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Investigación y Desarrollo

Print version ISSN 0121-3261On-line version ISSN 2011-7574

Investig. desarro. vol.16 no.2 Barranquilla July/Dec. 2008

 

ESBOZO TEÓRICO DE LA ACCIÓN POLÍTICA COLECTIVA. EXPERIENCIAS COLECTIVAS ALTERNATIVAS FRENTE A LAS RELACIONES HEGEMÓNICAS DE DOMINACIÓN

THEORETICAL OUTLINE OF THE COLLECTIVE POLITICAL ACTION. ALTERNATIVE COLLECTIVE EXPERIENCES FOREHEAD TO THE HEGEMONIC REAL RELATIONS OF DOMINATION

MARY LUZ ÁLZATE ZULUAGA

SOCIÓLOGA, UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA (COLOMBIA). DIPLOMADO DE ESTUDIOS AVANZADOS Y ESTUDIOS DE DOCTORADO EN CIENCIAS POLÍTICAS, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
BECA DE ESTUDIOS CONCEDIDA POR LA ACENCIA ESPAÑOLA DE COOPERACIÓN INTERNACIONAL -AECI-
maryalzate@iner.udea.edu.co
CORRESPONDENCIA: CARRERA 20 N. 50 A 25 BLOQUE 31 APT. 301 URBANIZACIÓN LOYOLA, BARRIO BUENOS AIRES, MEDELLÍN (COLOMBIA)

FECHA DE RECEPCIÓN: AGOSTO 8 DE 2008
FECHA DE ACEPTACIÓN: OCTUBRE 29 DE 2008


RESUMEN

En este artículo se analizan los elementos estructurantes de las acciones colectivas, a partir de la identificación de las categorías centrales y las preguntas orientadoras de distintos enfoques teóricos contemporáneos, desde una perspectiva teórica vinculante e incluyente, entre estos: la injusticia percibida, la creencia en la eficacia de la acción, los canales o redes de comunicación, la variación de las audiencias, el contexto político de oportunidad o amenaza, los procesos de construcción de la identidad y los marcos de significación de la realidad. Concluyendo que las acciones colectivas son experiencias multidimensionales y de significación a modo de proyectos políticos alternativos y de resistencia frente a las relaciones hegemónicas de dominación.

PALABRAS CLAVE:Violencia contenciosa, política, acción colectiva, discurso hegemónico, resistencia pacífica, dominación.


ABSTRACT

This article analyzes the elements restructurings for the collective actions, identifying the central categories and the oriented ask for academics in diverse contemporaneous theories. Between this elements there are: the perceived injustice, the believe in the action efficacy, the communication channels or links, the audiences changes, the political context for opportunities or threats, the identity constructive process and the frames meaning the real. In conclusion, the collective actions are multidimensional and meaning alternative politics projects and civil resistance front the hegemonic and dominance relationships.

KEY WORDS:Contention violence, politic, collective action, hegemonic discourse, pacific resistance, domination.


1. DEFINICIÓN Y NOCIONES EN TORNO A LA ACCIÓN POLÍTICA COLECTIVA

Las actividades de varias personas que actúan bajo un propósito común, afrontando temas y problemáticas de interés público se definen en el lenguaje político académico acciones colectivas o movilizaciones sociales. Estas manifestaciones colectivas son eventos políticos y sociales que pueden ser interpretados a partir de sus rasgos y condiciones de existencia. Uno de los aspectos más relevantes para los investigadores sobre el tema ha sido la forma como las personas proceden o llegan a ponerse de acuerdo para actuar colectivamente; precisamente, en el desarrollo de ese aspecto dan cuenta de las características organizativas y las estrategias desplegadas para el desarrollo de la movilización social. El otro aspecto importante para los estudiosos ha sido la pregunta sobre el porqué se moviliza la gente, y han surgido respuestas tanto de tipo causal y estructural de la sociedad, así como respuestas relacionadas con la permanencia del conflicto en la vida colectiva. Un tercer aspecto abordado por estudiosos de forma más reciente (desde la década de los años ochenta) indaga en las motivaciones cognoscitivas y emocionales del comportamiento social, en los aspectos culturales y de constitución de una identidad colectiva, así como en los usos del lenguaje y marcos de significación de la realidad, los momentos históricos particulares y los elementos de la estructura política y social que han sido determinantes para que se pudiera llevar a cabo la acción conjunta.

Para efectos de claridad acerca de lo que se entiende aquí por acción colectiva seguiré a William Gamson (1985), planteando que es la acción que va más allá de las actividades para la vida diaria o la subsistencia, en pos de acciones que tiendan a cambiar algunas condiciones de nuestras vidas, con las cuales se busca enfrentar una situación social injusta y solitaria. Desde esta perspectiva, la acción colectiva es definida como un ejercicio político y social -con mayores o menores niveles de organización— que busca el logro de demandas comunes. Sin embargo, su sentido es más profundo que la simple visión instrumental de la acción; por ello las acciones colectivas, de acuerdo con Alberto Melucci (1996), construyen sistemas emergentes de cultura política que se entretejen con la vida diaria, proveen nuevas expresiones de identidad y van en oposición directa al orden dominante. Agregamos a esta definición la afirmación de Sidney Tarrow quien califica a la acción colectiva de contenciosa, debido a que es realizada por personas que tienen difícil acceso al juego político institucional y a que actúa en nombre de reivindicaciones constitutivas de amenaza a otros grupos sociales dominantes o a las autoridades establecidas (Tarrow, 2004). Sin embargo, puede suceder que en el ciclo vital de las acciones colectivas los resultados de las luchas las lleven a su institucionalización y a ubicar sus relaciones de poder dentro del marco estatal. Es decir, el carácter contencioso no tiene que darse permanentemente, puede estar sólo en algunos momentos de la acción política colectiva.

