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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.69 Bogotá jul./set. 2018

https://doi.org/10.7440/histcrit69.2018.01 

Dossier

La historia global y la globalidad histórica contemporánea*

Global History and the Contemporary Historical Globality

A história global e a globalidade histórica contemporânea

Hugo Fazio Vengoa** 

Luciana Fazio*** 

** Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Historiador de la Universidad Amistad de los Pueblos (Rusia), Magíster en Historia por la Universidad Nacional de Colombia y Doctor en Ciencia Política por la Université Catholique de Louvain (Bélgica). Miembro del Grupo de Historia del Tiempo Presente (Categoria C en Colciencias). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran, en coedición con Antonella Fazio Vargas y Luciana Fazio Vargas, Europa y sus agonías (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2017), y con Luciana Fazio Vargas, El presente del Medio Oriente: una lectura en clave histórica (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016). hfazio@uniandes.edu.co

*** Estudiante del doctorado en Politics: History, Theory, Sciences en la Libera Università Internazionale degli Studi Sociali Guido Carli (LUISS) (Italia). Historiadora y Magíster en Historia de la Universidad de Florencia (Italia). Entre sus publicaciones más recientes se encuentran, en coautoría con Hugo Fazio Vengoa y Antonella Fazio Vargas, Europa y sus agonías (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2017), y con Hugo Fazio Vengoa, El presente de Medio Oriente. Una lectura en clave histórica (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016). lucianafazio@hotmail.com


Resumen:

Tomando como punto de partida una reflexión sobre el presente, sus grandes transformaciones y desafíos epistémicos, los autores reflexionan acerca del lugar prominente que los análisis sociales le confieren al eje “local-global” en la interpretación de los fenómenos contemporáneos. El interés por lo local-global ha sacado a relucir nuevas métricas de tiempo y espacio y ha potenciado las tendencias que homogeneizan y aquellas que fortalecen las diferencias, lo que explica gran parte de las transformaciones que experimentan las sociedades actuales. Con base en este diagnóstico, y con el propósito de hacer inteligible lo internacional/mundial contemporáneo, los autores recurren a la noción de historia global, entendida como la sincronización y el encadenamiento que registran las disímiles trayectorias históricas, las cuales entran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación en un contexto de globalidad.

Palabras clave: Historia global; espacio y tiempo; presente; historiografías; globalización

Abstract:

A reflection on the present, its great transformations and epistemic challenges, served as starting point for the authors to consider the prominent place that social analyses confer to the “local-global” axis in the interpretation of contemporary phenomena. The interest by the local-global has brought up new metrics of time and space. It has also has enhanced the tendencies that homogenize and those that strengthen differences, which explains many of the transformations that the present societies experience. Based on this diagnosis, and in order to make the contemporary international/world-wide intelligible, the authors resort to the notion of global history, understood as the synchronization and the linking that registers the dissimilar historical trajectories, which enter in synchronicity, resonance and feedback in the context of globality.

Keywords: Global history; historiography; globalization; space and time; present

Resumo:

A partir de uma reflexão sobre o presente, suas grandes transformações e desafios epistêmicos, os autores refletem sobre o lugar de destaque que as análises sociais dão ao eixo “local-global” na interpretação dos fenômenos contemporâneos. O interesse pelo local-global tem trazido à tona novas métricas de tempo e espaço, bem como tem potencializado as tendências que tornam as diferenças homogêneas e aquelas que as fortalecem, o que explica grande parte das transformações que as sociedades atuais experimentam. Com base nesse diagnóstico e com o propósito de fazer inteligível o internacional/mundial contemporâneo, os autores recorrem à noção de história global, entendida como a sincronização e o encadeamento que as diferentes trajetórias históricas registram, as quais entram em sincronia, ressonância e retroalimentação num contexto de globalidade.

Palavras-chave: globalização.; história global; espaço e tempo; presente; historiografias

Introducción

Poco años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el historiador Fernand Braudel se preguntaba: si “la historia es hija de su tiempo […] si estamos en un nuevo mundo, ¿por qué no en una nueva historia?”1. Resultan muy interesantes las preguntas que se formulaba el historiador galo, porque de manera sucinta descubren unas facetas importantes de la disciplina que tanto amaba: la relación de la historia con el presente y su necesaria adaptación con el tiempo vivido. En otros pasajes del mismo escrito, Braudel advertía que los anteriores conceptos intelectuales se “habían encorvado o simplemente roto” y que era menester adentrarse en otra “aventura del espíritu”2.

Algo similar volvió a repetirse en el recodo de los siglos XX y XXI. Luego del fin de la Guerra Fría, grandes transformaciones han modificado en profundidad el panorama mundial. Pero aún más significativo resulta el hecho de que en el presente se han liberado fuerzas que han ocasionado cambios tan abruptos y radicales que, por vez primera en la historia de la humanidad, las personas experimentan distintas vivencias de sociedad durante las diferentes etapas de sus vidas3. Con la reiteración de un escenario de voraginoso cambio, las preguntas que alguna vez se planteó Fernand Braudel conservan toda su validez y pueden volver a formularse. Lo mismo puede decirse del diagnóstico: también hoy los “viejos conceptos se han encorvado” y resulta vital emprender nuevas aventuras académicas e intelectuales que permitan dar cuenta de la topología que comprende lo social en el mundo que nos ha correspondido vivir.

1.El eje local-global

Visto el mismo problema desde un ángulo de la historiografía, Angelo Torre trataba hace algunos años de ubicar el lugar que le ha correspondido a la contraposición “local-global” en el saber social contemporáneo. Su razonamiento arrancaba de la idea de que esta dupla ha entrado a sustituir la anterior centralidad que los científicos sociales les habían otorgado a lo social y a lo cultural, temas y esferas que a su vez, desde los setenta, habían venido en reemplazo del énfasis que se le había conferido previamente a lo económico y lo social4. Sobra recordar que este último énfasis comenzó a desarrollarse en el período de entreguerras y alcanzó su cenit en las dos décadas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no sin antes haber librado duras batallas contra los análisis más tradicionales, los cuales se organizaban preferentemente en torno a lo político, a las guerras y a la vida pública de los grandes personajes5.

La importancia de lo “local-global”, empero, no radica en haberse convertido en una nueva etapa o en un nuevo estadio dentro de aquella sucesión cronológica que han experimentado los estudios sociales desde las profundidades del siglo XX hasta hoy. Representa mucho más que un simple desplazamiento de la mirada o una predilección por celebrar ciclos de moda intelectual por parte de los estudiosos. Presupone, en realidad, un cambio epistemológico profundo en el saber social. Varios elementos respaldan esta aseveración. Primero, a diferencia de los ejes anteriores, su gravitación no queda encapsulada dentro de ninguna esfera social en particular. Es un tipo de vector que cobra vida en todas y a través de todas las esferas sociales, y, en ese sentido, pone en entredicho las fronteras habituales que se han erigido entre las ciencias sociales y las humanidades, e incluso entre el mundo físico y el social.

