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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

versión impresa ISSN 0121-215Xversión On-line ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.24 no.1 Bogotá ene./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/rcdg.v24n1.43061 

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/rcdg.v24n1.43061

La configuración histórica del Gran Buenos Aires: transformaciones y debates en torno al objeto*

A configuração histórica da Grande Buenos Aires: transformações e debates sobre o objeto

The Historical Formation of Greater Buenos Aires: Transformations and Debates Regarding the Territory

Ana Helena Gómez Pintus**
Universidad Nacional de La Plata (CONICET), Buenos Aires – Argentina

*Esta investigación fue financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

**Arquitecta de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina. Magíster en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), Argentina, y Doctora en Arquitectura de la UNLP. Es profesora de Historia de la Arquitectura y Teoría de la Arquitectura en esta última universidad. Participa en proyectos de investigación en el área de historia urbana y territorial en la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Dirección postal: calle 47 n.º 162, La Plata, Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: agomezpintus@gmail.com

Artículo de investigación sobre las transformaciones espaciales del Gran Buenos Aires, en particular en sus áreas residenciales, y sobre las diferentes voces que históricamente han nombrado estos procesos.

Recibido: 16 de abril de 2014. Aceptado: 12 de junio de 2014.


Resumen

Este trabajo presenta un aspecto escasamente abordado en relación a la expansión del Gran Buenos Aires (GBA): la formación de áreas residenciales englobadas ampliamente dentro de los modelos deudores de la "ciudad jardín" durante lo que se denomina su periodo expansivo (1887-1970). En una operación paralela, se propone reflexionar sobre las transformaciones espaciales del GBA y las diferentes voces que históricamente lo han nombrado. Se parte de la idea de que entre estos términos se produce un vínculo complejo que es necesario discutir, asumiendo la conflictividad que surge en el diálogo permanente que se construye entre la palabra, el fenómeno y su aplicación a realidades diversas.

Palabras clave: estudios culturales, expansión urbana, Gran Buenos Aires.


Resumo

Este trabalho apresenta um aspecto escassamente abordado a respeito da expansão da Grande Buenos Aires (GBA): a formação de áreas residenciais englobadas amplamente dentro dos modelos devedores da "cidade jardim" durante o que se denomina seu período expansivo (1887-1970). Numa operação paralela, propõe-se refletir sobre as transformações espaciais da GBA e as diferentes vozes que historicamente a têm nomeado. Parte-se da ideia de que entre esses termos se produz um vínculo complexo que é necessário discutir, assumindo a conflitividade que surge no diálogo permanente que se constrói entre a palavra, o fenômeno e sua aplicação a realidades diversas.

Palavras-chave: estudos culturais, expansão urbana, Grande Buenos Aires.


Abstract

This paper reveals an unfamiliar side of the expansion of the Greater Buenos Aires (GBA): the creation of residential areas that fall into the category of "garden city" suburbs, during the urban sprawl years (1887- 1970). At the same time, it carries out a reflection on the spatial transformation of the area, as well as on the names used to refer to it. We assume that there is a problematical relationship between the word, the object, and its application to different realities.

Keywords: cultural studies, urban sprawl, Greater Buenos Aires.


Introducción

Este trabajo surge de una preocupación más amplia que se recorta en relación a los procesos de expansión del área metropolitana de Buenos Aires.

Los cambios de Buenos Aires en las últimas décadas la han convertido en una ciudad muy distinta de la ciudad moderna que se consolidó durante buena parte del siglo XX. Desde finales de los años ochenta, la región metropolitana de Buenos Aires ha experimentado un nuevo proceso de expansión de su territorio, basado en la formación de emprendimientos de barrios cerrados destinados a usos residenciales de los sectores medios y altos; lo cual fue seguido, posteriormente, por el traslado de grandes centros comerciales y de actividades terciarias, que acentuaron las dinámicas de suburbanización dispersa, que para el 2000 ya ocupaban una vez y media la superficie de la Capital Federal. Acompañando este fenómeno, una amplia gama de estudios recientes examina la multiplicidad de factores que están detrás de la suburbanización iniciada durante la década de 1980 (Svampa 2001; Szajnberg 2001; Vidal- Koppmann 2000). Si bien se trata de un fenómeno de nueva generación, desde una perspectiva histórica, la formación de núcleos extraurbanos de usos exclusivamente residenciales -que favorezcan las prácticas recreativas y deportivas y la unión familiar en un entorno "natural"- no es del todo novedosa en la expansión territorial del Gran Buenos Aires -en adelante, GBA-1.

En relación a este tema, se han realizado investigaciones en torno a la formación de núcleos residenciales de fin de semana, capaces de ser pensados como antecedentes de ciertos procesos de suburbanización actuales2. En esa línea, se han analizado las lógicas de ocupación territorial, las imágenes y los valores que estuvieron en la base de los procesos de suburbanización asociados a los sectores medios y medios-altos. Así como también los actores, que desde el Estado y los ámbitos privados se involucraron en la formación del territorio (Gómez Pintus 2011a, 2011b, 2013).

A lo largo de la investigación surgió la necesidad de indagar acerca de las voces que intentan definir y caracterizar al proceso de suburbanización, y más particularmente, al territorio que lo contiene, entendiendo las tensiones que subyacen al trabajar con un objeto en constante transformación y que reúne en un mismo espacio tantas situaciones diferentes. A pesar del auge que en el campo de los estudios urbanos y de la ciudad ha merecido esta problemática, en consonancia con el creciente número de estudios preocupados por definir y caracterizar las diversas manifestaciones contemporáneas de los procesos de urbanización (Corboz 2004; Gorelik 2009; Indovina 1998; Koolhas 2004; Secchi 2004), es necesario profundizar en el análisis del vocabulario relacionado con la expansión desde una perspectiva histórica.

En diferentes periodos, desde los estudios sobre la ciudad y la urbanización3 se produjeron ciertas "palabras clave" (Williams 2003) que definieron las áreas de expansión urbana. Estas voces, cuyos significados parecen inextricablemente ligados a los problemas que discuten, se relacionaron, por un lado, a fases reconocibles en relación a los procesos de expansión y, por el otro, a cambios de paradigma en el campo de referencia (habitualmente vinculado a la órbita internacional). Si el suburbio de la primera mitad del siglo XX en Argentina se asocia con la matriz angloamericana, la periferia de los años sesenta se reconocerá de acuerdo con la matriz latinoamericana, de la mano de los estudios congregados en torno al Congreso Internacional de Americanistas (realizado en Mar del Plata, Argentina, en 1966); evento en el que participaron, entre otros, Jorge E. Hardoy, Richard Schaedel y Richard Morse. Por su parte, los territorios expandidos, ya sean fragmentados o híbridos, que lideran los discursos del cambio de siglo -y de los cuales solo pueden vislumbrarse pequeños fragmentos en el periodo analizado-, responden a múltiples referentes, al igual que el espacio que buscan caracterizar.

En el marco expuesto anteriormente, el presente trabajo se relaciona con los estudios sobre la circulación internacional de ideas. Tema a propósito del cual Pierre Bourdieu ([1989] 2002) acuñó el concepto de "traducción", con el que problematizó las alternativas del "contexto de recepción". De acuerdo con este autor, los textos, ideas y modelos viajan sin su contexto y son reinterpretados en función de los temas y las problemáticas en juego en el ambiente en donde se introducen. Desde esta óptica, en el escenario local se produce un vínculo complejo que es necesario discutir, asumiendo la conflictividad que surge en el diálogo permanente que se construye entre la palabra, el fenómeno y su aplicación a realidades diversas.

