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Historia Crítica

versión impresa ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.87 Bogotá ene./mar. 2023  Epub 10-Ene-2023

https://doi.org/10.7440/histcrit87.2023.01 

Dossier

Precios y valores: nuevas miradas sobre el problema del costo de vida en América Latina durante el siglo xx*

Prices and Values: New Perspectives on the Cost of Living in Twentieth-Century Latin America

Preços e valores: novos olhares sobre o problema do custo de vida na América Latina durante o século 20

Eduardo Elena** 

**Doctor en Historia por la Universidad de Princeton (Estados Unidos) y actualmente profesor de la Universidad de Miami. Ha sido profesor invitado en la Universidad de la República (Uruguay) y la Universidad Hebrea de Jerusalén. Entre sus publicaciones se encuentran: Dignifying Argentina: Peronism, Citizenship, and Mass Consumption (University of Pittsburgh Press, 2011, próximamente en español por EDUNTREF), Rethinking Race in Modern Argentina, editada junto con Paulina Alberto (Cambridge University Press, 2016) y “Spinsters, Gamblers, and Friedrich Engels: The Social Worlds of Money and Expansionism in Argentina, 1860s-1900s”, Hispanic American Historical Review 102, n.º1 (2022): 61-94. edelena@miami.edu


Resumen

Objetivo/Contexto:

Este trabajo aborda la forma en que los historiadores han investigado el problema del costo de vida en la América Latina del siglo xx. El conjunto de investigaciones analizado permite ampliar nuestra comprensión acerca de cómo grupos sociales en diferentes momentos históricos han concebido, calculado y enfrentado el costo de vida.

Metodología:

El artículo se basa en un corpus de trabajos de investigación en los campos de la economía y el trabajo, así como en el estudio de la historia del estado de bienestar, los movimientos nacionalistas, las relaciones de género, el consumo y la pobreza. Asimismo, incorpora hallazgos tomados de diversos estudios de casos, entre los cuales se incluyen investigaciones previas del propio autor sobre el Primer Peronismo (1943-1955) en la Argentina.

Originalidad:

El texto identifica y explora tres grandes tendencias en trabajos recientes sobre el costo de vida en América Latina: la creación de nuevas formas de conocimiento de las ciencias sociales sobre la vida económica cotidiana; las contiendas políticas de un amplio abanico de actores en relación con el estándar de vida, la inflación y otros problemas asociados; y el impacto del consumo masivo frente al costo de vida y las concepciones acerca del bienestar social.

Conclusiones:

El artículo ubica los estudios de este dossier dentro de un contexto historiográfico más amplio, a la vez que señala posibles caminos futuros de investigación y temas vinculados al costo de vida que ameritan mayor atención.

Palabras clave: bienestar; consumo; costo de vida; inflación; pobreza

Abstract.

Objective/Context:

This work considers how historians have investigated the problem of the cost of living in twentieth-century Latin America. Their investigations have collectively expanded our sense of how social groups in different historical moments have imagined, calculated, and coped with the cost of living.

Methodology:

The article draws on a wide corpus of research from fields such as economic and labor history, as well as the study of the welfare state, nationalist movements, gender relations, consumption, and poverty. It incorporates findings from various case studies, including the author’s research on the First Peronism (1943-1955) in Argentina.

Originality:

The text identifies and explores three major tendencies in recent work on the cost of living in Latin America: the creation of new forms of social scientific expertise and knowledge about quotidian economic life; the political contests among a wide range of actors over living standards, inflation, and related concerns; and the impact of mass consumption on cost-of-living struggles and conceptions of social wellbeing.

Conclusions:

The article situates the studies in this dossier within a wider historiographical context while also pointing to future avenues of inquiry and cost of living issues that merit closer attention.

Keywords: consumption; cost of living; inflation; poverty; welfare

Resumo

Objetivo/contexto:

neste trabalho, é abordada a forma na qual os historiadores têm pesquisado sobre o problema do custo de vida na América Latina do século 20. O conjunto de pesquisas analisado permite ampliar nossa compreensão acerca de como grupos sociais em diferentes momentos históricos conceberam, calcularam e enfrentaram o custo de vida.

Metodologia:

este artigo está baseado num corpus de trabalhos de pesquisa nos campos da economia e do trabalho, bem como no estudo da história do estado de bem-estar, dos movimentos nacionalistas, das relações de gênero, do consumo e da pobreza. Além disso, incorpora achados tomados de diversos estudos de caso, entre os quais são incluídas pesquisas prévias do próprio autor sobre o Primeiro Peronismo (1943-1955), na Argentina.

Originalidade:

no texto, são identificadas e exploradas três grandes tendências em trabalhos recentes sobre o custo de vida na América Latina: a criação de formas de conhecimento das ciências sociais sobre a vida econômica cotidiana; as disputas políticas de um amplo leque de atores quanto ao padrão de vida, a inflação e outros problemas associados; o impacto do consumo massivo ante o custo de vida e as concepções acerca do bem-estar social.

Conclusões:

este artigo situa os estudos deste dossiê dentro de um contexto historiográfico mais amplo, ao mesmo tempo que indica possíveis caminhos futuros de pesquisas e temas vinculados ao custo de vida que merecem mais atenção.

Palavras-chave: bem-estar; consumo; custo de vida; inflação; pobreza

Introducción

¿Cuánto cuesta vivir en un momento dado? ¿Qué se precisa para vivir con dignidad? Estas viejas preguntas han cobrado especial importancia en la actualidad. La pandemia de COVID-19 puso al descubierto la brecha entre las necesidades que padece la mayoría de los “trabajadores esenciales” y las comodidades de grupos más privilegiados, demostrando claramente las contradicciones de cómo nuestros sistemas económicos crean y concentran el valor. En varias regiones del mundo, el costo de vida sigue siendo un factor clave en el surgimiento de nuevos movimientos de protesta. Los habitantes de Santiago, Cali y otras ciudades latinoamericanas se han manifestado en contra del alza de los precios de los artículos de primera necesidad, del aumento en los impuestos y del recorte de los servicios públicos, problemas que representan los síntomas más visibles de un malestar profundo producido por la desigualdad social extrema. En tiempos más recientes, se ha disparado un proceso inflacionario a nivel mundial, causado por las disrupciones en las cadenas de intercambio global, el poder monopólico en ciertas industrias y la invasión rusa de Ucrania, entre otros factores. Mientras que el alza en el costo del petróleo ha causado ansiedad entre los conductores de autos, el aumento en el precio de la comida podría agravar la hambruna entre los sectores más vulnerables del planeta. Mirando hacia el futuro, se vienen nuevos desafíos. La creciente concentración de la riqueza y la automatización del trabajo están provocando preocupaciones a nivel mundial sobre cómo y de que vivirá un porcentaje cada vez más grande de la humanidad.

Los historiadores también se han sentido atraídos por los temas vinculados al costo de vida. La oportunidad de este interés no puede atribuirse a un milagroso poder visionario de su parte, ya que la pandemia y otros acontecimientos de orden mundial se producen a una velocidad mucho mayor que el tiempo requerido para desarrollar publicaciones académicas. Que este dossier surja precisamente cuando el costo de vida ocupa la primera plana de los periódicos de todo el mundo es, hasta cierto punto, una coincidencia. Pero no del todo. El hecho de que algunos historiadores se hayan interesado en el problema del costo de vida -que analizan desde distintos ángulos y con nuevos enfoques- sugiere que este tema es profundamente pertinente, más allá de que se intente correr tras los grandes titulares del momento. En aras de comprender la actual coyuntura, algunos investigadores han revisado luchas pasadas libradas por los pueblos de sociedades comercializadas, así como las iniciativas para lograr una mayor justicia económica. Sus conclusiones nos ofrecen la posibilidad de alcanzar un entendimiento más profundo de los problemas que nos aquejan hoy y es de esperar que inspiren nuevas ideas para gestar cambios a futuro.

Dicho esto, las investigaciones históricas nuevas sobre el costo de vida no constituyen una corriente unificada con una agenda clara. Por el contrario, los investigadores interesados en estas cuestiones deben su lealtad primigenia a otras disciplinas. Quienes se han volcado a este tema son historiadores especializados en los campos de la economía y el trabajo, pero también en la historia del estado de bienestar, los movimientos nacionalistas, el consumo doméstico y la pobreza, entre otros. El análisis cuantitativo de los niveles de precios y salarios sigue siendo el enfoque preferido en ciertos círculos, pero en varios trabajos recientes se observa un fuerte deseo de ampliar el alcance de las investigaciones. Los historiadores han estudiado el comportamiento de los consumidores, las cosmovisiones de los expertos en ciencias sociales, el diseño de políticas orientadas a regular el mercado y el más abarcador de los temas: las políticas vinculadas a la vida económica cotidiana. Este conjunto de investigaciones nos ha permitido ampliar nuestra comprensión acerca de cómo los seres humanos en distintos momentos históricos han concebido, calculado y enfrentado el costo de vida1.

