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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.56 Bogotá Apr./June 2015

https://doi.org/10.7440/histcrit56.2015.07 

Modernidad y marimba en la prensa de Tumaco (1909-1914)*

Jorge Luis Aparicio Erazo**

** Docente de la Universidad del Valle, sede Norte del Cauca, Cali (Colombia). Comunicador Social de la Universidad del Valle (Colombia) y estudiante de la Maestría en Historia de la misma institución. Es autor de los artículos "Ciudadanías y homosexualidades en Colombia", Iconos 35 (2009): 43-54; y "Homosexualidades mediáticas: la emergencia de las 'otras' sexualidades en los discursos periodísticos en Colombia", Nexus 6 (2009): 30-47. jorgeluisaparicio@yahoo.com

DOI: dx.doi.org/10.7440/histcrit56.2015.07


RESUMEN:

El artículo presenta una aproximación a las relaciones entre la prensa y los mecanismos de condena y de denuncia de ciertos comportamientos celebratorios de los sectores subalternos, especialmente de aquellos que eran acompañados con el instrumento musical conocido como marimba, en el marco de los procesos de modernización de Tumaco, una ciudad-puerto en la Costa Pacífica colombiana, durante la primera década del siglo XX. El artículo presenta algunos aspectos de la prensa y el periodismo de la época, así como un conjunto de artículos que resaltan los bailes de los negros y que señalan elementos fundamentales de este contexto para comprender sus modalidades de aparición en la prensa.

PALABRAS CLAVE:

Tumaco, modernización, marimba, prensa periódica, música tradicional, diferenciación cultural.


Modernity and the Marimba in the Press in Tumaco (1909-1914)

ABSTRACT:

This article explores the relations between the press and the mechanisms of condemnation and complaints regarding certain celebratory rituals among the subaltern sectors, especially those that were performed with the accompaniment of the musical instrument known as the marimba, in the context of the modernization of Tumaco, a port city on the Pacific coast of Colombia, during the first decade of the 20th century. The article presents some aspects of the press and journalism of the period, as well as a set of articles that highlight the dances of the black people of the region and that point out fundamental elements of this context in order to understand the ways they were portrayed in the press at that time.

KEYWORDS:

Tumaco, modernization, marimba, periodical press, traditional music, cultural differentiation.


Modernidade e marimba na imprensa de Tumaco (1909-1914)

RESUMO:

O artigo apresenta uma aproximação às relações entre a imprensa e os mecanismos de condenação e de denúncia de certos comportamentos de celebração dos setores subalternos, especialmente daqueles que eram acompanhados pelo instrumento musical conhecido como marimba, como parte dos processos de modernização de Tumaco, uma cidade portuária na Costa Pacífica colombiana, durante a primeira década do século XX. O artigo apresenta alguns aspectos da imprensa e o jornalismo da época, bem como um conjunto de artigos que destacam as danças dos negros e que apontam elementos fundamentais deste contexto para compreender suas modalidades de aparição na imprensa.

PALAVRAS-CHAVE:

Tumaco, modernização, marimba, imprensa periódica, música tradicional, diferenciação cultural.


Introducción

Entre finales del siglo XIX e inicios del XX, la ciudad de Tumaco, ubicada en la región Pacífica sur de Colombia, evidenció cambios en sus órdenes sociales, políticos, culturales y económicos, propios de los intentos de algunos grupos acaudalados y líderes políticos por impulsar rasgos de modernización material de la ciudad y un cambio moral de sus habitantes. Estos procesos estuvieron favorecidos por la bonanza exportadora de una economía de extracción de recursos naturales, sin ser exagerado sostener que gran parte de los avances se debieron a una semilla, la tagua, cuya apariencia -similar al marfil- la hizo apetecida en los mercados de Estados Unidos y Europa para la realización de botones y hebillas entre 1870 y 19201.

Múltiples hechos y prácticas ayudaron a crear la imagen de Tumaco como una ciudad en el camino hacia la "civilización", en concordancia con los centros modernos que requería la nación en formación: el empedramiento de los caminos fangosos; la construcción de lujosas casas, amplios parques e imponentes inmuebles públicos; el impulso de la instrucción de jóvenes y adultos; la realización de retretas, zarzuelas, obras de teatro y conciertos; la conformación de clubes sociales donde se llevan a cabo veladas literarias y ágapes suntuosos; la inauguración de bibliotecas, imprentas y boticas; las funciones del cinematógrafo; el arribo de visitantes ilustres de otros países y regiones; la circulación de mercancías como prensa, licores y telas extranjeras; los planes de saneamiento e higiene de las vías terrestres y fluviales de esta ciudad, entre otros adelantos, convencían a una parte de la sociedad tumaqueña de los aires civilizadores y progresistas que estaban venteando en estos antiguos caseríos. Algunos visitantes, por ejemplo, se llevaron buenas impresiones de este lugar. Jorge Brisson, un ingeniero civil francés al servicio del Gobierno colombiano que recorrió Tumaco, Barbacoas y Buenaventura en 1897, sostuvo que ciertas casas se asemejaban a "chalets suizos"2. Por su parte, hacia 1921, el viajero Rufino Gutiérrez se refirió a Tumaco como "la metrópoli comercial del Sur" y "el lugar más sano de la Costa del Pacífico"3.

Similar a otras regiones del país durante el período estudiado -si bien con las originalidades introducidas en cada caso-, el tránsito hacia estas conquistas modernas avanzó paralelo a un intento de morigeración de las tradiciones y los hábitos cotidianos de la población. Se promovió la idea de que los cambios en varias dimensiones de la vida social debían acompañarse de una nueva sensibilidad de sus gentes, basada en una moderna moralidad y en una estricta disciplina de los comportamientos, dirigida al control de los hábitos y costumbres de todos sus habitantes, aunque en especial de sus capas subalternas, en las que se creía que pervivían acciones y formas de pensar que se consideraron como "viejas" y "obscenas", es decir, auténticas amenazas para los ideales que se tenían de progreso. El funcionamiento de la ciudad precisó mayor vigilancia y organización de las conductas de la población, por lo que se buscó la interiorización de normas que evitaran o prohibieran actos considerados moralmente desviados. Todo un conjunto de conceptos y valores modernos -buenas costumbres, decencia, civilización, moral, urbanidad- se relacionaron con un número amplio de acciones y atributos que debían ser coherentes con los tiempos de cambio en Tumaco, en especial con el rigor del trabajo, la educación, y las conductas en los espacios públicos y domésticos.

Los periodistas4 de la prensa editada en Tumaco tuvieron un papel importante en este proceso, pues intentaron, entre otras cosas, vigilar y denunciar las costumbres y los personajes que para ellos representaban una alteración del orden público y un obstáculo para el progreso. De igual manera, buscaron promover los principios de una moral renovada que encaminara a esta ciudad al progreso físico y espiritual. Quien lea los periódicos de este período constatará que son auténticos breviarios de quejas, reclamos y llamados al orden. Los redactores lamentaban y condenaban los bailes y las músicas que suponían "inmorales" y "retrasadas", las peleas de gallos, las riñas y escándalos de los borrachos, las prostitutas de las cantinas, el aumento de los vagos, los cerdos que merodeaban por las calles, los ladrones en las noches, los niños insumisos, y una singular variedad de individuos y acciones que se desenvolvían por fuera de lo normalizado.

En este artículo se propone entonces un análisis -de manera muy general e inicial- sobre un aspecto particular de este proceso: las formas en que se incluyeron las celebraciones de los grupos subalternos, especialmente aquellas ligadas a la marimba5, en la prensa de Tumaco entre 1909 y 1914. Se busca contribuir al estudio de las relaciones entre la prensa y los mecanismos de condena y denuncia de ciertas conductas festivas y celebratorias de estos grupos, en el marco de los procesos de modernización. Evaluados con cierto cuidado, los artículos periodísticos y otras fuentes pueden brindar referencias valiosas no sólo acerca de algunas tendencias de registro que se expresaron en la prensa del lapso estudiado, sino también sobre ciertas particularidades de estas formas de sociabilidad que son las fiestas populares. Aspecto que resulta esencial para entender la vida cotidiana de las sociedades, en especial en una sociedad en proceso de transición hacia un tipo de sociedad "civilizada y moderna", como se puede caracterizar, grosso modo, a Tumaco entre las postrimerías del siglo XIX y los comienzos del XX. Asimismo, la observación de estos fragmentos permite hacerse una idea -así sea parcial- sobre determinados rasgos de los cambios operados de manera general en la sociedad tumaqueña, en la que los modos de celebrar también debían transformarse mediante la incorporación de nuevas conductas, espacios y tiempos para su ejecución.