Desde el interés por analizar estas relaciones, el artículo se organiza en cuatro secciones: en primer lugar, se presenta un panorama amplio en relación a los loteos de fin de semana y su contribución en la formación del área metropolitana. Luego, se encuentran tres "palabras clave", que funcionan como paraguas bajo los cuales se refugian ideas y asociaciones más amplias, y que en diferentes momentos se reconocen liderando la construcción de sentidos sobre la expansión urbana en Argentina. Aquí, el panorama más teórico se articula de forma empírica con el análisis de las áreas de expansión. La intención es superar las indagaciones teóricas y analizar la utilización de determinados vocablos en su aplicación a un territorio particular.

La expansión del Gran Buenos Aires

En 1900, Buenos Aires alcanzaba el millón de habitantes, en su periferia se distinguían algunas industrias rodeadas de núcleos urbanos obreros, así como poblaciones que habían surgido alrededor de antiguas estancias o pueblos coloniales. Para mediados de los años treinta, la ciudad y el cinturón formado por los partidos colindantes ya superaban ampliamente los cuatro millones de habitantes, y ocupaban un área que se expandía más de 20 km por fuera de la ciudad. Buenos Aires ingresaba al siglo XX como una de las urbes más grandes del mundo y la más importante de Latinoamérica; otras como México, Río de Janeiro y San Pablo alcanzaron el millón de habitantes solo en 1930. La Habana, Lima, Santiago, Bogotá, Caracas y Montevideo llegaron a esa cifra después de 1950 (Torres y Schteingart 1971).

En el caso argentino, este proceso se enmarca en lo que varios autores coinciden en señalar como el ciclo expansivo de Buenos Aires, que habría tenido lugar entre 1887 y 1970, y dentro del cual se reconocen dos subperiodos, que dieron lugar a dos lógicas de crecimiento muy diferentes (Gorelik 2009; Torres 1993). El primer periodo (entre 1887 y 1938) es tributario del gran crecimiento poblacional marcado por la fuerte presencia de inmigración europea; momento en que se fue generando una corona de barrios periféricos dentro del área de la capital, ligada a procesos de ascenso social de los sectores populares que, a través de loteos económicos, lograron acceder a vivienda propia. A su vez, se esbozaban los primeros pasos de la expansión externos a la capital4. El segundo periodo se organizó por fuera de los límites de la ciudad, justo en el momento en que los proyectos de expansión se materializaban a partir de la construcción de la Avenida de Circunvalación General Paz (1936-1941).

Si se considera el desarrollo histórico del GBA, pueden encontrarse procesos de suburbanización considerablemente variables, en cuanto a los sectores que los protagonizaron y a su dimensión espacial y temporal. Una pintura amplia sobre estos procesos durante las primeras décadas del siglo XX dejaría ver el inicio de un periodo de rápido crecimiento poblacional en los partidos aledaños a la Capital Federal. Acompañando la extensión de las redes ferroviarias, proliferaban la formación de pueblos y los loteos, que contribuyeron a densificar los núcleos que existían con anterioridad. Hecho que generó la incorporación de nuevos territorios al mercado inmobiliario.

Estos eventos se configuraron de acuerdo a un patrón de crecimiento discontinuo, organizado en torno a ejes radiales (figura 1). Dentro del mapa metropolitano, los diferentes sectores comenzaban a organizarse a partir de una lógica de estratificación territorial doble: por una parte, era posible reconocer en los tres brazos principales de la urbanización (norte, oeste y sur) una gradación descendente de Norte a Sur en la capacidad económica; por otra parte, era factible comprobar que en cada una de las líneas de la expansión -que hasta los años treinta se extendían hasta una distancia promedio de 20 km por fuera de la capital- existía un núcleo principal, en torno a los cuales se desarrollaban anillos subperiféricos, en los que iba disminuyendo la capacidad socioeconómica a medida que aumentaba la distancia a cada subcentro. En medio de este panorama, aún permanecían como tierras de cultivo, pequeñas granjas o áreas destinadas al uso industrial las tierras más alejadas de los núcleos poblados.

La urbanización seguiría expandiéndose gracias a la apertura de nuevas fronteras5. Una vez que el anillo de tierras periféricas más cercanas a la capital mostraba señales de haberse completado -principalmente en torno a las vías radiales de acceso a la capital, lo cual ocurrió entre las décadas de 1930 y 1950-, nuevos territorios comenzaban a incorporarse a la urbanización. En ellos tuvo lugar un nuevo tipo de loteo para barriosparque y quintas de fin de semana. En una ciudad ya congestionada, estos espacios prometían un refugio con respecto a la vida urbana, al alcance de una nueva clase media que se enriquecía, no solo con la industria, sino también con el comercio y en las profesiones liberales6 . A lo largo de las rutas nacionales o a escasa distancia de las estaciones ferroviarias ya era posible acceder a esa "paz campestre" que se ofrecía en las promociones de los loteos (Chiozza 1983).

Junto a los remates, los loteos constituyeron uno de los episodios más característicos de la expansión. En efecto, como propuso Torres (1993), una porción importante del crecimiento que se dio sobre el área metropolitana se hizo principalmente sobre la base de loteos particulares, en su mayor parte de carácter eminentemente popular. Estos acompañaron el crecimiento de aquellos sectores donde se registraba un incremento de la demanda laboral en correspondencia con la instalación industrial. Aunque cabe aclarar aquí que, a diferencia de lo sucedido en otras ciudades latinoamericanas, en donde predominó la figura de "ciudad ilegal" (Clichevsky 1975; Romero 2001), estos loteos dieron lugar a barrios alejados, con escasos espacios públicos y servidos con mínima infraestructura, pero con títulos legales. Este hecho contribuyó a que lentamente la acción conjunta del Estado y las sociedades de fomento local llevaran a cabo obras de pavimentación y saneamiento.

En síntesis, en paralelo a los procesos de suburbanización de amplias capas de los sectores trabajadores, también se asistió a la formación y consolidación de núcleos suburbanos surgidos de operaciones inmobiliarias que se plantearon como predominantemente residenciales de fin de semana y que contribuyeron a imprimir una matriz alternativa en la escena metropolitana. Más allá de la transformación que en términos materiales aportaron, estos fragmentos adquirieron relevancia por su capacidad para consolidar los ejes de crecimiento y configurar en su irradiación formas particulares de la expansión (Gómez Pintus 2013).

En este sentido, se observa que el área metropolitana se ha ido configurando como producto de diversas -y muchas veces contrapuestas- necesidades, una serie de acciones no programadas y proyectos superpuestos en el tiempo. La complejidad que se vislumbra en este proceso se traduce también en el desafío de nombrarlo.

Suburbios

Las primeras aproximaciones académicas sobre los núcleos o barrios que son objeto de análisis en el presente trabajo se hicieron desde el término suburbio; el cual retoma una categoría que se impuso entre inicios y mediados del siglo XX, de marcado sesgo angloamericano y que, etimológicamente, define áreas de urbanización homogéneas, diferenciadas, pero cercanas a la ciudad y conectadas funcionalmente a ella7 . En un estudio que analiza el uso de la voz "periferia" en el campo de los estudios urbanos, Hiernaux y Lindón (2004) sugieren que, en el contexto latinoamericano, el suburbio ha hecho referencia a zonas de expansión como promesa de una vida mejor. En el caso de Buenos Aires, si bien en líneas generales se mantiene esta premisa, la expresión ha denominado la formación de áreas residenciales en contextos históricos, geográficos y culturales múltiples.

