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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

Print version ISSN 0121-215XOn-line version ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.31 no.1 Bogotá Jan./June 2022  Epub Sep 06, 2022

https://doi.org/10.15446/rcdg.v31n1.85221 

Artículos

Cartografia social en Brasil y en la América Latina: desafios epistemológicos y metodológicos de mapeos contra-hegemónicos de los espacios y territorios*

Social Cartography in Brazil and in Latin America: Epistemological and Methodological Challenges of Counter-Hegemonic Spatial and Territorial Mapping

Cartografia social no Brasil e na América Latina: desafios epistemológicos e metodológicos de mapeamentos contra hegemônicos dos espaços e territórios

+Instituto de Investigación y Planeación Urbana y Regional - Universidad Federal de Rio de Janeiro, Rio de Janeiro - Brasil. henri@ ippur.ufrj.br - ORCID: 0000-0001-5774-5220.

oFundación Instituto de Pesca del Estado de Rio de Janeiro, Rio de Janeiro - Brasil. mrviegas@gmail.com - ORCID: 0000-0003-0789-0424.


Resumen

El artículo presenta una síntesis de las discusiones realizadas durante tres eventos que tuvieron por tema el heterogéneo subcampo de la cartografía social en Brasil y en América Latina. Se buscó reflexionar sobre las problemáticas suscitadas por quien elabora, desarrolla y participa de estas experiencias cartográficas. Se hizo referencia a literatura relevante, no obstante, los aportes que se presentaron surgieron de diálogos que se llevaron a cabo durante estos eventos. Se pretende contribuir a la ampliación del debate cartográfico en Brasil y en América Latina, el cual involucra las distintas perspectivas acerca de dimensiones conceptuales, epistemológicas y metodológicas de experiencias de mapeo que integran crecientemente situaciones de disputas cartográficas que se están superponiendo a disputas territoriales.

Ideas destacadas:

Este es un artículo de reflexión que aborda el tema de la cartografía social, evidenciando los procesos de concepción, elaboración y desenvolvimiento de experiencias de mapeo. Busca traer los intercambios de ideas, reflexiones, y experiencias sobre la cartografía social, presentando su estado del arte en Brasil y América Latina.

Palabras clave: América Latina; Brasil; cartografía social; disputas cartográficas; disputas territoriales; experiencias de mapeo

Abstract

The paper presents the content of discussions held over three seminars on the theme of the heterogeneous subfield of Social Cartography in Brazil and in Latin America. It produces a reflection that represents the issues raised by those who design, develop and participate in these cartographic experiences. It cited relevant literature, but most of the contributions presented emerged from discussions that took place during these events. The research aims to contribute to the expansion of cartographic discussion in Brazil and in Latin America, which includes different perspectives and ideas about conceptual, epistemological and methodological dimensions of mapping experiences that increasingly integrate situations of cartographic disputes that are being overlapping territorial disputes.

Main ideas:

This reflection article addresses the theme of social cartography, evidencing the processes of conception, elaboration and development of mapping experiences. It seeks to bring exchanges of ideas, reflections and experiences on social cartography, presenting its state of the art in Brazil and in Latin America.

Keywords: Latin America; Brazil; social cartography; cartographic disputes; territorial disputes; mapping experiences

Resumo

O artigo apresenta um resumo das discussões realizadas durante três eventos que tiveram como tema o subcampo heterogêneo da cartografia social no Brasil e na América Latina. Buscou-se refletir sobre os problemas levantados por quem elabora, desenvolve e participa dessas experiências cartográficas. Levantou-se literatura relevante, mas a maioria das contribuições apresentadas surgiram de diálogos que ocorreram durante esses eventos. Pretendeu-se contribuir para a expansão do debate cartográfico no Brasil e na América Latina, que envolve as diferentes perspectivas sobre dimensões conceituais, epistemológicas e metodológicas das experiências de mapeamento que cada vez mais integram situações de disputas cartográficas que se sobrepõem às disputas territoriais.

Ideias destacadas:

Este artigo de reflexão aborda o tema da cartografia social, evidenciando os processos de concepção, elaboração e desenvolvimento de experiências de mapeamento. Busca trazer trocas de ideias, reflexões e experiências sobre cartografia social, apresentando seu estado da arte no Brasil e na América Latina.

Palavras-chave: América Latina; Brasil; cartografia social; disputas cartográficas; disputas territoriais; experiências de mapeamento

Introducción

Se forman en el mundo y, en especial en América Latina, desde mediados de los 2000, diferentes redes, grupos y comunidades que usan el Sistema de Información Geográfica -en adelante SIC-, que desarrollan de forma autónoma prácticas de auto-mapeo de sus territorios, estableciéndose una especie de "subcampo"1 de la cartografía dentro del campo más amplio de las prácticas de representación cartográfica: el subcampo de la cartografía social.

Este subcampo tendría como motivo de disputa específico modificar la estructura del campo de la cartografía y cambiar el principio jerárquico (económico, cultural, simbólico) de las posiciones de ciertos agentes sociales dominantes, que imponen sus especies preferidas de capital como un principio de jerarquía del campo. Tales agentes como el Estado, las empresas y otros grupos sociales, a lo largo del tiempo, han definido el sentido oficial y "legítimo" de construir mapas y de construir clasificaciones, categorías, conceptos y estatutos jurídicos sobre identidad, origen étnico, tradición, territorio, rural, urbano, etc.

A partir de este motivo de disputa, el subcampo de la cartografía social ha demostrado que los diversos usos del territorio no se asocian a límites exactos y geométricos de un espacio determinado, sino a un uso colectivo y multifacético del mismo. En ello, determinados sujetos sociales con experiencia colectiva han politizado las prácticas rutinarias de utilización del territorio y sus recursos naturales, afirmando así el reconocimiento de las formas de apropiación y de uso común de las áreas que tradicionalmente ocupan. De este modo, los mapas sociales tienden a incorporar las cuestiones relacionadas con la infraestructura de la comunidad, la delimitación de las tierras, la denominación de los distintos usos (conservación, caza, pesca, agricultura, etc.), los aspectos culturales, religiosos y míticos, y los conflictos.

Un estudio realizado por Acselrad (2013), quien hizo un levantamiento de 284 experiencias en Brasil denominadas por sus promotores de cartografía social, en el periodo comprendido entre 1992 y 2012, destacó que la mayoría de estas experiencias se refieren a luchas por el reconocimiento territorial (42 %) y a proyectos etno-ecológicos o de manejo ambiental (38 %). De este total de 284.233 (82 %) fueron o venían siendo desarrolladas en zonas rurales, lo que demuestra la prevalencia de este tipo de experiencia en los actuales procesos de transformación que vienen ocurriendo en las zonas rurales de Brasil.