Para realizar el siguiente artículo se ha privilegiado el estudio de unos pocos pero reveladores artículos de cuatro periódicos editados en Tumaco, al mismo tiempo que se ha procurado complementar esta información con datos provenientes de los relatos de cuatro viajeros nacionales y extranjeros -Jorge Brisson, Pablo Emilio Escobar, Miguel Triana y José María Samper- que recorrieron Tumaco y regiones cercanas, y las apreciaciones del sacerdote recoleto Bernardo Merizalde en su clásico texto Estudio de la costa colombiana del Pacífico6.

1. El triunfo del debate razonado y el espíritu patriótico

En primer lugar, hay que señalar que, entrado el siglo XX, en Tumaco se configuró un tipo de periodismo que se abocó a la discusión argumentada en reemplazo de la proclama o la crítica doctrinaria que caracterizó el periodismo del siglo anterior, aspecto que se manifestó mediante dos tendencias gruesas7. La primera, marcadamente literaria y artística, se destacó por la publicación de textos que exaltaban las artes, en especial la literatura, la publicación de conocimientos y avances en diversos ámbitos (técnica, instrucción pública, urbanización, entre otros), así como frases y poemas de escritores extranjeros. Su principal exponente fue el periódico Albores (1907).

La segunda, con un talante más comercial, informativo y nacionalista, procuró ponerse al "servicio de la Patria", y en beneficio de la región, lo cual evidenció una experiencia periodística de nuevo tipo, cuyos elementos distintivos son: a) la supervisión de los asuntos oficiales de "interés público" (la construcción de bienes inmuebles, las medidas aduaneras, la economía de la tagua, el desempeño de los empleados de las ramas administrativas); b) la promoción de proyectos que estimularan el avance de la economía local; c) las exaltaciones de las actividades artísticas realizadas por las entidades públicas y las familias acomodadas; d) la vigilancia y denuncia de las necesidades materiales y comerciales de la ciudad y el deterioro de sus espacios públicos; e) la urgencia de transformar las conductas "impropias" y "escandalosas" y el lenguaje "inmoral" de algunos habitantes de la ciudad.

En otras palabras, se trató de un periodismo con una impronta "civilizatoria y progresista", que se podría condensar en el propósito anunciado en el primer número de uno de sus periódicos insignias, El Litoral Pacífico: "Aspiramos, sobre todo á hacer conocer la región en que vivimos y á servir a su desarrollo moral é intelectual; al comercio y a la industria en general. Nuestras columnas estarán siempre al servicio de toda idea, de toda obra que interese al lugar"8. Otros periódicos que se pueden ubicar en esta tendencia son La Estrella (1906), El Micrófago (1913-1914), El Fiscal (1914-1916, 1918-1919), El Ariete (1915), El Camarada (1915-1916) y Sur de Colombia (1915)9.

La documentación revisada sugiere que los directores, periodistas y administradores de los periódicos de Tumaco eran hombres, habitualmente con una decidida vocación por las letras, la mayoría ligados al comercio, las actividades políticas y el artesanado (sin ser necesariamente adinerados), con un nivel medio y alto de estudios. También se puede mencionar, sin entrar en mayores detalles, que quien leía la prensa de manera habitual no era el "pueblo" o la "sociedad entera" -como solían escribir los periodistas-, sino un público lector reducido, debido a la difícil expansión de la alfabetización entre la población y a la escasez de lectores que pagaran los ejemplares10.

2. Vida social y prácticas perniciosas

Los periodistas de Tumaco no solían ser muy indulgentes cuando escribían sobre la "vida social" en esta ciudad. Son varios los artículos en los que los redactores se lamentaban de la condición "prosaica" y "mercantilista" que caracterizaba el temperamento y la sociabilidad de sus habitantes -a quienes acusaban de "incultos" obsesionados por el dinero-. También se quejaban de la distancia geográfica y social que los alejaba de la vida cultural, económica y política de regiones como Popayán, Cali o Bogotá11. Es probable que dicha concepción se resuma bien en la siguiente cita de El Micrófago, escrita por un autor anónimo a propósito de la ópera Aurora del argentino Joaquín Dicenta, que se exhibía en temporada:

    "Aquí donde vivimos aletargados por la materialidad de los negocios, donde perdemos los sentimientos de estética por lo informe de la raza, donde vivimos hundidos todos los días en las realidades amargas de la vida, que mucho que no aspirémos a una satisfacción honesta, cuando en realidad carecemos de todo el idealismo de la vida, ni de nada que hable al corazón. El cuadro, la estatua, el monumento, la música, la oda, la acción moral, la obra filosófica, de todo estamos desprovistos"12.

Si bien puede que el redactor proporcione excesivas argumentaciones, es probable también que las fiestas, celebraciones y reuniones sociales -tanto aquellas que se daban en espacios públicos como en ámbitos domésticos- alteraran el trascurrir pausado y tranquilo de la ciudad. La vida social pública de Tumaco estuvo marcada por el ritmo de las celebraciones religiosas y oficiales. Esto se advierte por la constante mención en la prensa de encuentros que correspondían a los festejos de fechas importantes del "espíritu republicano" (tales como el 20 de Julio y el 7 de Agosto) y a eventos relacionados con el calendario cristiano: Semana Santa, Navidad, Día de los Muertos, procesiones vinculadas a santos patronos, bautizos, entre otras actividades.

Comúnmente, tanto en las fiestas de tipo religioso como en las celebraciones cívicas, delegados de la Alcaldía ordenaban la limpieza y pintura de los espacios públicos (aunque en algunos momentos esa tarea la asumieron también los habitantes por su propia cuenta), y apoyaban la presentación de la Banda Municipal, que terminaba en múltiples fiestas en las que se congregaban personas de diversos grupos sociales y distintas procedencias geográficas. La mayoría de celebraciones se llevaban a cabo en la plaza principal, llamada Cristóbal Colón o Plaza de la Libertad, un espacioso lugar en el que se expresaba la suntuosidad del sistema de poder político, económico y cultural de Tumaco. Por eso, a su lado estaban la iglesia principal, la sede de la Alcaldía, las casas señoriales de las familias acomodadas, algunos almacenes principales donde se vendían productos básicos y objetos de lujo importados, el edificio de la Aduana y la escuela pública de niños13. En esta plaza, además, los días domingos y jueves solían realizarse las llamadas retretas, una especie de serenata pública interpretada por la Banda Municipal.

Aunque estas celebraciones intentaban ser vigiladas y controladas por las autoridades locales y tenían un motivo común, fueron entendidas y festejadas de formas diferenciadas entre distintos sectores de la sociedad. A manera de ejemplo, a mediados de 1914, un periodista se lamentaba de los juegos de azar y el posible mal ejemplo dado a los menores de edad:

    "Práctica perniciosa. Tal es la que hemos visto cada vez que se ha celebrado alguna festividad civil en esta isla de los alelíes y de los aleluyas, con permiso de la autoridad, en la esquina de la Plaza Colón y de algunas calles centrales.

    Esas mesas de juego de suerte y de azar, señor Prefecto y Señor Alcalde, no son por cierto el mejor ejemplo de moral y de dignidad para los niños, antes bien, son incentivos, ejemplos prácticos, para la perversión, con tanto más razón, cuando que la Policía vio a niños jugando y los dejó continuar.

    Ni con esa clase de juegos ni con las borracheras es como deben celebrarse las fiestas patrias; y eso un 20 de julio habla muy mal de las autoridades y de los pueblos donde se efectúa"14.