El suburbio en la ciudad

Antes de adentrarnos en el estudio más específico del área metropolitana, vale aclarar algunos de los usos y situaciones a los que el término suburbio se aplicó por fuera de ese sector.

Los primeros registros del término pertenecen a la segunda mitad del siglo XIX. En ese momento, la idílica visión del suburbio salubre que se difundía en Europa no resultaba tan eficaz en el ámbito porteño, o argentino en general. De acuerdo con el análisis de Caride (1977), predominaba la visión del suburbio como frontera a donde deberían ubicarse las industrias malsanas para la vida de los habitantes y los espacios para albergar a los sanitariamente marginados (tanto de las áreas centrales como de otros "suburbios más residenciales").

Ya para 1900, el término comenzaba a aplicarse a las áreas de expansión dentro de la capital. Con la llegada del siglo XX, las ciudades latinoamericanas se vieron profundamente impactadas por la masiva llegada de migrantes, que casi siempre se fueron estableciendo en los suburbios de la periferia. Los procesos de concentración territorial (actividades económicas y población) hicieron que el territorio que estaba afuera de la ciudad pasara a estar cerca de la urbe8 . Esta proximidad constituyó la base de una relación funcional estrecha entre la ciudad central y los suburbios. En este escenario, la ciudad de Buenos Aires experimentó un proceso expansivo que Scobie (1977) caracterizó como "del centro a los barrios". A través de este, los sectores medios trabajadores se trasladaron desde la ciudad tradicional a los barrios de las afueras -a los que ahora llegaba el tranvía-, y en donde era posible comprar un lote a cuotas, a la espera poder construir una pequeña vivienda al cabo de algunos años. En cuanto a su morfología, es necesario destacar que los suburbios que quedaron incluidos dentro de la ciudad capital reprodujeron, salvo escasas excepciones, el tejido urbano más tradicional: una grilla de calles rectas, manzanas cuadradas y parcelas angostas y profundas, que dieron lugar a tipologías edilicias entre-medianeras y espacio libre al interior de la manzana.

Nuevas miradas sobre la expansión de la capital, como las que presentaron Gorelik (2004b), Sarlo (1998) o Gutiérrez y Romero (1995), revisitaron los suburbios que reconoció Scobie en el momento en que se consolidaban como barrios suburbanos. En los años veinte, estos sitios fueron protagonistas de lo que Gorelik (2004b) denominó el "nacimiento del suburbio", dado que en torno a este espacio se concentró gran parte del debate urbano, cultural, literario y político que contribuiría a definir una nueva esencia para Buenos Aires.

En grandes líneas, puede decirse que la visión predominante del suburbio porteño -como se entendió en relación a los procesos que tuvieron lugar hasta la década de 1920 dentro de la capital- abonaría la tesis ya mencionada de Hiernaux y Lindón. Estos espacios se convirtieron en la materialización del "sueño de la casa propia" para gran parte de los sectores trabajadores.

Suburbios residenciales

Diferentes fueron las aplicaciones repetidas que se hicieron de la misma palabra, en correspondencia con las áreas de expansión metropolitana. Esta comenzaría a aplicarse en relación a la expansión producida por el ferrocarril -a la vuelta del siglo XX- y a los ámbitos extraurbanos en donde se concentraban las residencias de la comunidad británica9 .

Con la llegada del ferrocarril, paulatinamente los tradicionales pueblos de veraneo de la elite, con sus quintas del siglo XIX -Adrogué, Lomas y Temperley, al Sur; San Fernando, San Isidro y Tigre, al Norte y, más tímidamente, Morón o Hurlingham hacia el Oeste-, comenzaron a rodearse de chalets10 ; a la vez que se incorporaban clubes e instalaciones deportivas que ponían de manifiesto el proceso de modernización social y cultural que estaba teniendo lugar.

Para la década de 1910, el rápido desarrollo del mercado inmobiliario, impulsado por lo que se vivía como un proceso de expansión inagotable de la ciudad y de los medios técnicos que la propiciaban, hacía posible pensar en la creación de núcleos suburbanos para el establecimiento de quintas o residencias de fin de semana en algunos sentidos de la expansión (figura 2 y 3); además de la revalorización de antiguos pueblos, del completamiento de manzanas y vacíos intersticiales en áreas ya pobladas.

En este contexto, el fenómeno denotado comienza a extenderse de manera tal, que en los estudios académicos aparece referido, de modo más amplio, como "proceso de suburbanización" (Ballent 2005; Torres 1993). En la construcción de este vocablo se incluía la posibilidad de envolver actividades variadas, relacionadas a sectores sociales también amplios, que tuvieran lugar en la expansión de la capital sobre el GBA.

En correlato con dicho uso, desde los estudios que abordaron fenómenos particulares, asociados inicialmente a la tradición del jardín paisajista y posteriormente a la difusión de la ciudad jardín, se volvió necesario recortar su significado, otorgándole cierta especificidad para dar cuenta de nuevas dimensiones o características particulares no incluidas en el primer término. Así, Rigotti se refirió a Alberdi -un suburbio vinculado por el ferrocarril a la ciudad de Rosario- como "suburbio civilizado", retomando la idea que imaginara Alberdi: "[…] como escenario adecuado a la Argentina 'moderna', el suburbio romántico y nórdico 'más culto y elegante que las ciudades'" (1985, 5). Asimismo, para dar cuenta de las transformaciones que este mismo sitio atravesaba veinte años más tarde, la autora lo redefinió como "suburbio americano". Así, informaba sobre el momento (década del treinta) en que la penetración de hábitos norteamericanos -como los criterios de confort y consumo, junto al nuevo ideal de familia en la casa suburbana11- cambiaron "la fantasía de ser París en la pampa india por la imaginería producida por el cine" (13).

En torno a este ideal, también se ha propuesto la utilización del término suburbios residenciales pintoresquistas, para referir a la formación de núcleos residenciales de baja densidad habitacional, surgidos de operaciones inmobiliarias durante la primera mitad del siglo XX. Destinados inicialmente a centrar actividades recreativas, clubes y residencias temporarias de los sectores medios y medios-altos, estos barrios tendieron a desarrollarse a partir de tramas viarias que huyen de la línea recta, con fuerte presencia de trazados curvos que diferenciaran al emprendimiento del territorio más vasto al que se incorporaban, a fin de generar un espacio autocontenido que propiciara la identidad barrial (figura 4). Su denominación responde al tipo de arquitectura que mayormente se utilizó en estas áreas. Como analizó Ballent (2005), y como puede verse también a partir de las propuestas que publicaban revistas de arquitectura como Nuestra Arquitectura o Revista de Arquitectura, fueron bastante claras las vinculaciones que en este periodo se produjeron entre habitar suburbano y una primacía de tipologías residenciales individuales12 , resueltas a través de estéticas rústicas o pintoresquistas13 (figura 5). Los sectores más amplios que se fueron conformando al vincular núcleos ferroviarios preexistentes pueden nominarse más laxamente como suburbios residenciales; los cuales eran denominados como "pueblos de campaña" o "villas de veraneo" hasta los primeros años del siglo XX, en referencia a los usos predominantes que allí se desarrollaban, con las nuevas urbanizaciones residenciales que lentamente se irían organizando sobre sus bordes. En conjunto, durante las primeras décadas del siglo XX, estos sitios, surgidos de un proceso de urbanización dominado por iniciativas particulares, tradujeron en una imagen formal de baja densidad poblacional y casas con jardín el ideal de vida familiar en cercanía a lo "natural" o "rural", con límites claros que garantizaran la separación frente al modelo urbano tradicional y a una escala reducida que potenciara la vida comunitaria.

