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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

Print version ISSN 0121-215XOn-line version ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.26 no.2 Bogotá July/Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/rcdg.v26n2.59210 

Artículos

Leticia para turistas: imaginarios, narrativas y representaciones de una ciudad amazónica

Leticia para turistas: imaginários, narrativas e representações de uma cidade amazônica

Leticia for Tourists: Imaginaries, Narratives and Representations of an Amazon City

Jorge Aponte Motta* 

* Universidad Nacional de Colombia - sede Amazonía, Leticia - Colombia. Dirección postal: calle 127 A n.° 45 A 56 Bogotá - Colombia. Correo electrónico: jmapontem@unal.edu.co. ORCID: 0000-0002-4844-2727.


Resumen

Leticia es una ciudad colombiana sobre el río Amazonas, consolidada como destino turístico selvático. Esta ciudad puede verse desde tres perspectivas narrativas: la nacionalista, la “salvaje” y la “ambiental-aventurera”. Se sugiere que la “puesta en escena” de la ciudad para sostener esta última perspectiva narrativa está generando una profunda transformación simbólica en los monumentos urbanos, los cuales pasaron de estar relacionados con imaginarios nacionalistas a ser elementos determinados en función del producto turístico. Esta ciudad -producida actualmente por y para el turismo y el “disfrute de lo amazónico”-, es altamente excluyente. Las arquitecturas hoteleras expresan que la ciudad disfrutada por los turistas es negada para sus habitantes, produciendo de este modo una urbs que niega las dimensiones de polis y civitas, inherentes a la idea misma de ciudad.

Palabras clave: Amazonas; aventura; ciudad; civitas; Leticia; narrativas; polis; turismo

Resumo

Leticia é uma cidade colombiana localizada no rio Amazonas, que foi consolidada como destino turístico selvático. Essa cidade pode ser vista a partir de três perspectivas narrativas: a nacionalista, a “selvagem” e a “ambiental-aventureira”. Sugiro que a “encenação” da cidade para sustentar essa última perspectiva está gerando uma profunda transformação simbólica em monumentos urbanos que passaram de estar relacionados aos imaginários nacionalistas a ser elementos determinados em função do produto turístico. Essa cidade -produzida hoje por e para o turismo e o “desfrute da Amazônia” é altamente exclusiva. A arquitetura hoteleira expressa que a cidade desfrutada pelos turistas é negada para seus habitantes e, desse modo, produz-se uma urbs que nega as dimensões de polis e civitas, inerentes à ideia de cidade em si.

Palavras-chave: Amazônia; aventura; cidade; civitas; Leticia; narrativas; polis; turismo

Abstract

Leticia is a Colombian city on the Amazon River, consolidated as a jungle tourist destination. This city can be viewed from three narrative perspectives: the “nationalist”, the “wild” and the “eco-adventure”. I suggest that the “performance” of the city to support the last narrative perspective is generating a deep symbolic transformation in urban monuments, from nationalist imagery to tourism related imagery. This city produced by and for tourism and the “enjoyment of the Amazon” is highly exclusionary. The hotel architecture communicates that the city enjoyed by tourists is denied to its inhabitants, producing an urbs that denies the polis and civitas dimensions of the city.

Keywords: Amazon; adventura; city; civitas; Leticia; narratives; polis; tourism

Introducción

Leticia es una ciudad colombiana ubicada sobre las márgenes del río Amazonas, en la triple frontera que comparte Colombia con Brasil y Perú (figura 1). Se ha consolidado como el principal destino turístico de selva del país y es un referente fundamental en las guías formales e informales de viajeros y tour operadores que quieren acceder a la región amazónica. La importancia de dicha actividad económica obliga a pensar sus impactos en la ciudad, particularmente en una población como Leticia, fundada en 1867 como puesto de aduana para controlar el tránsito de caucho, en el marco del tratado de navegación y límites entre Perú y Brasil de 1851 (Zárate 2008). Leticia es por lo tanto una ciudad relativamente reciente, que surgió en el marco de decisiones geopolíticas vinculadas profundamente con la consolidación del territorio estatal en términos modernos, es decir, con la firme intención de definir contenedores territoriales que políticamente fueran fijos e inamovibles (Taylor 1994). Dichas decisiones tenían como objetivo controlar el tránsito de mercancías y personas por el territorio soberano, así como la firme idea de construir una comunidad única nacional imaginada (Anderson 1993), con sus narrativas, tradiciones (Hobsbawn y Ranger 1983) y espacialidades, definidas en buena parte dentro de este territorio nacional que “amojona” la ciudad fronteriza.

Figura 1 Mapa de ubicación de Leticia y Tabatinga. Datos: elaborado por Geimy Urrego y Jorge Aponte a partir de base cartográfica IGAC sf.; mapas base abiertos ESRI sf.; información temática de la investigación. 

El turismo está generando cambios importantes en las formas de ser y existir de esta ciudad fronteriza. Considero que está transformando de manera profunda sus dimensiones simbólicas, políticas, físicas y prácticas para condicionarla y acondicionarla al negocio turístico, afectando con ello a todos sus habitantes. Se sugiere -a partir de las indicaciones que hace ya varios años hiciera Horacio Capel, sobre la necesidad de “pensar e imaginar la ciudad en su conjunto, de manera integrada”-, entender la ciudad desde sus tres dimensiones: urbs, civitas y polis (Capel 2003, 18) para desde este marco comprender las implicaciones de dichas transformaciones y pensar las formas de gobernarla (Queiroz 2007).

Urbs refiere a la espacialidad física construida de la ciudad, a sus formas visibles: edificaciones, parcelarios, manzanas, viarios, plazas, etcétera. Civitas comprende a los ciudadanos, quienes viven la -y en la- ciudad, no solo en cuanto actores que encuentran techo y trabajo en los espacios construidos, sino como agentes activos que la construyen a través de sus relaciones cotidianas, en la práctica; en definitiva, viven la ciudad tanto en los espacios privados de vivienda, trabajo y ocio, como también en los espacios públicos donde se desarrolla la vida urbana, lo cual los configura como ciudadanos, en el sentido político, al relacionarse directamente con la ciudad entendida como polis.

Lo público es el dominio de la polis, un concepto que abarca tanto la administración pública y el gobierno de la ciudad, como también la política1. Ahora bien, lo político contenido en el concepto de polis se refiere a la construcción siempre cambiante de un nosotros con el todo y sus expresiones discursivas, simbólicas y prácticas -tanto en urbs como en civitas-, por largo tiempo vinculadas a la construcción de un nosotros nacional muchas veces hegemónico. Es también el entorno del debate constante, vinculado a la consolidación de la democracia directa; la polis es por lo tanto aquella dimensión que les permite a los ciudadanos -civitas- tener derecho a la ciudad, a ser ciudadanos no solo por ocupar un espacio en ella sino por tener el derecho a reivindicarla y ser parte activa de su desarrollo. En este sentido, la polis es la esencia política de la ciudad y es por ella que se desarrolla la ciudadanía.2

Se sugiere, siguiendo estas ideas, que posiblemente ciudades como Leticia se están volviendo urbs sin civitas y con escasas posibilidades de ser polis, tanto por los impactos que está generando la expresión física de las infraestructuras turísticas, como por sus discursos, prácticas e itinerarios que manifiestan diversos imaginarios, los cuales podrían estar incidiendo en las transformaciones del sentido de la ciudad.

