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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

Print version ISSN 0121-215XOn-line version ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.22 no.2 Bogotá July/Dec. 2013

 

Debatiendo lo rural y la ruralidad: un aporte desde el sudeste de la provincia de Buenos Aires; el caso del partido de Tres Arroyos

Debatendo o rural e a ruralidade: uma contribuição do sudeste da província de Buenos Aires; o caso do partido de Tres Arroyos

Discussing the Rural and Rurality: A Contribution from the Southeast of the Province of Buenos Aires; The Case of the Division of Tres Arroyos

Claudia Andrea Mikkelsen*
GESPyT, Universidad Nacional del Mar del Plata,
CIG, IGEHCS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
(CONICET), Argentina

*Profesora y licenciada en Geografía. Es magister en Ciencias Sociales con mención en Desarrollo Regional de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, y doctora en Geografía de la Universidad Nacional del Sur (Argentina). Es también investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), ayudante en las cátedras Geografía Social y Técnicas de Análisis Espacial y Sistemas de Información Geográfica, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata y ayudante en las cátedras Geografía Social y Técnicas en Geografía, de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina). Es miembro del Grupo de Estudios sobre Población y Territorio (GESPyT) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, del Centro de Investigaciones Geográficas (CIG) y del Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales (IGEHCS) de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Argentina).
Dirección postal: Laprida 3756, Mar del Plata, Argentina.
Correo electrónico: claudiamikkelsen@gmail.com

RECIBIDO: 17 DE JULIO DEL 2012. ACEPTADO: 5 DE SEPTIEMBRE DEL 2012.
Artículo de investigación en el cual se propone debatir con respecto a lo rural y a la ruralidad en el contexto de la agricultura científica, proponiendo para ello como estudio de caso al partido de Tres Arroyos, ubicado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina.


Resumen

El objetivo del artículo consiste en discutir la presencia de una ruralidad complementaria a partir del caso del partido de Tres Arroyos, ubicado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires (Argentina). Este análisis se hace en el marco de la "agricultura científica", que implica, en cuanto a los lugares, la puesta en marcha de mecanismos que se ajusten a las potencialidades y especificidades de cada recorte territorial. Metodológicamente, fue central la lectura de literatura especializada, la revisión de documentos históricos, estadísticos y fotográficos, la sistematización y análisis de datos provenientes de censos de población y de censos agropecuarios, así como también la observación directa. Puede decirse que el espacio rural es testigo de profundos cambios y, a la vez, objeto de nuevas vocaciones.

Palabras clave: espacio rural, geografía, provincia de Buenos Aires, ruralidad, Tres Arroyos.


Resumo

O objetivo do artigo consiste em discutir a presença de uma ruralidade complementária a partir do caso do partido de Tres Arroyos, localizado no sudeste da província de Buenos Aires (Argentina). Esta análise é feita no âmbito da "agricultura científica", que implica, em relação aos lugares, a implementação de mecanismos que se ajustem às potencialidades e especificidades de cada recorte territorial. Metodologicamente, foi fundamental a leitura de literatura especializada, a revisão de documentos históricos, estatísticos e fotográficos, a sistematização e análise de dados provenientes de censos de população e de censos agropecuários, assim como também a observação direta. Pode-se dizer que o espaço rural é testemunha de profundas mudanças e, por sua vez, de novas vocações.

Palavras-chave: espaço rural, geografia, província de Buenos Aires, ruralidade, Tres Arroyos.


Abstract

The aim of the article is to discuss the existence of complementary form of rurality on the basis of the case of Tres Arroyos, located to the southeast of the province of Buenos Aires, Argentina. The analysis is framed within the field of "scientific agriculture", which involves the implementation of mechanisms adjusted to the potential and specificities of each territory. The methodology included a review of the specialized literature, as well as of historical, statistical, and photographic photographs, and the systematization and analysis of data gathered from population and agricultural censuses and direct observation. It is possible to conclude that rural areas are experiencing profound changes and shifting toward new uses.

Keywords: rural space, geography, province of Buenos Aires, rurality, Tres Arroyos.


Introducción

[...] la sociedad rural, en vez de desaparecer,
se ha vuelto más compleja [...]
(Gómez 2002, 14)

Siempre es una tarea interesante el reflexionar un poco más sobre "lo rural", sobre el espacio rural, la ruralidad y sobre cómo estas conceptualizaciones teóricas son observadas en el territorio. Así, el objetivo que se propone este artículo consiste en poner en discusión la presencia o construcción de una ruralidad complementaria, analizada a partir de un caso concreto: el partido de Tres Arroyos, ubicado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires (Argentina), dentro del contexto de la "agricultura científica"1, que, a nivel de los lugares, implica la puesta en marcha de mecanismos que se ajusten a las potencialidades y especificidades de cada recorte territorial, dado que plantea formas de vinculación rural/urbanas impuestas por la agricultura de base científica, observable en el crecimiento económico y demográfico de ciertas ciudades medias menores.

El vínculo rural urbano, como se verá, no siempre ha sido de complementariedad. No obstante, la realidad actual, compleja y cambiante implica estudiar dicha asociación en su dinámica, es decir, observando los objetos que perduran, los que se transforman y los que desaparecen; todas estas situaciones mediadas por acciones sociales. Por ello se sostiene que lo rural debe ser aprendido en su unidad dialéctica con lo urbano. Pensando un ejemplo, hoy ya no sería del todo lícito entender o distinguir lo rural y lo urbano desde la división espacial del trabajo, desde la cual se asociaría a las ciudades con la industria y los servicios y al campo con la agricultura, ello debido a que se observan cambios, flujos, desplazamientos y aceleración en los contactos, es decir, una complejización en las relaciones campo-ciudad. Si bien es cierto que lo rural se concentra sobre todo en la producción primaria, también se encuentran en dichos recortes territoriales otras actividades asociadas, por ejemplo, a la industria o a los servicios. Al revés, si bien la ciudad concentra servicios e industrias, muchas de estas prestan asistencia directa al campo, o hasta puede aventurarse a la implementación de prácticas propiamente rurales en ámbitos urbanos; tal es el caso de los huerteros que utilizan baldíos urbanos para desarrollar allí prácticas de cultivo, en muchos casos vinculadas con saberes rurales. Entonces, ¿qué es lo rural? no es una pregunta nueva ni ingeniosa; el desafío consiste en entender la ruralidad y, en particular, la ruralidad pampeana.

Procurando un acercamiento al objetivo propuesto, metodológicamente ha sido central la lectura de literatura especializada, la revisión de documentos históricos, estadísticos, fotográficos y bibliográficos, así como la sistematización y análisis de datos provenientes de los censos nacionales de población de 1991 y del 2001 y de los censos nacionales agropecuarios de 1988 y del 2002, relevados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos —en adelante, INDEC—, y también la observación directa.

