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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.55 Bogotá jan./mar. 2015

 

Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011, 196 pp.

Margarita Martínez Osorio*

* Profesora auxiliar de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario (Colombia). Filósofa y estudiante de Historia de la misma Universidad. Miembro del semillero de investigación Entre prácticas y representaciones. martinezo.margarita18@gmail.com

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.13


La historiadora norteamericana Joan Wallach Scott, actualmente profesora principal del Institute for Advanced Study de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), ha dedicado gran parte de su vida como investigadora a reflexionar sobre el concepto de género y su vitalidad para la disciplina histórica. Su artículo titulado "El género: una categoría útil para el análisis histórico"1, publicado originariamente en inglés en 1986, abrió debates y perspectivas frente al modo como la categoría género impacta la disciplina histórica, en especial la historia de las mujeres; al mismo tiempo que provocó cuestionamientos con respecto a las categorías usadas en las demás ciencias sociales, para ilustrar la cuestión de la diferencia sexual. En los ensayos recopilados en el libro The Fantasy of Feminist History, de 2011, Scott continúa con dichas reflexiones, pero esta vez utilizando el psicoanálisis como principal marco de referencia. Para la autora, la perspectiva psicoanalítica ofrece grandes potencialidades al pensar críticamente el género y su vínculo con la historia, y el quehacer de esta disciplina en general.

A pesar de la diversidad de temas que Scott toca en los cinco artículos que componen este libro, puede sugerirse que son dos las grandes discusiones y preocupaciones que están en la base de todo el texto: por un lado, ¿qué significa hacer una historia de género? Y más aún, ¿qué significa hacer una historia feminista? Éstas son cuestiones que atraviesan esta investigación y que resultan iluminadoras en su vínculo con el psicoanálisis. Por otro lado, para Scott es central mostrar que la categoría género alberga un potencial crítico que no sólo concierne a los interesados en los estudios sobre la diferencia sexual, sino que debería llamar la atención de todos los estudiosos que se inquietan por un examen crítico de la historia y de las categorías usadas por los historiadores para acercarse al pasado.

En principio, esta autora encuentra una estrecha relación entre los presupuestos de ciertas perspectivas psicoanalíticas y los cuestionamientos planteados por el posestructuralismo, encarnado en figuras como Jacques Derrida y Michel Foucault. Pero no se trata aquí del psicoanálisis que Scott califica de "reduccionista", en el que los sujetos son diagnosticados y clasificados estrictamente y en el que "hombres" y "mujeres" son categorías universalizadas y definidas como fijas. Por el contrario, se apela al psicoanálisis que responde al llamado "vértigo": un psicoanálisis crítico que muestra la fragilidad de las categorías a la hora de captar la realidad a la que apelan, y que lleva al historiador a cuestionar los supuestos con los que opera. Con esta idea, al poner en duda la certidumbre de las categorías usualmente aceptadas, los historiadores se enfrentan al vértigo generado por la incertidumbre de no tener categorías fijas y válidas universalmente. El psicoanálisis acuñado aquí es, entonces, aquel que "[...] expone los conflictos y contradicciones contenidos en las categorías que presumen de su homogeneidad" (p. 4)2. Es por esto que se afirma el "compromiso con la teoría psicoanalítica como una práctica de lectura crítica para la historia" (p. 4), por cuanto permite cuestionar la infalibilidad de las categorías usadas por los historiadores para captar los fenómenos sociales en el tiempo.

Aquí la categoría privilegiada, aunque no la única posible, para mostrar las potencialidades de la teoría psicoanalítica en su vínculo con la historia, es la de género. Para la autora, los historiadores generalmente asumen que "hombre" y "mujer" son términos que remiten a entidades unívocas y determinadas, las cuales -por su carácter aparentemente ahistórico e inmutable- no requieren mayor cuestionamiento o elucidación. El psicoanálisis problematiza esta visión al plantear la cuestión de la diferencia sexual como un constante dilema por resolver: en distintos contextos, las sociedades han articulado diversos sistemas para regular y definir los comportamientos asociados a hombres y mujeres, pero dichos sistemas son inacabados, y siempre habrá algo que se les escape y que no logre ser categorizado o regulado. Las formas como hombres y mujeres se definen y relacionan en contextos precisos son, entonces, dinámicas y albergan lógicas de resistencia, redefinición, apropiación y regularización. No se encuentra en este punto ante una realidad estática y acabada, sino ante una serie de procesos diversos que están en un continuo movimiento, y nunca completamente definidos. En esta dirección, el psicoanálisis invita a pensar en la diferencia sexual como un objeto de investigación histórica que le exige al historiador romper la uniformidad y aparente transparencia de sus categorías, con el fin de ser sensible ante los procesos dinámicos y complejos que constituyen las articulaciones del género en contextos distintos.

