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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.75 Bogotá Jan./Mar. 2020

https://doi.org/10.7440/histcrit75.2020.03 

Tema abierto

¿Qué tan al norte hay que mirar? El discurso filo-mexicano de oposición en Colombia durante el gobierno de Marco Fidel Suárez (1918-1921)*

How Far North Should We Look? The Mexicophile Opposition Discourse in Colombia during the Government of Marco Fidel Suárez (1918-1921)

Que tão para o norte há que olhar? O discurso filomexicano de oposição na Colômbia durante o governo de Marco Fidel Suárez (1918-1921)

David Antonio Pulido García** 

** David Antonio Pulido García Historiador, Universidad Nacional de Colombia, y Maestro en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México, México. En la actualidad, adelanta su doctorado en Estudios Latinoamericanos, en el campo de historia e historiografía, en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 2017 recibió el Premio Nacional Berta Ulloa en Historia Diplomática de México, otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México y la Secretaría de Cultura de México. Sus principales temas de investigación son la historia intelectual de los movimientos estudiantiles en Latinoamérica durante el siglo XX y la historia política comparada del siglo XX latinoamericano, temas sobre los cuales ha publicado varios trabajos en revistas de Colombia, México y Argentina. Sus más recientes publicaciones son: “Una bella promesa de hermandad. Carlos Pellicer Cámara y la organización del movimiento estudiantil en Colombia 1918-1920”. En Historias entrelazadas: el intercambio académico en el siglo XX. México, Estados Unidos, América Latina, coordinado por Sebastián Rivera Mir. El Colegio Mexiquense: México, 2019 [en prensa]; “El papel del Congreso Local Estudiantil en las iniciativas de unidad latinoamericana del constitucionalismo (1916-1918)”. Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos, n.° 65 (2017): 133-169, y “‘La lucha nuestra será comienzo de una lucha universal’. El latinoamericanismo mexicano durante la Primera Guerra Mundial”. Grafía, Cuadernos de trabajo de los profesores de la Facultad de Ciencias Humanas 14, n.° 2 (2017): 29-45. dapulidoga@yahoo.com.co


Resumen.

Objetivo/Contexto:

El presente artículo, al adentrarse en el estudio de la construcción ideológica del discurso de oposición a la hegemonía conservadora, tiene por objetivo hacer evidente no sólo el contenido de dicho discurso, sino también las influencias directas que recibió, muchas de las cuales se encuentran en procesos históricos continentales, que se refieren a las relaciones diplomáticas entre los países latinoamericanos en tiempos de la posguerra europea, más exactamente, a las relaciones diplomáticas entre México y Colombia.

Originalidad:

La historia de la denominada Hegemonía Conservadora en Colombia, si bien ha sido ampliamente estudiada desde su paradigma político, presenta pocos avances en su comprensión desde la historia intelectual. El presente artículo aporta novedosos elementos de análisis en este sentido.

Metodología:

Este particular enfoque, que metodológicamente se podría denominartrasnacional, ubica los procesos históricos intelectuales nacionales en su contexto continental, haciendo énfasis en el papel que los integrantes de los cuerpos diplomáticos tienen en la circulación de las ideas, y en la recepción activa que de ellas hacen los intelectuales locales en los países de destino.

Conclusiones:

Bajo estos entendidos, se logró concluir que las ideas puestas en circulación a través de periódicos y revistas colombianos, a propósito de la presencia de la legación mexicana en Colombia durante el gobierno de Marco Fidel Suárez, tuvieron un papel de primer orden en la construcción discursiva y en la acción política de los sectores de oposición al gobierno conservador.

Palabras clave: Antiimperialismo; Colombia; latinoamericanismo; Marco Fidel Suárez; México; Venustiano Carranza.

Abstract.

Objective/Context:

This article delves into the ideological construction of the opposition discourse to the Conservative Hegemony. It aims not only to unveil the content of said discourse, but also its direct influences, many of which are found in continental historical processes referring to diplomatic relations between Latin American countries in the aftermath of the European Great War, more precisely, to diplomatic relations between Mexico and Colombia.

Originality:

The so-called Conservative Hegemony in Colombia, has been widely studied from its political paradigm, but little progress has been made in understanding its intellectual history. This article provides novel elements of analysis in this regard.

Methodology:

This particular approach, which methodologically could be called transnational, locates the national intellectual historical processes in their continental context, emphasizing the role of the members of the diplomatic corps in the circulation of ideas, and in their active reception by local intellectuals in their host countries.

Conclusions:

On this basis, we conclude that the ideas put into circulation through Colombian newspapers and magazines, due to the presence of the Mexican legation in Colombia during the Marco Fidel Suárez government, played a leading role in discursive construction and political action by sectors in opposition to the conservative government.

Keywords: Anti-imperialism; Colombia; Latin Americanism; Marco Fidel Suarez; Mexico; Venustiano Carranza.

Resumo.

Objetivo/Contexto:

Este artigo, ao entrar no estudo da construção ideológica do discurso de oposição à hegemonia conservadora, tem como objetivo tornar evidente não somente o conteúdo desse discurso, mas também as influências diretas que recebeu, muitas das quais são encontradas em processos históricos continentais, que se referem às relações diplomáticas entre os países latino-americanos em tempos do pós-guerra europeu, com mais exatidão, às relações diplomáticas entre México e Colômbia.

Originalidade:

A história da denominada “hegemonia conservadora” na Colômbia, embora tenha sido amplamente estudada sob o paradigma político, apresenta poucos avanços em sua compreensão a partir da história intelectual. Assim, este artigo contribui com novos elementos de análise.

Metodologia:

Esta particular abordagem, que metodologicamente poderia ser denominada de “transnacional” posiciona os processos históricos intelectuais nacionais em seu contexto continental, enfatizando o papel que os integrantes dos corpos diplomáticos têm na circulação das ideias e na recepção ativa que delas os intelectuais locais fazem nos países de destino.

Conclusões:

Com isso, pôde-se concluir que as ideias em circulação por meio de jornais e revistas colombianos, a propósito da presença da legação mexicana na Colômbia durante o governo de Marco Fidel Suárez, tiveram um papel relevante na construção discursiva e na ação política dos setores de oposição ao governo conservador.

Palavras-chave: Anti-imperialismo; Colômbia; latino-americanismo; Marco Fidel Suárez; México; Venustiano Carranza.

Introducción

En el México revolucionario, la llegada al poder del constitucionalismo encabezado por Venustiano Carranza(1) supuso el advenimiento de un periodo de regularización política, económica y social, que se hizo extensivo a la normalización de las relaciones diplomáticas, deterioradas por varios años de confrontación interna. En el complejo panorama mundial de postrimerías de la Gran Guerra, esta normalización debía pasar por la consideración política de las fuerzas en contienda, siendo la más preocupante de ellas la que representaba Estados Unidos y su intención de implementar, aún con más ahínco, los dictados de la Doctrina Monroe. Consideraciones políticas que además tenían como agravante la tensa relación diplomática entre los dos países, desencadenada por el ataque de Francisco Villa al poblado de Columbus y la posterior respuesta estadounidense, conocida como la Expedición punitiva.

En medio de este panorama, Venustiano Carranza y un grupo de intelectuales constitucionalistas, se dieron a la tarea de sustentar ideológicamente una agenda político-diplomática de acercamiento a las naciones latinoamericanas, las cuales fueron entendidas como las aliadas por antonomasia en un proceso de regularización y reconocimiento internacional, en el que buscar aliados estratégicos entre las potencias de la época significaba grandes riesgos para el Estado mexicano, en el entendido de que estas, en más de una ocasión, lo habían instado a romper su neutralidad en el desarrollo de la Gran Guerra(2).

Así pues, esta agenda político-diplomática hacia las naciones latinas del continente consistió en privilegiar el envío de intelectuales de primer orden como parte de las legaciones diplomáticas en las que tenía representación el Estado mexicano, con el fin de que estos hicieran propaganda de los logros de la Revolución en manos del constitucionalismo, y limpiaran así la imagen de México que se proyectaba al resto del continente, generalmente a través de las agencias noticiosas estadounidenses.

Una de esas legaciones diplomáticas arribó a Colombia en diciembre de 1918, liderada por el exsecretario personal de Venustiano Carranza, Gerzayn Ugarte, nombrado Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario, e integrada por los reconocidos poetas Eduardo Colín y José Juan Tablada, y el representante de la Federación de Estudiantes Mexicanos (FEM), Carlos Pellicer Cámara.

Antes de continuar, es necesario resaltar que hasta la fecha son pocos -y para el caso colombiano, ninguno- los trabajos que desde la historia intelectual han profundizado en el estudio de las relaciones diplomáticas de México con el sur del continente durante las dos primeras décadas del siglo XX, siendo los trabajos de Pablo Yankelevich los más reconocidos al respecto, especialmente en lo que se refiere a las relaciones diplomático-intelectuales entre México y Argentina en el periodo mencionado(3).

Si bien el presente trabajo podría considerarse como parte de la misma línea investigativa, la diferencia radica en la atención privilegiada que se les prestará a la recepción y, sobre todo, a los usos políticos de un discurso que empezó a tomar forma y a circular en los sectores de oposición al gobierno de Marco Fidel Suárez, a propósito de la presencia de la legación mexicana en el país; dejando así en evidencia la importancia que cobró para los sectores de oposición la resignificación (en clave mexicana) de conceptos tales como Latinoamérica y antiimperialismo, en un momento en que el gobierno conservador colombiano afirmaba públicamente, casi como doctrina de Estado, su identificación política e ideológica con Estados Unidos, bajo el lema “respice polum” (“Mirar hacia el norte”).