Diversidad en la orientación política y lógica de la acción colectiva

Las acciones colectivas son expresiones visibles de una orientación política, ya sea en defensa del establecimiento político y económico imperante, o en protesta, o resistencia, u oposición a ese orden social establecido. La acción colectiva no está determinada por un amplio nivel de representatividad: se refiere a eventos que pueden ser protagonizados por un solo actor social y en coyunturas específicas sin que esto quiera decir que son eventos espontáneos o involuntarios, ya que la estructura organizativa de las acciones políticas colectivas, como se analizará más adelante, requiere de todo un andamiaje totalmente alejado del carácter involuntario o espontáneo de la acción. Es por esto que analizar el impacto logrado por una movilización social en particular, basándose solo en el carácter representativo o participativo de la comunidad, deja a un lado todos los aspectos organizativos, significativos, recursivos, simbólicos, entre otros, que involucra tal acción.

El despliegue y poder de las acciones políticas colectivas se evidencian no solo en las calles con la realización de marchas y plantones, o con la existencia de ciclos de protesta; su mensaje movilizador se transmite a través de nuevos medios como Internet, o en las conmemoraciones de eventos significativos política y socialmente -con la realización, por ejemplo, de "carnavales por la vida" en fechas que recuerdan un evento trágico y violento, o incluso, en actividades económicas de autosostenimiento, casi en contravía del orden productivo imperante. De este modo, la acción colectiva va inaugurando nuevos canales de participación, nuevas relaciones entre medios y fines, conforme se van articulando y reconfigurando las relaciones de poder en el contexto territorial, cultural, económico y político en el que se desenvuelven. Tal como lo ha planteado el estudioso de estos temas, Charles Tilly, cada cambio cultural viene acompañado de sus propios repertorios para la acción colectiva.

Desde la perspectiva defendida aquí, lo que en un momento dado se ha tomado como interpretaciones y análisis excluyentes puede pensarse como la complementariedad de respuestas para tratar de entender el origen y sustento de las distintas acciones colectivas en el ámbito político. Mucho más enriquecedor que seguir compartimentando el conocimiento sobre la formación del actor colectivo es el análisis desde la pluralidad de aspectos presentes en la acción colectiva y de la forma en la que cada uno de estos aspectos se sostiene en el tiempo, varía o se va incorporando a nuevas realidades, en un proceso permanente de autoconstrucción y resignificación del actor social como un actor político protagonista de su propio proyecto de vida.

2. ELEMENTOS ESTRUCTURANTES DE LA ACCIÓN POLÍTICA COLECTIVA

La tesis central aquí es el reconocimiento del carácter multidimensional de la acción colectiva y la complementariedad de aspectos que deben analizarse para su conocimiento, tales como el origen de las acciones colectivas y las movilizaciones sociales, la lógica de acción que las ha orientado, la forma organizativa adquirida y el impacto obtenido con la acción, la autodefinición de los actores sociales, el modo como han logrado actuar conjuntamente y mantenerse ya sea frente a sus adversarios, o en un proyecto de movilización social sostenido frente a la sociedad hegemónica. Así mismo, los distintos factores que han actuado a modo de condicionantes internos y externos para que se haya producido la movilización durante las últimas décadas; los procesos de construcción de identidad colectiva, la formación y la movilización de la acción política, los marcos existentes para significar y direccionar dicha acción movilizadora. Tales aspectos de análisis pueden provenir de preguntas muy diversas sobre la acción política colectiva y eso no los hace elementos excluyentes sino complementarios, componentes de un mismo acto.

A continuación pretendo discernir algunas de estas cuestiones de la mano de teóricos ya mencionados como William Gamson, B. Klandermans, Charles Tilly, Alberto Melucci, entre otros, destacando los que considero son sus valiosos aportes para la comprensión e interpretación de las acciones políticas colectivas y los desafíos sociales y políticos para su continuidad y predominancia en la esfera pública, a modo de experiencias orientadoras de proyectos civilistas y pluralistas de la vida contemporánea.

Componentes de la acción colectiva

La injusticia

El componente de la injusticia se origina en las situaciones experimentadas de desigualdad material; esta ha sido abordada en diversos estudios a partir de la existencia de contradicciones estructurales y de las tensiones derivadas de esas contradicciones sociales. Siguiendo el planteamiento de Omar Urán, las contradicciones o tensiones de base tienen en cuenta tanto aquellas surgidas entre apropiación privada vs. producción social de riqueza; la explotación irracional de la naturaleza vs. los límites éticos que se imponen; y la autonomía individual vs. las prácticas sociales y culturales que limitan los derechos, por ejemplo, de las minorías étnicas y de las mujeres. (Urán, 2003)

Frente a la existencia de estas contradicciones es importante el aporte de Charles Tilly al argumentar que es fundamentalmente la acción humana la que a través de los mecanismos de explotación, emulación y adaptación produce las situaciones de desigualdad persistente, "La desigualdad persistente depende abundantemente de la institucionalización de los pares categoriales (...) tales como negro-blanco, varón-mujer, casado-soltero y ciudadano-no ciudadano" (Tilly, 2000, p. 22). Tilly plantea que esa relación de desigualdad es persistente debido a factores como la facilidad o dificultad para acceder a los mismos recursos, a la utilización desigual de mecanismos de explotación y acaparamiento de oportunidades, o de mecanismos que refuerzan la eficacia de la relación desigual como la emulación y la adaptación:

Aunque sea inadvertidamente, la gente establece sistemas de desigualdad categorial fundamentalmente por medio de estos dos mecanismos causales:

- La explotación, que actúa cuando personas poderosas y relacionadas disponen de recursos de los que extraen utilidades significativamente incrementadas mediante la coordinación del esfuerzo de personas ajenas a las que excluyen de todo el valor agregado por ese esfuerzo.