A través de este proceso político la cartografía social se ha convertido en una estrategia de afirmación de derechos y representaciones territoriales, transformando demandas sociales en políticas públicas mediante el uso de diferentes procesos cartográficos realizados por comunidades quilombolas2, pesqueras, extractivistas, etc. (Meireles 2014). Así, a las disputas de poder sobre los territorios se suman las disputas de poder sobre los mapas o, mejor, a través de los mapas, generando un tipo de "inflación cartográfica". De esa forma, como recuerda Farinelli (2013), realizar su propio dibujo es el único medio de no sufrir los efectos indeseables de ser dibujado por otros, y si de controlarlos. Esto, porque toda cartografía implica afirmaciones de pertenencia y de exclusión (Cambrézy 1995).

Ya sea en el ámbito académico, entre los que le dan seguimiento y analizan el desarrollo de dichas prácticas cartográficas, o entre los agentes que las aplican y las propias comunidades implicadas, la cartografía social se ha convertido en objeto de amplia discusión, pues comporta una gran diversidad de perspectivas. En esta medida, todo esfuerzo por buscar un sentido común a esas experiencias, de encuadrarlas en un mismo parámetro, corre el riesgo de simplificar el debate y reducir el potencial, en principio, contestatario de tales prácticas y sus metodologías. Al proceder estableciendo distinciones, caracterizaciones y subdivisiones, se corre igualmente el riesgo de caer en el peligro de "manualización" y, con esto, de cristalizar procedimientos que, en la mayoría de los casos, se pretenden múltiples y libres (Almeida 2013a).

Reconociendo esos riesgos, el presente texto propone presentar, a la luz de las experiencias sobre la temática de las cartografías sociales relatadas durante dos seminarios y una sesión libre de congreso3, el estado del arte del heterogéneo subcampo de la cartografía social en Brasil. Vale la pena subrayar que el texto también trae relatos y reflexiones sobre experiencias desarrolladas en algunos países de América Latina, una vez que uno de esos eventos contó con la participación de representantes que participaron de estas experiencias cartográficas en otros países latinoamericanos.

Los intercambios de ideas, reflexiones y experiencias sobre la cartografía social traídos a discusión por los participantes de estos seminarios y la sesión libre de congreso, sirvieron de base para construir el presente texto. Participaron en estos encuentros docentes, investigadores, estudiantes, representantes de las agencias de financiamiento, agencias gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y las comunidades tradicionales. Se organizó y dividió el texto a partir de los temas debatidos en esos encuentros: la cartografía social como un subcampo de la cartografía; la lógica de sus financiamientos y formas de participación; sus dilemas metodológicos y epistemológicos; el proceso de construcción de sus mapas; sus relaciones sociales y de poder; sus múltiples sentidos y propósitos; su dimensión escalar; su debate en el plano de las clasificaciones; y su dimensión conflictiva.

Este artículo constituye un esfuerzo por traducir los debates de estos encuentros en un texto de reflexión, dando cuerpo a una forma híbrida de memoria y revisión de la literatura sobre el tema tratado, que incluye tanto las producciones bibliográficas de los participantes de los eventos como de otros autores que problematizan el subcampo de la cartografía social y el campo cartográfico en general, sobre la base de sus conceptos y prácticas. Las problemáticas se presentan en tres momentos complementarios: en la definición del objeto cartográfico, que incluye la disputa por lo que se cartografía; en medio del proceso de producción cartográfico, que incluye la disputa entre los diferentes actores sociales por la elaboración y definición de los instrumentos de representación cartográfica; y en el uso de la cartografía, que incluye las diferentes formas de apropiación de las cartografías y las funciones políticas que esas experiencias asumen dentro de cada contexto específico (Santos 2012).

Evidentemente, todo el esfuerzo de sistematización de la discusión aquí realizado resultará en algún tipo de reducción de la complejidad, lo que, de alguna forma, será contradictorio, considerando el propio esfuerzo de esas experiencias cartográficas y de los "sujetos que mapean" por destacar la diversidad y oponerse al reduccionismo técnico-científico vigente. Sin embargo, se considera que el esfuerzo de representación de tal debate, aunque insuficiente, puede contribuir a la ampliación de este.

El subcampo de la cartografía social

Las experiencias de cartografía social forman un subcampo en constante construcción que viene, en los últimos veinte anos, promoviendo la relativización del sentido oficial de construir mapas y contribuyendo a la resignificación del término "cartografía". Tales experiencias revelan situaciones en que el Estado percibe que no es más el único actor que produce mapas y evidencian, al menos potencialmente, la pérdida de su hegemonía sobre el acto de cartografiar (Almeida 2013a). Ellas revelan, incluso, un proceso más amplio de pérdida de monopolio del Estado para definir lo que sería la categoría Nación una vez que, como senala Anderson (2008), el mapa, junto con el censo y el museo, fue esencial para la construcción de esa categoría. Los mapas fueron elaborados para facilitar y legitimar la conquista, para definir el Estado como una entidad espacial, así como para construir nacionalismos postcoloniales (Lynch 1996). Con el fin de proporcionar apoyo a su acción política, el territorio plural y polisémico, abierto a lo aleatorio y a lo no controlable, fue siendo transformado por el Estado en extensión cuantificada, limitada y controlada por el gesto cartográfico (Lussault 1995).

A pesar de sus distinciones conceptuales y metodológicas, la cartografía social puede ser entendida como la apropiación de técnicas y modos de representación cartográficos modernos por parte de grupos sociales históricamente excluidos de procesos de toma de decisión. Los propósitos y los usos que esos grupos hacen de la cartografía desestabilizan el campo de fuerzas dentro del cual esos grupos se encuentran subordinados (Freire y Fernandes 2010). El subcampo de la cartografía social evidencia la existencia de disputas epistemológicas por medio de las cuales los grupos sociales reivindican formas propias de concebir el territorio y sus representaciones, valiéndose de las técnicas convencionales de la cartografía en su acción política. Este es un proceso fundamental para la constitución de esos grupos, no solo como "sujetos que mapean", sino también como sujetos políticos, desde que les sean garantizadas la autonomía de la producción de la información espacial y de la decisión sobre sus mundos. Las características de esa dinámica política se configuran en el tejido de las transformaciones económicas e institucionales que vienen ocurriendo en el contexto latinoamericano, bien como en la trayectoria de los conflictos territoriales específicos de cada lugar.

La legitimidad atribuida al proceso cartográfico y su divulgación entre los diferentes actores sociales es un elemento importante para la acción política de las comunidades, pues contribuye de diversas maneras: sirve para dar visibilidad a los grupos sociales, sus territorios, territorialidades, representaciones, identidades, conflictos y luchas por reconocimiento de derechos; auxilia en la ampliación del conocimiento de los grupos sociales sobre sus territorios, sobre sus historias y sobre los usos que hacen de sus recursos naturales; contribuye a los procesos de reivindicación, de defensa y de protección de los territorios y de sus recursos; fortalece organizaciones indígenas; y amplia el diálogo entre los pueblos tradicionales y las instituciones gubernamentales y no gubernamentales (Correia 2007).

