions.


O império contra-ataca: as expedições militares de Antonio Caballero y Góngora ao Darién (1784-1790)

RESUMO:

Este artigo analisa as expedições militares realizadas no Darién entre 1784 e 1790; tem como principal propósito apresentar o modelo de redução realizado nessa província, seu processo de elaboração e posterior desenvolvimento. Além disso, expõe o contexto comercial que, durante as expedições, pôde produzir efeitos sociais para a região, seus habitantes indígenas e o próprio vice-reinado neogranadino. Tudo isso para argumentar que a ofensiva virreinal ao Darién justapôs métodos persuasivos e violentos impulsionados por ingleses, o que mobilizou importantes recursos, ações diplomáticas e o transporte de pessoas de diversos lugares do Atlântico. Mas também que, apesar de sua aparente magnitude, as expedições não foram eficazes pelo poder dos indígenas de negociar e evadir as autoridades coloniais, e pela escassa presença de agentes de colonização local que garantissem as novas fundações.

PALAVRAS-CHAVE:

Darién, mundo atlântico, Cunas, reformas militares, expedição militar.

Artículo recibido: 02 de abril de 2013 Aprobado: 08 de agosto de 2013 Modificado: 02 de septiembre de 2013

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit53.2014.09


Introducción: el Darién, un vacío territorial cuna

La región del Darién colonial, en la frontera actual de Colombia y Panamá, era vital para la Corona española, debido a su posición estratégica en medio del Caribe y el Pacífico, y a la abundancia de recursos naturales1. No obstante, la zona era controlada principalmente por grupos indígenas no reducidos, lo que impidió su rápida articulación al circuito comercial y administrativo de la América española. El dominio colonial se limitó entonces a algunos poblados inestables, debido a las revueltas internas y a las hostilidades de los cunas2. Los factores que explican esta condición son diversos, pero algunos de los más importantes son la dificultad para establecer empresas evangelizadoras efectivas, los problemas para dirigir iniciativas de poblamiento en la zona, la fragilidad de la burocracia nativa y, principalmente, el dominio territorial cuna3. La provincia se caracterizó, además, por los conflictos interétnicos entre indígenas, europeos y negros.

Existen numerosas investigaciones acerca de la provincia del Darién4. La mayor parte de los trabajos abordan los primeros años de las fundaciones españolas, exponen la cotidianidad en éstas y esbozan las causas que llevaron a su abandono progresivo5. De igual forma, se han realizado investigaciones dirigidas a reconstruir la distribución, interacción y disputa entre los grupos nativos darienitas ante los desafíos suscitados por la llegada europea. Estos trabajos identificaron el proceso de constitución étnica de los indígenas que habitan o habitaron el Istmo6. Sobre el siglo VXII se conocen el impacto de las iniciativas de reducción indígena, la interacción entre nativos y europeos, la época de la piratería y el período de la colonización escocesa. Mientras que para el XVIII son más escasas las investigaciones, aunque se destacan aquellas que analizan las revueltas en los poblados de indios. Algunas se preguntan por el abandono progresivo de la región y la pérdida de control territorial español, ya que con el tiempo la Corona dejó de tener empresas extractivas y colonizadoras en la zona. Otras abordan el proceso de constitución misional y las respuestas indígenas7.

A pesar de estos aportes, hay vacíos investigativos sobre la segunda mitad del siglo XVIII y, principalmente, del período de las reformas militares8. El desconocimiento se evidencia en generalizaciones que desconocen el papel de los cuna en la configuración de la región. Se ha argumentado, por ejemplo, que el Darién dejó de ser una prioridad para este virreinato y que la provincia fue un lugar marginal dominado por la concordia interétnica, donde los factores ambientales fueron más determinantes que el accionar indígena para explicar la escasa presencia virreinal9. Asimismo, la segunda mitad del siglo XVIII se enmarca en el plan de reformas militares impulsadas por la Corona española para defender sus posesiones de ultramar, dirigidas principalmente al problema de la amenaza extranjera y de los indígenas no reducidos. Por lo que se ha sugerido además que la situación en la provincia del Darién fue reflejo de la inestabilidad en las fronteras de indígenas autónomos, y que las respuestas, a propósito, fueron hemisféricas10.

En otros lugares de la América española se efectuaron campañas a las zonas habitadas por los denominados "bárbaros", como en el norte de Nueva España y del Río de la Plata, al sur de la intendencia de Chile, Florida, el Chaco, la costa de los Mosquitos, entre otros. En el espacio donde se realizaron estas expediciones aumentó el número de efectivos militares, se hicieron esfuerzos por mejorar la disciplina de las tropas, se llevaron a cabo acercamientos que buscaban cortejar a los indios aliados, y se trasladaron colonos a las zonas de frontera. A pesar de que esto se venía haciendo en algunos territorios, bajo Carlos III dichas medidas impulsaron la profesionalización de los militares11. David Weber, quien estudió los contextos de frontera en conjunto, sostuvo que la conquista de América, para la segunda mitad del siglo XVIII, era inconclusa y que los territorios controlados por los indígenas no reducidos representaban más del cincuenta por ciento del territorio americano12.

Ahora bien, para la segunda mitad del siglo XVIII, el Darién era poco explorado, y la presencia española era mínima. La región se había forjado como una periferia en el sistema administrativo español y su lejanía preocupaba a la Corona13. Como primera medida para reconquistar la región, el Virreinato envió expediciones de reconocimiento en 1761, guiadas por el ingeniero militar Antonio de Arévalo con el propósito de conocer el interior darienita y ubicar los lugares donde se efectuaban los intercambios comerciales con extranjeros enemigos. Este lugar era importante por la vulnerabilidad que representaba en las disputas territoriales, comerciales, o como consecuencia de un posible traslado de las hostilidades desencadenadas en Europa a los mares de América, especialmente al Caribe, en momentos que se desarrollaba la "Guerra de los Siete Años".

Los informes, mapas y descripciones de estos primeros acercamientos impulsaron un viraje en la política de indios de la región. Por ejemplo, Andrés Ariza, gobernador de la provincia desde 1774 y principal funcionario virreinal antes de la ocupación militar, organizó su administración en dos frentes. El primero estaba dirigido a la revitalización de la burocracia nativa, por medio de los capitanes cunas, y el segundo se relacionaba con la construcción de guarniciones militares dispersas en la zona y la profesionalización de los efectivos militares, con el propósito de establecer campamentos para atraer agentes de colonización que posibilitaran la ampliación de la frontera virreinal. Los fuertes eran la institución para acceder a las fronteras de los indígenas autónomos, donde no podía organizarse una ocupación militar extensa y ofensiva. Funcionaban como estaciones de guarnición militar y terrenos para la colonización, que luego se adecuaban en centros de poblamiento y haciendas14. Su construcción y despliegue ejemplifican el acercamiento racional a la defensa15. En lugares como el Darién, la construcción de fuertes antecedió a los poblados, que servían no sólo para el ataque, sino también para adaptar a los colonos a las circunstancias del territorio (mapa 1).