Así pues, en esta investigación se retoman la concepción de imaginarios de Castoriadis (2013), Durand (1992) y la aplicación que ha dado Daniel Hiernaux (2002, 2009) de estos para el estudio del turismo, entendiéndolos como una dimensión personal del espacio vinculada a la construcción social de la imaginación (Lindón y Hiernaux 2012); no como sueño, sino como forma arquetípica e inmanente, la cual preconfigura la relación social que se imagina en entornos sociales y culturales particulares. Esto último también está profundamente ligado a las imaginaciones geográficas que plantea Gregory (1994), atravesadas por discursos y fuerzas que cruzan las diversas narrativas y representaciones del espacio.

De esta forma, Leticia puede verse desde tres perspectivas diferentes que encierran diversos imaginarios: primera, como narrativa nacionalista de una ciudad que los colombianos han conocido desde la escuela, cuando les hablaban de un “punto en el mapa al extremo sur oriental del país” fundamental en el conflicto armado que enfrentó al país con Perú en la década de los años treinta. Segunda, como una narrativa en la que se construye la idea de lo salvaje, la cual remite a los imaginarios duales de la Amazonía peligrosa y malsana, o paradisiaca y prístina, presente con diversos matices tanto en las literaturas nacionales sobre la región, como en las diversas representaciones realizadas desde los primeros encuentros entre europeos y americanos. Tercera, como una narrativa ambiental-aventurera que considero central en el turismo de la Amazonia. Esta última entrecruza dos itinerarios vinculados con la segunda narrativa: el enfrentamiento con lo salvaje y peligroso, mediante una aventura de la que sale victorioso el protagonista, y también la contemplación del paraíso durante esa experiencia.

El fortalecimiento de esta tercera narrativa es bastante reciente, aunque existen algunos elementos que permiten ubicar el surgimiento del turismo en Leticia hacia la década de los años cincuenta, considerando que se consolida en el marco de las preocupaciones ambientalistas de finales de los años setenta y de la evocación a la aventura salvaje, “tarzanesca”, que se popularizó en la mirada global hacia la Amazonía en los últimos cuarenta años. Estas tres narrativas, estructuradas a partir de los imaginarios con los cuales ha sido entendida -desde Colombia - Leticia y la región amazónica- hacen que el encuentro con esta ciudad sea sorprendente. Quien llega a Leticia se estrella con una ciudad inesperada, un paisaje urbano que no responde a lo que se imaginaba. Sin embargo, estos elementos, de una u otra forma terminan instalándose en el espacio físico de la ciudad, configurando un paisaje urbano salpicado de intervenciones artísticas monumentales que moldean su imagen pública. Los monumentos como símbolos cumplen así un papel fundamental en la construcción de dicha imagen, así como en la configuración de las relaciones simbólicas, prácticas, ideológicas y políticas mediadas a través de la obra en la ciudad en sus dimensiones como urbs, polis y civitas.

Se cree que actualmente esos imaginarios -los cuales deambulan mediante representaciones que se construyen desde hace cerca de 500 años-, se entrecruzan hoy en día de forma importante con la actividad turística y la venta de la Amazonía como destino de aventura, para el encuentro con la naturaleza o inclusive “ecológico”, lo cual pareciera estar transformando la expresión monumental de la ciudad. Una ciudad como Leticia, cuya razón de ser estaba vinculada con la narrativa hegemónica que sobre ella se expresaba en el “monumento nacional”, las banderas, los éxitos militares, todos constructores de la nacionalidad y el territorio soberano, le ha cedido el paso a una nueva narrativa funcional al turismo. ¿Cuáles son las implicaciones que esta transformación tiene para la ciudad de Leticia y la Amazonía en general?

Tres narrativas para imaginar Leticia: el triunfo del itinerario turístico

El conflicto entre Colombia y Perú en los años treinta ha sido el único enfrentamiento bélico territorial en el que Colombia ha estado implicada en su historia moderna contra uno de sus vecinos. Leticia se constituyó entonces como un elemento simbólico central de la disputa y, por lo tanto, en un referente de la “defensa del territorio colombiano” frente a “las agresiones peruanas”. Esta ciudad es una marca de la soberanía colombiana en la Amazonía y, por ende, su historia -la narración del supuesto éxito militar que unió a la nación por causa de su defensa- es conocida desde la infancia con las primeras clases de ciencias sociales. Dicha historia habla sobre el patriotismo de la acción militar que condujo a increíbles donaciones de joyas de las señoras de las élites capitalinas, así como a exaltadas declaraciones patrióticas de los gobernantes del momento que hicieron parte de la propaganda en apoyo de la guerra. Por ejemplo, la figura 2 muestra una alegoría a Enrique Olaya Herrera -quien durante la guerra fue presidente de Colombia- con la bandera enarbolada, invitando a “sembrar con sangre” para cosechar la gloria nacional frente a Perú.

Fuente: Ospina Peña 2011.

Figura 2 “Colombianos. Sembremos sangre para que cosechemos Gloria”. Enrique Olaya Herrera, Presidente de Colombia. Propaganda oficial en la Guerra Colombo-Peruana 1932-1934. Nota: fotografía de Jorge Obando 1937, titulada Alegoría de Enrique Olaya Herrera n.° 2

Poco antes de la guerra, en el mismo entorno de la actividad cauchera donde se suscitó el conflicto, José Eustasio Rivera -poeta y diplomático colombiano- escribió su obra más reconocida: La vorágine (1924), una novela fascinante, en la cual el protagonista, Arturo Cova, huye de Bogotá con su amante para refugiarse en las selvas del Llano y la Amazonía. Rivera expone una selva peligrosa, malsana y exuberante que manifiesta la impotencia del hombre civilizado ante las condicionantes de la naturaleza selvática. Estos imaginarios sobre la región que marcan una narrativa de lo salvaje, ya hacían parte de la imaginería europea sobre América y las selvas, pero con la obra de Rivera -en un entorno donde las actividades para la extracción de caucho o heveas en la región empezaban a hacerse sobresalientes- rápidamente se popularizó en Colombia, haciendo de dichas selvas parte central de la imaginación colombiana, y cimentando los referentes que posteriormente permitirían articular los paisajes de La vorágine con los espacios en disputa con Perú. Es decir, la obra de Rivera logró articular las narrativas nacionales con las salvajes, haciendo de esta imbricación una parte esencial de las formas como Colombia se imaginó como nación, incorporando a la región amazónica.

