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Historia Crítica

Print version ISSN 0121-1617

hist.crit.  no.90 Bogotá Oct./Dec. 2023  Epub Oct 18, 2023

https://doi.org/10.7440/histcrit90.2023.05 

Dossier

La “vía chilena al socialismo” desde la óptica argentina del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp)*

The “Chilean road to socialism” from the Argentine perspective of the Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp)

A “via chilena ao socialismo” sob a ótica argentina do Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp)

Lucas Duarte** 

**Lucas Duarte Doctorando en Historia de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios de la Universidad Nacional de San Martín (idaes-unsam) e investigador del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI) de la unsam, Argentina.Becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet) (Argentina). Magíster en Historia Social por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (uerj). Docente de la Universidad Católica de Santa Fe (ucsf), lucas.lado@gmail.com, https://orcid.org/0000-0001-9570-7153


Resumen

Objetivo/Contexto:

Tras la victoria de Salvador Allende en las elecciones de septiembre de 1970, la llegada al poder de la Unidad Popular (up) inauguró en Chile un expresivo proceso de transformaciones políticas y sociales asociadas al horizonte de construcción de un camino propio hacia el socialismo. Este artículo muestra cómo en Argentina, el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp) analizó este momento histórico chileno y los modos en que sus interpretaciones fueron trasladadas al ámbito de sus reflexiones teórico programáticas y a su propia realidad política local. Aquí también se evidencia que, durante el gobierno de Allende, Chile fue un lugar fundamental de asilo político, confluencia de ideas y tránsito para sus integrantes.

Metodología:

El artículo está construido principalmente con base en el análisis de documentos internos del prt-erp, las memorias de sus exintegrantes y particularmente a partir de su más importante órgano de difusión, el periódico El Combatiente.

Originalidad:

Este trabajo favorece la comprensión de la dimensión trasnacional de la experiencia militante de izquierda en el Cono Sur durante los años 1960/1970 al considerar sus actuaciones y posicionamientos más allá de las fronteras nacionales y busca aportar al estudio del impacto regional de la llamada “vía chilena al socialismo”. Asimismo, habilita la reflexión acerca de rasgos particulares de la historia del prt-erp, al recomponer los modos como interactuó y buscó intervenir en el contexto regional en el que se insertaba.

Conclusiones:

El desarrollo de la experiencia chilena interpeló diversos actores regionales, incluidos aquellos que, como el prt-erp, se encontraban comprometidos con la construcción del socialismo a través del camino de la lucha armada. Aunque sus posicionamientos y tácticas presentaron diferencias con la Unidad Popular, el prt-erp buscó acercarse al proceso político de la up e interpretó la interrupción de su trayectoria -con el golpe militar de 11 de septiembre de 1973- como una confirmación de algunas de sus expectativas más escépticas acerca de las posibilidades de transformación de la realidad por vías democráticas. En este sentido, la organización aprovechó el golpe para extraer de allí una serie de enseñanzas y trasladarlas al análisis de su propia realidad local, atravesada por el regreso del peronismo al poder, que coincidía con la caída del gobierno de la Unidad Popular.

Palabras clave:  Argentina/Chile; prt-erp; lucha armada; militancia de izquierda; Unidad Popular; “vía chilena al socialismo”

Abstract

Objective/Context:

After Salvador Allende’s victory in the elections of September 1970, the coming to power of the Unidad Popular (up) inaugurated in Chile an expressive process of political and social transformations associated with the horizon of building its path to socialism. This article shows how, in Argentina, the Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp) analyzed this Chilean historical moment and how its interpretations were transferred to the sphere of its theoretical programmatic reflections and its own local political reality. It also shows that, during Allende’s government, Chile was a fundamental place of political asylum, confluence of ideas, and transit for its members.

Methodology:

The article is mainly based on the analysis of internal documents of the prt-erp, the memoirs of its former members, and particularly from its most important organ of diffusion, the newspaperEl Combatiente.

Originality:

By considering its actions and positions beyond national borders, this work promotes understanding the transnational dimension of the left-wing militant experience in the Southern Cone during the 1960s/1970s. It seeks to contribute to studying the regional impact of the so-called “Chilean road to socialism.” It also enables reflection on particular features of the history of the prt-erp by recomposing how it interacted and sought to intervene in the regional context in which it was inserted.

Conclusions:

The development of the Chilean experience questioned diverse regional actors, including those who, like the prt-erp, were committed to constructing socialism through armed struggle. Although its positions and tactics differed from those of the Unidad Popular, the prt-erp sought to draw closer to the political process of the up and interpreted the interruption of its trajectory -with the military coup of September 11, 1973- as a confirmation of some of its more skeptical expectations about the possibilities of transforming reality through democratic means. In this sense, the organization took advantage of the coup to draw from it a series of lessons and transfer them to the analysis of its own local reality, crossed by the return of Peronism to power, which coincided with the fall of the Popular Unity government.

Keywords:  Argentina/Chile; armed struggle; "Chilean road to socialism”; left-wing militancy; prt-erp; Popular Unity

Resumo

Objetivo/contexto:

Depois da vitória de Salvador Allende nas eleições de setembro de 1970, a chegada ao poder da Unidade Popular (up) inaugurou no Chile um expressivo processo de transformações políticas e sociais associadas ao horizonte de construção de um caminho próprio em direção ao socialismo. Este artigo explora o modo como, na Argentina, o Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp) analisou este momento histórico e a maneira como suas interpretações foram passadas para o âmbito de suas reflexões teórico-programáticas e para a própria realidade política local. Aqui também se evidencia que, durante o governo de Allende, o Chile foi um lugar fundamental de trânsito, asilo político e confluência de ideias para os integrantes daquela organização.

Metodologia:

Este artigo está construído principalmente com base na análise de documentos internos do prt-erp, em memórias de ex-integrantes do partido, e particularmente a partir da exploração de seu mais importante veículo de comunicação, o jornal El Combatiente.

Originalidade:

Este trabalho favorece a compreensão da dimensão transnacional da experiência militante de esquerda no Cone Sul durante os anos 1960/1970 ao considerar suas atuações e posicionamentos para além das fronteiras nacionais e busca contribuir com o estudo do impacto regional da chamada “via chilena ao socialismo”. Além disso, habilita a reflexão acerca de características particulares da história do prt-erp ao recompor os modos como a organização interagiu e buscou intervir no cenário político regional.

Conclusões:

O desenvolvimento da experiência chilena interpelou diversos atores regionais, incluídos aqueles que, como o prt-erp, se encontravam comprometidos com a construção do socialismo através do caminho da luta armada. Ainda que seus posicionamentos e táticas apresentassem diferenças com relação ao programa da up, o partido buscou aproximar-se ao processo político encabeçado pela up e interpretou a interrupção de sua trajetória - com o golpe militar de 11 de setembro de 1973 - como uma confirmação de algumas de suas mais céticas expectativas acerca das possibilidades de transformação da realidade por vias democráticas. Nesse sentido, a organização procurou extrair do golpe uma série de lições a respeito da própria realidade local, atravessada pelo concomitante retorno do peronismo ao poder, e analisá-las.

Palavras-chave: Argentina/Chile; prt-erp; luta armada; militância de esquerda; Unidad Popular; “via chilena ao socialismo”

Introducción

En la reunión ordinaria del Senado chileno sostenida el 28 de julio de 1970, el senador Volodia Teitelboim pidió la palabra para contestar algunas intervenciones acerca del papel de las Fuerzas Armadas en la vida política nacional. Faltaba poco más de un mes para las elecciones a las que su partido concurrió como integrante de la Unidad Popular (up), cuyo candidato presidencial fue el socialista Salvador Allende. A través de algunas consideraciones históricas y comentarios coyunturales sobre el papel de los militares en países como Cuba y Argentina, el representante comunista destacó el carácter plural de aquella coalición chilena, intentando disipar las especulaciones sobre su intención de “herir en lo hondo a los Institutos Armados” del país. Minutos antes de que se levantara la reunión, Teitelboim exhortó la audiencia a “no implicar a las Fuerzas Armadas, y no intentar hacerlo de ningún modo, en la lucha electoral” que estaba en curso1.

Al día siguiente, en Argentina, un grupo de cincuenta delegados se reunió en una isla de la provincia de Santa Fe, para la realización del v Congreso del el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp). Allí, militantes provenientes de diferentes regiones del país aprobaron, en medio de otros lineamientos, la fundación del brazo armado del partido, denominado Ejército Revolucionario del Pueblo (erp). Especialmente interesados en las formas organizativas “aconsejadas” por las experiencias cubana y vietnamita, los participantes elaboraron una serie de lineamientos que incluía la caracterización de la guerra popular que debería conducir a la revolución en Argentina y una enumeración de las tareas inmediatas de la organización junto al movimiento de masas2. Al considerar que las Fuerzas Armadas del régimen solo podrían ser derrotadas “oponiéndoseles un ejército revolucionario”, se indicaba la continuidad de acciones dirigidas a desorganizarlas3.