Sin embargo, durante sus primeros años, las empresas del gobernador Ariza no significaron una renovación significativa de la política de indios, sino que fueron la reutilización de modelos anteriores, a pesar de que sus propuestas se enmarcan en el programa de reformas militares del momento. Su intervención no consiguió someter a los cunas, debido a su capacidad de entablar relaciones diplomáticas y militares con los enemigos de España en las costas del Atlántico. El manejo territorial que tenían los cunas y su capacidad para hostilizar de manera eficaz a los poblados virreinales fueron otros factores determinantes. Los inconvenientes suscitados por la destreza cuna llevaron al virrey Antonio Caballero y Góngora a ordenar una expedición sin precedentes en la zona, donde convergieron funcionarios con experiencia en campañas de pacificación de otras provincias del Virreinato de la Nueva Granada. Dicha expedición se expondrá a continuación.

1. Contexto del programa expedicionario

El 16 de agosto de 1783, Carlos III de España le ordenó al recién nombrado virrey Antonio Caballero y Góngora la ocupación de las costas del Darién. Los informes de los distintos gobernadores aledaños y las descripciones de viajeros de la zona originaron la ofensiva militar del rey. El conflicto con Inglaterra, iniciado en 1778, para ese momento mostraba señales de concluirse, lo que motivaba aún más a la Corona a emprender medidas frente a otros problemas en Ultramar. Días después de la orden real de ocupación, el 3 de septiembre de 1783, se firmó el Tratado de Versalles entre ambas naciones, que entregaba Menorca y Florida a España, y se pactaba además el desalojo inglés en Honduras16. Las pérdidas para la Corona británica hicieron que Carlos III centrara su atención en el Darién y la bahía de Mosquitos, lugares de predominancia "bárbara". En Mosquitos ya había asentamientos ingleses, y el monarca estaba preocupado de que ocurriera lo mismo en el Darién, donde, según un informe del gobernador de Guatemala, se había diseñado un plan de invasión para tomar toda la costa desde Yucatán hasta el Darién. El gobernador mencionaba la salida de una expedición desde Jamaica para tomar posesión de la punta de San Blas y fortificar allí puestos militares17.

El virrey Antonio Caballero y Góngora recibió la orden desde España y comenzó a recoger información pertinente. La principal dificultad para responder al llamado de José Gálvez, Ministro de Indias, eran los costos que el Virreinato tenía que asumir y los escasos recursos a su disposición. Durante esos años Cartagena había obtenido un importante presupuesto destinado a fortalecer el sistema de defensa en las plazas marítimas de la Costa Atlántica, pero éste disminuyó con el conflicto entre Inglaterra y España entre 1778-178318. Caballero y Góngora buscó financiamiento a través del estanco de palo de tinte (madera que produce distintos colorantes empleados en textiles), impulsando su exportación y asumiendo la distribución19. El estanco consistió en la manipulación de los precios de compra y venta, con lo cual se cubrirían los costos administrativos, y las ganancias sufragarían los gastos de la expedición. Pero en 1787 el Virreinato dejó de ser intermediario y comenzó a exportar el palo directamente a Estados Unidos. Para ello, envío a un agente contratado, Salvador de los Monteros, quien fue encargado de vender el producto. El palo de tinte era enviado a Nueva York y Filadelfia, donde luego se remitía a Londres y Amsterdam. Con el tiempo, el mercado norteamericano fue invadido de este producto, lo que provocó bajas considerables en su precio. No obstante, se consiguieron importantes cantidades de dinero por este comercio durante las expediciones, y se alcanzaron a enviar más de 86.693 arrobas20.

A pesar de esto, en la Nueva Granada se emprendieron dos campañas militares a gran escala contra grupos autónomos en la Guajira y el Darién. Estas provincias representaron el eje de los cambios mencionados, primero, por la poca efectividad de las iniciativas misionales, y segundo, por la fuerte presencia de indígenas "bárbaros". Ambas campañas se apoyaron en fuertes y avanzaron por el territorio indígena a través de colonos y militares. La primera fue en la Guajira, entre 1771 y 1776, que aportó varios elementos al programa expedicionario en el Darién. La situación de inestabilidad en los poblados españoles motivó al virrey Pedro Mesía de la Cerda a impulsar la ocupación en la península de la Guajira, para reducir a los indígenas rebeldes, que habían destruido algunas fundaciones en 1769.

El ingeniero militar Antonio de Arévalo fue el comandante de las expediciones en la Península. Su plan consistió en establecer tres fuertes, ubicados en donde los guajiros comerciaban con ingleses y holandeses, como Bahía Honda y Sinamaica, y un cuarto en el interior, en Pedraza. El objetivo era acabar con los suministros de armas que ofrecían los extranjeros, a pesar de que Arévalo no desconocía que había posiblemente más de 8000 indígenas en armas, y sus tropas apenas llegaban al millar. Si bien era consciente de que una ocupación militar volcada a arrasar a los guajiros no tendría éxito, su plan era persuadir a los indígenas con regalos y fomentar el reasentamiento en pueblos de indios. La situación en los fuertes era inestable, debido a los ataques indígenas, que no reconocían los pactos que se efectuaban con los españoles. Los escasos resultados del proyecto de ocupación y la urgencia de volcar la atención en otros problemas, como fortalecer la defensa de Cartagena en tiempos de guerra con Inglaterra, llevaron finalmente al desalojo de las tropas expedicionarias y de las pocas familias que residían en los fuertes21.

El problema de las hostilidades de los cunas fue registrado por distintos gobernadores y funcionarios que visitaron la región. Por ello, cuando Caballero y Góngora diseñaba el plan para responder a la orden real, solicitó información y sugerencias a aquellos funcionarios que conocían la situación en el Darién. La recopilación de éstos y el diseño del plan se elaboraron durante 178422, destacándose tres tendencias entre los consultados: una que abogaba por el exterminio, otra que sugería realizar patrullajes desde fortificaciones ubicadas en la zona, y una tercera que apostaba por el sometimiento de los indígenas. Uno de los consultados, Antonio de Arévalo, que tenía entonces el cargo de gobernador de Cartagena, propuso una expedición militar para arrasar con los grupos indígenas y llevarlos a la rendición sin condiciones, que se denominó "golpe de mano". Arévalo conocía el escaso alcance de un programa de fuertes-poblaciones y no quería repetir el modelo que fracasó en la Guajira. Mientras que Antonio de la Torre, capitán del batallón cartagenero y el encargado de impulsar la creación de nuevas poblaciones en esta gobernación, sugirió un programa que consistía en replicar el modelo de fundaciones indígenas. Por el contrario, otros, como Antonio Vásquez, sargento de la plaza de Cartagena, propusieron una ofensiva gradual, no de exterminio pero apoyada mayoritariamente por indígenas chocoes y negros. Félix Martínez Malo y Ramón Carvajal, gobernadores de Portobelo y Panamá, respectivamente, también estaban en la línea de Arévalo23.