Pero no fue solo La vorágine, después hubo muchos más textos literarios que retomaron la idea de la selva e incluso el tema de la guerra con Perú -como Toa, narraciones de caucherías (Uribe 1933)-, e incluso se produjeron algunas apuestas de la incipiente industria cinematográfica (Chaparro 2006; Tamayo 2006), que cumplieron papeles importantes en la construcción de la idea de la Amazonía nacional colombiana.3

Muchos años después, a mediados de los años setenta, un joven de Puerto Leguízamo, Putumayo, quien vivía en Leticia y era conocido por su capacidad para cruzar a nado el río Amazonas, emprendió una aventura épica al intentar nadar un buen trecho del río Magdalena. Dicha aventura, seguida por radio y televisión, así como el posterior lanzamiento de la fotonovela Kápax el héroe salvaje (figura 3) (ICAVI 1977) y de la película Kápax del Amazonas (Rincón y Sambrell 1982), hicieron de este un nuevo personaje “pop” de la Amazonía imaginada. Ahora, el nadador se había convertido en protagonista de las entregas de la fotonovela y en el héroe de películas donde era presentado como salvador de bellas doncellas, gran ambientalista y amigo de los indígenas; asimilando así una imagen que recordaba al popular Tarzán -personaje creado por el escritor estadounidense Edgar Rice Burroughs a inicios del siglo XX-. Kápax, el nuevo personaje nacional colombiano, surgió con la ampliación y masificación de los medios de comunicación y con el surgimiento de héroes deportivos de carácter nacional (Quitián 2013), en un entorno global generalizado con nuevas preocupaciones ambientales que ya habían incidido en Colombia (Ulloa 2001). Esta fue una forma efectiva de volver a llamar la atención de los colombianos hacia el Amazonas, a través de una nueva narrativa ambientalista y aventurera que empezaba a desdibujar el carácter nacionalista tradicional con el que se asociaba a la región amazónica y, por ende, Leticia.

Fuente: ICAVI 1977.

Figura 3 Portada de la fotonovela Kápax. El Héroe Salvaje. Año 1 n.° 2 1977. 

Alberto Lesmes, mejor conocido como Kápax, aún vive en Leticia. Anda con pantalón corto, un gran cuchillo al cinto y el infaltable collar de colmillo de felino. Actualmente trabaja para una cadena hotelera internacional y su imagen hace parte tanto de anuncios publicitarios como de estatuas y murales ubicados en diversos lugares de la ciudad. De este modo, se evoca nuevamente una Amazonía imaginada y promocionada de forma institucional, en la cual -al igual que Tarzán, el personaje de origen escocés, perdido en su infancia en las selvas africanas-, el héroe protege a la selva de sus posibles agresores, frente a la impotencia de los habitantes selváticos, indígenas o animales, que en dicho relato resultan ser casi lo mismo.

Hacia finales de la década de los setenta, Germán Castro Caycedo -uno de los grandes escritores contemporáneos colombianos- realizó una crónica que tuvo ventas numerosas tanto en Colombia como en el exterior. En dicho relato, Castro narra la desaparición de un marino colombiano que viaja desde Leticia y que al parecer se encuentra con una tribu indígena “aún desconocida”; su desaparición le da título a la obra: Perdido en el Amazonas (Castro 1978).

La fascinante e impecable narración de Castro remite a la imagen de Arturo Cova perdido en la selva, e incluso puede leerse como paralela al relato en las fotonovelas de Kápax: tenemos nuevamente la selva -el infierno verde, peligroso, exuberante y prístino- donde ocurrieron los hechos que definieron la soberanía colombiana en la Amazonia; donde Kápax rescata mujeres y donde el sargento Gil, personaje central de la obra de Castro, se perdió sin dejar rastro alguno, al parecer capturado por los “indios patones”.

Con todos estos imaginarios, estereotipos, imágenes y narrativas en la cabeza, se llega a Leticia esperando encontrar a Kápax -si fuera posible-, ver el río y salir a explorar ese paraíso de la selva ante la amenaza y el peligro de correr con la misma suerte del sargento Gil. Por lo tanto, no se llega a Leticia, se llega a “la selva”. No se espera ver Leticia, se espera ver y experimentar todo eso que por años se ha ido cultivando en la cabeza. Así, en el imaginario no está la ciudad; sin embargo, cada uno la encuentra (figura 4).

Figura 4 Calles de Leticia. Fotografía del autor, marzo del 2016. 

Esta selva imaginada y exótica se hace presente en la promoción del turismo en Leticia. Las calles están llenas de carteles que invitan a hacer recorridos turísticos; incluso, el impuesto al turismo -cobrado a todo aquel que llegue en avión a la ciudad y que no logre probar vínculos residenciales o laborales en ella- convoca, en el desprendible que es entregado tras cancelar dicho impuesto, a conocer tribus indígenas, grandes felinos, paisajes exóticos y a cruzar la frontera; dicho componente se repite en otros documentos institucionales y en los discursos de las agencias de viajes que recalcan las mismas características de un producto construido para presentar lo que el visitante ya esperaba, es decir, los imaginarios salvajes de la Amazonía: indígenas, fauna, flora, río, es decir “la selva”, y el componente diferencial de Leticia, “la frontera”.

En un plegable (figura 5), editado hace más de diez años por la oficina de turismo de Leticia, se evidencia un discurso que con pocos cambios es plenamente vigente en la publicidad turística sobre la ciudad, como bien lo atestiguan tanto la página web oficial de turismo del Estado Colombiano (Colombia Travel sf), como la del municipio de Leticia (Portal Leticia 2013). El documento, elaborado en inglés, es decir dirigido a turistas anglófonos, evidencia el paquete de ofertas disponibles para el turista. Primero, bajo el título Ethnic Groups and Indigenous Cultures, el texto menciona la existencia de algunos grupos, su ubicación y una alusión a su “riqueza cultural”; todo esto acompañado por un par de imágenes de indígenas estereotipados, puestos “al natural” y viviendo en un tiempo ahistórico, las cuales pueden ser vistas por los turistas como pruebas documentales que corporizan lo que ya habían visto en otros catálogos y lo que esperan encontrar en un viaje “selvático”. Segundo, en The Biggest Bio-diversity on the Planet, otro apartado del texto en cuestión, se comenta la existencia de plantas medicinales, frutales, maderas finas y minerales, así como de animales que representan dicha biodiversidad observable y comprable, para lo cual muestran unas imágenes representativas de tal oferta.

Fuente: DAFE 2006.

Figura 5 Plegable de promoción turística. 

Este es el producto de la oferta turística: indígenas y biodiversidad estereotipados. La mención a Leticia en la siguiente página del plegable es diferente y no resalta ningún atractivo turístico de la ciudad en sí; hace una breve nota histórica, referencia la realización de unos festivales y alguna actividad industrial. Sin embargo, pese a que el discurso impreso parece indicar que la ciudad articula la frontera y la diversidad -presentando algunas actividades resaltables y que funcionan como plataforma integradora, particularmente el Festival de la Confraternidad Amazónica y el Pirarucú de Oro- no invita a su exploración más allá de dichos eventos y a la posibilidad de visitar la frontera.

