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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.54 Bogotá set./dez. 2014

 

Presentación del dossier "Temas diversos desde diferentes geografías"

Max S. Hering Torres*

* Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Colombia. Artium en Historia y Minor en Etnología de la Universidad Luso-Maximiliana de Múnich(Alemania) y Doktor der Philosophie en Historia de la Universidad de Viena(Austria). Miembro del Grupo de Investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones(Categoría A en Colciencias). Entre sus publicaciones pueden destacarse el libro Rassismus in der Vormoderne(Fráncfort/Nueva York: Campus, 2006); la edición de Cuerpos anómalos(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008); y la coedición, en compañía de María Elena Martínez y David Nirenberg, de Race and Blood in the Iberian World(Berlín/Londres: Lit Verlag, 2012). msheringt@unal.edu.co.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/histcrit54.2014.01


En 1989, la Universidad de los Andes cumplió cuarenta años, y el Departamento de Historia había sido creado apenas cuatro años atrás. En ese mismo año, se publicó el primer número de Historia Crítica(HC), bajo la dirección de Daniel García-Peña. Su director contaba con el respaldo de Abel López, como coordinador académico, y con un consejo editorial, conformado por Suzy Bermúdez, Luis Eduardo Bosemberg, Isabel Clemente y Jaime Jaramillo Uribe1. El otrora director consignaba en el editorial del primer número el siguiente propósito: "De esta manera Historia Crítica espera poder hacer un aporte fresco e innovador a la discusión y debate que sobre la historia se realiza en Colombia"2. Aunque el objetivo era para ese entonces excesivamente cauto, hoy, con los veinticinco años de existencia, se puede decir que HC ha aportadoo mucho más que eso.

Para la época de su fundación, no existían muchas revistas universitarias especializadas en historia; se encontraban el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura -Universidad Nacional de Colombia-, fundado en 1963; la Revista Espacio y Tiempo -Universidad del Valle-, creada en 1978, y el Boletín de Historia, en 1984, editado hasta 1994, cuando se reemplazó por Memoria y Sociedad -Pontificia Universidad Javeriana-. En virtud de lo señalado, las revistas de esa data, entre ellas también HC, ayudaron indudablemente a enriquecer el proceso de la consolidación de la disciplina histórica que se venía dando desde inicios de los años sesenta en la Universidad Nacional de Colombia3. En este contexto, tal vez la mayor contribución de HC fue insistir en la apertura y diversidad temática ya emprendida, con seguridad, entre otros trabajos; y también con los once tomos de la Nueva Historia de Colombia, editados en 1989 por Álvaro Tirado Mejía, Jaime Jaramillo Uribe, Jorge Orlando Melo y Jesús Antonio Bejarano. HC hizo énfasis, por lo menos en sus inicios, en historia política, social, y en menor medida, económica, desde perspectivas tanto nacionales como internacionales. Aun así, rápidamente se abrieron otros campos: la historia de las mujeres, de la ciencia, de la religión, del arte, de la historia urbana, de los medios de comunicación, de la historia participativa, de la historia ambiental y geográfica, de la justicia y el orden, de la historia material, de la historia digital, del cuerpo y la enfermedad4.

La pluralidad de temas y acercamientos contrastaba con los balances historiográficos publicados al final del milenio, en los cuales se seguía promoviendo la historia social, política y económica, y con seguridad otros, pero en menor medida, y que contrastaban, como la historia de la ciencia5. HC, incluso con su riqueza de contribuciones, se distanciaba de forma implícita de algunos historiadores y economistas, quienes entre 1997 y 1999 insistían de forma anacrónica en la búsqueda de un núcleo temático y metodológico de la historia(¡en singular!)6. Los veinticinco años son, en este sentido, un buen pretexto para perseverar en la importancia de la diversidad de voces en la historia. Celebrar su corto pero importante recorrido con este dossier cabe como anillo al dedo para rememorar este impulso, que empezó como una apertura temática y en la actualidad se ha transformado en acercamientos interdisciplinarios. A continuación, se realizarán algunas reflexiones sobre los seis trabajos que componen este número celebratorio; me tomo la licencia de comentarlos trastocando su orden de aparición, en búsqueda de algunos enlaces.

