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Pedagogía y Saberes

Print version ISSN 0121-2494

Pedagogía y Saberes  no.58 Bogotá Jan./June 2023  Epub Jan 01, 2023

https://doi.org/10.17227/pys.num58-17331 

Artículos de investigación

Montessori en la Argentina: una mirada histórica desde la prensa pedagógica

Montessori in Argentina: A Historical View from the Pedagogical Press

Montessori na Argentina: um olhar histórico desde a imprensa pedagógica

* Conicet, IICE-FFYL-UBA. https://orcid.org/0000-0002-3957-3004, ignaciofrechtel@gmail.com.


Resumen

Este artículo, resultado de investigación, indaga sobre la pedagogía de María Montessori en la Argentina desde la perspectiva de la historia de la educación. Para esto, se utilizaron como fuentes dos de las revistas pedagógicas más importantes de la primera mitad del siglo xx: El Monitor de la Educación Común y La Obra. La primera fue la revista oficial del Consejo Nacional de Educación, órgano de gobierno de la educación primaria nacional, mientras que la segunda fue impulsada por un grupo de docentes y fue la representación oficial de la Escuela Nueva en la Argentina. La investigación recorrió las páginas de estas dos revistas con el objetivo de encontrar indicios sobre la recepción entre el magisterio argentino de esta pedagogía que se internacionalizó a partir de la segunda década del siglo xx. Como producto de este recorrido, se pudieron conocer distintas formas de apropiación de la pedagogía de Montessori —así como las críticas a su propuesta—, y de su utilización como medio para la discusión de posiciones de poder en el campo pedagógico local.

Palabras clave: prensa pedagógica; Montessori; Argentina; circulación de ideas; historia de la educación

Abstract

This paper aims to inquire about the pedagogy of María Montessori in Argentina from the point of view of the history of education. In order to achieve this goal, the historical sources analyzed were two of the most critical journals in the first half of the 20th century: El Monitor de la Educación Común and La Obra. The first was the official review of the National Education Council, which oversaw Argentinian primary education as a government organ. The second was driven by a group of teachers and was formerly known as the official representation of the New School in Argentina. This investigation looks for marks and hints on the reception among Argentinean teachers of this pedagogy, internationalized since the second decade of the 20th century, over these two journals. As the main contribution, we learn about different ways of appropriation of Montessori’s pedagogy as well as the critics of her proposal and its usage to discuss positions of power in the local pedagogy field.

Keywords: pedagogical journals; Montessori; Argentina; circulation of ideas; history of education

Resumo

Este artigo investiga sobre a pedagogia de María Montessori na Argentina a partir da perspectiva da história da educação. Para isso, foram utilizadas como fontes duas das mais importantes revistas pedagógicas da primeira metade do século XX: El Monitor de la Educación Común e La Obra. A primeira foi a revista oficial do Conselho Nacional de Educação, órgão dirigente da educação primária nacional, enquanto a segunda foi promovida por um grupo de professores, sendo a representação oficial da Escuela Nueva na Argentina. A investigação percorreu as páginas dessas duas revistas, com o objetivo de encontrar indícios sobre a recepção que houve entre o professorado argentino dessa pedagogia que se internacionalizou a partir da segunda década do século xx. Como produto desse percurso, foi possível conhecer diferentes formas de apropriação da pedagogia de Montessori, bem como as críticas à sua proposta, e sua utilização como forma de discutir posições de poder no campo pedagógico local.

Palavras-chave: imprensa pedagógica; Montessori; Argentina; circulação de ideias; história da Educação

Introducción

Este trabajo tiene como objetivo delinear los primeros trazos de un tema con escasa presencia en la historiografía educativa argentina: la pedagogía Montessori. Si bien en los últimos años han surgido investigaciones que conjugan una mirada entre lo local y lo global (Galak et al., 2021) —que estudian las distintas formas de circulación y recepción de las ideas pedagógicas en la Argentina—, la recepción de la pedagogía de María Montessori es todavía una vacancia en nuestra historiografía. Este trabajo adopta, entonces, la perspectiva teórica de la circulación y recepción de las ideas pedagógicas, en un cruce entre la historia cultural y la prensa educativa.

En el plano metodológico, las fuentes abordadas1 para esta investigación fueron las revistas El Monitor de la Educación Común —órgano oficial del Consejo Nacional de Educación— y La Obra —revista docente escolanovista no oficial—. Ambas fueron las principales publicaciones pedagógicas nacionales de la primera mitad del siglo XX, con tiradas que llegaban a una gran cantidad de escuelas del país.

El abordaje de estas fuentes fue tanto cuantitativo como cualitativo, lo que nos permitió también tener una mirada comparativa. La herramienta de búsqueda por caracteres, así como la búsqueda en los catálogos virtuales, permitieron hacer una aproximación sobre la presencia del nombre Montessori en estas dos publicaciones. El Monitor de la Educación Común se encuentra digitalizado en el Centro Nacional de Información y Documentación Educativa (CeNIDE), perteneciente al Ministerio Nacional de Educación de la Argentina. Si bien la búsqueda por caracteres no es exacta, los resultados que ofrece tienen un nivel de exactitud bastante elevado. Con este método de búsqueda encontramos que la palabra Montessori aparece por lo menos en ochenta y siete números de El Monitor, de un total de 885 números digitalizados, en un periodo que abarca los años 1881 a 1976. Con esta primera información cuantitativa, en este trabajo pusimos el foco en las menciones de Montessori que aportaban información significativa sobre la recepción de su pensamiento en la Argentina. En el caso de la revista La Obra, la búsqueda se realizó a través del catálogo en línea de la Biblioteca Nacional de Maestras y Maestros; se consultaron los ejemplares físicos de la revista —ya que no está digitalizada—. La gran cantidad de números de La Obra (se publicaba quincenalmente) y la imposibilidad de consultarla de manera electrónica fueron los motivos principales para que la indagación sobre esta fuente llegara hasta año 1930. Queda para futuras indagaciones avanzar en los años siguientes.

El artículo se estructura en cinco apartados. En la introducción se plantean aspectos metodológicos. En el segundo apartado se realiza una breve caracterización de las fuentes utilizadas para la investigación. En el tercer apartado se analiza la presencia de Montessori en El Monitor y, en el cuarto, en La Obra. El quinto apartado se destina a las reflexiones finales. Como resultado de esta investigación, hemos podido reconstruir un panorama sobre la recepción de las ideas educativas 2 de María Montessori en la Argentina, el lugar que tuvieron en dos de las principales revistas pedagógicas del siglo XX, y las distintas formas en que fueron apropiadas y discutidas por el magisterio y los funcionarios escolares locales.