De este modo, la ciudad no es considerada en sí misma un atractivo turístico, es solamente la base desde donde se puede partir para observar lo promocionado en el catálogo; funciona solo como escenario momentáneo para la realización de un par de festivales y partir hacia “la selva” o “la frontera”. Así entonces, se presentan dos elementos: el exotismo de lo salvaje (indígenas y biodiversidad) y la potencialidad del disfrute de la frontera, lo cual no se experimenta desde la ciudad, sino desde “el cruce” posible y perceptible al atravesar el límite e ingresar a Brasil. Sin embargo, la ciudad como atractivo turístico es en sí misma inexistente, se convierte en una ciudad-dormitorio para ver la exoticidad ofertada en el catálogo.4

Así como la oficina de turismo tanto en 2006 como actualmente (Colombia Travel sf; Portal Leticia 2013), vende una imagen de la Amazonía donde la ciudad no existe o es subvalorada, las agencias de turismo hacen lo propio: los itinerarios turísticos ofrecen visitas a comunidades indígenas, tures por la selva y recorridos por el río Amazonas, incluyendo estancias en poblaciones rurales o indígenas peruanas, brasileñas y colombianas. Ocasionalmente, algunas agencias ofrecen un city tour que incluye visita al Parque Santander -o parque central-, a las tiendas de artesanías ubicadas en un pequeño sector del centro de Leticia y a “cruzar la frontera” hacia Tabatinga (ciudad brasileña vecina de Leticia y que junto a ella conforman un continuo urbano transfronterizo), lo cual en ocasiones se realiza en bicicleta. Estas ofertas se encuentran por todas partes en la ciudad, especialmente en sectores cercanos al centro, donde están la mayoría de hoteles (figura 6). Sin embargo, en muchas ocasiones, los paquetes de servicios turísticos ya han sido comprados previamente, de modo que los turistas llegan a Leticia directamente a su hotel y, desde allí, salen a conocer la selva que han pagado por catálogo.

Un ejemplo ilustrativo lo ofrece el más famoso hotel de la ciudad, que hace parte de la cadena internacional hotelera Decameron, el Hotel Decalodge Tikuna ofrecía en el 2012 a sus huéspedes en la página web:

[…] quedarse en un resort moderno con todas las comodidades del hogar a tan solo minutos del Río Amazonas y su espectacular ecosistema. El Hotel Decalodge Ticuna se encuentra en el corazón de la selva Amazónica: el ecosistema más diverso en el mundo. Ubicado a solo 5 minutos del Aeropuerto Vasquez Covo [sic], en Leticia, capital del Departamento de Amazonas [sic] el eje de la triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. (Decameron sf-b)5

Figura 6 Itinerarios turísticos en Leticia y Tabatinga. Trabajo de Campo 2006-2013. Datos: elaborado por Geimy Urrego y Jorge Aponte a partir de base cartográfica 1:100.000 y base cartográfica PBOT Leticia 2002 (IGAC sf.); plano municipio de Tabatinga 2007; información temática de la investigación. 

Nuevamente, en este tipo de catálogos se oferta la selva, no existe la ciudad. Leticia se configura como un dormitorio desde donde parten las expediciones a “la selva de verdad”, restringiendo las ofertas locales para el negocio turístico. Se hace necesario resaltar que por fuera de los paquetes que ofrecen hoteles y excursiones -e incluso transporte aéreo, en casos como el de la cadena hotelera Decameron y On Vacation-, existen las ventas de artesanías, algunos hoteles pequeños poco articulados con la oferta de grandes paquetes turísticos, y agencias de excursiones locales.

Estos itinerarios vendidos, plagados de referentes a la exoticidad selvática, son recurrentes en los planes de las agencias que centran su interés en actividades que ocurren en el río: visitar comunidades indígenas, tener “experiencias místicas”6, recorrer senderos en el interior de la selva, tomar fotos y, en algunas ocasiones, escalar ceibas7. En otras palabras, la actividad turística no ocurre en la ciudad. En uno de los recorridos está incluida la Isla de los Micos -ubicada sobre el río Amazonas, con una amplia población de primates y una incipiente infraestructura hotelera- hoy controlada por la cadena hotelera Decameron, el Parque Nacional Natural Amacayacu -controlado hasta el 2013 por la agencia de viajes Aviatur, ligada a Decameron- y algunos otros pocos parajes muy apropiados y acomodados para que, quien va a hacer turismo encuentre una selva domesticada que le permita experimentarla sin las incomodidades propias de estas tierras, las cuales todavía, como en la famosa obra literaria de Rivera, no han dejado de ser un “infierno verde”.

Es así que en la ciudad, la selva circundante es mostrada por los promotores turísticos como atractivo afín al exotismo que acompaña a la Amazonía en cuanto espacio periférico: “pulmón del mundo”, “tierra de salvajes” y, en la versión vigente por muchos años en Colombia, como tierra de confinamiento de guerrilleros y lugar donde mantenían cautivos a sus secuestrados8 (visión no muy adecuada, sobra decirlo, para el mercadeo del paisaje amazónico como paraje turístico). Sin embargo, la lejanía de Leticia del resto de Colombia parece ser una buena excusa para que en los discursos públicos esta ciudad se convierta en “capital mundial de la paz”9, haciendo alusión a que supuestamente el conflicto interno del país no llega a esta lejana ciudad fronteriza.

Además de la selva exotizada, la frontera también se configura como una de las herramientas para la promoción turística: aduciendo una supuesta hermandad entre naciones que le permite al turista, por ejemplo, trasladarse a comer un día en la ciudad brasileña Benjamin Constant. Es así que el turismo gastronómico y la posibilidad de acceder a tres países en un rápido recorrido ribereño es uno de los mejores ganchos para aprovechar la frontera en los paquetes turísticos. Nuevamente, el Hotel Decameron y sus planes para turistas ofrecen buenos ejemplos. El programa Tres Fronteras (Brasil, Colombia y Perú) que se repite con el mismo nombre en muchos hoteles y agencias de viajes, ofrece visitar: “pueblitos con nombres como Leticia, Benjamín Constant e Islandia”, donde “el Amazonas tiene sus tres fronteras: Colombia, Perú y Brasil”, y cuyos habitantes practican “una convivencia dinámica” que dejó atrás “el pasado colonial, cuando España y Portugal disputaban la supremacía en el gran río y al parecer también fueron enterrados algunos desacuerdos limítrofes posteriores”(Decameron sf-a).10

Para acceder a la particular expresión de complejos procesos históricos que se decantan en una “pacífica cotidianidad”, el programa promocionado ofrece “transporte fluvial en lanchas con capacidad para 5 a 18 personas, entrada al museo Ticuna, guía profesional, refrescos, almuerzo típico. Dependiendo del número de personas transporte terrestre en Benjamin Constant en mototaxi (1 persona por mototaxi) o carro” (Decameron sf-a).

Todo esto no solo evidencia la forma en que la frontera y sus habitantes son vistos como objetos de promoción turística, sino también de qué manera la historia es necesariamente simplificada para expresar un relato fácil que permita la rápida digestión de los contenidos con dosis precisas de aventura y deleite de sabores y paisajes.