Segundo, como producto de este desdibujamiento de las fronteras que se han levantado entre los distintos campos del saber, el nuevo eje ha vigorizado la vieja idea de que las querellas interdisciplinarias sólo existen dentro de los confines del ámbito académico y que la “realidad” desborda por sus niveles de complejidad, lo que lleva a que se plantee de manera perentoria y urgente la necesidad de relacionar perspectivas entre y desde distintos ámbitos sociales y escalas de observación6. En la historia, la interiorización de este paradigma se ilustra en aseveraciones tales como que todos los historiadores se han ido convirtiendo en world historians, así no sean claramente conscientes de ello7, o cuando se reconoce que “para entrar en la historia global se debe pasar por la puerta de lo local”8.

Tercero, el binomio “local-global”, cuya realización puede adquirir una figuración “glocalizada”9, conjugación que puede ser dialéctica o simbiótica entre lo local y lo global, rompe o relativiza ciertas convenciones a las cuales el saber social nos tenía acostumbrados. Así, por ejemplo, interviene en el sentido de desgastar el anillo intermedio representado por lo estatal y lo nacional, el cual durante la modernidad clásica actuaba como elemento de interposición y de mediación entre lo local y lo internacional o lo mundial10. Para prevenir posibles equívocos, señalemos que con el reconocimiento de este desgaste no estamos diciendo que lo estatal-nacional se esté desdibujando o esté desapareciendo, como no tardaron en proclamar no pocos analistas políticos en los inicios de la década de los noventa11, sino que este “anillo intermedio” ha visto conculcado el poder sacrosanto que, quizá, antes el saber social y el político, de manera un tanto desmedida, le confirieron. A consecuencia de este “deslucimiento”, las ciencias sociales se fueron poblando de enfoques nuevos que subrayan las situaciones transnacionales, conectadas, cruzadas, compartidas, entretejidas, mundiales y globales, pues, como bien señaló Diego Olstein, pensar de una manera tal ha sido el resultado de nuestra actual experiencia global12.

En lo que se refiere a la historia en particular, la condición conseguida por el eje “global-local” planteó nuevas sensibilidades que contribuyeron a allanar el camino para una mayor conciliación entre la microhistoria y la historia global. Se ha reconocido que la primera ha sido poco explotada por la segunda y que los análisis específicos constituyen un buen antídoto para evitar caer en las trampas de la generalización y para sofisticar los ejercicios comparativos13. Sin embargo, se reafirma la importancia de la global, porque, como dijera Bentley: “las narrativas locales pueden ser esenciales en el propósito de construir alternativas a las visiones eurocéntricas del pasado, pero también demuestran ser insuficientes e inadecuadas en la realización de este propósito”14. Lo que se requiere a partir de estas experiencias es la construcción de nuevas narrativas que se planteen articulaciones que incluyan una amplia variedad de historias de distintos niveles.

En el caso de los microhistoriadores, bastante renuentes en los inicios a la idea misma de una historia global, han terminado por tolerarla porque han comprendido que esta es distinta de los enfoques en términos de sistema mundial, a los cuales se les critican el mecanicismo y la poca comprensión de la heterogeneidad de las dinámicas sociales15. Como Sebastian Conrad ha profusamente demostrado, lo local y lo global no son necesariamente condiciones opuestas, por cuanto lo global no representa una esfera distinta, externa a los casos nacionales/locales, sino que constituye una escala a la cual se puede hacer referencia, incluso cuando los objetos observados son individuos o localidades pequeñas16. De este modo, con este entendimiento más fluido de la historia, los estudios globales alcanzaron un mayor nivel de concretización y han podido compensar la proclividad hacia la abstracción y la generalización.

Cuarto, la dupla global-local entraña otro importante factor de distinción para el conjunto de las ciencias sociales, incluida la historia: es un eje que se posiciona de manera distinta en el análisis de los fenómenos sociales, recusando el primado absoluto conferido a las delimitaciones geométricas convencionales (interno y externo, universal y particular, público y privado, nacional e internacional) y jerárquicas (centro y periferia). Es decir, constituye una configuración que no se puede representar en una escala espacial única, plana y homogénea17. Lo local/global es de naturaleza topológica, es decir, constituye una composición que se conforma por variados relieves de disímiles extensiones espaciales y de desiguales protuberancias temporales, con distintas densidades diacrónicas y de destino.

Por todo lo anterior, consideramos que lo global/local no puede ser visto simplemente como una simple sucesión de énfasis en el desarrollo moderno del pensamiento social. En realidad, ha sido un tipo de vector tan diferente de los anteriores que ha puesto a temblar los marcos epistemológicos habituales que gobiernan las ciencias sociales. Se presentó en un momento crucial en el desarrollo de las sociedades contemporáneas; ocurrió cuando se tomó clara conciencia de que se estaban experimentando cambios profundos en las condiciones de tiempo y de espacio, transformaciones que fueron visibilizadas o quedaron asociadas con el emergente concepto de globalización.

2.Globalización, tiempo y espacio

Más allá de las consideraciones economicistas que tienden a prevalecer en la opinión pública, en los grandes medios de comunicación y en los discursos políticos, ocurre que, cuando se acomete una revisión exhaustiva de la literatura sobre la globalización, tratando de captar su esencia, se llega rápidamente a la conclusión de que en las distintas ciencias sociales el concepto sugiere un reconocimiento de que las sociedades de todo el planeta están experimentando nuevas manifestaciones en las métricas de tiempo y espacio, ya sea bajo la figura de la “aldea global”, la “simultaneidad despacializada”, los mercados liberalizados, la financiarización, la “anulación del espacio”, la “conectividad compleja”, la “compresión espacio temporal”, el énfasis en los flujos y las redes, etcétera. Todas estas identificaciones, de una u otra manera, y en mayor o menor grado, aluden a cambios que se han presentado en las dos condiciones básicas de existencia de lo social: el tiempo y el espacio18.

En lo que respecta a los historiadores, que es lo que aquí más nos interesa, la preocupación inicial en relación con la globalización consistió en el estudio de fenómenos globalizantes en coyunturas previas a la contemporaneidad, lo cual -en contravía de la imagen que predominaba en los noventa- tuvo el importante mérito de demostrar que el fenómeno no era privativo sólo del presente y que, en realidad, comportaba una historia, la cual podía ser más o menos prolongada19. A través del contraste histórico, estos ejercicios académicos, a la postre, permitieron alcanzar una mejor comprensión de las particularidades que encierra la globalización en el presente. El reconocimiento de que el fenómeno ha alcanzado mayores niveles de intensidad, capaces de generar sistematicidad y propiciar cierto tipo de transformaciones, ha sido uno de los aportes mayores de los historiadores a la comprensión del presente en el mundo.