Como parte de las transformaciones que se han venido describiendo, el término "suburbio" extiende su valencia como adjetivo -suburbano-. Así, en medios de difusión masiva o desde la academia, se habla de "pueblos suburbanos" (Casas y Jardines 1937) y "vida suburbana" (Ballent 1998). De forma que se retoma la acepción que más generalmente se ha adoptado en la crítica cultural angloamericana, en la cual se entendió al suburbio como refugio de privacidad y calma ante las ciudades congestionadas, al cual se asocia un "modo de vida suburbano" (Mumford 1979, 655), en el que -aparentemente- solo tendrían lugar las actividades placenteras: los juegos de golf, el club y los niños corriendo libremente en el jardín14.

En este escenario, términos como "suburbio residencial" o "suburbio americano" han reemplazado a denominaciones previas como "pueblo de veraneo" o "villa de veraneo", lo cual denota no solo un cambio de paradigma epistemológico, sino el deslinde de otros procesos de suburbanización (barrios obreros, urbanizaciones marginales) y, fundamentalmente, las transformaciones materiales, sociales y culturales atravesadas en estos sectores.

Es importante destacar que, desde su valencia etimológica, esta categoría resultó especialmente útil para referirse al escenario local durante los primeros momentos de la expansión. Periodo en el cual algunos núcleos suburbanos -núcleos residenciales de veraneo- se recortaban dentro del territorio predominantemente rural, distribuidos en torno a las estaciones del ferrocarril, el cual hasta aproximadamente la década de 1930 dejaría ver -exceptuando la zona sur- que cada estación y el conjunto de manzanas relativamente consolidadas que la rodean forman núcleos en sí mismos, envueltos por una porción de campo que los separa del núcleo siguiente: "una constelación de pueblos hilvanados como cuentas de un rosario a lo largo de las rutas y vías férreas" (Chiozza 1983, 423). Véase como ejemplo el afiche que promociona el remate de 23 quintas en La Reja -un núcleo sobre el eje de expansión hacia el Oeste- (figura 6). Este último da cuenta de que la visión del paisaje descrita también era compartida en la época: a juzgar por la representación que recibe en el afiche, para los años cincuenta todavía se veía a los antiguos núcleos ferroviarios como estructurantes del crecimiento metropolitano, por sobre un área que permanecía "vacante"15.

Cabe señalar entonces que, en este marco, "suburbio" -bien sea residencial, civilizado o pintoresco- denomina a algunas áreas residenciales de baja densidad, que presentan cierta homogeneidad hacia el interior y que se incorporan dentro de otro espacio mayor (el territorio del GBA), del cual no da cuenta el primer término. La pregunta es, ¿qué sucede cuando el creciente número de loteos y núcleos de residencias modifican la relación entre espacio rural y áreas urbanas? A medida que los núcleos suburbanos primigenios van creciendo, agregando pequeñas propiedades alrededor del núcleo que alguna vez les dio origen, van perdiendo su carácter compacto, homogéneo hacia el interior y capaz de ser diferenciado de un espacio "otro" que está por fuera, supuestamente rural o semi-rural y también homogéneo.

El suburbio en la periferia

Hacia fines de la década del treinta, los efectos de la expansión urbana empezaron a sentirse sobre las zonas rurales, que comenzaron a desaparecer a causa de loteos y urbanizaciones de fin de semana, cuya cantidad, entre 1935 y 1950 cuadruplicó a la del periodo previo (1910-1935).

Junto con el avance de la expansión, los usos y los tipos de urbanización: urbana, suburbana, industrial y rural, comienzan a mezclarse, lo cual complejiza la aprehensión del espacio. Se hizo necesario encontrar un concepto más incluyente, que diera cuenta no solo de áreas singulares, sino también, de la trama que se conformaba en su vinculación con el territorio. La búsqueda de este concepto, en consonancia con el auge de los estudios urbanos en Latinoamérica durante la década de 1960, condujo a la introducción de usos particulares del término periferia. Los cuales se aplicarían primordialmente a los procesos que se gestan hacia los años cincuenta y que continúan hasta la década de 1970.

En su origen, esta voz lleva consigo la herencia geométrica que nombra: espacio exterior, zona que rodea a otra área central, pero que, en un sentido estricto, no describe las características intrínsecas del lugar. La periferia es el espacio "otro", el afuera, que no es en sí mismo ni denso ni extendido, ni urbano ni rural. Probablemente a causa de esa cualidad lábil de definir de manera tan amplia, que permite incluir tantas subdefiniciones y subáreas en su interior, el concepto de periferia es el que mejor se aplica a un territorio que para ese momento lo contenía todo: lo urbano, lo rural y todas las opciones intermedias.

Si se observan los resultados del desarrollo metropolitano en un momento en que el área ofrecía un grado de consolidación relevante, como es 1938, se identifica que su configuración general presentaba una superposición de usos que aún combinaba actividades agrícolas, industriales y residenciales16. En cuanto al tejido resultante, la trama urbana se extendía principalmente sobre los tres brazos de la expansión que organizaba el trazado ferroviario17 . Aunque incipientemente, también comenzaba a verse una sucesión de loteos organizados en torno a las vías de tránsito vehicular. Estos generarían patrones de asentamiento disperso, como producto de la configuración más homogénea de las vías de acceso que permitía el automotor, en contraste con el trazado ferroviario18.

Ya hacia la década de 1950, la paulatina superposición de tramas y núcleos entraría en conflicto. La imagen que se observa en el mapa del GBA es predominantemente fragmentaria; sobre todo si se visualiza alguno de los nodos que concentran mayor número de emprendimientos y en donde se conforma, al menos en el plano, una urbanización continua a partir de la sumatoria de acciones individuales. Esto, sin embargo, es contrario a la experiencia de la expansión dentro de la capital, donde la sumatoria de las partes quedó homogeneizada bajo la lógica más potente que imponía la cuadrícula. En este caso, la falta de cualquier tipo de trazado regulatorio eviencia el carácter por partes de la expansión19 .

La figura 7 ilustra el modo en que se conforman estas tramas en el territorio. Un plano del área de Morón (al oeste del GBA) a fines de la década de 1940 permite ver que la agrupación de parcelaciones residenciales privadas de baja densidad en este sector contribuyó a definir una trama intermedia, desde el reticulado de manzanas más densas, que se localizaban cercanas al núcleo original de Morón (siglo XIX) y sobre los laterales de las vías de ferrocarril (a la izquierda del plano), hacia las zonas intersticiales interiores en que la trama se iba agrandando. El pasaje de una trama con características urbanas -manzanas más o menos regulares, con medidas que varían entre los 80 y los 110 m de lado y lotes angostos (10 m de lado)- o a otra más irregular -en la que se registraban manzanas de hasta 220 m de lado y lotesparcelas que promediaban los 1.000 m2-, en donde se levantaban los núcleos de fin de semana, solía ser abrupto. Como se observa en el plano, los cambios entre ambas lógicas iban generando quiebres en la estructura del territorio, marcados por el paso de una avenida o vía pavimentada.