Esta condición de superficialidad se repite en los paquetes que ofrecen “Paseo en bicicleta a Tabatinga” y “Caminata por Leticia” (Decameron sf-a)11; en el primero un rápido recorrido de dos horas permite tener una experiencia brasileña: aprender algunas palabras en portugués, comprar chancletas y chocolates. En el segundo caso, el paseo se limita a una caminata por las calles centrales, la visita a tiendas de artesanías, al museo etnográfico y la compra de bebidas exóticas. De este modo, se sale de las ciudades en dos horas, consumiendo rápidamente lo que estas le ofrecen al turismo (figura 6).

El paisaje del turismo: transformaciones simbólicas de la monumentalidad urbana

Los itinerarios, narrativas e imaginarios asociados al turismo afectan la dinámica urbana e inciden tanto en las prácticas cotidianas de la ciudad como en su imagen. En efecto, el paisaje urbano y los referentes monumentales parecen girar ahora no en clave nacional sino en función del turismo, debilitando y quizá rompiendo los referentes histórico-geográficos de la ciudad para la construcción de un destino, es decir, para la creación de un simulacro selvático. Así, se compone un paisaje particular que recalca este imaginario y una narrativa “ambientalista-aventurera”, mientras se les vende constantemente la selva a los turistas-consumidores.

Nuevamente Kápax resulta ser un ejemplo bastante elocuente para analizar los impactos del turismo en una ciudad como Leticia. Kápax aparece junto a su anaconda en diversas campañas publicitarias; por ejemplo, en la de una empresa de telefonía móvil (figura 7), donde se relacionan el supuesto conocimiento que tiene este personaje de la región, con la cobertura de los servicios de la empresa, al tiempo que se plasma una imagen del mapa del Departamento del Amazonas colombiano para reforzar dicha idea. De paso se superpone la narrativa ambiental-exotista a los discursos cartográficos de construcción del logotipo nacional, generadores de esa particular figura del Trapecio Amazónico que define la forma de la Amazonía colombiana (Aponte 2013). La señal de la empresa de telefonía móvil puede captarse en todo el departamento, Kápax lo respalda.

Figura 7 Kápax en la campaña publicitaria Amazonia.com, Leticia. Fotografía del autor, agosto del 2008. 

Así mismo, este personaje está en el mural del Parque Central de Leticia -o Parque Santander- (figura 8), donde invita a un indígena a conocer la Selva insinuando que él -Kápax- es su dueño. Se infiere de esta representación que el otro personaje -con una guacamaya en su hombro- recibe las enseñanzas sobre la selva que lo circunda y la cual desconoce, gracias a la sabiduría y experiencia del también conocido como el “Tarzán colombiano”.

Figura 8 Mural paisajístico 1. Kápax enseñando la Amazonia. Parque Santander, Leticia. Fotografía del autor, noviembre del 2016. 

La misma idea persiste en otro mural, esta vez sin Kápax pero con el mismo lenguaje de representación paisajística que se repite numerosas veces en los murales que están por toda la ciudad. En la figura 9 se ve a una mujer desnuda, de apariencia indígena, saliendo del agua; hay una construcción en palafito, algunas canoas y flores. Estos son los referentes estereotipados de los selvático y lo amazónico que niegan la realidad presente de la ciudad, su entorno y la situación de las diferentes comunidades indígenas. Este mural, como muchos otros, reproduce el exotismo selvático que anula a la ciudad y que está inmerso en el discurso institucional.

Figura 9 Mural paisajístico 2. Mujer saliendo del agua. Carrera 8, Leticia. Fotografía del autor, agosto del 2008. 

El recalcitrante exotismo es tal que Kápax es puesto como representante y símbolo del Amazonas, un hecho que trasciende el fenómeno de los murales. Frecuentemente es invitado a participar en eventos públicos: en el 2008 y 2011, por ejemplo, estuvo presente en el encuentro de los tres presidentes de los Estados que colindan en esta frontera, una reunión donde participaron varios funcionarios del nivel central del Estado colombiano en Leticia. Allí su labor fue reconocida por el mismo presidente de Colombia, quien recalcó su papel en la conservación de la naturaleza y el desarrollo de la región (figura 10). Pese al reconocimiento del presidente, una funcionaria de su gabinete, la directora de Parques Nacionales, solicitó a las autoridades ambientales decomisar la serpiente que exhibía Kápax a turistas y en eventos públicos, ya que este animal es parte de la fauna silvestre y está protegido por la legislación colombiana (Semana 2012).

Fuente: Semana 2012.

Figura 10 Kápax siendo felicitado por el Presidente de Colombia. 

Aunque su labor “ambientalista” es reconocida por las autoridades -pese a que no se conozca realmente cual ha sido su papel como promotor de valores ambientales más allá de algunas declaraciones, la exposición y recreación del exotismo-, fue homenajeado en el 2009 con una estatua de tres metros de alto (figura 11) ubicada en el extremo sur del recientemente construido malecón turístico, un lugar conocido popularmente como el puerto de Mike, en honor a un reconocido comerciante que durante los años ochenta fue asociado con algunas actividades ilícitas y a donde aún llegan -pese a la alta sedimentación del canal del brazo del río Amazonas que pasa por Leticia-, algunas pequeñas embarcaciones con víveres para los mercados locales, así como otras que movilizan turistas. El malecón fue una estrategia -no bien terminada- para ofrecer a los turistas -y no a los habitantes- un paseo por el río, tal como lo hacen otras ciudades portuarias. La estatua de Kápax, que adornaba dicho malecón, representó un referente que, cual Hércules, presidía la ciudad. Esta estrategia intentó servir también para cambiar la toponimia popular del “puerto de Mike” por “puerto de Kapax”, que desde la perspectiva de la Policía Nacional de Colombia, impulsora del proyecto, representaba mejores valores que el recordado comerciante. Sin embargo, tal idea no tuvo buena acogida entre la ciudadanía.

Fuente: Posadas Turísticas de Colombia 2010.

Figura 11 Estatua Kápax en el Puerto Mike Tsalikins, costado sur del puerto de Mike. 

Pese a toda esta construcción simbólica en torno al turismo, la estatua fue removida de este lugar en el 2012 debido a que estaba en riesgo de derrumbarse por debilidad de los cimientos del malecón. La estatua fue rediseñada con un pequeño giro en la mirada de Kápax y la adición de un pedestal que agregó dos fieros felinos al conjunto, los cuales, junto con la anaconda que aferra en sus manos, representan el control del personaje sobre las bestias salvajes. Con dichos cambios, la estatua fue reubicada en la cabecera de la Avenida Alfredo Vázquez Cobo -que comunica al Aeropuerto con el centro de la ciudad-, logrando así ser el primer monumento observable después de salir del aeropuerto (figura 12).

Figura 12 Nueva locación de Estatua Kápax, cabecera de la Avenida Vázquez Cobo frente al aeropuerto, Leticia. Fotografía del autor, noviembre del 2016. 