En el primer apartado se define lo rural, y se avanza luego sobre el concepto de ruralidad. En la segunda sección se recorren sucintamente los cambios operados en la comprensión teórica del espacio rural, arribando a la complementariedad rural-urbana. Luego se adentra en la situación argentina con respecto a la ruralidad, procurando un acercamiento al caso del partido de Tres Arroyos, unidad administrativa localizada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Finalmente se brinda una serie de reflexiones finales.

Sobre lo rural

En Argentina, la definición estadística de ‘lo rural’, tal como establecen Castro y Reboratti (2008), fue acuñada en Francia en el siglo XIX, en ella el criterio que distingue lo rural de lo urbano es la cantidad de habitantes. Mientras que en Francia este concepto ha sido revisado dos veces, en Argentina se continúa utilizando sin modificaciones. Así, según la clasificación censal que establece el INDEC, son urbanas las aglomeraciones que posean 2.000 habitantes o más. Por otra parte, aplica la categoría de población rural agrupada para las localidades que presentan menos de 2.000 habitantes, mientras que al resto de la población rural la define como dispersa. Esta distinción podría ser considerada como una definición "restringida de lo rural" (Banco Mundial 2007, 20).

Por tanto, procurando arribar a una "definición ampliada", se debería considerar no solo a la población dispersa y a la agrupada en localidades de menos de 2.000 habitantes, sino incluir a todas las localidades que "[...] tienen menos de 50.000 habitantes y que no se encuentran en áreas metropolitanas y que cumplen con servicios vinculados al sector primario [...]" (Banco Mundial 2007, 20). La opción de ampliar el universo de análisis está vinculada con el tipo de funciones que cumplen las localidades rurales, básicamente, en la mayoría de los casos, como prestadoras de servicios del área rural circundante. Esta conceptualización, en palabras de Castro y Reboratti (2008), permite tener una visión menos fatalista sobre el destino de los pequeños centros urbanos, los cuales no necesariamente están condenados a desaparecer.

Por tanto, siguiendo a Hervieu (1993, citado en Nates Cruz y Raymond 2007), es posible indicar que el espacio rural debe ser aprehendido como un conjunto de lugares que deben ser caracterizados en un sentido amplio, no solo en función de la cantidad de población sino combinando variables que permitan un acercamiento a la complejidad del espacio rural, ya que en ellos la dinámica social se ejerce de forma eventualmente particular, y esos elementos (sociedad, economía, política, ambiente, territorio) deben ser analizados de manera original.

Tal como establecen Bidaseca y Gras:

[...] el espacio rural adquiere un carácter polisémico: lugar de trabajo de población que reside en ciudades, residencia de trabajadores que no se ocupan en el sector agropecuario, territorios donde se producen bienes y servicios que no son solo de origen agropecuario (el caso paradigmático es el turismo rural), escenario donde coexisten actividades agrarias y no agrarias que pueden ser incluso desarrolladas por los mismos sujetos (pluriactividad). (2008, 1)

Es un espacio testigo de profundos cambios y mutaciones, y a la vez objeto de nuevas vocaciones, interesantes de identificar.

Sobre la ruralidad

Para aquellos geógrafos concentrados en el estudio del espacio rural, puede verse al menos como un aliciente la afirmación de que: "Nuevas perspectivas convierten a la geografía rural en un interesante campo de trabajo, orientado hacia los problemas que dan cuenta de cambios y conflictos entre viejos y nuevos problemas y entre nuevos y tradicionales ocupantes de los espacios rurales" (Tadeo 2010, 9).

Novedosos (y no tanto) procesos se ponen frente a la mirada de los cientistas sociales, quienes, en función de la disciplina a la que se adscriban —y, dentro de ella, de las problemáticas que se encuentran abocados a estudiar—, procuran observar, describir, analizar y explicar. Pues bien, en la geografía, y en sintonía con otros campos del saber, el debate gira en torno a la renovación de la ruralidad.

Desde esta perspectiva, Gómez explica que: "Es un hecho que la ruralidad, como fue definida en términos tradicionales, ya no existe más. La industrialización de la agricultura y la urbanización de las comunidades rurales acabó con la ruralidad tradicional, pero no con la ruralidad" (Gómez 2002, 12).

Desde finales de la década de los noventa, tal como expresa Sili (2004), comienza a revelarse una forma de ruralidad que revaloriza al espacio rural:

[...] estamos entonces frente a un renacimiento de la ruralidad que si bien no manifiesta signos demográficos relevantes (nuevos migrantes de la ciudad a los territorios rurales), si manifiesta una tendencia de recomposición de los territorios rurales, tal como sucede en otras partes del mundo (Europa, América del Norte, etc.) [...]. (Sili 2004, 293)

Una ruralidad que ni es nueva ni es vieja, sino que es una ruralidad que responde a la construcción social de los territorios rurales contemporáneos, la cual, con el devenir de la sociedad, se ha ido moldeando de diversas formas. Por tanto: "La ruralidad es ese hábitat construido durante generaciones por la actividad agro-pecuaria, es el territorio donde este sector ha tejido una sociedad [...]" (Echeverri Perico y Ribero 2002, 26). Respecto de lo cual Sili agrega:

[...] la ruralidad es la forma de relación que se establece entre la sociedad y los espacios rurales y a partir del cual se construye el sentido social de lo rural, la identidad rural y se moviliza el patrimonio territorial de dichos espacios [...]. (2004, 294)

Así, el espacio rural es, al decir de Lefebvre (1991, citado en Sobarzo 2006), en cuanto a su morfología social, una realidad social compuesta de relaciones presentes y de relaciones concebidas, construidas y reconstruidas por el pensamiento, que se observa en la morfología material, el campo; es decir, una realidad presente, inmediata, práctico-sensible.

Por tanto, la ‘ruralidad’ se caracteriza por la presencia de actividades heterogéneas y diversas, donde se establecen relaciones sociales complejas. Ruralidad en la que "[...] coexisten empresas de alta complejidad tecnológica, empresas que forman parte de ‘grupos económicos’ extraagrarios transnacionalizados, empresas del agroturismo, con mundos rurales heterogéneos, con productores medios y trabajadores rurales segmentados por los procesos de mecanización, grupos étnicos y nuevos desocupados [...]" (Giarracca 2001, 11-12).

Como señalan Castro y Reboratti, en el hecho de clasificar procesos complejos en realidad lo que se debe hacer es modificar "[...] el foco de análisis sobre la ruralidad desde una perspectiva fundamentalmente económica a una visión que contemple la cuestión territorial, es decir, su impronta sobre el espacio concreto [...]" (2008, 3).

En ese vínculo sociedad-naturaleza vivido en recortes rurales la ruralidad es manifestación de complejidad, de diversidad intra y extrarrural, de objetos y acciones sociales mediadas por normas que se plasman territorialmente de diversas formas.