Este dossier muestra las diversas formas en las que los historiadores han ponderado estas cuestiones. Los ensayos adoptan diferentes perspectivas a la hora de abordar el problema del costo de vida, pero comparten aspectos claves, por ejemplo, el énfasis puesto en el siglo xx. Por supuesto que la preocupación sobre cómo ganar el pan diario no es privativa de la era moderna. Sin embargo, el siglo pasado registró un aumento exorbitante en la cantidad de personas cuyo bienestar dependía principalmente de sus ingresos monetarios y de la distribución de bienes y servicios comerciales. Cientos de millones de campesinos y otros habitantes de zonas rurales abandonaron sus hogares en busca de oportunidades mejores en ciudades, o bien se vieron desplazados por la guerra, el despojo y las crisis ambientales. En las sociedades cada vez más proletarizadas, la preocupación por el costo de los alimentos, la vivienda, la educación, la salud y demás gastos comenzó a ser central tanto para la vida pública como para las interacciones cotidianas.

En términos geográficos, el dossier se centra en casos latinoamericanos, en parte como reflejo de los trabajos recibidos a lo largo de esta convocatoria de artículos. Esta tendencia tampoco es completamente fortuita. Si bien el costo de vida ha despertado la atención de los historiadores de todo el mundo, las sociedades latinoamericanas están especialmente bien equipadas para estudiar esta problemática. El aumento de los precios ha sido un desafío permanente para gran parte de la región y los episodios de hiperinflación que han padecido sus habitantes han alcanzado notoriedad mundial. Países como Argentina han tenido el infortunado honor de encabezar el ranking mundial de países con inflación durante largos períodos2. No menos importante -aun cuando muchos fuera de la región lo hayan pasado por alto- es el hecho de que América Latina ha sido un gran centro innovador en términos de pensar acerca de las causas y las posibles soluciones a los problemas del costo de vida. Las respuestas políticas han sido diversas, desde iniciativas lideradas por el Estado para regular el comercio y elevar el estándar de vida hasta intentos revolucionarios de crear alternativas anticapitalistas y campañas neoliberales para imponer la doctrina de libre mercado. En los últimos años, los gobiernos latinoamericanos comenzaron a incursionar en nuevas experiencias a través de transferencias monetarias condicionadas y otras políticas distributivas. Mientras tanto, los pueblos de la región han generado un vasto repertorio de estrategias para expresar su descontento cuando las políticas públicas les han resultado insuficientes, así como para seguir adelante con sus vidas bajo la presión inflacionaria de los tiempos modernos.

Para dar el contexto necesario al presente dossier, este ensayo ofrece un recorrido selectivo a través de las tendencias historiográficas y metodológicas más recientes. Dado que el estudio del costo de vida se nutre de múltiples campos, resumir la vasta literatura de cada área resulta poco práctico. Por tal razón, he optado por destacar tres tendencias que surgen de manera prominente en los artículos que siguen y, en general, en muchas de las investigaciones recientes. La primera tiene relación con los estudios acerca de cómo los científicos sociales del siglo xx han desarrollado nuevas formas de conocimiento para valorar aspectos de la vida económica cotidiana. Estas herramientas demostraron tener un alto nivel de influencia y fueron aprovechadas por funcionarios estatales y movimientos populares de diferentes extracciones ideológicas. La segunda área de investigación hace hincapié en contiendas políticas más amplias en torno del costo de vida. Distintos actores históricos han luchado por ordenar las fuerzas comerciales en constante expansión, en algunos casos articulando nuevas formas de ciudadanía. La tercera tendencia aborda las maneras en que el consumo masivo emergente ha modelado los debates acerca de la inclusión social. Si bien muchos concibieron el problema del costo de vida en términos de una canasta básica de artículos de primera necesidad, el surgimiento de las nuevas aspiraciones de los consumidores alentó a imaginar el bienestar en otros términos. Para fundamentar esta discusión sobre las tres tendencias, me basaré en algunos ejemplos concretos de mi propia investigación sobre el Primer Peronismo (1943-1955) en la Argentina y, a continuación, haré algunos comentarios específicos sobre los ensayos incluidos en el dossier. Por último, a modo de cierre, presentaré mis reflexiones finales sobre el rumbo que tal vez tomen las futuras investigaciones sobre el costo de vida.

1. Saber el costo

Desde tiempo inmemorial (o al menos desde la aparición de la moneda), la gente se ha mantenido alerta ante las fluctuaciones de precios y ha intentado estirar al máximo sus magros ingresos. Estas preocupaciones representaron una cuestión de supervivencia para muchos, pero también fueron temas de interés para quienes ocupaban posiciones de poder. Las clases gobernantes podían beneficiarse del aumento del costo de los recursos que controlaban, pero también advirtieron que un aumento muy pronunciado en poco tiempo podía provocar un gran malestar social. Las autoridades intervinieron, con mayor o menor entusiasmo dependiendo del contexto histórico, para manejar el abastecimiento de alimentos y otros insumos esenciales. A medida que fue creciendo la capacidad burocrática de los gobiernos en la modernidad, también creció el deseo de monitorear los aspectos claves del trabajo, el comercio y el consumo. Una consecuencia secundaria de esta curiosidad fue la invención del propio concepto de “economía” como término paraguas de estas distintas áreas de actividad, un término que, cabe recordar, se tomó prestado de la forma en que los hogares gastaban el dinero (“hacer economías”) y que luego se aplicó a nivel macro. En los albores del siglo xx, el creciente número de científicos sociales empleados en los gobiernos, empresas, universidades y otras instituciones generó paulatinamente nuevas formas de conocer los aspectos cotidianos de la vida económica. Términos técnicos como “inflación”, que se habían usado en forma restrictiva para referir la oferta monetaria, se convirtieron en palabras comunes del vocabulario político.

Estas herramientas de las ciencias sociales tienen una historia, que los investigadores a lo largo de la última generación han explicado con mucha más claridad, revelando las motivaciones detrás de su uso y evaluando su impacto. Un ejemplo muy conocido son las encuestas sobre patrones de consumo familiar realizadas por la Ford Motor Company y la Oficina Internacional del Trabajo, que comenzaron a fines de la década de 1920. Tal como Victoria de Grazia ha demostrado, las encuestas de la Ford-OIT representaron un intento novedoso de comparar el poder adquisitivo en más de una decena de países europeos3. Que uno de los fabricantes de bienes de consumo más poderosos del mundo y uno de los organismos líderes en recolectar información de las ciencias sociales hubieran colaborado en este proyecto en forma conjunta es por demás elocuente. Los científicos sociales de los países latinoamericanos no se quedaron atrás en las campañas destinadas a recopilar datos sobre el costo de vida. Las estadísticas oficiales siempre han resultado útiles como generadoras de datos crudos para realizar análisis cuantitativos. Estudios recientes han planteado nuevas preguntas críticas sobre cómo los expertos estatales veían el mundo social y cómo los trabajadores vivían día a día4.

Tomemos como ejemplo los sondeos sobre los presupuestos de los hogares de clase trabajadora realizados en las décadas de 1930 por el Ministerio de Trabajo de la Argentina5. La forma en que los funcionarios del área de trabajo definían a la familia trabajadora “promedio” reflejaba supuestos fundamentales sobre el orden social; en particular, la división heteronormativa e idealizada del trabajo era la de un hombre asalariado y una mujer a cargo del cuidado de los hijos y del hogar, aunque este ideal no reflejaba la experiencia real de muchas familias trabajadoras, que dependían del salario de la mujer y de los hijos para engrosar los ingresos familiares. La dificultad para lograr una división de tareas “adecuada” se convirtió en una fuente de ansiedad importante para los grupos que, por entonces, tenían vocación de reforma. Igualmente reveladoras son las conclusiones no alcanzadas y las preguntas no formuladas por los expertos. A pesar de los presupuestos ajustados, estas familias “promedio” compraban, elaboraban u obtenían, de alguna manera, una variedad significativa de alimentos y prendas de vestir. En este caso, las encuestas del Ministerio de Trabajo muestran que los hombres de clase trabajadora, y no las mujeres, eran los principales usuarios de bienes de consumo tales como las prendas de vestir. Estos hallazgos, que a menudo se pasaban por alto, contradicen la sabiduría convencional sobre las normas de consumo basadas en el género, pero ofrecen otro tipo de información acerca de las prácticas dentro del hogar y la cosmovisión de aquellos preocupados por la “cuestión social”.