De los episodios mencionados, ocurridos casi simultáneamente, emerge una imagen sugestiva acerca de los diferentes escenarios políticos e ideológicos en los que estaban insertos los actores contemporáneos. En Chile, la percepción de una democracia consolidada, corroborada por el avance electoral de la Unidad Popular, parecía revelar la existencia de alternativas institucionales para la construcción del socialismo, y habilitaba la articulación en diferentes niveles entre variados sectores de la izquierda4. De su lado, el contexto argentino tenía características que cabe recordar. Por una parte, desde 1955 estaba signado por la proscripción y persecución del movimiento de mayor inserción popular, el peronismo; y, desde 1966, por la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina5. De otro lado, a partir de mayo de 1969, el panorama nacional se veía convulsionado por el ciclo de protestas desatado en distintas regiones6. Así, lejos de ofrecer garantías, para diversos actores sociales la democracia aparecía como un horizonte distante y, en ciertos casos, insuficiente.

Poco menos de un lustro después, el panorama se había alterado de manera significativa. Durante el año 1973 Argentina atravesó una serie de transformaciones coyunturales que pusieron fin a la dictadura iniciada seis años antes y devolvieron al peronismo la posibilidad de intervenir legalmente en la política del país. Tras las victorias de Héctor Cámpora, representante del Frente Justicialista de Liberación (frejuli)7, en las elecciones presidenciales de marzo, y del propio Juan Domingo Perón en las de septiembre del mismo año, el país se constituyó como una de las pocas democracias persistentes en la región8. Mientras tanto, luego del golpe militar consumado el 11 de septiembre, Chile había pasado a integrar la cartografía de gobiernos autoritarios que, en el Cono Sur, ya incluía a Brasil y Uruguay. Observar la forma como la organización política argentina interpretó y buscó intervenir en ese complejo escenario es el objeto de este trabajo.

La historiografía abocada al estudio de los proyectos revolucionarios emergidos en América Latina durante la segunda mitad del siglo xx ha reconstruido los variados modos de interacción establecidos entre los individuos y colectivos que, informados por horizontes convergentes de transformación social, actuaron contemporáneamente en la región9. A través de una concepción mundializada de los conflictos sociales y políticos, diversos actores del período dedicaron sus esfuerzos a observar y aprehender lo que pasaba “a su alrededor”, buscando integrar su producción intelectual, artística y/o militante a lo que se entendía como una batalla global contra el capitalismo. En este sentido, acontecimientos como las descolonizaciones en África y Asia, la rebelión antirracista en los Estados Unidos, la guerra de Vietnam y especialmente la Revolución cubana de 1959, ofrecieron un notable impulso a la difusión, entre variados sectores de izquierdas, de la percepción de que el planeta “estaba al borde de cambiar”10.

Aunque la llamada “vía chilena al socialismo” tuviera menor resonancia que algunos de los eventos previamente mencionados, también fue objeto de reflexiones en el vasto campo de las izquierdas conosureñas. Como ha señalado Jimena Alonso en su análisis sobre las repercusiones del triunfo de la up en Uruguay, si la gesta cubana había estimulado los debates acerca de los caminos, formas, actores y etapas de la revolución socialista en la región, lo sucedido en Chile insertaba en la discusión la posibilidad de que la intervención electoral se constituyera en “una alternativa más que viable para por otros medios, lograr los mismos objetivos”11. El carácter peculiar de la trayectoria chilena hizo emerger un horizonte contestatario que ponía en el centro de las discusiones los modelos clásicos de insurgencia y las antinomias históricas entre reforma y revolución. En ese marco, el objetivo de este artículo es indagar la manera en la que el prt-erp -en su papel de organización argentina comprometida con el desarrollo regional de la lucha armada- interpretó el derrotero del Chile popular, explorando los sentidos que atribuyó a aquella experiencia en pos de sus propias metas. Este propósito favorece, al mismo tiempo, la comprensión de la relevancia internacional del triunfo de la Unidad Popular y el reconocimiento de los hilos sutiles que conectaron acontecimientos, ideas, prácticas y aspiraciones desarrolladas a ambos lados de la frontera. El ejercicio implica indagar no solamente la experiencia socialista chilena, en términos de sus influencias y trasmisiones, sino requiere también atender en detalle a las condiciones locales que incidieron en la manera como aquella fue percibida12.

En este ejercicio dialogamos con la propuesta metodológica de análisis de los fenómenos históricos desde una perspectiva trasnacional, presente en la obra de autores como Milinda Banerjee. En su estudio sobre la “imaginación global” elaborada por la insurgencia naxalita en India, el autor subraya la relevancia de la adscripción o el rechazo a determinados modelos revolucionarios internacionales en la construcción de las prácticas militantes sostenidas en diferentes escenarios domésticos. Desde este punto de vista, Banerjee señala el modo en que las opciones políticas del movimiento se construyeron también en base a la diferenciación entre aliados y adversarios “traslocales” y mediante la valoración ejemplar de determinadas experiencias -por ejemplo, la de Vietnam- en detrimento de otras -como la representada por el Che Guevara-. Esta “orientación trasnacional de la intelección”13, asociada en algunos casos a intercambios materiales entre diferentes sujetos históricos, lejos de haber sido un fenómeno circunscripto al noreste del subcontinente indio, puede ser identificada como un rasgo constitutivo de variados movimientos y partidos de izquierdas conformados en todo el mundo durante la segunda mitad del siglo xx.

En el caso del prt-erp, aparte de la importancia atribuida por la organización a la interpretación de la política internacional y sus impactos sobre Argentina, la “vía chilena” fue observada como una suerte de “experimento” en el que, según el punto de vista partidario, se vio confirmada una de las tesis centrales de su programa: la necesidad de la lucha armada en la forma de guerra revolucionaria para la construcción efectiva de un proyecto socialista a nivel continental. De esta manera, diferenciándose de lo que consideraba una estrategia tensionada por el reformismo, el partido atribuyó un carácter trágicamente demostrativo a la derrota del gobierno de Salvador Allende tras el golpe de Estado de 1973, elaborando una serie de analogías acerca de la concomitante reapertura institucional en Argentina y el regreso del peronismo al poder.

Constituido en su versión más duradera a partir de las reconfiguraciones internas operadas en el marco de su iv (1968) y v (1970) Congreso, el prt-erp fue la principal organización político-militar no peronista actuante en la Argentina de las décadas de 1960 y 1970. Sus lineamientos ideológicos abarcaron influencias diversas que incluían el guevarismo, el marxismo, el pensamiento de revolucionarios vietnamitas como Nguyen Giap y Le Duan, y, especialmente en sus primeros años de existencia, el trotskismo y un indigenismo de cariz latinoamericanista. La investigación de Pablo Pozzi sugiere que hacia fines de 1974 el partido poseía inserción en fábricas, sindicatos y organismos estudiantiles de la mayoría de las grandes ciudades argentinas y que, en regiones como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata y Tucumán, sus publicaciones llegaron a alcanzar, en un período similar, una tirada semanal de entre 21 y 54 mil ejemplares14. Según las estimaciones del autor, el número de integrantes de la organización osciló de manera ascendente a lo largo de su trayectoria, de alrededor de cuatrocientos miembros en 1970 a cerca de seis mil en 197515. Este crecimiento también estuvo asociado a una diversificación de los canales de movilización generados o integrados por el partido: aunque las acciones armadas tuvieron un lugar importante en el repertorio de intervención perretista, la organización también se compuso con base en diferentes canales de articulación política con otros partidos y movimientos sociales, como en el caso del Frente Antimperialista y por el Socialismo (fas), el Movimiento Sindical de Base (msb), o el Frente Antimperialista de Trabajadores de la Cultura (fatrac).

Cada una de las iniciativas de asociación política mencionadas se integraba, en la praxis perretista, a una comprensión internacionalista de la militancia revolucionaria que ubicaba los acontecimientos extranjeros como parte de un proceso mundialmente interconectado al que era necesario entender para intervenir. Así, en tanto era una de las más expresivas manifestaciones de la nueva izquierda revolucionaria en el Cono Sur, el prt-erp atribuyó una importancia estratégica al triunfo de la Unidad Popular y buscó establecer una serie de nexos -materiales y simbólicos- con actores directamente involucrados en la construcción del socialismo en Chile. Estos contactos favorecieron la circulación transfronteriza de militantes y ofrecieron a la organización referencias significativas para su propia interpretación de lo que pasaba en el país. La elección del partido como objeto de análisis posibilita un acercamiento a distintos aspectos de la experiencia de la militancia revolucionaria en el Cono Sur durante las décadas de 1960 y 1970. Asimismo, permite la exploración de la dimensión trasnacional asumida por la “vía chilena al socialismo”, bien como esfera simbólica de reflexión teórico-programática, o bien como espacio geográfico de tránsito e intercambio entre sujetos implicados desde diferentes coordenadas en proyectos de transformación socialista de la realidad.