En la investigación de Lynn Hunt, "Modernity: Are Modern Times different?", se problematiza el concepto de la modernidad. La modernidad ha sido tradicionalmente entendida como época de carácter "bisagra", en la cual se propulsaron la secularización, la cientificidad, el raciocinio, la representatividad política y la autonomía del individuo. A pesar de estas características generales, la autora plantea su falta de homogeneidad y de sincronía a la hora de transformarse en realidad. Por ello, cuestiona las narrativas generalizantes y propende a acercarse a las emociones de los individuos, sin olvidar con ello las prácticas de la cotidianidad. De ahí, rescata la importancia del tabaco, el café y el té. La estimulación la convierte en un elemento clave de la época, e incluso señala cómo los cafés en París se convirtieron en espacios de interacción social y política, lugares que representaban la posibilidad de acercarse a la novedad, buscar el estímulo y soñar en voz alta con la autonomía. ¿Por qué no entender la Revolución Francesa desde los cafés? A diferencia de Michel Foucault, quien encuentra muchas de sus explicaciones en las relaciones de poder, la autora intenta explicar la modernidad mediante los espacios de interacción social y las esferas de acciones individuales y colectivas. Su planteamiento es una invitación a discutir lo grande desde lo pequeño, el tan criticado fragmento, que para la historiografía en Colombia -pero también latinoamericana- y su pasado colonial podría ser fructífera. Gracias a su propuesta, cabría preguntarse: ¿por qué no estudiar la disolución colonial y las formas en las que se intenta europeizar fallidamente territorios como Colombia, mediante las emociones que surgen y se negocian en las chicherías, las galleras y los prostíbulos?

Desde una perspectiva diferente, José M. Portillo Valdés, en "Proyección historiográfica de Cádiz. Entre España y México", propone discutir la modernidad para España y México desde la Constitución de Cádiz de 1808. Con base en la historiografía sobre el tema, rescata varios puntos que deberían ser debatidos y replanteados en las investigaciones que se emprendan actualmente por los historiadores. Según el autor, sin Cádiz no se entiende América, y sin América no se entiende España. Hasta 1820 se encuentran ante la misma historia, la de la disolución del mayor imperio de la Edad Moderna, y frente a un proceso de formación de naciones. Cádiz, en alguna medida, se percibe como la Revolución Francesa à la española. No obstante, lo previo implica superar algunos bloqueos comunicativos que se desprenden de la historiografía tanto ibérica como mexicana, al tratar de resaltar la historia como una experiencia nacional propiciando interconexiones, un proceso ya existente. Por otra parte, acercarse al tema de la modernidad a través de Cádiz, asimismo, implica diluir el bloqueo comunicativo entre historiadores pre- y post- 1808. Sólo así tiene sentido pensar la modernidad desde las experiencias que se gestan en este proceso con "interés comparativo", de carácter transatlántico, por supuesto, sin olvidar el "genocidio", porque Cádiz, en muchos casos, operó como un "bálsamo curativo" de ese pasado. Superando un análisis netamente del contenido literal de la Constitución, es importante ver los efectos en otras esferas, por ejemplo, según Antonio Annino, a través de la ruralización de la política y la generación de un orden7.

En el siguiente artículo, de nuevo se discuten elementos de la modernidad, esta vez de la época temprana y colonial, como la secularización, la individualización y la apropiación cultural de la música. Carmen Bernard, en "Identificaciones: músicas mestizas, músicas populares y contracultura en América(siglos XVI-XIX)", elabora un trabajo entendiendo la música como un producto de triple mestizaje de factores: europeos, africanos y americanos. Todo ello desde una perspectiva de larga duración, con énfasis de nuevo en la historia de México, que rescata la identidad generada por la música, en medio de temas musicales sobre el amor, la sensualidad, e incluso la transgresión. La música se convierte así en creadora de identidad, no sólo en un ámbito de creatividad artístico, sino también social y político.

