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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

versión impresa ISSN 0121-215Xversión On-line ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.23 no.1 Bogotá ene./jun. 2014

https://doi.org/10.15446/rcdg.v23n1.41088 

http://dx.doi.org/10.15446/rcdg.v23n1.41088

Identidades ambientales, un caso comparativo entre el Trapecio amazónico y el Archipiélago de San Andrés

Identidades ambientais, um caso comparativo entre o Trapézio amazônico e o Arquipélago de San Andrés

Environmental Identities: A Comparative Case Study of the Colombian Amazon region and the Archipelago of San Andrés

Pablo De La Cruz*
Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, Leticia - Colombia

*Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador sobre identidad y medio ambiente. Actualmente trabaja en la Amazonia colombiana con el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi (Leticia, Colombia).
Dirección postal: calle 147 n.° 7C-65, int. 7. Bogotá, Colombia.
Correo electrónico: pedelacruzn@gmail.com

RECIBIDO: 8 DE OCTUBRE DEL 2012. ACEPTADO: 3 DE MARZO DEL 2013.
Artículo de reflexión sobre los procesos históricos en el Trapecio amazónico y el Archipiélago de San Andrés en el que se muestran afinidades históricas en la construcción de una identidad ambiental.


Resumen

A partir de la definición de identidad ambiental, el artículo compara los procesos de transformación identitaria que han tenido lugar en el Trapecio amazónico colombiano y en el Archipiélago de San Andrés, por cuanto son dos casos de redefinición histórica de la etnicidad con referencia al medio geográfico, al encuentro con la colombianidad, a la agudización del discurso y a las tensiones que los capitales y los agentes institucionales generan en torno a lo tradicional. Se analiza el creciente turismo, la influencia de las agencias de cooperación y sus efectos en el desplazamiento de lo sagrado hacia una "cultura teatral".

Palabras clave: aislamiento, Archipiélago de San Andrés, cultura, cultura teatral, etnicidad, identidad ambiental, Trapecio amazónico.


Resumo

A partir da definição de identidade ambiental, o artigo compara os processos de transformação identitária que vêm ganhando lugar no Trapézio amazônico colombiano e no Arquipélago de San Andrés, por serem dois casos de redefinição histórica da etnicidade com referência ao meio geográfico, ao encontro com a colombianidade, à agudização do discurso e às tensões que os capitais e os agentes institucionais ao redor do tradicional. Analisa-se o crescente turismo, a influência das agências de cooperação e seus efeitos no deslocamento do sagrado a uma "cultura teatral".

Palavras-chave: isolamento, Arquipélago de San Andrés, cultura, cultura teatral, etnicidade, identidade ambiental, Trapézio amazônico.


Abstract

The article compares the processes of identity transformation in the Colombian Amazon region and the Archipelago of San Andrés on the basis of the definition of environmental identity. These two cases illustrate the historical redefinition of ethnicity with respect to geographical environment, the encounter with what it means to be Colombian, the intensification of discourse, and the tensions generated by the financial capital and the institutional agents around the traditions. The paper also discusses the growth of tourism, the influence of cooperation agencies, and their effects on the shift from the sacred toward a "theatrical culture".

Keywords: isolation, Archipelago of San Andrés, culture, theatrical culture, ethnicity, environmental identity, Colombian Amazon region.


Introducción

En este artículo se propone hacer una reflexión comparativa entre los procesos de transformación identitaria y su relación con el entorno natural de dos grupos disimiles en cuanto a sus condiciones territoriales, pero con interesantísimas similitudes. Prestaremos atención al Archipiélago de San Andrés y el territorio correspondiente al Trapecio amazónico. Este escrito se logra gracias a la experiencia de trabajo con la Universidad Nacional - sede Caribe (2005), y con el Instituto Sinchi (2009 a 2012).

Estructuración política y ambiental

A primera vista, el Trapecio amazónico y el Archipiélago de San Andrés parecen no tener mucho en común, salvo que pertenecen a un mismo país: Colombia. Pero si se analiza más detenidamente, pueden encontrarse interesantes afinidades históricas relacionadas con sus procesos de construcción de identidad ambiental en las que se entiende esta como una toma de conciencia hacia una serie de reivindicaciones políticas y morales aceptadas como "justas", en torno al derecho de las "minorías étnicas" por apropiarse e interpretar su entorno inmediato y definir la relación entre el medio natural y su cultura. Quizá por ser los dos extremos del territorio colombiano más alejados entre sí, lo mismo que del poder central, han sido regiones de construcciones identitarias propias, con características notablemente diferentes a la mayoría de la nación respecto del idioma, las costumbres, las creencias, la dieta, etc.

