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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.83 Bogotá Jan./Mar. 2022  Epub Feb 04, 2022

https://doi.org/10.7440/histcrit83.2022.01 

Tema Abierto

Del repositorio público al aula universitaria: estudiantes de la Universidad Nacional en la Biblioteca Nacional, Estados Unidos de Colombia, 1870-1874*

From the public repository to the university classroom: Students of the National University at the National Library, United States of Colombia, 1870-1874

Do repositório público à sala de aula universitária: alunos da Universidad Nacional na Biblioteca Nacional, Estados Unidos da Colômbia, 1870-1874

Javier Ricardo Ardila** 

**Universidad Nacional de Colombia. Historiador y Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Su campo de estudio está enfocado en la Historia del libro, de los catálogos, de las bibliotecas y de los lugares de saber durante el siglo xix. Es miembro del grupo de investigación “Historia: Cultura, Escritura y Saberes” (grihces). Entre sus publicaciones recientes se encuentran: con Juan Pablo Arango, Diana Carolina Monroy, Isabel Cristina González y Óscar Yesid Zabala, “La donación patriótica de Manuel Ancízar a la Biblioteca Nacional, 1849-1853”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 48, n.° 2 (2021): 81-114, doi: https://doi.org/10.15446/achsc.v48n2.95648; con León Hernández, “Los impresores como constructores de la República de Colombia. Los casos de Espinosa, Roderick y Navas, 1819-1830”. Procesos. Revista ecuatoriana de Historia n.° 53 (2021): 77-107, doi: https://doi.org/10.29078/procesos.v.n53.2021.2633); y “El dolor que inclina a la melancolía religiosa y al amor de Jesucristo: versos fúnebres en la reconvención de José Manuel Groot al catolicismo (1842-1852)”. Historia y Espacio 17, n.° 57 (2021) (en prensa). jrardilag@unal.edu.co


Resumen.

Objetivo/contexto:

Este artículo examina la presencia de estudiantes de la Universidad Nacional entre los lectores de la Biblioteca Nacional durante la primera mitad de la década de 1870. Aunque algunos observadores de la época consideraron la biblioteca inoperante, la institución fue un agente activo en la circulación del libro en Bogotá: un espacio de sociabilidad estudiantil y un lugar de saber universitario.

Metodología:

En primer lugar, se presenta la relación institucional entre la biblioteca y la universidad. A continuación, se caracteriza a los estudiantes y sus lecturas en la biblioteca. Finalmente, se analizan las lecturas registradas en relación con los programas de los cursos de la Universidad Nacional, el desempeño académico de los estudiantes, la presentación de discursos públicos y la asistencia a la biblioteca de estudiantes provenientes de regiones distintas a Bogotá y sus alrededores.

Originalidad:

En un escenario reformista de la educación, adelantado por los gobiernos liberales durante la década de 1870, la Biblioteca Nacional fue adjetivada como “anacrónica” e “inútil” por los actores mismos del siglo xix. Estos juicios críticos se han convertido en un lugar común de la historiografía. El análisis de nuevos documentos, particularmente del registro de lectores de la biblioteca -una fuente inédita- enriquece el universo de la apropiación de la lectura y ofrece elementos empíricos que revindican la centralidad de la institución en un momento de pugnas políticas e ideológicas.

Conclusiones:

Se demuestra que los jóvenes estudiantes de la Universidad Nacional utilizaron los libros de la colección pública en espacios académicos de formación profesional, lo que pone en entredicho la idea de su inoperancia y cuestiona los motivos que originaron las críticas liberales.

Palabras clave: Biblioteca Nacional de Colombia; Historia de la educación; Historia de la lectura; Historia de las bibliotecas; registro de lectores; siglo xix.

Abstract.

Objective/Context:

This article examines the presence of students from the National University among the readers of the National Library during the first half of the 1870s. Although some contemporary observers considered the library to be inoperative, the institution was an active agent in the circulation of books in Bogotá: a space of student sociability and a place of university knowledge.

Methodology:

First, the paper examines the institutional relationship between the library and the university. Then, it characterizes the students and their readings at the library. Finally, it analyzes the recorded readings in relation to the programs of courses taught at the National University, the academic performance of students, the presentation of public speeches, and library attendance by students from regions other than Bogotá and its surroundings.

Originality:

In a scenario of educational reforms promoted by liberal governments during the 1870s, the National Library was described as “anachronistic” and “useless” by the agents themselves of the nineteenth century. These critical judgments have become a commonplace in historiography. The analysis of new documents, especially library reader records-an unpublished source-, enriches the field of reading appropriation and offers empirical elements that vindicate the institution’s centrality at a time of political and ideological struggles.

Conclusions:

The article demonstrates that young students at the National University used books from the public repository in academic spaces of professional training, which calls into question the idea of its inoperative character as well as the reasons that originated this liberal criticism.

Keywords: history of education; history of libraries; history of reading; National Library of Colombia; nineteenth century; reader records.

Resumo.

Objetivo/contexto:

Neste artigo, questiona-se a presença de alunos da Universidad Nacional entre os leitores da Biblioteca Nacional durante a primeira metade da década de 1870. Embora alguns observadores da época considerassem a biblioteca inoperante, a instituição foi um agente ativo na circulação de livros em Bogotá: um espaço de sociabilidade estudantil e um lugar de saber universitário.

Metodologia:

Primeiramente, é apresentada a relação institucional entre a biblioteca e a universidade. A seguir, são caracterizados os alunos e sua leitura na biblioteca. Por fim, as leituras registradas são analisadas com relação aos programas dos cursos da Universidad Nacional, o desempenho acadêmico dos alunos, a apresentação de discursos públicos e a frequência da presença de alunos que são de outras regiões, que não seja Bogotá e adjacências.

Originalidade:

Em um cenário reformista de educação, defendido pelos governos liberais durante a década de 1870, a Biblioteca Nacional foi qualificada como “anacrônica” e “inútil” por alguns atores do século xix. Esses julgamentos críticos tornaram-se um clichê na historiografia. A análise de novos documentos, em particular do leitor da biblioteca -fonte inédita- enriquece o universo da apropriação da leitura e oferece elementos empíricos que reivindicam a centralidade da instituição em um momento de lutas políticas e ideológicas.

Conclusões:

Fica evidente que os jovens alunos da Universidad Nacional utilizaram os livros do acervo público em espaços acadêmicos de formação profissional, o que põe em xeque a ideia de sua ineficácia e questiona os motivos que originaram as críticas liberais.

Palavras-chave: Biblioteca Nacional da Colômbia; história da educação; história da leitura; história das bibliotecas; registro de leitores; século xix.

Introducción

La década de 1870 inauguró un periodo reformista de la enseñanza pública en los Estados Unidos de Colombia1, época en la que la Biblioteca Nacional (bn) enfrentó contradicciones profundas. La institución se unió a la recién fundada Universidad Nacional (un) y fue una razón, entre otras, para justificar la centralidad de la universidad en Bogotá2; no obstante, numerosos observadores enfatizaron su “inutilidad relativa”. Este discurso pervivió en el siglo xx, tanto que la obra más comprensiva sobre la bn -a la fecha- señala que hasta 1931, “no presta servicio eficaz [...] sino a unos pocos investigadores, especialmente de historia. Y colma el ocio de unos desocupados que allí leen periódicos”3. En estas condiciones es fácil pensar que la institución estaba aletargada, a la deriva entre eruditos y ociosos.

Es necesario analizar la situación con mayor cuidado. Este artículo demuestra que, más allá de las discusiones sobre la eficacia de la bn, los estudiantes utilizaron los libros de la colección en espacios académicos de formación profesional. Con este ánimo, se introduce el registro de lectores de la biblioteca (de ahora en adelante rlb), levantado entre 1870 y 18744 y se pone en diálogo con documentos oficiales de la UN en la primera década de 1870. Esta fuente plantea un punto de corte para analizar tendencias generales en la segunda mitad del siglo xix. El acercamiento a los registros de préstamos en las bibliotecas públicas -una metodología poco usual entre los historiadores en América Latina- no solo brinda herramientas a los estudios sobre el libro, la lectura y las bibliotecas, sino que interpela directamente los trabajos de historia intelectual, historia cultural, historia social y política, por mencionar los más evidentes5.

No hay intelectuales sin bibliotecas y, cuando se pone énfasis en las colecciones y los espacios que las reúnen -tanto públicos como privados-, es posible identificar algunas fuentes cardinales en la construcción de proyectos políticos. En palabras de Alejandro E. Parada, “las bibliotecas no son agencias apolíticas sino que están mediadas por las concepciones dominantes en cada periodo histórico. Son construcciones que albergan objetos materiales (soportes de escritura) inmersos en constelaciones políticas e ideológicas”6. Esta mirada, animada por investigaciones recientes, ve las bibliotecas como objetos culturales con carga intelectual que, en diálogo con el aspecto material, dan sustento a la historia del pensamiento7: lugares de transmisiones de cultura y de saberes que permiten la apropiación de contenidos bibliográficos entre sus visitantes y la dinamización del campo intelectual8. Lejos de entender el libro como medio de difusión de ideas coherentes, es necesario ver su lugar como factor de cambio en las sociedades y en las mentalidades, donde las bibliotecas funcionan como “lugares de saber”9, “espacios de sociabilidad”10 y “agentes” en el circuito del libro11.