Más que simple forma de representación, se puede caracterizar, en el sentido de Harley (1988), el proceso de mapeo como parte de relaciones de saber-poder. Es posible concebir esos procesos de producción de mapas como ambivalentes: al mismo tiempo que son utilizados con fines libertarios, que buscan romper con las formas tradicionales de dominación, pueden delinear nuevas formas de dominación, calcadas, por ejemplo, en la ideología del "desarrollo sostenible", campo de disputas que involucra una amplia red de actores nacionales e internacionales. Son muchas las experiencias cartográficas promovidas por agencias multilaterales y empresas -estas últimas a través de sus estrategias de "responsabilidad social"- que son legitimadas por una retórica ambientalista. En algunas áreas indígenas de Rondônia, Brasil, por ejemplo, el mapeo participativo pasó, después de quince anos de su existencia, a ser tomado como la base para desarrollar y legitimar el negocio de créditos de carbono por medio de la financiación de tales experiencias por grandes empresas.

La lógica de la financiación y las formas de participación

La búsqueda de un entendimiento de la lógica de financiación de las experiencias cartográficas es fundamental para comprender la dinámica de las fuerzas sociales y del juego político que se establece dentro del campo de la cartografía. De la misma forma que hay una diversidad de experiencias cartográficas, existe también una diversidad de instituciones que se relacionan con esas experiencias como donantes y financiadores: gobiernos, instituciones de cooperación internacional, organismos multilaterales. La distribución de esos recursos se establece, la mayoría de las veces, de acuerdo con la cercanía que existe entre los programas y propuestas de actuación de las instituciones financiadoras con las finalidades de las cartografías sociales -en general denominadas de mapeo participativo-, con el perfil de los grupos sociales involucrados en las mismas o incluso con las localidades donde son desarrolladas. En ese sentido, algunas instituciones de financiamiento apoyarán procesos de mapeo relativos al tema de conservación y gerenciamiento de recursos naturales; otras se detendrán sobre experiencias circunscritas en la región amazónica, por ejemplo, influenciando así los rumbos tomados por esas experiencias.

La comprensión de la dinámica de las fuerzas sociales y del juego político que se establece dentro del subcampo de la cartografía social requiere, igualmente, la identificación de los actores de los procesos de mapeo y las redes de relaciones que ellos establecen entre sí. Las situaciones pueden ser diversas: a partir de un financiador, puede formarse una red institucionalizada; en función de iniciativas de gobierno, se pueden formar otras redes formales o informales; pueden también formarse redes entre organizaciones ambientalistas que poseen principios comunes.

Cuando se trata del tema del "mapeo participativo" surgen cuestionamientos que buscan problematizar la propia noción de "participación": quién propone la actividad y cómo ella retorna para quien la propuso; cómo las poblaciones y/o los sujetos se apropian de esas actividades; de qué forma se da la producción y el control de la información espacial y qué derechos poseen las poblaciones locales sobre esa información; y cómo esos procesos de mapeo y sus resultados refuerzan las organizaciones de los pueblos y comunidades involucradas, se presentan como algunos desafíos críticos inherentes a ese tipo de actividad.

La idea que subyace a tales cuestiones es la de que la participación no implica, necesariamente, que los grupos sociales conduzcan el proceso de mapeo. La capacidad de conducción efectiva de esos grupos en el proceso de mapeo influirá directamente en la forma en que ellos se apropiarán y utilizarán esas herramientas. De esta manera, entre más autonomía tenga el grupo para definir lo que se quiere mapear, más se apropiará de ese mapeo. Por otro lado, cuando el mapeo esté ligado a financiadores e intereses que orienten lo que es más importante mapear, incluso en términos temáticos, muchos pueblos no incorporarán para sí esos mapas (Correia 2007).

Los dilemas metodológicos y epistemológicos

La cartografía social trae consigo una interacción entre formas de conocimiento y de representación de carácter universal y local, técnico-científico y tradicional, que envuelven todo un proceso de negociación epistemológica que se configura en el marco de relaciones de poder establecidos en cada contexto. Desde el punto de vista de la relación entre investigadores y comunidad, se plantea la cuestión del respeto a las categorías construidas por los propios sujetos en esa dinámica de auto clasificación, puesto que existe siempre el riesgo de que las informaciones locales sean utilizadas con objetivos definidos desde fuera de la comunidad, para fines de confinamiento, restricción de uso o incluso de apropiación. El resultado puede ser la adopción de formas de racionalización del territorio que serían útiles a intereses y modelos ajenos a la comunidad.

En la elaboración del mapa el reconocimiento del saber tradicional no siempre es evidente. Es a partir del diálogo de saberes que el conocimiento local se puede expresar. Del tipo de interacción entre sujetos con conocimiento técnico y sujetos con conocimiento tradicional puede alcanzarse el diálogo entre técnicas y saberes, y así evitar la imposición de uno sobre el otro o, incluso, que se excluyan mutuamente. Esto depende también de que los sujetos del conocimiento técnico construyan junto con las comunidades y sus autoridades étnicas, las estrategias del proceso cartográfico. Para ello importan las condiciones creadas para que cada grupo social elabore su propio mapa, se auto-represente y se auto-cartografíe a partir de su auto-definición identitaria. En términos metodológicos, hay que reconocer que las técnicas cartográficas y el mapa en sí son instrumentos de representación de la realidad a partir del punto de vista de aquel que esté produciendo esa técnica o esa cartografía. La experiencia cartográfica presupone un punto de vista simple: el de que todo mapa es arbitrario, por el hecho de atender a criterios y clasificaciones que serán siempre conjeturales y arbitrarios. La cartografía social manifiesta esa arbitrariedad por estar siempre ligada a los sujetos que producen su representación cartográfica y, por consiguiente, de que atienda a sus propias estrategias (Almeida 2013a).

Una importante reflexión sobre los límites de representación de la realidad a través de los mapas es introducida por Watson (1989), en su estudio comparativo de los mapas aborígenes de los Yolngu (o dhulan), con los mapas occidentales, donde se presenta el concepto de "indexalidad". Según la autora, en tesis, los mapas modernos occidentales serian "no-indexales", o sea, serían afirmaciones que no dependen del contexto para su comprensión y para la validación de su verdad, una vez que se basan en un sistema de coordenadas absolutas que se encuentran fuera de los límites de la cultura. Por consiguiente, los dhulan, al contrario de los mapas occidentales, que buscan una representación racional de la naturaleza, poseen una teoría de la figuración y de conocimientos diferentes. Para los Yolngu cada área de sus tierras corresponde a los nombres de las partes de un cocodrilo ancestral y los elementos gráficos de los mapas son organizados según ese principio. Tales mapas son considerados "indexales", pues para comprenderlos es necesario ser un "iniciado" y conocer las historias, las canciones, los bailes de creación de ese paisaje por ese ser ancestral y sus parientes. La comparación entre los dos tipos de mapa revela la diferencia entre los modos de producir conocimiento en las sociedades occidentales y en las sociedades tradicionales. En las sociedades occidentales para que el conocimiento gane fuerza es preciso que haya una negación de la trasparencia, una negación de la indexalidad, de modo que para dar autoridad a una argumentación se debe erradicar cualquier tipo de vestigio de su producción local, contingente, individual y social. Por otro lado, los aborígenes australianos garantizan esa autoridad al enfatizar en esa indexalidad. A la luz de esas consideraciones, la autora postula que se debe reconocer que todo mapa, así como toda representación, está relacionado con una experiencia. De esa manera, en lugar de clasificar los mapas en términos de precisión o cientificidad, se les debería considerar solamente en cuanto a su utilidad -en cuán efectivos son en alcanzar los objetivos para los cuales fueron desarrollados- y su alcance.