Además de hacer una lectura novedosa de las fuentes, los investigadores se han dedicado también a estudiar la circulación de ideas y métodos y a leer a los expertos en estándar de vida y costos. Aunque las conferencias internacionales constituían un foro a través del cual los reformistas se mantenían actualizados sobre las prácticas más recientes, también funcionaban redes de amistad, capacitaciones educativas y conexiones personales más informales. El vínculo entre los expertos sociales de Estados Unidos y Europa en el siglo xx ha sido por lejos el más estudiado6. Los especialistas de izquierda tenían sus propios circuitos de comunicación que les permitían mantenerse al tanto de las actividades de sus contrapartes en otros lugares del mundo. Pero las nuevas investigaciones están arrojando luz sobre el real alcance de estos movimientos de las ciencias sociales dentro de América Latina y, a través de ciertos caminos, con otras regiones. En el caso de las encuestas del Ministerio de Trabajo ya citadas, uno de sus responsables fue Miguel Figuerola, un inmigrante español que comenzó redactando regulaciones laborales en el régimen derechista y nacionalista de Primo de Rivera y que pasó después a ocupar puestos ministeriales en la Argentina de Perón7. En el mundo lusoparlante, la década de 1930 fue testigo del frecuente intercambio entre ideólogos, diseñadores de políticas de Portugal y Brasil durante las dictaduras de António de Oliveira Salazar y Getúlio Vargas8.

Quienes tenían conocimientos en asuntos relativos al costo de vida eran cada vez más presionados para ocupar cargos públicos con el fin de dar respuesta a las crisis que marcaron los años de mediados del siglo xx. Dadas las disrupciones producidas por las dos guerras mundiales y la Gran Depresión, los gobiernos de la región implementaban controles de precios de emergencia sobre los bienes de consumo esenciales con el propósito de hacer frente al caos y llevar estabilidad a los productores agrícolas. Estas medidas allanaron el camino para idear otras formas de regulación que pudieran dar respuesta a las necesidades insatisfechas de los hogares. En América Latina, la constitución de 1917 de la Revolución mexicana ofrecía una nueva mirada en materia de derechos sociales y un nacionalismo económico que cautivó a observadores de otros lugares. Los experimentos fascistas y corporativistas de la Europa de entreguerras eran una fuente de inspiración para quienes buscaban ofrecer estabilidad bajo un orden jerárquico. El New Deal de los Estados Unidos fue otro ejemplo de cómo las políticas estatales podían responder a los problemas de desempleo y pobreza, tal como lo hicieron a través de aumentos salariales y reglamentaciones comerciales los Frentes populares y las coaliciones de centroizquierda de Francia y Chile. Durante la Segunda Guerra Mundial se puso en boga la planificación económica entre los expertos latinoamericanos que buscaban minimizar las disrupciones de la guerra y prepararse para lo que prometía ser una difícil transición de posguerra9. Todas estas tendencias contribuyeron a multiplicar la presencia de científicos sociales en los gobiernos. Los conceptos de estándar y nivel de vida rápidamente se incorporaron al lenguaje del arte de gobernar y, a través de la propaganda y los medios masivos de comunicación, se propagaron hasta convertirse en palabras de uso cotidiano para la mayoría de los ciudadanos.

El mundo de la posguerra convocó a los expertos que habían propuesto soluciones a los problemas del costo de vida en períodos anteriores para que se sumaran a las campañas en pos del desarrollo nacional. Los reformistas provenientes de diversos sectores académicos, empresariales y del servicio público dieron paso a economistas formados en universidades, quienes ganaron prominencia con sus intentos por liderar las fuerzas modernizadoras. Se generaron así nuevos circuitos que ahora vinculaban economistas de diferentes regiones del mundo, incluso a través de los programas de asistencia técnica. Los historiadores han explorado la formación de estas redes, que actuaban como canales de intercambio sobre formas alternativas de pensar el problema del costo de vida y el bienestar humano. En la década de 1960, como parte de la Alianza para el Progreso, expertos de Estados Unidos que habían adquirido experiencia durante el New Deal viajaron a lugares como Colombia para asesorar proyectos de desarrollo10. Organizaciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se embarcaron en misiones similares, creando nuevas rutinas de recopilación de información y estableciendo conexiones entre funcionarios de distintos países11. Hacia los años sesenta, los economistas asociados a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas se convirtieron en otra fuerza con capacidad para modelar el pensamiento en materia de desarrollo. En cuanto al costo de vida en América Latina, este período fue testigo de intensos debates entre los economistas sobre las causas raíz de la inflación. De un lado estaban los “cepalinos”, y otros, que hacían hincapié en los factores estructurales que tenían su origen en el lugar periférico que ocupaba América Latina en el concierto de las economías del mundo, en el latifundio y en el atraso del sector agropecuario. Del otro lado estaban los denominados “monetaristas”, que le adjudicaban la responsabilidad del alto costo de vida en Iberoamérica al excesivo gasto público y a las medidas políticas destinadas a los sectores populares, que avivaban la espiral ascendente de salarios y precios12. La discusión sobre los orígenes de la inflación no solo dio forma a las intervenciones de los Estados latinoamericanos en la era de la posguerra, sino incidió también, intelectualmente, en los debates más amplios sobre desarrollo y dependencia en todo el mundo.

El problema de la inflación fue asimismo un tema clave en la formación de una nueva comunidad de especialistas económicos que alcanzaron renombre a partir de la década de 1970. El neoliberalismo fue, en parte, la respuesta a las ansiedades generadas por los aumentos del costo de vida y la inestabilidad asociada a esa situación. Sus partidarios prometían controlar los precios -y, en algunas ocasiones, lo lograron-, aunque al enorme costo social de profundizar las desigualdades y empobrecer aún más a los sectores obreros. Respecto de este tema, los historiadores latinoamericanos han indagado en la circulación de ideas y la conformación de redes de expertos, a la vez que han documentado las consecuencias nefastas de las ideas neoliberales puestas en práctica. Determinados grupos de economistas, como los célebres “Chicago boys” en Chile, han recibido la mayor parte de la atención, pero faltaría esclarecer cómo se diseminaron las ideas neoliberales entre grupos de todo el arco político, del centro a la izquierda, y modelaron sus ideas acerca de qué debía hacerse para resolver los problemas relativos al costo de vida en sus respectivas sociedades13. La discusión sobre las regulaciones y los derechos sociales no desapareció por completo durante el período de apogeo neoliberal, pero el énfasis se puso en las nociones individuales de libertad económica y satisfacción del consumidor y se apartó de los temas vinculados al bienestar colectivo, que habían motivado la política social durante la mayor parte del siglo xx.

Términos como “inflación” y “estándar de vida” en el siglo pasado pasaron a formar parte casi ineludible de la forma como hoy se explica el problema de llegar a fin de mes. Todavía está por verse si la autoridad de la que gozan los economistas del establishment se está erosionando. Quizás las próximas décadas darán lugar a nuevos tipos de especialistas, seguramente con mejor sintonía con los aspectos ecológicos de la vida económica y la extinción masiva que se cierne sobre la humanidad. Pero casi no hay dudas de que la vida pública del siglo pasado en América Latina y otras regiones del mundo se habría presentado de manera muy distinta si no hubiera existido el aporte de economistas, planificadores estatales, especialistas en estadísticas laborales y otras disciplinas del campo de las ciencias sociales, generadoras de conocimiento en materia de precios e ingresos.

2. Derechos, demandas y movilizaciones

Al contribuir a las acciones de los gobiernos en todos los niveles, los expertos desempeñaron un papel fundamental en la política sobre el costo de vida. Pero de ninguna manera fueron los únicos. Estudios recientes sobre la historia del costo de vida han demostrado la intervención de un amplio abanico de actores comprometidos en tales contiendas políticas. Una línea importante de investigación en la historia latinoamericana se ha centrado en la relación entre los gobiernos, los movimientos populares y los ciudadanos en su lucha por satisfacer las necesidades materiales a nivel del hogar. Historiadores atentos a estas cuestiones han procurado obtener un panorama más claro de cómo los distintos grupos intentaron expresar sus frustraciones en la arena pública. Sus investigaciones han analizado las modalidades de protesta y el activismo ejercido por sindicatos, asociaciones de vecinos, organizaciones de mujeres y otros grupos, así como las estrategias de los individuos que, a través de solicitudes o peticiones, buscaban mejorar su situación. Gracias a estos estudios, tenemos nueva información sobre cómo y por qué el costo de vida se transformó en un tema tan cargado políticamente en gran parte de América Latina durante el siglo pasado.