El rlb y la documentación de la bn sugieren que la biblioteca tenía una población estable de estudiantes universitarios. Sin embargo, por su importancia en el circuito de instituciones culturales bogotanas de la época, la bn recibió críticas desde los sectores liberales -especialmente a partir de los procesos de reforma educativa adelantados desde 1867- quienes enfatizaron su inoperancia, desconocimiento por el público amplio y antigüedad de su colección. En este escenario polemista, no basta con decir que la bn era universitaria o que sus recursos eran anacrónicos e inútiles: es importante ver lo que se leía y quién lo leía. La discusión lleva a preguntarse cuáles eran las preocupaciones reales de los reformadores liberales, toda vez que la investigación prueba que la bn recibió un número considerable de visitantes y brindó a los estudiantes conocimientos que influyeron en sus reflexiones intelectuales y desempeño académico.

Este artículo está organizado en tres partes. En primer lugar, se introduce la relación entre la bn y la un para identificar su conexión por medio de los estudiantes-lectores. En segundo lugar, se caracteriza la lectura universitaria en la bn con especial énfasis en el rlb. En tercer lugar, se contrastan los programas académicos de la un con el rlb, se traza el historial de préstamos de algunos estudiantes-lectores en relación con su desempeño académico, se analizan las presentaciones de alumnos que utilizaron los libros públicos para confeccionar sus discursos y se identifican las lecturas de alumnos provenientes desde otras regiones del país. Finalmente, las conclusiones sintetizan las particularidades de un escenario de pugna por el control de instituciones culturales en un momento de tensión política.

1. Biblioteca y Universidad, una relación de larga data

La bn se asentó sobre los libros, los muebles y el legado de la Real Biblioteca Pública de Santafé. Como fue usual en la América española, la expulsión de la Compañía de Jesús y la expropiación de sus bienes en 1767 impulsó la fundación de las primeras bibliotecas públicas12. Entre ellas, la de Santafé de Bogotá reunió los libros confiscados en el Seminario Jesuita de San Javier de Bogotá e inició labores en 177713. Desde entonces, el establecimiento cumplió una doble función: por un lado, facilitar insumos a literatos y “estudiantes aplicados que absolutamente carecían de libros para su instrucción”14; por otro lado, proteger una colección “que podrá enriquecerse en lo venidero con nuevas obras y con máquinas é instrumentos”15. Su naturaleza bimodal (educativa y patrimonial) pervive en el presente16.

La institución de origen colonial subsistió tras las revoluciones de independencia. Desde los albores de la vida republicana, Francisco de Paula Santander, vicepresidente de la República de Colombia, decretó en 1822 la incorporación de los libros de la Expedición Botánica -a cargo de José Celestino Mutis- a la bn y su traslado al edificio de las Aulas del Colegio de San Bartolomé, una construcción de la primera década de siglo xvii que hizo parte del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús y que pasó a propiedad del gobierno tras la expulsión de los jesuitas17. La biblioteca se ubicó en el segundo piso del edificio, donde prestó servicio hasta 193818. Entre 1845 y 1916 compartió la locación con el Museo Nacional19 y desde 1867 (hasta 1916) con la Oficina de Canjes internacionales y las oficinas centrales de la un.

La vecindad entre bn y un tan solo fue el corolario de la dimensión educativa de la institución, adscrita por norma a las universidades públicas del siglo xix: el decreto del 27 de noviembre 1830 la unió a la Universidad Central de Cundinamarca; la Ley 7 del 21 de mayo de 1842 la incorporó a la Universidad del Primer Distrito y el Decreto del 22 de agosto de 1850 lo hizo al Colegio Nacional de Bogotá; finalmente, el Decreto orgánico de 1867 selló su unión con la un. La bn adquirió autonomía institucional en 1903, cuando el artículo 36 de la Ley 39 del 26 octubre de 1903 dispuso su vinculación directa al Ministerio de Instrucción Pública20.

El triunfo de los liberales en la Guerra Civil de 1859-1862, introdujo un periodo de renovación político-administrativa del Estado21. Entre las instituciones afectadas se encontró la bn. Ya desde las primeras regencias liberales en la década de 1850, la bn atravesó por cambios significativos que incrementaron su colección, relevaron el personal asociado e implementaron dispositivos bibliográficos como catálogos y registros de lectores22. Sin embargo, desde 1868, los observadores liberales vieron con preocupación cómo la colección antigua (patrimonial) crecía con mayor velocidad que la colección “útil” o “moderna”. Juan Félix de León, catedrático de Ciencia constitucional en la un, fue comisionado el 14 de febrero de 1871 por el Gran Consejo Universitario para inspeccionar la bn. El 6 de marzo presentó un informe en el que destacó que “la causa más poderosa de la inutilidad relativa de la Biblioteca Nacional es la circunstancia de no ser conocida”23. León insistió en proveer a la bn con títulos de ciencias aplicadas a la industria, las artes y el trabajo humano y señaló lapidariamente que, de lo contrario, la biblioteca sería “un anacronismo costoso, i de resultados poco fecundos para el progreso jeneral”24. En la misma línea, Jacobo Sánchez durante su rectoría de la un (1873-1874), enfatizó sobre la necesidad de reformar la colección, el espacio y el servicio, “para que la Biblioteca preste los servicios que demanda la situación actual del país”25. En 1874, Gil Colunje, secretario de lo Interior, mencionó que la bn demandaba “reformas i mejoras importantes” para “llenar cumplidamente su objeto”26. Mientras que en 1875, Francisco de Paula Rueda, el nuevo secretario de lo Interior dijo que “en realidad no debiera sostenerse un establecimiento con un tren de empleados relativamente costoso, si solo sirviera para conservar en depósito algunos libros i documentos antiguos”27. Por otra parte, en 1877, Gonzalo A. Tavera, bibliotecario nacional, informó que:

“Este establecimiento, que en muchos paises es signo de civilización i de grandeza, aqui dista inmensamente de lo que debiera ser, tanto en su parte material como en su parte formal. Parece olvidado i apenas como un resago del Gob[ier]no colonial, bajo el cual empezó a existir, si se atiende a los muchos volúmenes in-folio i en latín, lengua muerta, que ocupan sus estantes”28.

Estas declaraciones llevarían a pensar que la bn funcionaba precariamente. No obstante, el rlb -que se levantó en simultáneo a estas críticas- revela lo cotidiano de la institución. Este comprende 344 páginas (172 folios) y recoge los nombres de los prestatarios, las obras solicitadas, la signatura, la fecha de préstamo y, desde el 19 de junio de 1871, la edad y la profesión. El documento reúne 6763 registros de préstamo. La primera mirada al rlb muestra que la bn estaba lejos de ser un establecimiento desertado y relegado a la condición de depósito.

Por ejemplo, el sábado 12 de febrero de 1870, Eduardo Arias, un joven estudiante de 16 años y matriculado en la Escuela de Literatura y Filosofía de la un, entró en las instalaciones y solicitó una obra en préstamo. Se inscribió en la primera página del rlb y anotó junto a su nombre Las obras de Delille29. Poco después, solicitó las Obras de François Malherbe, publicadas en París en 1840. El lunes siguiente, el 14 de febrero de 1870, Arias solicitó la Historia Universal de Louis Philippe, conde de Ségur, publicada en Madrid en 1830-1838; pidió nuevamente las obras de Delille y el Atlas Universel de Géographie, editado por C. V. Monin, cuya signatura omitió. En los años siguientes, Arias visitó la bn en 209 ocasiones y registró 338 préstamos de 71 títulos distintos. Tan solo fue uno de los 635 lectores registrados que entre febrero de 1870 y julio de 1874 consultaron 791 títulos -además de 187 títulos atribuidos-30. Como él, otros visitantes concurrieron a la bn, utilizaron sus catálogos y dejaron registro de sus consultas. Entonces, cabría preguntarse sobre qué suscitó los cuestionamientos sobre una biblioteca inoperante.

Para intentar responder esta pregunta, es necesario analizar los grupos socio-profesionales que asistieron a la bn (tabla 1). El conjunto evidencia un desbalance entre los segmentos: de los 635 lectores registrados, el 58% se autoidentificó como ‘estudiante’ y solicitó el 77% de los préstamos. Si únicamente se toma en consideración a los visitantes que especificaron su ocupación, la presencia de estudiantes supera el 91%31. Sus préstamos revelan un interés sostenido por la literatura y la historia, con variaciones hacia la prensa y las ciencias físicas y matemáticas.

Por otra parte, la comparación de las tendencias de préstamo entre registros levantados por estudiantes y los registros que omitieron datos de ocupación sugiere que una cantidad considerable de préstamos sin adscripción evidente a una categoría socio-profesional corresponde probablemente a estudiantes. El contraste entre estos dos tipos de registros revela una preferencia análoga por títulos de literatura e historia, así como una distribución similar entre las demás materias de consulta (figura 1). La posibilidad de que una parte considerable de los registros sin datos de ocupación pertenezca a estudiantes se fortalece al observar que solo los estudiantes y los registros sin dato tienen préstamos en todas las materias del conocimiento en que la BN organizó su colección en la época (tabla 1).

Tabla 1. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Categorías: Socio-profesionales; Préstamos por materias 

* 19 lectores registraron más de una categoría socio-profesional durante el periodo.

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142.

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142.