El Virrey optó por la propuesta de Antonio de la Torre, pero retomando algunos de los puntos sugeridos por Ariza. En estos años, como consecuencia de la labor de De la Torre, se incrementó el número de poblados pertenecientes a la gobernación de Cartagena. Este capitán había fundado 43 poblados, que reunían a más de 40 mil habitantes24. El informe enviado por el gobernador del Darién, apoyado en la experiencia directa de contacto con los indígenas, argumentaba que el exterminio era impensable, básicamente por las condiciones ambientales y la organización espacial de los indígenas. Comentaba que cuando Arévalo estuvo en las expediciones de 1760, algunos indios lo invitaron a sus moradas quedando sorprendido por lo recóndito de los lugares y por su habilidad para manejar armamento. Además, mencionaba que aunque los indios vivían esparcidos por los ríos, muchos de éstos no eran navegables para las embarcaciones enviadas desde Cartagena25. Así, no proponía ataques por los ríos, a menos que estuvieran apoyados por guarniciones permanentes, y sugería encarar una guerra paulatina y acompañada con empresas de colonización en los fuertes26. Se consideraba entonces que la destreza de los indígenas y el uso del territorio impedían el exterminio de los cunas: "[...] nunca me parece, señor excelentísimo, que de pronto según el espíritu y ardor de la citada de vuestra excelencia se pueden sujetar o exterminar dichos enemigos, aunque contra ellos se destinen excesitos considerables, porque yo comparo su agilidad a la del cuervo en la espesura, su astucia a la de la zorra en la vecindad, y su subsistencia a la de un animal inmundo, que se alimenta con cualquier sabandija"27.

Por tanto, un plan de poblaciones, como se experimentó en el territorio chimila, no tendría efecto para este contexto. El plan de Ariza sugería que Panamá debía construir guarniciones cerca del Palanque, la del Citará en Las Pulgas, Cartagena en Gandi, Caledonia y Mulatas, y en el Darién, una en Puerto Príncipe28. Los fuertes debían tener mínimo cincuenta personas y una casa fuerte, lo que requería ser impulsado paulatinamente con empresas de colonización europea en los fuertes. No obstante, su propuesta no incluía el Atrato y la provincia de Citará, que eran vitales para el comercio y el sistema territorial del Virreinato.

2. Decurso de las expediciones de 1785-1787

En 1784 se resolvió en Santa Fe, en junta de tribunales, la construcción de nuevas fundaciones en Caimán, Carolina, Concepción y Mandinga29. Para ese momento, la población darienita contabilizada por los españoles no llegaba a 1500, el número de hombres en armas no superaba los 200, y se necesitaban más de 4000 pesos para su funcionamiento30. Después de decidir el plan, el Virrey nombró a Antonio de la Torre como comandante de la expedición. El capitán evadió el llamado, en alusión a un "mal imaginario", por lo que se encargó esta empresa a Antonio Arévalo31. Los conocimientos que Arévalo tenía de la zona, y su experiencia en las campañas de la Guajira, fueron suficientes para que el Virrey se decidiera por él. Se ordenó a los gobernadores de Cartagena, Chocó, Portobelo y Panamá que atendieran con auxilios las expediciones y requerimientos del gobernador Ariza. Panamá y Cartagena, por ejemplo, eran las encargadas de enviar efectivos de las guarniciones fijas que había en sus plazas, y también los suministros.

El Virrey se trasladó a Cartagena para supervisar la campaña del Darién32. Las primeras expediciones salieron en enero de 1785, dirigidas a ocupar los puertos de Caimán, Mandinga y Concepción. Zarparon de Cartagena el 22 y 27 de ese mes, con tres divisiones al mando de Arévalo, las cuales iban rumbo a Caimán y Mandinga, respectivamente. La primera llegó a orillas del río Caimán el 4 de febrero y comenzó la construcción del fuerte, mientras que la segunda arribó a Mandinga el 3 de febrero y fue recibida violentamente por los indígenas33. Paralelamente al desembarco en la costa, se impulsó la reorganización de los pueblos que existían en el interior, como Puerto Príncipe, en el río Sabanas, donde Ariza había fundado algunas poblaciones. La última ocupación, de los cuatro puntos estratégicos del plan, fue en Calidonia, en 1786, que se comenzó a llamar Carolina del Darién. El número de militares que se utilizaron en estas expediciones llegó al parecer a 1000 efectivos. Cartagena despachó las unidades a Caimán y Carolina, mientras que Panamá lo hizo para Concepción y Mandinga34. Las primeras acciones fueron la construcción de guarniciones que permitieran la llegada de más efectivos militares, y posteriormente, instalaciones para recibir pobladores. Allí se trasladaron colonos, personal civil, médicos, carpinteros e indígenas del Chocó35.

Los fuertes que recibieron mayores hostigamientos fueron los cuatro nuevos que impulsaba la ocupación, y que se encontraban en territorios donde la mayoría de indígenas contaban con armas de fuego. Para encarar las ofensivas, los efectivos militares se organizaron en dos frentes: los españoles se quedaban en las bases resistiendo los ataques mientras los locales —en su mayoría pardos y algunos indígenas movilizados por líderes tribales— se desplazaban por las inmediaciones para conocer la ubicación y los movimientos de los grupos autónomos. Arévalo dirigió las operaciones desde Cartagena, y Anastasio Zejudo, Teniente Coronel del Regimiento de Infantería de Cartagena, que también trabajó en la campaña de la Guajira, coordinó las acciones desde la Carolina.

Los habitantes de las fundaciones pasaron por varias dificultades. Así, muchos de los efectivos militares se enfermaron, por "los terribles estragos que causaban el temperamento, agua y tiempo"36, siendo necesario el traslado de cirujanos que remitieran los enfermos a Cartagena. Se reportaban recaídos de calenturas y personas con brotes, como consecuencia del consumo de agua de los pozos. Además de esto, los ataques indígenas a las guarniciones causaron muchos heridos y muertos. El número de afectados aumentaba con las expediciones que se emprendían en los reconocimientos del terreno y con las emboscadas a los grupos circundantes. Las principales fueron encaminadas a encontrar pasos desde el sur del Istmo, en los lugares donde el gobernador Ariza había mejorado las pequeñas fundaciones, con los fuertes ubicados en la costa atlántica del Darién.

Otro problema de las nuevas fundaciones fue el suministro de auxilios. Panamá fue encargada de enviar suministros a las fundaciones controladas por Ariza, y Cartagena, de trasladar provisiones a las ubicadas en la costa. Pero las embarcaciones tenían dificultades para acceder a los ríos que comunicaban con los poblados interinos; de ahí que los suministros que lograban enviar sólo contenían reses, gallinas, harinas, fusiles o cartuchos, para los militares y las pocas familias que se asentaron en la provincia37. Para el primer año fueron remitidas 40 familias a Carolina, 30 a Caimán y 24 a Mandinga38. Las nuevas fundaciones eran socorridas por un buque, que fue comprado por un vecino de Cartagena, con financiamiento de la Real Hacienda. El bergantín llevaba suministros desde esta plaza y recibía algunos auxilios de La Habana39.

