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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.73 Bogotá July/Sep. 2019

https://doi.org/10.7440/histcrit73.2019.08 

Tema abierto

La huelga, el carnaval y los comicios: el mundo del trabajo portuario en Buenos Aires y la configuración de una comunidad obrera, verano de 1904*

The Strike, the Carnival and the Elections: The World of Dock Work in Buenos Aires and the Configuration of a Working-Class Community in the Summer of 1904

A greve, o carnaval e os comícios: o mundo do trabalho portuário em Buenos Aires e a configuração de uma comunidade obreira, verão de 1904

Laura Caruso **  

**Laura Caruso Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (Argentina), Magíster en Historia Social por el Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín -IDAES/UNSAM- (Argentina). Es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) con sede en el IDAES/UNSAM, donde también es miembro del Núcleo de Historia Social y Cultural del Mundo del Trabajo y del Centro de Historia e Historia del Arte (CEHHA). Dirige el Proyecto PICT 201-0086 (2016) “Una geografía cultural del mundo del trabajo portuario: experiencia, sociabilidad y culturas políticas. Buenos Aires, 1916-1936”, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Entre sus últimas publicaciones se destacan los libros Embarcados. Los trabajadores marítimos y la vida a bordo: sindicato, empresas y Estado en el puerto de Buenos Aires, 1889-1921 (Buenos Aires: Imago Mundi, 2016), y Vivir con lo justo: estudios de historia social del trabajo en perspectiva de género. Argentina, siglos XIX y XX (Rosario: Prohistoria, 2016), en coautoría con Andrea Andújar, Florencia Gutiérrez, Silvana Palermo, Valeria Silvina Pita y Cristiana Schettini. También, en coautoría con Andrés Stagnaro, “Representantes y representaciones de Argentina en la Organización Internacional del Trabajo en la década de 1920”, Anuario del Instituto de Historia Argentina 17, n.º 1 (2017): 1-17, doi: https://doi.org/10.24215/2314257Xe034. lauracaruso@gmail.com


Resumen

Objetivo/contexto:

El presente trabajo indaga sobre el proceso de configuración de una comunidad obrera en el puerto de Buenos Aires, resultado de la acción de los trabajadores y habitantes del barrio obrero a inicios del siglo XX.

Originalidad:

En el cruce de diversas historiografías (historia social, cultural y política), aquí se propone mirar de manera conjunta la dimensión laboral, la conflictividad obrera, el tiempo de la fiesta o carnaval y la participación electoral, para pensar, desde esta multiplicidad de eventos y experiencias, la aparición de una comunidad obrera radicalizada y con una particular identificación gestada en la movilización durante una época específica a comienzos del siglo XX.

Metodología:

A partir de una coyuntura significativa, como fueron los meses de fines de 1903 e inicios de 1904 en el barrio portuario, y basado en un variado conjunto de documentos (periódicos comerciales, barriales, gremiales, de las izquierdas, revistas de actualidad, informes policiales, fotografías, entre otros), el artículo reconstruye la experiencia obrera en los escenarios de la protesta, el carnaval y la votación para diputados celebrada durante ese verano. Al mismo tiempo, se ponderan aquí la dimensión territorial de la configuración comunitaria y los lugares centrales de la trama conformada por la protesta, la fiesta y las elecciones.

Conclusiones:

El análisis permite identificar que las sociabilidades obreras en el puerto consolidaron una comunidad, afincada en solidaridades familiares, corporativas, partidistas y vecinales obreras, en tiempos de movilización gremial, política y festiva, y de confrontación radicalizada con el Estado y las empresas.

Palabras clave: Buenos Aires; comunidad obrera; experiencia; mundo del trabajo portuario.

Abstract

Objective/context:

This paper inquires about the process of emergence of a working-class community in the port of Buenos Aires, resulting from actions by workers and inhabitants of the working-class neighborhood at the beginning of the 20th century.

Originality:

At the crossroads of diverse historiographies (social, cultural and political history), this paper proposes a joint regard at the labor dimension, worker disputes, carnival celebrations and electoral participation, and to use this multiplicity of events and experiences to think about the emergence of a radicalized worker community, with a particular identity gestated in the mobilization during a specific time at the beginning of the 20th century.

Methodology:

The months from late 1903 to early 1904 were an important juncture in the port district, and based on a diverse set of documents (commercial, neighborhood, trade and left-wing newspapers, news magazines, police reports, photographs, among others), this paper reconstructs the worker experience in three settings converging in the summer months: protest, carnival and legislative polls. At the same time, it ponders the territorial dimension of community configuration and the key places that formed the backdrop to a story of protest, celebration, and elections.

Conclusions:

This analysis shows us that worker sociabilities around the port consolidated a community based on family, corporate, partisan, neighborhood and worker solidarities, in times of labor, political and festive mobilization, and of radicalized confrontation with the State and with corporations.

Keywords: Buenos Aires; experience; working class community; world of dock work.

Resumo

Objetivo/contexto:

O presente trabalho indaga sobre o processo de configuração de uma comunidade obreira no porto de Buenos Aires, resultado da ação dos trabalhadores e habitantes do bairro obreiro no início do século XX.

Originalidade:

No cruzamento de diversas historiografias (história social, cultural e política), propõe-se aqui observar, de maneira conjunta, a dimensão laboral, a conflituosidade obreira, o tempo da festa ou carnaval e a participação eleitoral para pensar, a partir dessa multiplicidade de eventos e experiências, a aparição de uma comunidade obreira radicalizada e com uma identificação particular gestada na mobilização durante uma época específica no começo do século XX.

Metodologia:

A partir de uma conjuntura significativa, como foi o final de 1903 e início de 1904 no bairro portuário e baseado em um variado conjunto de documentos (jornais comerciais, de bairros, de grêmios, das esquerdas, revistas de atualidades, relatórios policiais, fotografias, entre outros), o artigo reconstrói a experiência obreira nos cenários do protesto, do carnaval e da votação para deputados celebrada nesse verão. Ao mesmo tempo, ponderam-se aqui a dimensão territorial da configuração comunitária e os lugares centrais da trama formada pelo protesto, pela festa e pelas eleições.

Conclusões:

A análise permite identificar que as sociabilidades obreiras no porto consolidaram uma comunidade, estabelecida em solidariedades familiares, corporativas, partidaristas e de vizinhanças obreiras, em tempos de mobilização gremial, política e festiva, e de confronto radicalizado com o Estado e com as empresas.

Palavras-chave: Buenos Aires; comunidade obreira; experiência; mundo do trabalho portuário.

Introducción

El puerto de la ciudad de Buenos Aires, en el comienzo del siglo XX, fue un centro neurálgico de Argentina. Como motor económico, como base material de proyectos políticos enfrentados y conflictos regionales constitutivos del Estado y la Nación, ha tenido un lugar privilegiado en los relatos nacionales sobre la vida económica y política del país. Sabido es que dicho puerto fue vital en la configuración de una economía agroexportadora, mediante la cual Argentina consolidó su inserción en el mercado mundial. En 1905, concentraba casi un cuarto de la producción total nacional de trigo y maíz para exportar(1). Al constituirse en el eje fundamental de la vida económica, social y política, el puerto de la ciudad, que se convirtió en centro de rutas fluviales y ferroviarias, configuró desarrollos regionales disímiles y subordinados a la producción y exportación agropecuarias(2). El espacio portuario también condensó las expectativas de la sociedad citadina de un modo peculiar e intenso. Las entradas y salidas de barcos y las protestas de sus trabajadores ocupaban varias columnas en los principales periódicos de mayor circulación. Cada verano, gobiernos, empresarios y trabajadores estaban pendientes de aquello que acontecía en el puerto en el sur de la ciudad.

Aquel espacio portuario y sus zonas cercanas se configuraron en torno al tránsito y al trabajo de miles de trabajadores de diversos orígenes, oficios, edades, saberes y vivencias y expectativas. En los primeros años del siglo XX, el puerto citadino fue sin duda el lugar del país con mayor concentración de trabajadores y familias obreras, a los que alojó en condiciones precarias, circunstanciales o duraderas(3). Las disímiles actividades y el alto grado de concentración de los trabajadores, junto con las intensas sociabilidades y militancias gremiales y políticas, hicieron del puerto de la ciudad capital un ámbito particularmente denso de la experiencia obrera a inicios del siglo XX, focalizada en el control de la contratación y de un lábil mercado de trabajo, lo que contribuyó a definir cierto perfil entre estos trabajadores(4). Este artículo aborda dicha experiencia en el verano de 1903 y 1904 para mostrar que la huelga portuaria, la fiesta del carnaval y la elección de diputados de aquel verano configuraron un sujeto comunitario, una comunidad portuaria resultado de la acción política de los trabajadores y sectores vinculados a ese mundo del trabajo, manifestada en múltiples dimensiones de la vida obrera.

El puerto, conexión privilegiada entre los mundos Viejo y Nuevo, imaginado como “puerta” de la modernización, sufrió intensas transformaciones estructurales y funcionales, que tuvieron incidencia en su configuración social. En la zona portuaria convivían, en el cambio de siglo, los mástiles de los barcos a vela con los cada vez más numerosos barcos de hierro y aluminio, vapores de ultramar que se agolpaban a la espera de remolque, junto con una multitud de embarcaciones menores. El puerto ultramarino funcionó desde 1878 en la Boca del Riachuelo (ver el mapa 1). Su insuficiente calado exigió nuevas instalaciones, lo que dio lugar a la construcción e inauguración, en 1897, de la nueva zona portuaria, conocida como Puerto Madero. Ambos funcionaron como complejo portuario, y el puerto del Riachuelo quedó reservado para la operación de embarcaciones menores. El puerto y su barrio circundante, La Boca, constituyeron, desde entonces, un espacio común que latía al ritmo del movimiento de embarcaciones, productos y trabajadores.

Fuente: elaboración propia sobre mapa de la ciudad de Buenos Aires, abril de 1904 (Trapalanda).

Mapa 1. Vuelta del Riachuelo. Mapa de la ciudad de Buenos Aires y obras de salubridad, abril de 1904 

La Boca, un barrio muy próximo al centro de la ciudad, se configuró en una zona marginal, aislada por fenómenos climáticos, como las reiteradas inundaciones, pero también por su particular geografía, rodeada de costas y diques, en la que se establecieron diversas comunidades étnicas, cada una con sociabilidades y hábitos específicos(5). A comienzos del siglo XX, ya conformado como un barrio con sus conexiones y servicios, y en el que ya había tramway y ferrocarril, y que tenía sus propias instituciones -como la Parroquia, el Juzgado de Paz y diversas asociaciones, incluidos los primeros bomberos del país, que se conformaron debido a los reiterados incendios asociados con la abundancia de madera y con la precariedad-, el barrio portuario seguía armando un territorio en el que, desde los márgenes, sus dinámicas y cotidianidad incidían en el entorno próximo.

