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Historia Crítica

versão impressa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.69 Bogotá jul./set. 2018

https://doi.org/10.7440/histcrit69.2018.03 

Dossier

Micro/macro: ¿local/global? El problema de la localidad en una historia espacializada*

Micro/Macro: Local/Global? The Problem of the Locality in a Specialized History

Micro/macro: local/global? O problema da localidade numa história espacializada

Angelo Torre** 

**Profesor de la Università del Piemonte Orientale (Italia) y catedrático de Historia Moderna Temprana de la Università Degli Studi Di Catania (Italia). Miembro del grupo de investigación Religious Orders and Civil Society in Piedmont (CRESO), del Centro di Storia Territoriale G. Casalis (Italia) (www.archiviocasalis.it). Libros: Il consumo di devozioni. Religione e comunità nell’antico regime (Venecia: Marsilio 1995), y Places. The Production of Locality in Modern Society (Londres: Routledge) [en prensa]). angelo.torre@uniupo.it


Resumen:

Este artículo se pregunta por los posibles límites de la historia local dentro del paradigma de la historia global. A partir de criticar la ecuación que hace de la relación entre local y global una analogía de aquella entre micro y macro, el trabajo intenta reconstruir las implicaciones metodológicas del denominado “giro espacial” y analizar las contradicciones de un análisis metafórico del espacio. En particular, el rechazo de las explicaciones endógenas por parte de la historia global permite subrayar los límites analíticos del paradigma de la circulación, sobre el cual esta se funda.

Palabra claves: Micro; macro; local; giro espacial; endogénesis; circulación; Historia cultural; comercio

Abstract:

This paper discusses the possible local history boundaries within the paradigm of global history. Based on the questioning to the existing equation between local and global, by means of an analogy between micro and macro levels, the current research attempts to rebuild the methodological implications of the so-called “Spatial turn”. Likewise, it analyzes the contradictions of the metaphorical analysis of space. Particularly, this research will focus on the rejection to the endogenous explanations of global history. This, in turn, contributes to the highlighting of the analytical boundaries of the circulation paradigm on which this is, likewise, based on.

Keywords: Micro; macro; local; spatial turn; endogenesis; circulation; cultural history; commerce

Resumo:

Neste artigo, indaga-se sobre os possíveis limites da história local dentro do paradigma da história global. A partir da crítica da equação que faz da relação entre local e global uma analogia daquela entre micro e macro, este trabalho pretende reconstruir as implicações metodológicas da denominada “virada espacial” e analisar as contradições de uma análise metafórica do espaço. Em particular, a recusa das explicações endógenas por parte da história global permite salientar os limites analíticos do paradigma da circulação, sobre o qual esta se funda.

Palavras-chave: micro; macro; local; virada espacial; endogênese; circulação; história cultural; comércio

Introducción

En muchos sitios, en los últimos tiempos, se han hecho propuestas de mediación entre las historiografías que han dominado los últimos cuarenta años, una historiografía de lo micro, con la que cada tanto intentamos una historiografía de las relaciones a pequeña escala o de lo cotidiano, y un estudio de la macrohistoria, con la que intentamos una historiografía a escala planetaria o subplanetaria: se propuso entonces una “global microhistory” (“microhistoria global”) o una “historia translocal”, con una invitación un poco rápida a unir ámbitos que, tras un vistazo mínimamente atento, se revelan en realidad lejanos y, si no inconciliables, por lo menos heterogéneos1.

En 1995, en la introducción a uno de los cinco volúmenes conmemorativos del quincuagésimo aniversario de la Association of Social Anthropology, Richard Fardon insistía en que estábamos asistiendo a un “conceptual shift” (“cambio conceptual”) en el modo de entender el universo de las relaciones humanas: a partir de una pareja de conceptos consolidados -sociedad, por un lado, y cultura, por el otro- que había dominado las ciencias humanas en el siglo XX se estaba pasando a un nueva pareja -global, por un lado, y local, por el otro-. Parejas intrínsecamente diferentes -proseguía-, pero igualmente vagas y problemáticas. Sus simpatías se inclinaban por la segunda pareja, porque parecía conceder mayor espacio a la fluidez (transgresora) con el concepto global, y encontraba en los confines locales su límite lógico2. En otras palabras, permitía (en un modo provocador desde el punto de vista etnográfico) hablar de una unidad global de cultura (muy lejos del proverbial “mosaico de culturas” imaginado por la historia y por la etnografía colonialista y nacionalista) y, al contrario, de sociedades discretas, separadas, distintas.

Este es el contexto en relación con el cual propongo considerar las relaciones entre micro, macro, local y global. Es habitual, de hecho, que se vea en la polaridad de local y global algo análogo de lo micro y lo macro, con una ecuación implícita según la cual lo local sería lo micro y lo global sería lo macro3. En esta configuración resultan inapropiadas tanto la ecuación (micro = local) como la contraposición (pequeño vs. grande). Ambas olvidan que no se trata de objetos, sino de escala: lo local y lo micro no son “pequeños”, “se ven de cerca”, así como lo global y lo macro “se ven de lejos”4. Por supuesto, no tienen un espacio intrínseco, sino el que se define según la perspectiva de observación.

Lo que sigue es intentar entender si las historiografías que se remiten respectivamente a lo “micro” y a lo “macro” han utilizado, y de qué modo, categorías vinculadas al espacio. No será difícil verificar cómo ambas tradiciones metodológicas son indiferentes a la categoría espacio, así como las hipótesis de mediación entre las dos escalas de análisis que han avanzado en los últimos años. O mejor: las referencias espaciales de micro y macro son de tipo formal, de orden “lógico”.

Al contrario, para entender “local” o “global” es necesario introducir una dimensión espacial. Los espacios a los que cada uno de ellos hace referencia no son de hecho comparables y, como veremos, tienen características inconmensurables. Para simplificar, podemos decir que lo global no es la suma de los infinitos locales de los que se compone espacialmente, sino algo más complejo, con capacidad de plasmar cada uno de ellos. De la misma manera, lo local no es lo global reducido al mínimo, sino que tiene su propio punto de vista insustituible. Para entender esta segunda pareja -local y global- es necesario, según mi opinión, introducir en la discusión un acercamiento historiográfico, al que se suele llamar “spatial turn” (“giro espacial”). A través de su genealogía es de hecho posible notar cómo las categorías espaciales han connotado la reactivación de la que llamamos “World History” (“Historia Mundial”) o el nacimiento de la denominada “Global History” (“Historia Global”) (los dos términos no son, de hecho, equivalentes). De modo similar, orígenes espaciales han caracterizado los estudios de lo “local”, pero lo han hecho de un modo radicalmente distinto. Debemos por esto preguntarnos cómo se puede reconfigurar, en esta perspectiva, la historia “local”, y qué mediaciones pueden existir entre esta dimensión y lo “global”.

1.Lo micro, lo macro y el espacio

Al finalizar los años ochenta, la historia social dejó de ser el paradigma de la investigación histórica5. Nuevas perspectivas de investigación surgen en esta coyuntura, la microhistoria, la macrohistoria, la historia cultural. Todas critican la historia social: la primera, por no tener suficientemente en cuenta a todos los actores sociales; la segunda, por no considerar las estructuras (mundiales) del poder, y la tercera, por ignorar la influencia ejercida por los modelos culturales sobre las prácticas sociales6. No obstante la referencia a elementos espaciales, todas estas perspectivas son indiferentes al espacio en cuanto tal. El espacio de las microhistorias podrá ser el de una comunidad (Levi) o el de una ciudad (Cerutti), el de un valle (Ramella y Merzario), el de una familia (Modica), el de un pueblo (Gribaudi), el de una institución (Cavallo, Guarnieri), pero se trata sobre todo de un ámbito de relaciones, ojalá localizado con precisión7. Se lo puede explicar en términos de redes, de árboles, de clases (Thompson), de movilidad social, pero no se trata tanto de un espacio físico como de la extensión de una modalidad8: es una “construcción lógica”9. De la misma manera, el mundo del que se ocupan los historiógrafos de lo macro es una dimensión elaborada no a partir de la geografía sino de la sociología de los sistemas o de la ciencia económica10 y hace referencia, una vez más, a modalidades de relación, como por ejemplo, el estudio de la asimetría entre el centro y la periferia11, o las instituciones económicas como propiedad, costos de transacciones, etcétera. La referencia a las ciencias sociales es quizás la característica que imprime a este tipo de estudios una gran vitalidad y relaciones perdurables con la economía o con el derecho12. En el caso de la historia cultural, no obstante sus contornos estén muy indefinidos, los modelos culturales y las prácticas que los activan son sensibles a las dimensiones de la circulación13 y en realidad hoy tienen un papel relevante en las discusiones en torno a la historia global.

Es claro que la total indiferencia hacia el espacio permite una comunicación entre los dos polos de la microhistoria y la macrohistoria. Mientras tanto, los modelos de microhistoria que se han consolidado en el plano internacional han propuesto un uso sistemático de la biografía (Levi), al punto que la identificación entre microhistoria y biografía ha sido subrayada por varias partes14. Ha sido a través del modelo de indagación biográfica que se ha intentado llevar adelante investigaciones en escalas incluso macroscópicas. Por este motivo, de hecho, se ha podido desarrollar un filón de biografías interculturales15, que están dedicadas a historiadoras como Natalie Zemon Davis, Linda Colley, Mercedes García Arenal, etc., y a historiadores como Tonio Andrade, en un género historiográfico nuevo, las Global Lives16: estas han estudiado galaxias relacionales supralocales (o transnacionales) de ámbito popular, imperial, etcétera. Los macroespacios se han definido a través de la dimensión biográfica.

Una segunda vía para hipotetizar las relaciones entre la “parte” y el “todo” las ha conceptualizado como una relación entre escalas, pero ha entendido la escala no tanto como una mirada, sino sobre todo como un “distinto valor heurístico”17: la escala, entonces, está hecha de objetos con dimensiones precisas (ciudades, provincias, estados, áreas transregionales, etcétera). En palabras de Christian De Vito: “Esto lleva a sobreponer indebidamente el nivel de análisis (micro/macro) con la extensión espacial de la búsqueda (local/global) y a postular la subdivisión de las tareas entre un nivel macroanalítico, capaz de comprender las estructuras, y un nivel microanalítico, dirigido a comprender la agency. La verticalidad de los ‘juegos de escala’ acaba así también por impedir la exploración de las relaciones entre sitios en el espacio accidentado de la historia”18.

2. ¿Espacio o lugar?

Estas historiografías del último cuarto de siglo pasado, aunque metodológicamente temerarias, han prestado una escasa atención a la dimensión espacial. En parte, esto constituyó una reacción a tendencias precedentes: durante el siglo XX, muchos historiadores, de hecho, han tenido una perspectiva geográfica, y en todas las principales culturas historiográficas se han realizado investigaciones geográfico-históricas de inspiración positivista19. Sin embargo, esta indiferencia era, parcialmente, el reflejo del relativo menosprecio de tal dimensión por parte de las ciencias sociales. Al contrario, con cada vez mayor insistencia, a partir de los años ochenta del siglo pasado se han levantado voces y se han llevado a cabo investigaciones caracterizadas por una sensibilidad distinta a la dimensión espacial. A partir de algunas intuiciones fundamentales de Georg Simmel, Michel de Certeau, Michel Foucault, entre muchos otros, se han multiplicado las investigaciones orientadas al espacio: la ecología histórica, el espacio público, el espacio sagrado, el paisaje, la ciudad, la cartografía histórica, una nueva historiografía de los viajes y de las exploraciones geográficas, y una historiografía de las infraestructuras son testimonio de esto20.