Más importante que planificar los límites entre lo urbano y lo rural es dar luz con respecto a las relaciones existentes entre los diversos centros urbanos y la ruralidad, dado que este debate aportará elementos de utilidad para la definición de políticas y la visibilización de las dinámicas presentes en el territorio. La ruralidad se construye mediante acciones sociales materializadas, como nos enseña Santos (2000), en objetos; objetos presentes y pasados, que guardan en sí acciones presentes y pasadas; sujetos rurales que han ido cambiando sus acciones, pudiéndose distinguir, por ejemplo, a través de su posición en la estructura agraria como productores, asalariados rurales, prestadores de servicios rurales, cuentapropistas, propietarios, arrendatarios, aparceros, tanteros, horticultores, ganaderos, agricultores, y más sujetos. Cabe aclarar, que esas son sus denominaciones puras, y que luego es posible combinarlas y encontrar así un agricultor que sea a la vez apicultor y preste servicio como contratista rural; un médico que resida en una ciudad intermedia y que a la vez sea propietario de una unidad de producción, dedicando parte de su jornada laboral a las responsabilidades empresariales que su campo le demanda, o un pequeño productor que, como estrategia de continuidad, desarrolle en su establecimiento turismo rural; por ello son sujetos diversos, con capacidad de multifuncionalidad (por tanto, difíciles de categorizar y de clasificar) e interesantes de estudiar en su dinámica.

En tanto se revela ante los cientistas sociales la necesidad de distinguir entre una ruralidad tradicional (que alejaba a lo urbano y a lo rural, separándolos espacial y conceptualmente en especies de departamentos estancos), en la que lo urbano es visto como sinónimo de desarrollo, adelanto, tecnología y bienestar, y lo rural se asimilaría con lo atrasado, lo natural y la falta de posibilidades para sus habitantes, y una ruralidad complementaria. Distintos autores contribuyen a describir y caracterizar el cambio de concepción: el tránsito de lo rural como atrasado a lo rural y lo urbano como complementario, sobre esto se reflexiona a continuación.

Sobre el espacio rural: de la oposición rural-urbano a la complementariedad

Diversas construcciones teóricas han procurado conceptualizar al espacio rural; estos enfoques han cambiado conforme se modifican las ciencias sociales, la geografía y los ámbitos rurales, en particular.

En cada momento histórico el espacio rural como categoría de análisis ha presentado diferentes acepciones, existiendo variados tipos de realidades rurales que dependen de las transformaciones, globales y/o locales, que los han obligado a adaptarse a ciertos factores para permanecer.

Desde esta condición, es posible referir a la teoría dicotómica o de oposición rural urbana. Según indica Furini da Ponte (2004), hasta el siglo XVIII, el espacio rural se presentaba como un territorio de importancia primaria para el conjunto de la sociedad, mostrando mayor concentración poblacional, comparado con el medio urbano, y representando una significativa contribución para la economía en términos productivos.

Dicho período es reconocido por Lefebvre (1971) como era agraria, en el que existía una clara partición entre ciudad y campo, sostenida en la división del trabajo, siendo posible considerar a la ciudad como una obra en la que prevalece el valor de uso sobre el valor de cambio; las costumbres de los habitantes por sobre la producción.

Luego de este período, la idea de progreso orientó el destino de los hombres al logro de la modernidad, pasando de una forma de asentamiento predominantemente rural a una urbana; de la agricultura a la industria.

Esta cuestión culminaría con la segunda fase de la Revolución Industrial, centrada en el sector productivo secundario, que ubicaba a los espacios rurales como periféricos, atrasados y residuales. Así, rural y urbano pasaron a ser ejemplo de una perspectiva dicotómica: polos opuestos y separados.

Este momento es reconocido por Lefebvre como la era industrial, en la cual se generaliza el intercambio y el comercio. Desaparece en este sentido la ciudad como obra, debido a que se extiende como producto, lo cual no significa la desaparición de la ciudad, sino, muy por el contrario, la extensión de su generalización. En este proceso, las relaciones de producción se desbordan y amplían, conquistando una base más extensa, atrayendo simultáneamente la agricultura a la realidad urbana (Sobarzo 2006, 57).

Desde fines del siglo XIX y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, el modelo explicativo del funcionamiento del espacio rural se basaba en el enfoque dicotómico, en el que el campo era definido por su opuesto, la ciudad:

El campo y la ciudad se separan, pero esto no es una simple cuestión de variación de tamaño y formas: es la relación que mantiene el hombre con la naturaleza que cambia. La ciudad se caracteriza de esta manera por su alejamiento de la naturaleza y su acercamiento a las construcciones creadas por el hombre. (Sili 2002, 75-76)

Luego de la Segunda Posguerra, si bien continua primando la visión de oposición entre rural y urbano, comienza a cobrar fuerza la idea de conexión existente entre ambos espacios: existiría entre lo urbano (moderno) y lo rural (tradicional) una gama de espacios de transición en donde moderno y tradicional se mezclan. Se pretendía, desde esta visión, que el espacio urbano conquistara al rural, para que, de esa manera, lentamente fuera integrado. En esta perspectiva, las diferencias entre espacio rural y espacio urbano dejan de existir, y el campo es cada vez más identificado con la ciudad. Se hará referencia entonces al continuum, destacándose que los procesos rurales contemporáneos son una continuidad espacial de los procesos urbanos.

Al decir de Lefebvre, se ingresa en la era de lo urbano, que supone la superación de la división entre espacio urbano y espacio rural. En realidad implica la extensión planetaria de la sociedad urbana —aunque sin la desaparición de las actividades agrícolas: ciudad y campo permanecen—, en donde las relaciones se transforman y las formas ganan nuevos contenidos.

En dicho contexto, el espacio rural posee una única función económico-social: desarrollar la agricultura. Este modelo responde al periodo de alta modernización tecnológica y cultural, en el que el poblador rural ya no tiene una vinculación íntima con la tierra sino que es su dueño, dejando en muchos casos de residir en las explotaciones rurales para habitar en el pueblo o la ciudad pequeña. El tiempo tiene un transcurrir lineal, será un tiempo comandado por el mundo urbano-industrial, por la ciencia y la técnica.

Clout, reflexionando sobre lo enunciado por Pahl en 1967, indica que:

[...] considerar a lo rural y a lo urbano como un todo continuo nació como reacción en contra de los sistemas de dicotomías polares, pero se corre el mismo peligro aceptando fácilmente una falsa continuidad. No solo hay toda una serie de continuidades, sino que también hay claras discontinuidades, principalmente entre lo local y lo nacional [...]. (Clout 1976, 64-65)

A pesar del tiempo transcurrido, continúa existiendo un fuerte predominio asociado a esta visión, cada vez más acentuada a partir del denominado proceso de urbanización del campo: "La perspectiva de la urbanización del campo presenta una visión de que solo las ciudades y las características urbanas representan los elementos que llevan al desarrollo y al progreso [...]" (Furini da Ponte 2004, 21).