En 1904, entre condiciones de modernización y precariedad residían en aquel barrio portuario (entonces llamado San Juan Evangelista) unos 61 mil habitantes, que lo convertían en uno de los más populosos de la ciudad, que tenía en total 967.280 habitantes(6). El predominio de familias inmigrantes de origen italiano (el 30% de habitantes de la ciudad, porcentaje que en La Boca ascendía al 40%, según el Censo Nacional de 1895), por momentos, invisibilizaba la existencia de una verdadera Babel: eslavos del sur, españoles de diversas regiones, griegos, “turcos” llevaban consigo algunas de las muchas lenguas que se oían en las calles del barrio. Este heterogéneo colectivo obrero vinculado con el puerto experimentó la transformación material y social del espacio portuario y de la ciudad, transformación basada en su trabajo.

Al mismo tiempo, sus labores y necesidades cotidianas se acrecentaban sin pronta solución. El binomio crecimiento-desigualdad tuvo, así, un impacto particularmente fuerte en la experiencia obrera portuaria. Sus protagonistas se organizaron, demandaron y actuaron para cambiar tal situación, y lograron, en este camino, consolidar múltiples lazos laborales, vecinales, de compadrazgo, de militancia gremial y política. El mundo laboral portuario estaba conformado por diversos grupos laborales vinculados directamente a las actividades económicas de exportación: los trabajadores marítimos, estibadores, constructores navales, carreros (conductores de carros), vendedores, junto con otros pequeños oficios efectuados en los talleres aledaños al puerto. Estos desarrollaron allí su vida, sus vínculos y experiencias y encontraron, en los márgenes portuarios, la respuesta a sus necesidades laborales, así como un lugar donde habitar, establecerse, relacionarse entre sí. De esta forma, dieron vida a una densa red de relaciones sociales, desplegadas en ámbitos laborales, en los hogares, calles, patios, plazas y teatros, fondas y bares, asociaciones de socorros mutuos(7), gremiales y políticas, que conformaron una trama barrial de corte obrero y popular.

Para una vasta literatura, el puerto constituye un eje de la historia nacional en clave de historia económica, de historia de la inmigración, e incluso de historia política. En la actualidad, una tarea pendiente del campo historiográfico en Argentina es la construcción de una historia social del mundo del trabajo portuario, que atienda las vivencias, las relaciones y las prácticas de sus trabajadores y de las familias relacionadas con ese ámbito. Otro conjunto de trabajos, más vinculados a la memoria histórica urbana, define al barrio portuario de La Boca como cuna del tango, el fútbol, las artes plásticas, el sainete y la italianidad ( 8 ) . Esos trabajos muestran lo multifacético y complejo de su historia, pero ocultan, en cierta forma, las particularidades de ese bullicioso mundo del trabajo. En las primeras décadas del siglo XX, aquel espacio constituyó, ante todo, un lugar de vida y trabajo de miles de familias obreras, protagonistas de un denso entramado de sociabilidades laborales, vecinales, culturales y político-sindicales.

Desde esa perspectiva, este trabajo indaga sobre la experiencia obrera asentada en el barrio portuario de Buenos Aires como espacio en el que se gestó una comunidad particular. La comunidad obrera es entendida como proceso, como configuración de relaciones laborales y extralaborales en clave de intereses compartidos y de una identificación común, que componían una tensa unidad anclada en el barrio portuario a inicios del siglo XX(9). Las vivencias, las historias y la geografía barrial compartidas y, sobre todo, la acción conjunta de diversos grupos de trabajadores, sus familias y otros vecinos definieron la comunidad y una cultura común, así como su capacidad de agencia. La comunidad portuaria fue el resultado de la acción política de los trabajadores y sectores vinculados al mundo del trabajo, manifestada en las múltiples dimensiones de la vida obrera: la fiesta, la huelga, el voto.

Dentro del campo de la historia social se ha planteado la necesidad de reespacializar la formación y la experiencia de la clase trabajadora, en busca de una mirada más sensible y situada de tal experiencia(10). De la intersección entre el espacio y la acción social de diversos sujetos (Estado, empresas, trabajadores, entre otros) emergió el territorio portuario. Siguiendo a Robert Sack, el territorio es aquí entendido como un constructo social donde confluyen tres dimensiones de la experiencia: lo social, lo histórico y lo espacial(11). Existieron diversas prácticas sociales creadoras del territorio a través de los usos del espacio por parte de estos sujetos sociales(12). Dichas estrategias de apropiación del espacio proponen territorialidades diversas, muchas veces en tensión y disputa(13). Establecer el dónde parece, así, una cuestión sustantiva: “situar a individuos concretos en espacios concretos”, como sostiene José Luis Oyón Bañales(14), permite observar la importancia del territorio en las distintas relaciones y sociabilidades.

En esta disputa por el territorio portuario, en el verano de 1903 se dio una apropiación particular por parte de la comunidad obrera, como se analizará en este trabajo, a través de la huelga, el carnaval y las elecciones de diputados. Es en estos eventos político-culturales vitales del barrio portuario en los que pueden advertirse las disputas por ese territorio. El binomio puerto-barrio fue, así, un territorio constituido y disputado por la experiencia obrera y sus múltiples redes de sociabilidad, que en ese verano configuraron una comunidad, concebida como una tensa unidad, resultado de la acción y la subjetividad obreras.

Como recurso metodológico para el estudio de la comunidad obrera del puerto de Buenos Aires, esta investigación se centra en una coyuntura particularmente significativa. No por azar, el verano de 1903-1904 se presenta como un momento privilegiado para interrogar los documentos en torno al mundo obrero del puerto. Esos meses condensan una de las mayores protestas de aquellos años: la huelga grande del Riachuelo, junto con los preparativos y festejos del carnaval, y la realización de comicios de diputados nacionales por primera vez en esa circunscripción, producto de una nueva ley electoral. Durante las semanas comprendidas entre diciembre de 1903 y marzo de 1904, los trabajadores y sus familias realizaron huelgas, participaron en los preparativos del carnaval y de la campaña y la votación, a partir de sus acciones, expectativas y demandas. Allí se encuentran las pistas y los indicios de las formas y la dinámica de la configuración comunal obrera vinculada al puerto en los primeros años del siglo.

Para dicha tarea se ha consultado un conjunto variado de fuentes que incluyen periódicos barriales, gremiales, de las corrientes obreras anarquista (La Protesta) y socialista (La Vanguardia), así como prensa comercial de circulación más amplia (La Prensa, La Nación), revistas de actualidad (Caras y Caretas) y registros policiales de la ciudad de Buenos Aires. A su vez, este estudio y su perspectiva anclada en la historia social y cultural del mundo del trabajo permiten cruzar líneas historiográficas que -abocadas al estudio tanto de las organizaciones obreras como de la historia política de los partidos y las elecciones, de las corrientes y culturas de izquierda, y de los carnavales porteños- han encarado de manera fragmentaria estudios sobre los mismos sujetos, aquellos que realizaron las huelgas, participaron en los corsos -o desfiles de comparsas por diversas calles del barrio, en el marco de la celebración del carnaval- y orfeones o coros carnavalescos, y prepararon las campañas y los padrones de las futuras elecciones en el verano de 1904, en el barrio portuario.

Por las calles de un barrio en huelga

En el barrio de La Boca, el verano austral de 1903-1904 estuvo signado por inundaciones, carnavales, elecciones, huelgas y ocupación militar, coyuntura que permitió visibilizar la llamada cuestión social en todas sus dimensiones y que puso al descubierto, al mismo tiempo, un denso entramado de relaciones laborales, vecinales, barriales y gremiales(15). Dichos vínculos, gestados en el contexto de la vida asalariada, la fragmentación laboral, sus jerarquías y diferenciaciones, se entrelazaban en una unidad y creaban un sentido de pertenencia, derivados de enfrentar la acción policial, la represión estatal y la elevada confrontación patronal. La huelga general en el puerto de fines de 1903, con ciertos antecedentes en las protestas de 1895 y 1901, marca un momento distintivo por su masividad, su persistencia, su notoriedad en el barrio, así como por las diversas organizaciones y esferas de la vida obrera involucradas(16). Este conflicto fue definiendo en aquel caluroso cambio de año una identificación mutua y cierto aglutinamiento en torno a la condición obrera de sus habitantes, en cuya expresión fue central la actuación de militantes socialistas y anarquistas que pertenecían a diversos gremios y oficios, y que estaban directamente interesados en el reforzamiento de lazos de solidaridad y acción común. Estos actores estuvieron involucrados, como se sostendrá en este trabajo, en la producción de una comunidad obrera portuaria.

La vida y el trabajo de aquellos obreros de diversos oficios vinculados al puerto y al transporte se volvían vertiginosos durante la época estival, momento de la cosecha y exportación de los “frutos del país”. Aquellos meses solían ir acompañados de una gran intensidad de trabajo, circulación y consumo, como también de diversión y protesta, ante la alta demanda de mano de obra y el aumento de los habitantes del barrio, junto con quienes acudían allí diariamente de las localidades aledañas ante el exponencial aumento de trabajo y de oportunidades diversas. Proliferaban en esos meses fondas, bailetines(17), “quioscos”, prostíbulos y fumaderos de opio; aumentaban los alquileres de habitaciones en los conventillos, ante el hormigueo constante, lo que daba lugar a un vigoroso trajín de foguistas(18), carreros, estibadores, marineros, en un puerto capitalino que, a diferencia de otros, como los europeos, no contaba con un vallado, cercado o perímetro y permitía la libre circulación de productos, trabajadores, tropas y carruajes.