La discusión sobre la indexalidad de los mapas sugiere que los mapeos pueden ser instrumentos limitados em transmitir el conocimiento de los pueblos tradicionales sobre sus territorios y recursos, informando poco sobre las relaciones de esos pueblos con sus ambientes y sobre cómo ellos los perciben y usan. El conocimiento tradicional indígena, por ejemplo, es integrado, en contraste con su eventual presentación fragmentada en diversos aspectos. Los "etnomapas" y "etnozoneamientos", por ejemplo, sugieren mucho más una acción que está siendo realizada con los pueblos tradicionales, en lugar de "por" estos pueblos, a través de sus conocimientos (Correia 2007). Una colonización epistemológica de los conocimientos nativos, en la producción de mapas, tien-de a ocurrir cuando no hay un esfuerzo por comprender e incorporar las múltiples formas en que esos grupos definen y figuran su propio ambiente. Esto se debe a que el proceso de cartografía social es más que un simple medio para llegar a un fin, en este caso, el mapa. Tal proceso representa un momento político, donde es posible fortalecer las discusiones entre los grupos sociales y étnicos con sus demandas; es un momento de diálogo entre esos grupos y otras instituciones con un alto tenor pedagógico, considerado el intercambio de informaciones sobre la cartografía y las cuestiones relacionadas a lo que se está mapeado. El proceso de construcción del mapa posee un potencial de visibilizar el conocimiento que, muchas veces, está guardado más en algunas personas que en otras -en los cazadores, en los pescadores, en los más viejos [...]- El ato cartográfico crea un ambiente de conversación, de discusión, donde los grupos quiebran silencios y buscan comprenderse a sí mismos, lo que genera efectos políticos inmediatos (Marques dos Santos 2008).

El proceso de construcción de los mapas

La importancia del proceso de construcción del mapa se da, también, debido a su aspecto dinámico que puede traspasar los límites de un instrumento de representación estático, parado en el tiempo, y que, en principio, no da cuenta de diferentes nociones de tiempo que puedan existir o de espacios físicos que puedan ser construidos en movimiento. Un ejemplo de este último es el caso de los tuxás, en el Valle de San Francisco, en Pernambuco, Brasil. Los tuxás navegan por el río, y es al transitarlo que forman diferentes comunidades y construyen sus identidades y sus formas de ocupar el espacio físico (Marques dos Santos 2008). El caso de los gitanos es igualmente emblemático en este aspecto, ya que poseen una cultura nómada y desarrollan formas específicas de relacionarse con los territorios por donde pasan (Almeida 2008). El Pueblo Nasa, en Colombia, aprehende el cosmos a partir de una concepción de tiempo en espiral y no lineal, adaptada a los ritmos naturales de diversos ecosistemas de la montana. Al contrario del mapa cartesiano que, fundado en la racionalidad occidental, excluye el eje temporal, en la medida en que tiempo y espacio son concebidos como dimensiones separadas, el pensamiento tradicional Nasa incluye tipos de información espacial que son transmitidos por formas de conocimiento distintas. Sus representaciones de los territorios incluyen el acto de tejer, donde los disenos geométricos y abstractos de las costuras de sus productos representan caminos, rutas, ríos, etc., formando mapas que se actualizan permanentemente, incorporando su noción circular del tiempo (Sierra y Santamaria-Diaz 2011).

Una forma de trabajar esa limitación es no tener compromiso con la fijación y trabajar el mapa relacionándolo con el inmediatismo de su producción, valiéndose de la noción operacional de "mapa situacional". De esa forma, para una misma situación puede haber más de un mapa, y los mapas pueden ser cambiados siempre que los grupos sientan necesidad. Tales mapas no poseen compromiso con el tiempo lineal, de manera que en su proceso de producción pueda ser incluido lo que la comunidad desee, y que puede estar relacionado a algo que se experimente en el presente o en aquello que las comunidades perdieron (Almeida 2013b). En la elaboración de una cartografía de los Mapuche, en Chile, los suenos fueron incorporados como parte de la metodología, pues ellos orientan decisiones políticas; son considerados fuente de poder e información geográfica, sirviendo de base para la orientación y la localización territorial de esos pueblos (Hirt 2013). Ese proceso de producción permite la formación de un mapa dinámico que frecuentemente sufre alteraciones, ya que está directamente ligado a las perspectivas de aquellos que lo construyeron; su contenido es situacional y el conocimiento producido a partir de él dice respecto tanto a reivindicaciones del presente, como pueden evocar diferentes tiempos y momentos.

La garantía de autonomía para que los grupos escojan lo que va a ser publicado en el momento de producción del mapa tiene un papel decisivo en las funciones políticas que los mapas puedan llegar a adquirir. La experiencia de los Hoti, en Venezuela, es un ejemplo de esa autonomía, en la medida que, durante el proceso de elección de las informaciones a publicar en su mapa, dejaron de lado aquellas referentes a los espacios sagrados, por considerarlas informaciones privilegiadas y exclusivas de la comunidad, propias de las relaciones y discusiones internas del grupo, que no serían pertinentes para la finalidad específica de reivindicación del mapa frente al Estado (Zent, Zent y Marius 2003). Ese proceso de elección de las informaciones hace, muchas veces, que ciertos grupos que poseen reservas estratégicas de determinadas especies animales de caza, consideradas escasas y que despiertan interés de grupos competidores, opten por restringir o, incluso, por no publicar en sus mapas los elementos referentes a la caza; o aun que comunidades publiquen en sus mapas construcciones o edificaciones de valor simbólico que se encuentran sumergidas debido a inundaciones generadas por grandes represas. Ejemplos de ese tipo llaman la atención sobre el hecho de que el control y la restricción de la información cartográfica son elementos dinámicos, que hacen parte del proceso de autonomía y empoderamiento de los grupos sociales y que remiten directamente a sus estrategias políticas. En este orden de ideas, como bien resalta Vindt (1998), poseer la información geográfica significa no solamente afirmar la autoridad sobre el espacio, sino también, proteger las riquezas, cuidando celosamente de que nadie más se apodere de ellas.