Hasta ahora se ha eludido un aspecto central del problema, que tiene que ver con las realidades demográficas de los negros. Si bien se trata de un asunto muy extenso como para detallarlo en este artículo, se puede sostener que mientras que las capas económicas acomodadas eran minoritarias y estaban conformadas principalmente por gentes blancas y mestizas -algunos de ellos provenientes de países de Europa que llegaron a Tumaco buscando nuevos mercados y formas de inversión-, los negros representaban un número mayor de la población, distribuida tanto en el espacio urbano como en las zonas selváticas. Desde luego, se dio la expansión de los fenómenos del mestizaje y de la movilidad social de esta población, aunque ésta no necesariamente coincidió con la integración total a las capas sociales más altas, pues estos factores se llevaron a cabo manteniendo y defendiendo una separación económica y cultural entre las diferentes categorías sociales.

En efecto, algunos hombres y mujeres tuvieron la oportunidad de organizar tiendas, vivieron en buenas casas con sus familias, trabajaron de la mano con las personas acaudaladas, mandaron a sus hijos a escuelas y lograron cargos medios y menores -policías, dependientes en las tiendas, remeros y guardias-, pero hasta el momento no se dispone de información que permita aseverar que los negros lograron ser dueños de los negocios ligados a la extracción y exportación del oro y de la tagua o de las "casas comerciales", que mercadearan con productos de lujo, que ascendieran a altos cargos públicos y políticos o dirigieran periódicos editados en esta provincia. Otra parte importante de la población negra se estableció en las llanuras aluviales y en los interiores del bosques y manglares, algunos viviendo en virtud de lo que ofrecía su entorno y otros estableciendo conexiones con el mercado urbano, especialmente mediante el trabajo de recolección de semillas y maderas de las zonas selváticas.

3. "Los ayes de una raza proscrita"

Si varias celebraciones de los habitantes de Tumaco estaban enmarcadas en los festejos oficiales y religiosos, lo que revelan algunos artículos es que otras tantas no se organizaban a partir del calendario de fiestas, sino que el motivo podía ser fortuito, situación que molestó a los periodistas. Un redactor incluso propuso que se "deberían gravar los bailes que no se verifiquen en días feriados, según el calendario, con un alto impuesto" pues "en los campos hay semanas enteras que se emplean en bailes, jolgorios, embriagueces y corrupción general", y agregaba que eran "incalculables los perjuicios que sufre la moralidad del pueblo con tales disipaciones"15.

Dentro del conjunto de bailes y músicas que los redactores consideraban atrasados, bulliciosos y generadores de escándalos, los relacionados con las sociedades negras, en especial con el instrumento conocido como la marimba, aparecieron con cierta regularidad en las páginas de la prensa, lo que también insinúa un primer aspecto: las celebraciones de la marimba constituyeron una actividad frecuente entre los negros en la Costa Pacífica sur de Colombia16. Los sonidos de este instrumento significaban para un conglomerado importante de la población -en especial para las capas acomodadas-, la persistencia de creencias y festejos antiguos de ancestro africano, y, en esta medida, se les consideraba un desorden propio de "gentes salvajes" en el progresista ambiente urbano de Tumaco.

El principal argumento al que recurrieron los periodistas para condenar estos festejos era el hecho de que éstos perturbaban la tranquilidad de la noche e impedían el sueño del resto de la población e, igualmente, se prestaban para barahúndas y borracheras. En el primer ejemplar de El Micrófago, un redactor sostenía: "El sueño es un don de Dios, pero muchas personas soeces y sin cultura se han encargado de economizarlo a las familias, pues con gritos descompensados, algarabías ridículas, canciones indecentes, recorren las calles en estado de embriaguez, sobre todo en los días de la bendita marimba, rezago de costumbres cuasi salvajes. Ah! Cuánto vale la cultura y no se diga que ella es ajena a la raza"17.

Puede apreciarse que la cultura, lejos de ser un conjunto de saberes y tradiciones ancestrales o una forma de "habitar el mundo", era una condición por adquirir, ligada a las "buenas maneras", a los modos elegantes y "civilizados" de proceder en distintos ámbitos de la vida cotidiana, una "virtud" que se alcanzaba con la educación recibida en la escuela y en la casa, así como a los intereses y gustos personales. De ahí que no resulte extraño que esta noción de cultura se relacionara con la raza y con la moralidad. Por lo demás, la imagen que dejan los artículos y algunas fotografías del período considerado es la de una sociedad en la que existe una enorme proximidad espacial entre los integrantes de las distintas capas sociales y raciales.

Las menciones de los bailes y músicas de la marimba en la prensa parecen mostrar que éstos eran realizados continuamente, aunque de manera especial los fines de semana y en horarios nocturnos. Muchos factores pueden explicar este hecho, pero es posible plantear dos hipótesis: por un lado, la vigilancia de la Policía y las restricciones de las autoridades eclesiásticas eran menores en la noche, y, por el otro, es posible que varios de los negros laboraran durante el día y que en la noche se dedicaran a este tipo de actividades. Lo que se infiere también es que entre los negros no parecía operar, al menos no de una manera tan arraigada como lo fue en otros sectores de la sociedad tumaqueña, una demarcación mayor entre los tiempos del trabajo y los tiempos del ocio.

En septiembre de 1913, por ejemplo, un artículo de El Micrófago volvió a insistir en la necesidad de imponer castigos y controles sobre los bailes de la marimba, pues éstos contrastaban con los avances sociales y urbanos de la ciudad de Tumaco:

    "Ya es tiempo de que Tumaco, población que va adquiriendo tintes de civilización y de progreso, se despoje de antiguos hábitos coloniales. La marimba, instrumento de los pueblos salvajes, nos hace recordar así como si estuviéramos en alguno de los pueblos del áfrica. Ese eterno son, de un solo diapasón y de un solo compás, esa monotonía que semeja los ayes de una raza proscrita.

    El Consejo debería imponer fuertes gravámenes a dichos bailes, o el Señor Alcalde municipal suprimirlos de una vez, como logró hacerlo por algún tiempo el señor cura Fray Hilario Sánchez. La misión de las autoridades no sólo es la de castigar los delitos, sino de la prevenirlos, y en esos bacanales no solo se cometen faltas de la peor ralea, sino que la embriaguez que en ellos domina, es origen de riñas, heridas y escándalos atroces en la población. Estamos dispuestos, a que si el señor Alcalde no atiende nuestras peticiones, llevaremos la cosa hasta el último punto, porque la marimba debe acabarse o sustituirse por otra diversión que no cause escándalos"18.

Los periodistas cuestionaron la naturaleza y la "estética" de estas actividades sonoras y dancísticas de ascendencia africana, pues su pervivencia entre los negros de Tumaco demostraba tanto su mal gusto para celebrar como su falta de un "espíritu de progreso" para la ciudad. Los redactores mostraron una postura ambivalente con relación a la condena de los bailes, pues si bien hacían un llamado para acabar con estas expresiones festivas, la mayoría reconocía que la tarea era ardua, pues se enfrentaban a un conjunto de manifestaciones celebratorias largamente sedimentadas y vinculadas a eventos y modos de organización de la vida cotidiana, al punto de ser las únicas maneras interiorizadas y legitimadas ("naturales") de celebrar para los grupos subalternos de la población tumaqueña. Los fragmentos recalcan el pasado africano de la marimba como un rasgo desfavorecedor, un síntoma que justificaba su eliminación o, al menos, su control por parte de las autoridades, muy lejos de los ideales de inclusión y diversidad cultural en los que la sociedad estaba inmersa desde hacía un par de décadas.