Cada año, la Comisión de Higiene del barrio demandaba a la autoridad municipal el cierre de cafetines en los que se ejercía la prostitución, repartidos por las calles Lamadrid y Gaboto. En la calle Suárez, en ciertos veranos, se habían llegado a contabilizar siete casas de este tipo(19). La proliferación estacional de negocios, oportunidades y trabajos iba de la mano del aumento de los alquileres de habitaciones en los conventillos y casas colectivas, lo que aumentaba la presión sobre salarios y jornales. A fines de 1903, por este motivo, se iniciaron huelgas diversas que confluyeron, hacia mediados de mes, en una protesta generalizada en el puerto. Al mismo tiempo, se iniciaba la organización de los corsos y había agitación política en clubes, calles y plazas por las próximas elecciones, para las cuales, en la primera semana de aquel mes, una comisión empadronadora había iniciado la elaboración del registro electoral(20).

Múltiples redes (laborales, étnicas, parentales, gremiales y políticas) contrarrestaban la fragmentación de los asalariados propia del trabajo en el puerto, separado por oficios. En esas semanas, tales redes se activaban para conseguir una pieza, un puesto a bordo, en tierra o en un taller o comercio, o para otras necesidades por cubrir, así como para conformar bandas y coros, o asistir a asambleas(21). Esta densidad y multiplicidad de las formas de apropiación del territorio portuario están trazadas en el mapa 1, donde figuran los lugares de reunión política, gremial, artística, centros electorales, así como las principales instituciones del barrio (iglesia y Comisaría), salones, teatros y lugares significativos mencionados a lo largo de este artículo.

La llamada “huelga grande del Riachuelo” se desarrolló entre el 16 de diciembre y el 6 de febrero. Su trascendencia, evocada en el nombre, fue registrada en crónicas, periódicos y memorias libertarias y socialistas, así como en las reuniones con ministros del Gobierno Nacional(22). La visibilidad del conflicto portuario fue tal, que tuvo un impacto en el debate público, tanto en los editoriales de los grandes periódicos, como La Prensa, como en la cobertura realizada por revistas de actualidad como, por ejemplo, Caras y Caretas ( 23 ) . La protesta Comenzó en los sectores estrictamente portuarios del sur de la ciudad al despuntar el mes de diciembre.

Los rasgos generales y comunes a la gran cantidad de huelgas y protestas desarrolladas en el puerto no alcanzan a explicar la movilización colectiva del barrio como un todo(24). En general, a las iniciales demandas por salario y cuestiones propias de las condiciones y relaciones de trabajo se sumaban la defensa del sindicato, su participación en definir y controlar asuntos laborales, pero también la disputa por el espacio barrial, la resistencia a la represión y la defensa de la acción obrera. Las huelgas de carreros y el inicio de la movilización de los peones del Mercado Central de Frutos de Avellaneda precedieron la huelga general portuaria. La movilización de los conductores de carros inició la protesta. Estos proclamaron demandas salariales y de mejores condiciones de trabajo desde el Teatro Iris, situado en la avenida Almirante Brown, que atraviesa y vertebra el barrio, como lo muestra el mapa 1(25). Los dos mil carreros en huelga lograron paralizar el comercio urbano, pues su tarea resultaba vital para la circulación de mercaderías. Sólo circulaban pequeños carros de menudeo que vendían leche, pan o carne, y algunas chatas del Gobierno con soldados(26).

A partir de allí, la huelga se extendió a peones estibadores, marineros y foguistas. Llegó a involucrar a unos doce mil trabajadores y mil ochocientas trabajadoras, junto con sus familias. La protesta incluyó también a mozos, cocineros, maquinistas y caldereros de buques, conductores de carros, maquinistas y prácticos, incluidos algunos capataces(27). Era parcial en otros sectores, como entre carpinteros, pintores y albañiles.

Las organizaciones que actuaron como pilares de la huelga fueron la Sociedad de Resistencia de Marineros y Foguistas (SRMF), la Sociedad de Estibadores y la de Conductores de Carros. Si ya son conocidas la composición y las labores de los trabajadores marítimos en Buenos Aires(28), no lo son tanto las de los estibadores de aquel puerto. Hombres en su totalidad, de diversos orígenes más allá del Atlántico o del río Paraná, estos trabajaban de sol a sol en el acarreo de materiales y mercancías exportables. El carácter marginal y ocasional de este trabajo delineó un mercado laboral de alta movilidad y estacionalidad. Sin embargo, en torno a la Sociedad de Resistencia del Puerto se conformó un grupo de trabajadores experimentados en la estiba, con destreza en la tarea, lo cual los hacía difícilmente reemplazables. Una de las claves de su acción gremial en el puerto fue precisamente el control del mercado laboral, disputado por las empresas y la sociedad gremial, creada en 1901, y adherida a la Federación Obrera Argentina (FOA). Estos eran estibadores hábiles y sindicalizados, preparados para realizar la carga de cereales, cueros, fardos de lana, madera, carbón, e infinidad de otros productos y mercancías.

Desde el primer día de la protesta, el 16 de diciembre, a los 4.500 marineros y foguistas que iniciaron la huelga se sumó el personal de lanchas y de remolcadores de frigoríficos y otras empresas de Barracas al Sud, en la orilla vecina(29). En la víspera de la Navidad, la asamblea de estibadores reafirmó la huelga contra el Centro de Navegación Transatlántica (CNT)(30). Este, junto con la Sociedad Argentina de Estibadores, pretendía contratar a más de mil trabajadores traídos de otras localidades portuarias, quienes comían y dormían a bordo para evitar el contacto con los huelguistas(31). Durante la semana siguiente, estos cientos de peones se unieron al paro y consiguieron alimentación y alojamiento por cuenta de los huelguistas(32).

En una crónica detallada del conflicto abundan las referencias a las asambleas por gremio, realizadas en los locales gremiales o en los teatros del barrio, como el mencionado Iris, o el Salón Verdi, lugares de reunión, organización y difusión de información. A diario, los trabajadores se turnaban en asambleas sucesivas. Los estibadores, por la mañana; marineros y foguistas, por la tarde, y, a veces, la sociedad de carreros, por la noche. Ante la prohibición policial de hacer flamear la bandera de la sociedad o la huelga en el frente del local gremial, los conductores pusieron banderas rojas como cortinas en su sede(33). Las rondas diarias por el puerto, luego de cada asamblea, incluían la protección de los compañeros, la pega de carteles, en las inmediaciones del puerto y calles aledañas, en contra de las agencias de colocación que estaban ofreciendo falsos puestos. La prensa menciona dos mil marineros y foguistas, otros dos mil conductores y tres mil estibadores en cada asamblea.

Puede imaginarse la alteración del barrio ante el fenómeno huelguístico, trastocado y alborotado por la protesta. Aunque en las primeras semanas la mención de la presencia femenina no existió, su participación activa en la organización, de hecho, dejó registros, como, por ejemplo, la solicitada o carta pública en demanda de su reivindicación, que contenía doscientas firmas de las obreras de la Plaza Herrera, zona conocida como la “Bastilla Industrial”(34). Estas obreras de la ciudad, tal como se presentaron en aquella carta del 12 de enero, denunciaban los atropellos recibidos por las tropas, “cuya misión es velar por la integridad de la nación y no tentar contra el honor de las mujeres”(35). Por otra parte, las mujeres y las familias proletarias cobraron protagonismo cuando la huelga se prolongó y comprometió la manutención cotidiana de los hogares obreros, como era frecuente en otras protestas de la época analizadas por la historiografía local(36).

A comienzos de 1904, toneladas de cereales esperaban para ser embarcadas por las casas exportadoras y cumplir los compromisos con los mercados europeos. Un evento, el asesinato de un huelguista, aumentó la fuerza de la indignación y el repudio a las fuerzas del Estado, y catalizó la acción obrera colectiva, masiva y barrial. El evento, de esa forma, contribuyó a extender y reforzar solidaridades. El primer domingo de 1904 salieron comisiones de propaganda hacia el puerto, al finalizar la asamblea de marineros y foguistas, a media mañana. Se enfrentaron con un piquete de la Prefectura que protegía un muelle, con el saldo de varios heridos, entre ellos el foguista y militante libertario italiano Feruccio Zapalotti, quien cayó mortalmente herido, revólver en mano, y fue trasladado en ambulancia al hospital cercano, junto con un prefecto, también herido. Feruccio murió ya dentro del hospital(37).

Los huelguistas preparaban el homenaje y el cortejo fúnebre en el Salón Verdi, pero no lograron el permiso policial. Esto produjo la movilización de más de quinientos trabajadores, quienes desde muy temprano se dirigieron al cementerio ubicado en el centro-norte de la ciudad, a la espera del cadáver del foguista. Con ellos fueron los socialistas Alfredo Palacios y Francisco Jaquet. El trágico evento se había transformado en una bandera, en un acto político de disputa abierta con el poder estatal, incluso por el propio cuerpo del obrero muerto. Como en otras oportunidades, el ritual fúnebre se convertía en un combate simbólico con la autoridad por el derecho a exhibir, transitar y velar a sus muertos de forma pública y colectiva, lo que constituyó un elemento común en la cultura obrera finisecular(38).

Mientras que en los locales gremiales almorzaban los huelguistas carentes de recursos, algunas Sociedades como la de Marinos y Foguistas entregaban vales, también a los huelguistas, para almorzar en las fondas de la calle Necochea. Los comerciantes enviaron a los gremios y sus comisiones de resistencia víveres para sus familias y los huelguistas(39). Este amplio gesto solidario de vecinos y familias abarcó a almaceneros, carniceros, puesteros varios, que donaron diversos productos. Incluso, llegaron chatas con productos desde otros mercados de la ciudad, como el Mercado de Abasto y el del Centro.

Los comercios de La Boca dieron de forma continuada canastas con comestibles para repartir. Por ejemplo, 250 y 660 kilos de carne y 300 a 500 kilos de pan, 200 de porotos, 193 de fideos, 290 de papas, 100 de arroz y 10 de azúcar, entre otros productos, que enviaban al gremio de carreros. Algunos molinos de la ciudad donaron harinas y fideos en cantidad, y un grupo de lancheros hizo llegar al conjunto de los trabajadores en huelga en el puerto dos cargamentos de carbón y uno de leña. Muchas cigarrerías hacían lo propio, mientras que una panadería vecina enviaba tres bolsas de galletas para las familias en huelga, al igual que un depósito de vino. Varias fondas aledañas pedían a las sociedades de resistencia que enviaran cada día entre quince y veinte huelguistas para brindarles el almuerzo. El propietario de una casa en la calle Santa Magdalena ofreció veinte habitaciones gratuitas para huelguistas. A diario, el local de conductores de carros nutría a unos cien trabajadores (hombres y mujeres) y repartía bolsas con estos alimentos a más de cuatrocientas familias del barrio, como muestra la imagen 1. En esta solidaridad amplia y polifónica, el Partido Socialista (PS) y la FOA anarquista tuvieron su voz: ambos llamaron a través de sus periódicos a juntar fondos(40). Así, de manera colectiva, con la ayuda material y política de comerciantes, vecinos, propietarios, gremios y corrientes de izquierda, la organización concreta de la huelga durante el extenso mes de enero contribuyó a consolidar solidaridades amplias.