Sin duda, el interés en estos temas, que se ha sostenido firmemente a lo largo del tiempo, ha provenido del campo de la historia del trabajo. Esto obedece, por supuesto, a la importancia de los sindicatos a la hora de expresar su enojo ante los salarios bajos, los precios altos y demás problemas asociados al costo de vida. Incluso en períodos como el de los inicios del siglo xx, cuando los niveles de sindicalización eran aún muy bajos en la mayor parte de América Latina, el trabajo organizado transformó lo que algunos consideraban dilemas económicos privados en cuestiones de importancia colectiva a través de huelgas, boicots y difusión por vía de la prensa. Además de exigir una mayor participación en el valor creado por su trabajo, algunos grupos experimentaron con formas alternativas al comercio minorista masivo, por ejemplo, fundando cooperativas de consumo para distribuir bienes a precios más bajos entre las familias trabajadoras. Los historiadores han arrojado luz sobre el activismo de las mujeres y sobre cómo las normas de género influyeron en las demandas y tácticas del movimiento de trabajadores. En otros casos, los investigadores han optado por llevar adelante estudios a nivel de comunidad y proyectos de historias orales, que permiten pintar un cuadro más completo de estos sectores sociales en determinado tiempo y espacio.14

Al idear nuevas respuestas para abordar la cuestión del estándar de vida, los gobiernos crearon a la vez nuevas oportunidades para que los trabajadores presionaran por más medidas. Las políticas públicas destinadas a manejar el costo de vida comenzaron modestamente a principios del siglo xx en América Latina, a menudo en la forma de una asistencia nutricional acotada o de programas sociales en los municipios o provincias. La década de 1930 representó un punto de inflexión en gran parte de la región, cuando la Gran Depresión, el estallido de la Segunda Guerra Mundial y las consecuencias políticas internas desatadas por estas crisis alentaron a los Estados a llevar adelante experimentos que corrieron los límites de la tradición republicana-liberal. Las respuestas inmediatas de principios de la década del treinta a la crisis económica mundial viraron hacia la derecha corporativista en algunos países (como en la breve dictadura del General José Félix Uriburu en la Argentina) y hacia reformas más amigables con el sector trabajador en otros casos (como durante la administración de Alfonso López Pumarejo en Colombia). Aunque a menudo el objetivo era afianzar el orden político y económico existente, en algunos países, que se aventuraron a ir un paso más allá, hubo intentos de ajustar los intercambios comerciales cotidianos y acrecentar el papel del Estado como regulador social.

Dos casos que han despertado especial interés entre los historiadores son el período del Frente Popular en Chile (1936-1941) y del Estado Novo en Brasil (1937-1945). En el primer caso se trató de una ampliación de las iniciativas estatales para dar cierto nivel de bienestar a los trabajadores chilenos a través de leyes laborales, programas de nutrición y controles de precios ambiciosos, entre otras medidas. Estudios recientes han aportado una visión crítica de estas iniciativas, en las que reconocen los logros y las expectativas generadas por estas reformas, a la vez que revelan las limitaciones acerca de cómo los funcionarios y sus aliados de la sociedad civil concebían el cambio social. Si bien renacieron las esperanzas, las viejas estructuras del poder económico se resistían a hacer cambios significativos y, aun entre los más progresistas, la idea de una reforma a menudo iba de la mano del deseo de consolidar a la familia patriarcal como base de la sociedad15. En cambio, el Estado Novo ofreció menos en términos materiales a los trabajadores brasileños y, desde el principio, se basó en un modelo más jerárquico, propio de un Estado corporativista, donde el Gobierno nacional aseguraba la paz social reprimiendo todo aquello que percibía como amenaza (lo que incluía a muchos activistas de izquierda). No obstante, los funcionarios introdujeron medidas de control de precios y de márgenes de ganancias que tenían como meta asegurar un “precio justo” en el comercio. Pero los esfuerzos regulatorios dejaron mucho que desear, tal como lo demuestra el cúmulo de quejas y reclamos que ingresaban a las oficinas de gobierno denunciando la laxa aplicación de las medidas por parte de los inspectores16.

En otros países de la región, los movimientos políticos de mitad de siglo fueron más allá en la búsqueda del ideal de justicia económica. En las sociedades predominantemente rurales, la reforma agraria era, lógicamente, el principal objetivo de quienes tenían estas aspiraciones, como sucedió durante los gobiernos de Lázaro Cárdenas (1934-1940) y de Jacobo Árbenz (1951-1954) en México y Guatemala. El costo de vida puede haber sido una meta secundaria, comparada con la de redistribuir la riqueza y aumentar la producción, pero los partidarios de la reforma agraria aspiraban a elevar el estándar de vida de los campesinos y trabajadores rurales, y, a la vez, a generar un excedente que contribuiría a mejorar la vida de los trabajadores urbanos. En otros casos, el poder adquisitivo de los hogares populares se volvió un asunto de suma importancia política. En ningún lugar se vio de manera tan patente esta situación como en el primer gobierno peronista (1946-1955). Algunas de las razones que lo explican tienen su origen en las características de la Argentina, sobre todo su creciente nivel de industrialización, su gran concentración de población en las áreas urbanas y el alto nivel consumista de su economía.

En mi propia investigación sobre este período, he buscado ilustrar la lucha por alcanzar un mejor nivel de vida desde el punto de vista de las autoridades peronistas, sus seguidores y sus detractores. La concepción peronista de una “vida digna” (para tomar prestada una frase harto repetida por los propagandistas del régimen) borraba los límites en torno del bienestar social y el consumo masivo que normalmente usamos los historiadores17. El gobierno nacional encabezó los esfuerzos para redistribuir la riqueza en favor del sector trabajador y, durante el período inicial de la posguerra, logró su cometido. Sin embargo, continuar sosteniendo estas promesas resultó, con el tiempo, una tarea muy difícil, sobre todo cuando se disparó la inflación a fines de la década de 1940 y las condiciones económicas se tornaron más adversas. Los ciudadanos comunes apelaron a tácticas para asegurar su cuota de esa “vida digna”, en algunos casos entrando en contacto directo con quienes tenían el control de los recursos y, en otros, exigiendo públicamente sus derechos como trabajadores, amas de casa y ciudadanos de la Nueva Argentina. Fue precisamente esta mezcla de campañas lideradas por el Estado para movilizar a la población e implementar un modelo autoritario de consenso nacional, combinada con medidas que aliviaban las presiones sobre las familias trabajadoras y ofrecían un mayor sentido de la participación económica, lo que hizo del Primer Peronismo un gobierno tan resonante y tan polémico a la vez18.

A pesar de las características singulares del Peronismo, en toda América Latina de mediados de siglo se observan métodos similares para responder a las preocupaciones sobre el costo de vida. Tal como hemos visto, en países como Chile y Brasil durante los años treinta se apeló a los controles de precios y a las regulaciones comerciales asociadas a ellos. Los actores peronistas aprovecharon los controles que ya estaban vigentes en la Argentina desde la guerra y los convirtieron en un campo de batalla para sus políticas de masas. Perón le declaró formalmente la “guerra al agio” y desde los medios de comunicación solía clamar en contra de los especuladores, a quienes acusaba de ser los responsables del aumento de los precios de los bienes de consumo. Los partidarios de Perón denunciaban a los comerciantes sospechados de violar las disposiciones, a la vez que protestaban, a través de cartas personales y peticiones colectivas, contra la inacción de los agentes encargados de aplicar las leyes. El régimen también llevó adelante iniciativas para abastecer de bienes en forma directa a la población, incluida la instalación de una cadena de comercios minoristas operados por la Fundación Eva Perón. En otros contextos políticos, los gobiernos de México y Perú ensayaron diversos mecanismos alternativos al abastecimiento comercial de bienes y servicios básicos, como una forma de favorecer a las clases populares urbanas19. No es de sorprender que estas intervenciones no fueran bien recibidas por los comerciantes, tanto grandes como pequeños, que acusaban al Estado de poner trabas a sus libertades económicas y generar competencia desleal. Al mismo tiempo, era un constante desafío equilibrar el bienestar de los sectores urbanos, concebidos como los protagonistas de la modernización, con las necesidades de las poblaciones rurales que abastecían alimentos y productos básicos.

Las regulaciones del mercado y las políticas de consumo introducidas por la generación de populistas y movimientos nacionalistas de mediados de siglo crearon fricciones. Pero estas tendencias se volvieron más conflictivas en aquellos países que se embarcaron en revoluciones socialistas a partir de los años sesenta. La intensidad de las confrontaciones por la Guerra Fría fue una de las razones, pero también lo fue la ambición de los movimientos políticos que buscaban crear sistemas alternativos al capitalismo a través de formas más radicales de redistribución, control de las fuerzas comerciales, distribución directa a consumidores y gestión centralizada de la vida económica. El alto costo de vida fue uno de los numerosos reclamos aprovechados por Fidel Castro y sus compañeros revolucionarios en Cuba cuando tomaron el poder. Su notable éxito inicial en mejorar el estándar de vida en múltiples frentes a través de nuevas políticas laborales y programas sociales pronto se topó con obstáculos, tales como oposición interna, dificultades ocasionadas por el embargo de Estados Unidos y los desastrosos traspiés propios en materia de planificación estatal. Para la mayoría de la sociedad cubana, la Revolución había logrado reducir las presiones del alto costo de vida a la vez que había agravado los problemas de escasez y control de los recursos. Estudios recientes han arrojado nueva luz sobre estos asuntos cotidianos y su peso político, y han ofrecido una visión más amplia de cómo hasta los cubanos de estratos sociales bajos comprometidos con la revolución enfrentaron estos dilemas20.