Por supuesto, todo esto tiene matices, y no solo eso, sino diferentes dimensiones. Las comunidades indígenas y raizales no solo se han hecho portadoras de una identidad bastante definida y diferenciable de la cultura mestiza andina o costera, sino que también comparten su vida con colonos, militares, policías, viajeros y turistas. La migración y el continuo flujo de visitantes obedece a un proceso histórico de colonización, que tiene diferentes fases y ha sido favorecido por políticas internas del gobierno, que han tratado de generar capitales populosas en las fronteras como una estrategia de soberanía.

Estos territorios han sido también escenarios de disputas limítrofes y, a diferencia de otras fronteras, son los únicos dos casos exitosos en que el Estado colombiano conservo su soberanía, puesto que en el Caribe perdió territorio marítimo y terrestre con Venezuela, así como la soberanía sobre el istmo de Panamá; la soberanía sobre San Andrés la consiguió no solo por la decisión de los isleños, sino también tras un juego de influencias con Estados Unidos de por medio. Asimismo, en el 2012 el tribunal de La Haya le concedió a Nicaragua derechos marítimos, 200 millas náuticas desde sus costas, con lo que se redujo de manera significativa el mar territorial de Colombia.

Al sur, ante la falta de presencia colombiana en lo que en el papel se consideraba territorio nacional, la delimitación de la frontera amazónica estuvo marcada por el avance y oportunismo brasileño. Por su parte, la presencia peruana hacia la parte norte del río Putumayo y hasta el Caquetá se vio favorecida por los empresarios peruanos que explotaron el caucho, lo cual facilitó la avanzada del ejército peruano en 1932 y la posterior respuesta del ejército colombiano en 1934. Este conflicto constituye el principal hito histórico en la definición de una identidad nacional en el Trapecio.

Aunque tanto en el Trapecio como en el Archipiélago la gran mayoría de los pobladores se reconoce como colombiano o colombiana, el auto-reconocimiento identitario también se ve fuertemente influenciado por naciones vecinas, recurso que más de una vez ha sido empleado estratégicamente por los grupos étnicos para obtener reconocimiento y más atención por parte del Estado. No en vano en estos territorios han corrido fuertes rumores de separaciones y desconocimiento del poder central.

Bajo el contexto político y la historia económica de estas dos regiones subyace también un elemento estructurante que los define como territorios especiales: su geografía. Ambos son territorios rodeados de ricos ecosistemas. El mar Caribe es al Archipiélago, lo que la selva y los ríos son al Amazonas. A diferencia del habitante de la cordillera de cultura andina y agrarista, el nativo de estas dos regiones tiene a su alrededor la posibilidad de cazar o pescar. Y aunque la dependencia con respecto a los mercados es cada vez mayor, raizales e indígenas aún sostienen unas relaciones de unidad con el entorno (Asoaintam 2008; Guerrero 2005).

Para los ojos del foráneo, estas relaciones con el entorno se afianzan con la idea de una naturaleza salvaje. El mar y la selva son lo desconocido, territorios llenos de "demonios", lugares de respeto y de contemplación, en donde los espíritus protectores de la naturaleza viven y gobiernan. Son extremos paganos para la "santidad" centralista. Territorios que por más de cien años, desde la independencia, fueron vistos como inhóspitos, poblados por pueblos "salvajes" o, en el mejor de los casos, comunidades evangelizadas por "infieles protestantes".

Las crónicas de viajeros y exploradores reforzaron la imagen de una tierra lejana y difícil para la vida. Antes de que la aviación llegara a San Andrés, la travesía desde Cartagena estaba franqueada por el inmenso mar Caribe. Para llegar a Leticia, el viaje era aún más largo y las únicas opciones para llegar hasta este territorio eran entrar por la desembocadura del río Amazonas en Brasil o desde Puerto Asís en el río Putumayo. La selva es a la Amazonía, lo que el mar es al Caribe, la infinitud es imponente, no apta para todo el mundo, se requiere de valentía y destreza para la supervivencia.

Tanto el Trapecio amazónico como el Archipiélago de San Andrés pertenecen cada uno a una macro región de dimensiones continentales. La Amazonía suramericana, como el Caribe insular, traspasan fronteras de países y en su interior se tejen relaciones que permiten definir estos espacios como unidades geográficas con particularidades ecológicas y culturales comunes. Y aunque puede pensarse que las relaciones de insularidad (Ratter 2001) solo aplican para la región Caribe, la Amazonía suramericana también funciona como una agregación de "islas", salvo que, en vez de estar distanciadas por el mar, están separadas por la selva, y los ríos han sido la principal vía de comunicación entre sus núcleos urbanos.