Hasta donde se ha logrado obtener información, fray Hilario Sánchez fue un clérigo de la Orden de los Agustinos Recoletos, en plena actividad sacerdotal cuando se publicó este artículo, ya que en otros números de El Micrófago refieren los actos litúrgicos y actividades de recolección de fondos para calamidades regionales que organizó19. Es posible que se haya tratado de un sacerdote mayor, llegado a Tumaco hacia 1901 -permaneció al frente de la parroquia de la ciudad entre 1909 y 1911-, como parte de las misiones de su Orden en el sur de la Costa Pacífica, siendo también destacada su presencia en la provincia de Guapí, donde ayudó a levantar la iglesia matriz y se volvieron famosas sus correrías evangelizadoras por cerca de una década. A finales de 1914, el reverendo Hilario Sánchez marchó hacia Bogotá, donde unos meses más tarde fue ascendido a Padre Provincial20.

Resulta difícil confirmar si este reverendo logró, como menciona el redactor de esta cita, suprimir los bailes y las músicas de la marimba "por algún tiempo", aunque su referencia en el artículo evidencia el fenómeno de la problemática relación entre las misiones religiosas adelantadas por la Orden de los Agustinos Recoletos -a la que se le comisionaron los procesos de evangelización en la Costa Pacífica sur- y las sociedades negras. Como ha quedado registrado en varios documentos históricos y en trabajos investigativos recientes, esta Orden -cuya presencia en la zona sur de la Costa Pacífica de Colombia se remonta a fines del siglo XIX- adelantó grandes campañas y correrías con las sociedades negras, en las que la supresión de las expresiones festivas de ancestros africanos fue un asunto clave en la conversión21.

En ediciones posteriores se publicó un artículo en el que se manifiesta la incomodidad que generaban estas celebraciones: "Ha continuado otra vez molestando la paciencia de los ciudadanos que no gustamos de esta clase de ruidos y escándalos. Señor alcalde, señor alcalde por caridad, es desatino darles permios para fregáa"22. Es importante señalar, como lo demuestra esta publicación, que las quejas de los periodistas no eran publicadas para que las leyeran todos sus protagonistas. Es probable que muchos de los que bailaron al son de la marimba ni siquiera hayan tenido contacto con estas hojas periódicas, que no se hayan integrado exitosamente al universo de los alfabetizados, o que no hayan tenido los recursos económicos para comprar algunos ejemplares. Las denuncias que hacían los periodistas iban dirigidas de manera especial a las autoridades locales (Alcaldía, Policía, Gobernación, Concejo Municipal, entre otros), para que tomaran medidas legales y punitivas que permitieran controlar, disminuir o eliminar estos episodios considerados bochornosos.

Según parece, para mediados de la segunda década del siglo XX, las autoridades de Tumaco habían decretado la solicitud de licencias para la realización de los bailes acompañados de la marimba. Al menos eso parece indicar el siguiente artículo, extraído de El Ariete, de 1915:

    "Desde hace algunos años el Consejo Concejo Municipal de este Distrito, guiado por sentimientos cristianos, ha venido trabajando en el sentido de extirpar los bailes públicos de marimba porque además del atraso que revelan esta diversiones, son fuentes permanente de escándalos, riñas y pendencias de todo género.

    Con motivo de la fiesta de año nuevo el señor Juan Gregorio Arroyo, según se nos ha informado, solicitó del señor Alcalde licencia para verificar uno de los de la naturaleza arriba expresada. El señor alcalde, como era de esperarse, negó la licencia solicitada, y entonces el señor Arroyo acudió en apelación ante el señor Prefecto de la Provincia, Dr. Enrique Muñoz, quien le manifestó le era imposible acceder a lo que solicitaba, pues un Acuerdo del Concejo se lo prohibía, que el Concejo Liberal era el que les había quitado sus diversiones y que ellos eran también culpables dándoles sus votos.

    El señor Enrique Muñoz, aun como simple ciudadano, ha procedido con ligereza queriendo explotar la candidez de un ciudadano y mucho más grave es la falta cometida dada su categoría de Prefecto: él, como fiel observante de las leyes de Cristo, ha debido proceder con espíritu alto. De nada sirve que algunos se desvelen tratando de implementar la Moral si los llamados a sostenerla la combaten únicamente por espíritu de oposición"23.

La anterior cita pone de presente tres aspectos que no hay que pasar por alto: en primer lugar, el texto recalca, una vez más, el carácter religioso y cívico -ambos elementos intensamente relacionados en este contexto- de las luchas contra los bailes y músicas acompañados con la marimba. Se creía que acabar con estos hábitos festivos era, al mismo tiempo, una tarea urgente para la sana convivencia en Tumaco y un voto para la moralidad religiosa. En segundo lugar, el texto evidencia las luchas entre funcionarios de cargos públicos, un fenómeno que era habitual. Los motivos de estas disputas, muchas de las cuales quedaron registradas en las páginas de la prensa, eran de variada índole, e iban desde las acusaciones de abusos de autoridad hasta la mala administración de los recursos públicos, pasando por los enfrentamientos políticos en virtud de las diferencias partidistas. El comentario del redactor, más que lamentar la negación de la licencia al señor Juan Gregorio Arroyo, llama la atención al funcionario que caracteriza como dominado por un "espíritu de oposición", por cuanto la consulta fue asumida por éste como pretexto para culpar a los liberales de la existencia de la prohibición y, de paso, culpar a los votantes.

En tercer lugar, analizando un poco más los hechos, es posible que al señor Juan Gregorio Arroyo -un "ciudadano común", aunque no se pueda descartar que se haya tratado de un hombre con cierto "bagaje cultural", puesto que conocía este mecanismo de representación política-, le hayan negado las licencias oficiales para "verificar" los bailes de la marimba. Pero lo que sí parece claro es la asimilación práctica, según parece por la vía del uso, de los elementos jurídicos que caracterizan a una sociedad que reconocía a sus ciudadanos como sujetos de derechos. Si bien se carece por ahora de información sobre la efectividad o permanencia de estas leyes, el caso anterior parece mostrar la flexibilidad del sistema normativo, marcado por los procesos de negociación entre las autoridades y las sociedades negras, en los que estas actividades intentaron ser legisladas y controladas, mas no prohibidas totalmente.

Los artículos no permiten hacer una representación clara de las características de estos bailes. Los redactores de Tumaco tenían muchas virtudes, pero el nivel de detalle no era una de éstas. Normalmente, los textos sobre las expresiones festivas populares tenían una extensión menor y no informaban sobre los elementos que identificaban estas prácticas -en el argot periodístico actual, se diría que se trata de "notas breves"-. Por lo que es común observar frases como las siguientes: "algún vecino nos comentó [...]" o "Persona veraz y respetable nos informa [...]", hecho que parece indicar no sólo que los redactores no eran testigos directos de los bailes y otros "males sociales" sobre los que escribían sino que se recurría a personas que facilitaran los datos que necesitaban para elaborar sus noticias, es decir, a "fuentes de primer orden", como se conoce en la actualidad. Son reveladoras también las denominaciones de "persona veraz y respetable" o de "vecino honesto" con las que varias veces se calificaban estas "fuentes", como un intento de dar credibilidad a la información y prestigio a los escritos publicados en el periódico, aspectos que serán centrales en el periodismo moderno.

Si se toman como veraces y fidedignos los aspectos comunes contenidos en las disímiles descripciones elaboradas por viajeros, periodistas de otras regiones y sacerdotes en un período relativamente cercano al aquí estudiado, podría quedar la idea de una danza colectiva que se realizaba principalmente en horas de la noche, algunas veces dentro de casas particulares, y otras, en las calles de la ciudad y en lugares cercanos a los bosques o ríos de la región. En ésta, sus participantes cantaban, gritaban, saltaban y zapateaban grupalmente casi de manera "incesante", al ritmo de los sonidos de distintos instrumentos de percusión (marimba, cununo o guasá). En dichos encuentros, que podían durar varios días, las bebidas embriagantes eran de suma importancia, y no eran pocas las veces en que terminaban en riñas entre sus participantes24.