Las dificultades se acentuaban por la escasa articulación entre las fundaciones nuevas y viejas, que impedía el apoyo logístico al interior de la provincia. Las expediciones para el reconocimiento eran conformadas por centenares de efectivos, como las que se adelantaron desde Puerto Príncipe en 1786, a cargo del Teniente Coronel Luis de la Carrera40. El escaso conocimiento expedicionario del territorio se forjó en relación con los comentarios que hacían otros funcionarios, y con indicios suministrados por los propios capitanes cunas. Posiblemente, se dieron malas interpretaciones de esas informaciones.

Ante este panorama de desconcierto, las autoridades virreinales enviaron al ingeniero militar Juan Jiménez Donoso para que presentara un informe sobre el curso de los ríos, con las diferentes informaciones de los indígenas y funcionarios de la zona. Las autoridades eran conscientes del escaso conocimiento que se tenía del territorio, pues la información se limitaba a las inmediaciones de los poblados y fuertes. El problema, según Donoso, era la ausencia de comunicaciones entre el norte y sur de la provincia, y también con Panamá. En su informe emprende una diatriba contra Ariza, a quien le reconoce los logros de haber transportado personal a los nuevos establecimientos, pero lo critica por su escaso conocimiento de los ríos y de las articulaciones de sus fundaciones.

Aquí es importante tener en cuenta que la mayor parte de los militares que se trasladaron al Darién fueron pardos. Desde la década anterior a la orden de ocupación, se tenía el interés de que los militares españoles entrenaran compañías locales, al planear reducir los costos de los salarios y aumentar el número de efectivos disponibles. Con esta iniciativa se creó la compañía disciplinada de dragones en Santa Marta, que acudió al Darién desde 1781 y apoyó la ocupación dirigida por Arévalo41. Por ejemplo, Caimán presentaba en 1787 el siguiente cuadro de artillería: 5 efectivos de milicias blancas, 57 gentes de todos los colores y 47 indios pardos; entretanto, en Carolina se contaba con 7 efectivos de milicias blancas, 45 de gentes de todos los colores y 83 pardos42. La situación límite en la región obligó a que las autoridades establecieran en la plaza de Cartagena sanciones fuertes a los desertores, porque no había muchos aspirantes que quisieran servir allí.

Por tanto, y al igual que en los otros proyectos españoles, la mayoría de los milicianos pertenecían a los sectores más bajos de la sociedad43. Aunque esto no debe llevar a desconocer que hubo también individuos que veían en las empresas militares fuentes lucrativas. Por ejemplo, en el Darién, Francisco Javier Rentería, Teniente de Milicias en la provincia de Citará, se ofreció para organizar expediciones contra los indígenas que hostigaban la fundación de San Gerónimo, en inmediaciones de Lorica. Este teniente, quien era dueño de minas y esclavos en este territorio, pretendía, a través de las expediciones, descubrir o registrar minerales durante el reconocimiento del río Sinú44.

3. La conexión Kingston-Calidonia

La ocupación militar fue acompañada de acciones diplomáticas en Londres, ya que la Corona española sabía que el problema "bárbaro" se resolvía, en parte, cortando el suministro de armas de fuego y municiones inglesas que los cunas recibían en Calidonia. Por tal razón, en junio de 1785, Bernardo del Campo, conde de Floridablanca y ministro plenipotenciario de la Corte de España, se dirigió a Londres para reunirse con el ministro inglés Francis Osborne, Marqués de Carmarthen y secretario de Estado para Asuntos Externos, bajo el mando de William Pitt, el joven45. Los diálogos buscaban que, en el marco de la negociación de la situación en Nicaragua y Honduras, Inglaterra no apoyara a los grupos indígenas del Caribe y rechazara las acciones emprendidas desde Jamaica. Se le pidió al gobernador de Jamaica, el general Alured Clarke46, prohibir el apoyo a los indios, lo que se concretó en una orden remitida el 17 de junio. En la reunión se acordó que la Corona británica no protegería a los ingleses que comerciaban en Calidonia ni a sus vasallos que pretendían asentarse allí. Incluso, se pactó investigar a fondo los informes que hacían mención de los establecimientos ingleses en las costas del Virreinato de la Nueva Granada47.

Después de que los imperios asumieran compromisos recíprocos, José Fuentes, administrador de correos en las costas del Virreinato, informaba desde Jamaica la presencia de cunas que estaban en la isla y habían coordinado con comerciantes ingleses el envío de armamento. También advertía que el 31 de mayo de 1786 se dirigió una flota compuesta por cuatro goletas y dos lanchas cañoneras en apoyo a la isla de San Blas para repeler las expediciones de Arévalo48. Esto mostraba que, a pesar de la continuidad en las relaciones entre indígenas e ingleses, las autoridades neogranadinas supieron aprovechar el ofrecimiento británico de mediación en su confrontación con los cunas. El primer paso en la cooperación entre Madrid y Londres fue el envío al Darién de Robert Hudson, almirante en Mosquito, y del capitán Enrique Hooper, quien había establecido relaciones con los cunas durante la guerra de 1778-1783. Hooper fue enviado desde Kingston para que realizara un reconocimiento del istmo de Panamá, donde fue auxiliado por estos indígenas49. De ahí que fuera requerido por Arévalo para que buscara acercamientos con los grupos de la costa, dada la importancia de su mediación para la firma del tratado de paz. Con estos propósitos, en junio de 1787, Enrique Hooper arribó a las costas del Darién para buscar una solución negociada al conflicto entre cunas y españoles. En un primer momento llegó a las inmediaciones del río Gandi y luego se dirigió a Calidonia, donde encontró al capitán Jack, un indígena que decía comandar una parcialidad aledaña.

Hooper logró reunir allí varios líderes tribales en la costa de Calidonia, donde se discutieron algunos puntos que fueron formalizados en el tratado final. En los primeros acercamientos estaba "el cacique general", a quien los españoles llamaban Bernardo, dos capitanes, otros indios en nombre de los pueblos del Golfo y las rancherías de los ríos Chucunaque y Bayano. El cuadro lo completaban los capitanes William Hall, de Pintrigandi; Guasical, del río Mono; George de Agones y Urruchichi, de Sucunti50. Además, se contó con la presencia de funcionarios españoles como Antonio de Arévalo, quien fue el encargado de plantear las exigencias y escuchar las del lado cuna. Los delegados indígenas, en su mayoría, conservaron los nombres y títulos que utilizaban con los ingleses.