El entusiasmo entre los profesionales de la historia con la globalización ha sido sin embargo un tanto ambiguo y contradictorio. En el lado positivo se observa que permitió el planteamiento de nuevos problemas en la disciplina o la visualización de viejos temas desde ángulos novedosos. En el negativo se percibe cierta inquietud porque ha sido poderosa la idea de que este fenómeno simboliza el triunfo del espacio sobre el tiempo, el tiempo “canibalizado” por el espacio. La intranquilidad obedece a que el primero constituye la razón misma de existencia de la historia, y, al malograrse su estatus, la historia ve derruir sus fundamentos. A título de ejemplo puede recordarse a François Hartog, quien hace poco sostenía que la globalización, que “tiene por objetivo un mundo globalizado”, es una noción incómoda para los historiadores, debido a su naturaleza más espacial que temporal20. Esta ascendencia del espacio se observaría, de acuerdo con Middell y Naumann, en la disolución del orden espacial jerárquico de la soberanía política, dominado por el Estado-nación, en la multitud de actores que participan de las interacciones mundiales y en la pluralidad de ubicaciones que se incorporan a los entrecruzamientos globales en todo el mundo21. Hemos querido recordar las contrariedades expresadas por el historiador galo porque a través de una contraposición a sus argumentos se puede avanzar hacia un mejor entendimiento del fenómeno de la globalización y de las cambiantes condiciones de tiempo y espacio en el mundo actual.

Decir que la globalización tiene “un objetivo”, una finalidad, constituye un equívoco mayor, porque más allá de los usos que algunos le pretendan dar -como ocurre en ciertos discursos que dejan entrever que globalizarse constituye un imperativo irrenunciable (convertirse en un global player), o, de lo contrario, se impone el destino de quedarse en el andén viendo pasar el tren de la historia-, la globalización carece de plan, carece de programa, ni siquiera dispone de un fundamento que la sustancie, y sus pretendidas “acciones”, en realidad, son “derivaciones” que pueden encaminarse en cualquier dirección. Con gran perspicacia, hace algunos años, Lynn Hunt argumentaba en contra de una presunta teleología de la globalización, cuando sostenía que por sí misma no podía engendrar una nueva narrativa del desarrollo histórico, además de no poseer una jerarquía estable de factores que determinen su significado y estar privada de una agenda investigativa que contenga problemas y enfoques claramente identificables22.

Pero lo que sí se ha producido, y esto es, a nuestro modo de ver, consustancial sólo al “presente histórico contemporáneo”, es que la globalización, que evidentemente ha experimentado una fuerte intensificación en las últimas décadas, ha conducido a que el mundo adquiriera una significación histórica, al decir de Octavio Ianni23, convirtiéndose en “una realidad operativa”. Una primera manifestación de un mundo que se vuelve historia se observa en la amplia gama de dinámicas económicas, financieras, políticas y ecológicas que han transformado el planeta en un complejo entramado social, “lugar” de donde germinan o se reproducen variadas historias.

Segundo, sostener que la globalización es básicamente un asunto espacial es olvidar una importante exhortación de Reinhart Koselleck sobre la naturaleza temporal del espacio cuando argumentaba que “el espacio es algo que hay que suponer metahistóricamente para toda historia posible y, a la vez, algo historizable porque se modifica social, económica y políticamente”24. En el presente, los espacios, entendidos como ámbitos donde se desenvuelven relaciones sociales, han adquirido distintas configuraciones, muchas de las cuales transcurren con independencia del lugar y del territorio25. Sus alcances, contornos, grosores y duraciones son variables, en función de sus dinámicas e historias. No se organizan jerárquicamente, sino que responden al canon de figuraciones topológicas, multidimensionales, con enlaces diferenciados, yuxtapuestos, colindantes y transversales.

Un adecuado ejemplo de modificación histórica del espacio lo encontramos en una poderosa tesis de Charles S. Maier26, cuando demostró la existencia de un ciclo en la historia del mundo contemporáneo con base en el principio de territorialidad, que se expresaba en la supremacía de los ordenamientos soberanistas territoriales, cuyo ocaso se hizo palpable hacia finales de los años sesenta del siglo pasado. Fue en medio de esa crucial coyuntura histórica de los sesenta y setenta cuando el predominio territorial comenzó a perder el monopolio que antes tuvo, que variadas espacialidades surgieron o se desgajaron de los emplazamientos territoriales.

Por último, quisiéramos recordar a un grupo de geógrafos franceses cuando declararon que la globalización no inventa casi nada, pero lo “reconceptualiza todo”27, y en ello precisamente descansa su importancia. Las “actuaciones” de la globalización se realizan como dinámicas transversales que enlazan, encadenan y retroalimentan los itinerarios particulares y ámbitos sociales28. Seguramente debido a la intensidad de estas transversalidades es que para muchos la globalización se representa como un fenómeno espacial. Sin embargo, estas “espacialidades” de la globalización, a la postre, son asuntos temporales, en la medida en que resaltan la condición “presente” porque provocan simultaneidades, simetrías, sincronías, encadenamientos, que son dinámicas que se realizan en “el ahora”29 .

Con base en estas disquisiciones, nos atrevemos a pensar que las aprensiones de numerosos historiadores en cuanto a la pretendida pérdida de centralidad del tiempo en favor del espacio en realidad pueden convertirse en una excelente oportunidad para repensar la misma disciplina en este “nuevo mundo”, tal como sugería Fernand Braudel en el período inmediato de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Porque lo que sí es evidente que ha potenciado el reconocimiento de la globalización intensificada actual ha sido la desvalorización de la concepción moderna del tiempo, es decir, de aquel tiempo uniforme, cronológico, homogéneo, lineal, direccional y absoluto. La pérdida de importancia de aquel registro temporal, que únicamente servía como marco de datación y que era incapaz de participar en la significación de “las cosas”, ha obligado a los científicos sociales y a los humanistas a tener que hacer del tiempo un tema central de sus reflexiones.

Como resultado de estos esfuerzos intelectuales y de la observación más cercana de las situaciones visibilizadas por la globalización se fue fortaleciendo la idea de que el tiempo social es “einsteinizado”, o sea, que reconoce el tempus que comportan los fenómenos sociales en sí, con su multiplicidad de cadencias, ritmos, velocidades, sus caracteres complejos y sus expresiones heterogéneas, en cuyo desciframiento también participa el investigador. El tiempo “einsteinizado” constituye un “tiempo espacializado”, que no puede ser lineal porque comporta relieve y protuberancias. Con este entendimiento de la complejidad del presente, el analista, más aún cuando se dedica a estudiar la contemporaneidad, no puede hacer la vista gorda a un fenómeno tan vistoso y pertinente como es la globalización. Su valor heurístico es indudable y difícilmente pueden descifrarse algunos temas de este mundo de finales del siglo pasado e inicios del XXI, cuando se le obvia como marco o como referente. No obstante sus “bondades” y aportes, no consideramos que la globalización sea -ni que pueda llegar a ser- una nueva teoría explicativa de lo social, ni siquiera un concepto con un significado más o menos concreto, que pueda ser utilizable en investigaciones empíricas30.