Además de su valencia formal, y a diferencia de la voz suburbio, de cuño angloamericano, periferia lleva la marca de los estudios urbanos que desde diferentes perspectivas historiográficas compartieron la voluntad dependentista de producir una "teoría" de la "ciudad latinoamericana"20. En este contexto, la extensión de su uso hacia los años sesenta construyó una relación dicotómica, donde centro y periferia fueron entendidos, más que como referencias espaciales, como dos componentes del orden social, sustentados en una evidente desigualdad, tanto económica como social, política y territorial.

En Argentina, como apuntó Gorelik, una expresión inmejorable de esa cesura se percibe en la peculiar acepción del término "Gran Buenos Aires". A diferencia de lo usual en las metrópolis occidentales desde la década del veinte, cuando el prefijo "gran" aparece como conquista reformista en la búsqueda de una coordinación metropolitana, el nombre Gran Buenos Aires surgió para denominar exclusivamente a los distritos que comenzaron a urbanizarse por fuera del límite jurisdiccional de la ciudad-capital. En lugar de referir a la integración urbano-regional, Gran Buenos Aires designa -hasta el día de hoy- la fragmentación interna a la metrópoli, con un borde institucional (la avenida General Paz) que separa a la ciudad capital de los partidos adyacentes que constituyen el GBA; el cual está fragmentado a su vez en varios distritos (intendencias o municipios) de escasa autonomía y bajísima capacidad económica o de gestión, todos dependientes de un gobierno provincial (la provincia de Buenos Aires) con muy poco interés en el desarrollo metropolitano de la ciudad capital21.

Retomando la línea de los estudios urbanos, puede decirse que, desde la década del sesenta en adelante, se reconoce una tendencia a asimilar la periferia con el lugar de residencia de los sectores populares, como darían cuenta, entre otros, los trabajos de Torres (1993) o Clichevsky (1975). Enmarcados en las investigaciones que comprendieron la expansión de la ciudad desde las teorías de la modernización22, estos autores hicieron hincapié en los procesos de urbanización populares, señalando los procesos de auto-construcción, las dificultades de acceso a la tierra urbana, la falta de servicios y la difícil accesibilidad. En síntesis, las pésimas condiciones de habitabilidad.

En este camino, se redujo la noción de periferia, la cual comenzó a ser relacionada con la idea de carencia, dejando en la penumbra las dimensiones que hacían posible su utilización en relación a procesos más diversos, como los organizados en torno a las urbanizaciones residenciales y loteos de fin de semana.

La desaparición del suburbio

En las últimas décadas, con la intención de analizar los espacios de la expansión y las nuevas formas de ordenamiento territorial, se han propuesto diversas categorías para comprender a las ciudades y sus áreas metropolitanas. De hecho, como señala Ciccolella (2010), existe una gran dificultad para denominar los productos urbanos que se estructuraron hacia fines del siglo XX, así como para caracterizar a la misma metrópolis que surge de estos procesos contradictorios. Esto se evidencia en la aparición de numerosos neologismos como ciudad global (Sassen 1991), ciudad informacional (Castells 1995), megalopolis (Gottman 1961), metápolis (Ascher 1995), ciudad difusa (Indovina 1998), ciudad-red (Mitchell 2003), ciudad sin confines (Nel-lo 1998), ciudad genérica (Koolhas 2004). Enumeración a la cual se propone agregar el término acuñado por Ciccolella (2010) ciudad mestiza.

Más allá de los nombres, aquí analizan dos grandes categorías que recorren la bibliografía sobre Buenos Aires, en referencia a las formas en que se materializa la expansión; es decir, que ponen el foco en el análisis de las transformaciones espaciales y de estructura territorial. Se dejan de lado aquellas otras categorías que hacen hincapié en las estructuras económicas, de poder, de flujos de información, etc.

Desde esta perspectiva, se reconocen dos grandes grupos que permiten entender las transformaciones urbanas, cuyos primeros rastros deben buscarse en las formas que toma la urbanización a lo largo del siglo XX, y que comenzarían a visibilizarse hacia los años setenta.

Para este momento (desde 1970) puede decirse que concluye el periodo expansivo moderno, en el cual, como se observó, la ciudad fue creciendo sobre la región metropolitana, dando lugar a áreas diferenciales según los usos y los sectores socioeconómicos que a ellas accedían. Sin embargo, puede decirse que -aunque cada vez con deficiencias más notorias- el Estado acudió con la provisión de infraestructuras públicas, mitigando las desigualdades que se generaban en el marco de los procesos de producción de suelo dentro de las lógicas del capital privado. El primer hecho que marcaría el quiebre de los años setenta estuvo dado por el estancamiento en las tasas de crecimiento de Buenos Aires, y el consecuente decrecimiento relativo de la población. Le siguió un doble proceso de desindustrialización y deslocalización industrial en grandes zonas del GBA. Como resultado, se generaron procesos sociales y territoriales de fragmentación y vaciamiento. Para la década de 1980, por primera vez en Buenos Aires se produjo una suburbanización masiva de los sectores medios-altos y altos de la sociedad, a través de un esquema de vías rápidas y enclaves privados (malls y condominios cerrados), en un remedo tardío de lo que fue la "maniera norteamericana" con que se modernizaron a partir de la década de 1940 algunas ciudades latinoamericanas (Caracas es el caso más claro). En Buenos Aires, este esquema debió sobreimprimirse a la ya exangüe pirámide del espacio público expansivo, con lo cual se dispersó en el territorio una trama de lógicas urbanas contrapuestas (Silvestri y Gorelik 1983).

En este marco, surgen entonces dos grandes teorías desde las cuales es posible analizar las transformaciones: la fragmentación o la hibridación.

En el primer sentido, una manifestación espacial fragmentaria se produce a través de la conformación de áreas parciales independientes, originadas a partir de fuertes divisiones funcionales que darían lugar a pensar el territorio por partes. Bernardo Secchi (2004) propone que la "ciudad contemporánea" es eminentemente fragmentaria, a diferencia de la "ciudad moderna" (europea), cuya principal figura ha sido la de la continuidad23 . Lo que en cualquier escala se representa en la ciudad y la cultura contemporáneas es el fragmento. La ciudad contemporánea es una ciudad fractal: el espacio físico, social, económico, institucional, político y cultural, caracterizado por un mismo grado de fragmentación, es producto de racionalidades múltiples y legítimas -en sí mismas-, pero con frecuencia simplemente adosadas unas a otras. Al respecto, Gorelik (2009) consideró la "ciudad contemporánea" de Secchi como "ciudad archipiélago", en tanto diferentes sectores y tramas se disponen en el territorio con lógicas propias, sin solución de continuidad entre ellas24 .

En cuanto a las áreas residenciales, esta caracterización supondría entender los núcleos que se analizan como elementos de cierta homogeneidad, como los suburbios que se definieron hacia la primera mitad del siglo XX, con fronteras permeables, pero bien definidas, que posibilitan la lectura de una zona interior y otra exterior.