La prensa pedagógica: El Monitor de la Educación y La Obra

Las revistas El Monitor de la Educación y La Obra fueron dos de las principales fuentes de circulación de las ideas pedagógicas en la Argentina durante las primeras décadas del siglo XX. El Monitor fue el órgano oficial de difusión del Consejo Nacional de Educación, oficina de la que dependían las escuelas primarias nacionales, con llegada a todo el país. 3La Obra, por el contrario, fue un emprendimiento privado, aunque estaba impulsada por maestros 4 con inserción en el sistema de educación pública que incluso fueron funcionaros con cargos jerárquicos en el sistema. Otra de las grandes diferencias entre ambas revistas es que El Monitor representaba a la voz oficial del gobierno del sistema escolar, mientras que La Obra sostenía posiciones político-pedagógicas propias que, en muchos casos, confrontaban las posiciones del CNE. Sin embargo, es importante aclarar que El Monitor era una revista que daba espacio a la voz de las y los docentes, quienes encontraban en sus páginas una vía para la difusión de sus propias ideas (Finocchio, 2009). A esto se suma el hecho de que La Obra fue una revista que adhería explícitamente a la Escuela Nueva, a saber, el órgano oficial de la Liga Internacional para la Educación Nueva en la Argentina, por lo que priorizaba —aunque no de forma excluyente— la difusión de las pedagogías vinculadas a este movimiento pedagógico. Como veremos a continuación, esas pedagogías también tenían una presencia en El Monitor.

El Monitor de la Educación Común: Montessori en las fuentes oficiales

La presencia del nombre de María Montessori en El Monitor de la Educación es tan extensa como la enorme difusión que tuvo esta pedagoga alrededor del mundo. La digitalización de esta revista permite realizar una búsqueda por caracteres que, si bien no es exacta en un cien por ciento —por problemas técnicos en el proceso de marcación de los documentos—, es de gran ayuda para tener un panorama bastante aproximado sobre la presencia de ciertas palabras clave en la revista. En este caso, al emprender una búsqueda por caracteres del nombre Montessori, se arriba a un resultado de una gran cantidad de menciones en las páginas de la revista a lo largo del tiempo.

La primera mención a la que se llega con este sistema de búsqueda data de enero de 1911, fecha coincidente con el proceso de internacionalización de la figura de la pedagoga italiana —cinco años después de la fundación de la primera Casa de Niños dirigida por ella en Roma—. La última mención encontrada a través de la búsqueda por caracteres data del año 1960, hecho en sintonía con las modernizaciones pedagógicas que se avecinaban para la segunda parte del siglo XX, más vinculadas con las tecnologías y las tecnocracias y, en el caso de la Argentina, con regresiones a pedagogías autoritarias y esencialistas —como en el caso de la última dictadura militar del año 1976—.

La primera mención del nombre de Montessori se encuentra en las páginas de “Revista de revistas”, sección donde se compartía información producto del intercambio de ejemplares con publicaciones sobre educación y disciplinas afines. Esta sección representa la importancia que se le daba al proceso de circulación de las ideas pedagógicas. La forma para conocer las novedades era a través del intercambio de ejemplares entre las revistas de las distintas partes del mundo. Es significativo, por lo tanto, que la primera mención sobre Montessori que encontramos en nuestra búsqueda sea en esta sección de intercambio de información, que se realizaba especialmente con revistas del extranjero.

El artículo se denominaba “El método Montessori”, estaba firmado por Maura G. May, y había aparecido en la revista inglesa Journal of Education. Allí, la autora describía el método de enseñanza creado por la pedagoga, especialmente “para los niños de escuelas maternales” (El Monitor, 1911, n.o 457, p. 166). Si bien destaca que los principios de esa pedagogía “no eran tal vez muy nuevos”, sí reconocía que la propuesta de Montessori dejaba el plano de la teoría para avanzar hacia una propuesta práctica, de aplicación.

Del mismo año, 1911, es la segunda mención de Montessori. A diferencia del artículo anterior, en este caso se trata de un trabajo escrito para El Monitor, titulado “El nuevo método Montessori para los asilos infantiles” (El Monitor, 1911, n.o 461) y firmado por Giannina Rottigni Marsilli en Buenos Aires. La marca local se hace evidente en la comparación entre la empresa educativa montessoriana y la personalidad de Domingo F. Sarmiento, prócer de la educación argentina. El artículo presenta la pedagogía de Montessori y hace énfasis en el lugar que tienen los niños como descubridores, como agentes activos en el proceso educativo, en los asilos infantiles en los que la educadora italiana llevó adelante su práctica pedagógica. Lo destacable de este artículo es que, hasta ese momento, la iniciativa de Montessori estaba asociada exclusivamente a los asilos infantiles.

Poco tiempo después, en 1913, se publica el artículo “Decae la boga del sistema Montessori” (El Monitor, 1913, n.o 486). Allí, en la sección “Actualidades”, se plantea que luego de una serie de artículos “exageradamente elogiosos del sistema de educación de párvulos de la profesora italiana Montessori”, en “algunos periódicos pedagógicos” comenzaron a surgir dudas sobre la “originalidad y la importancia” de este método (p. 296). El escrito, que no lleva firma, recoge críticas publicadas en revistas inglesas y norteamericanas. A partir de esas críticas, se sostiene que “esa especie de culto consagrado” (p. 296) se encontraba en decadencia, lo cual está en sintonía con el clima adverso que atravesó la propuesta montessoriana a partir de los planteamientos de William Kilpatrick (uno de los principales críticos de Montessori) en su libro The Montessori System Examined, de 1914 (Obregón, 2006).

La sección “General” de la revista publicó, también en 1913, una extensa reseña sobre uno de los primeros libros de Montessori, 5El método de la pedagogía científica en la educación infantil (El Monitor, 1913, n.o 489), firmada por S. M. de Tedeschi. 6 El artículo, sumamente elogioso respecto de la pedagoga —se refiere a ella como “la genial doctora italiana”—, consignó comentarios detallados sobre el método Montessori e incluyó una gran cantidad de imágenes representativas de escenas de aprendizaje —con niños y niñas en primer plano utilizando el material didáctico específico de esta metodología de enseñanza—.

Más allá de la participación que tenían las y los docentes como lectores y autores, El Monitor era también la herramienta para la comunicación de las acciones oficiales del CNE. De hecho, una parte importante de la revista se denominaba “Sección Oficial”. Allí se transcribían todas las sesiones del Consejo, en las que se trataban las diversas resoluciones y expedientes que constituían la normativa para la organización legal del sistema escolar. En esa sección podemos encontrar, en el año 1914, que el CNE da cuenta de una “nota presentada por la Asociación Nacional del Profesorado”. En dicha nota, la entidad planteaba haber resuelto “solicitar a la profesora italiana doctora María Montessori, su venida a este país, con el propósito de exponer su sistema de enseñanza, solicitando, con tal motivo, el concurso del H. Consejo” (El Monitor, 1914, n.o 498, p. 293). Más allá de que la propuesta de la Asociación del Profesorado no se haya concretado —la visita de Montessori al país se realizó doce años después de esta invitación—, la nota da cuenta de un estado de interés por parte de los sectores más dinámicos del profesorado, con impulso para congregarse en una asociación nacional, sobre la pedagogía de Montessori.