La estatua dorada, financiada por la Policía Nacional y dedicada al “héroe del Amazonas” expresa, junto con los otros monumentos, la invención de una narrativa “ambientalista y de aventura” funcional al turismo reciente de la Amazonia, la cual no está desvinculada de las construcciones de su “salvajismo”. Allí, en la ciudad donde vive Kápax, cuya imagen es representada en diversos lugares privados y públicos que incluyen el malecón, la avenida principal y la plaza central, con las implicaciones simbólicas y políticas que esto conlleva, dicha imagen no corresponde a la ciudad. Podría pensarse que la imagen de Kápax no referencia las simbologías modernas tradicionales de una ciudad fronteriza como Leticia, y que tampoco logra simbolizar la ciudad en su escala humana, con sus historias, sueños y esperanzas. Incluso se podría pensar que la ciudad es en parte contrapuesta a dicha imagen creada para y por el turismo. Ciertamente, Leticia, con sus problemáticas y mitologías, no se encuentra vinculada a la representación de un héroe salido de una fotonovela, sino a los procesos de su construcción, lo que incluye sus narrativas nacionales impresas en el espacio, con todo y las tensiones manifiestas entre la producción hegemónica nacional y los procesos locales de construcción de las ciudades como entornos de vida con características transfronterizas. Por ello, podría decirse que los monumentos hablan y permiten escuchar las tensiones inmersas en las dimensiones simbólicas de la producción y la construcción del espacio urbano. Así habría que leer y escuchar las plazas, las calles y los parques para comprender la ciudad y sus transformaciones.

No deja de ser curioso que antes de los años setenta los monumentos urbanos estaban relacionados tanto con el pasado hispánico -como el Parque Orellana, en referencia a Francisco de Orellana, conquistador español a quien se le atribuye “el descubrimiento del Amazonas”-; con el pasado patrio -por ejemplo el Parque Santander, en alusión a Francisco de Paula Santander, uno de los próceres de la Independencia y de la conformación inicial del Estado-; o rememoraban el conflicto colombo-peruano -tal es el caso del Aeropuerto y Avenida Alfredo Vásquez Cobo, que lleva el nombre de un general veterano quien lideró las acciones militares en el marco del conflicto colombo-peruano-. Posteriormente, los referentes monumentalizados empezaron a representar otras figuras que, como Kápax, rompieron con el fortalecimiento de las identidades nacionales y estimularon el reconocimiento monumental de una narrativa “salvaje-aventurara”, funcional al turismo como gran relato de la Amazonía y de la ciudad de Leticia. Este hecho, además de cuestionar el clásico discurso nacionalista del monumento urbano en estas ciudades fronterizas, poco tiene que ver con la dinámica cotidiana de la gente que disfruta y padece las condiciones de una urbe que poco se piensa a sí misma y que se edifica de forma descoordinada con las necesidades de sus habitantes (Ochoa y Aponte 2010).

Lo anterior no pretende ser un llamado conservador y nacionalista por el respeto a los monumentos; es simplemente la indicación de que están cambiando, en forma acelerada y dramática, los referentes de imaginación colectiva y las narrativas que actores hegemónicos hacen sobre un lugar superponiendo nuevos símbolos. Si el proyecto de imaginar una nación pasó por hacer referencia simbólica a los derramamientos de sangre, como lo indicaba Enrique Olaya Herrera, lo cual en la monumentalidad urbana se traducía en el levantamiento de estatuas de próceres, ¿cómo un pueblo puede reinventar su simbología cambiando de forma tan abrupta su narrativa colectiva con esta nueva invención, tan artificial como la idea de nación pero sin estar dirigida a la construcción de un imaginario político y social que se presume colectivo, sino de uno funcional a la construcción de un destino de catálogo, a un negocio turístico?

Hoteles para el simulacro del turismo

Además de las transformaciones en la monumentalidad urbana, el turismo marcó de manera clara la forma de la ciudad por la disposición y expresión de sus edificaciones. Así, las arquitecturas hoteleras configuran también una buena parte del paisaje urbano. Algunos grandes hoteles y otros más modestos van colonizando, cada vez de forma más insistente, distintas partes del centro de la ciudad (figura 6). Estas edificaciones evidencian una forma particular de ver y vivir la ciudad y la selva. Ya en las fachadas de los hoteles se indican los referentes exóticos antes sugeridos, al tiempo que se destacan por sus volúmenes y alturas, marcando un límite que claramente hace la diferencia entre estar dentro o fuera del hotel. Se plantea así la división entre ser un turista o habitante de la ciudad con recursos para pagar la entrada, o estar fuera y nunca poder acceder a disfrutar del paraíso simulado.

Fuera del hotel, las problemáticas de la ciudad son sobresalientes. En Leticia no hay agua potable. El sistema de alcantarillado es insuficiente; el servicio de recolección de basura es inconstante; la energía eléctrica es itinerante; los entornos de vivienda son inadecuados, muchas veces minúsculos e insalubres; los servicios de educación y salud son deficientes e insuficientes para una población que parece estar creciendo de forma acelerada. No es gratuito que ya en el 2005, el Censo Nacional de Población indicara que Leticia presentaba un Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas cercano al 30,8% (DANE 2011) y un Índice de Pobreza Multidimensional que supera el 65% de la población (DNP 2015). En definitiva, Leticia es una ciudad de contrastes, pero como dicen los políticos “hay que dar la buena cara para agradar al turista”, porque esta es “la vocación de la ciudad”.

El ejemplo paradigmático del Decameron puede seguir ofreciendo muy buena información. Tiene una fachada arbolada con palmas y una bahía para el acceso de los vehículos que transportan a los turistas; se caracteriza por el uso de las techumbres en hoja de caraná -tradicional en las formas de edificación indígena que justamente son usadas como referencia en su nombre, Hotel Tikuna-. Un muro amarillo separa el mundo interior y confortable, de la ciudad real que está en el exterior (figura 13).

Figura 13 Entrada del Hotel Decameron Tikuna. Carrera 11, Leticia. Fotografía del autor, marzo del 2016. 

Pasar por la entrada principal es cruzar el limbo entre la realidad y la fantasía exótica que evocan el vestíbulo del hotel, su bar y una gran piscina. Son dos mundos: uno afuera, el que se vive en la calle, y el del interior, donde regularmente se realizan “presentaciones de danzas, música y canto autóctono”, danzas folclóricas de Brasil y Perú, y donde además puede asistirse al “canto del chamán” tres veces por semana (Decameron 2016). En este complejo turístico incluso se ven anacondas ornamentales de plástico colgadas del techo, como la que está en el centro del restaurante y la cual se divisa desde la calle (figura 14). Este tipo de situaciones logra evocar una selva imaginada y domesticada que puede verse desde la comodidad del hotel, sin que el mundo verdadero y sus incomodidades afecten la tranquilidad de la simulación.

Fuente: Tripadvisor 2011.

Figura 14 Serpiente de plástico en el Hotel Decameron Tikuna, al interior del restaurante, Leticia. 

