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Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía

Print version ISSN 0121-215XOn-line version ISSN 2256-5442

Cuad. Geogr. Rev. Colomb. Geogr. vol.32 no.2 Bogotá July/Dec. 2023  Epub Mar 19, 2024

https://doi.org/10.15446/rcdg.v32n2.103994 

Artículos

El impacto del COVID-19 en la cotidianidad de los jóvenes colombianos: una mirada a la salud mental en Bucaramanga durante la implementación de la virtualidad académica*

The Impact of COVID-19 on the Daily Life of Young Colombians: A Look at The Phenomenon of Mental Health in Bucaramanga During the Implementation of Academic Virtuality

O impacto do COVID-19 na cotidianidade dos jovens colombianos: uma mirada no fenômeno da saúde mental em Bucaramanga durante a implementação da virtualidade acadêmica

Álvaro Acevedo Tarazona¤  *  
http://orcid.org/0000-0002-3563-9213

William Buendía Acevedo§ 
http://orcid.org/0000-0001-7798-3832

Angie Ortega Rey¥ 
http://orcid.org/0000-0003-0125-2333

¤ Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga - Colombia. acetara@uis.edu.co - ORCID: 0000-0002-3563-9213.

§ Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga- Colombia wbuendia@uis.edu.co - ORCID: 0000-0001-7798-3832.

¥ Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga - Colombia. angied.ortega@hotmail.com -ORCID: 0000-0003-0125-2333.


Resumen

La pandemia global de COVID-19 ha hecho visibles múltiples fenómenos que permanecían latentes, pero no se habían manifestado en la cotidianidad de la vida urbana. A partir del acontecimiento que supuso la irrupción de este nuevo virus, surge la consolidación de una vida esencialmente digital que modifica las dinámicas sociales en un mundo de por sí hiperdigitalizado. Este artículo analiza la reciente pandemia en consonancia con la potenciación del uso de redes sociales y su impacto en diferentes esferas de la vida cotidiana de algunos jóvenes en la ciudad de Bucaramanga durante el año 2020, centrando la atención en el fenómeno de la infodemia y su vínculo con la salud mental. La metodología utilizada es cualitativa con orientación interpretativa. El enfoque hermenéutico guía el análisis de la información, la cual proviene de la experiencia de 80 estudiantes del programa académico de Historia y Archivística de la Universidad Industrial de Santander. Se concluye que la pandemia, junto con los fenómenos digitales que se manifestaron a partir de ella, influyó de forma decisiva en la salud mental de los jóvenes que participaron en el estudio, quienes comprendieron este evento como un acontecimiento desestabilizador de la vida cotidiana que dio nuevos sentidos a la habitual concepción de "normalidad".

Ideas destacadas:

este artículo de reflexión aborda la infodemia y la potenciación del uso de las redes sociales como un fenómeno que afecta la salud mental de los jóvenes colombianos durante la coyuntura del COVID-19.

Palabras clave: Bucaramanga; COVID-19; infodemia; redes sociales; salud mental; vida cotidiana; virtualidad

Abstract

The global pandemic of COVID-19 has made visible multiple phenomena that remained latent, but had not manifested themselves in the daily life of urban life. From the event that led to the irruption of this new virus, the consolidation of an essentially digital life that modifies social dynamics in a world that is already hyper-digitalized arises. This article analyzes the recent pandemic in line with the potentialization of the use of social networks and its impact on different spheres of the daily life of young people in the city of Bucaramanga during the year 2020, focusing attention on the phenomenon of the infodemic and its link with mental health. The methodology used is qualitative with an interpretative orientation. The hermeneutic approach guides the analysis of the information that comes from the experience of 80 students of the academic program of History and Archival Studies of the Universidad Industrial de Santander. It is concluded that the pandemic, together with the digital phenomena that manifested from it, decisively influenced the mental health of the young people who participated in the study, who understand this event as a destabilizing event of daily life that gave new meanings to the usual conception of "normality".

Highlights:

this reflection article addresses the infodemic and the potential use of social networks as a phenomenon that affects the mental health of young Colombians during the COVID-19 situation.

Keywords: Bucaramanga; COVID-19; infodemic; social networks; mental health; daily life; virtuality

Resumo

A pandemia global de COVID-19 tornou visíveis múltiplos fenómenos que permaneciam latentes, mas não se tinham manifestado no quotidiano da vida urbana. Do acontecimento que levou à irrupção deste novo vírus, surge a consolidação de uma vida essencialmente digital que modifica as dinâmicas sociais num mundo já hiperdigitalizado. Este artigo estuda a recente pandemia de acordo com a potencialização do uso das redes sociais e seu impacto em diferentes esferas da vida cotidiana dos jovens da cidade de Bucaramanga durante o ano de 2020, concentrando a atenção no fenômeno da infodemia e sua vínculo com a saúde mental. A metodologia utilizada é qualitativa com orientação interpretativa. A abordagem hermenêutica orienta a análise da informação, que vem da experiência de oitenta alunos do programa acadêmico de História e Arquivística da Universidade Industrial de Santander. Conclui-se que a pandemia, juntamente com os fenómenos digitais que dela se manifestam, influenciam decisivamente a saúde mental dos jovens que participaram no estudo, que compreendem este acontecimento como um acontecimento desestabilizador do quotidiano que dá novos significados à habitual concepção de "normalidade".

Ideias destacadas:

este artigo de reflexão aborda a infodemia e o uso potencial das redes sociais como um fenômeno que afeta a saúde mental dos jovens colombianos durante a situação do COVID-19.

Palavras-chave: Bucaramanga; COVID-19; infodemia; redes sociais; saúde mental; vida cotidiana; virtualidade

Introducción

El virus Sars-CoV-2, causante de la reciente pandemia que enfrentó Colombia y el mundo, fue detectado por primera vez a finales de 2019 en varios hospitales de Wuhan (China), donde se reportaron casos de personas contagiadas con algún tipo de neumonía viral de causas indeterminadas. Pese a este temprano diagnóstico, no quedaba clara la procedencia de los contagios ni tampoco el hecho de que la mayoría de estos se hubiesen producido entre personas vinculadas, de una u otra forma, al Mercado Mayorista de Mariscos del Sur de China de Wuhan. Por tal razón, rápidamente se encendieron las alarmas de las autoridades sanitarias chinas, las cuales procedieron a realizar una investigación en la que se determinó la verdadera causa del misterioso brote: un coronavirus hasta ahora desconocido, al que se denominó 2019-nCoV (Huang et ál. 2020, 497).