Unos meses más tarde, la información que publica la revista refuerza esta idea del interés extendido por la pedagoga entre el magisterio cuando, en noviembre de 1914, la sección “Información Nacional” informaba que “la Inspección Técnica de la Capital, organizó una serie de conferencias explicativas del Método Montessori” (El Monitor, 1914, n.o 503, p. 285). Estas conferencias fueron realizadas en la Escuela Normal de Profesoras de la Capital y estuvieron a cargo de su vicedirectora, “señorita” Matilde Flairoto.

La Escuela Normal de Profesoras de la Capital fue una de las primeras escuelas normales fundadas en la Argentina. Además del trayecto de formación docente, que en esa época era parte de la educación secundaria, estas escuelas contaban con una Escuela de Aplicación, en la que se cursaba el nivel primario y en donde las y los estudiantes de magisterio realizaban sus prácticas docentes antes de obtener el título que les habilitaba para el ejercicio profesional. Esas escuelas de aplicación funcionaban también como laboratorios pedagógicos en los cuales se implementaban modelos de enseñanza innovadores. Las condiciones que presentaban estas escuelas normales le permitían a una maestra normal, como Matilde Flairoto, especializarse en el estudio de temas de pedagogía e incluso realizar un viaje para estudiar y conocer de primera mano los distintos modelos de enseñanza. En el caso de Flairoto, un año después de la conferencia que la maestra brindó en su escuela normal, el Consejo Nacional de Educación consideró que era necesario “conocer en conjunto y en detalle el sistema de jardines de infantes de que es autora la Sra. de (sic.) Montessori” (El Monitor, 1915, n.o 510, p. 25). Por ese motivo, y considerando que “la vicedirectora de la Escuela Normal de Profesoras n.o 1, Dña. Matilde Flairoto ha hecho estudios teóricos sobre ese sistema”, resolvieron “comisionar a la citada profesora para que se traslade a Italia a observar y estudiar en los hechos mismos el sistema Montessori, con goce de sueldo íntegro y durante cinco (5) meses”, además de costear los pasajes ida y vuelta “para la citada profesora y su señora madre” (El Monitor, 1915, n.o 510, p. 25).

Otro maestro, Pedro Bertolini, publicó en 1915, el mismo año del viaje de Flairoto, un extenso artículo que se desarrolló durante dos números consecutivos. Con el título “Palingenesia Pedagógica”, el autor realiza una detallada explicación del método Montessori, lo ubica en la saga de las propuestas de reforma escolar, y extiende una invitación para leerlo y estudiarlo con consideraciones elogiosas de lo que considera una “innovación radical”. Para Bertolini, el método

no solo representa una reforma pedagógica, la cual —y sería ya inmenso beneficio— significa una renovación razonable referente a la instrucción propiamente dicha. Es preludio además de un verdadero cambio educativo, el cual haciendo agradable el trabajo escolar, permitirá la ascensión de la cultura […]. (El Monitor, 1915, n.o 511, p. 31)

También durante 1915, Montessori aparece mencionada por los inspectores técnicos José Rezzano 7 y Ernesto Salas, con motivo de un informe por la evaluación de un libro de lectura. Retoman allí los argumentos de Montessori con relación a la enseñanza de la lectura; según los inspectores, “mientras el niño no recibe de las palabras escritas transmisión de ideas, no lee, en realidad” (El Monitor, 1915, n.o 513, p. 204, destacado original). Para Rezzano y Salas, la pedagoga era una autoridad en la materia, ya que había alcanzado “notables resultados”, “aún con niños que no han alcanzado los seis años de edad, y autoriza a conceptuar como aceptable, en sus fundamentos, el método que se propone” (El Monitor, 1915, n.o 513, p. 204). A los pocos años de comenzado el proceso de difusión internacional de las ideas de la pedagoga italiana, puede verse que la recepción de sus ideas incluyó tanto a quienes serían importantes referentes en el campo pedagógico local, como a maestros y maestras poco conocidos. Por ejemplo, un par de números después del informe de Salas y Rezzano, El Monitor da cuenta de una conferencia dada por “la señorita Matilde Riggi” en la Escuela n.o 15 del Consejo Escolar 11, con el título “Disciplina. Método de la Doctora Montessori” (Riggi, 1915, p. 127). Allí, la maestra desarrolla una extensa explicación del método didáctico de Montessori y pone el foco en la cuestión de la disciplina. Al igual que en el caso de Matilde Riggi, en El Monitor se encuentran testimonios de otras maestras que publicaron trabajos en la misma línea. Es el caso de la maestra I. I. de Escardó, quien ejercía la docencia en la Capital Federal, y que algunos años más tarde, en 1924, presentó el artículo “Un sistema natural de educación (El método Montessoriano)” (Escardó, 1924). Allí, esta maestra también realizó una síntesis del método de enseñanza y destacó sus aspectos positivos. Escardó planteaba que, si bien el tema de la libertad era de larga data en las discusiones sobre educación

hasta ahora no se había determinado un método que indicase cómo debía ser interpretada la libertad, pero actualmente, como resultado de estudios experimentales, surge y se impone el sistema de la Doctora Montessori, que marca nuevas orientaciones en materia educativa. (Escardó, 1924, p. 74)

En esos años, la obra de Montessori llegó también a interesar a las autoridades escolares. Nuevamente, la “Sección Oficial” de El Monitor nos brinda información sobre el proceder de los funcionarios a cargo del gobierno del sistema. Allí se transcribe el expediente 6948 del año 1916, que consiste en una autorización por parte del CNE para que el director del Museo Escolar Sarmiento 8 “adquiera por la suma de doscientos cincuenta pesos moneda nacional, una colección de material del método de la Dra. Montessori, a cuyo efecto se acepta el presupuesto que por la suma expresada presenta la casa de don Antonio Mentruyt […]” (El Monitor, 1916, n.o 528, p. 130).

Sobre la visita de Montessori al país en 1926, encontramos algunos pocos rastros en las páginas de la revista. Gracias a la “Sección Oficial” sabemos que se tramitó un expediente que ponía a disposición el salón de actos de la escuela Presidente Mitre (n.o 16 del Consejo Escolar 2.°) para la realización de una conferencia de Montessori. El pedido había sido realizado por el Instituto Argentino de Cultura Itálica, que fue, según plantea la resolución, la institución que se encargó de invitar a la pedagoga (El Monitor, 1926, n.o 648). También El Monitor da cuenta de una entrevista realizada con la pedagoga; aunque no presenta una transcripción hecha a modo de preguntas y respuestas, da cuenta del encuentro entre la pedagoga y los representantes de la revista en el hotel en el que ella se alojaba. Allí, Montessori entregó a la revista la copia de una de sus conferencias, titulada “La autoeducación de los niños” (Montessori, 1926), cuyo contenido se transcribe en la revista.