El artículo está dividido en tres apartados que, atendiendo a criterios cronológicos, intentan dar cuenta del carácter dinámico de nuestro objeto. En un primer momento, se destacan los significados atribuidos al triunfo electoral de Salvador Allende por parte de una organización que pocos meses antes había diagnosticado, para toda la región, la necesidad de lanzamiento de una guerra popular revolucionaria. A continuación, se recuperan algunas experiencias de circulación de militantes perretistas a través de Chile durante el gobierno de la up, subrayando el impacto de dicho tránsito en la generación de espacios de intercambio entre organizaciones chilenas y latinoamericanas. Finalmente, se busca explorar el modo como el golpe encabezado por los militares chilenos en septiembre de 1973 fue movilizado por el prt-erp en sus análisis acerca del incipiente gobierno peronista.

En cada sección se retomaron documentos partidarios y publicaciones periódicas que permiten dar cuenta de aspectos generales de aquel contexto histórico. Asimismo, fueron revisados en profundidad los contenidos publicados en El Combatiente, principal órgano de la prensa perretista, vehiculizados quincenalmente a partir de 1968 -muchas veces en contextos de ilegalidad-. Las notas, correspondencias, proclamas y volantes difundidos en sus páginas constituyen una fuente particularmente rica para la reconstrucción de la manera como el prt-erp interpretó y buscó intervenir en el escenario en que se insertaba. En este sentido, las noticias publicadas por el partido acerca del Chile de la up fueron analizadas tomándose como una instancia de incitación política y reflexión teórica, que resultaba reveladora sobre la capacidad de interpelación trasnacional de la “vía chilena al socialismo”, incluso para actores políticos que no compartían sus horizontes y métodos.

1. El camino de las urnas y la cuestión del poder

Los resultados de las elecciones chilenas de 1970 fueron dados a conocer durante la noche del 4 de septiembre y provocaron reacciones que se extendieron de la euforia al terror. Durante el día de votación, las especulaciones sobre el futuro de Chile invadieron las páginas de los principales periódicos de la región, aprensivos -como indicaba el brasileño Folha de São Paulo- ante la posibilidad de que un candidato marxista llegara al poder. Retomando una nota publicada el día anterior por La Prensa en Buenos Aires, Folha daba pistas sobre la forma en que los grandes medios representaron la ocasión y señalaba: “En el caso de que el candidato izquierdista Salvador Allende venza las elecciones presidenciales, Chile dejará de ser una nación económica y políticamente occidental”. De manera similar, Folha informó que, desde Uruguay, El Día subrayaba los posibles impactos regionales de una victoria de la up: “una definición favorable a la coalición allendista sería simplemente deplorable para el destino de una América Latina conturbada por expresiones de criminalidad callejera”16.

Desde La Habana, la revista Bohemia manifestó posiciones radicalmente distintas. En las notas divulgadas el 11 de septiembre de 1970 el éxito de Allende fue celebrado como una victoria popular y una derrota del imperialismo que significaba la “esperanza de un segundo territorio libre” en América Latina17. Sin ignorar la “infame campaña de terror” dirigida contra el nuevo gobierno, el semanario transcribía una entrevista del candidato recién electo, dada a una radio local:

“El pueblo chileno tenía confianza de que esta victoria, que a él se debe, tiene proyecciones nacionales e internacionales, ya que es la manifestación evidente y clara de que queremos un destino distinto para Chile y para América Latina. A todos los que luchan en sus patrias por hacer de ellas las patrias independientes, soberanas y dignas que soñaron nuestros libertadores, será la victoria alcanzada por el pueblo chileno un apoyo, quizá un ejemplo. Para nosotros, los que hemos visto en Cuba la expresión de la dignidad y de la lucha por construir el socialismo, es también significativo y trascendente poder decir que en el cono sur de América Latina hay también un pueblo que por su propio camino -distinto al de Cuba, pero con igual meta- empezará a caminar”18.

Parecía claro para diversos actores del período que la victoria electoral de la up podía incidir de manera significativa en los destinos políticos de la región; en el contexto de Guerra Fría interamericana, la disparidad de reacciones asumía una connotación decisiva19.La victoria de la up, que en los grandes medios se percibía como una amenaza, para los sujetos implicados en proyectos revolucionarios a nivel continental se ofrecía probablemente como un ejemplo. Según Mariano Zarowsky, los intelectuales argentinos asociados al universo de las nuevas izquierdas, a través de canales como las revistas El escarabajo de Oro y Los Libros, encontraron en los albores del proceso chileno “un vehículo de interrogación y experimentación que desataba expectativas poderosas”20. En un ambiente político e intelectual marcado por las coordenadas de la Revolución cubana, el peronismo y la Guerra de Vietnam, la llamada “vía chilena al socialismo” se presentaba como un terreno fértil para el desarrollo de viejos y nuevos debates.

El Partido Revolucionario de los Trabajadores (prt), organización fundada en 1965 que, tras una serie de reconfiguraciones internas dio origen en 1968 al prt-El Combatiente y a mediados de 1970 encabezó la fundación del Ejército Revolucionario del Pueblo (erp), mantuvo reservas hacia la posibilidad de construcción del socialismo a partir de la victoria electoral chilena. Como se mencionó, en el marco de su V Congreso, celebrado en julio de ese año, la organización había adoptado resoluciones que incluían, en el plano internacional, algunas definiciones importantes. Teniendo muy presente la experiencia vietnamita, allí se indicaba que “en el actual grado de desarrollo de la revolución mundial” era imposible “tomar y mantener el poder en un país aisladamente”, de lo que se desprendía “el carácter continental e internacionalista de nuestra guerra revolucionaria”21.

Esta perspectiva convertía la política mundial en una esfera de atribución de afinidades, tanto como de delimitación programática hacia tradiciones “rivales”. Si la revolución debía construirse con base en horizontes y articulaciones globales, desde la óptica perretista era necesario identificar ejemplos y extraer enseñanzas -ejemplificantes o no- de lo que sucedía más allá de las fronteras argentinas. En los documentos producidos durante el iv Congreso que, en febrero de 1968, marcó el surgimiento de la fracción El Combatiente, ya había quedado plasmada esta intención de configurar la identidad partidaria a través de la reivindicación de experiencias revolucionarias extranjeras. En este sentido, el partido justificaba el homenaje al líder comunista vietnamita Nguyen Van Troi, uno de los presidentes honorarios de aquel acto fundacional, indicando que su figura simbolizaría “las más nobles fuerzas revolucionarias de su pueblo”, capaces de sintetizar “las enseñanzas de la revolución asiática” que deberían “ser asimiladas por nuestro movimiento”. Allí, la vinculación a un modelo específico de insurgencia parecía, por añadidura, ofrecer al partido la definición de nuevas pautas conductuales: “teniendo moral revolucionaria, pero no la vieja moral de la izquierda charlatana sino la nueva moral, ejemplificada en nuestro Comandante Ernesto Che Guevara y en los combatientes vietnamitas, los demás problemas serán superados”22.

Siguiendo lo anterior, a partir de 1968, para los integrantes del prt-El Combatiente, organización encabezada por Mario Roberto Santucho, la lucha armada y la guerra popular eran vistas como los “únicos caminos” para la construcción del socialismo23. Desde esta perspectiva, en 1968, al observar la realidad chilena aun antes de la victoria de Allende, El Combatiente había expresado su oposición hacia lo que consideraba “la farsa” representada en Chile por el gobierno democristiano de Eduardo Frei, apoyado en algunas de sus propuestas parlamentarias por el Partido Comunista local: “el pueblo chileno encontrará su camino, que no puede ser otro que el de la movilización de las masas, enfrentando la violencia con violencia y desembarazándose de esos falsos dirigentes”24.

La victoria electoral de la Unidad Popular, por lo tanto, enfrentaba la organización argentina con dos aspectos importantes de lo que había sido su programa hasta ese entonces: la definición de la lucha armada como táctica prácticamente excluyente de intervención revolucionaria y las posibilidades y alcances de la democracia en los países periféricos. El análisis de la documentación partidaria sugiere que mientras el prt analizaba el desarrollo de la situación chilena, seguía desconfiando de la tradición de golpes y dictaduras que demarcara los rumbos de la historia regional a lo largo de todo el siglo xx y que, en aquel momento, se expresaba de manera contundente en la situación política de países como Brasil y la propia Argentina. La idea, enunciada en las primeras semanas de septiembre de 1970 y desarrollada de modos diversos hasta el golpe pinochetista de 1973, era que los representantes de los “intereses imperialistas” encontrarían la manera de apear el gobierno socialista del poder, y que la única forma de evitarlo sería organizar, de inmediato, una estrategia consistente de resistencia armada.