A nivel del territorio nacional, la Amazonía es la región con el área terrestre más grande: 477.374 km2, lo que representa un 41,8% del área terrestre total del país y con tan solo el 5,71% del total de la Amazonía continental (Acosta M., García R. y Mendoza 2008). El Caribe insular es la región más pequeña con tan solo 44 km2 de área terrestre, pero lo que al Caribe le falta en tierra, lo tiene en área marítima con 589.160 km2, lo que corresponde a un 63% del área marítima nacional. A pesar de estas diferencias cuantitativas en el espacio agregativo, en los dos hay una relación de aislamiento de acuerdo con las principales ciudades del territorio nacional (Sandner 2003; Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi 2007). Esta sensación de aislamiento muchas veces ha sido suplida económica y culturalmente por otras metrópolis, como es el caso de Iquitos y Manaos en la Amazonía, y las ciudades del sur de Estados Unidos para San Andrés.

Identidades históricas

Mientras que las islas del Caribe americano fueron escenarios de un trasplante cultural que no llega ni a los cuatro siglos, las culturas indígenas de la Amazonía tienen en el territorio lo que América de ser poblado. Es difícil asegurar que las culturas indígenas en la Amazonía ocupan actualmente sus territorios de origen, pues se sabe de los desplazamientos que estos han tenido antes y después de la llegada de los españoles. Mientras que los tikuna, la etnia mayoritaria en el Trapecio, tuvieron que esperar a que los españoles acabaran militarmente con la tribu guerrera de los omagua para poder ocupar la ribera del río Amazonas (Rincón 2005), los colonos ingleses y las poblaciones africanas tomadas como esclavos se asentaron después de que las enfermedades y el temor exterminaran a los indígenas miskitos.

Desde la época de la conquista, las islas y la Amazonía han tenido que vérselas con visitas de conquistadores, aventureros, comerciantes y misioneros. A pesar de que desde antes de 1629 se conocía de la existencia de las islas por parte de navegantes, sólo hasta ese año se da la llegada de un grupo de puritanos ingleses a San Andrés. A mediados del siglo XVI, Orellana baja desde el río Napo hasta el río Amazonas. La cercanía con el continente europeo y los avances en navegación favorecieron que las islas se convirtieran en lugares de asaltos y colonización. La actividad de piratas y corsarios españoles, holandeses, franceses, comerciantes de las potencias europeas fue más intensa sobre el Caribe, mientras que la penetración del Amazonas fue siempre una tarea más premeditada, donde pocas veces ganaba el poderío militar, por lo que las misiones evangelizadoras demostraron más eficiencia.

A mediados del siglo XVIII, los españoles toman posesión de las islas, y a finales de este mismo siglo los indígenas de la Amazonía reciben las primeras visitas de buscadores de caucho. Durante el siglo XIX, mientras que la naciente nación colombiana se conformaba y se veía envuelta en sus contradicciones políticas y sociales, los territorios amazónicos y del Caribe insular fueron olvidados, pero no así por parte de otros países, que ya se asomaban con ínfulas imperialistas, como Brasil al sur o Estados Unidos al norte. Este periodo puede describirse, para estos territorios, como una época de aislamiento.

Ya en el siglo XX, los extremos del territorio colombiano fueron objeto de políticas del gobierno para su control, se convirtieron en teatros de abundante fuerza armada y en territorio de mitos sobre conspiraciones brasileñas, peruanas o nicaragüenses. La necesidad de dinamizar la economía hizo que se estableciera un régimen especial de aduanas para los puertos de San Andrés y Leticia, lo que generó un encuentro entre migrantes de diferentes caracteres, marcados por su región de origen: una mezcla genética blanca, indígena y negra. Raizales y "pañas" en las islas, indígenas y colonos en el Amazonas son los grupos culturales que marcarían la pauta en el proceso de transformación identitaria que empezó a vivirse desde la segunda mitad del siglo XX con el avance del mestizaje.

A San Andrés migraron en su mayoría comerciantes urbanos, que iban en busca de las ventajas que encontraban en las excepciones aduaneras de Puerto Libre que se instauraron desde 1954 durante la dictadura de Rojas Pinilla; al Amazonas migraron en su mayoría campesinos intrépidos, que en busca del sueño de poseer una porción de tierra, o un negocio propio, fueron empujados por sueños de "bonanza", como la de las caucherías, las pieles o la coca. Desde la década del ochenta el narcotráfico hizo de estos dos extremos del país importantes pivotes en la estructura económica del tráfico de drogas, y se valió de las destrezas de la población nativa en el dominio de la selva y el mar para la producción y transporte hacia otros países.