Los puntos principales que conformaron la agenda fueron: 1) Reducción de las parcialidades indígenas, que consistía en reconocer la autoridad del Rey, a cambio del indulto por la violencia contra las expediciones. 2) El cese de los ataques a las nuevas poblaciones. 3) Libertad de movilidad para los indígenas por el Golfo, la costa y cayos, ríos, y los pasajes interinos. 4) Y, finalmente, el incentivo de las relaciones comerciales. Estos dos últimos puntos fueron cruciales en la consolidación del control territorial indígena, pues definían una salida que privilegiaba lo comercial. Los cunas necesitaban suplir la escasa oferta de productos valiosos, debido a las restricciones formales que acordaron los ingleses con Gálvez. Por eso, la negociación fue una oportunidad para continuar comerciando y mediar en la presión militar del Virreinato. En relación con el tercer punto, se enfatizaba: "Todos los indios que quieran pueden desde luego bajar a la costa y hacer sus casas, rancherías, plantaciones, siembra, caza y demás que necesiten para su fomento y beneficio de la tierra tanto en las orillas de los ríos, en su intermedio y en las inmediaciones de la costa como en las islas y cayos que tengan por conveniente"51.

Los preacuerdos de esta reunión posibilitaron un encuentro con el Virrey, donde se firmó la paz. A Turbaco acudieron, el 20 de julio de 1787, Antonio Caballero y Góngora, Joseph Carrión y Andrade (gobernador de Cartagena), Francisco Fersen, José Fuentes, el capitán general Bernardo, algunos capitanes que estuvieron en las discusiones previas, como Guillermo Hall, de Gandi, el capitán Jack, y otros líderes tribales52. Allí se aprobaron los puntos discutidos previamente y se especificó que los indígenas no podían tomar justicia por cuenta propia y debían solicitar autorización siempre que quisieran comerciar en Portobelo, Chocó, Panamá y Cartagena. Sobre este punto, se enfatizó en la prohibición de relacionarse con extranjeros, y los españoles asumirían los artículos que los cunas recibían de Jamaica, con veto a la venta y compra de armas. Los cunas podían ir a Cartagena a comprar lo que necesitaban a cambio de sus frutos, y se obligaba a los comerciantes de esta plaza a que únicamente se les pagara con pesos castellanos53. Sobre los caminos, los cunas se comprometieron a administrarlos y a organizar el paso de norte a sur de la provincia. Así, pues, la intervención inglesa concretó una paz basada en los principios que ellos utilizaban para relacionarse con los grupos indígenas enemigos de la Corona española, al ratificar el derecho territorial de los cunas, y fomentaba los acercamientos comerciales.

4. Resultados del pacto: poblamiento, revueltas y el problema de los indios de las montañas

Algunas investigaciones que abordan este tratado sostienen que los cunas aceptaron la paz y se rindieron54. Pero en realidad, el panorama resulta aún más complejo, por las sublevaciones que se dieron dentro de los pueblos de indios, en algunos casos como resultado de la disminución del poder de los capitanes tribales y como producto de la articulación de los disidentes internos con los grupos que no negociaron su reducción. No obstante, el Virrey consideraba que el tratado abría la posibilidad de fomentar el poblamiento, por lo que se comenzaron a gestionar las primeras iniciativas para ello. Caballero y Góngora envió una comisión a Estados Unidos para buscar recursos y pobladores, aprovechando los contactos que tenía a través del agente Monteros, por la comercialización del palo de tinte en Nueva York55. Como resultado, de Norteamérica se enviaron importantes suministros como raciones y harinas para las fundaciones, pero también se trasladaron al Darién colonos alemanes, ingleses e irlandeses, junto con algunas familias del Virreinato provenientes de Socorro, San Gil, y del distrito de Santa Fe. En tal sentido, a Cartagena llegaron 64 familias de Norteamérica y 64 solteros ingleses e irlandeses; entretanto, algunos colonos se dirigieron a Carolina del Darién, con el objetivo de fundar pueblos pequeños de 25 a 30 familias. En realidad, el principal propósito era que los colonos se adentraran en el territorio para que las guarniciones protegieran la costa, donde además debían plantar cacao, tabaco y azúcar56.

De manera simultánea al poblamiento europeo, la violencia dentro de los pueblos de indios aumentó, junto a las incursiones armadas a los poblados y fuertes virreinales. Las fuentes sostienen que los levantamientos fueron resultado de la escasez de víveres en las fundaciones57. Así, pues, durante las revueltas en Caimán, en junio de 1788, el capitán a cargo de una parcialidad aledaña solicitó perdón por un indígena llamado Domingo José Quintana, quien pasó a este fuerte a hurtar los productos que los colonos tenían a su disposición. En su petición solicitaba que ellos pudieran, efectivamente, comerciar con los vecinos de Caimán, ya que los cunas buscaban acceder a sables holandeses, navajas, cuchillos de mesa redondos, ginebra y piedras de chispan. Lo que este caso mostraba era claramente la escasez de estos artículos entre los indígenas, interesados en comprarlos a los españoles por los precios que se habían acordado en el tratado de paz58.

No obstante, si se atiende al curso de los enfrentamientos entre las parcialidades indígenas del Darién, en especial los que acontecieron durante las primeras décadas del siglo XVIII, podría considerarse que las revueltas respondieron a una ausencia de legitimidad de los capitanes tribales en las poblaciones, pero también a la inexistencia de un mando centralizado entre los indígenas59. Si bien los funcionarios virreinales consideraban que la paz había sido efectiva, lo cierto es que los cunas no funcionaban como una gran confederación, como imaginaban los españoles. Esto resultaba claro para Andrés Ariza, que distinguía entre las autoridades religiosas y militares, haciendo explícito el escaso poder de las segundas. Pero también para Juan Jiménez Donoso, quien, a propósito del tema, dijo: "sus caciques, capitanes o mandones no tienen ninguna autoridad sobre ellos, porque todos son y sólo los miran como jefes, para guiarlos a sus atrocidades que es la causa de que nos hagan una guerra devastadora"60. Por tanto, pese a que se ha argumentado que la militarización entre los cunas aumentó durante la época de las reformas militares en el Darién, esto no significa que los indígenas se hayan convertido en grupos belicistas dirigidos por déspotas militares, sino que muestra la tendencia de los poderes imperiales de negociar con líderes y verlos como un reflejo de su organización jerárquica.

Ahora bien, las autoridades respondieron a las revueltas dentro de los poblados con ahorcamientos públicos y exiliando a los disidentes. Los problemas no sólo fueron entre los indígenas, sino también entre capitanes y ancianos cunas contra los funcionarios de las fundaciones. En tal sentido, se presentó una disputa recurrente durante la apertura de caminos. El comandante de Carolina del Darién, en una carta dirigida al Virrey, comentaba que algunos pobladores se opusieron a los intentos de abrirse paso por sus inmediaciones, buscando detener la tropa destinada a los reconocimientos para llegar al sur de la provincia. Sobre este asunto, sostenía:

    "Uno de los sentimientos que expresamente manifestó el indio fue el decir que luego que sus muchachos conocieran el descanso y comodidades, que gosaban los reducidos, en donde tenían algún pariente, se bajarían a vivir con ellos, y esto fue en el momento de su partido. A lo que le respondí que nosotros no necesitábamos a ningún indio de la montaña, como lo reconocía, que irían y vendrían con la libertad que les franqueaba naturaleza que la paz que solicitábamos, mas era por su conveniencia que por la nuestra, a fin de que vivieran en reposo, pues ellos mismos confesaban que habían más de daños que no los dejaban descansar con los caminos que dirigíamos sobre sus pueblos que nosotros sólo aspirábamos a hacer un camino para comunicarnos con Cartagena, sin dar los rodeos que hasta aquí dábamos por Panamá y Portobelo"61.

