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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.57 Bogotá jul./set. 2015

https://doi.org/10.7440/histcrit57.2015.10 

Armitage, David.Foundations of Modern International Thought. Cambridge: Cambridge University Press, 2013, 300 pp.

Luis Gabriel Galán Guerrero*

* Asistente de investigación del Latin American Centre del St. Antony's College de la University of Oxford (Reino Unido). Historiador, Politólogo y Magíster de la Universidad de los Andes (Colombia). mailto:lg.galan92@uniandes.edu.co

DOI:http://dx.doi.org/10.7440/histcrit57.2015.10


David Armitage es Lloyd C. Blankein Professor of History de la Universidad de Harvard y Fellow de la Academia Australiana de las Humanidades. El profesor Armitage ocupa en la historia una posición prestigiosa, debido a sus obras The Ideological Origins of the British Empire yThe Declaration of Independence. A Global History1 , que le dan un carácter erudito, demoledor y a veces suspicaz de las fronteras imperiales y estatales, de las ilusorias y clásicas divisiones de los siglos, y de los muros que otros celosamente levantan en el campo de las ciencias sociales, un carácter, en suma, casi legendario. No satisfecho con esto, editó hace algunos años un volumen al lado de Sanjay Subrahmanyam, notable por su riqueza de perspectivas y de conclusiones, titulado The Age of Revolutions in Global Context, c. 1760-1840 2 .

El libro reseñado aquí, tal y como declara el autor, es la continuación de los anteriores, y, lejos de ser una mera compilación de ensayos de incuestionables calidades, es una verdadera agenda de investigación. El profesor Armitage se propone estudiar los fundamentos -nótese el plural- del pensamiento internacional moderno. El viaje conduce al lector por doce capítulos entre los siglos XVII y XX: tres de ellos son metodológicos, aunque los restantes son genuinas lecciones de método acerca del giro internacional en la historia intelectual, la historia de la globalización y las falsas dicotomías en la historia imperial; lo conduce por los aspectos internacionales en las obras de pensadores como Hobbes, Locke, Burke y Bentham, por instituciones como el Parlamento inglés y por escritos tan contemporáneos como las declaraciones de independencia. Los temas están lejos de ser triviales, y su tratamiento no es el corriente. Todos los capítulos han sido publicados previamente en revistas y libros, no siempre de fácil acceso; dos de ellos han sido vertidos al inglés por primera vez, y todo se ve redondeado por una introducción novedosa.

Sus méritos están menos en la exquisitez del lenguaje que en la delicadeza de sus destrezas analíticas. Esto no aniquila la posibilidad de que la obra se lea con placer porque el libro ofrece destellos de ironía. Los politólogos y los filósofos que se acerquen a este libro, por ejemplo, se sentirán tan confundidos acerca de Hobbes como le ocurrió a Job con la Divinidad. La razón es sencilla: esto responde a que el profesor Armitage reintroduce las ideas en contexto, y, en consecuencia, Locke y Hobbes parecerán haber habitado en las montañas de la Luna. No es que Locke haya sido un " lunático", sencillamente hay interpretaciones de su obra ideadas por la posteridad a las que les vendría bien ese título. Por todo esto, el capítulo cuatro, " Hobbes and Foundations of Modern International Thought" (p. 59), es excelente, y su conclusion, devastadora para muchos: " The paradoxical but salutary effect of this revision may be to expel Hobbes from the canon of international relations theory and to admit him instead to the history of international thought" (p. 74).Hay buenas razones para esperar que así sea.

¿Cómo trabaja el profesor Armitage? A todas luces, no es propiamente como esos generales que vencían en sus batallas desde el catre del toldo de campaña. En primer lugar, este historiador no tiene el " esnobismo" de otros estudiosos de las ideas; por el contrario, es uno de aquellos " incultos" que se afanan entre el crujir de los papeles viejos. En segundo lugar, es un viajero que atraviesa los siglos, atento a las conexiones internacionales y a los contextos locales en que se hace la intervención, moviéndose con naturalidad en una historiografía global del pensamiento político. Pero aquí no termina todo. Hay una diáfana claridad en la exposición de sus argumentos, y el lector se dará pronto cuenta de que en el libro hay una unidad palpable en todos sus capítulos. Una grata sorpresa. Se asiste reiteradamente al siguiente mecanismo, casi de relojería: cada uno de los textos sacude un debate intelectual, cada uno proporciona cuestionamientos a las ciencias sociales, cada uno brinda una documentación de las más altas calidades. Y si su apuesta ha sido internacional, su búsqueda no ha desentonado: visitó los archivos y bibliotecas de la Universidad de Harvard, Carolina del Sur y Ginebra; la inagotable British Library y la riquísima Biblioteca de la Universidad de Londres; visitó, sin excepción, la Bodleian Library en Oxford, de donde extrajo algunos de los documentos que enriquecen su trabajo.