Durante los años siguientes, los artículos publicados en El Monitor continúan dando indicios de la circulación del pensamiento de Montessori. Por ejemplo, en 1927, encontramos el artículo “Puntos de vista pedagógicos”, en el que Balbina Fernández Etchegaray 9 realiza una comparación del pensamiento de “las conspicuas educadoras María de Maeztu y María Montessori” (Fernández, 1927, p. 91) a raíz las recientes visitas al país de ambas. Con la idea de “término medio”, la autora relativiza la posición de Montessori y sus planteos sobre la escuela de la libertad, y encuentra un equilibrio con las posiciones de Maeztu, quien, según Etchegaray, sostiene que “las libertades absolutas no son posibles” (Fernández, 1927, p. 93).

La permeabilidad de los cuadros jerárquicos del sistema escolar a las pedagogías renovadoras en general y a las ideas de Montessori en particular vuelve a manifestarse en el año 1929, cuando Félix Liceaga, vocal del CNE, presentó un proyecto de creación de jardines de infantes. En la justificación del proyecto, Liceaga argumentaba que “todos los países que marchan a la cabeza de la civilización mundial han abordado con toda entereza el arduo problema de la reforma escolar” (El Monitor, 1930, n.o 692, p. 122). Para el vocal, esa reforma se vinculaba específicamente con que los sistemas escolares dieran lugar a la “educación pre-escolar”, educación de la que Liceaga reconocía en Fröebel y en Montessori a sus “verdaderos fundadores”. El problema que señalaba Liceaga era que en la Argentina no se había hecho “nada a favor de esta obra de verdadera protección de la infancia” (El Monitor, 1930, n.o 692, p. 123). El proyecto presentado no era solamente normativo, sino que también incluía un pormenorizado desarrollo sobre la forma en que debían organizarse los jardines, las actividades que se debían realizar, el tipo de ejercicios, etc. Allí es donde la propuesta de Montessori, junto con la de Fröebel, adquieren un lugar central. Además, se explicitaba que la formación de las maestras para esos jardines debía realizarse según “el sistema de la doctora Montessori” (El Monitor, 1930, n.o 692, p. 131).

El año 1930 tiene un significado especial en la Argentina. No es solamente la marca de un cambio de década, sino que representa el inicio 10 del primero de los golpes de estado que sufriría nuestro país a lo largo del siglo XX. En este caso, se trató de la interrupción de un gobierno democrático por parte de una coalición militar nacionalista, conservadora y con afinidades con los sectores eclesiásticos, que se encargó de perseguir las expresiones políticas y culturales liberales, progresistas, democráticas y cosmopolitas. La educación no estuvo ajena a este proceso, con una intervención sobre el Consejo Nacional de Educación desde la que se procuró torcer el rumbo del sistema escolar en el sentido hacia el que apuntaba el nuevo momento político. La figura encargada de encabezar ese proceso fue el tucumano Juan B. Terán, intelectual nacionalista de la élite provincial que condujo el CNE durante el gobierno militar.

El 28 de agosto de 1931, Terán elevó al Ministro de Justicia e Instrucción Pública, de quien dependía administrativa y políticamente, el informe “La obra del Consejo Nacional de Educación” (El Monitor, 1931, n.o 702). Allí se relataban las acciones llevadas adelante por la administración escolar desde el golpe de estado del año anterior, administración que se definía como de “ideas opuestas” a la precedente, desplazada por las armas. Luego de repasar aspectos de distinto orden de la vida escolar nacional (administrativos, políticos, legales, ideológicos, etc.), en el apartado “Orientación educacional”, se plantea lo siguiente:

No creemos que la educación consista en servir pasivamente las tendencias espontáneas del niño, teoría que ha llegado en el sistema Montessori a sus últimos extremos. Esta ha podido decir (conf. París, abril, 1931) que el desenvolvimiento natural del niño le conferirá “las virtudes que secularmente quiso obtener por artificio de la educación, sin lograrlo”. El maestro debe partir del estudio de la naturaleza del niño, pero no para someterse a ella, sino para escoger y dirigir. (El Monitor, 1931, n.o 702, p. 187)

La referencia es, por demás, elocuente. Terán era un enemigo de las nuevas tendencias en la educación y en el centro de sus críticas aparecía Montessori, lo que da cuenta de la centralidad de la pedagoga en el mundo de la educación. Si consideramos que el texto, además de haber sido elevado al ministro, fue publicado en El Monitor para que se distribuyera en las escuelas y estuviera al alcance del magisterio, no es desacertado pensar en la hipótesis de que las ideas de Montessori también tenían una fuerte presencia entre el magisterio argentino, y, por eso, el presidente del CNE juzgó necesario identificar a la pedagoga italiana como la representante principal de la tendencia educativa que él se proponía combatir.

Unos días más tarde, se publicaban nuevamente palabras de Terán, esta vez con motivo de la conmemoración de Día del Maestro, que en la Argentina recuerda la fecha de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, considerado por el canon escolar como el padre del aula. En la descripción que realizó Terán sobre el pensamiento pedagógico de Sarmiento, sostuvo que “no era romántica su pedagogía y no creía que lo mejor que puede hacerse con los niños es dejar crecer libremente su espontaneidad. No era, pues, un discípulo de Rousseau ni un precursor de la Montessori” (El Monitor, 1931, n.o 704, p. 166). Nuevamente, la pedagoga italiana aparece en el centro de la escena, en este caso para marcar las diferencias que Terán encontraba entre ella y el precursor del sistema escolar argentino.

Sin embargo, esta posición marcadamente contraria al proceso de modernización pedagógica no logró imponerse sin fisuras entre el magisterio. Como ya hemos analizado en otro trabajo (Frechtel, 2020), la docencia de la Capital venía sacando adelante un proceso de renovación de los programas escolares oficiales de la escuela primaria desde algunos años antes, lo cual derivó en una discusión sobre la modificación de los programas durante los primeros años de la década de los treinta. En este contexto, Montessori volvía a las páginas de El Monitor, ya no como la antítesis de la política educativa oficial, sino como parte de la didáctica del proyecto de reforma de los programas escolares.

Ese proyecto había sido elaborado por una comisión 11 de maestras y maestros del Consejo Escolar n.o 20 de la Capital Federal, una zona geográfica suburbana y de población obrera, con el objetivo de lograr “una mejor organización del trabajo al llevar a la práctica las modernas orientaciones de la educación” (El Monitor, 1933, n.o 724, p. 88). En el desarrollo del programa de matemáticas para primer grado inferior, encontramos propuestas didácticas basadas en la metodología, entre otros, de Montessori: juegos de lotería, para desarrollar la “facultad de discriminación y de identificación” y la “noción de unidad y pluralidad”; empleo de las tabletas de Montessori para contar hasta diez, para desarrollar la “noción de cantidad unida a la de magnitud”; bandas de tela, cifras, dominó y tarjetas gemelas “Decroly y Montessori” para la enseñanza de los números hasta el nueve (El Monitor, 1933, n.o 724, pp. 119-120).