Actualmente, los nativos presentan notables diferencias y semejanzas en su relación con los pobladores llegados de otras regiones. El agudo conflicto entre la identidad raizal sanandresana y la continental, contrasta con las relaciones aparentemente más cordiales entre colonos e indígenas amazónicos. En ambos lados hay tensiones y luchas políticas. La migración descontrolada a las islas generó un desplazamiento de los raizales del norte hacia el sur de la isla, con lo que se abrió paso a la construcción de la ciudad. Actualmente, las tensiones entre raizales y pañas han llegado hasta el punto de proponer que se relocalice a mucha población venida del continente. Por su parte, muchos colonos que migraron al Amazonas, con el impulso patriótico de estar cumpliendo una misión de soberanía en un territorio inhóspito y difícil, también se hicieron dueños de extensas propiedades y negocios. Los valores de la colombianización representaron alteraciones ecológicas y paisajistas importantes en el ecosistema amazónico e insular, estos valores no solo se han mezclado con las cosmovisiones locales, sino que también han sido el caldo de cultivo de agudos conflictos interétnicos.

Los vínculos sociales y políticos entre una cultura mestiza (desblanqueada y desindigenizada), católica e hispanohablante, y las poblaciones de raizales sanandresanos e indígenas del Amazonas varían según las relaciones de producción entre un estamento y otro. Por ambos lados, se encuentran grupos sociales que vivieron en distinto grado la esclavización. Mientras que en la Amazonía los indígenas vivieron por miles de años por fuera del sistema colonial y no fueron tan abruptamente expulsados de su territorio, en las islas se encuentra una población de origen africano que padeció la esclavitud por parte de los ingleses y españoles. Aunque los indígenas también han vivido la esclavitud en las caucherías, las características del territorio amazónico permitieron que grupos considerables pudieran mantenerse a salvo del sistema extractivista y colonial empleado por la casa Arana.

Las luchas sociales por el reconocimiento y el territorio

Hoy en día, la importancia de estas dos regiones radica principalmente en su riqueza y diversidad de recursos naturales. Por un lado, las políticas económicas y ambientales del gobierno han visualizado estas regiones como áreas de conservación y, por otro, las han concebido como reserva de recursos forestales, combustibles, minerales y pesqueros. Esta situación las ha constituido como un objeto de políticas de conservación y explotación constantes, contradicción que ha tenido su efecto sobre la economía y cultura de sus habitantes.

Actualmente, la Amazonía colombiana es la región con mayor número de hectáreas entre resguardos y parques naturales, y el Archipiélago de San Andrés es reconocido como reserva Sea Flower de la Biósfera. Estas acciones conservacionistas, apoyadas por protocolos internacionales, son apenas recientes, pues históricamente los diferentes ciclos de la economía extractiva han sido la constante en la vida de los isleños y amazonenses. La entrada de grandes capitales e inversiones no se han traducido en inversiones locales ni en una mayor participación de la población local en la estructura económica.

La población isleña e indígena está en el meollo de una crisis existencial tras las continuas luchas por reconocimiento. En estos escenarios han tenido lugar procesos de construcción identitaria, que la Constitución Política de 1991 consagra como el derecho de los pueblos indígenas y comunidades negras a forjar su destino con respeto a las diferencias. Las voces de reclamos al Estado no se han hecho esperar: reivindicaciones territoriales, políticas, culturales son instrumentos de lucha que muchas veces se convierten en estrategias deliberadas con el objetivo de que se les preste atención y ofrezca mayores recursos a estas poblaciones.

El principal elemento de conflicto que ha enfrentado a las poblaciones locales con el poder central es el reconocimiento de su identidad. Si es entendida la identidad como los elementos culturales que definen a una población, tales como la lengua, la raza, y las creencias, puede verse que las comunidades indígenas y raizales detentan una lengua diferente al español conservando creencias propias, y, además, viven en territorios donde, a diferencia del resto del territorio nacional, la iglesia católica no es la más populosa, en los que tiene mayor presencia una diversidad de iglesias protestantes. Estos elementos han configurado culturas con un ethos y modos de actuar propios.

Pero la identidad, a la vez que se define como diferencia, también se reconfigura en un nuevo contexto. Los procesos actuales de recomposición y escisión identitaria (De La Cruz 2012) que han tenido lugar en el Archipiélago de San Andrés y en el Trapecio amazónico se caracterizan por una agudización del discurso que busca afanosamente crear una frontera entre lo propio y lo de afuera. Esta necesidad no solo nace como consecuencia de una asignación de mayores derechos contemplados por el Estado para las minorías, sino que también hace parte de un proceso interno fundamental de todo pueblo: la definición de los códigos culturales a partir de los cuales las comunidades deciden sobre su destino.