Tan solo algunas semanas después en Pekín se anunció la primera muerte por la enfermedad causada por el coronavirus o COVID-19 (coronavirus disease), mientras que el 13 de enero la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó la llegada del brote a países fuera de China (El Tiempo 2021a). En este primer momento de detección pocos detalles se tenían acerca de los factores de contagio del virus; no obstante, lo cierto era que este se mostraba altamente infeccioso. Con base en los primeros estudios, se determinó que las personas con mayor riesgo de contraer la enfermedad causada por el virus eran aquellas que habían estado en contacto directo con un individuo sintomático que no tomaba las precauciones recomendadas, como uso de tapabocas, lavado de manos y distanciamiento social (Castro 2020, 143).

La rapidez con la que escaló la situación desató un pánico generalizado entre los vecinos del gigante asiático, pues en 2003 ya se habían enfrentado a la epidemia ocasionada por el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (Severe acute respiratory syndrome - SARS) (Parry 2020, 368). Esto puso en marcha estrictos controles sanitarios con el fin de frenar la propagación del virus. Sin embargo, para febrero de 2020 el brote no solo se había extendido por la mayoría de países asiáticos, sino también por Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, donde silenciosamente se propagó entre la población (Verdú 2020). Ante este panorama, el 30 de enero, la OMS declaró la existencia de un riesgo de salud pública de interés internacional y, posteriormente, el 11 de marzo, el nuevo coronavirus pasó a definirse como una pandemia en curso, con cerca de 118.000 casos activos en 114 países y 4.291 personas fallecidas en todo el mundo (El Tiempo 2020a).

Cabe señalar que el 9 de febrero de 2021 la comisión internacional de la OMS, encargada de investigar el origen de la pandemia en China, concluyó que, efectivamente, el epicentro del contagio masivo tuvo lugar en el mercado mayorista de Wuhan. No obstante, no logró determinar por completo cómo llegó el virus a este concurrido lugar. Ante este interrogante, el informe de 120 páginas propuso cuatro posibles explicaciones: 1) el contagio directo de un animal a un humano; 2) un animal intermediario entre un animal infectado y los humanos; 3) el virus llegó a los humanos a través de productos alimentarios; 4) el virus llegó a los humanos debido a un incidente en un laboratorio. Sobre esta última hipótesis, el informe fue claro en señalar que no había registros de un virus estrechamente relacionado con el Sars-Cov-2 en ningún laboratorio antes de diciembre de 2019 (BBC News Mundo 2021).

En Colombia, por su parte, el primer caso confirmado de infección por COVID-19 se reportó el 6 de marzo de 2020 en Bogotá (Ministerio de Salud de Colombia 2020), pero no fue hasta el 12 de marzo cuando el gobierno nacional declaró un estado de emergencia sanitaria en todo el país y, posteriormente, el 25 de marzo decretó una cuarentena obligatoria nacional, la cual tenía previsto extenderse por 19 días, pero, debido a la gravedad de la situación, se extendió por fases que indicaron algunas excepciones para ciertos sectores de la población (Presidencia de la República de Colombia 2020). El 17 de abril se dio a conocer el decálogo de lo que sería el Aislamiento Preventivo Obligatorio Colaborativo e Inteligente, un modelo de emergencia presentado por el gobierno colombiano para hacer frente a la pandemia (Presidencia de la República 2020).

De este modo, las cuarentenas obligatorias, los cierres temporales de establecimientos públicos no esenciales, el uso necesario de mascarillas, el lavado correcto de manos y el distanciamiento social empezaron a convertirse en las medidas más efectivas para controlar la transmisión del virus ante la falta de otro plan de contingencia. A partir de esta nueva situación de alerta, la cotidianidad de las personas en todo el planeta se transformó, pues las restricciones impuestas llevaron a que todo tipo de actividad social migrara al ámbito virtual. Tener que quedarse en casa llevando a cabo toda actividad que involucrara interacción social produjo un aumento de la socialización virtual, razón por la cual la vida digital tomó un impulso aún más acelerado que en décadas anteriores, cuando ya era común que las pantallas mediaran las relaciones sociales entre los más jóvenes.

Si bien durante los últimos años la expansión de las tecnologías de telecomunicación y el internet había sido abrumadora, esta pandemia propició una explosión tecnológica, digital e informativa tan enorme que irradió a todos los sectores etarios, introduciendo en las dinámicas digitales a grupos poblacionales que antes no se definían por su relación con la tecnología. Tal ha sido la magnitud de este fenómeno que el filósofo esloveno Slavoj Žižek (2020) ha calificado el alcance de la ola expansiva de información que se propaga por medio del internet y apps de mensajería instantánea como "virus ideológicos", que han traído consigo la difusión de noticias falsas, teorías de conspiración paranoicas y estallidos de racismo bastante preocupantes. Con esto, es posible señalar que esta globalización digital no solo ha instaurado nuevas dinámicas sociales en las grandes ciudades, sino que también facilita estrategias adaptativas para hacer frente a un nuevo estilo de vida mediado por pantallas, redes sociales y una creciente crisis que ha trastornado tanto a los sistemas sanitarios y de asistencia social como a la economía mundial y la vida diaria de los habitantes de los centros urbanos.

Teniendo en cuenta lo anterior, el presente artículo analiza la reciente pandemia de COVID-19 en consonancia con la potenciación del uso de redes sociales y su impacto en diferentes esferas de la vida cotidiana de algunos jóvenes en la ciudad de Bucaramanga durante el año 2020. Específicamente, centra la atención en el fenómeno de la infodemia, comprendido como la proliferación de una sobreabundancia de información en línea, muchas veces errónea, que solo promueve intereses de determinados grupos o personas y su vínculo con la salud mental. La metodología utilizada es cualitativa con una orientación interpretativa, según la cual existen múltiples estados construidos por los sujetos en su relación con la realidad en la que viven.

El texto se divide en cuatro secciones. La primera realiza algunas precisiones teóricas acerca del concepto de cotidianidad y el COVID-19 como acontecimiento disruptor; en la segunda parte se estudia el surgimiento de la infodemia como fenómeno social propiciado por la reciente pandemia, mientras que en la tercera se analizan algunos ejemplos de noticias falsas y su impacto en la cotidianidad de la población colombiana en general durante el año 2020; en cuarto lugar, se referencian las experiencias de una selección de jóvenes frente a este fenómeno sanitario y se explora la afectación que el mismo generó sobre su salud mental; finalmente, el artículo concluye que la pandemia de COVID-19 puede comprenderse como un acontecimiento desestabilizador de la vida cotidiana que transformó y dio nuevos sentidos a la habitual concepción de "normalidad" en una ciudad como Bucaramanga.