“La victoria electoral no constituye ya el poder, todo el poder. […] Seguramente el imperialismo y la burguesía chilena no se resignarán a ser desplazados del poder. Conservan las Fuerzas Armadas y represivas, resorte fundamental del estado burgués, conservan el control, al menos por ahora, de todos los mecanismos de la economía chilena, conservan la prensa, los medios de comunicación, los partidos políticos. Conservan, en fin, la mayor parte del poder efectivo y seguirán conservándolo en gran medida el día que Allende entre al Palacio de la Moneda. No cabe duda de que utilizarán todo el peso de sus fuerzas para arrebatar al electorado chileno los frutos de su victoria. […] Antes o después de la asunción del mando por Allende, intentarán el golpe militar liso y llano o la combinación de presiones militares con otro tipo de medidas. Esto, indudablemente, conducirá a la lucha armada por una vía o por otra”25.

Ante el pronóstico pesimista, coincidente con el temor expresado por diversos actores simpatizantes de la victoria de Allende, la salida indicada se alineaba con las definiciones programáticas asumidas por la organización para su proceder local.

El 21 de mayo de 1971, cuando pronunció un discurso ante el Congreso chileno sobre sus horizontes de gobierno, a poco más de seis meses del inicio de su carrera presidencial, Salvador Allende parecía consciente de las amenazas que cercaban su mandato. Tras algunas consideraciones acerca de la importancia del Parlamento en el proceso de institucionalización de “la vía política hacia el socialismo”, el presidente intentaba dar cuenta de las peculiaridades de un proyecto que, “sin verse obligado a utilizar las armas”, ponía al pueblo de Chile en “en el camino de su liberación”. Subrayando las novedosas circunstancias que constituían aquella experiencia, Allende hacía referencia a la “tradición profesional” y la “conciencia patriótica” de las Fuerzas Armadas para amenizar las denuncias de una posible insubordinación y sostenía que “del realismo del Congreso” dependía “que a la legalidad capitalista suceda la legalidad socialista […] sin que una fractura violenta de la juridicidad abra las puertas a arbitrariedades y excesos que, responsablemente, queremos evitar”26.

Para el prt-erp, favorable a los aspectos más radicales del programa de la Unidad Popular, como la nacionalización “de empresas imperialistas” y la “reforma agraria a fondo”, la intención de llevar a cabo la transición al socialismo en los marcos de un estado burgués ponía al gobierno de Allende ante un inescapable dilema. En una nota publicada en mayo de 1971, el partido recuperaba citas de Lenin y del Che Guevara para sostener nuevamente una posición de incredulidad hacia aquella vía indicando que el medio para la construcción del socialismo no sería “la esperanza electoral ni pacífica” sino la preparación de un “gran ejército popular chileno” para “hacer frente a la reacción de la burguesía y el imperialismo”. Aunque reconociera y enlistara lo que consideraba logros importantes del flamante gobierno de la up -manutención de los precios, aumentos de salarios, detención de la inflación, creación de organismos de presión popular, participación obrera en organismos estatales y libertad de expresión- el partido demarcaba que si bien estas medidas “constituyen una característica particular y única en el proceso chileno, no pasan del límite que les ha impuesto la burguesía”27.

Hacia fines de 1971, con el programa de nacionalizaciones en marcha, especialmente sobre sectores esenciales de la economía chilena como el del cobre, el gobierno chileno pasó a enfrentar dificultades crecientes en sus relaciones con los Estados Unidos. La búsqueda por vínculos al menos estables con la principal potencia del capitalismo global parecía fracasar a medida que el Estado avanzaba en su política de reformas. La redefinición de la posición chilena en el escenario internacional, orientada por un intento de pluralización de relaciones, encontró obstáculos en el fortalecimiento de lazos con los países del bloque socialista y con las instituciones políticas y financieras europeas, que obliteraron la generación de una alternativa concreta a la crisis económica que empezaba a instalarse en el país28. En ese contexto, el golpe encabezado en Bolivia por el general Hugo Banzer, en agosto de 1971, con el apoyo de la dictadura brasileña y del gobierno de Estados Unidos, fue percibido por el prt-erp como una clara señal de amenaza hacia cualquier esfuerzo reformista en la región: “ellos como nosotros hemos aprendido que solamente una vanguardia unida, acatada por todos, evitará que la lucha por la salvación nacional y la liberación social desemboque en la derrota”29.

Así las cosas, el camino que debía ser recorrido por la vanguardia acogida entonces en el prt, debería ser el abierto por la Revolución cubana en 1959. Entre las referencias internacionales adoptadas por el partido, la experiencia insurgente del país caribeño tenía, al lado de la revolución vietnamita, un lugar preponderante30. Los dos procesos eran percibidos como demostración de la validez y viabilidad de sostener un enfrentamiento armado contra un ejército -imperialista o a servicio del imperialismo-, incluso en condiciones técnicas desfavorables y en los marcos de una guerra popular prolongada. En ese sentido, la posición asumida por ambos países en el escenario internacional cobraba una enorme relevancia y operaba dinámicamente como un parámetro en la definición y reconocimiento de aliados.

Hasta aquí han sido analizadas en las proyecciones perretistas de la victoria electoral de Salvador Allende, recuperando algunas de las caracterizaciones partidarias sobre la imposibilidad de transformación radical de la realidad a través de mecanismos democráticos e institucionales. A continuación, exploraremos algunas formas de interacción material establecidas por el prt-erp con el contexto del Chile popular. Observaremos el tránsito de algunos de sus militantes hacia el país andino y los vínculos construidos, durante el gobierno de la up, con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (mir) chileno.

2. El socialismo chileno y los caminos (de los) revolucionarios

Una delegación cubana encabezada por Fidel Castro desembarcó en el aeropuerto internacional de Pudahuel a las 17h del 10 de noviembre de 1971. Su estadía en Chile se extendió hasta los primeros días de diciembre y fue el gesto de apoyo más elocuente recibido por el gobierno de Salvador Allende. El noticiero del prt-erp identificó este encuentro como una victoria diplomática de Cuba, además de un estímulo a las iniciativas más radicales de la Unidad Popular. Rebatiendo las críticas de sectores que sugerían una tentativa de domesticación del socialismo chileno por parte de los “barbudos” cubanos y a los segmentos de izquierda que criticaban “las concesiones de Fidel al proceso aún pacífico en Chile”31, una nota publicada en El Combatiente en diciembre de 1971 resaltaba los elementos centrales de aquella estadía: “lo más importante de este hecho es el viaje mismo porque significa un triunfo político e ideológico de las ideas socialistas de la Revolución Cubana en su confrontación con el imperialismo”. En cierto sentido, por encima de las consideraciones tácticas y estratégicas que suscitaba, la duradera presencia de los representantes caribeños en Chile era una muestra poderosa de la inserción del país en la geografía de experiencias rebeldes por la que circularon diversos actores involucrados en proyectos revolucionarios desde diferentes coordenadas. Desde esta perspectiva, la organización rechazaba las críticas que sugerían una contradicción entre el apoyo cubano a la lucha armada en la región y sus lazos, explícitos y reforzados, con Chile:

“Esta contradicción, sin embargo, no existe; por el contrario, el apoyo al actual proceso chileno es perfectamente coherente con aquella estrategia, al ser el aprovechamiento revolucionario de una coyuntura política que permite a Fidel - sin dejar de brindar su ayuda material, como lo ha hecho y lo sigue haciendo, a la guerra revolucionaria en aquellos países en que esta se desarrolla y está a la orden del día - influir directamente en la radicalización política de las masas chilenas. No en vano la visita de Fidel se ha extendido tanto tiempo […] orientándose fundamentalmente a las concentraciones obreras y campesinas, donde el líder cubano hablando extensamente ante el pueblo trabajador se ha esforzado por educar a los obreros y campesinos en las obligaciones y sacrificios que impone la participación en un gobierno popular”32.

Para el partido, el viaje representaba un triunfo geopolítico fortalecido por su carácter pedagógico. Esta también parecía ser la expectativa entre algunos miembros de la up, interesados en conocer las opiniones de Fidel Castro sobre lo que veía en el país “no como intromisión en los asuntos chilenos, sino como fruto de la experiencia de un dirigente revolucionario”33. Con esta finalidad, durante el período que permaneció en Chile, el representante cubano recorrió diversas regiones del país, visitó lugares de trabajo y se dirigió en más de una ocasión a un público probablemente consciente de la transcendencia de su estadía.

Entre 1970 y 1973, el prt-erp buscó explorar de diferentes maneras las posibilidades inauguradas por lo que consideró, a partir de la victoria electoral de Allende, el surgimiento de una “frontera amiga” de más de tres mil kilómetros34. A través del envío esporádico de militantes, de la búsqueda de asilo en momentos específicos o recorriendo, en ambos sentidos, el puente aéreo constituido entre Santiago y La Habana, la militancia perretista pudo experimentar in situ la experiencia del Chile popular. En este proceso, accedió a materiales y publicaciones, estableció contactos con organizaciones extranjeras y recolectó las informaciones que consideró favorables a su comprensión del proceso político local. Para algunos militantes e importantes dirigentes de la organización, viajar al país andino representó, además, la primera oportunidad de atravesar las fronteras argentinas. En sus memorias, Enrique Gorriarán Merlo, prominente cuadro del prt-erp, relata el impacto personal de aquel contacto con la realidad chilena:

“Era la primera vez que yo iba a otro país. El solo hecho de cruzar la frontera y empezar a ver los carteles del socialismo me conmovió. Y después, en los días que estuve ahí, ver las movilizaciones y el contenido que tenían y el apoyo de la gente a un cambio en el sistema económico y político daban la sensación de que habían logrado por elecciones lo que nosotros, con la dictadura, teníamos que lograr a través de las armas. Ya después, más adelante, volví a ir a Chile con Roby. Y la duda que teníamos era la misma, si la política del gobierno iba a ser suficientemente enérgica para contrarrestar todas las presiones prodictatoriales o proautoritarias que se venían expresando y que, veíamos, se iban a manifestar con más virulencia”35.