Figura 1. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Materias por segmento socio-profesional (estudiantes; registros sin dato) 

La puesta en diálogo del rlb con las listas de matriculados en la un permite asegurar que la mayoría de los lectores estaba vinculada a la universidad, institución con una comunidad reducida, aunque en aumento32. Esta correlación crece en significación cuando se observa que en 1872 la un contaba con 566 alumnos y el rlb registra la afluencia de 263 estudiantes33. El cruce de datos sugiere que casi la mitad de los alumnos matriculados en la un visitó la bn al menos en una ocasión durante 1872. Así, no sorprende la campaña de los liberales por moldear la bn, pues la institución era un lugar indispensable en la formación de los jóvenes en la capital34.

2. Estudiantes y lectura en la biblioteca

Poco antes del periodo que abarca el rlb, el escritor Manuel María Madiedo (1818-1888) publicó su colección de cuadros Nuestro siglo xix. Cuadros nacionales (1868). El libro contiene una caricatura de la bn, donde Madiedo ridiculiza la colección de la biblioteca, además de señalarla como “el lugar mas desierto que conozco en la capital” y el lugar donde los libros solo eran visitados “por los ratones i eso acaso a la média noche”35. Madiedo crea el diálogo entre el bibliotecario y dos lectores, quienes le preguntan:

- ¿Tiene usted la historia de la revolucion de Francia por Thiers? repuso Pepe.

- No señor.

- Don Francisco Martínez de la Rosa? Don Anjel de Saavedra? Lord Byron? Helvecio? Voltaire? Rousseau? Walter Scott? Hume? dijo Julio

- Nada, nada, repuso el bibliotecario.

- Alibert, Bentham, Holbach? nada dijo Pepe.

- Nada, nada, nada de eso, contestó el bibliotecario. Parece que esos autores estan llenos de herejias, de blasfemias... I aqui oh! aqui... hai mui buenas cosas... Mire usted esos tres lados que contienen mas de doce mil tomos, son todos tratados de teolojia i en un latín!... Oh! eso es soberbio, magnifico! hai mas de tres mil vidas de santos, llenas de cosas extraordinarias...36

Madiedo pinta la bn como un gran anacronismo, un objeto extraño a su siglo. El rlb muestra que los autores que cita Madiedo estaban representados en la colección de la biblioteca y fueron efectivamente consultados por los lectores de la década de 1870 (tabla 2), con excepción de Ángel Saavedra, Francisco Martínez de la Rosa y el barón de Holbach.

Tabla 2. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Préstamos de autores citados en la caricatura de Madiedo  

* El total de lectores indica la cantidad de lectores distintos por autor.

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142.

La tabla 2 muestra que los autores mencionados por Madiedo fueron consultados y algunos fueron populares entre los lectores de la bn, como es el caso de Louis Adolphe Thiers y Jeremy Bentham. Un segundo lugar común creado por el caricaturista Madiedo indica que la lectura en la biblioteca estaba condicionada por las temáticas religiosas y los textos en latín. La figura 1 muestra que las ciencias eclesiásticas fueron marginales entre los lectores. Además, si bien los estudiantes tuvieron acceso a autores en diferentes idiomas, la mayoría frecuentó títulos escritos o traducidos al español (63,4%) y al francés (27,4%), con una consulta reducida en inglés (7,6%) y marginal en latín (0,5%) (ver tabla 3).

Tabla 3. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Préstamos por idioma a estudiantes 

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142.

Tratadas las apreciaciones de Madiedo, es necesario señalar que, más allá de la lectura de autores polémicos y en distintos idiomas, la bn también ofreció títulos de producción local. Las investigaciones sugieren que los libros e impresos nacionales fueron minoritarios en las bibliotecas latinoamericanas durante el siglo xix37. Aún así, el rlb revela que el préstamo de obras colombianas fue significativo. La tabla 4 presenta los títulos nacionales más consultados durante el periodo. Sobresale la Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada (1869-1870) del polemista católico José Manuel Groot, una de las obras canónicas de la escritura de la historia en el siglo xix38. Lo mismo ocurre con la colección donada por Anselmo Pineda en 1849, que desde 1853 se convirtió en la “Biblioteca de Obras Nacionales”. Los lectores consultaron los legajos de esa colección documental -sin paragón a nivel regional- que llegó a ser considerada por observadores de la época como “la verdadera biblioteca nacional”39. La lectura de obras nacionales, principalmente de historia y literatura, es representativa en las tendencias de las consultas. Estas temáticas se concentran ampliamente en los títulos más populares del periodo: Histoire universelle de Cèsare Cantù y Don Quijote de Cervantes.

Tabla 4. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Préstamos a estudiantes de obras nacionales y de títulos más solicitados 

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142

La bn prestaba servicio todos los días no feriados, entre las 10 de la mañana y las 2 de la tarde y, a partir de 1872, entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde40. En esos momentos, los visitantes navegaron las aguas de la lectura individual y algunos se convirtieron en personajes de la vida pública en décadas posteriores. Como el escritor Lorenzo Marroquín (1856-1918), que el 5 de diciembre de 1872 consultó el Nobiliario del conde de Barcelos (1646) de Alonso Paredes; o el médico e historiador Pedro María Ibáñez (1854-1919) que entre el 10 y el 15 de octubre de 1872 consultó intensivamente la Histoire universelle de Cantu. En su última visita, Ibáñez compartió el espacio con Francisco Javier Vergara y Velasco (1860-1914), futuro geógrafo, militar y bibliotecario, quien el 15 de octubre de 1872 consultó la Historia General de las Indias (1749) de Francisco López de Gómara. También, el poeta Candelario Obeso (1849-1884) visitó la bn entre el 16 de agosto y el 11 de septiembre de 1872. Durante sus estudios en la Escuela de Jurisprudencia, solicitó los Tratados sobre la organización judicial (1828) de Jeremy Bentham, el Dictionnaire universal d’historie et de gèographie (1847) de Marie Nicolas Bouillet y la Storia dell’antica Liguria e di Genova (1834) de Giorlamo Serra, préstamos que delatan los intereses históricos del poeta41.

Gabriel Rosas, futuro magistrado de la Regeneración, visitó a menudo la bn entre el 1° de marzo de 1870 y el 21 de marzo de 1873, cuando contaba con 16 y 19 años. Rosas registró 49 préstamos de 20 títulos diferentes. Sobresalen los Tratados de legislación civil y penal de Bentham, el Derecho de Gentes (1822) de Emer de Vattel y los Comentarios al Espíritu de las leyes de Montesquieu (1821) de Destutt de Tracy. Estos títulos eran de lectura obligatoria en la educación liberal del periodo. Es interesante ver que el joven Rosas acompañó sus estudios con títulos de ciencias eclesiásticas, como el Tratado de purgatorio contra Luthero y otros herejes (1617) de Dimas Serpi, el “Nuevo Testamento en Griego”, El deísmo refutado por sí mismo (1777) de Nicolas Sylvestre Bergier o la Historia de la guerra de los judíos (1791) de Flavio Josefo.

En un ambiente reformista y crítico del legado colonial42, la bn mantuvo su vocación educativa y facilitó su colección a los estudiantes. Los contenidos disponibles iban a contracorriente de los fundamentos intelectuales del liberalismo. “Fugas”, entendidas como los momentos en que un lector llega a textos que le son restringidos o para los que no está destinado43 -como las de Rosas-, muestran que la bn también fue un ‘enemigo encubierto’ del partido de gobierno. Estas aparentes contradicciones temáticas exponen que, tras las críticas de ‘inutilidad’ o ‘desconocimiento’, los observadores veían la bn como un lugar sospechoso; como un repositorio de conocimientos que se querían (o debían) evitar44. De esta manera, surge el interrogante de hasta qué punto los liberales reconocían la utilidad de la bn en la construcción de la identidad nacional. Lo que sí es claro es que, desde el otro frente, los conservadores encontraron en la literatura y las letras un vehículo poderoso para fortalecer su propio proyecto político45. Así, la bn fue un agente en la disputa por la formación de los jóvenes, una empresa que cimentaría la comunidad política de las próximas décadas.

3. Una colección en uso: libros y lectores

La bn facilitó el préstamo interno de libros a un número considerable de estudiantes de la un y esto se puede rastrear a partir del rlb. A la luz de las transacciones dadas por la cercanía entre biblioteca y universidad, el RLB se convierte en una plataforma de observación de tendencias intelectuales. El contraste entre las lecturas de los visitantes de la biblioteca y su relación con el escenario universitario corrobora que la institución fue un lugar de transferencia y apropiación de conocimientos a través del libro. A continuación, se presentan algunos casos que demuestran la relación de los préstamos consignados en el RLB con las actividades académicas de la Universidad.

3.1. La colección de la biblioteca y los programas académicos universitarios

Los programas académicos permiten un primer acercamiento a la relación existente entre la bn y la enseñanza universitaria. Aunque desde 1868, los Anales de la Universidad Nacional publicó algunos programas de curso, solo a partir de 1872 se incorporaron sistemáticamente las listas de textos prescritos por los profesores. Cuando se consultan los programas de las clases a la luz del rlb, aparecen diferentes grados de relación. Minoritariamente, hubo catedráticos que se apoyaron en la bn, como Ancízar (1811-1882), quien, en sus clases de Derecho Internacional, Tácticas Parlamentarias y Sofismas Políticos46, sugirió textos existentes en la bn y que efectivamente fueron consultados: el Traité complet de diplomatie (1833) del conde de Garden, los Principios de Derecho de Gentes (1840) de Andrés Bello, las obras de Bentham o los Sofismas económicos (1846) de Frédéric Bastiat. Algunos de estos fueron donados por el mismo Ancízar47. Por su parte, José María Quijano Wallis (1847-1922), catedrático de Ciencia y Derecho administrativos, sugirió los Elementos de Ciencia Administrativa de Florentino González y el Tratado de Ciencia constitucional (1839) de Cerbeleón Pinzón, usuales entre los lectores48.