El reconocimiento de la importancia de la garantía de autonomía de los grupos que mapean por parte de los demás agentes involucrados en la cartografía, sin embargo, no es algo evidente ni consensual. Hay relatos de casos en que la ampliación de la autonomía de estos grupos en el proceso de elaboración de la cartografía hizo que las agencias mediadoras involucradas no sintieran más que estaban orientando el proceso, lo que hizo que abandonaran la experiencia. Son casos en que la información obtenida por esos grupos a través del ejercicio cartográfico generó nuevas clasificaciones para sus conflictos, nuevas identidades y nuevos posicionamientos en términos de movilización, lo que hizo que esas cartografías adquirieran nuevos usos y funciones políticas no adecuados a las expectativas de las agencias mediadoras, fueran estas organizaciones de Estado, organizaciones no gubernamentales, pastorales, etc. Las experiencias descritas arriba evidencian el hecho de que la autonomía está en juego durante el proceso de producción de mapas, que está relacionado directamente a la libre elección de los grupos sobre lo que debe ser o no mapeado, así como en el resultado de esa producción, que hace referencia al mapa y a todos los materiales e informaciones suministrados durante la cartografía. Eso replantea la discusión acerca de la presencia de los grupos sociales en la producción y en el control de la información espacial, así como también enciende el debate sobre la cuestión de los derechos de aquellos grupos sobre esa información.

Una cartografía social, incluso con la colaboración o participación de diversas instituciones, supone que se asegure el reconocimiento legal de la producción de esa obra a las comunidades que proveyeron y/o compartieron sus conocimientos tradicionales, a través de sistemas o procesos como el creative commons, o tal vez de otras formas de garantía de transferencia de conocimiento. Siguiendo esa proposición, se debería garantizar que los derechos de autor de todo tipo de cartografía o mapeo social queden para las comunidades que promueven el mapeo o para el colectivo que lo produjo, pero nunca exclusivamente para instituciones o cualquier otro tipo de agente mediador.

Las relaciones sociales y de poder

Las estrategias cartográficas se configuran a partir de las relaciones sociales que se establecen dentro del proceso de producción de los mapas y que involucran relaciones de poder político, económico, social y cultural. Tales relaciones de poder asumen dos dimensiones principales que, lejos de excluirse entre sí, se complementan: las que parten del interior del grupo social y que reflejan sus conflictos, problemas y contradicciones internos; y las que involucran relaciones de conflicto, disputa, lucha y competencia de los grupos sociales que mapean con instancias externas.

Desde el punto de vista del interior de las comunidades que promueven el mapeo, el proceso de producción de los mapas evidencia relaciones de poder internas a esos grupos que comprenden muchas veces conflictos de género y/o conflictos generacionales. En una experiencia mapuche, por ejemplo, la participación en la producción de los mapas fue exclusiva de los hombres adultos, de modo que tanto las mujeres -que ya no participan de la vida pública y política del grupo- como los jóvenes - que no quisieron participar, argumentando que se trata de una práctica de viejos- quedaron fuera (Hirt 2009). Otros casos, como los Jenipapo-Kanindé, en Ceará, Brasil, evidenciaron conflictos más allá de los de género y los generacionales, al destacar el alcoholismo en la comunidad como un elemento social problemático (Meireles y Santos 2006). Al paso que conflictos y contradicciones internas son traídos a discusión dentro del proceso de producción del mapa, se crean también momentos en que los grupos superan antagonismos y fortalecen identidades colectivas, consolidando unidades sociales, generando consenso político y dando cuerpo a intereses comunes a los grupos (Souza 2010).

En lo referente a las relaciones de las comunidades que mapean con instancias externas, el proceso de producción de los mapas evidencia relaciones de poder que se pueden referir al Estado, a empresas, a otros grupos sociales o a cualquier elemento externo con el cual exista alguna relación de conflicto y búsqueda por diferenciación y/o legitimación.

En lo relativo al Estado, esas relaciones de poder se establecen no solamente sobre los modos oficiales de mapear o hacer cartografía, sino también sobre las construcciones oficiales de clasificaciones, categorías, concepciones y estatutos jurídicos sobre identidad, etnia, tradición, territorio, rural, urbano, etc. Además de eso, el uso de mapeos participativos como tecnologías sociales de gestión, incluidos en los planes de políticas gubernamentales de desarrollo, puede ser interpretado también como un nuevo tipo de búsqueda de dominación y control del Estado sobre las fuerzas sociales locales y sus recursos, sirviendo de fuente de información privilegiada acerca de las diversas formas de localización de las poblaciones, de sus procesos de desplazamiento o permanencia, bien como de movilización o contra-movilización.

Tratándose de empresas, la relación de poder se da en función de que estas realizan mapeos en las áreas en donde se instalan y en su entorno, desarrollando incluso mapeos del subsuelo con el objetivo de identificar áreas de potencial mineral y de combustibles fósiles, como es el caso específico de las empresas mineras y petrolíferas. En el desarrollo de las estrategias de localización buscan incluir a las comunidades locales dentro de iniciativas cartográficas "participativas" como forma de asumir el control de territorio, disminuir conflictos y resistencias y generar consenso. Además, actualmente son empresas privadas de consultoría las responsables por suministrar servicios de registro, georreferenciación y mapeo para gobiernos y fuerzas armadas, que ahora compran lo que antes era hecho por el Estado. Todo ese proceso hace que las empresas pasen a tener -de forma semejante a lo descrito con relación al Estado- la memoria y el conocimiento de esas áreas tanto en sus aspectos físicos como políticos y sociales, lo que les da un gran poder estratégico.

De un modo general, el Estado y las empresas, en conjunto con otros actores sociales competidores, tales como grileiros4, propietarios por posesión, terratenientes, criadores de ganado y búfalos, etc., establecen relaciones de poder con los grupos sociales que mapean. Estas relaciones incluyen la disputa por la apropiación material y simbólica de los territorios y sus recursos, y son evidenciadas en los procesos de producción de los mapas sociales.

La producción del mapa evidencia, también, relaciones de poder más amplias que se encuentran inscritas en las normas, reglas, patrones de conducta y sociabilidad existentes en la sociedad a partir del momento en que esa producción incluye la afirmación y búsqueda de reconocimiento de diversos tipos de identidades raciales, estilos de vida, orientaciones sexuales, creencias religiosas, etc. La cartografía social, en este sentido, hace parte de un proceso de lucha contra prejuicios étnicos, raciales, religiosos; contra la xenofobia y estigmas sociales y se refiere a la reivindicación de derechos, servicios y acceso a espacios públicos para los grupos sociales que mapean y sus prácticas. Por eso, el acto de cartografiar se encuentra imbricado con el acto de autoafirmarse socialmente -como indígena, quilombola, faxinalense5, miembro de fundo de pasto6, caiçara7, cipozeiro8, quebradoras de coco9, gitano, homosexual, negro, nino, anciano, religioso, deficiente físico, recuperador de residuos, etc.- y revela las formas en que esos grupos se relacionan en sociedad.

Las relaciones de poder que se desarrollan en el interior y en el exterior de las relaciones sociales establecidas por los grupos que mapean definen las bases de un proceso dialéctico de producción de cartografía social, en el que el auto-reconocimiento de los grupos a través de sus mapas pasa necesariamente por el reconocimiento del otro. Es a partir de ese proceso dialéctico que son construidas y/o fortalecidas identidades colectivas dentro de un movimiento de acción político-jurídico, donde el acto de auto-cartografiarse se convierte en una forma de que los grupos sociales afirmen su presencia en el territorio con la finalidad de contraponerse a quien diga, directa o indirectamente, lo contrario. La cartografía, en este sentido, no sería una práctica pacífica, pues la dinámica en medio de la cual los sujetos se auto-identifican e interpretan al otro trae el conflicto para un momento inmediato, lo que hace del acto de cartografiar simbólicamente un acto de guerrear. El resultado de esa operación es lo que puede ser llamado de "guerra de los mapas", que incluye un proceso de disputa entre diversas fuerzas sociales por la capacidad de configurar y delimitar representaciones cartográficas y luchar por una definición legítima que sea capaz de hacer valer sus intereses y pretensiones (Almeida 1994).