El reconocimiento de esta posición intermedia (in between) entre una manera novedosa de representar las cosas y un concepto de la teoría social es lo que nos ha llevado a señalar que la globalización representa un adecuado punto de partida para sofisticar el análisis social de los fenómenos contemporáneos, pero que no constituye ningún punto de llegada. Lo anterior porque ella misma no puede explicar la condición de ser de los fenómenos sociales a los que presuntamente alude y porque es un fenómeno que esconde tanto como descubre, dado que tiende a reducir el espectro de problemas de las sociedades sólo a aquellos que puede enunciar en sus mismos términos31. De este in between emana la necesidad de avanzar un paso más en la dirección sugerida por ella misma.

Para resolver estas ambigüedades que encierra un enfoque en términos de la globalización y desarrollar una perspectiva más multiforme, consideramos de gran utilidad recordar los presupuestos teóricos y metodológicos planteados por Fernand Braudel en su célebre texto Civilisation matérielle, économie et capitalisme, XVe-XVIIIe siècle32. En dicha oportunidad, al célebre historiador se le había encomendado la inmensa tarea de escribir una historia del capitalismo. El resultado fue la publicación de un grandioso libro con más de 2.500 páginas. Lo interesante, sin embargo, no está representado por la extensión de la obra, sino por su composición a partir de una distinción estructural y temporal en tres estratos, a cada uno de los cuales le dedicó un grueso tomo.

El primer tomo se intitula Les structures du quotidien: le possible et l’impossible y está consagrado al análisis de lo que resumidamente podemos aglutinar bajo el concepto de vida material, es decir, representa aquel ámbito en donde se desenvuelven cotidianamente las actividades rutinarias de las comunidades. “Esta vida material, tal como yo la entiendo, escribe Braudel, es lo que la humanidad ha incorporado profundamente a su propia vida a lo largo de su historia anterior, como si formara parte de las mismas entrañas de los hombres, para quienes estas intoxicaciones y experiencias de antaño se han convertido en necesidades cotidianas, en banalidades. Y nadie parece prestarles atención”33.

El segundo estrato, Les jeux de l’échange, versa sobre las economías de mercado, la producción, el capitalismo, los Estados y las civilizaciones, y el eje nodal está conformado por aquellas espacialidades en donde las diferentes comunidades entran en un proceso natural de intercambio entre sí. “Todo lo que queda fuera del mercado no tiene sino un valor de uso, mientras que todo lo que traspasa su estrecha puerta adquiere un valor de intercambio”34. Por último, Les temps du monde trata sobre las “economías mundo”, donde el capitalismo, “el ejercicio del monopolio de hecho o de derecho, la manipulación de los precios”, desde sus orígenes ha tenido una vocación global, y que sólo a raíz de la Revolución Industrial entró a vincularse con la producción35. ¿Los Fugger o los Welser acaso no eran firmas transnacionales?, se preguntaba provocadoramente el mismo Braudel.

El reconocimiento de estos tres estratos representa una alta importancia analítica, porque muchas veces la vida material ha sido olvidada en los estudios históricos del capitalismo, y su inclusión sugiere que las “estructuras de lo cotidiano” constituyen aquel sustrato donde se desenvuelve la reproducción de gran parte de las condiciones de vida. En ese sentido, la vida material, que se mantiene por fuera de la “puerta estrecha” del mercado y del capitalismo, no constituye un ámbito opuesto a los sectores más “móviles” y “modernos” (el mercado y el capitalismo), sino un importante y necesario complemento, por no decir su principal fundamento. No nos cansaremos de insistir en que, con Braudel, temas tales como el desarrollo deben ser analizados, por tanto, como una necesaria compenetración entre distintos niveles, y no a través de la centralidad acordada de manera exclusiva a sólo uno de ellos, como ocurre por regla general cuando se diserta sobre la globalización (sobre todo la económica) o la modernización.

Hemos realizado esta breve digresión sobre una de las obras maestras de Braudel, porque ello nos invita a pensar que cuando se analiza la globalización se debe propender a un análisis análogo. Para dar cuenta de ella, y también del “resto”, se requiere un nivel de observación que brinde una panorámica mucho más amplia. Esta escala de análisis la hemos definido como una historia global. Como preámbulo de los contornos de esta historia realizaremos una breve digresión sobre aquellas otras historiografías que, siendo cercanas, son distintas de la historia global. Un procedimiento tal nos permitirá ajustar el lente con el cual capturaremos la historia global.

3. La globalización y los nuevos desarrollos historiográficos

No resulta fácil presentar de manera breve las nuevas corrientes de pensamiento histórico y las particularidades de sus enfoques porque la historiografía misma atraviesa un momento de grandes definiciones, coyuntura que podemos captar a través de los contrastes entre la diacronía y la sincronía de su desarrollo. Durante el siglo XX, las corrientes o “escuelas” eran básicamente nacionales. Así, se hablaba de los Annales como una corriente francesa, y los estudiosos, fueran nacionales o extranjeros, concordaban en la existencia de tres etapas en su larga historia: la de Lucien Febvre y Marc Bloch, los fundadores; la de su plena institucionalización en las dos décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial, y, por último, la de las “mentalidades”. Hasta ahí había claridad y consenso entre los expertos en el tema. Las dudas afloraban cuando se quería caracterizar los Annales de los noventa, porque resultaba evidente que el “sello” francés se había desdibujado, debido a que sus principales exponentes participaban activamente en redes académicas transnacionales, con lo cual lo “externo” se reproducía en el interior de dicha empresa. El caso de los Annales demuestra que cuando se contempla el desarrollo historiográfico en su diacronía se percibe un proceso de relativa desnacionalización, en favor de cierta transnacionalidad.

Sin embargo, cuando bajo observación se halla el conjunto de los nuevos enfoques históricos e historiográficos de la actualidad, encontramos que ciertas tradiciones académicas nacionales han intervenido en favor de determinados énfasis. Mientras que lo transnacional ha comportado una “impronta” germana, por la preocupación bastante difundida de “normalizar” la historia nacional dentro de un contexto de europeización de la historia nacional, “que la abre, la amplía, la enriquece con puntos de vista externos y traspasando continuamente fronteras”36, la World History ha buscado responder al papel central de Estados Unidos en el mundo. La historia cruzada, rubricada fundamentalmente por franceses y alemanes, se ha preocupado por los variados cruces de ambas trayectorias históricas, también dentro de un espíritu de cierta europeización. La historia conectada (connected history) fue concebida y popularizada por el historiador indio Sanjay Subrahmanyam, interesado en desmontar los prejuicios de aquellas narraciones que habían convertido a Europa en el centro de la historia, con lo que el “resto” se reducía a la condición de ser un simple objeto37.