Cabe señalar que la metodología utilizada para llevar a cabo este estudio fue de corte cualitativo y se inscribe en el paradigma fenomenológico, debido a que, esencialmente, pretende comprender el escenario de la pandemia y, con ello, los significados de las distintas formas en las que se vio afectada la salud mental de la población joven, al ponerse en contacto con situaciones coyunturales de alcance mundial y la difusión casi instantánea que ofrece el internet y las redes sociales, principalmente en entornos urbanos. El grupo de participantes estuvo integrado por 80 jóvenes entre 19 y 21 años que cursaban las asignaturas de Historia Cultural y Filosofía de la Historia, impartidas por la Escuela de Historia y Archivística de la Universidad Industrial de Santander durante los dos ciclos lectivos del año 2020. La recolección de información se realizó mediante proyectos de aula en los que se solicitó a los estudiantes escribir un texto que narrara las dificultades que afrontaron durante la crisis desatada por la pandemia de COVID-19 y cómo esto afectó su vida académica y su salud mental. Con las narrativas provenientes de dicha experiencia se realizó un ejercicio de clasificación en el que se encontraron tres tendencias: adaptación, no adaptación y seria afectación de la salud mental.

El COVID-19 y la vida cotidiana

El impacto que la pandemia de COVID-19 ha generado en el devenir de la cotidianidad contemporánea es sumamente importante para comprender la nueva realidad social colombiana. En primer lugar, se encuentra la interpretación de la noción de cotidianidad que, desde la mirada filosófica, aparece como un concepto polisémico y difícil de definir, en la medida en que el ser humano se encuentra tan inmiscuido en ella que resulta casi imperceptible. No obstante, más allá de problematizar el término o desglosar sus distintas acepciones, lo que ocupa a este apartado es precisar su vínculo con otras nociones de carácter más abarcador, como la de "vida cotidiana", la cual, según el profesor Christian Lalive D'epinay, abarca los términos "cotidiano", "cotidianidad" y "rutina", además de que puede comprenderse como el lugar en el que se desarrolla una tensión dialéctica entre acontecimiento y cotidianidad (2008, 10).

Para Lalive, las sociedades siempre han distinguido y jerarquizado los tiempos. Según el ritmo con el que se producen los sucesos o eventos, lo repetitivo se vincula a lo cotidiano, mientras que lo único se vincula al acontecimiento, es decir, es extraordinario. En este sentido, la vida cotidiana transcurre en el lugar en el que se desarrollan eventos de carácter rutinario, pero también se encuentra atravesada por atisbos de novedad, al existir múltiples factores que inciden en el trazado habitual de los sucesos y modifican el horizonte de posibilidades. Desde esta perspectiva, las actividades que se llevan a cabo en el mundo privado se encuentran más asociadas al concepto de lo cotidiano, si este se entiende como un conjunto de situaciones y prácticas desprovistas de simbolización (Lalive 2008, 12), en el sentido de que no modifican el acontecer social, aunque tampoco se encuentran totalmente separadas de él.

Por su parte, la noción de acontecimiento tiene una carga mucho más simbólica y se relaciona con eventos que, de una u otra manera, tienden a cambiar o modificar el curso habitual de la vida en sociedad. Según Martín Heidegger (2006), un acontecimiento puede entenderse como una singularidad que resulta imprevista, por no poseer un carácter teleológico, de modo que acaece sin que puedan preverse sus causas inmediatas. En palabras del filósofo Juan Pablo Esperón:

el acontecimiento no puede ser clasificado ni se deja conceptualizar de acuerdo a los parámetros aristotélicos de género, especie y diferencia específica, o a los parámetros tradicionales historiográficos que suponen que todo hecho es causado por algo y produce efectos; pues el acontecimiento nombra algo previo, no en el orden temporal cronológico sino en el orden ontológico, que escapa y se rehúsa a las estructuras de clasificaciones racionales. En este sentido, el acontecimiento irrumpe intempestivamente y pone en suspenso a la sucesión normal de los hechos. El acontecimiento nombra la original e inesperada aparición de la novedad, que en su condición esencial desestabiliza y resignifica tanto el presente como el pasado y abre inconmensurables posibilidades proyectadas hacia el futuro; por consiguiente, el acontecimiento mienta la instauración de un nuevo horizonte de sentido, es decir, conlleva una dimensión originaria en la comprensión ontológica del ser, el tiempo, las cosas y el lugar del ser-humano en este nuevo contexto. (2018, 22-23)

Siguiendo la misma línea de pensamiento, Slavoj Žižek (2014) señala que un acontecimiento es algo traumático o perturbador que aparece de repente e irrumpe el curso normal de las cosas. Un acontecimiento reconfigura el presente y habilita un nuevo futuro, como sucedió en la pandemia de COVID-19, pues la novedad que introduce impacta directamente en la cotidianidad de las personas, al mismo tiempo que recodifica distintos factores del mundo social. Vista así, la tensión dialéctica que se produjo entre acontecer y cotidianidad durante la pandemia del COVID-19 pudo verse reflejada en la transmutación de los patrones de comportamiento habituales de los sujetos a raíz de las cuarentenas, la alteración de las dinámicas del espacio cotidiano, el aumento de la sociabilidad virtual y la incertidumbre ante el futuro.

Para Žižek, el COVID-19, sin duda, encarna un evento que marca un antes y un después para las sociedades contemporáneas, ya que la vida a partir de este acontecimiento no volverá a ser la misma, aunque se intente retomar el ritmo habitual de las actividades cotidianas. La disrupción que significa modificar por completo la rutina diaria, los espacios de interacción social, las formas de socialización y, además, introducirse en una dinámica que privilegia la virtualidad como principal herramienta de comunicación, demanda múltiples modificaciones y una enorme capacidad adaptativa, condicionada, además, por la incertidumbre ante un futuro incierto.

De otro lado, los alcances de este acontecimiento también ha impactado la esfera económica, pues, como el Banco Mundial señaló en su informe de 2020, después de la recesión de la Segunda Guerra Mundial fue la primera vez que tantas economías experimentaron una disminución tan acelerada del producto per cápita. En este sentido, los efectos de las medidas de control y aislamiento de la población se verán más reflejados en los países con mayor afectación por la pandemia, no solo de manera instantánea, sino también en el futuro próximo. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han afirmaba que, después de la pandemia, "sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente" (en Sigüenza, 2020, s.p.). Por ello, cuando se le preguntó acerca de las enormes consecuencias que tendrá este evento para la globalización, respondió:

el principio de la globalización es maximizar las ganancias. Por eso la producción de dispositivos médicos como máscaras protectoras o medicamentos se ha trasladado a Asia, y eso ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos. El capital es enemigo del ser humano, no podemos dejar todo al capital. Ya no producimos para las personas, sino para el capital. Ya dijo Marx que el capital reduce al hombre a su órgano sexual, por medio del cual pare a críos vivos. También la libertad individual, que hoy adquiere una importancia excesiva, no es más en último término que un exceso del mismo capital. (Han, en Sigüenza, 2020, s.p.)