Estas voces y estas investigaciones suelen denominarse con el término “spatial turn”, una etiqueta conveniente que esconde un universo desigual y heterogéneo de ámbitos de investigación21. Ante todo, valga decir que muchos de los devotos y defensores del espacio y espacializaciones no comprenden la simple localización de los fenómenos. En el lenguaje de la historiografía “espacialista”, un lugar no es un punto en el espacio, sino un nodo de valores, prácticas, identificaciones, etcétera22. Del mismo modo, las historias orientadas al espacio no tienen mucho en común con los procedimientos de la geografía histórica de la segunda mitad del siglo pasado ni tampoco con las tradiciones historiográficas que, como en Alemania, han mantenido constantemente una relación con la dimensión espacial (urbana, pero sobre todo regional)23.

Las tentativas de darle un contenido a este “nueva” sensibilidad historiográfica no han faltado. Por supuesto, no son de hecho unívocas, aunque comparten una tendencia a comprender el espacio como una dimensión simbólica, más que como una dimensión concreta24. Digamos que, aunque convengamos en que nos encontramos ante un “momento crucial”, se pueden apreciar dos posiciones contrapuestas: por un lado, está quien busca perpetuar la continuidad y genealogía con los métodos consolidados de análisis espacial. Así, una geógrafa histórica como Jo Guldi ha sostenido que el “spatial turn” sería un movimiento general de convergencia de las ciencias humanas en torno a la perspectiva espacial que involucraría la antropología, la historia del arte, la psicología y la arquitectura, la religión y la literatura, además de la historia25. Pero el movimiento se podría reconducir a una “reflexión general sobre la naturaleza humana situada en el espacio”, una tendencia que iría de Henry Sumner Maine a Mircea Eliade, desde 1880 hasta 1960. Esta tendencia general de las ciencias humanas (recordaba mucho, si no demasiado, esquemáticamente, Guldi) habría encontrado un nuevo vigor con el interés por el espacio abstracto simbólico y por la localidad por parte del pensamiento teórico francés (Foucault, Lefebvre, De Certeau y Virilio) del último tercio del siglo XX. En esta convergencia, la invención de las técnicas de georreferenciación (GIS) desarrolladas en los años sesenta gracias al “Canada Land Inventory”, y progresivamente adaptadas a las disciplinas humanísticas, habría suministrado instrumentos prácticamente universales y dado un nuevo impulso, al cual estamos asistiendo en estos últimos años26.

Si Guldi no atribuye contenidos particulares a las investigaciones de orientación “espacial”27, Beat Kumin, Cornelie Hubson y Gerd Schwerhoff, que intentaron hace algunos años un perfil del “Spatial Turn in History”, han insistido en el hecho de que el interés actual de los historiadores es por el carácter relacional del espacio: según una aproximación que se remontaría a Leibniz, no es el espacio absoluto, cartesiano, el que atrae a los investigadores, sino el espacio relacional y el constructo mental del que es producto28. Para estos historiadores el espacio es una construcción social, una “síntesis mental”29. La invitación es a estudiar las interrelaciones en determinados ámbitos (por ejemplo, el ámbito doméstico, las hosterías, etcétera)30. Los aspectos privilegiados parecen del todo compatibles con los “cultural studies” (estudios culturales)31: una aproximación constructivista al espacio y la predilección por el análisis simbólico. Pero una vez más, el espacio es entendido no tanto como una dimensión objetiva, absoluta, sino como “the common medium for the construction of meaning”32. El espacio es una dimensión comunicativa y se resiste a cualquier intento de clasificación rigurosa (público/privado): son las acciones y las prácticas las que lo llenan de connotaciones y lo hacen existir.

Hay, sin embargo, quien ha ido más allá y ha visto en el giro espacial una transformación más profunda, de orden epistemológico. Una nueva dimensión, esta del lugar, parece constituir el desafío más exigente: si hay una palabra clave en el surgimiento del “spatial turn” es “place” (lugar), que explica en cualquier nivel semántico la importancia de la dimensión local. Es justamente considerando este aspecto de la discusión que nos damos cuenta de cómo localidad no tiene ninguna analogía con la “localización”: “place” (lugar) tiene, de hecho, una relación problemática con el “espacio”33.

Fue un politólogo, John Agnew, quien reivindicó, ya en 1987, la posibilidad de un análisis geográfico de la política estadounidense y escocesa, a partir del cual sostenía que el comportamiento político no encontraba explicaciones en grupos sociales ni étnicos, como tampoco en “localidades”, nodos de relaciones y construcciones de visiones del mundo y los valores34; el mismo Agnew denunció dos años después la “devaluation of place” (la devaluación del lugar) en las ciencias sociales, lamentando el hecho de que desde hacía décadas la localidad no constituía una categoría interpretativa de la sociología política y electoral35. Una tesis diversamente criticada, pero convincente, al indicar un “renacimiento del lugar” en el centro de los estudios geográficos y políticos36. Para reforzar estos argumentos de Agnew había aparecido, en un campo del todo distinto, el filósofo Edward J. Casey37, que había contrapuesto, desde un punto de vista fenomenológico, una dimensión local subjetiva a una dimensión espacial absoluta, cartesiana, de lo cual había extraído un hilo rojo que recorrería toda la historia de la filosofía occidental38.

En este mismo sentido, uno de los protagonistas del momento crucial “espacial”, Denis Cosgrove, señalaba en 2004 la aparición de un “trabajo más atento a los matices culturales y geográficos, sensible a la diferencia y a la especificidad y, por lo tanto, a las contingencias del evento y la locación”39. Proponía por lo tanto reconsiderar formas de pensamiento y representación geográficos entonces devaluadas, como la corografía, es decir, una dimensión de representación del espacio desde el punto de vista “ego-centrado”, y consideraba que la categoría paisaje permitía analizar la realidad geográfica incorporando los puntos de vista subjetivos. Cosgrove sostenía entonces que esta nueva sensibilidad, referida indistintamente a un giro “espacial” o “cultural”40, proponía una nueva relación entre ciencias sociales y los tradicionales campos hermenéuticos de los estudios humanísticos. Este momento crucial privilegiaba cuestiones de interpretación, en lugar de teorías derivadas de la economía, la biología, la psicología o la politología. Ponía entonces en el centro de esta transformación la geografía, que luego de frecuentes crisis de identidad había emergido como un “key point of reference within this disciplinary convergence”41. Se trataba en realidad, como se ha hecho notar, de un “espacio” simbólico, metafórico, que justifica el paralelo entre “espacial” y “cultural” sugerido por el geógrafo inglés42. Este espacio simbólico ha inspirado numerosas investigaciones de geografía cultural: desde el estudio de las asociaciones en el valle del Loira por parte de Alan Baker hasta las ya numerosísimas indagaciones sobre el paisaje como forma cultural43.

Como prueba del carácter interdisciplinar de esta perspectiva analítica centrada sobre el “place” (lugar) se deben tener en cuenta las consideraciones de antropólogos como Arjun Appadurai, que parten de la fragilidad constitutiva del espacio local -el hecho de que en cada momento las viviendas, los vecindarios, se puedan contraponer recíprocamente o dividir en su interior- para hipotetizar la constante necesidad de técnicas de control. A través de un proceso que ha sido definido como “producción de localidad” es posible producir figuras sociales reconocibles, dotadas por lo tanto de competencias localmente compartidas: se construyen, así, figuras de “nativos”, de ciudadanos del lugar, que encarnan su cultura, sus prácticas, los modos compartidos de pensar y actuar44. Se trata de un proceso basilar, al que se ha dedicado hasta ahora escasa atención, y que puede explicar aspectos cruciales de las sociedades locales y de sus conexiones más amplias45.

Existe entonces una tensión entre lo “local” y lo “espacial” que impide pensarlos como polos de un único continuum: esta no conlleva problemas de escala, sino de mirada, de puntos de observación. Debemos preguntarnos qué tensión está destinada a influenciar determinadas investigaciones.

3.Global

Este intento de “espacializar la narración histórica”, como había invocado uno de sus profetas, el geógrafo estadounidense Edward Soja, ha sido de hecho repropuesto como metodología de la investigación histórica, pero el campo de estudios en que lo encontramos mayormente aplicado es la historiografía de la globalidad46.

A partir de 1992 el término parece hacer su ingreso en la literatura histórica y sobre todo sociológica con el sentido comúnmente atribuido hoy47. Luego el campo de estudios que usa este término se ha ampliado de tal manera, que ha hecho imposible fijar una definición. En un intento puntual de reconstrucción histórica, Dominic Sachsenmaier insiste en la inexistencia de un consenso entre los globalistas sobre aspectos cruciales como la escala y la cronología, y se limita a caracterizar los “many facts” de la historia global (HG)48: esta viene cada tanto entendida como un área de indagación geográfica, como un periodo específico (por ejemplo, el periodo early modern), o se le atribuyen significados teleológicos (globales = modernos)49. La HG se ha debido diferenciar de la World History, que tenía tradiciones más consolidadas. Ambas se ocupan de fenómenos transregionales (con los que se entienden ámbitos más amplios que el de los Estados nacionales).

El interés de la “World History” en la circulación de las personas y de las cosas, pero sobre todo en un fuerte rechazo en relación con la dimensión nacional, hace hablar de una dimensión “transnacional”: esta etiqueta, muy difusa en las ciencias sociales desde los años ochenta, se ha extendido a los estudios históricos sólo al final de los años noventa50. HG se volvió así un “intelectual trend” que pretende llamar la atención sobre algunas tradiciones metodológicas rivales: sobre todo la historia comparada, que es acusada de “ignorar las mutuas influencias” entre los objetos que se confrontan, por considerarlos “apriorísticamente aislados” para fines metodológicos: a la comparación se opone el “border-crossing”51. Un indicio de esta pretensión de incorporación puede ser revisada en la creación en 1999 por parte de la American Historical Review de la categoría “Global and comparative” en la sección de reseñas52. Por esto, cuando en 2006, al presentar la nueva revista Journal of Global History, Patrick O’Brien sostenía que “comparisons and connections are the dominant styles of Global History”, en realidad explicaba quizás la voluntad de anexar un sector entero de estudios de la nueva disciplina53.

Es cierto que el segundo aspecto -el de las conexiones- caracteriza más específicamente la tendencia “globalista”. Esto podría quizás explicar el rápido abandono de aproximaciones dualistas (centro-periferia54, pero sobre todo bajo-alto55), que habían señalado las tradiciones intelectuales y las discusiones metodológicas en los periodos precedentes. Esta conversión va acompañada significativamente del favorecimiento concedido a los enfoques, que revalúan fenómenos de hibridación e influencias recíprocas56. A estos aspectos se añade la crítica al eurocentrismo por parte de los “area studies”, que han trabajado las influencias extraeuropeas en la historia europea misma57.