Esto conllevó que en momentos de paz con algunas parcialidades, los funcionarios comienzan a hablar de los indios de la montaña, para hacer referencia a los grupos autónomos e indiferentes al pacto. Los reportes de ataques por parte de estos grupos de la Sierra darienita y el apoyo que ellos ofrecían en las revueltas, como en Tarona, en 1788, cuestionan el planteamiento de que los indígenas "bárbaros" se encontraban en el norte, mientras que el sur era de grupos reducidos62. Éstos mantenían el control en las inmediaciones de los fuertes, y, como consecuencia, las fundaciones virreinales eran archipiélagos contenidos por la ofensiva indígena. Aunque resulta difícil cuantificar la magnitud de estas colectividades, el capitán Jack informó que los grupos en las inmediaciones de su jurisdicción podían sumar alrededor de 5000 personas63, cuando en los pueblos de indios el número no superaba el millar. Podría sugerirse así que la categoría de indígenas gentiles o reducidos era dudosa en el Darién, debido la inestabilidad de las fundaciones, la cooperación entre las distintas facciones y la desconfianza que los funcionarios reportan sobre los indígenas que habitaban los pueblos. Posiblemente, esto sirvió para sobrevalorar las labores burocráticas y militares en la provincia.

A modo de conclusión

Este artículo puede llevar a elaborar algunas conclusiones preliminares sobre el proceso vivido en la provincia del Darién entre 1784-1790. En primer lugar, la paz firmada con los indígenas fue una medida desesperada para contener los ataques a las nuevas fundaciones españolas, dirigida a una convivencia cordial entre españoles y cunas en el Darién. Para cumplir este objetivo, las autoridades virreinales adoptaron distintas estrategias, de las que pueden resaltarse dos: las empresas de evangelización y las compañas de militarización. Por el contrario, los cunas utilizaron el pacto para afianzar su autonomía en el territorio y disminuir la presión militar que había aumentado con las expediciones, para posteriormente continuar comerciando con otros europeos en el Atlántico. No obstante, en los albores del declive colonial, los virreyes desistieron del interés por esta provincia cerrando una sucesión de intentos de más de 150 años tendientes a reducir a los "bárbaros" darienitas.

En segundo lugar, las expediciones de Antonio Caballero y Góngora tuvieron implicaciones significativas para el poblamiento del Darién. El fracaso en las iniciativas y la dificultad para controlar a la población local fueron factores importantes para explicar la escasa red de pueblos en la región, si se compara con la Gobernación de Cartagena y la Provincia de Santa Marta, donde se erigieron distintas fundaciones en la segunda mitad del siglo XVIII que permanecen en la actualidad. Las razones, como se mostró, no se limitaron a las condiciones ambientales y territoriales presentes en aquel tiempo, también se relacionaban con el papel cumplido por las poblaciones cunas. En tanto, a pesar de los esfuerzos virreinales, los cunas repelieron la defensa territorial con las armas, el diálogo y la complicidad.

Siguiendo lo anterior, en tercer lugar, los cunas —así como otros grupos indígenas conectados en las fronteras imperiales a las redes de comercio atlánticas— ocuparon territorios carentes de administración colonial, de fronteras inestables y de tensiones interétnicas marcadas por la beligerancia, la diplomacia y el comercio. Para el caso del Darién, la distinción entre indígenas "bárbaros" y "gentiles" resulta problemática. Si bien muchos investigadores han empleado estas categorías de los funcionarios virreinales para referirse a los cunas —las rebeliones dentro de los pueblos de indios, las conexiones y divergencias entre las distintas parcialidades, la cooperación entre facciones en armas y los grupos que vivían en las fundaciones, así como la participación ambivalente de indígenas en las expediciones—, éstos son indicios que pueden llevar a cuestionar las dos categorías señaladas. Puesto que no se trató de dos bandos contrarios en su formación, sino de múltiples grupos con posturas pendulares, oportunistas, beligerantes y diplomáticas. Esto se daba como resultado de la carencia de estructuras confederativas y de unidades de mando cohesionado.

Por último, es importante tener en cuenta que la importancia del Darién durante la Colonia rebasaba la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada. Su control era indispensable en el circuito territorial y comercial del Caribe y el Pacífico, además de ser epicentro de procesos del mundo atlántico como el que se expuso. Sin duda, una mayor comprensión de la situación social del territorio entre la bahía de Mosquitos y la Guyana debe atender a la interacción interétnica y, en especial, al papel de los indígenas como productores, comerciantes y agentes políticos importantes.


Comentarios

* Este artículo hace parte de la tesis de pregrado "Bárbaros en el corazón del imperio: interacción y disputa entre cunas y europeos en el Darién durante 1774-1792", defendida en la Universidad de los Andes (Colombia) para obtener el título de historiador. Una parte de este artículo se presentó en "Borderlands and Indigeneity in Conversation Conference, Columbia University", Nueva York, Estados Unidos, marzo 29, 2013. La investigación se desarrolló con recursos propios.

1 José Manuel Serrano Álvarez, "La gobernación de Cartagena de Indias y el sistema defensivo indiano en el siglo XVIII", Revista de Historia Militar XLIX: 98 (2005): 37-75; Luis Fernando González Escobar, El Darién: ocupación, poblamiento y transformación ambiental. Una revisión histórica (Medellín: ITM/Colección Bicentenario de Antioquia, 2011).

2 Reina Torres de Araúz, Etnohistoria Cuna. Tesis para la investidura formal como académica de la historia (Panamá: EUPAN, 1974); James Howe, A People Who Would Not Kneel: Panama, the United States, and the San Blas Kuna (Washington: Smithsonian Institution Press, 1998), cap. 1.

3 Ignacio Gallup Díaz, "The Spanish Attempt to Tribalize the Darién, 1735-50", Ethnohistory 49: 2 (2002): 281-317; Carl Langebaek, El diablo vestido de negro y los cunas del Darién en el siglo XVIII (Bogotá: Uniandes, 2006), 7-56. Sobre la política de poblamiento en este período en la Costa Atlántica del Virreinato, en especial del trabajo de Antonio de la Torre, remitirse a: Manuel Lucena Giraldo, "Las nuevas poblaciones de Cartagena de Indias. 1774-1794", Revista de Indias LIII: 199 (1999): 762-781; Ignacio Gallup Díaz, "'Haven't We Come To Kill the Spaniards?' The Tule Upheaval in Eastern Panama, 1727-8", Colonial Latin American Review 10 (2001): 251-271.