- El acaparamiento de oportunidades, que actúa cuando los miembros de una red categorialmente circunscripta ganan acceso a un recurso que es valioso, renovable, que está sujeto a monopolio, y que respalda las actividades de la red, y fortaleciéndolas con su modus operandi. (Tilly, 2000, p. 23).

La duración y continuidad de una relación desigual depende de lo convencional y cuán aceptada sea esa situación en un entorno social y cultural particular; cuando una situación de desigualdad persistente es cuestionada, puesta en entre dicho como no-natural y discutida por un grupo de personas que se sienten afectadas en ese momento, ya es susceptible de transformación; en este punto es donde se introduce la percepción de una injusticia como componente para la acción.

La idea de la formación de las movilizaciones y acciones colectivas a partir de agravios percibidos por un grupo no desconoce el peso del argumento planteado por Tilly, acerca de que los agravios derivan en conflictos de intereses de orden estructural articulados en las instituciones sociales (Tilly, 1978). Sin embargo, la injusticia como categoría es útil al entendimiento de la producción de la acción colectiva en tanto es percibida, nombrada, recreada por los actores sociales. De ahí que este componente se refiera, siguiendo a William Gamson (1985), a la indignación expresada como conciencia y sentido de injusticia debido a la privación, motivada por diferentes causas provenientes o no de la acción humana tal y como el despojo de ciertos derechos que el individuo cree que en justicia le corresponden. El origen de esta indignación moral suele ser una situación de "desigualdad legítima" entre los individuos o grupos, la existencia de un trato desigual o discriminatorio, que es percibido como injusto. La idea fundamental de este componente es que toda acción política colectiva implica siempre un conflicto simbólico con un estado de relaciones existentes; solo así dichas relaciones estructuralmente dispares son la simiente para las posibilidades de existencia de la movilización y la acción colectiva.

De este modo, las condiciones y relaciones de desigualdad existentes no bastan como determinantes para la producción de la movilización social, el argumento central es que las situaciones de desigualdad real no están en una relación directa con la acción colectiva. Es decir, la existencia de las condiciones sociales, económicas de inequidad y desigualdad estructural no conduce por sí misma a la generación de la acción colectiva; para que esta se produzca es necesario que un grupo de personas perciba esa situación real como injusta y lo manifieste de ese modo. El asunto a resolver es: ¿cuál es el momento-lugar donde confluyen esas percepciones hasta el punto de convertirse en motivaciones colectivas para actuar políticamente? ¿cómo logran ponerse de acuerdo las personas sobre una misma interpretación de la realidad que desean transformar?

En este punto es útil el aporte de autores como David Snow y Robert Benford quienes plantean la existencia de los marcos de significación de la realidad para que se impulse la acción colectiva. La categoría analítica de estos dos autores es la de marcos framing, que según ellos "enmarcan" o asignan significado e interpretan hechos relevantes y condiciones sobre los modos que están movilizando adherentes y oponentes potenciales, observadores de apoyo, o los que intentan desmovilizar los antagonistas. Tomado de E. Goffman, el término marco denota un esquema de interpretación que permite a los individuos localizar, percibir, identificar y nivelar ocurrencias dentro de su espacio de vida y el mundo amplio. Interpretar los hechos o la significación de las ocurrencias funciona de marco para organizar la experiencia y acción guiada, ya sea individual o colectiva (Snow y Benford, 1988). El análisis de marcos a la vez que pretende un enfoque teórico, es un método de investigación que parte de lo particular al análisis general de la acción. A partir de la identificación de las funciones, los marcos de acción atribuyen identidades, definen un problema, ofrecen soluciones. De este modo, permiten observar el proceso de construcción de significados de la realidad, formación de consensos y estrategias de acción para actuar colectivamente: se trata del análisis de la producción de significados. Snow y Benford analizan tanto los factores ideológicos como los mecanismos de identificación y participación con las actividades cotidianas de movilización de los movimientos sociales.

Snow y Benford se apartan así del análisis tradicional que asimismo ha caracterizado a la perspectiva europea de los Nuevos Movimientos Sociales (que los enfoca como transmisores de programas de acción) y a la perspectiva norteamericana de la movilización de recursos (que enfoca la atención hacia la adquisición de recursos y el empleo de las actividades del movimiento para ganar y lograr una estructura de oportunidad política). La falla que encuentran los autores en estas teorías es que ambas -con todas las diferencias que las separan— tienden a tratar las significaciones de las ideas como estructuras dadas. Snow y Benford parten de la idea contraria: los movimientos funcionan como portadores y transmisores de la movilización de creencias e ideas, es seguro; pero ellos también se comprometen activamente en la producción de significados para participantes, antagonistas y observadores (Snow & Benford, 1988, p. 198). Su tesis principal es que la movilización depende no solo de la existencia de objetivas disparidades estructurales y dislocaciones; o de la capacidad y el desarrollo de recursos tangibles, de las destrezas organizativas de los líderes, de las oportunidades políticas y de un tipo de cálculo costo-beneficio comprometido en prospectivas hechas por los participantes; también depende del modo en el que esas variables son marcos y del grado para el cual esos marcos resuenan con los objetivos de la movilización (Snow & Benford, 1988, p. 213). Sintetizando el aporte principal de esta perspectiva teórica, el marco de la acción colectiva resalta la injusticia de una situación, identifica a un adversario como responsable de ella y pone en conexión los objetivos del movimiento con las motivaciones de los individuos a los que se dirigen (Snow y Oliver, 1995, p. 587). Los marcos son de distinto tipo: de resonancia, diagnóstico, movilización, acción y los marcos interpretativos, que dan significado ideológico o político a la acción. Para determinar qué es lo que facilita que la gente se movilice o no, los autores se sirven de varios factores utilizándolos como categorías de análisis, además del factor del sistema de creencias compartidas, y del primer factor de análisis que es la definición del marco como el núcleo determinante de las tareas necesarias para potenciar la movilización. Estos son el marco de diagnóstico, el marco de pronóstico y el marco motivacional. En este componente de la injusticia, en particular, el marco utilizado es el del diagnóstico, lo que implica la identificación de un problema susceptible de cambio o los múltiples factores que "inflaman" una situación. Por lo general, una de las causas sobresale entre las otras, según la causalidad de la situación que pretende la movilización.
(Snow & Benford, 1988).