Como señala Wanderley, el concepto de continuum rural-urbano —en tanto urbanización del campo— es utilizado en dos vertientes:

La primera de ellas corresponde a una visión "urbano-centrada", que privilegia el polo urbano del continuo como la fuente de progreso y de los valores dominantes que se imponen al conjunto de la sociedad. El extremo rural del continuo, visto como el polo atrasado, tendería a reducirse bajo la influencia avasalladora del polo urbano [...]. (2001, 32-33)

Esta perspectiva encuentra cada vez más indicios de la desaparición de las sociedades rurales y, por consiguiente, del sometimiento de ese espacio a la hegemonía de la industrialización y de la urbanización; denota un intento de homogeneización entre lo rural y lo urbano, lo que llevaría al fin de la realidad rural.

La segunda perspectiva:

[...] al contrario de la primera, considera el continuo rural-urbano como una relación que aproxima e integra dos polos extremos. En esta segunda perspectiva, la hipótesis central es que, aun resaltándose las semejanzas entre los dos extremos y la continuidad entre lo rural y lo urbano, las relaciones entre el campo y la ciudad no destruyen las particularidades de los dos polos y, por consiguiente, el fin de lo rural, el continuo se dibuja entre un polo urbano y un polo rural, diferentes entre sí y en intenso proceso de cambio en sus relaciones [...]. (Wanderley 2001, 32-33)

Este enfoque, referido a las particularidades, se asocia con "[...] aquella que observando los mismos procesos, identifica las transformaciones profundas por las que pasa la modernidad, pero entiende que lo rural no se ‘pierde’ en ese proceso, al contrario, reafirma su importancia y particularidad [...]" (da Silva 2004, 51).

Esto pone de manifiesto que a pesar de cierto dominio ejercido por la ciudad sobre el campo, este no se extingue, sino que se sostiene en función de sus especificidades, creando y recreando, por tanto, conflictos, presencia y acciones.

Así, desde la década de los ochenta, las representaciones de atraso y desaparición serán cuestionadas, dando paso a escenarios de rehabilitación, lo cual da soporte a lo que Nates Cruz y Raymond (2007) identifican como retorno a la naturaleza y al campo. Con el surgimiento de movimientos sociales que critican a la sociedad industrial, se pone de manifiesto un cambio de sensibilidad hacia el campo:

El neorruralismo, término, a nuestro entender, desconocido antes de los años setenta, se presenta como una mezcla al mismo tiempo de protesta social, de nostalgia con relación a un pasado rural realizado, de corte "naturalista" y de esperanza en una renovación próxima, la sociedad con rostro más humano [...]. (Nantes Cruz y Raymond 2007, 45)

Como explica Santos:

[...] los factores de cohesión entre la ciudad y el campo se han vuelto más numerosos y fuertes. La agricultura moderna, a base de la ciencia, tecnología e información, demanda un consumo productivo cuya respuesta inmediata debe ser encontrada en la ciudad próxima [...]. (2000, 214)

Se da, entonces, un proceso de valorización selectiva, que determina la capacidad de inserción de los espacios al mundo en función de sus cualidades; verticalidad conformada por puntos discontinuos, pero interrelacionados, que definen un espacio de flujos e imponen reglas externas al lugar. Estas verticalidades conforman interdependencias mayores, cuanto mayores sean las necesidades de los lugares. Esta racionalidad superior procura imponerse, y representa a los grupos hegemónicos, aplicando un orden obediente y disciplinado (Santos 2000, 241). Por su parte, como expresa Santos, las horizontalidades son el lugar en el que se materializan las finalidades de las normas impuestas verticalmente, espacios objeto de las transformaciones, dado que se van adaptando —en parte— a los reclamos externos. No obstante, los espacios de la horizontalidad poseen una lógica interna propia, un sentido que es localmente construido:

[...] las horizontalidades son tanto el lugar de la finalidad impuesta desde fuera, desde lejos y desde arriba, como el de la contrafinalidad, localmente generada. Son el escenario de un orden cotidiano conforme, pero no necesariamente conformista y, simultáneamente, el lugar de la ceguera y del descubrimiento, de la complacencia y del conflicto [...]. (Santos 2000, 241)

Así el espacio rural atravesado por la verticalidad debe ser productivo y rentable, en él se implanta el tiempo medido, un calendario ajustado a la ciencia, la técnica y el conocimiento. Pero también se reconocen horizontalidades visibles en las acciones sociales de los residentes y trabajadores del lugar, un "orden cotidiano homólogo" (Santos 2000, 242) caracterizador de los vínculos establecidos por la copresencia.

Por tanto, en un contexto de pretendida unión vertical, que procura igualar el funcionamiento del sistema desde lo político, lo económico y lo sociocultural, se hacen visibles procesos de horizontalización de los lugares a partir de sus capacidades de organización y de presión. Estos recortes horizontales son lugares de encuentro entre lo rural y lo urbano, en donde las particularidades de cada uno no se anulan sino que entran en contacto, se integran, cooperan, compiten y establecen relaciones de copresencia, vecindad, solidaridad y cotidianeidad: recortes rurales de las horizontalidades, de la cotidianeidad, de fuerte arraigo con la tierra y con las labores agropecuarias, con tiempos lentos; y recortes rurales de las verticalidades, visibles a partir del accionar de las empresas multinacionales, de la expansión de cultivos industriales, del uso de herbicidas producidos por empresas monopólicas y de sistemas de labranzas exodirigidos.

Es así como la visión tradicional de lo rural se ve:

[...] erosionada por una serie de cambios, [entre ellos] la creciente aparición de la multiocupación [...], la aparición en ese ámbito de actividades no agropecuarias como industrias y servicios, la revalorización del campo como lugar de residencia, la aparición de otros usos del ambiente no urbano como la valorización paisajística y cultural, la ampliación de las actividades ligadas al ocio, la conservación ambiental como objetivo de la instalación humana, el progresivo aumento de la movilidad territorial de una población antes considerada como casi inmóvil [...]. (Pérez 2001, Piñeiro 1999, Teubal 2001, Murmis y Feldman 2005, citados por Castro y Reboratti 2008, 3)

En este andamiaje de complejidad, la población rural se ve impactada, tanto cualitativa como cuantitativamente, y el vínculo urbano-rural denota la necesaria complementariedad e interdependencia entre los recortes en un vínculo de necesidades plagado de conflictos de uso, de intereses y de actores, que representan en esas pujas la eterna distancia entre ganadores y perdedores.