En síntesis, mientras que Hunt propicia un acercamiento desde lo pequeño y desde momentos relativamente cortos hacia la estructura política, Portillo rescata la importancia de hacerlo de forma transatlántica, y desde arriba hacia abajo. Bernard, sin embargo, desde una perspectiva de larga duración, propone acercarse desde abajo, desde la música subalterna. Con seguridad, el lector encontrará más matices, pero todo esto invita a pensar el proceso histórico como algo que circula desde las miniaturas a las estructuras, y de las estructuras a las miniaturas, si el tema lo requiere, en ejes temporales prolongados, en momentos bisagra o en micromomentos. Más allá de etiquetas historiográficas, estos tres trabajos demuestran que son las preguntas y los problemas los que implican una metodología, y no viceversa. Así, lejos de posturas artificiales, queda clara la importancia de la diversidad del método en la historiografía.

En medio de estos diferentes acercamientos sobre la modernidad, se encuentra el artículo autobiográfico "Un pedazo de la vida: los senderos de un medievalista europeo para el siglo XXI", sobre los diferentes libros del medievalista José Enrique Ruiz-Domènec y las futuras investigaciones que plantea. Con claridad, este escrito se aleja de una versión pragmática del marxismo y de un conservadurismo positivista, pero, más allá de su prolífera obra, sorprende cuando afirma que en los próximos años el historiador está llamado a definir la ¡situación mundial! Vaya tarea para quienes pretendan asumir dicho rol. ¿Historia politizada? Tal vez no, lean y deduzcan.

Dejando de lado los estudios empírico-históricos y la reseña autobiográfica del presente número, se presentan dos trabajos de carácter teórico: el primero, de François Hartog, y el segundo, de Jakob Krameritsch. Hartog entiende por historia la articulación de tres categorías: pasado, presente y futuro, que los humanos siempre han requerido para ordenar su vida en común. Historia es, en el fondo, aquel nombre que viene de lejos, escogido para reunir y mantener aunadas las tres dimensiones del pasado, presente y futuro. Hartog diagnóstica y describe como tiranía cuando una de las tres dimensiones se impone sobre las otras dos. Manejar esta situación es tarea de los historiadores, pero también evitar que el futuro futurista, ese miedo que reflejan las proyecciones hacia el futuro y que colonizan las miradas al pasado, mine la historia. En este sentido, invita a reflexionar sobre cómo el capitalismo financiero, la revolución de la información, internet, la globalización, el calentamiento global y los desechos nucleares absorben las categorías del pasado y del futuro. Cumplir con este propósito no es fácil, en medio de una sociedad que con la existencia de internet impone el tiempo real, la simultaneidad y lo continuo. Pero, ¿no son los miedos ante la incertidumbre del futuro, las alegrías y los traumas del pasado los que constituyen a los seres con sus preguntas y sus problemas? Negar eso sería buscar sujetos prácticamente neutros, sin espacios de enunciación. ¿Es eso posible y deseable para la historia? Hartog tendrá más argumentos, tal vez incluso una respuesta: lean el sugerente artículo.

Lo que Hartog considera como un problema, el internet y las narrativas de simultaneidad, Jakob Krameritsch lo transforma en la posibilidad de generar nuevas narrativas como mediaciones del pasado. Por supuesto, son un argumento y una entrada diferentes. Aunque el autor rechaza un optimismo sobredimensionado de la hipertextualidad, rescata la posibilidad de encontrar una red en la polifonía argumentativa, generando pequeños textos narrativos conectados por múltiples enlaces que le permitan al lector encauzar sus hilos narrativos, en medio de fragmentos que tienen un inicio y un final abiertos. Es una forma de democratización del texto, de darle la libertad al cibernauta de construir su propio sendero de lectura. Los hipertextos sin núcleos pueden ayudar a diluir la imagen sobre la historia, como un proceso que reproduce las energías de un motor central generando un movimiento monocausal. De hecho, en este número también se encuentra una corta, tal vez demasiado rápida, conversación con Robert Darnton, quien ve en la digitalización de libros, en sus justas proporciones y considerando los derechos de autor, una forma de democratizar el acceso al saber. Así, entre Darnton y Krameritsch existen dos formas de democratización del saber: el primero ve en la democratización la opción de construir los propios senderos de la narrativa histórica mediante múltiples enlaces y clics; el segundo, por el contrario, en el simple acceso a la lectura de libros digitalizados, independientemente de su hipertextualidad.