Una de las contribuciones más unánimemente reconocidas de la nueva etiqueta historiográfica, en cualquier caso, es la creación de “more complex notions of historical space”58. La investigación de nuevas categorías espaciales de interpretación puso en primer lugar la historia económica, una de las protagonistas en la carrera hacia la HG: el ejemplo más clamoroso, y eficaz, es el análisis sobre la escala continental realizado por Kenneth Pomeranz combinándola con estudios locales (regionales), más que con los Estados protonacionales o nacionales59. Junto con las divergencias transcontinentales, se han estudiado las redes mercantiles, el comercio transregional (y en general los “flujos” de personas y cosas) y las organizaciones translocales60. Desde este punto de vista, la HG ha arrojado luz sobre “macroscopic transfers no longer through nations or Western-centered biases”61. Pero también la historia social, como muestran el estudio de migraciones y el descubrimiento de las dimensiones “diaspóricas” de la historia humana. Todos estos factores han subrayado la existencia de dimensiones espaciales nunca antes tenidas en cuenta. De estas nuevas dimensiones espaciales, la HG ha creado “new approaches to political formations”62: la atención a las élites transnacionales, o de hecho, a órdenes jurídico-institucionales internacionales, a la difusión global de cada institución, ha hecho revisitar profunda y críticamente la dimensión nacional -en paralelo con la World History- y descubrir las dimensiones supranacionales de muchos fenómenos culturales63. Nacieron además las “global frames”, que se revelan como fenómenos a la larga vinculados a la peculiaridad europea (libertad, derechos) que surgieron de un “complex Atlantic nexus”; o cómo caracteres que se presumían nacionales (por ejemplo, la “Britishness”) pueden ser considerados el producto de fenómenos transcontinentales; en fin, la HG hace ver naciones y el “imperial order” coevolucionando como parte de un mismo proceso64.

Nuevos espacios entonces atraen la mirada de los historiadores y estimulan el surgimiento de una inédita consciencia de la necesidad de interrogarse sobre ellos. Sin embargo no es claro cómo estos estudios, que reivindican su “novedad” a partir de ese nuevo interés por el espacio, tratan en efecto este nuevo objeto. Sebastian Conrad, en una importante puntualización, se pregunta con cuáles instrumentos la HG afrontó el análisis del espacio65. Lo que resulta interesante para el historiador alemán no es tanto el uso de categorías espaciales “planetarias”, como océano, mares, etc., imperios, comercio a larga distancia o ambiente66. Tales categorías, de hecho, no impiden afrontar el estudio sobre escalas “desproporcionadas” como las nacionales (por ejemplo, un fenómeno global como la esclavitud no debería ser estudiado a una escala nacional). Si es legítimo decir que “no todo aquel que no es nacional es global”, es el espacio global el que debe ser repensado. Para este fin, Conrad identifica al menos cuatro estrategias de investigación: la construcción de regiones transnacionales, la definición de determinados paradigmas de investigación, el pensar sobre los networks, la construcción de microhistorias de lo global. Cada uno de estos aspectos merece un comentario particular.

La construcción de regiones transnacionales depende de la definición de unidades que median entre condiciones locales y grandes constelaciones: desde la región atlántica -uno de los puntos fundamentales de la dimensión transnacional y global- en la Edad Moderna y en la Edad Contemporánea hasta la tradición eurasiática. En fin, el debilitamiento de la “narrativa eurocéntrica” para las áreas periféricas del planeta67 ha creado categorías como Zombia, la transregión asiática teorizada por Alfred Michaud y objeto de un importante libro de Jim Scott68. Los paradigmas específicos de investigación a los que Conrad se refiere consisten en un procedimiento que llama “following” y que él mismo reivindica directamente derivado de la nueva antropología cultural de los años ochenta: estudiar siguiendo en el espacio a las personas, las cosas, las palabras y las metáforas era el programa lanzado en la célebre intervención de George M. Marcus, uno de los protagonistas de ese momento69. Para Marcus se trata del proyecto de una nueva etnografía “multicentrada” que amplía el método de la observación participante, particularidad de la observación antropológica, de situaciones “cerradas” a una multiplicidad de sitios en conexión recíproca. Invita, por esto, a considerar flujos y movimientos también en grandes distancias, en vez de ámbitos sociales y culturales circunscritos, ciudades, barrios o lugares de socialización70. En este sentido el “multi-sited analysis” tiene una relación directa con una noción abierta de espacialidad, construida sobre los networks. De esta estrategia analítica interesa sobre todo la posibilidad de seguir a los actores: una de las banderas metodológicas de la microhistoria italiana es así reconducida a las intuiciones de Bruno Latour71, y se reconecta así estrechamente con la metodología del “seguir”. Seguir personas, cosas y símbolos y crear las redes entre los sitios de sus interconexiones hacen posible la cuarta estrategia, que ya encontramos al inicio de este carrusel: la reconstrucción de microhistorias globales. Este terreno ha producido una gran cantidad de trabajos, incluso de gran nivel, que he señalado al principio72, y que han efectivamente mostrado la viabilidad de estas nuevas dimensiones de la investigación, cuya conexión con el espacio, como ya he sugerido, es bastante problemática.

De estas cuatro estrategias, me parece fundamental sobre todo la segunda, el método de “seguir”: esta me parece capaz de explicar la insistencia de muchos “global historians” sobre el carácter “intrínsecamente relacional” de su práctica historiográfica: en palabras de Conrad, las unidades históricas (las naciones, como las familias) no se desarrollan aisladamente, pero pueden ser entendidas a través de la interacción con las demás73. La relacionalidad del pasado afecta las narraciones etnocéntricas que caben en el género “Rise of the West” y subraya el papel fundamental de la interacción entre regiones, o entre Europa y el resto del mundo. En pocas palabras, la transformación histórica no se explica “from within”74.

Sería interesante preguntarse de dónde proviene esta convicción, si es un resultado completamente empírico o si depende de algún asunto teórico. Una pista obvia viene de la semántica, donde la polémica que ha opuesto “internalistas” -no existe nada más allá del lenguaje y sus reglas- y “externalistas” -el lenguaje se explica por la relación entre palabra y mundo- ha definido la historia de la disciplina75. Pero también hay otras direcciones por explorar, y pienso sobre todo en las críticas deconstruccionistas y en las geografías de la literatura, que han hecho de las interacciones y los flujos de información y modelos una importante clave interpretativa76. Menos comprometidos me parecen los economistas y los historiadores de la economía: hablan, a propósito de lo global, de “market integration”, de “convergence”, más que de “connection”77. Aunque sean deseables ulteriores profundizaciones, la conexión parece ser un paradigma de naturaleza antropológico-cultural.

Todos estas ideas, en cualquier caso, creo que apuntan a una dirección precisa, y es la influencia cada vez más determinante de la “cultural history” -sobre todo en sus componentes vinculados al análisis del espacio- en los paradigmas explicativos de la historia global78. Me parece, además, que este reconocimiento permite entender algunas de las características de este género historiográfico: al mismo tiempo, sin embargo, creo que provocan una ruptura sobre algunos de los aspectos que mayormente parecen limitar la profundidad analítica de la HG. Mientras es costumbre que los críticos de la HG se concentren en el alejamiento de los historiadores de la globalidad de las fuentes de archivo, si no es su indiferencia hacia la información de primera mano que caracteriza este género de trabajos, quisiera aquí subrayar sobre todo el hecho de que estos tienden en realidad a limitarse a constatar la globalidad de las relaciones y de los intercambios, es decir, a verificar las conexiones, más que a explicarlas. Difícilmente se va más allá de esta dimensión: así, limitar el trabajo a una dimensión constatable tiene como efecto excluir del análisis los funcionamientos de la sociedad (o de la cultura) y sobre todo los significados que -en la nueva infraestructura conceptual- los actores mismos daban o podían dar a las prácticas, tanto locales como translocales.

Para mayor claridad, quisiera ilustrar este aspecto con el examen de un trabajo importante, el artículo de Emma Rotschild sobre Angulema en los siglos XVII y XVIII. De esta ciudad de Charente, a menudo elevada a símbolo de una “Francia profunda”, la autora muestra, en contraste con las monografías regionales de la historiografía económico-social francesa, las no esporádicas conexiones con una economía “global”79: “A history of economic life in the French provinces in the eighteenth century can question the assumption that outside events were unimportant to real or interior or national histories”80.

El “outside” no está representado por el Estado, como presuponía la tradición de las monografías regionales, sino por Martinica y por las Antillas Francesas. Resultado de este análisis, llevado a cabo gracias a las fuentes demográficas y notariales, es la reconstrucción de retos que unen sistemáticamente -estructuralmente, estaríamos tentados a decir- habitantes de la ciudad con parientes y conocidos emigrantes más allá del océano. Esta constatación cambia ciertamente nuestro cuadro de la sociedad local, en la cual los vínculos con las localidades transoceánicas generan prácticas y documentos extraordinarios. El análisis de Rotschild se concentra, en particular, en las redes de relaciones locales y en los vínculos que estas muestran con las Antillas. Este análisis muestra de modo clarísimo su inesperada apertura atlántica y nos convence plenamente de la necesidad de liberarnos de la idea de que esa sociedad pueda ser estudiada con un análisis endógeno (“from within”). Sin embargo, al mismo tiempo, no nos dice nada de esa misma sociedad. El problema no reside tanto en la indiferencia hacia el significado que las prácticas halladas podían tener para sus protagonistas, y para nosotros después de ellos. Más bien, la comprensión más plena de una práctica social generada por las relaciones globales, pero que se explica en la escala local -sus motivos, su frecuencia, sus objetivos-, aclararía no sólo la historia de la sociedad local, sino sobre todo los caracteres intrínsecos de esta globalidad.

Una indagación de las prácticas sociales a las que una elección similar se conecta, desde luego haría avanzar nuestro conocimiento, no sólo de Angulema, sino sobre todo del sentido atribuido localmente a las relaciones entre Angulema y Martinica. En suma, constatar la necesidad de una reafirmación de vínculos locales entre personas y grupos ligados a localidades más allá del Atlántico cualificaría estos mismos vínculos.

4.Local

El llamado a la necesidad de una historia local puntúa la literatura sobre la HG, y son habituales los intentos de relacionar las dos dimensiones. No sin ambigüedad, porque, justo como ha sucedido a propósito de la dimensión global, así como a propósito de la local, las definiciones son imposibles: en la literatura globalista la dimensión “local” puede ir de la regional (supranacional) a la nacional, y solamente en algún caso alcanza la dimensión de las unidades sociales de base como el pueblo.

Desde los años noventa, y sobre todo por parte de los científicos sociales teóricos de la globalización, se ha insistido en el hecho de que lo local y lo global son dimensiones complementarias, que se reafirman la una a la otra. Se ha sostenido que la dimensión global de los fenómenos es verificable esencialmente a nivel local, y que de hecho es la dimensión local la que permite apreciar la sustancia de la dimensión global. Términos como “glocalidad” se han propuesto para describir el supuesto triunfo de las fuerzas homogeneizantes81. Pero, en estas aproximaciones, por “local” se comprende la simple localización de fenómenos generales o, para limitarme a la terminología usada en este trabajo, se adopta una selección de lecturas sobre el “espacio”, más que sobre la localidad.