Más allá de que estas memorias porten mediaciones informadas por el desarrollo posterior de la experiencia socialista en Chile, es interesante notar el carácter revelador atribuido en el testimonio a aquel tipo de desplazamiento. Las sensaciones experimentadas en el viaje a ese país parecían conectarse directamente con las preguntas sobre la práctica militante en su propio escenario de intervención. Esta percepción se reforzó en los encuentros mantenidos por Enrique Gorriarán Merlo con militantes e intelectuales extranjeros, como Regis Debray, filósofo y activista francés autor de Revolución en la Revolución, e integrantes del mir que le habrían trasmitido “una visión más cercana a la posibilidad de que todo terminase en un retroceso democrático”36.

Estos encuentros se realizaron en enero de 1971, en compañía de otro cuadro del prt y futuro disidente de este partido, Joe Baxter. No era la primera vez que integrantes de la organización viajaban a Chile. Meses antes, un grupo de 20 militantes había permanecido cerca de veinte días en el país debido a problemas organizativos que retardaron su pretendido tránsito hacia Cuba. Luís Mattini, futuro secretario general de la organización, quien también viajaba por primera vez al exterior, estuvo en aquella delegación y relató cómo se constituyeron algunos aspectos de su cotidianidad:

“[…] hicimos cursos, practicamos gimnasia, mantuvimos charlas con el mir sobre la vía chilena al socialismo, contribuimos a la preparación para la resistencia al golpe de Estado en el país hermano (golpe que, ya en ese año 1970, se anunciaba todos los días), hicimos guardias nocturnas para prevenir posibles atentados de los “momios”, organizamos la cocina […] En fin, plena actividad regimentada desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche. […] Desde luego, también fuimos a algunas movilizaciones de la Unión Popular, vimos y escuchamos a Allende con ojos y oídos hipercríticos por su “reformismo”. Nos asombramos de la legalidad de las acciones de masas de la izquierda, pero también de las libertades para la derecha que conspiraba más o menos abiertamente”37.

Los testimonios de Mattini y Gorriarán Merlo remiten, desde perspectivas distintas, a una tensión, también perceptible en los documentos producidos contemporáneamente por el prt, entre el aprecio y el escepticismo ante la experiencia chilena. Procurando ubicarse en una posición de apoyo crítico al gobierno de la up, la organización encontró en la producción teórica y en la práctica política del mir afinidades estratégicas que lo convertían en un importante punto de apoyo en sus interacciones con la realidad del país vecino.

Constituido a lo largo de la década de 1960, el mir había asumido progresivamente el horizonte de la toma de poder a través de una insurrección armada y logró cierta inserción entre sectores trabajadores y de la juventud38. Ante la victoria electoral de Allende, había suspendido sus eventuales acciones clandestinas, aunque sostuviera críticas importantes hacia el gobierno en su conjunto. En julio de 1972, el prt-erp reprodujo una nota en la que se plasmaban apreciaciones coincidentes acerca de la situación en el país, reafirmando que las fuerzas populares chilenas estaban en el gobierno, pero no detentaban el poder:

“En Chile se enfrentan en este terreno dos concepciones: una, la reformista, impulsada fundamentalmente por el Partido Comunista y la otra, la revolucionaria, que desarrolla el mir. Nuestro partido, consecuente con la estrategia nacional y continental de lucha armada votada en el v congreso, considera al mir como una organización hermana, a la cual nos unen similares concepciones ideológicas y políticas”39.

Este encuentro también se producía a nivel editorial, El Combatiente accedía a materiales del periódico El Rebelde del mir y los divulgaba, lo que alude a la interacción entre las dos organizaciones que, con el paso del tiempo, tendió a incrementarse40. En este proceso, el intento de fuga de militantes argentinos de diferentes organizaciones del Penal de Rawson, ubicado en la Patagonia argentina, en agosto de 1972,41, figura como un momento decisivo en la construcción de lazos entre el prt-erp y el mir. Los militantes de este último jugaron un papel importante en las articulaciones que posibilitaron que el gobierno de Salvador Allende aceptara recibir a los líderes prófugos de distintas agrupaciones armadas argentinas, incluido Mario Roberto Santucho, en su tránsito hacia Cuba42. Mientras estuvo en Santiago de Chile, el dirigente del prt profundizó los vínculos de su partido con el mir. Estos habilitaron el intercambio de materiales, documentos, la realización de actividades conjuntas y la concretización de un proyecto de militancia trasnacional que cobraría enorme relevancia en la historia del partido: la Junta de Coordinación Revolucionaria (jcr)43.

Además del prt-erp y del mir, tal experiencia de intercambio involucró al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (mln-t) de Uruguay y al Ejército de Liberación Nacional (eln) de Bolivia. En su refinada investigación al respecto, Aldo Marchesi ha reconstruido el modo como el Chile de la Unidad Popular se convirtió en un centro efervescente de conexión entre exiliados de diferentes nacionalidades. La “solidaridad revolucionaria” promovida durante el gobierno de Salvador Allende, plasmada en la concesión de refugio a numerosos militantes e intelectuales latinoamericanos, favoreció el establecimiento de variadas modalidades de intercambio y articulación entre la práctica política y la reflexión teórica de sujetos involucrados regionalmente en distintos proyectos de transformación social. En casos como el de la jcr, las afinidades promovidas a través de estos contactos resultaron decisivas en la toma de posiciones y la adopción de estrategias militantes hacia sus propios escenarios nacionales44.

En 1972, durante el asilo momentáneo de los principales dirigentes del prt-erp en Chile, la organización buscó interpelar directamente al gobierno de la up. Desde Buenos Aires, el buró político del partido enderezó, en agosto de 1972, una serie de comunicaciones remitidas a organizaciones chilenas con el objetivo de enaltecer las expresiones de solidaridad que acompañaron el arribo de sus militantes al país vecino y reiterar la importancia de que el gobierno chileno no accediera a los pedidos de extradición realizados por la dictadura argentina45. A las palabras de gratitud dirigidas a los líderes de la Unidad Popular se sumaba una breve reconstrucción de la trayectoria del partido que ubicaba la decisión de fundar el Ejército Revolucionario del Pueblo dos años antes, en un escenario de ausencia “de condiciones de legalidad burguesa” que ofrecieran “posibilidades para robustecer las fuerzas revolucionarias”46. Los remitentes del documento, conscientes de las dificultades diplomáticas generadas por la presencia de los exprisioneros en Chile, apelaban a la “rica historia en que se han hermanado nuestros pueblos, nuestra comunión de intereses por llevar adelante la revolución contra el imperialismo y sus lacayos y, los anhelos en común que unen a los oprimidos”47.

A pesar de las reiteradas diferencias tácticas y de la incredulidad expresada en diversas ocasiones hacia las posibilidades revolucionarias de la vía chilena al socialismo, es interesante notar que, en un momento particularmente crítico de su trayectoria, el prt-erp identificó en el gobierno de Allende un aliado. A partir del segundo semestre de 1972, el destino de los países vecinos se movió en direcciones opuestas y, especialmente a partir del golpe de septiembre de 1973, el flujo de militantes entre ambos países se invirtió. Mientras en Argentina se ensayaba el formato de una reapertura pactada, en los marcos del llamado Gran Acuerdo Nacional (gan), en Chile, la complicada situación política y económica apuntaba a una debilitación del gobierno de la up. Con la victoria de Héctor Cámpora, candidato del Frente Justicialista de Liberación, en las elecciones argentinas de marzo de 1973, las reflexiones sobre la democracia regresaron al centro de las discusiones políticas y también interpelaron al prt-erp. A pesar del fin de la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) y de reconocer que el nuevo gobierno peronista era el representante legítimo de la voluntad popular, esta organización justificó su decisión de mantener la actividad armada, al señalar que el proyecto de los nuevos gobernantes no solo era distinto, sino resultaba contradictorio al horizonte de “liberación nacional y social” asumido por la organización. Aun así, exponiendo su caracterización acerca del avance del imperialismo a nivel mundial, el prt-erp alertaba a sus interlocutores sobre el peligro constante de una insurrección de las Fuerzas Armadas. En sus palabras: “Dar tregua en estos momentos al enemigo es darle tiempo para preparar una contraofensiva que, entre otras cosas, en cuanto deje de convenirle, barrerá sin contemplaciones el nuevo gobierno parlamentario”48.