Es con la creación de un marco de diagnóstico que el grupo movilizado atribuye factores causales y situacionales a las quejas existentes, y en donde se señalan características a esa realidad que definirá como injusta y equívoca el grupo o actor social movilizado. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que dichas atribuciones y definiciones pueden ser variables, no son fijas en el tiempo, ya que hacen parte de un proceso de construcción social relacional donde son cambiantes las experiencias del grupo y, por ende, las definiciones de las situaciones que motivan la movilización social. De acuerdo con Sidney Tarrow, "buena parte de la labor de creación de marcos es cognitiva y evaluativa, es decir, identifica las injusticias y las traduce en reclamaciones más generales contra oponentes definidos" (Tarrow, 2004, p. 162). De la manera como se interprete la situación injusta depende la posterior capacidad para la movilización de la acción; el mensaje que se logre transmitir buscará así la formación y la activación de la acción entre activistas y simpatizantes, pero estas son cuestiones que se abordarán en el siguiente componente para la acción.

La eficacia de la acción

El segundo componente de la acción política colectiva se refiere a la creencia en la posibilidad de alterar aquella situación o condición social percibida como desigual o injusta, lo cual implica creer en la eficacia colectiva y negar la inmutabilidad de la situación indeseable. Este proceso constructivo sobre la eficacia de la acción requiere de la existencia de un marco de pronóstico dentro de la acción colectiva. Retomando a Snow y Benford, este marco de pronóstico implica la definición de criterios o mecanismos de acción para la solución de un problema o estado de relaciones injustas (lo que se necesita hacer: la identificación de estrategias, tácticas y objetivos). Este marco de significado, o código alternativo, como lo afirma Enrique Laraña es un recurso cognitivo del movimiento que le permite mantenerse unido y enfrentarse a las estructuras de poder, es decir, adquirir visibilidad pública. (Laraña, 1994, p. 200)

Pero para que el marco de pronóstico realizado por un grupo o actor social sea eficaz se debe acompañar de otro marco, que según Snow y Benford es el marco de las motivaciones para la acción, e implica la necesidad de definir tanto "incentivos selectivos" como incentivos colectivos para lograr la participación; es decir, lo conciernente a la acción de la movilización por medio del discurso público, la solidaridad, la inducción moral, el estatus, el reconocimiento del grupo, etc. Es decir, solo cuando los líderes del colectivo u organización logran vincular los objetivos de la movilización con las motivaciones individuales para actuar, se logrará una respuesta efectiva al llamado a la movilización. Algunos interrogantes surgen al respecto, ¿cómo se logra la creencia colectiva en la eficacia de la acción? Más aún, ¿cómo se construye un marco de pronóstico para la acción colectiva?

Para la resolución de estos interrogantes es fundamental el aporte de Bert Klandermans a lo que él llama modos de formar el consenso para la acción y, finalmente, activar la movilización (Klandermans, 1988). Klandermans es un autor tributario de la teoría de los marcos para la acción, pero en su análisis particular busca explicar la forma en que se da la movilización del consenso en los movimientos sociales y, en un rango más amplio, las acciones políticas colectivas. El autor plantea que los esfuerzos para generar o movilizar apoyo en la organización de una movilización social tienen dos diferentes fines, por lo cual discute sobre la distinción entre la formación del consenso y la movilización del consenso. El primer fin es el de formar el consenso (promover las visiones del movimiento), esto es, el intento deliberado de generalizar o extender las visiones y creencias de un actor social entre una población más amplia; la formación del consenso es la alineación, pero también involucra otros aspectos más allá del fomento y promoción de las creencias y actitudes de los individuos: es asimismo el proceso de construcción de las definiciones colectivas y su sostenimiento en el sistema social hegemónico. Y el segundo fin es el de movilizar la acción (promover la participación en las actividades organizadas por el movimiento); es un intento de un actor social por crear consenso entre un segmento de la población, esto es, la convergencia de significaciones dentro de un sistema social. En palabras de W. Gamson, el primero crea el compromiso y es dirigido a un público más amplio y el segundo activa el compromiso y es dirigido al grupo más cercano o localizado en el movimiento, a quien pertenece la potencial movilización.

La mayoría de la literatura especializada se ha dedicado al estudio de las distintas formas de participación en un movimiento, pero la organización de un movimiento es altamente dependiente de su capacidad para generar apoyo masivo, y sorprende que poca atención haya sido puesta a los intentos de los organizadores de propagar sus visiones. De ahí que esta sea la postura de Klandermans: la importancia del proceso de movilización del consenso es clave para masificar el apoyo a la organización de un movimiento o de una acción política colectiva. Y esto depende del conocimiento de las audiencias a quienes se dirige el mensaje del movimiento, de la credibilidad con la que gozan públicamente los organizadores, de los canales usados para la transmisión de las visiones y valores del movimiento, y de la legitimidad que logran los mensajes transmitidos para potenciar la participación en la movilización (Klan-dermans, 1988). De este modo, en la descripción del modo como el consenso es movilizado, Klandermans introduce la pregunta por las tácticas y estrategias para la movilización, entre las cuales señala los mensajes, los canales o redes networks, el tipo de audiencia a la que va dirigido el mensaje, así como las características organizativas que influyen en el éxito de la movilización del consenso.