Recientemente se han adelantado hipótesis (más precisas) de lectura de las culturas como expresiones de las conexiones globales de un lugar. La investigación de Anne Gerritsen, sobre la producción de la localidad en la provincia china de Jiangxi, muestra con abundantes detalles el caso de una élite administrativa interesada en el estudio de los templos locales y en la producción literaria de la localidad en el cuadro imperial82. Luego la misma Gerritsen ha intentado comparar esta situación con localidades incluso vecinas, pero dedicadas a la producción industrial de cerámica, y ha mostrado cómo justamente los vínculos con el mercado global construyen y refuerzan la identidad local también en ausencia de una élite intelectual activa83.

No se puede ignorar el esfuerzo analítico de entrar en el tejido de las sociedades locales, de capturar sus especificidades culturales y productivas. Pero también en este caso el único punto de observación, de referencia, permanece global. En palabras de la misma Gerritsen, lo local establece una “perspective” (limitada en el espacio), desde la que se observa el “global development and increasing connectedness”84: el objeto verdadero permanece superpuesto a la realidad observada. Por supuesto, un comportamiento similar nace de la desconfianza con respecto a las anteriores tradiciones de estudio de la historia local: en el intento de demostrar el liderazgo de las conexiones globales, por ejemplo, Gerritsen se enzarza en una fuerte discusión con la English Local History: desde la perspectiva de los historiadores locales, “each local community was a ‘distinct and separate entity’ […] and […] a ‘cultural whole’”85. Ella reivindica una carga detonante de la perspectiva “global” con respecto a la tradición, o a las tradiciones, de historia local en auge hasta la segunda mitad del siglo XX86.

Esta polémica se explica sin duda con los orígenes de la historia local: esta siempre ha sido un sector de estudios con fuerte contenidos prácticos, de reivindicaciones de derechos o de prerrogativas, adelantadas entre los siglos XVI y XVIII por la ciencia jurídica y por la erudición87. Por los mismos motivos, la profesionalización de la historiografía en el siglo siguiente la puso en relación -a veces tensa- con los grandes procesos de formación y transformación institucional88. Sin embargo en el siglo XX los historiadores de la sociedad local, especialmente en Inglaterra, han intentado indagar con métodos propios las sociedades locales y han elaborado un método de análisis “topográfico” de la realidad histórica de los campos ingleses, que ha transformado de modo sustancial los métodos de análisis histórico, por ejemplo, renovando la interpretación social de la historia política inglesa89.

La historia local preconizada por la HG trastorna este asunto, lo vuelca a las explicaciones “from within”, y hace de la localidad el resultado de un proceso de construcción social y cultural directamente ligado a las conexiones globales90. Los perfiles de este análisis de lo local, en todo caso, me parecen enteramente definidos por esta polémica y por el uso metafórico del espacio que deriva del spatial turn. Como en el caso del artículo de Rotschild arriba citado, el proceso de producción de la localidad no ha sido genuinamente afrontado. Es necesario preguntarse por qué, incluso aquí, nos detenemos en este punto del análisis. Creo poder identificar al menos dos razones: por un lado, el espacio es considerado como una dimensión abstracta, una cáscara vacía, cartesiana, no se pueden condicionar (ejercer influencia sobre) prácticas, visiones del mundo, acciones. Su realidad está en otra parte, precisamente en las conexiones. Por otro lado, la renuncia al análisis concreto del espacio, que estos trabajos hacen patente, impide apreciar la naturaleza de las relaciones entre localidad y globalidad.

El spatial turn, como hemos visto, privilegia un espacio abstracto, figurado, metafórico, visual, y pierde de vista el espacio concreto, vivido y denso de prácticas que es objeto de estudio en las tradiciones precedentes. Si se piensa el espacio en términos metafóricos es posible limitarse a imaginar que la interacción con el exterior “produce” el lugar, mientras que en el caso de un espacio concreto el procedimiento requiere fatigantes recorridos analíticos entre las fuentes de archivo -jurisdiccionales, notariales, cartográficas, fuentes observacionales-, y sobre todo exige una aproximación interdisciplinar a la localidad, por las múltiples competencias necesarias para comprender todas las dinámicas presentes en un lugar91. Pero lo más importante -y que es ignorado por la perspectiva globalista- es que la perspectiva local cambia nuestro modo de leer los documentos. Mientras que una historia institucional (económica, jurídica o política, etc.) privilegia una lectura tipológica de las fuentes, la historia local exige una perspectiva topográfica, o, para decirlo mejor, la hace posible. La lectura topográfica de las fuentes permite restituir a la espacialidad el pragmatismo que otras perspectivas le restan, en el sentido de que subraya la copresencia en el espacio de fenómenos tipológicamente distintos: un templo, un horno y una oveja pueden ocupar el mismo espacio, y poner en relación esferas sociales y culturales que desde el exterior tendemos a considerar del todo separadas. Los resultados que se pueden obtener con un análisis concreto de un espacio específico son de gran interés: episodios que, aunque sean mínimos en las dinámicas de activación de los recursos vegetales de un lugar, tienen consecuencias de gran relevancia, cambian el paisaje rural92.

Desde otro punto de vista, la historia local producida por la HG, por lo tanto, al hacer una lectura de la localidad en los términos de un proceso de construcción social y cultural directamente vinculado a las conexiones globales93, alcanza el reconocimiento -de derivación fenomenológica94- del hecho de que las localidades son producidas subjetivamente. No son construidas a través de acciones concretas, sino a través de sentimientos: constituyen “‘a structure of feeling’ rather than an existing social form”95. El problema es que, con la concesión del espacio que preside a estos análisis de las conexiones, no se cumple el indispensable paso siguiente, que consiste en reconocer que lo local no es una dimensión subjetiva, sino “émica”96, es decir, es construida con prácticas y con categorías que pertenecen a quien las usa. Esta consideración es esencial: lo global, que indudablemente concurre en la producción de las sociedades locales, es interpretado y representado a través de categorías que son específicas de la localidad y de sus protagonistas. Detrás del eslogan de las conexiones se aniquila la pluralidad.

Al contrario, conectar espacios concretos con las categorías específicas de análisis de los actores, que podemos observar en la documentación histórica, permite alcanzar resultados impensables con otras perspectivas. Tomemos como ejemplo uno de los topoi de la HG, las redes comerciales. Casi siempre nos limitamos a la constatación de su existencia, y si nos interrogamos sobre su funcionamiento es más que todo sobre las características de la red misma, su forma, su cohesión, los fundamentos -la confianza y similares- que permiten sus existencia. Se la puede leer como si fuese una empresa. Si se extiende al contrario el análisis y se estudia un flujo comercial, nos damos cuenta de que los problemas que la circulación debe afrontar son bastante complejos y están profundamente vinculados a condiciones locales y a la producción de localidad. El tránsito de mercancías debe, de hecho, por necesidad, atravesar territorios variados, poner en relación las reglas y las prácticas que caracterizan un paisaje institucional. Si intentamos tomar en consideración un espacio local como esos feudos imperiales de Las Langhe, que hicieron parte hasta el fin del Antiguo Régimen del espacio global del Sacro Imperio Romano y del comercio internacional97, nos damos cuenta de que es insuficiente analizar las redes de los comerciantes por aparte. Es solamente con el reconocimiento de aquello que acompaña a las actividades mercantiles y de transporte -y por esto se estudia la coexistencia de objetos- que nos damos cuenta de cómo las actividades comerciales tienen un estrecho y necesario vínculo con la naturaleza y la forma de las relaciones locales; este reconocimiento, sin embargo, exige un enfoque metodológico “émico”. Sabemos de hecho que las sociedades locales son frágiles, se encuentran en constante riesgo de ruptura y discontinuidad98: sus distintos segmentos (parentescos, parte, etc.) se pueden separar en cualquier momento por conflicto de intereses (bienes comunes, gestión de recursos orgánicos, distribución de recursos políticos)99.

El reconocimiento de esta fragmentación potencial permite leer las fuentes producto de los distintos segmentos y de las diversas instituciones locales como modo de afirmación, de búsqueda de legitimidad o de reconocimiento, cuando no verdaderas y propias estrategias de conquista y de gestión del poder100. La existencia de los conflictos -en bastantes casos, casi su plena omnipresencia- es un elemento que comunica las sociedades locales con distintos poderes jurisdiccionales101. Por ejemplo, los feudos imperiales de Las Langhe entre los siglos XVII y XVIII son el teatro y los protagonistas de importantes flujos comerciales, que desde Génova y el litoral ligur llegan a Europa, al norte y al occidente de los Alpes102. En esta área se entrelazan los privilegios jurídicos que caracterizan un asentamiento fragmentado -granjas administradas por parientes y protegidas con inmunidad-, el poder señorial -feudatarios del Sacro Imperio Romano, de Milán, de Génova y de Turín-, poderes territoriales -Saboya, España, imperiales, Monferrato-, la religiosidad -multiplicidad de poderes episcopales, confraternidades, conventos de estatuto supralocal-, las actividades productivas -el viñedo y los comerciantes de las ciudades italianas, el transporte de la sal y de los nuevos objetos de consumo “global”, sobre todo el tabaco-. Pero la dimensión cultural clave, mediante la cual todos estos aspectos se traducen por los protagonistas de cada hecho particular, es la de la jurisdicción que define la naturaleza de las personas, de las tierras y de las mercancías103. Es a través de la jurisdicción que se entiende, y se entendía, en qué condiciones las mercancías podían pasar por un pueblo, una colina o un bosque, los conductores quedarse en una granja, en un convento o en una hostería. Se era “franco” en un lugar y no en otro, según la jurisdicción a la que se pertenecía. Un camino podía estar libre para alguno, y ser peligroso para otros, etcétera104.

Es en términos de jurisdicción que los actores sociales se definen y son definidos, y la imbricación entre las distintas jurisdicciones es el aspecto clave que sólo el análisis topográfico logra destacar. ¿Qué significa para un comerciante genovés, suizo o alemán atravesar Las Langhe en los siglos XVII y XVIII? Significa entrar en contacto con estas redes de relaciones, mediar los propios comportamientos -y los propios privilegios- con los distintos modos de producción de localidad: caminos principales llenos de cargas fiscales, recorridos alternativos que deben contar con estatutos jurídicos de hombres y cosas. Además, sus desplazamientos no son aislados, sino que se incrustan en las prácticas locales, y seguramente también translocales, de tránsito mercantil difuso, en el que parece participar una gran parte de la población105, y que implican una multiplicidad de instituciones: desde caravanas de los Apeninos hasta las hosterías rurales situadas en las haciendas, y desde los almacenes construidos en las capillas de estas mismas haciendas hasta los pequeños conventos rurales106. Se incrustan también en las formas locales y supralocales del conflicto, como la enemistad107. Completas sociedades locales parecen modelarse según estos flujos: los transportadores más acomodados se convierten en recaudadores de impuestos, constituyen “partidos” vinculados a diversos centros de poder territorial (Saboya) e imperial (Sacro Imperio Romano y/o España) más o menos favorables a la protección fiscal y aduanera de los lugares de tránsito108.