Las raíces de estas expectativas podían ser encontradas en el histórico de golpes e intervenciones militares, recurrentes en la política latinoamericana, que para el prt-erp representaban una amenaza constante. Al recordar las experiencias de El Salvador y Santo Domingo, el partido indicaba la importancia de estar preparados para enfrentar “ejércitos burgueses bien armados y la casi segura intervención imperialista”49. A sus ojos, la lucha armada se convertía, en este sentido, no solamente en una opción táctica, sino también en una garantía defensiva -tal vez la única- para cualquier intento de transformación social en la región. El levantamiento de los militares chilenos en septiembre de 1973 pareció reforzar esta perspectiva.

3. El golpe de 1973 y el tercer gobierno peronista

El 18 de septiembre de 1973, a los periodistas que cubrieron el funeral cívico de Salvador Allende -que reunió alrededor de 30 mil personas en las calles de Buenos Aires-, les resultó llamativo un cartel “de alrededor de 25 metros de largo perteneciente al Ejército Revolucionario del Pueblo (erp)”50. Observada a posteriori, la presencia sobresaliente de este cartel en el evento parece sintomática de las dimensiones que, para la organización, tomó aquel acontecimiento.

Durante los meses previos al desenlace golpista en Chile, el prt-erp publicó una serie de notas en las que advertía el “ataque contrarrevolucionario en el Cono Sur”, ofreciendo alternativas concretas: “apoyar el gobierno de la Unidad Popular y exigirle la profundización del proceso chileno, comenzando por cerrar la cueva de reaccionarios que es el parlamento y avanzando en la reforma agraria y la expropiación de empresas”51. El apoyo crítico al gobierno de Allende, como vimos, no era novedoso en la prensa perretista, pero en ese momento asumía una connotación defensiva, que subrayaba las posibles resonancias locales del éxito de los militares. Esta perspectiva ya se había expresado en un “Boletín Interno” producido en enero de 1973, en el que el Comité Ejecutivo del partido señalaba la disposición combativa del “allendismo” y la gran influencia que el desenlace de la situación política chilena tendría sobre “la lucha de clases en Argentina”52. Aun así, en agosto de 1973, ante las señales cada vez más claras de la proximidad de una intentona golpista, el partido recordaba lo que consideraba ser las responsabilidades del esfuerzo conciliador de la up en el avance de las fuerzas reaccionarias: “las políticas reformistas llevadas a cabo por el Gobierno de la Unidad Popular […] han permitido que los patrones, los dueños del poder y la riqueza, retengan en sus manos la enorme cuota de poder económico y político que hoy les permite maniobrar contra el pueblo”53.

Las alternativas imaginadas por el prt-erp para fortalecer el proceso chileno e impedir la consumación del golpe pasaban, a su vez, por la articulación de una contraofensiva dirigida por el mir como “único camino para avanzar sin retrocesos a la conquista del Poder”54. Mientras tanto, en Argentina, el partido estaba abocado a las actividades que, en Tucumán, representaron un paso importante en la conformación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (fas)55. En el programa de 15 puntos aprobado en la reunión del 18 de agosto, con la presencia de importantes dirigentes obreros como Agustín Tosco y delegaciones representantes de casi todas las provincias del país, figuraban reivindicaciones directamente relacionadas con lo que pasaba en la región: “por la unidad de todas las fuerzas del pueblo contra el imperialismo y sus lacayos”; “ruptura con la Organización de los Estados Americanos (oea) y por la construcción de un nuevo organismo latinoamericano a propuestas de Chile y Cuba”56. Era, otra vez, el reconocimiento de la relevancia internacional de la experiencia socialista chilena.

Entre las demonstraciones de apoyo al “valeroso Presidente Allende”57 tras el golpe de 1973 y la crítica a las opciones consideradas reformistas adoptadas por el gobierno de la Unidad Popular se generaba una notable tensión. Por un lado, se reivindicaba el carácter progresista de la experiencia, denunciando la injerencia imperialista en la política regional. Por otro, se insistía en la responsabilidad del reformismo en el fortalecimiento de las alternativas golpistas, especialmente por su rechazo a prepararse para un enfrentamiento armado con las llamadas fuerzas represivas. En una nota firmada conjuntamente por los miembros de la jcr un año después del golpe, quedaron plasmadas estas aristas. Allí, equiparando la derrota de la “vía chilena” a la experiencia frustrada de la Comuna de París, se planteaba la necesidad concomitante de reivindicar y aprender:

“Si la generosa cuota de sangre entregada por los obreros franceses fue necesaria para que el proletariado mundial hiciera su experiencia histórica en la derrota, que luego se convertiría en victoria socialista de un tercio de la humanidad, el sacrificio de miles de obreros y campesinos, de pobres de la ciudad y del campo, de militantes e intelectuales chilenos no puede ser más fecundo. La lección de Chile debe hacerse imborrable en la mente de los obreros y campesinos de América Latina, de todos aquellos que se reclaman revolucionarios”58.

El aprendizaje, tal como había expresado el principal dirigente del prt-erp cuando se consumó el golpe de Estado en Chile, pasaba por el abandono “de la utopía de una revolución en paz, de un tránsito pacífico del capitalismo al socialismo en Latinoamérica”, e iba más allá. A poco más de una semana de las elecciones que devolverían a Juan Domingo Perón la presidencia argentina, Mario Roberto Santucho identificaba importantes “lecciones” para los revolucionarios del país en la interrupción abrupta de la experiencia allendista. No se trataba solamente de una cuestión de principios y métodos de acción, decía, sino de una alerta sobre la fragilidad de las alianzas entre el “nacionalismo burgués” y las Fuerzas Armadas59.

La ejecución del golpe de 1973 reforzó, en este sentido, la concepción perretista de que existía un único camino hacia la revolución. La enseñanza elaborada por la organización ante el derrotero chileno, aunque pudiera resultar lineal, impactaba su cosmovisión: si su diagnóstico acerca de la imposibilidad de construcción del socialismo por una vía pacífica se veía confirmado, entonces era correcta su línea de acción. Probablemente por eso, en la documentación partidaria, la caída del gobierno de la up haya sido movilizada insistentemente como “alerta” ante el regreso del peronismo al poder.

En medio de profundas discusiones, que provocaron incluso una escisión partidaria, el prt-erp se abstuvo de participar en las elecciones argentinas de marzo y septiembre de 1973 y optó por no apoyar ningún candidato60. Entre las razones que sustentaron esta decisión figuraba la imposibilidad, según la organización, de “concretar una fórmula obrera y popular, representante del pueblo trabajador, de sus luchas, de sus organizaciones revolucionarias”61. En este marco, según la organización, los cuantiosos votos recibidos por el Frente Justicialista de Liberación, en marzo, habrían expresado la insatisfacción popular hacia la dictadura. Como respuesta a los resultados de las elecciones de septiembre, el prt-erp realizó un balance negativo de las medidas adoptadas por la candidatura victoriosa y expresaba -apenas doce días después del golpe de Estado en Chile-, una posición definitiva:

“Las elecciones son un frente de lucha, nada más que eso. Un frente que para nosotros no es el más importante. Nuestro objetivo tiene que ser la liberación total del hombre de toda explotación y a esto se llega únicamente si nos preparamos todos los días para desarrollar la guerra revolucionaria contra nuestros enemigos: los explotadores y su brazo armado: el ejército opresor. La experiencia de nuestros hermanos chilenos nos indica una vez más que el aparato estatal de la burguesía hay que destruirlo y no tratar de cambiarlo por adentro”62.

Durante los gobiernos que sucedieron la rehabilitación electoral en Argentina, el prt-erp no abandonó la lucha armada. Entre las acciones encabezadas por la organización entre 1973 y 1976 se destacaron las embestidas contra cuarteles y estructuras militares y el intento de creación de un “territorio liberado” en la provincia de Tucumán a través de la llamada Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, formada en 1974. El infausto desenlace de la experiencia socialista chilena continuaba presente en los documentos de la organización, por ejemplo, cuando se produjo el ataque a la guarnición de Azul, durante el mandato de Perón, en enero de 1974. En un volante dirigido “a los trabajadores argentinos”, el erp intentó contrarrestar algunas de las críticas dirigidas a la organización, incluso desde diversos sectores de la izquierda, por la realización del operativo en el marco de un gobierno constitucional, reafirmando que “el ejército Contrarrevolucionario Chileno” había tenido éxito en su violento alzamiento porque, debido a “la ceguera reformista”, la Unidad Popular “buscó congraciarse con sus enemigos, no los enfrentó, ni preparó al pueblo para enfrentarlos”63.

