Introducción
En 2005, Historia Crítica publicó un dossier sobre la historia ambiental latinoamericana, resultado de las inquietudes que despertaba un campo para ese momento novedoso en la comunidad de historiadores del continente, como lo comentaba la editora del número, Claudia Leal(1). Desde entonces, la historia ambiental se ha consolidado como un campo válido de la investigación histórica sobre y desde América Latina. A los pioneros, que para 2005 en su mayoría eran investigadores formados en Norteamérica y Europa, se ha sumado una comunidad de académicos “nativos” en la mayor parte de países, con el agregado de que los contactos y vínculos con tradiciones historiográficas de otros continentes también se han fortalecido, como lo deja ver, por ejemplo, la participación constante de historiadores ambientales de la región en los simposios y congresos de las comunidades académicas europeas y norteamericanas(2).
Este crecimiento cualitativo y cuantitativo lo refleja también, y sobre todo, la consolidación de la Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental (SOLCHA), constituida oficialmente en 2006 y que en 2020 celebrará su décimo simposio en Quito (Ecuador), y cuya revista -HALAC- ya llega a su noveno volumen en 2019(3). Asimismo, dentro de los logros de SOLCHA están las Escuela de Posgrados, que completan en 2019 su cuarta versión, y Un pasado vivo (A Living Past), una compilación sobre los principales procesos históricos ambientales de la región, en la que participan varios de los miembros fundadores de la Sociedad, y que seguramente será una referencia obligada para la historiografía ambiental del continente(4). Tal vez el reconocimiento de la madurez y solidez de la comunidad de historiadores ambientales que trabajan sobre América Latina por parte del resto de historiadores ambientales sea la celebración del Tercer Congreso Mundial de Historia Ambiental, celebrado recientemente en Florianópolis (Brasil)(5).
El posicionamiento de la historia ambiental latinoamericana -nos referimos de manera conjunta a la que es efectuada sobre y desde América Latina, siguiendo la diferenciación sugerida por Funes y Castro(6)-, también se ha realizado dentro de las comunidades de historiadores en los distintos países. Aún faltan artículos bibliométricos detallados a nivel nacional, pero una revisión rápida a la bibliografía consignada en la Biblioteca Online de Historia Ambiental latinoamericana -BOHA-(7) permite ver que un número creciente de artículos del campo se ha publicado en revistas académicas de la disciplina, bien sea como artículos en números de tema libre, o como parte de dossier temáticos, como es el caso del que hace parte este artículo(8). Esta misma fuente confirma además otra característica de la historia ambiental, no sólo latinoamericana, sino en general, y es su carácter inter- o transdisciplinario. Son muchos y cada vez más los artículos sobre historia ambiental latinoamericana publicados en revistas de estudios históricos, sociales y ambientales(9). Es en este contexto de consolidación de la historiografía ambiental de América Latina donde se ubica el presente número temático de Historia Crítica.
El presente artículo, que sirve también de introducción a los textos seleccionados para el dossier, no pretende servir de estado del arte de la historiografía ambiental latinoamericana. La revista HALAC ha propuesto un dossier que se aproxima más a ese propósito, el cual saldrá de manera casi simultánea con el número que acá presentamos(10). Más bien pretendemos realizar un ejercicio interpretativo de cómo ha cambiado el campo desde el número temático de Historia Crítica publicado en 2005, teniendo también como referencia básica tres artículos del tipo balance historiográfico, publicados todos coincidentemente en 2009, pero cada uno con ópticas particulares(11). Patricia Clare escribió más desde una perspectiva “nativa” y privilegió textos producidos en español y portugués, para lo cual tomó como base las publicaciones consignadas en BOHA y los trabajos presentados en los simposios de SOLCHA(12). Mark Carey, por su parte, privilegió los textos producidos en inglés; mientras que Stefania Gallini se decidió por una opción intermedia, con la que buscó resaltar las conexiones entre la investigación efectuada “sobre” y “desde” América Latina.
La exposición de este ejercicio la hemos dividido en dos secciones. En la primera, nos concentramos en discutir tres características señaladas al comienzo sobre la historiografía ambiental de América Latina, a saber: el predominio de interpretaciones “trágicas” (declensionist, en inglés), la preponderancia de unidades de estudio ancladas en la división político-administrativa y la desigual participación de los países del continente en las publicaciones acerca de la materia. La segunda sección corresponde, a su vez, a la discusión de algunas de las temáticas de investigación de la historia ambiental de América Latina, que están presentes en el dossier. Estas tienen que ver con los estudios sobre conservación, la relación entre ciudades y ambiente, y la historia del clima.