4 Hay trabajos que se proponen abarcar todo el período colonial darienita: Severino de Santa Teresa, Historia documentada de la Iglesia en Urabá y el Darién, 5 vols. (Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1957); Reina Torres de Araúz, Etnohistoria Cuna; Joaquín García Casares, Historia del Darién: cuevas, cunas, españoles, afros, presencia y actualidad de los chocoes (Panamá: Editorial Universitaria Carlos Manuel Gastezarro, 2008); Mónica Martínez Mauri, La autonomía indígena en Panamá: la experiencia del pueblo Kuna (siglos XVI-XXI) (Quito: Abya Yala, 2011); Luis Fernando González Escobar, El Darién: ocupación, poblamiento.

5 Sobre los primeros años del Darién hay una compilación de artículos reciente: Paolo Vignolo y Virgilio Becerra, eds., Tierra Firme. El Darién en el imaginario de los conquistadores (Bogotá: ICANH, 2011).

6 Reina Torre de Araúz, Estudio etnológico e histórico de la cultura chocó (Panamá: Universidad de Panamá, 1966); James Howe, "Algunos problemas no resueltos de la etnohistoria del Este de Panamá", Revista Panameña de Antropología 2 (1977): 36-37; Katherine Romoli, Los de la lengua de cueva: los grupos indígenas del Istmo oriental en la época de la conquista española (Bogotá: ICANH, 1987), 178-181; Patricia Vargas Sarmiento, Los Embera y los Cuna: impacto y reacción ante la ocupación española, siglos XVI y XVII (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología, 1993).

7 Ignacio Gallup Díaz, The Door of the Seas and Key to Universe: Indian Politics and Imperial Rivalry in the Darien, 16401750 (Nueva York: Columbia University, 2004).

8 Hay tres investigaciones que estudian el Darién durante la segunda mitad del siglo XVIII: Manuel Luengo Muñoz reconstruye las discusiones y el proceso que condujeron a las expediciones militares durante la ocupación de Antonio Caballero y Góngora. Su propósito es presentar las circunstancias que concretaron el plan de ocupación, pero no aborda el desarrollo de las mismas ni sus consecuencias. Este trabajo fue el primero en resaltar la magnitud de las empresas expedicionarias en el Darién y mencionar el acervo documental del Archivo de Sevilla para investigar este proceso. "Génesis de las expediciones militares al Darién en 1785-1786", Anuario de Estudios Americanos 18 (1961): 333-416. Pero el primer análisis de las reformas en esta provincia fue realizado por Allan Kuethe, quien reconstruye los métodos militares utilizados por el Virreinato y los indígenas, Military Reform and Society in New Granada, 1773-1808 (Gainesville: The University Press of Florida, 1978), 130144. También se han transcrito informes de la época que están acompañados de análisis; ver, por ejemplo: Álvaro Baquero y Antonio Vidal, La gobernación del Darién a finales del siglo XVIII. El informe de unfuncionario ilustrado (Barranquilla: Uninorte, 2004).

9 José Manuel Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, virrey y arzobispo de Santa Fe 1723-1796 (Bogotá: Imprenta Municipal, 1950), 167; Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones militares", 333-416; Aline Helg, Liberty and Equality in Caribbean Colombia 1770-1835 (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2004), 18-41; Mónica Martínez Mauri, La autonomía indígena, 39-45.

10 Allan Kuethe, Military Reform and Society, 133-144.

11 Allan Kuethe, "Carlos III : absolutismo ilustrado e imperio americano", en Soldados del Rey: el ejército borbónico en América colonial en vísperas de la Independencia, eds. Allan Kuethe y Juan Marchena (Barcelona: Universidad Jaume I, 2005), 17-30.

12 David Weber, Bárbaros: los españoles y sus salvajes en la era de la Ilustración (Madrid: Crítica, 2005).

13 Para una discusión sobre la importancia de las periferias en el sistema colonial español y que cuestiona la relación entre centro y periferia en sentido tradicional, consultar: John TePaske, "Integral to Empire: The Vital Peripheries of Colonial Spanish America", en Negotiated Empires: Centers and Peripheries in the Americas, 1500-1830, eds. Christine Daniels y Michael Kennedy (Nueva York: Routledge, 2002), 79-104.

14 David Weber, Bárbaros: los españoles y sus salvajes, 256.

15 Allan Kuethe, Military Reform and Society, 249.

16 John Lynch, La España del siglo XVIII (Barcelona: Crítica, 2010), 288.

17 Este rumor fue difundido por el gobernador del Darién e informaba que los ingleses habían tomado Calidonia con el interés de hacer una fortificación en las inmediaciones de San Blas y trasladar allí tropas. Ver: Andrés Ariza, "Gobernador del Darién: su informe sobre la conflictiva situación con la ocupación de Calidonia por los ingleses", en Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá-Colombia, Sección Colonia, Fondo Milicias y Marina, leg. 123, ff.491-496; y "1784. Guatemala. Santafé. Yucatán. Darién. Oficios del Gobernador de Guatemala al Virrey de Santafé, sobre irrupción que piensan hacer los ingleses desde Yucatán hasta el Darién, y sobre los indios Moscos", en AGN, Colonia, Fondo Virreyes, leg. 98, f.593.

18 José Manuel Serrano Álvarez, "La gobernación de Cartagena de Indias", 37-75.

19 Antonio Caballero y Góngora, "Relación del estado del Nuevo Reino de Granada, que hace el arzobispo de Córdoba a su sucesor", 1789, en Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada, vol. 1, ed. Germán Colmenares (Bogotá: Banco Popular, 1989), 483-484.

20 Anthony McFarlane, Colombia antes de la Independencia (Bogotá: El Áncora, 1997), 225-232.

21 Allan Kuethe, "The Pacification Campaign on the Riohacha Frontier, 1772-1779", The Hispanic American Review 50: 3 (1970): 467-481.

22 Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones militares", 333-416.

23 Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones militares", 381.

24 Manuel Luengo Muñoz demuestra que el Virrey optó por el plan propuesto por De la Torre, a pesar de que en las Relaciones no lo menciona.

25 Andrés Ariza, "Informe para establecer fuertes", 1784, en AGMM, Fondo de Ultramar, rollo gd.57.5-2-10-2, f.1.

26 Andrés Ariza, "Informe para establecer fuertes", f.3.

27 Andrés Ariza, "Informe para establecer fuertes", f.2.

28 Andrés Ariza, "Informe para establecer fuertes", f.4.

29 "Declaraciones de un desertor: sobre los indios del Darién y vías de comunicación en ese lugar", 1787, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 123, f.720.

30 Juan Jiménez Donoso, "Proyecto de Pacificación para la provincia del Darién, por el teniente coronel de ingenieros don Juan Jiménez Donoso", 1787, en AGMMM, Fondo de Ultramar, rollo gd.5-2-11-1, f.12.

31 Manuel Luengo Muñoz sostiene que Antonio de la Torre eludió el nombramiento por encontrarse enfermo. Cuando el Virrey se trasladó allí, supo que él estaba bien, y a esto el autor lo denominó "mal imaginario". Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones militares", 79.