Un ejemplo paradigmático de esa disputa por la representación cartográfica es el de un episodio vivido por los representantes de los Macuxi, del Consejo Indígena de Roraima, Brasil, que en una reunión con los representantes de los Ministerios en Brasilia mencionaron sus experiencias de automapeo. En esa ocasión, los Macuxi fueron discriminados por los tecnócratas presentes, que afirmaron que solo aceptarían debatir sobre ese asunto si los indígenas presentasen una cartografía de la más reciente y avanzada tecnología. Lo que los técnicos no esperaban era que los caciques ya poseyeran el mapa geo-referenciado y geoprocesado de sus tierras, que fue presentado al ministro en la misma ocasión. Esto demuestra como la propia técnica, en nombre del avance tecnológico, está en disputa por la legitimidad de las representaciones. En ese caso específico, los indios consiguieron fuerza inclusive para cuestionar la superioridad representacional de la alta tecnología en relación con conocimiento de los caciques.

De manera general, las formas de poder que se desarrollan en el interior y en el exterior de las relaciones sociales establecidas por los grupos que mapean se presentan en la cartografía social en tres momentos complementarios: en la definición del objeto cartográfico, que incluye la disputa por lo que se cartografía; en medio del proceso de producción cartográfico, que incluye la disputa entre los diferentes actores sociales por la elaboración y definición de los instrumentos de representación cartográfica; y en el uso de la cartografía, que incluye las diferentes formas de apropiación de las cartografías y las funciones políticas que esas experiencias asumen dentro de cada contexto específico (Santos 2012).

Las configuraciones espaciales de las relaciones de poder establecidas, en la definición y en el proceso de producción de las cartografías por los grupos sociales, tendrán un papel fundamental en la elección de los propósitos y usos de las cartografías y determinarán las diferentes modalidades de las mismas. Siendo así, las cartografías sociales son desarrolladas de diversas formas: como un instrumento jurídico dentro de procesos de luchas y disputas por identidades y territorios tradicionales; como un elemento de conocimiento, gestión y control sobre recursos; como forma de privilegiar el conocimiento de las prácticas de los propios grupos que promueven el mapeo; como instrumento de conocimiento sobre las prácticas de otros grupos, involucrados en prácticas de mapeo, o no; como una forma de conocimiento sobre la naturaleza de los conflictos a partir de los cuales la práctica del mapeo se instituye, etc.

Los múltiples sentidos y propósitos de las cartografías sociales

Las cartografías sociales poseen siempre múltiples sentidos y propósitos pero, de alguna forma, cada experiencia dará énfasis a algunos de ellos entre los demás, muy en función de su carácter situacional y por estar siempre atada al contexto social, político y económico específico en medio del cual esta sea inserta, lo que influenciará la naturaleza de la experiencia que será producida.

Siguiendo esta afirmación, algunas experiencias cartográficas, por ejemplo, pueden privilegiar aspectos relacionados al conocimiento y gerenciamiento sobre recursos, teniendo entre sus objetivos: generar informaciones sobre la realidad de la exploración de los recursos naturales por las comunidades de una determinada área; subsidiar la implementación de planes de uso de recursos naturales; direccionar prácticas de manejo; subsidiar la implementación de términos de compromiso; insertar a las comunidades en la discusión sobre la importancia del manejo de los recursos naturales; familiarizar a las comunidades con el uso de imágenes de satélite y SIG, capacitándolas futuramente para el propio gerenciamiento del uso de los recursos naturales, etc.

Otros tipos de experiencia privilegiarán el conocimiento sobre la naturaleza de los conflictos a partir de los cuales ese acto de cartografiar se instituye, teniendo como objetivo fundamental ser un instrumento para que las comunidades tengan mayor capacidad de movilización, de formación de conocimiento, no solo sobre sus áreas, sino también sobre los otros actores en disputa, lo que incluye la identificación de las comunidades; la identificación de los conflictos; la identificación de los actores sociales en disputa; y la creación de ambientes de debate direccionados a hacer que ese proceso de construcción de los mapas contribuya a una mayor articulación entre los movimientos sociales.

Los sentidos o propósitos presentes en las experiencias de cartografía social, en la medida en que se refieren directamente a conflictos y contextos que no son estáticos y que están siempre en transformación, así como en función de involucrar identidades, que son elementos dinámicos, deberán ser continuamente reformulados a partir de esas nuevas configuraciones que se establecen, lo que puede generar la reelaboración o creación de nuevos mapas. La elección de esos sentidos dependerá en gran medida del grado de autonomía efectiva de esos grupos sociales en la definición, en la producción y en todos los procesos de toma de decisiones de la experiencia cartográfica.

La dimensión escalar de las cartografías

Las relaciones de poder serán, igualmente, responsables en la definición de las escalas de las cartografías que no deben ser entendidas únicamente como escalas geográficas y adquirir sentidos meramente espaciales en términos de sus alcances locales, regionales, nacionales, internacionales, etc., sino que, también, deben ser leídas como las escalas de las relaciones sociales, económicas y políticas presentes en cada contexto social, donde las cartografías son desarrolladas y que dependen de las diferentes institucionalidades que estarán involucradas en el proceso cartográfico (Fox et ál. 2008).

Al contrario de las cartografías oficiales, que buscan estandarización específica y universal de sus escalas, las cartografías sociales presentan escalas que obedecen al momento de producción de esas cartografías y, de esa forma, están vinculadas a la interpretación del discurso de un grupo determinado en un momento determinado.

La definición de escalas dependerá mucho de la articulación existente entre los grupos sociales y las diversas instituciones involucradas en la producción de los mapas. En algunos casos, serán únicamente las propias demandas de los grupos sociales que establecerán las escalas de las cartografías; en otros, las propuestas de actuación de las agencias mediadoras, por ejemplo, tendrán peso en esa elección. En ese sentido, el grado de participación efectiva de esos grupos en la definición de producción de los mapas influenciará directamente en la dinámica de la elección de la escala en la cual la cartografía será desarrollada.

Las escalas cartográficas pueden ser definidas en términos de alcance o amplitud geográfica y trabajar según niveles locales, municipales, regionales, etc., pudiendo abarcar demandas localizadas, que buscan promover distinciones locales y operan según elementos que constituyen una identidad bastante localizada, incluyendo grupos étnicos, grupos sociales urbanos, etc.; incluir experiencias en instancias municipales, contenidas dentro de estrategias de desarrollo municipal ligadas a planes maestros y zoneamientos municipales; comprender experiencias que involucran a toda una región, como el caso de innumerables experiencias desarrolladas en la región amazónica, etc. Las escalas cartográficas pueden ser, igualmente, definidas en términos de las relaciones sociales, económicas y políticas que las comportan y, en ese aspecto, trabajar según las bases de los más variados tipos de relaciones: comunitarias, tradicionales, de movimientos sociales, etc.