En el proceso de formación y movilización del consenso surgen distintos repertorios para la acción que dependen del contexto político, social y cultural en el que se desenvuelva la acción colectiva. Así mismo, tanto los objetivos de una movilización como los motivos para participar en ella, no solo se sitúan, también inte-ractúan y se negocian con las oportunidades o restricciones que el contexto ofrece. Este es otro de los componentes fundamentales de la acción colectiva que analizaremos a continuación.

El contexto político visto como oportunidad o amenaza para la acción

Los autores más reconocidos de la perspectiva contextual y estratégica sobre la acción colectiva son Charles Tilly y Sidney Tarrow; entre las preguntas que han orientado sus trabajos, destacamos las siguientes: ¿cuáles son las condiciones que rodean la acción colectiva?, ¿cómo se mantiene la acción? En el desarrollo argumentativo de estas preguntas se sirven de dos categorías claves; la primera es el papel que tiene la estructura de las oportunidades o contenciones (amenazas), ya sea porque facilita o porque inhibe la acción colectiva, respectivamente. Y la segunda categoría identifica los repertorios de movilización como aquellas modalidades de acción utilizadas por la gente para generar apoyo y lograr los objetivos de la movilización. Un aporte central de esta teoría plantea que la eficacia de la acción colectiva depende, y está condicionada por la capacidad contenciosa o abierta del sistema político, jurídico, económico y social.

Lo relevante de la estructura de oportunidades en cuanto a componente para la acción colectiva es que, además de los agravios y tensiones derivadas de los conflictos de intereses de orden estructural, y de los factores estratégicos para la movilización mencionados en los dos componentes anteriores, los procesos políticos son también determinantes del éxito o fracaso de la acción colectiva. Los procesos políticos son los referidos a aquellos cambios en las relaciones de poder; dichos cambios pueden ser los que se vivan al interior de las instituciones políticas o por fuera de ellas. "El razonamiento básico es que los cambios en la estructura de las oportunidades y las restricciones políticas crean los principales incentivos para iniciar nuevas etapas de acciones colectivas." (Tarrow, 2004, p. 29).

Para Tarrow:

Los descontentos encuentran oportunidades favorables para reclamar sus demandas cuando se abre el acceso institucional, cuando emergen conflictos entre las élites, cuando pueden conseguir alianzas y disminuye la capacidad represora del Estado. Cuando todo esto se combina con una percepción elevada de los costes que supondría la inacción, las oportunidades dan lugar a episodios de acción política colectiva. (Tarrow, 2004, p. 110).

Hay un marcado énfasis en el análisis de Tarrow a presentar las oportunidades desde un marco proactivo e institucional para la acción colectiva, pues el autor plantea unas dimensiones básicas de las oportunidades: "1. apertura del acceso a la participación de nuevos actores; 2. las pruebas de nuevas alianzas políticas en el seno del Gobierno; 3. la aparición de aliados influyentes; 4. la aparición de divisiones entre los dirigentes; y 5. una disminución en la capacidad o la voluntad del Estado de reprimir la disidencia". (Tarrow, 2004, p. 116). Frente a este argumento es necesario considerar que las interpretaciones y construcciones colectivas, tanto de las oportunidades como de las amenazas para la acción, dependen de la interpretación que de ellas hace el grupo movilizado. Así, también dependen de la capacidad y estructura organizativa que tenga el grupo movilizador de la acción; por ejemplo, la represión sobre una manifestación política y social puede ser un factor desestabilizador y desarticulador de la movilización, pero también puede llegar a ser un factor fuerte de dinamización de la acción, al movilizar grupos de simpatizantes, audiencias hasta ahora alejadas y apoyos externos que antes del episodio represivo no se habían movilizado. Así mismo, la acción colectiva tiene mayores posibilidades de surgir cuando los actores sociales tradicionalmente más relegados de las esferas del poder dominante tienen oportunidades de acceder a la escena pública, pero, de la misma manera, puede tener las mismas posibilidades de surgir cuando las amenazas sobre el grupo o los objetivos del grupo movilizado son más vulnerables en la inactividad que en la acción.

Esto es porque, desde la perspectiva defendida aquí, el contexto político está relacionado con las distintas prácticas sociales y culturales que se desarrollan en un territorio, lo cual es considerado oportunidad o es considerado amenaza por los actores sociales dependiendo de sus propias prácticas socioculturales, de sus experiencias cotidianas frente a las condiciones educativas, sociales, culturales, y las relaciones de poder inscritas en un entorno particular. Al respecto es importante la definición de John Agnew sobre el lugar, referida a componente dinámico de los procesos políticos, sociales y económicos:

El espacio se conceptualiza como un campo de acción o área en la que un grupo u organización (por ejemplo, un Estado) actúa, mientras que el lugar representa el encuentro de la gente con otra gente y con las cosas en el espacio. Se refiere a la forma en que la vida cotidiana se inscribe en el espacio y adquiere significado por grupos particulares de gente y organizaciones. Si el espacio se mantiene unido gracias a imágenes cartográficas o determinadas narrativas (a menudo oficiales), el lugar es reafirmado cotidianamente.