El artículo se divide en cuatro partes: en la primera, se estudiará la recepción inicial, por parte de los intelectuales colombianos, del discurso latinoamericanista y antiimperialista que trajeron consigo los diplomáticos mexicanos, reparando en la forma en que, a través de la prensa y el movimiento estudiantil, se extendieron puentes de identificación entre dicho discurso y el acontecer político colombiano. En un segundo momento, se analizará cómo la oposición se valió de este discurso para enfilar armas contra la gestión política del gobierno de Marco Fidel Suárez, especialmente en lo que se refiere a su política exterior para con Estados Unidos. Por último, en la tercera y cuarta parte, se analizará por extenso cómo la particular apropiación del discurso traído a Colombia por los diplomáticos mexicanos sirvió como base fundamental del accionar político en contra de la posición pasiva de Marco Fidel Suárez, ante los desaires y condicionamientos de Estados Unidos para el cumplimiento de sus compromisos financieros con Colombia, adquiridos a raíz de la expoliación de Panamá en 1903.

Diplomáticos, políticos e intelectuales

Desde que se tuvieron noticias de la inminente visita de los diplomáticos mexicanos a Colombia, los principales diarios de la república empezaron a prestar más atención a lo que estaba aconteciendo en el norte del continente. En realidad, hasta ese momento la Revolución mexicana había sido pobremente documentada por los diarios colombianos, y, como se dijo antes, lo poco que se sabía llegaba mediado por las agencias estadounidenses, lo que impedía la formación de una opinión global acerca del proceso revolucionario. Sin embargo, ante la proximidad de la visita oficial, el proceso mexicano empezó a ser leído, si bien con mucho más interés, de una manera en la que se buscaron asociaciones directas con el proceso histórico colombiano que pudieran facilitar su comprensión, lo que no pocas veces redundó en extrapolaciones e identificaciones a priori, como se evidencia en el saludo que el periódico liberal El Tiempo les extendió a los recién llegados, en estos términos: “Predominan en México las más genuinas ideas liberales, y conducido por ellas y guiada por un ciudadano tan ilustre como el General Carranza, la nación marcha en paso firme hacia el progreso y hacia la conquista del porvenir”(4), iniciando así una estrategia que, como se verá en detalle, despertó entre los sectores sociales inconformes con la gestión del presidente conservador Marco Fidel Suárez, un fuerte sentimiento de simpatía con el proceso revolucionario mexicano y con su máximo líder, Venustiano Carranza.

Del mismo modo, el periódico El Nuevo Tiempo, a través de un saludo similar, recibió a la legación mexicana, involucrando en su discurso elementos de tinte latinoamericanista, en el que tímidamente se identificaba a la nación mexicana como la potencial conductora de un proyecto de unidad continental, no sin antes advertir que dichas posiciones habían sido defendidas por el diario capitalino de tiempo atrás: “En diversas ocasiones hemos hablado en este diario de la necesidad de que entre todos los pueblos del Nuevo Mundo, pero especialmente entre los de la América Latina, se establezcan corrientes de un íntimo acercamiento”, señalaba el artículo, que a renglón seguido afirmaba:

“Adalid de esa misma idea se muestra, en nombre de su Gobierno, el señor Gerzaín [sic] Ugarte, nuevo Ministro de Méjico, quien […] nos ha hablado de que su Patria quiere ante todo lo que pueda afirmar la felicidad y el progreso de los pueblos latino-americanos, y ofrece, con ese fin, no sólo los buenos deseos, sino además el concurso franco y decidido de la Nación mejicana”(5).

Es así como se empezó a delinear un tímido discurso de tintes liberales y latinoamericanistas en torno a la misión diplomática mexicana de visita en Colombia, y al papel que México debía representar en el continente. Este hecho, junto con el desarrollo de los acontecimientos políticos de orden nacional e internacional que lo rodearon, se prestaron para fortalecer y llenar de nuevos contenidos el discurso nacionalista del Partido Republicano(6), nacionalismo que, por su origen, estaba signado, no sólo por la renuencia a plegarse a uno de los dos partidos políticos tradicionales, Liberal y Conservador, sino también por la dolorosa experiencia y vergüenza histórica de sus defensores, al haber sido la generación que presenció impávida la pérdida de Panamá, en 1903.

No obstante, el discurso filo-mexicano en ciernes no fue delineado exclusivamente por los sectores republicanos y liberales del país; en su construcción también desempeñó un importante papel el sector estudiantil, con el que tuvo trato directo el enviado de la FEM, Carlos Pellicer Cámara. En manos de este sector emergente, pero aún invisibilizado, de la sociedad colombiana, el discurso filo-mexicano fue alimentado con otros paradigmas que lo redireccionaron en función de intereses particulares. Gracias a los estudiantes, el Arielismo(7), en su acepción más básica, entró a hacer parte de dicho discurso para investir de legitimidad a un sujeto, aún en construcción, al que se referían como “juventud”. Para ilustrarlo, he aquí una intervención de Augusto Ramírez Moreno refiriéndose a la iniciativa mexicana de acercamiento estudiantil de la que era portador Pellicer Cámara: “Es notoria la trascendencia de estos actos […] y bien puede gloriarse Méjico de haber dado donde debía, puesto que el brío y el ímpetu juvenil son los medios más eficaces para atropellar abismos y baluartes y murallas; en una palabra: para vencer. Empezamos, pues a sentir satisfecha una gran aspiración de la colectividad hispano-americana […]”(8).

Ahora bien, el representante de los estudiantes mexicanos en Colombia, también contribuyó con intenciones muy concretas a la formación de dicho discurso entre los estudiantes colombianos. Es de suponerse que, al ser asignado representante de México en Colombia, Pellicer trabajara para hacerse con la mayor cantidad de información que sobre sus instituciones políticas y su historia pudo encontrar en México. Así, no es de extrañarse que un suceso tan sonado en aquellos años como la abierta complicidad e intervención de Estados Unidos para forzar la separación de Panamá del territorio colombiano en 1903 fuera de su entero dominio y, como tal, lo incluyera en el derrotero discursivo que llevaba consigo, con el fin de señalar lugares coincidentes entre él, la nación que representaba y sus jóvenes interlocutores colombianos. Al respecto, señalaría en su primera intervención pública: “El haber escogido a Colombia para representar a los estudiantes mejicanos, lo hice porque en ningún otro Estado de la América indo-española podría yo sentir la afrenta septentrional como en Colombia que, tanto como Méjico, mi sangrante y valiente patria, ha sufrido el latrocinio territorial y la amenaza brutal y constante”(9).

Con esta intervención, Pellicer introdujo en el discurso de la juventud estudiantil bogotana un nuevo elemento, que, si bien ya venía haciendo carrera en otras iniciativas juveniles como el periódico Voz de la Juventud y la asociación estudiantil del mismo nombre, no había encontrado la ocasión oportuna para hacer su aparición como parte integral de la propuesta estudiantil. Este elemento fue el reclamo antiestadounidense, el cual fue afortunadamente introducido por Pellicer, gracias a su posición de representante estudiantil de la nación mexicana, hecho que le permitió establecer una identificación primordial de orden generacional con sus interlocutores, de la cual carecían, por ejemplo, los miembros del Partido Republicano, quienes, pese a tener similares despechos a los planteados por Pellicer acerca de la pérdida de Panamá, debido a su avanzada edad no alcanzaban a identificarse plenamente con las nuevas demandas e interpretaciones juveniles al respecto.

Aunado a lo anterior, los republicanistas consideraban que la responsabilidad política en el asunto de Panamá recaía, ante todo, en el sectarismo político entre liberales y conservadores, y no tanto en una política expansionista de Estados Unidos, a la que, no obstante, se referían con suma reserva(10).

En el mismo sentido, el reclamo antiestadounidense fue introducido por Pellicer a través de la explícita identificación de un enemigo común responsable del “latrocinio territorial” que tanto México como Colombia habían sufrido en su historia; con ello, movilizó discursivamente experiencias históricas bien conocidas por los jóvenes bogotanos, pero ya no en el plano de lo estrictamente nacional, sino ubicándolo en un panorama mucho más amplio de concierto internacional del cual ya se sentían integrantes, gracias al sentimiento latinoamericanista que la presencia de la legación mexicana en Colombia había contribuido a revitalizar en importantes sectores de la opinión pública capitalina.

Sólo teniendo en cuenta este tipo de movilizaciones discursivas y el contexto en el que se produjeron, es que se puede comprender la rápida asimilación de Pellicer al grupo que giraba en torno a Voz de la Juventud, a tal punto, que tan sólo tres meses después de su arribo ya era considerado por algunos como un factor decisivo para dar principio a la organización estudiantil en la ciudad de Bogotá, labor en la cual puso todos sus esfuerzos en el tiempo en que estuvo en el país.

Precisamente, el encargado de realizar las gestiones ante el presidente colombiano Marco Fidel Suárez, en representación de la comisión organizadora de la primera Asamblea de Estudiantes, fue el joven mexicano, quien se reunió con él a principios del mes de mayo. Dicha entrevista, según se lee en una carta que al respecto le escribió a su padre, causó en él una muy grata impresión(11). Del intercambio de elogios resultó que, tan sólo en un principio, el Gobierno se mostrara tolerante y hasta complacido con la iniciativa estudiantil que secundaba Pellicer, aunque esto no redundara en apoyo logístico, y mucho menos económico. Del mismo modo, dos meses después fue recibido por el arzobispo de Bogotá -visita obligada en la Colombia de aquellos años-, quien igualmente se mostró muy amable con el joven mexicano(12).