De forma general, las diferencias en el proceso de elección de los sentidos, propósitos y escalas de las experiencias cartográficas, así como de los grados de participación que las comunidades poseen en tales experiencias cartográficas, servirán de base para distinguir los diferentes tipos de proyectos e iniciativas que tienen la cartografía como línea de actuación y contribución, para identificar y evaluar las diferentes instituciones involucradas en la cartografía según sus intenciones, objetivos, metodologías y propósitos de participación y compromiso en esos proyectos e iniciativas cartográficas.

Cualesquiera que sean las escalas definidas por las cartografías sociales, ellas tendrán siempre como horizonte de deseo combatir la gran escala nacional, fruto de un proyecto de Nación moderno que, como afirma Sack (1986), para construir un territorio nacional primero lo vació, para después el Estado llenarlo. Esa forma de pensar el espacio como conceptualmente vacío y de actuar territorialmente como si así fuera, permitió que el Estado realizara un movimiento de vaciar y llenar espacios, reorganizando objetos y recursos para alcanzar el objetivo de control funcional.

Las experiencias de cartografía social involucran procesos por medio de los cuales las comunidades buscan tomar para sí ese control al intentar llenar, con sus propias nociones de territorio y territorialidad, espacios que se encuentran, en términos oficiales, "vacíos". De esa manera, tales grupos buscan construir representaciones de ellos mismos y lanzar las bases para un nuevo proyecto de Nación. En ese nuevo proyecto, los territorios representarían identidades, modos de vida, simbologías e imaginarios, mediante la construcción de mapas que retratan y buscan dar visibilidad a la sabiduría de las culturas de esos grupos y, así, estarían contribuyendo a la creación de nuevas geografías (Almeida 2013a).

Las experiencias de cartografía social producen, de esa forma, una especie de apropiación de lo estatal y despuntan como formas de acción política que buscan una mayor participación en el ordenamiento territorial del país, actuando de manera ascendente en las escalas locales, municipales, regionales y nacionales, en un proceso continuo de retomada del territorio o de "reterritorialización", a partir del conocimiento de territorialidades específicas de identidades colectivas que se tornan cada vez más ricas y diversas (Almeida 2010).

La lucha en el plano de las clasificaciones

Las experiencias de cartografía social buscan, también, problematizar la construcción de una imagen de diversidad y de personificación de lo colectivo elaborada desde el proyecto nacional moderno, que se tornó responsable por definir los tipos de identidad que fueron proyectados en los mapas oficiales y que sirvieron y sirven de base para legitimar los más diversos planes y proyectos gubernamentales de ordenamiento del territorio.

Actualmente, la dispersión de las identidades corresponde a una dispersión de los mapas que, en principio, no está bajo un control aparente. El mapa nacional no posee condiciones en este momento de contemplar esa dispersión, pues sus categorías son incompatibles con las categorías establecidas por las experiencias de cartografía social. De esa manera, es necesario reconocer a los clasificadores que produjeron y producen categorías, de modo que los territorios y territorialidades que no son visibles y que, por esa razón, no hacen parte de la estrategia de inserción en lo nacional, pasen a ser reconocidos.

Todo el proceso de marcar y cartografiar un territorio involucra una lucha en el plano de las clasificaciones, que como senala Bourdieu (1988), está subordinada a funciones prácticas, y orientada hacia la producción de efectos sociales. A este respecto, las cartografías sociales trabajan en el sentido de clasificar categorías como rural y urbano, o toda una amplia gama de categorías censales que no corresponden a las nuevas identidades colectivas que se vienen afirmando en el territorio. Además de eso, tales experiencias buscan igualmente poner de manifiesto la necesidad de reflexionar y de crear nuevas categorías que pasen a orientar mejor las lógicas de la planeación, dado que la mayoría de las categorías creadas por instituciones gubernamentales que tratan sobre el territorio son producidas separadamente y de forma independiente, lo que impide cualquier esfuerzo por compatibilizarlas. Este sería, por ejemplo, el caso, en Brasil, del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA), que trabaja con la categoría de dominio, mientras el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística (IBGE) opera con la categoría de producción, de uso, y no de dominio (Almeida 2004).

La dimensión conflictiva de las cartografías sociales

Las cartografías sociales reflejan procesos conflictivos que se establecen dentro de la dinámica de producción social del territorio que coloca la dimensión espacial de los fenómenos, procesos, objetos y actores sociales en el centro de disputas por el poder. La creciente valorización del territorio por parte de gobiernos, empresas, agencias financiadoras, organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales y por los propios grupos sociales, hace que la cartografía cada vez más se relacione con juegos políticos y disputas a partir de las cuales ella misma se torna objeto. La cartografía social posee una regularidad: ella es encontrada por áreas y por grupos sociales que están en conflicto, y esos conflictos territoriales asumen fisionomías bastante diferenciadas: se vuelven miseria para unos y riqueza para otros. Las experiencias de mapeo social se articulan a los procesos de producción social de cada contexto específico, evidenciando conflictos por la apropiación material y simbólica de los territorios. Ciertas experiencias de cartografía social en la Amazonia, como es el caso del Proyecto Nueva Cartografía Social10, buscan retratar más allá de la visión dominante de prevalencia biologicista o de un geografismo acentuado centrado en la idea de biodiversidad, con el fin de articular esa región según su diversidad cultural, trayendo a la luz todos los conflictos y contradicciones internos de esa naturaleza que, al contrario de lo que se piensa, no es meramente natural, sino construida por los más diversos grupos sociales. Con el surgimiento de las nuevas identidades colectivas y de sujetos sociales organizados, esto es, identidades colectivas objetivadas en movimientos sociales, están siendo alejadas de una vez por todas las ficciones biologizantes, así como los sujetos biologizados. Esa postura pone en evidencia la sociodiversidad de la naturaleza y el reconocimiento de los sujetos de esa diversidad en el territorio, lo que incide directamente en el reconocimiento de un proceso de politización de la naturaleza, que expresa la coexistencia y conflicto de diferentes proyectos, estrategias y sentidos políticos con respecto al medio ambiente.

Al realizar sus propias cartografías, los grupos adquieren un nivel de exposición muy grande y los conflictos se intensifican, pues el mapa sirve tanto para representar conflictos como para él mismo participar en la construcción de nuevos conflictos, una vez que se revelan problemas que determinados actores sociales muchas veces prefieren no saber o reconocer. Siendo así, el mapa social debe ser entendido como un "mapa problema", puesto que debe tener como función principal problematizar las relaciones de dominación presentes en cada situación social (Acselrad 2009).