En el GBA se reconoce que, entre mediados y fines del siglo XIX, el espacio rural que rodeaba a la ciudad habría comenzado a ser afectado por la aparición de usos diferentes del agrícola. Sin embargo, la escala de estas transformaciones no habría alcanzado para modificar el orden predominante. Es decir que durante un largo periodo todavía fue posible seguir considerando ese territorio como dominantemente rural. Recién hacia la década de 1920, la aparición de loteos económicos y posteriormente de emprendimientos asociados a la construcción de segunda residencia habrían dado lugar a una sumatoria de usos, fabriles y de explotaciones agropecuarias, entre los que se disponían usos residenciales populares y suburbios residenciales pintorescos, modificando el carácter original de la zona. Salvo en sectores particulares (el eje sur predominantemente industrial, o el eje norte residencial), la introducción de nuevos usos no alcanzó a desplazar a las actividades originales que caracterizaban el lugar; y esto dio paso a la formación de nuevas áreas, en donde alternaban usos rurales con usos urbanos del suelo, formas de sociabilidad rural y urbanas.

¿Cabría preguntarse si es posible hablar en este caso de un territorio fragmentado? O si, a pesar de que algunos de los barrios que se mencionaron para la primera mitad del siglo XX se conformaron como áreas autocontenidas, gracias a un carácter urbano altamente definido y a una identidad comunitaria surgida a través del tiempo, los límites nunca fueron más allá de una calle sin asfalto o una zanja que no permitieran la continuidad de la trama. A diferencia de los tejidos "hiperespecializados" (Szajnberg 2001) contemporáneos, que dieron lugar a neologismos como "ciudad encapsulada" (Arizaga 1999) o "ciudad carcelaria" (Szajenberg 2001) -nacidos en relación a las urbanizaciones cerradas que conforman este espacio en la actualidad-, hasta las transformaciones de la década de 1970, al menos en teoría la continuidad del espacio público se mantuvo siempre como una opción posible, que la incorporación de núcleos residenciales no necesariamente negaba. Así, si bien las gradaciones sociourbanas implicaban cambios notorios en las calidades residenciales y urbanas, no definían zonas vedadas o tipos radicalmente diversos de hábitats.

Al respecto de la segunda definición, Latour (2007) señaló que un objeto híbrido surge de la confluencia de una acción o proceso que tiene lugar en el presente y se encuentra con las formas de acción y organización sobrevivientes de una operación anterior que han pasado a formar parte de la "naturaleza" local. Por su parte, García Canclini, uno de los principales teóricos de la hibridación (aunque sus estudios han hecho especial hincapié en procesos sociales y no territoriales) la define como "el conjunto de procesos en que estructuras que existían en forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas en las que se mezclan los antecedentes" (2002, 124). En el contexto local, estudios contemporáneos como los de Ciccolella (2010) abonan esta hipótesis, al señalar el proceso de hibridación o mestizaje territorial que está dando lugar a una nueva naturaleza de la ciudad latinoamericana. A este modelo, el autor lo denomina ciudad mestiza, en razón de una serie de atributos evidentes, como la yuxtaposición de rasgos preibéricos, coloniales, agroexportadores, industrialistas y neoliberal-posmodernos; muchos de los cuales encuentran sus bases en el periodo aquí analizado.

En otra escala de análisis, Vecslir y Kozak (2013) proponen que en el área metropolitana de Buenos Aires también existe una "ciudad genérica"25 -que se contrapone al tejido hiperespecializado-, en donde los procesos de hibridación se dan al interior de los núcleos, a nivel de la manzana, y donde se combinan parcelas ocupadas por actividades residenciales, comerciales, de servicios o pequeña industria. De acuerdo con estos autores, esta "ciudad genérica" es la que cubre la mayor superficie de las ciudades latinoamericanas.

Desde esta perspectiva, conviene volver la mirada sobre algunos de los núcleos que se subdividieron en los años cuarenta y cincuenta en el GBA, en las áreas intersticiales más alejadas, para ver que allí, en algunas oportunidades, cómo el "suburbio residencial" que las promociones auguraban nunca terminó de conformarse. A comienzos de los setenta -sobre el mismo sector analizado en la figura 7-, todavía permanecían grandes áreas vacantes entre los grandes lotes en los que se levantaban las casas quintas (figura 8). Para inicios del siglo XXI, estas se han ocupado con galpones, talleres o comercios de proximidad; y sobre las vías principales cohabitan algunas pocas residencias que aún resisten entre los comercios de mayor tamaño o los talleres mecánicos (figura 9). Es decir que, a través de procesos de formación histórica, la imagen que se despliega remite a la idea de mezcla, de superposición de actividades26.

Como examinó Clichevsky (1975), después de mediados de siglo cada vez fue más frecuente la competencia de usos generada por el propio sistema de mercado. Este determinó que en la periferia de las áreas metropolitanas se encontraran desplazándose mutuamente o coexistiendo el uso residencial de los sectores de bajos ingresos y el uso residencial temporario de las clases medias y altas, al igual que las áreas de recreación de esas mismas clases, las actividades industriales y la actividad agropecuaria. Por su parte, Chiozza (1983) simplemente caracterizó a este paisaje como promiscuo, para dar cuenta -no sin cierta connotación despectiva- de la superposición de usos y sectores que ya para la década de 1980 se aglutinaban en el GBA.

Conclusiones

El análisis de los procesos que se encuentran en la base de las transformaciones actuales del territorio del GBA y la recomposición de algunos de los términos que lo han denominado sirvió para poner en perspectiva algunos de los debates en relación al área metropolitana. Sin embargo, de ninguna manera se ha buscado una reconstrucción exhaustiva de un debate complejo, dentro del cual la búsqueda de neologismos, de conceptos cerrados, no hace más que ocultar la complejidad del tema. Por el contrario, se propuso un recorrido sinuoso, rescatando los términos a los que se ha recurrido para denominar fenómenos particulares, o aquellos que, desarrollados en contextos más amplios, han tomado acepciones privativas a su contexto de aplicación en Argentina.

En su dimensión geográfica, de acuerdo al análisis de las áreas de expansión asociadas a la formación de suburbios residenciales, el creciente número de loteos perpetuó, inicialmente, un esquema de crecimiento radial en base a los ejes ferroviarios delineados en el siglo XIX, y cuya primacía comenzaría a quebrarse a lo largo del periodo estudiado en favor de un esquema de organización más difuso.

Durante los primeros años del siglo XX, se asistió a un proceso de expansión que mantuvo el esquema de urbanización lineal en torno a las vías del ferrocarril y que afectó mayoritariamente a los ejes norte y oeste, en donde ya se aglomeraban los pueblos de veraneo de más antigua fundación, como San Isidro o Morón. Con el avance de la expansión, ya hacia mediados de siglo, los nuevos loteos contribuyeron a la conformación de un territorio expandido, con patrones de asentamiento disperso, posibilitados por el avance del automotor y algunas vías de importancia secundaria que penetraban en las áreas vacantes sobre los tres ejes del ferrocarril.

Es decir que, si se toma en cuenta todo el periodo, una porción de los nuevos loteos contribuyó, en los primeros años, a consolidar los pueblos de campaña del siglo XIX, y a su expansión en las décadas posteriores. Más importante fue el aporte que un número significativo de nuevos barrios hizo a las formas de urbanización dispersa, generadas por la localización de grandes emprendimientos que seguían las líneas que dictaban las rutas viales, y que abrían nuevas fronteras para la urbanización. En estas localizaciones más alejadas, muchos de los loteos no llegarían a consolidarse en los términos del "suburbio residencial" que se definieron, funcionando como condición de posibilidad para la posterior ocupación, a través de nuevas oleadas expansivas, de nuevos usos comerciales o de pequeña industria. Todo esto contribuyó -a partir de su consolidación extendida en el tiempo- a la conformación de espacios híbridos.