No obstante, el evidente entusiasmo que la labor estudiantil suscitaba entre los sectores más progresistas de la capital se empezó a ver con desconfianza por parte del Gobierno y sus instituciones, cuyos órganos periodísticos callaban acerca de la inminente reunión de una Asamblea de Estudiantes en Bogotá. Esto desembocó en que, de un momento a otro, el presidente y el arzobispo, quienes a primera hora se habían mostrado muy amables con el emisario estudiantil, dejaran de responder las notas que les eran enviadas en nombre de la comisión organizadora de la Asamblea, situación que se vio reflejada, a su vez, en una creciente hostilidad en contra de la iniciativa organizacional, cuyos argumentos de deslegitimación y calumnia tenían por blanco al joven mexicano, del que incluso se llegó a afirmar que había llegado a Colombia con el fin de fomentar la francmasonería entre los estudiantes(13).

Ahora bien, por otro lado, es de suponerse que, dentro de los círculos intelectuales bogotanos, tener en la ciudad al afamado poeta mexicano José Juan Tablada fue todo un acontecimiento; las secciones culturales de los principales periódicos se aprestaron a dar cuenta de su llegada entre loas y reseñas de su obra, la cual fue particularmente analizada en varios números del semanario El Gráfico ( 14 ) , mientras que otros periódicos, como fue el caso de El Nuevo Tiempo, acogieron en sus páginas al ilustre poeta, quien por algunos meses publicó una columna titulada “La nueva poesía de Méjico”, en la que presentaba a los lectores del diario capitalino críticas literarias sobre la obra de los jóvenes poetas mexicanos, por las cuales también desfiló, entre halagos promisorios, la obra poética de Carlos Pellicer Cámara, que por aquel entonces era poco más que exigua(15).

Análoga labor cultural desarrolló Eduardo Colín, quien fue recibido por el semanario El Gráfico, donde, al igual que Tablada, publicó una columna titulada “Los poetas nuevos de México”, en la cual se encargaba de promocionar lo más reciente de la poesía mexicana, y visitó también el periódico Voz de la Juventud, en cuyas páginas publicó algunos de sus poemas(16). Además, fue muy cercano al director de las revista Cultura, Luis López de Mesa, quien, aparte de dirigir la revista, organizaba ciclos de conferencias sobre diferentes temas, en las cuales Colín participó como protagonista en más de una ocasión(17).

Fue así como las iniciativas culturales de los miembros de la legación mexicana en Colombia fueron formando una importante y favorable corriente de opinión a su alrededor que, no obstante, y debido quizá a que el rol diplomático, por su naturaleza, no deja nunca de ser político, encontró rápidamente el camino para seguir llenando de contenido el discurso filo-mexicano, que desde un principio los sectores progresistas de Bogotá habían tenido la intención de proyectar, a propósito de la visita diplomática. Así pues, la ocasión la suscitó un acontecimiento luctuoso que hermanó, según esta particular lectura, las letras y la política.

“[…] un hilo de lágrimas silencioso y lento corre del uno al otro extremo de la América hispana”(18), escribió el periodista colombiano Armando Solano al enterarse de la muerte del poeta mexicano Amado Nervo en Uruguay, mientras que al unísono, Carlos Pellicer, desde el periódico estudiantil bogotano Voz de la Juventud, afirmó: “Méjico ha perdido uno de sus dioses mayores. El Continente colombiano y la Península materna se han entristecido”(19). Y no era para menos: entre finales de mayo e inicios de junio, la noticia de la muerte del prestigioso poeta inundó las páginas de los principales diarios del continente, suscitando una efusiva avalancha de reflexiones y homenajes en torno a su obra poética, pero también alentando discusiones a propósito de su lugar en el panteón de los grandes hombres de la América española, discusiones que indefectiblemente desembocaban alrededor de disertaciones sobre la unión de los pueblos americanos de habla castellana.

Desde muy temprano, la publicación mexicana Revista de Revistas indicó: “Una dolorosísima circunstancia -la muerte de nuestro nunca bien llorado Amado Nervo- ha puesto en evidencia y ha hecho resaltar el sentimiento de fraternidad hispano-americana de que tanto se ha hablado en los últimos tiempos”(20). Esta intervención, lógicamente, estaba inmersa en un contexto internacional que la posibilitaba, y del cual estaban al tanto los lectores de la revista, ya que nada más sonado por aquellos meses, inmediatamente posteriores al final de la Gran Guerra, que las complejas negociaciones políticas que las naciones vencedoras del conflicto venían adelantando en París desde enero de 1919(21). La referencia a dicho contexto no fue disimulada por la revista mexicana, que en el mismo editorial señaló:

“Este problema del pan-latinoamericanismo, soñado por todos los próceres de nuestra raza criolla que han tenido una exacta visión del futuro, como el magno Bolívar, tendrá necesariamente que tratarse en estos tiempos en que el Continente nuevo se ofrece a las naciones europeas desgastadas y casi en bancarrota como campo propicio para su reorganización comercial y social”.

La revista mencionaba asuntos de singular interés por aquellos meses para las naciones latinoamericanas, en la medida en que, dentro de las negociaciones de París, se había tocado la Doctrina Monroe. El tema no fue evadido por el editorial aquí analizado, que enfáticamente advirtió: “El hecho de que allí se haya llevado a la mesa de la discusión la famosa Doctrina Monroe, ha dado margen a que los pueblos expresen su firme patriotismo. Y esta actitud, por fuerza tenía que llegar a coordinarse y a cristalizarse en un solo pensamiento: la unidad latino-americana”(22).

La particularidad de ese editorial radica en que, retóricamente, logra articular tres aspectos claves en la configuración del diálogo que México, por iniciativa de la administración constitucionalista, pretendió entablar con las naciones del sur del continente, a saber: el bolivarianismo(23), el antiimperialismo(24) y el latinoamericanismo. En el caso colombiano, en particular, estos tres aspectos fueron de singular importancia en la comunicación que la legación mexicana entabló con la sociedad que la recibió, aunque hizo su aparición entremezclándose indistintamente, según lo exigían las necesidades, el público o el momento. Por ello, no sorprende que, en la primera entrevista que otorgó José Juan Tablada a un periódico colombiano, este hubiese afirmado que, así como en Colombia se veía con interés el proceso revolucionario mexicano, en México pasaba lo propio con “la admirable y generosa epopeya de Bolívar y de sus Capitanes, entre quienes descuella el admirable Santander”, integrando a renglón seguido, en aparente desconexión, un comentario con cierto dejo antiestadounidense, en el que señalaba que el carácter progresista de la Revolución mexicana, que con tanto interés se seguía desde Colombia, había “sido falseado por la información norteamericana, cables y prensa, que cultiva el sensacionalismo y el ‘humbug’”(25).

Tales aseveraciones son posibles, si se comprende que con ellas el poeta intentaba movilizar en un mismo lugar, aunque para un público disímil y anónimo, las simpatías entre sus interlocutores a través del mutuo reconocimiento, pero al mismo tiempo intentaba direccionar su antipatía hacia el punto que en verdad le interesaba como representante del Gobierno mexicano: Estados Unidos, país que en otro artículo de su autoría, publicado por el diario El Tiempo, se perfiló claramente como el enemigo común, al cual sólo podría oponérsele la unidad de los países latinoamericanos. Una unidad a la que excitaba el poeta aludiendo a motivos propios del discurso bolivarianista, así:

“[…] del Norte donde rugió el mar de sombras que se tragó a Atlántida, de quien Platón recogería un último suspiro, llegan las intermitentes embestidas, como periódicos terremotos, que van menoscabando la libertad de Nuestra América, soñada por Bolívar […] Y entre tanto tiemblan en voluntario aislamiento las naciones de América, que podrían juntas y unidas erguirse soberbiamente en la confianza de su fuerza […] Sólo la unión latinoamericana coronará su obra, cumplirá su testamento, aplacando su alma y las zozobras de sus hijos”(26).

De esta manera, el poeta mexicano encontró códigos comunes para comunicar con éxito uno de los aspectos del mensaje del que, como representante del gobierno constitucionalista, fue encargado de entregar a los colombianos. Dicho mensaje podría resumirse en la urgente necesidad de una unión latinoamericana de acento antiimperialista que tuviese a México por promotor y dirigente. Ese trabajo se le facilitó, en la medida en que, desde principios de aquel año, la prensa bogotana ya estaba llamando la atención sobre la importancia de las Conferencias de París para los colombianos, en particular, y para los pueblos latinos de América, en general.

Dentro de las múltiples voces que se levantaron al respecto, una de las más autorizadas era la del político liberal Eduardo Santos, quien advirtió sobre la intención de Estados Unidos de aprovechar las Conferencias de París para “hacerse con la hegemonía moral del continente [americano]”. Santos tildaba esa aspiración de “insincera”, en el sentido de que aún persistían “las causas de justo rencor que contra ellos hay en el continente”, poniendo como ejemplo ante sus lectores “el pleito de Panamá”, que, como se expondrá más adelante, cobró singular fuerza en la segunda mitad de 1919. No obstante, en el editorial en mención, el pleito de Panamá aparece como uno más de los acontecimientos deplorables que “los pueblos latinos de América” habían tenido que sufrir para ir “adquiriendo de modo quizá lento, mas no por eso menos preciso, la conciencia de sus derechos, de su propia personalidad y de su soberanía penosamente adquirida”(27).