Algunas características de la historiografía ambiental de América Latina
¿Privilegio de historias “trágicas”?
Este es uno de los elementos señalados como característicos de toda la historia ambiental, incluso en las tradiciones de Norteamérica y Europa. Este elemento está ligado con el contexto de surgimiento de la disciplina, el cual tuvo que ver con el reconocimiento de problemas ambientales en aquellas sociedades que supuestamente eran las abanderadas del progreso, el desarrollo y el bienestar. Temas como la contaminación, la lluvia ácida o los efectos no deseados de tecnologías diversas (embalses, centrales nucleares, agrotóxicos, basureros) estuvieron en la base de la emergencia de la historia ambiental, que buscaba señalar los efectos negativos de las sociedades humanas sobre el planeta(13). En el caso de América Latina, la emergencia más tardía de la historia ambiental estuvo acompañada de referencias problemáticas posicionadas en la historiografía social y política: imperialismo, dependencia, intercambio desigual, economías de enclave, términos articulados en lo que señala McNeil como “economías de rapiña” o “de pillaje”(14).
Mark Carey, en su artículo de 2009, señala que esta tendencia seguía siendo particularmente fuerte en los estudios efectuados sobre la región, y anotaba que constituía una constricción historiográfica que no permitía ver otros elementos, que, sin dejar de lado la historia “objetiva” de deterioro ambiental, podían complejizar el entendimiento de los procesos de cambio ambiental(15). Para subsanar esta “deficiencia crónica”, Carey recurrió a estudios no realizados por historiadores, que demostraban que algunos procesos ambientales en la región no habían significado necesariamente un deterioro inexorable desde un origen prístino, ni inevitable, ni irrecuperable. Estos estudios mostraban además que todas las poblaciones “subalternas”, invisibilizadas o vistas como pasivas en la narrativa trágica -desde los pueblos prehispánicos hasta los campesinos y demás pobladores, en especial rurales-, habían desempeñado un papel activo en la transformación de los ambientes, a veces acelerando los cambios, a veces deteniéndolos. Carey concluyó que era necesario superar este sesgo historiográfico para poder analizar mejor la inevitable transformación de ecosistemas que supone todo proceso histórico(16).
Patricia Clare, por su parte, también reconoció esa impronta, pero la explicaba como un resultado esperado de un proceso histórico caracterizado por la violencia y la desigualdad estructurales de América Latina: “la historia ambiental latinoamericana se escribe desde la región más violenta, desigual y con mayor diversidad de organismos del planeta; consecuentemente, se dirige a esclarecer esas situaciones sociales para propiciar mejores circunstancias”(17). Stefania Gallini, finalmente, sin referirse a esta característica desde su acepción trágica, interpretó esta situación como un resultado de la asociación íntima entre el conservacionismo y la lucha contra la pobreza y la inequidad social en América Latina, por lo que la historiografía de la región “retiene un sentido de causa superior, que por ejemplo ha impulsado a los investigadores [latinoamericanos] a ocuparse de temas álgidos de las historias de la región […] evitando aquellos tópicos quizá intelectualmente divertidos, pero social o ecológicamente poco relevantes”(18).
Evidentemente, los temas y procesos relacionados con la transformación ambiental ligada al deterioro de los ecosistemas y la desigualdad social siguen siendo muy importantes para la comunidad de historiadores que estudia América Latina(19). Esta relación entre el deterioro ambiental y la desigualdad social también ha catalizado una subdisciplina bien relacionada con la historia ambiental: la justicia ambiental, la cual tiene una historiografía importante -y en crecimiento- sobre América Latina(20). Las condiciones de desigualdad económica de la región han encontrado un nuevo empujón en los últimos años con la progresiva implantación de programas políticos y económicos ligados al neoextractivismo, modelo bajo el cual pareciera reeditarse un periodo de inserción en las dinámicas globales basado en la explotación intensa de los ecosistemas del continente, con el agravamiento de las condiciones de vida de muchas poblaciones indígenas, afrodescendientes, campesinas y, en general, pobres y clases medias, de los campos y ciudades(21).