4. Solemnidad y festejos fúnebres

Pero los redactores no sólo se preocupaban por la tranquilidad de los vivos, sino también por la de los muertos. En el siguiente fragmento, un redactor de El Micrógrafo enfatiza en la tristeza y la seriedad que debían existir en las festividades en honor de los muertos, al tiempo que marca una distancia con algunas actividades que suceden cerca del cementerio, revelando no sólo la importancia atribuida a los valores de la religión católica -hecho común en varios redactores-, sino la consolidación de una sensibilidad renovada sobre la muerte:

    "Pasó este día de tristes recuerdos para los vivientes ante el espectáculo pavoroso de la muerte, días de sentidos duelos, de fúnebres salmodias, en el que el hombre extraviado medita en el misterio profundísimo de su existencia y dando tregua a la luchas de su vida, consagra una lágrima al borde de las tumbas en memoria de aquellos que ya no existen en el libro de los vivos.

    El camposanto, el cementerio, lugar misterioso que abre de par en par sus puertas y que por todos partes tiene esta verdad escrita en negros caracteres: "Polvo eres y polvo has de volver". [...] Pero triste es decirlo, allí vimos turbada la paz de los muertos por conversaciones y risotadas groseras y soeces, pero eso es lo menos...lo peor son los insultos que algunos dirijen a los muertos"25.

En efecto, la tranquilidad fúnebre corría el riesgo de ser alterada por algunas conductas del "pueblo". En septiembre de 1910, un redactor de El Litoral Pacífico comentó que "algún vecino del barrio del Cementerio se nos ha acercado á manifestarnos que es insufrible inmoralidad de los versos que cantan algunos individuos en dichos bailes [los bailes de marimba]"26, aunque no hizo referencia al tipo de letras que se oían ni tampoco ofreció una mayor descripción de estos actos ni de los elementos que los acompañaban. Otro autor se quejó años después del mismo problema:

    "Persona veraz y respetable nos informa que en los regocijos populares que tienen lugar los sábados y domingos por la noche, allá por los lados del cementerio, se profieren expresiones inadecuadas que turban la paz de los que duermen el último sueño. Esto es increíble y revela mucha maldad e ignorancia. En todas partes el Cementerio es un lugar sagrado y por todos venerado, como que allí reposan los restos de los seres queridos, y es ésa, al fin y al cabo, la casa de todos; lo demás es vanidad de vanidades. Denunciamos el hecho a las autoridades y esperamos el remedio"27.

Ahora bien, que esos bailes escandalosos se escucharan "por los lados del cementerio" parece nombrar más una disposición del espacio urbano que una actitud pagana de las clases menos favorecidas, debido a que era precisamente en las inmediaciones del camposanto donde se ubicaba Pueblo Nuevo, el barrio de las gentes pobres de Tumaco, con gran población negra y donde era común escuchar la marimba28. Es posible además que los reclamos sobre los bailes cerca del cementerio se deban a que este espacio fue uno de los más remodelados de la ciudad entrado el siglo XX. Así, pues, tanto por parte del municipio como de las misiones de los agustinos recoletos y de iniciativas particulares, el cementerio pasó de ser -para ponerlo en palabras del sacerdote Merizalde- "un potrero cercado con alambre, indigno de una población civilizada" a un espacio que "lo rodea una elegante verja de hierro, [con] varios camellones siempre limpios, flores, árboles, artísticas sepulturas y aun algunos suntuosos mausoleos"29.

En las capas subalternas, los velorios y entierros de las personas eran acompañados de música, baile y bebidas embriagantes, lo que indicaría que en éstos operaban otras creencias acerca de la muerte. En efecto, los festejos alrededor de este evento se vincularon a épocas oscuras y supersticiosas que debían superarse. El argumento para sancionarlas era la alteración del orden público y la constante relación con el ruido y la embriaguez. En 1914, por ejemplo, un redactor menciona este hecho:

    "Fetiquismo30 y Semana Santa ha habido en los días de la semana pasada, en uno de los cuales hemos visto paseando un ridículo disfraz durante el día y por la noche algunos ídolos, además de lo cual en el templo, lugar de meditación, poco faltó para que se formara uno de esos velorios populares de los negros, que tanto atraso demuestran en las poblaciones donde ocurren. Si no hubiera habido un sacristán un tanto brusco, al cual recomendamos maneras más cultas, que cerrada las puertas del templo oportunamente, el desvelo del vecindario del edificio hubiera sido toda la noche.

    Ya es tiempo de que de Tumaco desaparezcan ciertas prácticas de abolengo secular y de ignorancia milenaria.

    La humanidad avanza a pesar de todo y precioso es no quedarse rezagados en el camino del progreso"31.

En el artículo no precisa bien a qué hacen referencia los términos "ídolos" o "disfraz", aunque es posible plantear que se trató de un hábito funerario muy común entre las sociedades negras, que consistía en la construcción de un muñeco que ubicaban en la parte superior del féretro, para luego desplazarlo al cementerio en medio de adoraciones, cantos y movimientos corporales. Por ahora resulta arriesgado proponer alguna idea sobre lo que expresaban (o representaban) estos elementos en las celebraciones de los negros, aunque vale la pena apuntar que algunos de los rasgos de esta actividad se han manifestado (mutatis mutandis) en otras sociedades negras -mediante los llamados bailes de los "diablitos", la "cucamba" y los "desfiles" y "bailes de los enmascarados"-, eventos a los que se les asignan diversas funciones32. Por lo demás, el hecho de que un grupo de negros quisiera celebrar sus velorios en la iglesia de la ciudad durante la Semana Santa podría evidenciar, al parecer, el fenómeno de sincretismo, que debió ser amplio, complejo y cambiante, en el que estas sociedades incorporaron aspectos expresivos propios de la religión católica al conjunto de creencias y tradiciones de ancestro africano.

5. Elementos de contexto

En este punto se hace necesario señalar de manera esquemática un marco más amplio para entender las percepciones de los redactores sobre los bailes de los negros. No se debe pasar por alto que, en la segunda mitad del siglo XIX, las músicas y las danzas en Colombia empezaron a integrarse a las representaciones definitorias de la "identidad nacional", campaña en la que el bambuco se consolidó entre ciertos sectores de la sociedad como el baile y la "música nacional" por excelencia, esto es, como la principal y legítima expresión de la festividad popular tradicional y típica del país33. Aun entrado el siglo XX, las expresiones festivas de ancestro africano que se practicaban en varias regiones del país no eran entendidas únicamente como "extrañas" (foráneas), sino que, tanto por su "indelicadeza" y "frenesí" como por su ligazón a "actos escandalosos e impúdicos", las hacían merecedoras de fuertes condenas.

No debe sorprender, pues, que el político José María Samper -acérrimo defensor del bambuco como símbolo de nacionalidad- haya comentado, en 1878, que "la civilización no reinará en esas comarcas sino el día que haya desaparecido el currulao, que es la horrible síntesis de la barbarie actual"34. El escritor hizo este comentario luego de presenciar un "currulao" en el bajo Magdalena. No obstante, por las descripciones que hace Samper de este encuentro y por la zona donde se hallaba, lo que presenció, al parecer, no era currulao, en el sentido dado actualmente, sino los bogas de los negros de la región. En efecto, habitualmente las gentes denominaban currulao o bailes de marimba a muchos bailes y músicas de los negros -como el arrullo o el bunde-, y es posible que los redactores de Tumaco también hayan hecho lo mismo.

En la actualidad, se reconoce que en las reprobaciones a los bailes y las músicas de la marimba se cruzaban muchos de los elementos que algunos habitantes de Tumaco sancionaban por considerarlos muestras de incivilización y obstáculos para la construcción de la nación. En primer lugar, era una expresión festiva realizada, principal o completamente, por negros pobres -tal vez mineros y jornaleros, aunque también por aquellos que no trabajaban- habitantes de las zonas selváticas o rurales, a los que asociaban con la vagancia, la desidia y la indolencia. En segundo lugar, al parecer era un baile nocturno, con los imaginarios negativos con los que se solían relacionar las noches en Tumaco (el robo o el escándalo). En tercer lugar, el currulao y la marimba fueron asociados a épocas pasadas que debían superarse y olvidarse.