Pandemia e infodemia en la sociedad contemporánea

El COVID-19 no ha sido la única pandemia producida por enfermedades infectocontagiosas que ha puesto en jaque los sistemas de salud alrededor del mundo en lo que va corrido del presente siglo. No obstante, sí resulta posible afirmar que, hasta ahora, ha sido la más letal. Otras pandemias reportadas durante el siglo XXI han sido el SARS o Síndrome de Respiración Aguda, la gripe A(H1N1) y el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio o MERS. El SARS, por su parte, entre los años de 2002 y 2003 infectó a más de 8.000 personas en 29 países y dejó al menos 774 muertos en todo el mundo (Pasley 2020). Este virus, al parecer, tuvo su origen en la provincia de Yunán (China); sin embargo, el brote epidémico se detectó por primera vez en la provincia de Guandong en noviembre de 2002. No fue hasta abril de 2003 cuando la situación sanitaria comenzó a recibir atención en los medios informativos internacionales (McKie 2017) y el mundo se enteró del ascendente número de infectados a causa de este brote viral, que en principio fue ignorado por la prensa oficial.

La gripe A(H1N1), también conocida por ser la causante de la pandemia de 2009, en un año cobró alrededor de 18.000 vidas y llegó a casi todos los continentes (Dawood et ál. 2012). Su origen se atribuye a una variante de la cepa H1N1 combinada con material genético proveniente de una cepa aviaria, dos cepas porcinas y una humana que sufrió algún tipo de mutación y dio un salto entre especies de los cerdos a los humanos, para posteriormente permitir el contagio de persona a persona (OMS 2009). El 11 de junio de 2009 la OMS declaró este nuevo brote viral como una pandemia en curso y la alerta se extendió hasta el 18 de septiembre de 2010, cuando se anunció que había concluido la alarma sanitaria y se iniciaba el periodo de pospandemia (OMS 2010).

Asimismo, el MERS infectó en 2012 cerca de 1.000 personas de 24 países y cobró la vida de 400 de los contagiados (OMS 2019). Esta epidemia, propensa a convertirse en pandemia, según la OMS (2019), fue identificada por primera vez en zona rural de Arabia Saudita y se extendió por varios países de la Península Arábiga. Más recientemente, el mortal brote del ébola, originado en diciembre de 2013 en Guinea, y extendido a países como Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Senegal, Estados Unidos, España, Malí y Reino Unido, así como los múltiples virus transmitidos por mosquitos, como el dengue, el zika y la chikunguña en América Latina, han generado alerta entre la población mundial, aunque estos eventos no hayan tenido un alcance planetario.

Uno de los aspectos que más preocupa de la emergencia sanitaria por COVID-19 es la capacidad que posee el virus de propagarse y mutar tanto en el ámbito infeccioso como noticioso, pues es la primera vez que la tecnología y las redes sociales se enfrentaban a una coyuntura de semejante magnitud. Durante algunas pandemias similares ocurridas en el siglo pasado, entre las que se cuentan la gripe española en 1918, la gripe asiática en 1957 y la gripe de Hong Kong en 1968, la interconexión del mundo no era la misma, y aunque la extensión de rumores o la desinformación ya estaban presentes entre la población y los medios de comunicación contribuían a extenderla, no había manera de que se propagara por todo el mundo, en tiempo casi real, como sucedió con todo el contenido referente al COVID-19.

Ni la magnitud ni el impacto que esta nueva pandemia tuvo en los sistemas de gobierno, la economía mundial, la cultura y la sociedad se habían presentado antes. Que este nuevo brote viral se haya producido en un mundo totalmente interconectado, en términos tecnológicos, hizo de esta una pandemia hipermediatizada, pues la producción, circulación y consumo de información sobre ella se encuentra en todas partes y tan solo al alcance de un clic. Imágenes, videos, audios, titulares anzuelo (click-bait), tiktoks y hasta memes1 son el reflejo de la enorme cantidad de información viral que se puede hallar en internet sobre un tema que tiene mucha más profundidad que la punta del iceberg que se alcanza a ver.

De este modo, junto con la propagación del corona-virus por todos los rincones del mundo se puede decir que también se potenció el uso de redes sociales, pues cientos de personas de distintos segmentos generacionales abrieron por primera vez cuentas en Facebook, Instagram, TikTok o Twitter durante la pandemia; descargaron su primer juego en línea o utilizaron distintos canales electrónicos para hacer compras, realizar pagos o simplemente por ocio. Esta cuestión, sin duda, contribuyó a expandir una vasta epidemia de "virus ideológicos", los cuales, según Slavoj Žižek (2020), ya se encontraban latentes en nuestra sociedad de consumo: noticias falsas, teorías de conspiración paranoicas y estallidos de racismo son tan solo algunos de los fenómenos que se empezaron a visibilizar rápidamente, mientras medio planeta se encontraba confinado y altamente alarmado por lo que podría suceder. Plataformas como YouTube, Facebook, WhatsApp, Instagram y TikTok, con millones de usuarios de todas las edades alrededor del mundo, fueron los principales medios difusores de este tipo de información rápida que, más que ofrecer datos con un contenido verídico, alimentaron la paranoia colectiva de un mundo ansioso por el mañana.

Ante esta avalancha informativa que se vivió en internet, desde febrero de 2020, la OMS llamó la atención sobre la infodemia que se propaga por todo el planeta gracias al libre acceso a medios de comunicación y a redes sociales. El término se deriva de la unión entre la palabra información y la palabra epidemia (FundéuRAE 2020) y hace referencia a la práctica de difundir una cantidad excesiva de información, correcta o no, por medio de la ayuda de herramientas tecnológicas, lo cual dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y una orientación oportuna cuando las necesitan (OPS 2020). Teniendo en cuenta lo peligrosa que puede llegar a ser esta situación, no solo para el orden público, sino también para la salud de la población en general, el organismo internacional ha tratado de hacerle frente orientando a la población por medio de herramientas en línea, como La red de Información sobre Epidemias, la cual brinda acceso, orientación e información correcta y fácil de entender para los internautas (OPS 2020). La OMS también ha estado colaborando con empresas como Facebook, Google, Twitter, TikTok, Weibo y Pinterest, entre otras, con el fin de filtrar la información falsa que aparece en sus motores de búsqueda y así promover fuentes confiables para informarse, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y la propia página web de la OMS, que pone a disposición de los internautas todo tipo de material informativo en torno a la situación desde que se declaró la pandemia (OPS 2020).

A través de Instagram y YouTube la OMS también ha intentado entablar contacto con personalidades influyentes en el medio cultural para que por medio de sus trasmisiones en vivo, creación de contenido y ejemplo contribuyan con la difusión de un mensaje correcto sobre la pandemia. Del mismo modo, el organismo de salud entró en la dinámica de las redes sociales por medio de sesiones en vivo de preguntas y respuestas con expertos en materia de salud para ampliar los canales de comunicación con la población en general. Incluso, en el sitio web oficial de la organización se creó una sección llamada "Consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus (2019-nCov)" para rebatir las distintas teorías que circulan en internet y desmentir los mitos creados sobre el COVID-19 y las posibles formas de curarlo sin acudir a centros médicos.