Como decíamos al principio, una de las características más sobresalientes de María Montessori fue su capacidad para difundir su método de enseñanza y su pensamiento pedagógico alrededor del mundo, convirtiéndose en una intelectual pública internacional (Williams, 2022). Una de esas instancias internacionales fueron los Congresos Internacionales Montessori. A través de la Sección Oficial sabemos que en 1934 el CNE recibió una invitación, por parte del embajador italiano, para que el Consejo estuviera representado en el II Congreso Internacional Montessori en Roma. Pero los tiempos habían cambiado y el mismo Consejo, que en una época había financiado viajes para estudiar el sistema de la pedagoga en Italia, ahora resolvía que la representación argentina a ese Congreso se delegaría al embajador argentino ante el Vaticano, el Dr. Carlos Estrada. 12

Algunos números más adelante, la intervención del pedagogo Ángel Acuña en las páginas de El Monitor con artículos sobre Decroly y Montessori es una muestra del clima esquivo a las ideas de la pedagoga italiana. Acuña, un representante de las ideas conservadoras en la educación, fue vocal y presidente del CNE, 13 además de escribir algunos libros sobre educación y pedagogía. Entre noviembre de 1934 y agosto de 1935, Acuña publicó en El Monitor una serie de artículos críticos sobre las pedagogías de Ovide Decroly y de María Montessori. En “El sistema Montessori”, Acuña (1935) se ocupa de marcar sus diferencias con la pedagoga italiana.

El tono que utiliza Acuña se podría caracterizar como violento y misógino, ya que se refirió no solamente a las ideas de la pedagoga, sino también a sus características personales —algo que difícilmente se puede encontrar en la crítica realizada a un hombre 14—. Para Acuña, la crítica de Montessori al “régimen vigente” (Acuña, 1935, p. 13) era “acerba”, “desconsiderada” y violenta, producto de un “temperamento apasionado” (p. 13) originado en un espíritu combativo que generaba que “su impetuosidad” la colocara “en un estado permanente de exaltación” (p. 13). Su temperamento exaltado la conducía siempre a “conclusiones extremas” y abusaba “de adjetivos y sustantivos condenatorios”, aunque reconocía que había en la pedagoga “críticas acertadas”, pero formuladas con mucha anterioridad por “los educacionistas franceses” 15 (p. 14). Una de las críticas principales de Acuña al modelo de Montessori es que toma al niño de manera aislada e individual, recluido a su vida interior, sin considerarlo en su interacción social.

Según Acuña, los planteamientos de Montessori tampoco eran originales, ya que, desde su perspectiva, eran los mismos principios ya propuestos por Fröebel, con la diferencia de que para Montessori, según el argentino, el aspecto biológico era preponderante respecto del social. Esta es una crítica central que Acuña realiza a la pedagoga italiana, a la que añade que no le otorgaba una dimensión suficiente al ambiente que rodea al niño y que todo estaba supeditado a su desarrollo individual: “no aparece en su doctrina el ser social, la visión del hombre que el niño encierra en su porvenir, la humanidad […]” (p. 14).

Para Acuña, el método Montessori no era más que un “perfeccionamiento y ampliación, con modificaciones fundamentales, en algunos aspectos del sistema de Fröebel, sobre cuyos principios reposa” (p. 20). Los méritos de la pedagoga italiana no eran explicados por sus propias capacidades, sino por una época de “mayor cultura y recursos científicos”, con más “amplia e intensa ilustración”, gracias a la cual se le pudo dar “al sistema aquel un mayor impulso”, y gracias al progreso de la psicología, la biología y la sociología, que “le han facilitado una acción más fecunda, aun cuando poco ha aprovechado de los resultados de la última”, con una concepción social del niño “deficiente” (p. 20).

Con este último texto decidimos concluir este panorama sobre la presencia de Montessori en las páginas de la revista oficial El Monitor de la Educación Común. Como dijimos al principio, el nombre Montessori aparece mencionado una enorme cantidad de veces en la revista. Para los fines de este artículo, se analizaron los textos en los que las referencias a la pedagoga son orientativas sobre la recepción de sus ideas en la Argentina. Quedan por fuera muchísimas otras menciones —en textos teóricos, de divulgación, sobre experiencias en el extranjero, etc.— que serían objeto de posteriores análisis.

La Obra y Nueva Era: Montessori en la prensa escolanovista

La Obra fue una revista que surgió en 1921 en el seno de la escuela normal porteña llevada adelante por maestros normales, impresa en la Capital Federal, pero con capacidad de distribución a lo largo y ancho de todo el país. Si bien era una iniciativa privada, tanto sus integrantes como su público pertenecían principalmente al sistema de instrucción pública. De hecho, en algunos casos, los miembros del grupo que impulsó esta publicación formaron parte del gobierno escolar como inspectores de distrito, inspectores generales y hasta ocupando el lugar de vocales del Consejo Nacional de Educación. La revista asumía posiciones propias con relación a las políticas educativas que dictaba el Consejo, lo que muchas veces implicó una fuerte confrontación con las autoridades escolares.

Esas posiciones estaban en sintonía con el lugar que asumía la revista con relación a las discusiones pedagógicas. La revista se presentó desde su primer número como parte del movimiento de modernización y reforma que en esa época encarnaban las ideas de la Escuela Nueva. Esta orientación la llevó a ser la revista que ejerció la representación oficial de la Liga Internacional de la Educación Nueva en el año 1926. De esta manera, La Obra consolidó su inscripción en el proceso de internacionalización de las ideas pedagógicas renovadoras.

Con su participación dentro del espectro de pedagogías renovadoras del siglo XX, no llama la atención la presencia de las ideas de Montessori desde los primeros números de La Obra. En general, hacían parte de la sección “Didáctica Práctica”, destinada a compartir con los docentes ideas didácticas y pedagógicas para el trabajo cotidiano, y que incluía un apartado denominado “La escuela día por día”, en el que se publicaban contenidos para el trabajo diario en el aula según el grado y el tema. En esta sección, en el número 12 del primer año, la revista publicó un pequeño texto titulado “La lección sobre el silencio”, con autoría de Montessori. No se trataba de un texto escrito para la revista, sino del recorte de una parte del texto que la revista menciona como “Pedagogía Científica” (Montessori, 1921, p. 12). En la introducción del texto, se planteaba que “enseñar al niño a hacer silencio es educar su voluntad. Menester es enseñarlo sin agriar su espíritu con imposiciones o con gritos destemplados” (p. 12). Luego, se invitaba a leer cómo resolvía el asunto la pedagoga italiana.