Sin embargo, algunos documentos nos impiden generalizar: pese a las apreciaciones de los redactores de Tumaco, de José María Samper y del sacerdote Merizalde, es posible deducir que la condena a la marimba y el currulao no se extendió de manera unánime entre las gentes que escucharon sus sonidos y presenciaron sus bailes. Jorge Brisson, el ingeniero francés que se mencionó al inicio de este artículo, hizo una escueta descripción de la marimba en su libro Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897: "En el sur del Cauca, Provincia de Barbacoas, los habitantes, y especialmente los negros, se divierten y bailan al sonido de un instrumento llamado marimba, formado de tubos de guadua, de largo y diámetro variados, ligados entre sí en hileras y sobres los cuales pasan cintas de chonta á intervalos. Tocan sobre estas tiras con pequeños palitos terminados por una bolita de caucho; generalmente este instrumento va acompañado por un tambor de cuero de tatabro"35. Por otra parte, Miguel Triana, en su paso por Tumaco en 1907, expresó que "el viento suele traer los sábados en la noche, la plácida voz de la marimba, con la que publican sus alegrías los negros de alguna aldea vecina"36. Y en un libro publicado el mismo año que el estudio realizado por el sacerdote Bernardo Merizalde, el general Paulo Emilio Escobar se refirió a la marimba como un "instrumento ingenioso que [los negros] tocan con gran habilidad"37.

Aquí falta la otra cara de la moneda: ¿cómo eran los bailes de las gentes acomodadas de Tumaco? ¿Por qué las celebraciones populares les parecían tan distantes? Responder estas preguntas implicaría un análisis mucho más profundo y juicioso. Sin embargo, para tener una idea aproximativa, resulta esclarecedor citar algunos apartes de la descripción que un periodista de El Litoral Pacífico hizo sobre un "inolvidable" baile "ofrecido galantemente por el señor Rito Antonio Medina, administrador de la Aduana, y por varios caballeros del lugar", el sábado 11 de septiembre de 1915, en el salón del edifico de la Aduana:

    "[...] Una ola de entusiasmo se ha levantado en el ánimo juvenil y en el seno de las familias y se deja entrever, satisfactoriamente, el advenimiento de una época nueva, de un cambio completo en la atmósfera social, que traerá sin duda para los espíritus abatidos por la nostalgia de emociones, ratos indefinibles de verdadero solaz. El edificio, artísticamente arreglado por manos expertas, presentaba un aspecto risueño, un conjunto gracioso, con sus grandes espejos de doradas molduras, sus cuadros de bellos paisajes, sus cortinas de damasco, sus hermosos ramilletes, sus ambientes perfumados, y la amabilidad prodigada a manos llenas por el señor Medina y damas encargados de hacer las atenciones a los invitados.

    Nada faltó esa noche para la satisfacción y comodidad para los que tuvimos la fortuna asistir a la fiesta. El porte de los caballeros; la simpatía incomparable de las damas; el abrir de las botellas, guardadoras frágiles del secreto de la alegría; el chocar de copas en amistosas libaciones; el grupo de bellas mujeres como un grupos miscelánico de flores, en donde hacían sugestivo contraste las rubias de ojos azules, con las trigueñas nerviosas de ojos negros y grandes a los cuales asomaba como a ventanas de fuego, el picaresco coqueteo del inquietante Dios de la Champaña. Todo esto ayudó a que las horas se pasaran insensiblemente, entre un charlar delicioso y un resbalar de pies al compás de los valses y pasillos, de las polkas y mazurcas"38.

En el artículo no se menciona si este suntuoso baile se hizo por algún motivo en particular -la reinauguración del espacio, la recolección de fondos para obras de beneficencia, celebración de aniversario-, o si sencillamente respondía a un interés por reunir a los asistentes en un ágape en el que podían consumir bebidas embriagantes, departir con sus amigos, entablar una posible relación romántica y pasar un momento de distensión de las jornadas laborales. Se carece por ahora de información sobre si el edificio de la Aduana era de carácter público o privado, aunque una fotografía existente39 muestra que se trató de un inmueble amplio de dos pisos, de madera, con salón y almacén, contiguo a la casa de la familia Del Castillo, una de las más prestantes de la sociedad tumaqueña.

Una primera apreciación, obvia y no por ello menos significativa, es la preeminencia del baile y de la música en esta clase de reuniones. Llama la atención la referencia al consumo de bienes materiales pues, aun cuando las gentes acomodadas solían quejarse de su atraso cultural (en especial con relación a los otros centros urbanos de este período), tuvieron la capacidad de acceder a objetos y expresiones culturales provenientes del extranjero, que les facilitó escuchar ritmos y danzas de origen europeo, tales como valses, pasillos, polkas y mazurcas. La organización de estas tertulias y veladas involucró la presencia de un piano u otros instrumentos, que es posible intuir que eran tocados en vivo por músicos "empíricos" de la ciudad, varios de ellos extranjeros familiarizados con estos objetos y ritmos en sus países de origen.

Este tipo de fiestas constituyeron además espacios de afianzamiento y diferenciación social, al tener la intención de reafirmar la preeminencia de las personas allí reunidas (acto en el que los redactores colaboraron, pues en sus artículos solían citar los nombres de los asistentes y solicitaban que su frecuencia aumentara). Un elemento importante, en este sentido, tiene que ver con las demarcaciones de clase de las prácticas celebratorias por parte de las gentes acaudaladas de Tumaco -relacionadas con el aumento de su capacidad de consumo y la imitación de los hábitos burgueses europeos-, que animaron los intentos por precisar más nítidamente los límites entre sus formas de celebrar y las del resto de la población, empezando por los espacios mismos donde se realizaban. Es viable inferir que estos modos de festejar hayan sido apropiados por miembros de las capas altas luego de sus viajes nacionales y extranjeros. Este tipo de fiestas, en las que los asistentes tenían la oportunidad de desarrollar su "sociabilidad" -para utilizar el término del redactor-, esto es, encontrarse, conversar, salir de la rutina, conocerse, exhibir sus finas vestimentas, danzar, conocer gente nueva, concretar negocios y dar comienzo a nuevas uniones de pareja, se constituían en eventos en los que se afianzaban sus lazos de amistad, parentesco y uniones conyugales.

Por lo demás, no hay que olvidar que las entusiastas y detalladas descripciones de las fiestas por parte de los periodistas enuncian también que se trató de una experiencia quizá escasa y discontinua, pero sin duda bastante estimada, cuyo carácter inédito quizá generó cierta sorpresa para el conjunto de la sociedad, en especial para las capas inferiores, que, no obstante, con el trascurrir del tiempo, empezaron a incorporarla con múltiples variantes a sus propios modos de celebrar.

Conclusiones

Para los periodistas de Tumaco, las celebraciones y los festejos variados de la población de Tumaco, en especial los de las capas subalternas, perturbaban la tranquilidad e impedían el sueño del resto de la sociedad, y también eran motivo de embriaguez, desórdenes y contiendas entre sus practicantes. De manera general, los redactores concibieron estos festejos como ejemplos del atraso espiritual y material de los sectores pobres de la ciudad, justo cuando ciertos sectores de esta población querían alinearse a un imaginario de progreso de su región. Los artículos permiten entrever algunas representaciones dominantes compartidas entre los redactores de los distintos periódicos de Tumaco sobre determinados grupos sociales que habitaban esta ciudad. Si las celebraciones populares y los actos "groseros" no hubieran colisionado con las formas de organización social moderna que se intentaron imponer entre los habitantes de Tumaco, las actividades y los episodios que protagonizaron nunca hubieran sido registrados en las páginas de la prensa.