Con respecto a los datos suministrados por situaciones apenas un poco profundamente sondeadas, análogas por lo demás a imágenes más relevantes109, es verdaderamente difícil distinguir qué es lo “local” y qué es lo “global”. Quizás tendría más sentido observar, confrontar diversas modalidades, buscar comparaciones fundamentadas en las prácticas y las acciones110, más que tipologías abstractas. En este sentido, la acción (local) parece capaz de volver explícitos y comprensibles muchos aspectos de las sociedades globales, y sobre todo la constante reproducción de sus específicas diferencias. En otros términos, la producción de cultura no es solamente circulación y contaminación, sino sobre todo -y de un modo innegable- selección.

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Cómo citar: Torre, Angelo. “Micro/macro: ¿local/global? El problema de la localidad en una historia espacializada”. Historia Crítica n.° 69 (2018): 37-67, https://doi.org/10.7440/histcrit69.2018.03

* Este artículo no hace parte de un proyecto mayor y no contó con financiación para su elaboración. Traducción del italiano elaborada por Fredy Javier Ordóñez, editor en Ediciones Milserifas. Filósofo de la Universidad de los Andes (Colombia).

1 A partir de una intervención de Francesca Trivellato en noviembre de 2011, “Is There a Future for Italian Microhistory in the Age of Global History?”. California Italian Studies 2 (2011) —interesante reelaboración de una intervención en una jornada de discusiones del 70 cumpleaños de Giovanni Levi en Venecia, luego publicado como Paola Lanaro, “Microstoria: A venticinque anni da L’eredità inmaterial”, en Microstoria, storia del mondo e storia globale, editado por Paola Lanaro (Milán: Edizione a stampa, 2011), 119-31, que recogía los esfuerzos provenientes de la “historia atlántica”, Lara Putnam, “To Study the Fragments/Whole: Microstory and the Atlantic World”. Journal of Social History 39, n.° 3 (2006): 615-630—, se asoma una propuesta —hasta aquel momento más bien vaga— de “microhistoria global”, valga decir, de complementariedad entre los métodos de la microhistoria y los métodos de la historia global. Tal propuesta nacía de una evidente dificultad de los estudios globales para salir de una postura jergal fácilmente provocada por el propio éxito: Richard Drayton y David Motadel, “Discussion: the Futures of Global History”. Journal of Global History 13, n.° 1 (2018): 1-21, https://doi.org/10.1017/S1740022817000262. Como estudios más recientes han dicho con claridad: Sebastian Conrad, What Is Global History? (Princeton: Princeton University Press, 2016), cap. 10, dedicado a la “política de la Historia Global”. Pero no se trata más que de una de las opciones sobre el tapete: István Szjiarto y Gylfi Sigurdur Magnusson, What Is Microhistory? (Londres/Nueva York: Routledge, 2013), no adoptan de hecho esta perspectiva, sino que procuran plantear, no sin tensiones, un cuadro historiográfico sobre una base geográfica de las opciones microhistóricas con las propuestas teóricas del postmodernismo y del deconstruccionismo, Szjiarto-Magnusson 2013, n.° 189. Nuevas intervenciones de Francesca Trivellato, “Un nouveau combat pour l’histoire au XXIe siècle?”. Annales. Histoire, Sciences Sociales LXXXVI, n.° 2 (2015): 333-343, en un dossier dedicado a La longue durée en débat, que contiene el ensayo de David Armitage y Jo Guldi, “Le retour de la longue durée: une perspective anglo-américaine”. Annales. Histoire, Sciences Sociales LXXXVI, n.° 2 (2015): 289-318. Francesca Trivellato, “Microstoria/Microhistoire/Microhistory”. French Politics, Culture & Society 33, n.° 1 (2015): 122-34, traducido al italiano, en Antonella Romano y Silvia Sebastiani, ed., La forza delle incertezze: Dialoghi storiografici con Jacques Revel (Bolonia: Il Mulino, 2016), 49-69. Un importante artículo de Emma Rotschild, “Isolation and Economic Life in Eighteenth-Century France”. American Historical Review 119, n.° 4 (2014): 1055-1082, https://doi.org/10.1093/ahr/119.4.1055; tentativas de “Quaderni storici” de discutir el problema han precedido momentos de discusión internacional. La jornada de discusión de Budapest por parte del MicroHistory Network de septiembre de 2015, la de la Universidad de Duke, de noviembre de ese mismo año, cuyos resultados confluyen en el número especial: Thomas Robisheaux, “Microhistory and the Historical Imagination: New Frontiers”. Journal of Medieval and Early Modern Studies 47, n.° 1 (2017): 1-6, https://doi.org/10.1215/10829636-3716554. Una convención internacional en Berlín y, en los meses pasados, una jornada de discusión promovida por “Past and Present”, “Workshop Report. The Space Between: Connecting Microhistory and Global History, Venecia, febrero de 2017”, STUDYLIB, <http://studylib.net/doc/12461998/‘the-space-between--connecting-microhistory-and-global-hi>, y una del Institute for Historical Research, Londres, 20 de junio de 2017: cfr. el blog “The many-headed monster”, <comment-reply@wordpress.com>, parecen constituir los puntos de un dossier quizás destinado a enriquecerse en poco tiempo. También Filippo de Vivo, “Prospect or Refuge? Microhistory, History on the Large Scale. A Response”. Cultural and Social History 7, n.° 3 (2010): 387-397, https://doi.org/10.2752/147800410X12714191853427

2Richard Fardon, Counterworks. Managing the Diversity of Knowledge (Londres: Routledge, 1995), 1-9. “It is unnecessary, therefore, to reach agreement about the exact referents of ‘global’ and ‘local’ to argue that things look different in these terms than they did in terms of —just-as-contested— ideas of society and culture”, “Culture and society reached this pass after a century of intensive use but, remarkably, the terms local and global —which have been called upon to qualify or even replace them in some usages— were problematic from the instant of their popularization”, Fardon, Counterworks, 2. “Globalization appears as a pervasive condition of transgression not only because it suggests culture to be fluid (a landscape become waterland), but because culture was conceptualized proprietorially. People possessed culture, but were also possessed by it so that nothing else could possess them without displacing, diluting or hybridizing inherited genius. Perception of cultural globalization relies, necessarily and without paradox, upon recognition being accorded more local cultural boundaries; globalization would not be discernible were there no such boundaries to be transgressed (or transcended) and affirmed as ‘real’ in consequence”, Fardon, Counterworks, 6. Se destaca que la misma colección de la ASA Decennial Conference Series llevaba el título The Uses of Knowledge: Global and Local Relations. Un título que recuerda los años que constituyen el apogeo de la globalización y, como veremos, las categorías a las que hemos hecho alusión.

3Trivellato propone explícitamente comprender lo local en lo micro (o viceversa), “Is There a Future”, § I, 3.

4Paul-André Rosental, “Construire le ‘macro’ par le ‘micro’: Fredrik Barth et la microstoria”, en Jeux d'échelles: la micro-analyse à l'expérience, editado por Jacques Revel (París: Gallimard, 1996), 141-160. También Rebecca S. Scott, “Small-Scale Dynamics of Large-Scale Processes”. American Historical Review 105, n.° 2 (2000): 472-479.

5William H. Sewell, “The Political Unconscious of Social History”, en Logics of History. Social Theory and Social Transformation (Chicago/Londrés: University of Chicago Press, 2005), 22-90.

6Entre muchos, Lynn Hunt, ed., The New Cultural History: Essays (Berkeley: University California Press, 1989); Joel Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, eds., Telling the Truth about History (Nueva York: Norton, 1995).

7La referencia es a: Giovanni Levi, Inheriting Power: The Story of an Exorcist (Chicago: University of Chicago Press, 1998); Simona Cerutti, Mestieri e privilegi: nascita delle corporazioni a Torino, secoli 17.-18 (Turín: Einaudi, 1992); Franco Ramella, Terra e telai: sistemi di parentela e manifattura nel Biellese dell’Ottocento (Turín: Einaudi, 1983); Raul Merzario, Il paese stretto (Turín: G. Einaudi, 1981); Sara Cabibbo y Marilena Modica,La santa dei Tomasi. Storia di Suor Maria Crocifissa (1645-1699) (Turín: Einaudi, 1989); Maurizio Gribaudi, Mondo operaio e mito operaio: spazi e percorsi sociali a Torino nel primo Novecento (Turín: Einaudi, 1987); Sandra Cavallo, Charity and Power in Early Modern Italy: Benefactors and Their Motives in Turin, 1541-1789 (Cambridge/Nueva York: Cambridge University Press, 1995); Patrizia Guarnieri, L’ammazzabambini: legge e scienza in un processo toscano di fine Ottocento (Turín: Einaudi, 1988).

8“Spazio”, Treccani. Vocabolario online, <http://www.treccani.it/vocabolario/ricerca/spazio/>. Levi critica las monografias regionales: “G. Freche, Toulouse et la région Midi-Pyrénées au siècle des Lumières (vers 1670-1789)”. Rivista Storica Italiana LXXXVIII (1976): 183-187.

9Pierre Dockès, Lo spazio nel pensiero economico dal XVI al XVIII secolo, a cura di M. De Stefanis (Milán: Feltrinelli, 1971); la cita corresponde a la página 204 de la edición italiana.

10Sobre Wallerstein y los sistemas mundo: David Palumbo-Liu, Bruce Robbins y Nirvana Tanoukhi, eds., Immanuel Wallerstein and the Problem of the World: System, Scale, Culture (Durham: Duke University Press 2011). Immanuel Wallerstein, “Spazio económico”, en Enciclopedia Einaudi, vol. XIII (Turín: Einaudi, 1981), 304-313. El Fernand Braudel que se relaciona con Wallerstein no es el de Méditerranée, sino el de Structures of Everyday Life: The Limits of the Possible (Nueva York: Harper/Row, 1981 [1979]); Fernand Braudel, Afterthoughts on Material Civilization and Capitalism (Baltimore/Londres: The Johns Hopkins University Press, 1977), traducido del italiano: La dinámica del capitalismo (Bolonia: Il Mulino 1981). Pero ver también Douglass C. North y Robert Paul Thomas, The Rise of the Western World: A New Economic History (Cambridge: Cambridge University Press, 1973).

11André Gunder Frank, Dependent Accumulation and Underdevelopment (Londres: Macmillan, 1978); Patrick Manning y Barry K. Gills, eds. Andre Gunder Frank and Global Development: Visions, Remembrances and Explorations (Milton Park/Abingdon/Oxon/Nueva York: Routledge, 2011).

12De Giovanni Arrighi, The Geometry of Imperialism: The Limits of Hobson’s Paradigm (Londres: NB, 1978), y The Long Twentieth Century: Money, Power, and the Origins of Our Times (Nueva York: Verso, 1994); y de Lauren Benton, Law and Colonial Cultures: Legal Regimes in World History, 1400-1900 (Nueva York: Cambridge University Press, 2002), y A Search for Sovereignty: Law and Geography in European Empires, 1400-1900 (Nueva York: Cambridge University Press, 2010); Brian Z. Tamanaha, Caroline Sage y Michael Woolcock, eds., Legal Pluralism and Development: Scholars and Practitioners in Dialogue (Cambridge: Cambridge University Press, 2012).