De este modo, se puede encontrar que el contenido de la infodemia actual se encuentra compuesto no solo por la ola de noticias falsas que se propagan por el espacio virtual en plataformas de noticias, post de Facebook, Instagram o cadenas de WhatsApp, sino también mediante teorías de conspiración expuestas por influenciadores, videos, trinos y tiktoks que circulan de manera casi incontrolable en casi todos los idiomas y formatos que logran llegar rápidamente a los grupos generacionales, que aumentó su consumo digital por cuenta de las cuarentenas, el teletrabajo y las clases virtuales. Cabe decir que, aunque la mayor parte de la información que se difunde en una infodemia suele ser falsa, también es posible encontrar contenido verídico, procedente de fuentes confiables, que de todas formas termina siendo desvirtuado por la rapidez con la que se propaga la desinformación.

Todo esto sucede principalmente por el enorme alcance que tienen las redes sociales y los motores de búsqueda en línea, como Google, pues hoy, más que nunca, este es el principal medio informativo que utilizan las personas alrededor del mundo. El consumo, la producción y difusión de contenido digital tienen lugar en estas plataformas, cuestión que propicia la divulgación de información en formatos rápidos y fáciles de digerir que motivan la creación de ideas erróneas mientras se propagan a la misma velocidad que el virus entre la población (Zarocostas 2020). Como señalan Nieves et ál.:

según la OMS, ya en marzo de 2020 se utilizaban los términos "coronavirus" y "pandemia", o similares, en más de 550 millones de tuits [trinos] y para el mes de abril se habían publicado en Internet cerca de 360 millones de videos con los términos "COVID 19" y "COVID-19" en sus etiquetas. La circulación de mensajes, audios y videos con noticias no confiables relacionadas con la pandemia -incluidas afirmaciones sobre la inexistencia del virus- ocasionaron que un segmento de la población decidiera no hacer caso a las medidas preventivas y se diseminara a gran escala en la población la angustia y el temor -o la indiferencia- ante esta enfermedad. Así mismo, la proliferación de noticias falsas sobre aparentes curas y tratamientos contra la COVID-19 puso en riesgo la salud de muchas personas. (2021, 2)

Se ha documentado que cerca del 33 % de la población latinoamericana obtiene de redes sociales la información que consume diariamente, mientras solo el 17 % utiliza medios más tradicionales (Nieves et ál. 2021, 2). Debido a esta situación, la ciudadanía reclama una mayor responsabilidad de parte de los encargados de regular la información que circula en línea, lo que ha llevado a la implantación de distintas estrategias que permiten contrarrestar el fenómeno informativo, que se acentuó aún más en medio de la situación de pandemia.

Desde este punto de vista, es posible señalar que la infodemia impactó profundamente en la crisis sanitaria y contribuyó a empeorar la pandemia, en la medida en que dificulta comprobar la veracidad de la información que circula en el espacio virtual, situación que lleva a desatar un caos social que incluye la afectación de la salud mental. Ansiedad, depresión, agobio, agotamiento emocional y, sobre todo, una conducta errática han sido las emociones que empujan a los habitantes de muchos centros urbanos a no tener un criterio definido a la hora de tomar decisiones como el consumo moderado y consciente, a evadir la importancia de dirigirse a centros asistenciales ante la detección de alguna sintomatología relacionada con el virus, a no vacunarse o a afrontar la enfermedad con base en la evidencia científica que se ha hallado hasta ahora (OPS 2020). Y estos son solo algunos de los efectos hasta el momento derivados de esta precipitada ola desinformativa.

La cotidianidad y el COVID-19 en Colombia y Bucaramanga

En Colombia, el 6 de marzo de 2020 el Ministerio de Salud confirmó el primer caso de COVID-19 en la ciudad de Bogotá, donde una mujer procedente de Italia "presentó síntomas y acudió a los servicios de salud para realizarse el análisis respectivo" (Revista Semana 2020a). Para esta fecha ya se habían reportado miles de contagios en 85 países alrededor del mundo y Colombia se sumó a la lista de naciones latinoamericanas con casos activos de coronavirus junto a México, Ecuador, Brasil, Chile y Perú. De esta forma, como resultado de la declaración de emergencia de salud pública internacional anunciada por la OMS en días anteriores, el gobierno colombiano tomó medidas preventivas, como el uso obligatorio de tapabocas, el cierre de espacios públicos no esenciales, la cancelación de eventos masivos, cuarentenas rigurosas y el modelo de "pico y cédula" o "pico y género", que reguló la circulación de personas y entrada a establecimientos comerciales según el dígito final del documento de identidad o el género para así dinamizar el abastecimiento de productos básicos. Estas disposiciones, a su vez, impactaron directamente en la cotidianidad de los colombianos, la economía nacional y el sistema educativo, que progresivamente inició una transición hacia un modelo virtual de enseñanza (Ministerio de Educación Colombia 2020).

De este modo, el aislamiento preventivo obligatorio en Colombia empezó a regir el 25 de marzo de 2020. Posteriormente, desde el 4 de mayo, se comenzó a implementar un plan de reapertura para algunos sectores económicos, como los de construcción y manufactura, teniendo como principal interés evitar la paralización de la industria y reducir la crisis económica enfrentada por el país. Finalmente, el primero de septiembre de 2020 se abrió el país, siguiendo el modelo de "aislamiento selectivo con distanciamiento individual responsable" (Presidencia de la República 2020), el cual, según los comunicados oficiales del gobierno de Iván Duque, puede ser entendido como:

una medida preventiva sujeta a la valoración de cada entidad territorial. En este caso se tendrán en cuenta las condiciones específicas de la zona y la variación en el comportamiento de la epidemia. Para poder tomar medidas que regulen las actividades que consideren pertinentes, puede definirse un aislamiento de un sector, localidad o comuna, hasta una medida total en un municipio, dependiendo del impacto de la epidemia en una comunidad. A su vez, las familias que convivan con casos positivos y en estudio deberán aislarse, al igual que quienes presentan sintomatología como tos y fiebre. Es necesario, con el fin de mitigar la propagación. (Presidencia de la República 2020)

La decisión de establecer un aislamiento preventivo en todo el territorio nacional llevó a que, a partir del 16 de marzo, las clases presenciales en instituciones de educación pública y privada del país fueran suspendidas. Para contrarrestar los resultados de esta irrupción sin precedentes, se adelantó un periodo de vacaciones entre el 30 de marzo y el 20 de abril de 2020 que permitió establecer estrategias de apoyo para los procesos de aprendizaje y planeación educativa, preparando la respuesta del sistema educativo colombiano con estrategias que ayudaran a implantar un modelo de clases en línea en el marco de la emergencia sanitaria.