(...) Por supuesto, la importancia del lugar no se deriva de ninguna "localización" especial ni de su riqueza en "recursos", sino que es una construcción social-histórica: el éxito o fracaso relativo de diferentes localidades o regiones en la economía política internacional en cualquier época se debe a la acumulación histórica de activos y pasivos y a su capacidad de adaptarse a circunstancias cambiantes. (Agnew, 2005, p. XIV).

Desde esta perspectiva, son relevantes en el análisis todos los elementos externos facilitadores o, por el contrario, obstructores de la movilización; la apertura o cierre del sistema político y jurídico, la renuencia o no de los ciudadanos a manifestarse, la existencia de alianzas o relaciones de desconfianza y aislamiento entre organizaciones gubernamentales, no gubernamentales y comunitarias. A su vez, son estos elementos los que, además de ser otros condicionantes de la acción colectiva, enmarcan los repertorios y cambios de repertorios de acción. Frente al argumento del cambio de repertorios en las movilizaciones, Tarrow plantea: "Lo que varía ampliamente con el tiempo y el lugar son el nivel y el tipo de oportunidades que la gente experimenta, las restricciones a su libertad de acción y las amenazas que perciben sobre sus intereses y valores" (Tarrow, 2004, p. 109). Por su parte, para Charles Tilly el cambio de repertorios es analizado a partir de un conjunto de transformaciones de las acciones colectivas externas (expansión del Estado, expansión industrial, proletarización de la población, etc.) e internas (atinentes al proceso acumulativo de innovaciones de las acciones y convenios con los distintos contendores de las luchas, como son las autoridades, aliados y adversarios), basándose en la historia política británica. Así, es el tipo de estructura política el que va posibilitando o dando paso a distintos repertorios de movilización, como una transformación que se va produciendo gradualmente a través de la historia.

Es necesario incorporar al análisis de los anteriores componentes mencionados y al mismo análisis sobre los condiciones con-textuales para la acción, el elemento identitario que dé cuenta de la cohesión de grupo con la que se logra superar las condiciones políticas adversas a pesar de las amenazas existentes, o aprovechar las oportunidades para el fortalecimiento y sostenibilidad de la acción. A continuación se presentará lo que caracteriza a este otro componente fundamental de la acción colectiva.

La identidad

El último componente se refiere a la relevancia de la existencia de una identidad colectiva para la realización de la acción política colectiva, debido a que no bastan los aspectos estratégicos organizacionales ya mencionados si no están sustentados en los valores, las creencias y otros elementos vinculantes, que hagan coincidir a las personas de manera decidida para la acción. Tal es el caso del planteamiento del proceso constructivo de la identidad colectiva de Alberto Melucci y de las creencias compartidas y la solidaridad puesta a prueba de William Gamson. Sin embargo, las negociaciones e interacciones mantenidas por el grupo movilizador en su estructura organizativa también hacen parte de esa construcción de la identidad colectiva alrededor de la definición de los objetivos e intereses compartidos por el grupo, los repertorios de acción elegidos, entre otros.

La construcción de una identidad en el marco de la acción colectiva se basa en la creación de incentivos colectivos como la solidaridad, los valores compartidos, la definición de grupo; con estos, la mayoría de las veces se trata de definir un Nosotros en oposición a un Ellos, marcando la diferencia entre intereses y valores de un grupo con los de las otras personas ajenas a ese grupo o colectivo. En la teoría de los Nuevos Movimientos Sociales el concepto de identidad colectiva implica la oposición directa al orden dominante. Sin embargo, Alberto Melucci argumenta que la creación de una identidad colectiva que mantiene la fidelidad y el compromiso de los participantes es un logro cultural en sí mismo, indiferente de su contribución al logro de las metas políticas organizativas. Las preguntas orientadoras de esta perspectiva de análisis sobre la acción colectiva son: ¿cómo se forma y se mantiene un actor colectivo?, ¿cómo surgen y se sostienen en el tiempo las acciones colectivas?

Desde esta perspectiva se inicia el reconocimiento de la capacidad del actor social para definirse a sí mismo y a su entorno. Las categorías usadas por Melucci en su trabajo son las de identidad, solidaridad y antagonismo. La identidad, en calidad de categoría que ayuda a entender cómo es que surgen y se sostienen en el tiempo las acciones colectivas; la solidaridad, en tanto en cuanto "capacidad de un actor para compartir una identidad colectiva; pero ni la solidaridad ni la identidad constituyen estructuras sociales fijas, ya que son fruto de procesos de atribución de significado y cambiantes definiciones de las situaciones que motivan la acción colectiva" (Meluci, 1999, p. 79). Sobre el antagonismo Melucci plantea: "La idea del antagonismo social propio de la teoría marxista de clases debe permanecer, por lo menos parcialmente, a modo del interrogante sobre la naturaleza sistémica de los conflictos, en tanto los actores no sean caracterizados con una condición social inmutable" (Melucci, 1995, p. 232).