13Carlo Ginzburg, “Latitude, Slaves, and Bible: An Experiment in Microhistory”. Critical Inquiry 31, n.° 3 (2005): 665-683. De Sanjay Subrahmanyam, Explorations in Connected History (Nueva Delhi: Oxford University Press, 2005); “Aux origines de l’histoire globale. Leçon inaugurale prononcée le jeudi 28 novembre 2013”, Collège de France, <www.collegedefrance.fr>; “Global Intellectual History beyond Hegel and Marx”. History and Theory 54 (2015): 126-137, https://doi.org/10.1111/hith.10746; y Sanjay Subrahmanyam y Muzaffar Alam, Writing the Mughal World: Studies on Culture and Politics (Nueva Yok: Columbia University Press, 2011); Antonella Romano, Impressions de Chine: l'Europe et l'englobement du monde, 16.-17. Siècle (París: Fayard, 2016).

14Cfr. ad es. Jill Lepore, “Historians Who Love Too Much: Reflections on Microhistory and Biography”. The Journal of American History 88, n.° 1 (2001): 129-144. Sabina Loriga, Le petit x: de la biographie à l'histoire (París: Seuil, 2010).

15La referencia es a Natalie Zemon Davis, Fiction in the Archives: Pardon Tales and their Tellers in Sixteenth-Century France (Stanford: Univesity Press, 1987); Linda Colley, The Ordeal of Elizabeth Marsh: A Woman in World History (Nueva York: HarperCollins, 2007); Mercedes García-Arenal, A Man of Three Worlds: Samuel Pallache, a Moroccan Jew in Catholic and Protestant Europe (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2007); Tonio Andrade, “A Chinese Farmer, Two Black Boys, and a Warlord: Towards a Global Microhistory”. The Journal of World History 21, n.° 4 (2011): 573-91.

16Para algunos ejemplos: Ginzburg, “Latitude, Slaves”, 665-683; Francesca Trivellato, The Familiarity of Strangers. The Sephardic Diaspora, Livorno, and Cross-Cultural Trade in the Early Modern Period (Nueva Haven/Londres: Yale University Press, 2009); Sanjay Subrahmanyam, Mondi connessi. La storia oltre l’eurocentrismo (secoli XVI-XVIII), editado por Giuseppe Marcocci (Roma: Carocci, 2014); John-Paul A. Ghobrial, “The Secret Life of Elias of Babylon and the Uses of Global Microhistory”. Past & Present 222, n.° 1 (2014): 51-93, https://doi.org/10.1093/pastj/gtt024; número especial editado por Madeleine Herren e Isabella Löhr, “Lives Beyond Borders: A Social History 1880-1950”. Comparativ 6 (2013); Clare Anderson, Subaltern Lives. Biographies of Colonialism in the Indian Ocean World, 1790-1920 (Cambridge: Cambridge University Press, 2012).

17Christian G. De Vito, “Verso una microstoria translocale (micro-spatial history)”. Quaderni storici 150, n.° 23-26 (2015): 815-833, con referencia a Jacques Revel, “Microanalisi e costruzione sociale”, en Giochi di scala. La microstoria alla prova dell’esperienza, editado por Jacques Revel (Roma: Viella, 2006), 19-44; Maurizio Gribaudi, “Scala, pertinanza pertinenza, configurazione”, en Giochi di scala. La microstoria alla prova dell’esperienza, editado por Jacques Revel (Roma: Viella, 2006), 121-122; Angelo Torre, “I luoghi dell’azione”, en Giochi di scala. La microstoria alla prova dell’esperienza, editado por Jacques Revel (Roma: Viella, 2006), 301-317; Juliane Schiel, “Zwischen Panoramablick und Nahaufnahme. Wie viel Mikroanalyse braucht die Globalgeschichte?”, en Europa in der Welt des Mittelalters. Ein Colloquium für und mit Michael Borgolte, editado por Tillman Lohse y Benjamin Scheller (Berlín/Boston: De Gruyter, 2014), 119-140. Para una reciente debate entre historiadores sobre la cuestión de la escala: Sebouh David Aslanian et al., “AHR Conversation: How Size Matters: The Question of Scale in History”. American Historical Review 118, n.° 3 (2013): 1431-1472; De Vito, “Verso una microstoria”.

18De Vito, “Verso una microstoria”, 816.

19Tras la influencia de Paul Vidal de La Blache, Lucien Febvre, La terre et l’évolution humaine: introduction géographique à l’histoire (París: A. Michel, 1922); Fernand Braudel, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l’époque de Philippe II (París: Colin, 1949); sobre Alemania: Gerd Schwerhoff, “Spaces, Places, and the Historians: A Comment from a German Perspective”. History and Theory 52, n.° 3 (2013): 420-432. H. C. Darby, An Historical Geography of England before 1800 (Cambridge: University Press, 1936); Ralph H. Brown, Historical Geography of the United States (Nueva York: Harcourt, Brace, 1948); Lucio Gambi, Una geografia per la storia (Turín: Einaudi, 1973).

20A modo de ejemplo: Georg Simmel, “The Metropolis and Mental Life”, Blackwellpublishing, <http://www.blackwellpublishing.com/content/bpl_images/content_store/sample_chapter/0631225137/bridge.pdf>; Michel de Certeau, The Practice of Everyday Life, 2 vols. (Berkeley: University of California Press, 1984); Michel Foucault, “Space, Knowledge and Power”, en Power, editado por James D. Faubion (Nueva York: New Press, 2000), 349-364; Beat Kumin, ed., Political Space in Pre-industrial Europe (Farnham: Ashgate, 2009); Andrew Spicer y Will Coster, eds., Sacred Space in Early Modern Europe (Cambridge: Cambridge University Press, 2005); Susanne Rau y Gerd Schwerhoff, eds., Topographien des Sakralen. Religion und Raumordnung in der Vormoderne (Hamburgo/Múnich: Doelling und Galitz, 2008); sobre el paisaje, Simon Schama, Landscape and Memory (Nueva York: Knopf, 1995); Denis Cosgrove, The Iconography of Landscape: Essays on the Symbolic Representation, Design, and Use of Past Environments (Cambridge: Cambridge University Press, 1988); en la ciudad, Maurizio Gribaudi, Paris, ville ouvrière: une histoire occultée, 1789-1848 (París: Découverte, 2014); sobre la cartografía histórica, Bernard Klein, Maps and the Writing of Space in Early Modern England and Ireland (Basingstoke: Palgrave, 2000); una nueva historiografía de los viajes, Subrahmanyam, The Career and Legenda. Una historiografía de las estructuras, Jo Guldi, Roads to Power: Britain Invents the Infrastructure State (Cambridge: Harvard University Press 2012); en general, cfr. Alan R.H. Baker, Geography and History: Bridging the Divide (Cambridge: Cambridge University Press, 2003).

21Christian Jacob, Qu'est-ce qu'un lieu de savoir? (Marsella: OpenEdition Press, 2014), cap. “Spatial Turn”.

22Leif Jerram, “Space: A Useless Category for Historical Analysis?”. History and Theory 52, n.° 3 (2013): 400-419.

23Gerd Schwerhoff, “Spaces, Places”.

24Angelo Torre, “Un ‘tournant spatial’ en histoire? Paysages, regards, ressources”. Annales. Histoire, Sciences Sociales 63, n.° 5 (2008): 1127-1144; Jacob, Qu'est-ce qu'un lieu de savoir.

25Jo Guldi, “What Is the Spatial Turn”, Spatial Humanities. A Project of the Institute for Enabling Geospatial Scholarship, <http://spatial.scholarslab.org/spatial-turn/what-is-the-spatial-turn/>.

26A modo de ejemplo: Steven J. Steinberg y Sheila L. Steinberg, GIS: Geographic Information Systems for the Social Sciences: Investigating space and Place (Thousand Oaks: Sage, 2006); para un ejemplo de investigación ver el sitio <cassini.ehess.fr>; para un uso social y cultural de GIS consulte el sitio web de la New York Public Library.

27En la selección de Guldi hay un poco de todo, desde Ranke hasta Braudel. Guldi, Spatial Turn in History.

28Beat Kumin y Cornelie Usborne, “At Home and in the Workplace: A Historical Introduction to the ‘Spatial Turn’”. History and Theory 52 (2013): 305-318. H. G. Alexander, ed., Leibniz-Clarke Correspondence (Manchester/Nueva York: Manchester University Press/Barnes/Noble, 1956), Lettera V, § 27-32, 63-64.

29La referencia es a Martina Löw, Raumsoziologie (Fráncfort: Suhrkamp, 2001).

30Kumin y Usborne, “At Home and in the Workplace”, 309-318.

31Doris Bachmann-Medick, “Der Spatial Turn als Cultural Turn”, en “Cultural Turns”: Neuorientierungen in den Kulturwissenschaften (Reinbek: Rowohlt, 2011), 284-328.

32Schwerhoff, “Spaces, Places”, 430.

33Jerram, “Space: A Useless”.

34Una interesante discusión del libro por parte de: Fred M. Shelley y D. G. Pringley, “Classics in Human Geography Revisited”. Progress in Human Geography 27, n.° 5 (2003): 605-614, con una respuesta del mismo Agnew.

35John A. Agnew, Place and Politics: The Geographical Mediation of State and Society (Boston: Allen/Unwin, 1987); John A. Agnew y James S. Duncan, eds., The Power of Place: Bringing Together Geographical and Sociological Imagination (Boston: Unwin Hyman, 1989); Charles W. J. Withers, “Place and the ‘Spatial Turn’ in Geography and in History”. Journal of the History of Ideas 70, n.° 4 (2009): 637-658; no cree tanto en la causalidad propuesta por Agnew, pero está de acuerdo con el “revival of place”, 646, según él visible también en la inclusión de geografías (Felix Driver) en las revistas de historia, por ejemplo, History Workshop, en 1995. Felix Driver y Raphael Samuel, “Rethinking the Idea of Place”. History Workshop Journal 39 (1995): v-vi.

36Withers, “Place and the ‘Spatial Turn’”.

37Edward S. Casey, The Fate of Place: A Philosophical History (Berkeley: University of California Press, 1997); Azucena Cruz-Pierre y Donald A. Landes, eds., Exploring the Work of Edward S. Casey: Giving Voice to Place, Memory, and Imagination (Nueva York: Bloomsbury Academic, 2013), que incluye una entrevista con Edward S. Casey.

38Edward S. Casey, “How to Get from Space to Place in a Fairly Short Stretch of Time: Phenomenological Prolegomena”, en Senses of Place, editado por Steven Feld y Keith H. Basso (Santa Fe: School of American Research Press, 1996), 13-52.

39Denis E. Cosgrove, “Landscape and Landschaft”. German Historical Institute Bulletin 35 (2004): 57-71, en particular 58.

40Ralph Kingston, “Mind over Matter? History and the Spatial Turn”. Cultural and Social History 7, n.° 1 (2010): 111-121, https://doi.org/10.2752/147800410X477368

41Denis Cosgrove, Social Formation and Symbolic Landscape (Totowa: Barnes/Noble, 1984), y “Landscape and Landschaft”. German Historical Institute Bulletin 35 (2014): 57-71, en particular 58.