32 José Manuel Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, 167.

33 Antonio Arévalo, "Su informe sobre la expedición a las nuevas poblaciones del Darién, como comandante de ella", 1785, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 122, ff.98-122.

34 Allan Kuethe, Military Reform and Society, 303.

35 Carlos Sucre, "Remite al virrey, el diario de lo ocurrido en la expedición salida de Cartagena a la conquista de las poblaciones interiores de la costa del Darién", 1785, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 119, ff.470-479.

36 Juan Jiménez Donoso, "Proyecto de Pacificación", f.33.

37 "Representaciones de aspirantes a milicianos, auxilios del gobernador de Panamá, de tropa, armas y víveres a don Andrés de Ariza para la expedición del Darién", 1786, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 107, f.875.

38 "Representaciones de aspirantes a milicianos", f.887.

39 "Bregante, Manuel, capitán del bergantín 'Alejandro', al servicio de la Real Hacienda, en las expediciones al Darién, reclama el pago de parte de la tripulación por cuenta del erario", 1783-1791, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 107, ff.233-316.

40 "El Gobernador de Panamá informa al Virrey sobre el primer suceso acaecido en la expedición del Teniente Coronel Don Luis de la Carrera al Darién, la enfermedad de éste y de toda su tropa y de la reincorporación de Don Andrés de Ariza en su gobierno. Siguen otros informes y diario del estado de fuerza y hospitalidades de dicha expedición", 1786, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 116, ff.650-680.

41 Allan Kuethe, Military Reform and Society, 294.

42 "Diversos asuntos del Darién", 1788, en AGMM, Fondo de Ultramar, rollo gd.57.5-2-110-8, ff.40-56.

43 David Weber, Bárbaros: los españoles y sus salvajes, 209-215.

44 Francisco Javier Rentería, "Rentería Francisco Javier, teniente de las milicias de la provincia de Citará, su informe sobre las mismas de la región; pacificación de los indios del Darién, asaltos de ellos, etc. etc", 1785, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 1, f. 187.

45 David Wilkinson, "Osborne, Francis, Fifth Duke of Leeds (1751-1799)", Oxford Dictionary of National Biography, <http://www.oxforddnb.com/view/article/20876>, parágrafo "Foreign secretary, 1783-1791".

46 El general Clarke fue gobernador de Jamaica entre 1782 y 1790, sirvió a la Corona en la guerra de independencia en Norteamérica. Después de servir en la isla fue remitido a Quebec, donde también fue gobernador. Terminó su carrera sirviendo al Ejército británico en Bengala, India. Alastair W. Massie, "Clarke, Sir Alured (1744-1832)", Oxford Dictionary of National Biography, <http://www.oxforddnb.com/view/article/5485>.

47 José Gálvez, "Gálvez José, ministro peninsular; trasmite al virrey de Santa é la orden del ministerio inglés al general Clark, gobernador de Jamaica, para que no se favoreciera a los indios del Darién, dada la buena armonía existente entre Inglaterra y España", 1785, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 121, ff.1034-1035.

48 José Fuentes, "Fuentes José, su comunicación de Kingston, sobre operaciones contra los indios del Darién. Anexos sobre el mismo asunto", 1787, en AGB, Colonia, Milicias y Marina, leg. 120, f.317.

49 "Hooper Enrique, capitán inglés: gratificación que se le dio por sus servicios a la colonización española en el Darién", 1788, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg 123, ff.586-590.

50 "Indios del Darién: sus proposiciones a los españoles y lo convenido por estos, tendientes a la reducción de aquellos", en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 118 f.525.

51 "Indios del Darién: sus proposiciones a los españoles", f.527.

52 "Tratado de Paz: celebrado entre las autoridades españolas reunidas en Turbaco, inclusive el virrey Caballero y Góngora y los caciques del Darién allí presentes, por el cual éstos se sometían a dichas autoridades y reconocían por soberano al monarca español", 1787, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 123, ff.637-644.

53 "Tratado de Paz: celebrado entre las autoridades", f.640.

54 José Manuel Pérez Ayala, "Antonio Caballero y Góngora", 166-168; Manuel Luengo Muñoz, "Expediciones al Darién", 413-415; Allan Kuethe, Military Reform and Society, 306-308.

55 Diego de Gardoquí, "Informe de Diego de Gardoquí, al virrey, sobre la comisión que llevara Salvador de los Monteros, respecto de importación, al Nuevo Reino, de casas de madera y otros objetos. Nueva York", 1788, en AGN, Colonia, Fondo Quinas, leg. único, ff.242-246.

56 "Declaraciones de un desertor: sobre los indios del Darién y vías de comunicación en ese lugar", 1787, en AGN, Colonia, Milicias y Marina, leg. 123, ff.743-750.

57 El capitán en Carolina dijo que escuchó una conversación entre los indios de Chueti con los de Carreto; ellos mencionaron que los indios de Moreti y Tagantí estaban alborotados por la falta de víveres. "Noticias de las incursiones navieras de los ingleses por la costa norte del Istmo del Darién y del comercio de armas que tienen con los indios. Índice de cartas que remite el Gobernador de Panamá al Virrey, referentes a la expedición. Relación de hostilidades. Bajas en el Regimiento de la Reina y otros informes inherentes", 1784-1788, en AGN, Colonia, Fondo Miscelánea, leg. 139, f.543.

58 "Rebelión de los indios del Darién e instrucciones que debe observar el comandante de galeotes de lo que debe practicar entre los ríos Tarena y Caimán, para evitar que los naturales pasen a hacer algún daño", 1788, en AGN, Colonia, Miscelánea, leg. 139, f.334.

59 Sobre las revueltas de la década del veinte, cuando las causas pudieron ser similares, remitirse a: Ignacio Gallup Díaz, "'Haven't We Come To Kill the Spaniards?'", 51-271.

60 Juan Jiménez Donoso, "Proyecto de Pacificación", f.3.

61 "Noticias de las incursiones navieras de los ingleses", f.574.

62 Luis Fernando González Escobar, El Darién: ocupación, poblamiento, 71-75.

63 "Rebelión de los indios del Darién e instrucciones que debe observar el comandante de galeotes de lo que debe practicar entre los ríos Tarena y Caimán, para evitar que los naturales pasen a hacer algún daño", 1788, en AGN, Colonia, Miscelánea, leg. 123, f.344.


Bibliografía

Fuentes primarias

Archivos:

Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá-Colombia. Sección Colonia. Fondos: Milicias y Marina, Virreyes, Quinas y Miscelánea.         [ Links ]

Archivo Histórico Militar de Madrid (AGMM), Madrid-España. Fondos: Cartoteca y Fondo de Ultramar.         [ Links ]

Documentación primaria impresa

Caballero y Góngora, Antonio. "Relación del estado del Nuevo reino de Granada, que hace el arzobispo de Córdoba a su sucesor". En Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada, volumen I, editado por Germán Colmenares. Bogotá: Banco Popular, 1989, 361-493.         [ Links ]

Fuentes secundarias

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