A partir de esto, la solución que se planteó fue que miles de estudiantes de todos los niveles educativos cambiaran sus clases presenciales por encuentros sincrónicos a través de plataformas como Teams, Google Meet, Zoom y Google Classroom, experiencias que, más allá de ofrecer una enseñanza en línea completa y de calidad, visibilizaron el fenómeno de la enseñanza remota de emergencia (emergency remote teaching) - un modelo educativo que puede considerarse una solución temporal para circunstancias de crisis-, además de poner de relieve los grandes abismos socioeconómicos que afrontan los estudiantes a la hora de acceder a tecnologías de comunicación, internet en zonas rurales y acompañamiento psicosocial.

Por su parte, un número considerable de trabajadores también se vio obligado a implementar actividades laborales desde el hogar. El teletrabajo se convirtió así en la modalidad más eficaz para que las empresas continuaran generando ingresos, a la vez que aseguraban a sus empleados una estabilidad laboral en medio de la incierta situación económica que vivía el país y el mundo. Este mecanismo sirvió, en cierta medida, para aumentar la productividad de algunas empresas, pero también para mantener la calidad de vida de los trabajadores. Por otro lado, el cierre definitivo de las empresas que no lograron mantenerse a flote trajo consigo un fuerte golpe a la economía nacional (Bonet et ál. 2020, 4), la caída y parálisis económica estuvo alrededor del 23 % con respecto al PIB del país y, a su vez, se presentó un recambio laboral. Para quienes contaban con trabajos que les permitía asumir la alternativa de la virtualidad, no fueron tan duras estas nuevas condiciones; no obstante, para la población cuyo trabajo se desarrollaba en el plano físico y manufacturero, estos cambios significaron una reducción de su jornada laboral o, en casos más graves, el despido.

En medio de este panorama, como afirman los investigadores Andrián y Hirs: "la tasa de desempleo se ubicó en un máximo de 21,4 % en mayo (el mayor registro histórico), lo que significó una pérdida de 4,9 millones de empleos respecto al año anterior" (2020, 3). Esta situación generó un aumento en el porcentaje de la denominada economía informal, que de por sí, en Colombia, ya constituía un sector económico bastante grande antes de la pandemia y se vio brutalmente golpeada en los primeros meses de pandemia, cuando las restricciones de movilidad fueron más rígidas.

Debido a todo esto, el confinamiento cambió por completo los ritmos de vida de las personas y de las ciudades, pues los distintos planes implementados por el gobierno para controlar la propagación del virus llevaron a transformar los espacios públicos en lugares totalmente deshabitados, mientras la mayoría de personas se volcó al mundo digital, donde resultó más fácil continuar llevando un ritmo de vida dentro los parámetros de una "nueva normalidad" en la que la espacialidad física no significaba un inconveniente.

Con la mayor parte de la población confinada en sus hogares, viviendo una vida tras la pantalla de su ordenador, es comprensible la aparición del fenómeno de la infodemia. Los servicios de mensajería instantánea como WhatsApp fueron los mayores difusores de información errónea, mientras que Twitter fue el principal medio para rebatir este contenido. En marzo de 2020 la cuenta oficial del Ministerio de Salud ya advertía sobre las cadenas de WhatsApp que circulaban con información falsa que solo buscaba generar pánico, caos y desconfianza entre los ciudadanos y así mismo invitaba a los habitantes de los centros urbanos a no caer en las mentiras y a verificar la información en fuentes oficiales (Ministerio de Salud 2020). Entre los mensajes más polémicos que se difundían se encontraba la muerte descontrolada de miembros del personal médico, el regalo de bonos alimentarios por parte de almacenes de cadena y falsos subsidios de desempleo.

En las redes sociales, por su parte, se podían encontrar post con noticias falsas acerca de la expansión del virus por las diferentes ciudades del país, supuestas ayudas humanitarias a las que se podía acceder por medio del Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales (SISBEN), ofertas de trabajo inexistentes, bonos de asistencia social y un sinnúmero de información fraudulenta que debió ser rebatida por cuentas oficiales de medios de comunicación nacionales, el Grupo de Respuesta a Emergencias Cibernéticas de Colombia (COLCERT) y los canales virtuales del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Educación y la ONU Colombia. Por medio de correos electrónicos los intentos de estafa se agudizaron aún más, pues se enviaban tarjetas falsas con supuestas sumas de dinero para robar datos personales de los cibernautas (Centro Cibernético 2020), además de mensajes de citación para pruebas obligatorias de detección de COVID-19 (COLCERT 2020).

Aunado a esto, el inicio del plan de vacunación nacional estuvo acompañado de teorías erróneas acerca de los biológicos que ayudarían a controlar la infección viral en el país: "las vacunas se ensayan con tejidos de fetos", "las vacunas contra el COVID-19 magnetizan el cuerpo", "las vacunas causan infertilidad", "los vacunados contra el COVID-19 tienen 885 % más probabilidades de morir", "las vacunas de ARN mensajero, como lo son Pfizer y Moderna, aumentan el tamaño de los senos" (El Tiempo 2021b), fueron algunos de los rumores que circularon en redes sociales y en cadenas de WhatsApp, dificultando el avance de la vacunación en muchos lugares vulnerables y poniendo en riesgo la vida de miles de personas que no se acercaron a los centros de vacunación por temor a lo que les pudiese suceder.

Otros ejemplos de noticias falsas que circularon durante el año 2020 pueden encontrarse recopilados por el grupo de investigación COLEV de la Universidad de los Andes en una plataforma llamada Museo de la Desinformación. Allí se visualizan más de cincuenta noticias falsas, junto con sus fuentes, relacionadas con el COVID-19 en Colombia, pero también con supuestas curas para la infección, falsas muertes a causa de la vacunación, eventos económicos adversos para la población más vulnerable y reportes falsos de famosos infectados con el virus.

Entre las noticias que más llaman la atención debido al enorme potencial de crear caos, temor y problemas de salud física y mental en la población se pueden encontrar aquellas que realizaban aseveraciones sin ningún respaldo científico. Por ejemplo, durante marzo de 2020 circuló una publicación de Facebook que señalaba: "*Coronavirus* antes de que llegue a los pulmones, permanece en la garganta durante cuatro días y en ese momento la persona comienza a toser y a tener dolores de garganta. Si bebe mucha agua y hace gárgaras con agua caliente y sal o vinagre eliminará el virus... Pase esta información, puede salvarle la vida a alguien con esta información" (Martí 2020). Sin duda, este no fue el único contenido relacionado con prácticas peligrosas para la salud de los colombianos. Según el portal web La Silla Vacía, durante abril de 2020 también circuló el video de un hombre que mostraba la "cura" para el COVID-19. Se trataba de una mezcla hirviendo con aspirina y limón que debía ser ingerida, pero también inhalada (Izai 2020).