Sin embargo, algunos de estos estudios se han venido enriqueciendo con la aproximación más explícita y profunda a campos como la ecología política, los estudios poscoloniales y decoloniales, y la ya mencionada justicia ambiental(22). De esta manera, en el presente número, por ejemplo, Frank Molano analiza el conflicto ambiental alrededor del relleno sanitario de Bogotá desde el concepto paisaje tóxico desarrollado desde la justicia ambiental. Pero también, otras investigaciones buscan entender los procesos de cambio ambiental desde otras perspectivas. Katherinne Mora, para citar otro artículo del presente dossier, más que enfatizar en el carácter trágico de los desastres relacionados con el exceso o déficit de agua en las sociedades del altiplano cundiboyacense en Colombia en los siglos coloniales, busca entender las relaciones complejas y cambiantes que establecieron las sociedades con su entorno, a partir de lo cual insiste en la necesidad de resaltar las estrategias de adaptación. De manera comparable, hay estudios que más bien se enfocan en mostrar procesos de cambio ambiental que no necesariamente han significado deterioro o degradación humana o ecosistémica, y que si lo han hecho, en todo caso son el resultado de la acción conjunta, y por lo regular no controlada por completo, de muchos actores y variables sociales y ecológicas. Es el caso del establecimiento de la reserva de La Macarena en Colombia (como trata el artículo de Claudia Leal), o el tránsito de la fuerza motriz animal a la eléctrica en Santiago de Chile a comienzos del siglo XX, que se analizan en este volumen (artículo de Elizabeth Prudant).
Parte de este cambio también está relacionado con los nuevos énfasis que hacen algunas de estas investigaciones. Los trabajos sobre el sertão brasilero (foco de Sandro y Anderson Dutra y Silva) y la capital chilena dan cuenta de un cambio que lentamente ha adoptado la historia ambiental de la región, y es el de estudiar también los cambios en las representaciones sobre el ambiente, no sólo sus cambios materiales. Es decir, el establecimiento de relaciones más evidentes entre la historia ambiental y la historia cultural, algo que ya está bien consolidado en otras tradiciones historiográficas. El caso sertanejo de Goiânia confirma el paisaje como tema de análisis que se ha enriquecido por el encuentro entre la historia ambiental y los estudios culturales(23). En el caso de Santiago, por el contrario, Prudant señala una nueva línea de investigación relacionada con las representaciones de la fauna urbana. Dos artículos recientes publicados también en Historia Crítica indican el interés por este tema(24).
¿Presos del Estado-centrismo?
Una de las apuestas más defendidas por la historia ambiental, en general, es que su interés por incorporar el entorno al estudio de la historia permite, y en ocasiones exige, reconsiderar el peso que han tenido el Estado-nación y sus espacialidades asociadas (unidades político-administrativas) como las unidades de análisis histórico. Se ha abogado por la necesidad de efectuar estudios que descentren esa “prisión historiográfica”, pues si se quiere incluir a los no-humanos, es necesario incluir otras formas de espacializar la historia: ecosistemas, cuencas, unidades de paisaje, deberían ser puntos de partida de muchos estudios(25). En el caso latinoamericano, este reto se ha venido respondiendo de varias formas. Por un lado, se trata, en efecto, de analizar procesos sucedidos dentro de unidades político-administrativas, por lo general nacionales o urbanas, sin que en esencia esa unidad sea cuestionada. Por otro, se han construido historias ambientales nacionales, en las cuales se trata de entender la relación entre Estado, territorio y naturaleza, con gran heterogeneidad de perspectivas(26). Otra variante es la que muestra Leal en su texto sobre los proyectos de conservación del Estado colombiano a mediados del siglo XX. Más que dar por sentada la espacialidad del Estado, la idea del nature state, o la responsabilidad estatal que propende al cuidado de la naturaleza, busca entender cómo el Estado mismo se construye en esa relación con la naturaleza.