Fuente: AGN, 21968.

Imagen 1 Reparto de carne entre huelguistas, enero de 1904 

La muerte del foguista reforzó la ocupación estatal del espacio portuario. Tras la reunión de delegados obreros con el ministro del Interior, el barrio se vio atestado de tropas: los Regimientos de Caballería 4º y 8º y el Cuerpo de Granaderos, junto con personal policial local, se asentaron en la zona(41). Unos 750 hombres, aproximadamente, armados con sable y carabina máuser, organizados en patrullas, recorrían con minuciosidad diques y muelles. Esta ocupación militar del puerto y del barrio fue acompañada de la arbitrariedad y el hostigamiento: las patrullas golpeaban y arrestaban a quienes transitaban por las calles, mientras custodiaban a quienes acudían a trabajar al puerto. El barrio parecía un verdadero campamento militar, con prefectos armados, vigilantes de sable y revólver, y soldados de caballería.

A diario se daban desalojos violentos en peluquerías, fondas y plazas. A pesar de ello, el paro era casi total. Pocas barracas podían trabajar custodiadas por la fuerza pública y, en ese escenario, no lograban regularizar los servicios(42). Los granaderos -fuerzas a caballo- asaltaron, incluso, el local de los conductores de carros, frente a lo cual, más de dos mil estibadores acudieron a repudiar el ataque, y el barrio entero se movilizó. Intervinieron desde el comisario hasta el subcomisario, el secretario del jefe de policía y el dirigente Alfredo Palacios. Esos actores intentaron mediar ante la indignación obrera y la prepotencia de las fuerzas militares. Tales atropellos no hacían más que reforzar la sensación de injusticia y repudio de los huelguistas y vecinos, lo que ayudó a consolidar una unidad de intereses y de pertenencia. “Cazando gringos”, tituló la crónica periodística barrial: “métale hacha a ese gringo”, “bárrame a toda esa gringada”, “si los gringos protestan métale bala” se escuchaba en las calles del barrio por parte de las autoridades(43).

La extendida preocupación ante la represión y esa muerte tuvo como doble resultado el fortalecimiento de la solidaridad local y el enfrentamiento con el poder estatal, que delinearon con más contundencia un “nosotros”, en el que estaban incluidos sectores no proletarios bajo la bandera de la huelga. Desde entonces, folletos en francés, italiano, inglés y alemán, además de español, circularon por las calles, las fondas y los salones, de forma que se consolidó una unidad reforzada por la solidaridad de obreros portuarios del interior del país, de Montevideo, de Barcelona y de Génova. Leída por el periodista libertario Alberto Ghiraldo, la huelga era exitosa por su carácter antipolítico, es decir, antielectoral: “es uno de los factores a que atribuyen su éxito los obreros. Consideran que la brega política reclama un gasto de energías inútiles, por lo que plantean resueltamente el problema en el terreno puramente económico”(44).

La movilización del barrio, así como el colectivo y sostenido rechazo a esta situación, que involucró a comerciantes, industriales y vecinos de diversas calles que realizaron solicitadas al comisario Costa, produjeron el relevo del 4° Regimiento de Caballería el día 14 de enero e, incluso, un sumario o expediente administrativo para investigar la falta del agente denunciado(45). Ante la persistencia de los atropellos, los comerciantes de La Boca redoblaron su reclamo ante el Jefe de Policía con la presentación de una nota, en la que planteaban:

“A las protestas unánimes del vecindario unimos las nuestras, porque las fuerzas de línea no respetan nuestros domicilios y penetran hasta en las habitaciones que alquilamos para hacer desalojar a los obreros [...] Conocemos las leyes municipales y policiales sobre el expendio de las bebidas, y las cumplimos y respetamos y por eso creemos legítimo nuestro derecho y abusivo el proceder de las fuerzas indicadas”(46).

Si la sensación de injusticia y la defensa de sus legítimos derechos motivaban a los comerciantes, lo cierto es que también sus actividades dependían en gran medida del resultado de la huelga. Según el informe del agente policial Víctor Valle, “la casi totalidad de los huelguistas radicados en La Boca gozan de cierto crédito en lo que concierne a artículos de primera necesidad, crédito adquirido mayormente por haber cumplido los compromisos adquiridos con movimientos anteriores”(47). Este crédito, expresado en la práctica popular del fiado y la consiguiente deuda generada a las familias obreras, se basaba en las relaciones de vecindad, de conocimiento personal y, como muestra el citado informe, en la participación en la protesta. Tal deuda fundamentaba también las demandas y los intereses de los comerciantes y fonderos en relación con el acontecer de la protesta, pues el destino de su negocio dependía de los salarios no cobrados, de los despedidos, es decir, del resultado de la contienda capital-trabajo, que se tornaba en una causa barrial y comunitaria.

Las demandas particulares de bolicheros (pequeños comerciantes), peluqueros, zapateros y almaceneros, visibilizadas en la crónica de la represión, se sumaron, así, a la identificación de un colectivo con un futuro inmediato común vinculado a la huelga, que mostraba un devenir poco favorable a la causa obrera. Desde los primeros días de febrero de 1904, y en forma paulatina, se iban sumando embarcaciones que lograban zarpar cargadas con los productos llegados en carros al puerto, que de manera creciente reiniciaban el tráfico portuario con la protección policial en la zona. La represión, materializada en la prohibición de asamblea y la clausura de locales gremiales y comedores, es central a la hora de explicar el fin del conflicto(48).

La paulatina vuelta al trabajo se vio también precipitada por la intransigencia patronal, sumada a la abundancia de brazos disponibles, el enorme stock exportable a la espera de embarque, las quejas de armadores y casas comerciales, las trilladoras paradas en las zonas de cultivo y la presión política por descomprimir la situación en el puerto, que alentó al Gobierno a optar por la represión. Surtió efecto la apuesta patronal por el desgaste, con la seguridad de que “pues los huelguistas tendrán que volver a sus tareas al sentir sus necesidades”(49). Las lluvias de fines de enero contribuyeron a la paralización de las actividades. La policía, además, desalojó a los huelguistas de todos los parajes en los que se reunían, incluso del Salón Verdi, por lo que debieron reunirse en un local prestado(50). Una comisión de trabajadores debió presentarse ante el jefe de policía para solicitarle que diera permiso para celebrar una asamblea en el Salón Verdi, con el propósito de votar la vuelta al trabajo. La huelga grande del Riachuelo se iba extinguiendo entre la represión y el desgaste, la prolongación del conflicto y la estacionalidad del trabajo portuario, que a fines del verano implicaba una reducción de la demanda laboral, que aumentaba la competencia por un puesto y hacía aún más difícil el éxito de la huelga.

Como ya se indicó, el repudio a la respuesta represiva gubernamental y a la ocupación militar tuvo un doble resultado coyuntural: reforzó la solidaridad local y la enfrentó con el poder estatal. Ambos hechos consolidaron, de un modo más denso, la idea de un “nosotros”: los obreros y las familias del barrio portuario, los comerciantes y otros sectores intelectuales del barrio. La huelga fue, así, un evento catalizador de solidaridades locales, materializadas en alimentos, periódicos, charlas, fiados, solicitadas y cartas, y habilitó, junto con otros procesos de aquella coyuntura estival, la configuración de una comunidad obrera como sujeto político. En contraste con las perspectivas historiográficas que atribuyen el origen de la configuración histórica de las comunidades obreras a la necesidad o voluntad patronal o la agencia estatal, la comunidad obrera portuaria en Buenos Aires resultó de una construcción activa de los trabajadores, de su experiencia en relación con el trabajo, la organización del conflicto y la represión, que bajo su propia acción dieron lugar a una identidad común, que devino en una acción política y cultural, expresada en el carnaval y los comicios(51).

Llegó el carnaval: sociabilidad y corsos en las calles del barrio

Bajo el título “La policía y los corsos vecinales. Medidas acertadas”, el diario La Prensa informaba la decisión del jefe de policía de negar los permisos solicitados para desfilar en los corsos de las calles del barrio portuario San Juan Evangelista, como medida “precaucional”, dada la situación creada por la huelga(52). Los corsos carnavalescos en esos años tenían una gran acogida y eran un evento significativo para el barrio, muy esperado, y ahí radicaba el descontento que generó su ausencia.

Por ese motivo, las comparsas fueron a disputar premios y concursos en los corsos del centro de la ciudad, alejados del espacio vecinal, que parecía representar una amenaza, pues la calle se había transformado en un territorio de disputa y tenía un tono y un contenido distintos a carnavales anteriores. El lenguaje del carnaval fortalecía vínculos vecinales al romper las fronteras de las diferencias sociales y las jerarquías, como parte de una cultura popular más extensa y añeja de múltiples raíces(53). Si en sus ediciones anteriores, ya desde finales del siglo XIX, el carnaval del sur de la ciudad era considerado un evento popular, convocante y participativo, aquel año, 1904, su tinte proletario, dado por la solidaridad obrera y vecinal, y sus posibles vasos comunicantes con un movimiento gremial pujante llevaron a las autoridades a suspenderlo. Estas adujeron un clima improcedente para habilitar la calle y la fiesta, terreno fértil para alimentar las solidaridades que la huelga había visibilizado. La radicalización de la protesta llevó, así, a las autoridades a impedir que la fiesta popular se corporizara en las calles.

Es posible pensar una continuidad entre la protesta portuaria y el carnaval, primero, por los sujetos participantes (las familias trabajadoras, los vecinos comerciantes), y, segundo, por el despliegue en el espacio público, las actividades en los lugares de reunión y la sociabilidad (militante o carnavalesca) que ambos eventos suponían. El puente entre la huelga y el carnaval era visible tanto para los huelguistas como para las autoridades. La prolongación de la huelga y su yuxtaposición con el carnaval eran vistas como esperanza, en el caso de los trabajadores, o como peligro, por los gobiernos municipal y nacional.