Por otro lado, noticias relacionadas con el uso del tapabocas también generaron gran preocupación, pues la correcta utilización de este implemento, hasta hoy, ha sido una de las maneras más efectivas para controlar el contagio. Según informes de varios internautas desde mayo de 2020 habría empezado a circular por Twitter una imagen que aseguraba que el uso de tapabocas "impide la oxigenación pulmonar", "provoca hiperventilación", "produce el síndrome de hipercapnia [...] por el exceso de dióxido de carbono en la sangre" e "intoxicación por micropartículas del material" (Rodríguez 2020a). De igual forma, las pruebas para la detección de COVID-19 fueron puestas en duda, al asegurar que no eran confiables (Rodríguez 2020b), mientras que los termómetros utilizados para el control sanitario en establecimientos públicos fueron señalados de "dañar las neuronas" (Revista Semana 2020b).

En todo esto se logra observar que la desinformación propagada a través de contenidos digitales falsos causó gran confusión en el panorama social colombiano y además se convirtió en un problema mayor para las autoridades sanitarias, que se vieron en la encrucijada de proponer nuevos mecanismos de control en medio de la crisis que vivía el país y el mundo. En consonancia con esto, los demás problemas sociales que se acentuaron con la incursión de la pandemia también se vieron influenciados por esta nueva dinámica de consumo digital, la cual lanzó a miles de colombianos a las calles durante el 2020, en medio de un panorama de descontento político y social por cuenta del proyecto de reforma tributaria, las políticas ambientales del gobierno de Iván Duque y el manejo que se le habría dado a los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), el homicidio de líderes sociales y diversos casos de corrupción que se produjeron dentro del gobierno, justo en medio de la pandemia (Torrado 2020).

Finalmente, es posible observar que, junto con la pandemia, la ola de infodemia que vivió el país durante el año 2020 contribuyó a cambiar por completo la cotidianidad de los colombianos, entre ellos, los jóvenes, que desarrollaron distintos tipos de respuestas adaptativas ante la crisis, viendo afectada su salud mental. La concepción de normalidad se modificó totalmente y se preveía que el futuro pospandémico estaría marcado por múltiples fenómenos sociales que durante las anteriores pandemias mundiales no se podían haber manifestado con la intensidad que lo hacen en un mundo hiperdigitalizado.

La salud mental de los jóvenes bumangueses frente a la pandemia

La vida cotidiana de la población más joven trasmutó de manera considerable durante la pandemia. Si bien este grupo generacional ya poseía una vida anclada a la virtualidad y a la socialización por medio de redes sociales, se logró observar que las dinámicas que impuso el fenómeno de la infodemia incidieron de manera importante en la salud mental de quienes participaron en el ejercicio de aula planteado. De los ochenta estudiantes que refirieron su experiencia con la pandemia, el fenómeno de la infodemia y su vínculo con la salud mental, la mayoría coincidió en afirmar que tuvieron una fuerte afectación, influida por las condiciones socioeconómicas que experimentaron durante este periodo. La carencia de condiciones óptimas para asistir a las clases en línea, la sobreabundancia de información -que generaba ansiedad y caos-, así como la incertidumbre por la estabilidad económica familiar llevaron a los estudiantes a tener sentimientos de estrés, depresión y ansiedad, tal como se lee en el testimonio del siguiente estudiante:

Estudiante 1: pocas veces salía a hacer ejercicio, aunque debería hacer, me lo repiten mucho los psiquiatras, y sí, tengo diagnóstico de depresión y bipolaridad, no recuerdo muy bien los grados, y aún hoy en día sufro episodios, los medicamentos me intoxicaban, o se me hacían difíciles de conseguir, igual no los quiero tomar; la solución es que haga ejercicio para lograr producción de serotonina y estabilidad emocional, pero hace muchos meses que no hago ejercicio. Lloro, claro que sí, mis pensamientos catastróficos me lo producen, muchas veces no cesan, cuando los tengo pueden durar días y semanas, lo hago sin que nadie me vea, no quiero producir una imagen débil, aunque lo sea, no quiero que me vean llorar. Muchas veces no siento motivaciones, no le veo sentido a la vida más que vivirla, no creo en ningún dios, pero sí en que hay algo más allá, de que alguna especie de entidades nos rodean, de que el mundo es mágico en algún lado o de algún modo, de que hay cosas inexplicables, de que cuando sea la hora de morir, seamos libres, y en una especie de esfera, seamos omnipotentes, de que luego de muertos podamos hacer lo que queramos, viajar a donde queramos en el tiempo y espacio, saber lo que queramos, comprobar la existencia de algún personaje o suceso, y ser felices como fin de todo.

No obstante, un numero alto de jóvenes mostraron índices de adaptabilidad a la nueva realidad, debido a que no les parecía demasiado extraño acoplarse a aspectos como la socialización virtual y la permanecian en el entorno seguro del hogar, como señala uno de los participantes:

Estudiante 2: quizás muchos han tenido el sueño de vivir un apocalipsis por la extraña, pero excitante descarga de adrenalina que esto conlleva. Tengo que admitir que este es mi caso, quizás por la infinidad de videojuegos como Resident Evil, Halo, que he jugado bajo esta temática, o quizás es más algo personal y por eso me atraen este tipo de entretenimientos, incluyendo piezas del cine como Guerra mundial Z, Al filo del mañana, La guerra del mañana, y series como The 100, The walking dead. Para alguien que está familiarizado con estas entregas audiovisuales y videojuegos, está consciente [de] que existe una constante entre todos estos. La constante se reduce a la lucha de la humanidad por su propia subsistencia contra un ente externo que amenaza con su extinción total.

Otros asumieron una postura de negación y miedo al contagio, factor que fue decisivo a la hora de observar la adaptabilidad a los retos que trajo consigo la nueva cotidianidad adaptada al entorno virtual. Esta afectación de la salud mental repercutió directamente en el entorno educativo de los jóvenes, como también en los distintos aspectos relacionados con la cotidianidad, la vida familiar y las relaciones interpersonales, tal como se pude observar en la narración de otro de los estudiantes:

Estudiante 3: en mi mente aún está presente la negación constante que tenía ante el tema: "hasta que no llegue a Colombia no me va a importar", decía, y "hasta que no llegue a Bucaramanga no pasa nada", lo repetía tanto con amigos como con familiares. Para mi mala suerte, en el mes de marzo no se demoró más que unas simples semanas para que esto ocurriera y la COVID-19 invadiera cada espacio, lo que ocasionó que declararan a finales del mes un confinamiento total y que, cuando se acercaba la fecha límite para que este concluyera, sacaban un nuevo documento que avisaba su alargamiento hasta llegar a casi cinco meses encerrados en nuestros hogares. Si bien fui de las personas privilegiadas a las que esta larga cuarentena no causó mayor problema económico, al punto de ser alarmante, y, en un principio, yo pensaba que la cuarentena no me estaba afectando en lo absoluto, luego reconocí que mi salud mental sí se había visto vulnerada por el ambiente social y familiar, aunque igual hubo un avance con otros aspectos de mi vida que, debo reconocer, impactaron positivamente. Esto se debe a que, para mí, el coronavirus tuvo dos facetas: una directa y general, que fue el tema de salud, el cual afectaba nuestro diario vivir y nos ponía en riesgo entre la vida y la muerte. Y otra segunda faceta que fue más personal y acaparó mi atención, porque fue la confrontación de disputas interiores sobre mi salud mental, mi autoestima y su relación con mi físico, lo que, sin la aparición y soledad que causó la COVID-19, jamás habría cuestionado, ya que no existía un espacio obligatorio de enfrentamiento con nosotros mismos como al que abruptamente nos empujó este virus.