Que un actor social elabore Expectativas y evalúe las posibilidades y límites de su acción implica una capacidad para definirse a sí mismo y a su ambiente; a este proceso de construcción de un sistema de acción lo llama identidad colectiva. La Identidad colectiva: "no es sino una definición compartida del campo de oportunidades y constricciones ofrecidas a la acción colectiva". "Compartida" quiere decir construida, negociada mediante procesos continuos de "activación" de relaciones sociales que conectan a los actores. (Melucci, 1999, p. 79). En el análisis de las interpretaciones construidas por el grupo frente a las oportunidades y restricciones de la estructura política, también es importante el aporte de Me-lucci: "Los individuos que actúan colectivamente construyen su acción mediante inversiones organizadas: esto es, definen en términos cognoscitivos el campo de posibilidades y límites que perciben, mientras que, al mismo tiempo, activan sus relaciones como forma de dotar de sentido a su estar juntos y a los objetivos que persiguen" (Melucci, 1994, p. 157). Sin embargo, Melucci se separa abiertamente de la teoría de la movilización de recursos, planteando que ha incurrido en una veta analítica más en los movimientos sociales, con el siguiente argumento:

Cada grupo calcula costos y beneficios ligados a diversas opciones de acción (por ejemplo, la elección entre reforma o represión implica un cálculo de pérdidas y ventajas). Esta teoría ve a la acción como un dato y no puede examinar su significado y orientación; en este caso explica el cómo (¿cómo administran sus recursos los actores colectivos a fin de mantener y desarrollar la acción?, ¿cómo interactúan con su ambiente, particularmente con los sistemas políticos?) pero no el porqué. (Melucci, 1999, p. 8).

Sin embargo, Melucci no deja a un lado de su análisis los aspectos relevantes de la teoría de la movilización de recursos ya mencionados; por ejemplo, argumenta que "las redes constituyen un nivel intermedio fundamental para la comprensión de los procesos de compromiso individual. Los individuos interactúan, se influyen recíprocamente, negocian en el marco de estas redes y producen las estructuras de referencia cognoscitivas y motivacionales necesarias para la acción" (Melucci, 1999, p. 28) Estamos así, ante un componente vinculante y a la vez incluido en los otros elementos mencionados para el éxito o no de las acciones políticas colectivas. La identidad colectiva se construye en la interacción con los intereses y motivaciones percibidos como agravios, los cuales producen significados sobre la estructura social, las prácticas culturales y el orden económico y de poder establecido, que son puestos en común entre un grupo poblacional -sectorial o amplio de la sociedad-. La identidad también se construye en el trabajo organizativo movilizador y for-mador del consenso social al crear nexos ideológicos, filiales y solidarios frente a las experiencias cotidianas de la gente. También se construye identidad cuando se activa la movilización que crea marcos interpretativos de la realidad. Finalmente, el contexto político tiene importancia en la facilitación o no de la movilización en tanto se construyen unas identificaciones del grupo según como deben ser leídas las oportunidades o las amenazas externas para la acción.

3. LAS ACCIONES POLÍTICAS COLECTIVAS. EXPERIENCIAS COLECTIVAS ALTERNATIVAS DE RESISTENCIA A LAS RELACIONES HEGEMÓNICAS DE DOMINACIÓN

En el anterior apartado se hizo al mismo tiempo una caracterización de la acción colectiva desde una perspectiva tanto multidimensional como singular, basada en el análisis del origen, los condicionantes internos y externos, además de otros elementos, los cuales en un determinado momento son estructurantes de la experiencia política colectiva, conforme a la historia política, social y a las prácticas culturales, y que contextualizan cada experiencia movilizadora. De este modo, se asume una postura distante de los enfoques caracterizados por la exclusividad en uno de los componentes de la acción considerándolo como el central y determinante para la existencia de la acción movilizadora. Sin embargo, hay otro interés más allá de la fascinación por el conocimiento de los distintos componentes y dispositivos que interactúan en esas acciones políticas colectivas, cual es el reconocimiento de su papel protagónico de confrontación simbólica, política y social frente al orden hegemónico establecido. De este modo, se busca ampliar el conocimiento, pero también la condición de validez y eficacia de las acciones políticas colectivas desde una concepción del poder que supere aquella mirada de la investigación social con pretensiones de neutralidad y objetividad frente al orden económico, social y cultural, excluyente y naturalizado.

En el universo de las relaciones sociales, las lógicas que han orientado la acción política colectiva han sido diversas de acuerdo a las trasformaciones históricosociales que se han vivido1. Por tanto, es necesario precisar que la postura defendida aquí sobre la lógica orientadora de la acción política colectiva es aquella según la cual, las relaciones sociales tienen horizontes de posibilidad diferentes a los que se rigen por el orden social hegemónico, que se basa en la centralidad del poder del mercado y manifiesta en las relaciones de dominación y el modo de vida neoliberal. A su vez, esta postura se identifica con una lógica de acción residual de la ciudadanía frente al modelo democrático hegemónico, a modo de otro sentido de ciudadanía que involucra un modo alternativo de sociedad y que se basa en la diversidad política, económica, social y cultural.

Así se afirma, de acuerdo con Ana Ester Ceceña, que: La insubordinación de los excluidos, de la multitud, de los pueblos en resistencia es hoy una amenaza real, no a la hegemonía estadounidense sino, a través de ella, a la hegemonía capitalista en el sentido más amplio. Cuando la disputa es por los elementos esenciales para la conservación de la vida, la insurrección se convierte en mecanismo de supervivencia. No hay correspondencia entre la capacidad tecnológica y la escala de incorporación al sistema.

(...) (Estos mecanismos de supervivencia) son en su mayoría zonas de resistencia y alternativa con cosmovisiones propias capaces de ofrecer otras visiones de mundo. (Ceceña, 2004, p. 6 y 10).

Un aspecto al que no se le ha dado mayor relevancia, en las distintas perspectivas contemporáneas sobre la acción política colectiva, es la relación que esta establece con las relaciones hege-mónicas de dominación en la sociedad, el significado que tienen los distintos condicionamientos provenientes de un poder hegemónico frente a esas acciones políticas colectivas residuales, singulares y alternativas. La hegemonía remite a la idea de una visión del mundo predominante en la sociedad; dicha visión está materializada en las relaciones sociales y de producción económica, aunque también se materializa en el conocimiento común, en el lenguaje cotidiano y en la opinión pública general.