Otro pedagogo de alcance internacional que escribió en La Obra fue Lorenzo Luzuriaga. El español participó con una serie de artículos en los que describía las nuevas propuestas educativas: “La pedagogía de Dewey”, “La pedagogía de Kerschensteiner” y “La pedagogía de Montessori”. La inclusión del trabajo sobre Montessori es acompañada por los siguientes textos 16 de la pedagoga: “Una rémora-El Banco Escolar” (Montessori, 1922a), “Premios y Castigos” (Montessori, 1922b), y “La disciplina basada en la libertad” (Montessori, 1922c).

Los años siguientes no muestran una presencia significativa de Montessori en la revista, más allá de algunas menciones aisladas, como cuando, en el apartado “Exterior” de la sección “Informaciones y comentarios”, se compartió la noticia de un trabajo presentado en el Congreso de la Asociación Británica para el progreso de la ciencia, sobre la experiencia de las escuelas Montessori en la ciudad de Hull, en el centro de Inglaterra.

Un cambio significativo fue, sin dudas, el viaje que Montessori realizó a la Argentina en 1926. En ese momento, la figura de la pedagoga adquirió un lugar central, especialmente en las páginas de Nueva Era, el fascículo que comenzó a publicar La Obra cuando se afilió como revista a la Liga Internacional para la Nueva Educación.

Fuente: La Obra (1926, año vi, n.o 15, p. 623).

Figura 1 Dedicatoria de Montessori para La Obra. 

En primer lugar, La Obra presenta a Montessori a través de un texto escrito por Ana Fedeli, definida como apóstol por Montessori por compartir los primeros años de sus experiencias pedagógicas. Allí, la autora, además de realizar un recorrido por la biografía de Montessori, explica el proceso por el cual se desarrolló el método de enseñanza y su proceso de institucionalización en las Case dei Bambini, así como la recepción del método a nivel internacional. Luego, La Obra ofrece un texto de Montessori titulado “Cómo recibimos a los niños que vienen al mundo” (Montessori, 1926a). En este artículo, la pedagoga ofrece una explicación con términos del lenguaje común sobre un tema central de su pensamiento: cómo es vivir, para los niños, en un mundo que no está adaptado para ellos. A partir de allí, se explica también cómo debe ser el trabajo con los niños para respetar su libertad y su autonomía, con base en la exposición sobre los modos de pensar y de sentir en la infancia. El mismo número de La Obra, del mes de septiembre, mientras Montessori estaba de visita en el país, publica otro artículo de la pedagoga, esta vez en su sección “Didáctica práctica”, con el título “Criterios que informan la educación moral y la instrucción” (Montessori 1926b). El texto responde al espíritu de la sección de ofrecer herramientas para el trabajo con los niños.

El suplemento Nueva Era, publicado en este número de La Obra, estaba enteramente dedicado a Montessori, quien era definida como “una gran figura de la nueva educación”. Ese era el título de la nota editorial, que da cuenta de la presencia de la pedagoga en el país y describe las características de su pensamiento. También explica que, por esas características, se trataba de un pensamiento que se sincronizaba con las ideas de “los maestros en actividad” de nuestro país. El texto da cuenta de una división en el campo de la pedagogía entre quienes adscribían a las ideas renovadoras y quienes sostenían posiciones conservadoras, división acentuada por la visita de la pedagoga italiana. Mientras los “maestros en actividad” irradiaban “sin economía alguna simpatía y comunión de ideales para la doctora Montessori”, estaban los “grandes sacerdotes del credo experimental”, representantes del “viejo dogma” (Nueva Era, 1926, n.o 5, p. 37). Lo que ponen en evidencia estas palabras publicadas en el editorial del suplemento es un clima de fuerte discusión entre quienes sostenían las posiciones innovadoras y quienes se oponía a ellas.

Decíamos que el fascículo completo está dedicado a la pedagoga italiana. Sabemos bien que la descripción y el análisis de su contenido aún están pendientes —es una tarea que excede las posibilidades de este artículo—. En todo caso, baste por ahora enumerar los títulos para dar una noción del sentido que tuvo la visita de esta pedagoga para el grupo que impulsaba la prensa pedagógica renovadora. “El sentido de la pedagogía montessoriana” se encarga de explicar su relevancia e importancia para el movimiento renovador local. Luego, se incluyen escritos sobre aspectos específicos de la propuesta didáctica como “El ambiente en el Sistema ‘Montessori’”, de Vincenzina Battistelli. En “El último curso de la doctora Montessori”, se explicita la vinculación entre la pedagoga y el gobierno del sistema escolar italiano, que promovió la formación de maestras según el nuevo método didáctico. Se transcriben también fragmentos de sus textos, como en el caso de “Valor del método experimental”, tomado de la introducción a la tercera edición italiana del Método de la pedagogía científica; se incluyen también comentarios de autores como Godefroy sobre “La doctrina” de la pedagoga y aparecen explicaciones bajo el título “El método Montessori”, firmados por L. Meylan.

Los siguientes números de Nueva Era, si bien no están destinados exclusivamente a Montessori, continúan dedicándole una parte importante a la pedagoga —que todavía permanecía en el país—. El número 6 publica un artículo titulado: “Las conferencias de la Dra. Montessori”. Gracias a este texto podemos recuperar algunos datos concretos sobre la presencia de la educadora en la Argentina. El viaje fue una iniciativa del Instituto Argentino de Cultura Itálica y se organizó un ciclo de conferencias —tres en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata y tres en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires— en lo que se consideró la primera visita “de una personalidad pedagógica de valor universal” (Nueva Era, 1926b, n.o 6, p. 46). En “Un episodio único e inolvidable”, se transcriben las palabras de José Rezzano, docente de la Universidad de La Plata, que cierran el ciclo de conferencias de Montessori en esa casa de estudios. Las palabras de Rezzano hacen referencia al “verdadero espíritu científico” y recuperan la discusión que estaba presente en la editorial del número 5 —ya descripto algunas líneas más arriba—. El pedagogo, que se ubicaba en su discurso del lado de la innovación, cuestionaba a quienes se oponían a esas innovaciones “en nombre de una falsa ciencia” (Rezzano, 1926). La intervención de Rezzano (un referente esquivo a las polémicas), su posicionamiento y su denuncia, da cuenta del estado de ebullición que había generado la visita de la pedagoga italiana.

En el siguiente número de Nueva Era se despedía a la pedagoga con la editorial “Nuestro reconocimiento a una gran figura”, un texto elogioso que describe el contacto de Montessori con el magisterio argentino como “un suceso de excepcional importancia principalmente para aquel núcleo de maestros que viene mostrando extraordinario empeño y sinceros afanes por orientar las actividades escolares en un sentido distinto del tradicional” (Nueva Era, 1926c, n.o 7, p. 54). Por último, en este número de Nueva Era tenemos otro texto que hace referencia a la actividad docente de la pedagoga. En “El curso pedagógico de la Dra. Montessori”, encontramos más información sobre sus actividades públicas: además de las conferencias en las universidades mencionadas antes, aquí se hace referencia a las conferencias dictadas en “centros de cultura de Córdoba” y a un curso realizado en la Escuela Normal de Profesoras n.o 1 de la Capital Federal, una de las primeras escuelas normales del país. El curso estuvo patrocinado por el Instituto Argentino de Cultura Itálica y en su inauguración, entre las autoridades presentes, se encontraba el Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación y el Encargado de Negocios de Italia, además de inspectores de enseñanza, directores y autoridades de escuelas primarias y secundarias.