En cuanto a las denominaciones que han recibido estos espacios, el término suburbio ha sido sin duda el que dominó los discursos. En su acepción más genérica, como "expansión suburbana" o "procesos de suburbanización", su validez se extiende en referencia a fenómenos tan disimiles como los detonados por el ferrocarril, a comienzos del siglo XX, a aquellos experimentados por los sectores populares, en las décadas de 1940 y 1950, o los que experimentan las clases medias altas en la actualidad. Además, se encuentra en relación con campos intelectuales igualmente heterogéneos, como podrían ser los estudios urbanos producidos en las últimas décadas desde la visión de la historia cultural -como los desarrollados por Ballent o Gorelik- o los estudios clásicos de Horacio Torres.

Más específicamente, aquellos autores que buscaron dar cuenta de características específicas, relacionadas a transformaciones dentro de áreas particulares o a procesos sociales y culturales, investigaron dimensiones complementarias que acotaran la aplicación del término. Se introdujeron en este contexto vocablos como "suburbio americano" o "suburbios residenciales".

En relación a los procesos que se desarrollaron más tardíamente, se introdujo y se difundió con rapidez el término periferia, en asociación con el crecimiento de las áreas de expansión y las hipótesis que, desde los estudios latinoamericanos de las décadas de 1960 y 1970, las presentaron como predominantemente populares. Pasado este eclipse, "periferia" ha recobrado mucho de su valencia formal, aunque se volvió irrelevante como categoría para dar cuenta de realidades sociourbanas cada vez más complejas debido a su indeterminación.

Finalmente, los territorios híbridos o mestizos que parecen caracterizar el territorio en las últimas décadas, lejos de la "ciudad genérica, sin historia" de Koolhas, dejan en evidencia una complejidad socioterritorial que es producto, justamente, de la superposición histórica de tramas e identidades. Una señal de que "el presente está tejido de múltiples pasados" (Tylor 1871)27.


Notas:

1Anahí Ballent presentó algunas reflexiones acerca de los procesos sucesivos de expansión protagonizados por los sectores medios-altos (véase Ballent 1998).

2En Argentina, muchos de estos emprendimientos recibieron la denominación de "barrios parque". En cierto modo, dicha idea es tributaria de las propuestas gestadas en el campo del urbanismo, pues se constituye genéricamente en la articulación del modelo de ciudad jardín de Ebenezer Howard y de los ordenamientos residenciales suburbanos vinculados al parque informal inglés. Aunque, como es sabido, esos referentes fueron objeto de infinitas reformulaciones y dieron lugar a "barrios parque", "barrios jardín", "suburbios jardín", etc. Desde esta perspectiva, se han considerado los emprendimientos residenciales barrios parque y loteos de fin de semana según las denominaciones efectuadas en los avisos publicitarios: "Lomas de Haedo, 197 lotes para week-end" o "famoso barrio parque arbolado Los Nogales", las cuales remiten a una constelación de significados que, si bien mantienen conexión con ellas, van más allá de las caracterizaciones eruditas.

3Se decide tomar esta denominación amplia, teniendo en cuenta que el campo de lo que actualmente se reconoce como estudios urbanos no estuvo conformado como tal a lo largo del periodo analizado. Asimismo, aportes provenientes de la sociología, la economía, etc. también fueron acercándose o cruzándose, hasta llegar a hacer contribuciones específicas y significativas para el estudio histórico de la ciudad, la urbanización o el urbanismo.

4Uno de los textos que mejor abordó el proceso mencionado es el ya clásico estudio de James Scobie (1977) Buenos Aires: del centro a los barrios, 1870-1910.

5La sanción de la Ley Nacional de Vialidad, que dio origen a la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) en 1932, fue decisiva para la extensión y modernización de la red vial, y puede entenderse como expresión de la actitud modernizadora que emprendía el Estado nacional (véase Ballent y Gorelik 2001).

6Para un estudio clásico sobre clases sociales en Argentina, véase Gino Germani 1955, 1981.

7En Inglaterra, la palabra subur toma su significado actual, asociado a barrios residenciales de clase media en la afueras de la ciudad, recién hacia 1840, cuando este tipo de desarrollo ya contaba con casi medio siglo de historia. En su acepción anterior, la palabra tenía una connotación negativa, vinculada a áreas residenciales de los sectores bajos, densamente pobladas, que se amontonaban en los bordes de la ciudad (Oxford English Dictionary, s.v. "suburb").

8En 1887, la ciudad de Buenos Aires anexó a su jurisdicción los municipios de Flores y Belgrano, pertenecientes hasta ese entonces a la provincia de Buenos Aires. Estos servían a las clases acomodadas urbanas para la recreación y el descanso de temporada. A partir de esta ampliación, los límites de la Capital Federal se extendieron hasta cubrir un radio de 15 km entre la Plaza de Mayo (área del antiguo fuerte colonial y centro tradicional de la ciudad) y el nuevo límite delineado por una avenida de circunvalación (Véase Gorelik 1998).

9Los textos de Buján (2006) y Silvestri (2008) ponderan el rol que desde la segunda mitad del siglo XIX tuvo la comunidad británica en la introducción de la sensibilidad pintoresca y en los cambios en las formas de habitar urbana y rural.

10La denominación chalet se utilizó entre el público masivo en Argentina para designar toda construcción individual pintoresca, de cubierta inclinada, en general de planta compacta, que puede desarrollarse en uno o varios niveles. Fue originalmente considerado un tipo de residencia suburbana o casa de veraneo, aunque en la Argentina, a fines de los años treinta, su uso se extendió en muchos casos a las ciudades. El término, proveniente del francés, da cuenta de la importancia de las referencias de ese origen para las arquitecturas pintorescas en el medio local (Ballent 2004).

11Hacia la década de 1930, las revistas especializadas y aquellas otras dedicadas a un público más amplio, como sería Casas y Jardines, comenzaron a dedicar mayor espacio a los programas extraurbanos. En enero de 1929, la Revista de Arquitectura publicó un número extraordinario dedicado a las construcciones veraniegas. De manera semejante, la aparición en diciembre de 1930 de un número de Nuestra Arquitectura dedicado exclusivamente a la arquitectura suburbana es un interesante ejemplo que permite iluminar cómo se difundían las principales tendencias arquitectónicas y modos de habitar que se consideraban acordes a los ámbitos suburbanos.

12El concepto de tipología viene del anterior vocablo tipo, el cual reconoce sus bases en la antigüedad grecolatina, y fue posteriormente utilizado y definido durante el siglo XVIII por Quatremère de Quincy (2007). Su uso suele intercambiarse con el de modelo, pero la diferencia radica en que el tipo no presenta la imagen de una cosa a ser copiada, sino una idea de un elemento, que debe por sí mismo servir de regla al modelo. El tipo constituye una idea más o menos vaga, que incorpora variables como la forma, la volumetría y la organización interna de una obra. Pero deja libertad en cuanto a la utilización de materiales y estéticas que terminarán de conformar el edificio.