¿Por qué repensar la ruralidad? Una explicación para Argentina en el contexto de posconvertibilidad

La instauración del modelo de apertura económica implantado en la década de los noventa del siglo XX acarreó profundos cambios económicos, políticos y sociales. El sector agropecuario argentino no resultó ajeno al conjunto de mutaciones estructurales que se produjeron. Tal como expresan Lattuada y G. Neiman (2005), se desmontaron

[...] la mayoría de los organismos y normas que permitieron llevar adelante una política sectorial por más de medio siglo. A la vez se crearon nuevos instrumentos para impulsar las transformaciones esperadas o amortiguar los impactos negativos que las nuevas condiciones generaban sobre los sectores más vulnerables de la estructura agraria [...] el sector respondió a las nuevas condiciones con una paradoja: mientras duplicó su producción y el volumen de las exportaciones (y modernizó su tecnología y equipamiento), sufrió a la vez un muy acelerado proceso de concentración y exclusión en la estructura social agraria. De ese modo afectó a pequeños y medianos productores y a los trabajadores del sector en general [...]. (2005, 9-10)

En el conjunto nacional, entre 1988 y el 2002 (INDEC 1988, 2002) se dio una reducción del 20% en la cantidad de explotaciones agropecuarias —en adelante EAP—, lo que puede indicar que dicha concentración fue más marcada en ciertas provincias pampeanas. Como puede apreciarse en la tabla 1, en esta región las provincias más afectadas fueron San Luis, Córdoba y Buenos Aires (-38,28%, -35,75% y -32,32%, respectivamente). Si bien la superficie de las explotaciones se mantuvo prácticamente constante, el tamaño promedio de los establecimientos se incrementó en un 38% en el período intercensal 1988-2002 (de 421 a 581 has). Tal como expresa Giberti:

La Argentina, caracterizada por una clase media agraria casi inexistente en el resto de América Latina, ha sufrido acentuada merma de explotaciones medianas y pequeñas. Entre 1988 y 2002 desaparecieron en promedio unas 20 explotaciones por día, casi todas de tales estratos. Tan abultada cifra no obedece al esperable aumento de tamaño que la tecnificación exige a las explotaciones medianas, sino a que la gran empresa avanzó insanamente sobre las demás [...]. (2003b, 106)

Procurando dar un nombre a dicho proceso, en el cual se incluyan las características de lo vivenciado en los territorios rurales, se hace un acercamiento a Santos y a Elias. Santos, según Elias (2006), define esta dinámica como agricultura científica:

[...] podemos falar de uma agricultura científica globalizada quando a produção agrícola tem uma referência planetária, e recebe influência das mesmas leis que regem os outros aspectos da produção económica [...]. Especialmente exigente de ciência, técnica e informação, esta induz ao aumento exponencial das quantidades produzidas em relação às superfícies plantadas [...]. (Elias 2006, 2)

Desde Argentina, el geógrafo Reboratti indica que:

Aunque todavía queda mucho por analizar, se podría arriesgar que el nuevo contexto tiene que ver con lo que en términos muy generales podríamos llamar una "nueva ruralidad": un cambio objetivo en las condiciones del campo que se manifiesta no solo en la aparición de nuevas condiciones sociales, tecnológicas, económicas y territoriales, sino también en una profunda modificación de la relación entre el campo y la ciudad, que tiende a disminuir y relativizar sus diferencias, tan marcadamente dicotómicas hace unos años. (Reboratti 2008, 16)

El resultado es una importante metamorfosis y crecimiento de las áreas urbanas próximas a la producción agrícola moderna, concentración de la tierra y pérdida de población rural dispersa.

Como puede observarse en la tabla 2, entre 1947 y el 2001, el volumen de población rural en Argentina muestra un decrecimiento sustancial, vinculado con el constante proceso de urbanización, que se potenció durante la sustitución de importaciones.

De esta manera, como queda reflejado en el trabajo de Velázquez (2008), la proporción de población urbana era en 1947 de 62%, en 1960 de 72%, en 1970 de 79%, en 1980 de 83%, en 1991 de 88% y en el 2001 fue del 90%, valores que marcan un incremento del 28% entre 1947 y el 2001 en la cantidad de población que habita espacios urbanos. En este crecimiento ha participado la población rural que abandona dicho territorio, el arribo de migrantes y el crecimiento natural.

Benítez plantea que hacia 1991 un total de 430 localidades rurales deberían ser consideradas poblados en vías de desaparición, valor que, hacia el 2001, según la misma autora, asciende a 602 pueblos:

En la República Argentina existen 602 pueblos de menos de 2.000 habitantes que están en riesgo de desaparecer, 124 que prácticamente no han crecido en los últimos 10 años y 90 que ya no figuran en el último censo 2001. (Benítez 2009, 82)

Estamos hablando de unos 600 pueblos donde vive medio millón de personas. La mayoría de esos pueblos fueron víctimas de los cambios brutales de condiciones económicas del país, otros comenzaron a perecer con el cierre de ramales de ferrocarril, el deterioro de infraestructuras viales o la desaparición de servicios educativos. (Benítez citada por Corradini 2008)

Para Benítez estos poblados representan a la Argentina que desaparece. Efectivamente, tal como lo señalan Murmis y Feldman (2006), la decadencia y hasta la desaparición de pueblos es una realidad en nuestro país, así como también en otros países. No obstante, lo central no es pretender que todos los pueblos rurales crezcan o desaparezcan, sino comprender la dinámica diferencial de las localidades rurales que hace que finalmente pueda observarse su función en el proceso de complementariedad a partir de analizar un crecimiento conjunto. Por tanto, los autores analizan las proporciones de población rural dispersa y agrupada y, con cifras indiscutibles, revelan que mientras que la población rural total disminuye, la agrupada en poblados de menos de 2.000 habitantes crece, mostrándolo en distintos niveles (tabla 3).

Por su parte, Ratier (2003) concluye que, conjuntamente con la desaparición de los pueblos, existen formas de persistencia o resistencia a través de lo que denomina revitalización de la tradición, con la puesta en marcha de estrategias de supervivencia y adaptación a las crisis, lo que les permite lograr espacios de reafirmación identitaria, ciertos nichos económicos asociados, por ejemplo, al turismo rural, la recreación y el ocio desarrollados en entornos rurales.

Al respecto Craviotti, indica que en Argentina estudios recientes dan cuenta

[...] de fenómenos de migración urbano-rural y/o constitución de nuevos agentes en la producción agropecuaria, que pueden resultar acotados frente a procesos estructurales de mayor intensidad, como la persistente tendencia a la disminución de la población rural o a la concentración de la producción agraria. Sin embargo, resultan importantes en términos cualitativos, ya sea porque aluden a un cambio en la composición social de algunas áreas rurales o porque indican nuevas demandas sobre la actividad agraria y el medio rural, vinculadas entre otras al acceso a los otros "bienes" que este puede ofrecer, tales como la tranquilidad, el contacto con la naturaleza y un ambiente menos contaminado [...]. (2005a, 50)

Acercando aún más la lupa, el sudeste de la provincia de Buenos Aires (figura 1) marca, desde el análisis de las fuentes censales, una dinámica acorde a lo observado en párrafos anteriores.

Tomando como punto de inicio el registro censal de 1980, los partidos del sudeste pampeano muestran una constante disminución porcentual de la población rural (tabla 4); hecho vinculado con la inclusión de tecnologías, la búsqueda de mejores condiciones de vida —especialmente las referidas a educación y salud— y la mejora en los medios de transporte y comunicación, que posibilita a los productores poseer su residencia familiar en el "pueblo" y trasladarse cotidianamente a trabajar en las unidades productivas rurales.

No obstante, al distinguir dentro del conjunto de la población rural a la población rural agrupada y a la población rural dispersa, deben realizarse una serie de consideraciones (tabla 5).