42Torre, “Un ‘tournant spatial’”.

43Alan R. H. Baker, Fraternity among the French Peasantry: Sociability and Voluntary Associations in the Loire Valley, 1815-1914 (Cambridge: Cambridge University Press, 1999). En geografía cultural: William Norton y Margaret Walton-Roberts, Cultural Geography: Environments, Landscapes, Identities, Inequalities (Ontario: Oxford University Press, 2014), y Don Mitchell, Cultural Geography: A Critical Introduction (Malden: Blackwell, 2001).

44Arjun Appadurai, “The Production of Locality”, en Counterworks: Managing the Diversity of Knowledge (Minneapolis: Routledge, 1995), 204-226; Anne Gerritsen, “Scales of a Local. The Place of Locality in a Globalizing World”, en A Companion to World History, editado por Douglas Northrop (Chichester: Wiley-Blackwell Publishing, 2012), 213-226 y 217, para una diferente referencia a la producción de localidad.

45Angelo Torre, Luoghi. La produzione di località in età moderna e contemporanea (Roma: Donzelli, 2011).

46Edward Soja, Postmodern Geographies: The Reassertion of Space in Critical Social Theory (Londres/Nueva York: Verso, 1989); Philip J. Ethington, “Placing the Past”. Rethinking History 11, n.° 4, (2007): 465-493, https://doi.org/10.1080/13642520701645487

47Geoff Eley, “Historicizing the Global, Politicizing Capital: Giving the Present a Name”. History Workshop Journal 63 (2007): 154-188, https://doi.org/10.1093/hwj/dbm010, con los comentarios de Maxine Berg y Sanjay Subrahmanyam. Eley reconduce a Roland Robertson, Globalization: Social Theory and Global Culture (Londres: Sage, 1992), 184; el comienzo de la discusión crítica sobre la globalización. Según Dominic Sachsenmeier, Global Perspectives on Global History. Theories and Approaches in a Connected World (Cambridge: Cambridge University Press, 2011), 59-232, el término “global” hasta los años sesenta es usado para referirse a la historia entera del mundo o a la modernidad.

48No es concluyente, pero paradójicamente su articulación es “nacional”: según este autor, Estados Unidos, Alemania y China tienen acercamientos distintos a Sachsenmeier, Global Perspectives on Global, 59-232. Ver también Catherine Douki y Philippe Minard, “Historie globale, histoires connectées: un changement d’échelle historiographique? Introduction”. Revue d’histoire moderne et contemporaine 64, n.° 4 (2007): 7-21.

49Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 72-73.

50Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 75-76; Kenneth Pomeranz, “Histories for a Less National Age”. American Historical Review 119, n.° 1 (2014): 1-22; Pierre-Yves Saunier, “Learning by Doing. Notes about the Making of the Palgrave Dictionary of Transnational History”. Journal of Modern European History 6, n.° 2 (2008): 159-180, y Patricia Clavin, “Defining Transnationalism”. Contemporary European History 14, n.° 4 (2005): 421-39.

51Simona Cerutti e Isabelle Grangaud, “Sources and Contextualizations: Comparing Eighteenth-Century North African and Western European Institutions”. Comparative Studies in Society and History 59, n.° 1 (2017): 5-33; Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 80-82.

52Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 81.

53Patrick K. O’Brien, “Historiographical Traditions and Modern Imperatives for the Restoration of Global History”. The Journal of Global History 1, n.° 1 (2006): 3-40.

54Entre infinidad de ejemplos: Edward Shils, Center and Periphery: Essays in Macrosociology (Chicago: University of Chicago Press, 1975); véase trambién Sidney Tarrow, Between Center and Periphery: Grassroots Politicians in Italy and France (Nueva Haven: Yale University Press, 1977); Christopher Chase-Dunn y Thomas D. Hall, eds., Core/Periphery Relations in Precapitalist World (Boulder: Westview Press, 1991).

55Eric J. Hobsbawm, Social Bandits and Primitive Rebels. Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th and 20th Centuries (Glencoe: Free Press, 1959); Edward P. Thompson, Whigs and Hunters. The Origins of the Black Act (Londres: Allen Lane, 1975); Natalie Zemon Davis, Society and Culture in Early Modern France: Eight Essays (Stanford: Stanford University Press, 1975).

56Sobre todo el análisis del colonialismo: Frederick Cooper, Colonialism in Question: Theory, Knowledge, History (Berkeley: University of California Press, 2005).

57Guido Franzinetti, “The Strange Death of Area Studies and the Normative Turn”. Quaderni storici 150, n.° 1 (2016): 834-872; Ali Mirsepassi, Amrita Basu y Frederick Weaver, eds., Localizing Knowledge in a Globalizing World: Recasting the Area Studies Debate (Syracuse: Syracuse University Press, 2003); Sachsenmeier, Global Perspectives on Global, 82; Jack Goody, The Theft of History (Cambridge: Cambridge University Press, 2006).

58Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 81.

59Kenneth Pomeranz, The Great Divergence: China, Europe, and the Making of the Modern World Economy (Princeton: University Press, 2000).

60Kenneth Pomeranz, “Political Economy and Ecology on the Eve of Industrialization: Europe, China and the Global Conjecture”. American Historical Review 107, n.° 2 (2002): 425-446; Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, “Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of Modern Income Distribution”. The Quarterly Journal of Economics 117, n.° 4 (2002): 1231-1294; Claude Markovits, The Global World of Indian Merchants, 1759-1947: Traders of Sind from Bukhara to Panama (Cambridge: University Press, 2000); James Tracy, ed., The Rise of Merchant Empires: Long Distance Trade in the Early Modern World (Cambridge: Cambridge University Press, 1990); Hsin-ju Liu, The Silk Road. Overland Trade and Cultural Interactions in Eurasia (Washington: American Historical Association, 1998); Bruce Mazlish y Alfred D. Chandler, eds., Leviathans: Multinational Corporations and the New Global History (Cambridge: Cambridge University Press, 2005); Shigeru Akita, ed., Gentlemanly Capitalism, Imperialism, and Global History (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2002).

61Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 84.

62Sachsenmaier, Global Perspectives on Global, 89.

63La cocina es uno de los ejemplos más difundidos: Simone Cinotto, ed., “Food, Migration, and Mobility in Historical Perspective, Nineteenth to Twenty-First Century” [special issue]. Quaderni storici 151, n.°1 (2016). Véase también Jeffrey Pilcher, Food in World History (Nueva York: Routledge, 2006), y, editado por el mismo autor, The Oxford Handbook of Food History (Oxford/Nueva York: Oxford University Press, 2012).

64Sobre los imperios atlánticos: John H. Elliott, Empires of the Atlantic World: Britain and Spain in America, 1492-1830 (Nueva Haven: Yale University Press, 2006); para una interpretación coevolutiva: Tamar Herzog, Frontiers of Possession: Spain and Portugal in Europe and the Americas (Cambridge: Harvard University Press, 2015). Más allá de la biología, sobre el concepto de coevolución: Richard B. Norgaard,Development Betrayed: The End of Progress and a Co-Evolutionary Revisioning of the Future (Londres: Routledge, 2006).

65Conrad, What Is Global History?, caps. 2, 6 y 10, en particular. Barney Warf y Santa Arias, The Spatial Turn: Interdisciplinary Perspectives (Londres: Routledge, 2008).

66Ver entonces: David Armitage, Alison Bashford y Sujit Sivasundaram, Oceanic Histories (Cambridge: Cambridge University Press, 2018).

67Conrad se refiere a Dominic Sachsenmaier, “Recent Trends in European History: The World beyond Europe and Alternative Historical Spaces”. Journal of Modern European History 7 (2009): 5-25; Markus P. M. Vink, “Indian Ocean Studies and the ‘New Thalassology’”. Journal of Global History 2 (2007): 41-62; Michael N. Pearson, The Indian Ocean (Londres: Routledge, 2003); Denys Lombard, Le carrefour javanais: Essai d’histoire globale, 3 vols. (París: École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1990); Charles King, The Black Sea: A History (Nueva York: Oxford University Press, 2004); Matt Matsuda, “The Pacific”. American Historical Review 111 (2006): 758-780; Katrina Gulliver, “Finding the Pacific World”. Journal of World History 22 (2011): 83-100; R. Bin Wong, “Between Nation and World: Braudelian Regions in Asia”. Review 26 (2003): 1-45; Sunil Amrith, Crossing the Bay of Bengal: The Furies of Nature and the Fortunes of Migrants (Cambridge: Harvard University Press, 2013). Takeshi Hamashita, China, East Asia and the Global Economy: Regional and Historical Perspectives, editado por Linda Grove y Mark Selden (Nueva York: Routledge, 2008); Mizoguchi Yuzo et al., eds., Ajia kara kangaeru [Rethinking History from the Perspective of Asia], 7 vols. (Tokio: University of Tokyo Press, 1993-1994); John Lee, “Trade and Economy in Preindustrial East Asia, c. 1500-c. 1800: East Asia in the Age of Global Integration”. Journal of Asian Studies 58 (1999): 2-26; Sugihara Kaoru, Ajia taiheiyō keizaiken no koryū [The Rise of the Asia-Pacific Economy] (Osaka: Osaka Daigaku Shuppankai, 2003).

68Jim Scott, The Art of not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia (Nueva Haven: Yale University Press, 2009); Willem van Schendel, “Geographies of Knowing, Geographies of Ignorance: Jumping Scale in Southeast Asia”, enLocating Southeast Asia: Geographies of Knowledge and Politics of Space, editado por Paul H. Kratoska, Remco Raben y Henk Schulte Nordholt (Singapur: Singapore University Press, 2005), 275-307, y Jean Michaud. “Editorial- Zomia and beyond”. Journal of Global History 5 (2010): 227.

69George E. Marcus, “Ethnography in/of the World System: The Emergence of Multi-Sited Ethnography”. Annual Review of Anthropology 24 (1995): 95-117, “The global is an emergent dimension of arguing about the connection among sites in a multi-sited ethnography”, 99; curiosamente, un ensayo fundamental de la microhistoria, como Il nome e il come de Carlo Poni y Carlo Ginzburg, ante todo anterior, no es ni siquiera mencionado con este fin: Carlo Ginzburg y Carlo Poni, “The Name and the Game: Unequal Exchange and the Historiographical Marketplace” [1979], en Microhistory and the Lost People of Europe. Selections from Quaderni storici (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1991), 1-10.

70El ejemplo más obvio para este fin es el libro de Sidney Mintz Sweetness and Power: the Place of Sugar in Modern History (Nueva York: Viking, 1985). Pero la bibliografía es ya bastante amplia, por ejemplo, Susan Ossman, Moving Matters. Paths of Serial Migration (Stanford: Stanford University Press, 2013), que explícitamente se repite en Marcus.

71La referencia está en Bruno Latour,Reassembling the Social: An Introduction to Actor-Network Theory (Oxford: Oxford University Press, 2005).

72Aquí arriba, segundo parágrafo.

73En particular: Francesca Trivellato, “Is There a Future for Italian Microhistory in the Age of Global History?”. California Italian Studies 2 (2011).