Otros catedráticos incluyeron episódicamente títulos en la bn, como Francisco Bayón (1817-1893) quien propuso nueve textos para la clase de Botánica y Botánica Médica, de los cuales solo fue consultado Élémens de physiologie végétale et de botanique (1815) de Charles François Brisseau-Mirbel. Lo mismo sucede con Francisco Montoya (1850-1922), pues de una lista de 34 textos para la clase de Química Analítica, solo el Traité pratique d’analyse chimique (1843) de Henri Rose se registró en préstamo49. Por último, algunos catedráticos recomendaron autores leídos en la bn sin hacer explícito el título de la obra. Por ejemplo, el catedrático Wenceslao Montenegro propuso el “álgebra elemental” de Pierre Louis Marie Bourdon, autor de los Éléments d’arithmétique (1838), obra de consulta popular entre los lectores en 1873. Así mismo, el catedrático Fidel Pombo (1837-1901) prescribió para la clase de Zoología descriptiva la “clasificación de los animales según el sistema de [Georges] Cuvier”, metodología expuesta en Le règne animal distribué d’après son organisation (1829)50.

La relación entre los catedráticos y la biblioteca trascendió la preparación de bibliografías. Algunos consultaron la colección, pero, a diferencia de los estudiantes, estos gozaron del privilegio del préstamo domiciliario (tabla 5). Privilegio que, valga la pena recordar, estaba prohibido por el reglamento de la biblioteca51.

Tabla 5. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Préstamos a catedráticos de la un 

Fuente: elaboración propia con base en bnc, ah, leg. 007, ff. 1-142.

Más allá de los acercamientos contingentes, la mayoría de los catedráticos obvió los libros de la bn en sus programas de curso, posiblemente por lo rezagado de la colección. La última gran adquisición de la bn ocurrió entre 1846 y 1848, durante la primera presidencia de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849), momento en el que se adquirieron 1660 títulos en 4715 volúmenes. Los lectores interesados en materias científicas debían conformarse con un progreso “estancado en 1847”52 que, si bien incorporó títulos de ciencias y medicina, no fueron sus materias predominantes53. La ausencia de títulos a la vanguardia del conocimiento científico en la bn se corrobora por la consulta de los libros de la colección de la Expedición Botánica -como la Ornithologie (1806) de Mathurin Brisson, el Compendio sobre las enfermedades venéreas (1793) de Johann Fritze, el Selectarum stirpium americanorum historia (1780) de Nicolai Jacquin, The anatomy of the human body (1750) de William Cheselden o las Exercitaciones anatomicas (1728) de Blas Beaumont-, obras significativas que, a más de un siglo de distancia, eran antiguallas que continnuaban consultándose.

3.2. La colección de la biblioteca en la trayectoria académica de alumnos destacados

El análisis de las lecturas normativas (programas académicos) y las lecturas voluntarias (préstamos en biblioteca) enriquece el panorama de la apropiación de contenidos. Hasta ahora, nada permite asegurar que las obras solicitadas fueran efectivamente leídas54. Sin embargo, cuando se contrasta el rlb con los reportes académicos de los estudiantes-lectores se descubre que usualmente los préstamos entraron en sintonía con las exigencias de los cursos que atendían. A continuación, se presentan cinco casos de lectores que ilustran visitas a la bn asociadas con un desempeño notable y sobresaliente en los exámenes intermedios y anuales en la un.

Eduardo Arias (ca.1854 - ¿?), estudiante de la Escuela de Literatura y Filosofía, fue el lector más asiduo de la bn durante del periodo. Leyó intensivamente a Delille, Boileau-Despréaux, Racine, Rousseau, Chataubriand y Corneille en su idioma original, junto al Dictionnaire espagnol-français et français-espagnol de Melchior Emmanuel Núñez de Taboada. Sus calificaciones en Francés inferior (1868) y Francés superior (1870) fueron notables y sobresalientes. Cuando Arias atendió la clase de Aritmética superior en 1870, también tomó en préstamo los Elémens d'algébre (1837) de Sylvestre François de Lacroix. Ese mismo año cursó Inglés inferior y, entre tanto, leyó Pelham (1842) de Edward Bulwer-Lytton y las obras completas de Lord Byron (1840), junto al Dictionary of the English Language (1809) de Samuel Johnson. Sus calificaciones en ambas materias fueron notables.

Casos como el de Arias no fueron una rareza. Rafael Pinto (ca.1852-¿?), estudiante de la Escuela de Literatura y Filosofía, visitó la bn en 124 ocasiones, entre el 21 de febrero de 1870 y el 12 de septiembre de 1871. Registró 151 préstamos de 75 obras distintas. Desde 1869, Pinto fue calificado notable en Literatura inglesa. El rlb demuestra que fue un lector consumado de Milton, Bulwer-Lytton, Shakespeare, Goldsmith, Cooper e Irving; lecturas que realizó auxiliado por el Dictionary of the Spanish and English Languages (1831) de Henry Neuman y Guiseppe Baretti. En 1870 y 1871, Pinto atendió las cátedras de Latín y Griego, en las que fue calificado sobresaliente. En simultaneo, consultó las Omnia opera (1838) de Virgilio, La Ilíada de Homero y el Dictionnaire grec-français (1842) de Joseph Planche.

Joaquín Rocha (ca.1854-¿?), otro estudiante de la Escuela de Literatura y Filosofía, asistió a la bn en 78 ocasiones, entre el 3 de marzo de 1870 y el 15 de julio de 1873, tiempo en que registró 98 préstamos de 25 títulos distintos. Entre 1870 y 1781 cursó Inglés superior y Literatura inglesa, en las que fue calificado sobresaliente. En simultáneo, consultó A Chronological History of Discoveries in the South Sea (1803) de James Burney, el Dictionary de Neuman y Baretti, el Journal of an Expedition to Explore the Niger (1832) de John Lander y Richard Lander, y de The Last of the Mohicans (1835) de James Fenimore Cooper. En 1873, cambió sus intereses de lectura y solicitó las Noticias historiales (1625) de Fray Pedro Simón. Este viraje temático adquiere sentido cuando se confirma que ese año atendió la cátedra de Historia Nacional, en la que fue premiado por aprovechamiento sobresaliente55.

Por su parte, Miguel Abelardo Madero (ca.1855-¿?) visitó el establecimiento en 170 ocasiones. Entre el 14 de febrero de 1870 y el 26 de junio de 1873 registró 244 préstamos de 54 títulos diferentes. Llama la atención su interés por los diccionarios, preferencia que adquiere sentido cuando se mira su desempeño académico. En 1870, Madero cursó Francés inferior y, en 1871, el superior: obtuvo calificaciones notables y sobresalientes, respectivamente. A diferencia del caso de Arias -lector de los clásicos franceses-, Madero se concentró en la lexicografía y la gramática con la lectura del Dictionnaire espagnol-français et français-espagnol de Núñez de Taboada, del Dictionnaire de l’Academie Française (1835), del Arte de hablar bien francés (1824) de Pierre Nicolas Chantreau y El chantreau correjido (1839) Miguel de Rodríguez Chauveau. La relación entre consulta de diccionarios y responsabilidades académicas se confirma en 1872, cuando Madero atendió la clase de Inglés inferior, entonces sus préstamos viraron hacia el Dictionnaire Géneral anglais-français (1846) de Alexander Spiers, los English Exercises (1826) de Lindley Murray y el Dictionary de Neuman y Baretti. En 1873 Madero pidió prestado el Spanische sprachlehre (1807) de Johann Daniel Wagener. El año siguiente lo encontramos como alumno de la clase de Alemán de Schumacher56.

Aunque los préstamos estudiantiles se concentraron en Literatura e Historia (ver figura 1), la colección de la BN también acompañó el estudio de Ciencias Físicas y Matemáticas. En 1871, el mismo Madero consultó los Elémens d'algébre de Lacroix cuando cursó Álgebra. Un año después, al atender Física experimental, tomó en préstamo el Cours de physique de l’école polytechnique (1840) de Gabriel Lamé. Sin embargo, el caso de José Ignacio Barberi (1855-1940)57, estudiante de Escuela de Medicina, evidencia con mayor claridad la importancia de la bn en consultas científicas. Barberi visitó la bn en 108 ocasiones, entre el 21 de mayo de 1870 y el 12 de julio de 1873, periodo en que registró 187 préstamos de 94 títulos distintos. En 1872 se matriculó en Botánica y Zoología elementales, desde entonces tomó prestado Le règne animal de Cuvier, los Élémens de zoologie (1840) de Henri Minle Edwards, Le Buffon classique de la jeunesse (1837) del conde de Buffon y Le règne animal distribué d’après son organisation (1756) de Mathurin Brisson.

Es posible que la lectura de títulos alternativos a los programas de curso incidiera positivamente en el desempeño de alumnos como Barberi. En la semana anterior al examen final de Botánica (31 de octubre 1873), Barberi consultó los Élémens de physiologie végétale de Brisseau-Mirbel, las Mémoires pour servir à l’histoire anatomique et physiologique des végétaux et des animaux (1837) de Henri Dutrichet y los Tableaux de la nature (1828) de Alexander von Humboldt. Al final, fue calificado sobresaliente y premiado en la sesión solemne58.