Del análisis pormenorizado de lo observado en la sistematización de datos de la tabla 5, se desprende que en líneas generales se ha dado un crecimiento de la población rural agrupada en localidades de hasta 2.000 habitantes; relacionado con ello, ha sido persistente el decrecimiento de la población rural dispersa.

En este proceso de incremento de un grupo poblacional y decrecimiento del otro, la movilidad territorial de la población es una categoría central, ya que funciona como explicativa de los cambios de residencia de uno y otro grupo. En tal sentido, las causas particulares de movilidad de la población dispersa deben asociarse con la posibilidad de hacer más rápidos y fluidos los contactos entre las EAP en las que se desarrolla el trabajo productivo y el espacio de residencia ubicado en áreas de población agrupada; proceso que se ha visto acelerado por las mejoras operadas en las vías de comunicación. A esta cuestión debe sumarse el acceso al sistema educativo y de salud, pues dependiendo, por ejemplo, de la edad de los hijos de los productores estos deciden, tal vez de manera temporaria, modificar su residencia base hasta que los hijos cumplan con el ciclo de formación educativa. En otros casos, el incremento de la población agrupada responde a causas estructurales más profundas, básicamente a la imposibilidad de muchos productores de continuar trabajando la explotación, considerando en tal caso la estrategia de arrendamiento de las unidades de producción, convirtiéndolos en rentistas2.

Por tomar un ejemplo y procurando realizar un acercamiento un poco mayor al proceso en análisis, se hará énfasis en uno de los partidos del sudeste: Tres Arroyos, el cual evidencia una interesante dinámica, tal como se observa en el tabla 5, con un notorio incremento de la proporción de la población rural agrupada, en detrimento de la población rural dispersa. Tres Arroyos es un partido entendido, según Balsa (2006), como arquetípico en el conjunto del área sur de la provincia de Buenos Aires, ya que tradicionalmente se le ha considerado como caso representativo de la zona sur de esta provincia, pues su perfil productivo y su estructura agraria le confieren características distintivas.

Tres Arroyos: un caso, un ejemplo

Características de emplazamiento

El partido de Tres Arroyos, ubicado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, posee una superficie de 596.288 has, y limita hacia el este con el partido de San Cayetano, hacia el norte con los partidos de Adolfo Gonzáles Chaves y Coronel Pringles, hacia el oeste con el partido de Coronel Dorrego y hacia el sur con el océano Atlántico. Fue fundado el 24 de abril de 1884 por orden del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dardo Rocha. La ciudad homónima debe su denominación al hecho de estar ubicada en proximidad de los arroyos Orellano, Del Medio y Seco. Hacia 1886, tal como se anuncia en el portal de la Municipalidad de Tres Arroyos, el gobernador Carlos D’Amico autorizó al Ferrocarril del Sud prolongar sus servicios de transporte de pasajeros y carga, permitiendo comunicar a la ciudad y al partido con Juárez, Lobería y Bahía Blanca. El arribo del tren fue de gran significación, tanto en lo demográfico como en la posibilidad de comercialización de los productos y en la fundación de otras estaciones del ferrocarril, que luego conformarían pequeños aglomerados, los cuales tendrían diversa suerte con el transcurrir de los años (figura 2).

    Componentes demográficos

Tres Arroyos es un partido que, según los últimos recuentos censales, concentró hacia el 2001 56.734 habitantes, de los cuales 47.782 residían en áreas urbanas, es decir el 84%; por su parte 4.856 (9%) personas se identificaron como población rural agrupada y 4.096 (7%) como población rural dispersa.

La estructura de la población residente en el partido de Tres Arroyos, de acuerdo a su composición por sexo, manifiesta un predominio del sexo femenino (52% de mujeres y 48% de varones). No obstante, la mayoría de las localidades interiores y zonas rurales, debido al tipo de actividades que allí se desarrollan, poseen una alta razón de hombres sobre mujeres: por cada 100 mujeres hay 112 hombres (una razón de 1,12); en contraposición, la razón en la ciudad es de 0,9, en línea con el valor general del partido, que es de 0,93.

En cuanto a las edades, la estructura expresa rasgos de envejecimiento, dado que el grupo de población con 65 años y más alcanza el 14,97% del total. Debe recordarse, como señala Sagua (2008, 372), que el criterio establecido para definir una población joven, madura o envejecida corresponde a la incidencia del grupo de 65 años y más; sería joven la población si esta proporción no superara el 5%, madura si ronda entre un 5% y un 7,9%, y estaría envejecida con valores que sean iguales o superiores al 8,0%.

Al construir la matriz migratoria para el partido, sostenida en datos del censo del 2001, es posible mostrar la procedencia de la población. En tal sentido, el 98,13% de la población, para el 2001, puede ser definida como no migrante; el 1,84% son migrantes antiguos o de toda la vida3, pudiéndose certificar dentro de este grupo que el 40% procede del resto de América (especialmente de Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay), el 59% del continente europeo (especialmente de Italia y España, seguidos por población nacida en Países Bajos y Dinamarca), y el 1% del continente asiático. En proporciones muy bajas, pero presentes, se encuentran los migrantes de retorno, con un 0,02%, y los migrantes recientes (aquellos que han arribado en los últimos cinco años), con un valor de 0,01%.

En este último sentido, es interesante referir que el relevamiento censal del 2001 recabó información sobre dónde vivían los censados cinco años antes del 2001, dando cuenta de los movimientos migratorios. El 85,7% vivía en el partido, el 5,5% vivía en otra localidad de la provincia de Buenos Aires, mientras que el 1,1% vivía en otra provincia, el 0,1% vivía en otro país y el 7,5% no había nacido.

En relación con las categorías ocupacionales de la población del partido, la mayor proporción se encontraba empleada como obreros del sector privado (46,24%), seguidos por los trabajadores por cuenta propia (23,28%), obreros del sector público (15,36%), patrones (11,16%), trabajadores familiares sin sueldo (2,33%) y trabajadores familiares con sueldo (1,63%).

En términos generales, tal como puede observarse en la tabla 6, la ciudad cabecera del partido presenta una dinámica de signo positivo con respecto al crecimiento demográfico; situación que es acompañada por una serie de localidades menores (algunas con crecimiento, otras con decrecimiento) que concentran menos de 2.000 habitantes, límite establecido por el INDEC para distinguir lo urbano de lo rural en Argentina, como se explicó antes.

La figura 3 demuestra a nivel de las localidades la evolución de la población entre 1991 y el 2001, pudiendo agrupar los comportamientos en tres posibilidades: aquellas localidades con signos positivos, vinculadas al arribo de población (Tres Arroyos, Reta, Copetonas, Balneario Orense y Claromecó); las de signo negativo, con pérdida de población a lo largo del último período intercensal (Micaela Cascallares, San Francisco de Bellocq y Orense), y un conjunto de localidades estancadas con leve descenso (Villa Rodríguez [Estación Barrow] y San Mayol).

