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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.57 Bogotá jul./set. 2015

https://doi.org/10.7440/histcrit57.2015.09 

Rehm, Lukas. Politische Gewalt in Kolumbien. Die Violencia in Tolima, 1946-1964. Stuttgart: Heinz, 2014, 470 pp.

Sven Schuster*

*Profesor principal de Historia en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario (Colombia). Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). Miembro del grupo de investigación Estudios sobre Identidad (Categoría B en Colciencias). svenb.schuster@urosario.edu.co

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.09

Artículo recibido: 23 de febrero de 2015/ Aprobado: 17 de junio de 2015/Modificado: 03 de julio de 2015


Desde que Alberto Lleras impulsó la creación de la Comisión Investigadora de las Causas de la Violencia en los albores del Frente Nacional, en 1958, mucho se ha escrito sobre la guerra civil no declarada de los años cuarenta y cincuenta. Dicha Comisión tuvo un gran impacto en la formación de las ciencias sociales modernas en Colombia, y el reconocido libro publicado por Fals Borda, Umaña Luna y Guzmán Campos en dos tomos entre 1962 y 1964, La Violencia en Colombia, se transformaría en una especie de documento fundacional de la denominada violentología. Como la guerra que se conoce en la actualidad bajo el nombre genérico de La Violencia no terminó con la fundación del Frente Nacional en 1958, la academia seguía produciendo una cantidad enorme de estudios históricos y sociológicos acerca del fenómeno, gradualmente volviéndose una constante preocupación entre los científicos sociales colombianos.

En tal sentido, la versión que prevalece en gran parte de la historiografía, el bombardeo de Marquetalia y la consiguiente formación de las FARC marcaron al parecer una nueva fase en la Historia de la Violencia en Colombia desde 1964. Para la mayoría de los historiadores que tratan esta problemática, La Violencia -escrita en mayúsculas primero-, se habría caracterizado por la lucha entre liberales y conservadores, y después, por la presencia de bandoleros " apolíticos", lo que habría dado espacio a nuevas formas de violencia política a partir de ese momento. Sin embargo, a diferencia de lo que había pasado durante el primer gobierno del Frente Nacional, las nuevas violencias estarían caracterizadas por el surgimiento de guerrillas izquierdistas. Por lo que 1964 aparece como la " hora cero" del conflicto colombiano actual.

Como muestra el libro reseñado aquí del historiador Lukas Rehm, de la Universidad de Bielefeld (Alemania), tal vez no se justifique asumir una ruptura histórica tan aguda entre La Violencia de 1946 a 1964 y las violencias posteriores. De hecho, como sostiene en Violencia política en Colombia. " La Violencia" en el Tolima, 1946-19641, hay múltiples continuidades estructurales y personales entre ambas épocas, que ponen en duda la posición de quienes defienden la tesis de la " discontinuidad". Aparte de esto, el libro también ofrece otras perspectivas novedosas.

El estudio, originalmente una tesis de doctorado en Historia publicada en mayo de 2014, tributa primero homenaje a los estudios ya " clásicos" de Gonzalo Sánchez, María Victoria Uribe, Daniel Pécaut, James Henderson y Paul Oquist, entre otros. Aunque el tema haya sido ampliamente estudiado desde 1962, y originado obras de alta calidad como las de los autores mencionados, Lukas Rehm logra profundizar algunos aspectos hasta ahora poco explorados. Siguiendo la tendencia de los últimos años de concentrarse más en las manifestaciones regionales del fenómeno -tomando como ejemplo los estudios de Mary Roldán sobre Antioquia, James Henderson sobre Tolima, Carlos Miguel Ortiz sobre el Quindío y José del Carmen Buitrago sobre la región de Sumapaz-, este autor enmarca su análisis en el departamento de Tolima, rastreando el origen y la trayectoria de La Violencia en tres fases: 1) La Violencia bipartidista de 1946 a 1953; 2) La Violencia durante el gobierno militar de Rojas Pinilla, de 1953 a 1957; y 3) La Violencia tardía durante los primeros gobiernos del Frente Nacional, de 1958 a 1964.

Aunque el lenguaje del libro es a veces demasiado impregnado por la " jerga" sociológica característica de la Escuela de Bielefeld -lo cual difícilmente se podrá criticar en un egresado de esa universidad, cuyos historiadores siempre se han destacado por practicar una historia social con altas dosis de teoría-, está por lo general bien estructurado, destacándose por descripciones precisas a lo largo de cuatro capítulos. En lo referente al marco teórico, el autor pretende mostrar que la noción de lo " político", categoría tan frecuentemente negada a los actores de La Violencia que no pertenecieron a uno de los dos partidos tradicionales, puede llevar a un mejor entendimiento del conflicto, en caso de que el concepto sea usado de una manera más amplia. En primer lugar, lo más novedoso del libro es entonces el acercamiento metodológico al fenómeno y, en segundo lugar, su base de fuentes. Inspirándose en algunos trabajospioneros, como los de Carlos Mario Perea y Darío Acevedo Carmona 2, Rehm está interesado no sólo en mostrar cómo ciertos discursos construidos y difundidos por los políticos de los partidos tradicionales no simplemente instigaron la violencia, sino cómo la posibilitaron de hecho. No obstante, dejando atrás las dos obras pioneras mencionadas, Rehm se apoya en un análisis de discurso cuyo fundamento es una enorme cantidad de fuentes, que no sólo justifica el método empleado, sino que también ayuda a identificar con claridad los principales ejes temáticos y las figuras legitimadoras en estos discursos.