Pero para que todo este proceso sea posible resulta preciso romper lo que Scott llama -desde el lenguaje psicoanalítico-"la fantasía de la historia feminista". Una fantasía, en principio, puede definirse como un mito que busca "[...] responder preguntas sobre los orígenes de los sujetos, la diferencia sexual y la sexualidad" (p. 49). Por lo que se sostiene que "lo que puede ser llamado ‘la fantasía de la historia feminista' asegura la identidad de la mujer en el tiempo" (p. 51). Para esta historiadora, en este caso, la fantasía feminista tiene tres características principales: en primer lugar, el sujeto debe identificarse y conducir su deseo de acuerdo con la propia fantasía; en este sentido, los sujetos que participan de las características que suelen atribuirse a lo femenino deben identificarse y sentirse parte de la fantasía de "la mujer". En segundo lugar, la fantasía dota de coherencia y homogeneidad las prácticas relacionadas con la diferencia sexual y conlleva que éstas se presenten como la única opción posible para organizar y definir la sexualidad. Por último, en tercer lugar, la fantasía "[...] opera como una [firmemente condensada] narrativa" (p. 50) . La narrativa le da coherencia y sentido a la categoría mujer y la estabiliza, al dar la apariencia de que su existencia es definitiva, unívoca y permanente a través de la historia.

En últimas, Scott afirma que la fantasía dota de coherencia, sentido y unicidad a fenómenos que son múltiples, conflictivos, discontinuos, y que escapan a toda clasificación. Pero es justamente allí donde radica su poder: en articular la ficción de la coherencia y la univocidad en realidades que no es posible reducir a dichas configuraciones. La historia de género o historia feminista (como Scott la llama en ocasiones) debe romper la fantasía de "la mujer", al mostrar cómo su existencia responde a procesos históricos precisos, y no a realidades naturales, inmutables y ajenas a la historia. De ahí la crítica que Scott hace a la "historia de las mujeres"3, al considerar que "paradójicamente, la historia de las mujeres mantiene a las mujeres por fuera de la historia"4, en la medida en que no se pregunta por cómo se articula esta categoría en contextos específicos, sino que la asume como algo transparente y válido universalmente.

Más aún si se tiene en cuenta que este tipo de historia se sostiene sobre la fantasía de que existe una noción, "la mujer", que se mantiene estable a lo largo del tiempo. Justamente, lo que la historia feminista apunta a cuestionar: las fantasías tienen puntos de quiebre, y es en ellos en donde debe enfocarse la mirada histórica, con el fin de -siguiendo el espíritu genealógico foucaultiano- desestabilizar las categorías y cuestionar su unicidad y trascendencia. Es en las discontinuidades, las inexactitudes y los conflictos donde la historia feminista debe ubicar su reflexión, con miras a potenciar su motor crítico y aguzar la vista ante las lógicas complejas que intervienen en la articulación de las identidades y la manera como se configuran sentidos y coherencias para organizar y definir el mundo social5.

Finalmente, Scott es enfática al señalar que "necesitamos del análisis feminista de las categorías de la identidad, no sólo para detectar las diferencias de poder construidas por oposiciones binarias que presumen de ser atemporales, naturales y universales, sino también para contextualizar e historizar esas categorías" (p. 78) . Puede decirse, y quizás aquí está una de las sugerencias más importante de este libro, que la pretensión de la historia de género -como aquella que contextualiza y rompe la fantasía de la univocidad y transparencia de las categorías- hace un llamado de atención a los historiadores a la hora de construir su objeto de estudio y acercarse al archivo. Si bien la historia feminista le apuesta a la desnaturalización de las categorías tomadas como dadas y definidas de antemano, este proyecto no se restringe a las categorías concernientes a la diferencia sexual; por el contrario, más que un plan definido de investigación, la historia de género se sostiene sobre un posicionamiento crítico del historiador frente a sus objetos de estudio.


Comentarios

1 Recopilado y traducido al español en: Joan Wallach Scott, «El género: una categoría útil para el análisis histórico», en Género e historia (México: FCE, 2008), 48-74.

2 Las citas del texto de Joan Wallach Scott son traducciones realizadas por la autora del artículo.

3 Las reflexiones de Scott alrededor de la cuestión de la historia de las mujeres pueden encontrarse en: Joan Wallach Scott, "La historia de las mujeres", en Género e historia (México: FCE, 2008), 33-47.

4 Joan Wallach Scott, "La historia de las mujeres", 10.

5 Este ejercicio de concentrarse en las discontinuidades, los conflictos, multiplicidades y contradicciones es realizado por Scott en el libro a través del análisis del debate alrededor del velo islámico en Francia y de su examen del concepto secularización. Scott muestra, por un lado, cómo diferentes apropiaciones del discurso feminista condujeron a movimientos políticos de diverso carácter, en el contexto de los debates sobre el uso del velo en los espacios públicos franceses. Con esta reflexión, Scott pone de presente la complejidad de la categoría mujer feminista y la manera como ésta surge en coyunturas históricas concretas. Por otro lado, Scott estudia el fenómeno del velo islámico en Francia desde el concepto secularización y muestra cómo, en su aparente transparencia, esta noción alberga, en realidad, múltiples conflictos y contradicciones en lo que concierne a la participación política de las mujeres. En este caso, se puede ver la manera en que asumir una perspectiva de género permite romper la "fantasía" de universalidad de un concepto como secularización.