Ahora bien, que los bailes de la marimba y otros actos "bárbaros" y "deshonestos" (proferir groserías en espacios públicos, prostituirse, robar, vivir de la limosna) se hayan incluido en la prensa en las primeras décadas del siglo XX -aun bajo la forma de denuncia y de condena- señala la importancia que se les otorgó como asunto de interés colectivo. En la actualidad, estos artículos podrían ser interpretados en términos de un racismo radiante o de una ideología disciplinante y "civilizatoria", que pretendían el control o la eliminación de prácticas festivas de la población negra. Los redactores, probablemente, no hubieran entendido esta propuesta de interpretación. Para ellos, sus declaraciones procuraron la defensa de un orden social que consideraban válido y legítimo para el avance y el bien común del conjunto social. Si bien no se trata de simplificar en exceso la interpretación de los artículos (que, como se ha intentado mostrar, están determinados por múltiples factores), las quejas y peticiones de los periodistas se conectaban de cierto modo con el deseo moderno de vivir armónicamente en grupo y con muchas de las condiciones que podrían considerarse básicas o legítimas: dormir tranquilamente, evitar la embriaguez, prevenir las riñas, entre otros.

Por último, los textos analizados en el presente artículo resultan fuentes bastante limitadas pues en ningún momento representan la voz de los grupos cuyas celebraciones se intentó denunciar y controlar, sino precisamente lo contrario: los discursos periodísticos fungieron como medio para la circulación y socialización de representaciones sociales negativas sobre algunas manifestaciones culturales de los otros integrantes de la sociedad, en especial los pertenecientes a los sectores subalternos demográficamente mayoritarios. Muchas de las ideas y los diversos análisis propuestos en este artículo -que ha privilegiado a la prensa como fuente y se ha limitado a un período breve- podrán ser ampliados, contrastados y matizados con la consulta y el estudio de otro tipo de fuentes: archivos policiales, códigos legislativos o memorias, entre otras.


Comentarios

* Este artículo es resultado parcial de una investigación sobre las representaciones alrededor de las celebraciones de la marimba entre los siglos XVIII y XX, adelantada en el marco de la Maestría en Historia de la Universidad del Valle (Colombia). No contó con financiación para su realización. El autor quiere agradecer los comentarios realizados a las versiones preliminares de este artículo por las profesoras María Griselda Gómez y María Victoria Casas Figueroa, así como las observaciones de los evaluadores anónimos de esta revista.

1 Aparte de la exportación de tagua, en Tumaco se dieron, principalmente desde la segunda mitad del siglo XIX, procesos de recolección y comercialización de cacao, quina, caucho y madera, materias que se usaban para la realización de accesorios, objetos, prendas y máquinas. Un buen panorama del marco económico y social relacionado con el comercio de la tagua en Tumaco en el período estudiado aquí puede consultarse en la tesis doctoral de Claudia María Leal León, "Black Forests. The Pacific Lowlands of Colombia, 1850-1930" (Tesis Doctorado en Geografía, Universidad de Berkeley, 2004), 18-159. (Existe una versión de consulta pública en la Biblioteca Luis Ángel Arango). En español, se pueden encontrar artículos de la misma autora que abordan el tema: "Un puerto en la selva. Naturaleza y raza en la creación de la ciudad de Tumaco, 1860-1940", Historia Crítica 30 (2005): 39-65; "Disputas por tagua y minas: recursos naturales y propiedad territorial en el Pacífico colombiano, 1870-1930", Revista Colombiana de Antropología 44: 2 (2008): 409-438.

2 Jorge Brisson, Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1899), 12.

3 Rufino Gutiérrez, "Noticias sobre Pasto y las demás provincias del Sur", en Monografías, t. I (Bogotá: Imprenta Nacional, 1921), 141.

4 Llamar "periodista" a quienes escribían en los periódicos puede parecer un exceso de generosidad lingüística. Sin embargo, pese a que se está en un contexto en el que el periodismo no está aún inscrito en procesos legitimados de formación, profesionalización y reconocimiento serio de las normas propias del oficio, los redactores se denominaban a sí mismos con este término y llamaban periodismo a la labor de escribir en la prensa. Sería un anacronismo o una obviedad sostener que estos periodistas eran "empíricos", debido a que la configuración social de este contexto no permitía que fuera de otra manera.

5 La marimba de chonta es un instrumento sonoro de percusión, similar al xilófono, compuesto de quince o veintitrés tablas de madera de chonta, de longitudes diferentes e igual número de secciones de tubo de bambú, también de diversos tamaños, cerrados en su extremo inferior, que desempeñan la función de resonadores.

6 Bernardo Merizalde del Carmen, Estudio de la costa colombiana del Pacífico (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1921).

7 Una vez culminada la Guerra de los Mil Días (1902), el país quedó sumergido en una crisis política y económica, así como en una ruina material. Una de las consecuencias del conflicto fue el señalamiento de las luchas armadas como una de las principales causas del atraso y del desastre del país, por lo que pronto una parte considerable de la sociedad miró con desconfianza las actividades periodísticas de antaño, a las que acusaban de promover las "pasiones" políticas. En este marco, la prensa tendió a autoproclamarse como "apolítica" (evitando la promulgación de programas e idearios de los partidos tradicionales, la publicación de artículos en desmedro de candidatos, la cooptación de votantes, la citación a reuniones políticas), aunque esto no la eximió de su carácter político, pues igual siguieron publicándose periódicos que apoyaban los principios de los partidos o mostraban su apoyo a las ideas de "Paz, concordia y trabajo" y "Menos política, más administración". Para una caracterización del periodismo de fines del siglo XIX e inicios del XX en las regiones de Tumaco y Barbacoas, Jorge Luis Aparicio Erazo, "Civilización de papel: prensa, sociedad y modernización en Tumaco y Barbacoas (1877-1920)" (Tesis pregrado en Comunicación Social, Universidad del Valle, 2011), 85-105. Para un cuadro general sobre el periodismo en Tumaco, ver Orián Jiménez, David Hernández y Edgardo Pérez, "La prensa como 'civilización': historias de periodismo en Tumaco", en Tumaco. Historia, memoria e imagen (Medellín: Universidad de Antioquia, 2005), 60-64.

8 "El Litoral Pacífico", El Litoral Pacífico, Tumaco, 2 de octubre, 1909, 1. El Litoral Pacífico, publicado por la Imprenta Comercial, se constituiría quizá en la empresa periodística más duradera de Tumaco en la primera mitad del siglo XX. Bajo el lema de "Periódico de intereses generales é información", este semanario estuvo bajo la dirección de Juan Evangelista Cruz, publicándose, con algunas interrupciones, entre 1909 y 1915.

9 No se han incluido aquí las anteriores tendencias, que se podrían denominar "prensa oficial" de Tumaco. Si bien el contenido de este tipo de publicaciones variaba de acuerdo con las funciones de la oficina gubernamental que las editaba, sus contenidos, a diferencia de la prensa informativa, se caracterizaban por una presentación más bien formal, reiterativa y sin mayor suntuosidad tipográfica. Esto es una consecuencia lógica de que en sus páginas se notificaran las "providencias" de las autoridades legislativas (acuerdos, leyes, ordenanzas, decretos, estatutos, actas), ejecutivas (alocuciones del Presidente, insertos de las instancias del Estado, informes, circulares, boletines) y judiciales (reglamentos, decisiones). Entrado el siglo XX, Tumaco: Gaceta Departamental (1908-1909) se convirtió en el principal ejemplo de esta clase de periodismo.

10 Jorge Aparicio, "Civilización de papel", 121-125.

11 Una opinión publicada en El Micrófago a inicios de 1914, a propósito de los daños en los sistemas de telegrafía y correos, ejemplifica la imagen de abandono y separación con la que algunas personas vinculaban a Tumaco: "Continuamos, pues, casi totalmente aislados del resto de la familia colombiana, sin que el Gobierno se preocupe gran cosa de extirpar este separatismo espiritual contra el cual nosotros hemos venido clamando y clamaremos con tesón". "Correos y telégrafos", El Micrófago, Tumaco, 31 de enero, 1914, s/p. Cursivas del original.

12 "Teatro", El Micrófago, Tumaco, 16 de octubre, 1913, s/p. El Micrófago, cuyo primer número salió el 12 de julio de 1913, se convirtió en uno de los más importantes baluartes del conservatismo en Tumaco. Dirigido por Pedro del Pino, al parecer dejó de publicarse después de diciembre de 1914.