Así, la proximidad del carnaval marcaba un límite o tiempo a considerar por huelguistas y autoridades que incidió en la dinámica y finalización de la huelga. Mientras que un informe policial sostenía que la protesta no llegaría al carnaval(54), gremios y huelguistas apuntaban a resistir hasta el tiempo de la fiesta. Los estudios sobre el carnaval han indagado en general sobre los orígenes europeos de los nombres, formaciones y tradiciones musicales de las comparsas, y han abordado también sus sentidos en cuanto “fiesta de la inversión” del orden social, de las jerarquías y poderes, a partir de su condición popular y participativa. Esta mirada dice mucho sobre el carnaval en el sur de la ciudad. Los nombres de los grupos, sus trajes e instrumentos, repertorios y formaciones, ponen en primer plano el fuerte cruce de los diversos grupos de inmigrantes y la conformación de las comparsas de carnaval(55). Como fenómeno popular urbano, ya para el cambio de siglo, el carnaval se había tornado en otro tipo de evento-espectáculo, tras disputas sociales por su sentido anti statu quo y por los espacios para su desarrollo, y se caracterizó por la construcción de la “espectacularización” y el modo en que esta fiesta reflejaba las formas y las relaciones sociales(56).

Por tratarse de un fenómeno diverso, espontáneo y creativo, la fiesta del carnaval y la convocatoria social amplia que giraba a su alrededor representaban, tan pronto la huelga fue desactivada, una amenaza para el orden urbano y el control laboral. El carnaval, en cuanto juego de representaciones y participaciones, desconocía la distinción entre actores y espectadores. De esa forma, transformaba la vivencia y la participación colectiva en juego y regocijo, que estaban en el centro de la escena pública, allí donde, hasta ayer, estaban los regimientos y la caballería. Pero además, el carnaval, podía poner a disposición de vecinos/ miembros de comparsas/huelguistas, como ha planteado Bajtín, la experiencia de una nueva comunicación, en la que la risa y la diversión apuntaban a las condiciones comunes y críticas de la propia vida colectiva(57). Quizás por esas razones fue prohibido por las autoridades de la ciudad. Ya existía entonces una reglamentación rigurosa sobre el funcionamiento del carnaval en las calles de la ciudad. De tal forma, se publicó el edicto anual con las reglas para disfraces y máscaras. El edicto estipulaba que cada sociedad o comparsa debía solicitar permiso policial para actuar, y entregar a la comisaría del barrio una lista con la información de sus integrantes, profesiones y domicilios. El edicto policial estipulaba que sólo las mujeres y menores de 15 años estaban eximidos de solicitar permiso para disfrazarse(58).

Los corsos, tanto los de gala como los vecinales, cada año debían solicitar, así, autorización a la Intendencia Municipal. Pero la suspensión de los corsos ese año en el barrio portuario (no así de los bailes en salones, pero sí de aquel evento que ocupaba el espacio callejero) apuntaba a descomprimir el espacio y la ebullición obrera de las calles y, aún más, a desarticular formas de acción y organización colectivas. Suprimidos los corsos, varias asociaciones musicales, sin renunciar a sus presentaciones, se propusieron visitar los corsos “de la capital”. De tal forma, las crónicas dejaban al barrio portuario por fuera de los propios límites de la ciudad capital(59). Por los salones y corsos del centro porteño desfilaron las comparsas de La Boca, ya que no podían hacerlo en su propio barrio. Incluso, algunos llegaron a ganar premios y diplomas. La Unión Marina, Marinos Leales y Los Turcos fueron distinguidos por sus estandartes sociales (emblema grupal que encabezaba el desfile, elaborado en telas bordadas), por su mérito material y artístico(60). Esta última era una de las sociedades carnavalescas más grandes y concurridas, con una formación inmensa, que llegaba a reunir a trescientas personas, acompañada de una carroza tirada por seis caballos blancos(61).

El hecho de no suspender la presentación implicaba continuar con las reuniones, los ensayos, y la movilización de recursos, voluntades y vínculos en el barrio, como muestra la imagen 2. En esta puede verse a la Sociedad Coral y Musical Unión del Plata, un orfeón o coro de hombres que, bajo la dirección y el acompañamiento del pianista, ensaya una barcarola -canción típica de los gondoleros venecianos- a fines de 1903, cuando los ensayos y la movilización de recursos y vínculos ya estaban en marcha en el barrio. Estos hombres se fotografiaron reunidos en torno al estandarte de la Sociedad, y rodeados de pizarrones, grandes muñecos carnavalescos por estrenar o del año anterior, puestos allí a modo de adorno o depósito. Su imagen permite observar sus diversas edades, marcadas en general por el uso del bigote (un niño se asoma a los pies del muñeco gigante), posiblemente sus múltiples orígenes étnicos y regionales. Lo cierto es que, en general, su vestimenta y sus zapatos, sus sacos y sombreros, denotan su pertenencia a los sectores obreros del barrio.

También la Sociedad de Socorro Mutuo y Musical “Unión de La Boca” (1877), bajo la dirección de los hermanos Bonetti, ensayó ese verano cada noche en un patio de la calle Olavarría. La Sociedad Recreativa y Musical Los Farristas hizo lo propio en el patio de un conventillo sobre Suárez, y, ante la falta de recursos, compartió el alquiler de ese espacio con el joven Club Boca Juniors. Ensayos, organizaciones de comisiones diversas y bailes en salones fueron el tono del carnaval de 1904 en el barrio portuario. Los bailes de la comisión recreativa de los Bomberos Voluntarios en su salón de la calle Brandsen(62), u otros bailes sociales realizados por diversas asociaciones, como los Farristas en el Salón Verdi, los Marinos del Sud, o la Juventud Ítalo-Argentina en la confitería Ligure(63), no lograron descomprimir el desconcierto y el disgusto vecinal por la ausencia de los corsos callejeros en las dos últimas semanas del mes de febrero.

I Fuente: AGN B.108.555.

Imagen 2 Ensayo de la Sociedad Coral y Musical Unión del Plata, 1903 

Los bailes y concursos de disfraces de señoritas eran un clásico momento carnavalesco. En cambio, en las comparsas instrumentales y corales, la participación de mujeres fue mínima. Seguramente su trabajo y habilidad permitieron confeccionar la multiplicidad de trajes y la organización de algunos de los múltiples eventos, pero las imágenes enfatizan una distinción. Por un lado, estaban las fiestas y bailes familiares con participación de mujeres y jóvenes, incluso en concursos de disfraces. Por otro, el ámbito de las comparsas y los orfeones era bien diferente, pues su composición era exclusivamente masculina.

En el verano de 1904, la represión de la huelga había generado una noción común en torno a la injusticia y arbitrariedad estatales. La ausencia de los corsos del carnaval alimentó esta sensación aglutinante de injusticia. El carnaval era un momento particular de la vida social: en él se desplegaban encuentros, en plazas, orillas y cafés, y sociabilidades vecinales y compadrazgos, relaciones familiares y amorosas, que también formaron parte de la experiencia vital obrera. Tanto en la huelga como en el carnaval, con la negación del tiempo del festejo y la represión de la protesta, se fue configurando una voluntad comunal más visible y clara en torno a la huelga, rastreable en las crónicas del carnaval. Una particularidad de aquel año fue la temática de trajes y canciones vinculados al rescate exitoso realizado por la “Uruguay”(64). Varias de las comparsas mencionadas, compuestas por marinos, debieron así renovar por completo su repertorio(65). Con esta, otra excepcionalidad de aquel año se recalcaba en la crónica carnavalesca: “Se asegura que tendremos este año abundancia de sociedades gauchescas, debido a que la juventud que las forma ha tenido la ayuda y protección de algunos futuros diputados”(66), en referencia a las próximas elecciones en el mes de marzo. Por ese entonces, las candidaturas de cuatro partidos, incluido el Partido Socialista, alimentaban la sátira política.

¿Cuál fue el sentido de esta fiesta popular en el continuum de la huelga? Aquel año, el Gobierno impuso un uso restrictivo del territorio barrial portuario mediante la suspensión de los corsos callejeros. La confrontación seguramente ayudó a una mutua identificación ante los perjuicios causados por la represión y la prohibición. El tiempo y el espacio de la fiesta aquel verano se vieron cargados de nuevos sentidos, en el marco de la disputa con la autoridad por el control del territorio portuario: la prohibición de la fiesta pública -los corsos- en el barrio se sumó a la represión de la huelga y la militarización de sus calles. Ambos hechos configuraron un enfrentamiento colectivo y comunal frente al Estado -las autoridades policiales- que controlaron aquel territorio mediante la represión y la suspensión del carnaval, sin lograr canalizar la movilización barrial, que no hallaba vías donde expresarse. En las semanas de empadronamiento y mítines por la campaña electoral, la expresión comunal encontrará un nuevo ámbito de gestación y expresión.

Los comicios: elecciones, militancia y vecindad

El año 1904, fecundo en materia de novedades en Argentina -como el intento de sanción de un Código de Trabajo, la realización del Censo Municipal, las elecciones presidenciales y el acontecer de huelgas sectoriales y generales-, también incluyó la elección popular de diputados y senadores, surgida de una reforma legislativa de la ley 4.161 de 1902. La reforma habilitaba la representación de las minorías en el Congreso Nacional, mediante elecciones uninominales en cada una de las veinte circunscripciones de la ciudad creadas por la misma disposición. La ley preveía, además, una mayor racionalidad en cuanto al registro de votantes (esto es, la confección cuidadosa de padrones y la entrega de libretas), establecía la edad de 18 años para ser elector y la instauración del voto secreto. Sin embargo, esto fue rechazado en la Cámara de Senadores, y el voto mantuvo su condición oral, pública y manifiesta(67).

Estas circunstancias convertían a la Circunscripción Nº 4, San Juan Evangelista -el barrio portuario-, en escenario de posible y real competencia electoral. De hecho, ya desde enero, uno de los partidos de la contienda, el Partido Socialista, interpretó la “huelga grande” en clave político-electoral y denunció a la subprefectura del puerto como auspiciante de grupos afines, y al Centro de Navegación Transatlántica, como la “bastilla quintanista”(68), en vísperas de las elecciones, preocupado por la posibilidad de que desocupados o advenedizos rompehuelgas fueran convertidos en “votos de alquilón” o en “comodines” de cambio, personas que, además de reemplazarlos en el trabajo al estar en plena huelga, pudieran votar y mantener malos gobiernos. El socialismo boquense, citadino y nacional alentaba el fin del conflicto. En esa vía, pedía serenidad y la pronta búsqueda de una salida.