El costo de vida demostró ser un punto crítico para la contienda política de otros experimentos socialistas, como en los años de Allende en Chile. A pesar de las diferencias sustanciales con el caso cubano, aquí también se trató de un caso de redistribución y fuerte mejora de los estándares de vida de la población trabajadora, sumado a una intensa oposición y a turbulencias de mercado. La inflación no era un problema nuevo en Chile, pero el aumento de los precios y la escasez de productos se convirtieron en fuente permanente de movilizaciones entre quienes desafiaban al gobierno de la Unidad Popular. Las mujeres de clase media y de ideas conservadoras salían a tomar las calles y a jugar el papel de amas de casa victimizadas. La brutal dictadura que siguió buscó ganar legitimidad, en parte, prometiendo el fin del “caos” económico que sus propios partidarios habían contribuido a gestar. La centralidad de tales temas durante este período traumático permite tal vez explicar por qué muchos historiadores chilenos se han volcado a estudiar el consumo, las políticas de alimentos, los controles de precios y otros temas afines, no solo explorando su importancia durante los gobiernos de Allende y Pinochet, sino también las causas que llevaron a estos conflictos en épocas anteriores.

Por supuesto que los pueblos han tomado las calles para expresar su consternación frente a la inflación, la supuesta inacción del gobierno y sus aflicciones económicas en contextos políticos sumamente diferentes. Estas manifestaciones son un componente esencial de las políticas sobre costo de vida y puede aprenderse mucho si se observan detenidamente las causas de estos disturbios, quiénes son los participantes involucrados, quiénes los blancos de la ira popular y cuáles las respuestas de las autoridades. Debido, en parte, a los procesos de reformas neoliberales, las décadas del ochenta y noventa representan una época en la que se registraron muchas de estas protestas en América Latina. El enojo ante los altos costos de vida fue uno de los factores que dieron lugar a los movimientos de lucha contra las dictaduras en países como Chile en tiempos de Pinochet. En otros contextos políticos, situaciones como los saqueos a comercios minoristas que precipitaron el fin del gobierno de Alfonsín en la Argentina o el Caracazo de 1989 en Venezuela, ocupan un lugar destacado en la memoria colectiva de todos aquellos que han vivido esos momentos de intensa agitación.

Como lo sugiere este breve análisis, trabajos recientes sobre las políticas de costo de vida se han dedicado a revisar la diversidad de cruces entre las autoridades estatales, las fuerzas comerciales y los ciudadanos comunes. Una preocupación que atraviesa todos estos estudios es la heterogeneidad de esfuerzos para redefinir los términos de la inclusión económica. La pregunta acerca de quiénes son los que tienen necesidades legítimas y qué grupos merecen recibir ayuda -y cuáles no- ha dado forma a estas contiendas políticas. Como lo han demostrado muchos investigadores, los programas para proteger a los hogares más vulnerables han beneficiado, en la práctica, a algunos grupos más que a otros. Ciertos tipos sociales, como el varón sostén del hogar, han sido los principales beneficiarios, pese a que la mujer, en su doble papel de trabajadora y ama de casa, ha sido una protagonista fundamental en el activismo por el costo de vida. La desigualdad suele reflejarse también en los desequilibrios regionales que existen entre la ciudad y el campo, o entre ciertas regiones dentro de un mismo país, diferencias que pueden derivar de las nociones racializadas de atraso y modernidad. Algunas categorías ocupacionales, como las de los trabajadores rurales y las empleadas domésticas, han quedado a menudo al margen de las leyes laborales, los programas de bienestar social y otras acciones destinadas a mejorar el estándar de vida. Aunque las medidas creadas para dar respuesta al aumento del costo de vida no estuvieron a disposición de todos, esto no ha impedido que sectores más amplios hayan encontrado diversas formas de expresar sus frustraciones y, en algunos casos, de participar en movimientos populares.

3. Ganar y gastar en la era del consumo masivo

Quienes estudian el tema del costo de vida se han interesado tanto por los expertos que generan conocimiento social como por el abanico de actores políticos involucrados. A esto debemos sumar una tercera tendencia que se ha venido registrando en estudios recientes: la del tema abordado desde la perspectiva de la historia del consumo. Hay investigadores que han explorado las numerosas formas de ver el consumo según la visión de quienes lidian a diario con las presiones materiales, expresan su descontento y sueñan con una vida mejor. Esta tendencia es parte de una oleada más grande de estudios sobre la historia del consumo. Restringidos anteriormente a zonas geográficas como Europa occidental y Estados Unidos, los estudios sobre el consumo en las últimas décadas se han interesado por la región de América Latina21. Si bien los latinoamericanistas reconocen desde hace tiempo la importancia de la región como productora de commodities como el café, que luego son exportados para su consumo en otros países, ahora se han volcado a estudiar los patrones de consumo dentro de los países de la región. Algunos han seguido la línea de muchos antropólogos y sociólogos al estudiar las prácticas diarias a nivel de cada comunidad. Otros autores han publicado trabajos sobre la cultura material cotidiana a lo largo de la historia latinoamericana, así como libros que describen el auge de las nuevas industrias de productos nacionales en países específicos a fines de los siglos xix y xx22. Un subconjunto de trabajos publicados en este campo de investigación aborda directamente los dilemas asociados a la brecha entre el notable crecimiento del consumo en tiempos modernos y los desafíos enfrentados por muchos residentes de América Latina para participar plenamente en un mundo cada vez más comercializado.

Una línea de investigación se ha centrado en analizar las estrategias empleadas por estos sujetos sociales para manejar la distancia entre sus deseos de consumo y sus medios materiales. Como bien cabe imaginar, la deuda es un tema prominente en estas discusiones. Desde la época colonial hasta el presente, el crédito o deuda ha adoptado muchas formas, desde el “fiado” que los negocios de barrio extendían a los clientes fieles hasta los esquemas más formales ofrecidos por los grandes establecimientos comerciales. Las casas de empeño eran otra manera que tenía la gente común de transformar sus posesiones materiales en dinero en efectivo, recurso al que solían apelar para atender alguna urgencia de salud, acortar los tiempos hasta cobrar el salario o saldar otras deudas23. Al mismo tiempo, investigadores en sociología económica han indagado también en las formas específicas en que los trabajadores establecían distinciones entre los distintos tipos de gastos, es decir, esa contabilidad mental sobre el uso del dinero: “lujos”, necesidades o préstamos que debían devolverse. Algunos eran cautivados por esquemas de autoayuda o de ganancias rápidas con miras a escapar de una vez y para siempre de la rutina del trabajo y del desafío de ganar lo suficiente para satisfacer las necesidades materiales24.

A la par de los estudios sobre estos aspectos de las deudas y gastos, otros historiadores han analizado las fuerzas que fueron avivando el apetito por tener más. En estos casos, el énfasis está puesto en la publicidad moderna, proceso que involucró la reformulación de las prácticas comerciales del pasado para incorporar las últimas técnicas emanadas de grandes centros publicitarios como Nueva York. La llegada de empresas extranjeras marcó un punto de inflexión en la historia de la publicidad en los países de América Latina, cuando firmas como Coca-Cola introdujeron nuevos métodos para llegar a sus potenciales clientes y modelar las aspiraciones soñadas por las familias de los sectores populares25. Hollywood y otras industrias de la cultura extranjera desempeñaron un papel crucial en este sentido, si bien los directores de cine locales de México, Argentina y otros países también jugaron su parte en difundir escenarios de confort material y placer.

Otra vía de entrada al tema del consumo y del costo de vida ha consistido en poner el foco en la categoría más básica de los productos consumibles: los alimentos. Si bien ha predominado el estudio sobre los orígenes de la cocina nacional y la cuestión de la transculturación, los historiadores también han analizado las formas en que las restricciones económicas han incidido en la alimentación de las personas. Los gobiernos han intentado a veces mitigar la inflación y la escasez alentando a los consumidores a comer menos de un determinado alimento y a consumir más otro, supuestamente más sano y más económico. Comamos menos carne y más pastas, o menos de este pescado y más de este otro, recitaban las autoridades. A pesar de estos llamados al sacrificio patriótico, las súplicas propagandísticas chocaban con fuertes vientos de frente, dado que no es fácil modificar las preferencias de los consumidores en poco tiempo. Junto con la influencia que ejercieron los publicistas de las industrias alimenticias, todos estos actores contribuyeron a acelerar los cambios en la forma en que los hogares populares pensaban la salud, la alimentación, el bienestar y, en algunos casos, hasta la forma de gastar el dinero26.