La bn también prestó ayuda en la habilitación de los estudiantes. El 2 de mayo de 1873, Barberi fue evaluado “mal” en los exámenes intermedios de Anatomía General. A partir de entonces, se concentró en la lectura de la Anatomie élémentaire (1836) de Jean Baptiste Bourgery, los Nouveaux élémens d’anatomie descriptive (1838) de Philippe Frédéric Blandin, el Traité complet d’anatomie descriptive et raisonnée (1837) y la Introduction A l’étude de l’anatomie de Pierre-Paul Broca, el Traité d’anatomie descriptive (1819) de Marie François-Xavier Bichat y el Dictionnaire de médecine et de chirurgie pratiques (1829-1836) de Gabriel Andral59. Al final de año, el lector Barberi fue aprobado con plenitud.

Los casos anteriores apuntan a una relación entre los préstamos consignados por estudiantes en el rlb y su desempeño académico. Aunque la bn estaba signada por un ostensible atraso en obras científicas, su colección fue necesaria y, en algunos casos, suficiente para acompañar a los estudiantes en sus actividades de formación. Para llegar a estas conclusiones se eligieron casos donde la información disponible permite seguir el paso de los lectores tanto por la bn como por la un. Sin embargo, esta muestra representativa es un llamado al análisis particularizado de la lectura y los libros: cada uno de los títulos enunciados es un “agente seminal en la construcción y reconstrucción de la cultura”60 en un momento determinando. Queda por establecer la trayectoria de estas obras en el circuito del libro y su incidencia fuera de espacios de deliberación académica.

3.3. Libros de la colección de la biblioteca en discursos públicos

Está demostrado que entre los visitantes de la bn figuraron estudiantes de la un y que algunos pronunciaron discursos en las sesiones solemnes. Tomamos tres casos que evidencian las prácticas de uso y la apropiación de textos de la biblioteca.

En la sesión solemne de 1869, Rafael Pinto, estudiante de la Escuela de Literatura y Filosofía, dio un discurso sobre la lengua inglesa. En una exposición sucinta, Pinto denominó al inglés “el lenguaje del futuro” y elogió a Bacon, Newton, Boyle, Shakespeare, Milton y Byron como ejemplos de su riqueza61. El rlb evidencia que Pinto visitó recurrentemente la biblioteca en los años siguientes y, en múltiples oportunidades, tomo en préstamo obras de los mencionados Milton, Byron y Shakespeare.

Enrique Morales, estudiante de la Escuela de Ingeniería, presentó un discurso sobre Geodesia en la sesión solemne de diciembre de 1870. Morales hizo un recuento histórico sobre la materia, en el que referenció a Fernel, Snelius, Riccioll, Richer, Huygens, La Condamine y Clairaut62. Poco antes de su presentación, Morales visitó la bn (4 y 7 de noviembre) y consultó “La figura de la Tierra”63. Aunque el expositor no citó la obra, posiblemente sirvió de inspiración para la redacción de su discurso.

Jorge E. Delgado, de la Escuela de Medicina, ofreció un discurso sobre la Medicina Legal en la sesión solemne de diciembre de 1871. Delgado sostuvo que la locura incidía sobre la libertad moral del individuo y propuso que el conocimiento de las enfermedades mentales era un modo para controlar la multiplicación de “imbéciles, dementes y maniacos”. Además, señaló la necesidad de educar al pueblo para alejarlo de la “embriaguez” y la “superstición” en favor de la “civilización”64. Delgado visitó la bn antes de pronunciar su discurso (21 y 24 de noviembre) y solicitó en préstamo Des maladies mentales (1838) de Jean-Étienne Esquirol65. Si bien Delgado no citó a Esquirol, el segundo volumen de la obra evidencia grandes similitudes con las definiciones que usa Delgado sobre la imbecilidad, demencia y manía66.

Los casos de Pinto, Morales y Delgado -distantes en el tiempo y en objetivo-demuestran que la bn facilitó libros útiles para consultas académicas. Aunque ninguno citó textualmente las obras prestadas, la cercanía entre las fechas de consulta y de proclamación de los discursos, así como la relación temática, sugiere que los contenidos fueron utilizados deliberadamente.

3.4. Los registros de alumnos oficiales: la dimensión nacional de la biblioteca

La bn prestó su servicio principalmente a los bogotanos y personas de los alrededores. Aún así, es posible encontrar visitantes que provenían de otras regiones del país. Entre estos lectores sobresalen los alumnos oficiales enviados por los Estados Soberanos a estudiar en la un67.

La tabla 6 muestra las lecturas de algunos de ellos durante el periodo y confirma las tendencias generales de lectura del periodo expuestas en la figura 1. Así mismo, evidencia que, si bien hubo visitantes que registraron préstamos relacionados con sus campos de estudio específicos (como Crisanto Cáceres o Rafael Guzmán), otros utilizaron la colección para acceder a libros poco o nada relacionados con sus compromisos académicos más evidentes (como Carlos A. Mendoza o Eusebio Escobar). Una lectura particularizada sobre los casos permitiría identificar qué tanto los préstamos de títulos de Literatura o Historia respondían al divertimento de los alumnos o estaban vinculados con sus responsabilidades académicas. Por ejemplo, hubo visitantes cuyo comportamiento lector estuvo marcado por sus compromisos académicos, como Críspulo Rojas (ca.1851-¿?), alumno oficial por el estado de Antioquia.

Tabla 6. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional (1870-1874) Títulos prestados por alumnos oficiales 

Fuente: elaboración propia con base en bnC, ah, 007, ff. 1-142.

Por su singularidad, el caso de Rojas está fuera de la figura 7 y merece algunas consideraciones. Rojas fue estudiante de la Escuela de Literatura y Filosofía desde 1868 y de la de Ingeniería desde 1872. Durante su estadía en Bogotá, atendió la biblioteca en 84 ocasiones, entre el 8 de noviembre de 1871 y el 27 de enero de 1873, tiempo en el que registró 91 préstamos de 27 títulos distintos. Esto lo convierte en el alumno oficial que visitó con mayor frecuencia la bn durante el periodo. En 1871, cuando atendió las cátedras de Física Elemental y Aritmética Analítica -en las que fue calificado notable y sobresaliente, respectivamente-, consultó las Leçons de physique experimentale (1771) del abate Jean Antoine Nollet, los Elementos de aritmética, álgebra y geometría (1821) de Juan Justo García y el Traité élémentaire de physique (1821) de René-Just Häuy. En 1872 inició clases en la Escuela de Ingeniería, donde fue notable en Aritmética y Álgebra superiores y sobresaliente en Geometría Plana y en Trigonometría Rectilínea68. Durante ese año, consultó los Éléments d’arithmétique de Bourdon, las Tables portatives de logarithmes (1846) de Jean-François Callet y los Elémens d`algébre de Lacroix. A la luz de estos préstamos, se confirma la relación entre préstamo bibliotecario y formación universitaria. Sin embargo, cuando se revela que Rojas acompañó sus préstamos de libros de Ciencias Físicas y Matemáticas con la lectura intensiva de la Histoire de la Révolution Française (1838) de Thiers -obra que ocupó la tercera parte de sus préstamos-69, es posible reconocer la agencia de los lectores al acercarse a los títulos del repositorio público. En este sentido, el rlb viene a complementar y proyectar estudios sobre selección de obras a partir de los gustos generales de los lectores, sin dejar de lado las particularidades de la curiosidad individual70.

Posiblemente, la mayoría de la población en siglo xix desconocía la existencia de la bn. Aún así, el caso de los alumnos oficiales demuestra que la colección pública estuvo en manos de jóvenes estudiantes procedentes de distintas regiones del país. Es posible que estos estudiantes hayan encontrado en la bn un sustituto temporal a sus propias bibliotecas personales o familiares, que permanecían en sus lugares de origen, si las hubo.

Conclusiones

La unión entre la bn y la un se formalizó por disposición ejecutiva en 1867. Más allá del papel, el rlb confirma que la relación entre estas instituciones superó el ámbito de lo meramente administrativo: biblioteca y universidad estrecharon lazos con una nutrida afluencia de estudiantes lectores. La relación confirma la importancia de la bn como un lugar de formación y matiza las afirmaciones liberales que la pintaron como “parcialmente inútil”. Se ha intentado demostrar que son opiniones políticamente interesadas que carecen de fundamento empírico. Esta investigación caracteriza la bn como un espacio educativo indispensable y complementario. Si bien su colección no fue relevante para los grandes debates políticos ni científicos de la época (hasta donde esta investigación pudo establecerlo)71, los títulos disponibles sí incidieron en la formación de sus lectores. Lejos de ser un espacio para eruditos, la bn transmitió conocimientos vigentes y menos vigentes a jóvenes que forjaron su criterio junto al libro.

El rlb demuestra que la bn se convirtió en un lugar de saber universitario72 con libros leídos y expuestos en el espacio de lo público. A pesar de las consabidas críticas, la bn fue un agente involucrado en los esfuerzos por consolidar el orden liberal a través de la formación de los ciudadanos73. Los gobiernos liberales quisieron intervenir la bn, no obstante, la búsqueda por la renovación se encontró con taras infranqueables: precariedades materiales74 que impidieron al Estado “dar cumplimiento a sus propios lineamientos culturales”75. En el camino, el poder centralizador de la bn se dispersó y pasó a competir con otros agentes del circuito del libro, como las bibliotecas académicas y de investigación, que formaron las escuelas universitarias y las sociedades científicas76, así como las bibliotecas personales de los profesores y los intelectuales77.