El cuestionamiento al dominio de la perspectiva Estado-céntrica en el análisis histórico va más allá de la historia ambiental. Términos como “historias conectadas”, “historias transnacionales”, “historia global”, se han venido posicionando en la historiografía, precisamente con ese objetivo(27). En el caso de la historia ambiental latinoamericana, también encuentra exponentes, pero, a diferencia de otros subcampos de la historia, como la historia de la ciencia, los trabajos realizados con esta perspectiva no han sido elaborados desde América Latina, sino por investigadores norteamericanos formados en su país(28). Estas historias cuentan procesos de interrelación entre los países de la región con los centros de consumo y acumulación global. El acceso a material de diversos países guardados en diferentes archivos norteamericanos, así como las posibilidades de financiar visitas de campo en varios países, seguramente han facilitado la realización de esas importantes investigaciones. Las limitaciones presupuestales, sin duda tienen una restricción mayor para llevar a cabo investigaciones de ese tipo desde universidades de la región. Pero la existencia de una sociedad regional consolidada, y con lazos estrechos entre miembros de diferentes países de la región, puede ser también un aliciente para emprender empresas más arriesgadas, como ya señaló Clare en 2009. Por ejemplo, historias ambientales de ecosistemas, regiones, o incluso especies endémicas que son “compartidos” por varios países, tales como la Amazonia, la Orinoquia, la selva húmeda ecuatorial, el cóndor, el jaguar o la anaconda, pueden ser mucho más enriquecedoras desde una investigación también “compartida”.
Historiografía fragmentada y concentrada
Patricia Clare indicó en 2009 que “[A] pesar de los avances mencionados, el conjunto de historiadores ambientales de Latinoamérica y el Caribe refleja las desigualdades y la fragmentación que aquejan a la región”(29). En un ejercicio de corte bibliométrico, indicaba que el 65% de las publicaciones registradas en la bibliografía que figura en la Biblioteca Online de Historia Ambiental (BOHA) y el 67% de los participantes de los simposios de SOLCHA representaban a Brasil y México, situación esperada de los dos países más grandes de la región y con comunidades académicas también más consolidadas. En contraste, países como Colombia, Argentina, Perú, Ecuador y Venezuela estaban “subrepresentados” en esa bibliografía virtual, aunque eran bastante activos en las reuniones de SOLCHA. Sobre este aspecto, faltaría un ejercicio comparable para poder contrastar los cambios en el conjunto del continente. Pero algo podemos decir a la luz del proceso editorial del presente dossier. Recibimos veintitrés propuestas, inicialmente distribuidas así, de acuerdo con los países estudiados: Colombia (9), Brasil (4), México (4), Chile (2), Argentina (1), Costa Rica (1), Perú (1), más una que consistía en una reflexión teórico-historiográfica de la historia ambiental latinoamericana.
¿Qué puede indicar esto? En primer lugar, que la convocatoria, a pesar de haber sido difundida en diferentes redes de historiadores tanto en español como en portugués e inglés, llamó la atención mayoritariamente a investigadores colombianos, lo cual puede ser resultado del posicionamiento de la revista en la comunidad historiadora nacional, pero también refleja que es un campo de indudable reconocimiento en el país, y no sólo dentro del gremio historiador, sino también dentro del conjunto de las ciencias sociales. Además, también se recibieron propuestas de investigadores de fuera de Bogotá, la capital, y donde se ha concentrado la mayor parte de los practicantes de la subdisciplina, lo cual es señal también del crecimiento del campo dentro del país.
Segundo, que Brasil y México continúan llamando más la atención que el resto de países de la región, lo cual es consecuencia de que, además de ser los más grandes y más poblados, son los que albergan las mayores redes de universidades nacionales, lo que se traduce en mayores recursos, colaboraciones y audiencias. Lo anterior incide, además, en las elecciones que toman aquellos investigadores que se continúan formando en Norteamérica o Europa. El ser “mexicanista” o “brasileñista” continúa siendo una opción llamativa, debido a que México y Brasil son percibidos como los países económica y políticamente más importantes -e influyentes-, lo que lleva a considerarlos como los más representativos de la región y con mayores audiencias fuera de América Latina. Finalmente, el poco peso de otros países puede tener que ver también con las condiciones geopolíticas de la difusión del conocimiento. Los historiadores ambientales pueden preferir publicar en sus países de origen para consolidar la línea en comunidades historiográficas donde aún es relativamente débil, como puede ser el caso de Perú o Costa Rica.