Estas declaraciones situaban a Eduardo Santos muy cerca de las intervenciones de los diplomáticos mexicanos, tanto en el plano del antiimperialismo como en el plano del latinoamericanismo de tinte bolivariano. Por eso, no resultan sorprendentes las frases que escogió para finalizar su columna: “‘América para los americanos’, parece que es la fórmula hoy sentada en las Conferencias de París, pero que no se olvide allí que los americanos no son sólo los compatriotas de Washington y Lincoln, sino también los de Bolívar y Juárez, los de Hidalgo y Santander, los de San Martín y O’Higgins”(28).

Mirar hacia al norte, pero no tan al norte

Es evidente, entonces, cómo las Conferencias de París preocupaban en grado sumo a las naciones latinoamericanas en su conjunto; máxime, cuando los cables que las informaban sobre los avances en las negociaciones de paz eran insuficientes y fragmentados, lo que no sólo suscitó la expectación especulativa sobre sus resultados, sino que además incrementó la desconfianza sobre las intenciones de Estados Unidos de ventilar en Europa sus pretensiones hegemónicas en la región(29).

En Colombia, dicha desconfianza se vio reflejada, por un lado, en múltiples artículos de prensa que exhortaban de manera indirecta al gobierno conservador de Marco Fidel Suárez a revisar su política pro-estadounidense, conocida bajo el nombre de respice polum (“Mirar hacia el norte”)(30), doctrina según la cual, Colombia debía orientar su política exterior hacia Estados Unidos, y por el otro, en la fácil recepción e identificación con propuestas latinoamericanistas de tinte antiimperialistas como la promulgada hacia el exterior por el gobierno constitucionalista, cuyos representantes se encontraban entre los más dilectos visitantes diplomáticos de la ciudad de Bogotá. Así pues, la presencia de ellos, y su papel políticamente activo en columnas periodísticas y en la movilización política del estudiantado bogotano, facilitaron que el discurso antiimperialista tuviera una mejor recepción en la ciudad(31). Pero no sólo recepción, ya que, en manos de los intelectuales colombianos, el discurso tomó matices propios que apuntaban sobre todo a los asuntos pendientes que el país tenía con Estados Unidos al respecto de la separación de Panamá, ocurrida en 1903. Así fue advertido por Augusto Ramírez Moreno(32), uno de los jóvenes intelectuales que, junto con Carlos Pellicer, venían trabajando por la consolidación de una Asamblea de Estudiantes en la ciudad, cuya intervención descuella entre las demás que se hicieron del mismo tipo, en la medida en que Ramírez representaba a una pequeña fracción del Partido Conservador, que, no obstante su identificación partidista, se encontraba en desacuerdo con la política exterior del gobierno, también conservador, de Marco Fidel Suárez.

La intervención de Ramírez se produjo a propósito de un artículo aparecido en El Correo Liberal, en el que se señalaba que Estados Unidos venía vigilando atentamente las iniciativas de integración latinoamericana que el Gobierno mexicano había iniciado a través del envío diplomático de legaciones de alto nivel a diferentes países de Suramérica. Para Ramírez, esta vigilancia era muestra de tutelaje y de entrometimiento indebido en las relaciones internacionales de estos países, que veían cada vez más debilitada su amistad con Estados Unidos, a raíz de su política imperialista. Amistad que en su decir, para el caso colombiano, se presentaba “anémica si se quiere desde 1903”, en clara alusión al asunto de Panamá. Singularmente, es en la pluma de un conservador que aparece por primera vez en las páginas de Voz de la Juventud el término antiimperialismo, al referir con énfasis: “por temperamento somos enemigos de ese gran país [Estados Unidos], porque lo somos de todas las absorbencias y de todos los imperialismos”; Ramírez hizo esta afirmación tomando intencionalmente la vocería de toda su generación, como lo hizo también al dejar por sentado que dicha identificación antiimperialista estaba signada y quizá posibilitada gracias a la construcción, recepción e influencia de un discurso que mostraba a México como el líder potencial de una integración latinoamericana: “Dispuestos estamos a trabajar tenazmente por la gran obra de la integración hispano-americana, y bien puede contar Méjico, el país formidable, con la ayuda de los colombianos en el gran movimiento que se esboza; preparémonos!”(33).

Esta potencialidad era remarcada a cada instante por los diplomáticos mexicanos en cada una de sus intervenciones públicas. La defensa a ultranza del proceso revolucionario y de la figura de su máximo líder, Venustiano Carranza, hizo carrera en todos los diarios de la ciudad. Pocas veces, sus intervenciones dejaban de mencionar el genio político del presidente mexicano entre loas y grandilocuencias, en especial en lo que se refiere a la reorganización política, social y económica de México bajo preceptos eminentemente nacionalistas. Pero a la vez, dichas intervenciones resaltaban sobre todo cómo la figura de Carranza, y por extensión la de México, se levantaba entre los pueblos latinoamericanos como el símbolo más patente de resistencia ante los embates del imperialismo norteamericano, tanto en el plano económico como en el político y social.

Una muestra fiel de lo antes dicho es la parte final de la primera conferencia que Carlos Pellicer ofreció en Bogotá como parte de la labor propagandística que la comisión organizadora de la Asamblea de Estudiantes adelantó en la ciudad. En dicha conferencia, Pellicer señaló que fue por iniciativa de Venustiano Carranza que la Federación de Estudiantes Mexicanos obtuvo un lugar de representación en cada una de las legaciones diplomáticas que en 1918 salieron de México hacia diferentes países de Suramérica, con el encargo expreso de estrechar los lazos con los estudiantes de estos países. Rememoró, además, cómo en la cena de despedida que Carranza les ofreció a los jóvenes universitarios en el Castillo de Chapultepec antes de su partida, el primer mandatario pronunció un sentido discurso de acento latinoamericanista, del que recordaba las siguientes palabras:

“‘Llevad a las Naciones hermanas las más puras intenciones de unión espiritual e intelectual. La política de mi gobierno ha tendido y tenderá a esa unión tan ansiada que constituirá el bienestar supremo de la América Española’. Tales fueron las palabras íntimas del Sr. Presidente Carranza cuando levantó la copa, para brindar por la ventura de las naciones hermanas de México”(34).

Sin duda, este tipo de discurso fue de fácil asimilación para los sectores progresistas bogotanos, quienes a través de él, no sólo se habían identificado con la historia de México en cuanto a su relación de despojo con Estados Unidos, sino que rápidamente, gracias a una particular lectura de este discurso y al contexto que lo posibilitaba, contrapusieron en la coyuntura la imagen de Venustiano Carranza y la de México a la de Marco Fidel Suárez y la de Colombia. Esta contraposición tuvo la oportunidad de hacerse evidente a través de los diarios capitalinos, gracias a la publicación de noticias sobre los asuntos pendientes que Estados Unidos tenía en Colombia, a partir de su participación en la separación y posterior independencia de Panamá.

Según el tratado Thomson-Urrutia, firmado en Bogotá entre Estados Unidos y Colombia el 6 de abril de 1914, la nación norteamericana se comprometía, entre otras cosas, a pagar una indemnización de 25 millones de dólares al Gobierno colombiano con el fin de normalizar las relaciones bilaterales, luego del expolio territorial. Esta indemnización, junto con los demás puntos del acuerdo, que podrían resumirse en concesiones arancelarias en el transporte de mercancías y nacionales colombianos a través del canal una vez construido, debían pasar por la aprobación del Senado estadounidense antes de su ratificación final, habiéndose fijado para ello el mes de agosto de 1919.

Sin embargo, la previa promulgación del Decreto 1255, de junio de 1919, por el Gobierno colombiano, que reglamentaba la exploración y posesión de yacimientos de petróleo(35), fue vista por el Gobierno estadounidense como una afrenta directa a sus intereses económicos en el país, en la medida en que los títulos de propiedad sobre la tierra que tenían varias empresas norteamericanas no representaban en sí sustento alguno para adelantar el libre usufructo de lo que estuviera debajo de ella.

Así las cosas, según informaron los cables internacionales, el Senado de Estados Unidos decidió suspender la consideración del tratado Thomson-Urrutia, y con ello, el pago de los 25 millones de dólares, hasta que su Comisión de Relaciones Exteriores examinara el asunto y se cerciorara del verdadero alcance del Decreto 1255(36).

Esta noticia indignó de inmediato a la sociedad colombiana en general, la cual rápidamente dejó aflorar sus más expresivos sentimientos antiimperialistas en diarios, revistas y reuniones sociales, siendo el sector estudiantil el que más rápido se movilizó, como se puede apreciar en las páginas de Voz de la Juventud:

“VOZ DE LA JUVENTUD Invita a la gran manifestación estudiantil que se verificará esta tarde a las 5 p. m. con el objetivo de pedir respetuosamente al señor Ministro de Relaciones Exteriores y a las honorables Cámaras legislativas se retire el Tratado del 6 de abril de la consideración del Senado americano. Punto de reunión, atrio del capitolio”(37).