Por otro lado, quien busque ver al profesor Armitage en su mejor forma deberá leer el sexto capítulo, " John Locke, Carolina and the Two Treatises of Government" (p. 90). Allí redescubre unos papeles privados de Locke que permiten esclarecer su vinculación con la revisión de la Constitución de Carolina en 1682 y la preeminencia de América en el capítulo 5 del Segundo Tratado. En este uso novedoso, el lector podrá hallar toda la recompensa de visitar los archivos y la meticulosidad con la que el profesor Armitage procede. Sin ello, habría sido perecedero pronunciarse sobre un problema tan capital del pensamiento político internacional como la íntima relación entre " liberalismos" e " imperialismos" -aún entre comillas en tiempos de Locke- desde el siglo XVII hasta el siglo XIX. Las cartas, los diarios privados, los borradores, e incluso la marginalia, vindicada por otro asiduo visitante de los archivos como Robert Darnton, están detrás de sus mejores argumentos. Como buen discípulo, critica puntualmente además a su maestro Quentin Skinner, algo que podría pasar desapercibido o muy por debajo de los merecimientos de quienes enseñan su obra. Supera su visión estatal y abre las perspectivas globales del pensamiento al eliminar el artículo " los" de " fundamentos". Esto, lejos de suponer una petición de modales, es un ejemplo de buena educación. En la agudeza con la que desnuda los excesos de juicio, los anacronismos y las fabulaciones; en la tranquila y a la vez respetuosa maestría con que refuta tratados de quinientas páginas en una sola frase; y en los dilatados campos de las ciencias sociales en los que deambula, los jóvenes que aspiren al título de historiador podrán volver sobre sus páginas con indudable provecho en busca de una bocanada de aire fresco.

Ahora bien, algunos lectores conocen el secreto de extraer sólo lo bueno o sólo lo malo de las obras reseñadas. Esta debilidad de juicio quizás se revele mejor como una de las peores maldiciones que pueda caer sobre el intelecto. Sólo así se cometería una mortal injusticia con el libro del profesor Armitage, pues hacer una reverencia no es lo mismo que arrodillarse, o hacer una crítica no es lo mismo que empujar al autor al antiguo patíbulo de la Torre de Londres. Y por eso mismo, porque puede haberse quitado el sombrero en ocasiones, esto no quiere decir que se haya perdido la cabeza por entre sus páginas. El empleo del plural " fundaciones" es una declaración de humildad, de apertura a multiplicadas influencias y lecturas en el pensamiento internacional. Pero aunque pretenda alejarse de historias de las ideas del estilo de las de Arthur Lovejoy y se empecine en criticar a ciertos politólogos, el profesor Armitage no escapa a la " canonización" de Locke, Hobbes, Burke y Bentham. Esto es particularmente cierto en el caso del mundo legal español e hispanoamericano, donde Andrés Bello pudo tener mayor importancia que Vattel en el pensamiento internacional. Esto sin mencionar autores menos reconocidos.

Asimismo, el libro suscita algunas dudas; aquí sólo se menciona una. En los capítulos " John Locke: Theorist of Empire?" (p. 114), " The Limits of Lockean Universalism" (p. 118) y " Locke and the Legitimation of Empire" (p. 124) se demuestra con solidez que Locke sólo puede ser tildado de " imperialista" en un grado menor y distante de aquellos pensadores de siglos posteriores. Para el profesor Armitage no lo es, entre otras cosas, porque no hay en Locke una visión universal de superioridad inglesa o europea. El autor lo demuestra con diversos textos, y el lector constata que el pensamiento de Locke conserva cierta coherencia en este punto. Pero si Locke no era un " imperialista" en el sentido de acuñar un " Imperio inglés" como un Estado compuesto, ni propugna una visión universalista de superioridad europea, entonces, ¿cómo justificaba la esclavitud que plasmó en la Constitución de Carolina? ¿En qué lo convertía la defensa de la esclavitud, una institución que sería en lo sucesivo uno de los pilares de los imperios español y británico?

Sin embargo, para los historiadores este libro es indispensable por otras razones a las anteriormente discutidas. Ya se han anotado aquí tanto la manera en que trabaja el profesor Armitage como todos los beneficios que pueden derivarse de un estudio cuidadoso de su obra. Pero deben añadirse más concretamente los ensayos metodológicos. El libro incita a la escritura de historias de larga duración, un enfoque tan escaso en medios académicos que promueven historias necesarias pero todavía excesivamente nacionales de un par de décadas. Esto evitaría caer en divisiones temporales y geográficas ilusorias entre los siglos XVIII y XIX, como en el caso del liberalismo hispanoamericano y portugués 3 . Aunque es justo reconocer un renacimiento en la historia del liberalismo hispanoamericano en décadas recientes, todavía se realizan colaboraciones y esfuerzos contados de interpretación y comparación sistemáticos. Este estado de asuntos ha sido reconocido por John H. Elliott entre los siglos XV-XVIII 4 . La crítica parece válida en el pensamiento político de los siglos XIX y XX, salvo algunas excepciones que generalmente son compilaciones de ensayos de una república a la vez 5 . Es bien sabido, por ejemplo, que Victor Hugo fue ampliamente leído durante todo el siglo XIX en Hispanoamérica, y aun así, no se cuenta con un trabajo que estudie en profundidad su influencia en la política y la literatura de la época. Esto sin mencionar a Tocqueville. Los trabajos nacionales son tan claves como los internacionales. Y sin embargo, se requieren más esfuerzos de síntesis.