De otro lado, se hicieron evidentes, como nunca, sentimientos generalizados de ansiedad, depresión, agobio, agotamiento emocional y, sobre todo, una conducta errática que empujó a las personas a no tener un criterio definido a la hora de tomar decisiones como el consumo moderado y consciente. La importancia de dirigirse a centros asistencia-les ante la existencia de alguna sintomatología relacionada con el virus, a vacunarse o a afrontar la enfermedad con base en la evidencia científica que se ha hallado hasta ahora, llevó a que se produjera un retraso significativo en los objetivos planteados para mejorar transicionalmente las condiciones de retorno a la normalidad. Tal como señaló otro estudiante:

Estudiante 2: como ser humano he probado los límites de la sanidad mental sin perder de vista mis metas académicas, pero padeciendo de los efectos que la pandemia arrastra consigo en este ámbito. Si bien mi promedio nunca ha disminuido y, por el contrario, llegó el semestre anterior a un espectacular 4,85, debo admitir que esto no se trata de una fábula sobre sacrificios y trabajo duro, sino de una tragedia de la que pocos salimos adelante. A veces pienso que es como la guerra: aquí no hay vencedores: solo sobrevivientes, cuya recompensa son los destrozos que quedan en el camino a casa.

Conclusión

Con lo señalado hasta aquí, se pude concluir que los patrones de consumo digital en los centros urbanos de la mayoría de países alrededor del mundo cambiaron de forma considerable con la irrupción del COVID-19. En Colombia, por ejemplo, el consumo de material digital ha sido enorme. Como señala Jimena González, jefe de servicio al cliente de People Media, en una entrevista con Blu Radio: "antes de la pandemia los colombianos pasábamos en promedio conectados nueve horas al día, [pero] una vez inició esta, el tiempo de conexión aumentó una hora en promedio, siendo el segundo país que más pasa tiempo en internet" (2021). Del mismo modo, generaciones que antes no utilizaban con tanta regularidad el internet para realizar actividades de la vida cotidiana se unieron al mundo digital, por primera vez durante el 2020 para utilizar servicios médicos, bancarios, de compras o simplemente por ocio.

Las redes sociales, sin duda, lideran el consumo digital entre la población más joven en Colombia. Aunque en principio resultaron útiles para poner en conocimiento público el debate de la comunidad científica acerca de los avances de la pandemia, rápidamente se transformaron en un arma de doble filo, pues cada vez más artículos con información errónea, estudios falsos y conclusiones precipitadas se fueron haciendo virales, hasta alcanzar a un número de internautas tan grande que ha sido imposible rectificar la mayoría de datos que circulan en la web.

En tal sentido, como señala Byung-Chul Han (2020a), el virus causante del COVID-19 en sí mismo no fue el que hizo detonar todas las problemáticas sociales que se vieron, entre ellas, la afectación de la salud mental; solo fue la gota que derramó el vaso y creó un enorme pánico por lo que vendrá después. Al respecto hay que señalar que la propagación de un virus de estas características, en una sociedad tan interconectada como la actual, ha sido una de las principales razones para la proliferación de fenómenos como las noticias falsas, las teorías de la conspiración y los brotes de racismo, fenómenos que ya se encontraban presentes en anteriores pandemias, pero que tuvieron menor alcance. La llegada de este virus, sin duda, marcó el inicio de una concepción distinta de la sociedad y con ello de la forma de concebir nuestro acontecer.

Del mismo modo, la vida cotidiana de los jóvenes y de la población en general se vio afectada tanto por las medidas sanitarias implementadas por el gobierno para contrarrestar el virus como por la nueva virtualidad que se apoderó de las relaciones interpersonales. Incluso, desde el primero de septiembre de 2020, cuando se reanudaron las actividades comerciales, bancarias y notariales en el país, con algunas restricciones locales, muchas personas prefirieron continuar realizando sus trámites desde la comodidad de sus casas, por temor a que las teorías que circulaban en internet tuviesen algo de cierto. Por su parte, la vacunación fue otro aspecto que se vio bastante afectado por la infodemia desatada, pues el gran número de teorías de la conspiración que giran en torno a su efectividad o a los intereses particulares de ciertos grupos dirigentes relacionados con ellas ha ocasionado que menos gente se acerque a inmunizarse.

En concordancia con esto, no resulta descabellado agregar que la pandemia del COVID-19 ha sido una oportunidad de aprendizaje, no solo para los gobiernos, que se vieron en el enorme reto de mantener a flote la economía, la educación, el orden social y la salud mental de la población, al mismo tiempo que estabilizaban las demás dificultades producidas por esta crisis, sino también para los individuos, a quienes impactó la pandemia en su forma de concebir el mundo, dadas las situaciones a las que se vieron sometidos, inéditas hasta ese momento. En otras palabras, la pandemia puede comprenderse como un acontecimiento desestabilizador de la vida cotidiana que transformó y dio nuevos sentidos a la habitual concepción de la "normalidad".

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* Artículo derivado del proyecto “Ciudad alterada: los imaginarios de violencia, seguridad y territorio al encuentro con el ‘otro’ en Buca ramanga (Santander)”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander.

1Según la RAE un meme puede ser una imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet (2020).

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO Acevedo Tarazona, Álvaro; Buendía Acevedo, William; Ortega Rey, Angie. 2023. "El impacto del COVID-19 en la cotidianidad de los jóvenes colombianos: una mirada a la salud mental en Bucaramanga durante la implementación de la virtualidad académica". Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía 32 (2): 409-423. https://doi.org/10.15446/rcdg.v32n2.103994

Álvaro Acevedo Tarazona Profesor Titular de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga - Colombia. Doctor en Historia de la Universidad de Huelva, España.

William Buendía Acevedo Profesor de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga - Colombia. Magíster en Historia de la Universidad Industrial de Santander.

Angie Ortega Rey Estudiante de la Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga - Colombia. Candidata a doctora en Historia de la Universidad Industrial de Santander.

Recibido: 30 de Julio de 2022; Revisado: 30 de Noviembre de 2022; Aprobado: 26 de Abril de 2023

* Correspondencia: Álvaro Acevedo Tarazona, Transversal 72 No. 35-198 Casa 49, Bucaramanga, Colombia.

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