Durante la Guerra Fría, el problema de la abundancia en un contexto de alta desigualdad atrajo la imaginación tanto de los defensores del capitalismo como de sus detractores. Los teóricos de la modernización sostenían que regiones como América Latina atravesaban una “revolution of rising expectations” (“revolución de expectativas crecientes”): gracias a la cultura de masas, el público podía ver el nivel mayor de confort material del que gozaban los residentes de otras partes del mundo o incluso algunas minorías acaudaladas de sus propias sociedades. Para algunos, la solución era implementar estrategias de desarrollo que permitieran a los países de América Latina “ponerse a la par” de las principales sociedades de consumo de Occidente. Otros observadores sacaban la conclusión opuesta y argumentaban que la abundancia en otros lugares era una función de la explotación de poblaciones del llamado Tercer Mundo. En consecuencia, abogaban por una buena vida en un contexto alternativo nacionalista y revolucionario capaz de ofrecer mayor bienestar a las grandes mayorías, a la vez que rechazaban los valores consumistas pregonados desde países como Estados Unidos. Una expresión de estas confrontaciones de la Guerra Fría eran las turbulentas controversias en torno a la amenaza planteada por la “americanización” de las sociedades latinoamericanas. Las acusaciones de imperialismo cultural coexistían, aunque no siempre de manera muy cómoda, con la creciente fascinación por la apropiación extranjera y nacional de ciertas formas culturales, como la música rock y la ropa de moda para jóvenes27.

Es innegable que la diversidad de bienes y servicios que se pueden adquirir en los países latinoamericanos ha aumentado exponencialmente entre las últimas generaciones; también es indiscutible que los deseos consumistas han tenido un papel destacado en muchas de las principales transformaciones políticas de esta era. Tal como lo ha señalado Heidi Tinsman en el caso chileno, las promesas de abundancia justificaron la reestructuración encabezada por el régimen de Pinochet. La reducción de los aranceles de exportación que permitió la llegada de un aluvión de artículos de indumentaria y manufacturas baratas del exterior hizo que ciertas categorías de bienes se volvieran más accesibles para muchas más personas. Sin embargo, la concentración de la riqueza y una mayor desigualdad aumentaron las presiones sobre la clase trabajadora. El estudio de Tinsman revela la manera en que estos cambios impactaron en las relaciones de género en el seno de las familias obreras: las mujeres que se incorporaban a las nuevas industrias orientadas a la exportación, como la cosecha de frutas, eran menos dependientes de los ingresos de sus maridos, que en algunos casos se destinaba a comprar bienes de consumo. No obstante, la satisfacción derivada de la posibilidad de hacer estos gastos quedaba neutralizada frente a la frustración de ver cómo crecían las deudas contraídas, lo rutinarias que eran las jornadas laborales y la imposibilidad de acceder a un mayor nivel de consumo28.

Al mismo tiempo, en algunas investigaciones se ha considerado la importancia del consumo y de las preocupaciones sobre el costo de vida para la conformación de las identidades de la clase media29. Mientras que algunos se han ocupado de estudiar el estilo de vida de los extraordinariamente ricos, la mayoría de los trabajos de este tipo vienen describiendo la vida de los sectores medios acomodados, pero aun así vulnerables. En vez de luchar contra el alza de precios por razones de supervivencia básica, las presiones que enfrentan los grupos de clase media generan una carrera feroz por mantener o mejorar el propio estatus, lo que implica poder seguir el ritmo de los hábitos de consumo disfrutados por sus pares. Hay estudios que han analizado las dificultades que enfrentan los habitantes de las ciudades para cumplir estas expectativas en tiempos de inflación acelerada o en momentos de crisis económicas. En cambio, otros estudios sobre el consumo han considerado el impacto que los nuevos espacios y prácticas de consumo han tenido sobre las identidades de la clase media, observando, por ejemplo, cómo el surgimiento de los grandes centros comerciales en Bogotá y otras ciudades de la región se convirtió en símbolo de las transformaciones sociales y en una marca de la desigualdad en las décadas recientes30.

A lo largo del siglo pasado, las aspiraciones y prácticas cambiantes de los consumidores han permitido redefinir los contornos de la “buena vida” para los habitantes de los países de América Latina, aun para aquellos sectores excluidos de la abundante oferta de bienes, servicios y entretenimientos. Hace apenas poco tiempo que los historiadores han comenzado a incursionar en estos fenómenos, pero ya han arrojado luz sobre cómo diferentes sectores sociales han manejado los evidentes contrastes entre la abundancia consumista y el dilema del costo de vida. Aún falta mucho para entender cómo han cambiado las expectativas de los consumidores ante los vaivenes inflacionarios, las transformaciones en el mercado del trabajo y demás tendencias económicas.

El dossier y más allá

Los cuatro artículos incluidos en este dossier de Historia Crítica abordan, a su manera, las tres grandes tendencias historiográficas que se observan en los trabajos recientes sobre el costo de vida ya descritos: (1) conocimiento social y políticas públicas; (2) activismo popular, trabajo y políticas de masas, y (3) consumo. En algunos se destaca un área de investigación en particular, mientras que en otros la discusión atraviesa, de manera innovadora, varias de estas áreas. Si bien cada artículo se ocupa de una historia nacional específica (México, Chile, Uruguay), al mismo tiempo se articulan todos con estudios más amplios sobre el tema del costo de vida y otros fenómenos observados en América Latina durante el siglo xx, así como en otros tiempos y lugares. Estos artículos, presentados en respuesta a una convocatoria, pasaron por un riguroso proceso de revisión por pares, basado en una evaluación externa anónima. Infortunadamente, no todos los trabajos recibidos pudieron ser incluidos en este dossier por diversas razones; esperemos que muchos de esos importantes trabajos sean acogidos en otras publicaciones.

En el primer artículo del dossier, Jaddiel Díaz Frene aborda el costo de vida desde un ángulo novedoso. Su estudio da cuenta del impacto social de la introducción, en los primeros años del 1900, del fonógrafo y otras tecnologías diseñadas para emitir grabaciones de música en México. Díaz Frene nos invita a considerar de qué manera las restricciones económicas y el poder adquisitivo modelaban el acceso a la nueva “máquina parlante”. El estudio documenta hasta qué punto el fonógrafo ganó presencia en las calles de la ciudad, en las tiendas y en los hogares. Nos motiva a formularnos preguntas que a menudo pasamos por alto: ¿cuánto costaban estos aparatos, ¿quiénes podían acceder a ellos, ¿cómo lograban adquirirlos y cómo eran aprovechados para otros propósitos? Al reconstruir este contexto socioeconómico, el artículo nos alienta a pensar de qué manera la temática del costo de vida puede nutrir y ampliar las investigaciones sobre la historia de la tecnología y el consumo en América Latina.

En el segundo artículo, el foco de atención está puesto en la política de regulaciones comerciales adoptada en Chile entre las décadas de 1930 y 1970. El autor, Joshua Frens-String, ilumina el surgimiento de un “estado de control de precios” en Chile, que reflejaba los esfuerzos de las autoridades estatales por preservar el nivel de vida y responder a las demandas populares que exigían satisfacer necesidades básicas. El artículo luego explora cómo y por qué este régimen comenzó a mostrar, con el tiempo, signos de tensión cada vez mayor. Las nuevas ideas sobre las causas estructurales de la inflación, atribuidas a las condiciones de atraso de la agricultura chilena o a las asimetrías del comercio mundial, comenzaron a cuestionar el énfasis puesto hasta entonces en la especulación y la codicia de los comerciantes. Estas tensiones llegaron a un punto crítico durante los tumultuosos últimos años del gobierno de Allende. Al analizar este arco histórico, el estudio de Frens-String acerca la historia de las políticas públicas a la historia de cómo las clases populares chilenas lidiaron con los costos del consumo cotidiano.

Aldo Marchesi analiza una transformación parecida en su artículo sobre la política de bienestar en el Uruguay del siglo xx. Tal como lo revela el autor, hubo un notable consenso de todo el espectro ideológico para apoyar las acciones estatales destinadas a proveer a las mayorías de artículos de primera necesidad. Valiéndose de fuentes que van desde los debates parlamentarios hasta los informes de la Organización Internacional del Trabajo, Marchesi examina cómo los actores políticos buscaron definir con más precisión qué eran las necesidades básicas y adoptaron medidas para regular la actividad comercial a lo largo de ese período. Sin embargo, la década del ochenta marcó un desvío respecto de esta tradición, cuando nociones más estrechas sobre qué se entendía por necesidades básicas insatisfechas reemplazaron las concepciones más inclusivas y abarcadoras del bienestar social. Marchesi analiza las razones tras este significativo cambio conceptual y sus consecuencias de largo alcance sobre la política en materia de pobreza en la era contemporánea.