Además de establecer cuántos son y cuál es la estructura y composición de la población, es interesante construir una visión modelizada de su ubicación en el territorio; en tal sentido, la figura 4 es una representación de la distribución territorial de la población a nivel distrital referida al tamaño poblacional de las localidades.

El panorama territorial por grupos de asentamientos —según los totales poblacionales— permite reconocer:

  1. localidades con menos de 500 habitantes: Reta, Balneario Orense, Lin Calel, San Mayol y Villa Rodriguez.
  2. localidades entre 501 y 1.000 habitantes: M. Casca-llares y San Francisco de Bellocq.
  3. localidades con entre 1.001 y 1.500: Copetonas.
  4. localidades entre 1.501 y 2.000 habitantes: Claromecó.
  5. localidades entre 2.001 y 2.500 habitantes: Orense.
  6. localidades con más de 2.501 habitantes: Tres Arroyos.

Sumado a la caracterización hasta aquí planteada, es posible reconstruir a partir del análisis y sistematización de los datos provenientes del censo del 2001 el modo de asentamiento, identificando a nivel territorial aquellas categorías que el INDEC define como urbanas, rurales agrupadas o rurales dispersas (figura 5).

    Perfil productivo

La principal actividad económica del partido de Tres Arroyos es la producción agrícola. Desde sus orígenes se destaca por la obtención de trigo, cultivo al que se van incorporando luego el girasol, la cebada cervecera, el maíz y la soja. Conjuntamente con la agricultura —aunque en menor nivel— debe mencionarse la presencia de la producción ganadera y de la actividad industrial, especialmente la relacionada con labores agroindustriales. Según las estadísticas publicadas por la Dirección Provincial de Estadísticas, el producto bruto geográfico —en adelante, PBG—4 en el 2003 para el sector de la agricultura, ganadería, caza y silvicultura estaba representado por el mayor valor (2,3%), seguido por el sector de transportes (0,7%).

Desde este perfil productivo primario, es notable señalar, según el Censo Nacional Agropecuario del 2002, que el partido contaba con un total de 692 EAP, donde la mayoría de las unidades de producción se concentraban en el estrato de las 200 a las 1.000 has, y la mayor proporción de hectáreas correspondía al estrato que va de 1.000 a 2.500 has (tabla 7). Sin dejar de reflejar en la comparación entre 1988 y 2002 los mismos procesos que se ven para la República Argentina en su conjunto y para el sudeste de la provincia, Román y Gonzáles (2006) establecen que la cantidad de EAP se redujeron a nivel de partido en un 34%, con un incremento en la superficie media de las unidades, que pasó de 534 has a 761 has, pudiendo agregar que el modo de tenencia de la tierra también se vio modificado, ya que "[...] disminuyó la proporción de la superficie trabajada en forma exclusiva en propiedad [...] [y] aumentó significativamente la proporción de las explotaciones que combinan propiedad con distintas formas de toma de tierras (arrendamiento, aparcería y contratos accidentales) [...]" (Román y Gonzáles 2006, 43).

Históricamente el partido es reconocido en la literatura como polo agrícola, como ya se dijo, especialmente triguero, situación que se sostiene, según información procesada proveniente del Anuario 2009 de la Dirección Provincial de Estadísticas. No obstante, es notable, a pesar de su centralidad, el marcado descenso que habría tenido a partir de las campañas 2006-2007, cuando se incrementó la producción de maíz y girasol (figura 6).

En el periodo intercensal 1988-2002, según el Censo Agropecuario, se advierte un aumento en la superficie destinada a cereales (14,9%), especialmente trigo (27,3%) y maíz (50,4%); y oleaginosas (24,2%), fundamentalmente soja (31,64%).

Debe mencionarse también el aporte al PBG generado por la ganadería. Según datos consignados en el sitio web del municipio, el partido cuenta con 248.000 cabezas de ganado bovino. No obstante, la superficie destinada a la agricultura gana tierras a la ganadería bovina y ovina, (-9,7% en el número de cabezas de bovinos y -81,4% en el número de cabezas de ovinos, 1988-2002).

Dentro del proceso de producción, referir a los tipos de labranza permite ejemplificar tanto la permanencia de formas convencionales como los porcentajes de inclusión de algunas de las nuevas modalidades de laboreo de la tierra. En el área de estudio existe un predominio de la labranza convencional (aquella que invierte la capa superficial del suelo total o parcialmente: puede hacerse mediante reja y vertedera o disco); en el caso de Tres Arroyos, el 37% de las EAP, utilizan disco y el 20% utiliza reja y vertedera. Las formas de laboreo que pueden ser definidas como menos degradantes del recurso suelo se denominan: labranza mínima (consiste en el laboreo superficial del suelo con rastra de disco), labranza vertical (con cincel; es la que remueve el suelo sin invertir el pan de tierra) y labranza cero (es la práctica de sembrar sin un laboreo previo del suelo), las cuales se han ido extendiendo, asociadas especialmente a la siembra de soja. Para el caso de Tres Arroyos, en las EAP se encuentra un 5% de labranza mínima, un 22% de labranza vertical y un 16% de labranza cero. Estos procesos dan pistas o evidencias de la implantación de una agricultura científica, dado que "[...] las áreas donde la agricultura científica globalizada se instala, verifican una importante demanda de bienes científicos (semillas, insecticidas, fertilizantes) y también de asistencia técnica [...]" (Santos 2004, 89).

También es de destacar el desarrollo de la industria, especialmente de la metalmecánica y la alimenticia, la primera directamente ligada con la venta de maquinarias a los productores agropecuarios, así como también con la generación de infraestructura rural (silos, galpones), y la segunda asociada con la transformación de materias primas:

Existen en Tres Arroyos 52 pequeñas y medianas industrias metalmecánicas que producen maquinarias e implementos agrícolas, y productos para el procesado, almacenamiento y transporte de granos. También existen 22 empresas que elaboran alimentos a base de cereales y carnes producidos en este distrito de Tres Arroyos y en los distritos vecinos, lo que agrega un alto valor a la producción primaria regional. Es muy importante la participación relativa del comercio y los servicios, que complementan al sector primario e industrial en la economía local. El comercio mayorista y minorista se relaciona con las actividades productivas descritas, además del abastecimiento de la población en bienes de consumo. Con respecto a los servicios, adquieren un gran desarrollo los relacionados al comercio de granos: el sector transporte, limpieza, clasificación y almacenamiento de granos. Asimismo, en Tres Arroyos hay 10 bancos y dos compañías de seguros [...]. (Parque Industrial Tres Arroyos s.f.)

En el procesamiento y elaboración de los productos primarios desempeña un papel central el Parque Industrial Tres Arroyos, el cual opera desde mayo de 1975, aunque logró una gran vitalidad hacia la década de los noventa; tiene 132 has de extensión y 205 parcelas, que albergan 46 empresas.