Los resultados de este artículo se han beneficiado de la rica información que porta el rlb, una fuente para la historia de la lectura que llama a futuras investigaciones. Es necesario matizar su impronta oficial en diálogo con fuentes de otros lugares de saber y de sociabilidad populares78. Lo cierto es que, en simultáneo al rlb, se fortalecieron múltiples espacios donde el libro fue protagonista, tanto de sectores populares como de las élites. Falta indagar sobre los puntos de unión y disidencia entre estos conjuntos bibliográficos para identificar las particularidades de la lectura autóctona en Colombia.

El caso de la bn invita a ver las bibliotecas como lugares estratégicos en las pugnas por el poder. Con el incremento de la producción masiva de libros desde mediados del siglo xix, las bibliotecas capturaron el interés de gobernantes e intelectuales. En este ánimo desarrollaron técnicas para el uso, visibilidad y ocultamiento de la información disponible79. El corte 1870-1874 fue una oportunidad afortunada para desentrañar los vínculos entre las instituciones educativas y las estrategias de inclusión y exclusión en momentos de debate y reforma. Más allá del éxito o el fracaso de las empresas reformistas, es claro que el mundo cultural y educativo del país en el siglo xix no pudo desprenderse de la importancia del libro.

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*Este artículo hace parte del proyecto “Biblioteca y comunidad de lectores en el siglo xix. Registro de lectores de la Biblioteca Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1870-1874”, financiado por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh), por medio del contrato de investigación n.° CO1.PCCNTR.1413067, del 27 de febrero de 2020. Agradezco la lectura del manuscrito original y los comentarios de los profesores José Antonio Amaya, Francisco Ortega y Guillermo Sosa Abella.

1Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación Colombia, 1820-1886 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011), 329-334; Gilberto Loaiza Cano, “Educar y gobernar. Ensayo sobre el proceso de fundación de la Universidad Nacional de Colombia”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n.° 29 (2002): 223-250; Juan David Murillo Sandoval, “El Estado como librero. Políticas oficiales y cultura impresa en Colombia, 1821-1886”, en Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia, editado por Alfonso Rubio (Medellín: La Carreta Editores, 2016), 271-302; Patricia Cardona Zuluaga, Trincheras de tinta. La escritura de la Historia patria en Colombia, 1850-1908 (Medellín: eafit, 2016), 65-69; José David Cortés Guerrero, “La fundación de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia”, en La batalla de los siglos. Estado, Iglesia y religión en Colombia en el siglo xix. De la Independencia a la Regeneración (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2016), 423-464. Lina del Castillo, La invención republicana del pasado colonial. Ciencia, historia y geografía de la vanguardia política colombiana en el siglo xix (Bogotá: Ediciones Uniandes/Banco de la República de Colombia, 2018), 240-260; Andrés Jiménez Ángel, Ciencia, lengua y cultura nacional. La transferencia de la ciencia del lenguaje en Colombia, 1867-1911 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2018), 338-341.

2Manuel Ancízar, durante sus años como rector de la un (1867-1870), se opuso a las propuestas de descentralizar la un con la fundación de otras sedes en los Estados soberanos y señaló, entre otras razones, que Bogotá tenía “una biblioteca pública que llena tres grandes salones […]. ¿En qué otra parte se tienen estos necesarísimos auxiliares?”. Ancízar, “Informe del Rector de la Universidad nacional al señor secretario de lo Interior i Relaciones Exteriores”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, Bogotá, n.º 24, diciembre de 1870, 550.

3Guillermo Hernández de Alba y Juan Carrasquilla Botero, Historia de la Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1977), 245.

4Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, Bogotá, 1870-1874, Biblioteca Nacional de Colombia (bnc), Bogotá-Colombia, Archivo Histórico (ah), leg. 007, 344 páginas.

5Esta investigación se apoya en la línea anglosajona de historia de la lectura que utiliza los registros de préstamos de las bibliotecas. Es fundacional la obra de Paul Kaufman, particularmente Borrowing from the Bristol Library, 1773-1784: A Unique Record of Reading Vogues (Charlottesville, VA: Bibliographical Society of the University of Virginia, 1960). Kaufman trazó un derrotero de investigación que incorpora listas de adquisición, catálogos y registros de préstamos para identificar los títulos más populares. Su propuesta tuvo eco en Isabelle Lehuu, quien identificó la “anglofilia” de los lectores en Charleston, Estados Unidos, poco después de la independencia en: “Reconstructing Reading Vogues in the Old South: Borrowings from the Charleston Library Society, 1811-1817”, en The History of Reading. Volume 1: International Perspectives, c.1500-1990, editado por Shafqut Towheed y W. R. Owens (Londres: Palgrave Macmillan, 2011), 64-83. Por derroteros similares, Rob Koehnler identificó los motivos del declive y posterior desaparición de la New York Society Library con el análisis de los libros de préstamos levantados entre 1789 y 1805, en: “Challenging Institutional Ambitions: The Practice of Book Exchanges at the New York Society Library, 1789-1795”, en Before the Public Library. Reading, Community, and Identity in the Atlantic World, 1650-1850, editado por Mark Towsey y Kyle B. Roberts (Boston: Brill, 2017), 201-217. Así mismo, Christopher Phillips reconoció los títulos más consultados en la Easton Library Company entre 1810 y 1834 e identificó que la oferta de libros fomentó una nutrida asistencia femenina: “Reading on the edge of the Atlantic: The Easton Library Company”, en Before the Public Library. Reading, Community, and Identity in the Atlantic World, 1650-1850, editado por Mark Towsey y Kyle B. Roberts (Boston: Brill, 2017), 286-303. Sobre la trayectoria del estudio de bibliotecas públicas en el mundo anglosajón, véase: Mark Towsey y Kyle B. Roberts, “Introduction” a Before the Public Library. Reading, Community, and Identity in the Atlantic World, 1650-1850, editado por Mark Towsey y Kyle B. Roberts (Boston: Brill, 2017), 9-30; Pamela Spence Richards, Wayne A. Weigand y Marija Dalbello, editores, A History of Modern Librarianship. Constructing the Heritage of Western Cultures (Santa Bárbara, CA: Libraries Unlimited, 2015).

6Alejandro E. Parada, “Una Historia de las Bibliotecas con vocación latinoamericana”, Telar, n.º 22 (2019): 27.

7Frédéric Barbier, en diálogo con Donald McKenzie, enfatiza la relación entre el soporte y el contenido, en Bibliografía y sociología de los textos (Madrid: Editorial Akal, 2005). Dado que el soporte es una puesta en práctica de estrategias persuasivas, la presentación del conocimiento cambia históricamente en función de sus objetivos. Barbier invita a extrapolar esta reflexión al caso de las bibliotecas, toda vez que sus prácticas de organización, clasificación y jerarquización del conocimiento son una “logística” en la producción, transferencia y apropiación del conocimiento. Frédéric Barbier, Historia de las bibliotecas. De Alejandría a las bibliotecas virtuales (Buenos Aires: Ampersand Colección Scripta Manent, 2015), 18-29.

8Christian Jacob, “Introduction” a Le pouvoir des bibliothèques. La mémoire des libres en Occident editado por Christian Jacob y Marc Bartin (París: Albin Michel, 1996), 17.

9Christian Jacob, “Introduction” a Lieux de savoir. Espaces et communautés (Paris: Albin Michel, 2007), 20-21.

10Loaiza, Sociabilidad, 20-27.

11Robert Darnton, “¿Qué es la historia del libro?”, Prismas. Revista de Historia Intelectual 12, n.º 2 (2008): 135-155; y “Las Bibliotecas. Una mirada retrospectiva al futuro”, en El coloquio de los lectores. Ensayos sobre autores, manuscritos, editores y lectores (Ciudad de México: fce, 2003), 155-161.

12Juan R. Freudenthal, “Public Libraries in Latin America”, en Encyclopedia of Library and Information Science, vol. 24, editado por Allen Kent, Harold Lancour y Jay Daily (Nueva York: Marcel Dekker Inc., 1978), 426-427; Carlos Aguirre y Ricardo Salvatore, “Introducción” a Bibliotecas y cultura letrada en América Latina. Siglos xix y xx (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2018), 11.

13Hernández y Carrasquilla, Historia, 9.

14Relación del virrey José de Ezpelta al marqués de Bajamar, octubre de 1791, en Hernández y Carrasquilla, Historia, 45.

15Manuel de Guiror, “Relación del estado del nuevo Reino de Granada que hace el Excmo. Señor Don Manuel de Guiror al Excmo. Señor Don Manuel Antonio Flórez. Año de 1776”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 9, mayo de 1869, 185.

16El estudio de Hernández y Carrasquilla es referencial para acercarse a la historia de la bn. Adicionalmente, ver: Álvaro Rodríguez Torres, “Reseña histórica de la Biblioteca Nacional de Colombia”, Senderos 5, n.º 24 (1992): 339-372; Robinson Arévalo, “La colección de incunables de la Biblioteca Nacional de Colombia”,Historia y Memoria n.º 13 (2016): 85-120. Para una mirada general sobre los cambios en la estructura educativa en Bogotá, véase: Olga Lucía Zuluaga Cortés, investigadora principal, Historia de la educación en Bogotá. Tomo I (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá/idep, 2012).

17“Decreto sobre bibliotecas públicas (12 de marzo de 1822)”, en Obra educativa de Santander. 1819-1826. Tomo I, compilado por Luis Horacio López Domínguez (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1990), 59-60.