13Las arquitecturas pintorescas se asociaron inicialmente (siglo XIX) a las casas de campo, planteando una relación entre arquitectura y naturaleza (esta última entendida en términos de paisaje). Arquitectura pintoresca es aquella que abandona la simetría clásica para proponer formas de fuertes contrastes volumétricos y quiebres de cubiertas, exponiendo los materiales de construcción. El pintoresquismo refirió siempre al habitar fuera de la ciudad, en contacto con la naturaleza, pero sin abandonar los beneficios de la civilización. Incorporada en Argentina a fines del siglo XIX, en cascos de estancias y chalets de las clases, la difusión de la arquitectura pintoresca en manuales y revistas hacia la década de 1930, la convirtió en una opción posible para sectores sociales más amplios. Entrado el siglo XX, en sus versiones más "lavadas", la arquitectura pintoresquita puede asociarse a construcciones con planta compacta y techo de tejas a dos aguas rodeadas de un pequeño jardín (véase Ballent 2004).

14Lewis Mumford (1979) inicia una tradición de crítica cultural en torno al suburbio americano, que fue retomada posteriormente en una perspectiva similar por Sennet (1975) y Fishman (1987).

15Es necesario tomar algunos recaudos al analizar este tipo de fuentes visuales. Algunas de las investigaciones más recientes en el campo de la cultura visual han puesto en discusión la ilusión de transparencia que ofrecen las imágenes, especialmente la fotografía o la cartografía, que suelen ser percibidas como una verdad no mediada, como una evidencia de lo que representan. La imagen sobre la que se trabaja forma parte del amplio abanico de mapas concebidos y consumidos "fuera de la cartografía"; y, por tanto, se asume que están habilitados a tomarse licencias respecto de convenciones que no serían admisibles dentro de las reglas que impone el campo científico. En este caso, se observa que se trastoca la representación euclidiana del espacio, en pos de la mejor comunicación de una idea, o del volcado de una serie de datos que pueden ser económicos, demográficos, etc., y a partir de los cuales se concibe gráficamente el mapa. El libro de Burke (2005) representa el paradigma de la renovación en el campo de la cultura visual. Al respecto, también pueden verse Barthes ([1980] 1989) o Schwartz y Ryan (2003).

16Se toma como fecha 1938 por ser el año en que se realizó el censo provincial y, por lo tanto, se cuenta con informes y datos estadísticos precisos (Vapñarsky 2000).

17El tejido urbano puede definirse como el conjunto de elementos (red vial, amanzanamiento, parcelas o lotes en los que se subdividen las manzanas, tipología y densidad de la edificación, tipo de actividades que se desarrollan) que definen la forma física de una ciudad o de las áreas que la constituyen.

18En Argentina, la década de 1930 marca el paso del ferrocarril al automóvil. En ese momento, el Estado desplegó un plan de construcción de caminos -especialmente durante la presidencia de Agustín P. Justo (1932-1938)- que contribuyó a modificar el territorio bonaerense.

19Para la expansión de la ciudad de Buenos Aires, Gorelik (1998) propuso que la aplicación de una grilla homogénea -a inicios del siglo XX-, dentro de los actuales límites de la Avenida General Paz (Capital Federal), funcionó como elemento homogeneizador de los vastos descampados que para ese momento rodeaban la ciudad. La definición pública temprana de un vastísimo territorio urbanizable en torno a la ciudad tradicional evitó el crecimiento como producto del mero designio de la especulación inmobiliaria o la modernización técnica. De acuerdo con este autor, esta intervención debe leerse como una manifestación de la voluntad del Estado para que la incorporación al mercado de una enorme cantidad de tierras se hiciera de acuerdo con una delineación pública idealmente equitativa en todas las direcciones de crecimiento potencial de la ciudad. Sirve como ilustración el contraste que fue común en la época en otras ciudades latinoamericanas: en ellas, ante un Estado prescindente o socio directo de los inversores inmobiliarios, los loteos nuevos carecieron de toda reglamentación, de todo contacto entre sí y de toda pertenencia a una imagen global de la futura ciudad que estaban constituyendo.

20Las décadas de 1960 y 1970 fueron de consolidación para las tendencias específicas de historia urbana. En el caso latinoamericano, el enfoque casi excluyente fue el de la historia de la ciudad como proceso de urbanización. Como exponente de esta línea se puede mencionar el Congreso Internacional de Americanistas desarrollado en Mar del Plata (Argentina), en el que participaron Jorge E. Hardoy y Richard Schaedel junto a Richard Morse. De manera casi contemporánea, tras una serie de crisis teóricas, se fortaleció la línea de la teoría de la dependencia defendida por Manuel Castells y Aníbal Quijano, quienes en 1967 dijeron "[…] no se podría entender nuestra historia actual […] sin tomar en cuenta el desarrollo de las relaciones de dependencia desde una perspectiva de largo alcance en el pasado" (citado por Gorelik 2004, 175). En relación a esta tradición se desplegaron más tarde aportes como los de Oscar Yujnovsky, Horacio Torres o César Vapñarsky.

21Caride (1977) y Caride y Novick (1999) analizan los vaivenes político-administrativos de la formación del Gran Buenos Aires.

22A grandes rasgos puede decirse que, dentro de las teorías urbanas de la modernización, la urbanización de las áreas periféricas a las grandes ciudades fueron entendidas como resultado del traslado de nuevos migrantes del interior del país, provenientes de las áreas rurales deprimidas, luego de la caída del modelo de producción agroexportador.

23En la hipótesis de Secchi (2004), la ciudad contemporánea es aquella que comienza a vislumbrarse entre los años sesenta y ochenta del siglo XX y cuyas líneas no están aún totalmente definidas. En cambio, la ciudad moderna que la precede es el resultado de una construcción lenta y prolongada entre el Renacimiento y el siglo XIX.

24Este término retoma una definición de Veltz (1999) que señala que, desde la década de 1990, las nuevas tendencias territoriales marcan un proceso de expansión de las grandes áreas metropolitanas y su evolución hacia una morfología de archipiélago urbano o de metrópolis-red, en un doble sentido de este término: morfología reticular y funcionalidad reticular. La formación de este tipo de espacios parece ser la transposición o forma material de una condición emergente del capitalismo global-neoliberal: la fluidez (del capital, de las comunicaciones, de los desplazamientos de las personas y las cosas).

25El uso del término "ciudad genérica", que proponen los autores, se aparta de la acepción acuñada por Koolhas (2004) y su asociación con el debate acerca de la homogeneización del mundo posterior a la globalización. Apoyándose en el concepto de "no lugar" de Augé (1993), la ciudad de Koolhas es una "ciudad sin historia", una ciudad "liberada del yugo del centro, de la camisa de fuerza de la identidad" (2004, 74). La "ciudad genérica" que los autores proponen es la que cubre gran parte de la superficie de las ciudades latinoamericanas. Producto de procesos de subdivisión del suelo por parte de sectores privados, los cuales durante la ocupación del suelo han ido configurando una grilla densa y continua (Vecslir y Kozak 2013, 699).

26Para comprender la superposición de diversas etapas de la urbanización, es necesario remitir a la metodología propuesta por Manuel de Solá-Morales i Rubió (1997) para el estudio de las formas de crecimiento urbano, según la cual las distintas fases de construcción del tejido residencial (parcelación, urbanización, edificación) y su forma de combinarse en el tiempo y en el espacio se utilizan para explicar la variedad morfológica y la evolución de la ciudad.

27Siguiendo a Didi-Huberman (2009), quien retoma a su vez una idea de Aby Warburg (citado en Didi-Huberman 2009, 46), esta frase constituye un desplazamiento conceptual. Tomada del etnólogo británico Edward Tylor, hace referencia a la supervivencia de las formas en términos de impronta (stamp) para expresar lo que él llama la permanencia de la civilización (permanence of culture).


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