Estas redefiniciones de la identidad que se viven en estas regiones, también se erigen sobre una sociedad de mercado cada vez más invasiva. El discurso endogenista se vuelve muchas veces un instrumento para lograr puestos políticos o beneficios económicos. Gros y Ochoa definen esta etnicidad como:

[...] parte de la construcción de una identidad genérica que, lejos de reflejar un rechazo a la modernidad y un repliegue comunitario, se presentaría como un "recurso" accesible y fuertemente instrumentalizado, en pro de una integración en el corazón de las sociedades que recientemente han llegado a reconocer su carácter multiétnico y pluricultural[...]. (1998, 181)

El Trapecio amazónico y las islas son escenarios hoy en día de una creciente actividad turística. Este continuo contacto con personas que llegan de paso y quieren llevarse algún recuerdo de un lugar exótico ha tenido efectos importantes en la cultura local. Los nuevos modelos del desarrollo vienen favoreciendo en las comunidades alternativas económicas en donde que lo cultural representa un mayor valor agregado: las artesanías, el ecoturismo, la música, el baile tradicional, la comida típica, entre otros, son algunos de los renglones que se estimulan. Estas actividades, a pesar de constituir importantes alternativas para el desarrollo propio y para tener una menor dependencia con respecto al mercado como mano de obra, traen contradicciones en el interior de las comunidades, y conllevan el enfrentamiento de la necesidad de mostrar y vender una cultura con la necesidad de vivirla sin una búsqueda de dinero a cambio; este proceso puede entenderse como el paso de una cultura vivida hacia una cultura teatral.

Vale la pena resaltar que en estos escenarios, donde la "cultura teatral" se viene abriendo paso, es también fuerte la presencia de proyectos promovidos por agencias internacionales. Los actores institucionales, en su afán de buscar alternativas productivas para las poblaciones locales y proteger los sistemas tradicionales de producción, dan pie a una especie de fosilización discursiva de la cultura. Llama la atención cómo el concepto monolítico de cultura se reproduce bajo la mirada de los proyectos de las organizaciones ambientalistas, académicas y ONG. La identidad como un campo cerrado y claramente diferenciado de lo otro ha hecho de la memoria un discurso que se predica con nostalgia e idealidad, pero que muchas veces no se practica en la vida cotidiana, de manera que se convierte en un concepto fosilizado de cultura, que se gesta en las fronteras del poder político e ideológico.

A pesar de las muchas corrientes que tratan de redefinir lo "identitario", esta noción sigue siendo algo que se asocia más al indio, al raizal, al aborigen. En la mente de muchos turistas que visitan estas regiones, la identidad no es más que un espectáculo que se consume erosionando la sacralidad del ritual y remplazándolo por un acto teatral. En las comunidades indígenas y raizales, los procesos de construcción identitaria se han visto fuertemente influenciadas por esta apreciación de cultura fosilizada y mercantilizada, con lo que se ha desplazado el real poder simbólico de la tradición.

Algunos fenómenos tan aplastantes, como la expansión de la sociedad de consumo, no pueden ser tampoco motivo de creer que el final de las comunidades de San Andrés y el Trapecio es el remplazo de un sistema cultural tradicional, sagrado, propio, por otro moderno, desespiritualizado e impostado. Afortunadamente la historia no es nunca lineal y siempre sorprende con respuestas inesperadas. La identidad no es un concepto abstracto que nace de la nada, sino algo vivido por las personas y las comunidades. Como todo ser vivo, puede cambiar, mutar y adaptarse a nuevas circunstancias.

Los sanandresanos y amazonenses, sean indígenas, raizales, mestizo o blancos, a diferencia de otros tiempos en que imperaba un esencialismo antropológico, maniatado y poco realista, que hablaba de su vida como si fueran estereotipos, cuentan hoy con el privilegio de reconocerse y aceptarse como "son". Muchos que hemos tenido la oportunidad de vivir en estos territorios podemos aseverar que son regiones más cosmopolitas y abiertas que las mismas metrópolis que los sujetan económica y culturalmente. Para toda identidad siempre llega la oportunidad histórica de mirarse a sí misma, pero lo más importante es que no existe identidad sin voluntad, y solo cuando se entiende esto como una decisión, y no como una imposición, el presente está a favor y no en contra de su destino.


Referencias

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