13 "Plano topográfico de Tumaco 1918, levantado por Justino Garavito y Pedro Pinto G. Aumentado por el R.P. Bernardo Merizalde", en Estudio de la costa colombiana del Pacífico (Bogotá: Imprenta del Estado Mayor General, 1921), s/p.

14 "Práctica perniciosa", El Fiscal, Tumaco, 22 de julio, 1914, s/p.; resaltado del original. El Fiscal, periódico editado por la Imprenta La Verdad -la misma que prensó Sur de Colombia y El Ariete-, circuló, con algunas interrupciones, entre 1914 y 1918. Sus directores fueron Aníbal Pareja y Demetrio Rodríguez.

15 "Bailes", El Litoral Pacífico, Tumaco, 22 de octubre, 1910, 154.

16 En opinión de algunos antropólogos colombianos, la marimba de chonta constituye una muestra -entre varias- de los procesos de transculturación de las sociedades negras que ingresaron a Colombia en calidad de esclavos entre los siglos XVI y XVII. Nina S. de Friedemann, por ejemplo, ha entendido la marimba de chonta como "huella de africanía", es decir, como una muestra de los procesos de reintegración étnica de las sociedades negras -simultáneos a la trata- en los que las agrupaciones de igual o similar procedencia geográfica-cultural se encuentran en escenarios distintos a los de su continente original (áfrica). Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha, De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (Bogotá: Planeta, 1986). Sin embargo, no se sabe con certeza cómo ocurrieron dichos procesos de reintegración étnica y cultural ni en qué período histórico las sociedades negras reconstruyeron dicho objeto a partir de las posibilidades materiales naturales provistas por el ambiente local. Se tienen registros escritos sobre la existencia de dicho objeto en las sociedades negras del siglo XVIII. Alfonso Zawadzky, Viajes Misioneros del R. P. Fr. Fernando de Jesús Larrea Franciscano 1700-1773 (Cali: Imprenta Bolivariana, 1947); Juan de Santa Gertrudis Serra, Maravillas de la naturaleza, t. III (Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1970): 235-236. No obstante, probablemente el primer registro gráfico de su existencia sea una de las acuarelas dibujadas por Manuel María Paz en 1853, como parte de la comisión corográfica de mediados del siglo XIX. Provincia de Barbacoas. La marimba, instrumento popular, acuarela sobre papel, 24 x 30 cm, Biblioteca Nacional de Colombia, Colección Comisión Corográfica, lámina 45.

17 "Impertinencia", El Micrófago, Tumaco, 12 de julio, 1913, s/p.

18 "Marimba", El Micrófago, Tumaco, 27 de septiembre, 1913, s/p.

19 "Muy laudable", El Micrófago, Tumaco, 16 de agosto, 1913, s/p.; y "Cuarenta horas", El Micrófago, Tumaco, 27 de septiembre, 1913, s/p.

20 Ángel Martínez Cuesta, "San Ezequiel Moreno, misionero en Filipinas y Colombia", Thesaurus. Boletín del Instituto Caro y Cuervo LII: 1-3 (1997): 486-514; Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 35, 97-98, 171, 185, 188, 192-193, 195, 200, 202, 205-206, 217, 222.

21 Para un panorama de las relaciones entre los misioneros agustinos recoletos y las sociedades negras del Pacífico sur de Colombia entre fines del siglo XIX e inicios del XX, puede consultarse: Óscar Almario García, "Modelos culturales en conflicto: grupos negros y misioneros agustinos en el Pacífico sur colombiano (1896-1954)", Tabula Rasa 19 (2013): 193-226, aunque curiosamente no menciona el caso de fray Hilario Sánchez.

22 "Marimba", El Micrófago, Tumaco, 16 de octubre, 1913, s/p., resaltado del original.

23 "Cosas del señor Prefecto", El Ariete, Tumaco, 9 de enero, 1915. Bajo la dirección de Euclides del Valle y con el lema "Política e intereses generales", el primer ejemplar de El Ariete salió el 2 de enero de 1915, y, al parecer, su publicación llegó hasta el ejemplar decimoséptimo, en septiembre del mismo año.

24 Se han tomado las descripciones hechas por Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 152-153; Jorge Brisson, Viajes por Colombia, 69; Miguel Triana, Por el Sur de Colombia (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950), 40; Pablo Emilio Escobar, Bahías de Málaga y Buenaventura. La costa colombiana del Pacífico, 1915-1920 (Bogotá: Imprenta Nacional, 1921), 114; "El currulao", El Correo de la Costa, Buenaventura, 16 de marzo, 1879, 27.

25 "La fiesta de los muertos", El Micrófago, Tumaco, 8 de noviembre, 1913, s/p. cursivas del original.

26 "Bailes de marimba", El Litoral Pacífico, Tumaco, 18 de septiembre, 1910, 132.

27 "Marimba", El Litoral Pacífico, Tumaco, 20 de septiembre, 1913, 540.

28 El escritor e ingeniero bogotano Miguel Triana se refirió con estas palabras a este barrio: "Al lado del panteón queda relegado el suburbio de los holgorios, donde suena los sábados por la noche la marimba". Miguel Triana, Por el Sur, 40, cursiva del original. La investigadora Claudia Leal expresa: "[...] el barrio de Pueblo Nuevo era primordialmente un área habitada por familias negras. Este barrio surgió en las primeras dos décadas del siglo XX con la expansión de Tumaco hacia el noroccidente, al otro lado del estero que dividía la isla en dos". "Un puerto en la selva", 55.

29 Bernardo Merizalde, Estudio de la costa, 198.

30 Fetiquismo fue un modo, actualmente en desuso, de denominar el "fetichismo".

31 El Fiscal, Tumaco, 15 de abril, 1914, s/p.

32 Ver, entre otros, Fernando Ortiz, Los bailes y el teatro de los negros en el folclore de Cuba (La Habana: Publicaciones del Ministerio de Educación, 1951).

33 Para un cuadro general de las discusiones alrededor de este tema, ver: Jesús Emilio González Espinosa, "'No doy por todos ellos el aire de mi lugar': la construcción de una identidad colombiana a través del bambuco durante el siglo XIX" (Tesis Doctorado en Musicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 2006); Jaime Cortés Polanía, La música nacional popular colombiana en La Colección Mundo al día (1924-1938) (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia/Unibiblos, 2004); Peter Wade, Música, raza y nación. Música tropical en Colombia, trad. Adolfo González (Bogotá: Vicepresidencia de la República de Colombia/Departamento Nacional de Planeación/Programa Plan Caribe, 2002).

34 José María Samper, "De Honda a Cartagena", en Cuadros de costumbres y descripciones locales de Colombia, comp., José Joaquín Borda (Bogotá: Editorial García Rico, Bogotá, 1878), 145.

35 Jorge Brisson, Viajes por Colombia, 69.

36 Miguel Triana, Por el Sur, 40.

37 Pablo Emilio Escobar, Bahías de Málaga, 114.

38 "Fiesta social", El Litoral Pacífico, Tumaco, 18 de septiembre, 1915, 851. Esta página también incluye otro artículo referido a la misma fiesta, escrito por un redactor que utiliza el seudónimo de "Juancho", titulado "Fiesta".

39 Orián Jiménez, David Hernández y Edgardo Pérez, Tumaco, 46.


Bibliografía

Fuentes primarias

Publicaciones periódicas:

El Ariete. Tumaco, 1915.         [ Links ]

El Correo de la Costa. Buenaventura, 1879.         [ Links ]

El Fiscal. Tumaco, 1914-1918.         [ Links ]

El Litoral Pacífico. Tumaco, 1909-1910, 1912-1915.         [ Links ]

El Micrófago. Tumaco, 1913-1914.         [ Links ]

Tumaco: Gaceta Departamental. Tumaco, 1908-1909.         [ Links ]

Documentación primaria impresa:

Brisson, Jorge. Viajes por Colombia en los años de 1891 a 1897. Bogotá: Imprenta Nacional, 1899.         [ Links ]

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Artículo recibido: 05 de febrero de 2014 Aprobado: 02 de julio de 2014 Modificado: 21 de julio de 2014