En todo caso, la distribución de estudios sobre países específicos, como se ve en este dossier y asimismo en todo el campo, permite una reflexión sobre dónde está creciendo la disciplina de manera más consistente, y lo que ello implica para entender también la creación de redes en el futuro cercano. A medida que la historiografía ambiental de América Latina como un todo, tanto la realizada “desde” como “sobre” la región, continúa expandiéndose y ganando mayor legitimidad en la comunidad de practicantes de la historia y las ciencias sociales, estas preguntas sobre los países, las regiones y las interconexiones constituyen un aspecto central para comprender los cambios en el campo.
Algunos temas de la historia ambiental latinoamericana: políticas de conservación, ambientes urbanos y cambio climático
Historias de ciudades y entornos urbanizados
Como recuerdan Sedrez y Horta, casi el 80% de los habitantes de América Latina viven hoy en ciudades, de diferentes tamaños y características. Y como también aclaran, el papel de las ciudades en la historia de la región ha sido clave, incluso en los periodos previos, cuando la mayor parte de la población era rural(30). Esta situación ha influido de manera decisiva para que la historia ambiental urbana sea una de las áreas de mayor desarrollo dentro del campo que nos ocupa, de modo que el reclamo de Clare y Carey acerca del descuido de los entornos urbanos pueda entenderse como superado(31). El recorrido que hacen Sedrez y Horta permite evidenciar, además, que la comprensión del ambiente en las ciudades y de las relaciones que tienen estos espacios con territorios más vastos para procurarse alimentos, agua, energía, materiales de construcción, ha sido especialmente relevante en el análisis de las metrópolis más grandes. Hoy sabemos mucho más sobre los procesos ambientales de Ciudad de México, Bogotá, São Paulo, Río de Janeiro, Buenos Aires o Santiago. También se conocen historias ambientales de ciudades intermedias como Belo Horizonte, Puebla de los Ángeles o Medellín. Sin embargo, pareciera que la historia ambiental urbana continúa reproduciendo el privilegio de las grandes metrópolis que también tiene la historia urbana de la región(32). De manera similar, la historiografía urbano-ambiental parece continuar privilegiando el análisis de los cambios experimentados en los dos últimos siglos, pero el periodo colonial sigue esperando un número mayor de interesados(33).
En medio de este crecimiento sostenido, los tres artículos relacionados con ciudades incluidos en el dossier presentan aportes novedosos. Por un lado, el énfasis en las representaciones de ciertos elementos -el paisaje, en el caso de Goiânia, y el caballo, en el caso de Chile- muestra la pertinencia de abordar las temáticas sobre las ideas de la naturaleza en la construcción de la ciudad. Pero también, en el estudio de los hermanos Dutra y Silva se aborda una temática poco explorada sobre la relación entre frontera y ciudad, asumidas en la historiografía como dos espacialidades completamente diferentes. Por su parte, Prudant establece vínculos con los estudios sociales de la ciencia y aborda la transición energética de la ciudad, aspecto poco estudiado, en un momento en el que el discurso de la modernización ganaba protagonismo en la agenda pública, un tema que muchos estudios históricos urbanos han investigado. Por último, Molano trabaja una problemática central para cualquier ciudad en su historia, el tratamiento de basuras, pero que ha sido poco explorada en la historia ambiental urbana de la región. En su conjunto, ciudades de frontera, transiciones energéticas urbanas y manejo de basuras constituyen líneas temáticas que invitan a ser profundizadas y trabajadas en otros contextos latinoamericanos. Vale la pena resaltar que en medio del crecimiento de los estudios sobre ciudades, también hay estudios innovadores sobre los ámbitos rurales. Para señalar sólo un ejemplo, dos libros recientes analizan las relaciones entre agua, tierra, desarrollo y movimientos sociales en el siglo XX, temática que había sido poco abordada antes(34).