Así las cosas, al plantearse la posibilidad de movilizar al estudiantado capitalino ante una cuestión concreta de índole nacional e internacional, los jóvenes intelectuales de Voz de la Juventud, de los que ya hacía parte importante Carlos Pellicer, llevaron a la práctica los enunciados discursivos con los que habían alentado sus actividades de organización. De esta manera, la movilización estudiantil concreta en torno a un problema político inmediato sólo puede ser comprendida por la precedente labor organizacional que hasta aquí se ha estudiado, la cual se logró a través de la puesta en marcha de un tipo de discurso que, lejos de agotarse, encontró en el problema político particular del Decreto 1255 una oportunidad propicia para reafirmarse, en especial en lo que atañe a su apuesta latinoamericanista y antiimperialista, fuertemente influenciada por la presencia de los diplomáticos mexicanos en el país. Sin embargo, como se verá en adelante, tal discurso también tuvo sus ecos fuera de las iniciativas estudiantiles.

Antiimperialismo a la colombiana

La decisión del Gobierno estadounidense de hacer depender la ratificación del tratado Thomson-Urrutia del bienestar de sus intereses financieros en el país preocupó en grado sumo a los sectores menos adeptos al gobierno conservador de Marco Fidel Suárez, quienes de inmediato empezaron a preguntarse sobre la forma de establecer algún tipo de interacción diplomática con los países vecinos, a fin de denunciar el desaire norteamericano. Una vez más, fue la pluma de Eduardo Santos la que mejor se expresó al respecto: “La hora actual reclama como ninguna otra una representación diplomática de primer orden en la América Latina, que puede atraer a nuestra causa la simpatía y el apoyo eficaz de las naciones hermanas por la raza y por la lengua y por el origen comunes”. Sus declaraciones tenían como objetivo principal llamar la atención sobre el hecho de que, pese a que el cuerpo diplomático colombiano ya había designado, desde hacía varios meses, como su representante ante el Gobierno mexicano al señor Fabio Lozano T., este no había ido aún “a ocupar un puesto tan esencial para nuestra política externa”(38). Se partía de lo esencial, ya que, gracias a la labor diplomática emprendida por la delegación mexicana en Colombia, México ya se comprendía como el país que podía abanderar la resistencia latinoamericana ante el imperialismo norteamericano. Fue así como el papel preponderante de México dentro de la agenda de integración latinoamericana, tal y como fue entendido por los intelectuales colombianos, dejó el estrecho marco discursivo en el que se venía desarrollando y se impuso como una necesidad real y pragmática ante la indebida injerencia de Estados Unidos en la política petrolera y, por ende, en la soberanía económica colombiana.

Un telegrama del presidente Suárez al cónsul general de Colombia en Nueva York, publicado por el Diario Nacional, desató la tormenta. En dicho telegrama, Suárez le ordenaba de modo expreso al cónsul general que cordialmente les explicara a los empresarios petroleros estadounidenses que el Gobierno colombiano, mediante el Decreto 1255, no tenía intención alguna de atentar contra sus intereses, por lo que había decidido suspender su ejecución mientras esperaba el momento oportuno de revocarlo de manera definitiva para expedir en su lugar una legislación más favorable a sus intereses comerciales. El telegrama finalizaba en los siguientes términos: “He trabajado, sufrido muchísimo, en los esfuerzos hechos para alcanzar la solución de esta materia; por esto sorpréndeme saber atribúyenseme designios contrarios a los que inspíranme”(39).

Las reacciones en contra de las declaraciones de Suárez no se hicieron esperar: “apréciese el tono mendicante y suplicatorio en que están escritas”(40), dijeron los liberales, mientras que los republicanos hicieron un elegante, aunque enérgico, llamamiento a movilizarse en “contra de aquellos cuyos procederes afecten el honor nacional; contra cuantos quieran menguar la integridad moral de la patria”(41). En el mismo sentido, a la seguidilla de artículos que ponían en tela de juicio la idoneidad del presidente de la República se le sumaron la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores, Hernando Holguín y Caro, cubierta con minuciosidad por varios diarios del país(42), y la gran manifestación pública, organizada por liberales y republicanos, que recorrió las calles de Bogotá la tarde del 16 de septiembre, después de la cual se redactó un comunicado en el que se le solicitaba la renuncia inmediata al presidente de la República(43).

En dicha manifestación, el papel del estudiantado fue de primer orden, que sobresalió en número, por encima de los demás sectores de la sociedad que se movilizaron(44). Tal afluencia se explica, no sólo por la coincidencia de las manifestaciones en contra de Suárez(45) y los actos de homenaje que los estudiantes de la capital brindaron en honor del aniversario de la independencia de México(46), sino también porque en la noche del 13 de septiembre, en la Sala Samper de la Biblioteca Nacional, fue celebrada la reunión preparatoria de la Asamblea de Estudiantes(47) causando un gran alborozo en la comunidad estudiantil. El evento fue reseñado y compartido por el director del diario El Tiempo, quien, junto a las noticias en las que denostaba al presidente de la República, saludaba efusivamente la instalación de la Asamblea, y al mismo tiempo prometía secundar con gusto sus iniciativas a través de las páginas de su diario(48), lo que sin duda representaba una estrategia de Santos para consolidar aún más sus vínculos con los cuadros dirigentes de la Asamblea, a la vez que los movilizaba a favor de intereses políticos particulares.

Ahora bien, es de resaltar que por aquellas fechas, Eduardo Santos no fue el único en coincidir con las iniciativas de los jóvenes intelectuales de Voz de la Juventud; lo propio hicieron lo miembros de la Cámara de Representantes de Colombia(49), quienes, mediante proposición aprobada por unanimidad, resolvieron saludar al pueblo mexicano en el día del aniversario de su independencia. Lo que particularmente llama la atención de este pronunciamiento no es el saludo en sí, sino los términos en que fue sustentado en las consideraciones que lo precedieron, donde resaltan frases como: “la Nación mejicana es el vigilante centinela de la integridad y la soberanía de las naciones de origen español en el Continente”; “la patria de Hidalgo atrae en estos momentos las miradas de todos los pueblos que aún conservan la independencia y la libertad en la América de origen hispano”; “el pueblo mejicano sostiene contra poderes extraños la bandera de la dignidad nacional en presencia de todas las naciones y defiende con viril entereza su soberanía inmanente”(50). En medio de los últimos acontecimientos políticos de Colombia, tales frases, en especial esa última, venían a sumarse al concierto de voces que se levantaron desde distintos lugares de enunciación en contra de la actuación reprochable del presidente de la República.

En el mismo sentido, la prensa reseñó con loas el éxito de la convocatoria juvenil en torno a los homenajes a la independencia de México, aprovechando de paso para introducir entre líneas frases que, lógicamente, aunque de modo indirecto, buscaban conectar dicho homenaje con la urgencia de un pronto acercamiento diplomático entre las dos naciones, el cual, como se vio en apartes anteriores, fue planteado por Eduardo Santos como necesario, debido a las últimas decisiones que había tomado Estados Unidos con respecto a sus obligaciones para con Colombia:

“Ayer a las cuatro de la tarde se reunió en el atrio del Capitolio nacional una numerosa multitud con el fin de hacer en ese día una manifestación de simpatía a Méjico, de acuerdo con la invitación que al pueblo en general habían hecho los universitarios de las Facultades de Medicina, Ingeniería y Derecho, en carteles, que fueron fijados durante el día en las esquinas de la ciudad […] Esa manifestación fue una demostración elocuente del cariño que los colombianos profesan a quien es sin duda el centinela avanzado de los países hispanoamericanos”(51).

Así pues, se hacen evidentes la conjunción y participación de varios sectores de la sociedad colombiana en el discurso que buscaba situar a México como el adalid de las soberanías latinoamericanas, en un momento de álgida tensión política con Estados Unidos; un discurso con características propias que evidentemente llevaba varios meses siendo madurado por un sector de la intelectualidad bogotana, en especial por aquel que desde Voz de la Juventud movilizó a los estudiantes en la cantidad y en el momento adecuados para ser tenidos en cuenta como una emergente fuerza política.

En consonancia con lo antes expuesto, los homenajes periodísticos a México se extendieron por varios diarios capitalinos y nacionales, dentro de los que se destacó el hecho por El Correo Liberal, quien publicó en su primera plana un generoso retrato de Venustiano Carranza, en cuyo pie de foto se lee un cordial saludo enviado a la legación mexicana en Colombia, y por intermedio de ella, “al ilustre Jefe de la Nación Mexicana, General Venustiano Carranza, […] uno de los estadistas más ilustres de América en los tiempo actuales”(52); además, la primera plana también reservó un lugar especial, en el que felicitó a Carlos Pellicer por el éxito obtenido en la conferencia que sobre la independencia de México dictó para el público bogotano(53), destacando, muy a propósito del ambiente político del momento, cómo entre las dos naciones existía una “[…] inmensa y rotunda hermandad de la lucha y del dolor, ya que ambos pueblos Colombia y México, han tenido el mismo expoliador y el mismo enemigo”(54).

Por su parte, los intelectuales de Voz de la Juventud también dejaron evidencia en el último número de su revista de los homenajes que le brindaron a la legación mexicana, a propósito del aniversario de la independencia de su país: reseña la revista la entrega de un álbum de autógrafos a los señores Eduardo Colín y Carlos Pellicer, en el que se dejaron plasmados entusiastas saludos de felicitación al pueblo mexicano(55). Sobresalen entre los múltiples mensajes, rebosantes de exultación y afecto, el de Gerardo Pérez Sarmiento, de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, quien escribió: “Cuando las naciones hispanoamericanas lleguen a la cúspide de su perfeccionamiento, será Méjico -el centinela avanzado de la latinidad hispana y gloriosa- quien señale rumbos de respeto a la justicia, de libertad y democracia”; y el de Manuel Gutiérrez, de la Escuela de Medicina, quien afirmó: “Mientras haya en América naciones como Méjico, excelsa concreción del patriotismo y la nobleza, la ambigua doctrina Monroe, apenas si será un cuento para niños”(56). Estos mensajes vienen a reforzar la hipótesis que se ha venido desarrollado a lo largo de esta investigación, con respecto al papel endilgado a México en la emergencia y consolidación de un discurso latinoamericanista y antiimperialista en Colombia durante 1919.