Por último, no resulta fácil este tipo de ejercicios porque cierta cautela se impone cuando recordamos que algunos elementos de novedad de estos enfoques -las interconexiones, la globalidad- ya estaban bien establecidos en corrientes que desempeñaron un gran rol durante el siglo XX. Lo que sí resulta evidente es que estos nuevos diseños historiográficos surgieron y se desarrollaron en los últimos años, a menudo como respuesta a los desafíos, retos y provocaciones intelectuales impuestos por la globalización. Como lo recordaba Diego Olstein, en una referencia anterior, estos enfoques han sido el resultado de la experiencia global actual38. Dichos retos han aumentado las demandas en la dirección de unas narrativas más inclusivas y abarcadoras porque muchas dinámicas no pueden ser comprendidas cabalmente dentro de enfoques que se configuran a partir de los conocimientos inamovibles de las fronteras tradicionales. Esta doble necesidad ha empujado a una proliferación de corrientes que toman como común denominador los adjetivos global, transnacional y mundial.

Las características compartidas que comportan estos nuevos enfoques pueden resumirse en los siguientes aspectos. De entrada, todos ellos convergen en torno a la idea de que el presente ha creado nuevas sensibilidades frente al pasado e inducen a reconocer la importancia de los nexos y de las interacciones. Segundo, al destacar estos aspectos en sus historias se busca superar los contenedores nacionales, y se interesan por explorar los vínculos y las analogías entre historias de las diversas partes del mundo39. Por último, estas nuevas tendencias asumen como propias la multidisciplinaridad o la transnacionalidad y eluden ceñirse a un ámbito en particular, al tenor de los cánones que se infieren del binomio local-global.

Los balances historiográficos de estas nuevas corrientes destacan como antecedente la World History, tendencia que comenzó a desarrollarse en los años ochenta en Estados Unidos. Un claro momento de institucionalización de esta corriente se produjo en 1982, con la fundación de la World History Association. Su cometido fundamental consistía en superar los análisis convencionales mediante la apuesta por unas perspectivas, en las cuales las entidades se modelaban a través de interacciones entre sociedades distintas y distantes40. Patrick Manning, en su obra Navigating World History, brindaba una definición simplificada de esta historia cuando la definía como “la historia de las conexiones dentro la comunidad humana global. El trabajo del world historian es retratar el cruce de fronteras y la vinculación de los sistemas en el pasado humano”41. Característico de esta corriente ha sido el estudio de las interdependencias planetarias -a nivel macro y micro- sin distinción de tiempo ni de lugar. Estas características, que constituyen su razón de ser, representan al mismo tiempo su mayor debilidad porque, a final de cuentas, es una historia que carece de elementos que la singularicen. Otra insuficiencia se presenta en el hecho de que la mundialidad de la World History sigue apegada a los cánones de una visión occidental evocando los ecos a los que la historia universal nos tenía acostumbrados.

Otro desarrollo ha consistido en la histoire croisée, una historia relacional, que se ha preocupado por estudiar las imbricaciones de los procesos y las dimensiones, de modo tal que se resalten los “cruces” que subsisten entre los fenómenos estudiados. Es una historiografía muy útil cuando se quiere entender el mundo en su conjunto porque ofrece una visión distinta de lo internacional, debido a la importancia conferida a la existencia de distintos tipos y niveles de cruces, que si bien tienden a ser analíticamente seccionados, en la realidad histórica constituyen una misma y compleja trama42. Esta histoire croisée resulta muy provocadora porque rompe la dicotomía entre la micro- y la macrohistoria y entre lo global y lo local, pero ha demostrado ser una historia muy difícil de ser realizada en investigaciones puntuales43.

Mayor difusión y mejores resultados se han alcanzado con la connected history, la cual, muchas veces, erróneamente es confundida con la anterior. Pues bien, pese a que comparten elementos y preocupaciones comunes, apuntan a cosas distintas. La connected history se interesa por el examen de contextos distantes que, en realidad, se encuentran vinculados entre sí. El historiador Sanjay Subrahmanyam forjó las bases de este enfoque histórico44, cuando sostuvo que al historiador le corresponde el papel de electricista, que restablece las conexiones continentales e intercontinentales, aquellas que las historiografías nacionales se las han ingeniado para desconectar o para escamotear al impermeabilizar sus fronteras. Es una historia que trasciende los compartimientos de las historias nacionales, imperiales o civilizatorias45, relativiza las nociones de centro y periferia, descubre flujos anteriormente invisibilizados, “provincializa” a Europa y pone al descubierto una amplia heterogeneidad de dinámicas sociales. Es una historia que se interesa por la microstoria, porque converge con esta “en la voluntad de aunar articulando lo social, lo económico y lo político y coincide en la preocupación por restituir el espesor del juego social y la globalidad de los intercambios que lo animan”46. Cuando se somete a análisis el pasado, este desarrollo historiográfico es quizá el que mejor da cuenta de nuevas maneras de proceder frente al complejo pasado, pero ve desvanecerse sus elementos de novedades cuando se abordan tópicos más cercanos a nuestro presente.

Por último, encontramos la historia transnacional, muchas veces confundida con la Global History, porque, como ha afirmado Akira Iriye, algunas similitudes -como el afán de superar los límites nacionales e indagar sobre los tópicos que conciernen al (e impactan el) globo entero- han oscurecido los elementos que las diferencian47. Su mayor mérito ha consistido en el entendimiento de la nación no como algo inmutable y esencial, sino por su percepción como una entidad que desarrolla interpenetraciones e influencias mutuas con otras sociedades. Su alcance, empero, es limitado pues su operatividad se reduce a la misma existencia y afirmación de las naciones. Cuando estas no existían, o sus perfiles eran débiles o primaban otro tipo de configuraciones, lo transnacional simplemente no podía existir. Igualmente de sus entrañas no se deriva ningún enfoque particular, más allá del deseo de superación de los compartimientos estancos.

Ya hemos tenido ocasión de comentar las “bondades” que aportaron estos enfoques en el estudio de la historia. De manera resumida se puede decir que abrieron el diapasón de los objetivos de investigación y han realzado páginas que se encontraban en la sombra; a su manera, todos estos enfoques ponen énfasis en la inclusión del tiempo y el espacio en el análisis social; han contribuido a desoccidentalizar la narrativa de la historia general relativizando algunos hechos “insoslayables” de esta; han puesto en entredicho la creencia de un curso natural de la historia y han realzado la importancia del binomio local-global. Para nuestro propósito, el discernimiento de estas corrientes constituye una fundamentación de lo que entendemos por historia global.