Luego de la visita de la pedagoga a la Argentina, su presencia en las páginas de La Obra (la revista Nueva Era pronto fue discontinuada) volvió a la tasa habitual que había tenido antes de su viaje. En 1927 no encontramos comentarios, quizás por el hecho de que el centenario de la muerte de Pesatalozzi abarcó una parte importante de los aportes sobre teoría, didáctica y pedagogía. Hasta 1930, año en que concluye nuestra investigación sobre La Obra para este artículo, Montessori mantiene su presencia en las páginas de la revista, en algunos casos de manera destacada. Por ejemplo, la sección “Escuela nueva en acción” publicó en 1928 una explicación sobre su método durante seis números consecutivos. También durante ese año se publicó “La doctora Montessori y su método”, escrito por Giuliana Sorge, autora que replica el mismo título en dos artículos al año siguiente. En 1930 se publicó un artículo titulado “Curso Montessori de 1930 (resumen de las últimas lecciones)”, en el que se ofrecía un resumen del contenido de las clases de la pedagoga.

Reflexiones finales

Los setenta años de la muerte de Montessori ofrecen un “número redondo”, ocasión siempre propicia para realizar reflexiones en torno a un acontecimiento. La vigencia de Montessori, tras más de cien años de la puesta en práctica su método de enseñanza, es indudable. Probablemente no hay otros pedagogos(as) o modelos educativos que tengan el nivel de despliegue que tiene el de Montessori en la actualidad. Colegios Montessori, fundaciones Montessori, juguetes Montessori, son parte de una realidad educativa cotidiana. 17 En nuestro caso, desde la historia de la educación, intentamos echar luz sobre la recepción de la pedagogía Montessori en la Argentina.

Con relación a El Monitor, una primera cuestión a señalar tiene que ver con la gran cantidad de veces que aparece mencionada la pedagoga en sus páginas. Del total de números analizados (885), encontramos su nombre en 87. Son datos aproximados, pero que nos acercan a un panorama cercano sobre la situación. Si hacemos una apreciación cuantitativa y cronológica, esas menciones acompañaron los momentos tanto del surgimiento como del declive de la circulación de la pedagogía Montessori. Pero cuando se aborda el contenido de esas menciones, el contexto local surge como un factor clave para comprender qué recepción tuvo esta propuesta pedagógica. Como hemos podido ver, durante los períodos democráticos (entre 1916 y 1930), la receptividad hacia la propuesta montessoriana fue mucho mayor que durante los gobiernos autoritarios y conservadores. De hecho, el propio presidente del CNE, Juan B. Terán, utilizó a Montessori como ejemplo para señalar la antítesis del proyecto pedagógico del nuevo gobierno del sistema escolar, alineado con la dictadura que gobernaba a nivel nacional. También pudimos ver cómo Ángel Acuña, un pedagogo que había sido interinamente presidente del CNE luego del golpe de estado, publicó algunos años más tarde artículos críticos de los sistemas Decroly y Montessori —aunque con la pedagoga fue mucho más duro, seguramente por su condición de mujer—.

Sin embargo, las críticas a Montessori tienen mucho menos lugar que los textos que se dedican a difundir su pedagogía o que dan cuenta de algún tipo de apropiación de esta. La gran presencia cuantitativa de Montessori en El Monitor refuerza las hipótesis que se plantearon hace ya algunos años con relación a esta revista, que dejó de ser considerada solamente como la voz oficial del sistema, defensora de las formas educativas tradicionales (Finocchio, 2009), para comprenderse como una superficie en la cual se vieron plasmadas las discusiones. Como sostiene la autora, “con la palabra de los docentes también ingresó tímidamente en la revista oficial la corriente de la escuela nueva” (Finocchio, 2009, p. 68). En efecto, como hemos podido apreciar, Montessori fue presentada de manera elogiosa por maestras que, por ejemplo, aportaron reseñas de sus libros. Algunas de ellas, incluso, estudiaron con profundidad el método de Montessori, organizaron conferencias e incluso lograron que el CNE costeara un viaje de perfeccionamiento para conocer el sistema en Italia, de primera mano, como en el caso de Matilde Flairoto. En definitiva, como hemos visto, la pedagogía de Montessori fue apropiada por parte del magisterio, que aportó artículos sobre ella y solicitó al CNE que gestionara su visita al país con el fin de que dictara conferencias, etc. —con magisterio nos referimos no solamente a las maestras, sino también a los funcionarios jerárquicos del sistema escolar—.

La afiliación escolanovista de La Obra podría hacer pensar que se dedicaría ciegamente a difundir la pedagogía renovadora de Montessori. Sin embargo, el relevamiento de fuentes que realizamos para este trabajo, con los números publicados durante sus diez primeros años, arroja algunas cuestiones que son importantes para echar luz tanto sobre la recepción de Montessori en la Argentina como sobre el campo de las pedagogías renovadoras.

En primer lugar, dada la orientación escolanovista de la revista, podría esperarse encontrar una mayor difusión de las ideas de la pedagoga italiana. Para interpretar esto, es necesario caracterizar al grupo de maestros que editó La Obra como un sector del campo pedagógico que buscaba imponer sus propias ideas. En esa disputa por la legitimidad del campo, la revista desempeñó un papel fundamental, ya que en sus páginas se difundían las iniciativas de reforma escolar y las propuestas didácticas que nacían en este grupo. Un ejemplo claro es el caso de Clotilde Guillén de Rezzano, quien estuvo a cargo de la sección “Didáctica Práctica” y desde allí compartió su experiencia escolanovista como directora de la Escuela Normal n.o 5 de la Capital. Otro ejemplo son las numerosas notas en las que se difundió el programa de reforma escolar emprendido por José Rezzano, esposo de Clotilde, cuando estuvo a cargo de la Inspección Técnica General de la Capital (Frechtel, 2021a). Lo que queremos decir con esto es que, si bien La Obra difundió teorías y sistemas pedagógicos renovadores y diversos, también dedicó una importante cantidad de páginas a difundir las iniciativas que nacían de sus propios miembros como forma de lograr posiciones de poder dentro del campo pedagógico.