En este mismo sentido, pocos días después, el senador conservador Miguel Jiménez López (1875-1955), en la sesión del Congreso de la República del 27 de septiembre, expuso formalmente la necesidad de un “acercamiento de la República con los demás países de origen hispano”. El texto completo de la proposición, publicado por El Tiempo bajo el título “La Unión Latino Americana. Sus Razones de ser. - Sus ventajas. - Su necesidad”, resaltaba, sobre cualquier otra consideración, la necesidad de establecer vínculos estrechos y duraderos con las naciones del continente para oponerse, por un lado, a la política intervencionista de Estados Unidos en la región, expresada para el caso colombiano en el reciente conflicto político desatado por la promulgación del Decreto 1255, y, por el otro, a la actitud “claudicante, sumisa y degradante” que desplegó el presidente de la República en los intentos por resolver dicha crisis.

No obstante, lo que más llama la atención de la proposición del senador conservador, es que no escapó a la corriente de admiración que se venía levantando en torno al papel de México en la región. Muestra de ello es la parte final de la citada proposición, en la que se puede leer: “Admiremos y secundemos en buena hora la gallarda actitud del Presidente Carranza, que a ese viejo y caduco sofisma de la Doctrina Monroe acaba de oponer una contradoctrina [se refiere a la doctrina Carranza] que es un timbre de honor y una salvaguardia para la porción latina de la América”(57).

Así pues, la intervención del senador Jiménez, además de hacer explícita la forma en que, ante la precariedad de la imagen pública de Marco Fidel Suárez, se levantó en oposición la imponente figura de Venustiano Carranza como deber ser del estadista(58), dejó en evidencia cómo un sector del conservadurismo colombiano, pese a pertenecer al mismo partido político que el presidente de la República, no se encontraba satisfecho con su desempeño en la primera magistratura, lo que sin duda explica el acercamiento de algunos conservadores a un discurso proyectado y compartido por sectores estudiantiles, liberales y republicanos, quienes encontraron en él un importante vehículo sobre el cual movilizar su inconformismo con el régimen conservador y con su política exterior.

Una pequeña (gran) victoria

No obstante, las tensiones políticas en Colombia seguían estando a la orden del día, particularmente porque los fantasmas que las animaban no eran dejados en paz por los sectores opositores al Gobierno Nacional. Por ello, no sorprende que el 3 de noviembre el principal diario capitalino inaugurara su primera plana con estas palabras: “Hoy hace diez y seis años se consumó la tragedia de Panamá y, con la ayuda de la traición de unos y la debilidad e incompetencia de otros, fue desmembrada la República para satisfacer las ansias de un Gobierno desprovisto de escrúpulos”(59). Estas afirmaciones movilizaban intencionalmente la memoria social(60) de los lectores del diario colombiano, en clara alusión a la coyuntura política que la posibilitaba, y se convirtieron en la excusa perfecta para volver sobre el tema de la posición gubernamental ante el imperialismo norteamericano(61), sobre su complacencia para con la denominada Doctrina Monroe(62), y, ante todo, para hacer votos por el fortalecimiento del nacionalismo colombiano y su interlocución con las demás naciones latinoamericanas como estrategia de resistencia ante las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos en la región(63).

Del mismo modo, las notas que veían con preocupación la posición de Estados Unidos en relación con el proceso político mexicano aumentaron, y advirtieron sobre la posibilidad de una intervención directa en su territorio(64), debido a la inconformidad de Estados Unidos con las políticas económicas implementadas por el gobierno constitucionalista(65), las cuales fueron el inicio de lo que se conocería más tarde como Nacionalismo Revolucionario(66). Así pues, varias voces se levantaron en apoyo del Gobierno mexicano(67), volviendo sobre la identificación de la lucha nacionalista mexicana como modelo y guía de la resistencia antiimperialista en toda la América Latina y como ejemplo a seguir por la política exterior colombiana(68).

Como se puede ver, estas intervenciones representaron el corolario de una arremetida periodística y de una importante movilización social que propendió a cuestionar e intervenir en la forma en que el gobierno de Marco Fidel Suárez dirigía los rumbos del país en materia de política exterior. Los primeros frutos de esta continuada movilización discursiva y social se recogieron desde finales de octubre, cuando se hicieron públicos al mismo tiempo los textos de un memorandum que la legación estadounidense en Colombia extendió al Gobierno Nacional con el fin de fijar su posición oficial con relación al Decreto que sobre petróleos había promulgado el Legislativo colombiano, y el texto de la consecuente respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores al respecto.

El memorandum en cuestión defendía el derecho a la libre extracción norteamericana de los hidrocarburos que se llegaran a encontrar en las tierras legalmente adquiridas por estadounidenses en territorio colombiano. Lo que sorprendió del memorandum fue que exigía que dicho derecho debía ser estipulado por medio de un “documento diplomático” expedido por el Ejecutivo nacional(69), pedimento ante el cual el recientemente nombrado ministro de Relaciones Exteriores, Pomponio Guzmán, expidió un comunicado en que destacan los siguientes términos:

“[…] como de este importante asunto se ocupa en la actualidad el Congreso Nacional […] y como al poder judicial corresponde la calificación de los títulos de propiedad, animado mi Gobierno de un vivo interés por llegar pronto a una cordial inteligencia […] ha trasmitido el memorandum de Vuestra Excelencia a las honorables Cámaras Legislativas. El Gobierno, con el concurso de la opinión pública, como lo exige la índole de nuestra organización política confía en llegar pronto a una satisfactoria solución del asunto. El Gobierno de Colombia no deja, sin embargo, de lamentar que este asunto de la propiedad del subsuelo […] esté influyendo sobre la definitiva conclusión del Tratado del 6 de abril de 1914”(70).

Es evidente, entonces, cómo el comunicado del ministro de Relaciones Exteriores, además de estar escrito en un tono totalmente diferente al tono mendicante usado por el presidente de la República en ocasiones anteriores, recogió las principales demandas de los opositores al Gobierno Nacional: en primer lugar, subordinó el entendimiento privado entre el Ejecutivo y los representantes estadounidenses a las decisiones oficiales del Poder Legislativo; en segundo lugar, reconoció la necesidad de contar con el concurso de la “opinión pública” para legitimar las decisiones diplomáticas tomadas, y, en tercer lugar, reprochó que la ratificación de los acuerdos indemnizatorios sobre la cuestión de Panamá dependiera de la adjudicación de privilegios a ciudadanos estadounidenses en materia de extracción petrolera en el país, tal como lo hicieron en su momento, a través de revistas y periódicos, los intelectuales liberales, republicanos y estudiantiles hasta aquí mencionados.

De esta manera, el año terminaba exitosamente para los sectores políticos de oposición al gobierno conservador, gracias a haber logrado influenciar, fuera de las instituciones, las decisiones del Gobierno con respecto a los asuntos pendientes con Estados Unidos. Sin duda, era una victoria compartida por los estudiantes y los liberales, los cuales no pocas veces trabajaron mancomunadamente. Para ambos sectores, representó la acumulación de un importante capital político(71) que en adelante utilizarían para posicionarse cada vez mejor en el estrecho marco de acción política e intelectual que dejaba la hegemonía conservadora para los sectores de oposición. En lo sucesivo, al gobierno conservador le sería muy difícil ignorar la fuerza de la opinión pública de la oposición y la creciente importancia de la comunidad estudiantil en Bogotá. Fuerza que fue conseguida, en gran parte, gracias a la emergencia y movilización de un discurso bolivarianista, latinoamericanista y, ante todo, antiimperialista, posibilitado por la presencia de la legación mexicana en el país(72).

Conclusiones

A lo largo de las páginas de este artículo, se ha defendido la hipótesis de que la presencia de los diplomáticos mexicanos en Colombia, durante la administración de Marco Fidel Suárez, animó la emergencia de un discurso de tintes latinoamericanistas y antiimperialistas, que fue usado por los sectores de oposición para arremeter en contra de la política exterior del Gobierno, explícitamente supeditada a los mandatos de Estados Unidos.

Para ello, se estudiaron las formas en que el discurso de unidad latinoamericana de los diplomáticos constitucionalistas fue apropiado por los intelectuales liberales y republicanos, por la dirigencia del incipiente movimiento estudiantil y por algunos sectores del Partido Conservador, en primer lugar, a través de la identificación histórica que reconocía a Estados Unidos como el expoliador territorial en común de los dos países latinoamericanos, y después, a través de la necesidad de que Colombia se sumase al bloque continental, que haría contrapeso a una futura arremetida de Estados Unidos en la región, como producto del reordenamiento mundial de las fuerzas políticas que suscitó el final de la Gran Guerra.

Ahora bien, en Colombia, el uso político de este discurso por parte de la oposición respondía a la política exterior del gobierno conservador, conocida como “respice polum”, la cual tenía a Estados Unidos como un modelo a seguir. Por esta razón, su contenido latinoamericanista y antiimperialista ensalzaba la política exterior mexicana y la figura de su conductor, Venustiano Carranza, en detrimento de la política y la figura misma de Marco Fidel Suárez, en un claro juego de opuestos, no sólo políticos, sino también morales.