Pero la existencia de este mundo simulado en el interior, con las fachadas que lo separan de la ciudad real, no es un asunto exclusivo del Hotel Decameron, sino que constituye una parte fundamental en la construcción de paisajes turísticos, tanto de los que se simulan para compradores de catálogos, como de aquellos que se proyectan hacia la ciudad, haciendo de esta última el espacio donde el paisaje del turismo es abiertamente defensivo para quienes no son compradores de dicho servicio. Como se sugirió con Germán Ochoa (Ochoa y Aponte 2010), una es la ciudad que se construye para la gente, y otra la que se presenta a los turistas escondida tras unos muros. Una ciudad sin ciudadanos, una ciudad para los turistas. Una ciudad, como plantearan Isabel Rodríguez, Casilda Cabrerizo y Eloy Méndez (2011) -haciendo referencia a Roses y Puerto Peñasco, un par de ciudades de turismo de sol y playa, la primera en España y la segunda en México-, que quiere ser imaginada como paraíso, pero que para su funcionamiento requiere “la imaginaria de una trastienda y una tramoya”, donde viven los tramoyeros que mueven el telón de la puesta en escena urbana, lo cual exacerba “la inclinación de la posmodernidad por la simulación y la hiper-realidad, naturalizando la dualidad extrema de la ciudad contemporánea” (Méndez, Cabrerizo y Rodríguez 2011, 296).

Otros ejemplos de esta ciudad donde se han creado paisajes de la seguridad y el simulacro, son fácilmente identificables. El Hotel Anaconda, uno de los más antiguos y clásicos de la ciudad, afirma y ofrece “el más tradicional y confortable hotel de la región con más de 20 años de experiencia, es el lugar ideal para pasar sus próximas vacaciones en un ambiente familiar, seguro y tranquilo” (Hotel Anaconda 2017a).

En sus cincuenta habitaciones “con opción de vista al río” y los servicios de piscina, “podrá disfrutar de un merecido descanso luego de su aventura en la selva”; cuenta con un restaurante “donde podrá degustar de los más exquisitos platos de la región, además de comida nacional e internacional” y tres salones de conferencias o eventos sociales (Hotel Anaconda 2017a).

La seguridad, el descanso y la aventura se mezclan en la oferta turística, siendo elementos condensados en la misma disposición de la edificación. En su fachada (figura 15), el Hotel Anaconda marca la ruptura con la calle y esconde tras de sí la piscina, a la cual solo se puede acceder cuando se traspasa el control de la recepción. De ahí en adelante se puede disfrutar de la seguridad y el ambiente familiar que permiten esa experiencia controlada de la aventura, en un espacio con elementos previstos y estereotipados que pueden llegar a incluir exóticas guacamayas al interior de la piscina (figura 16).

Fuente: Hotel Anaconda 2017b.

Figura 15 Fachada del Hotel Anaconda, Leticia. 

Fuente: Hotel Anaconda 2017b.

Figura 16 Piscina del Hotel Anaconda, Leticia. 

Es importante aclarar que en esta investigación no se está planteando que los hoteles en Leticia hagan algo diferente a lo que hacen otros hoteles en cualquier parte del mundo; solo se sugiere que la arquitectura hotelera está diseñada para segregar a quienes hacen uso de los servicios del hotel -llámense turistas- de quienes no lo hacen. Para los usuarios esto significa un cúmulo de servicios, para el resto no.

Todas estas comodidades que permiten el aislamiento, la tranquilidad y la seguridad solo se pueden ofrecer a expensas de aquellos que quedan fuera, lo cual en Leticia se torna cada vez más notorio al resaltar que el número de establecimientos hoteleros ha aumentado en años recientes. Leticia y Puerto Nariño12 pasaron de tener 14 establecimientos de hospedaje en el 2003 a 41 en el 2009 (Ochoa y Aponte 2010, 6) los cuales albergan un número de turistas que se duplicó entre el 2004 y el 2013, pasando de 20.000 a 45.000 (Meisel, Bonilla y Sánchez 2013, 42). Es decir, en el 2013 pasaron por Leticia tantos turistas como habitantes tiene la ciudad.13

Por otra parte, en Leticia se construyen y dotan pocas infraestructuras como parques, auditorios o escuelas; sin siquiera existir un sistema adecuado de recolección de basuras. Como ya se mencionó tampoco hay agua potable, el alcantarillado es exiguo y en general los servicios públicos son escasos e itinerantes. De esta forma, ¿cómo se puede hacer de la ciudad un espacio integrador y capaz de ofrecer disfrute a sus ciudadanos? La ciudad pública está notoriamente rezagada en comparación con la construcción de la infraestructura para disfrutar del simulacro; esto se traduce en una ciudad privatizada y excluyente, solo disfrutable tras las paredes de los hoteles.

Para cerrar, Leticia: una urbs sin civitas y sin polis

El turismo está cambiando el paisaje urbano, la monumentalidad y las narrativas sobre la ciudad y la región amazónica. Los artistas, científicos, políticos locales y fundamentalmente los ciudadanos, tanto los que habitan Leticia como los mismos usuarios del turismo, tienen un papel primordial y una decisión política importante al ser, o bien agentes de la producción del simulacro, o generadores de los sentimientos de resistencia que con sus intervenciones en el urbs, en sus prácticas, así como en la producción de sus discursos, movilicen las mentes y las actividades en la civitas y en la polis. Esta segunda vía haría posible que el conocer una región y vivir en ella sean experiencias constructivas, y que no respondan al consumo irresponsable de un paisaje inventado. Sin embargo, esta alternativa parece que todavía no se desarrollará en Leticia -con la excepción notable de aquella obra que en el 2014 realizó la famosa artista urbana de Bogotá, Bastardilla, en un muro del antiguo zoológico de Leticia-.

Leticia es una ciudad que ha visto en el turismo su salvavidas y que ha hecho todas sus apuestas públicas y privadas en torno a ello; es una ciudad cuyo discurso público ha sido servicial al turismo pero que poco ha hecho por pensar sus impactos y su papel en esta actividad económica, la cual, como el turismo de sol y playa en otras latitudes, ha probado su desgaste. Esta ciudad aún no ha pensado cómo reinventarse alternativamente para que dicha actividad económica sea realmente útil para ella misma.

En Leticia, donde el encierro privatizado del turismo tiende a negar la práctica pública de la ciudad, y donde los monumentos urbanos suelen aplanar sus sentidos políticos, la polis se está viendo gravemente afectada. En efecto, en una urbs donde cada vez se construye menos para civitas, los sentidos colectivos de los imaginarios políticos y sus narrativas se están cambiando por monumentos y discursos con otras significaciones. Esto es muy grave porque paulatinamente se va perdiendo el sentido del espacio como público.

Por otra parte, una ciudad que se mueve a favor del turismo y no se preocupa por generar entornos agradables para sus habitantes, es una ciudad que cada vez tiene menos civitas. Se está convirtiendo, por lo tanto, en una fábrica que reproduce los imaginarios y narrativas sobre una región funcional a una actividad económica particular, desplegándolos en la ciudad para ser vendidos.

Así, entre los efectos que la actividad turística está generando en ciudades como Leticia, preocupa que cada vez se genere menos espacio público y que el preexistente sea privatizado -simbólica y prácticamente-, mientras los espacios privados se vuelven cada vez más confinados. Esto afecta el derecho a la polis y a la civitas, porque los ciudadanos, quienes tienen derecho a la ciudad, pueden practicarla cada vez menos en sus sentidos políticos y sociales. La ciudad se está construyendo para quien pueda pagarla y para mantener la imagen del turismo, no para sus habitantes.