La hegemonía, en estos términos, no puede ser circunscrita a los poderes económico o militar, aunque estos formen parte de los argumentos de construcción de los discursos de verdad. El poderío militar y la organización económica para ser eficaces deben convencer de su infalibilidad y de su inmanencia, pero deben estar también integrados a una visión de mundo capaz de brindar una explicación coherente en todos los campos, incluso en el de la vida cotidiana. (...) La dominación se reproduce en lo cotidiano y en la creación de sentidos comunes que perciben y reproducen las relaciones sociales como relaciones de poder. (Ceceña, 2004, p. 2).

La efectiva instauración hegemónica de un discurso es interpretada como una particular concepción que, al pretenderse aglutinante de diferentes proyectos colectivos a través del establecimiento de la regularidad y la homogeneidad, involucra una relación de poder con la singularidad de las prácticas sociales, políticas y culturales. El reconocimiento del lenguaje como elemento fundacional y transformador de acontecimientos sociales, se analiza aquí a partir de la paulatina instauración hegemónica de una concepción dominante del mundo que reproduce la desigualdad y niega la pluralidad de las relaciones sociales a través de rutinas discursivas como la académica, la propia interpretación de los actores sociales sobre su acción y la rutina discursiva de los medios masivos de comunicación. En palabras de Ana Esther Ceceña: "La destrucción del contrario-competidor transita tanto por el enfrentamiento directo como por eliminar o controlar sus condiciones de existencia y reproducción, con la virtud de que este segundo mecanismo tiende a naturalizar la hegemonía." (Ceceña, 2004, p. 6)

Con la centralidad de un orden de poder basado en la concepción moderna de racionalización económica y de significación del ser humano, que involucra sistemas de producción no sólo económicos, sino también sociales, políticos y culturales, asimismo logran surgir órdenes sociales alternativos; es ese el sentido y lugar de la acción política colectiva. La eficacia de la acción política colectiva depende de su capacidad para disputar y ampliar las visiones y proyectos alternativos de sociedad que la movilización social engloba. Siguiendo a John Agnew:

La visión del mundo-como-una-imagen, como un todo ordenado, estructurado, separa al que lo está viendo del propio mundo... Lo que se ve, incluso desde la perspectiva que ofrecen herramientas como los mapas, es lo que existe [...] Esta afirmación tiene una lectura crítica en Nietzsche y Martín Jay [...] Todo lo que se ve y se conoce es una perspectiva adoptada desde un punto de vista determinado. Desde este punto de vista, la objetividad real no estaría en la difusión de una única perspectiva condicionada por una determinada experiencia histórica sino en el recurso a tantos ojos -perspectivas- como sea posible. (Agnew, 2005, p. 17-18).

A partir de cada uno de los aportes mencionados en este apartado, surgen diversas inquietudes que quedan abiertas para resolver en futuras investigaciones. Una de estas es el tema de la hegemonía y su particular papel en la estructura de oportunidad política para las acciones colectivas en países con realidades tan convulsas como las latinoamericanas. Las preguntas cruciales sobre la formación y la movilización social en el contexto latinoamericano tendrán que abordar la forma como los actores sociales, ubicados en los sectores en desigualdad persistente, han logrado sortear y mantenerse o, por el contrario, han claudicado y desaparecido, según sea el caso, frente a las relaciones de dominación hegemónica basadas no solo en la coerción por medio de la presión ejercida por grupos armados legales e ilegales -como cohabitantes de un mismo territorio—. De acuerdo a este planteamiento, será necesario indagar en futuros estudios por la forma como las relaciones de dominación establecidas en el contexto latinoamericano interfieren, interpelan, desarticulan o incentivan el desarrollo de las acciones políticas colectivas con una orientación de resistencia y alternativa frente al orden social y político hegemónicos mediante la utilización de distintos mecanismos de coerción, pero también con la cooptación de líderes sociales, la realización de actividades para saturar las redes sociales y las distintas organizaciones y relaciones comunitarias vinculadas a la movilización social restándoles autonomía, o por medio de la realización de actividades con las que interactúan y, finalmente, reemplazan a los activistas en los barrios y comunas en los que se ha producido la acción política colectiva alternativa. Otro aspecto a ampliar en los estudios sobre las acciones políticas colectivas y los movimientos sociales desde esta perspectiva, es el análisis crítico del discurso noticioso que los medios masivos de comunicación construyen y emiten sobre las movilizaciones sociales desde sus diferentes repertorios, reforzando la mayoría de las veces el poder y legitimidad de las élites políticas y empresariales en detrimento del poder desplegado por los actores sociales movilizados.

En conclusión, se valida aquí una concepción de la política que opta por la diversidad discursiva más que por el reconocimiento de un bloque aglutinante que estandariza un discurso dominante de la sociedad. La multiplicidad de mecanismos de los actores colectivos locales que se resisten a ser incorporados en las propuestas objetivables y abarcadoras de la organización social tendrán que ser analizados no solo como lo accesorio en las relaciones de poder, sino también como fuerzas vivas, rutinas discursivas específicas afirmadas desde sus propias experiencias de lucha.


1 La lógica y motivación que orientó la acción colectiva del movimiento nacionalsocialista alemán que detonó en el siglo XX durante la Segunda Guerra Mundial fue muy diferente a la que orientó al movimiento obrero en Rusia para la misma época. Así mismo, fue otra la lógica que orientó las acciones colectivas de los plebeyos en Inglaterra en el siglo XVIII en defensa de las costumbres conservadoras frente a la inserción del proceso económico capitalista, véase al respecto Lander, Edgardo. "Ciencias Sociales: Saberes coloniales y eurocéntricos", La colonialidad del saber: eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (Comp.) CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000, p. 22.


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