Sin embargo, parte de esa estrategia de posicionamiento también tuvo que ver con los lazos internacionales que logró tejer la revista como parte de la Liga Internacional para la Nueva Educación. En este sentido, la visita de Montessori en el año 1926 fue una oportunidad que la revista aprovechó para tender lazos con la pedagoga. Ese año, su presencia en las páginas de La Obra y de Nueva Era es claramente diferente a la de los años anteriores y posteriores. No llama la atención que esa presencia sea especialmente en Nueva Era, la publicación que se difundía a nivel internacional en el marco de la afiliación a la Liga. Por el contrario, la visita de Montessori no parece ser un evento significativo si se miran solamente las páginas de El Monitor. Tampoco encontramos en sus páginas elementos que nos adviertan sobre las discusiones que se generaron en torno a la visita, a favor y en contra del nuevo sistema didáctico. Al ser una visita que se gestionó desde la sociedad civil, es posible que el Consejo Nacional de Educación hiciera todo lo posible por evitar involucrarse en un tema polémico.

Por el contrario, en La Obra encontramos argumentos que contestaban a las posiciones contrarias a la pedagoga, lo cual evidencia la intención de marcar diferencias respecto de otras ideas. Además, hemos podido mostrar cómo esos argumentos se utilizaron para distinguir a los “maestros en actividad” de los “grandes sacerdotes del viejo dogma”. Nuevamente, una marca de las disputas por las posiciones de legitimidad en el campo pedagógico.

Otra diferencia entre ambas revistas es que, mientras que en El Monitor aparecían voces tanto favorables como críticas sobre Montessori y su sistema, las menciones en La Obra siempre son de carácter elogioso.

Por último, una mención sobre la relación entre lo local y lo nacional en la Argentina. Si bien para este texto elegimos que la perspectiva sea nacional, no podemos dejar de aclarar que la mayor parte de los textos de El Monitor que dan cuenta de la pedagogía de Montessori están escritos desde el centro político del país, la Capital Federal. En este sentido, es importante advertir que la referencia a la Capital del país no es sinónimo de una situación que ocurre en el resto de sus jurisdicciones. Una tarea necesaria a futuro es la de indagar sobre las realidades locales y provinciales para conocer cómo fue la dinámica de apropiación y circulación de las ideas de Montessori en las diversas geografías de nuestro país.

Referencias

Fuentes hemerográficas

Notas editoriales (sin autoría)

Artículos con autoría

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1 Este trabajo está centralmente construido con base en una exploración de fuentes hemerográficas. Por ese motivo, se decidió que hubiera un apartado específico en el listado de referencias al final del artículo. Allí se consignan las fuentes consultadas. Se tomó la decisión de diferenciar contenido con autoría y contenido sin autoría (editoriales, resoluciones, etc.). Cuando la fuente indica autoría, la referencia está ordenada alfabéticamente según el apellido del autor. En el otro caso, se ordena según el nombre de la publicación mencionada, aclarando el año calendario, el año de la publicación y su número, con el objetivo de relacionar fácilmente la mención en el texto con el listado de referencias.

2El pensamiento de Montessori fue prolífico en otras áreas que no son abordadas en este trabajo. No puede dejar de ser mencionada, por ejemplo, su adscripción al feminismo, movimiento del cual fue una importante referente: “María Montessori no solo se desarrolló en el campo de la pedagogía y filosofía, sino también desempeñó un papel central en la lucha por los derechos de las mujeres. Siendo una de las principales pioneras del sufragio femenino italiano, además del derecho a la salud de la mujer, Montessori participó como comisionada italiana en el Consejo Femenino de Londres junto a Lady Aberdeen” (Ramírez, 2021, p. 186).

3Además, el CNE se encargó de aplicar la Ley 1420 (1884) y la Ley Láinez (1905), la dos principales herramientas legales que rigieron la educación primaria argentina desde fines del siglo XIX y durante gran parte del XX.

4Como sostiene Silvia Finocchio, fue “la más importante publicación promovida por un grupo de docentes” (2009, p. 92).

5Según Nora Obregón (2006), el primer libro fue La antropología pedagógica, en 1907, el segundo, La pedagogía científica, en 1909, y el tercero, El método Montessori, en 1910.

6Sabemos que su nombre era Magnani y que se referían a ella como señorita. En el año 1913 cumplió una suplencia en una escuela primaria de Capital, en reemplazo de una maestra de música. Ese mismo año, también obtuvo una cátedra de Ciencias y Letras en la Escuela Normal de Lomas de Zamora, en Buenos Aires (El Monitor, n.o 489).

7José Rezzano fue un importante referente del magisterio argentino. Formado en la Escuela Normal de Profesores de la Capital, llegó a ser inspector técnico general de la Capital, dirigió la revista La Obra y fue el representante argentino ante la Liga Internacional para la Nueva Educación (Frechtel, 2021b).

8Continuidad del Museo Escolar del Consejo Nacional de Educación, creado en el marco de los festejos por el Centenario y por iniciativa del presidente del Consejo, el médico nacionalista José María Ramos Mejía.

9Maestra, se abocó a lo que hoy se denomina educación especial, como directora de la Escuela n.° 4 de Niños Débiles José Benjamín Zubiaur. Fue autora de varios artículos publicados en El Monitor durante la década de los veinte.

10El régimen inauguró lo que se denomina como Década Infame, un período de restricciones políticas que interrumpieron el orden democrático y que se extendió hasta el año 1943, cuando tuvo lugar un nuevo golpe militar.

11Entre quienes participaron de esa comisión se encontraba Anunciada Mastelli, maestra escolanovista de izquierda que fue biografiada por el historiador de la educación argentino Rubén Cucuzza (2007).

12Estrada respondió que no podía hacerse cargo de la representación, ya que no se encontraría en Roma durante la realización del Congreso (El Monitor, 1934, n.o 733, 734. 735, p. 251).

13Acuña asumió como vocal del CNE el 11 de septiembre de 1930 con el recambio institucional producto del golpe de estado. Luego, ejerció la presidencia interina del Consejo del 23 de septiembre al 20 de noviembre de 1930, por la muerte del presidente en ejercicio. Lo reemplazó Juan B. Terán con un equipo de funcionarios que renovó la gestión anterior. De allí, Acuña pasó a la Subsecretaría de Instrucción Pública.

14Muy por el contrario, en sus artículos críticos sobre Decroly, lo describe como una persona equilibrada y moderada, de “espíritu amplio, observador, concreto, y extensivo […]” (Acuña, 1934, p. 41).

15Se refiere a las críticas de Greard a los bancos escolares.

16En este caso no se aclara su procedencia.

17Por mencionar solo uno de todos los posibles ejemplos, en el año 2021 el diario El País, de España, publicó un artículo que sostiene que “cada vez más colegios públicos en España aplican esta pedagogía” (El País, 2 de julio de 2021).

Para citar este artículo: Frechtel, I. (2023). Montessori en la Argentina: una mirada histórica desde la prensa pedagógica. Pedagogía y Saberes, (58), 95-108. https://doi.org/10.17227/pys.num58-17331

Recibido: 18 de Septiembre de 2022; Aprobado: 16 de Octubre de 2022

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