4. La historia global

Comencemos este apartado haciendo un par de precisiones de los contornos de esta historia a través del contraste con enfoques que le son cercanos, pero diferentes. Digamos de entrada que hablar de la existencia de esta historia no es un asunto fácil. Para muchos científicos sociales la historia global suena intrigante y arrogante. “Intrigante porque aprehende una porción importante de lo que sucede en el mundo que nos rodea, y es arrogante porque suena rimbombante y porque parece violar la directriz de que lo pequeño es bello y que el trabajo histórico de excelencia debe ser estrecho, focalizado, y estar basado en una investigación original”48. En su composición y narración, la historia global es distinta de la historia total y de la mundial. La historia total ha sido una vieja aspiración de los historiadores, cuya pretensión no consiste -como comúnmente se cree- en la escritura de una historia total del mundo. Como dijera el mismo Braudel, “No es esta pretensión pueril, simpática y loca. Es simplemente el deseo, cuando se ha abordado un problema, de traspasar sus límites”49. De ahí se plantea la necesidad “de poner en contacto niveles, duraciones, tiempos diversos, estructuras, coyunturas y acontecimientos”50.

Tampoco es una historia mundial, la cual, en sus diversas acepciones, expele siempre un tufillo de universalismo, porque en su código de base se encuentra la intención de trascender los límites nacionales y/o regionales a partir de experiencias particulares, y hacerlas extensivas al mundo entero. Quien mejor ha sabido dar cuenta de esta distinción es el politólogo Zaki Laïdi, cuando explicaba que la diferencia de fondo radica en que lo global consiste en “compartir códigos instrumentales, mientras que lo universal es mucho más exigente: implica compartir sentido. Compartir códigos revela la necesidad de un mundo en común. Compartir sentido se inscribe en la lógica de un mundo común51. Un mundo en común conjuga homogeneidad y heterogeneidad, convierte lo local en parte intrínseca de su existencia, es necesariamente multifocal, no constituye una “macroestructura”52, su representación no es geométrica, no se organiza como una construcción o un ensamblaje; su naturaleza es topológica.

Del carácter topológico se derivan inferencias importantes para la historia. Primero, la historia como forma de conocimiento se encuentra en medio de un proceso de redescubrimiento de sí misma. Como sostenía Braudel,

“[…] habiendo inventado el oficio del historiador, Europa se ha servido de su ventaja […] La historia de la no Europa está en vías de hacerse. En tanto que el equilibrio de conocimientos e interpretaciones no se haya restablecido, el historiador vacilará respecto a romper el nudo gordiano del mundo […] Una cosa me parece segura, la brecha entre Occidente y los otros continentes ocurrió tardíamente, y atribuirla sólo a la racionalización de la economía de mercado, como muchos contemporáneos tienen tendencia a hacerlo, es evidentemente muy simplista”53.

Resulta evidente que durante el presente histórico contemporáneo ha crecido de manera exponencial el conocimiento que se tiene del mundo y de sus sociedades. Poco a poco, la historia ha ido quedando privada de su anterior columna vertebral, en condiciones en que las demás sociedades han comenzado a desarrollar sus propias narrativas y conciencias históricas y han inducido a importantes revisiones en la comprensión del pasado y del presente. Para que se entienda mejor el argumento que suscribimos, puede recordarse que el conocimiento actual muestra que todavía en 1820 el PIB chino era muy superior al de Europa Occidental y que representaba el 29% del PIB mundial, una magnitud tan grande que equivalía a la de la totalidad de los países europeos54. De estos datos se infiere una conclusión que sin duda dejará pensando a más de uno: en el plano económico, a inicios del siglo XIX, China hacía parte del corazón del sistema económico mundial, y dos siglos después vuelve a ocupar la avanzada, lo que permite argumentar que el dominio indiscutido de Occidente en el mundo ha tenido una vida más efímera de lo que el sentido común deja entrever. Es de esperar que el reconocimiento e inclusión de esta amplia gama de experiencias contribuyan también a repensar las ciencias sociales en un contexto de globalidad, como el actualmente imperante.

El cuestionamiento de la centralidad que se ha conferido a Occidente y a sus concepciones se convierte en un imperativo que permite librarnos de la “galería de los espejos deformantes”, al decir de Josep Fontana, en la que se ha mantenido atrapada la historia. “Sólo entonces podremos empezar a estudiar las sociedades humanas en el gran libro del mundo y emprender la tarea de desmontar esa visión lineal del curso de la historia, que interpreta mecánicamente cada cambio como una mejora, cada nueva etapa como un progreso”55. Para librarse de esta “galería de espejos deformantes” urge la confección de historias no desde los centros, como ha sido habitual, sino desde los pliegues, es decir, desde aquellos “portales” que dan cuenta de interacciones novedosas, de itinerarios particulares y de una vasta riqueza de experiencias. Sobre el particular, Serge Gruzinski escribió:

“Abordar la globalización desde México, Brasil, las costas de la India o de África; descentrar la mirada esforzándose por sobrepasar las trampas del etnocentrismo; interrogar a los actores de estos fenómenos planetarios; por último, poner en una misma balanza las regiones, las visiones y los imaginarios que el tiempo ha separado. En pocas palabras, mostrar que la historia sigue siendo una maravillosa caja de herramientas para comprender lo que se juega desde hace varios siglos entre occidentalización, mestizaje y globalización”56.

Una historia desde los pliegues no sólo implica una mayor democratización al hacerla más inclusiva, es también una historia más “activa” porque al alejarse de las situaciones de equilibrio provistas por el centro, por aquel tronco común que organizaba y daba sentido a la historia universal, la historia adquiere nuevas propiedades. Cuando el equilibrio y el centro dejan de ser la regla, o los factores organizadores, las convulsiones y las crisis se enquistan en el corazón de la trama, adquieren visos de regularidad.

Esta historia “activa” rompe la causalidad lineal, tal como lo planteara Ernst Bloch, cuando hablaba de una “discordancia de tiempos”, que no todos los pueblos viven el mismo ahora, “la contemporaneidad de lo no contemporáneo”57. Que se comparta un mismo horizonte temporal no significa que todos los colectivos se encuentren en el mismo ahora ni que la historia se realice de manera lineal ni en un “ahora” homogéneo, sino que implica reconocer la existencia de protuberancias temporales desiguales, debido a que se compactan de diferentes maneras las experiencias diacrónicas con la sincronía del mundo globalizado. Es una historia que debe ser muy cuidadosa y aprender a conjugar de manera adecuada las configuraciones estructurantes con las heterogeneidades cada vez más visibles de un mundo que se globaliza.

Cuando sostenemos que se rompe la linealidad de la historia estamos diciendo que se desvirtúa el vínculo mecanicista de la causa y el efecto -consustancial a los esquemas lineales-, se abren nuevas vías para que la libertad y las circunstancialidades se alejen de la necesidad histórica, y se posibilita el discernimiento de otras protuberancias de temporalidades que participan de la misma historia. Por tanto, una historia desde los “pliegues” realza la relación simbiótica entre diacronía y sincronía, dado que la sincronía de un mundo globalizado descubre la intimidad de las sociedades rehabilitando sus dimensiones diacrónicas, acentúa la confluencia de disímiles temporalidades históricas en el momento presente y reafirma el hecho de que en la historia global coexisten la homogeneidad y la diferencia, que se catalizan en esta coexistencia de múltiples temporalidades. La constitución de este régimen de “múltiples temporalidades” ocurre porque los diversos colectivos recuperan elementos de distintos pasados, que se sintetizan en el presente y buscan proyectarse hacia el futuro. Estas elongaciones y estos recogimientos continuos y fragmentarios son los que dotan de relieve al mundo y a la historia global.