18Secretaría de Gobierno, “Lei que designa los edificios para el servicio de la Universidad nacional”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 1, septiembre de 1868, 9-10; Monika Therrien et al., “Estudio Arqueológico del Museo de Arte Colonial. Bogotá”, Informe final de investigación, Fundación Erigaie, 2015, 68-71.

19Hernández y Carrasquilla, Historia, 219.

20Rafael Urdaneta, “Otro”, Gaceta de Colombia, n.º 493, 5 de diciembre de 1830, 1; Lino de Pombo, Recopilación de leyes de la Nueva Granada, formada i publicada en cumplimiento de la Lei 4 de mayo de 1843 i por comisión del Poder Ejecutivo (Bogotá: Imprenta de Zoilo Salazar, por Valentín Martínez, 1845), 236; “Decreto Orgánico de los Colegios Nacionales del 22 de agosto de 1853”, Gaceta Oficial de la Nueva Granada, n.º 1592, 30 de agosto de 1853, 709; Presidencia de la República, “Decreto arreglando la Biblioteca i el Museo nacional”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 1, septiembre de 1868, 63-65; “Ley 39 de 1903 (octubre 26). Sobre Instrucción Pública”, Diario Oficial de la República de Colombia, n.º 11931, 30 de octubre de 1903, 1.

21Sobre las particularidades de la guerra civil y los elementos que permitieron el triunfo de la facción radical disidente al gobierno conservador de la Confederación Granadina, ver el estudio de María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera, La guerra por las soberanías. Memorias y relatos en la Guerra Civil de 1859-1862 en Colombia (Medellín: La Carreta Editores, 2008).

22Hernández y Carrasquilla, Historia, 95-165; Murillo, “El Estado”, 288.

23Juan Félix de León, “Informes de comisiones”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 25, enero, febrero y marzo de 1871, 10-11.

24León, “Informes de comisiones”, 12. También, León acompaña el informe con un listado de libros útiles y sugiere su difusión a nivel nacional, en “Informes de comisiones”, 13-16.

25Jacobo Sánchez, “Informe del rector de la Universidad Nacional al señor director Jeneral de la Instrucción Universitaria”, en Gil Colunje, Memoria del secretario de lo Interior y Relaciones Esteriores para el Congreso de 1874 (Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas, 1874), 12-13.

26Colunje, Memoria del secretario, 39-40.

27Secretaría de lo Interior y Relaciones Exteriores, “Capítulo 7º de la memoria del secretario de lo Interior i Relaciones Esteriores de 1875”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 73-74, enero y febrero de 1874, 22-23.

28Gonzalo A. Tavera, “Informe del Bibliotecario nacional al señor rector de la Universidad”, Bogotá, diciembre de 1877, bnc, ah, leg. 004, pp. 278-279.

29Eduardo Arias identificó el título con el número 54-35, que corresponde al estante y el número de la obra. En la década de 1870 los lectores de la bn usaban los catálogos elaborados entre 1855 y 1857 por Leopoldo Arias Vargas y Manuel María Medina. Estos instrumentos, organizados por idiomas y materias, condicionaron la ubicación física de los volúmenes y su identificación topográfica, una metodología usual en las bibliotecas nacionales latinoamericanas (Freudenthal, “Public Libraries”, 433; Barbier, Historia, 303-308). La asignatura topográfica permite afirmar que se trata de las Oeuvres completes (1845) del poeta Jacques Delille. Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo de las obras en francés que existen en la Biblioteca nacional (Bogotá: Imprenta de El Neo-Granadino, 1855), 64.

30Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 1-344. La base de datos levantada para esta investigación permanece en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh) a disposición de los interesados.

31El lugar marginal de otros grupos socio-profesionales no debe llevar a pensar que los sectores populares estaban desprovistos de capacidades para acceder a la lectura o a sus propias colecciones. Loaiza demostró que en el periodo se consolidaron librerías, gabinetes de lecturas, bibliotecas populares y ambulantes, entre otros espacios de sociabilidad zanjados por la importancia del libro. Gilberto Loaiza Cano, Poder letrado. Ensayos sobre historia intelectual de Colombia, siglos xix y xx (Cali: Universidad del Valle, 2014), 87-91; y “La expansión del mundo del libro durante la ofensiva reformista liberal. Colombia, 1845-1886”, en Independencia, independencias y espacios culturales. Diálogos de historia y literatura, editado por Carmen Elisa Acosta Peñaloza, César Augusto Ayala Diago y Henry Alberto Cruz Villalobos (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia-Facultad de Ciencias Humanas, 2009), 49-55.

32En el periodo del rlb, el número de estudiantes de la un se incrementó en un 281%, pasando de 335 estudiantes en 1869 a 943 en 1875. Jiménez, Ciencia, 339.

33Rectoría de la Universidad Nacional, “Informe”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 49, enero de 1873, 3-10; bnc, ah, leg. 007, pp. 133-280.

34Murillo Sandoval, “El Estado como librero”, 292-293.

35Manuel María Madiedo, “Cuadro ix”, en Nuestro siglo xix. Cuadros nacionales (Bogotá: Imprenta de Nicolás Pontón, 1868), 44-45.

36Madiedo, “Cuadro IX”, 51.

37Aguirre y Salvatore señalan que las bibliotecas nacionales latinoamericanas estaban “abrumadoramente formadas por publicaciones foráneas”, situación agravada porque la política de depósito legal no solo fue tardía, sino que se cumplió parcialmente. Aguirre y Salvatore, “Introducción”, 12.

38Alexander Betancourt, Historia y Nación. Tentativas de la escritura de la historia en Colombia (Medellín: La Carreta Editores, 2007), 41-64.

39Murillo Sandoval, “El Estado como librero”, 287. Pineda formalizó la donación en 1849. Gracias a la pensión que le asignó el Gobierno, siguió coleccionando documentos hasta 1869, cuando realizó una nueva entrega. Patricia Cardona Zuluaga, “Colección Pineda: acopiar gacetas, conservar el pasado y divulgar sus glorias”, Historia Caribe viii, n.° 22 (2013): 118-126.

40Presidencia de los Estados Unidos de Colombia, “Decreto de 3 de agosto de 1872, orgánico de la Universidad Nacional”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 39-40, julio y agosto de 1872, 307.

41Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 241-244, 271-272.

42Castillo, La invención, xxii-xxiii.

43Alejandro Parada, “Tipología de las bibliotecas argentinas desde el período hispánico hasta 1830”, Información, Cultura y Sociedad n.º 9 (2003): 85.

44El “Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria” estableció la educación primaria obligatoria y laica (La Escuela Normal. Periódico Oficial de Instrucción Pública n.º 1-3, enero de 1871, 2-19). Estos dos elementos propiciaron cruentas discusiones entre los sectores liberales y conservadores (Jiménez, Ciencia, 338-339). La discusión se acrecentó por la adopción de las obras de Bentham y Tracy en la un y el Colegio del Rosario. Los conservadores católicos criticaron estas medidas, bajo el argumento de que querían convertir los establecimientos de enseñanza pública en bastiones del liberalismo. Cortés, La batalla, 432-464.

45Gloria Vargas Tisnés. La nación de los mosaicos. Relaciones de identidad, literatura y política en Bogotá (1856-1886) (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2016), 28-29; Jiménez, Ciencia, 53-116.

46Manuel Ancízar, “Programa analítico de Derecho internacional, Táctica parlamentaria i Sofismas políticos”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 49, enero de 1873, 16-19, 20.

47Sobre la donación de Ancízar, ver: Juan Pablo Arango et al., “La donación patriótica de Manuel Ancízar a la Biblioteca Nacional, 1849-1853”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 48, n.º 2 (2021): 81-114.

48José María Quijano W., “Programa formado para la clase de Ciencia i Derecho administrativos”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 49, enero de 1873, 20-29. Entre los títulos de Política y Jurisprudencia, la obra de González fue el título más popular entre los lectores, con 40 préstamos registrados, mientras que el Tratado de Pinzón alcanzó 10 préstamos (Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 15-306)

49Francisco Bayón, “Programa de Botánica i Botánica Medica”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 59, noviembre de 1873, 516-519; Francisco Montoya, “Programa de la clase de Química Analítica”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 47, noviembre de 1872, 490..

50Wencelao Montenegro, “Programa de Áljebra elemental”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 49, octubre-noviembre de 1871, 10-15; Fidel Pombo, “Programa de Zoolojía”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 3, noviembre de 1868, 296-300.

51Presidencia, “Decreto arreglando la Biblioteca”, 63-65.

52En 1868, José María Quijano Otero, bibliotecario entre 1868 y 1873, señaló que “desde 1847 no se ha traido de Europa nuevos libros para enriquecer la Biblioteca, de manera que de los adelantos que ha hecho la civilizacion en todos sus ramos en los últimos 20 años, nada existe” (en José María Quijano Otero, “Informe al secretario de lo interior”, Bogotá, 24 de enero de 1868, bnc, ah, leg. 005, f. 23r). En 1877, Gonzalo A. Tavera, bibliotecario entre 1876 y 1879, señaló que la biblioteca “carece de obras nuevas sobre medicina, ciencias naturales, injeniería, historia moderna, artes i oficios” (en Gonzalo A. Tavera, “Informe al rector de la Universidad”, Bogotá, diciembre de 1877, bnc, ah, leg. 004, p. 282).