Lamentablemente, para Suárez, el entusiasmo producido por el discurso filo-mexicano, latinoamericanista y antiimperialista entre los sectores de oposición coincidió con desavenencias diplomáticas entre los gobiernos de Estados Unidos y Colombia, a propósito del condicionamiento estadounidense para cumplir el pago de la indemnización pactada en el tratado Thomson-Urrutia, de 1914.

Esta particular coyuntura fue aprovechada para la movilización política y social en contra del gobierno conservador, la cual se sustentó, en gran medida, en las premisas ideológicas que habían sido puestas en circulación en los diarios opositores y en las publicaciones universitarias desde la llegada del cuerpo diplomático mexicano a Colombia, cuyos integrantes habían participado activamente en sus páginas.

Si bien esta movilización y sus resultados no pueden considerarse como determinantes en la caída definitiva del régimen de Marco Fidel Suárez, es de resaltar que la construcción y apropiación de un discurso de oposición filo-mexicano, latinoamericanista y antiimperialista constituyen un importante antecedente en la formación (como es el caso del movimiento estudiantil) y consolidación (como es el caso del Partido Liberal) de novedosos sujetos políticos que en adelante, y a lo largo de la década de los años veinte, serán los principales contradictores de la hegemonía conservadora y los gestores de su derrumbe, en 1930.

Bibliografía

Archivos

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Periódicos

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Cómo citar: Pulido García, David Antonio. “¿Qué tan al norte hay que mirar? El discurso filo-mexicano de oposición en Colombia durante el gobierno de Marco Fidel Suárez (1918-1921)”. Historia Crítica n.° 75 (2020): 49-70, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit75.2020.03

* El presente artículo profundiza en varios temas inicialmente esbozados en la tesis de maestría del autor, la cual fue llevada a cabo gracias a una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología del Estado Mexicano. Una versión preliminar de este artículo fue discutida en el Seminario de Historia Intelectual de América Latina (SHIAL), organizado por El Colegio de México, la Universidad Autónoma Metropolitana (Cuajimalpa) y la Universidad de Colima, en octubre de 2018.

1Carranza detentó el título de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión entre 1914 y 1917. A partir del 1 de diciembre de 1917, se desempeñó como presidente de México hasta su muerte, acaecida el 21 de mayo de 1920.

2Al respecto, consultar: Friedrich Katz, La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana (México: Ediciones Era, 1998).

3Pablo Yankelevich, La Revolución Mexicana en América Latina: intereses políticos e itinerarios intelectuales (México: Instituto Mora, 2003); Pablo Yankelevich, Miradas australes: propaganda, cabildeo y proyección de la Revolución Mexicana en el Río de la Plata, 1910-1930 (México: INEHRM, SRE, 1997); Pablo Yankelevich, La diplomacia imaginaria: Argentina y la Revolución Mexicana, 1910-1916 (México: SRE, 1994).

4“Llegada del ministro de Méjico”, El Tiempo, Colombia, enero 10 de 1919, 2.

5“La solidaridad continental”, El Nuevo Tiempo, Colombia, febrero 22 de 1919, 1.

6El Partido Republicano (1909-1918) fue el primer intento político de características modernas que existió en el país. Puso sobre el tapete debates a los que el sistema político tradicional (regeneracionista) no quería prestar demasiada atención, tales como la inclusión política, la educación laica y la libertad de prensa. La organización de la “Unión Republicana”, como se llamó oficialmente el nuevo proyecto político, giró en torno a los preparativos eleccionarios que llevaron a la presidencia a Carlos E. Restrepo, en agosto de 1910. Para ello, desde un año antes se creó el diario La República, en torno al que cerraron filas políticos e intelectuales conservadores y liberales, con el fin de renovar el panorama político colombiano. Este grupo, por haber coincidido en su propósito con el centenario de la independencia, tomó el nombre de “Generación del Centenario”. El proyecto republicano no tuvo la continuidad política que se esperaba, en parte, por la deserción de muchos de sus militantes, que optaron por volver a sus bancadas tradicionales, y en parte, por la falta de una base social lo suficientemente amplia desligada de apasionamientos partidistas, lo que limitó su apoyo a un restringido número de dirigentes políticos y comerciales. Por ello, poco a poco fue decayendo hasta el punto de pasar a ser un asunto —casi romántico— de un puñado de intelectuales centenaristas, y de convertirse, en el ámbito político, en una suerte de fantasma que revivía en momentos de crisis con una sensación de inexplicable añoranza y fútil esperanza de reconciliación.

7El término arielismo ha sido empleado tanto para resumir el mensaje de Ariel (obra cumbre del uruguayo José Enrique Rodó) como para referirse a cierta orientación del espíritu de esos años: “una actitud denominada también idealista, de descontento frente a la unilateralidad cientificista y utilitaria de la civilización moderna, la reivindicación de la identidad latina de la cultura de las sociedades hispanoamericanas, frente a la América Anglosajona”. Ver Carlos Altamirano, “Elites culturales en el siglo XX latinoamericano”, Historia de los Intelectuales en América Latina (Buenos Aires: Kats Editores, 2008), 10.

8Augusto Ramírez Moreno, “Espiando”, Voz de la Juventud, Bogotá, marzo 29 de 1919, 2.

9Discurso de Carlos Pellicer Cámara (CPC) ante la Sociedad Voz de la Juventud, Bogotá, marzo 29 de 1919, FRBNM, ACP, sec. 35, caja 270, carp. 1, f. 2.

10Es muy importante señalar que, en contravía de sus compatriotas, el escritor colombiano José María Vargas Vila, desde el exilio, fue uno de los primeros intelectuales en el siglo XX que levantó la voz de manera contundente en contra de la política expansionista que Estados Unidos practicaba en la región. Desde su revista Némesis, publicó en 1903 Ante los bárbaros (los Estados Unidos y la Guerra) el yanki: he ahí el enemigo, libro de beligerante protesta que le costó ser expulsado de Estados Unidos ese mismo año. En dicho libro hacía votos por la unión de “los países de raza latina” y por “hacer del anti-yanquismo, una bandera, una política, un credo”, oponiendo al panamericanismo de inspiración norteamericana un panhispanismo más cercano a los pueblos de habla castellana del continente. En este libro, entre múltiples disquisiciones, el autor percibe a México como el posible abanderado de una causa antiestadounidense y deja en evidencia su gran admiración por ese país. Las opiniones consignadas en este libro —afirma Pablo Yankelevich en La Revolución Mexicana en América Latina, 48— hicieron que Vargas Vila fuera muy cercano a los gobiernos de los sonorenses, quienes entraron en tratos directos con el colombiano, a fin de integrarlo a la campaña de publicidad internacional que abanderaron. En contraste con la gran atención recibida en México, su eco en Colombia fue reducido para el periodo que se estudia en este capítulo, debido a que las furibundas críticas de las que fueron objeto los gobiernos conservadores desde el exilio fueron considerablemente bloqueadas por la imponente censura gubernamental, que, entre otras cosas, con la ayuda de la Iglesia católica, satanizó y restringió la circulación de su obra literaria en el país.

11Carta de CPC a Carlos Pellicer Marchena (CPM), Bogotá, mayo 10 de 1919, en Carlos Pellicer, Correo familiar 1918-1920 (México: Factoría Ediciones, 1998), 105.

12Carta de CPC a CPM, Bogotá, julio 5 de 1919, en Correo familiar, 119.

13Carta de CPC a CPM, Bogotá, julio 13 de 1919, en Correo familiar, 122.

14“José Juan Tablada”, El Gráfico, Bogotá, n.° 451-452, enero 25 de 1919, 12-14.

15José Juan Tablada, “La nueva poesía de Méjico. Carlos Pellicer”, El Nuevo Tiempo, Bogotá, abril 21 de 1919, 3.

16“Don Eduardo Colín”, Voz de la Juventud, Bogotá, mayo 22 de 1919, 3.

17Mario Carvajal, “Las conferencias de ‘cultura’”, El Tiempo, Colombia, junio 29 de 1919, 2.

18Armando Solano, “Amado Nervo”, El Tiempo, Colombia, mayo 31 de 1919, 2.

19CPC, “Amado Nervo”, Voz de la Juventud, Bogotá, junio 4 de 1919, 1.

20“El ideal pan-ibero-americano”, Revista de Revistas, junio 1 de 1919, 1.

21Margaret MacMillan, París, 1919. Seis meses que cambiaron al mundo (Barcelona: Tusquets Editores, 2005).

22“El ideal pan-ibero-americano”, Revista de Revistas, junio 1 de 1919, 1.

23Sobre Bolivarianismo ver: Leopoldo Zea, Simón Bolívar. Integración en la libertad (Barquisimeto: Fundación Buría, 2012); Reinaldo Rojas, Historiografía y política sobre el tema bolivariano (Barquisimeto: Horizonte CA, 2009), y Germán Carrera Damas, El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela (Caracas: Editorial Grijalbo, 1989). No obstante, el uso de los motivos bolivarianos en el discurso aquí estudiado tiene intenciones particulares y es independiente de teorizaciones posteriores.

24Un trabajo contemporáneo a la época es el de Louis Guilaine, América Latina y el imperialismo americano (París: Librería de la Vda de c. Bouret, 1928), prologado por Manuel Ugarte.