Como ya se ha dicho, el enfoque del estudio es ciertamente regional, pero nunca se pierde de vista el contexto nacional. Así, por medio de periódicos nacionales y regionales, documentos tanto oficiales como semioficiales, panfletos y escritos de los actores subalternos, y sobre todo a partir de documentos jurídicos provenientes del Palacio de Justicia de Ibagué y del Archivo Histórico Judicial del Tolima, el autor muestra cómo se construyó en varias fases una dicotomía social que hizo " imaginable" la aniquilación del " otro". De hecho, se puede ver de manera clara y bien sustentada cómo ese " otro" fue gradualmente deshumanizado, y cómo la dicotomía de " civilización y barbarie" se volvió un arma de guerra discursiva en manos de los partidos tradicionales (pp. 155-170). Las élites políticas hicieron amplio uso de categorías denigrantes hasta llegar al punto en que el " otro" ya no era conservador o liberal, sino " fascista" o " comunista", aunque no se correspondiera con la realidad vivida en el país. En el caso de los comunistas y las autodefensas, esta violencia discursiva también tuvo efectos drásticos en la práctica, ya que fueron acusados de ser " anexos secretos" del Partido Liberal y, por lo tanto, atacados por los conservadores y los militares (pp. 107-170 y 301-342). Mientras que los estudios predecesores de Perea y Carmona se habían enfocado en las ideologías de los partidos y la construcción de su autoimagen, transmitida principalmente por la prensa o la radio, Rehm intenta mostrar el otro lado, o sea, el de la recepción y apropiación de los discursos políticos; y lo logra por medio de fuentes pocas veces exploradas hasta ahora.

Para el autor -lo que puede ser considerado uno de los aspectos más perturbadores del libro-, también actos de extrema brutalidad pueden ser analizados como actos políticos. A partir de las fuentes jurídicas, por ejemplo, se evidencia que incluso en estos actos podía haber cálculos fríos y pretensiones políticas, aunque las autoridades, sobre todo después de la fundación del Frente Nacional, tendían a despolitizar la violencia rural (pp. 357-408). Después de la Revolución Cubana, como se muestra en este libro, muchos de los supuestos bandoleros criminales o " sociales" se transformarían en actores políticos, sólo que ya no cabían dentro del esquema partidista tradicional. Para el proyecto de una paz pactada entre los dos partidos tradicionales, fundamento del Frente Nacional, las pretensiones políticas de estos actores eran entonces inaceptables. Como varios de los personajes en cuestión se encontraron en una especie de limbo ideológico, en una transición entre la violencia bipolar partidista y el castrismo, Rehm emplea de manera original el concepto de la " liminaridad", prestado del antropólogo Victor Turner, para describir este fenómeno (pp. 409-425).

Apoyándose en ésta y otras teorías para poder analizar fenómenos de violencia colectiva, Rehm llega a la conclusión de que los actos violentos no se pueden explicar por sí mismos, como sostienen algunos sociólogos, sino que es necesario analizar su carácter performativo y funcional en la obtención de resultados políticos. Es por medio de actos de extrema brutalidad que se construyen y se modifican realidades políticas y sociales durante La Violencia, aunque este aspecto sea difícil de aceptar por investigadores que pretenden entender el fenómeno desde una perspectiva demasiado presentista (pp. 26-40). Al final del último capítulo del libro, Rehm incluso insinúa algunas de las posibles continuidades estructurales y personales entre La Violencia y las violencias de los años ochenta y noventa. Esta parte, sin embargo, sólo queda en un esbozo, abriendo más bien posibilidades para futuros estudios (pp. 441-448).

Con todo, el libro que se presenta es un buen ejemplo de que la academia alemana, es decir, los pocos departamentos y centros de estudios que aún se dedican al estudio de la Historia de América Latina, todavía es capaz de producir algo relevante. Esto, en días de la reforma de Bolonia y de la reestructuración de muchas facultades según criterios económicos y tecnocráticos, es ciertamente una señal de esperanza. El estudio de Rehm arroja entonces nuevas luces al fenómeno de La Violencia en el Tolima al mostrar la dimensión política de muchos actos que antes habían sido considerados como " delincuencia común". Por ejemplo, al estudiar que los discursos difundidos por los políticos de la época tenían frecuentemente un tono incendiario y peligroso, como ya lo habían sido aquellos pronunciados por sus coetáneos en los días después del Bogotazo. Lo que faltaba por estudiar en profundidad era entonces cómo estos discursos habían sido entendidos por los propios " violentos". ¿Qué sentido daban a sus actos, qué significaba para ellos pertenecer a un partido y por qué algunos de ellos buscaron orientación en nuevas ideologías en la última fase de La Violencia? En fin, ¿cómo construyeron su propio universo simbólico, o cómo realmente " vivían" La Violencia? Aunque fueran en su mayor parte personas analfabetas, algunos de los documentos jurídicos -usados de manera muy cuidadosa por el autor, y teniendo en cuenta que en el marco de un tipo de proceso como éste las posibilidades de decir ciertas cosas estaban restringidas o podían ser fácilmente instrumentalizadas con fines políticos- dan algunas respuestas al respecto. Así, pues, debido a la gran cantidad de estudios excelentes ya existentes sobre la temática, no se podía esperar mucho menos de este libro.


Comentarios

1 Traducción del título al castellano elaborada por el autor.

2 Carlos Mario Perea, Porque la sangre es espíritu: imaginario y discurso político en las elites capitalinas (1942-1949) (Bogotá: Santillana, 1996); Darío Acevedo Carmona, La mentalidad de las élites sobre la violencia en Colombia, 1936-1949 (Bogotá: Áncora, 1995).