Conclusiones

La discusión realizada durante los seminarios y la sesión libre de congreso indica que los procesos sociales y políticos que involucran la producción de las cartografías sociales están afectando la relación entre territorio, identidad y derechos. Estas cartografías buscan desestabilizar el campo de fuerzas dentro del cual ciertos grupos se encuentran subordinados y problematizan relaciones de dominación presentes en cada situación social, lo que hace de ellas instancias conflictivas, que en sus acciones políticas sirven como instrumento en la búsqueda por la reivindicación de derechos ante el poder público y las autoridades locales e igualmente incluyen la búsqueda de derechos y reconocimientos más amplios en el plano de la sociedad en general. Tal búsqueda de derechos y de reconocimientos es posible a través de la utilización y legitimación de estos mapas como materiales de apoyo en los procesos jurídicos que algunas comunidades se han visto forzadas a emprender, con el objetivo de defender su permanencia y vida digna en sus territorios, disputados contra la acumulación y el despojo capitalista.

En las cartografías sociales la delimitación del espacio se convierte no solo en un medio para representar simplemente los objetos geográficos que componen este espacio, sino que representa también el conocimiento asociado a su uso y la intención política por detrás de su apropiación. La representación de estos espacios, donde se incorpora el conocimiento de los diferentes intereses, así como el conflicto entre sus diferentes proyectos abre, por lo tanto, el debate sobre la cuestión de la legitimidad del poder que se ejerce sobre ellos.

Los mapas elaborados por pueblos y comunidades tradicionales latinoamericanos buscan modificar la estructura del campo de la cartografía, despuntan como un elemento de afirmación social y sirven de sustrato para nuevas formas de clasificar, reforzar y desarrollar conflictos que traen en su seno luchas sociales que extrapolan cualquier tipo de límite espacial. La capacidad de los grupos que mapean de clasificar o reclasificar sus conflictos, de establecer nuevas relaciones entre sí y con los otros grupos subordinados, sirve como un estimulador para ese proceso de afirmación.

El cuestionamiento de los principios de jerarquización del campo cartográfico realizados por los agentes sociales que integran el subcampo de la cartografía social llevan a la constitución de mapeos contra-hegemónicos de los espacios y territorios, al relativizar el sentido oficial de construir mapas y oponerse a mapeos "participativos" que pretenden asumir el control del territorio, disminuir conflictos y resistencias. Este proceso de disputa torna a esos pueblos y comunidades visibles y contribuye a que sus representaciones emerjan.

Sin embargo, todo el aumento de visibilidad, reconocimiento o movilización de grupos sociales por medio de las experiencias de cartografías y mapeos sociales, solo se torna posible en el momento en el que el proceso cartográfico sea el resultado de un efectivo diálogo entre los sujetos del conocimiento técnico cartográfico y la sabiduría de las comunidades tradicionales y sus autoridades étnicas, asegurando el reconocimiento legal de todos los conocimientos tradicionales, suministrados y/o compartidos durante la producción de esas obras. Hecho esto, las cartografías sociales pueden promover reordenamientos sociales, políticos, económicos y culturales mediante el establecimiento de nuevas formas de pensar, crear, definir, representar y ordenar el territorio y todos los elementos a él vinculados.

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*Este artículo es parte de la investigación llevada a cabo en el marco del proyecto titulado "Disputas territoriales y disputas cartográfi cas: la constitución de sujetos cartografiantes", coordinado por Henri Acselrad y desarrollado con el apoyo financiero del CNPq y de la Fundación Ford.

1La construcción de dicho término en este texto fue elaborada de manera análoga a los "campos" definidos por Bourdieu, basándose en su formulación de "noción de campo", explicada y desarrollada en varias de sus obras, donde se pueden encontrar sus definiciones de los campos "jurídico" y "político", por ejemplo. (Bourdieu, 2002, [1990] 2004).

2Nombre dado en Brasil a las comunidades negras tradicionales.

3Los eventos fueron los siguientes: Seminario "Cartografías Sociales y Territorio", realizado en diciembre de 2008, en Rio de Janeiro; "Seminario Cartografías Sociales y Territorio en América Latina", efectuado en julio de 2010, en Rio de Janeiro, Brasil, los dos realizados en el ámbito del proyecto de investigación "Experiencias en cartografía social y mapeo participativo", con el apoyo de la Fundación Ford; y Sesión Libre 10: "Cartografías Sociales y disputas territoriales", bajo la coordinación de Henri Acselrad (IPPUR/UFRJ), realizada en mayo de 2009, en el XIII Encuentro Nacional ANPUR, en Florianópolis, Brasil.

4Nombre dado en Brasil a personas que se apoderan de tierras mediante documentación falsificada para obtener usufructo de esas tierras por explotación o venta.

5Nombre dado en Brasil a las comunidades tradicionales dedicadas a actividades agrícolas y pecuarias de pequena escala en áreas de uso común en el sur del país para fines de subsistencia y comercialización.

6Nombre dado en Brasil a comunidades que tradicionalmente crían diversos tipos de ganado en pequena escala en áreas de uso común en el Nordeste del país.

7Nombre dado en Brasil a las comunidades tradicionales del litoral Sudeste del país dedicadas a la pesca extractiva.

8Nombre dado en Brasil a las comunidades tradicionales dedicadas a la explotación de plantas trepadoras de alta resistencia y con uso comercial.

9Comunidades de mujeres agro-extractivistas del coco babaçu en Brasil.

10El proyecto Nueva Cartografía Social tiene la coordinación del antropólogo Alfredo Wagner (Universidade do Estado de Amazonas-UEA, Brasil) y la historiadora Rosa Acevedo Marín (Universidade Federal do Pará-UFPA, Brasil).

COMO CITAR ESTE ARTÍCULO Acselrad, Henri; Viégas, Rodrigo Nuñez. 2022. "Cartografía social en Brasil y en la América Latina: desafíos epistemológicos y metodológicos de mapeos contra hegemónicos de los espacios y territorios." Cuadernos de Geografia: Revista Colombiana de Geografia 31 (1): 196-210. https://doi.org/10.15446/rcdg.v31n1.85221

Henri Acselrad Doctor en Economía por la Universidad de Paris I (Panthéon-Sorbonne). Actualmente es profesor titular del IPPUR/UFRJ - Instituto de Investigación y Planeación Urbana y Regional de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Brasil e investigador nivel 1A del CNPq.

Rodrigo Nuñez Viégas Sociólogo y doctor en Planeación Urbana y Regional por la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Brasil. Actualmente es investigador de la FIPERJ -Fundación Instituto de Pesca del Estado de Rio de Janeiro-, profesor del Centro Universitário de Volta Redonda e investigador colaborador del Laboratorio ETTERN -Estado, Trabajo, Territorio y Naturaleza- del Instituto de Investigación y Planeación Urbana y Regional de la UFRJ, Brasil.

Recibido: 19 de Febrero de 2020; Revisado: 07 de Enero de 2021; Aprobado: 23 de Julio de 2021

a Correspondencia: Rodrigo Nuñez Viégas, Rua Carlos de Vasconcelos, 54, apto 410, Tijuca, Rio de Janeiro, Brasil. CEP: 20521-050.

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