Sólo en 1904 se aplicó la mencionada ley. Fue esa la única oportunidad en que la campaña electoral y los comicios sirvieron de canales a la movilización de la comunidad obrera en el puerto. En plena agitación, antes de los días de votación (domingo 6, para senadores, y domingo 13, para diputados), las campañas y asistencias populares a mítines, locales y asambleas constituían una novedad en la dinámica del barrio, por la magnitud y el significado del acontecimiento electoral. Se eligieron senadores y, junto con otros diez distritos de la ciudad, diputados. La contienda y la movilización política fueron tomando bríos desde inicios de 1904, en el contexto de la huelga. La nueva ley había establecido algunas precauciones y garantías legales al elector y a su voto: debía contar en tiempo y forma con una libreta cívica que garantizaba su calidad de elector; no podía ser detenido durante las horas de los comicios, salvo en caso de flagrante delito; no podía ser molestado en el camino de su domicilio al lugar de la elección, ni obligado a dar su voto por otro candidato, parámetros cuya contravención podía dar lugar a reclamos de cualquier ciudadano del barrio ante un juez competente y, aún más, de quienes conformaban las mesas. Sin embargo, los diarios opositores, como La Prensa, denunciaron desde semanas atrás todo tipo de problemas y alteraciones en los registros, las entregas de libretas y demás cuestiones(69).

El primer domingo electoral, el 6 de marzo, las calles de La Boca estaban llenas de ciudadanos, vecinos trabajadores que, al no encontrar ni fonda, café o bar abiertos, se reunieron en esquinas y veredas: “Sólo las puertas de los clubes políticos existentes en aquel barrio obrero atraían a la masa trabajadora desocupada. En el interior de algunos clubes se servía generosamente cerveza, refrescos y otras bebidas”. En los clubes, sin por ello quedar comprometidos, los partidarios de un candidato bebían en el club relacionado con el otro. Desde allí, algunos iban a las mesas a votar, en alguna de las nueve constituidas (incluso, una en la propia Parroquia), que abrieron desde las 8 de la mañana. En otras puertas y calles se escuchaba “¿Cuánto quiere por su voto?”, y se pagaba entre 5 y 10 pesos a la mañana. Por la tarde, cuando la contienda iba más reñida, entre 15 y 20 pesos. Algunos, incluso, aceleraban la búsqueda de votantes en su coche(70).

De manera simultánea a la protesta, la campaña electoral tuvo como protagonistas a muchos de los trabajadores inmigrantes y a otros que, afincados en el barrio portuario, naturalizados o no, incluso sin libreta cívica, se movilizaron por las elecciones, en general, y por la candidatura del socialista Alfredo Palacios, en particular. Palacios había estado presente en cada conflicto portuario y había tenido protagonismo e injerencia en la huelga. Junto con dirigentes como Antonio Zacagninni, durante las semanas previas a la elección se realizaron diversos actos de proselitismo político: recorridos por las calles, conventillos y sedes obreras, eventos en plazas y teatros, que, si bien no fueron exclusivos del Partido Socialista, fueron los más concurridos(71).

La movilización que suscitó la elección de diputados, con actos, reuniones y recorridos, fue extensa y prolífica, y se caracterizó por convertirse en una amplia y ferviente lucha política. El candidato del Partido Republicano, Ing. Miguel Tedin, dio numerosas conferencias en el local de la calle Crucero 1271(72). Por semanas se realizaron asambleas y reuniones en el local de la Sociedad La Unión de la Boca (Olavarría 636), a cien metros del Club del Partido Autonomista (PA), a favor de la candidatura de Marco Avellaneda. Próximo se hallaba el Club Nicolás Avellaneda, constituido ese verano en el cruce de las calles A. Brown y Brandsen.

El oficialismo, el Partido Autonomista Nacional (PAN), también se reunía en un club en la calle Necochea, o en el Club del Pueblo (en P. Mendoza 1981), donde, en una oportunidad, más de trescientas personas recibieron a los candidatos(73). En el Club Socialista de La Boca, localizado en Olavarría 876, se desarrollaban regularmente conferencias, como la dictada por Indalecio Barrancos el 9 de marzo sobre “Los obreros y los partidos burgueses”. En tales reuniones, usualmente daba cierre al evento el joven abogado y candidato Alfredo Palacios. Otros clubes, como el Democrático (Pinzón 450), realizaban conferencias por su candidatura. Así sucedió con la alocución de Juan Broche sobre legislación obrera. Otros clubes que respondían a la candidatura de Palacios, como el Club Libertad o el Bernardino Rivadavia, se reunieron con sus escrutadores y fiscales a comienzos de marzo(74). En Olavarría 666, el club radical se mantenía alerta pero fuera de la campaña, ante su postura abstencionista. Además, organizaron reuniones, mítines y bailes en los salones del barrio, como en la renombrada Confitería Ligare o el Teatro Verdi. Con mayor o menor presencia, en todos estos actos de campaña participaron los habitantes del barrio portuario, trabajadores del sector y sus familias, con una asistencia mucho más definida y documentada en los actos del socialismo local.

Dos días antes de la elección, el 11 de marzo por la noche, en el Teatro Verdi, el socialismo y los diversos clubes afines organizaron una velada-conferencia, en la que participaron Juan B. Justo, Tomas F. Juárez, Pérez Arce, Alfredo Caramella, Tomasa Cupayolo y Del Valle Ibarlucea. El cierre estuvo a cargo del candidato Palacios. Poco antes del inicio de la conferencia se habían reunido en el local partidario y marchado hacia el teatro, por las calles del barrio. En los discursos de esa noche se condenó la compraventa de voluntades y conciencias, así como la indiferencia política, y se afirmó la necesidad de que el pueblo trabajador llevara a sus representantes al Congreso. No faltaron los cantos de La Marsellesa, La Marcha de Garibaldi y la de los Trabajadores. Terminado el acto, la concurrencia -masiva- marchó por la calle principal. Más de dos mil personas, hombres, mujeres, familias, según la crónica periodística, realizaron una manifestación en la que se vivaba al candidato(75).

Las discusiones en torno a las elecciones giraron alrededor del voto venal (vendible, susceptible de compra o soborno), público, voluntario, además de registros electorales supuestamente manipulados o susceptibles de manipulación. Por esta práctica, la elección de 1904 fue calificada de “perfectamente libre y esencialmente inmoral” por La Prensa ( 76 ) . El voto tenía precio, según la elección, la circunscripción y el momento del día. La elección de senadores ya había mostrado lo evidente de esta práctica, que alertaba a dirigentes y periódicos opositores, que, sin embargo, no tenía el peso suficiente para alterar los resultados electorales(77). El temor de los contemporáneos llevó al PS a organizar, en su local de La Boca, una guardia de letrados para recibir denuncias por violación de la ley electoral o por abusos varios el día de la elección. También, conformó comisiones de tres ciudadanos para que recorrieran el barrio, con el fin de impedir el mercado de votos, o al menos, la forma extrema en que esta práctica se había desarrollado el domingo anterior, durante la elección de senadores(78). La compraventa de votos, ante la fiscalización socialista, existió, pero en menor escala que en las elecciones para senador, y ya no en la vía pública, sino en locales cerrados.

Si el domingo 6 de marzo en la 4a Circunscripción votaron 1.853 ciudadanos hombres para elegir senadores, el domingo siguiente lo hicieron 2.566 para elegir diputados, lo que puso en evidencia una mayor efervescencia y participación de los habitantes del barrio. De estos, 830 votos fueron para Palacios, 596 para el candidato Marco Avellaneda, 572 para Rodríguez Larreta, 353 para Lavallol, 121 para Tedin y 94 para Ungaro. El camino hacia este resultado fue una larga jornada, caracterizada como un “corso singular” por el periódico La Prensa: coches repletos de votantes que, desde temprano, surcaron las calles de La Boca, yendo de mesa en mesa, donde se agrupaban pequeñas multitudes esperando las 4 de la tarde, momento en el que se cerraban los comicios. La lucha política fue extensa y despertó gran interés entre los vecinos(79). El grupo socialista en pro de la candidatura de Palacios se destacó por su presencia y acción en el barrio, y por la adhesión que generaba: “Al dirigirse el candidato triunfante al club socialista fue objeto de una manifestación espontánea por parte del pueblo y el comercio de La Boca”(80). En las seis cuadras que recorrió por Olavarría hasta el local fue acompañado de dos cuadras de militantes y vecinos, mientras “las señoras le arrojaban flores y serpentinas de los balcones”(81). Durante todo el día, los socialistas votaron en las diversas mesas con sus pañuelos rojos al cuello, y al conocerse el triunfo de su partido se soltaron infinidad de globitos de ese mismo color (ver la imagen 3).

Fuente: revista Caras y Caretas Nº 285, marzo de 1904. Puede verse a Palacios en su recorrido, y las mesas de votación del barrio (abajo).

Imagen 3 Diferentes aspectos de la elección de diputados 

Algunos ciudadanos aprovecharon las ventajas de la organización, como en ciertos conventillos del barrio, donde, reunidos de a diez o quince en algún patio, se ponían de acuerdo para vender su voto al mejor precio. Con su clásico tono irónico, Caras y Caretas publicó una extensa crónica de la votación en cada rincón de la ciudad y visibilizó, así, la tensión política posreforma electoral, y sus manifestaciones en el distrito portuario, con el triunfo del socialismo. Allí

“se jugó admirablemente a las escondidas electorales, agotando todas las argucias imaginables para despistarse unos a otros, los candidatos que peleaban los mil pesitos de reglamento. Uno hizo correr la bola de que tenía su gente armada para entrar a saco a la primera voz de mando; otro, muy seguro del éxito, se quedó en su casita para ir trazando muy despacio en su despacho el diagrama electoral con los datos que le iban llevando los pesquisas que a pie y a caballo recorrían los comicios; otro se gastó un capital en gasolina para hacer volar el automóvil salvador [...] En las primeras horas de la mañana la elección iba tal cual, a las dos de la tarde empezó a ponerse fea la cosa, comenzaron los cabildeos y las conferencias a puerta cerrada para hacer algo que conjurara el chaparrón que se les venía encima en forma de libretas socialistas, y las tres y media la corrida fue general, de nada sirvieron los corderitos asados y los chopecitos de última hora”(82).