La historia global recupera sensibilidades que han sido destacadas por las nuevas corrientes historiográficas, como son el reconocimiento de los nexos e interacciones, la exploración de los vínculos y las analogías de historia en las distintas partes del mundo58, y se inclina por el desarrollo de análisis de tipo multidisciplinar fundamentado en el binomio local/global. Es, como lo hemos señalado, una historia que se nutre en gran parte de los procesos de globalización. Que se fundamente en el reconocimiento de los fenómenos globalizantes es una cosa, pero ello no significa que ambas dinámicas sean equivalentes. Así, se puede sostener que la historia de la globalización constituye un subgénero de la historia global, mas no su campo mismo59. La historia global se basa en la existencia del mundo como categoría histórica y, en ese sentido, es un enfoque apropiado para comprender y explicar las grandes coordenadas del presente mundial60, y deja en los historiadores más versados en temas del pasado la reflexión sobre su utilidad para tiempos remotos lejanos y cercanos.

Para un mejor entendimiento del horizonte espacio temporal común, rasgo consustancial al presente histórico contemporáneo, muy pertinentes son las palabras del historiador Agostino Giovagnoli, cuando argumentaba que un rasgo del mundo actual consiste en que se ha vuelto más contemporáneo y menos occidental. “El conocimiento de la simultaneidad entre eventos que se verifican en lugares muy lejanos ha contribuido a difundir la sensación de vivir todos dentro de un mismo espacio: el espacio del mundo. Gradualmente, la distinción entre la contemporaneidad cronológica y la contemporaneidad histórica, entre el desarrollo de Europa y el atraso de los otros continentes, basada en la centralidad europea en la historia de la civilización, se ha vuelto insostenible”61.

En este sentido, consideramos que la historia global es un sistema de pensamiento exclusivo del presente mundial y dudamos que pueda hacerse extensiva a períodos anteriores, es decir, a aquellos pasados que pueden ser muy bien analizados a través de las historias comparada, conectada, cruzada y transnacional. Es consustancial a nuestra contemporaneidad como resultado de la intensificación que ha experimentado la globalización, porque se ha ido entretejiendo una modernidad-mundo, y porque sólo hoy en día todos los individuos comparten un horizonte espacio-temporal sincrónico, sin que por ello, desde luego, deba suponerse que la contemporaneidad representa un fenómeno unitario62. El “horizonte” al que hacemos alusión simplemente se refiere a que en esta historia se produce una convergencia de temporalidades relativas.

Si quisiéramos definir esta historia global, podríamos señalar que representa la sincronización y el encadenamiento que registran las disímiles trayectorias históricas, las cuales entran en sincronicidad, resonancia y retroalimentación en un contexto de globalidad. Constituye la manera de ver propia de aquellas personas y generaciones que han hecho de lo global una parte sustancial de sus biografías63, y, en ese sentido, seguramente representa un desafío existencial para quienes se encuentran en otras etapas de la vida. De manera resumida, se puede sostener que la riqueza analítica y explicativa de la historia global descansa en varios conjuntos de elementos: 1) es un mapa topológico; 2) se nutre de los procesos de globalización, pero sin ser su equivalente; 3) reconoce la “unidad” del mundo en cuanto historia; 4) se interesa por destacar las interconexiones e interdependencias del mundo; 5) es interdisciplinaria; 6) hace uso de las escalas de observación para su mayor entendimiento; 7) no constituye ni una “macrohistoria”, ni una estructura; y 8) relativiza los referentes nacionales y desafía las concepciones eurocéntricas.

La historia global, de esta manera, se esfuerza por incluir en su exposición los distintos niveles dentro de una misma narrativa. La posibilidad y la pertinencia de la historia global -tal como es practicada habitualmente por los historiadores- no descansan tanto en la masa documental y en su riguroso tratamiento como sí lo hacen en la confección de una perspectiva histórica (mapa topológico) que cuente con el refinamiento que le permita integrar estos disímiles niveles de análisis, que no son otra cosa que diferentes maneras de analizar dialécticamente un mismo problema, con sus tendencias a la integración, a la uniformización y la unificación, y otras que renuevan la diversidad y la heterogeneidad de itinerarios históricos.

Si uno trata de imaginar qué destino le espera a la historia global, se puede convenir con Sebastian Conrad cuando, al final de su excelente libro sobre esta historia, sugiere que se asistirá a un decrecimiento del valor heurístico de la noción de globalización64. A medida que se tenga un mejor y mayor conocimiento del mundo, de las relaciones entre las diferentes regiones del planeta, un mayor entendimiento de la dialéctica entre lo global y lo local, irá desapareciendo gradualmente la retórica de lo global “lo que se traducirá paradójicamente en la victoria de la historia global como paradigma”65.

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Cómo citar: Fazio, Hugo y Luciana Fazio. “La historia global y la globalidad histórica contemporánea”. História crítica n.° 69 (2018): 3-20, https://doi.org/10.7440/histcrit69.2018.01

* El artículo es parte de una línea de investigación que se ha venido adelantando en torno al presente histórico contemporáneo, la cual ha recibido apoyos financieros puntuales por parte de la Vicedecanatura de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Colombia).

1Fernand Braudel, Historia y ciencias sociales (Madrid: Alianza, 2002), 19 y 22.

2Braudel, Historia, 22.

3Hartmut Rosa y Johann Chapoutot, “Mouvement historique et histoire suspendue. Le rapport du changement social et de l’expérience de l’histoire”. Vingtième Siècle. Revue d’histoire n.° 117 (2013): 93, doi: https://doi.org/10.3917/vin.117.0089

4Angelo Torre, “Comunità e località”, en Microstoria. A Venticinque anni da L’eredità immateriale, compilado por Paola Lanaro (Milán: Franco Angeli, 2011), 46-48.

5George Iggers, La ciencia histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales: una visión panorámica y crítica del debate internacional (Barcelona: Idea Books, 1998).

6Göran Therborn, El mundo. Una guía para principiantes (Madrid: Siglo XXI, 2011).

7Christopher Bayly, La nascita del mondo moderno (Turín: Einaudi, 2007), 588.

8Serge Gruzinski, L’Histoire, pour quoi faire? (París: Fayard, 2015), 149.

9Roland Robertson, Globalization (Londres: Sage, 1992).

10Giacomo Marramao, Pasaje a Occidente. Filosofía y globalización (Buenos Aires: Katz, 2006).

11Kenichi Ohmae, “Rise of the Regional State”. Foreign Affairs 72, n.° 2 (1993): 78-87; Yoshikazu Sakamoto, Global Transformation: Challenges to the State System (Tokio: United Nations University Press, 1994).