Realizadas en coyunturas diversas, Estas acciones militares, que correspondían a los lineamientos adoptados por la organización acerca del carácter de la revolución en Argentina y a las tareas definidas para la etapa abierta por el regreso del peronismo al poder, aparecían conectadas en el discurso perretista al éxito del golpe militar en Chile. En los años posteriores, la organización caracterizó la dictadura pinochetista como fascista y al peronismo como una forma de bonapartismo: desde su punto de vista, ambos eran aliados de los intereses de la burguesía, por lo que denunciaron en diversas ocasiones los vínculos entre el gobierno argentino y la dictadura chilena. La comunión de intereses económicos estaría en la base no solo de los lazos con Pinochet, que visitó Argentina algunos meses después del golpe, sino también con “Banzer, el dictador boliviano, y con Bordaberry, el fantoche de los militares fascistas uruguayos”64. Criticando el tratamiento dado a los asilados políticos chilenos en el país, la prensa perretista indicaba explícitamente que “pese a las diferencias formales que puede haber entre ellos, tanto el gobierno de Perón como los de Chile, Brasil, Uruguay, Bolivia o Paraguay, defienden en última instancia los mismos intereses reaccionarios”65. Para el prt la ubicación del gobierno argentino en la política regional agravaba la apreciación negativa sostenida a su respecto66.

Conclusiones

Al explorar la visión producida por una organización revolucionaria argentina acerca de la llamada “vía chilena al socialismo”, este trabajo buscó recomponer algunos aspectos de aquella coyuntura destacando sus aspectos trasnacionales. Indagamos la manera en que fueron interpeladas las prácticas y los discursos que promovió el prt-erp a través de la experiencia de construcción del socialismo en un país por el cual transitaron varios de sus militantes.

El texto dialogó con diversos trabajos historiográficos que, en los últimos años, han destacado la importancia de interpretar la historia de las izquierdas latinoamericanas de la segunda mitad del siglo xx a partir de escalas que superan las fronteras de cada Estado nacional. Como ha sugerido Aldo Marchesi, los enfoques trasnacionales favorecen la comprensión de ciertas prácticas llevadas a cabo por los actores del período, y una lectura más dinámica de las experiencias a partir de las cuales fueron elaborados comportamientos y puntos de vista. En sus palabras: “La región fue el laboratorio desde el cual se extrajeron las categorías necesarias para construir un marco interpretativo común acerca de la realidad política local. De cada evento local los militantes sacaron conclusiones generales, que tuvieron consecuencias en las luchas por venir”67.

Al adoptar como objeto la interacción del prt-erp con el proyecto socialista chileno, se buscó resaltar la relevancia del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) en un escenario regional marcado por profundas contradicciones políticas y económicas, destacando las tensiones que involucraron la construcción de la up a lo largo del tiempo. En este ejercicio, exploramos el lugar ocupado por aquella experiencia en el ámbito de las reflexiones teóricas partidarias y en la conformación de un espacio alternativo por el que pudieron transitar sujetos políticos implicados en diferentes proyectos de transformación social. Asimismo, se indagaron las relaciones entre la estrategia revolucionaria adoptada por el prt-erp, sus proyecciones sobre el camino chileno y las transformaciones experimentadas por la coyuntura argentina durante el período.

A pesar del escepticismo expresado ante la posibilidad de construcción pacífica del socialismo, el prt se interesó por el desarrollo de la experiencia popular chilena, estimuló la movilización de sus militantes hacia Chile y procuró establecer contactos con organizaciones actuantes en aquella particular coyuntura, como fue el caso del mir. El tránsito a través de la “frontera amiga” constituida a partir de la victoria electoral de la up representó, además, por usar la expresión de Marchesi, una importante retaguardia para la organización en momentos cruciales de su trayectoria. En este sentido, a partir de una posición que asimilaba concomitantemente apoyo y crítica, el partido percibió el golpe militar de septiembre de 1973 como un grave retroceso para el desarrollo de sus propios objetivos y una confirmación de su perspectiva acerca de la inevitabilidad de la lucha armada para la construcción de los proyectos revolucionarios en la región. Así, aprehendiéndola en sentido demostrativo, la organización elaboró una serie de enseñanzas acerca de la fragilidad de las democracias en la región y de la permanente amenaza golpista a partir de la derrota chilena, movilizadas continuamente en sus interpretaciones sobre el proceso de reapertura institucional en Argentina.

Como se argumentó a lo largo del texto, esta reconstrucción de los modos como el prt-erp observó su entorno e interactuó con él, permite una interpretación más extensa del universo de experiencias que se compaginaron -a través de una apropiación activa y, por lo tanto, dirigida por expectativas previas- en las formas de intervención que desarrolló la organización en el periodo de estudio. De este modo, es posible indagar las opciones políticas del actor analizado más allá de lo que podría ser percibido como una aprehensión monolítica de su propia teoría revolucionaria, o una reproducción mecánica de determinados “modelos”.

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* Este artículo se deriva de una investigación doctoral en curso, desarrollada en la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (eidaes/unsam), a través del financiamiento del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (conicet).

1“Diario de sesiones del Senado Chileno”, Sesión 39ª, Santiago de Chile, 28 de julio de 1970, Biblioteca del Congreso Nacional de Chile (bcn), Santiago-Chile, 1987, consultado en línea: [https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=recursoslegales/10221.3/20586/3/S19700728_39.pdf]

2“Resoluciones del v Congreso y de los Comité Central y Comité Ejecutivo Posteriores, julio de 1970”, en Daniel De Santis (complilador), Mario Roberto Santucho: sus editoriales y escritos estratégicos (Buenos Aires: Estación Finlandia, 2021), 175-236.

3“Resoluciones del v Congreso, 214.

4Franck Gaudichaud,Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Poder popular, cordones industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende (Santiago: LOM, 2016).

5En septiembre de 1955, la autoproclamada Revolución Libertadora puso fin, a través de un golpe de Estado, al gobierno del entonces presidente argentino Juan Domingo Perón. Este acontecimiento inauguró en el país un período marcado por una profunda deslegitimación del poder estatal y por niveles ascendientes de conflictividad social. Los gobiernos establecidos a partir de entonces, aun cuando constituidos electoralmente (Arturo Frondizi entre 1958 y 1962 y Arturo Umberto Illia entre 1963 y 1966), padecieron de una “ilegitimidad esencial” asociada a la proscripción del peronismo y a la limitación de la participación política para amplios sectores de la sociedad. En este escenario, agravado por el golpe militar de 1966, emergieron nuevas formas de intervención contestataria que incluyeron, como en el caso del prt-erp, organizaciones político-militares que asimilaron a su repertorio militante la utilización de la violencia armada. Puede ampliarse el tema de la “ilegitimidad esencial” en Mónica Gordillo, “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada, 1955-1973”. En Daniel James (dir.), Nueva Historia Argentina. Vol viii: Violencia proscripción y autoritarismo (1955-1976) (Buenos Aires: Sudamericana, 2007).

6Mónica Gordillo (comp.), 1969. A cincuenta años: Repensando el ciclo de protestas (Córdoba: CLACSO/Universidad Nacional de Córdoba, 2019).

7El Partido Justicialista, representante de los sectores mayoritarios del peronismo, a partir de 1972 conformó una alianza electoral (el Frente Justicialista de Liberación) con organizaciones menos expresivas, como el Movimiento de Integración y Desarrollo y el Partido Demócrata Cristiano, con el objetivo de participar en las elecciones, en las que resultaría victorioso, realizadas en marzo de 1973.

8La transcendencia de la modificación coyuntural representada por el golpe de Estado en Chile y el regreso del peronismo al poder en Argentina para las organizaciones de izquierda actuantes en la región fue abordada en profundidad en Aldo Marchesi, Hacer la Revolución (Buenos Aires: Siglo XXI, 2019).

9La transcendencia de este hecho para las organizaciones de izquierda actuantes en la región fue abordada en profundidad en Marchesi, Hacer la Revolución.

10Claudia Gilman, Entre la pluma y el fusil: Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina (Buenos Aires: Siglo XXI, 2012), 37.

11Jimena Alonso, «Había llegado la revolución» El triunfo de la Unidad Popular chilena y su recepción en la izquierda uruguaya (1969-1971), Claves. Revista de Historia 7, n.°12 (2021): 325. Cursiva en el original.

12Véanse algunas interesantes sugerencias metodológicas acerca del abordaje trasnacional de determinados acontecimientos en: Timothy Scott Brown, “arh Forum ‘1968’ East and West: Divided Germany as a Case Study in Transnational History”. The American Historical Review, 114, n.°1 (2009): 69-96.

13Milinda Banerjee, “‘We shall Create a New World, a New Man, a New Society’: Globalized Horizons among Bengali Naxalites”, in The Global 1960s: Convention, Contest, and Counterculture, editado por Tamara Chaplin y Jadwiga E. Pieper-Mooney (New York: Routledge, 2017), 52-71. Traducción del autor.

14Pablo Pozzi, Por las sendas argentinas: el prt-erp y la guerrilla marxista (Buenos Aires: Clacso, 2022): 217.

15Pozzi, Por las sendas argentinas, 107.

16“Chile: Silencio que antecede as grandes batalhas”, Folha de São Paulo, São Paulo, 4 de septiembre de 1970, 2. Traducción del autor.