Ese día, según destacó la crónica periodística, la presencia permanente y en todas partes de Palacios recorriendo el barrio a pie, hora a hora, fue una de sus características sobresalientes.

Si bien no se hizo realidad la afirmación del periódico barrial, “Con el triunfo de Palacios anuláronse los caudillos”(83), lo cierto es que la campaña y victoria del candidato movilizaron a la comunidad portuaria en un “general ambiente de protestas”. Esa movilización canalizó, no en el voto solamente, sino en la movilización de la campaña y del propio día electoral, una experiencia previa colectiva de politización y radicalización, hacia una lógica diferente, la electoral. Este elemento suma a la hora de pensar la comunidad obrera portuaria en tal coyuntura particular. Al ser reprimidas la protesta y la fiesta, cegadas desde el poder estatal como formas de expresión política de aquella comunidad portuaria en ciernes, las inmediatas elecciones abrieron un canal de expresión posible -no fue el único, ni en relación directa y unívoca- y tomaron la campaña electoral, más allá de quienes estuvieran habilitados para votar, como espacio de expresión y despliegue comunal. Esta mirada histórico-social puede sumar, así, elementos para explicar el triunfo del primer diputado socialista en América Latina, en 1904, desde otra perspectiva.

Comentarios finales: sobre la “gringada” y “los embromados”

Al indagar sobre las relaciones, solidaridades y tensiones en torno a la huelga general del puerto de fines de 1903 y comienzos de 1904, los carnavales del mes de febrero y las elecciones de marzo siguiente, así como también al escudriñar las formas y los lugares de encuentro, movilización y organización de trabajadores, comerciantes y vecinos, sociedades, comparsas y orquestas, anarquistas y socialistas, es posible afirmar que en torno a 1904 se desarrolló una particular acción colectiva e identificación activa de la población obrera vinculada al puerto.

Tanto la huelga como el carnaval y las elecciones muestran la conformación de una estrategia propia, comunitaria y obrera de apropiación del territorio portuario. Comparsas y asociaciones, locales gremiales, solidaridades, donaciones y solicitadas entretejen relaciones en ese espacio barrial en una densa trama de lugares y redes de sociabilidad vecinal, gremial, carnavalesca y política (ver el mapa 1, antes citado). La disputa comunitaria en torno a la apropiación de calles, locales y salones del barrio se oponía a las formas de la represión y la prohibición impulsadas por el Estado y las empresas. Tal estrategia de apropiación, que pasó de la protesta al carnaval, y luego al acto electoral, buscaba perturbar recursos y relaciones a partir del control de esa área geográfica, que en aquel verano portuario supuso una territorialidad colectiva, obrera y radicalizada. La experiencia comunitaria de 1904 definía un sujeto, la comunidad obrera portuaria, que mantenía vínculos estrechos en la otra orilla del Riachuelo, en los barrios vecinos de Barracas al Norte y al Sur, ya que su delimitación político-formal (mapa 1, límite delineado en línea continua) no fue una frontera para las tramas que creó la experiencia obrera.

Aun así, en 1904, el barrio portuario mostró una experiencia común, situada en plazas, teatros, fondas, comercios, calles, sitios habitados por distintas personas, transitados y construidos, en los que se dibujó la cartografía de una comunidad obrera en un espacio-tiempo particular. Resultado de la movilización obrera, la comunidad portuaria al sur de la Gran Metrópolis surgió de sentidos, nociones, tradiciones y vivencias compartidos, traducidos a un lenguaje común y unificador que trascendía la Nueva Babel, la Buenos Aires finisecular. Ese lenguaje incluía las formas y los tiempos de la protesta, de la fiesta carnavalesca y su organización, los lugares de trabajo y el ámbito barrial y cotidiano, tanto como el electoral, novedoso en 1904. En estos espacios se gestó una subjetividad comunitaria, políticamente radicalizada, con una fuerte impronta obrera, aunque con una conformación social más heterogénea.

Estas diversas tramas de la comunidad (gremiales, vecinales, políticas, étnicas) se potenciaron entre sí aquel verano, de forma que generaron un lenguaje radical y una práctica antiestatal, en un recorrido histórico que culminó con la campaña y elección de diputados. Allí, el Partido Socialista y su candidato dieron su voz a aquella indignación sin programa. El afán del Partido Socialista por lograr una bancada puso en pie una campaña que, desplegada en las calles del barrio, se empalmó en aquella coyuntura con la movilización comunitaria y obrera. Nada había de predeterminado o natural en aquella sincronía, ni pudo sostenerse o repetirse. La subjetividad de esa comunidad obrera sintetizada en la “gringada”, así definida por las fuerzas represivas durante la huelga, conformó una identificación común más allá de sus orígenes, experiencias y oficios diversos, y se convirtió en un colectivo con un presente común y un futuro posible, “los embromados”, a los que alude la caricatura de época de la imagen 4. La posibilidad (trunca) de salir de esta condición tras la huelga y el carnaval habilitó una mayor participación político-electoral en el barrio.

Fuente: Caras y Caretas, n.° 276, 16/01/1904.

Imagen 4. El paro (diálogo) -Pero, amigo, vé que el puerto está lleno de mercaderías ¡y se deja estar ahí, tan descansado! -No estoy descansado, estoy descansando. -¡Es lo mismo! -¡No, señor!, no es lo mismo! Porque no es igual estar embromado que estar embromando. 

El análisis desplegado permite plantear, también, ciertas ideas en torno a la construcción de la comunidad obrera en tiempos de movilización gremial, política y festiva. El puerto, sus condiciones estructurales e históricas, su fisonomía, delimitación y transformación, las condiciones del espacio público y de la vivienda obrera, tanto como la prolífica sociabilidad barrial, contenida en diversos espacios, fueron constitutivos y constituidos en el proceso de configuración de sus subjetividades colectivas y de la acción obrera. En los patios de conventillos, almacenes, peluquerías y fondas, en ensayos de orquestas o la organización de un baile o donación, así como en el puerto y sus arduas faenas, y en las sociedades de resistencia y clubes políticos, las calles y salones, se gestó una acción común, contestataria, movilizada por sus derechos y contra abusos e injusticias provenientes del poder (estatal o patronal), cuya efervescencia política, elevada por la protesta, tuvo una manifestación particular en el sistema electoral.

Esta comunidad puede ser reconocida en su experiencia compartida en la huelga, el carnaval y la elección, sin por ello anular las heterogeneidades, la gran fragmentación laboral, las diversas disputas y tensiones existentes en el mundo del trabajo portuario, como las diferencias generacionales, étnicas, políticas y de género, que afloran en el relato como parte constitutiva de la dinámica de las relaciones en ese mundo obrero. Sin embargo, a partir de la construcción de lazos y solidaridades desplegados en el conflicto y situados territorialmente en el espacio portuario, y por sus particularidades, se desarrolló una fuerte identificación común, frente a la intransigencia patronal y la represión estatal, que conjugó vivencias y expectativas de la población obrera portuaria. Tal sentimiento comunitario contrastó con, o surgió frente a, el cambio vertiginoso del trabajo y sus conflictos. O, mejor dicho, su identificación se consolidó en la vivencia de aquella transformación y la necesidad de vínculos y solidaridades múltiples en el espacio del puerto.

Bibliografía

Fuentes primarias

Publicaciones periódicas

Archivos y bibliotecas

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Cómo citar: Caruso, Laura. “La huelga, el carnaval y los comicios: el mundo del trabajo portuario en Buenos Aires y la configuración de una comunidad obrera, verano de 1904”. Historia Crítica n.° 73 (2019): 163-191, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit73.2019.08

* La investigación y escritura del presente artículo fueron financiadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), Argentina.

1James Scobie y Aurora de Luzzi,“El puerto y los ferrocarriles”, en Buenos Aires, historia de cuatro siglos, editado por José Luis Romero y Luis Alberto Romero (Buenos Aires: Editorial Altamira, 2000), 19-30.

2Ricardo Ortiz, Historia económica argentina (Buenos Aires: Plus Ultra, 1987).

3En torno a los mundos del trabajo de otros puertos del territorio, sus conexiones y circulación de obreros y militantes, ver Vitor Wagner Neto De Oliveira, Nas aguas do Prata, os trabalhadores da rota fluvial entre Buenos Aires e Corumbá (1910-1930) (São Paulo: Unicamp, 2009); Agustín Nieto, “Sociabilidad recreativa: las experiencias de los/las activistas de izquierdas en Valparaíso y Mar del Plata”, en Política y cultura en los sectores populares de las izquierdas latinoamericanas en el siglo XX, editado por Hernán Camarero y Manuel Loyola (Santiago de Chile: EIC, 2016).

4Sergio Paolo Solano, “Del espacio portuario a la ciudad portuaria. Los puertos del Caribe colombiano como espacios polifuncionales en el siglo XIX”, Varia Historia 26, n.° 44 (2010): 573-589.

5Fernando Devoto, “Los orígenes de un barrio italiano en Buenos Aires a mediados del siglo XIX", Boletín Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Ravignani 1 (1989): 93-114

6Segundo Censo Municipal, Ciudad de Buenos Aires (1904).

7En el barrio existían diversas asociaciones de socorros mutuos, parte del amplio colectivo del mutualismo. Este fue un movimiento heterogéneo, que desde mediados del siglo XIX desplegó asociaciones de diverso carácter: de base étnica regional o nacional, o por oficios, que combinaban la defensa de la profesión con la ayuda mutua. Otras fueron cosmopolitas, católicas, patronales, artísticas, por ejemplo. Estas asociaciones articularon diversos criterios de identificación con el despliegue de ciertas prestaciones para sus miembros, en una época en la que cuestiones como la atención médica, la capacitación, entre otras, no formaban parte de la política estatal. Pilar González Bernaldo de Quirós, “El ‘momento mutualista’ en la formulación de un sistema de protección social en Argentina: socorro mutuo y prevención subsidiada a comienzos del siglo XX”, Revista de Indias LXXIII, n.º 257 (2013): 157-192.

8La italianidad se refiere a la alta densidad de inmigrantes llegados de diversas regiones de la península itálica, que tuvieron una intensa vida laboral y asociativa en el barrio portuario, considerado a comienzos del siglo XX un “barrio italiano”.

9Edward Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra (Barcelona: Crítica, 1963), cap. 12.

10Mike Savage, “Espaço, redes e formação de classe”, Revista Mundos do Trabalho 3, n.o 5 (2011): 6-33.

11Robert D. Sack, Human Territoriality. Its Theory and History (Cambridge: Cambridge University Press, 1986).