Este último punto es esencial para Colombia, un país con un contraste social y académico marcado. La democratización de la educación a través de becas, tanto en universidades públicas como privadas; el libre acceso a la información en red, e incluso, al nivel intelectual, la democratización de la lectura a través de hipertextos. Con ello, no puedo dejar de volver al inicio de este texto y retomar algunos elementos de las revistas académicas de historia. Su éxito o fracaso ha estado atado a muchos factores, pero sobre todo a las evaluaciones e indexaciones del Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas (Colciencias). HC ha sido especialmente juiciosa atendiendo estos factores, incluso, en tal medida, que hoy goza de la más alta indexación. Pero me pregunto: si Colciencias tiene un impacto tan estructurante sobre la generación de conocimiento, ¿qué sucede con los espacios de creatividad y agencia desde libros electrónicos o lógicas hipertextuales? Lamentablemente, no serían tenidos en cuenta, relegados al margen de la cientificidad, sin sello editorial o categoría de indexación; su validez es relativa, según la cultura de la burocratización académica en Colombia; en otras palabras, se trata del poder del index jerarquizante. Estructurar, con seguridad es necesario, pero no en detrimento de la innovación, la creatividad y la democratización. HC, sin duda, ha sido en estos últimos veinticinco años un espacio de innovación y de toda clase de impulsos académicos; pero qué bueno sería que desde este logro se siguiera insistiendo en generar conciencia sobre otros espacios y formas de conocimiento que los sistemas de indexación deberían valorar y concientizar.


Comentarios

1 María Cristina Pérez, "Historia Crítica: una revista que crea comunidad académica nacional y latinoamericana", en Encuentro Internacional: El papel de las revistas de historia en la consolidación de la disciplina en Iberoamérica. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2013.

2 Daniel García Peña, "Presentación", Historia Crítica 1(1989): 3.

3 Para profundizar la historia de las revistas de historia, véase Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 42: 2(2014) [en prensa], en el cual se publican algunas de las ponencias a raíz de los cincuenta años de su existencia. Además, véase Renán Silva, "Historia Crítica, una aventura intelectual en marcha", Historia Crítica 25(2003): 13-32, entre otros trabajos publicados en el mismo número.

4 "Temas varios", Historia Crítica 4(1990): 1-200; "Temas varios", Historia Crítica 8(1993): 1-97; "Dossier: Manos que no descansan", Historia Crítica 9(1993): 1-120; "Dossier: Ciencia y Tecnología", Historia Crítica 10(1995): 1-88;         [ Links ] "Dossier: Religión, política y sociedad", Historia Crítica 4(1996): 1-200; "Temas varios", Historia Crítica 13(1997): 1-109; "Temas varios", Historia Crítica 1(1989): 1-124; "Dossier: Historias urbanas", Historia Crítica 18(1998): 1-136; "Dossier: Historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia", Historia Crítica 28(2005): 1-72; "Dossier: Un llamado a la inclusión: fuentes y perspectivas para una historia participativa", Historia Crítica 29(2005): 1-242; "Dossier: Historia ambiental Latinoamérica", Historia Crítica 30(2005): 1-196; "Dossier: Historia y geografía", Historia Crítica 32(2006): 1-378; "Dossier: La justicia y el orden social en Hispanoamérica, siglo XVIII y XIX", Historia Crítica 36(2008): 1-270; "Dossier: Objetos y mercancías en la historia(I)", Historia Crítica 38(2009): 1-238; "Dossier: Objetos y mercancías en la historia(II)", Historia Crítica 38(2009): 1-238; "Dossier: Historia digital", Historia Crítica 39(2009): 1-238; "Dossier: Cuerpo, enfermedad, salud y medicina en la historia", Historia Crítica 46(2012): 1-260.         [ Links ]

5 Bernardo Tovar Zambrano, comp., Historia al final del milenio. Ensayos de historia colombiana y latinoamericana, 2 vols.(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1994).

6 Jesús Antonio Bejarano, "Guía de perplejos: una mirada a la historiografía colombiana", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 24(1997): 283-329 y Jorge Orlando Melo, "Medio siglo de historia colombiana: notas para un relato inicial", Revista de Estudios Sociales 4(1999): 9-22.

7 Antonio Annino, "Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-1821", en Historia de las elecciones en Iberoamérica. Siglo XIX, ed. Antonio Annino(Buenos Aires: FCE, 1995), 177-226.


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