17Ernesto González Bermejo, “Los rotos al poder”, Bohemia, La Habana, 11 de septiembre de 1970, 47.

18“Declaraciones de Allende a Radio Habana: Cuba y Chile: la misma meta”, Bohemia, La Habana, 11 de septiembre de 1970, 48.

19Tanya Harmer, “Chile y la Guerra Fría Interamericana, 1970-1973”, en Chile y la Guerra Fría Global, coordinado por Tanya Harmer y Alfredo Riquelme (Santiago: Ril Editores, 2014), 193-224.

20Mariano Zarowsky, “Reforma y revolución: la vía chilena al socialismo en la nueva izquierda intelectual argentina”. Izquierdas, n.° 29 (2016):140.

21“Resoluciones del v Congreso”, 206.

22“Presidencia Honoraria: cuatro mártires de la revolución”, El Combatiente, n.° 1, Argentina, 6 de marzo de 1968,1-2.

23“El único camino hasta el poder obrero y el socialismo, documento del iv Congreso, febrero de 1968”, en De Santis, Mario Roberto Santucho: sus editoriales y escritos estratégicos, 91-174.

24“Chile: Contra la farsa de la “Vía Pacífica”, El Combatiente, n.° 6, Argentina, 22 de abril de 1968, p. 9.

25“Triunfo Popular en Chile”, El Combatiente , n.° 48, Argentina, septiembre de 1970, 10.

26Salvador Allende, “La vía chilena al socialismo”, discurso pronunciado ante el Congreso de la República de Chile el 21 de mayo de 1971, https://www.marxists.org/espanol/allende/1971/21-5-71.htm

27“Los dilemas del socialismo chileno”, El Combatiente, n.° 55, Argentina, 17 de mayo de 197,1 citas en pp. 12 y 14-15.

28Tanya Harmer, Allende’s Chile and the Inter-American Cold War (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2011): 75-103.

29“Bolivia en la trampa”, El Combatiente, n.°63, Argentina, 15 de noviembre de 1971, 15.

30Santiago Stavale, “El prt-erp: un partido de la nueva izquierda”, en: La nueva Izquierda en la historia reciente argentina: debates conceptuales y análisis de experiencias, editado por María Cristina Tortti, Mora González Canosa y coordinado por Juan Alberto Bozza (Rosario: Prohistoria, 2021),193-222.

31“Fidel en Chile”. El Combatiente, n.° 64, Argentina, 29 de noviembre de 1971, 9.

32“Fidel en Chile”, 11.

33“En la cut”, Bohemia, La Habana, 3 de diciembre de 1971, 56.

34“Resoluciones del Comité Central de marzo de 1971”, en De Santis, Mario Roberto Santucho: sus editoriales y escritos estratégicos, 246.

35Enrique Gorriarán Merlo, Memorias de Enrique Gorriarán Merlo: de los Setenta a La Tablada (Buenos Aires: Planeta, 2003), 168.

36Gorriarán Merlo, Memorias de Enrique Gorriarán Merlo, 168

37Luis Mattini, Los Perros: Memorias de un combatiente revolucionario (Peña Lillo, 2006), 19-20.

38Eugenia Palieraki,¡La Revolución ya viene! El mir chileno en los años sesenta (Santiago: LOM Ediciones, 2014); Igor Goicovic Donoso, “El desarrollo del movimiento popular y el surgimiento de la Izquierda Revolucionaria en Chile (1953‐1978)”, Tempo e Argumento 7, n.° 16 (2015): 31-55; Marian E. Schlotterbeck, Beyond the Vanguard: Everyday Revolutionaries in Allende’s Chile (Oakland: University of California Press, 2018).

39“Chile: la posición del mir”, El Combatiente, n.° 70, Argentina, 30 de julio de 1972, 7.

40Marchesi ha señalado que al menos desde 1972 ya existían contactos orgánicos entre las agrupaciones, que posteriormente conformaron la Junta de Coordinación Revolucionaria. Véase Hacer la Revolución, 138.

41El suceso fue posteriormente represaliado en lo que se conoció como la masacre de Trelew. Véase: Carlos Ignacio Custer, “Reconsiderando la masacre de Trelew. Entre el ocaso de la Revolución Argentina y la institucionalización democrática”, Izquierdas, n.° 43 (2018): 209-236.

42José Miguel González Garcés y Mario Eduardo Valdés Urrutia, “¡O el asilo contra la represión! A propósito de la fuga del penal de Rawson. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (mir) chileno y el Partido Revolucionario de los Trabajadores - Ejército Revolucionario del Pueblo (prt-erp) argentino”, Revueltas. Revista Chilena de Historia Social Popular, n.° 7 (2023): 33-51.

43Marchesi, Hacer la Revolución.

44Marchesi, Hacer la Revolución, 139-140.

45Mario Valdés Urrutia, “Allende y Argentina (1970-1973)”, e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos 20, n.° 80 (2022): 47-69.

46Notas enviadas por nuestro partido”, El Combatiente, n.° 71, septiembre de 1972, 9.

47“Notas enviadas por nuestro partido”, 9.

48Comité Militar Nacional del erp, “Por qué el erp no dejará de combatir: respuesta al presidente Cámpora, mayo de 1973”, en De Santis, Mario Roberto Santucho: sus editoriales y escritos estratégicos, 304.

49“Insurrección y Guerra Revolucionaria: El Salvador y Santo Domingo”, El Combatiente, n.° 91, Argentina, 21 de septiembre de 1973, 7.

50“Funeral Cívico de Homenaje a Allende”, El Litoral, 19 de septiembre de 1973, Santa Fe, 1.

51“Ataque contrarrevolucionario en el Cono Sur de América”, El Combatiente, n.° 82, Argentina, 19 de julio de 1973, 11.

52“Boletín interno del Partido Revolucionario de los Trabajadores”, n.° 36, 24 de enero de 1973, 1. El Topo Blindado - Centro de Documentación de las organizaciones político-militares Argentinas: https://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/boletin-interno-n-36-2/

53“Chile: se acerca la hora decisiva”, El Combatiente, n.° 84, Argentina, 3 de agosto de 1973, 3.

54“Chile: se acerca la hora decisiva”, 4.

55Lisandro Silva Mariños, Frente Antiimperialista y por el Socialismo (fas): un ejército político de masas impulsado por el prt (Buenos Aires: La Llamarada, 2017).

56“Surge en Tucumán el Frente Antiimperialista”, El Combatiente, n.° 88, Argentina, 31 de agosto de 1973, 9.

57Mario Roberto Santucho, “Las enseñanzas del proceso chileno”, El Combatiente, n.° 91, Argentina, 21 de septiembre de 1973, 2.

58“¡Jamás otro 11 de septiembre!” El Combatiente, n.° 134, Argentina, 11 de septiembre de 1974, 12. Mayúsculas en el original.

59Santucho, “Las enseñanzas del proceso chileno”, 2.

60Luis Wainer y Gretel Najera, “Participar o romper: El prt-erp frente al GAN y las elecciones de 1973” En V Jornadas de Jóvenes Investigadores (Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2009).

61“A quién votar”, volante del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo, septiembre de 1973, s.p. El Topo Blindado - Centro de documentación de las organizaciones político-militares Argentinas: https://eltopoblindado.com/opm-marxistas/ejercito-revolucionario-del-pueblo-erp/a-quien-votar-2/.

62“A quién votar”, septiembre de 1973.

63“A los trabajadores argentinos”, volante del Ejército Revolucionario del Pueblo, s/f,. El Topo Blindado - Centro de documentación de las organizaciones político-militares argentinas: https://eltopoblindado.com/opm-marxistas/ejercito-revolucionario-del-pueblo-erp/a-los-trabajadores-argentinos/.

64“Pinochet en la Argentina”, El Combatiente, n.° 118, Argentina, 22 de mayo de 1974, 3-4.

65“Por el respeto al derecho de asilo”, El Combatiente, n.° 124, Argentina, 3 de julio de 1974, 3.

66Puede ser interesante notar que desde esta perspectiva la organización posicionaba al peronismo en las antípodas de su proyecto revolucionario, de manera similar a lo ya sucedido en relación con otras expresiones del nacionalismo vigentes casi contemporáneamente en América del Sur. Ver, por ejemplo, las caracterizaciones sostenidas por el prt-erp acerca del gobierno de Velasco Alvarado en Perú: “Proyecto para un país capitalista”, El Combatiente, n.° 35, Argentina, 10 de septiembre de 1969, 7.

67Aldo Marchesi, “Escribiendo la Guerra Fría latinoamericana: entre el Sur “local” y el Norte “global””, Estudios Históricos 30, n° 60 (2017): 197.

Cómo citar: La “vía chilena al socialismo” desde la óptica argentina del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo”. Historia Crítica, n.° 90 (2023):101-123, doi: https://doi.org/10.7440/histcrit90.2023.05

Recibido: 29 de Marzo de 2023; Aprobado: 05 de Julio de 2023

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