12David Harvey, “Space as a Keyword”, Paper for Marx and Philosophy Conference, Institute of Education, Londres, 2004.

13Claudia Tomadoni, “A propósito de las nociones de espacio y territorio”, Gestión y Ambiente 10, n.° 4 (2007): 53-65

14José Luis Oyón Bañales, “Historia urbana e historia obrera: reflexiones sobre la vida obrera y su inscripción en el espacio urbano, 1900-1950”, Perspectivas Urbanas 2 (2003): 27-57.

15Juan Suriano, comp., La cuestión social en la Argentina, 1870-1943 (Buenos Aires: La Colmena, 2000).

16Las huelgas de 1895 y 1901 se originaron en torno a demandas salariales y por condiciones de trabajo, incluido el manejo directo de la alimentación, ante reiterados abusos de los oficiales mayordomos. Ambas fueron en los meses de verano, de plena demanda laboral, y lograron en gran medida ciertas mejoras. Mientras que la primera fue al inicio una huelga portuaria de diversos sectores, el conflicto de 1901 fue esencialmente marítimo. Laura Caruso, Embarcados. Los trabajadores marítimos y la vida a bordo: sindicato, empresas y Estado en el puerto de Buenos Aires, 1889-1921 (Buenos Aires: Imago Mundi, 2016), cap. 4. Sobre la huelga portuaria de 1895 ver Laura Caruso y Lucas Poy, “Las primeras huelgas portuarias en Buenos Aires, 1889-1895”, Revista de Estudios del Trabajo 47 (2014): 3-28.

17El bailetín —o bailongo, en lunfardo— era un pequeño salón de baile, música en vivo, tango, en general, y bebidas, durante estos años. Ese espacio estuvo asociado con los suburbios y la marginalidad.

18Los foguistas, los trabajadores más numerosos de la sala de máquinas de un barco, eran encargados de alimentar el motor y asegurar su funcionamiento, a partir de cargar, activar, retirar, tapar y apagar los fuegos de las calderas.

19El Progreso de La Boca (EPB, en adelante), 18/03/1900.

20La Prensa, 08/12/1903.

21Para el caso del trabajo marítimo, así lo hicieron las asociaciones obreras del sector y sociedades de base étnica, por ejemplo, la Sociedad Austrohúngara de Socorros Mutuos, entre muchas otras de origen italiano. Ver Caruso, Embarcados, cap. 2.

22La Prensa, 09/01/1904. Una delegación gremial —conformada por tres estibadores, tres delegados de la sociedad de marineros y foguistas, tres conductores y tres mozos y cocineros, junto con el presidente de la sociedad de capataces— se reunió el 8 de enero con el ministro del Interior, Joaquín V. González.

23Para un estudio de las formas de tratamiento de la cuestión social en esta publicación, ver Mirta Lobato, “Escenas de lo social en publicaciones de circulación masiva: Caras y Caretas (1898-1930)”, en La cuestión social y sus itinerarios de difusión a través de las publicaciones periódicas argentinas, 1870-1930, editado por Ricardo González Leandri y Juan Suriano (Rockville: GlobalSouth Press, 2017), 53-88.

24Caruso, Embarcados.

25EPB, 06/12/1903.

26La Prensa, 03/12 y 06/12/1903. La chata es una pequeña embarcación plana, rectangular y de poco calado, que se empleaba para el transporte de carga y tripulación por el interior del puerto.

27La Prensa, 03/01/1904.

28Caruso, Embarcados.

29La Prensa, 23/12/1903.

30Este centro, creado en 1899, se convirtió en una institución de gran estabilidad, incluso hasta nuestros días, y con un poder político y económico sin parangón.

31La Prensa, 24/12/1903.

32La Prensa, 03/01/1904.

33La Nación, 25/12/1903.

34EPB, 01/03/1903.

35La Prensa, 14/01/1904.

36Silvana Palermo, “¿Trabajo masculino, protesta femenina? La participación de la mujer en la gran huelga ferroviaria de 1917”, en Historia de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina, siglos XIX y XX, compilado por M. Celia Bravo, Fernanda Gil Lozano y Valeria Pita (Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 2007), 91-121.

37La Prensa, 04/01/1904.

38Mirta Lobato y Silvana Palermo, “Del trabajo a las calles: dignidad, respeto y derechos para los y las trabajadoras”, en Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, editado por Mirta Lobato (Buenos Aires: Biblos, 2011), 66.

39El Tiempo, 12/01/1904.

40La Vanguardia, 30/01/1904; La Prensa, 26/01/1904.

41La Prensa, 09/01/1904.

42La Prensa, 10, 12 y 14/01/1904.

43EPB, 24/01/1904. El “gringo”, en esos años, podía ser entendido como sinónimo de trabajador urbano inmigrante o extranjero, que hablaba mal el idioma castellano.

44Caras y Caretas (C y C, en adelante), n.º 276, 16/01/1904.

45La Prensa, 14 y 15/01/1904.

46La Prensa, 16/01/1904.

47Informe de Víctor Valle al jefe de la División de Investigación Rossi, 11/01/1904. El informante policial comentaba que su contacto era Constante Carballo, el secretario general de la asociación anarquista de estibadores del puerto, lo cual pone en evidencia que había vínculos e identidades complejos.

48La Vanguardia, 06/02/1904.

49La Prensa, 14/01/1904.

50La Prensa, 05/02/1904; La Vanguardia, 06/02/1904.

51Ver Andrea Andújar, “Comunidad obrera, género y políticas asistenciales: Comodoro Rivadavia, 1922-1932”, Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda 7 (2015): 59-78.

52La Prensa, 5 de febrero, 1904. La solicitud de permisos a la policía era, desde fines del siglo XIX, una obligación de las comparsas y asociaciones carnavalescas.

53Enrique Puccia, Breve historia del carnaval porteño (Buenos Aires: MCBA, 1974).

54Informe de Víctor Valle al jefe de la División de Investigación Rossi, 11/01/1904.

55Grupos característicos de La Boca, como Orfeón Gallego, Ítalo Argentina o Trinacria (Sociedad Siciliana de Socorros Mutuos), así lo sugieren.

56Ricardo Falcón, La Barcelona argentina. Migrantes, obreros y militantes en Rosario, 1870-1912 (Rosario: Laborde, 2005), y Oscar Chamosa, “Lúbolos, Tenorios y Moreiras: reforma liberal y cultura popular en el carnaval de Buenos Aires de la segunda mitad del siglo XIX”, en La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces, compilado por Hilda Sabato y Alberto Lettieri (Buenos Aires: FCE, 2003), 115-135.

57Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais (Madrid: Alianza, 2003).

58La Prensa, 10/02/1904.

59La Prensa, 09/02/1904.

60La Prensa, 22/02/1904.

61Alicia Martín, Fiesta en la calle. Carnaval, murgas e identidad en el folklore de Buenos Aires (Buenos Aires: Colihue, 1997), 29.

62La Sociedad Italiana de Bomberos Voluntarios de La Boca era una de las más antiguas y emblemáticas instituciones del barrio, creada en 1884, y existe en la actualidad.

63La confitería Ligure estaba ubicaba en la avenida principal A. Brown. Allí había un cinematógrafo instalado, y ese verano, con orquesta de Profesores de la Sociedad Musical, se dieron funciones los domingos y feriados por la tarde para las familias, en un salón equipado con ventiladores, tal como informaba el anuncio en los periódicos del barrio.

64El día 3 de enero de aquel año hubo desfiles y un gran acto en el puerto ante el desembarco de náufragos y salvadores pasado el mediodía, embarcados en la corbeta “Uruguay”. Esta había zarpado semanas antes para socorrer al buque sueco “Antartic”, perdido en las profundidades del mar austral. Autoridades nacionales y otras personalidades notables se acercaron al gran acto montado en el puerto, junto con una multitud que vitoreaba a los tripulantes europeos y, sobre todo, a los marinos argentinos. Los ministros de Marina, Guerra y Hacienda, el intendente municipal, el jefe de Policía y otros políticos relevantes se hicieron presentes y abordaron la corbeta. La Prensa, 06/12/1904

65C y C n.º 279, 06/02/1904. “Desde el polo hemos llegado, triunfantes y valientes, donde ligamos pasado fríos, y otros miles accidentes; pero ya estamos de vuelta; cual nosotros no los hay, que somos marinos bravos, y que viva la ¡Uruguay!”, fue el nuevo canto de la Unión Marina Nacional.

66C y C n.º 279, 06/02/1904.

67Silvana Gómez, ‘“Pa eso soy un ciudadano consciente’: Caras y Caretas y la reforma electoral argentina de 1902”, Cambios y Permanencias 4 (2013): 172-200; Luciano De Privitellio, “Representación política, orden y progreso. La reforma electoral de 1902”, Política y Gestión 9 (2006): 109-134; Ricardo Martínez Mazzola, “Entre radicales, roquistas y pellegrinistas. El Partido Socialista durante la segunda presidencia de Roca (1898-1904)”, en El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, editado por Hernán Camarero y Carlos Herrera (Buenos Aires: Prometeo, 2005); Joel Horowitz, “El partido socialista argentino”, en Nueva historia argentina, t. 5, editado por Mirta Lobato (Buenos Aires: Sudamericana, 2001).

68La Vanguardia, 30/01/1904. Manuel Quintana era uno de líderes políticos, que, de hecho, se convirtió en presidente ese año.

69La Prensa, 18/02/1904.

70La Prensa, 07/03/1904.

71Antonio Bucich, La Boca del Riachuelo en la Historia (Buenos Aires: Asociación Amigos de la Escuela Museo de Bellas Artes de La Boca, 1971).

72La Prensa, 20/02/1904.

73La Prensa, 10/02/1904.

74La Prensa, 01/03/1904.

75La Prensa, 11/03/1904.

76La Prensa, 07/03/1904

77Darío Cantón y Jorge R. Jorrat,“Buenos Aires en tiempos del voto venal: elecciones y partidos entre 1904 y 1910”, Desarrollo Económico 155, n.o 39 (1999): 433-457.

78La Prensa, 10/03/1904.

79La Prensa, 14/03/1904.

80La Prensa, 14/03/1904.

81La Prensa, 14/03/1904.

82C y C n.º 285, 19/02/1904.

83EPB, 13/03/1904.

Recibido: 30 de Abril de 2018; Aprobado: 04 de Septiembre de 2018

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