Por último, el dossier regresa al territorio de México de principios del siglo xx con una investigación de Joel Vargas sobre las iniciativas para mejorar el estándar de vida en las postrimerías de la Revolución. Si bien el derecho a un salario mínimo fue ratificado en la Constitución de 1917, no fue fácil traducir esta idea poderosa a la vida real. Vargas demuestra cómo los reformistas desafiaron los métodos improvisados por largo tiempo que se usaban para establecer los niveles salariales que generaban diferencias a nivel regional en el país. Lo hicieron apelando a la autoridad supuestamente neutral de la ciencia de la nutrición que, en teoría, podía contribuir a determinar un nivel universal de bienestar que orientara las políticas públicas. Este artículo da cuenta de cómo los expertos desarrollaron conocimientos sobre el estado nutricional de la población mexicana con miras a obtener una base presumiblemente más firme sobre la cual tomar decisiones respecto del salario mínimo.

Tal como se demuestra en los artículos incluidos en este dossier, el estudio del costo de vida invita a adoptar distintos enfoques. A futuro, los historiadores sin duda continuarán usando los métodos certeros ya probados, como también diseñarán otros. A modo de cierre, me gustaría sugerir tres posibles caminos de investigación. El primero consiste en ampliar el alcance del concepto de costo de vida para incluir esferas del gasto hogareño tales como el cuidado de la salud y la educación que, hasta ahora, han recibido menos atención que el gasto en productos básicos de consumo y compras diarias. En esa misma línea, también se pueden analizar temas como los sistemas de seguros sociales, sean privados o estatales, en donde la lógica actuarial llevó a reformular las concepciones del valor de la vida. Hay todavía una historia más amplia para contar, que se refiere al costo de las viviendas, uno de los temas más apremiantes que afectan el nivel de vida en una región cada vez más urbanizada. En suma, la historia del costo de vida podría abarcar todas estas categorías de gastos de un hogar y no restringirse únicamente a aquellos relacionados con la necesidad primordial de llevar un plato de comida a la mesa.

Otra línea propicia de investigación es la del estudio de las reflexiones culturales sobre temas como la inflación y el nivel de vida. Hasta ahora, la mayoría de los historiadores se han restringido al mundo de los políticos, expertos y movimientos populares. Pero los artistas también han reflexionado sobre las presiones comerciales de la vida moderna. Algunos han apelado al humor para comentar tales condiciones a través de caricaturas en medios gráficos o imágenes estampadas en las paredes de la ciudad. Para dar un ejemplo final de la Argentina, consideremos una obra realizada por el artista visual Oscar Bony llamada La familia obrera. Exhibida por primera vez en 1968 en el Instituto Di Tella de Buenos Aires, la obra de Bony consistía en tres seres humanos -un trabajador, su esposa y su hijo- posando ininterrumpidamente durante horas sobre un pedestal como objetos de museo. En una placa se informaba al público que el hombre, que era el sostén de la familia, ganaba el doble quedándose sentado en la galería como una obra de arte viva que trabajando en la industria como troquelador calificado. El intento de Bony por llamar la atención sobre los problemas que padecía la clase trabajadora recibió comentarios mordaces de la crítica y presiones por parte del Gobierno militar. Algunos investigadores han estudiado este tipo de obras en busca de señales históricas, pero el arte exige mayor consideración y ser puesto en diálogo con las publicaciones acerca del costo de vida.

Por último, los investigadores interesados en la historia del costo de vida podrían dar más cabida a las condiciones sociales del presente para nutrir su agenda de manera más abierta. Existen muy buenas razones por las cuales los historiadores se han centrado en aspectos como las políticas estatales relativas a los obreros industriales y los movimientos sindicales. Pero las expectativas de la era de la modernización en cuanto a que las migraciones de la población rural a las ciudades llevarían al empleo industrial masivo simplemente no se condicen con la experiencia vivida por la mayoría de los latinoamericanos. Gran parte de la población de la región se gana la vida en esa zona gris de actividades urbanas denominadas en forma conjunta “economía informal”. En mayor o menor grado, así ha sido en épocas anteriores también. Por lo tanto, necesitamos diseñar enfoques que igualmente consideren las experiencias de estos sectores sociales. De manera similar, los experimentos contemporáneos en materia de redistribución de ingresos llevados a cabo por el Estado en forma de subsidios nos alertan sobre la importancia de prestar mayor atención a cómo los sectores populares utilizan efectivamente el dinero31. Estudios recientes nos han permitido ir más allá de las estadísticas relativas a la inflación (sin duda importantes) y acercarnos a los detalles más íntimos acerca de cómo la gente gana su dinero, cómo lo gasta para satisfacer sus diversas necesidades y qué piensa sobre la escasez y la abundancia de las cosas que la rodean. Queda mucho por hacer para comprender de manera más cabal no solo las fluctuaciones de precios, sino también el valor que los seres humanos asignamos a estas condiciones cambiantes y a la lucha diaria de la vida económica.

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*Agradezco a Historia Crítica por la invitación de participar en este dossier y el trabajo desarrollado por todos los autores que respondieron a la convocatoria y por los evaluadores. En el equipo editorial, Santiago Paredes me ayudó tomar los primeros pasos y Leidy Paola Bolaños Florido se ocupó de guiarme a lo largo del proceso. Agradezco también a Julia Benseñor (www.juliabensenor.com.ar) por la traducción de mi texto al castellano y por su enorme profesionalismo y generosidad. Por último, las lecturas críticas y el apoyo de Ashli White fueron, como siempre, esenciales.

1 Aunque este artículo está enfocado en estudios recientes de la historia social, intelectual, política y cultural del costo de vida, sería absurdo ignorar la importancia fundamental de investigaciones sobre temas como la inflación dentro de los estudios económicos. Algunos puntos de partida sobre casos latinoamericanos incluyen: Jorge Schvarzer, La inflación en la América Latina (Buenos Aires: Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración, 1992). Sebastián Edwards y Mauricio Cárdenas, eds. Inflación, estabilización y política cambiaria en América Latina: lecciones de los años noventa (Bogotá: TM Editores, 1997). Nader Nazmi, Economic Policy and Stabilization in Latin America (Armonck, NY: M.E. Sharp 1996). Luiz de Mello, ed. Monetary Policies and Inflation Targeting in Emerging Economies (Paris: OECD, 2008).

2Según el cálculo de un economista, la Argentina tuvo el período inflacionario más alto y más largo del mundo entre 1960 y 1994, con una tasa promedio anual del 127 por ciento. En el mismo período, algunos países vecinos no estaban tan lejos de estos guarismos. William Easterly, The Elusive Quest for Growth (Cambridge: MIT Press, 2001), 220. Investigaciones históricas sobre la inflación en tiempos contemporáneos en la Argentina incluyen: Gustavo Ernesto Demarchi, Los argentinos y la inflación (Buenos Aires: Nueva Generación, 1995). Joaquín Ledesma, El desconcierto argentino: hiperinflación (Buenos Aires: Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2010). Santiago Chelala, La era de la inflación: política económica de las crisis argentinas (Buenos Aires: Ediciones B, 2014). Miguel Kiguel, Las crisis económicas argentinas: una historia de ajustes y desajustes (Buenos Aires: Penguin Random House, 2015). Claudio Bellini y Juan Carlos Karol, Historia económica de la Argentina en los siglos xx y xxi (Buenos Aires: Siglo XXI, 2020).

3Victoria de Grazia, Irresistible Empire: America’s Advance through Twentieth-Century Europe (Cambridge: Harvard University Press, 2006).

4Tres estudios ilustrativos sobre estos temas en la historia chilena son: Rodrigo Henríquez Vásquez, En “estado sólido”: Políticas y politización en la construcción estatal Chile 1920-1950 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2014). Ángela Vergara, Fighting Unemployment in Twentieth-Century Chile (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2021). Joshua Frens-String, Hungry for Revolution: The of Food and the Making of Modern Chile (Berkeley: University of California Press, 2021).

5Eduardo Elena, Dignifying Argentina: Peronism, Citizenship, and Mass Consumption (Pittsburgh: Pittsburgh University Press, 2011), 34-42. La edición en español será publicada próximamente por EDUNTREF (Buenos Aires).

6Daniel T. Rodgers, Atlantic Crossings: Social Politics in a Progressive Age (Cambridge: Mass., Belknap, 1998).

7Sobre la trayectoria de otros expertos responsables por las políticas sociales del peronismo, véase: Patricia Berrotarán, Aníbal Jáuregui, Marcelo Rougier, eds., Sueños de bienestar en la Nueva Argentina: Estado y políticas públicas durante el peronismo, 1946-1955 (Buenos Aires: Imago Mundi, 2004). Anahi Ballent, Las huellas de la política: vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1943-1955 (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, Prometeo, 2005). Daniel Lvovich y Juan Suriano, eds., Las políticas sociales en perspectiva histórica (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2006). Karina Ramacciotti, La política sanitaria del peronismo (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2009).

8Melissa Teixeira, “Making a Brazilian New Deal: Oliveira Vianna and the Transnational Sources of Brazil’s Corporatist Experiment,” Journal of Latin American Studies 50, n.º 3 (2018):1-29.