Entonces, si no hay polis ni civitas, ¿lo que se teje en las afueras de los hoteles y del discurso monumentalizado del turismo es una suerte de no-ciudad? Quisiera pensarse lo contrario, ese es el reto y ahí están las luchas. La reconquista de las polis y las civitas pasa necesariamente por explorar nuevas epistemologías que permitan encontrar las fisuras para soñar otros órdenes posibles que permitan volver a vivir la ciudad.

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Artículo de reflexión sobre la ciudad de Leticia vista desde tres diferentes narrativas que la han conducido hacia una puesta en escena funcional al turismo, lo cual ha generado transformaciones simbólicas profundas tanto en la monumentalidad como en el paisaje urbano de esta ciudad fronteriza en la Amazonía.

COMO CITAR ESTE ARTÍCULO: Aponte Motta, Jorge. 2017. “Leticia para turistas: imaginarios, narrativas y representaciones de una ciudad amazónica.” Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía 26 (2): 93-111. doi: 10.15446/rcdg.v26n2.59210.

1 En este contexto lo político debe entenderse un poco más allá de lo administrativo y mucho más lejos de las disputas y agendas de quienes “hacen política” y esperan que en algún momento los ciudadanos cumplan los rituales de la llamada democracia representativa.

2 Esta perspectiva se inspira en las sugerencias de Lefebvre (1975), recientemente revisitadas en el marco de un intenso debate académico y activista, sobre el cual ofrecen interesantes aportes los libros recientemente traducidos al español de David Harvey (2013) y Edward Soja (2014), así como La producción del espacio de Henri Lefebvre (2013) que por fin ha visto la luz en español con una traducción de Emilio Martínez.

3 Par profundizar en dichas reflexiones, véase los textos de Páramo 2009; Santoyo 2002; Serje 2005; y Villegas 2010.

4 Es interesante mencionar que la ampliación del modelo de hoteles estilo Lodge, alejados de la ciudad para permitir “una interacción directa con la naturaleza” se ha extendido recientemente, profundizando la lógica de ciudad dormitorio. Dicho modelo supone pequeñas infraestructuras, con impactos ambientales controlados y una relación amigable con el entorno. Sin embargo, el modelo de grandes estructuras hoteleras de turismo masivo low cost parece estar ganando un segmento importante de este mercado. Empresas como On Vacation -que controlan todo el paquete turístico desde la promoción, el desplazamiento en vuelos chárter, alimentación, alojamiento y actividades-, basan su éxito en los bajos costos de los paquetes y en el atractivo de sus infraestructuras. On Vacation construyó a unos 17 km de Leticia un hotel accesible solamente por río (On Vacation Hotels & Resorts sf) y que según un blog bastante crítico con la actividad de la empresa, puede llegar a albergar 800 personas (Viaja Liviano 2016). Este nuevo modelo hotelero masivo y aislado de la ciudad, utiliza a esta como base aeroportuaria y como una escala necesaria antes de ir al hotel offshore. Esto, además de incrementar los impactos sobre el medio ambiente y generar grandes reticencias en otros segmentos del sector hotelero incapaces de competir con este modelo, restringe el uso de la ciudad a su función portuaria -la cual se ha ampliado recientemente en función de esta demanda, al punto de que pronto será entregada la reforma del aeropuerto para ampliar su capacidad- mientras agudiza su exclusión en cuanto sitio de interés para la promoción turística.

5 . Los errores ortográficos en las citas de la página del hotel Decameron corresponden todos al texto original. Pese a que la página ha sido cambiada intensamente en los años recientes, adaptándola a los nuevos requerimientos tecnológicos, se ofrece el mismo producto: infraestructuras sofisticadas emplazadas en un lugar particular. En una nueva revisión de la página en el 2017, se ofrece un hotel con “diseño arquitectónico y conceptos internacionales” y un emplazamiento que destaca la condición fronteriza y exótica del mismo. Se indica que la ciudad de Leticia está ubicada en “una esquina donde tres naciones se saludan cada mañana” y además sugiere que la experiencia hará comprender la relación de los pueblos indígenas con la naturaleza “cargada de una fantasía mítica” (Decameron 2016).

6 Particularmente, la cadena Decameron ofrece sesiones chamánicas en sus programas turísticos, lo que llaman “el canto del chaman”. En el 2012 habían construido al interior del hotel una reproducción de una Maloca (construcción ceremonial y de vivienda común a diversos pueblos amazónicos) (Decameron sf-c). El programa “canto del Chaman” sigue vigente en el 2017 (Decameron 2016); sin embargo, no se ofrece en la página explicación sobre el plan.

7 . Las ceibas son grandes árboles que pueden llegar a medir 60 o 70 metros de altura, sobresaliendo del dosel del bosque.

8 Hay una extensa bibliografía literaria y periodística, vinculada a las dinámicas de la guerra en Colombia, en la cual se presenta a la selva como una cárcel. Entre los muchos trabajos que podrían citarse están los de Betancourt 2010; Delgado 2011; Pérez y Arizmendi 2008; y Rojas 2010. Esta idea de la selva carcelaria no es nueva. La Amazonía fue escenario del confinamiento de opositores durante el siglo xix, condenados a destierro en las selvas oficialmente o por la fuerza de las armas (Gómez 1999, 24). Este fue el argumento para la construcción de la penitenciaría de Araracuara que funcionó “con los muros de la selva” hasta la década de los años setenta (Useche 1994). Por lo tanto, pese al actual clima de posconflicto, queda la cuestión de si este imaginario de la Amazonía como un confín carcelario de alguna manera podría cambiarse.

9 No se sabe muy bien de dónde surgió tal reconocimiento, pero hace parte de los discursos turísticos cotidianamente esgrimidos y que casi se han convertido en un eslogan de la ciudad. Incluso, en páginas de información del estado colombiano aparece citada dicha declaración. Véase, por ejemplo, Sistema Nacional de Información Cultural sf.

10 En el 2017 todavía sigue existiendo el programa denominado “Tour fronterizo Colombia-Brasil”; sin embargo, la página web no ofrece ningún detalle sobre sus características (Decameron 2016).

11 Estos programas se mantienen en el 2017 como “City tour panorámico Leticia-Tabatinga” y “Tour Tabatinga” (Decameron 2016).

12 Segundo municipio del Departamento del Amazonas (Colombia), que se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos accesibles desde Leticia.

13 El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de Colombia, estimó para Leticia en el 2015 una población de 41.326 habitantes, a partir del censo realizado en el 2005 (DANE 2005).

Recibido: 21 de Julio de 2016; Aprobado: 06 de Marzo de 2017

Jorge Aponte Motta

Investigador del Grupo de Estudios Transfronterizos de la Universidad Nacional de Colombia - sede Amazonia. Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá). Magíster en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia - sede Amazonía y candidato a Doctor en Geografía por la Universidad Autónoma de Madrid (España). Su trabajo explora cómo diferentes elementos económicos, sociales, políticos y culturales inciden en los procesos de producción y transformación del espacio en la región amazónica, concentrándose en el estudio de las fronteras políticas y las ciudades en dicha región.

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