Este texto promulga entonces una perspectiva global o al menos internacional, enfoque del que mucho se escucha en las aulas de clase pero que es muy poco practicado. Esta perspectiva puede abordarse de dos maneras: el estudio de ideas y el estudio de pensadores en los contextos de argumentación. Una riqueza de horizonte que puede combinar de un golpe a los imperios, a los políticos, a los congresos, a los Estados, a las corporaciones religiosas, al derecho y a la historia del libro. El excelente artículo " Globalizing Jeremy Bentham" 6 servirá de inspiración y de complemento a los trabajos pioneros de historiadores como Jaime Jaramillo Uribe sobre la historia del pensamiento colombiano del siglo XIX.

Igualmente, puede soñarse con estudios que traten la circulación y apropiación de Marx o de Lamartine; los fundamentos del sistema judicial o aquellos que estudien la economía política de los siglos XVIII y XIX en Hispanoamérica; o puede fantasearse, en fin, con trabajos sobre los orígenes ideológicos de las constituciones latinoamericanas que hablan el mismo lenguaje de esta historiografía: " The formation of modern international thought was in itself a transnational, indeed global enterprise. Demonstrating this will be a major task for the next phase of research in international intellectual history" (p. 8). Este juego de circulación, apropiación y recepción de ideas en cambiantes contextos locales disuadirá a quienes insisten en la mera " copia" o " imitación" de los prejuicios y textos europeos por parte de los políticos latinoamericanos del siglo XIX. La " democracia mestiza" formulada por José María Samper es sin lugar a dudas original en el pensamiento político global y, como tal, merece una revaloración.

Y así, también, permitirá darse cuenta de que la lectura de John Stuart Mill, Bentham y Herbert Spencer realizada en Colombia difirió de aquella realizada por los liberales hindúes 7 . Sólo así se tendrá una mejor idea de la convergencia del pensamiento político internacional de la época y de las particularidades propias de cada República hispanoamericana. Es hora de que los historiadores, en especial los colombianos, retomen los problemas clásicos estudiados por Jaramillo Uribe -un autor que tempranamente reconocía las conexiones internacionales- con perspectivas y documentos nuevos. De lo contrario, su estatus de clásico en el pensamiento político tomará pronto el tono de canonización.

Éste es, por último, un libro cuyos méritos prueban la madurez del autor y validan su reputación internacional. A los historiadores no suelen gustarles las metáforas. El profesor Armitage condescendió a titular con la elegancia perdida de otros tiempos uno de los ensayos con la metáfora bíblica de la ballena y el elefante, quizás con la inesperada fortuna de devolver al lector a los rudimentos de la crítica histórica. No obstante, la demostración no es pedante. En el libro se despliega con inalterado respeto toda su maestría en destruir cada falsa oposición, en desplomar cada mito, en desplazar cada interpretación que había privado a los historiadores de ver nuevos paisajes. Ya habían hablado Lucien Febvre acerca de " un ogro ensangrentado" y Georges Duby de la cacería, como metáforas de la historia. Ballenas, elefantes, ogros, desígnesele como se prefiera, no importa lo cazado, siempre y cuando sea una cacería que no disipe su magia. En esta espléndida entrega del profesor Armitage, el lector se hallará recompensado con las dos.


COMENTARIOS

1 David Armitage, The Ideological Origins of the British Empire (Cambridge: Cambridge University Press, 2000); David Armitage, The Declaration of Independence. A Global History (Cambridge: Harvard University Press, 2007).

2 David Armitage y Sanjay Subrahmanyam, eds., The Age of Revolutions in Global Context, c. 1760-1840 (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2010).

3 Dos trabajos que transmiten estas preocupaciones y las corrigen son: Gabriel B. Paquette, " Introduction: Liberalism in Early Nineteenth-century Iberian World", History of European Ideas 41: 2 (2015): 1-13. DOI: dx.doi.org/10.1080/01916599.2014.914312; Gabriel B. Paquette, " In the Shadow of Cádiz? Exogenous and Endogenous Factors in the Development of Portuguese Constitutionalism, c. 1780-1825", Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies 37: 2 (2013): article six.

4 John H. Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America 1492-1830 (Nueva Haven: Yale University Press, 2006),XV.

5 Véase, por ejemplo, Eduardo Posada Carbó e Iván Jaksić,Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX (México: FCE, 2011).

6 David Armitage, " Globalizing Jeremy Bentham", History of Political Thought XXXII: 1 (2011): 63-82.

7 C. A. Bayly, Recovering Liberties: Indian Thought in the Age of Empire and Liberalism (Cambridge: Cambridge University Press, 2012).