25“Una entrevista con José Juan Tablada”, El Tiempo, Colombia, enero 26 de 1919, 2.

26José Juan Tablada, “En la quinta de Bolívar”, El Tiempo, Colombia, junio 22 de 1919, 2.

27Eduardo Santos, “América y americanos”, El Tiempo, Colombia, marzo 1 de 1919, 2.

28Eduardo Santos, “América y americanos”, El Tiempo, Colombia, marzo 1 de 1919, 2.

29Sobre el caso particular de cómo se interpretó la Gran Guerra en Colombia ver: Jane M. Rausch, Colombia and World War 1: The Experience of a Neutral Latin American Nation during the Great War and Its Aftermath, 1914-1921 (Lanham: Lexington Books, 2014).

30Apolinar Díaz Callejas, El lema respice polum y la subordinación en las relaciones con Estados Unidos (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 1996).

31Fue tal el entusiasmo con el que se desarrolló esta labor, que incluso Pellicer recibió una carta de Miguel Palacios Macedo, en la que le pedía moderación en sus declaraciones sobre Estados Unidos: “Ignoro qué motivos hayan movido a Ud. a ‘hablar tan fuerte’ sobre los Estados Unidos en la prensa de esa localidad, Ud. no me lo indica y no sé hasta qué punto pudiera haber ameritado tamaños desahogos; tal vez en aquel medio a 90° en materia de yankofobia, es necesario gastar mucho combustible para ponerse a nivel de los demás, pero de todos modos yo le suplico que no se use de las palabras extremas sino en las situaciones extremas, que procure moderarse hasta donde sea factible y que observe una actitud lo menos comprometida que se pueda […] lo que le he dicho es solo un consejo antiguo y experimentado conocedor de todos esos achaques, que sabe que la primera regla del éxito de un conductor de hombres, de un organizador de colectividades, de un representante de instituciones, de un propugnador de ideales, consiste en ‘hablar mucho pero comprometerse poco’”. Carta de MPM a CPC, Bogotá, julio 22 de 1919, FRBNM, ACP, sec. 35, caja 270, carp. 4, f. 11.

32Ramírez Moreno fue uno de los primeros que simpatizó, al iniciar la década de los veinte, con la ideología fascista, lo cual lo llevó a integrar y bautizar el influyente grupo intelectual de Los Leopardos, al que pertenecieron jóvenes conservadores como José Camacho Carreño, Joaquín Fidalgo Hermida, Silvio Villegas y Eliseo Arango. Sobre Los Leopardos ver: Ricardo Arias Trujillo, Los Leopardos: Una historia intelectual de los años 1920 (Bogotá: Universidad de los Andes, 2013).

33Augusto Ramírez Moreno, “Espiando”, Voz de la Juventud, Bogotá, marzo 29 de 1919, 2.

34Conferencia dictada por CPC en la Sala Samper de la Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá, julio 25 de 1919, FRBNM, ACP, sec. 32, caja 234, carp. 38, f. 3-29, 28.

35En virtud de este decreto, se debía obtener permiso especial del Ejecutivo nacional para la exploración de cualquier clase de hidrocarburo, permiso que no concedía derecho alguno relacionado con la explotación, la cual debía hacerse bajo un contrato de explotación conjunta entre el privado y el representante de la nación. Ver: Luis Enrique Cuervo Pontón, Introducción al derecho y la política de petróleos (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2001), 88-89.

36Eduardo Santos, “Por la libertad y el decoro”, El Tiempo, Colombia, agosto 14 de 1919, 1.

37Voz de la Juventud, Bogotá, agosto 16 de 1919, 23.

38Eduardo Santos, “Una labor necesaria”, El Tiempo, Colombia, agosto 16 de 1919, 2.

39“Telegrama”, Diario Nacional, Colombia, septiembre 10 de 1919, 1.

40Eduardo Santos, “Una falsedad o una vergüenza”, El Tiempo, Colombia, septiembre 14 de 1919, 1.

41“Manifiesto del directorio republicano”, El Tiempo, Colombia, septiembre 16 de 1919, 1.

42Eduardo Santos, “Para que no sigamos de rodillas”, El Tiempo, Colombia, septiembre 15 de 1919, 1.

43“Proposición aprobada por unanimidad en la manifestación de ayer”, El Tiempo, Colombia, septiembre 17 de 1919, 1.

44“La voz del pueblo”, El Tiempo, Colombia, septiembre 17 de 1919, 1.

45“La manifestación popular de hoy”, El Tiempo, Colombia, septiembre 16 de 1919, 1.

46“La fiesta nacional de Méjico”, El Tiempo, Colombia, septiembre 16 de 1919, 1.

47A dicha reunión no asistió Carlos Pellicer, pero sí Eduardo Colín, quien recibió en nombre de la legación mexicana los saludos que los estudiantes le hicieron a propósito de la proximidad del aniversario de la independencia mexicana. Reseñan los diarios una efusiva muestra de fraternidad, representada en el grito unísono de ¡viva Méjico!, que en más de una ocasión interrumpió el acto de homenaje. Al respecto ver: “La Asamblea de Estudiantes y sus labores”, El Tiempo, Colombia, septiembre 18 de 1919, 5.

48Eduardo Santos, “Se instala la Asamblea de Estudiantes”, El Tiempo, Colombia, septiembre 14 de 1919, 1.

49La Cámara de Representantes es, junto con el Senado de la República, una de las dos cámaras que componen el Congreso de la República, que, en su conjunto, es la entidad suprema del Poder Legislativo de la nación.

50Proposición aprobada por la Cámara de Representantes en la sesión del día 16 de septiembre de 1919, en Diario Oficial, Colombia, Imprenta Nacional, 1919, 137.

51Eduardo Santos, “La manifestación de ayer a Méjico”, El Tiempo, Colombia, septiembre 17 de 1919, 3.

52El Correo Liberal, Colombia, septiembre 16 de 1919, 1, en FRBN, ACP, sec. 18, caja 142, carp. 2, f. 1.

53En carta a su madre, Pellicer relataría las reacciones que su conmovedora conferencia causó en el público bogotano, ver: Carta de CPC a CPM, Bogotá, septiembre 22 de 1919, en Correo familiar, 143-144.

54“La conferencia de anoche”, El Correo Liberal, septiembre 16 de 1919, 1, en FRBN, ACP, sec. 18, caja 142, carp. 2, f. 1.

55Este álbum se conserva en el ACP, ver: FRBN, ACP, sec. 18, caja 142, carp. 2, f. 1.

56“En honor de Méjico”, Voz de la Juventud, Bogotá, septiembre 27 de 1919, 28. Es preciso señalar que los números 1 a 20 de Voz de la juventud tuvieron presentación de periódico, mientras que los números 21 a 24 tuvieron formato de revista, de allí que se haga mención a “la revista” para referirse al contenido de su último número.

57“La Unión Latino Americana. Sus Razones de ser. - Sus ventajas. - Su necesidad”, El Tiempo, Colombia, septiembre 29 de 1919, 1.

58Al respecto, Carlos Pellicer le comentaba a su padre cuál era la opinión que un amplio sector de la sociedad colombiana tenía del presidente mexicano: “Aquí toda la prensa lo adora y se le viene poniendo de ejemplo al infeliz Presidente colombiano actual que es un desgraciado”. Carta de CPC a CPM, Bogotá, diciembre 15 de 1919, en Correo familiar, 170.

59Eduardo Santos, “Aniversario”, El Tiempo, Colombia, noviembre 3 de 1919, 1.

60Sobre el concepto ver: Maurice Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria (Barcelona: Anthropos, 2004).

61“Una agitación necesaria”, El Tiempo, Colombia, noviembre 4 de 1919, 1.

62“Wilson contra el imperialismo”, El Tiempo, Colombia, noviembre 8 de 1919, 1.

63Carlos E. Restrepo, “Self determination”, El Tiempo, Colombia, diciembre 13 de 1919, 1.

64“Los avances del imperialismo”, El Tiempo, Colombia, octubre 17 de 1919, 1.

65“Méjico para los yanquis y sus aliados europeos”, El Tiempo, Colombia, octubre 30 de 1919, 5.

66Augusto Villanueva Gómez, Nacionalismo Revolucionario. Orígenes socioeconómicos de la doctrina internacional de la Revolución mexicana (México: Porrúa, 2010).

67“Méjico para los mejicanos. La defensa de nuestras nacionalidades”, El Tiempo, Colombia, noviembre 5 de 1919, 5.

68Eduardo Santos, “La suerte de Méjico y la actitud de la América Latina”, El Tiempo, Colombia, diciembre 8 de 1919, 1.

69Memorándum de la Legación de los Estados Unidos de América al Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, publicado en El Tiempo, Colombia, octubre 30 de 1919, 3.

70Comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia a la Legación de los Estados Unidos de América, publicado en El Tiempo, Colombia, octubre 30 de 1919, 3.

71Pierre Bourdieu, Intelectuales, política y poder (Buenos Aires: Eudeba, 1999).

72El cuerpo diplomático mexicano abandonó el país a finales de 1919, siendo el último en salir Carlos Pellicer Cámara, de quien se tiene mejor recordación en archivos y periódicos, gracias a la estrecha relación de amistad que lo unió hasta el final de su vida a varios de los más importantes intelectuales colombianos del siglo XX, pero esa es otra historia.

Recibido: 27 de Abril de 2018; Aprobado: 10 de Septiembre de 2018

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