    Dinámica económica y formas de asentamiento

En estrecha vinculación con las formas de asentamiento y, por tanto, de apropiación del territorio deben mencionarse las actividades económicas presentes en el partido en estudio, cometido que es posible de abordar al analizar la dinámica de las ramas de actividad (figura 7). Como es de esperar, el sector primario concentra las mayores proporciones, aunque no es desestimable el papel del sector terciario y secundario, especialmente en cercanías de los grandes centros, los cuales dan indicios con respecto a la dinámica del partido, de los flujos de circulación y del tipo de prestaciones.

Considerando el partido en su conjunto, es posible establecer cierto equilibrio entre la población dedicada a labores primarias (41,89%) y terciarias (44,46%), seguida con porcentajes menores por habitantes dedicados a labores secundarias (12,07%). No obstante, al indagar en profundidad el comportamiento de las ramas de actividad al nivel de los radios censales que establece el INDEC se reconocen contrastes territoriales que demuestran la necesaria dispersión de las labores primarias y la concentración de las secundarias y terciarias, más próximas al ejido urbano de Tres Arroyos y en ciertas localidades menores del partido. Este resultado se obtiene al considerar aquellos valores que se encuentran por encima de las medias respectivas. Este análisis se basa en la aplicación de la técnica denominada pirámide triaxial, la cual está representada en la figura 7 y denota el dominio de las actividades primarias directamente asociadas con los radios de población rural dispersa. Es también de interés hacer referencia a la asociación existente entre actividades primarias-secundarias y actividades primarias-terciarias, lo que expresa el vínculo entre los sectores de la economía local y los flujos de intercambio, haciendo posible afirmar que nos encontramos frente a un núcleo productivo primario que posee como centro tomador de decisión a Tres Arroyos. Se puede arriesgar entonces la posibilidad de concebir, en palabras de Santos y Silveira (2001), a Tres Arroyos como una "ciudad del campo", que da respuestas a las necesidades de la producción primaria que la circunda; dicha producción influye directamente sobre las decisiones de los agentes urbanos, sobre las industrias y los servicios que se instalan. Consecuentemente, quienes residen en la ciudad de modo más o menos directo también tendrán vinculación con la actividad agropecuaria:

Esas nuevas relaciones ciudad-campo no deben ser pensadas como de dependencia o de única mano, ya que no es solamente la ciudad que irradia el conocimiento, la racionalidad o los comportamientos para el campo, más es el campo que en función de sus demandas determina algunos procesos en la ciudad. (Sobarzo 2006, 56)

Por tanto, la complementariedad rural urbana se resume en lo que explica Silveira como aquel "[...] acontecer complementario que crea las nuevas relaciones entre la ciudad y el campo y ciertas relaciones interurbanas, orientadas por las demandas de una producción y circulación modernas y territorialmente próximas [...]" (Silveira 2006, 14).

Con cada avance en la modernización de los procesos de producción acaecidos en el espacio rural, las ciudades próximas serán responsables de suministrar en esa espiral demandante nuevos productos y servicios, lo que redundará en urbanización, aumento en el tamaño de las ciudades y migraciones descendentes5.

Reflexión final

Finalizado el recorrido bibliográfico, el tratamiento de los datos empíricos y el análisis de diversas fuentes, en este punto es posible adelantar frente a la definición ampliada de lo rural (Banco Mundial 2007) o de aglomerados menores a 50.000 habitantes (Vapñarsky y Gorojovsky 1990), cuyo límite se establece en función de la concentración poblacional, que Tres Arroyos cumple con dicha condición, a lo que debe sumársele su función, tanto en lo productivo primario como en el procesamiento de dichas materias primas, y en la prestación de servicios al desarrollo del sector agrícola-ganadero y de las agroindustrias, en un estrecho vínculo rural-urbano que da sentido a su desarrollo.

El partido interior ha sido forjado en su devenir histórico por la labranza de la tierra y por la férrea esperanza de los inmigrantes de diversas colectividades que allí se afincaron. Es ciudad pequeña, pueblo de campaña, ciudad que en su trama y estructura productiva puede ser definida como típica o tradicional, escenario de la complementariedad rural-urbana, que no solo es patrimonio de este lugar sino que permite comprender, observar y analizar procesos en una escala micro que responden a procesos macro.

La dinámica observada pone de manifiesto la necesidad de enfocar el interés sobre los cambios sucedidos, especialmente en ciertas regiones, y sobre los desplazamientos desde y hacia los poblados pequeños y el hábitat rural disperso. Esta movilidad tiene su origen en la modernización de los procesos productivos, la incorporación de innovaciones tecnológicas, la mejora en las posibilidades de comunicación y transporte, y en los cambios que afectan a los sectores rurales más tradicionales.

En este contexto, centros como Tres Arroyos se tornaron a lo largo de su devenir indispensables para reparar maquinarias y comprarlas, adquirir insumos, encontrar asesoramiento, servicios bancarios, compañías de seguros, y para agregar valor a las materias primas mediante su procesamiento. En palabras de Albaladejo (2006, 37), estos centros urbanos han sido los grandes beneficiarios de la modernización, y se desarrollaron a expensas de otros focos de la vida agraria de antaño, como los parajes, y también del campo, en el sentido de campo profundo, donde reside la población dispersa. Pueblos que, tal como señalan Bidaseca y Gras (2008), han ido desarrollándose, albergando una trama social crecientemente diversificada, reflejando no solo el emplazamiento de servicios (educativos, comerciales, financieros y de esparcimiento) sino también de industrias (molinos, fábricas de alimentos, fábricas de infrestructura rural y maquinarias).

Por tanto, localidades interiores como Tres Arroyos, entre otras, arrastradas por el avance de la agricultura moderna se comportan como un núcleo dinámico; lugar donde las verticalidades impactan beneficiando a unos, y perjudicando y empujando a otros. Esta puja entre ganadores y perdedores deja en evidencia que es en este tipo de asentamientos urbanos menores en donde finalmente se da la "regulación de las transformaciones que ocurren en el campo moderno" (Elias 2005, 4480).


Pie de página

1Hacia fines de los años sesenta del siglo XX es posible identificar la instauración de un modelo de crecimiento agropecuario fuertemente basado en la incorporación de ciencia, tecnología e información, para aumentar y mejorar la producción y la productividad agropecuaria, el cual trajo aparejado, conjuntamente, transformaciones sociales y socioespaciales, proceso que autores como Milton Santos (2004) y Denise Elias (2005) definen como agricultura científica.
2Propietarios que ceden en arrendamiento sus campos.
3Migrantes antiguos o "de toda la vida" son personas cuyos lugares de residencia habitual coinciden con el lugar de residencia cinco años antes, pero que difieren de sus lugares de nacimiento (Lucero et ál. 2011, 14).
4"El [...] PBG de una jurisdicción refleja la actividad económica de las unidades productivas residentes en ella, siendo igual a la suma de los valores agregados por dichas unidades productivas. Desde el punto de vista contable, el PBG es la agregación de los saldos de la cuenta de producción de las distintas ramas de actividad" (Ministerio de Economía 2003).
5Cfr. Elias 2005.


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