9Patricia Berrotarán, Del plan a la planificación: el estado durante la época peronista (Buenos Aires: Imago Mundi 2004). Daniel Campione, Orígenes estatales del peronismo (Buenos Aires: Miño y Dávila, 2007).

10Amy C. Offner, Sorting Out the Mixed Economy: The Rise and Fall of Welfare and Developmental States in the Americas (Princeton: Princeton University Press, 2019).

11Claudia Kedar, The International Monetary Fund and Latin America: The Argentine Puzzle in Context (Philadelphia: Temple University Press, 2013).

12Margarita Fajardo, The World that Latin America Created: The United Nations Economic Commission for Latin America in the Development Era (Cambridge: Harvard University Press, 2022), 73-107.

13Alvaro García Hurtado, The Political Economy of the Rise and Fall of the Chicago Boys (Cambridge: Centre for Latin American Studies, University of Cambridge, 1983). Manuel Délano, La herencia de los Chicago Boys (Santiago: Ornitorrinco, 1989). Juan Gabriel Valdés, Pinochet’s Economists: The Chicago School in Chile (Cambridge: Cambridge University Press, 1995).

14Este campo de la literatura es ciertamente prolífico. Algunas obras representativas de la historia económica, social y laboral de la Argentina son: Mirta Zaida Lobato, La vida en las fábricas: trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Buenos Aires: Entrepasados/Prometeo, 2001). Jorge Schvarzer, “El régimen de regulación salarial en la Argentina moderna: aproximación a sus condiciones globales,” (Buenos Aires: Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administración, 1977), 1-48. Luis Alberto Beccaria y Roxana del Luján Maurizio, “Mercado de trabajo y desigualdad en Argentina: un balance de las tres últimas décadas”, Sociedad 37, n.º6 (2017): 15-41. Paula Aguilar, El hogar como problema y como solución: una mirada genealógica de la domesticidad a través de las políticas sociales, Argentina 1890-1940 (Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, 2014).

15Karin Alejandra Rosemblatt, Gendered Compromises: Political Cultures and the State in Chile, 1920-1950 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2000). Henríquez, En “Estado sólido”. Frens-String, Hungry for Revolution. Vergara, Fighting Unemployment.

16Melissa Teixeira, Remaking Capitalism: A Global History of Corporatism in Brazil, 1920s-1960s (Princeton: Princeton University Press, 2003, en prensa).

17Elena, Dignifying Argentina, 84-186.

18Para un relevamiento de estas tendencias en el estudio del Peronismo, consultar Eduardo Elena, “New Directions in the History of Peronism”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y El Caribe 25, n.º 1 (2014): 17-40. Otro estudio sobre el consumo en la era peronista es: Natalia Milanesio, Workers Go Shopping in Argentina: The Rise of Popular Consumer Culture (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2013).

19Enrique C. Ochoa, Feeding Mexico: The Political Uses of Food since 1910 (Wilmington, Del.: SR Books, 2000). Paulo Drinot, “Food, Race and Working-Class Identity, Restaurantes Populares and Populism in 1930s Peru,” The Americas 62, n.º 2 (2005): 245-270.

20Mona Rosenthal, Inside the Revolution: Everyday Life in Socialist Cuba (Ithaca: Cornell University Press, 1997). Lillian Guerra, Visions of Power in Cuba: Revolution, Redemption, and Resistance, 1959-1971 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2014). Hanna Garth, Food in Cuba: The Pursuit of a Decent Meal (Stanford: Stanford University Press, 2020). María A. Cabrera Arús, “The Matter of Things: A Material Turn in Cuban Scholarship”, Journal of Latin American Cultural Studies 30, n.º 2 (2021), 163-173.

21Para una guía sobre este campo emergente, ver el número especial dedicado al consumo en Historia Crítica, n.º 65 (2017), que incluye el ensayo introductorio de Frank Trentmann y Ana María Otero-Cleves, “Paths, Detours, and Connections: Consumption and its Contribution to Latin American History”, 13-28.

22Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización (México, D. F.: Grijalbo, 1995). Arnold Bauer, Goods, Power, History, Latin America’s Material Culture (Cambridge: Cambridge University Press, 2001). Fernando Rocchi, Chimneys in the Desert: Industrialization in Argentina during the Export Boom Years, 1870-1930 (Stanford: Stanford University Press, 2006). Steven Bunker, Creating Mexican Consumer Culture in the Age of Porfirio Díaz (Albuquerque: University of New Mexico Press, 2012). Lilia Esthela Bayardo Rodríguez, Entre el lujo, el deseo y la necesidad: historia del gasto familiar y el consumo moderno en la Ciudad de México, 1909-1970 (Zapopan: El Colegio de Jalisco, 2018). James P. Woodard, Brazil’s Revolution in Commerce: Creating Consumer Capitalism in the American Century (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2020). Milanesio, Workers Go Shopping. Ana María Otero-Cleves, “Foreign Matches and Cheap Cotton Cloth: Popular Consumers and Imported Commodities in Nineteenth-Century Colombia,” Hispanic American Historical Review 97, n.º 3 (2017): 423-456.

23Marie Eileen Francois, A Culture of Everyday Credit: Housekeeping, Pawnbroking, and Governance in Mexico (Lincoln: University of Nebraska Press, 2006).

24Ariel Wilkis, Las sospechas del dinero: moral y economía en la vida popular (Buenos Aires: Paidós, 2013). Daniel Fridman, Freedom from Work: Embracing Financial Self-Help in the United States and Argentina (Stanford: Stanford University Press, 2016).

25Julio Moreno, Yankee Don’t Go Home: Mexican Nationalism, American Business Culture, and the Shaping of Modern Mexico (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2003). Fernando Rocchi, “La sociedad de consumo en tiempos difíciles: el modelo estadunidense y la modernización de la publicidad argentina frente a la crisis de 1930,” Historia Crítica, n.º 65 (2017): 93-114. Woodard, Brazil’s Revolution in Commerce.

26María del Pilar Zazueta, “De Coca-Cola a Vampi-Cola: políticas, negocios y el consumo de refrescos y azúcar en México (1970-1982),” Apuntes de Investigación, n.º 22 (2012), 35-55. Rebekah Pite, La mesa está servida: Doña Petrona C. de Gandulfo y la domesticidad en la Argentina del siglo xx (Buenos Aires: Edhasa, 2016). Frens-String, Hungry for Revolution. Christiane Berth, Food and Revolution: Fighting Hunger in Nicaragua, 1960-1993 (Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press, 2021).

27Eric Zolov, Refried Elvis: The Rise of Mexican Counterculture (Berkeley: University of California Press, 1999). Fernando Rocchi, “La americanización del consumo: las batallas por el mercado argentino, 1920-1945,” en Americanización: Estados Unidos y América Latina en el siglo xx, editado por María Barbero y Andrés Regalsky (Buenos Aires: Eduntref, 2003), 150-216. Valeria Manzano, Age of Youth: Culture, Politics, and Sexuality from Perón to Videla (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2014).

28Heidi Tinsman, Buying into the Regime: Grapes and Consumption in Cold War Chile and the United States (Durham: Duke University Press, 2014). Ver también, Inés Pérez, “Consumo y género: una revisión de la producción historiográfica reciente sobre América Latina en el siglo xx,” Historia Crítica,n.º 65 (2017), 29-48.

29Brian Owensby, Intimate Ironies: Modernity and the Making of Middle-Class Lives in Brazil (Stanford: Stanford University Press, 1999). Maureen O’Dougherty, Consumption Intensified: The Politics of Middle-Class Daily Life in Brazil (Durham: Duke University Press, 2002). A. Ricardo López-Pedreros and Barbara Weinstein, eds. The Making of the Middle Class: Toward a Transnational History (Durham: Duke University Press, 2012). Ezequiel Adamovsky, Historia de la clase media argentina: apogeo y decadencia de una ilusión (Buenos Aires: Planeta, 2009). Federico García Barrientos, Lujo, confort y consumo: Medellín 1900-1939 (Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 2014). A. Ricardo López-Pedreros, Makers of Democracy: A Transnational History of the Middle Classes in Colombia (Durham: Duke University Press, 2019).

30Arlene Dávila, El Mall: The Spatial and Class Politics of Shopping Malls in Latin America (Berkeley: University of California Press, 2016).

31Para tendencias similares en el África de hoy, ver James Ferguson, Give a Man a Fish: Reflections on the New Politics of Distribution (Durham: Duke University Press, 2015).

Cómo citar: Elena, Eduardo. “Precios y valores: nuevas miradas sobre el problema del costo de vida en América Latina durante el siglo xx”. Historia Crítica, n.° 87 (2023): 3-25, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit87.2023.01

Recibido: 02 de Septiembre de 2022; Aprobado: 28 de Septiembre de 2022

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