74“[…] global histories are inherently relational. This means that a historical unit —a civilization, a nation, a family— does not develop in isolation, but can only be understood through its interactions with others. In fact, many groups only jelled into seemingly fixed units as a response to exchange and circulation”, Conrad, What Is Global History?, 4, y cap. 3, 65. También en polémica con las historias poscoloniales, “all rely on internalist logics in their attempt to explain what must be understood as a global phenomenon”, Conrad, What Is Global History?, 75.

75Steven Davis y Brendan S. Gillon, Semantics: A Reader (Oxford: Oxford University Press, 2004).

76Leonard Lutwack, The Role of Place in Literature (Syracuse: Syracuse University Press, 1984); William E. Mallory y Paul Simpson-Housley, eds., Geography and Literature. The Meeting of the Disciplines (Syracuse: Syracuse University Press, 1987); Franco Moretti, Graphs, Maps, Trees: Abstract Models for a Literary History (Londres: Verso, 2007), y de este mismo autor, Atlas of the European Novel, 1800-1900 (Londres: Verso, 1998).

77Sólo a modo de ejemplo, Kevin H. O’Rourke y Jeffrey G. Williamson, Globalization and History. The Evolution of a Nineteenth-Century Atlantic Economy (Cambridge: MIT Press, 1999).

78Matthias Middell y Katja Naumann, “Global History and the Spatial Turn: From the Impact of Area Studies to the Study of Critical Junctures of Globalization”. Journal of Global History 5 (2010): 149-170; Conrad, What Is Global History, 66: GH, “forms part of the larger ‘spatial turn’”, n. 147, 66.

79Emma Rotschild, “Isolation and Economic Life in Eighteenth-Century France”. American Historical Review 119, n.° 4 (2014): 1055-1082.

80Rotschild, “Isolation and Economic”, 1056.

81Roland Robertson, “Glocalization: Time-Space and Homogeneity-Heterogeneity”, en Global Modernities, editado por Mike Featherstone, Scott Lash y Roland Robertson (Londres: Sage, 1992), 25-44; Anthony Giddens, The Consequences of Modernity (Cambridge: Polity, 1990), también en Gerritsen, “Scales of a Local”.

82Anne Gerritsen, Ji’an Literati and the Local in Song-Yuan-Ming China (Leiden/Boston: Brill, 2007).

83Gerritsen, “Scale of a Local”.

84Gerritsen, “Scale of a Local”, 216.

85Gerritsen, “Scale of a Local”, 213-214. La polémica es con H. P. R. Finberg, “The Local Historian and His Theme. Introductory Lecture Delivered at the University College of Leicester, 6 November 1952” (University College of Leicester, 1954).

86Luego del ejemplo de Matthew Kurtz, “Re/Membering the Town Body: Methodology and the Work of Local History”. Journal of Historical Geography 28, n.° 1 (2002): 42-62, que en realidad es un estudio sobre la memoria. Pero ver también Anthony Hopkins, ed., Global History: Interactions between the Universal and the Local (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2006): global corresponde a universal, y local, a subjetivo.

87Eduard Fueter, Storia della storiografia moderna, 2 vol. (Nápoles: Riccardi, 1943), además vol. I, 240-248, y 368-396; VittorioTigrino, Sudditi e confederati: Sanremo, Genova e una storia particolare del Settecento europeo (Alessandria: Dell’Orso, 2009); Marie Lezowski, “Conflitti di precedenza, uso degli archivi e storiografia locale alla fine del cinquecento (Pavia 1592)”. Quaderni Storici 45, n.° 133 (1) (2010): 7-39. Enrico Artifoni y Angelo Torre, eds., “Erudizione e fonti. Storiografie della rivendicazione”. Quaderni storici 93 (1996); John Brewer, The Pleasures of the Imagination: English Culture in the Eighteenth Century (Londres: Harper Collins, 1997).

88Gian Maria Varanini, ed., Carlo Cipolla e la storiografia italiana fra Otto e Novecento: atti del Convegno di studio: Verona, 23-24 novembre 1991 (Verona: Accademia di Agricoltura Scienze e Lettere, 1994); Enrico Artifoni, “La storiografia della nuova Italia, le deputazioni regionali, le società storiche locali”, en Una regione e la sua storia. Atti del convegno celebrativo del centenario della Deputazione, 1896-1996, editado por Paola Pempinelli y Mario Roncetti (Perugia: Deputazione di Storia Patria per l’Umbria, 1998).

89William G. Hoskins, Local History in England (Londres: Longman, 1972); Edoardo Grendi, Storia di una storia locale: l’esperienza ligure, 1792-1992 (Venecia: Marsilio, 1996), y del mismo autor: “Charles Phythian-Adams e la ‘Local history’ inglese”. Quaderni storici 30, n.° 89 (1995): 559-578. Alan Everitt, Change in the Provinces: The Seventeenth Century (Leicester: Leicester University Press, 1969), así como Ways and Means in Local History (Londres: National Council of Social Service for the Standing Conference for Local History, 1971).

90Gerritsen, “Scales of a Local”; De Vito, “Verso una microstoria”, con bibliografía. Véase entonces Christian De Vito y Anne Gerritsen, ed., Micro-spatial History of the Global Labour (Londres: Palgrave, 2017), 1-24.

91Grendi, Storia di una storia locale; Hoskins, Local History.

92Torre, Un tournant spatial.

93Gerritsen, “Scales of a Local”; De Vito, “Verso una microstoria”.

94Gerritsen, “Scales of a Local”, 217.

95Gerritsen, “Scales of a Local”.

96La discusión sobre las categorías émica/ética está muy desarrollada entre los antropólogos. Los historiadores parecen menos interesados en explicitar estos problemas. Ver, en cualquier caso, Carlo Ginzburg, “Our Words, and Theirs: A Reflection on the Historian’s Craft, Today”, en Historical Knowledge: In Quest of Theory, Method and Evidence, editado por Susanna Fellman y Marjatta Rahikainen (Cambridge: Cambridge Scholars Publishing, 2012), 97-119. Simona Cerutti, “Microhistory: Social Relations versus Cultural Models?”, en Between Sociology and History: Essays on Microhistory, Collective Action, and Nation-Building, editado por A. M. Castrén, M. Lonkila y M. Peltonen (Helsinki: S.K.S., 2004), 17-40. Para un intento de comparar categorías como “émica”, consultar: Simona Cerutti e Isabelle Grangaud, “Sources and Contextualizations”.

97Se trata de un espacio, hoy italiano, comprendido entre Génova, Milán y Turín. Hasta el Congreso de Viena (1815) se caracterizaba por una fragmentación jurisdiccional febril. Feudos genoveses, saboyanos, españoles, imperiales y eclesiásticos señalaban un corredor comercial estratégico para la comunicación entre el sur y el norte de Europa. Angelo Torre, Luoghi. La produzione di località in età moderna e contemporánea (Roma: Donzelli, 2011).

98Sin este reconocimiento el riesgo es hipostasiar la localidad: Alberto Magnaghi, Il progetto locale: verso la coscienza di luogo (Turín: Bollati Boringhieri, 2010).

99Osvaldo Raggio, Faide e parentele: lo Stato genovese visto dalla Fontanabuona (Turín: Einaudi, 1990).

100Luc Boltanski, Love and Justice as Competences: Three Essays on the Sociology of Action (Cambridge: Polity, 2012).

101Angelo Torre, “Politics Cloaked in Worship. State, Church and Local Power in Piedmont 1570-1770”. Past and Present 134 (1992): 42-92; “Feuding, Factions and Parties: The Redefinition of Politics in the Imperial Fiefs of Langhe in the Seventeenth Century”, en History from Crime. Selections from Quaderni storici Microhistory and the Lost People of Europe, editado por E. Muir y G. Ruggiero (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1994), 135-170.

102Luca Giana, “La pratica delle istituzioni: procedure e ambiti giurisdizionali a Spigno Monferrato nel XVII secolo”. Quaderni storici 103 (2000): 11-48, además, “Frammenti di luoghi tra Val Bormida e Valle Belbo: la politica dello spazio tra XVII e XIX secolo”, en Tra Belbo e Bormida. Luoghi e itinerari di un patrimonio culturale, editado por E. Ragusa y A. Torre (Asti: Provincia di Asti, 2003), 1-18; Marco Battistoni, Franchigie: dazi, transiti e territori negli stati sabaudi del secolo XVIII (Alessandria: Dell’Orso, 2009). Cfr. entonces Giovanni Cerino Badone, Gli incroci pericolosi. Storia e Archeologia della Strada di Fiandra in Italia e Savoia. 1561-1659 (Oxford: BAR Publishing, 2018); Torre, Luoghi, cap. 4.

103Angelo Torre, ed., Per vie di terra. Movimenti di uomini e di cose nelle società di antico regime (Milán: F. Angeli, 2007).

104Luca Scholz, “La strada proibita. L’uso delle strade nel Sacro Romano Impero in epoca moderna, di prossima pubblicazione”. Quaderni storici (2018) [en prensa].

105Monica Parola, “Commercio locale e commercio internazionale nella società contadina d’Antico Regime”, en Tra Belbo e Bormida. Luoghi e itinerari di un patrimonio culturale, editado por E. Ragusa y A. Torre (Asti: Provincia di Asti, 2003), 133-150; Marco Battistoni, “Dazi e transiti di merci nelle Valli Belbo e Bormida”, en Tra Belbo e Bormida. Luoghi e itinerari di un patrimonio culturale, editado por E. Ragusa y A. Torre (Asti: Provincia di Asti, 2003), 19-32.

106Marco Dolermo, “‘Col negotio unito e diviso ciascuno in suo nome in un solo aviamento’: asentamientos judíos a la largo del valle de Bormida di Millesimo en la Edad Moderna”, en Tra Belbo e Bormida. Luoghi e itinerari di un patrimonio culturale, editado por E. Ragusa y A. Torre (Asti: Provincia di Asti, 2003), 57-67; Alessandro Panetta, “Verso la definizione archeologica di un’area di strada. Il territorio di Torriglia fra XVIII e XIX secolo”. Archeologia Postmedievale 14 (2010): 131-151, en particular: 138-139; sobre las acusaciones de contrabando a la orden dominica, Luigi Bulferetti, Agricoltura, industria e commercio nel secolo XVIII (Turín: Istituto per la Storia del Risorgimento italiano, 1963). Sobre las granjas, ver Torre, Luoghi, cap. 3.

107Raggio, Faide; Torre, Feud cit.

108Battistoni, Franchigie. Angelo Torre, “Idioma giurisdizionale e transiti commerciali. Spunti di riflessione sulla cultura politica dei feudi imperiali delle Langhe in età moderna”, en I feudi imperiali in Italia tra XV e XVIII secolo, Atti del convegno di Studi Albenga-Finale Ligure-Loano, 27-29 maggio 2004, editado por Cinzia Cremonini y Riccardo Musso (Roma: Bulzoni, 2010), 109-124.

109Michael Kwass, Contraband: Louis Mandrin and the Making of a Global Underground (Cambridge, Mass: Harvard University Press, 2014).

110Cerutti-Grangaud, “Sources and Contextualizations”, 32.

Recibido: 16 de Diciembre de 2017; Aprobado: 02 de Marzo de 2018

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