53La historia (41,1%), la política y la jurisprudencia (19,3%) y la literatura (15,2%) predominaron sobre las ciencias físicas y las matemáticas (7,8%), las ciencias naturales (3,6%) y la medicina (2,4%). Ver, Javier Ricardo Ardila, “De París, Madrid y Londres a Bogotá: compra de libros por la República de la Nueva Granada para la Biblioteca Pública de Bogotá, 1846-1848”, ponencia presentada en el iii Encuentro Latinoamericano del Libro, la Lectura y la Edición, Bogotá, 22 de octubre de 2021.

54Martyn Lyons señala que la historia de la lectura debe poner en diálogo las referencias a la literatura sugerida —lo que se prescribe leer— con las referencias personales a la lectura. Esto permite ver la desviación de los cánones por la naturaleza subversiva de la lectura individual cotidiana (Readers and Society in Nineteenth-Century France. Workers, Women, Peasants (Nueva York: Palgrave, 2001), viii-ix). Asimismo, menciona que los métodos cuantitativos son un preliminar necesario para adentrarse en la historia social de la lectura, aunque dejan numerosos interrogantes sobre la lectura propiamente dicha (Le triomphe du libre. Une histoire sociologique de la lectura dans la France du xixe siècle [París: Promodis, 1987], 221-223). Esta idea la replicó Loaiza Cano para el panorama colombiano en “Premisas para una historia del libro en Colombia”, en Minúscula y plural. Cultura escrita en Colombia, editado por Alfonso Rubio (Medellín: La Carreta Editores, 2016), 262.

55“Certámenes”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 60, diciembre de 1873, 544-575.

56A. Schumacher, “Clases alemanas. Informe n.° 1”, Bogotá, 22 de junio de 1874, Universidad Nacional de Colombia, Archivo Central e Histórico (unal-ach) Bogotá-Colombia, Fondo Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia (uneuc), Rectoría, caja 45, carpeta 10, f. 68r.

57La historia de la medicina en Colombia recuerda al doctor José Ignacio Barberi por su labor pediátrica y la fundación del Hospital de la Misericordia en 1897. En la década de 1890, Barberi fue catedrático de la un, miembro del Colegio Real de Cirujanos de Inglaterra y del de Médicos de Londres. Alfonso Vargas Rubiano, “Conferencia ‘José Ignacio Barberi’. Las etapas prenatales del Hospital de La Misericordia”, Revista de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia 44, n.º 3 (1996): 167-171.

58“Conferencias generales”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 47, noviembre de 1872, 490-491; “Calificaciones obtenidas por los alumnos de las Escuelas de la Universidad en los exámenes anuales de 1872”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 48, diciembre de 1872, 531-561, 563-566.

59Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 309-338.

60Evanghelia Stead, “Introduction” a Reading Books and Prints as Cultural Objects (Londres: Palgrave Macmillan, 2018), 2.

61Rafael Pinto, “Discurso”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 13, enero de 1870, 67-69.

62Enrique Morales, “Discurso”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 24, diciembre de 1870, 489-494.

63Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, p. 83. Morales omitió el nombre del autor y la ubicación topográfica del título. La revisión de los catálogos sugiere que consultó La figure de la terre, determinée par les observations faites par ordre du Roy au Cercle Polaire de Pierre Louis Maupertuis, publicado en París en 1738. Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo de las obras en francés, 15.

64Jorge E. Delgado, “Discurso”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 36, diciembre de 1871, 566-575.

65Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 125-126.

66Delgado consultó la edición parisina publicada por J. B. Bailliére en 1838, en dos volúmenes, según aparece en: Biblioteca Nacional de Colombia, Catálogo de las obras en francés, 46.

67Secretaría de la Universidad Nacional, “Situación de los alumnos oficiales de la Universidad Nacional en esta fecha”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 62, febrero de 1874, 54.

68Rectoría de la Escuela de Ingeniería, “Rejistro del aprovechamiento, aplicación i conducta de los alumnos oficiales, setiembre de 1872”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 45, septiembre de 1872, 396; Antonio de Narváez, “Escuela de Ingeniería. Rejistro del aprovechamiento, aplicación i conducta de los alumnos oficiales”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 47, noviembre de 1872, 495.

69Biblioteca Nacional, “Registro de lectores”, bnc, ah, leg. 007, pp. 129-164.

70Daniel Mornet, “Les enseignements des Bibliothèques privées (1750-1780)”, Revue d’Histoire littéraire de la France n.º 3 (1910): 454.

71Saldarriaga analizó la polémica de 1870 por la elección de los Elementos de ideología de Destutt de Tracy como texto de la clase de Filosofía de la un. Para tal caso, identificó el “zócalo epistémico” de las tendencias encontradas de Francisco Eustaquio Álvarez, Ancízar y Miguel Antonio Caro. Aunque el rlb inicia en el año de la polémica, los textos que avivaron la discusión son minoritarios o brillan por su ausencia. Oscar Saldarriaga Vélez, “La ‘Cuestión Textos’ de 1870: una polémica colombiana sobre los Elementos de Ideología de Destutt de Tracy”, en Pensar el siglo xix. Cultura, biopolítica y modernidad en Colombia, editado por Santiago Castro-Gómez (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2004), 105-164.

72Hoare indica que, frecuentemente, las bibliotecas nacionales se convierten en bibliotecas de investigación (research libraries) por la ausencia de una red efectiva de bibliotecas especializadas. En este camino, guían el desarrollo del pensamiento profesional sin ser propiamente bibliotecas públicas, académicas o de investigación. Peater Hoare, “Europe”, en A History of Modern Librarianship. Constructing the Heritage of Western Cultures, editado por Pamela Spence Richards, Wayne A. Weigand y Marija Dalbello (Santa Bárbara, CA: Libraries Unlimited, 2015), 1-60.

73Seguimos a Loaiza cuando señala que “el enfrentamiento entre proyectos de nación fue un principio regulador de los ciclos de expansión del libro y contribuyó a que se definieran o especializaran agentes sociales a favor o en contra de la difusión de determinadas categorías de libro”. Loaiza, “Premisas”, 259.

74Es posible encontrar similitudes con el estudio Pablo Whipple sobre el poder judicial en el Perú. Whipple identificó un “intersticio entre voluntad e imposibilidad material” de los gobiernos republicanos, por lo que las instituciones, no solo siguieron atadas a la infraestructura colonial, sino que encontraron prácticas alternativas para asegurar su funcionamiento. Pablo Whipple, “Carencias materiales, respetabilidad y prácticas judiciales en el Perú durante los inicios de le república”, Historia Crítica n.º 49 (2013): 55-79, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit49.2013.04

75Murillo Sandoval, “El Estado como librero”, 283.

76Las bibliotecas de las escuelas de la un eran modestas hacia 1871 (Rectoría de la Universidad Nacional, “Inventario de muebles de las Escuelas de la Universidad”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 25, enero, febrero y marzo de 1871, 119-145). Sin embargo, desde 1873 se registran compras específicas para las escuelas y los gabinetes de Ciencias (Antonio de Narváez, “Inventario de los libros, láminas de zoolojía, botánica i jeolojía, sustancias, aparatos i útiles del Laboratorio de Química”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 51, marzo de 1873, 116-129; Antonio Vargas Vega “Inventario de los libros llegados de Europa el presenta año de 1873, para las Escuelas de Literatura i Filosofía i Jurisprudencia”, Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, n.º 59, noviembre de 1873, 529-530). Para 1874, la Secretaría de lo Interior buscó formar pequeñas bibliotecas en cada escuela, con libros adquiridos en Europa (Jacobo Sánchez, “Oficio n.° 306, de la Dirección General de Instrucción Universitaria al rector de la Universidad Nacional”, Bogotá, 5 de octubre de 1874, unal-ach, uneuc, Rectoría, caja 46, carpeta 3, f. 41r).

77Un ejemplo elocuente se encuentra en la obra de Jiménez quien, tras revisar los catálogos de la bn y de las Escuelas de la un, señala que “la presencia más bien modesta de obras canónicas de la ciencia del lenguaje [...], contrastada con las múltiples referencias y remisiones a los textos de Bopp, Pott, Müller o Diez en los trabajos de Caro, Cuervo, Suárez o Uricoechea, hace necesario rastrear otro tipo de repositorios: sus bibliotecas particulares”. Jiménez descubre que las bibliotecas personales y los intercambios entre intelectuales fundamentaron la transmisión y adquisición del conocimiento. Jiménez, Ciencia, 159-166.

78En este sentido, es pertinente el llamado de Roger Chartier a superar el antagonismo entre la cultura popular y la cultura letrada. Chartier propone identificar la apropiación mutua como el punto central de la construcción de significados, que, finalmente, “reside en la tensión entre las capacidades inventivas de los individuos y las comunidades y los condicionamientos, normas y convenciones que limitan lo que es posible pensar, expresar o hacer”. Roger Chartier, “Popular Appropriations: The Readers and Their Books”, en Forms and Meaning (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1995), 89-96.

79Wayne A. Weigand y Marija Dalbello, “Introduction” a A History of Modern Librarianship. Constructing the Heritage of Western Cultures, editado por Pamela Spence Richards, Wayne A. Weigand y Marija Dalbello (Santa Bárbara, CA: Libraries Unlimited, 2015), xvii.

Cómo citar: Ardila, Javier Ricardo. “Del repositorio público al aula universitaria: estudiantes de la Universidad Nacional en la Biblioteca Nacional, Estados Unidos de Colombia, 1870-1874”. Historia Crítica, n.° 83 (2022): 3-31, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit83.2022.01

Recibido: 10 de Mayo de 2021; Aprobado: 25 de Agosto de 2021

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