Conservacionismo
Carey, Clare y Gallini resaltan la relevancia de las investigaciones relacionadas con los proyectos de conservación en la emergencia de la historiografía ambiental latinoamericana. El trabajo de Emily Wakild publicado en A Living Past sintetiza las similitudes y diferencias que experimentaron las políticas de conservación en varios países de la región en el siglo XX. Ella señala que este cambio estuvo enmarcado en un contexto de políticas relativas al desarrollo del agro y a la necesidad de establecer control sobre áreas fronterizas, principalmente en México, Argentina, Chile y Brasil(35). Asimismo, Leal busca resaltar las particularidades de los inicios de la conservación en Colombia. Más que ser el producto de los intereses del Estado, en el caso de La Macarena, las redes científicas internacionales desempeñaron un papel determinante, en un país donde la capacidad del Estado ha sido más limitada. En todo caso, la senda trazada y bien establecida alrededor de la conservación puede aún enriquecerse con la exploración en detalle de temas relacionados, por ejemplo, con la gestión de áreas protegidas de carácter fronterizo o transnacional, como puede ser el caso de la Amazonia o el Chocó biogeográfico. También hacen falta trabajos que exploren más el papel de la conservación realizada por otros sectores de la sociedad, en perspectiva, posiblemente emparentada con la del ecologismo de los pobres, señalada por Joan Martínez Alier, hace ya más de una década(36). Asimismo, otro ámbito por profundizar continúa siendo el de los espacios de conservación en las ciudades en momentos diferentes a los comienzos del siglo XX, periodo que ha sido analizado en función del higienismo predominante en ese momento(37).
Historia del clima y cambio climático
El tema del cambio climático global ha permeado las esferas de reflexión y experiencia en la actualidad. Aceptado por abrumadora mayoría por la comunidad científica internacional, ha venido ganando influencia en la agenda pública gubernamental de casi todo el mundo, así como de movimientos cívicos de diferente orden. Aunque la relación entre clima y sociedad ya ha sido planteada en otras ocasiones de la historia, el impacto de las tesis deterministas en el siglo XIX y la primera mitad del XX llevó a que este elemento se excluyera de la esfera de reflexión mayoritaria de la historia, con algunos excepcionales casos, tales como los estudios de Fernand Braudel y Emmanuel LeRoy Ladurie de la Escuela de los Annales, y Enrique Florescano como pionero en Latinoamérica(38). La influencia entre clima y sociedad se ha retomado con renovados aires tanto conceptuales como metodológicos, y aunque es novedosa en la academia latinoamericana, es un campo que se ha posicionado rápidamente en la comunidad de historiadores. Los trabajos coordinados por María del Rosario Prieto en Argentina constituyen el núcleo de esta área temática(39).
En este contexto, el trabajo de Mora busca estimular el trabajo de investigaciones sobre la historia del clima en otras partes de Colombia, pero asimismo de otros países, especialmente para períodos de los cuales no se dispone de registros instrumentales estandarizados, que llegan a ser la mayoría en casi todos los casos. En Colombia, por ejemplo, esta tarea vino a quedar en manos de expertos sólo desde 1935, y su alcance territorial ha sido muy limitado, incluso en la actualidad. Mora condensa fuentes, técnicas y procedimientos para poder acercarse a las condiciones climáticas de esos periodos, haciendo énfasis en las aproximaciones cualitativas o indirectas. Este trabajo, entonces, también ofrece rutas metodológicas explícitas para proceder al análisis de la historia del clima. Este tipo de artículos no son comunes en la historia ambiental, a pesar de su necesidad, toda vez que uno de los puntos de partida de este campo de conocimiento es la interdisciplinariedad.
Las características mencionadas y los temas descritos constituyen apenas un abrebocas de lo que constituye el campo de la historia ambiental latinoamericana. El fortalecimiento de grupos y temas de investigación alrededor de una comunidad diversa, pero articulada alrededor de SOLCHA, ha sido central para el posicionamiento de América Latina en la historiografía ambiental mundial. Además ha contribuido a que el campo sea reconocido dentro de las comunidades académicas de cada país, y aunque los países más investigados siguen siendo Brasil y México, cada vez hay más estudios sobre el resto de países de la región. Asimismo, la madurez de la historia ambiental en América Latina se observa en la diversidad de temas, enfoques y métodos por los que se ha interesado. En comparación con 2005, cuando se publicó el anterior dossier en Historia Crítica, las preocupaciones por el papel del Estado en la conservación de los recursos naturales, las dinámicas urbanas de ciudades intermedias y de frontera, la historia del clima, el manejo de las basuras o las transiciones energéticas, no se incluían dentro del espectro abarcado por la historia ambiental.
Esperamos que los artículos que componen este dossier estimulen el debate y la reflexión crítica que han caracterizado a los interesados en comprender el papel del ambiente en la historia de América Latina.