12Diego Olstein, Thinking History Globally (Nueva York: Palgrave, 2015).

13Francesca Trivellato, “Is There a Future for Italian Microhistory in the Age of Global History?”. Californian Italian Studies 2 (2011).

14Jerry H. Bentley, “Globalizing History and Historizing Globalization”, en Globalization and Global History, editado por Barry K. Gills y William R. Thompson (Nueva York: Routledge, 2003), 26.

15Frederick Cooper, “What Is the Concept of Globalization Good for? An African Historical Perspective”. African History (2001): 100-112.

16Sebastian Conrad, What Is Global History? (Nueva York: Princeton University Press, 2016).

17Carlo Galli, Spazi politici. L’età moderna e l’età globale (Boloña: Il Mulino, 2001).

18Hugo Fazio, ¿Qué es la globalización? Contenido, explicación y representación (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2011).

19Peter N. Stearns, Globalization in World History (Nueva York: Routledge, 2010).

20François Hartog, Croire en l’histoire (París: Flammarion, 2013), 271.

21Matthias Middell y Katja Naumann, “Global History and the Spatial Turn: From the Impact of Area Studies to the Study of Critical Junctures of Globalization”. Journal of Global History n.° 5 (2010): 149-170, https://doi.org/10.1017/S1740022809990362

22Lynn Hunt, Writing History in the Global Age (Nueva York: W. W. Norton & Company, 2015).

23Octavio Ianni, Teorías de la globalización (México: Siglo XXI, 1996), 4.

24Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia (Barcelona: Paidós, 2001), 97.

25Anthony Giddens, Las consecuencias de la modernidad (Madrid: Alianza, 1997).

26Charles S. Maier, “Secolo corto o época lunga? L’unità storica dell’età industriale e le transformazioni della territorialità”, en Novecento. I tempi della storia, editado por Claudio Pavone (Roma: Donzelli, 2008).

27Olivier Dollfus, Christian Grataloup y Jacques Lévy, “Le Monde: pluriel et singulier”, en Mondialisation. Les mots et les choses, editado por Michael Beaud (París: Khartala, 1999), 83.

28Jürgen Osterhammel y Niels P. Petersson, Storia della globalizzazione. Dimensioni, processi, epoche (Boloña: Il Mulino, 2005).

29Guadalupe Valencia García, Entre cronos y kairós. Las formas del tiempo sociohistórico (Barcelona: Anthropos, 2007), 45.

30Göran Therborn, comp., Globalization and Modernities. Experiences and Perspectives of Europe and Latin America (Estocolmo: FRN, 1999).

31Hugo Fazio, El mundo global. Una historia (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2013), 110.

32Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme, XVe-XVIIIe siècle, III vols. (París: Armand Collin, 1979).

33Fernand Braudel, La dinámica del capitalismo (México: FCE, 2002), 6.

34Braudel, La dinámica, 9.

35Braudel, Fernand Braudel, Civilisation matérielle, économie et capitalisme, XVe-XVIIIe siècle, t. III. Les temps du monde (París: Armand Collin, 1979), 441.

36Ulrich Beck y Edgar Grande, La Europa cosmopolita. Sociedad y política en la segunda modernidad (Barcelona: Paidós, 2006), 189 y 190.

37Sanjay Subrahmanyam, Mondi connessi. La storia oltre l’eurocentrismo (secoli XVI-XVIII) (Bari: Carocci Editore, 2014).

38Olstein, Thinking History.

39Bayly, La nascita del mondo, 588.

40Laura Di Fiore y Marco Meriggi, World History. Le nuove rotte della storia (Bari: Laterza, 2011), 24.

41Patrick Manning, Navigating World History (Nueva York: Palgrave Macmillan, 2003), 3. Cursivas del original.

42Bénédicte Zimmermann, “Histoire comparée, histoire croisée”, en Historiographies, concepts et débats, vol. I, editado por Christian Delacroix et al. (París: Gallimard, 2010), 168-175.

43Una de las escasas colecciones de artículos que se han producido a partir de este enfoque constituye una clara evidencia de las dificultades para acometer este tipo de historia. Michael Werner y Bénédicte Zimmermann, De la comparaison à l’histoire croisée (París: Seuil, 2004).

44Sanjai Subrahmanyam, “Connected Histories: Notes towards a Reconfiguration of Early Modern Eurasia”, en Beyond Binary Histories. Re-imagining Eurasia to c. 1830, editado por V. Lieberman y Ann Arbor (Michigan: The University of Michigan Press, 1997).

45Serge Gruzinski, “Les mondes mêlés de la monarchie catholique et autres ‘connected histories’”. Annales. Histoire, Sciences Sociales n.° 1 (2001): 86.

46Caroline Douki y Philippe Minard, “Pour un changement d’échelle historiographique”, en Histoire globale. Un autre regard sur le monde, editado por Laurent Testot (París: Sciences Humaines Éditions, 2008), 21.

47Akira Iriye, Global and Transnational History. The Past, Present and Future (Nueva York: Palgrave, MacMillan, 2013), 11.

48Wolf Schäfer, “Global History: Historiographical Feasibility and Environmental Reality”, en Conceptualizing Global History, editado por Bruce Mazlish y Ralph Buultjens (Boulder: Westview Press, 1993), 47.

49Citado en Jacques Revel, Fernand Braudel et l’histoire (París: Hachette, 1999), 14.

50Braudel, Historia y ciencias sociales, 125.

51Zaki Laïdi, La grande perturbation (París: La Découverte, 2004), 406. Cursivas del original.

52Conrad, What Is Global History?.

53Braudel, Civilisation matérielle, vol. II, 142.

54Angus Maddison, L’économie mondiale. Statistiques historiques (París: OCDE, 2003).

55Josep Fontana, Europa ante el espejo (Barcelona: Crítica, 1994), 154.

56Serge Gruzinski, Les quatre parties du monde. Histoire d’une mondialisation (París: Éditions La Martinière), 2004, 13-14.

57Ernst Bloch, Heritage of Our Time (Berkeley: University of California Press, 1990).

58Bayly, La nascita, 588.

59Conrad, What Is Global History?.

60Wolf Schäfer, “Global History and the Present Time”, Global History and Present Time, consultado el 21 de agosto de 2017, <http://www.stonybrook.edu/globalhistory/PDF/GHAndThePresentTime.pdf>.

61Agostino Giovagnoli, Storia e globalizzazione (Bari: Laterza, 2005), 47.

62Fazio, El mundo global, 114.

63Chloé Maurel, “La World/Global history. Questions et débats”. Vingtième Siècle. Revue d’histoire n.° 104 (2009): 159, https://doi.org/10.3917/ving.104.0153

64Conrad, What Is Global History?.

65Conrad, What Is Global History?, 235.

Recibido: 25 de Septiembre de 2017; Aprobado: 15 de Diciembre de 2017

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